AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Hole in a promise {Nerissa Corman}
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Hole in a promise {Nerissa Corman}
– Es una suerte que hubiese alcanzado a sostenerse de la barandilla, Madame Demouy – la mujer cerraba los ojos con fuerza cada vez que el joven médico palpaba su adolorida muñeca. – Si, que suerte – contestó apática no queriendo reabrir la conversación sobre el accidente casero. Aunque lo que decía era cierto. Solo la suerte la ayudó a sostenerse en el último segundo de la barandilla que rodeaba la escalera. Si no la hubiese alcanzado ahora mismo estaría recogiendo su cadáver en lugar de estar vendándole el brazo derecho. El médico continuó hablando y ella solo ignorando lo que decía. Bastaba con asentir esporádicamente o algún sonido en señal de aprobación a lo que decía para que quedase satisfecho. Sus pensamientos, por otro lado, continuaban en el extraño hecho de que no había resbalado ni tampoco fue un traspié. Ella podría jurar que sintió como alguien la “empujaba” al vació aunque claro, era algo que no podía mencionar si no quería que le encerraran en el sanatorio. – Mi labor aquí ha terminado. Por favor trate de mantener el brazo lo mas quieto posible durante al menos dos semanas. Le recomendaría evitar salir, así no tendrá la tentación de utilizarlo. Yo volveré a verla en unos días pero, si requiere mi atención antes mándeme a buscar – le sonrió simpáticamente. Ella le agradeció y esperó sentada hasta que él joven y su inseparable maletín negro, desaparecían por la puerta tras su mayordomo.
– Me recomienda no salir – pensó molesta. Lo único que deseaba era escapar de aquellas paredes, alejarse de ese lugar y olvidarse, por un rato, de lo que significaba vivir allí. Se incorporó y con cuidado intento mover el brazo pero un dolor punzante se lo impidió. El cabestrillo que llevaba le ayudaría el verdadero problema radicaba en que era una completa inútil si tenía que defenderse solo con su mano izquierda. Se detuvo frente al espejo. Su aspecto no era el mejor pero de seguro serviría para una caminata. Llamó a una de sus doncellas pare que le ayudara a calzarse la capa sobre los hombros. – pero Madame, el médico ha dicho… - – Ya sé lo que el médico dijo, no es necesario que me lo repitas. Tu solo limítate a hacer tu trabajo – .
_________________
Caminaba lentamente, disfrutando de la distancia que cada paso colocaba entre su persona y la mansión en la cual residía. No se atrevía a llamarle “hogar” en ese momento, solo se trataba del lugar en el cual dormir y del cual no podía escapar. Toda su vida había sido una prisionera. Primero de su absorbente madre, interesada solo en conseguir un matrimonio ventajoso para su única hija y del cual pudiese, por supuesto, salir beneficiada. Luego de su esposo, aquel posesivo y abusivo cerdo. Y ahora de su casa, de la cual no podía deshacerse a menos de que quisiera perder su fortuna con ella. Trato de imaginarse una vida simple, ajena a las comodidades a las cuales estaba acostumbrada desde la cuna. No, ni pensarlo, ella no estaba hecha para servir, coser y vender. De ninguna manera se rebajaría a las tareas de la clase media para poder subsistir. Así las cosas solo tenía una opción: resistir.
Sus pasos le habían internado en la ciudad por lo que ahora caminaba entre los transeúntes, esquivándoles con delicadeza pero mirando en derredor con la acostumbrada mascara de frialdad y la expresión soberbia que la caracterizaba. Algunos parisinos le dedicaban más de una mirada, primero a la dama y luego al cabestrillo. Lucia horroroso, por supuesto, pero era o pasar la vergüenza de verse de aquella manera o continuar encerrada en lo que restaba de la tarde. Aunque faltaban aún algunas horas para el anochecer, los tímidos rayos de sol que le habían acompañado en su viaje se fueron apagando gradualmente mientras una enorme nube oscura cubría el cielo. Se detuvo a examinar el cielo. La lluvia no demoraría en caer sobre la ciudad y ella pensaba ahora en lo inoportuno que había sido salir sin su carruaje ni compañía alguna que pudiese ayudarle. No deseaba mojarse por lo que lo mejor sería buscar resguardo lo más pronto posible. Se giró rápidamente para continuar caminando en busca de algún café o restaurante mínimamente respetable al cual entrar pero, sin darse cuenta, chocó contra el cuerpo de alguien que venía caminando cerca de ella. Gimió con fuerza al sentir el lengüetazo de dolor ascender desde su antebrazo hasta el pecho – ¿Podría tener un poco más de cuidado?- refunfuño manteniendo los ojos fuertemente apretados mientras el dolor cedía para darle la oportunidad de lanzar una mirada antipática al imprudente que había osado chocarle.
