AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Can’t get enough [Rebbeca de Bordeaux]
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Can’t get enough [Rebbeca de Bordeaux]
El joven caminaba lenta y metódicamente por el lugar mientras sus ojos claros observaban minuciosamente su entorno tras la máscara blanca. Las damas y caballeros presentes, todos ataviados con antifaces que ocultaban parcialmente su rostro, bailaban, hablaban, reían o bebían mientras una música festiva inundaba el espacio. La iluminación era más bien parca, en coherencia con el tema de la reunión, y podía verse a jóvenes recorrer ávidamente el limitado espacio entre los asistentes con bandejas de plata cargadas de comida y licor. Dado que no había sido invitado no tenía idea de quién era el anfitrión, pero tal minucia estaba muy por debajo del límite de sus preocupaciones actuales. Sonreía abiertamente, divertido y excitado. No podía haber escogido una mejor manera para celebrar su llegada a París pues, en las mascaradas francesas, tanto como en las italianas, las mujeres solían dejarse llevar por la emoción del incógnito, dejando fluir oscuras fantasías y desinhibiéndose de los prejuicios morales que la sociedad imponía. A donde quiera que mirase podía observar ojos ávidos escondidos tras plumas y encaje, sonrisas exuberantes y escotes pronunciados. Sencillamente un paraíso. No se encontraba en aquella ciudad simplemente por placer, pero el placer se podía encontrar en cualquier lugar.
Había llegado aquella misma noche y sin perder tiempo, una vez se enteró del evento en el palacio, había conseguido, por medio de su servidumbre, el traje de gala y la máscara que ahora llevaba puesta. Confiaba plenamente en que ellos se encargarían de instalar sus efectos personales, no es como si debiera estar allí para indicarles dónde colocar cada cosa. Con que acertaran con la cama, y el féretro oculto bajo ella, era más que suficiente. Si bien no era la primera vez que pisaba París, si era la primera ocasión en la cual se encontraría con los otros “de Bordeaux” que la habitaban. Con todo lo ansioso que se encontraba por que se efectuara tal encuentro, el instinto primario de complacer sus más bajos deseos había primado sobre la sobriedad y buen juicio de presentar sus respetos ante sus hermanos y hermanas.
Humedeció ligeramente sus labios mientras observaba fijamente a una hermosa y voluptuosa pelirroja. ¡Oh si! Podría fácilmente acostumbrarse a esto. Esperó hasta que la joven se percatara de que era observada. Solo entonces procedió a aproximarse. Una pronunciada reverencia fue su introducción – Mucho me han hablado sobre París y la beldad de sus mujeres, sin embargo tengo que aceptar que nada me pudo haber preparado para lo que he encontrado este baile – mantenía una sonrisa taimada en los labios mientras, sin timidez alguna, tomaba una de las tersas manos y depositaba en ella un beso. – Disculpe mi osadía pero tenía que comprobar que era usted de carne y hueso y no solo una prodigiosa fantasía – tal como lo esperaba la chica, que no debía superar los 18 años, sonrió avergonzada mientras sus mejillas se teñían de un tentador color rosa. Sin soltar la mano se acercó lentamente, manteniendo sus ojos en los de ella, para luego pasar una de sus manos por su cintura y llevarla, con delicadeza, hasta la pista de baile – Mi corazón confía en que no haya prometido usted esta pieza -frase vacía teniendo en cuenta que para ese momento ya se encontraban entre los bailarines. Durante la pieza hablaron poco. Al parecer era tan hermosa como insípida y pueril. Ella se limitaba a asentir, sonrojarse y bajar la mirada. No había terminado la banda de tocar para cuando él ya se había hartado. Las mujeres serviciales y silenciosas estaba bien, pero la cobardía y el retraimiento que sentía aquella muchacha hacia el género masculino rayaba en lo irrisorio. Inicialmente su cometido se había orientado hacia una rápida escapada pasional durante la cual pudiese probar el dulce néctar de sus venas. Ahora en realidad solo quería devolverla a los brazos sobre-protectores de su nana. Ni siquiera sus pronunciadas curvas podrían llegar a persuadirlo en ese punto. Las mujeres abundaban esa noche en el salón, no debía preocuparse por poder encontrar un mejor prospecto. Otra inclinación, algunas palabras halagadoras sobre el baile, el aplauso de rigor para los músicos “et voilà!” ya era libre una vez más. Sin preocuparse en lo más mínimo por la mirada desconcertada y agónica que ella le dedicó, se alejó en busca de su próximo objetivo.
Reanudó su caminata, observando pero al mismo tiempo pavoneándose por el lugar. Muchas veces los mejores encuentros resultaban ser los no premeditados, tal vez entre aquella multitud estuviese esperando un cuerpo que le incitara oscuros pensamientos y una mente que le sacara del aburrimiento en que la pelirroja le había sumergido… bueno, el no era muy exigente y, para ser sinceros, solo el cuerpo bastaría para animarle aunque fuera solo por un pequeño lapsus de tiempo (siempre y cuando no se tratara de otra mojigata), pues, si se dedicaba a buscar inteligencia posiblemente terminase frustrado en una noche que debía ser para recordar.
Había llegado aquella misma noche y sin perder tiempo, una vez se enteró del evento en el palacio, había conseguido, por medio de su servidumbre, el traje de gala y la máscara que ahora llevaba puesta. Confiaba plenamente en que ellos se encargarían de instalar sus efectos personales, no es como si debiera estar allí para indicarles dónde colocar cada cosa. Con que acertaran con la cama, y el féretro oculto bajo ella, era más que suficiente. Si bien no era la primera vez que pisaba París, si era la primera ocasión en la cual se encontraría con los otros “de Bordeaux” que la habitaban. Con todo lo ansioso que se encontraba por que se efectuara tal encuentro, el instinto primario de complacer sus más bajos deseos había primado sobre la sobriedad y buen juicio de presentar sus respetos ante sus hermanos y hermanas.
