AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Toujours [Camila]
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Toujours [Camila]
“El camino siempre está hacía delante, nunca mires atrás porque no podrás alcanzar lo que ya se fue”
El tiempo al lado de la cambiante felina había sido próspero, pensándolo seriamente no creía haber sido más feliz antes. Tenerla arrullada entre mis brazos y verla dormir, descansar y luego volver a ver como abría los ojos era algo mágico. Quizá era el resultado de haber sentido como se me iba el amor en un pasado. Y ahora volvía todo junto, pedazo a pedazo a formarse sobre unos orbes claros y un cabello rubio y alborotado. Su nariz respingada que siempre parecía estar oliendo todo y marcaba su terreno, invitándome a éste. Yo estaba bien de ese modo, jamás había necesitado de nada y ahora solo deseaba tenerla a ella. Habíamos conversado y durante algunos días me la había pasado en búsqueda de alguien que pudiese vender la casa que la madre de Camila le había dejado. Incluyendo mi pequeño cuarto cerca del puerto y el suyo de París. Había sido algo complicado, los papeles, las firmas, todas aquellas cosas que me sacaban de mi juicio y me hacían revolver como perro enojado. Pero no podía dejar que ella hiciera eso. Aún podía ver el brillo de tristeza en su mirada cuando le comentaba sobre las noticias nuevas que tenía. Las llamadas telefónicas difíciles de conseguir pues era una tecnología completamente nueva y las cartas que me llegaban dando crédito de que podía sacarle un buen jugo al terreno y lo bien amueblada que estaba. Por mi parte me había decidido al fin a acomodar todo el pequeño ambiente que tenía y juntar el dinero que había ahorrado desde siempre. Era bastante ya que yo solo gastaba en comida.
Guardarlo en el banco era una de las mejores opciones que se nos habían ocurrido, pero aún no lo hacíamos. Pero también podíamos utilizar los vales, una nueva forma de tener dinero sin que fuese notorio. Como sea, no era lo que realmente importaba ahora. Ya había empacado mis cosas, un pequeñísimo bolso donde estaban mis ropas y apenas algunos detalles que quería llevar conmigo, era lo suficientemente chico como para poder cargarlo en mi forma animal y aún había espacio, el cual lo había reservado para lo que quisiera poner rubia que estaría a mi lado. Lo demás se lo había dado a una conocida del mercado ambulante para que lo vendiera. Estaba nuevamente en cero. Y con seguridad no me arrepentía, si tenía a Camila a mi lado no había forma de que me entristeciera irme. Llegué entonces a su actual hogar con el bolso colgando y despacio toqué dos veces la puerta y pasé a entrar. Una forma bastante caballerosa de decirle que había llegado. Las últimas semanas estaba dando todo de mi para no hacerla molestar, incluso me había sacado las pulgas que en forma animal se me habían pegado. Me sentía tan limpio que casi parecía ser un humano por completo. — ¡Llegué! Tengo buenas noticias para ti. Las cosas están casi hechas, si nos damos prisa podemos partir en dos días. — Era bruto, por lo que solté todo lo que tenía y la busqué por la casa corriendo y saltando las cosas que estaban en mi camino hasta encontrarla y atraparla por la espalda.
— Tenemos que ir a hablar con el señor que hizo algunos movimientos y tienes que leer las cosas y firmar, ya sabes… — No me importó lo que ella estaba haciendo, siquiera me fijé, tan solo me dispuse a abrazarla y a pasar la nariz por su cuello, por su nuca y por los hombros que estaban respingados y huesudos, ¿había perdido peso quizá?. Su aroma dulce me abría el apetito y un hambre voraz me obligó a que mis dientes le recorrieran por un segundo la piel. Si no me controlaba, terminaría haciéndole el amor allí mismo; pues mis manos toscas ya estaban pasando por su abdomen, palpándolo despacio, apretándolo contra mi pecho. Era pequeña, muy delgada y estilizada, parecía que podía doblarla y guardarla en mi bolsillo y nada le pasaría. Incluso sus ojos estirados y sus dientes visibles a metros daban toda la apariencia de un pequeño gato, listo para ser mordido y devorado. — Te extrañé, me dejaste solo como por más de doce horas, ahora no podré dejarte ir jamás. — Jugué, a sabiendas de que la situación que estábamos viviendo era algo peligrosa, estábamos seguro que nos seguían inquisidores, por ello no nos habíamos convertido en animales en un tiempo. Estábamos expuestos al peligro, pero no por ello dejaría de necesitarla. Me había dado cuenta que incluso en el momento más difícil que tuviésemos yo estaría allí intentando hacer que su risa salga, inclusive si tenía que ser con lágrimas y tristeza de por medio.
Keath Roggers- Cambiante Clase Media
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Re: Toujours [Camila]
Soy suya, él es mío, y ha sido así siempre.
Veronica Roth
No valía la pena llorar sobre lo que hemos perdido y aún así el dolor era terrible, eso estaba más que claro en los últimos tiempos donde al lado de Keath había enfrentado tantas cosas que nunca antes pensé que podrían suceder. Él era mi apoyo principal, el soporte que me ayudaba a mantenerme en pie y sobre todo a tomar ciertas desiciones que quizás nunca hubiera sido capaz de tomar por mi propia cuenta.
Mi madre había muerto presa de los inquisidores y ese, era un suceso que me afectaba de una manera terrible. No quería preocuparle, pero algunas veces soñaba con ella y la veía morir frente a mi sin que yo pudiera hacer algo para ayudarle; aún así pese al dolor que me causaban aquellos sueños, ver a Keath era algo que alejaba los temores de mi vida, sobre todo desde que decidiéramos que lo mejor era abandonar París un tiempo. La situación era un tanto delicada para los sobrenaturales y aunque procurábamos tranformarnos lo menos posible, con todo y eso, ambos jurábamos que ya nos tenían en la mira. En las ausencias del perro, pensaba en si mi madre había sido capaz de hablar sobre mi existencia y paradero, pero tan pronto como esa idea aparecía en mi mente, la rechazaba. Conocía a mi progenitora tan bien como para saber que aquellas ideas eran solo parte de mi paranoia y que ella nunca se hubiera atrevido a decir algo. Las ideas que cruzaban mi mente en los últimos tiempos, no eran las más adecuadas y por tanto es que confiaba en Keath completamente.
Desde que le dijera que deseaba vender la propiedad de mis padres, puso manos a la obra, impidiendo que hiciera yo esfuerzo alguno por encontrar quien pudiera venderla y como sabía que se encontraba preocupado por mi, así como yo tampoco tenía tantos ánimos de hacer algo, le dejaba hacer tanto como él deseaba y se lo agradecía demostrándole lo mucho que lo amaba y apreciaba todo lo que hacía por mi. Aquel canino estaba renunciando por completo a toda una vida, por mi. Estaba dispuesto a dejar su hogar, su trabajo y todo a lo que estaba acostumbrado para irse a un lugar mucho más seguro conmigo, ese acto, era algo que yo valoraba demasiado y que me hacía darme cuenta de que no había podido amar a un mejor hombre. Nadie nunca podría compararse con él y su amor.
Ese día, aguardaba por Keath y las noticias que traía para mi, en el hogar ahora temporal que ambos manteníamos. Aquel lugar no me generaba la tristeza que hubiera sentido de continuar en la casa de mis padres, así que era un punto a favor. Aún con eso, me parecía solitaria, mucho más por el hecho de que apenas existían las cosas básicas y gran parte del tiempo no tenia la presencia del perro para hacer de aquel lugar, mi verdadero hogar. Antes siquiera de que llegara por completo hasta donde yo estaba, ya me había dado cuenta de su presencia así que no pude evitar sonreír una vez que me atrapaba entre sus brazos, justo en el momento en que había optado por hacerle algo de comer que seguro quedaría a la mitad.
– Pues esas vaya que son buenas noticias – dije agradeciendo porque las cosas iban más rápido de lo que esperaba, pero con el dolor de saber que pronto no tendría nada que me ligara a mis padres, más que mi amor y recuerdo por ellos; con todo y eso, debía enfocarme en mi presente y que todo lo que hacíamos era para el bien de nosotros y el futuro. Su cercanía me calmaba, pero las palabras siguientes me hicieron soltar un suspiro y asentir suavemente a sus palabras – Claro, cuanto más pronto terminemos todo, me sentiré más segura así que apurémonos en todo – y después de decir eso, me reí por la manera en que sus dedos recorrían mi cuerpo – Pero no apresures esas cosas – gire de modo que pudiera observar aquellos ojos y aquel rostro que tanto amaba – Yo te extrañe más; no sabes cuando te amo Keath – le asegure pasando la nariz por su cuello, olisqueando su aroma y dejando que la seguridad que me brindaba me llenara por completo.
Deseaba permanecer a su lado, que nada ni nadie nos interrumpiera en esos instantes pero fui yo la que se separo un poco de él y busque sus labios para depositar en ellos un beso fugaz.
– ¿Cuándo debemos ir a ver al señor que dices? – pregunte con un pesar disfrazado de curiosidad.
