AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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El tiempo apremia[Camila]
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El tiempo apremia[Camila]
“El tiempo pasa y algunas veces las cosas no cambian, las emociones buenas perduran, se establecen y echan raíces.”
Ya era más de un mes viéndome con ella, era increíble lo divertido que uno puede estar cuando a tu lado tienes a alguien que te agrada y por sobre todo, te deja ser como eres en realidad. Nos molestábamos el uno al otro y sin duda insistí en que fuese mi novia más de una vez. Que salga conmigo legalmente, aunque no le podía dar una gran mansión ni muchos vestidos. Pero ella tampoco podía darme todos los huesos que quisiera, ¿o sí? Yo le había prometido bajo el mandato de mi cola perruna, que la haría muy feliz. Claro que lograba sacarle una que otra risa, pero eso no aseguraba nada, nunca habíamos firmado un contrato, pero si insistía lo suficiente lograba arrebatarle unos besos y abrazos, hasta había logrado apretarla lo suficiente para dejarla sin aire y pegada a mí. Ella era una chica difícil, no sabía si por su pasado, presente o simplemente su forma de ser. Pero yo nunca me rendía. La hacía enojar y la acosaba de “alegría” al mismo tiempo. Habíamos paseado en varias oportunidades, la mejor de todas fue ir a patinar en el hielo. Nunca había entrado tanto en pánico como aquella vez. Había arrancado por una parte que no aguantaba mi peso y el hielo había empezado a resquebrajarse a lo que corrí como nunca. Dando saltos que partían aún más el suelo, hasta quedar en tierra firme. ¡La gata había sufrido mi irremediable ira! Y entre risas nos habíamos sacado los pulmones.
Ahora, luego de tiempo de haber hecho aquello, ya en primavera, nos decidíamos a juntarnos en la noche. Se suponía que ella cocinara algo salado para mí, que no le agradaba porque me había dicho que le gustaba más cocinar lo dulce, pero como típico hombre que era, lo salado siempre me había apasionado más, aunque obvio que no negaría un plato bien dulce al final de la cena, como su cuerpo, sus labios y su rostro, en una bandeja de plata, eso sí que sería un buen postre. Me había puesto uno de los mejores trajes que tenía, eso no era sinónimo de perfecto y arreglado, pero si tenía un aroma limpio y aseado, con la peculiar fragancia que me caracterizaba, intentando ser un poco de lo que ella quizá buscaba en un hombre. No es que supiera qué buscaba, en realidad no tenía idea, pero no parecía querer alguien tan sucio y con pulgas como yo. — Llegué, ¿estás por ahí gatita? ¡Te encantará lo que tengo para ti! — Exclamé desde afuera de su pequeña y cómoda casa, sobre una ventana la buscaba dentro, no había estado en ella nunca, pero sí la había visto desde afuera más de una vez. Esa noche sería especial, había mucho de qué hablar y por ello había traído conmigo un hermoso y gran ramo de flores, no me gustaban demasiado, porque cuando morían se secaban y pudrían, pero sabía que en general a las mujeres les enamoraba un hombre que llevara flores a su casa y claro que también tenían bombones típicos franceses, los Calisson d’aix eran los más prometedores y por ello traía una cajita mediana, estaban realmente caros como para traer de los grandes.
— Entraré por la ventana si no me abres en tres… dos… — Hablaba en voz alta en tanto golpeaba un poco la puerta, ¿estaría ella aún arreglándose? Ellas siempre tardaban más de la cuenta, pero por eso siempre estaban arregladas y se veían bien. Miré un poco mi traje y me quedé expectante, nervioso y emocionado a la vez. Era muy impaciente y no quería esperar, aparte esa noche tenía algo bastante serio sobre lo que hablar. Me iba a unir a una suerte de organización que estaba contra la inquisición, porque había noticias aterradoras. Ellos empezarían a matar a familias enteras, sin importar si fuesen solo sospechosos o realmente sobrenaturales. Nos eliminarían a sangre fría y con ello corríamos peligro los dos. Teníamos pocas alternativas, o nos íbamos de Francia, escapando día a día de ser cazados y exterminados o luchar y hacerse fuerte en el camino y yo no iba a permitir que me arrebatasen nuevamente a mi mujer. Tendría hijos y los quería hacer felices. Le haría todo lo que más deseara y lucharía por ello. Apretando el ramo de flores, esperé, ansioso por ver a aquella rubia que había vuelto a traer la luz a mí.
“El tiempo no volverá a quitarme aquello que siempre he buscado. La felicidad siempre nos espera al final del camino.”
Keath Roggers- Cambiante Clase Media
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Re: El tiempo apremia[Camila]
…I just want you to see
You're the only one for me…
Alexandra Stan - Lemonade
Keath Roggers. Ese perro que en nuestro primer encuentro había sido nada más que mi pesadilla perruna personal al seguirme como si fuera algo comestible, ese que me había babeado, besado pero con quien además baile e hice algunas promesas.
Ese perro se había hecho un hueco cerca de mi corazón lentamente y por medio sobre todo de esa manera tan insistente y única que tenía de ser. Me hacía feliz un instante y al segundo siguiente me hacía rabiar con alguno de sus comentarios solo para terminar riendo por alguna de sus ocurrencias o actos.
Existía algo en él que me atraía como nadie más y aunque le dejaba de vez en cuando besarme o incluso yo misma lo buscaba, no había respondido a su petición o más bien peticiones de que saliéramos de manera formal. No era precisamente que no deseara ver a ese perro que me hacía tan feliz sino que temía que tarde o temprano terminara por perderle también a él y ya había perdido demasiado. En parte eso y otro poco la culpabilidad de saber que mi ex prometido había muerto quizás por mis insistencias de formar parte de la alianza, aunque nada ni nadie me garantizaba que igual sobreviviría. Lo que ahora me impedía decirle a Keath que si deseaba tener algo más serio es que tras dejar la alianza y todos lo problemas detrás, había vuelto a las andadas y estaba investigando ahora para otra organización, habíamos descubierto planes muy malos para los sobrenaturales y en definitiva no quería arrastrar a alguien más como la ultima vez.
Intentando ignorar aquello y sin dar aún respuesta a las preguntas de Keath es que llevábamos viéndonos un buen tiempo. Después de nuestro encuentro y la salida al circo gitano; tal como lo prometio llegó a mi trabajo, fui quien debió atenderle porque claro que no permitiría que estuviera coqueteando o viendo a mis compañeras y después de eso se fueron dando nuestras salidas no oficiales. Como le prometí lo lleve a la laguna congelada donde no pude evitar reír mucho de él y de la manera en la que huyo asustado cuando creyó que el hielo se rompería bajo su peso, por unos segundos pensé que tendría un perro congelado pero nada de eso había sucedido.
En esta ocasión me tocaba nuevamente cumplir una promesa. Estuve practicando durante todo aquel tiempo el cocinar cosas saladas que para mi gusto quedaban terriblemente mal aunque con el pasar de los días aquello se torno decente y no fue hasta que creí que era completamente comestible que le dije a Keath el día y la hora de nuestro encuentro. Yo no había planeado llevarle a casa hasta esa ocasión pero por diversas circunstancias me acompaño en más de una ocasión hasta mi hogar, aunque nunca fue más allá de la entrada.
Suspire observando la mesa y la comida, no muy convencida pero no creía poder hacer más ya que la voz de Keath llegó hasta mis oídos y no pude evitar reír.
– Lo siento, aquí no recibimos perros pulgosos – bromeé, hablando lo suficientemente fuerte como para que me escuchara en lo que me dirigía con rumbo a la puerta. Llevaba un vestido que me gustaba, uno de los pocos que me agradaban realmente y que no había dejado tirado por alguna calle; era de color azul oscuro y me parecía el más adecuado para una cena como aquella. Mis cabellos iban en un recogido bastante sencillo, solo para que no me estorbara nada.
Llegue a la puerta cuando amenazaba con entrar por la ventana de la casa. Pensé en mi misma, ya que de vez en cuando entraba como gato de esa manera pero a él no podía imaginarlo de esa manera así que reí.
– Keath no destruyas mi casa – termine por decir mientras abría la puerta y le recibía con una enorme sonrisa – Si la destruyes tendré que ir a vivir contigo y se me pegaran la pulgas de seguro – le mire fijamente. El perro era guapo, siempre me lo pareció pero en momentos como aquel era cuando realmente pensaba en darle un sí a sus peticiones, pero al final, era más importante su vida – ¿Te quedaras ahí parado? o ¿Vas a entrar? – me moví a un lado, dandole por primera vez la entrada a mi hogar y un poco más a mi corazón y mi vida.
You're the only one for me…
Alexandra Stan - Lemonade
Keath Roggers. Ese perro que en nuestro primer encuentro había sido nada más que mi pesadilla perruna personal al seguirme como si fuera algo comestible, ese que me había babeado, besado pero con quien además baile e hice algunas promesas.
Ese perro se había hecho un hueco cerca de mi corazón lentamente y por medio sobre todo de esa manera tan insistente y única que tenía de ser. Me hacía feliz un instante y al segundo siguiente me hacía rabiar con alguno de sus comentarios solo para terminar riendo por alguna de sus ocurrencias o actos.
Existía algo en él que me atraía como nadie más y aunque le dejaba de vez en cuando besarme o incluso yo misma lo buscaba, no había respondido a su petición o más bien peticiones de que saliéramos de manera formal. No era precisamente que no deseara ver a ese perro que me hacía tan feliz sino que temía que tarde o temprano terminara por perderle también a él y ya había perdido demasiado. En parte eso y otro poco la culpabilidad de saber que mi ex prometido había muerto quizás por mis insistencias de formar parte de la alianza, aunque nada ni nadie me garantizaba que igual sobreviviría. Lo que ahora me impedía decirle a Keath que si deseaba tener algo más serio es que tras dejar la alianza y todos lo problemas detrás, había vuelto a las andadas y estaba investigando ahora para otra organización, habíamos descubierto planes muy malos para los sobrenaturales y en definitiva no quería arrastrar a alguien más como la ultima vez.
