AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La última cruzada del destino.
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La última cruzada del destino.
Aquel era uno de esos días sencillos. Uno de aquellos días “tranquilos”. Uno de esos días corrientes, que realmente no tienen nada de mágico ni de especial.
La brisa era fresca, la noche oscura, no se veían apenas estrellas ni había magia en el aire…
Aunque si había algo que cambiaba lo corriente del día, y eso fue la melodía que comenzó a sonar en el silencio abrumador y cortante de la sala donde me hayaba.
Cada sonido era transmitido por medio de mis “virtuosos” dedos mientras yo tocaba concentrado, simplemente mirando cada nota con atención y totalmente ajeno al resto de la sala. Cerrando los ojos en muchas ocasiones para seguir componiendo y creando aquella pieza, sin necesitar ver las partituras para continuar con la melodía dictada más bien por mi corazón que por mi cabeza.
Y es que me sentía como cuando estaba en mi casa, tocando en soledad…salvo por la orquesta que de pronto acompaño mi melodía haciéndome tomar aire, entendiendo que no estaba ahí en mi casa, improvisando, no…Estaba allí, en la Ópera de París, componiendo junto a la orquesta de más de doscientos músicos. A la vez que mi mente ordenaba mentalmente a aquel sujeto que dirigía la orquesta. Siendo yo quien realmente estaba guiando a los músicos bajo la batuta de aquel títere que escogí como director de orquesta.
Me estaba divirtiendo como un maldito cochino ante aquella pieza que tocaba al piano y ante aquella orquesta a la que ahora dirigía. Sin poder evitar reprimir una gran sonrisa cuando la melodía cesó y un estruendoso aplauso resonó a mis espaldas.
Me levante discretamente, haciendo un humilde gesto con la cabeza a la orquesta que me miraba y aplaudía, siendo realmente yo quien les agradecía el haberme brindado aquel momento, para, sin dilación, caminar saliendo del escenario sin mirar ni al maestro de la orquesta -al cual liberé de mi dominio- ni al público. Era mejor salir de ahí cuanto antes, no fuera que alguien se interesara por el pianista.
Pase por detrás del escenario y recogí el abrigo y el bolso de viaje que previamente había dejado cerca. Recogiéndolos ambos con rapidez para salir por una salida trasera. Comenzando a trotar por la acera en dirección al centro de la ciudad.
Mire el reloj en mi muñeca y me metí por un callejón y luego por otro,y luego segui caminando un tiempo indeterminado. Hasta que una enorme edificación me recibió haciéndome detenerme con la vista alzada. Y es que...No pude evitar quedarme unos cuantos minutos admirando la catedral de Notre Dame. Pues iba a echar de menos aquella vista. Pero ya era hora de cambiar de horizonte. Pues no podía seguir mas tiempo en París sin levantar sospechas por mi aspecto que no cambiaba, ni por mis apariciones en sociedad. Pues tarde o temprano alguien caeria en las extrañezas que rodeaban a mi vida y no podía darme el lujo de destapar mi identidad ahora.
Volvi a mirar el reloj en mi muñeca y asentí. Aun tenia tiempo… Por lo que ya mas sosegado, aun con mi traje de etiqueta, el abrigo y el bolso en una mano, me encamine para rodear el edificio. Me sentaría por ahí e intentaría averiguar algún detalle mas que se me hubiera pasado de aquel edifico. Y es que queria guardarme su recuerdo en mis retinas por mucho, mucho tiempo. Pero entonces, mientras caminaba, -una vez mas mirando el reloj- Una joven pasó caminando a mi lado, chocando mi brazo contra su hombro un tanto “brutamente”.
¡Oh!. Excusez moi mademoiselle. Indique mientras giraba el rostro para mirarla, excusándome. mientras ella asentía y continuaba su camino. Volvi a caminar, siguiendo mi curso…Mas algo me impidió seguir y me hizo girar el rostro hacia atrás.
La figura de la joven ya se alejaba, dándome cuenta de que algo se le había caído a aquella mujer. Por lo que di media vuelta y llegue hasta el objeto en cuestión, tomándolo del suelo para observar que era un inmaculado pañuelo blanco con unas iniciales bordadas. Subi la mirada y contemple como la figura giraba, por lo que me apresure y volví a coger carrera, trotando hasta que gire , encontrándomela.
