Pastoreando lobos (Tiago Delbeck)

por **Amethyst C. Tsartsaris** Mar Mar 04, 2014 6:42 am

Primera noche en Paris, ciudad de las luces, de los hombres revolucionarios que empezaban a sacudir el mundo. Cuanto los amaba sin conocerlos! Solo la idea de sus hazañas, de sus tratados, de su constante lucha y modernización, su aplicación a la ciencia dejando tras de si los viejos y mitos de hombres asustados y primitivos hacia que se retorciera ¿No eran encantadores? Apenas había descendido de su carruaje y dado las instrucciones necesarias para los siguientes dias que su figura, en nuevos y más cómodos ropajes, desaparecía por la calle principal retratada por las luches del atardecer

No tenía idea donde iba, tampoco le importaba pues no tenía destino. Simplemente se dejaba guiar por sus pies, por los sonidos y olores que la rodeaban de forma constante haciéndola olvidar de la nimiedad que era el tiempo para alguien como ella. Por supuesto eso no significaba que ignorase las fases de la luna, hoy se cumpliría un ciclo y la reina de la noche los deleitaría con su omnipotente presencia. Sabia que había licántropos, estaban en todos lados de la misma forma que había perros en todos lados. Adaptados a su ambiente colonizaron el mundo quizás que a la par del hombre, junto a los vampiros y cambiaformas ¿Encontraría el salvajismo de los licanos de las montañas en estos hombres? Esperaba encontrarlos indómitos en su verdadera forma, vestidos de traje y con la ferocidad en su rostro. Esperaba, esperaba, esperaba

Y mientras dejaba que el tiempo hiciera de las suyas y que la anfitriona de los cielos apareciera, ella lentamente se iba adentrando por las calles, buscando un lugar donde poder dejar las ropas para dejar de ser Amethyst Cassandra Tsarteris y convertirse en uno de los miles de sin nombre de la calle, que no era observado, que era parte del paisaje. Una iglesia fue el escondite idóneo para dejar atrás su identidad y recorrer las calles con su simpático aspecto alargado y rechoncho causando sonrisas a los niños y mujeres que veía.

Fueron sus largas orejas las primeras en avisarle que algo diferente se movía por entre las calles de parís apresurado, la respiración agitada mientras lo sacaba de la ciudad le hiso seguirle a toda prisa con esas cortas patitas que tanto le incomodaban pero que eran al menos útiles para seguir el paso de un hombre adulto. Eso era, pero también era algo más y Amethyst no podía permitir que se le escapara en esta noche, tan especial.

por **Tiago Delbeck** Jue Mar 06, 2014 11:25 am

El día de Taigo fue un poco aburrido, no hubo tanto trabajando para ganar unas cuantas monedas, no podía llegar a su casa con las manos vacías, tenía que hacer algo, cada vez comían menos, el joven de clase baja no le interesaba si él probaba comida o no, pero se preocupaba por sus viejos, quería que comieran como se debe, no deseaba que sus padres fallecerán por alimentos, él hará todo lo que es posible para salvarlos de esa pobreza que cada vez es más difícil sobrevivir así.

El hombre estaba mirando como las personas caminaba, algunas eran de clase alta, otras medias, pero raramente miraba a una clase baja caminar entre ellas siempre estaban ocultas, escondidas como si fuera la misma peste, frunció el ceño al pensar eso, él, su familia o cualquier persona sin dinero no era peste, no tenía ninguna enfermedad que se contagiaran –Según el en sus pensamientos- él algún día será una persona importante como algunos de aquí que lo miraban como si no fuera nada por ser pobre, por no tener buna vestimenta, un buen hablar.

-Malditos…-Gruño como un perro pero de repente recapacito, él no tenía derecho a eso, cerró los ojos recargando su cabeza en la pared y suspirando.

-Ellos no tiene la culpa, bueno algunos-Pensó, entreabriendo sus párpados para mirar el cielo, oscuro, la noche acaba de iniciar, puso sus manos en la pared y empujo un poco para despegarse de esta y comenzar a caminar necesitaba un trabaja, ganar dinero y llevar comida a su humilde casa.

por **Amethyst C. Tsartsaris** Jue Mar 13, 2014 1:46 am

Sus orejas se agitaron suavemente al oir sus palabras- ¿Quiénes son malditos?–pregunto, su voz retumbando en la mente del joven que seguía estando uno pocos metros delante de ella. Era confiada para ir tras un licántropo, si, pero no era tan estúpida para ponerse al alcance de sus garras. Incluso sin haberse convertido, la luna oculta podía alimentar a su bestia interna. Una bestia desesperada por sangre y violencia que no necesitaba que la pequeña Corgi lo incentivara a desquitar su furia.

- A este paso no saldremos de la ciudad a tiempo – le advirtió con vos tranquila aunque notoriamente divertida o al menos asombrada de que el joven no buscase alejarse de los humanos quienes se escandalizarían de presenciar la transformación.–Aunque claro eso ya lo sabes ¿Por qué no haces alarde de tus habilidades y conocimientos y nos sacas de aquí?- Normalmente, y en su experiencia con aquella raza, se alejaban a los bosques y praderas en un intento de causar el menor daño posible, incluso estaban los que se encadenaban en locaciones privadas y ocultas para evitar que el lobo destruyera cuanto veían o que alertara a los cazadores que mucho pagarían por su pellejo. También cabía la posibilidad de que no quisieran despertar desnudos en una callejuela plagada por ratas, desechos y las mas variopintas enfermedades. No era muy placentero, a su opinión, pero cada quien con su gusto y si a él le parecía …

-Debemos correr, Lobo – sintió su hocico y patas alargarse, la caja torácica ampliarse para albergar a un corazón grande y potente que le permitiría un paso constante y más veloz por horas. Aquel cuerpo le permitía moverse con gracia y sin esfuerzo de un lado a otro en la distancia, acercándose y alejándose pero sin esconder sus intenciones como lo haría un lobo al asechar a una oveja. No. Su figura delgada y elegante demostraba fuerza y confianza, sus ojos negros le sonreían aunque no estaba segura que pudiera apreciarlo con la distancia. Dejaban en claro sus intenciones. O comenzaban con una buena pata y el decidía moverse hacia las afueras de Paris, o ella podría empujarlo a cualquier arrabal

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