Intentando ignorar aquello y sin dar aún respuesta a las preguntas de Keath es que llevábamos viéndonos un buen tiempo. Después de nuestro encuentro y la salida al circo gitano; tal como lo prometio llegó a mi trabajo, fui quien debió atenderle porque claro que no permitiría que estuviera coqueteando o viendo a mis compañeras y después de eso se fueron dando nuestras salidas no oficiales. Como le prometí lo lleve a la laguna congelada donde no pude evitar reír mucho de él y de la manera en la que huyo asustado cuando creyó que el hielo se rompería bajo su peso, por unos segundos pensé que tendría un perro congelado pero nada de eso había sucedido.
En esta ocasión me tocaba nuevamente cumplir una promesa. Estuve practicando durante todo aquel tiempo el cocinar cosas saladas que para mi gusto quedaban terriblemente mal aunque con el pasar de los días aquello se torno decente y no fue hasta que creí que era completamente comestible que le dije a Keath el día y la hora de nuestro encuentro. Yo no había planeado llevarle a casa hasta esa ocasión pero por diversas circunstancias me acompaño en más de una ocasión hasta mi hogar, aunque nunca fue más allá de la entrada.
Suspire observando la mesa y la comida, no muy convencida pero no creía poder hacer más ya que la voz de Keath llegó hasta mis oídos y no pude evitar reír.
– Lo siento, aquí no recibimos perros pulgosos – bromeé, hablando lo suficientemente fuerte como para que me escuchara en lo que me dirigía con rumbo a la puerta. Llevaba un vestido que me gustaba, uno de los pocos que me agradaban realmente y que no había dejado tirado por alguna calle; era de color azul oscuro y me parecía el más adecuado para una cena como aquella. Mis cabellos iban en un recogido bastante sencillo, solo para que no me estorbara nada.
Llegue a la puerta cuando amenazaba con entrar por la ventana de la casa. Pensé en mi misma, ya que de vez en cuando entraba como gato de esa manera pero a él no podía imaginarlo de esa manera así que reí.
– Keath no destruyas mi casa – termine por decir mientras abría la puerta y le recibía con una enorme sonrisa – Si la destruyes tendré que ir a vivir contigo y se me pegaran la pulgas de seguro – le mire fijamente. El perro era guapo, siempre me lo pareció pero en momentos como aquel era cuando realmente pensaba en darle un sí a sus peticiones, pero al final, era más importante su vida – ¿Te quedaras ahí parado? o ¿Vas a entrar? – me moví a un lado, dandole por primera vez la entrada a mi hogar y un poco más a mi corazón y mi vida.
Thalie De Rose- Cambiante Clase Media
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Re: El tiempo apremia[Camila]
“Como el arcoíris, encontraré mi bote de oro en el final, y como un duende lo apropiaré para toda la vida.”
Di un respingo cuando la vocecita suave y melodiosa de la gata se presentó ante mi oreja. Ella siempre lograba sacar mi lado más travieso y divertido. Dejé que la risa salga de mí lo suficiente para que ella la escuche y empecé a rascarme la cabeza, como si con ello diera a entender lo mucho que me picaban esas “pulgas”. Que aunque en algunos casos habían sido de verdad, los últimos meses eran completamente imaginarias, había aprendido a convivir con el agua para poder estar presentable para las demás personas. Ya que antes no solía dejar que nadie me viera en mi forma humana y cuando lo hacía era para jugar con los niños o para ir a ganar algo de dinero. Cosa que últimamente sucedía más de lo habitual, era necesario empezar a trabajar seriamente, me había conseguido un puesto como seguridad de aquel bar donde antes estafaba a las personas que les robaban a los pobres y de clase media. Con ello subsistía para vivir y luego lo que sobraba se lo daba a las personas que vivían cerca. Pero ahora tenía que pensar en cosas más a futuro, dejar de vivir el día a día, como si se tratara del último, aunque los seguía disfrutando como tal. En cualquier caso, ahora tenía las cosas más “limpias” en ambos sentidos de la palabra. — ¡Me pican mucho! — Respondí buscando ver por el rabillo de la puerta o los vidrios de la misma, pero aún no la divisaba.
El corazón me empezó a bombear con ganas cuando la puerta empezaba a abrirse y allí estaba ella, con ese color de cabello como el sol y unos ojos profundos y oscuros como era la vida real. Mis orbes se volvieron muy chiquitos por la sonrisa que estaba pegada en mi rostro y seguí el camino de su cuerpo, la verdad es que no había distinguido los detalles, pero tenía una cintura delgada, unas caderas perfectas y por alguna razón el rostro se le distinguía más de lo habitual lo que sin duda me era agradable completamente. — ¿Te hiciste algo en la cara? ¡Ah! Tienes el cabello atado, te queda precioso. Tienes una bonita cara, ¿ya te lo había dicho? — Distinguí seguidamente y apoyé mi mano sobre su mejilla, acariciándola con cuidado, pasando la yema del dedo pulgar por debajo de sus ojos. Me acerqué con cuidado y besé el costado de sus labios, sin alcanzar demasiado para no molestarla, aunque últimamente se dejaba más de lo habitual. — No pasa nada, yo te voy a querer aunque tengas pulgas. Podemos hacer como los monos y sacárnoslas juntos. — Dije en mi sentido del humor habitual y olisqueé el aire, había olor a comida y mi estómago empezaba a abrirse como si se tratara de un agujero negro. Pero no debía olvidarme, ¡los regalos! — Te traje esto, toma, toma. Ahora pasaré, pero antes tienes que agarrar esto. — Lo puse entre sus manos, el ramo de flores y los chocolates tan caros que se habían llevado una buena parte de mi dinero, pero así era mejor, de alguna forma, se sentían bien gastados.
—Algo huele rico, ¿qué cocinó señorita? —Burlonamente di un paso al frente, se sentía bien poder ver más allá de aquel lugar por el cual solía pasar continuamente, solo para asegurarme de que “seguía allí” como si la casa pudiese irse a algún lado. Pero no me importaba, me dejaba tranquilo pasar, una y otra vez y más con las cosas que estaban pasando últimamente. Bien había pensado secuestrarla para irnos muy lejos de Paris, pero ella parecía ser de ese lugar, como una raíz de aquel árbol inmenso que yo no terminaba de entender. En seguida encontré la cocina, solo había tenido que girar y caminar algunos pasos, la casa me resultaba acogedora, aunque no había logrado notar que ella se había esmerado en preparar las cosas. Poco me importaba, lo importante era que estuviese ella con todas sus ganas de hablarme y un plato delicioso o al menos comestible para poder distraer mi cuerpo y no abalanzarme sobre aquel cuerpito que siempre llamaba mi atención. — ¿Qué es esto? Huele bien. Ah, conseguí trabajo como seguridad de un bar. Oye ¿alguna vez tuviste problemas con tu raza? — Murmuré bajito y subí los ojos, mientras me sentaba en una silla, mirándola a los ojos con curiosidad. Esperando que ella no se moleste por mis preguntas, estaba inquieto y no iba a poder saborear la comida si no se sacaba esas dudas, ya sean con respuesta positiva o negativa.
“No importan las reglas, yo lucharé para cambiarlas y que estés unida a mí por siempre.”
Keath Roggers- Cambiante Clase Media
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Re: El tiempo apremia[Camila]
En la guerra, como en el amor, para llegar al objetivo es preciso aproximarse.
Napoleón Bonaparte
– Si tanto te pican en lugar de cena deberemos darte un buen baño, que de verdad no quiero terminar llena de pulgas – solo una vez en mi vida había tenido de esos molestos animalejos y fue por el tiempo en que cambiamos París por los campos aunque para mi buena suerte no dure mucho con aquellos animalejos recorriendo mi cuerpo – si termino como tu entonces deberemos bañarnos juntos – dije aquello en broma porque sabía que Keath siempre solía decir que si a esa clase de cosas sin pensarlo mucho, guiado por su naturaleza llena de energía del canino que llevaba dentro de si.
– ¿En la cara? – de manera instantánea lleve las manos hasta mis mejillas, tratando de saber que era eso que al parecer Keath notaba. Rápidamente él mismo respondió a la pregunta haciendo que me sonrojara. No solía llevar mucho el cabello recogido porque sentía que eso era más para ocasiones especiales como la que se estaba llevando a cabo ahora y además íbamos a comer lo que volvía un tanto molesto que mis cabellos cayeran por mi rostro, impidiendo que pudiera comer de una manera decente. Sin mencionar que con el cabello recogido podía verle mucho mejor – Gracias y si… ya me lo habías dicho pero no me molesta que lo hagas cuanto quieras además – le mire un tanto sonrojada por sus palabras – tu, también luces muy bien hoy; demasiado guapo… ¿Cuántas damas te dijeron algo de camino acá? Seguramente más de una te hizo alguna propuesta – hice una pequeña mueca porque aunque antes dudaba de que en mi existiera eso que la gente llamaba celos, mi naturaleza felina salía a relucir siempre que se trataba de Keath y en más de una ocasión me había descubierto a mi misma celosa por cosas que regularmente no tienen importancia alguna. La ligera incomodidad que me nacía al pensar en alguna otra mujer viendo al perro y lo guapo que lucia se desvaneció en el instante en que deposito un beso muy cerca de mis labios, apenas rozando un poco de ellos y ante ese gesto sonreí.
