AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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El duelo entre orgasmos [PRIVADO]
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El duelo entre orgasmos [PRIVADO]
Volví a frotarme el muslo, agradeciendo el alivio que eso me supuso. Odié aquella tela tan ajustada a mis curvas. Odié el negro de mi figura, que tan poco me favorecía. Odié el aburrido silencio que reinaba en aquél descampado alejado de la mano de Dios. Odié el sermón del cura y odié a los presentes que lloriqueaban con aquella cantinela que subía y bajaba de forma monótona.
- Id con Dios, hermanos.- finalizó el anciano, agitando su particular varita mágica que humedeció los preciosos zapatos de charol que yo lucía. Lo maldije por ello, limpiándome disimuladamente el agua salpicada con los pantalones de aquél que estaba junto a mí, quién me dirigió una mirada fulminante que yo ignoré, ladeando mi rostro para evitar sus ojos.
- Lamento su pérdida, madeimoselle Erikdóttir.- dijo una mujer, tomando mis manos entre las suyas y dedicándome un gesto de consternación bastante creíble. Hice una mueca, soltando su agarre, un tanto asqueada por el tacto de sus manos.- Kahlan era tan buena… no merecía algo así, pobrecita.-continuó- ¡Que tragedia la de todos los que perecieron en aquél accidente!
Reí internamente. ¿Accidente? ¿Eso era lo que habían dicho que había sucedido? ¡Un accidente! Increíble, sin duda. ¿Cómo explicar tantas muertes y de formas tan atroces con semejante excusa? ¿Un accidente bastaba para enterrar a diez seres sin mayores preguntas ni inquietudes? ¿Tan fácil era de creer? ¡Y eso que algunos caídos no estaban allí! Los familiares de las víctimas no estaban dispuestos a que sus derrotados compartieran lecho con sus asesinos, supongo que eso era lógico. En realidad, sentía más la muerte de Klaus que la de algunos de mi bando, aunque, realmente, yo no tuviera bando. Pensé en lo dura que había sido la batalla, en la de cadáveres que se amontonaban uno tras otro: vampiros, licántropos, brujos, humanos… La muerte no hacía la vista gorda ante ninguna raza y todas sufrieron bajas.
A mi lado, Jäeger se mantenía firme ante las condolencias de aquellos que se acercaban a él para saludarle, la mayoría eran mujeres pechugonas que esperaban poder consolarle aquella larga noche de duelo. Le contemplé de reojo, sin querer mostrarle mi curiosidad, advirtiendo un atisbo de tristeza que supe más tarde, no fue intencionado. Él se parecía bastante a mí. Él era fuerte y ante todo quería mostrarse como tal, jamás desfallecer ni dejarse llevar por sentimientos. Acababa de perder a su recién aparecida hija, que aunque él mismo se había encargado de poner muros entre ellos, pronto la mocosa logró suscitarle algo paternal a un hombre como Jäeger de duro corazón. La muerte también de su sobrina Elle le había destrozado, de eso estaba segura, pero más aun había devastado al benjamín de los Délvheen, a Gabriél quién lloriqueaba a moco tendido ante la lápida con el nombre inscrito de su hermana. El pobre humano había perdido no sólo a su hermana gemela, sino también a su hermanastra, Kahlan, a la que admiraba por su trabajo. También su amiga Victoria había muerto en batalla, como su otro amigo, Jorel, y Michelle, su prima. Diétrich, el inquisidor, permanecía casi inalterable ante la tumba de su amada Iris, embarazada de escasos meses cuando falleció al intentar salvar a su ex amante Naeem, el que por cierto, murió de igual modo. ¡Qué forma tan absurda de perder la vida!, pensé antes de percatarme de la presencia de unos ojos clavados en mi nuca. Giré mi rostro, barriendo el bosque que quedaba detrás de nosotros, localizando al fin una figura en penumbra situada entre los árboles, identificándole al instante.
- Al final viniste a despedirte de Etháin.- vocalicé en un susurro apenas audible para mi entorno.
Achilles desvió la mirada y yo sonreí, como si así me estuviera dando la razón. Lo cierto es que aquella noche celebrábamos el funeral de muchos seres queridos que habían desaparecido luchando en una guerra sin sentido de la que salió victorioso el Mal. Tantos muertos para nada.
- Erlend, debo irme. Siento mucho lo de tu hija.- anuncié a mi único amigo en París, apretando su brazos antes de abrazarle y percibir cómo sus músculos se tensaban. Estaba furioso, lo sabía. Ella no tenía por qué haber estado en el campo de batalla. Ella no debió morir. Y Erlend nos culpaba de su desgracia. Incluso a mí. Incluso a sí mismo por no haberla sabido proteger.- Cuídate y cuida de tu mujer, que te necesitará más que nunca.
Néliam me miraba ceñuda, acariciándose el abultado vientre de forma protectora. ¡Como si se lo fuera a robar! Negué con la cabeza, dedicándole un gesto con la mano antes de dar media vuelta y dirigirme hacia los bosques, sujetándome el sombrero que el viento quería llevarse con él. Tras de mí, muchos de los presentes se percataron de mi inapropiada marcha, alzándose algunos murmuros que bloqueé en mi cabeza, demasiado cansada para querer escucharlos siquiera.
- Luchó bien.- le aseguré a Achilles una vez me reuní con él, recostando mi espalda contra el tronco de un árbol.
- Lo sé.
¡Ah, dichoso romano! ¡Tan orgullo y fuerte que para él no existía ni el dolor, ni el amor ni el sufrimiento humano! La pérdida formaba parte de su vida y como bien acostumbrado lo estaba, la muerte de la picta había pasado casi inadvertidamente para él. O eso quise pensar.
- ¿Te apetece ir a tomar un brindis? ¿Por los caídos?- le propuse, mostrándole más risueña de mis sonrisas. Él vaciló.
- ¿No te echarán en falta en casa?- inquirió estrechando sus ojos. Yo reí.
- ¿Importa eso?
Achilles torció una complacida sonrisa y sin nada más que decir, pusimos rumbo a la taberna. Tras varias copas y algunos altercados, pasamos la noche de taberna en taberna, bailando con unas farolas, chapoteando en el río Sena, jugando a atraparnos por encima los tejados de las viviendas parisinas, llegando sin saber cómo a mi residencia. Allí, en la puerta, agitada de tanto correr y reír, miré a Achilles como el caramelo cuyo envoltorio deseaba desprenderme, mordiéndome los labios antes de abalanzarme a su cuello para colmarle de un intenso beso que despertó los instintos que tan poco sabíamos controlar.
Cerré la puerta de mi vivienda una vez entramos acaramelados por el umbral, lanzando a un lado mi sombrero y los zapatos de charol, caminando yo cuál cangrejo, fiándome de los pasos que Achilles me guiaba con sus manos firmemente agarradas a mi cintura.
- Oh, Dioses, cuánto te extrañaba...-se me escapó mencionar entre la danza de nuestras lenguas ardientes de deseo que jugueteaban a humedecerse con la saliva ajena, humedeciéndose también mi entrepierna a medida que el roce de mi cuerpo con el suyo se incrementaba, despertando mis ganas de desenfreno sin igual. Ansiaba romper muebles, deseaba fornicar en el techo de casa, en la pared, en la mesa del salón, en el jardín, anhelaba sentir mi piel despellejada por sus arañazos y gritar hasta que mi boca sangrara.
Achilles me llevó hasta mi dormitorio como si conociera mi residencia mejor que yo misma, abriendo la puerta de una patada y lanzándome al lecho de sábanas frías que recibí con alivio ante mi piel fogosa, casi febril. Le miré con picardía, sonriendo de medio lado mientras me abría de piernas ante él, levantándome la falda de mi pomposo vestido para mostrarle mi escasez de ropa interior.
- Bebe de mí.- le incité con erotismo, guiñándole el ojo antes de que él agarrara mis muslos y tirara de mí para acercarme a su altura, acuclillándose junto al lecho para satisfacerme. Pronto, los cristales del dormitorio empezaron a empañarse así como el vidrio de los espejos. Pronto, muy pronto, mis gemidos asustaban las aves que tranquilas descansaban sobre las ramas de árboles cercanos a la ventana. Pronto, demasiado pronto, la locura y la lujuria se fusionaron para hacerme perder la cabeza. Antes de darme siquiera cuenta, Achilles se había desprendido de mi ropa y yo de la suya, penetrándome él con suma fiereza mientras yo sujetaba el cabezal de la cama para no caer de ésta, enterrándole en el hombro mis uñas mientras mis piernas se enredaban en su cadera y mi voz le instaba a que siguiera haciéndome suya. Muy suya.
