AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Servicio a domicilio | +18 | Privado
Ese lugar que él llamaba hogar no era más que un pequeño piso de un solo ambiente, con la excepción del baño, todo se encontraba junto en un espacio amplio. Era pequeño pero muy cómodo y lujoso. Al entrar lo primero que se encontraba era el espacio de sala-comedor-cocina; dos sofás colocados en forma de L dando ambos la espalda a alguna pared se encontraban hacia la izquierda, mientras que una mesa redonda rodeada por 4 sillas a la derecha.
Separados por un mueble de biblioteca, tras la sala se encontraba un colchón enorme sobre el suelo, aquella era su cama, tras la cual se escondía una puerta que daba al único baño del lugar. Mientras que tras el comedor, separado por un mesón alto en forma de bar, se encontraba una cocina tan equipada como lo estaría la de un reconocido cheff de la época. Siempre se preguntó para qué comprar tantos accesorios si él en realidad no comía, ni debería cocinar, pero aquel se había convertido en uno de sus pasatiempos durante las infinitas horas diurnas.
En la pequeña biblioteca montones de libros colocados desordenadamente ocultaban parcialmente lo que se podía decir era su habitación. Leer había sido otro de sus pasatiempos desde hacía innumerables años. Pero el hobby que mayor placer y satisfacción le daba eran las mujeres. Le gustaba jugar con ellas, tocarlas en aquellos lugares secretos que las hacía estremecerse y en ocasiones gritar de éxtasis, hacerlas correrse con la fuerza de un huracán, y dejarlas tan atontadas que al final no eran totalmente conscientes de la forma ruda y salvaje en que las tomaba.
Llevar una mujer a sus dominios nunca había sido su estilo. Siempre había preferido ir al burdel, calmar el deseo y salir de allí. ¿Por qué habría de cambiar eso ahora? No tenía sentido visto desde ningún punto, ni siquiera desde el de Zarek, y no había más razón por la que en esta ocasión había decidido pedir el servicio a domicilio que el querer algo más que unas pocas horas sin tener que arriesgarse a salir demasiado tarde y que el amanecer lo sorprendiera fuera de su pequeña fortaleza.
En cuanto a dinero, no necesitaba demasiado pues no había demasiadas cosas en las que necesitara gastar, pero tratándose de sus pocos pasatiempos nunca escatimaba en gastos, y mucho menos en sus mujeres. Sin importar cuanto tuviera que pagar, o cuan extraña fuese su petición, siempre conseguía lo que quería; esta vez no sería la excepción. Tras haber visto aquel hermoso rostro rubio alguna vez, hacia ya algún tiempo, decidió que la tendría. Las siguientes veces que fue al burdel la buscó, pero nunca estaba disponible, hasta que finalmente se enteró que no ofrecía servicios allí sino en su propia casa o, en su defecto, en la del cliente. Una razón más para cambiar, aunque fuese sólo una vez, sus hábitos.
Hacía al menos una hora que había contratado a un cochero, le había pagado bastante dinero como para mantenerse un mes, y lo único que tendría que hacer era ir por la mujer, traerla ante él y luego esperar lo que fuese necesario afuera para llevarla de nuevo a su hogar. Estaba ya impacientándose cuando finalmente escuchó los cascos de los caballos acercarse. Vestido completamente de negro, con pantalón y jersey ajustado, salió y esperó unos minutos más mientras la carroza se detenía frente a él para abrir la portezuela y ayudar a la mujer. No tenía los modales exquisitos dignos de un Rey, pero era educado e intentaba no ser demasiado brusco.
-Buenas noches, señora- saludó apenas cuando ella posó su delicada mano sobre la suya áspera y enorme en comparación, mientras sus ojos se fijaban en los del otro en un recorrido rápido, guiándola entonces a lo que sería su lugar de trabajo por tanto tiempo como él dispusiera.