Humedeció ligeramente sus labios mientras observaba fijamente a una hermosa y voluptuosa pelirroja. ¡Oh si! Podría fácilmente acostumbrarse a esto. Esperó hasta que la joven se percatara de que era observada. Solo entonces procedió a aproximarse. Una pronunciada reverencia fue su introducción – Mucho me han hablado sobre París y la beldad de sus mujeres, sin embargo tengo que aceptar que nada me pudo haber preparado para lo que he encontrado este baile – mantenía una sonrisa taimada en los labios mientras, sin timidez alguna, tomaba una de las tersas manos y depositaba en ella un beso. – Disculpe mi osadía pero tenía que comprobar que era usted de carne y hueso y no solo una prodigiosa fantasía – tal como lo esperaba la chica, que no debía superar los 18 años, sonrió avergonzada mientras sus mejillas se teñían de un tentador color rosa. Sin soltar la mano se acercó lentamente, manteniendo sus ojos en los de ella, para luego pasar una de sus manos por su cintura y llevarla, con delicadeza, hasta la pista de baile – Mi corazón confía en que no haya prometido usted esta pieza -frase vacía teniendo en cuenta que para ese momento ya se encontraban entre los bailarines. Durante la pieza hablaron poco. Al parecer era tan hermosa como insípida y pueril. Ella se limitaba a asentir, sonrojarse y bajar la mirada. No había terminado la banda de tocar para cuando él ya se había hartado. Las mujeres serviciales y silenciosas estaba bien, pero la cobardía y el retraimiento que sentía aquella muchacha hacia el género masculino rayaba en lo irrisorio. Inicialmente su cometido se había orientado hacia una rápida escapada pasional durante la cual pudiese probar el dulce néctar de sus venas. Ahora en realidad solo quería devolverla a los brazos sobre-protectores de su nana. Ni siquiera sus pronunciadas curvas podrían llegar a persuadirlo en ese punto. Las mujeres abundaban esa noche en el salón, no debía preocuparse por poder encontrar un mejor prospecto. Otra inclinación, algunas palabras halagadoras sobre el baile, el aplauso de rigor para los músicos “et voilà!” ya era libre una vez más. Sin preocuparse en lo más mínimo por la mirada desconcertada y agónica que ella le dedicó, se alejó en busca de su próximo objetivo.
Reanudó su caminata, observando pero al mismo tiempo pavoneándose por el lugar. Muchas veces los mejores encuentros resultaban ser los no premeditados, tal vez entre aquella multitud estuviese esperando un cuerpo que le incitara oscuros pensamientos y una mente que le sacara del aburrimiento en que la pelirroja le había sumergido… bueno, el no era muy exigente y, para ser sinceros, solo el cuerpo bastaría para animarle aunque fuera solo por un pequeño lapsus de tiempo (siempre y cuando no se tratara de otra mojigata), pues, si se dedicaba a buscar inteligencia posiblemente terminase frustrado en una noche que debía ser para recordar.
Última edición por Vincent de Bordeaux el Mar Mayo 27, 2014 9:05 am, editado 1 vez
Vincent de Bordeaux- Vampiro Clase Alta
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Re: Can’t get enough [Rebbeca de Bordeaux]
—Interesante… —pronunció en voz baja. El palacio se mostraba intimidantemente majestuoso tanto por fuera como por dentro, aún para la vampiresa. Adentrándose en su salón principal, el recibimiento habría sido un montón de personas danzando al compás de la orquesta. Se trataba de una de las tantas refinadas mascaradas de París; y ¡santo cielo!, en verdad eran lujosas. La joven no lograba percatar del todo su intención por asistir a aquel baile, existía algo en ella que persistía por señalar esa noche. De lo único que estaba segura era su misión por encontrar a los seres que se nombraran bajo su mismo apellido; tal vez su mente le suministraba toda opción posible de búsqueda, siguiendo ella cual corderito sus intuiciones.
Para no ser motivo de desentonación, la muchacha habría asistido a la gala con un gran vestido color marfil de fina textura, enseñando algunas incrustaciones perladas en la parte superior del corsé, con delicadas y trabajadas hombreras. Estaba diseñado de manera que pudiera dejar poco a la imaginación ajena; intentando una vez más alejarse de la muchedumbre.
Sus pasos arremetían contra un rincón del salón, para así poder tomar mejor una captura de los individuos en ella. En sus manos llevaba ya una copa del vino tomada de una de las bandejas de plata en las cuales se ofrecía alimento y bebida. El mayor número de personas se encontraba en el centro, por supuesto, dando vida el motivo de encuentro de aquella velada. Las elaboradas prendas femeninas movían con gran gracilidad y a vez de manera caprichosa sus vuelos; de un lado hacia el otro, actitud aquí, actitud allá. Los gestos, los gestos de las doncellas -porque al parecer el de los hombres no se mostraba desigual- lo decían todo. Quien había sido llevada a la pieza por voluntad propia, y quien había sido tan sólo una marioneta de mayores. Como siempre, una buena apariencia lo era todo (Y no sólo en esta ocasión). Se podían vislumbrar ilustres máscaras, y no haciendo referencia precisamente a los arquetipos usados en el rostro, sino a una más profunda, imposible de desprender.
En el momento que Rebecca llevaría sus pensamientos hacia una noche tranquila, un hombre se apresuró a detenerlos:
—Hmm… ¡Tú! —dijo el extraño señalando a la blonda —¡Sí, tú! Ven a bailar.
Cruzada levemente de brazos, y con la copa en la mano, la joven se retractó levemente con la mirada, ridiculizándolo en un principio con la misma. La petición quizás no había sido formulada de la mejor manera. No obstante, el hombre seguía insistiendo con la mano, realizando abruptamente una seña como para que se acercara a él. Sí, ahora lucía algo más molesto. Al parecer las féminas no se le ponían negar.
Rebecca dudó un momento, entrecerrando la mirada. Una comedia, ¿que tan mal podría salir esto? Pensó en ese instante, extendiendo así, de forma inmediata y con absurda refines, su brazo al insistente que se le presentaba enfrente.
—Bellísima —pronunció al tener la palma de su mano en su poder. Si ella no pudiera sondear algunas ideas ajenas, creería que se tratara del más puro cinismo. Ni su nombre había preguntado, ni el se había presentado. Aunque por supuesto, al seguir leyendo superficialmente, no convenía ser alguien con mucho honor.
Asintió entonces con sonrisa ladina, dispuesta a seguirle en la pista de baile con desgano. Porque, después de todo, esto no era más sino que una treta para adentrarse en el núcleo donde se hallaba la multitud danzante. Allí podría verse desde un mejor ángulo todos y cada uno de los aura en los presentes, por lo que estaba segura en no perder las esperanzas.
Inspeccionando el lugar, logró divisar a un caballero entre el tumulto, con un aura orgulloso, bastante representativo en relación a lo que tanto deseaba rastrear. ¡Dio en el punto!
