AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Entrega a domicilio [Privado]
2 participantes
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Re: Entrega a domicilio [Privado]
Estaba cansado de esperar en aquella mansión hasta que llegaran los pasteles. De verdad no sabía si llegaría a volver a probarlos, oyó que los pasteles se le volverían ceniza en su paladar pero le daba igual, el los comería pues aún se sentía medio humano y así poder después mandar una carta a su amada pelirroja. ¿Qué le diría? Recordó o no recordaba bien si la había dejado encinta, había sido tan rápida la despedida que tampoco le dio tiempo a escribir y que claro, obviamente después de que desapareciera, le habrían dicho que él mismo había muerto y no la iba a mandar una carta diciéndole que buen tiempo hacía en Londres….aunque después todos sus días fueron oscuros y llenos de estrellas.
-Bien…-Suspiro lentamente, sacándose la toalla de su cuerpo fornido y con varias cicatrices en el cuerpo, sintiéndose libre de cualquier tela pegada a su cuerpo y dirigiéndose hacia el vestuario en donde escogió las ropas más acordes con su personalidad y su humor, preparo el papel, la tinta y algo de inspiración, alguna prenda que ella le hubiera dejado, pero no tenía nada consigo. Ella se había quedado su corazón y su alma de enamorado, echaba de menos también a su hermana, a Nathaniel que esperaba que siguiera a su lado, pero que cosa más tonta de pensar, claro que estaría con ella. Sabía entonces de su amor por ella y no le pareció nada mal. Nathaniel protegería a Anja.
-Señor Buchanan…aún no han….-la doncella se sonrojo al ver la parte trasera del vampiro-…Lo siento señor…-Rápidamente se fue de aquella puerta con una sonrisa tonta en su rostro, roja como un tomate y queriéndose morir en ese mismo instante. Eógan no se dio cuenta de ella ya que se había quedado a medio vestir y con una carta en su mano. Una carta en la que procedía de los estatutos papales, sabían que no estaba muerto, pero le notificaban que habían dicho a Nyra que él ya había fallecido como presa de una redada. En parte tenía razón, pero después no fue muy agradable.
-Mmm pelirroja…debes estar preciosa…esta noche…-murmuro para sí viéndola en un recuerdo que tuvo hace cinco segundos, termino de vestirse con ropa elegante y el chaleco que escogió no era de su gusto. Cogió uno a tonos verdes para ponerse encima una chaqueta de montar. Tenía en cuenta que mucha ropa no necesitaba ponerse encima, pero no se acostumbraba aun a su nueva forma de vida aun pasados varios meses aprendiendo a ser alguien completamente nuevo.
-¡¿Y esos pasteles maldita sea?! –Estaba prácticamente su anhelo humano deseando tomar pastas. Bajo a la entrada para encontrarse con un joven moreno. Metió las manos en los bolsillos y fue en su dirección, llegando hasta la puerta y que aquel frio gélido le rozara la cara-…¿si?
-Bien…-Suspiro lentamente, sacándose la toalla de su cuerpo fornido y con varias cicatrices en el cuerpo, sintiéndose libre de cualquier tela pegada a su cuerpo y dirigiéndose hacia el vestuario en donde escogió las ropas más acordes con su personalidad y su humor, preparo el papel, la tinta y algo de inspiración, alguna prenda que ella le hubiera dejado, pero no tenía nada consigo. Ella se había quedado su corazón y su alma de enamorado, echaba de menos también a su hermana, a Nathaniel que esperaba que siguiera a su lado, pero que cosa más tonta de pensar, claro que estaría con ella. Sabía entonces de su amor por ella y no le pareció nada mal. Nathaniel protegería a Anja.
-Señor Buchanan…aún no han….-la doncella se sonrojo al ver la parte trasera del vampiro-…Lo siento señor…-Rápidamente se fue de aquella puerta con una sonrisa tonta en su rostro, roja como un tomate y queriéndose morir en ese mismo instante. Eógan no se dio cuenta de ella ya que se había quedado a medio vestir y con una carta en su mano. Una carta en la que procedía de los estatutos papales, sabían que no estaba muerto, pero le notificaban que habían dicho a Nyra que él ya había fallecido como presa de una redada. En parte tenía razón, pero después no fue muy agradable.