Separados por un mueble de biblioteca, tras la sala se encontraba un colchón enorme sobre el suelo, aquella era su cama, tras la cual se escondía una puerta que daba al único baño del lugar. Mientras que tras el comedor, separado por un mesón alto en forma de bar, se encontraba una cocina tan equipada como lo estaría la de un reconocido cheff de la época. Siempre se preguntó para qué comprar tantos accesorios si él en realidad no comía, ni debería cocinar, pero aquel se había convertido en uno de sus pasatiempos durante las infinitas horas diurnas.
En la pequeña biblioteca montones de libros colocados desordenadamente ocultaban parcialmente lo que se podía decir era su habitación. Leer había sido otro de sus pasatiempos desde hacía innumerables años. Pero el hobby que mayor placer y satisfacción le daba eran las mujeres. Le gustaba jugar con ellas, tocarlas en aquellos lugares secretos que las hacía estremecerse y en ocasiones gritar de éxtasis, hacerlas correrse con la fuerza de un huracán, y dejarlas tan atontadas que al final no eran totalmente conscientes de la forma ruda y salvaje en que las tomaba.
Llevar una mujer a sus dominios nunca había sido su estilo. Siempre había preferido ir al burdel, calmar el deseo y salir de allí. ¿Por qué habría de cambiar eso ahora? No tenía sentido visto desde ningún punto, ni siquiera desde el de Zarek, y no había más razón por la que en esta ocasión había decidido pedir el servicio a domicilio que el querer algo más que unas pocas horas sin tener que arriesgarse a salir demasiado tarde y que el amanecer lo sorprendiera fuera de su pequeña fortaleza.
En cuanto a dinero, no necesitaba demasiado pues no había demasiadas cosas en las que necesitara gastar, pero tratándose de sus pocos pasatiempos nunca escatimaba en gastos, y mucho menos en sus mujeres. Sin importar cuanto tuviera que pagar, o cuan extraña fuese su petición, siempre conseguía lo que quería; esta vez no sería la excepción. Tras haber visto aquel hermoso rostro rubio alguna vez, hacia ya algún tiempo, decidió que la tendría. Las siguientes veces que fue al burdel la buscó, pero nunca estaba disponible, hasta que finalmente se enteró que no ofrecía servicios allí sino en su propia casa o, en su defecto, en la del cliente. Una razón más para cambiar, aunque fuese sólo una vez, sus hábitos.
Hacía al menos una hora que había contratado a un cochero, le había pagado bastante dinero como para mantenerse un mes, y lo único que tendría que hacer era ir por la mujer, traerla ante él y luego esperar lo que fuese necesario afuera para llevarla de nuevo a su hogar. Estaba ya impacientándose cuando finalmente escuchó los cascos de los caballos acercarse. Vestido completamente de negro, con pantalón y jersey ajustado, salió y esperó unos minutos más mientras la carroza se detenía frente a él para abrir la portezuela y ayudar a la mujer. No tenía los modales exquisitos dignos de un Rey, pero era educado e intentaba no ser demasiado brusco.
-Buenas noches, señora- saludó apenas cuando ella posó su delicada mano sobre la suya áspera y enorme en comparación, mientras sus ojos se fijaban en los del otro en un recorrido rápido, guiándola entonces a lo que sería su lugar de trabajo por tanto tiempo como él dispusiera.
Zarek de Moesia- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 18
Fecha de inscripción : 29/05/2015
Re: Servicio a domicilio | +18 | Privado
No negaría nunca que la prisa con la que aquel cochero la había hecho llamar era cuanto menos curiosa. En un principio, provista tan solo de su fina bata de seda, cerró la puerta al que parecía decidido a llevarla con él. No tenía en absoluto la apariencia de los hombres a los que Nina estaba acostumbrada a complacer, su atuendo dejaba mucho que desear por lo que dudó inmediatamente de su poder económico. Sin embargo, entre sus protestas tras la puerta -que esta había cerrado con rapidez- pudo entender que no era él quien reclamaba sus servicios si no su señor. Se planteó si acudir o no, pues de nada conocía al conductor ni a ese tal monsieur de Moesia, pero la idea de conseguir otro cliente no era una tontería para la rubia; tenía claro qué era lo primordial en su vida y era mantener a sus clientes contentos con ella. Si aquel hombre se había fijado en Nina, esta se lo agradecería de la forma que él creyera oportuna.