Veronica Roth
No valía la pena llorar sobre lo que hemos perdido y aún así el dolor era terrible, eso estaba más que claro en los últimos tiempos donde al lado de Keath había enfrentado tantas cosas que nunca antes pensé que podrían suceder. Él era mi apoyo principal, el soporte que me ayudaba a mantenerme en pie y sobre todo a tomar ciertas desiciones que quizás nunca hubiera sido capaz de tomar por mi propia cuenta.
Mi madre había muerto presa de los inquisidores y ese, era un suceso que me afectaba de una manera terrible. No quería preocuparle, pero algunas veces soñaba con ella y la veía morir frente a mi sin que yo pudiera hacer algo para ayudarle; aún así pese al dolor que me causaban aquellos sueños, ver a Keath era algo que alejaba los temores de mi vida, sobre todo desde que decidiéramos que lo mejor era abandonar París un tiempo. La situación era un tanto delicada para los sobrenaturales y aunque procurábamos tranformarnos lo menos posible, con todo y eso, ambos jurábamos que ya nos tenían en la mira. En las ausencias del perro, pensaba en si mi madre había sido capaz de hablar sobre mi existencia y paradero, pero tan pronto como esa idea aparecía en mi mente, la rechazaba. Conocía a mi progenitora tan bien como para saber que aquellas ideas eran solo parte de mi paranoia y que ella nunca se hubiera atrevido a decir algo. Las ideas que cruzaban mi mente en los últimos tiempos, no eran las más adecuadas y por tanto es que confiaba en Keath completamente.
Desde que le dijera que deseaba vender la propiedad de mis padres, puso manos a la obra, impidiendo que hiciera yo esfuerzo alguno por encontrar quien pudiera venderla y como sabía que se encontraba preocupado por mi, así como yo tampoco tenía tantos ánimos de hacer algo, le dejaba hacer tanto como él deseaba y se lo agradecía demostrándole lo mucho que lo amaba y apreciaba todo lo que hacía por mi. Aquel canino estaba renunciando por completo a toda una vida, por mi. Estaba dispuesto a dejar su hogar, su trabajo y todo a lo que estaba acostumbrado para irse a un lugar mucho más seguro conmigo, ese acto, era algo que yo valoraba demasiado y que me hacía darme cuenta de que no había podido amar a un mejor hombre. Nadie nunca podría compararse con él y su amor.
Ese día, aguardaba por Keath y las noticias que traía para mi, en el hogar ahora temporal que ambos manteníamos. Aquel lugar no me generaba la tristeza que hubiera sentido de continuar en la casa de mis padres, así que era un punto a favor. Aún con eso, me parecía solitaria, mucho más por el hecho de que apenas existían las cosas básicas y gran parte del tiempo no tenia la presencia del perro para hacer de aquel lugar, mi verdadero hogar. Antes siquiera de que llegara por completo hasta donde yo estaba, ya me había dado cuenta de su presencia así que no pude evitar sonreír una vez que me atrapaba entre sus brazos, justo en el momento en que había optado por hacerle algo de comer que seguro quedaría a la mitad.
– Pues esas vaya que son buenas noticias – dije agradeciendo porque las cosas iban más rápido de lo que esperaba, pero con el dolor de saber que pronto no tendría nada que me ligara a mis padres, más que mi amor y recuerdo por ellos; con todo y eso, debía enfocarme en mi presente y que todo lo que hacíamos era para el bien de nosotros y el futuro. Su cercanía me calmaba, pero las palabras siguientes me hicieron soltar un suspiro y asentir suavemente a sus palabras – Claro, cuanto más pronto terminemos todo, me sentiré más segura así que apurémonos en todo – y después de decir eso, me reí por la manera en que sus dedos recorrían mi cuerpo – Pero no apresures esas cosas – gire de modo que pudiera observar aquellos ojos y aquel rostro que tanto amaba – Yo te extrañe más; no sabes cuando te amo Keath – le asegure pasando la nariz por su cuello, olisqueando su aroma y dejando que la seguridad que me brindaba me llenara por completo.
Deseaba permanecer a su lado, que nada ni nadie nos interrumpiera en esos instantes pero fui yo la que se separo un poco de él y busque sus labios para depositar en ellos un beso fugaz.
– ¿Cuándo debemos ir a ver al señor que dices? – pregunte con un pesar disfrazado de curiosidad.
Thalie De Rose- Cambiante Clase Media
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Re: Toujours [Camila]
“Si me lo preguntas, te diré que sí, por siempre”
Su pequeño cuerpo entre mis brazos y su respiración pausada y alarmante me mantenía siempre vivo. Feliz aunque compartía una tristeza que no era mía. Intentaba acariciar aquellos llantos, apretar sus promesas para que solo pensara en mí. Pero estaba al tanto de que no funcionaba por completo. Bien sabía que ella pensaba igual que yo, que nos habían encontrado, que nos estaban persiguiendo y no podía siquiera expresarle que quizá había sido la madre. Eso sería una completa puñalada en el corazón de Camila y jamás me dejaría explicarme mejor. Yo conocía lo que hacían los inquisidores, los había espiado y tenían métodos de hacer hablar a la gente. Condenados vampiros, licántropos o brujos que leían la mente o algunos otros que podían controlarte a su voluntad. Y no había muchas formas de hacer algo al respecto. Muchos creían que antes de hacer eso se mordían la lengua hasta desangrarse, pero yo estaba seguro de que no era tan fácil. No te dejaban morir con tanta facilidad como esa y menos cuando querían robarte una información. Por eso, todo era aún peor. ¿Si la habían torturado hasta hacerla hablar? No podía decirle eso, no, no había nada para explicar al respecto y lo único realmente importante era huir de Paris, acurrucarnos muy lejos, quizá en Pensilvania por algún tiempo. Aquella zona geográfica era mi ciudad natal, lugar muy místico y sobrenatural, así como también era turístico y por eso los cazadores o la iglesia no se metían. Recaudaba mucho dinero todos los años por el aura metafísica que largaba.
— Me dijo que está todos los días hasta las nueve de la noche. Quizá, si quieres, podamos ir hoy. Yo ya he hecho todo lo demás. El dinero pensé que podríamos guardarlo en el banco o quizá con vales. No necesitaremos mucho allá a dónde vamos. Y cuando terminemos todo tenemos que sacar los pasajes y luego quedará en nuestras manos. — Besé una vez más esos labios que se estaban pegando a los míos. Alzando una mano para acariciar su nuca, estirándola hasta que llegara a mí y entonces morder despacio su pequeña y dulce lengua. El corazón empezaba a palpitarme más rápido, siempre era de esa forma con ella. Me enloquecía todas las partes, por lo que despacio fui arrimándola hasta la pared, besando un poco más, hundiéndome en lo que mi pierna se frotaba contra la ajena. Era hostigante y lo sabía, no podía parar de desearla aún en los momentos más extraños y esperaba que ella nunca se cansara, pues yo no lo haría. —Sé que me amas, te obligué a la fuerza y ahora no podrás vivir sin mí. Era lo más hermoso sobre la tierra. Te llevaré a recorrer el mundo entero y te haré el amor en cada rincón nuevo que encontremos. — Susurré al final sobre su piel, lamiendo despacio, acurrucando aquella pequeñez hasta que un olor peculiar salió a flote y busqué de qué se trataba. Aparentemente deliciosa comida estaba a punto de hacerse. Le dejé espacio, como si con ello pidiera que me alimentara. Mirándola cual perro hambriento.
— ¿Quieres que vayamos ahora o luego de comer eso? ¿Qué es? ¿Se está quemando? Ahhh… Que linda eres cuando me miras. ¿Te gustaría casarte conmigo? — La pregunta salió disparada sin más, no había vergüenza, no había otra cosa más que deseo y amor en mis ojos. Lo que veía era lo que siempre había soñado y aunque era de una raza opuesta a la mía, no me importaba en lo absoluto. Quería tener mitad gatos mitad perros con aquella mujer. Levantarme y ver todas sus pecas y su nariz respingada. Sus orbes claros y su forma de moverse que parecía ser una serpiente ocupando la cama entera. Se movía, me empujaba y hacía miles de maniobras, pero yo jamás me quejaba, aunque pocas veces la sentía y eran esos los momentos donde terminaba amando su cuerpo en medio de la madrugada. Quería tenerla para toda la vida, como una amiga, como una compañera y amante de tiempo completo. Siempre me hacía poner los pies en la tierra y tan solo una vez me había hecho enojar. Aún recordaba cuando había estampado su espalda cuando los muebles, furioso, con ganas de destrozarlo todo. Pero aquello había sido el factor perfecto, fue lo que separó el deseo carnal con el amor completo. Con ese sentir que me hacía enloquecer cada vez que la observaba a los faroles encendidos en celeste y verde. —Te amo, pequeño gato. — Como un niñito, me separé en busca de comida, dejando entonces la pregunta en el aire, a la espera de una respuesta, por mala o buena que fuese.
Keath Roggers- Cambiante Clase Media
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Re: Toujours [Camila]
¿Es posible que mi casa sea una persona y no un lugar?