– No digas esas cosas que no tendremos pulgas, son molestas Keath, aún si las tuviésemos juntos serían molestas y… – iba a decirle algo más sobre las pulgas cuando fueron a dar a mis manos aquellos regalos que había llevado especialmente para mi – Gracias… – sujete los chocolates y las flores en tanto el perro entraba en mi casa.
De alguna forma que era complicada de explicar se sentía realmente bien saber que él estaba ahí, conociendo lo que era mi hogar y más que eso, que estaba dispuesto a conocer más de mi pero igual seguía pensando que por más que quisiera estar con aquel perro lo mejor era hacer que se alejara de mi lado si es que en un futuro quería volver a verlo, Keath merecía ser feliz y desde mi punto de vista, conmigo a su lado solo tendría problemas y preocupaciones.
Como pude cerré la puerta de la casa y avance hasta una mesilla donde había un jarrón; puse los chocolates en la mesilla y las flores en el jarrón solo para después girarme y ver la manera en que el perro examinaba mi hogar con la mirada y olfateaba el aire.
Seguí los pasos de Keath hasta la cocina y aunque no había respondido aún a su pregunta de que era lo que había cocinado, esperaba que lo que le dijera fuera algo que le gustara.
– La verdad es que espero que sea algo que te guste porque ya te había dicho que me quedan mucho mejor los postres que las comidas pero bueno... – me encogí de hombros cuando estuvimos en la cocina. En aquel lugar había preparado la mesa con dos sillas, un mantel que había encontrado y sabía que era uno que tenía mi madre así como un pequeño jarrón que tenía algunas flores pequeñas, nada que ocupara mucho espacio y respecto a la comida – Y pues comeremos pollo con estofado de verduras y pan – sonreí – de todo lo que he preparado se que el pan esta rico así que – reí – quizás sea lo único verdaderamente comestible – dije a modo de broma, esperando que eso no se volviera en realidad.
Me quede mirándole mientras tomaba asiento pero me gire, dandole la espalda unos segundos para acercar la comida a la mesa.
– Así que seguridad de un bar, bueno es mejor que el hecho de que estés estafando a las personas como tu sabes hacerlo aunque igual espero que no sea un trabajo peligroso que de serlo… – me mantuve en silencio, no existía nada más peligroso que lo que yo haría siempre. Andar de espía y esas cosas, definitivo no era lo mejor. Me quede con la continuación de aquellas palabras solo para mi y regrese hasta donde se encontraba él, coloque la comida en la mese y me senté con calma para mirarle – Bueno, si como problemas cuentan ser perseguida por perros – reí bajito – entonces creo que si he tenido problemas, o al menos eso es lo que creo, pero, ¿Por qué me preguntas eso? – le mire más sería – ¿Tienes problemas con alguien? – enarque la ceja – de ser así, dime, por favor – algo me daba la sensación de ser extraño, aunque quizás era simplemente que no estaba acostumbrada a la compañía en casa.
Napoleón Bonaparte
– Si tanto te pican en lugar de cena deberemos darte un buen baño, que de verdad no quiero terminar llena de pulgas – solo una vez en mi vida había tenido de esos molestos animalejos y fue por el tiempo en que cambiamos París por los campos aunque para mi buena suerte no dure mucho con aquellos animalejos recorriendo mi cuerpo – si termino como tu entonces deberemos bañarnos juntos – dije aquello en broma porque sabía que Keath siempre solía decir que si a esa clase de cosas sin pensarlo mucho, guiado por su naturaleza llena de energía del canino que llevaba dentro de si.
– ¿En la cara? – de manera instantánea lleve las manos hasta mis mejillas, tratando de saber que era eso que al parecer Keath notaba. Rápidamente él mismo respondió a la pregunta haciendo que me sonrojara. No solía llevar mucho el cabello recogido porque sentía que eso era más para ocasiones especiales como la que se estaba llevando a cabo ahora y además íbamos a comer lo que volvía un tanto molesto que mis cabellos cayeran por mi rostro, impidiendo que pudiera comer de una manera decente. Sin mencionar que con el cabello recogido podía verle mucho mejor – Gracias y si… ya me lo habías dicho pero no me molesta que lo hagas cuanto quieras además – le mire un tanto sonrojada por sus palabras – tu, también luces muy bien hoy; demasiado guapo… ¿Cuántas damas te dijeron algo de camino acá? Seguramente más de una te hizo alguna propuesta – hice una pequeña mueca porque aunque antes dudaba de que en mi existiera eso que la gente llamaba celos, mi naturaleza felina salía a relucir siempre que se trataba de Keath y en más de una ocasión me había descubierto a mi misma celosa por cosas que regularmente no tienen importancia alguna. La ligera incomodidad que me nacía al pensar en alguna otra mujer viendo al perro y lo guapo que lucia se desvaneció en el instante en que deposito un beso muy cerca de mis labios, apenas rozando un poco de ellos y ante ese gesto sonreí.
– No digas esas cosas que no tendremos pulgas, son molestas Keath, aún si las tuviésemos juntos serían molestas y… – iba a decirle algo más sobre las pulgas cuando fueron a dar a mis manos aquellos regalos que había llevado especialmente para mi – Gracias… – sujete los chocolates y las flores en tanto el perro entraba en mi casa.
De alguna forma que era complicada de explicar se sentía realmente bien saber que él estaba ahí, conociendo lo que era mi hogar y más que eso, que estaba dispuesto a conocer más de mi pero igual seguía pensando que por más que quisiera estar con aquel perro lo mejor era hacer que se alejara de mi lado si es que en un futuro quería volver a verlo, Keath merecía ser feliz y desde mi punto de vista, conmigo a su lado solo tendría problemas y preocupaciones.
Como pude cerré la puerta de la casa y avance hasta una mesilla donde había un jarrón; puse los chocolates en la mesilla y las flores en el jarrón solo para después girarme y ver la manera en que el perro examinaba mi hogar con la mirada y olfateaba el aire.
Seguí los pasos de Keath hasta la cocina y aunque no había respondido aún a su pregunta de que era lo que había cocinado, esperaba que lo que le dijera fuera algo que le gustara.
– La verdad es que espero que sea algo que te guste porque ya te había dicho que me quedan mucho mejor los postres que las comidas pero bueno... – me encogí de hombros cuando estuvimos en la cocina. En aquel lugar había preparado la mesa con dos sillas, un mantel que había encontrado y sabía que era uno que tenía mi madre así como un pequeño jarrón que tenía algunas flores pequeñas, nada que ocupara mucho espacio y respecto a la comida – Y pues comeremos pollo con estofado de verduras y pan – sonreí – de todo lo que he preparado se que el pan esta rico así que – reí – quizás sea lo único verdaderamente comestible – dije a modo de broma, esperando que eso no se volviera en realidad.
Me quede mirándole mientras tomaba asiento pero me gire, dandole la espalda unos segundos para acercar la comida a la mesa.
– Así que seguridad de un bar, bueno es mejor que el hecho de que estés estafando a las personas como tu sabes hacerlo aunque igual espero que no sea un trabajo peligroso que de serlo… – me mantuve en silencio, no existía nada más peligroso que lo que yo haría siempre. Andar de espía y esas cosas, definitivo no era lo mejor. Me quede con la continuación de aquellas palabras solo para mi y regrese hasta donde se encontraba él, coloque la comida en la mese y me senté con calma para mirarle – Bueno, si como problemas cuentan ser perseguida por perros – reí bajito – entonces creo que si he tenido problemas, o al menos eso es lo que creo, pero, ¿Por qué me preguntas eso? – le mire más sería – ¿Tienes problemas con alguien? – enarque la ceja – de ser así, dime, por favor – algo me daba la sensación de ser extraño, aunque quizás era simplemente que no estaba acostumbrada a la compañía en casa.
Thalie De Rose- Cambiante Clase Media
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Re: El tiempo apremia[Camila]
“Acércate hasta sentir que nuestras almas se rozan y cuando suceda, sigue el camino y entrelázate a ella.”
Casi gruño cuando habló de un baño, suficiente había sido bañarme yo solo, como para que ella quisiera meterme en agua en ese entonces. Pero al final, solo atiné a sonreírle y levantar una ceja, diciendo “atrévete si puedes”, claro que ella podía, pero yo también podía correr muy lejos o aprovecharme de la situación, en ambas salía ganando. — Nada de baños, mejor, pasemos a otra cosa. — Inquirí moviendo la mano torpe y pesada a un lado y el otro, tomando un poco su cintura para depositar esos besos cercanos que tanto me gustaban. Olisqueaba la casa, la escuchaba acomodar las flores y no pasó nada de tiempo hasta que estuve en su pequeña cocina, observando como si se tratara de una mismísima mansión. Es que a comparación de mi casa, esa estaba demasiado limpia y acomodada y no parecía que ella estuviese demasiado tiempo en el lugar, no podía decir que se viera abandonado, pero el aura cálida que ella emanaba no se notaba completamente en el espacio, aunque sí en algunos objetos en particular, que no me atrevía a tocar, aunque me carcomía la curiosidad.