Espere mademoiselle. Indique mientras le posaba una mano sobre el hombro. Haciéndole girar hacia mí. Se le ha caído esto indique extendiendo mi mano hacia ella.
La noche era común, corriente, la brisa era fresca…no había nada de mágico ni de especial. Pero algo había cambiado para bien o para mal cuando detuve a la joven para entregarle su pañuelo.
El silencio se hizo, y las campanadas que indicaban las doce en punto de la noche nos acompañaron como sonido de fondo.
La brisa era fresca, la noche oscura, no se veían apenas estrellas ni había magia en el aire…
Aunque si había algo que cambiaba lo corriente del día, y eso fue la melodía que comenzó a sonar en el silencio abrumador y cortante de la sala donde me hayaba.
Cada sonido era transmitido por medio de mis “virtuosos” dedos mientras yo tocaba concentrado, simplemente mirando cada nota con atención y totalmente ajeno al resto de la sala. Cerrando los ojos en muchas ocasiones para seguir componiendo y creando aquella pieza, sin necesitar ver las partituras para continuar con la melodía dictada más bien por mi corazón que por mi cabeza.
Y es que me sentía como cuando estaba en mi casa, tocando en soledad…salvo por la orquesta que de pronto acompaño mi melodía haciéndome tomar aire, entendiendo que no estaba ahí en mi casa, improvisando, no…Estaba allí, en la Ópera de París, componiendo junto a la orquesta de más de doscientos músicos. A la vez que mi mente ordenaba mentalmente a aquel sujeto que dirigía la orquesta. Siendo yo quien realmente estaba guiando a los músicos bajo la batuta de aquel títere que escogí como director de orquesta.
Me estaba divirtiendo como un maldito cochino ante aquella pieza que tocaba al piano y ante aquella orquesta a la que ahora dirigía. Sin poder evitar reprimir una gran sonrisa cuando la melodía cesó y un estruendoso aplauso resonó a mis espaldas.
Me levante discretamente, haciendo un humilde gesto con la cabeza a la orquesta que me miraba y aplaudía, siendo realmente yo quien les agradecía el haberme brindado aquel momento, para, sin dilación, caminar saliendo del escenario sin mirar ni al maestro de la orquesta -al cual liberé de mi dominio- ni al público. Era mejor salir de ahí cuanto antes, no fuera que alguien se interesara por el pianista.
Pase por detrás del escenario y recogí el abrigo y el bolso de viaje que previamente había dejado cerca. Recogiéndolos ambos con rapidez para salir por una salida trasera. Comenzando a trotar por la acera en dirección al centro de la ciudad.
Mire el reloj en mi muñeca y me metí por un callejón y luego por otro,y luego segui caminando un tiempo indeterminado. Hasta que una enorme edificación me recibió haciéndome detenerme con la vista alzada. Y es que...No pude evitar quedarme unos cuantos minutos admirando la catedral de Notre Dame. Pues iba a echar de menos aquella vista. Pero ya era hora de cambiar de horizonte. Pues no podía seguir mas tiempo en París sin levantar sospechas por mi aspecto que no cambiaba, ni por mis apariciones en sociedad. Pues tarde o temprano alguien caeria en las extrañezas que rodeaban a mi vida y no podía darme el lujo de destapar mi identidad ahora.
Volvi a mirar el reloj en mi muñeca y asentí. Aun tenia tiempo… Por lo que ya mas sosegado, aun con mi traje de etiqueta, el abrigo y el bolso en una mano, me encamine para rodear el edificio. Me sentaría por ahí e intentaría averiguar algún detalle mas que se me hubiera pasado de aquel edifico. Y es que queria guardarme su recuerdo en mis retinas por mucho, mucho tiempo. Pero entonces, mientras caminaba, -una vez mas mirando el reloj- Una joven pasó caminando a mi lado, chocando mi brazo contra su hombro un tanto “brutamente”.
¡Oh!. Excusez moi mademoiselle. Indique mientras giraba el rostro para mirarla, excusándome. mientras ella asentía y continuaba su camino. Volvi a caminar, siguiendo mi curso…Mas algo me impidió seguir y me hizo girar el rostro hacia atrás.
La figura de la joven ya se alejaba, dándome cuenta de que algo se le había caído a aquella mujer. Por lo que di media vuelta y llegue hasta el objeto en cuestión, tomándolo del suelo para observar que era un inmaculado pañuelo blanco con unas iniciales bordadas. Subi la mirada y contemple como la figura giraba, por lo que me apresure y volví a coger carrera, trotando hasta que gire , encontrándomela.