Stephanie Perkins
Sus brazos me mantenían segura, sus caricias dulces me arrancaban la tristeza que insistía en arraigarse en mi como una cicatriz que nunca iba a desaparecer, pero que pese a lo que creía, se desvanecía lentamente con ayuda de aquel perro que me brindaba un amor como ningún otro. Tanto mi mente como mi cuerpo me indicaban que él era mi refugio, Keath era todo lo que yo necesitaba para salir adelante y dejar que tanto las preocupaciones como las tristezas se desvanecieran. Pese a todo eso que me hacía sentir, en el fondo de mi ser sabía que la seguridad no era más que una ilusión efímera que amenazaba con desaparecer. Eramos perseguidos, mi corazón decía que no debía dudar de ello y que por lo mismo era necesario que saliéramos de París lo más pronto posible aunque eso significara dejar personas y lugares que en determinado momento marcaron mi vida.
Observando aquel par de ojos que me miraban únicamente con amor, trataba de fingir curiosidad. Todos mis intentos por ocultarle cosas eran una perdida de tiempo, Keath era capaz de percatarse de mi verdadero estado de animo con una facilidad que la mayor parte del tiempo me agradaba, pero que en aquellas circunstancias solo provocaba dolor en mi. No quería que se diera cuenta de lo mucho que estaba sufriendo por dentro al saber que ese mismo día podíamos terminar con todo lo que nos mantenía ligados a París. Escucharle me llevaba a decirme que todo era sencillo, que únicamente tenía que armarme de valor e ir a completar el papeleo de rigor pero existía una enorme diferencia entre escucharlo, pensarlo y verdaderamente llevarlo a cabo.
– Nada de quizá – mi voz sonó mucho más firme de lo que creí que lo haría así que aprovechando eso, continue – lo mejor es que lo hagamos lo más pronto posible, así que hoy es el día indicado para ir – me quede en silencio unos momentos, considerando cual era la mejor opción para el dinero y tras unos momentos en silencio suspire – Sería una buena idea que guardemos algo en el banco y nos llevemos otra parte en vales, así tendremos con que irnos de aquí y lo demás se mantendrá seguro, es una buena idea ¿No lo crees? – me centre en el dinero, dejando de lado el hecho de que una vez que todo estuviese en orden y tuviéramos el dinero, la decisión de irnos caía completamente en nuestras manos. Para tranquilizarme a mi misma, acariciaba su piel y olía su agradable aroma; aunque nada de eso se comparaba a la manera en que sus labios sellaban los míos; esa manera que tenía de recorrerme la piel y enloquecer mis sentidos con un simple beso era algo que solo el perro lograba hacer. Me entregue con devoción a él, hasta que mi espalda termino por quedar pegada a la pared y sus labios se separaron de los míos para hablar.
Mucho más relajada que antes, reí al escucharle garantizar que sabía lo mucho que lo amaba y arrugué la nariz divertida mientras negaba sin dejar de mirar sus ojos.
– Tu no tienes ni idea de lo mucho que te amo realmente, así que no trates de hacerle el listo conmigo Keath Roggers – use su nombre completo fingiendo estar reprendiéndole por lo que decía – Aunque aceptare que el hecho de que no pueda vivir sin ti es porque me obligaste, ahora es tu responsabilidad mimarme como no has mimado a ninguna mujer antes y pon atención a tus palabras – levante un dedo y le recorrí el mentón de manera lenta – tendrás que hacerme el amor en todo aquel lugar al que nos lleve nuestro viaje y no aceptare excusas respecto a eso – resople tratando de darle a mis palabras una seriedad que con él, me era imposible mantener demasiado tiempo, así que termine riendo de manera audible y divertida, observando con algo de desagrado como es que se alejaba apenas un poco de mi. No toleraba la idea de tenerlo lejos, no cuando estábamos en la misma habitación pero también era consciente de que no podíamos estar todo el día tan juntos uno del otro, así que pese a que tenía ganas de abrazarle para no soltarle más, me limite solo a mirarle.
– Vayamos después de comer y no – hice un puchero – no se esta quemando, de hecho, le faltaba un poco pero ya debe estar listo – deje de mirarlo entonces, para dirigir mi mirada a donde estaba aquello que cocinaba con cariño para él pero entonces me asalto una pregunta que termino por hacer que observara nuevamente en dirección a aquel perro. Yo no tenía duda alguna de que deseaba pasar el resto de mi vida a su lado y al parecer, él tampoco; aquel cuestionamiento me hizo sonreír y quizás hasta en mis ojos se viera un brillo de alegría que desde la muerte de mi madre, no había logrado aparecer. Sus pasos le alejaron de mi y yo le seguí, con la enorme sonrisa en los labios.
– Si quiero – dije con seguridad mientras andábamos rumbo a donde se encontraba la comida – Claro que quiero casarme contigo – ofrecer los alimentos que había preparado para él pasaron a un segundo termino cuando aquella pregunta fue hecha y al dar mi respuesta me detuve – Yo también te amo perro – con esas palabras note mi voz frágil; me encontraba alegre por su petición, triste por lo sucedido con mi familia y mi hogar, nerviosa por lo que nos deparaba el futuro y todo un cumulo de otras emociones que no era capaz de discernir en aquellos instantes. En ese preciso instante me sentía morir y al mismo tiempo, me sentía más viva que nunca.
Stephanie Perkins
Sus brazos me mantenían segura, sus caricias dulces me arrancaban la tristeza que insistía en arraigarse en mi como una cicatriz que nunca iba a desaparecer, pero que pese a lo que creía, se desvanecía lentamente con ayuda de aquel perro que me brindaba un amor como ningún otro. Tanto mi mente como mi cuerpo me indicaban que él era mi refugio, Keath era todo lo que yo necesitaba para salir adelante y dejar que tanto las preocupaciones como las tristezas se desvanecieran. Pese a todo eso que me hacía sentir, en el fondo de mi ser sabía que la seguridad no era más que una ilusión efímera que amenazaba con desaparecer. Eramos perseguidos, mi corazón decía que no debía dudar de ello y que por lo mismo era necesario que saliéramos de París lo más pronto posible aunque eso significara dejar personas y lugares que en determinado momento marcaron mi vida.
Observando aquel par de ojos que me miraban únicamente con amor, trataba de fingir curiosidad. Todos mis intentos por ocultarle cosas eran una perdida de tiempo, Keath era capaz de percatarse de mi verdadero estado de animo con una facilidad que la mayor parte del tiempo me agradaba, pero que en aquellas circunstancias solo provocaba dolor en mi. No quería que se diera cuenta de lo mucho que estaba sufriendo por dentro al saber que ese mismo día podíamos terminar con todo lo que nos mantenía ligados a París. Escucharle me llevaba a decirme que todo era sencillo, que únicamente tenía que armarme de valor e ir a completar el papeleo de rigor pero existía una enorme diferencia entre escucharlo, pensarlo y verdaderamente llevarlo a cabo.
– Nada de quizá – mi voz sonó mucho más firme de lo que creí que lo haría así que aprovechando eso, continue – lo mejor es que lo hagamos lo más pronto posible, así que hoy es el día indicado para ir – me quede en silencio unos momentos, considerando cual era la mejor opción para el dinero y tras unos momentos en silencio suspire – Sería una buena idea que guardemos algo en el banco y nos llevemos otra parte en vales, así tendremos con que irnos de aquí y lo demás se mantendrá seguro, es una buena idea ¿No lo crees? – me centre en el dinero, dejando de lado el hecho de que una vez que todo estuviese en orden y tuviéramos el dinero, la decisión de irnos caía completamente en nuestras manos. Para tranquilizarme a mi misma, acariciaba su piel y olía su agradable aroma; aunque nada de eso se comparaba a la manera en que sus labios sellaban los míos; esa manera que tenía de recorrerme la piel y enloquecer mis sentidos con un simple beso era algo que solo el perro lograba hacer. Me entregue con devoción a él, hasta que mi espalda termino por quedar pegada a la pared y sus labios se separaron de los míos para hablar.
Mucho más relajada que antes, reí al escucharle garantizar que sabía lo mucho que lo amaba y arrugué la nariz divertida mientras negaba sin dejar de mirar sus ojos.
– Tu no tienes ni idea de lo mucho que te amo realmente, así que no trates de hacerle el listo conmigo Keath Roggers – use su nombre completo fingiendo estar reprendiéndole por lo que decía – Aunque aceptare que el hecho de que no pueda vivir sin ti es porque me obligaste, ahora es tu responsabilidad mimarme como no has mimado a ninguna mujer antes y pon atención a tus palabras – levante un dedo y le recorrí el mentón de manera lenta – tendrás que hacerme el amor en todo aquel lugar al que nos lleve nuestro viaje y no aceptare excusas respecto a eso – resople tratando de darle a mis palabras una seriedad que con él, me era imposible mantener demasiado tiempo, así que termine riendo de manera audible y divertida, observando con algo de desagrado como es que se alejaba apenas un poco de mi. No toleraba la idea de tenerlo lejos, no cuando estábamos en la misma habitación pero también era consciente de que no podíamos estar todo el día tan juntos uno del otro, así que pese a que tenía ganas de abrazarle para no soltarle más, me limite solo a mirarle.