Sin embargo, el hombre insistió de nuevo:
—Vaya, vaya. Tienes una elegancia en demasía, si me lo permites —dijo él. Rebecca retornó entonces la mirada a sus ojos, algo distraída por aquel ser —. Así es —continuó —. ¿Cómo es posible que ocultes tanta arrogancia al venir conmigo si no fuera por tu clase? Soy alguien de interés para muchas doncellas de aquí, y tengo el atrevimiento de acercarme a ti.
—¿Disculpa? —Respondió con repugnancia ante el comentario.
—Esta noche he pasado por distintas manos femeninas, y cada vez me sorprendo más. Dime: ¿Por cuál clase de hombro deseas trepar?
Rebalsando sus insensatas expectativas, esto sobrepasaba su límite de tolerancia (El cual creía ser alto). Sus orbes se tornaban ahora como unos más intensos y sombríos. El cuerpo le demandaba algún movimiento para avergonzarlo, quizás matarlo frente a centenares de personas no sería lo más adecuado. Una “increíble” noche de bienvenida a París.
Para no ser motivo de desentonación, la muchacha habría asistido a la gala con un gran vestido color marfil de fina textura, enseñando algunas incrustaciones perladas en la parte superior del corsé, con delicadas y trabajadas hombreras. Estaba diseñado de manera que pudiera dejar poco a la imaginación ajena; intentando una vez más alejarse de la muchedumbre.
Sus pasos arremetían contra un rincón del salón, para así poder tomar mejor una captura de los individuos en ella. En sus manos llevaba ya una copa del vino tomada de una de las bandejas de plata en las cuales se ofrecía alimento y bebida. El mayor número de personas se encontraba en el centro, por supuesto, dando vida el motivo de encuentro de aquella velada. Las elaboradas prendas femeninas movían con gran gracilidad y a vez de manera caprichosa sus vuelos; de un lado hacia el otro, actitud aquí, actitud allá. Los gestos, los gestos de las doncellas -porque al parecer el de los hombres no se mostraba desigual- lo decían todo. Quien había sido llevada a la pieza por voluntad propia, y quien había sido tan sólo una marioneta de mayores. Como siempre, una buena apariencia lo era todo (Y no sólo en esta ocasión). Se podían vislumbrar ilustres máscaras, y no haciendo referencia precisamente a los arquetipos usados en el rostro, sino a una más profunda, imposible de desprender.
En el momento que Rebecca llevaría sus pensamientos hacia una noche tranquila, un hombre se apresuró a detenerlos:
—Hmm… ¡Tú! —dijo el extraño señalando a la blonda —¡Sí, tú! Ven a bailar.
Cruzada levemente de brazos, y con la copa en la mano, la joven se retractó levemente con la mirada, ridiculizándolo en un principio con la misma. La petición quizás no había sido formulada de la mejor manera. No obstante, el hombre seguía insistiendo con la mano, realizando abruptamente una seña como para que se acercara a él. Sí, ahora lucía algo más molesto. Al parecer las féminas no se le ponían negar.
Rebecca dudó un momento, entrecerrando la mirada. Una comedia, ¿que tan mal podría salir esto? Pensó en ese instante, extendiendo así, de forma inmediata y con absurda refines, su brazo al insistente que se le presentaba enfrente.
—Bellísima —pronunció al tener la palma de su mano en su poder. Si ella no pudiera sondear algunas ideas ajenas, creería que se tratara del más puro cinismo. Ni su nombre había preguntado, ni el se había presentado. Aunque por supuesto, al seguir leyendo superficialmente, no convenía ser alguien con mucho honor.
Asintió entonces con sonrisa ladina, dispuesta a seguirle en la pista de baile con desgano. Porque, después de todo, esto no era más sino que una treta para adentrarse en el núcleo donde se hallaba la multitud danzante. Allí podría verse desde un mejor ángulo todos y cada uno de los aura en los presentes, por lo que estaba segura en no perder las esperanzas.
Inspeccionando el lugar, logró divisar a un caballero entre el tumulto, con un aura orgulloso, bastante representativo en relación a lo que tanto deseaba rastrear. ¡Dio en el punto!
Sin embargo, el hombre insistió de nuevo:
—Vaya, vaya. Tienes una elegancia en demasía, si me lo permites —dijo él. Rebecca retornó entonces la mirada a sus ojos, algo distraída por aquel ser —. Así es —continuó —. ¿Cómo es posible que ocultes tanta arrogancia al venir conmigo si no fuera por tu clase? Soy alguien de interés para muchas doncellas de aquí, y tengo el atrevimiento de acercarme a ti.
—¿Disculpa? —Respondió con repugnancia ante el comentario.
—Esta noche he pasado por distintas manos femeninas, y cada vez me sorprendo más. Dime: ¿Por cuál clase de hombro deseas trepar?
Rebalsando sus insensatas expectativas, esto sobrepasaba su límite de tolerancia (El cual creía ser alto). Sus orbes se tornaban ahora como unos más intensos y sombríos. El cuerpo le demandaba algún movimiento para avergonzarlo, quizás matarlo frente a centenares de personas no sería lo más adecuado. Una “increíble” noche de bienvenida a París.
Última edición por Rebecca de Bordeaux el Sáb Dic 20, 2014 3:25 pm, editado 2 veces
Rebecca de Bordeaux- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 30
Fecha de inscripción : 24/01/2014
Edad : 745
Localización : París, Francia
Re: Can’t get enough [Rebbeca de Bordeaux]
El vampiro caminaba tranquilamente por el lugar sintiéndose como un pez en el agua dulce y cristalina de un tranquilo arroyuelo. Se encontraba por completo en su elemento y las miradas curiosas e insinuantes que recibía de tanto en tanto solo servían para inflar un poco más su ego, enorme por naturaleza, y reafirma la convicción de que era este el lugar en donde tenía que estar aquella noche. Observó a la pequeña morena que reía desde detrás de un elaborado y rimbombante antifaz. Luego a la rubia que le miraba fijamente tras un montón de plumas que resultaban demasiado exóticas, incluso para el escenario en el que se encontraban. Decisiones, decisiones. Sonrió ligeramente, más para sí mismo que para su audiencia femenina. Después de tantos años deambulando sobre la tierra, regodeándose entre la miseria y la lujuria, cualquiera podría pensar que su dura cabeza se habría permeado, aunque fuese solo un poco, por una meta más elevada de la vida que estar intentado despojar a las féminas de sus vestiduras. Sin embargo ni los años, ni los sufrimientos a los que tuvo que enfrentarse, ni los regaños y consejos de quienes le conocían resultaron efectivos en lo más mínimo. Para él la eternidad se resumía en no envejecer, en no enfermar, pero esto no garantizaba que esa misma noche no muriese en manos de otro inmortal o que al día siguiente su casa fuese derruida por un desastre natural dejando su piel expuesta al sol. Si, sabía que en cualquier momento algo podría terminar con tan efímera “eternidad” así que su mundo se reducía a satisfacer sus necesidades y deseos. ¡Vivir para gozar! Demonios, hasta podría enumerar la cantidad se jóvenes humanos que eran tildados de vagos y libertinos por actuar de una manera similar a la suya.