Pero de repente, una taciturna figura situada en el umbral de la puerta abierta desvió mi atención de Achilles sin que eso me instara a detener el acto sexual consumado, limitándome simplemente a sostener la mirada inquisitiva de Jerarld.
- ¿Cuánto llevas mirándonos?- pregunté agitada desde el lecho aun con Achilles sobre mí, aun con el miembro de Achilles dentro de mí.
- Id con Dios, hermanos.- finalizó el anciano, agitando su particular varita mágica que humedeció los preciosos zapatos de charol que yo lucía. Lo maldije por ello, limpiándome disimuladamente el agua salpicada con los pantalones de aquél que estaba junto a mí, quién me dirigió una mirada fulminante que yo ignoré, ladeando mi rostro para evitar sus ojos.
- Lamento su pérdida, madeimoselle Erikdóttir.- dijo una mujer, tomando mis manos entre las suyas y dedicándome un gesto de consternación bastante creíble. Hice una mueca, soltando su agarre, un tanto asqueada por el tacto de sus manos.- Kahlan era tan buena… no merecía algo así, pobrecita.-continuó- ¡Que tragedia la de todos los que perecieron en aquél accidente!
Reí internamente. ¿Accidente? ¿Eso era lo que habían dicho que había sucedido? ¡Un accidente! Increíble, sin duda. ¿Cómo explicar tantas muertes y de formas tan atroces con semejante excusa? ¿Un accidente bastaba para enterrar a diez seres sin mayores preguntas ni inquietudes? ¿Tan fácil era de creer? ¡Y eso que algunos caídos no estaban allí! Los familiares de las víctimas no estaban dispuestos a que sus derrotados compartieran lecho con sus asesinos, supongo que eso era lógico. En realidad, sentía más la muerte de Klaus que la de algunos de mi bando, aunque, realmente, yo no tuviera bando. Pensé en lo dura que había sido la batalla, en la de cadáveres que se amontonaban uno tras otro: vampiros, licántropos, brujos, humanos… La muerte no hacía la vista gorda ante ninguna raza y todas sufrieron bajas.
A mi lado, Jäeger se mantenía firme ante las condolencias de aquellos que se acercaban a él para saludarle, la mayoría eran mujeres pechugonas que esperaban poder consolarle aquella larga noche de duelo. Le contemplé de reojo, sin querer mostrarle mi curiosidad, advirtiendo un atisbo de tristeza que supe más tarde, no fue intencionado. Él se parecía bastante a mí. Él era fuerte y ante todo quería mostrarse como tal, jamás desfallecer ni dejarse llevar por sentimientos. Acababa de perder a su recién aparecida hija, que aunque él mismo se había encargado de poner muros entre ellos, pronto la mocosa logró suscitarle algo paternal a un hombre como Jäeger de duro corazón. La muerte también de su sobrina Elle le había destrozado, de eso estaba segura, pero más aun había devastado al benjamín de los Délvheen, a Gabriél quién lloriqueaba a moco tendido ante la lápida con el nombre inscrito de su hermana. El pobre humano había perdido no sólo a su hermana gemela, sino también a su hermanastra, Kahlan, a la que admiraba por su trabajo. También su amiga Victoria había muerto en batalla, como su otro amigo, Jorel, y Michelle, su prima. Diétrich, el inquisidor, permanecía casi inalterable ante la tumba de su amada Iris, embarazada de escasos meses cuando falleció al intentar salvar a su ex amante Naeem, el que por cierto, murió de igual modo. ¡Qué forma tan absurda de perder la vida!, pensé antes de percatarme de la presencia de unos ojos clavados en mi nuca. Giré mi rostro, barriendo el bosque que quedaba detrás de nosotros, localizando al fin una figura en penumbra situada entre los árboles, identificándole al instante.
- Al final viniste a despedirte de Etháin.- vocalicé en un susurro apenas audible para mi entorno.
Achilles desvió la mirada y yo sonreí, como si así me estuviera dando la razón. Lo cierto es que aquella noche celebrábamos el funeral de muchos seres queridos que habían desaparecido luchando en una guerra sin sentido de la que salió victorioso el Mal. Tantos muertos para nada.
- Erlend, debo irme. Siento mucho lo de tu hija.- anuncié a mi único amigo en París, apretando su brazos antes de abrazarle y percibir cómo sus músculos se tensaban. Estaba furioso, lo sabía. Ella no tenía por qué haber estado en el campo de batalla. Ella no debió morir. Y Erlend nos culpaba de su desgracia. Incluso a mí. Incluso a sí mismo por no haberla sabido proteger.- Cuídate y cuida de tu mujer, que te necesitará más que nunca.
Néliam me miraba ceñuda, acariciándose el abultado vientre de forma protectora. ¡Como si se lo fuera a robar! Negué con la cabeza, dedicándole un gesto con la mano antes de dar media vuelta y dirigirme hacia los bosques, sujetándome el sombrero que el viento quería llevarse con él. Tras de mí, muchos de los presentes se percataron de mi inapropiada marcha, alzándose algunos murmuros que bloqueé en mi cabeza, demasiado cansada para querer escucharlos siquiera.
- Luchó bien.- le aseguré a Achilles una vez me reuní con él, recostando mi espalda contra el tronco de un árbol.
- Lo sé.
¡Ah, dichoso romano! ¡Tan orgullo y fuerte que para él no existía ni el dolor, ni el amor ni el sufrimiento humano! La pérdida formaba parte de su vida y como bien acostumbrado lo estaba, la muerte de la picta había pasado casi inadvertidamente para él. O eso quise pensar.
- ¿Te apetece ir a tomar un brindis? ¿Por los caídos?- le propuse, mostrándole más risueña de mis sonrisas. Él vaciló.
- ¿No te echarán en falta en casa?- inquirió estrechando sus ojos. Yo reí.
- ¿Importa eso?
Achilles torció una complacida sonrisa y sin nada más que decir, pusimos rumbo a la taberna. Tras varias copas y algunos altercados, pasamos la noche de taberna en taberna, bailando con unas farolas, chapoteando en el río Sena, jugando a atraparnos por encima los tejados de las viviendas parisinas, llegando sin saber cómo a mi residencia. Allí, en la puerta, agitada de tanto correr y reír, miré a Achilles como el caramelo cuyo envoltorio deseaba desprenderme, mordiéndome los labios antes de abalanzarme a su cuello para colmarle de un intenso beso que despertó los instintos que tan poco sabíamos controlar.
Cerré la puerta de mi vivienda una vez entramos acaramelados por el umbral, lanzando a un lado mi sombrero y los zapatos de charol, caminando yo cuál cangrejo, fiándome de los pasos que Achilles me guiaba con sus manos firmemente agarradas a mi cintura.
- Oh, Dioses, cuánto te extrañaba...-se me escapó mencionar entre la danza de nuestras lenguas ardientes de deseo que jugueteaban a humedecerse con la saliva ajena, humedeciéndose también mi entrepierna a medida que el roce de mi cuerpo con el suyo se incrementaba, despertando mis ganas de desenfreno sin igual. Ansiaba romper muebles, deseaba fornicar en el techo de casa, en la pared, en la mesa del salón, en el jardín, anhelaba sentir mi piel despellejada por sus arañazos y gritar hasta que mi boca sangrara.
Achilles me llevó hasta mi dormitorio como si conociera mi residencia mejor que yo misma, abriendo la puerta de una patada y lanzándome al lecho de sábanas frías que recibí con alivio ante mi piel fogosa, casi febril. Le miré con picardía, sonriendo de medio lado mientras me abría de piernas ante él, levantándome la falda de mi pomposo vestido para mostrarle mi escasez de ropa interior.
- Bebe de mí.- le incité con erotismo, guiñándole el ojo antes de que él agarrara mis muslos y tirara de mí para acercarme a su altura, acuclillándose junto al lecho para satisfacerme. Pronto, los cristales del dormitorio empezaron a empañarse así como el vidrio de los espejos. Pronto, muy pronto, mis gemidos asustaban las aves que tranquilas descansaban sobre las ramas de árboles cercanos a la ventana. Pronto, demasiado pronto, la locura y la lujuria se fusionaron para hacerme perder la cabeza. Antes de darme siquiera cuenta, Achilles se había desprendido de mi ropa y yo de la suya, penetrándome él con suma fiereza mientras yo sujetaba el cabezal de la cama para no caer de ésta, enterrándole en el hombro mis uñas mientras mis piernas se enredaban en su cadera y mi voz le instaba a que siguiera haciéndome suya. Muy suya.