– Vayamos después de comer y no – hice un puchero – no se esta quemando, de hecho, le faltaba un poco pero ya debe estar listo – deje de mirarlo entonces, para dirigir mi mirada a donde estaba aquello que cocinaba con cariño para él pero entonces me asalto una pregunta que termino por hacer que observara nuevamente en dirección a aquel perro. Yo no tenía duda alguna de que deseaba pasar el resto de mi vida a su lado y al parecer, él tampoco; aquel cuestionamiento me hizo sonreír y quizás hasta en mis ojos se viera un brillo de alegría que desde la muerte de mi madre, no había logrado aparecer. Sus pasos le alejaron de mi y yo le seguí, con la enorme sonrisa en los labios.
– Si quiero – dije con seguridad mientras andábamos rumbo a donde se encontraba la comida – Claro que quiero casarme contigo – ofrecer los alimentos que había preparado para él pasaron a un segundo termino cuando aquella pregunta fue hecha y al dar mi respuesta me detuve – Yo también te amo perro – con esas palabras note mi voz frágil; me encontraba alegre por su petición, triste por lo sucedido con mi familia y mi hogar, nerviosa por lo que nos deparaba el futuro y todo un cumulo de otras emociones que no era capaz de discernir en aquellos instantes. En ese preciso instante me sentía morir y al mismo tiempo, me sentía más viva que nunca.
Thalie De Rose- Cambiante Clase Media
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Re: Toujours [Camila]
“Podría amarte hasta que el dolor nos consuma”
Esos bellos orbitales color verde agua me atacaban, curiosos pero sollozantes, dulces pero ácidos. Era una combinación que siempre me obligaba a pensar por horas hasta encontrar la realidad de entre ellos. Mi conclusión era la más básica y a su vez solía ser la más acertada, pues el dolor de perder todo lo que nos unía a una ciudad y a su vez la emoción de irnos solos y muy lejos, era algo que sin duda daba sentimientos encontrados. Pero en mi interior sabía que lo mejor era escapar de la realidad al menos por un lapso de tiempo suficiente para cicatrizar las heridas. Y yo estaba dispuesto a vendarla y curarla todos los días de esa vida extensa que llevaba. Porque no podía contra mi naturaleza, cuando amaba, lo hacía hasta con el último lazo de mi cuerpo y alma. Me dejaba hundir en la profundidad de los sentimientos y ahogarme si es que eso era posible. Paseé mis dedos por sus cabellos rubios y largos, los enredé entre mis falanges hasta que tironeando con un cuidado ancestral pude volver a besar esos labios, mordisqueándolos, lamiendo dentro y fuera en tanto los suspiros se pegaban a la piel ajena. ¿Acaso había ser más magnífico que ese? Pequeño y voraz, pero a su vez delicado como una pluma y elegante como el más sensual de los gatos caminando por un barandal, moviendo su cintura y sus pequeñas caderas que podían pasar por cualquier alambrado sin sentir peligro ni terror. — Lo haremos hoy entonces. Sí, será lo mejor. Camila, volveremos, no te preocupes. No dejaré que sufras nunca, así que no pienses en esas cosas. —
Apoyando la frente sobre la ajena, la miraba y me reía mostrando los dientes blancos y afilados que tenía. Pasando mis dedos por su cintura, abrazándola unos segundos más hasta que me vi a mi mismo buscando la comida que ella estaba preparando. ¿Cuándo fue que el estómago me había empezado a gruñir? — Shhh, no lo puedes repetir. Tú tienes que decir que yo no te obligué, me haces quedar mal. Ah… ¿Estás amenazándome? ¿Crees que no podré hacerlo? Te haría el amor ahora mismo, sobre la mesa, pero se quemará la comida y me pondré furioso; y entonces, ¿qué harás? — Bromeé en lo que deslicé una mano por sus nalgas, apretándolas hasta subirla un poco del suelo, apoyándola en mi cuerpo de manera que no fuese a tambalearse, lamiendo su mejilla de arriba hacia abajo. Saborearla era uno de mis mejores pasatiempos, morder sus extremidades, palparla hasta el más recóndito lugar y luego besarla con cuidado para que no se enojara. Me divertían sus expresiones, más que nada cuando se le agrandaba la mirada y se quedaba en silencio. Sin dejarme saber si estaba lista para atacarme y rasguñarme o para acariciarme y besarme. — Sin excusas, ¿no? — Planteé curioso y dejé espacio entre ambos. Quizá por el pequeño nerviosismo que subía desde mi ingle hasta mi garganta. De repente le había hecho esa pregunta que se había estado paseando por mi mente meses atrás. Pero siempre temía que ella no quisiera, a los felinos les gustaba la libertad, engancharla a mí quizá sería como una cárcel para ella.
La yema de mis dedos estaba en el borde de la mesa, mirando fijamente la cocina de barro que estaba calentando algo sin duda delicioso para mi apetito, que ahora se estaba cerrando lentamente. Y entonces escuché un sonido escaparse de mis labios, como un exaltamiento que no era mío, sino de mi alma. Despacio me giré para buscar su vista y allí estaba con una sonrisa tan dulce que me derretía de maneras nunca antes vividas. Responderle con palabras no era posible, incluso mis mejillas se pusieron calientes y me reí torpe, tosco. Acercándome a su cuerpo para abrazarla por completo. — ¿Sí quieres? Me sorprendes… Eso está muy bien. — Asentí a medida que besaba su mejilla, su frente, su nariz y todo lo que estuviese cerca. Mi corazón latía, lo hacía tan fuerte que se iba a salir de mi pecho, corriendo de alegría. De repente noté el brillo frágil y tímido de ella, no pude hacer otra cosa que reírme y acurrucarla más, negando en lo que mi mano derecha apretaba su cabeza contra mi hombro. — No vayas a llorar, busquemos la comida mejor y comemos juntos en el sillón. Hay que planear muchas cosas y te necesito fuerte y altiva. No me abandones. — Me dispuse a caminar con ella entre mis brazos, alzándola por la cintura hasta quedar en contra de la mesada al lado de la merienda. — Yo lo saco, tú quédate quietita. Me encargaré de todo… — Algo dudoso de mí mismo me agaché con un trapo a sacar la fuente. Era bruto, por lo que mis ojos estaban abiertos de par en par, haciendo equilibro para que nada se cayera, parecía estar haciendo algún truco de circo por lo complicado que se me hacía esa cuestión. — ¿Y ahora? ¿Me lo como así? —
Keath Roggers- Cambiante Clase Media
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Re: Toujours [Camila]
Brotaba de ella algo cálido y conmovedor, como si estuviera tratando de entregar su corazón ocultándolo en una de aquellas emocionadas e intensas palabras.
Francis Scott Fitzgerald
Volver. Desde que habláramos acerca de dejar París la idea de regresar no me había pasado por la mente ni una sola vez. Amaba aquella ciudad y todo cuanto llevó a mi vida, pero se volvió un lugar demasiado peligroso y por eso quizá es que sentía que si me iba, no regresaría jamás; como siempre, Keath me aseguraba lo contrario, volviendo las situaciones más difíciles, sencillas y agradables.
– Estaremos juntos y eso es lo que hará que deje de preocuparme – le sonreí, levantando una mano para tirar suavemente de una de sus mejillas – Yo sé que no me dejaras sufrir – cerré los ojos y agite entonces la cabeza de un lado a otro, solo para después volver a mirarlo – Ya no pensare más en esas cosas – y aunque se lo decía sinceramente, sabía que en algunos momentos no podría hacerlo. El pasado y los recuerdos era algo que no iba a desaparecer nunca, únicamente iba a llegar un momento en que no volvería a sufrir igual.
Dejaba que su presencia, palabras y actos se llevaran toda la tristeza, pesares e inseguridades. Estábamos juntos y vivos, no existía nada mejor que eso, así que debía centrar mi mente en eso. Lleve mis manos hasta mis labios, como una niña reprendida que es obligada a guardar silencio cuando no quiere, solo que en mi caso lo hacía para no terminar estallando en risas, aunque al final no pude evitarlo y termine por reír mientras respondía a sus palabras.
– Más que una amenaza, deberías considerarlo un reto entre nosotros – mi sonrisa se torno un tanto juguetona – no quiero que lo hagas ahora, ya tendremos mucho tiempo para probar nuestra resistencia fuera de esta ciudad así que ahora simplemente te alimentare, que si se quema la comida quien estará furiosa seré yo – mi rostro trato de mantenerse serio, pero fracase en el momento en que apretó mis nalgas y termine por darle un golecito en el brazo, todo antes de terminar mimada por él, en esa manera tan canina que tenía de demostrarme el afecto.
Después de su repentina propuesta se alejaba de mi y si bien desear un hogar estaba en parte fuera de la naturaleza de un gato, si era con él no me importaba ser un fracaso para la raza a la que pertenecía. En aquellos momentos además, donde se suponía que más lejos estaba de mi madre, me sentía más cercana a ella que nunca. Con aquella pregunta hecha por Keath, podía saber entonces como es que mi madre había renunciado y aceptado tanto por mi padre. La sonrisa no desaparecía de mis labios y cuando se volvió a observarme me encogí de hombros, tratando de dar a entender que no había delirado con mi respuesta y que de verdad estaba aceptando su propuesta.