Espere mademoiselle. Indique mientras le posaba una mano sobre el hombro. Haciéndole girar hacia mí. Se le ha caído esto indique extendiendo mi mano hacia ella.
La noche era común, corriente, la brisa era fresca…no había nada de mágico ni de especial. Pero algo había cambiado para bien o para mal cuando detuve a la joven para entregarle su pañuelo.
El silencio se hizo, y las campanadas que indicaban las doce en punto de la noche nos acompañaron como sonido de fondo.
Jerarld Délvheen- Vampiro/Realeza
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Fecha de inscripción : 14/08/2011
Edad : 794
Localización : Paseando por el techo de casa...
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Re: La última cruzada del destino.
- Merde! Merde! Merde! - refunfuñaba, realmente iracunda, molesta y enrabietada mientras subía las callejuelas adoquinadas con aquellos tacones de aguja tan poco prácticos y que no dudé en quitármelos para ir descalza, sin importarme qué tan húmedas estaban las calles o qué asquerosidades pisaba con los pies, pues algo que debía agradecerle a mi raza era la dureza de mi piel.- Va te faire foutre! Ça me fait chier!- proseguía, haciendo alarde de mis altas nociones de francés recién adquiridas. Curioso que lo único que supiera decir en francés fueran insultos y tacos varios, pero al menos, ahora les sacaba partido mientras avanzaba a más velocidad, sintiendo cómo sus pasas se acercaban más a mi figura.- ¿Quién me mandó liarme con aquél connard? ¿Quién me iba a decir que era uno de ellos? ¡MALDITA SEA! - bramé cuando las primeras balas pasaron rozando mi hombro derecho, obligándome a girar por la siguiente calle para resguardarme de sus disparos, saltando de balcón en balcón hasta subir sobre el tejado de un edificio, acuclillándome allí, deteniéndome para ojear a mis enemigos, aquellos autollamados "Hijos de Dios", una banda de estúpidos cazadores que se creían iluminados por la mano divina. Marlot era uno de ellos. Él fue el que me traicionó en cuanto supo de mi condición inmortal, el que luego corrió con el chisme y montó aquella escenita ante la Catedral... ¡LA CATEDRAL! ¿Había un lugar más seguro para mí que ese? Creyéndome una infiel de la religión que ellos profesaban, seguramente creerían en el mito aquél que prohíbe a mi especie mantenerse intactos ante la Casa de Dios. ¡Ja!
En cuanto me aseguré de tener vía libre, descendí por la tubería de agua del edificio hasta aterrizar agazapada junto a un cubo de la basura -¡dónde por cierto encontré un gatito la mar de adorable!-, tras lo que emprendí de nuevo mi carrera contrarreloj dirección a la Catedral, preguntándome si el cura se habría quedado aquella noche con Sor Camille, pues conocidos por todos eran sus escarceos sexuales en el Confesionario. De ser así, tendría que ingeniármelas para no ser descubierta por ellos o buscar otro escondrijo...
El hilo de mis pensamientos se vio abruptamente interrumpido por el golpe recibido contra mi hombro por parte de un transeúnte, al que no le di importancia y dejé atrás para girar la esquina de la Catedral una vez llegada a ésta, buscando ahora la puerta lateral que sabía siempre quedaba abierta por si la monja debía salir sujetándose las bragas al romper el alba y entrar los fieles a la iglesia para sus rezos diarios.
Estaba yo a punto de llevar mi mano hacia el pomo cuando una mano se posó sobre mi hombro e instintivamente me tensé de pies a cabeza, preparándome en medio segundo la mejor forma de atacar a aquél que me había encontrado, suponiendo, claro está, que era uno de esos detestables cazadores. Sin embargo, por aquello que la voz desconocida profirió, supe que no se trataba de un enemigo, sino de un caballero gentil que me alargaba con su mano mi pañuelo perdido. Lo miré un instante, contrariada y un tanto confusa.
- Me temo que no hablo francés, lo siento.- le dije vocalizando mucho mis palabras y alzando la voz, como si el muchacho fuera sordo.- Pero gracias por el pañuelo, es un recuerdo de...- Puse los ojos en blanco, resoplando tras tomar entre mis dedos la seda de aquél pañuelo.- ¿Qué intento? Si no me entiendes.- reí, negando con la cabeza.