Pero de repente, una taciturna figura situada en el umbral de la puerta abierta desvió mi atención de Achilles sin que eso me instara a detener el acto sexual consumado, limitándome simplemente a sostener la mirada inquisitiva de Jerarld.
- ¿Cuánto llevas mirándonos?- pregunté agitada desde el lecho aun con Achilles sobre mí, aun con el miembro de Achilles dentro de mí.
Eyra Erikdóttir- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 388
Fecha de inscripción : 01/07/2011
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: El duelo entre orgasmos [PRIVADO]
Ni siquiera podía pensar con claridad ante lo sucedido. Se me partia el alma cada vez que intentaba pensar con normalidad y hacerme a la idea de que habia perdido a dos de mis hijas…
No existía absolutamente nada peor en la vida que sobrevivir a tus hijos y de eso era una verdad irrefutable. Pero pese al tormento de esos tiempos oscuros, cree una barrera, una muy densa y gruesa. La hice por mi familia, porque aun tenía que cuidar de ellos. No podía derrumbarme. No cuando Eyra, Jäeger, Johannes y sobretodo Biél, estaban sufriendo tanto.
Por lo que, armado con una poderosa coraza, me ocupe de organizarlo todo,incluido lo relacionado con las otras familias y sus perdidas. Me habia hecho cargo de los gastos, del lugar, y de todo lo que estaba sucediendo. De algun modo era mi deseo encargarme de todo eso. Como si fuera mi pequeña contribución ante un momento desolador para tanta gente.... Aunque, puede que en fondo solo quisiera mantenerme ocupado, para no pensar…Pues no podía permitirme hacerlo.
La gente comenzó a irse poco a poco cuando todo acabó. Mientras que yo me mantenía un tanto alejado, mirándolos a todos. Lo cierto es que no quería mas condolencias, ni mas abrazos, ni mas miradas tristes. Quería ser insensible por unos minutos mas. Por lo que me distraje leyendo las mentes de la mayoría de los allí presentes. Aunque de poco me sirvio...Todos compartían un dolor profundo e intenso asi como una idea de desolación que parecía casi creada en conjunto.
Jäe, Johan, Arlette y Biél se habían quedado hasta el final, los cuatro sentados juntos. Se veian realmente elegantes y realmente abatidos. Johannes mantenía un semblante siniestro, ceñudo, con profundas ojeras y los ojos casi inyectados en la rabia. a su lado, una desconocida jovencita llamada Arlette se mostraba serena y sosegada. Tenia que hablar muchas cosas con ella, pero ya habría tiempo para eso me dije. Jae parecía sereno, pero sus ojos mostraban un profundo dolor interno que yo conocía muy bien y que nadie podría ver en él. Y Biél…Biél estaba ausente, apagado, seguramente se sentiría muerto por dentro y por eso podía entenderle mas que bien…Lo único “bueno” de toda aquella absurda situación. Es que habíamos podido acercarnos durante el transcurso de lo sucedido. Y es que habia podido contemplar como habia pasado de ser un niño a un adulto cuando comprendió las muertes de aquellos seres amados. Como si un golpe de madurez le hubiera sacudido con todas sus fuerzas, mostrándole ahora con un aire un tanto distinto para mi. Parecía serio, parecía maduro e incluso intrigante…Una bonita mascara de vacío, tormento y dolor.
Y es que mi pobre niño había perdido algo más que su “inocencia” en aquella batalla.
Me acerque a ellos y los cuatro me miraron.
Reunámonos en el castillo a la hora de cenar. Pasemos el resto de la noche juntos… Nos vendrá bien a todos tenernos de compañía. Y alegrad un poco esas caras.
Pareciera que estais en un funeral. Unas apesadumbradas sonrisas llenas de angustia -ante mi broma cruel- asomaron a sus labios, seguidas de sus miradas envenenadas y culpables ante el humor negro, miradas que se dirigieron a mi espalda cuando me encamine hacia la salida.
Volveré pronto.
Suspire al sentir que se habia acabado todo. Y es que temia eso, el silencio, y la sensación de nada que hacer. Lo temia porque si lo hacia pensaría y si pensaba…
Me derrumbaría.
Busque entre las gentes que marchaban a Eyra. Sin tener suerte en localizarla. Por lo que subiéndome a uno de los carruajes me dirigi directamente a su hogar. Con la sospecha de que se escondiera allí del gentío…Mas, cuando entre en la residencia -gracias a la puerta abierta.- Y me adentré, me sentí como si un mal presentimiento se adueñara de mi. El ruido me alertó de la gente y entonces cuando detecte el sonido y lo segui me encontré con lo que menos esperaba…
Venia en busca de mi mujer, queriendo su simple abrazo, necesitando el consuelo de su cariño en un momento así, en el que intentaba mantenerme fuerte por los mios. Ignorando mi propio dolor…y me encontré con fornicacion, lujuria, sudor, sangre y simple sexo, eso, eso era lo que me esperaba. benditos mis ojos, los que me torturaban aun mas con el paso de los siglos ante lo que tenia que ver.
¿¡Como podían ser tan terriblemente degenerados de hacer algo asi, en un momento en que ambos habían perdido a gente…a su gente!?
Achilles no me importaba un maldito pimiento. Mas mi mujer, o la que se suponía que era mi mujer me indigno hasta un punto que jamás me imagine.
Me adentre destrozando lo que se hallaba a mi paso, comenzando por un jaron que no tardo en hacerse añicos, seguido de un mueble que también se interponía y que quedo hecho astillas. Sintiendo como mis dientes entrechocan ferozmente, sintiendo como mis propios ojos cambiaban ante la rabia y la ira. Y es que me hallaba roto de dolor, angustiado, vacio y ahora... una vez mas, ¡traicionado! ¡Herido! ¡Ella se reía una vez más en mis narices1 ¡EN MIS NARICES!
Eyra se levanto de la cama, acomodándose el cabello mientras yo avanzaba hacia ella, gruñéndole a la vez que le hablaba.
¿COMO TIENES LA OSADIA DE HACER ALGO ASI EN UN MOMENTO COMO ESTE!? COMO PUEDES SER TAN MALNACIDA EN UN MOMENTO ASI!?Sus ojos me miraron serenos cuando le fulmine sintiendo que me hervía la sangre como si me estuvieran despellejando vivo.
¿¡QUE DEMONIOS PASA CONTIGO!?
Pero no fue el silencio el que me hizo explotar y cruzarle la cara con toda la fuerza de mi antebrazo. Sino el ver como se relamía los labios, aun llena del sudor y la esencia de Achilles.
¡¡¡Y aun osas reírte de mí en mi cara. En mi cara!!!!
Ni siquiera me di cuenta de cómo la zarandeaba, ni de cómo ella daba manotazos cuando mis manos se alojaron en su cuello queriendo estrangularla, de lo cegado que me hallaba por el odio y la cólera.
Un brazo firme me agarro por detrás, interponiéndose entre mi presa y yo.
Si yo tuviera una mujer, y la encontrara fornicando haría exactamente lo mismo que tu…mataría a la mujer, al amante cualquiera después y a quien se pusiera en mi camino…Pero da la casualidad que no soy cualquiera.
Si vuelves a tocarla te mataré yo mismo…
Me deshice de su agarre, girándome veloz antes de asestar el puñetazo que resonó en su cara haciendosela crujir con bestialidad.
¡CÁLLATE MALDITO HIJO DE PERRA…!
Resople mientras mi pecho se hinchaba violentamente, mi cuerpo temblaba de ira y furia. Por lo que me gire pausadamente para mirarla. Como si darle ese puñetazo a Achilles me hubiera dado cierta paz.
Creo…que me merezco una explicación…amor mío. Solo quiero pedirte eso. Indique con una sonrisa torcida y una mirada envenenada y desquiciada hacia mi adorable mujercita.
No existía absolutamente nada peor en la vida que sobrevivir a tus hijos y de eso era una verdad irrefutable. Pero pese al tormento de esos tiempos oscuros, cree una barrera, una muy densa y gruesa. La hice por mi familia, porque aun tenía que cuidar de ellos. No podía derrumbarme. No cuando Eyra, Jäeger, Johannes y sobretodo Biél, estaban sufriendo tanto.