– Me recomienda no salir – pensó molesta. Lo único que deseaba era escapar de aquellas paredes, alejarse de ese lugar y olvidarse, por un rato, de lo que significaba vivir allí. Se incorporó y con cuidado intento mover el brazo pero un dolor punzante se lo impidió. El cabestrillo que llevaba le ayudaría el verdadero problema radicaba en que era una completa inútil si tenía que defenderse solo con su mano izquierda. Se detuvo frente al espejo. Su aspecto no era el mejor pero de seguro serviría para una caminata. Llamó a una de sus doncellas pare que le ayudara a calzarse la capa sobre los hombros. – pero Madame, el médico ha dicho… - – Ya sé lo que el médico dijo, no es necesario que me lo repitas. Tu solo limítate a hacer tu trabajo – .
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Caminaba lentamente, disfrutando de la distancia que cada paso colocaba entre su persona y la mansión en la cual residía. No se atrevía a llamarle “hogar” en ese momento, solo se trataba del lugar en el cual dormir y del cual no podía escapar. Toda su vida había sido una prisionera. Primero de su absorbente madre, interesada solo en conseguir un matrimonio ventajoso para su única hija y del cual pudiese, por supuesto, salir beneficiada. Luego de su esposo, aquel posesivo y abusivo cerdo. Y ahora de su casa, de la cual no podía deshacerse a menos de que quisiera perder su fortuna con ella. Trato de imaginarse una vida simple, ajena a las comodidades a las cuales estaba acostumbrada desde la cuna. No, ni pensarlo, ella no estaba hecha para servir, coser y vender. De ninguna manera se rebajaría a las tareas de la clase media para poder subsistir. Así las cosas solo tenía una opción: resistir.
Sus pasos le habían internado en la ciudad por lo que ahora caminaba entre los transeúntes, esquivándoles con delicadeza pero mirando en derredor con la acostumbrada mascara de frialdad y la expresión soberbia que la caracterizaba. Algunos parisinos le dedicaban más de una mirada, primero a la dama y luego al cabestrillo. Lucia horroroso, por supuesto, pero era o pasar la vergüenza de verse de aquella manera o continuar encerrada en lo que restaba de la tarde. Aunque faltaban aún algunas horas para el anochecer, los tímidos rayos de sol que le habían acompañado en su viaje se fueron apagando gradualmente mientras una enorme nube oscura cubría el cielo. Se detuvo a examinar el cielo. La lluvia no demoraría en caer sobre la ciudad y ella pensaba ahora en lo inoportuno que había sido salir sin su carruaje ni compañía alguna que pudiese ayudarle. No deseaba mojarse por lo que lo mejor sería buscar resguardo lo más pronto posible. Se giró rápidamente para continuar caminando en busca de algún café o restaurante mínimamente respetable al cual entrar pero, sin darse cuenta, chocó contra el cuerpo de alguien que venía caminando cerca de ella. Gimió con fuerza al sentir el lengüetazo de dolor ascender desde su antebrazo hasta el pecho – ¿Podría tener un poco más de cuidado?- refunfuño manteniendo los ojos fuertemente apretados mientras el dolor cedía para darle la oportunidad de lanzar una mirada antipática al imprudente que había osado chocarle.
Odette Demouy- Humano Clase Alta
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Re: Hole in a promise {Nerissa Corman}
Un rayo de sol le golpeo el rostro y Nerissa hizo una mueca de molestia ante eso. Una de las doncellas había ido a abrir la cortina de la ventana para que se despertara; las cosas eran diferentes pues antes nunca nadie se hubiese atrevido a hacer aquello pero ahora estaba más tranquila, más centrada en lo que debía y eso no estaba muy segura de a que se debía.
Levantarse por las mañanas, eso si era algo que le pesaba aunque no dijese nada pues pasar las noches con Reika y aún así hacer gran parte de lo que todos esperaban de ella era lógico que le cansaría. Con dificultad y pereza se levanto de aquella gran cama y se dirigió al cuarto de baño donde el agua estaba lista para recibirle en cuanto de deshizo de sus ropas de dormir. Solo después de sentirse refrescada salió de aquel baño pero antes de vestirse o siquiera haber tenido el tiempo de hacer algo de lo que tenia planeado, volvió a dormirse.