— ¿Yo? ¡Yo siempre luzco guapo cuando me miras! Me traspasas tu sensualidad gatuna. Propuesta… Sí, una mujer hermosa me invitó a jugar. Medía algo así como un metro treinta y quería que sea el esposo de su muñeca. ¡Tendría que haber dicho que sí! — Espeté con una risotada y le acaricié el hombro, suavemente con los dedos la aprisioné y quise devorarla. Y casi lo hice, de no ser porque su sonrojo me quitó el alma. Pensé en que quizá realmente debería haberme quedado con la niña que jugaba con la muñeca en la calle, al menos ella no me haría hervir de nervios y sensaciones que me inundaban por todos y cada uno de mis costados. Me derretía como si fuese miel y me aplastaba los sentidos, al final me acerqué y besé nuevamente cerca de sus labios, mordiendo el borde de su barbilla, para pronto separarme y sentarme en la silla frente a la mesa con total emoción, ella tenía suerte, yo comía cualquier cosa que sirvieran en mi plato y siempre me gustaba todo, esperaba que esa no fuese la excepción. — Te volverás amiga de las pulgas ya verás. ¿Mmm? A mí me gusta toda la comida, mientras no me hayas cocinado un pedazo de cartón, todo estará bien. —
Tranquilicé un poco con mis palabras a la rubia tierna y cuando vi que se volteaba a servir la comida, antes de que tomara las cosas, levanté la mano y apreté sus caderas y luego una de sus piernas, levantándome, para quedar sobre su espalda, apretando su cuerpo contra la mesada que sostenía la comida. Deslicé las manos por los brazos ajenos y con cuidado tomé sus muñecas. Acerqué mi nariz a su cuello y lo olisqueé con dulzura. — Huele delicioso. No te preocupes, es un trabajo tranquilo y algo divertido, aunque preferiría estar contigo en vez de ir allá. — No recalqué qué es lo que olía bien, si era ella o la comida, en realidad ambos se sentían exquisitos. No quería soltarla, pero ella empezaba a girarse y le apreté sus costillas, pasando los dedos por debajo de sus curvas, apretujándola sobre mi pecho con cuidado, manteniendo la distancia marcada, aunque en mi interior quería poseerla de pies a cabeza ahí mismo. — Umhg… No me quiero mover, eres muy mala. — Le solté el cuerpo, no sin antes delinear el mío contra el de ella con una inocencia perversa, observando sus ojos cuando se dirigía a la mesa y sus cejas arqueadas provocaban que mi piel empiece a entrar en etapa de evaporación.
— No me refería a esa clase de problemas, es sobre… ya sabes… la Iglesia y eso. La semana pasada había muchos hombres, creo que inquisidores, pero en realidad no sé cómo se ven ellos, simplemente tenían ese olor característico. Pasaron por todos los negocios, hablaron con las personas, hicieron un recuento de la zona y las familias y hace cuanto que vivían en el lugar. Me dio miedo, pero como hace poco que estoy aquí no lo notaron, pero podrían hacerlo en cualquier momento, ¿qué debería hacer? — Pregunté sentándome frente a ella, tomando sus manos, jugando con los dedos, masajeando esas uñas con completa confianza. Lentamente terminé de dejarla y agarré los cubiertos, cortando un pedazo de carne de pollo bastante grande, lo metí a mi boca y en un par de mordidas ya estaba dentro, estaba sabroso, suave y cremoso, sin duda estaba feliz con la comida y lo hice notar en mi ojos y en el siguiente bocado que llegó tan rápido como el primero. — Esto está bueno, sí, muy rico, comeré todo. Y ya te dije, no tengo problemas en sí, es solo que andan los rumores y me dijeron algunos animales que los seres sobrenaturales deberán empezar a esconderse, mandé a un pájaro a que investigara un poco más y me dijo que van a hacer un rastrillaje por toda la ciudad, temo por ti y por mí. — Tragué con ganas un pedazo de pan caliente y realmente estaba bueno, lo disfruté con varias mordidas y luego alcé la mano, para poder acariciar esa mejilla ajena, pasando el dedo anular por su labio, la observe con más hambre de la que tenía al llegar. — ¿Debería raptarte y llevarte muy lejos de aquí? — Pregunté al aire, con reales ganas de irme muy lejos y escapar de todo ello, no soportaría volver a perder a la persona que quería.
“Dicen que las almas se conectan solas, sin aviso, igual que el amor.”
Keath Roggers- Cambiante Clase Media
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Re: El tiempo apremia[Camila]
A veces cuando uno sacrifica algo precioso, en realidad no lo está perdiendo.
Simplemente se lo está dando a otro.
Mitch Albom
Arrugue la nariz cuando dijo que no quería nada de baños. Me encantaba la manera en la que se negaba siempre a ellos y también esa forma suya de retarme simplemente con la manera en que miraba. Era definitivamente feliz cuando estaba a mi lado a pesar de que hiciera más tonterías de las usuales siempre que él estaba cerca, pero ese era el efecto que causaba en mi y no podía evitarlo. No quería que se terminaran los besos que me daban, ni la forma en que su mano rodeaba perfectamente mi cintura, de hecho, debido a la manera aparentemente tan perfecta que mi cuerpo se amoldaba al tacto del perro es que comenzaba a pensar que estaba hecha para él; aún con que no deseaba que se apartara ambos pusimos algo de espacio entre nuestros cuerpos, yo para organizar las flores y él para andar de curioso por la casa.
– Mi casa no tiene tantos lugares por donde puedas asomar la nariz – reí – pero puedes tomar lo que quieras, solo no rompas nada que entonces tendrás que reponerlo y al doble de su valor – mentí al decir aquello, lo hacía solo porque no me gustaba mucho el silencio entre nosotros, prefería escuchar cualquier cosa venir de su parte a no escucharle en lo absoluto.
Apenas dijo que si a mi pregunta sobre las propuestas fue que enarque la ceja y esta vez, la que mantuvo un poco el silencio fui yo. Conforme hablaba y sobre todo cuando dijo que su propuesta venia de una niña, me sentí la gata más boba del mundo, pero aún así mantuve mi mirada sobre él.
– Eres un malvado, mira que decirme que si habías tenido una propuesta – aquel nuevo beso me relajo más de lo que quería en esos instantes. Buscaba verme seria, lo suficiente como para que no jugara de esa manera conmigo aunque a ratos resultara divertido. Keath iba a ser mi perdición y para muestra bastaba el hecho de que me volviese posesiva, celosa y no quisiera separarme de él – La próxima vez la que dita que si a todas las propuestas que me lleguen, menos las tuyas seré yo – resople , tratando nuevamente de mantener la seriedad; desafortunadamente no duro mucho ante sus comentarios pues antes de lo esperado, ya me estaba riendo de todo lo que decía.
Suspire ante su cercanía, se sentía increíblemente bien saber que estaba ahí y no en algún otro sitio, pero igual la manera en que se acercaba y me tocaba me ponía demasiado nerviosa, aunque trataba de no lucirlo tanto y agradecía que no me estuviese viendo el rostro en esos segundos porque notaria como estaba más roja que nunca.
– Es imposible que no preocupe sabiendo como eres y si fuera algo peligroso entonces te diré que te quedes conmigo tal y como lo prefieres a que estés peligrando – contradecía con esas palabras el que buscara que se alejara un poco y que se mantuviera a salvo de mis actividades, pero era imposible no contradecirme o actuar de esa manera cuando su presencia aturdía mis sentidos a tal grado que solo quería comerle a besos. Una vez que pude girar, manteniendo esa cercanía con él le sonreí – Tienes que moverte si es que queremos comer y recuerda que prepare todo con cariño para ti, así que anda – de manera inevitable me estremecí al sentir como tentaba a mi cuerpo con el suyo. Ya estaba de sobra el hecho de decir que me moría por verle así de cerca pero en otras circunstancias y en otro lugar.
Me quede mirándole cuando estábamos sentados a la mesa, por algún motivo el ambiente había cambiado ligeramente y me daba la sensación de que no precisamente para bien. Le escuche de manera atenta, aquello que me decía no era novedad para mi pero ahora sabía que las cosas se pondrían un poco más complicadas así que termine por soltar un suspiro cuando sus manos dejaron de dar seguridad a las mías y mientras él comía un poco de lo que prepare comencé a hablar.
– No han llegado al café o a algún lugar en el que me encuentre, pero ya sabía de eso. Creo que es normal que nos de miedo, después de todo nadie quiere recibir una bala de plata o terminar en su poder – recordé la manera en que hacía ya bastante tiempo Maryeva había muerto, pero antes de que la tristeza me embargara le sonreí – quizás te estas preocupando de más Keath – rápidamente tome algo de comida para distraer mi mente de todo aquello que ahora me estaba diciendo. Si bien la comida no me había quedado del todo mal, sabía que podía mejorar en algunos aspectos y justo pensaba en eso cuando volvió a hablar. La preocupación del perro por mi me saco una sonrisa – Incluso estas reclutando pajaritos inocentes para ver que es lo que esta pasando, eres incorregible, seguro que les has estafado a los pobres – volvía a comer un poco, solo que ante su pregunta termine por dejar los cubiertos y mirarle fijamente – No deberías raptarme, yo me iría contigo a donde fueras – suspire. Aunque eran reales mis palabras, yo no podía irme de París en aquellos momentos, no era capaz de abandonar lo que ahora recién iniciaba – el problema es que no puedo hacerlo por más que quiera Keath y de hecho, creo que lo mejor es que tu te vayas de París o que dejásemos de vernos – aparte mi mirada de la suya, de no hacerlo sería un egoísta y le pediría que se quedara a mi lado aunque su vida corriera pedido – Si sigues cerca de mi es más probable que estés en peligro de ser atrapado o de morir – definitivamente no quería eso, no de nuevo.
Estuve trantando de postergar aquel momento, pero ahora llegaba de improviso en los momentos en los que era más feliz; justo cuando buscaba hacer buenos recuerdos a los cuales aferrarme si es que las cosas terminaban mal.
Simplemente se lo está dando a otro.
Mitch Albom
Arrugue la nariz cuando dijo que no quería nada de baños. Me encantaba la manera en la que se negaba siempre a ellos y también esa forma suya de retarme simplemente con la manera en que miraba. Era definitivamente feliz cuando estaba a mi lado a pesar de que hiciera más tonterías de las usuales siempre que él estaba cerca, pero ese era el efecto que causaba en mi y no podía evitarlo. No quería que se terminaran los besos que me daban, ni la forma en que su mano rodeaba perfectamente mi cintura, de hecho, debido a la manera aparentemente tan perfecta que mi cuerpo se amoldaba al tacto del perro es que comenzaba a pensar que estaba hecha para él; aún con que no deseaba que se apartara ambos pusimos algo de espacio entre nuestros cuerpos, yo para organizar las flores y él para andar de curioso por la casa.