Se encontraba inmerso en tan filosóficas cavilaciones cuando percibió que alguien le miraba. Por supuesto, muchos ojos estaban sobre él, no podía esperar menos, solo que la sensación era más fuerte de lo normal. Resultaba poderosa e hizo que los vellos de su nuca se encresparan ligeramente. Deteniendo su avance evaluó el entorno con la mirada hasta que sus ojos se posaron sobre una despampanante rubia que se encontraba en la pista de baile. Su belleza resaltaba sobre las demás bailarinas como una antorcha entre una decena de velillas. Tan pálida, tan segura. Una mujer de su propia especie lidiando con lo que parecía un humano insolente e insoportable. Observó desde lo lejos a la pareja, agudizando el oído para poder estar al tanto de la conversación y sonriendo entretenido por el burdo comportamiento del humano y la santa paciencia que mostraba la inmortal ¿sería él así de pesado con sus conquistas humanas? No, definitivamente él era encantador, nunca pesado, al menos en el sentido figurado.
No pudo reprimir una risa al notar como el semblante de la mujer cambia de sorprendido y asqueado a uno que solo exhibiría un asesino serial en potencia. Hora de intervenir. Con paso decidido se internó entre las parejas de giraban y se desplazaban sobre la pista, acercándose al lugar donde pronto correría la sangre. Se detuvo con aire solemne no bien se encontró frente a la infeliz pareja. Le lanzó al hombre una mirada airada desde detrás de su máscara oscura antes de que sus ojos se posaran sobre la belleza rubia – Querida mía, te he estado buscando desde hace horas ¿Por qué me haces sufrir? ¿No te basta con saber que mataría por ti, tienes además que incitarme escabulléndote de mi cuidado? – sin esperar respuesta alguna tomó una de las manos de la fémina y la haló hacia su regazo, arrebatándosela al hombre que le miraba entre furioso e indeciso. Después de todo Vincent le sobrepasaba en estatura por bastante y su figura, si bien no era muy corpulenta, si denotaba un cuerpo musculoso bajo los finos ropajes. Aunque no poseía el don de leer las mentes pudo notar que el hombre estaba calibrando sus posibilidades de ganar si le enfrentaba. Ah, podría resultar interesante – No pensé que te conformaras con tan poco – aunque le había hablado a la rubia en realidad su objetivo era espolear al hombre. En términos generales el vampiro no añoraba la lucha ni se inclinaba a perder el tiempo en enfrentamientos violentos, se consideraba más un buen amante que un buen luchador, sin embargo aquella noche la curiosidad sobre cómo se comportaría aquel humano venido a más venció su naturaleza.
Lamentablemente resultó ser una decepción pues el hombre decidió retirarse de la puja. Tal vez las posibles consecuencias de ser vencido en público, y entre tantos conocidos además, resultaba demasiado riesgo. Reponiéndose del desencanto enganchó la mano de la fémina a su brazo y observó con satisfacción como el hombre desaparecía entre la multitud. De inmediato su atención regresó a la vampiresa. No podría culparla si se sentía vulnerada u ofendida por tan inesperado acercamiento o por el hecho de que se hubiese comportado como si se tratarse de su pareja sentimental cuando en realidad ni su nombre conocía. Pero algo le decía que aunque ella se lo hubiese tomado a mal encontraría la manera de contentarla, después de todo era esa su verdadera vocación. – No se usted pero siento como si el aire fluyera con mayor libertad ahora que el hedor se ha retirado algunos metros – bromeó mirándole nuevamente para luego ofrecerle una de sus encantadoras sonrisas. Aquella vampiresa era mucho más antigua, podía sentirlo en la dureza de la carne bajo la suavidad de la piel y por la sagacidad que brillaba en sus ojos, posiblemente le doblaba la edad pero no permitió que aquello le intimidara en lo más mínimo – Aunque tal vez me equivoque y en un arrebato de caballerosidad interrumpí un romance renaciente. Dígame, bella signorina ¿le ha importunado en algo mi intervención?... Solo una palabra bastará para que me retire de su presencia – afirmó colocando la mano libre sobre su pecho pero reafirmando la presión de su otro brazo en el agarre que él mismo había fraguado.
Se encontraba inmerso en tan filosóficas cavilaciones cuando percibió que alguien le miraba. Por supuesto, muchos ojos estaban sobre él, no podía esperar menos, solo que la sensación era más fuerte de lo normal. Resultaba poderosa e hizo que los vellos de su nuca se encresparan ligeramente. Deteniendo su avance evaluó el entorno con la mirada hasta que sus ojos se posaron sobre una despampanante rubia que se encontraba en la pista de baile. Su belleza resaltaba sobre las demás bailarinas como una antorcha entre una decena de velillas. Tan pálida, tan segura. Una mujer de su propia especie lidiando con lo que parecía un humano insolente e insoportable. Observó desde lo lejos a la pareja, agudizando el oído para poder estar al tanto de la conversación y sonriendo entretenido por el burdo comportamiento del humano y la santa paciencia que mostraba la inmortal ¿sería él así de pesado con sus conquistas humanas? No, definitivamente él era encantador, nunca pesado, al menos en el sentido figurado.