No fue hasta que sintió un ligero movimiento que sus ojos se abrieron de manera pesarosa nuevamente.
– Señorita, ya se ha hecho tarde. ¿No ira a ningún sitio? – Ante aquellas palabras, Nerissa se reincorporo de golpe y observo al exterior. Las horas habían transcurrido y ella se quedo dormida.
– Claro que tengo cosas que hacer, vamos, ayuda a que me termine de vestir que creo tendré oportunidad de ir a cumplir con lo que debo antes de que la noche caiga – la doncella se apuro a ayudar a su ama, en otra circunstancia, le hubiese culpado de su inutilidad pero desde que las cosas eran diferentes y se llevaba mejor con todas ellas, le servían mucho mejor que antes y se divertía más a su lado.
La doncella termino de ayudar a Nerissa que solo pudo sonreír y darle un suave gracias antes de salir de su casa y viendo al cochero decirle que le llevara a una tienda donde debía recoger un vestido. El cochero se apuro todo lo que pudo pero aun así solo pudo acercarle a las calles, no llevarle justo a su destino.
– No importa… caminare – Bajo del carruaje – espera aquí, no creo tardar mucho – y sin aguardar respuesta alguna se lanzo a correr entre las calles.
En eso también se le notaban cambios, ya no era tan fría o desinteresada. Ya no era la consentida que fue años atrás ahora de hecho parecía agradarle a muchas mas personas que antes le consideraban alguien molesta y sin nada bueno que sacar de ella. Sonreía mientras las luces del sol comenzaban a intentar desaparecer, para darle paso a la noche. Estaba por girar por una calle cuando termino chocando con alguien.
– Perdone… – estaba comenzando a disculparse cuando el tono ajeno le causo una tremenda molestia, por algún motivo la voz de la mujer con quien se estrello le hizo pensar en ella por una fracción de segundo, pero no sabía el motivo de que eso le hubiese sucedido. Su mirada fue a aquella mujer de cabellos castaños que le miraba con cierta superioridad – Lo mismo podría decirle a usted que tampoco se ha fijado – le observo el brazo – o ¿qué? piensa que por estar lastimada puede hacer lo que quiera y los demás deben cuidarle, lo lamento, pero las cosas no son así – frunció el ceño con molestia, aguardando porque quien fuera admitiera su error y se disculpara.
Levantarse por las mañanas, eso si era algo que le pesaba aunque no dijese nada pues pasar las noches con Reika y aún así hacer gran parte de lo que todos esperaban de ella era lógico que le cansaría. Con dificultad y pereza se levanto de aquella gran cama y se dirigió al cuarto de baño donde el agua estaba lista para recibirle en cuanto de deshizo de sus ropas de dormir. Solo después de sentirse refrescada salió de aquel baño pero antes de vestirse o siquiera haber tenido el tiempo de hacer algo de lo que tenia planeado, volvió a dormirse.
No fue hasta que sintió un ligero movimiento que sus ojos se abrieron de manera pesarosa nuevamente.
– Señorita, ya se ha hecho tarde. ¿No ira a ningún sitio? – Ante aquellas palabras, Nerissa se reincorporo de golpe y observo al exterior. Las horas habían transcurrido y ella se quedo dormida.
– Claro que tengo cosas que hacer, vamos, ayuda a que me termine de vestir que creo tendré oportunidad de ir a cumplir con lo que debo antes de que la noche caiga – la doncella se apuro a ayudar a su ama, en otra circunstancia, le hubiese culpado de su inutilidad pero desde que las cosas eran diferentes y se llevaba mejor con todas ellas, le servían mucho mejor que antes y se divertía más a su lado.
La doncella termino de ayudar a Nerissa que solo pudo sonreír y darle un suave gracias antes de salir de su casa y viendo al cochero decirle que le llevara a una tienda donde debía recoger un vestido. El cochero se apuro todo lo que pudo pero aun así solo pudo acercarle a las calles, no llevarle justo a su destino.
– No importa… caminare – Bajo del carruaje – espera aquí, no creo tardar mucho – y sin aguardar respuesta alguna se lanzo a correr entre las calles.