– Mi casa no tiene tantos lugares por donde puedas asomar la nariz – reí – pero puedes tomar lo que quieras, solo no rompas nada que entonces tendrás que reponerlo y al doble de su valor – mentí al decir aquello, lo hacía solo porque no me gustaba mucho el silencio entre nosotros, prefería escuchar cualquier cosa venir de su parte a no escucharle en lo absoluto.
Apenas dijo que si a mi pregunta sobre las propuestas fue que enarque la ceja y esta vez, la que mantuvo un poco el silencio fui yo. Conforme hablaba y sobre todo cuando dijo que su propuesta venia de una niña, me sentí la gata más boba del mundo, pero aún así mantuve mi mirada sobre él.
– Eres un malvado, mira que decirme que si habías tenido una propuesta – aquel nuevo beso me relajo más de lo que quería en esos instantes. Buscaba verme seria, lo suficiente como para que no jugara de esa manera conmigo aunque a ratos resultara divertido. Keath iba a ser mi perdición y para muestra bastaba el hecho de que me volviese posesiva, celosa y no quisiera separarme de él – La próxima vez la que dita que si a todas las propuestas que me lleguen, menos las tuyas seré yo – resople , tratando nuevamente de mantener la seriedad; desafortunadamente no duro mucho ante sus comentarios pues antes de lo esperado, ya me estaba riendo de todo lo que decía.
Suspire ante su cercanía, se sentía increíblemente bien saber que estaba ahí y no en algún otro sitio, pero igual la manera en que se acercaba y me tocaba me ponía demasiado nerviosa, aunque trataba de no lucirlo tanto y agradecía que no me estuviese viendo el rostro en esos segundos porque notaria como estaba más roja que nunca.
– Es imposible que no preocupe sabiendo como eres y si fuera algo peligroso entonces te diré que te quedes conmigo tal y como lo prefieres a que estés peligrando – contradecía con esas palabras el que buscara que se alejara un poco y que se mantuviera a salvo de mis actividades, pero era imposible no contradecirme o actuar de esa manera cuando su presencia aturdía mis sentidos a tal grado que solo quería comerle a besos. Una vez que pude girar, manteniendo esa cercanía con él le sonreí – Tienes que moverte si es que queremos comer y recuerda que prepare todo con cariño para ti, así que anda – de manera inevitable me estremecí al sentir como tentaba a mi cuerpo con el suyo. Ya estaba de sobra el hecho de decir que me moría por verle así de cerca pero en otras circunstancias y en otro lugar.
Me quede mirándole cuando estábamos sentados a la mesa, por algún motivo el ambiente había cambiado ligeramente y me daba la sensación de que no precisamente para bien. Le escuche de manera atenta, aquello que me decía no era novedad para mi pero ahora sabía que las cosas se pondrían un poco más complicadas así que termine por soltar un suspiro cuando sus manos dejaron de dar seguridad a las mías y mientras él comía un poco de lo que prepare comencé a hablar.
– No han llegado al café o a algún lugar en el que me encuentre, pero ya sabía de eso. Creo que es normal que nos de miedo, después de todo nadie quiere recibir una bala de plata o terminar en su poder – recordé la manera en que hacía ya bastante tiempo Maryeva había muerto, pero antes de que la tristeza me embargara le sonreí – quizás te estas preocupando de más Keath – rápidamente tome algo de comida para distraer mi mente de todo aquello que ahora me estaba diciendo. Si bien la comida no me había quedado del todo mal, sabía que podía mejorar en algunos aspectos y justo pensaba en eso cuando volvió a hablar. La preocupación del perro por mi me saco una sonrisa – Incluso estas reclutando pajaritos inocentes para ver que es lo que esta pasando, eres incorregible, seguro que les has estafado a los pobres – volvía a comer un poco, solo que ante su pregunta termine por dejar los cubiertos y mirarle fijamente – No deberías raptarme, yo me iría contigo a donde fueras – suspire. Aunque eran reales mis palabras, yo no podía irme de París en aquellos momentos, no era capaz de abandonar lo que ahora recién iniciaba – el problema es que no puedo hacerlo por más que quiera Keath y de hecho, creo que lo mejor es que tu te vayas de París o que dejásemos de vernos – aparte mi mirada de la suya, de no hacerlo sería un egoísta y le pediría que se quedara a mi lado aunque su vida corriera pedido – Si sigues cerca de mi es más probable que estés en peligro de ser atrapado o de morir – definitivamente no quería eso, no de nuevo.
Estuve trantando de postergar aquel momento, pero ahora llegaba de improviso en los momentos en los que era más feliz; justo cuando buscaba hacer buenos recuerdos a los cuales aferrarme si es que las cosas terminaban mal.
Thalie De Rose- Cambiante Clase Media
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Re: El tiempo apremia[Camila]
“No quiero dar, no quiero regalar, lo quiero todo para mí. Te quiero toda para mí.”
Dejé salir una risita picarona cuando amenazó con hacerme pagar las cosas y seguí inspeccionando un poco más, al fin y al cabo sabía que ella no sería capaz de hacerme eso, pero sería mejor prevenir, no hacía falta romper nada. Le saqué la lengua al terminar de revisar todo lo que me competía y me sorprendí rotundamente cuando la seriedad se hizo presente en su mirada. Era extraño y en cualquier caso, no era mi culpa si alguien se me proponía en el camino, claro que siempre diría que no, tenía a la gata más hermosa de todo el mundo frente a mí y era toda mía, para comerla, saborearla y poseerla por siempre. Casi me relamí los labios de solo pensar en aquel pequeño y delgado cuerpito entre mis dedos. Me crucé de brazos resistiendo la tentación a duras penas y subí los hombros mofando sus actos y negando rotundamente al segundo siguiente. — Nada de eso, te marcaré como mía. — Espeté con ligereza, pero detrás de ello había una promesa grabada a fuego y sangre, aquella mujer sería mía hasta que la muerte nos separe y quizá luego de eso también.
Fue en el momento en que nuestros cuerpos estaban tan pegados como el aire a la tierra, que sentí el hielo de sus pensamientos quebrar dentro de mí, había algo que en lo profundo de todo que ella me ocultaba, pero yo no era esa clase de personas que se metía en asuntos privados. Esperaba el momento, paciencia, tranquilidad y serenidad. Y no perdería eso aún si se trataba de ella. Debía esperarla, tenía todo el tiempo de dos vidas para hacerlo. Pronto me vi cayendo a su sonrisa dulce y asentí, había preparado todo por y para mí, lo comería como si fuese la última vez para probar un bocado. Mordí mis labios con gran placer cuando la comida al final fue servida y sí, la disfruté totalmente, quizá no tanto como lo hubiese hecho con otro tema de conversación, pero ya no lo podía alargar más, había esperado lo suficiente para decirlo y aunque no valía realmente la pena gastar una comida y momentos con ella. Debía hacerlo, era mi obligación como hombre, desde pequeño me enseñaron que un hombre debe proteger a cualquier mujer o niño, pero mucho más a la mujer que ama y ella, obviamente estaba acaparando esos lugares aunque aún me costaba terminar de reconocerlo.
— ¿Lo sabías? No me habías dicho… ¿Las balas de plata no son para matar a los lobos de la luna? En fin, sí, no quiero terminar así y tampoco que tú termines de esa forma, creo que eso me dolería más que si me lo hicieran a mí. — Murmuré en voz baja y carraspeé la garganta para pronto comenzar a beber de mi copa, tragué con bastante sed y casi sentí caer una gota por mi barbilla, pero no sucedió, no me podía permitir mancharme para esa fecha. Pronto me vi en la necesidad de negar una y otra vez, estaba quizá algo enojado. ¿Cómo que me estaba preocupando demasiado? Aquellos seres eran como el demonio, podían llevarse mi tesoro, se la llevarían tal como las enfermedades me habían robado a mi ex esposa, lo harían y yo no podía volver a sufrir de esa forma, no había posibilidad para mí si ella no estaba. Las paletas de mi nariz se inflaron y no dije nada hasta terminar de volver a meter un gran bocado a mi boca.
— Deja de ser egoísta y bruja, no me gustan las mujeres así. ¡Ah! Les doy mucho de comer a esos pajaritos, no pueden odiarme por ello, jajaja. Anda, mejor deja de hablar, sé que me ocultas cosas, pero sabes, yo soy muy insistente. — Le recordé a duras penas y pronto me levanté de la silla. Había dejado comida en el plato y eso se lo debía al mal trago de sus palabras, pero no reaccioné como lo hubiese hecho en otro momento, enojándome y manteniendo un silencio tajante. Más bien me acerqué a ella y la tomé de la cintura, la levanté como si de un saco de plumas se tratara y la pegué a la pared que tenía cerca, golpeé su espalda, con el cuidado de no hacerle daño y mis ojos verdes se pusieron oscuros y ofensivos. — Claro, me iré, te dejaré sola y me olvidaré de ti. Haré todo eso solo porque tú me lo dices. — Gruñí mostrando mis perrunos colmillos y la levanté del suelo para acuñar mi cuerpo sobre el de ella. Y moviendo sus extremidades tomé sus labios.