Por lo que, armado con una poderosa coraza, me ocupe de organizarlo todo,incluido lo relacionado con las otras familias y sus perdidas. Me habia hecho cargo de los gastos, del lugar, y de todo lo que estaba sucediendo. De algun modo era mi deseo encargarme de todo eso. Como si fuera mi pequeña contribución ante un momento desolador para tanta gente.... Aunque, puede que en fondo solo quisiera mantenerme ocupado, para no pensar…Pues no podía permitirme hacerlo.
La gente comenzó a irse poco a poco cuando todo acabó. Mientras que yo me mantenía un tanto alejado, mirándolos a todos. Lo cierto es que no quería mas condolencias, ni mas abrazos, ni mas miradas tristes. Quería ser insensible por unos minutos mas. Por lo que me distraje leyendo las mentes de la mayoría de los allí presentes. Aunque de poco me sirvio...Todos compartían un dolor profundo e intenso asi como una idea de desolación que parecía casi creada en conjunto.
Jäe, Johan, Arlette y Biél se habían quedado hasta el final, los cuatro sentados juntos. Se veian realmente elegantes y realmente abatidos. Johannes mantenía un semblante siniestro, ceñudo, con profundas ojeras y los ojos casi inyectados en la rabia. a su lado, una desconocida jovencita llamada Arlette se mostraba serena y sosegada. Tenia que hablar muchas cosas con ella, pero ya habría tiempo para eso me dije. Jae parecía sereno, pero sus ojos mostraban un profundo dolor interno que yo conocía muy bien y que nadie podría ver en él. Y Biél…Biél estaba ausente, apagado, seguramente se sentiría muerto por dentro y por eso podía entenderle mas que bien…Lo único “bueno” de toda aquella absurda situación. Es que habíamos podido acercarnos durante el transcurso de lo sucedido. Y es que habia podido contemplar como habia pasado de ser un niño a un adulto cuando comprendió las muertes de aquellos seres amados. Como si un golpe de madurez le hubiera sacudido con todas sus fuerzas, mostrándole ahora con un aire un tanto distinto para mi. Parecía serio, parecía maduro e incluso intrigante…Una bonita mascara de vacío, tormento y dolor.
Y es que mi pobre niño había perdido algo más que su “inocencia” en aquella batalla.
Me acerque a ellos y los cuatro me miraron.
Reunámonos en el castillo a la hora de cenar. Pasemos el resto de la noche juntos… Nos vendrá bien a todos tenernos de compañía. Y alegrad un poco esas caras.
Pareciera que estais en un funeral. Unas apesadumbradas sonrisas llenas de angustia -ante mi broma cruel- asomaron a sus labios, seguidas de sus miradas envenenadas y culpables ante el humor negro, miradas que se dirigieron a mi espalda cuando me encamine hacia la salida.
Volveré pronto.
Suspire al sentir que se habia acabado todo. Y es que temia eso, el silencio, y la sensación de nada que hacer. Lo temia porque si lo hacia pensaría y si pensaba…
Me derrumbaría.
Busque entre las gentes que marchaban a Eyra. Sin tener suerte en localizarla. Por lo que subiéndome a uno de los carruajes me dirigi directamente a su hogar. Con la sospecha de que se escondiera allí del gentío…Mas, cuando entre en la residencia -gracias a la puerta abierta.- Y me adentré, me sentí como si un mal presentimiento se adueñara de mi. El ruido me alertó de la gente y entonces cuando detecte el sonido y lo segui me encontré con lo que menos esperaba…
Venia en busca de mi mujer, queriendo su simple abrazo, necesitando el consuelo de su cariño en un momento así, en el que intentaba mantenerme fuerte por los mios. Ignorando mi propio dolor…y me encontré con fornicacion, lujuria, sudor, sangre y simple sexo, eso, eso era lo que me esperaba. benditos mis ojos, los que me torturaban aun mas con el paso de los siglos ante lo que tenia que ver.
Cruel destino…oh cruel, cruel es poco para un maldito destino así…
...
Tranquila... Acabo de llegar querida mía. Indique con serenidad y palabras endulzadas con veneno mientras me adentraba. Contemplando como Achilles salía de dentro de mi mujer para posicionarse a un lado en el lecho, con los brazos cruzados tras su nuca, como si sentiera orgulloso de su faena, con su desnudes a la vista.¿¡Como podían ser tan terriblemente degenerados de hacer algo asi, en un momento en que ambos habían perdido a gente…a su gente!?
Achilles no me importaba un maldito pimiento. Mas mi mujer, o la que se suponía que era mi mujer me indigno hasta un punto que jamás me imagine.
Me adentre destrozando lo que se hallaba a mi paso, comenzando por un jaron que no tardo en hacerse añicos, seguido de un mueble que también se interponía y que quedo hecho astillas. Sintiendo como mis dientes entrechocan ferozmente, sintiendo como mis propios ojos cambiaban ante la rabia y la ira. Y es que me hallaba roto de dolor, angustiado, vacio y ahora... una vez mas, ¡traicionado! ¡Herido! ¡Ella se reía una vez más en mis narices1 ¡EN MIS NARICES!
Eyra se levanto de la cama, acomodándose el cabello mientras yo avanzaba hacia ella, gruñéndole a la vez que le hablaba.
¿COMO TIENES LA OSADIA DE HACER ALGO ASI EN UN MOMENTO COMO ESTE!? COMO PUEDES SER TAN MALNACIDA EN UN MOMENTO ASI!?Sus ojos me miraron serenos cuando le fulmine sintiendo que me hervía la sangre como si me estuvieran despellejando vivo.
¿¡QUE DEMONIOS PASA CONTIGO!?
Pero no fue el silencio el que me hizo explotar y cruzarle la cara con toda la fuerza de mi antebrazo. Sino el ver como se relamía los labios, aun llena del sudor y la esencia de Achilles.
¡¡¡Y aun osas reírte de mí en mi cara. En mi cara!!!!
Ni siquiera me di cuenta de cómo la zarandeaba, ni de cómo ella daba manotazos cuando mis manos se alojaron en su cuello queriendo estrangularla, de lo cegado que me hallaba por el odio y la cólera.
Un brazo firme me agarro por detrás, interponiéndose entre mi presa y yo.
Si yo tuviera una mujer, y la encontrara fornicando haría exactamente lo mismo que tu…mataría a la mujer, al amante cualquiera después y a quien se pusiera en mi camino…Pero da la casualidad que no soy cualquiera.
Si vuelves a tocarla te mataré yo mismo…
Me deshice de su agarre, girándome veloz antes de asestar el puñetazo que resonó en su cara haciendosela crujir con bestialidad.
¡CÁLLATE MALDITO HIJO DE PERRA…!
Resople mientras mi pecho se hinchaba violentamente, mi cuerpo temblaba de ira y furia. Por lo que me gire pausadamente para mirarla. Como si darle ese puñetazo a Achilles me hubiera dado cierta paz.
Creo…que me merezco una explicación…amor mío. Solo quiero pedirte eso. Indique con una sonrisa torcida y una mirada envenenada y desquiciada hacia mi adorable mujercita.
Jerarld Délvheen- Vampiro/Realeza
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Re: El duelo entre orgasmos [PRIVADO]
Resoplé ante la absurda escenita protagonizada por aquél par, aunque ciertamente, me deleité con el espectáculo. ¿Cómo negarlo? Adoraba ver a dos hombres pelearse por mi cariño. Era la legitimización de mí misma como la mujer de sus sueños, la única en sus vidas, a la que adoraban hasta límites desquiciantes. Esa era yo, la dueña de sus corazones, de sus almas y de sus mentes. De unos más que de otros, me dije, pensando en Achilles como un hombre de alma libre pocas restricciones que, pese a ser así, de algún modo también había caído bajo el influjo de mi belleza. Sonreí sin darme cuenta ante la idea de ser tan poderosa, reafirmándome una y otra vez sin siquiera prestar atención a lo que sucedía a mi alrededor hasta que se hizo el silencio ante la espera de ambos de escuchar mi respuesta a la queja de Jerarld. Puse los ojos en blanco, masajeándome el cuello ante semejante sacudida.
- ¿Una explicación? No seas infantil, Jerarld.- comenté con desdén.- Comportémonos como adultos. Vamos, no me mires así. ¿De veras te sorprende esto? ¿De veras quieres una explicación?
Suspiré, avanzando hacia él para posar una de mis manos sobre su mejilla, acariciándosela con ternura, incluso dedicándole una sonrisa maternal.