En eso también se le notaban cambios, ya no era tan fría o desinteresada. Ya no era la consentida que fue años atrás ahora de hecho parecía agradarle a muchas mas personas que antes le consideraban alguien molesta y sin nada bueno que sacar de ella. Sonreía mientras las luces del sol comenzaban a intentar desaparecer, para darle paso a la noche. Estaba por girar por una calle cuando termino chocando con alguien.
– Perdone… – estaba comenzando a disculparse cuando el tono ajeno le causo una tremenda molestia, por algún motivo la voz de la mujer con quien se estrello le hizo pensar en ella por una fracción de segundo, pero no sabía el motivo de que eso le hubiese sucedido. Su mirada fue a aquella mujer de cabellos castaños que le miraba con cierta superioridad – Lo mismo podría decirle a usted que tampoco se ha fijado – le observo el brazo – o ¿qué? piensa que por estar lastimada puede hacer lo que quiera y los demás deben cuidarle, lo lamento, pero las cosas no son así – frunció el ceño con molestia, aguardando porque quien fuera admitiera su error y se disculpara.
Karen Nygard- Hechicero Clase Media
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Re: Hole in a promise {Nerissa Corman}
La morena abrió de golpe los ojos al escuchar la soberbia respuesta solo para encontrarse frente a una elegante, hermosa y molesta chica. El dolor punzante recorría aún su brazo herido y puyaba en su interior sobre su mal humor. Se mordió ligeramente el labio inferior tratando de contener su temperamento pero ella, por ser quien y como era, no podía esperar demasiado del intento de permanecer impávida ante tal descaro y desvergüenza ¿Quién se creía aquella mocosa? Ya tenía suficiente con el aparatoso y llamativo cabestrillo como para que la desconocida llamase más su atención sobre el mismo – No linda, pienso que lo mínimo que puede hacer alguien como usted es fijarse por dónde camina e intentar no atropellar a inocentes transeúntes con su pesado cuerpo. Un poco de atención es todo lo que pido, después de todo no es usted un caballo tirando de un carruaje – las palabras salieron atropelladamente pero fueron pronunciadas en voz baja. Lo último que deseaba era atraer la atención de la multitud sobre una discusión callejera. Sabía que estaba siendo ofensiva amparada en la incomodidad del cabestrillo, los sucesos que habían tenido lugar durante su día y el dolor incrementado innecesariamente por el choque. Sin embargo su orgullo le impedía asumir como errónea su conducta y no descargar su ira contra la desconocida frente a ella. Asimismo, aquel falso sentido de superioridad la cegaba completamente ante el obvio hecho de que ella también había girado sin fijarse quien venía detrás suyo, la culpa compartida no se encontraba en su vocabulario en ese preciso momento.
Si bien intentó que nadie se diera cuenta del cruce de palabras, algunos transeúntes les miraron curiosamente e, incluso, un par de ellos se detuvieron a presenciar lo que ocurriría a continuación - ¡Oh, esto es perfecto! Ahora además de tener que soportar este ridículo cabestrillo tengo tolerar ser el centro de atención solo por su descuido – susurró mientras llevaba su mano sana hasta su cabello e intentaba arreglarlo un poco. Se trataba de un movimiento nervioso nada más, uno de esos que son involuntarios y por medio del cual se intenta disipar ligeramente la tensión acumulada. En otra época ella amaba ser el centro de atención, ahora solo deseaba pasar inadvertida y, con ayuda de la gracia divina, quizá nadie la reconociese ¿era esto demasiado pedir? Al parecer sí pues entre los murmullos que empezaron a sonar a su alrededor reconoció una voz femenina que mencionaba su apellido en tono displicente. Esto la puso incluso más nerviosa, lo único que quería era continuar su camino y alejarse de aquel lugar. Pero su mala suerte no había terminado. El movimiento de su brazo izquierdo hizo que su capa resbalara y se cayera a sus pies en el piso sucio y ligeramente enlodado. Instintivamente intentó mover su brazo afectado para impedir que la prenda cayese, pero con esto solo consiguió que el dolor retornara.
Maldiciendo en voz baja se quedo de pie, como petrificada, mientras sus ojos brillaban por las lagrimas que se acumulaban pero que eran retenidas a punta de fuerza de voluntad. Aprendía esa tarde una importante lección: cuando le funcionase solo un brazo no debía aventurarse sola por las calles de París. Tal vez cuando los sentimientos negativos se disiparan un poco sería capaz de darse cuenta de la insolencia y preponderancia con la que estaba actuando… aunque también existía la posibilidad de que las demás preocupaciones que existían en su vida le impidieran reflexionar sobre su comportamiento.