Fue un beso posesivo, un beso que mostraba que nada de lo que ella decía se haría. Tomé su lengua y la tomé de tal forma que sentí que succionaba hasta su alma. Mis dedos la recorrieron, levantaron sus glúteos con ansias y lo separaron de manera que pudiese pegar toda aquella parte contra mí. Golpeé nuevamente contra la pared y solté sus labios con agresividad. — Vuelve a decirme que me vaya, vuélvelo a decir, verás cómo es ese perro violento. Si tus palabras vuelven a salir de esa forma, te las haré tragar y las convertiré en gemidos. Eres mía y te quiero, te quiero mucho como para dejarte sola. ¿Sabes cómo me sentiría? Mejor muero contigo aquí. — Susurré como si fuese un secreto sobre su oreja, lo hacía en intervalos, mientras mordía el lóbulo de su oreja, lo tironeaba y volvía a frotar mi cuerpo, la seducía y me excitaba, era el postre más delicioso en años. — ¡Qué mejor manera de morir, que hacerlo por ti! — Exclamé de una vez y la abracé, en tanto mis manos se abanicaban y apretaban su piel, subía a sus pechos y apenas los rozaba, siguiendo el camino hacia su cabeza, que la sujeté y con fuerzas volví a besarla, una y otra vez, deseando que ese instante nunca se apagara.
“Eres como mi luz en el cielo y el infierno.”
Keath Roggers- Cambiante Clase Media
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Re: El tiempo apremia[Camila]
Lo que no puedo hacer en cualquier parte es estar contigo.
Tammara Webber
Siempre que hablaba de cosas como que sería suya o que no dejaría a nadie más estar cerca de mi lo hacía un tanto en broma, pero con todo y eso en sus perfectos ojos veía la seguridad de quien tiene bien definida una meta. Hasta aquellos momentos había fingido no darme cuenta del todo de eso, pero cada vez me era más complicado no ceder a él y a sus peticiones o a sus palabras que eran completamente reales.
– Pues deberías hacerlo pronto, no vaya a ser que alguien te gane – reí ligeramente. No había posibilidad para nadie más. No había existido espacio para nadie más desde que Keath se me lanzara encima en los bosques donde nos encontramos por primera vez – Bueno, basta de hablar y vamos a comer – Mis palabras también iban cargadas con cierto grado de broma que olía más a verdad que a lo que tratara de hacerlas parecer.
Me alegraba que fuera tan sencillo estar a su lado, tranquilizarlo o lograr que sacara aquellas enormes sonrisas con tan solo ver la comida que había hecho; de esa manera casi me sentía una experta cocinando aunque no fuera más que una principiante. Sabía que aunque le supiera mal o no le agradara no me lo diría, se comería todo lo que preparaba y por eso es que también me esforcé tanto como pude, no pensaba darle algo que lo enfermara o que supiera mal. Debía admitir sin embargo que de estar enfermo tendría razones para cuidarlo, razones para estar cerca de él un poco más de tiempo antes de que las misiones realmente peligrosas comenzaran y entonces debiera decirle adiós para siempre.
Desafortunadamente para mi, aunque creía poder tener derecho a pasar algo más de tiempo a su lado, el destino me hacía ver que era el momento, aquella era la oportunidad que estaba buscando para que terminara con lo nuestro. Pensar en lo nuestro generaba solo muchas más dudas que nada en el mundo; Keath y yo no éramos como una pareja oficial, aunque solíamos salir mucho y yo quería creer que al igual que lo que me afectaba su presencia a mi, le afectaba la mía a él. Eramos algo complicado, bastante difícil de comprender incluso para mi, así que ahí estaba la oportunidad de terminar las cosas antes de que llegáramos más lejos.
Mire los ojos del perro apenas un segundo, un instante en que pude ver que mis palabras le habían dejado más dudas que respuestas y un poco de molestia. Era sencillo notar cuando comenzaba a perder el humor para realmente tornarse en un hombre serió.
– No creí que tuviera importancia real decírtelo, además las cosas estaban bastante tranquilas pero ahora al parecer todo va a cambiar – suspire. Mi egoísmo por tenerlo cerca me enceguecia al punto de ver todo en orden. Enarque la ceja ante la pregunta de la plata – Las balas de plata no solo matan lobos, también pueden matarnos a nosotros y no pasara nada, lo único que hay que hacer es mantener la distancia – Mantener su distancia de mi sería lo que le llevaría a tener una vida apacible, una vida sin complicaciones era lo que él merecía.
Deje de mirarle porque su molestia aumentaba al igual que mi decisión por terminar con todo aquello.
– No estoy siendo egoísta, estoy siendo lo menos egoísta en estos momentos solo que tu no puedes darte cuenta de eso justo ahora y tampoco soy bruja, eso lo sabes – No evitaba preguntarme el qué pensaría de saber que había sido egoísta y bruja al ponerle en peligro.
Keath era mucho más perceptivo de lo que yo había esperado en un inició, sabía que ocultaba cosas pero tampoco era como que yo cedería y le diría todo; solo le diría si es que eso me ayudaba a convencerlo de alejarse de mi. Creía que al levantarse se iría, que estaba lo suficientemente molesto como para no buscarme más, pero me equivoque. Las manos de Keath rodearon mi cintura para ponerme de pie y pegarme contra la pared con algo de brusquedad – Pues eso es justamente lo que deberías de hacer – No mostré arrepentimiento con mis palabras o mi mirada, con todo y que su cuerpo se acercaba al mío, haciendo que me costara más concentrarme en lo que debía – No quiero verte más Keath – su gruñido me hizo callar y pese a mi determinación de alejarlo, su beso me dejo indefensa.
Aún con la posesividad y lo alterado del beso, lograba que mis resistencias cediera, que las resoluciones que tomaba no fueran más que una mera broma porque al final cedería ante él y más cuando me miraba de aquella manera tan sería, con la molestia escrita en el rostro y la firme idea de permanecer a mi lado. Sus palabras me provocaron un estremecimiento que me recorrió entera. No lo quería muerto, pero tampoco lo quería lejos; debía ser la peor mujer del mundo.
No podía moverme sin sentir el cuerpo de Keath contra el mío y su respiración demasiado cerca de mi; permanecía ahí pensando en que hacer. Quizás la mejor solución era solo decirle la verdad y dejar que él eligiera, aunque eso significara precisamente como él decía, morir juntos.
– No dije eso en serio; bueno si lo dije pero es que trato de protegerte – respondía a sus besos pero los detuve al sujetarle el rostro y hacer que me mirara – Te quiero Keath y si algo llega a pasarte por mi culpa me sentiré terriblemente mal; ya perdí a alguien una vez y no quiero que pase dos veces – sonreí apenas y rodeando su cuello fue que volví a besarle; necesitaba sacar fuerza y que mejor que la cercanía de quien se quiere para eso.
Tammara Webber
Siempre que hablaba de cosas como que sería suya o que no dejaría a nadie más estar cerca de mi lo hacía un tanto en broma, pero con todo y eso en sus perfectos ojos veía la seguridad de quien tiene bien definida una meta. Hasta aquellos momentos había fingido no darme cuenta del todo de eso, pero cada vez me era más complicado no ceder a él y a sus peticiones o a sus palabras que eran completamente reales.
– Pues deberías hacerlo pronto, no vaya a ser que alguien te gane – reí ligeramente. No había posibilidad para nadie más. No había existido espacio para nadie más desde que Keath se me lanzara encima en los bosques donde nos encontramos por primera vez – Bueno, basta de hablar y vamos a comer – Mis palabras también iban cargadas con cierto grado de broma que olía más a verdad que a lo que tratara de hacerlas parecer.
Me alegraba que fuera tan sencillo estar a su lado, tranquilizarlo o lograr que sacara aquellas enormes sonrisas con tan solo ver la comida que había hecho; de esa manera casi me sentía una experta cocinando aunque no fuera más que una principiante. Sabía que aunque le supiera mal o no le agradara no me lo diría, se comería todo lo que preparaba y por eso es que también me esforcé tanto como pude, no pensaba darle algo que lo enfermara o que supiera mal. Debía admitir sin embargo que de estar enfermo tendría razones para cuidarlo, razones para estar cerca de él un poco más de tiempo antes de que las misiones realmente peligrosas comenzaran y entonces debiera decirle adiós para siempre.
Desafortunadamente para mi, aunque creía poder tener derecho a pasar algo más de tiempo a su lado, el destino me hacía ver que era el momento, aquella era la oportunidad que estaba buscando para que terminara con lo nuestro. Pensar en lo nuestro generaba solo muchas más dudas que nada en el mundo; Keath y yo no éramos como una pareja oficial, aunque solíamos salir mucho y yo quería creer que al igual que lo que me afectaba su presencia a mi, le afectaba la mía a él. Eramos algo complicado, bastante difícil de comprender incluso para mi, así que ahí estaba la oportunidad de terminar las cosas antes de que llegáramos más lejos.
Mire los ojos del perro apenas un segundo, un instante en que pude ver que mis palabras le habían dejado más dudas que respuestas y un poco de molestia. Era sencillo notar cuando comenzaba a perder el humor para realmente tornarse en un hombre serió.
– No creí que tuviera importancia real decírtelo, además las cosas estaban bastante tranquilas pero ahora al parecer todo va a cambiar – suspire. Mi egoísmo por tenerlo cerca me enceguecia al punto de ver todo en orden. Enarque la ceja ante la pregunta de la plata – Las balas de plata no solo matan lobos, también pueden matarnos a nosotros y no pasara nada, lo único que hay que hacer es mantener la distancia – Mantener su distancia de mi sería lo que le llevaría a tener una vida apacible, una vida sin complicaciones era lo que él merecía.
Deje de mirarle porque su molestia aumentaba al igual que mi decisión por terminar con todo aquello.
– No estoy siendo egoísta, estoy siendo lo menos egoísta en estos momentos solo que tu no puedes darte cuenta de eso justo ahora y tampoco soy bruja, eso lo sabes – No evitaba preguntarme el qué pensaría de saber que había sido egoísta y bruja al ponerle en peligro.