- Cariño, no es por ti. Es sólo que yo... necesito algo más de lo que me das. No puedes ser tan egoísta y quererme sólo para ti, querido. ¡Hay tantos que me piden lo mismo que tú!- reí de pronto, dirigiéndome ahora hacia Achilles, por cuyos hombros pasé mis brazos, acercándome entonces a su boca, jugando a rozar mi nariz con la suya, mirándole a los ojos mientras seguía hablando a Jerarld.- Soy un alma libre, como Achilles. Soy generosa y reparto las migajas de mi cariño entre mis fieles adeptos seguidores de mi hermosura. No me pidas esa exclusividad. ¡Yo necesito recibir más! ¡Necesito dar más! Un hombre jamás me saciará.
Dicho eso, lamí el labio inferior de Achilles con lentitud, recorriendo sus contornos mientras el cerco de mis brazos se estrechaba alrededor de su cuello, arrimándome más a él, chocando mis senos desnudos con su pectoral, rozándome sutilmente, excitándome de nuevo cuando su boca se abrió y en ella localicé a su lengua húmeda que se enredó con la mía en una danza ágil y veloz como una batalla librada en la oscuridad. El beso fue ardiente, apasionado, feroz, lleno de una chispa eléctrica que recorrió mi espalda de principio a fin. Sus manso se amoldaron a mis glúteos, aferrándolos con posesividad mientras el largo e intenso beso era mantenido durante largos minutos bajo la mirada de Jerarld a la que poca atención ofrecí. Hasta que finalmente, quise recuperar un tanto de aliento perdido y me separé unos segundos de la boca de Achilles, aun sin deshacer el nudo de mis brazos en su cuello, hablando un tanto agitada debido al morbo de aquella situación.
- Quizás si te unes a nosotros lo comprendas mejor.- sugerí con picardía, guiñándole el ojo y mordiéndome los labios, buscando su provocación en mis gestos.- Donde caben dos caben tres.- añadí, señalando con la cabeza la amplia cama que nos aguardaba en silencio.- ¿O prefieres seguir mirando?- espeté entre risillas malévolas, tomando entonces la mano de Achilles para guiarle hacia nuestro nidito lujurioso, haciendo caso omiso de la fulminación inquisitiva de Jerarld, que pronto rompió el silencio de la habitación.
- ¿Una explicación? No seas infantil, Jerarld.- comenté con desdén.- Comportémonos como adultos. Vamos, no me mires así. ¿De veras te sorprende esto? ¿De veras quieres una explicación?
Suspiré, avanzando hacia él para posar una de mis manos sobre su mejilla, acariciándosela con ternura, incluso dedicándole una sonrisa maternal.
- Cariño, no es por ti. Es sólo que yo... necesito algo más de lo que me das. No puedes ser tan egoísta y quererme sólo para ti, querido. ¡Hay tantos que me piden lo mismo que tú!- reí de pronto, dirigiéndome ahora hacia Achilles, por cuyos hombros pasé mis brazos, acercándome entonces a su boca, jugando a rozar mi nariz con la suya, mirándole a los ojos mientras seguía hablando a Jerarld.- Soy un alma libre, como Achilles. Soy generosa y reparto las migajas de mi cariño entre mis fieles adeptos seguidores de mi hermosura. No me pidas esa exclusividad. ¡Yo necesito recibir más! ¡Necesito dar más! Un hombre jamás me saciará.
Dicho eso, lamí el labio inferior de Achilles con lentitud, recorriendo sus contornos mientras el cerco de mis brazos se estrechaba alrededor de su cuello, arrimándome más a él, chocando mis senos desnudos con su pectoral, rozándome sutilmente, excitándome de nuevo cuando su boca se abrió y en ella localicé a su lengua húmeda que se enredó con la mía en una danza ágil y veloz como una batalla librada en la oscuridad. El beso fue ardiente, apasionado, feroz, lleno de una chispa eléctrica que recorrió mi espalda de principio a fin. Sus manso se amoldaron a mis glúteos, aferrándolos con posesividad mientras el largo e intenso beso era mantenido durante largos minutos bajo la mirada de Jerarld a la que poca atención ofrecí. Hasta que finalmente, quise recuperar un tanto de aliento perdido y me separé unos segundos de la boca de Achilles, aun sin deshacer el nudo de mis brazos en su cuello, hablando un tanto agitada debido al morbo de aquella situación.
- Quizás si te unes a nosotros lo comprendas mejor.- sugerí con picardía, guiñándole el ojo y mordiéndome los labios, buscando su provocación en mis gestos.- Donde caben dos caben tres.- añadí, señalando con la cabeza la amplia cama que nos aguardaba en silencio.- ¿O prefieres seguir mirando?- espeté entre risillas malévolas, tomando entonces la mano de Achilles para guiarle hacia nuestro nidito lujurioso, haciendo caso omiso de la fulminación inquisitiva de Jerarld, que pronto rompió el silencio de la habitación.
Eyra Erikdóttir- Vampiro Clase Alta
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Re: El duelo entre orgasmos [PRIVADO]
Te comportas como una furcia…Siempre lo has hecho. Aunque en el fondo, puede que tengas razón y me vayan las fulanas. Eso explicaría muchas cosas.
Bromee con el semblante serio mientras me apoyaba en un mueble cercano, Mirando hacia abajo sin poder evitar quedarme un momento ensimismado. Mientras Achilles se separaba de ella, saliendo un instante de la habitación, dejándonos solos a la vez que yo seguía allí. Intentando que no me costaran tantos horrores poder pensar y poder actuar. Pero, ¿cómo hacer cuando sientes que una vez más se te está rompiendo un corazón que ya estaba hecho trizas?
No era dolor por verla en brazos de otros.
No era tristeza por ver que me era infiel una vez más…
No era sufrimiento por verla delante de mí destrozándome el corazón.
No era pena por sentirme así de desplazado una vez más…
No era orgullo, ni traición.
Era desolación.
Era desesperanza.
Era congoja y odio hacia mi mismo por no saber capturar su corazón. Por no poder hacerlo mío. Por no ser suficiente para ella. Por no ser mis brazos los únicos que ella añoraba. Por no poder conseguir que solo me amara a mí. Tonto de mi, ¿Cuándo querría ver la realidad? Era tan simple y tan claro…Y aun así me preguntaba porque… ¿Por qué no podía hacer que me quisiera? Porque no lograba ser aun mejor ante sus ojos? Ni siquiera se si la desesperación cuenta como definición del tormento que albergaba mi alma al pensar en que la perdería una vez más…
Alce el rostro hacia ella después de aquella pausa que necesite tomarme. Con la mirada cansada, y los ojos vacios de esperanza.
Eyra…
Me da igual lo que hagas, lo que quieras hacer con tu vida, con tu cuerpo. Con tu alma…
Lo único que quiero que sepas es que puedes engañarte. Puedes fingir que el sexo es lo único que alimenta tu alma. Pero créeme…
Yo se que hay algo mas en ese corazón.
Se que puedes amar y espero que aunque nunca consiga que me ames, ni nunca consigas amar a ningún otro…Solo espero que puedas amarte a ti misma…Que logres confiar en lo que alberga tu pecho.
Indique acercándome a ella hasta quedar delante suyo. Contemplándole al fin sereno, sin que su mirada me provocara ese enorme remolino de odio. ya no mas.
Si pudieras verte con mis ojos…Si pudieras tan solo imaginar lo que siento ante tu simple mirada…Pese a que ahora sea de desdén… Una tímida sonrisa afloro en mi mientras le contemplaba.
Ojala pudiera hacerte entender lo mucho que te quiero…y no no lo digo por tu cuerpo, ni por tus aires altivos, ni por tus contoneos…Lo digo por la mujer que conocí en Islandia, y por aquella que me sonrió y se desmayo cuando le pedí matrimonio, y por aquella que rio tantas veces conmigo, por la que me hizo sentir querido, amado…como si pudiera tener una vida plena y feliz.
Una enorme opresión se adueño de mi pecho ante aquellas palabras y aquel amor deshecho, que me hacía sentir tan desesperado que deseaba gritar hasta que mis propios gritos desgarradores me condujeran a la locura. Desgarrando mi propia piel para sentir algo agradable mientras mi alma se resquebrajaba y se convertía en polvo hasta desaparecer sin más.