Si bien intentó que nadie se diera cuenta del cruce de palabras, algunos transeúntes les miraron curiosamente e, incluso, un par de ellos se detuvieron a presenciar lo que ocurriría a continuación - ¡Oh, esto es perfecto! Ahora además de tener que soportar este ridículo cabestrillo tengo tolerar ser el centro de atención solo por su descuido – susurró mientras llevaba su mano sana hasta su cabello e intentaba arreglarlo un poco. Se trataba de un movimiento nervioso nada más, uno de esos que son involuntarios y por medio del cual se intenta disipar ligeramente la tensión acumulada. En otra época ella amaba ser el centro de atención, ahora solo deseaba pasar inadvertida y, con ayuda de la gracia divina, quizá nadie la reconociese ¿era esto demasiado pedir? Al parecer sí pues entre los murmullos que empezaron a sonar a su alrededor reconoció una voz femenina que mencionaba su apellido en tono displicente. Esto la puso incluso más nerviosa, lo único que quería era continuar su camino y alejarse de aquel lugar. Pero su mala suerte no había terminado. El movimiento de su brazo izquierdo hizo que su capa resbalara y se cayera a sus pies en el piso sucio y ligeramente enlodado. Instintivamente intentó mover su brazo afectado para impedir que la prenda cayese, pero con esto solo consiguió que el dolor retornara.
Maldiciendo en voz baja se quedo de pie, como petrificada, mientras sus ojos brillaban por las lagrimas que se acumulaban pero que eran retenidas a punta de fuerza de voluntad. Aprendía esa tarde una importante lección: cuando le funcionase solo un brazo no debía aventurarse sola por las calles de París. Tal vez cuando los sentimientos negativos se disiparan un poco sería capaz de darse cuenta de la insolencia y preponderancia con la que estaba actuando… aunque también existía la posibilidad de que las demás preocupaciones que existían en su vida le impidieran reflexionar sobre su comportamiento.
Odette Demouy- Humano Clase Alta
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Re: Hole in a promise {Nerissa Corman}
La respuesta de la mujer aquella no se hizo esperar mucho pero a pesar de que sus palabras intentaban ofenderle de una manera bastante educada, Nerissa le sonrió. Ya había pasado bastante tiempo desde que fuera ella justamente de esa manera o quizás no hubiese pasado realmente mucho sino que a ella se lo había parecido por la gran cantidad de cosas que habían acontecido durante esos tiempos. Ahora, frente a aquella mujer que le recordaba con sus palabras su antigua manera de ser salían a flote sus antiguas costumbres y su mente le decía que debía tratarle como ella trataba a otros , muy a pesar de que era probable que aún siendo de esa manera aquella mujer no comprendiera que su manera de actuar le llevaría a malos entendidos y situaciones que no desearía vivir.
– No se preocupe que no he atropellado a nadie inocente de haberlo hecho ya me hubiese disculpado, solo me he estrellado con usted – volvió a observar el cabestrillo que aquella mujer llevaba – y creo que me confunde con seguramente quien le ha provocado los daños en el brazo porque – se miro el cuerpo enfundado en el vestido que lucía ese día – lo ultimo que es mi cuerpo es pesado, aunque puedo comprender que las mujeres mayores son mucho más frágiles que las jóvenes como yo – si aquella mujer pensaba que sería la única en hablar de mal de la otra estaba equivocada.
Ignoro por completo a las personas que se detenían a mirarles, tiempo atrás hubiera hecho un gran drama para hacer que todos vieran lo malvada que era esa mujer al tratarle de esa manera; para ella no existía problema alguno en ser el centro y lo disfrutaba pero desde que estuviera con Reika, había aprendido que la discreción tenía sus privilegios y sus asuntos positivos solo que nada de eso estaba funcionando en esos momentos porque conforme hablaban más y más gente se detenía y les señalaba cosa que le tenía sin cuidado porque finalmente era problema de dos y a nadie más le concernía.
– Aquí la única descuidada es aquella que lleva el cabestrillo en la mano, no hay prueba más tangible de su ineptitud al andar o moverse por cualquier sitio que eso que protege su mano – su voz sobo serena y finalmente sus ojos se dirigieron a observar a las personas que estaban hablando de ellas. Algunos de aquellos presentes les señalaban y susurraban algunas cosas pero ante esos actos les sonrío e hizo una ligera reverencia que provoco que algunas de las personas, sobre todo mujeres se alejaran de aquel sitio.