– ¿Te sorprende? – pregunte cuando sus brazos me rodeaban nuevamente y nuestros cuerpos estaban cerca una vez más – No me imagino el por qué – continúe mientras me aferraba a su cuerpo y sus besos me llenaban o al menos lo hicieron hasta que me apretó contra él y termine riendo ante su preocupación por mi – No voy a llorar, ¿Cómo podría si me haces tan feliz? Y tampoco voy a abandonarte – mordí suave su hombro, exigiéndole de cierta manera que se mantuviera cerca y pese a ese deseo, se separo de mi para sacar la comida. Verlo encargarse de lo deberes hogareños me encantaba; era tan torpe pero tan decidido que incluso si todo le salía mal, sería imposible para mi que me enojase con él. Mis ojos siguieron con atención cada uno de sus actos y cuando me cuestiono sobre los alimentos, fue que termine por moverme y sacar dos platos. – No vas a comerlo así, déjalo en la mesa – le mire entrecerrando los ojos y saque algunos cubiertos para servir aquel platillo con carne y verduras que me habían enseñado a preparar algunas de las chicas con las que antes solía trabajar. Me acerque entonces a la mesa y con cuidado me asegure de servir una porción adecuada para mi y la mayor parte de todo para Keath – Bien, entonces… ¿Lo comemos en el sillón y hablamos de lo que tenemos que hacer? No quiero que nada quede al aire, mucho menos cuando queda tan poco por hacer para irnos de aquí – con paso firme, tome ambos platos y me dirigí al sillón donde espere a que el perro tomara asiento antes de darle su plato y poder sentarme yo a su lado – Keath, quiero irme de aquí lo más pronto posible – solté aquello sin más – Quiero alejarme de esto y formar una familia contigo – dicho eso observe mi plato y comencé a comer, esperando por saber de labios del perro una cantidad de días, horas o minutos antes de que pudiéramos irnos.
Francis Scott Fitzgerald
Volver. Desde que habláramos acerca de dejar París la idea de regresar no me había pasado por la mente ni una sola vez. Amaba aquella ciudad y todo cuanto llevó a mi vida, pero se volvió un lugar demasiado peligroso y por eso quizá es que sentía que si me iba, no regresaría jamás; como siempre, Keath me aseguraba lo contrario, volviendo las situaciones más difíciles, sencillas y agradables.
– Estaremos juntos y eso es lo que hará que deje de preocuparme – le sonreí, levantando una mano para tirar suavemente de una de sus mejillas – Yo sé que no me dejaras sufrir – cerré los ojos y agite entonces la cabeza de un lado a otro, solo para después volver a mirarlo – Ya no pensare más en esas cosas – y aunque se lo decía sinceramente, sabía que en algunos momentos no podría hacerlo. El pasado y los recuerdos era algo que no iba a desaparecer nunca, únicamente iba a llegar un momento en que no volvería a sufrir igual.
Dejaba que su presencia, palabras y actos se llevaran toda la tristeza, pesares e inseguridades. Estábamos juntos y vivos, no existía nada mejor que eso, así que debía centrar mi mente en eso. Lleve mis manos hasta mis labios, como una niña reprendida que es obligada a guardar silencio cuando no quiere, solo que en mi caso lo hacía para no terminar estallando en risas, aunque al final no pude evitarlo y termine por reír mientras respondía a sus palabras.
– Más que una amenaza, deberías considerarlo un reto entre nosotros – mi sonrisa se torno un tanto juguetona – no quiero que lo hagas ahora, ya tendremos mucho tiempo para probar nuestra resistencia fuera de esta ciudad así que ahora simplemente te alimentare, que si se quema la comida quien estará furiosa seré yo – mi rostro trato de mantenerse serio, pero fracase en el momento en que apretó mis nalgas y termine por darle un golecito en el brazo, todo antes de terminar mimada por él, en esa manera tan canina que tenía de demostrarme el afecto.
Después de su repentina propuesta se alejaba de mi y si bien desear un hogar estaba en parte fuera de la naturaleza de un gato, si era con él no me importaba ser un fracaso para la raza a la que pertenecía. En aquellos momentos además, donde se suponía que más lejos estaba de mi madre, me sentía más cercana a ella que nunca. Con aquella pregunta hecha por Keath, podía saber entonces como es que mi madre había renunciado y aceptado tanto por mi padre. La sonrisa no desaparecía de mis labios y cuando se volvió a observarme me encogí de hombros, tratando de dar a entender que no había delirado con mi respuesta y que de verdad estaba aceptando su propuesta.
– ¿Te sorprende? – pregunte cuando sus brazos me rodeaban nuevamente y nuestros cuerpos estaban cerca una vez más – No me imagino el por qué – continúe mientras me aferraba a su cuerpo y sus besos me llenaban o al menos lo hicieron hasta que me apretó contra él y termine riendo ante su preocupación por mi – No voy a llorar, ¿Cómo podría si me haces tan feliz? Y tampoco voy a abandonarte – mordí suave su hombro, exigiéndole de cierta manera que se mantuviera cerca y pese a ese deseo, se separo de mi para sacar la comida. Verlo encargarse de lo deberes hogareños me encantaba; era tan torpe pero tan decidido que incluso si todo le salía mal, sería imposible para mi que me enojase con él. Mis ojos siguieron con atención cada uno de sus actos y cuando me cuestiono sobre los alimentos, fue que termine por moverme y sacar dos platos. – No vas a comerlo así, déjalo en la mesa – le mire entrecerrando los ojos y saque algunos cubiertos para servir aquel platillo con carne y verduras que me habían enseñado a preparar algunas de las chicas con las que antes solía trabajar. Me acerque entonces a la mesa y con cuidado me asegure de servir una porción adecuada para mi y la mayor parte de todo para Keath – Bien, entonces… ¿Lo comemos en el sillón y hablamos de lo que tenemos que hacer? No quiero que nada quede al aire, mucho menos cuando queda tan poco por hacer para irnos de aquí – con paso firme, tome ambos platos y me dirigí al sillón donde espere a que el perro tomara asiento antes de darle su plato y poder sentarme yo a su lado – Keath, quiero irme de aquí lo más pronto posible – solté aquello sin más – Quiero alejarme de esto y formar una familia contigo – dicho eso observe mi plato y comencé a comer, esperando por saber de labios del perro una cantidad de días, horas o minutos antes de que pudiéramos irnos.
Thalie De Rose- Cambiante Clase Media
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Re: Toujours [Camila]
En el fondo de mi corazón, tenía bien en claro que ella no podría ser capaz de dejar de sufrir, para nadie era posible eso. La razón era que éramos humanos, con sentimientos, con una piel de mortalidad que nos cubriría hasta morir. Aun así me sentía contento de que ella pensara que todo estaría bien, me dejaba tranquilo en cierta forma, pues significaba que ella pondría todas sus expectativas en mí. Y yo era lo suficientemente fiel e increíblemente tonto y pesado como para cubrirla y protegerla aún si era un bombardeo de ambos lados lo que estaba frente a nosotros. Estiré mis brazos, rodeándola con cuidado, pasando los dedos zopencos por su cintura. — Mrgh~ No podemos dejar que te pongas furiosa o arañarás. — Acepté sus razones, sonriendo al tiempo que ella lo hacía y se movía, casi como queriéndose alejar, pero eso era imposible, yo me encontraba pegado a su cuerpo, frotando ligeramente sus costados, olisqueando su aroma, su textura y fragancia que enloquecían mis instintos. Por suerte, eso se detuvo cuando la comida comenzó a ser enlistada. Como hombre que era, me encontraba incapaz de darle toda mi atención a más de una cosa a la vez, así que me separé muy apenas, observando el chirrido del alimento que me hacía agua la boca, casi al ras de obligarme a zambullirme en el cuenco. Me las había ingeniado para poner aquello sobre la mesa, en realidad, tenía muy poca idea de la cocina, tanto que ni los nombres de los objetos me eran de conocimiento. Mas había una cosa que era seguro, la comida me encantaría porque el sabor de la felicidad ya estaba embarrado en mi lengua, me sentía tan contento que mis extremidades temblaban de la emoción. No podía decirle realmente lo mucho que me sorprendía. Ella era un felino, uno libre y que gustaba de entretenerse con cosas banales y poco fieles a la vida humana. Y yo, por el contrario, era un canino con síndrome de hombre. Quería una familia, cuidar de mi mujer hasta el último aliento y darle toda la felicidad que fuese posible. La seguí entonces, en un silencio raro para provenir de mí, pues se notaba que parecía no comprender la realidad, como si estuviese en un sueño malvado de donde no quería despertar.