Algún día dejare de ser un demente, me prometí a mi mismo en aquel momento. Mientras acercaba mis manos hacia las suyas, sujetándolas por un momento. Entrelazando mis dedos con los suyos, sintiéndome como si estuviera en mi lecho de muerte y no delante del ángel endemoniado que yo siempre vi. Y es que aunque ella me detestara por mis palabras, por mi “cursilería” o por ser un idiota enamorado, tenía que ser sincero con ella. Tenía que hablar con ella, tenía que mostrarle lo que sentía, aunque eso me matara aun mas por dentro y no provocara mas que risas en ella.
Quiero darte las gracias. Indique ante su semblante un tanto asombrado.
Porque pese a que fuera absurdo, una locura, una desgarradora locura. Pese a que fuera una mentira. Me has hecho amarte, aunque amara a una ilusión. Nunca tendré palabras suficientes para demostrarte, para decirte lo que tu simple mirada significo para mí.
Gracias por curar mis obsesiones y esos sueños de amor desesperado y loco. Ya no tengo edad para seguir creyendo en esas cosas. El amor es para los vivos, para los que pueden sentir, para los que tienen corazón. Yo a veces pienso que ya he desgastado el mio lo suficiente. Pero eso da igual…Lo que importa ahora es el futuro y el presente…Y es que…
Quiero pedirte un favor aunque no tenga derecho a hacerlo…Indique inclinándome hacia ella, posicionando mi frente sobre la suya.
Sobrevive Eyra…
Cuando no queden hombres que te llenen con su esencia, cuando ya no queden siervos que te atiendan, cuando ya no queden amigos que adoren tus extravagancias, cuando ya no quede nadie a quien maltratar…Sobrevive, ama, corre, se libre, ríe como nunca has reído. Siente aunque sea sin mi. Disfruta aunque sea sola…No permitas que nadie aprisione tu alma. No dejes que nada te haga perder la sonrisa…Ríe, ríe de dolor, ríe de desolación, ríe por el miedo, por el amor perdido, ríe por la muerte, ríe cuando ya no quede nada a lo que agarrarse…
Destruye tus temores, mejora…y sigue, sobre todo sigue. Nunca mires atrás, nunca te arrepientas, nunca añores. Tu solo sigue por aquellos que se quedaron atrás y que aun sonríen de solo pensar en ti…
Yo me quedare con este momento, con esta mirada. Me quedare con el brillo de tus ojos. Con tu imagen al despertar a mi lado al anochecer. Me quedare con la ilusión de los te quiero…Hasta que ya no me quede nada más.
Habria jurado que sus labios temblaban ligeramente. ¿Seria de nerviosismo? ¿de risa tal vez?
Que tonto fui por creer que podía hacerla mía. Por creer que podía alimentar sus sueños. Por pensar que había esperanzas para mi…
De pronto una mano se posiciono sobre mi hombro, haciéndome girar muy despacio el rostro. Sin sentir ni siquiera que me enfadaba por la interrupción, pues era yo quien realmente sobraba allí.
Tranquilo Achilles…No voy a robaros más tiempo. Indique con una sonrisa cansada.
Venia de un entierro y sin embargo la noche aun no había acabado, aun quedaba tiempo de que me fuera a celebrar yo mismo el mío propio una vez más…
Bromee con el semblante serio mientras me apoyaba en un mueble cercano, Mirando hacia abajo sin poder evitar quedarme un momento ensimismado. Mientras Achilles se separaba de ella, saliendo un instante de la habitación, dejándonos solos a la vez que yo seguía allí. Intentando que no me costaran tantos horrores poder pensar y poder actuar. Pero, ¿cómo hacer cuando sientes que una vez más se te está rompiendo un corazón que ya estaba hecho trizas?
No era dolor por verla en brazos de otros.
No era tristeza por ver que me era infiel una vez más…
No era sufrimiento por verla delante de mí destrozándome el corazón.
No era pena por sentirme así de desplazado una vez más…
No era orgullo, ni traición.
Era desolación.
Era desesperanza.
Era congoja y odio hacia mi mismo por no saber capturar su corazón. Por no poder hacerlo mío. Por no ser suficiente para ella. Por no ser mis brazos los únicos que ella añoraba. Por no poder conseguir que solo me amara a mí. Tonto de mi, ¿Cuándo querría ver la realidad? Era tan simple y tan claro…Y aun así me preguntaba porque… ¿Por qué no podía hacer que me quisiera? Porque no lograba ser aun mejor ante sus ojos? Ni siquiera se si la desesperación cuenta como definición del tormento que albergaba mi alma al pensar en que la perdería una vez más…
Alce el rostro hacia ella después de aquella pausa que necesite tomarme. Con la mirada cansada, y los ojos vacios de esperanza.
Eyra…
Me da igual lo que hagas, lo que quieras hacer con tu vida, con tu cuerpo. Con tu alma…
Lo único que quiero que sepas es que puedes engañarte. Puedes fingir que el sexo es lo único que alimenta tu alma. Pero créeme…
Yo se que hay algo mas en ese corazón.
Se que puedes amar y espero que aunque nunca consiga que me ames, ni nunca consigas amar a ningún otro…Solo espero que puedas amarte a ti misma…Que logres confiar en lo que alberga tu pecho.
Indique acercándome a ella hasta quedar delante suyo. Contemplándole al fin sereno, sin que su mirada me provocara ese enorme remolino de odio. ya no mas.
Si pudieras verte con mis ojos…Si pudieras tan solo imaginar lo que siento ante tu simple mirada…Pese a que ahora sea de desdén… Una tímida sonrisa afloro en mi mientras le contemplaba.
Ojala pudiera hacerte entender lo mucho que te quiero…y no no lo digo por tu cuerpo, ni por tus aires altivos, ni por tus contoneos…Lo digo por la mujer que conocí en Islandia, y por aquella que me sonrió y se desmayo cuando le pedí matrimonio, y por aquella que rio tantas veces conmigo, por la que me hizo sentir querido, amado…como si pudiera tener una vida plena y feliz.
Una enorme opresión se adueño de mi pecho ante aquellas palabras y aquel amor deshecho, que me hacía sentir tan desesperado que deseaba gritar hasta que mis propios gritos desgarradores me condujeran a la locura. Desgarrando mi propia piel para sentir algo agradable mientras mi alma se resquebrajaba y se convertía en polvo hasta desaparecer sin más.
Algún día dejare de ser un demente, me prometí a mi mismo en aquel momento. Mientras acercaba mis manos hacia las suyas, sujetándolas por un momento. Entrelazando mis dedos con los suyos, sintiéndome como si estuviera en mi lecho de muerte y no delante del ángel endemoniado que yo siempre vi. Y es que aunque ella me detestara por mis palabras, por mi “cursilería” o por ser un idiota enamorado, tenía que ser sincero con ella. Tenía que hablar con ella, tenía que mostrarle lo que sentía, aunque eso me matara aun mas por dentro y no provocara mas que risas en ella.
Quiero darte las gracias. Indique ante su semblante un tanto asombrado.
Porque pese a que fuera absurdo, una locura, una desgarradora locura. Pese a que fuera una mentira. Me has hecho amarte, aunque amara a una ilusión. Nunca tendré palabras suficientes para demostrarte, para decirte lo que tu simple mirada significo para mí.
Gracias por curar mis obsesiones y esos sueños de amor desesperado y loco. Ya no tengo edad para seguir creyendo en esas cosas. El amor es para los vivos, para los que pueden sentir, para los que tienen corazón. Yo a veces pienso que ya he desgastado el mio lo suficiente. Pero eso da igual…Lo que importa ahora es el futuro y el presente…Y es que…
Quiero pedirte un favor aunque no tenga derecho a hacerlo…Indique inclinándome hacia ella, posicionando mi frente sobre la suya.
Sobrevive Eyra…
Cuando no queden hombres que te llenen con su esencia, cuando ya no queden siervos que te atiendan, cuando ya no queden amigos que adoren tus extravagancias, cuando ya no quede nadie a quien maltratar…Sobrevive, ama, corre, se libre, ríe como nunca has reído. Siente aunque sea sin mi. Disfruta aunque sea sola…No permitas que nadie aprisione tu alma. No dejes que nada te haga perder la sonrisa…Ríe, ríe de dolor, ríe de desolación, ríe por el miedo, por el amor perdido, ríe por la muerte, ríe cuando ya no quede nada a lo que agarrarse…
Destruye tus temores, mejora…y sigue, sobre todo sigue. Nunca mires atrás, nunca te arrepientas, nunca añores. Tu solo sigue por aquellos que se quedaron atrás y que aun sonríen de solo pensar en ti…
Yo me quedare con este momento, con esta mirada. Me quedare con el brillo de tus ojos. Con tu imagen al despertar a mi lado al anochecer. Me quedare con la ilusión de los te quiero…Hasta que ya no me quede nada más.