Sin prisa, pues no era su estilo, dedicó el tiempo necesario a asearse debidamente y hacer que su rostro y su cuerpo lucieran aún más llamativos. No hacía falta mucho para ello, pues su cabello triguero y sus ojos de un intenso azul llamaban la atención por sí mismos. El vestido, en tono añil, se ceñía a su cintura y apretaba su pecho haciendo que resaltara levemente por encima del escote. Cuando estuvo satisfecha del resultado acompañó a su guía hasta el coche de caballos que les llevaría a su destino. Los dedos tamborileaban sobre el asiento impaciente por conocer a aquel desconocido.
En cuanto en carruaje se detuvo, una mano masculina se ofreció para ayudarla a bajar. El contacto fue breve pero intenso, la mano áspera y sutil hizo que tardara más de lo normal en fijarse en el rostro ajeno. Era varonil, esa era la palabra que mejor lo describía, de rasgos marcados y gesto duro, quizás lo único que suavizaba el conjunto eran los ojos claros y unos modales que no indicaban que fuera un desalmado. - Monsieur de Moesia, es un placer que me reciba en su casa - saludó con una breve inclinación de cabeza acompañándole al interior.
Había, hasta el momento, dos cosas claras. La primera es que Zarek no era humano, había trabajado con demasiados seres sobrenaturales como para reconocer a un vampiro cuando lo veía. Y la segunda, su mera forma de actuar indicaba que no le gustaba perder el control de la situación. La mayoría de sus clientes preferían acudir a casa de Nina, era más cómodo para ellos y siempre avisaban antes. Él, en cambio, había hecho todo lo contrario. Tan sólo había reclamado los servicios de la rusa, indicándola dónde debía acudir sin más información de la necesaria. - No se si conocerá usted algo más que mi aspecto... - susurró mientras se retiraba la chaqueta dejando así al descubierto el vestido al completo, - por lo que me presento, mi nombre es Nina Petrova -extendió su mano hacia él haciendo de aquello una presentación formal.
No sabía la idea que Zarek tendría para con ella esa noche, pero no creía que fuera a ser una simple noche más por lo que instintivamente se acercó a una mesa sobre la que había una serie de botellas. Con un gesto inquisitivo pidió permiso para servirse una copa e hizo lo propio para él. Una vez dejó la copa de whisky en la mano ajena y volvió a notar el roce áspero la mirada ascendió hasta los ojos del vampiro haciendo que la rubia se mordiera el labio tentada. No era algo habitual que fuera ella la que empezara nada con sus clientes, pero la aparente frialdad del hombre y su manera de observarla en lugar de acercarse parecía ser un afrodisíaco para ella. Con el fin de evitar cometer un error al empezar ella el juego entre ambos cuerpos, se separó de él y comenzó un paseo por la estancia. La cantidad de libros que por allí se apilaban era llamativa, entre sorbo y sorbo se agachó ojeando las cubiertas de algunos de ellos hasta que el silencio se le hizo pesado. - ¿Por qué me ha hecho llamar mi señor? -la curiosidad estaba implícita en la misma pregunta, pero también en el tono de reclamo que empleó para hacerla. Sentada ahora de lado sobre el sofá, esperó la respuesta del vampiro así como poder comprender a aquel hombre un poco mejor si eso era posible...
Sin prisa, pues no era su estilo, dedicó el tiempo necesario a asearse debidamente y hacer que su rostro y su cuerpo lucieran aún más llamativos. No hacía falta mucho para ello, pues su cabello triguero y sus ojos de un intenso azul llamaban la atención por sí mismos. El vestido, en tono añil, se ceñía a su cintura y apretaba su pecho haciendo que resaltara levemente por encima del escote. Cuando estuvo satisfecha del resultado acompañó a su guía hasta el coche de caballos que les llevaría a su destino. Los dedos tamborileaban sobre el asiento impaciente por conocer a aquel desconocido.