— Agarro para tomar, ahí voy. Como te decía, las cosas ya están listas, solo queda ir a firmar unos papeleríos. El jefe que tenía antes, el que cuidaba como guardaespaldas, me recomendó a este hombre. Me pareció fiel así que luego de consultar con algunos animales estoy casi seguro de que no tiene malas intenciones. — Hablé con sosiego, en lo que me disponía en mi lado del sillón, subiendo brutamente las piernas. Mi cuerpo era bárbaro y demasiado grande para poder controlarlo fácilmente, por lo que sujetaba el plato con una mano, con fuerzas, evitando así que se cayera, y con la otra hacía viajar el tenedor para llevarme la comida a la boca, masticando a medias y tragando de una vez. — Dos días, tenemos que apurarnos, ¿ya has hecho el bolso? Por cierto, ¿no has notado nada extraño? Estaba pensando en que si vamos hoy para firmar, ya mañana estaría todo guardado y en la noche podríamos partir. Los boletos para el ferrocarril ya están y… — Dejé un momento de silencio para volver a la comida, mirándola de reojo en lo que mis mejillas se inflaban como si fuese alguna clase de animal desnutrido. Claro que eso estaba muy lejos de suceder. Tomé aire y seguí entonces hablando, yo sabía perfectamente que Camila quería hacerlo todo lo antes posible, que se realicen las tomas de decisiones antes de que surjan los arrepentimientos. — el viaje en barco está reservado. ¿Vamos para Pensilvania? — Consulté, suavemente, allí era donde mi familia estaba dispuesta, perros y lobos salvajes que vivían en manada y en una armonía extraña con los vampiros que residían por allí. Esperaba que todo estuviese como siempre. Pocas veces me había podido comunicar con ellos luego de mi partida. Tenía que esperar que los pájaros emigren a ese lado del mundo para enviar un mensaje, pues la idea de la correspondencia no estaba acentuada en aquel terreno donde vivíamos. Pura naturaleza y sentido del instinto, esa era la vida que había llevado siempre y que la había dejado por amor. Siempre me dejaba llevar por los sentimientos, porque eran reales, porque formaban parte de mi vida y estaba seguro que me arrepentiría si no dejaba que estos punzaran los caminos verdaderos de mi existir.
— Agarro para tomar, ahí voy. Como te decía, las cosas ya están listas, solo queda ir a firmar unos papeleríos. El jefe que tenía antes, el que cuidaba como guardaespaldas, me recomendó a este hombre. Me pareció fiel así que luego de consultar con algunos animales estoy casi seguro de que no tiene malas intenciones. — Hablé con sosiego, en lo que me disponía en mi lado del sillón, subiendo brutamente las piernas. Mi cuerpo era bárbaro y demasiado grande para poder controlarlo fácilmente, por lo que sujetaba el plato con una mano, con fuerzas, evitando así que se cayera, y con la otra hacía viajar el tenedor para llevarme la comida a la boca, masticando a medias y tragando de una vez. — Dos días, tenemos que apurarnos, ¿ya has hecho el bolso? Por cierto, ¿no has notado nada extraño? Estaba pensando en que si vamos hoy para firmar, ya mañana estaría todo guardado y en la noche podríamos partir. Los boletos para el ferrocarril ya están y… — Dejé un momento de silencio para volver a la comida, mirándola de reojo en lo que mis mejillas se inflaban como si fuese alguna clase de animal desnutrido. Claro que eso estaba muy lejos de suceder. Tomé aire y seguí entonces hablando, yo sabía perfectamente que Camila quería hacerlo todo lo antes posible, que se realicen las tomas de decisiones antes de que surjan los arrepentimientos. — el viaje en barco está reservado. ¿Vamos para Pensilvania? — Consulté, suavemente, allí era donde mi familia estaba dispuesta, perros y lobos salvajes que vivían en manada y en una armonía extraña con los vampiros que residían por allí. Esperaba que todo estuviese como siempre. Pocas veces me había podido comunicar con ellos luego de mi partida. Tenía que esperar que los pájaros emigren a ese lado del mundo para enviar un mensaje, pues la idea de la correspondencia no estaba acentuada en aquel terreno donde vivíamos. Pura naturaleza y sentido del instinto, esa era la vida que había llevado siempre y que la había dejado por amor. Siempre me dejaba llevar por los sentimientos, porque eran reales, porque formaban parte de mi vida y estaba seguro que me arrepentiría si no dejaba que estos punzaran los caminos verdaderos de mi existir.
Keath Roggers- Cambiante Clase Media
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Re: Toujours [Camila]
La distancia a veces puede con todo
Carlos del Amor
– Voy no solo a arañarte si es que me haces enojar de la manera indicada – Decía aquello en broma, pues nunca fui una persona que se molestara fácilmente, de hecho, era todo lo contrario; evitaba entrar en conflictos a menos que fuese completamente necesario o mi vida y la de otros dependiera de eso. En el tiempo que forme parte de la Alianza, estuve dispuesta a enfrentarme a todo sin medir consecuencias pero de ese momento al presente muchas cosas pasaron, me volví cautelosa y mantenía cerca de mi aquellos que apreciaba. Los quería bien y que nada nunca los dañara, para eso es que evitaba ahora los problemas, eso me llevó de cierta manera también a ser simplemente una espectadora del asesinato de mi madre. Ahora, solo quería dejar el pasado en su sitio y mirar al futuro con aquel perro que me nublaba los sentidos y a quien le sonreía de manera boba, como la mujer completamente enamorada que era – Vamos a comer antes de que la comida se arruine, anda, anda… – le empujaba con suavidad, para poder ir al sillón una vez que los platos estuvieron listos y la charla de un matrimonio quedaba flotando en el aire, dando a mi vida una nueva esperanza y propósito. ¿Me imaginaba como esposa del perro? Bueno, en varias ocasiones lo pensé pero en aquellos instantes, era más cercano a una realidad que a un simple sueño.
Con agilidad pude acomodarme en el sofá, mientras que al perro le costaba un poco más de esfuerzo y eso me hizo reír antes de prestarle atención nuevamente a los asuntos más serios.
– Pues si tu antiguo jefe y nuestros contactos animales dicen que es bueno, no tenemos porque dudar de ello – le sonreí y comí un poco de lo que había en mi plato antes de continuar hablando – Y lo dicho, vayamos hoy mismo a firmar las cosas y terminemos de una buena vez con todo eso. ¿Alguna vez te dije lo mucho que odiaba tu trabajo como guardaespaldas? – pregunte sacando otro tema y volviendo a tomar alimento de mi plato. Si bien la comida pudo quedar mejor, me sentía feliz de saber que mis habilidades culinarias estaban mejorando lentamente – Era demasiado peligroso, te exponías demasiado así que me gusta saber que por mala o buena suerte, te has alejado de eso y sobre todo que ahora te llevare lejos – le observe de reojo y sonreí divertida pues quien me llevaba lejos era él. Existían cosas extrañas a nuestro alrededor, por supuesto que lo había notado solo que ahora lo notaba mucho más constantemente, pero en ningún momento se lo dije por temor a que fueran meramente mis ideas y quedar como una paranoica. Ahora que aquella pregunta salía de los labios del perro, no era capaz de guardar más las inseguridades que vivía hora tras hora en París. – Ahora que lo mencionas – deje de comer y mire fijamente al plato perdiendo casi por completo las ganas de continuar alimentándome – Si he visto cosas raras con más frecuencia que antes y eso es otro motivo por el que quiero irme pronto – deje de observar el plato para mirarlo a él – No voy a llevar tantas cosas, me parece inútil que carguemos con todo así que mi bolso estaría listo hoy mismo – mi resolución era absoluta – mañana estará todo listo así que partir en la noche es lo mejor – le sonreí con cierto pesar en el alma – Lamento hacerte todo esto Keath; te deje toda la carga durante este tiempo pero no voy a dejar que cargues con nada más tu solo – deje el cubierto que sostenía en el plato y mi mano fue a acariciar suavemente su mejilla.
No fui capaz de terminar mis alimentos, así que me levante de aquel sofá y me dirigí a dejar el plato sobre la mesa.
– Por supuesto que vamos a Pensilvania, ¿No me prometiste que me llevarías y me presentarías a tu familia? A menos que ahora te hayas arrepentido – presurosa regrese hasta su lado sin dejar de observarlo – o es acaso… ¿Tienes algún secreto en Pensilvania que no quieres que descubra? – acerque mis labios hasta su cuello para besarle tanto como pudiera, así me tranquilizaba más. Saber que una vez que terminase de comer significaba ir a firmar y deshacerme de todo lo que me pertenecía en París, me ponía nerviosa pero como siempre su compañía me llenaba de paz.
Carlos del Amor
– Voy no solo a arañarte si es que me haces enojar de la manera indicada – Decía aquello en broma, pues nunca fui una persona que se molestara fácilmente, de hecho, era todo lo contrario; evitaba entrar en conflictos a menos que fuese completamente necesario o mi vida y la de otros dependiera de eso. En el tiempo que forme parte de la Alianza, estuve dispuesta a enfrentarme a todo sin medir consecuencias pero de ese momento al presente muchas cosas pasaron, me volví cautelosa y mantenía cerca de mi aquellos que apreciaba. Los quería bien y que nada nunca los dañara, para eso es que evitaba ahora los problemas, eso me llevó de cierta manera también a ser simplemente una espectadora del asesinato de mi madre. Ahora, solo quería dejar el pasado en su sitio y mirar al futuro con aquel perro que me nublaba los sentidos y a quien le sonreía de manera boba, como la mujer completamente enamorada que era – Vamos a comer antes de que la comida se arruine, anda, anda… – le empujaba con suavidad, para poder ir al sillón una vez que los platos estuvieron listos y la charla de un matrimonio quedaba flotando en el aire, dando a mi vida una nueva esperanza y propósito. ¿Me imaginaba como esposa del perro? Bueno, en varias ocasiones lo pensé pero en aquellos instantes, era más cercano a una realidad que a un simple sueño.