Habria jurado que sus labios temblaban ligeramente. ¿Seria de nerviosismo? ¿de risa tal vez?
Que tonto fui por creer que podía hacerla mía. Por creer que podía alimentar sus sueños. Por pensar que había esperanzas para mi…
De pronto una mano se posiciono sobre mi hombro, haciéndome girar muy despacio el rostro. Sin sentir ni siquiera que me enfadaba por la interrupción, pues era yo quien realmente sobraba allí.
Tranquilo Achilles…No voy a robaros más tiempo. Indique con una sonrisa cansada.
Venia de un entierro y sin embargo la noche aun no había acabado, aun quedaba tiempo de que me fuera a celebrar yo mismo el mío propio una vez más…
Jerarld Délvheen- Vampiro/Realeza
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Re: El duelo entre orgasmos [PRIVADO]
El labio me temblaba, traicionando así todos mis esfuerzos en controlar mis instintos. Probablemente Jerarld era incapaz de apreciar el escalofrío continuo que sacudía mi cuerpo de pies a cabeza. Probablemente Jerarld no imaginaría la tensión en mis músculos, tampoco mis puños cerrados ni el cosquilleo en la planta de mis pies. Probablemente Jerarld sería ajeno a la cristalización de mis ojos fruto de unas indeseables lágrimas que anhelaban escapar de la cárcel de mis ojos. Sí, Jerarld no se percataría ni del deshielo de mi alma ni de mi corazón quebrantado por cada una de sus venenosas palabras. Y es que Jerarld nunca se daba cuenta de nada acerca de mí. Me miraba, quería ver más allá, pero nunca alcanzaba a verlo, nunca conseguía descifrarme. Quizás yo se lo puse demasiado difícil, me dije, o quizás él era demasiado simple. La idea me entristeció más aun, pero desvié la mirada y con ella, quise rechazar aquellos sentimientos que albergaba en mi pecho. Mordí mi labio inferior, queriendo así controlar los espasmos que me suscitaban, luchando internamente para sosegarme.
¡Tenía tanto que decirle, tanto para reprocharle, para reprocharme, para pedirle y exigirle! ¡Tenía tanto y tan pocas palabras salieron de mi boca! Y es que... ¿cómo empezar? ¿Cómo hablarle? ¿Cómo pretender que me entendiera, que me comprendiera? ¿Cómo, si no lo había hecho antes? ¿Por qué ahora sería distinto? ¿Por qué intentarlo siquiera? ¿Qué pretender con ello? ¿Qué esperaba conseguir? ¿Era esa la cuestión? ¿Que yo le esperaba?
Alcé de nuevo la vista para encontrarme con la de Jerarld, contemplando su nítido y triste mirar que, sin quererlo, me conmovió hasta sacudir mi polvoriento corazón, como una descarga eléctrica que logró revivir mi músculo motor. ¡Como si algo así fuera posible, ingenua de mí!
No había luz alguna en sus ojos calígines, sólo la niebla, sólo los matices de tenebrosidad que solían salpicar su mirada clara aunque oscura para mí. Mantuve su penetrante mirar, como si en sus ojos pudiera obtener la fuerza que me escaseaba. Le miraba y ninguna palabra tenía la valentía suficiente para romper aquél silencio en mi boca ni para silenciar el escándalo de voces que se alojaban en mi cabeza delirante, chorreante de pensamientos y cosas que quise decir y no dije. Cosas como cuánto le amaba realmente. Cosas como cuánto detestaba amarle. Cosas como lo desdichada que me sentía en aquél instante. Cosas como lo errónea que había sido toda mi vida. Cosas como el arrepentimiento en muchos de mis actos. Cosas como el miedo que me azotaba día y noche. Cosas como cuán frágil era yo realmente. Cosas como cuánto me detestaba a mí misma. Cosas como lo sucia que me sentía. Cosas como cuán perdida y desesperada me hallaba. Muchas, muchas cosas que quise decirle y no le dije. ¿Por qué? Por miedo. Siempre fue esa la respuesta a todas mis preguntas. Incluso a las suyas. Siempre fue el miedo. Mi miedo. El miedo a perder. El miedo a encontrar. El miedo a caer. El miedo a dañar. El miedo a soñar. El miedo a esperar. El miedo a amar.
Achilles había vuelto y ni cuenta me había dado de su presencia, más su interrupción me sacó de mis cavilaciones y por un instante, recobré la fuerza perdida. Quizás, porque Jerarld desvió sus ojos de los míos por un segundo y en ese segundo, Eyra volvió a ser la Eyra que era antaño: la fuerte.
Por ello quizás, cuando Jerarld volvió su rostro hacia mí, mi mano derecha le recibió con un sonoro bofetón que le volvió a girar el rostro en noventa grados exactamente, quedando ladeado durante unos instantes mientras yo recobraba el aliento, visiblemente agitada de repente, aunque mi gesto no me había devuelto ni una pizca de la paz esperada. Sólo entonces rompí el silencio que se alojaba pesado sobre nuestros hombros.
- El amor es el beso más mortífero que los labios más dulces puedan colmarte. Es el veneno de cuyo sabor queda uno adicto. Es la fantasía del que se alimenta de soledad. Es el delirio de la cordura. Es la prisión del que sueña con la libertad. Es la mentira del que habla de la verdad.
Sin querer, había alzado la voz a medida que hablaba, incluso me había inclinado hacia Jerarld y posado mi dedo índice sobre su pecho, como si le estuviera regañando. En realidad, me sentía ofuscada, molesta, decepcionada y avergonzada, aunque esto último, sólo era aplicable a mi persona, no a la suya. Era mi culpa aquella situación. ¿O era suya? ¡Él me había seducido! ¡Él me había enamorado! ¡Él y sólo él había hecho de mí lo que había querido! ¡Él me había ablandado con estúpidas palabras de amor! ¡Él me había robado mi identidad! ¡Mi porvenir! ¡Mi fortaleza! ¡Él me había convertido en un ave enjaulado a la espera del retorno de su amor! ¡Me había brindado sufrimientos y agonías! ¡Logró robarme la felicidad! ¡Logró alimentarme de esperanzas e ilusiones disfrazadas de mentiras! ¡TODO ERA MENTIRA! ¡Cada beso! ¡Cada caricia! ¡Cada palabra de amor! ¡Todo él había sido creado para hundirme!
- ¡Cállate!- vociferé de pronto, presa de la rabia del momento, iracunda ante él.- ¡Deja de confundirme! ¡Deja de llenarte la boca con mentiras! ¡Deja de escupir ese veneno tuyo! ¡Deja de atormentarme con falsas ilusiones! ¡Deja de asustarme con tus apocalípticas predicciones! ¡Guárdate esas malditas palabras tuyas para tus estúpidas novelas! ¡Yo no soy un personaje más de tus libros! ¡No puedes manipularme así! ¡No puedes moldearme a tu antojo! ¡NO PUEDES DESTRUIRME! ¡Así que deja de amarme y... permíteme olvidarte!
La garganta me escocía como si bebiera lava ardiente. De pronto, me sentí cansada, derrotada. Me sentí débil y malherida, aunque ninguna cicatriz adornada en mi piel. Eran heridas del alma, lo acababa de comprender ahora. Me di la vuelta, caminando hacia la ventana, abriéndola de par en par, aspirando la brisa que la noche traía a mis pulmones.
- Sólo eso te pido, Jerarld. Devuélveme mi corazón. No tienes derecho a quedártelo. No es tuyo.
Dicho eso y sin importar mi desnudez, salté por la ventana para aterrizar sobre el jardín trasero de mi residencia, cayendo acuclillada sobre mis pies. Poco a poco me erguí, sintiendo su mirada clavada en mi nuca mientras me movía con lentitud, empezando a caminar hacia la vegetación del bosque, perdiéndome pronto entre su espesura y la oscuridad del entorno natural, sin rumbo ni camino que seguir, dispuesta a encontrarlo para poner fin a la sensación de desorientación que tanto me atormentaba.
¡Tenía tanto que decirle, tanto para reprocharle, para reprocharme, para pedirle y exigirle! ¡Tenía tanto y tan pocas palabras salieron de mi boca! Y es que... ¿cómo empezar? ¿Cómo hablarle? ¿Cómo pretender que me entendiera, que me comprendiera? ¿Cómo, si no lo había hecho antes? ¿Por qué ahora sería distinto? ¿Por qué intentarlo siquiera? ¿Qué pretender con ello? ¿Qué esperaba conseguir? ¿Era esa la cuestión? ¿Que yo le esperaba?