En cuanto en carruaje se detuvo, una mano masculina se ofreció para ayudarla a bajar. El contacto fue breve pero intenso, la mano áspera y sutil hizo que tardara más de lo normal en fijarse en el rostro ajeno. Era varonil, esa era la palabra que mejor lo describía, de rasgos marcados y gesto duro, quizás lo único que suavizaba el conjunto eran los ojos claros y unos modales que no indicaban que fuera un desalmado. - Monsieur de Moesia, es un placer que me reciba en su casa - saludó con una breve inclinación de cabeza acompañándole al interior.
Había, hasta el momento, dos cosas claras. La primera es que Zarek no era humano, había trabajado con demasiados seres sobrenaturales como para reconocer a un vampiro cuando lo veía. Y la segunda, su mera forma de actuar indicaba que no le gustaba perder el control de la situación. La mayoría de sus clientes preferían acudir a casa de Nina, era más cómodo para ellos y siempre avisaban antes. Él, en cambio, había hecho todo lo contrario. Tan sólo había reclamado los servicios de la rusa, indicándola dónde debía acudir sin más información de la necesaria. - No se si conocerá usted algo más que mi aspecto... - susurró mientras se retiraba la chaqueta dejando así al descubierto el vestido al completo, - por lo que me presento, mi nombre es Nina Petrova -extendió su mano hacia él haciendo de aquello una presentación formal.
No sabía la idea que Zarek tendría para con ella esa noche, pero no creía que fuera a ser una simple noche más por lo que instintivamente se acercó a una mesa sobre la que había una serie de botellas. Con un gesto inquisitivo pidió permiso para servirse una copa e hizo lo propio para él. Una vez dejó la copa de whisky en la mano ajena y volvió a notar el roce áspero la mirada ascendió hasta los ojos del vampiro haciendo que la rubia se mordiera el labio tentada. No era algo habitual que fuera ella la que empezara nada con sus clientes, pero la aparente frialdad del hombre y su manera de observarla en lugar de acercarse parecía ser un afrodisíaco para ella. Con el fin de evitar cometer un error al empezar ella el juego entre ambos cuerpos, se separó de él y comenzó un paseo por la estancia. La cantidad de libros que por allí se apilaban era llamativa, entre sorbo y sorbo se agachó ojeando las cubiertas de algunos de ellos hasta que el silencio se le hizo pesado. - ¿Por qué me ha hecho llamar mi señor? -la curiosidad estaba implícita en la misma pregunta, pero también en el tono de reclamo que empleó para hacerla. Sentada ahora de lado sobre el sofá, esperó la respuesta del vampiro así como poder comprender a aquel hombre un poco mejor si eso era posible...
Nina Petrova- Licántropo Clase Media
- Mensajes : 47
Fecha de inscripción : 30/08/2015
Re: Servicio a domicilio | +18 | Privado
La suavidad de sus manos lo sorprendió de manera muy grata, haciéndolo preguntarse si el resto de su cuerpo sería igual al tacto. Un placer breve pues apenas entraron la dejó moverse a sus anchas por el lugar, deleitándose con el movimiento de sus caderas al caminar, un movimiento suave pero insinuante; el sonido de su voz al pronunciar su nombre o el de él, fue otro pequeño deleite prestado por ella en la distancia, pero era sus ojos gatunos y sus labios llenos pintados de carmín aquello de lo que no podía apartar la mirada. Nunca unos labios lo tentaron a besar, nunca había probado el sabor de otra boca, pero moría por saborear la de Nina.