No pudo reprimir una risa al notar como el semblante de la mujer cambia de sorprendido y asqueado a uno que solo exhibiría un asesino serial en potencia. Hora de intervenir. Con paso decidido se internó entre las parejas de giraban y se desplazaban sobre la pista, acercándose al lugar donde pronto correría la sangre. Se detuvo con aire solemne no bien se encontró frente a la infeliz pareja. Le lanzó al hombre una mirada airada desde detrás de su máscara oscura antes de que sus ojos se posaran sobre la belleza rubia – Querida mía, te he estado buscando desde hace horas ¿Por qué me haces sufrir? ¿No te basta con saber que mataría por ti, tienes además que incitarme escabulléndote de mi cuidado? – sin esperar respuesta alguna tomó una de las manos de la fémina y la haló hacia su regazo, arrebatándosela al hombre que le miraba entre furioso e indeciso. Después de todo Vincent le sobrepasaba en estatura por bastante y su figura, si bien no era muy corpulenta, si denotaba un cuerpo musculoso bajo los finos ropajes. Aunque no poseía el don de leer las mentes pudo notar que el hombre estaba calibrando sus posibilidades de ganar si le enfrentaba. Ah, podría resultar interesante – No pensé que te conformaras con tan poco – aunque le había hablado a la rubia en realidad su objetivo era espolear al hombre. En términos generales el vampiro no añoraba la lucha ni se inclinaba a perder el tiempo en enfrentamientos violentos, se consideraba más un buen amante que un buen luchador, sin embargo aquella noche la curiosidad sobre cómo se comportaría aquel humano venido a más venció su naturaleza.
Lamentablemente resultó ser una decepción pues el hombre decidió retirarse de la puja. Tal vez las posibles consecuencias de ser vencido en público, y entre tantos conocidos además, resultaba demasiado riesgo. Reponiéndose del desencanto enganchó la mano de la fémina a su brazo y observó con satisfacción como el hombre desaparecía entre la multitud. De inmediato su atención regresó a la vampiresa. No podría culparla si se sentía vulnerada u ofendida por tan inesperado acercamiento o por el hecho de que se hubiese comportado como si se tratarse de su pareja sentimental cuando en realidad ni su nombre conocía. Pero algo le decía que aunque ella se lo hubiese tomado a mal encontraría la manera de contentarla, después de todo era esa su verdadera vocación. – No se usted pero siento como si el aire fluyera con mayor libertad ahora que el hedor se ha retirado algunos metros – bromeó mirándole nuevamente para luego ofrecerle una de sus encantadoras sonrisas. Aquella vampiresa era mucho más antigua, podía sentirlo en la dureza de la carne bajo la suavidad de la piel y por la sagacidad que brillaba en sus ojos, posiblemente le doblaba la edad pero no permitió que aquello le intimidara en lo más mínimo – Aunque tal vez me equivoque y en un arrebato de caballerosidad interrumpí un romance renaciente. Dígame, bella signorina ¿le ha importunado en algo mi intervención?... Solo una palabra bastará para que me retire de su presencia – afirmó colocando la mano libre sobre su pecho pero reafirmando la presión de su otro brazo en el agarre que él mismo había fraguado.
Última edición por Vincent de Bordeaux el Mar Mayo 27, 2014 9:03 am, editado 1 vez
Vincent de Bordeaux- Vampiro Clase Alta
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Re: Can’t get enough [Rebbeca de Bordeaux]
¿Resultaría irónica su reacción frente a esa emboscada de frases falacentrístas y desabridas? Pues estábamos hablando de Rebecca, quien disfruta sin culpa alguna (A pesar de que en un pasado cercano se retractaría) del buen placer que proporciona el encuentro de dos cuerpos enardecidos. Ahora sólo se mostraba reacia antes las verdaderas intenciones del humano. Perfecta era su excusa; aquella actitud de prepotencia hacia las mujeres resultaba bastante ridícula. O no sabía que clase de entendimiento esperaba encontrar en el raciocinio de cada una… Como sea. Y, para seguir empeorando las cosas, era de aquellas que guardaban su necesidad de exponer su molestia hasta que alguien daba en el clavo, para hacerla estallar de la forma más arrebatada e insoportable (Porque sabía como ponerse así de vez en cuando), como si se tratara de una iracunda. Y no había dudas, el sujeto pateaba a milímetros de tocar límite.
Los ojos ajenos se detuvieron una vez más en los de ella, avivándose luego de un mayor acercamiento ocular con esfuerzo, que la joven había cambiado su semblante neutro, imparcial, por uno mucho más molesto, incluyendo la creciente intensidad de su color. Rebecca sacudió de forma brusca el brazo, deshaciéndose del poco contacto existente entre ellos. Sin dejar de mirarle, el hombro cambió su rostro por uno mucho más analítico. En tanto, ella descargó su cabeza de un lado al otro de una manera un tanto disimulada -o es lo que ella creía- desviando su mirada, librándose de la otra. Todo parecía indicar que se encontraba en verdaderos apuros. Pues no sólo la molestia la embargaba, sino que la sed repentina había sido invitada a la velada de igual forma. ¿Cómo?, se habría preguntado, si horas atrás se hallaba asegurándose que la misma se hubiera aplacado. ¿Será su poca paciencia un incentivo a ello?
Necesitaba salir de ahí, estaba claro.
Viró de forma automática el rostro, buscando una salida. ¿Es que todo me tiene que salir tan mal? Se preguntó con cansancio. Pues… Llevaba siglos aprendiendo a llevar el control de la manera más adecuada. Y ahora tan sólo se presentaba esto; sentía como de vez en cuando -y en los lugares más inoportunos- su condición la pusiera en prueba.
Contuvo un instante el aire, y volvió a virar, esta vez para encontrarse de nuevo con la mirada del otro ser que compartía su naturaleza. Aquel lucía tan sereno y despampanante sobre la pista de baile que hasta inclusive le era extraño a la blonda. ¿Tendría él más siglos encima?
Pero volviendo a los cabales fuera de sí de nuestra protagonista, como si fuera poco, ahí no habría terminado la cosa. El hombre no contento, claro, se apresuró a volver a tomarle el brazo con pésimo atrevimiento. Por lo que no pudo evitar el colocarse de nuevo en el zángano. No creía poder decirle nada, ya que harta estaba, y miedo tenía de no poder llegar a controlar sus acciones.
Ni bien giró su cuerpo una vez más a su tedioso encuentro, sintió la presencia de un tercero. Y, como no podría ser de otra forma (O lo esperado, al parecer) era este individuo sobrenatural. El cual trató a la mujer como si de una hermana se tratara. Movimientos y palabras las cuales interpretó en seguida.
Como si fuera un buen cómplice de ella, tendió su mano a su nueva compañía. ¿Era buena idea? No sabía, pero cualquier cosa bastaba en ese momento para alejarse de ahí. Fastidiada hasta con ella misma estaba. ¿Por qué le habría afectado semejante tontería y pequeñez? Ahora ella intentaba calmarse, mientras el otro prendía aún más la llama de la discordia entre el humano y su presencia, hablándole a la doncella, pero dedicándole en realidad las palabras usadas a su contrincante, a lo que sólo se limitó a contener una risa. De alguna manera ahora sí lo disfrutaba.