Pero cuando iba a despedirme de aquél muchacho, las voces de aquellos cazadores me alertaron y antes de darme cuenta, varias de esas balas confeccionadas por el mismísimo Satán -vamos, por la ciencia del siglo XXI, tan avanzada y tan mortífera- se alojaron en las piedras del muro de la Catedral, alcanzando mi muslo pese a ser sólo una rozadura. Sin dilación, abrí la puerta y tomando al joven del cuello de su camisa lo empujé hacia dentro a él y a sus bolsas, cruzando luego yo la puerta para después cerrarla con la llave que ya estaba puesta en la cerradura, buscando en la sala algo con lo que taponar la entrada. Arrastré algunos bancos de la Catedral, amontonándolos con facilidad uno sobre otro y creando así un muro desde el suelo hasta el techo. No aguantaría mucho, pero me daría algo de tiempo.
Tras reflexionar sobre mi hazaña me dirigí al podio del altar mayor, sentándome en él un instante, ignorando a mi compañero, al que sin querer, le había inmiscuido en mis asuntos.
- Al final de la sala a tu derecha encontrarás una ventana.- le expliqué con grandes gestos y alargando las sílabas de cada palabra, intentando que me entendiera mientras me rasgaba la falda de mi vestido, usando la tela para envolver la herida sangrante de mi muslo ante su atenta mirada.- Sal por ahí y sobretodo... finge que no me has visto. ¿Vale? ¿Okey?
Aguardé unos instantes, preguntándome si quizás fuera mudo o sordo o sordomudo. ¿Habría sido una ilusión su voz? ¿Estaría en estado de shock? ¿Sería retrasado? ¿Me entendería algo de lo que dije? ¿Debía sacar el móvil y buscar en Google Traductor cómo se decía eso en francés? Me encogí de hombros, dándome por vencida y poniéndome en pie de un salto, momento en el que de nuevo, su voz quebró el silencio de la sala, disipando todas mis dudas.
En cuanto me aseguré de tener vía libre, descendí por la tubería de agua del edificio hasta aterrizar agazapada junto a un cubo de la basura -¡dónde por cierto encontré un gatito la mar de adorable!-, tras lo que emprendí de nuevo mi carrera contrarreloj dirección a la Catedral, preguntándome si el cura se habría quedado aquella noche con Sor Camille, pues conocidos por todos eran sus escarceos sexuales en el Confesionario. De ser así, tendría que ingeniármelas para no ser descubierta por ellos o buscar otro escondrijo...
El hilo de mis pensamientos se vio abruptamente interrumpido por el golpe recibido contra mi hombro por parte de un transeúnte, al que no le di importancia y dejé atrás para girar la esquina de la Catedral una vez llegada a ésta, buscando ahora la puerta lateral que sabía siempre quedaba abierta por si la monja debía salir sujetándose las bragas al romper el alba y entrar los fieles a la iglesia para sus rezos diarios.
Estaba yo a punto de llevar mi mano hacia el pomo cuando una mano se posó sobre mi hombro e instintivamente me tensé de pies a cabeza, preparándome en medio segundo la mejor forma de atacar a aquél que me había encontrado, suponiendo, claro está, que era uno de esos detestables cazadores. Sin embargo, por aquello que la voz desconocida profirió, supe que no se trataba de un enemigo, sino de un caballero gentil que me alargaba con su mano mi pañuelo perdido. Lo miré un instante, contrariada y un tanto confusa.
- Me temo que no hablo francés, lo siento.- le dije vocalizando mucho mis palabras y alzando la voz, como si el muchacho fuera sordo.- Pero gracias por el pañuelo, es un recuerdo de...- Puse los ojos en blanco, resoplando tras tomar entre mis dedos la seda de aquél pañuelo.- ¿Qué intento? Si no me entiendes.- reí, negando con la cabeza.
Pero cuando iba a despedirme de aquél muchacho, las voces de aquellos cazadores me alertaron y antes de darme cuenta, varias de esas balas confeccionadas por el mismísimo Satán -vamos, por la ciencia del siglo XXI, tan avanzada y tan mortífera- se alojaron en las piedras del muro de la Catedral, alcanzando mi muslo pese a ser sólo una rozadura. Sin dilación, abrí la puerta y tomando al joven del cuello de su camisa lo empujé hacia dentro a él y a sus bolsas, cruzando luego yo la puerta para después cerrarla con la llave que ya estaba puesta en la cerradura, buscando en la sala algo con lo que taponar la entrada. Arrastré algunos bancos de la Catedral, amontonándolos con facilidad uno sobre otro y creando así un muro desde el suelo hasta el techo. No aguantaría mucho, pero me daría algo de tiempo.