-Mmm pelirroja…debes estar preciosa…esta noche…-murmuro para sí viéndola en un recuerdo que tuvo hace cinco segundos, termino de vestirse con ropa elegante y el chaleco que escogió no era de su gusto. Cogió uno a tonos verdes para ponerse encima una chaqueta de montar. Tenía en cuenta que mucha ropa no necesitaba ponerse encima, pero no se acostumbraba aun a su nueva forma de vida aun pasados varios meses aprendiendo a ser alguien completamente nuevo.
-¡¿Y esos pasteles maldita sea?! –Estaba prácticamente su anhelo humano deseando tomar pastas. Bajo a la entrada para encontrarse con un joven moreno. Metió las manos en los bolsillos y fue en su dirección, llegando hasta la puerta y que aquel frio gélido le rozara la cara-…¿si?
Dieter- Licántropo Clase Baja
- Mensajes : 74
Fecha de inscripción : 13/07/2013
Re: Entrega a domicilio [Privado]
Era algo ridículo y tonto que se perdiera entre calles del lugar en que vivía, pero es que eso le pasaba por ir pensando en otras cosas que impedían que se concentrara realmente en lo que era necesario hacer en esos momentos. Ahora, las preocupaciones daban igual. Si bien minutos antes había estado terriblemente preocupado por la manera en que dejo a Amalia, pero solo le fue necesario imaginarle ahí a su lado para que todo quedara como algo que pasaría en determinado momento y entonces podrían seguir como siempre. Eso era lo que Elías quería creer y en lo que ponía sus esperanzas.
Después de haber observado otro segundos las diferentes calles y ya con el ocaso cayendo en París, fue que se decidió a andar. La calle que tomaba daba igual, lo que le interesaba era dar con alguna persona que fuese tan amable como para indicarle el camino a seguir para llegar a su destino.
Afortunadamente no anduvo tanto antes de toparse a una pareja que amablemente le brindaron nuevas indicaciones de como llegar al lugar en que debía entregar los pasteles. De manera cortes dio las gracias por la ayuda y antes de que se hiciera más tarde y los clientes no pensaran en hacer más pedidos con ellos se apresuro a seguir al pie de la letra las indicaciones de la pareja, tal como si aquellas indicaciones hubiesen sido dadas por su propia esposa.
– Ya casi, ya casi… – menciono para él mientras giraba en una callejuela que daba justamente a aquel sitio donde se suponía se encontraba la casa de la entrega. Sonrío para si mismo al sentir que su misión había llegado al final, más aun faltaba dar aquellos pasteles. Avanzó un poco más hasta que entonces diviso el lugar.
Una vez que se encontró listo para la entrega, escucho unos gritos segundos antes de ver a un hombre demasiado pálido abrir la puerta.
– Venía a entregar los pasteles, lamentamos la tardanza – Elías observo el cielo, el cual había pasado a ser ya completamente oscuro – Pero he tenido algunos inconvenientes en encontrar su hogar, más tal y como lo dijimos – mostró los pasteles que llevaba en moldes especiales para que nada les pasara – aquí están – termino por decir mientras sonreía. Creía que el tiempo suficiente había pasado como para que volviera al lado de Amalia.
Después de haber observado otro segundos las diferentes calles y ya con el ocaso cayendo en París, fue que se decidió a andar. La calle que tomaba daba igual, lo que le interesaba era dar con alguna persona que fuese tan amable como para indicarle el camino a seguir para llegar a su destino.
Afortunadamente no anduvo tanto antes de toparse a una pareja que amablemente le brindaron nuevas indicaciones de como llegar al lugar en que debía entregar los pasteles. De manera cortes dio las gracias por la ayuda y antes de que se hiciera más tarde y los clientes no pensaran en hacer más pedidos con ellos se apresuro a seguir al pie de la letra las indicaciones de la pareja, tal como si aquellas indicaciones hubiesen sido dadas por su propia esposa.
– Ya casi, ya casi… – menciono para él mientras giraba en una callejuela que daba justamente a aquel sitio donde se suponía se encontraba la casa de la entrega. Sonrío para si mismo al sentir que su misión había llegado al final, más aun faltaba dar aquellos pasteles. Avanzó un poco más hasta que entonces diviso el lugar.
Una vez que se encontró listo para la entrega, escucho unos gritos segundos antes de ver a un hombre demasiado pálido abrir la puerta.