Responder a su presentación fue la excusa perfecta para volver a tocarla, aunque fuese el contacto inocente y breve de sus manos. -Me tomó algo de tiempo y trabajo conocer tu nombre, pero finalmente lo hice- explicó rápidamente, viéndola de nuevo alejarse para servir 2 tragos. Recibió la copa de sus manos y la mantuvo entre sus dedos un tiempo muy breve pues el contenido no le duró demasiado; la vació de un trago en cuanto ella pronunció aquella pregunta. -No pregunte tonterías, mi lady- se acercó a ella para quitarle la copa de las manos y dejarla de lado sobre la mesa del comedor.
Comenzó a rodearla, evaluando cada curva y cada hendidura, memorizando al instante los lugares donde debía llegar con sus dedos y aquellos donde su lengua haría un mejor trabajo. Le apartó el cabello hacia el hombro derecho y comenzó a repartir besos por su cuello y nuca mientras disfrutaba del aroma dulce y fuerte de su perfume. Le desabrochó lentamente, acariciando y besando cada centímetro de piel que era liberado de la monstruosa pieza de vestir, no porque fuera fea sino por lo enormes que eran todos los vestidos en aquella época.
Se alejó nuevamente para contemplarla, casi desnuda a su merced. Lo único que la cubría era una enagua de tela casi transparente y encaje, y unas medias de igual tejido que subían desde sus pequeños pies casi hasta la unión de sus muslos. Sus pequeños y rosados pezones, erectos, resaltaban bajo la tela, invitándolo descaradamente a tomarlos entre sus dedos, en su boca, a succionar de ellos. Sus senos no podían de ninguna manera ser considerados pequeños, pero era la curva de su trasero, sus anchas caderas, lo que más lo tentaba. Deseaba morder allí donde la pierna terminaba para dar paso al abultado glúteo. El pensamiento le dejó la boca seca.
Frente a ella y sin dejar de recorrerla con su mirada morbosa, se desnudó parcialmente a sí mismo. El jersey, los zapatos y calcetines quedaron en el piso junto al vestido de ella, se quedó sólo con el pantalón pues no tenía nada debajo, aunque a esas alturas ya nada hacía por esconder la firme dureza de su erección.
Se acercó nuevamente a ella por la espalda, rozando sus cuerpos sin tocarse realmente, hasta que finalmente la tomó de las caderas para frotar su miembro contra sus glúteos y dejarle notar lo duro que estaba. -Nina- su voz sonó ronca y oscura, prometiendo un placer salvaje, casi animal. Se aclaró la garganta antes de continuar. -Esta noche tu trabajo será sencillo. Sólo debes permitirme jugar con tu cuerpo a mi antojo. No debes tocarme, por ningún motivo, a menos que yo te lo pida-. Sus dedos se enredaron en su sedoso y rubio cabello, masajeando su cuero cabelludo brevemente antes guiarla para que dejara el cuello extendido hacia atrás, sobre el hombro derecho de él, dándole acceso a su garganta para besar y mordisquear la sensible piel.
-Tócate para mí, Nina. Quiero ver cómo te das placer a ti misma- su voz en un murmullo ronco al oído de la rubia. Sus manos habían viajado a los pechos de la mujer entre sus brazos, amasándolos, apretando sus pequeños pezones entre sus dedos pulgar e índice, dejándolos aún más duros que antes y provocando suaves quejidos que salían de los labios femeninos.
Su mano derecha bajó a la entrepierna femenina, encontrándola completamente mojada allí entre sus rizos. Gimió de expectación al imaginarse penetrándola rápido y duro allí donde su cuerpo clamaba por él. En cambio, simplemente se conformó con tocarla, su clítoris y sus labios, introduciendo un dedo y luego dos, con una lentitud tortuosa. Sacó su miembro de la prisión que suponía su pantalón se frotó insistentemente contra la húmeda entrada de ella. -Pídeme lo que quieras. Dime dónde quieres que te tome- refiriéndose a si quería en la cama, el sofá, la mesa. -Por dónde quieres que entre en ti. ¿Por aquí? O tal vez ¿aquí?-. Esta vez hundió levemente su pene primero en su vagina, luego en su ano, respectivamente con cada pregunta.