Lo que podría haber sido su cena, comenzó a alejarse con furia al zaherir del vampiro, perdiéndose entre la multitud, para buscar seguramente a otra fémina con la cual descargarse. Lástima sentía por ellas.
La vampiresa alzó una mano entonces, empezando a frotarse la sien con firmeza, a lo que oyó las nuevas palabras, al principio con aires bromistas, para luego tornarse en una pregunta intentando ser más seria, esta vez sí dedicadas a ella. La misma le dedicó una desganada sonrisa, como primer respuesta a ambas preguntas.
—No, de hecho creo que su inmortal presencia me ha venido “bien” —contestó secamente, y en voz baja.
Posteriormente, al devolverse entonces su otra mano, se sorprendió de lo que quizás podría constar la edad de él. A lo que no pudo contenerse:
—Tal vez haya sido sólo mi arrebato de insania, pero… ¿Cómo haces para controlar la sed que provoca semejante muchedumbre?
Los ojos ajenos se detuvieron una vez más en los de ella, avivándose luego de un mayor acercamiento ocular con esfuerzo, que la joven había cambiado su semblante neutro, imparcial, por uno mucho más molesto, incluyendo la creciente intensidad de su color. Rebecca sacudió de forma brusca el brazo, deshaciéndose del poco contacto existente entre ellos. Sin dejar de mirarle, el hombro cambió su rostro por uno mucho más analítico. En tanto, ella descargó su cabeza de un lado al otro de una manera un tanto disimulada -o es lo que ella creía- desviando su mirada, librándose de la otra. Todo parecía indicar que se encontraba en verdaderos apuros. Pues no sólo la molestia la embargaba, sino que la sed repentina había sido invitada a la velada de igual forma. ¿Cómo?, se habría preguntado, si horas atrás se hallaba asegurándose que la misma se hubiera aplacado. ¿Será su poca paciencia un incentivo a ello?
Necesitaba salir de ahí, estaba claro.
Viró de forma automática el rostro, buscando una salida. ¿Es que todo me tiene que salir tan mal? Se preguntó con cansancio. Pues… Llevaba siglos aprendiendo a llevar el control de la manera más adecuada. Y ahora tan sólo se presentaba esto; sentía como de vez en cuando -y en los lugares más inoportunos- su condición la pusiera en prueba.
Contuvo un instante el aire, y volvió a virar, esta vez para encontrarse de nuevo con la mirada del otro ser que compartía su naturaleza. Aquel lucía tan sereno y despampanante sobre la pista de baile que hasta inclusive le era extraño a la blonda. ¿Tendría él más siglos encima?
Pero volviendo a los cabales fuera de sí de nuestra protagonista, como si fuera poco, ahí no habría terminado la cosa. El hombre no contento, claro, se apresuró a volver a tomarle el brazo con pésimo atrevimiento. Por lo que no pudo evitar el colocarse de nuevo en el zángano. No creía poder decirle nada, ya que harta estaba, y miedo tenía de no poder llegar a controlar sus acciones.
Ni bien giró su cuerpo una vez más a su tedioso encuentro, sintió la presencia de un tercero. Y, como no podría ser de otra forma (O lo esperado, al parecer) era este individuo sobrenatural. El cual trató a la mujer como si de una hermana se tratara. Movimientos y palabras las cuales interpretó en seguida.
Como si fuera un buen cómplice de ella, tendió su mano a su nueva compañía. ¿Era buena idea? No sabía, pero cualquier cosa bastaba en ese momento para alejarse de ahí. Fastidiada hasta con ella misma estaba. ¿Por qué le habría afectado semejante tontería y pequeñez? Ahora ella intentaba calmarse, mientras el otro prendía aún más la llama de la discordia entre el humano y su presencia, hablándole a la doncella, pero dedicándole en realidad las palabras usadas a su contrincante, a lo que sólo se limitó a contener una risa. De alguna manera ahora sí lo disfrutaba.
Lo que podría haber sido su cena, comenzó a alejarse con furia al zaherir del vampiro, perdiéndose entre la multitud, para buscar seguramente a otra fémina con la cual descargarse. Lástima sentía por ellas.
La vampiresa alzó una mano entonces, empezando a frotarse la sien con firmeza, a lo que oyó las nuevas palabras, al principio con aires bromistas, para luego tornarse en una pregunta intentando ser más seria, esta vez sí dedicadas a ella. La misma le dedicó una desganada sonrisa, como primer respuesta a ambas preguntas.
—No, de hecho creo que su inmortal presencia me ha venido “bien” —contestó secamente, y en voz baja.
Posteriormente, al devolverse entonces su otra mano, se sorprendió de lo que quizás podría constar la edad de él. A lo que no pudo contenerse:
—Tal vez haya sido sólo mi arrebato de insania, pero… ¿Cómo haces para controlar la sed que provoca semejante muchedumbre?
Última edición por Rebecca de Bordeaux el Vie Feb 06, 2015 5:27 pm, editado 2 veces
Rebecca de Bordeaux- Vampiro Clase Alta
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Re: Can’t get enough [Rebbeca de Bordeaux]
Música y licor, oscuridad relegada por el débil poder de decenas de velas, ínfimas llamas que salpicaban de luz un espacio desbordante de risa y drama, de amores y odios, de pasión y frenesí. Las emociones bullían a su alrededor, casi como si de una copa rebosante de champagne se tratase. Y nada de eso importaba ahora, todo ese ímpetu se había apartado de la mente del vampiro, como si alguien hubiese cerrado una fina cortina de velo. Podía oírles, podía sentirles, podía incluso paladearles, pero su atención tenía un solo objetivo. Había acudido al baile en busca de entretenciones mundanas, de humanas que pudiesen resultarle atractivas, que despertasen su lujuria y saciasen su sed. Un primer fallido acercamiento le hizo considerar si su estándar era demasiado alto, tal vez esperaba demasiado de las jóvenes parisinas. Y entonces la encontró, ¿o sería más adecuado decir que ella le convocó con la mirada? Bah, tonterías, no importaba quien había dado el primer paso, lo único realmente relevante era que ahora estaban juntos y él se esforzaría porque esa situación se perpetuara un poco más. Aquella última frase era solo una fanfarronería ¿Cómo podría pensar en abandonarle cuando ella representaba en sí todo lo que había buscado para pasar la noche?