Alcé de nuevo la vista para encontrarme con la de Jerarld, contemplando su nítido y triste mirar que, sin quererlo, me conmovió hasta sacudir mi polvoriento corazón, como una descarga eléctrica que logró revivir mi músculo motor. ¡Como si algo así fuera posible, ingenua de mí!
No había luz alguna en sus ojos calígines, sólo la niebla, sólo los matices de tenebrosidad que solían salpicar su mirada clara aunque oscura para mí. Mantuve su penetrante mirar, como si en sus ojos pudiera obtener la fuerza que me escaseaba. Le miraba y ninguna palabra tenía la valentía suficiente para romper aquél silencio en mi boca ni para silenciar el escándalo de voces que se alojaban en mi cabeza delirante, chorreante de pensamientos y cosas que quise decir y no dije. Cosas como cuánto le amaba realmente. Cosas como cuánto detestaba amarle. Cosas como lo desdichada que me sentía en aquél instante. Cosas como lo errónea que había sido toda mi vida. Cosas como el arrepentimiento en muchos de mis actos. Cosas como el miedo que me azotaba día y noche. Cosas como cuán frágil era yo realmente. Cosas como cuánto me detestaba a mí misma. Cosas como lo sucia que me sentía. Cosas como cuán perdida y desesperada me hallaba. Muchas, muchas cosas que quise decirle y no le dije. ¿Por qué? Por miedo. Siempre fue esa la respuesta a todas mis preguntas. Incluso a las suyas. Siempre fue el miedo. Mi miedo. El miedo a perder. El miedo a encontrar. El miedo a caer. El miedo a dañar. El miedo a soñar. El miedo a esperar. El miedo a amar.
Achilles había vuelto y ni cuenta me había dado de su presencia, más su interrupción me sacó de mis cavilaciones y por un instante, recobré la fuerza perdida. Quizás, porque Jerarld desvió sus ojos de los míos por un segundo y en ese segundo, Eyra volvió a ser la Eyra que era antaño: la fuerte.
Por ello quizás, cuando Jerarld volvió su rostro hacia mí, mi mano derecha le recibió con un sonoro bofetón que le volvió a girar el rostro en noventa grados exactamente, quedando ladeado durante unos instantes mientras yo recobraba el aliento, visiblemente agitada de repente, aunque mi gesto no me había devuelto ni una pizca de la paz esperada. Sólo entonces rompí el silencio que se alojaba pesado sobre nuestros hombros.
- El amor es el beso más mortífero que los labios más dulces puedan colmarte. Es el veneno de cuyo sabor queda uno adicto. Es la fantasía del que se alimenta de soledad. Es el delirio de la cordura. Es la prisión del que sueña con la libertad. Es la mentira del que habla de la verdad.
Sin querer, había alzado la voz a medida que hablaba, incluso me había inclinado hacia Jerarld y posado mi dedo índice sobre su pecho, como si le estuviera regañando. En realidad, me sentía ofuscada, molesta, decepcionada y avergonzada, aunque esto último, sólo era aplicable a mi persona, no a la suya. Era mi culpa aquella situación. ¿O era suya? ¡Él me había seducido! ¡Él me había enamorado! ¡Él y sólo él había hecho de mí lo que había querido! ¡Él me había ablandado con estúpidas palabras de amor! ¡Él me había robado mi identidad! ¡Mi porvenir! ¡Mi fortaleza! ¡Él me había convertido en un ave enjaulado a la espera del retorno de su amor! ¡Me había brindado sufrimientos y agonías! ¡Logró robarme la felicidad! ¡Logró alimentarme de esperanzas e ilusiones disfrazadas de mentiras! ¡TODO ERA MENTIRA! ¡Cada beso! ¡Cada caricia! ¡Cada palabra de amor! ¡Todo él había sido creado para hundirme!
- ¡Cállate!- vociferé de pronto, presa de la rabia del momento, iracunda ante él.- ¡Deja de confundirme! ¡Deja de llenarte la boca con mentiras! ¡Deja de escupir ese veneno tuyo! ¡Deja de atormentarme con falsas ilusiones! ¡Deja de asustarme con tus apocalípticas predicciones! ¡Guárdate esas malditas palabras tuyas para tus estúpidas novelas! ¡Yo no soy un personaje más de tus libros! ¡No puedes manipularme así! ¡No puedes moldearme a tu antojo! ¡NO PUEDES DESTRUIRME! ¡Así que deja de amarme y... permíteme olvidarte!
La garganta me escocía como si bebiera lava ardiente. De pronto, me sentí cansada, derrotada. Me sentí débil y malherida, aunque ninguna cicatriz adornada en mi piel. Eran heridas del alma, lo acababa de comprender ahora. Me di la vuelta, caminando hacia la ventana, abriéndola de par en par, aspirando la brisa que la noche traía a mis pulmones.
- Sólo eso te pido, Jerarld. Devuélveme mi corazón. No tienes derecho a quedártelo. No es tuyo.
Dicho eso y sin importar mi desnudez, salté por la ventana para aterrizar sobre el jardín trasero de mi residencia, cayendo acuclillada sobre mis pies. Poco a poco me erguí, sintiendo su mirada clavada en mi nuca mientras me movía con lentitud, empezando a caminar hacia la vegetación del bosque, perdiéndome pronto entre su espesura y la oscuridad del entorno natural, sin rumbo ni camino que seguir, dispuesta a encontrarlo para poner fin a la sensación de desorientación que tanto me atormentaba.
Eyra Erikdóttir- Vampiro Clase Alta
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Re: El duelo entre orgasmos [PRIVADO]
Jovenes…
Tan temperamentales como sentimentales.
Cuando llegaran a mi edad descubrirían la verdad sobre la vida, la muerte y el amor. Pero ahora, ahora solo podían esperar y quedarse así. Llenos de cicatrices, llenos de rabia, llenos de dolor. Sin que imaginaran siquiera que podían elegir vivir sin eso.
Afortunadamente, Eyra estaba cerca de ese momento de transición. El momento en que podía elegir desprenderse de los sentimientos mortales para ir más allá y situarse como especie dominante. Esperaba por su bien que pudiera hacerlo pronto…Mas el hombre que vi delante mío; la llave… Algo me decía que el jamás pasaría de etapa, su mortalidad seguía demasiado arraigada.
"Te devolveré tu corazón cuando tu me devuelvas el mío…" Dijo delante de la ventana mientras miraba la figura de su amada desvanecerse en el olvido de la noche.
Resople ante la escena. Había sido desafortunada, tanto como innecesaria. Pero la vida era así, una constante insensatez.
La llave salió de la habitación con paso sereno y la mirada hundida en algo que hacía bastante que no apreciaba en alguien... desesperanza.
Mientras yo caminaba hacia la ventana, contemplando la hermosa luna llena que alumbraba el firmamento.
El fin de la noche llegaba ya, y con ella algo más que el fin de una charla, algo me decía que también era...El fin de los inocentes.
Tan temperamentales como sentimentales.
Cuando llegaran a mi edad descubrirían la verdad sobre la vida, la muerte y el amor. Pero ahora, ahora solo podían esperar y quedarse así. Llenos de cicatrices, llenos de rabia, llenos de dolor. Sin que imaginaran siquiera que podían elegir vivir sin eso.
Afortunadamente, Eyra estaba cerca de ese momento de transición. El momento en que podía elegir desprenderse de los sentimientos mortales para ir más allá y situarse como especie dominante. Esperaba por su bien que pudiera hacerlo pronto…Mas el hombre que vi delante mío; la llave… Algo me decía que el jamás pasaría de etapa, su mortalidad seguía demasiado arraigada.
"Te devolveré tu corazón cuando tu me devuelvas el mío…" Dijo delante de la ventana mientras miraba la figura de su amada desvanecerse en el olvido de la noche.
Resople ante la escena. Había sido desafortunada, tanto como innecesaria. Pero la vida era así, una constante insensatez.
La llave salió de la habitación con paso sereno y la mirada hundida en algo que hacía bastante que no apreciaba en alguien... desesperanza.
Mientras yo caminaba hacia la ventana, contemplando la hermosa luna llena que alumbraba el firmamento.
El fin de la noche llegaba ya, y con ella algo más que el fin de una charla, algo me decía que también era...El fin de los inocentes.
Achilles**- Vampiro Clase Alta
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