Responder a su presentación fue la excusa perfecta para volver a tocarla, aunque fuese el contacto inocente y breve de sus manos. -Me tomó algo de tiempo y trabajo conocer tu nombre, pero finalmente lo hice- explicó rápidamente, viéndola de nuevo alejarse para servir 2 tragos. Recibió la copa de sus manos y la mantuvo entre sus dedos un tiempo muy breve pues el contenido no le duró demasiado; la vació de un trago en cuanto ella pronunció aquella pregunta. -No pregunte tonterías, mi lady- se acercó a ella para quitarle la copa de las manos y dejarla de lado sobre la mesa del comedor.
Comenzó a rodearla, evaluando cada curva y cada hendidura, memorizando al instante los lugares donde debía llegar con sus dedos y aquellos donde su lengua haría un mejor trabajo. Le apartó el cabello hacia el hombro derecho y comenzó a repartir besos por su cuello y nuca mientras disfrutaba del aroma dulce y fuerte de su perfume. Le desabrochó lentamente, acariciando y besando cada centímetro de piel que era liberado de la monstruosa pieza de vestir, no porque fuera fea sino por lo enormes que eran todos los vestidos en aquella época.
Se alejó nuevamente para contemplarla, casi desnuda a su merced. Lo único que la cubría era una enagua de tela casi transparente y encaje, y unas medias de igual tejido que subían desde sus pequeños pies casi hasta la unión de sus muslos. Sus pequeños y rosados pezones, erectos, resaltaban bajo la tela, invitándolo descaradamente a tomarlos entre sus dedos, en su boca, a succionar de ellos. Sus senos no podían de ninguna manera ser considerados pequeños, pero era la curva de su trasero, sus anchas caderas, lo que más lo tentaba. Deseaba morder allí donde la pierna terminaba para dar paso al abultado glúteo. El pensamiento le dejó la boca seca.
Frente a ella y sin dejar de recorrerla con su mirada morbosa, se desnudó parcialmente a sí mismo. El jersey, los zapatos y calcetines quedaron en el piso junto al vestido de ella, se quedó sólo con el pantalón pues no tenía nada debajo, aunque a esas alturas ya nada hacía por esconder la firme dureza de su erección.
Se acercó nuevamente a ella por la espalda, rozando sus cuerpos sin tocarse realmente, hasta que finalmente la tomó de las caderas para frotar su miembro contra sus glúteos y dejarle notar lo duro que estaba. -Nina- su voz sonó ronca y oscura, prometiendo un placer salvaje, casi animal. Se aclaró la garganta antes de continuar. -Esta noche tu trabajo será sencillo. Sólo debes permitirme jugar con tu cuerpo a mi antojo. No debes tocarme, por ningún motivo, a menos que yo te lo pida-. Sus dedos se enredaron en su sedoso y rubio cabello, masajeando su cuero cabelludo brevemente antes guiarla para que dejara el cuello extendido hacia atrás, sobre el hombro derecho de él, dándole acceso a su garganta para besar y mordisquear la sensible piel.
-Tócate para mí, Nina. Quiero ver cómo te das placer a ti misma- su voz en un murmullo ronco al oído de la rubia. Sus manos habían viajado a los pechos de la mujer entre sus brazos, amasándolos, apretando sus pequeños pezones entre sus dedos pulgar e índice, dejándolos aún más duros que antes y provocando suaves quejidos que salían de los labios femeninos.
Su mano derecha bajó a la entrepierna femenina, encontrándola completamente mojada allí entre sus rizos. Gimió de expectación al imaginarse penetrándola rápido y duro allí donde su cuerpo clamaba por él. En cambio, simplemente se conformó con tocarla, su clítoris y sus labios, introduciendo un dedo y luego dos, con una lentitud tortuosa. Sacó su miembro de la prisión que suponía su pantalón se frotó insistentemente contra la húmeda entrada de ella. -Pídeme lo que quieras. Dime dónde quieres que te tome- refiriéndose a si quería en la cama, el sofá, la mesa. -Por dónde quieres que entre en ti. ¿Por aquí? O tal vez ¿aquí?-. Esta vez hundió levemente su pene primero en su vagina, luego en su ano, respectivamente con cada pregunta.