Aspiró su aroma recordando por un segundo del placer que obtuvo cuando ella cedió sin objeciones ante su pequeña puesta en escena. Debería temer, después de todo se trataba de un ser que podría superarle y reducirle con facilidad, pero algo le decía que, en ese caso, en esa noche, podría simplemente abandonarse a la situación y a sus deseos sin temer la represalia. Después de todo ella no había atentado contra el irritante humano, a pesar de que la exasperación le llevó a frotar su sien como si sufriese de jaqueca aunque eso fuera físicamente imposible. Una sonrisa de suficiencia se instaló en los labios masculinos descubiertos – No se imagina cuanto me place oír eso, Signorina – contestó mirándola fijamente a través del antifaz y se encontraba a punto de mencionar su imposibilidad de alejarse, aunque ese hubiese sido su deseo, cuando ella habló una vez más. La sonrisa desapareció del rostro de Vincent y el desconcierto le hizo entrecerrar los parpados. Le resultaba sumamente extraña la pregunta, más aún viniendo de una vampiresa que le superaba por mucho en edad – No se trata de controlar, solo de posponer – contestó después de meditarlo durante un segundo. Con un fluido movimiento se colocó frente a la joven y la aferró por la cintura pegando los dos torsos y tomando posición para bailar, como si lo hubiesen estado haciendo antes pero sin llegar a ponerse en movimiento – Observo y aprecio lo que me rodea, me regalo el tiempo necesario para escoger la fruta más dulce entre una cesta llena de podredumbre cubierta por piel lustrosa – empezó a hablar con una voz firme que fue descendiendo en intensidad a la par que su rostro se acercaba peligrosamente al de ella, cerca, muy cerca – contener y posponer no resulta tan difícil ni tortuoso cuando la recompensa subsana con esmero el sufrimiento de la espera – ahora se movía hacia el oído de la vampiresa para luego continuar el camino hacia su cuello. Todo aquello con deliberada lentitud y delicadeza, todo sin que las pieles llegasen a tocarse.
La piel de Vincent ardía en frío, la sangre bajo la misma reverbera anticipándose a lo que pronto vendría. Sin embargo era consciente de que algunos humanos les estaban observando. Una pareja en medio de la pista, detenida y absorta en sí mismos mientras los demás asistentes giraban y bailaban a su alrededor. Soltando una risita profunda y grave se apartó del cuerpo de la vampiresa aunque lo que en realidad ansiara fuera penetrar la pálida y perfecta piel con sus colmillos. – Debería intentarlo, le aseguro que hará sus noches mucho más excitantes y placenteras – y entonces, sin permiso alguno la atrajo de nuevo hacia sí y empezó a hacerles girar al compas de la música ¿podría resultarle tan pesado a la fémina como aquel infame humano? No, de ninguna manera, después de todo conocía a la perfección su propio poder de atracción – Claro, también podría pensar en alimentarse adecuadamente antes de asistir a este tipo de eventos – bromeó – Dígame ¿desea seguir danzando o tal vez prefiere acompañarme por un poco de aire fresco? - sus ojos volaron hacia un extremo del salón, indicando las puertas dobles que conducían a un amplio y solitario balcón. Con esa sencilla pregunta le otorgaba una salida, una manera elegante de alejarse del gentío y poder colocar sus instintos bajo control. Un acto para nada altruista pues el que se alejaran de las miradas indiscretas resultaba sumamente ventajoso para sus propios designios.
Aspiró su aroma recordando por un segundo del placer que obtuvo cuando ella cedió sin objeciones ante su pequeña puesta en escena. Debería temer, después de todo se trataba de un ser que podría superarle y reducirle con facilidad, pero algo le decía que, en ese caso, en esa noche, podría simplemente abandonarse a la situación y a sus deseos sin temer la represalia. Después de todo ella no había atentado contra el irritante humano, a pesar de que la exasperación le llevó a frotar su sien como si sufriese de jaqueca aunque eso fuera físicamente imposible. Una sonrisa de suficiencia se instaló en los labios masculinos descubiertos – No se imagina cuanto me place oír eso, Signorina – contestó mirándola fijamente a través del antifaz y se encontraba a punto de mencionar su imposibilidad de alejarse, aunque ese hubiese sido su deseo, cuando ella habló una vez más. La sonrisa desapareció del rostro de Vincent y el desconcierto le hizo entrecerrar los parpados. Le resultaba sumamente extraña la pregunta, más aún viniendo de una vampiresa que le superaba por mucho en edad – No se trata de controlar, solo de posponer – contestó después de meditarlo durante un segundo. Con un fluido movimiento se colocó frente a la joven y la aferró por la cintura pegando los dos torsos y tomando posición para bailar, como si lo hubiesen estado haciendo antes pero sin llegar a ponerse en movimiento – Observo y aprecio lo que me rodea, me regalo el tiempo necesario para escoger la fruta más dulce entre una cesta llena de podredumbre cubierta por piel lustrosa – empezó a hablar con una voz firme que fue descendiendo en intensidad a la par que su rostro se acercaba peligrosamente al de ella, cerca, muy cerca – contener y posponer no resulta tan difícil ni tortuoso cuando la recompensa subsana con esmero el sufrimiento de la espera – ahora se movía hacia el oído de la vampiresa para luego continuar el camino hacia su cuello. Todo aquello con deliberada lentitud y delicadeza, todo sin que las pieles llegasen a tocarse.
La piel de Vincent ardía en frío, la sangre bajo la misma reverbera anticipándose a lo que pronto vendría. Sin embargo era consciente de que algunos humanos les estaban observando. Una pareja en medio de la pista, detenida y absorta en sí mismos mientras los demás asistentes giraban y bailaban a su alrededor. Soltando una risita profunda y grave se apartó del cuerpo de la vampiresa aunque lo que en realidad ansiara fuera penetrar la pálida y perfecta piel con sus colmillos. – Debería intentarlo, le aseguro que hará sus noches mucho más excitantes y placenteras – y entonces, sin permiso alguno la atrajo de nuevo hacia sí y empezó a hacerles girar al compas de la música ¿podría resultarle tan pesado a la fémina como aquel infame humano? No, de ninguna manera, después de todo conocía a la perfección su propio poder de atracción – Claro, también podría pensar en alimentarse adecuadamente antes de asistir a este tipo de eventos – bromeó – Dígame ¿desea seguir danzando o tal vez prefiere acompañarme por un poco de aire fresco? - sus ojos volaron hacia un extremo del salón, indicando las puertas dobles que conducían a un amplio y solitario balcón. Con esa sencilla pregunta le otorgaba una salida, una manera elegante de alejarse del gentío y poder colocar sus instintos bajo control. Un acto para nada altruista pues el que se alejaran de las miradas indiscretas resultaba sumamente ventajoso para sus propios designios.