Tras reflexionar sobre mi hazaña me dirigí al podio del altar mayor, sentándome en él un instante, ignorando a mi compañero, al que sin querer, le había inmiscuido en mis asuntos.
- Al final de la sala a tu derecha encontrarás una ventana.- le expliqué con grandes gestos y alargando las sílabas de cada palabra, intentando que me entendiera mientras me rasgaba la falda de mi vestido, usando la tela para envolver la herida sangrante de mi muslo ante su atenta mirada.- Sal por ahí y sobretodo... finge que no me has visto. ¿Vale? ¿Okey?
Aguardé unos instantes, preguntándome si quizás fuera mudo o sordo o sordomudo. ¿Habría sido una ilusión su voz? ¿Estaría en estado de shock? ¿Sería retrasado? ¿Me entendería algo de lo que dije? ¿Debía sacar el móvil y buscar en Google Traductor cómo se decía eso en francés? Me encogí de hombros, dándome por vencida y poniéndome en pie de un salto, momento en el que de nuevo, su voz quebró el silencio de la sala, disipando todas mis dudas.
Última edición por Eyra Erikdóttir el Dom Feb 23, 2014 11:17 am, editado 1 vez
Eyra Erikdóttir- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 388
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Re: La última cruzada del destino.
No ha sido nada. Descuida. Indique en un perfecto islandes ante su sorpresa. Y es que ¿que me iban a decir a mi de idiomas? Yo, que habia vivido en mas países como años llevaba a la espalda?
Ella se sorprendió y volvió a ajustar su vendaje. Mientras que yo arqueaba una ceja ante la mujer islandesa. Y es que ahora que lo pensaba… Que rápido me habia metido ya en un lio. –comence a balancear el bolso de viaje sujeto por mis dos manos, distraídamente.- Para mi los lios con la mafia eran el pan de cada dia. Pero ¿que habría hecho que la mujer aquella tuviera relación con ellos? ¿Le gustaría el arte o la música o los instrumentos musicales o los escritos antiguos como a mi y traficaria con ellos? Negue con la cabeza rápidamente.
"Nonono Jerarld. No hagas amigos, no hagas mas amigos, te vas de la ciudad, no mas amigos que te vas, que te vas!" Me dije a mi mismo ante la tentativa de crear un vinculo afectivo con alguien. Ademas. Quizas no era la mafia la que la perseguía quizas era algo “peor”.
Resople y deje mi abrigo y mi equipaje en una banca. Acercandome hacia la ventana que me habia señalado, apoyándome en un lateral de piedra mientras contemplaba con cautela hacia afuera.
El pañuelo…¿Es un recuerdo de quien? Pregunte recordando su comentario anterior. Para luego caer en que…¿Por qué ella me iba a contar nada? Oh, perdona eso no es de mi incumbencia.
Indique mientras la contemplaba a mi lado, observando junto a mi hacia afuera, como si aun temiera que la encontraran. ¿Seria una prostituta con un lio de faldas? ¿Quizas una de esas amantes que salen por las ventanas?-…. A no, que esos solian ser los hombres. ¿Una espia tal vez? Quizas era una monja y por eso me habia arrastrado a la catedral... Aunque…La mire de arriba abajo, fijándome en semejante maquillaje y vestuario… No, las monjas no podían ser tan sexys ni ir tan maquilladas.
De pronto el sonido de una campanilla me alertó de una alarma. Lleve la mano al bolsillo de mi traje de etiqueta para sacar el modernísimo y carísimo trasto del demonio.
Hice una mueca y mire hacia un lado, contemplando a la mujer que también miraba la pantalla de mi móvil. Pestañee ante la indiscreta y atractiva espía/prostituta/monja, agarre su mano y se la estreche mientras ella me miraba con cara de poker ante mi saludo.
Jerarld Délvheen. Mi vuelo ha sido retrasado. Encantado.