Keath era mucho más perceptivo de lo que yo había esperado en un inició, sabía que ocultaba cosas pero tampoco era como que yo cedería y le diría todo; solo le diría si es que eso me ayudaba a convencerlo de alejarse de mi. Creía que al levantarse se iría, que estaba lo suficientemente molesto como para no buscarme más, pero me equivoque. Las manos de Keath rodearon mi cintura para ponerme de pie y pegarme contra la pared con algo de brusquedad – Pues eso es justamente lo que deberías de hacer – No mostré arrepentimiento con mis palabras o mi mirada, con todo y que su cuerpo se acercaba al mío, haciendo que me costara más concentrarme en lo que debía – No quiero verte más Keath – su gruñido me hizo callar y pese a mi determinación de alejarlo, su beso me dejo indefensa.
Aún con la posesividad y lo alterado del beso, lograba que mis resistencias cediera, que las resoluciones que tomaba no fueran más que una mera broma porque al final cedería ante él y más cuando me miraba de aquella manera tan sería, con la molestia escrita en el rostro y la firme idea de permanecer a mi lado. Sus palabras me provocaron un estremecimiento que me recorrió entera. No lo quería muerto, pero tampoco lo quería lejos; debía ser la peor mujer del mundo.
No podía moverme sin sentir el cuerpo de Keath contra el mío y su respiración demasiado cerca de mi; permanecía ahí pensando en que hacer. Quizás la mejor solución era solo decirle la verdad y dejar que él eligiera, aunque eso significara precisamente como él decía, morir juntos.
– No dije eso en serio; bueno si lo dije pero es que trato de protegerte – respondía a sus besos pero los detuve al sujetarle el rostro y hacer que me mirara – Te quiero Keath y si algo llega a pasarte por mi culpa me sentiré terriblemente mal; ya perdí a alguien una vez y no quiero que pase dos veces – sonreí apenas y rodeando su cuello fue que volví a besarle; necesitaba sacar fuerza y que mejor que la cercanía de quien se quiere para eso.
Thalie De Rose- Cambiante Clase Media
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Re: El tiempo apremia[Camila]
“Es como si me vieras los huesos y a través de ellos. Dulce, dulce dolor.”
Eran sonrisas triunfales las que le dedicaba cada vez que me decía que alguien podía robármela, eso era meramente imposible, siempre estaba al tanto de ella, no como un maniático, pero tenía aquella necedad de verla a los ojos y asegurarme de que su brillo no se desviara hacía ningún lugar más que sobre mí. Me quedaba investigando todo su rostro, porque era lo único que me importaba, sus ojos, las puertas de su alma, sus labios, el inicio de un rascacielos y su mente y pensamientos, que eran la entrada a un laberinto imposible de descifrar, pero tan hermoso, floreciente y de bello aroma que daba placer perderse entre aquellas paredes. Disfrutaba su presencia, adoraba su emoción, se me helaban los bellos cuando sonreía y su sonrisa blanca y perfecta se hacía presente junto con unos colmillitos que no hacía más que seducirme. No hablé sobre aquel tema ni una palabra más, al contrario, cuando insistió en que me pusiera a comer lo hice sin chistar, la comida parecía deliciosa y lo era, la disfruté maravillado, no solo porque, bueno, simplemente era comida. Sino porque la habían hecho para mí y eso acariciaba las paredes de mi corazón que latente, estaba con heridas, que lentamente cicatrizaban y quedaban suaves y lisas, aunque la marca no podía desaparecer, eso no importaba, nada importaba mientras ella estuviese a mi lado para darme el placer y el amor que necesitaba. ¿Qué era exactamente lo que me aferraba tanto a ella?
Seguramente su forma de hablar, la cual hizo que la comida cayera como un bloque de hierro en mi interior. Esforcé la mirada y suspiré, estaba empezando a ponerme aún más molesto, de verdad ella pensaba que podía quitarme de su lado así como así, estaba muy equivocada, su pensamiento fue erróneo desde un principio. — Ajá, mira, toda la distancia que mantendré, es esta. — Susurré al tanto que me acerqué, en los momentos que me la arrimé como si fuese una prenda en mi pecho, esos eran todos los centímetros que le daría de respiro. Me odié por golpearle la espalda, por lastimar a aquello que consideraba un tesoro divino, pero estaba al tanto de que yo estaba dando lo mejor de mí para no sacar los extremos de mi fuerza. Para no estrujarla como si fuese un papel y partirla en mil pedazos. — Tendrás que verme, no dejaré que no me veas. Mírame a los ojos en cada palabra que das o tendré que quitártelas a la fuerza. — Atestigüé, pasé mis dedos por su cintura, rodeé sus glúteos y la mantuve con las caderas contra mi pelvis, forzando el agarre, dejando sus manos libres que en algún momento que no noté me agarraron por el rostro, me hicieron sentir como un niño al que le hacían entender algo, pero no había nada que comprender, yo era mucho más terco de lo que ella imaginaba y aunque podía ceder en cosas mundanas, ya sea ir a donde ella quisiera, aceptar lo que a ella le pareciera, jamás podía hacerlo cuando tenía una razón válida para negarlo todo.
— No me protejas, yo soy el hombre aquí. Tu solo tienes que ser feliz, amarme locamente y dejarme que haga lo que sea para estar contigo, gastarte mi sueldo en miles y miles de prendas de ropa que quizá nunca uses, practicar conmigo y hasta si quieres, luchar conmigo. ¿Entiendes? No puedes echarme como si fuese un perro metido. También tengo una parte humana, ¿recuerdas? — Maldecía en mi interior, besaba sus labios nuevamente, me apasionaba por poseerla, acariciaba su cintura delgada y pronunciada, bajaba los dedos para masajear y degustar, sentía tal satisfacción por su piel dulce y suave que por momentos pensé que tendría que hacerle el amor ahí, lento, duro y pausado. Jadeé sobre sus labios por aquel pensamiento lascivo y lamí su labio inferior, observándola como un cachorro en pleno celo. — Ya sabes que perdí a mi mujer hace varios años, ¿piensas que si tú te mueres yo estaré bien? Si tú te mueres, tú no sufrirás, pero me dejarás aquí, solo y triste y si yo muero sucederá lo mismo contigo, mejor morimos o vivimos juntos, ¿sí? — Era como un pacto de niños, la sonrisa dulce salió y la apreté entre brazos, la acurruqué como una pequeña gatita y me la llevé hacía el sillón de aquella dulce casa. No quería soltarlo y obvio que tampoco lo hice, no dejaría que se vaya, aunque me pegara, aunque me pateara hasta romperme las costillas, no había manera de que esos dos brazos se separaran de su piel sin ser cortados de raíz. — ¿Hiciste postre? ¿O el postre eres tú? — Con una sonrisa dulce y cariñosa acaricié su mejilla y observé su mirada, esperando algo más que un enojo por haber perdido la batalla que desde siempre yo había ganado.
— ¿Desde cuando haces esas cosas? Serás una mala mujer cuando te haga mi esposa, ¿lo sabías? — Sonriendo de forma pícara pasé los dedos cerca de su pecho, apenas rozando su piel, me aguantaba las ganas, la absorbía contra mí en tanto la acomodaba entre mis piernas, la había llevado casi a ciegas a aquel silloncito en donde yo no entraba completamente, por lo que estaba con las rodillas dobladas y la gata entre las dos piernas que toscamente la apresaban. Me acerqué a buscar su cuello, a lamerlo y olfatearlo, a marcarlo cuidadosamente, disfrutando de su piel. Mis manos sujetaban sus bracitos que en un exceso de necedad la arrinconaron contra mi pecho. — Eres odiosa, eres realmente como un gato. ¿Por qué me haces esto? — Con la mirada, supliqué sus labios, deseé un poco más de ella, de sus palabras.
“Porque eres luz y sol.”
Keath Roggers- Cambiante Clase Media
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Fecha de inscripción : 14/05/2013
Edad : 31
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Re: El tiempo apremia[Camila]
Viviría con él mientras la cosa funcionara, y cuando ya no funcionara, me quedaría a pesar de todo
Daniela Krien
Eramos dos adultos que se comportaban tercamente como un par de chiquillos. No cedíamos ante el otro pese a que la discusión que se estaba acalorando con cada palabra de ambos, trataba de mantenerme lo más tranquila posible, que Keath viera en mis ojos que le hablaba seriamente y que no deseaba que estuviese más en mi casa, pero no fui demasiado convincente, pues igual termine acorralada contra la pared y su cuerpo.
Hasta con aquella expresión de molestia en el rostro me resultaba perfecto. Estaba luchando contra mi misma y los deseos por lanzarme a sus brazos y ceder a todo cuanto el deseara. Parte de mi estaba dispuesta a dejar todo y a irme a su lado, olvidar todo lo que dejaba en París y seguirle hasta el fin del mundo si es que era lo que el perro esperaba. Esperaba que estuviera a esa distancia siempre, que no se alejara de mi vista, porque de hacerlo era probable que le perdiera para siempre y eso era algo que detestaba con todo el corazón, aunque me forzara a mi misma a precisamente alejarle. Lo mire tal y como me lo pedía, no me era complicado observar aquellos ojos que resplandecían del enojo por todo lo que salía de mis labios. Lento pero son fuerza y seguridad, alejo aquellos pensamientos de mi, haciendo que terminara arrepentida de desear salvarle, ahora no quería nada más que no fuera estar a su lado y poder besarlo, sentir su cuerpo contra el mío y que mediante su sonrisa y sus palabras me diera toda la seguridad que necesitaba.
Era un impulsivo pero lo quería demasiado con todo y que no fuera perfecto. Se me escapo una sonrisa cuando comenzó a decir que era lo que esperaba de mi al estar a su lado y mis brazos rodearon con más fuerza su cuello mientras que nuestros cuerpos estaban ya demasiado pegados, separados unidamente por las ropas que usábamos.