– Venía a entregar los pasteles, lamentamos la tardanza – Elías observo el cielo, el cual había pasado a ser ya completamente oscuro – Pero he tenido algunos inconvenientes en encontrar su hogar, más tal y como lo dijimos – mostró los pasteles que llevaba en moldes especiales para que nada les pasara – aquí están – termino por decir mientras sonreía. Creía que el tiempo suficiente había pasado como para que volviera al lado de Amalia.
Elías Pharzuph- Licántropo Clase Media
- Mensajes : 46
Fecha de inscripción : 22/11/2013
Re: Entrega a domicilio [Privado]
Eógan se mostró patidifuso al recibir los pastelitos frente a su casa, pero tomo de la mano al joven y lo metió para dentro, observando la cara de circunstancia ajena, él se rio -….Vaya por fin! –Grito alegre -….¿Podrías hacerme un favor? Es solo una cosa pequeña…. ¿Puedes dejarlo allí? –Le señalo una mesita de café- mi doncella traerá dos tazas de té para que podamos tomar un poco de los pastelitos que seguramente estarán deliciosos….-Dijo con alegría. Estaban sus pastelitos delante, pero cuando vio la caja, no estaba su nombre, si no el de al lado -…Estos no son mis pastelitos maldita sea….-se quedó mirando al joven-….Los comeremos igualmente, parecen….-Cuando abrió la caja de los pastelitos observo que no estaban los de su gusto, aquellos rellenos de mermelada de fresa y chocolate alrededor y un poco de azúcar glaseado por encima. Esos estaban demasiado ricos a pesar de que después se deshicieran como ceniza dentro de su paladar. Por eso el té era una solución para eliminar toda ese árido mal estar.
Suspirando cerró la puerta tras dejar al joven la caja de nuevo y volver a mandarle, a acompañarle hacia la mesa de madera en donde tomarían té -…Por favor…cuénteme…esto se merece un brindis, no tengo compañía desde hace bastante tiempo….-Sonriendo se sentó en uno de los sofás que había al lado de la chimenea, un sofá adornado con un bisel de cuero en espiral, la tapicería estaba hecha a mano y llevaba un hermoso estampado marrón oscuro tierra de cuero -….¿Solo te dedicas a esto, joven? –Pregunto mirando al joven y tomando un poco de un bizcochito que había en la caja -…Por dios, Siéntate….No voy a comerte….-Suspirando, pensó que a esto aún estaba desacostumbrado. A pesar de que los demás estaban felices de que su antiguo amo desapareciera gracias a su locura prematura, todos aún estaban acostumbrándose a Eógan, y nadie sabía que hacer o reaccionaban tarde y a Eógan también se le veía la inexperiencia, pero no tanta ya que vivió en una casa llena de sirvientes mandando y dando órdenes a placer.
Se acordaba de su hermana que vigilaba siempre desde lejos y que siempre había actuado como un Buchanan aun siendo de otra familia. Quería que los Buchanan tuvieran su merecido pero aún era temprano para que el pudiera descargar toda su ira. Quería aun casarse con Nyra, hacerla suya y adoptar a un par de críos, después convertirla en lo que es él ahora y así después sus hijos y así sucesivamente, trayendo al universo una nueva estirpe que cuidar.
Suspirando cerró la puerta tras dejar al joven la caja de nuevo y volver a mandarle, a acompañarle hacia la mesa de madera en donde tomarían té -…Por favor…cuénteme…esto se merece un brindis, no tengo compañía desde hace bastante tiempo….-Sonriendo se sentó en uno de los sofás que había al lado de la chimenea, un sofá adornado con un bisel de cuero en espiral, la tapicería estaba hecha a mano y llevaba un hermoso estampado marrón oscuro tierra de cuero -….¿Solo te dedicas a esto, joven? –Pregunto mirando al joven y tomando un poco de un bizcochito que había en la caja -…Por dios, Siéntate….No voy a comerte….-Suspirando, pensó que a esto aún estaba desacostumbrado. A pesar de que los demás estaban felices de que su antiguo amo desapareciera gracias a su locura prematura, todos aún estaban acostumbrándose a Eógan, y nadie sabía que hacer o reaccionaban tarde y a Eógan también se le veía la inexperiencia, pero no tanta ya que vivió en una casa llena de sirvientes mandando y dando órdenes a placer.