Llevó su mano hasta sus labios para cubrir una risita que apareció en ellos, la que solo sería escuchada por la mujer del cabestrillo pero para cuando regreso su mirada a aquella mujer únicamente para ver como la capa que llevaba terminaba en el suelo sucio y la dueña de aquella prendad terminaba más herida de lo que había dicho estar desde un inicio todo gracias a sus impertinencias y a la falta de cuidado.
– Vaya, que torpe – soltó un suspiro – No desear llamar la atención y terminar haciendo cada vez cosas más tontas que solo hacen que todos observen en esta dirección – sin muchos ánimos pero guiada más que nada por los buenos modales si inclino a levantar la prenda aquella y quitar algo del lodo que tenia para estirarla a la mujer – Mi nombre es Nerissa Corman y espero que ya haya sido capaz de notar que no todas somos igual de groseras que usted y sabemos lo que es ayudar a otros menos afortunados – el dolor se notaba en los ojos ajenos y por eso suspiro nuevamente – Vamos, ¿Dónde vive? Le acompañare ya sea al carruaje o a su casa, es capaz de terminarse matando con semejantes descuidos.
No sabía como reaccionaria a sus palabras o su ofrecimiento, pero estaba dispuesta a demostrar que a pesar de sus palabras y lo parecidas que alguna vez hubiesen podido ser, ella estaba ya muy lejos de todo aquello.
– No se preocupe que no he atropellado a nadie inocente de haberlo hecho ya me hubiese disculpado, solo me he estrellado con usted – volvió a observar el cabestrillo que aquella mujer llevaba – y creo que me confunde con seguramente quien le ha provocado los daños en el brazo porque – se miro el cuerpo enfundado en el vestido que lucía ese día – lo ultimo que es mi cuerpo es pesado, aunque puedo comprender que las mujeres mayores son mucho más frágiles que las jóvenes como yo – si aquella mujer pensaba que sería la única en hablar de mal de la otra estaba equivocada.
Ignoro por completo a las personas que se detenían a mirarles, tiempo atrás hubiera hecho un gran drama para hacer que todos vieran lo malvada que era esa mujer al tratarle de esa manera; para ella no existía problema alguno en ser el centro y lo disfrutaba pero desde que estuviera con Reika, había aprendido que la discreción tenía sus privilegios y sus asuntos positivos solo que nada de eso estaba funcionando en esos momentos porque conforme hablaban más y más gente se detenía y les señalaba cosa que le tenía sin cuidado porque finalmente era problema de dos y a nadie más le concernía.
– Aquí la única descuidada es aquella que lleva el cabestrillo en la mano, no hay prueba más tangible de su ineptitud al andar o moverse por cualquier sitio que eso que protege su mano – su voz sobo serena y finalmente sus ojos se dirigieron a observar a las personas que estaban hablando de ellas. Algunos de aquellos presentes les señalaban y susurraban algunas cosas pero ante esos actos les sonrío e hizo una ligera reverencia que provoco que algunas de las personas, sobre todo mujeres se alejaran de aquel sitio.
Llevó su mano hasta sus labios para cubrir una risita que apareció en ellos, la que solo sería escuchada por la mujer del cabestrillo pero para cuando regreso su mirada a aquella mujer únicamente para ver como la capa que llevaba terminaba en el suelo sucio y la dueña de aquella prendad terminaba más herida de lo que había dicho estar desde un inicio todo gracias a sus impertinencias y a la falta de cuidado.
– Vaya, que torpe – soltó un suspiro – No desear llamar la atención y terminar haciendo cada vez cosas más tontas que solo hacen que todos observen en esta dirección – sin muchos ánimos pero guiada más que nada por los buenos modales si inclino a levantar la prenda aquella y quitar algo del lodo que tenia para estirarla a la mujer – Mi nombre es Nerissa Corman y espero que ya haya sido capaz de notar que no todas somos igual de groseras que usted y sabemos lo que es ayudar a otros menos afortunados – el dolor se notaba en los ojos ajenos y por eso suspiro nuevamente – Vamos, ¿Dónde vive? Le acompañare ya sea al carruaje o a su casa, es capaz de terminarse matando con semejantes descuidos.