– Eres un tonto Keath – le mire fijamente, tal como momentos antes me lo había pedido – Ya te amo locamente ¿acaso no se nota? – sonreí – sino lo hiciera no dejaría que hagas todo lo que ahora haces para estar conmigo y al parecer ahora estamos luchando o estábamos porque me rindo – una de mis manos se deslizo por su pecho y se detuvo donde se sentía el latido acelerado de ambos – Si, recuerdo que también tienes una parte humana a esa parte también la amo más de lo que puedes imaginarte – era capaz de decir que las palabras estaban de sobra, aquel intercambio de besos y sus manos recorriendo mi cuerpo me dejaban sin palabras, no quería que se detuviera y mucho menos que se fuera, lo quería esa noche a mi lado; esa y todas las noches que siguieran a esa por siempre.
– ¿Crees que no sufriría? Claro que si, porque no quiero dejarte ni un segundo, quiero estar a tu lado siempre y si muriera antes que tu, moriría con la tristeza de dejarte aquí. Pero ya lo has dicho, viviremos y moriremos juntos, acepto eso desde ahora y hasta que nuestra vida llegue al final del camino – ante su abrazo y aprovechando que era mucho más bajita que él bese suavemente su cuello, olisqueando el aroma de Keath que tanto me gustaba y me llenaba de paz y tranquilidad.
Fui guiada por él entre la casa y hasta el sillón de la pequeña sala que tenía en aquella casa. Mi respiración se agito ante el peso de Keath sobre mi cuerpo y la pose en la que habíamos terminado sobre el sofá. Pese a que mi corazón latía desbocado le dedique una sonrisa y seguí aquella mano que estaba sobre mi mejilla para depositar sobre ella un beso – Claro que hice postre para ti, pero puedes comer lo que quieras – con el perro sabía que todo estaría bien, pasara lo que pasara.
El sonrojo subió por mi cuerpo y se instalo en mis mejillas al escuchar la palabra esposa salir de sus labios mientras me sonreía como si aquello fuera lo más obvio que sucedería entre nosotros. No es que fuera a decirle que no si es que me pedía que me casara con él, solo que era aún algo extraño escucharle decir eso.
– Hago muchas cosas desde antes de conocerte pero nunca nada me ha pasado y nada me sucederá. Tengo cuidado siempre y lo tendré más ahora porque no querré tener un esposo que diga que seré una mala mujer… – iba a continuar pero ninguna palabra salió de mis labios y mi respiración se vio contenida ante el tacto de Keath, quien parecía estarse divirtiendo al tenerme de aquella manera – Eres un tramposo, mira que hacerme esto – suspire porque de no hacerlo sentía que se escaparía algún jadeo y pese a los intentos de contenerlos, igual algunos salieron al notar sus labios sobre mi cuello – Yo no te hago nada, tu eres el que ahora esta haciendo esto Keath, así que no te quejes y mejor quedémonos así un rato – nuestras miradas se encontraron y le bese una vez más – anda, que se ve que de esa manera estas bastante incomodo – reí antes empujarle por el pecho y lograr con algo de quedara de una manera más cómoda recostado sobre el sofá mientras tanto yo, termine sobre él y recargada en su pecho, quería que se encontrara bien porque entonces había llegado el momento de hablar seriamente de todo en lo que estaba metida y como estaba la situación.
De esa manera fue como le hable de la fracasada Alianza, de todo lo que hice y todo lo que perdí en el camino. De como se estaba gestando todo nuevamente con un propósito similar. El tiempo paso mientras le contaba todo aquello y él a su vez preguntaba y hablaba de lo que él mismo estaba pensando hacer y como nuestros caminos parecían más unidos de lo que nunca hubiera pensado. No estuve segura del tiempo que corrió mientras hablábamos solo recuerdo la agradable sensación del calor de Keath y como su respiración me arrullaba, nada más fuera de eso y de que la vida, era maravillosa.
Daniela Krien
Eramos dos adultos que se comportaban tercamente como un par de chiquillos. No cedíamos ante el otro pese a que la discusión que se estaba acalorando con cada palabra de ambos, trataba de mantenerme lo más tranquila posible, que Keath viera en mis ojos que le hablaba seriamente y que no deseaba que estuviese más en mi casa, pero no fui demasiado convincente, pues igual termine acorralada contra la pared y su cuerpo.
Hasta con aquella expresión de molestia en el rostro me resultaba perfecto. Estaba luchando contra mi misma y los deseos por lanzarme a sus brazos y ceder a todo cuanto el deseara. Parte de mi estaba dispuesta a dejar todo y a irme a su lado, olvidar todo lo que dejaba en París y seguirle hasta el fin del mundo si es que era lo que el perro esperaba. Esperaba que estuviera a esa distancia siempre, que no se alejara de mi vista, porque de hacerlo era probable que le perdiera para siempre y eso era algo que detestaba con todo el corazón, aunque me forzara a mi misma a precisamente alejarle. Lo mire tal y como me lo pedía, no me era complicado observar aquellos ojos que resplandecían del enojo por todo lo que salía de mis labios. Lento pero son fuerza y seguridad, alejo aquellos pensamientos de mi, haciendo que terminara arrepentida de desear salvarle, ahora no quería nada más que no fuera estar a su lado y poder besarlo, sentir su cuerpo contra el mío y que mediante su sonrisa y sus palabras me diera toda la seguridad que necesitaba.
Era un impulsivo pero lo quería demasiado con todo y que no fuera perfecto. Se me escapo una sonrisa cuando comenzó a decir que era lo que esperaba de mi al estar a su lado y mis brazos rodearon con más fuerza su cuello mientras que nuestros cuerpos estaban ya demasiado pegados, separados unidamente por las ropas que usábamos.
– Eres un tonto Keath – le mire fijamente, tal como momentos antes me lo había pedido – Ya te amo locamente ¿acaso no se nota? – sonreí – sino lo hiciera no dejaría que hagas todo lo que ahora haces para estar conmigo y al parecer ahora estamos luchando o estábamos porque me rindo – una de mis manos se deslizo por su pecho y se detuvo donde se sentía el latido acelerado de ambos – Si, recuerdo que también tienes una parte humana a esa parte también la amo más de lo que puedes imaginarte – era capaz de decir que las palabras estaban de sobra, aquel intercambio de besos y sus manos recorriendo mi cuerpo me dejaban sin palabras, no quería que se detuviera y mucho menos que se fuera, lo quería esa noche a mi lado; esa y todas las noches que siguieran a esa por siempre.
– ¿Crees que no sufriría? Claro que si, porque no quiero dejarte ni un segundo, quiero estar a tu lado siempre y si muriera antes que tu, moriría con la tristeza de dejarte aquí. Pero ya lo has dicho, viviremos y moriremos juntos, acepto eso desde ahora y hasta que nuestra vida llegue al final del camino – ante su abrazo y aprovechando que era mucho más bajita que él bese suavemente su cuello, olisqueando el aroma de Keath que tanto me gustaba y me llenaba de paz y tranquilidad.
Fui guiada por él entre la casa y hasta el sillón de la pequeña sala que tenía en aquella casa. Mi respiración se agito ante el peso de Keath sobre mi cuerpo y la pose en la que habíamos terminado sobre el sofá. Pese a que mi corazón latía desbocado le dedique una sonrisa y seguí aquella mano que estaba sobre mi mejilla para depositar sobre ella un beso – Claro que hice postre para ti, pero puedes comer lo que quieras – con el perro sabía que todo estaría bien, pasara lo que pasara.
El sonrojo subió por mi cuerpo y se instalo en mis mejillas al escuchar la palabra esposa salir de sus labios mientras me sonreía como si aquello fuera lo más obvio que sucedería entre nosotros. No es que fuera a decirle que no si es que me pedía que me casara con él, solo que era aún algo extraño escucharle decir eso.
– Hago muchas cosas desde antes de conocerte pero nunca nada me ha pasado y nada me sucederá. Tengo cuidado siempre y lo tendré más ahora porque no querré tener un esposo que diga que seré una mala mujer… – iba a continuar pero ninguna palabra salió de mis labios y mi respiración se vio contenida ante el tacto de Keath, quien parecía estarse divirtiendo al tenerme de aquella manera – Eres un tramposo, mira que hacerme esto – suspire porque de no hacerlo sentía que se escaparía algún jadeo y pese a los intentos de contenerlos, igual algunos salieron al notar sus labios sobre mi cuello – Yo no te hago nada, tu eres el que ahora esta haciendo esto Keath, así que no te quejes y mejor quedémonos así un rato – nuestras miradas se encontraron y le bese una vez más – anda, que se ve que de esa manera estas bastante incomodo – reí antes empujarle por el pecho y lograr con algo de quedara de una manera más cómoda recostado sobre el sofá mientras tanto yo, termine sobre él y recargada en su pecho, quería que se encontrara bien porque entonces había llegado el momento de hablar seriamente de todo en lo que estaba metida y como estaba la situación.
De esa manera fue como le hable de la fracasada Alianza, de todo lo que hice y todo lo que perdí en el camino. De como se estaba gestando todo nuevamente con un propósito similar. El tiempo paso mientras le contaba todo aquello y él a su vez preguntaba y hablaba de lo que él mismo estaba pensando hacer y como nuestros caminos parecían más unidos de lo que nunca hubiera pensado. No estuve segura del tiempo que corrió mientras hablábamos solo recuerdo la agradable sensación del calor de Keath y como su respiración me arrullaba, nada más fuera de eso y de que la vida, era maravillosa.
CERRADO
Thalie De Rose- Cambiante Clase Media
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Fecha de inscripción : 10/09/2012
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