Te importa si…
Antes de poder acabar la frase alguien se abalanzo por la ventana que ambos contemplabamos segundos antes. Rompiendo el cristal y adentrándose con un arma. Pero ni siquiera lo dude, le agarre de la camisa, le di un puñetazo en el abdomen, sujete su arma y le apunte mientras él caia al suelo ante mi ataque hecho con la agilidad propia de mi raza. -Definitivamente mantener tantos altercados con la mafia me habia servido de algo, al menos en reflejos.-
Ajuste el gatillo. Y mire a la joven torciendo una mueca ante mi estupides, y es que acababa de delatar mi condición de sobrenatural ante una desconocida.
....Te importa si me quedo un rato contigo....
Indique acabando la frase a medias que ya tan poco sentido tenia. Me tendria que quedar un buen rato si o si. Por mi vuelo y por si aparecian mas "visitantes" que impidieran mi salida de alli.
¿No te parece a ti que este hombre tiene cara de rehen?
Ella se sorprendió y volvió a ajustar su vendaje. Mientras que yo arqueaba una ceja ante la mujer islandesa. Y es que ahora que lo pensaba… Que rápido me habia metido ya en un lio. –comence a balancear el bolso de viaje sujeto por mis dos manos, distraídamente.- Para mi los lios con la mafia eran el pan de cada dia. Pero ¿que habría hecho que la mujer aquella tuviera relación con ellos? ¿Le gustaría el arte o la música o los instrumentos musicales o los escritos antiguos como a mi y traficaria con ellos? Negue con la cabeza rápidamente.
"Nonono Jerarld. No hagas amigos, no hagas mas amigos, te vas de la ciudad, no mas amigos que te vas, que te vas!" Me dije a mi mismo ante la tentativa de crear un vinculo afectivo con alguien. Ademas. Quizas no era la mafia la que la perseguía quizas era algo “peor”.
Resople y deje mi abrigo y mi equipaje en una banca. Acercandome hacia la ventana que me habia señalado, apoyándome en un lateral de piedra mientras contemplaba con cautela hacia afuera.
El pañuelo…¿Es un recuerdo de quien? Pregunte recordando su comentario anterior. Para luego caer en que…¿Por qué ella me iba a contar nada? Oh, perdona eso no es de mi incumbencia.
Indique mientras la contemplaba a mi lado, observando junto a mi hacia afuera, como si aun temiera que la encontraran. ¿Seria una prostituta con un lio de faldas? ¿Quizas una de esas amantes que salen por las ventanas?-…. A no, que esos solian ser los hombres. ¿Una espia tal vez? Quizas era una monja y por eso me habia arrastrado a la catedral... Aunque…La mire de arriba abajo, fijándome en semejante maquillaje y vestuario… No, las monjas no podían ser tan sexys ni ir tan maquilladas.
De pronto el sonido de una campanilla me alertó de una alarma. Lleve la mano al bolsillo de mi traje de etiqueta para sacar el modernísimo y carísimo trasto del demonio.
"El viaje 008234-A con destino a Noruega ha sido retrasado por problemas atmosféricos…"
Hice una mueca y mire hacia un lado, contemplando a la mujer que también miraba la pantalla de mi móvil. Pestañee ante la indiscreta y atractiva espía/prostituta/monja, agarre su mano y se la estreche mientras ella me miraba con cara de poker ante mi saludo.
Jerarld Délvheen. Mi vuelo ha sido retrasado. Encantado.
Te importa si…
Antes de poder acabar la frase alguien se abalanzo por la ventana que ambos contemplabamos segundos antes. Rompiendo el cristal y adentrándose con un arma. Pero ni siquiera lo dude, le agarre de la camisa, le di un puñetazo en el abdomen, sujete su arma y le apunte mientras él caia al suelo ante mi ataque hecho con la agilidad propia de mi raza. -Definitivamente mantener tantos altercados con la mafia me habia servido de algo, al menos en reflejos.-
Ajuste el gatillo. Y mire a la joven torciendo una mueca ante mi estupides, y es que acababa de delatar mi condición de sobrenatural ante una desconocida.
....Te importa si me quedo un rato contigo....
Indique acabando la frase a medias que ya tan poco sentido tenia. Me tendria que quedar un buen rato si o si. Por mi vuelo y por si aparecian mas "visitantes" que impidieran mi salida de alli.
¿No te parece a ti que este hombre tiene cara de rehen?
Jerarld Délvheen- Vampiro/Realeza
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