No sabía como reaccionaria a sus palabras o su ofrecimiento, pero estaba dispuesta a demostrar que a pesar de sus palabras y lo parecidas que alguna vez hubiesen podido ser, ella estaba ya muy lejos de todo aquello.
Karen Nygard- Hechicero Clase Media
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Re: Hole in a promise {Nerissa Corman}
Valiéndose del poco autocontrol que aún tenia se contuvo de responder a las replicas ponzoñosas de la mujer. Esto lo hizo, más que nada, para evitar seguir atrayendo la atención, sin embrago sus esfuerzos fueron en vano pues la otra no solo seguía hablando sino que además tuvo la osadía de hacer una reverencia a la multitud, como si de un acto circense se tratase. ¡Qué desfachatez! Y a pesar de encontrarse profundamente afectada por todo lo que ocurría tampoco estaba tan ciega como para negar la rapidez de pensamiento de la otra y, por supuesto, lo afilada y entrenada de su lengua. Incluso llego a escuchar una débil risita justo antes de que su capa resbalase con las consecuencias ya mencionadas. Dicen que las calamidades nunca vienen solas. Odette deseaba que viniesen acompañadas de cosas buenas aunque fuese solo para variar. Su vida se había ido al traste junto con su reputación. Ni siquiera era capaz de salir a la calle sin terminar siendo la comidilla de la plebe, tal como se evidenciaba en aquella sucia calle parisina. Una molesta vocecilla en el interior de su cabeza insistía en que nada de aquello hubiese ocurrido si ella hubiese sido capaz de mostrar un mínimo de cortesía y modales. Pero su humor no estaba para tales sandeces y el dolor intenso que le acompaña no ayudaba en nada.
Se vio obligada nuevamente a escuchar a la mujer, recalcando su torpeza, burlándose de su mala fortuna. Una lágrima escapó a pesar de los esfuerzos sobrehumanos por contenerla, y rodando por su mejilla, desapareció con rapidez entre los pliegues de su falda. ¡Maldita fuera su debilidad! Lo último que deseaba era que le viesen llorando. – Calma… solo respira… ahora hay que recoger la estúpida prenda y simplemente alejarse de este lugar – sencillo, el problema radicaba en que para cuando tomó esa decisión la mujer ya se había agachado y tenían entre sus incólumes manos su enlodada capa. La sorpresa atravesó el rostro de la morena. En verdad era una reacción de no esperaba, más aún teniendo en cuenta el numerito que recién acababan de generar. – No necesito de su lastima – las palabras salieron de manera automática, como si fuese alguien más quien hablase mientras ella aún digería lo dicho por la mujer. Los colores ascendieron a sus mejillas mientras la indecisión en su mirada tornaba rápidamente a vergüenza – Lo siento… yo solo… es que hoy no ha sido un buen día… - ¿Cómo disculparse? ¿Cómo podría tragarse su maldito orgullo y asumir que en verdad se había comportado de una manera más que grosera? Un pañuelo apareció en su mano libre justo a tiempo para capturar otra lágrima fugitiva. – Esto es tan vergonzoso. Por lo general no soy así de efusiva. Y, aunque no lo crea, tampoco soy tan grosera – sorbió un par de veces antes de guardar el pañuelo y tomar su capa. Tendría que continuar su camino sin abrigo a pesar de la fría brisa que la envolvía. Al menos los curiosos empezaban a dispersarse al darse cuenta de que el encuentro se tornaba menos hostil.
– Por favor no, ya le he causado demasiadas molestias. Además no hay carruaje alguno al que pueda acompañarme pues tomé la terrible decisión de venir hasta aquí caminando… sola– frunció el ceño al confesar tan tonta actitud. Casi que podía adivinar lo que pasaría por la mente de la otra mujer. ¿Cómo se le había ocurrido salir sola, sin carruaje, estando herida? Recordó entonces a su doncella y sintió una punzada de remordimiento. Suspiró sonoramente. Deseaba enmendar tanta metedura de pata y pensó que un buen inicio sería devolver cortesía con cortesía, lo mínimo sería revelar su nombre pero un nudo en la boca del estomago se lo impidió. Si bien no había reconocido el nombre de Nerissa si se había encendido en su cerebro una alerta ante el apellido de la mujer: Corman. Una reconocida familia de la clase alta… una que seguro recordaría el apellido de Odette y la relacionaría de inmediato con oscuros rumores. Como si fuera poco en ese instante un relámpago iluminó el cielo encapotado y algunas gotas de agua empezaron a caer sobre las mujeres y los espectadores. – ¡Oh mon Dieu! ¿Cuánto tengo que pagar por aventurarme fuera de la mansión? – se quejó por lo bajo mientras miraba en derredor buscando algún lugar donde pudiese escampar mientras amainaba la lluvia. No muy lejos, en la puerta de acceso de un atienda que no conocía, un alero sobresalía brindando un pequeño espacio cubierto. Miró hacia el lugar y luego hacia Nerissa indecisa sobre si abandonarla cuando al final, y a pesar de todo, había sido tan generosa. De seguro que aquella elegante mujer preferiría dirigirse hacia su carruaje antes que acompañarla a ver caer la lluvia. Aquel pensamiento le arrancó una triste sonrisa. Esa era la realidad de su actual situación.