Zarek de Moesia- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 18
Fecha de inscripción : 29/05/2015
Re: Servicio a domicilio | +18 | Privado
En un momento se vio liberada tanto de la copa como de la mayoría de su ropa. El vampiro no se andaba con rodeos y eso era para ella un verdadero alivio pues había clientes que se tomaban las veladas con ella como centros psicológicos. Le siguió con la mirada en su recorrido evaluando el físico de la joven hasta el momento en que comenzó a repartir besos por su cuello, fue ahí cuando su rostro se ladeó dejándole mejor acceso a la zona. Le sorprendía la mezcla de Zarek entre hombre rudo y controlador, y esos destellos de suavidad que le regalaba a la cortesana. Una sonrisa cómplice del momento que ambos empezaban a compartir apareció en los labios de Nina que no dudó en contonearse ante su acompañante para mayor deleite de este. Sabía que había sido elegida por el físico y era una faceta que iba a explotar al máximo, pero no era eso lo que mantenía a sus clientes fieles si no la predisposición a dar rienda suelta a sus placeres más ocultos y salvajes. La mirada de la joven se paseó sin vergüenza por el torso ajeno dejando que fuera él quien marcara el ritmo de la noche y diera los pasos a su antojo. La excitación del vampiro era más que evidente y eso hizo que la sonrisa de la rubia se agrandara pues sin haberle tocado en absoluto, más bien había sido al revés, ya estaba listo para ella.
La proximidad repentina de Zarek, pegado ahora en su espalda, hizo que su vello se erizara y un jadeo escapara de sus labios al primer roce de la entrepierna masculina contra su culo. Pero aquella orden la alertó, ¿qué no quiere que le toque?, aquello era algo nuevo para ella, estaba acostumbrada a dejarse hacer claro estaba pero nunca nadie le había pedido que se limitara a eso... No era propio de ella y creía sinceramente que tendría problemas para evitar que las manos recorrieran aquel cuerpo con el que iba a compartir más que palabras. Pero Zarek parecía dispuesto a hacer que la mente de Nina colapsara entre atenciones, no pudo protestar ante esa orden tan concisa pues la boca ajena volvía a atacar su cuello y la curva hacia el hombro.
Por suerte para ella una nueva indicación escapó de sus labios y eso si que disfrutaría haciéndolo. Sin embargo tuvo que esperar a que las masculinas manos liberaran su pecho para poder avanzar hasta el sofá y tomar asiento. Los roces en esa zona tan sensible de su anatomía habían causado el efecto deseado por Zarek, notando ahora su sexo húmedo por y para él. Retiró Con las piernas abiertas frente a él, ya sin nada de ropa interior, humedeció sus dedos índice y corazón y ascendió hasta la zona más sensible de su anatomía acariciando en círculos su clítoris. La mirada, fija en Zarek, reclamaba al hombre que iba a tomarla esa noche, le retaba a que ocupara él el sitio en el que estaban sus dedos y así fue. Sin tardar, los dedos femeninos fueron sustituidos por los de un vampiro al que ya poca paciencia le quedaba para esos juegos. Gimió ante las atenciones recibidas y se mordió el labio inferior con los ojos cerrados por aquel ofrecimiento. Le deseaba, deseaba que se dejara tocar, arañar y morder por ella. Deseaba que aquella noche la recordara, ella ya estaba segura de que no iba a olvidarla. - Tómame de todas las maneras posibles - acabó por decir entre jadeos provocados por las pequeñas profanaciones que había sufrido.