Se acordaba de su hermana que vigilaba siempre desde lejos y que siempre había actuado como un Buchanan aun siendo de otra familia. Quería que los Buchanan tuvieran su merecido pero aún era temprano para que el pudiera descargar toda su ira. Quería aun casarse con Nyra, hacerla suya y adoptar a un par de críos, después convertirla en lo que es él ahora y así después sus hijos y así sucesivamente, trayendo al universo una nueva estirpe que cuidar.
Dieter- Licántropo Clase Baja
- Mensajes : 74
Fecha de inscripción : 13/07/2013
Re: Entrega a domicilio [Privado]
– Pero yo… – antes de poder terminar de replicar termino dentro de aquella casa del desconocido quien parecía demasiado eufórico por haber recibido aquellos pastelillos, tanto que le recordó a él mismo cuando su esposa le decía de haber preparado algún pastel especial para él. Asintió al escuchar que solo era necesario que los dejara en la pequeña mesa que se encontraba más al fondo y estaba avanzando hacía ella cuando la nueva noticia de a que aquellos pastelillos no eran para ese lugar fue recibida por él – ¿No son? Pero si seré torpe, seguramente el que los espera terminara por ir a la pastelería y… – pensó en la cara de Amalia cuando llegara hasta su hogar y le contara lo sucedido. Era muy probable que primero le recordara que si no entregaba los pastelillos no podrían expandir el negocio pero después se alegraría de que estuviese de regreso en casa – ¿Se los quedara igual? pero si no son suyos y por la cara que ha puesto parece que no son del sabor que le gustan – ante esas ultimas palabras hizo una mueca. Le parecía imperdonable que a alguien no le agradaba la manera en la que su esposa cocinaba.
Dejo tal como le fue ordenado por aquel sujeto los pastelillos en la mesita y se giro para poder decir que se iba de ese lugar, que lamentaba todo y que esperaba que le agradara la cocina de su esposa, todo para que aquel hombre se convirtiera en cliente de su pastelería pero le miro atónito cuando le fue ofrecido un brindis y tomar asiento.
– Yo debería de regresar porque – miro a aquel hombre que aseguraba no haber tenido compañía en mucho tiempo y con un suspiro termino por sentarse en uno de los sillones, pero no tomo pastelillo ni nada – Si, solo me dedico a esto. Mi esposa y yo llevamos la pastelería y como adoro las cosas dulces me encanta poder ayudarle – le miro con una sonrisa – así que espero que le agraden, Amalia los hace con mucho amor – sus ojos se enfocaron en la cajita aquella que llevaba parte de su esposa y de aquel lugar que llamaba hogar.
De golpe termino por levantarse de aquel lugar.
– No me he presentado – miro al hombre de manera fija y le estiro la mano – mi nombre es Elías y es un placer conocerle señor… – iba a llamarle por el nombre que estaba en la cajita de los pastelillos pero recordó que ese no era el nombre de aquel hombre – ¿Cómo es que se llama? – pregunto un tanto avergonzado de su despiste.
Dejo tal como le fue ordenado por aquel sujeto los pastelillos en la mesita y se giro para poder decir que se iba de ese lugar, que lamentaba todo y que esperaba que le agradara la cocina de su esposa, todo para que aquel hombre se convirtiera en cliente de su pastelería pero le miro atónito cuando le fue ofrecido un brindis y tomar asiento.
– Yo debería de regresar porque – miro a aquel hombre que aseguraba no haber tenido compañía en mucho tiempo y con un suspiro termino por sentarse en uno de los sillones, pero no tomo pastelillo ni nada – Si, solo me dedico a esto. Mi esposa y yo llevamos la pastelería y como adoro las cosas dulces me encanta poder ayudarle – le miro con una sonrisa – así que espero que le agraden, Amalia los hace con mucho amor – sus ojos se enfocaron en la cajita aquella que llevaba parte de su esposa y de aquel lugar que llamaba hogar.
De golpe termino por levantarse de aquel lugar.
– No me he presentado – miro al hombre de manera fija y le estiro la mano – mi nombre es Elías y es un placer conocerle señor… – iba a llamarle por el nombre que estaba en la cajita de los pastelillos pero recordó que ese no era el nombre de aquel hombre – ¿Cómo es que se llama? – pregunto un tanto avergonzado de su despiste.
Elías Pharzuph- Licántropo Clase Media
- Mensajes : 46
Fecha de inscripción : 22/11/2013
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