Se vio obligada nuevamente a escuchar a la mujer, recalcando su torpeza, burlándose de su mala fortuna. Una lágrima escapó a pesar de los esfuerzos sobrehumanos por contenerla, y rodando por su mejilla, desapareció con rapidez entre los pliegues de su falda. ¡Maldita fuera su debilidad! Lo último que deseaba era que le viesen llorando. – Calma… solo respira… ahora hay que recoger la estúpida prenda y simplemente alejarse de este lugar – sencillo, el problema radicaba en que para cuando tomó esa decisión la mujer ya se había agachado y tenían entre sus incólumes manos su enlodada capa. La sorpresa atravesó el rostro de la morena. En verdad era una reacción de no esperaba, más aún teniendo en cuenta el numerito que recién acababan de generar. – No necesito de su lastima – las palabras salieron de manera automática, como si fuese alguien más quien hablase mientras ella aún digería lo dicho por la mujer. Los colores ascendieron a sus mejillas mientras la indecisión en su mirada tornaba rápidamente a vergüenza – Lo siento… yo solo… es que hoy no ha sido un buen día… - ¿Cómo disculparse? ¿Cómo podría tragarse su maldito orgullo y asumir que en verdad se había comportado de una manera más que grosera? Un pañuelo apareció en su mano libre justo a tiempo para capturar otra lágrima fugitiva. – Esto es tan vergonzoso. Por lo general no soy así de efusiva. Y, aunque no lo crea, tampoco soy tan grosera – sorbió un par de veces antes de guardar el pañuelo y tomar su capa. Tendría que continuar su camino sin abrigo a pesar de la fría brisa que la envolvía. Al menos los curiosos empezaban a dispersarse al darse cuenta de que el encuentro se tornaba menos hostil.
– Por favor no, ya le he causado demasiadas molestias. Además no hay carruaje alguno al que pueda acompañarme pues tomé la terrible decisión de venir hasta aquí caminando… sola– frunció el ceño al confesar tan tonta actitud. Casi que podía adivinar lo que pasaría por la mente de la otra mujer. ¿Cómo se le había ocurrido salir sola, sin carruaje, estando herida? Recordó entonces a su doncella y sintió una punzada de remordimiento. Suspiró sonoramente. Deseaba enmendar tanta metedura de pata y pensó que un buen inicio sería devolver cortesía con cortesía, lo mínimo sería revelar su nombre pero un nudo en la boca del estomago se lo impidió. Si bien no había reconocido el nombre de Nerissa si se había encendido en su cerebro una alerta ante el apellido de la mujer: Corman. Una reconocida familia de la clase alta… una que seguro recordaría el apellido de Odette y la relacionaría de inmediato con oscuros rumores. Como si fuera poco en ese instante un relámpago iluminó el cielo encapotado y algunas gotas de agua empezaron a caer sobre las mujeres y los espectadores. – ¡Oh mon Dieu! ¿Cuánto tengo que pagar por aventurarme fuera de la mansión? – se quejó por lo bajo mientras miraba en derredor buscando algún lugar donde pudiese escampar mientras amainaba la lluvia. No muy lejos, en la puerta de acceso de un atienda que no conocía, un alero sobresalía brindando un pequeño espacio cubierto. Miró hacia el lugar y luego hacia Nerissa indecisa sobre si abandonarla cuando al final, y a pesar de todo, había sido tan generosa. De seguro que aquella elegante mujer preferiría dirigirse hacia su carruaje antes que acompañarla a ver caer la lluvia. Aquel pensamiento le arrancó una triste sonrisa. Esa era la realidad de su actual situación.
Odette Demouy- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 19/11/2012
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