Con agilidad pude acomodarme en el sofá, mientras que al perro le costaba un poco más de esfuerzo y eso me hizo reír antes de prestarle atención nuevamente a los asuntos más serios.
– Pues si tu antiguo jefe y nuestros contactos animales dicen que es bueno, no tenemos porque dudar de ello – le sonreí y comí un poco de lo que había en mi plato antes de continuar hablando – Y lo dicho, vayamos hoy mismo a firmar las cosas y terminemos de una buena vez con todo eso. ¿Alguna vez te dije lo mucho que odiaba tu trabajo como guardaespaldas? – pregunte sacando otro tema y volviendo a tomar alimento de mi plato. Si bien la comida pudo quedar mejor, me sentía feliz de saber que mis habilidades culinarias estaban mejorando lentamente – Era demasiado peligroso, te exponías demasiado así que me gusta saber que por mala o buena suerte, te has alejado de eso y sobre todo que ahora te llevare lejos – le observe de reojo y sonreí divertida pues quien me llevaba lejos era él. Existían cosas extrañas a nuestro alrededor, por supuesto que lo había notado solo que ahora lo notaba mucho más constantemente, pero en ningún momento se lo dije por temor a que fueran meramente mis ideas y quedar como una paranoica. Ahora que aquella pregunta salía de los labios del perro, no era capaz de guardar más las inseguridades que vivía hora tras hora en París. – Ahora que lo mencionas – deje de comer y mire fijamente al plato perdiendo casi por completo las ganas de continuar alimentándome – Si he visto cosas raras con más frecuencia que antes y eso es otro motivo por el que quiero irme pronto – deje de observar el plato para mirarlo a él – No voy a llevar tantas cosas, me parece inútil que carguemos con todo así que mi bolso estaría listo hoy mismo – mi resolución era absoluta – mañana estará todo listo así que partir en la noche es lo mejor – le sonreí con cierto pesar en el alma – Lamento hacerte todo esto Keath; te deje toda la carga durante este tiempo pero no voy a dejar que cargues con nada más tu solo – deje el cubierto que sostenía en el plato y mi mano fue a acariciar suavemente su mejilla.
No fui capaz de terminar mis alimentos, así que me levante de aquel sofá y me dirigí a dejar el plato sobre la mesa.
– Por supuesto que vamos a Pensilvania, ¿No me prometiste que me llevarías y me presentarías a tu familia? A menos que ahora te hayas arrepentido – presurosa regrese hasta su lado sin dejar de observarlo – o es acaso… ¿Tienes algún secreto en Pensilvania que no quieres que descubra? – acerque mis labios hasta su cuello para besarle tanto como pudiera, así me tranquilizaba más. Saber que una vez que terminase de comer significaba ir a firmar y deshacerme de todo lo que me pertenecía en París, me ponía nerviosa pero como siempre su compañía me llenaba de paz.
Thalie De Rose- Cambiante Clase Media
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Re: Toujours [Camila]
No podía expresar lo que sucedía en mi interior en aquel instante, una mezcla hermosa de emociones que no estaba seguro de haber experimentado antes. Claro que no me fijaba mucho en esas cosas, actuaba por instintos y muy poco era lo que escuchaba a mi cerebro. Pero era en ese entonces en donde me di cuenta que me sentía palpitar con ella a mi lado, tan cursi y románticamente que me daba vergüenza asimilarlo. Era la sonrisa ajena, pura y dulce, con los orbes abiertos mirándolo todo, calculando cada uno de mis movimientos y los propios. Sin duda me había ganado la lotería, conocerla tan casualmente en una parte de la ciudad no habitada, escandalosamente y siempre con asesinos que estaban detrás de nosotros. Era emocionante y espeluznante y sin embargo allí estábamos, habíamos pasado todas esas situaciones y ahora intentábamos desligarnos por completo de cualquier tipo de aventura que pusiera nuestras vidas en una balanza. Ingerí un buen pedazo de comida, dejando que mis pensares volaran en mi imaginación, escuchando a la fémina que ciertamente parecía ansiosa y nerviosa por irse, una manía y depresión que tardaría en sanar. Y yo estaría allí para hacerla feliz, era mi única obligación desde ese momento en adelante. — ¿Lo odiabas? No sé hacer muchas cosas más, me gusta jugar en juegos de azar, pero lo dejé hace mucho. Ahora ya no habrá ninguna de las dos, puedes estar tranquila, princesa gatuna. ¿¡Me llevarás lejos!? Eso suena a secuestro. — Bromeé, terminando mi plato hasta no dejar nada en él y entonces me quedé perdido en la figura ajena, en su manera de demostrarme los sentimientos aunque fuese complicado. Ella siempre era así, era una mujer después de todo, una con mucho orgullo y completamente diferente a todas las demás que había conocido. Camila buscaba mucho más que estabilidad, ella quería hundirse en la calma y en una serenidad infinita, y lo quería conmigo; yo se lo daría. Le entregaría lo que pidiera porque sabía que nunca pediría más de lo que yo podía darle.
Suspiré, intrigado y ávido de que pasara rápidamente, ya nos quería ver caminando a las afueras de Francia y todo el continente. Era un hombre incólume, completamente sano y por lo tanto también me gustaba ser íntegro en los totales aspectos, tradicional al punto que las ganas de hacerme con Camila no se extinguían, por el contrario el punto de ignición quemaba mi absoluto ser. Sabía que ella estaba triste, podía notarlo de vez en cuando, cuando sus ojos se apagaban, no obstante sabía también que para hacerla feliz necesitaba poco. — No sufras más, vamos, deja todo así, iremos a hacer la malvada burocracia y nos iremos de una vez por todas. No tienes que seguir preocupándote por tales cosas. Todo quedará atrás menos tu nombre y mi amor por ti. Solo tienes que aguantar un poco más. — Me levanté. Decidido de que era el momento correcto para irnos, lamentablemente para mí, el cuerpo ajeno se había acurrucado al mío y era su lengua áspera y seca como la de un gato la que estaba paseándose por mi cuello. Me provocaba pequeñas corrientes meticulosas que me harían olvidar de las prioridades. Paseé mis brazos por su cintura y la alcé conmigo, entrecerrando los párpados para no infundir a que le provocación se termine de crear. — No se puede ahora… Tenemos que irnos y no. No tengo ningún secreto que no te pueda contar. Te mostraré todo, será divertido. Vamos a por ello. Quizá haya alguna de mis ex novias… quien sabe. — Giré la vista, mintiendo vil y notoriamente. Pues la única otra mujer que había tenido ahora era un ángel en el cielo y quizá estuviese cuidando este nuevo amor que habíamos creado. Sonreí pensando en eso, ¿era posible que esa afición estuviese siendo protegida por el alma de tal señorita? No podía siquiera imaginarlo y dejé ir esa situación, intercambiándola por una frente a la puerta de salida. Esperé a que la fémina estuviese acomodada y rápidamente abrí la entrada, tomando la mano de Camila, entrelazando por completo nuestros dedos. — Está a unas pocas cuadras, llegando al centro. — Y comenzó la caminata, sería tranquila hasta llegar al lugar en dónde un señor nos estaba esperando. El dinero quedaría en el banco y un parte la llevaríamos por si se nos escapaba algo. Los pasajes habían sido sacados con la paga que yo había tenido y los ahorros anteriores, eran dos barcos; un viaje corto hasta Irlanda y otro largo para llegar a Canadá. En unos meses estaríamos entre los bosques turgentes y espesos de mi ciudad natal. Apreté la palma ajena, estaba emocionado, eran muchísimos años los que habían pasado desde que había visto a mi familia y las ganas eran más fuertes que nunca. ¡Le presentaría a la mujer con la que me casaría! Mi mente estaba en otro mundo, tanto que no me di cuenta cuando llegamos al lugar.