Dejó que los gemidos escaparan libres entre sus labios cuando este decidió tomarla de una embestida, dejando su miembro anclado en su vagina. Nina dio gracias mentalmente por esa pausa, dejando así tiempo para que su interior ensanchara y le recibiera, era increíble cómo la llenaba, como encajaba en su interior… esa noche iba a ser memorable. El gruñido de placer que escuchó tras ella proveniente del vampiro la excitó aún más de lo que ya estaba alzando la mano en busca de su pelo, olvidando momentáneamente la única norma que este había impuesto. - Déjame tocarte… - pidió buscando la boca ajena sin saber cuál sería la reacción de Zarek ante ello. Seguramente pensaría que era una insubordinación por parte de Nina, pero... ¿qué había de malo en que recibiera las atenciones también? Era incapaz de sentir el sexo sin poder expresarse en una guerra continua con los hombres, necesitaba el tact y la rabia para desarrollar su trabajo.
La proximidad repentina de Zarek, pegado ahora en su espalda, hizo que su vello se erizara y un jadeo escapara de sus labios al primer roce de la entrepierna masculina contra su culo. Pero aquella orden la alertó, ¿qué no quiere que le toque?, aquello era algo nuevo para ella, estaba acostumbrada a dejarse hacer claro estaba pero nunca nadie le había pedido que se limitara a eso... No era propio de ella y creía sinceramente que tendría problemas para evitar que las manos recorrieran aquel cuerpo con el que iba a compartir más que palabras. Pero Zarek parecía dispuesto a hacer que la mente de Nina colapsara entre atenciones, no pudo protestar ante esa orden tan concisa pues la boca ajena volvía a atacar su cuello y la curva hacia el hombro.
Por suerte para ella una nueva indicación escapó de sus labios y eso si que disfrutaría haciéndolo. Sin embargo tuvo que esperar a que las masculinas manos liberaran su pecho para poder avanzar hasta el sofá y tomar asiento. Los roces en esa zona tan sensible de su anatomía habían causado el efecto deseado por Zarek, notando ahora su sexo húmedo por y para él. Retiró Con las piernas abiertas frente a él, ya sin nada de ropa interior, humedeció sus dedos índice y corazón y ascendió hasta la zona más sensible de su anatomía acariciando en círculos su clítoris. La mirada, fija en Zarek, reclamaba al hombre que iba a tomarla esa noche, le retaba a que ocupara él el sitio en el que estaban sus dedos y así fue. Sin tardar, los dedos femeninos fueron sustituidos por los de un vampiro al que ya poca paciencia le quedaba para esos juegos. Gimió ante las atenciones recibidas y se mordió el labio inferior con los ojos cerrados por aquel ofrecimiento. Le deseaba, deseaba que se dejara tocar, arañar y morder por ella. Deseaba que aquella noche la recordara, ella ya estaba segura de que no iba a olvidarla. - Tómame de todas las maneras posibles - acabó por decir entre jadeos provocados por las pequeñas profanaciones que había sufrido.
Dejó que los gemidos escaparan libres entre sus labios cuando este decidió tomarla de una embestida, dejando su miembro anclado en su vagina. Nina dio gracias mentalmente por esa pausa, dejando así tiempo para que su interior ensanchara y le recibiera, era increíble cómo la llenaba, como encajaba en su interior… esa noche iba a ser memorable. El gruñido de placer que escuchó tras ella proveniente del vampiro la excitó aún más de lo que ya estaba alzando la mano en busca de su pelo, olvidando momentáneamente la única norma que este había impuesto. - Déjame tocarte… - pidió buscando la boca ajena sin saber cuál sería la reacción de Zarek ante ello. Seguramente pensaría que era una insubordinación por parte de Nina, pero... ¿qué había de malo en que recibiera las atenciones también? Era incapaz de sentir el sexo sin poder expresarse en una guerra continua con los hombres, necesitaba el tact y la rabia para desarrollar su trabajo.
Nina Petrova- Licántropo Clase Media
- Mensajes : 47
Fecha de inscripción : 30/08/2015
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