Suspiré, intrigado y ávido de que pasara rápidamente, ya nos quería ver caminando a las afueras de Francia y todo el continente. Era un hombre incólume, completamente sano y por lo tanto también me gustaba ser íntegro en los totales aspectos, tradicional al punto que las ganas de hacerme con Camila no se extinguían, por el contrario el punto de ignición quemaba mi absoluto ser. Sabía que ella estaba triste, podía notarlo de vez en cuando, cuando sus ojos se apagaban, no obstante sabía también que para hacerla feliz necesitaba poco. — No sufras más, vamos, deja todo así, iremos a hacer la malvada burocracia y nos iremos de una vez por todas. No tienes que seguir preocupándote por tales cosas. Todo quedará atrás menos tu nombre y mi amor por ti. Solo tienes que aguantar un poco más. — Me levanté. Decidido de que era el momento correcto para irnos, lamentablemente para mí, el cuerpo ajeno se había acurrucado al mío y era su lengua áspera y seca como la de un gato la que estaba paseándose por mi cuello. Me provocaba pequeñas corrientes meticulosas que me harían olvidar de las prioridades. Paseé mis brazos por su cintura y la alcé conmigo, entrecerrando los párpados para no infundir a que le provocación se termine de crear. — No se puede ahora… Tenemos que irnos y no. No tengo ningún secreto que no te pueda contar. Te mostraré todo, será divertido. Vamos a por ello. Quizá haya alguna de mis ex novias… quien sabe. — Giré la vista, mintiendo vil y notoriamente. Pues la única otra mujer que había tenido ahora era un ángel en el cielo y quizá estuviese cuidando este nuevo amor que habíamos creado. Sonreí pensando en eso, ¿era posible que esa afición estuviese siendo protegida por el alma de tal señorita? No podía siquiera imaginarlo y dejé ir esa situación, intercambiándola por una frente a la puerta de salida. Esperé a que la fémina estuviese acomodada y rápidamente abrí la entrada, tomando la mano de Camila, entrelazando por completo nuestros dedos. — Está a unas pocas cuadras, llegando al centro. — Y comenzó la caminata, sería tranquila hasta llegar al lugar en dónde un señor nos estaba esperando. El dinero quedaría en el banco y un parte la llevaríamos por si se nos escapaba algo. Los pasajes habían sido sacados con la paga que yo había tenido y los ahorros anteriores, eran dos barcos; un viaje corto hasta Irlanda y otro largo para llegar a Canadá. En unos meses estaríamos entre los bosques turgentes y espesos de mi ciudad natal. Apreté la palma ajena, estaba emocionado, eran muchísimos años los que habían pasado desde que había visto a mi familia y las ganas eran más fuertes que nunca. ¡Le presentaría a la mujer con la que me casaría! Mi mente estaba en otro mundo, tanto que no me di cuenta cuando llegamos al lugar.
Keath Roggers- Cambiante Clase Media
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Fecha de inscripción : 14/05/2013
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Re: Toujours [Camila]
Me encontraba bastante lejos de ser una princesa, era una mujer común y corriente que creía haber llevado a la vida del perro más desgracias que glorias. Con todo y eso, no podía evitar sonreír ante sus comentarios y claro, arrugar la nariz cuando decía cosas que no me gustaban, como el hecho de que antes soliera jugar juegos de azar; no me molestaba el acto en si, sino que más bien me preocupaba que esa clase de trabajos o entretenimientos a los que se dedicaba le dejasen más expuesto y pudiera ser descubierto por alguien que planeara hacernos daño. La idea de un mundo sin Keath me aterraba en demasía y por eso es que me aferraba a él como una gata posesiva, dispuesta a pelear con él si se empeñaba en seguir trabajando en alguna de esas cosas que no me provocaban la menor gracia.
–Lo odiaba porque siempre pensaba que podía pasarte algo malo, te amo demasiado como para poder vivir sin ti – le asegure antes de que una sonrisa de satisfacción apareciera en mis labios – Encontraremos algo más que hacer, algo que no sea tan peligroso para ninguno de ambos – reí entonces – Así es mi amado can, voy a secuestrarte y hacerte el hombre más feliz de este mundo, por lo que creo que no tendrás quejas al respecto – para mantenerle a salvo era capaz de cualquier cosa, incluido algo como un secuestro, afortunadamente eso no sería necesario por el momento. Conocía tan bien a aquel perro, que sabía que él no exigía nada, solo que me quedara a su lado y eso mismo era lo que yo esperaba de él. No necesitaba riqueza ni un hogar fijo, al menos no por ahora, mientras tuviera su compañía podía superar cualquier adversidad por más dolorosa que fuera en un principio.
Juntos decidimos terminar nuestra vida en Paris e iniciar una nueva lejos de todo aquello; yo buscaba alejarme de los peligros, del dolor y de todos los recuerdos que existían en aquella ciudad, ansiaba refugiarme en aquellos brazos que me llenaban de un calor y una calma sin igual. Gracias a la compañía del perro era que tomaba decisiones que de otra manera no tomaría. Con la voz firme y a pesar del enorme dolor que sentía en el pecho, le dije que deseaba irme de una buena vez. Necesitaba terminar los negocios en París para después buscar la seguridad lejos de esa ciudad que me había regalado momentos hermosos.
– Es imposible que no preocupe, pero descuida, dejare de hacerlo en el momento que dejemos esta ciudad y seré más feliz que nunca una vez que nos sepa completamente a salvo de todo – le asegure con total seguridad, hablando suave cerca de su oído solo para después acurrucarme contra él y tentarle con mi cercanía. Una risita divertida salió de mis labios cuando termino por levantarse, llevándome con él. Sus palabras me hicieron sonreír y besarle la mejilla con afecto – No estaba haciendo nada – mi sonrisa delataba que mentía en eso, pero no en lo demás – Tu conoces el lugar donde he crecido y te he contado todo, así que sí, será divertid conocer tu hogar – arrugue entonces la nariz y le mire con severidad – Más les vale a esas ex novias no aparecerse porque eres mío y las arañare si se atreven a acercarse a ti – Ambos teníamos un pasado, eso era obvio, pero en nuestro pasado solo existían dos personas que nos marcaron por completo y esas personas no vivían más, por lo que todos los demás eran nada y aún así, yo no podía no celarle.
Armada del valor que el perro me inspiraba, suspire antes de tomar su mano ser guiada al exterior del que era por aquellos momentos nuestro hogar. Con dudas sobre el futuro y lo que este nos deparaba, le seguí entre las calles, esperando por llegar tan pronto como él me decía a aquel lugar donde terminaríamos todos los asuntos pendientes. Sonriendo y charlando con Keath de cosas un tanto más triviales el camino fue mucho más corto de lo que esperaba y al encontrarme ya frente al establecimiento donde firmaría para deshacerme de mi pasado, apreté la mano de Keath e inspire aire de manera profunda antes de entrar a aquel sitio donde nos esperaba el inicio de una nueva vida.
TERMINADO
–Lo odiaba porque siempre pensaba que podía pasarte algo malo, te amo demasiado como para poder vivir sin ti – le asegure antes de que una sonrisa de satisfacción apareciera en mis labios – Encontraremos algo más que hacer, algo que no sea tan peligroso para ninguno de ambos – reí entonces – Así es mi amado can, voy a secuestrarte y hacerte el hombre más feliz de este mundo, por lo que creo que no tendrás quejas al respecto – para mantenerle a salvo era capaz de cualquier cosa, incluido algo como un secuestro, afortunadamente eso no sería necesario por el momento. Conocía tan bien a aquel perro, que sabía que él no exigía nada, solo que me quedara a su lado y eso mismo era lo que yo esperaba de él. No necesitaba riqueza ni un hogar fijo, al menos no por ahora, mientras tuviera su compañía podía superar cualquier adversidad por más dolorosa que fuera en un principio.
Juntos decidimos terminar nuestra vida en Paris e iniciar una nueva lejos de todo aquello; yo buscaba alejarme de los peligros, del dolor y de todos los recuerdos que existían en aquella ciudad, ansiaba refugiarme en aquellos brazos que me llenaban de un calor y una calma sin igual. Gracias a la compañía del perro era que tomaba decisiones que de otra manera no tomaría. Con la voz firme y a pesar del enorme dolor que sentía en el pecho, le dije que deseaba irme de una buena vez. Necesitaba terminar los negocios en París para después buscar la seguridad lejos de esa ciudad que me había regalado momentos hermosos.
– Es imposible que no preocupe, pero descuida, dejare de hacerlo en el momento que dejemos esta ciudad y seré más feliz que nunca una vez que nos sepa completamente a salvo de todo – le asegure con total seguridad, hablando suave cerca de su oído solo para después acurrucarme contra él y tentarle con mi cercanía. Una risita divertida salió de mis labios cuando termino por levantarse, llevándome con él. Sus palabras me hicieron sonreír y besarle la mejilla con afecto – No estaba haciendo nada – mi sonrisa delataba que mentía en eso, pero no en lo demás – Tu conoces el lugar donde he crecido y te he contado todo, así que sí, será divertid conocer tu hogar – arrugue entonces la nariz y le mire con severidad – Más les vale a esas ex novias no aparecerse porque eres mío y las arañare si se atreven a acercarse a ti – Ambos teníamos un pasado, eso era obvio, pero en nuestro pasado solo existían dos personas que nos marcaron por completo y esas personas no vivían más, por lo que todos los demás eran nada y aún así, yo no podía no celarle.
Armada del valor que el perro me inspiraba, suspire antes de tomar su mano ser guiada al exterior del que era por aquellos momentos nuestro hogar. Con dudas sobre el futuro y lo que este nos deparaba, le seguí entre las calles, esperando por llegar tan pronto como él me decía a aquel lugar donde terminaríamos todos los asuntos pendientes. Sonriendo y charlando con Keath de cosas un tanto más triviales el camino fue mucho más corto de lo que esperaba y al encontrarme ya frente al establecimiento donde firmaría para deshacerme de mi pasado, apreté la mano de Keath e inspire aire de manera profunda antes de entrar a aquel sitio donde nos esperaba el inicio de una nueva vida.
TERMINADO
Thalie De Rose- Cambiante Clase Media
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