Última edición por Vincent de Bordeaux el Mar Mayo 27, 2014 9:02 am, editado 1 vez
Vincent de Bordeaux- Vampiro Clase Alta
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Re: Can’t get enough [Rebbeca de Bordeaux]
La imagen del palacio mismo hablaba por sí sola del tipo de personas que habitaban esa noche bajo su techo. Una vez que te adentras en el gran salón de ceremonia, te revistes en la ilusión de algo asombroso, creyendo que serás parte del prototipo de fiestas imperiosas, las cuales suelen resaltar por su resplandor e importancia. Pero luego te percatas de que aquello mismo se trata tan sólo de una primera buena impresión, y nada más. La majestuosa, inmensa sala en donde se efectuaba el encuentro iba perdiendo vida conforme el tiempo avanzaba. Los candelabros que habrían sido pulido con esmera dedicación llegaban a sacar más brillo que la intermitente llama que supuestamente acogerían el iluminar de la noche. ¿Debería decir que se trataba de una ventaja para la pareja de vampiros, el que escasee la luz? Pero, sin desviarnos mucho más del tema principal, podríamos relacionar con exacta pulcritud la apariencia del lugar con el comportamiento de los invitados. Deplorable. De gestos y acciones monótonas. ¿Es que tenían que ser los muertos seres quienes le dieran “vida” a la velada?
Los vuelos de cada vestido aún danzaban obligados por el constante y aburrido desplazamiento de las féminas. Rebecca en ese entonces observaba con extrema pulcritud cada movimiento del joven. Porque, después de todo, el que compartiera su condición no significaba que sea buena idea compartir también andanzas, por más pequeñas que estas fueran. Todo se podría tratar en realidad de otro insolente individuo que requiriera satisfacer sus egoístas necesidades a consta de otras. Nada más que a diferencia del nefasto intento del mortal, éste comprendería de uno mejor interiorizado. Aún se guardaba el exceso de buenos modales, respondiendo la mayoría de veces con leves asentimientos (o negaciones) con la cabeza. Su primer reflejo fue hurgar en su mente, intentando decodificar el verdadero designio o pretensión del mismo; sin embargo se llevó una gran desilusión al darse cuenta que éste llevaba consigo la habilidad del bloqueo mental. Se habría frustrado la única posibilidad de saberlo en aquel instante, pues esa noche estaba cansada de rodeos. Se encontraba lo suficiente concentrada en el pequeño -y sin importancia- fastidio, que sus ojos se abrieron un poco al interceptar la respuesta a su duda.
—¿Posponer? —preguntó remarcando la palabra —. La sed difícilmente se “pospone”. Y en todo caso sigue relacionándose con el control de uno mismo.
Ni bien terminó de replicar su comentario, fue tomada súbitamente de la cintura por los brazos ajenos, tomando posición de baile. Fue allí cuando la explicación de su táctica para no caer en manos de la desesperación volvió a tomar riendas. Esta vez hacía referencia al escogimiento de la presa perfecta, dando ejemplo de una canasta llena de frutas podridas y quién diablos sabe qué más. Lo cierto es que debió obviar su apresurado comentario anterior, volviendo a corregirse.
—¿Y qué si esa sed es tan poderosa que nubla aquella capacidad para escoger? —formuló de nuevo, arqueando una ceja —No me malentienda, pero a veces resulta imposible. O al menos para mí.
Oyó una vez más vampiro referirse a ella con el tema en cuestión, asegurándole el gozo propio si intentaba lo que él le decía. Rebecca entonces estaba más concentrada en la cercanía en la cual se entraban ambos, observándolo con curiosidad. En cuanto sus cuerpos volvieron a tomar algo de distancia, dudo de sus propios pensamientos. Pero bien estos pocos dudaron, cuando nuevamente fue tomada en brazos ajenos para esta vez comenzar a girar en sus propios pies, gracias al movimiento de… ¿Su nombre?
—¿Cómo es su no…
La pregunta, la interrumpida pregunta había venido inesperada, y cargada de una sonrisa ante la acción realizada. Sus palabras habían llegado a cruzarse con su siguiente declaración acerca de la importancia de alimentarse tiempo antes de asistir a un lugar concurrido, junto a una petición temeraria como tentadora al insinuarle que grata sería su compañía fuera del gran salón.
—Monsieur, yo me he alimentado el día de hoy. Tal vez fui mezquina al robar tan sólo un sorbo —reparó y suspiró, quedándose en silencio unos segundos antes de seguir —Lo acompañaré un momento, y tan sólo un momento si le apetece.
Los vuelos de cada vestido aún danzaban obligados por el constante y aburrido desplazamiento de las féminas. Rebecca en ese entonces observaba con extrema pulcritud cada movimiento del joven. Porque, después de todo, el que compartiera su condición no significaba que sea buena idea compartir también andanzas, por más pequeñas que estas fueran. Todo se podría tratar en realidad de otro insolente individuo que requiriera satisfacer sus egoístas necesidades a consta de otras. Nada más que a diferencia del nefasto intento del mortal, éste comprendería de uno mejor interiorizado. Aún se guardaba el exceso de buenos modales, respondiendo la mayoría de veces con leves asentimientos (o negaciones) con la cabeza. Su primer reflejo fue hurgar en su mente, intentando decodificar el verdadero designio o pretensión del mismo; sin embargo se llevó una gran desilusión al darse cuenta que éste llevaba consigo la habilidad del bloqueo mental. Se habría frustrado la única posibilidad de saberlo en aquel instante, pues esa noche estaba cansada de rodeos. Se encontraba lo suficiente concentrada en el pequeño -y sin importancia- fastidio, que sus ojos se abrieron un poco al interceptar la respuesta a su duda.
—¿Posponer? —preguntó remarcando la palabra —. La sed difícilmente se “pospone”. Y en todo caso sigue relacionándose con el control de uno mismo.
Ni bien terminó de replicar su comentario, fue tomada súbitamente de la cintura por los brazos ajenos, tomando posición de baile. Fue allí cuando la explicación de su táctica para no caer en manos de la desesperación volvió a tomar riendas. Esta vez hacía referencia al escogimiento de la presa perfecta, dando ejemplo de una canasta llena de frutas podridas y quién diablos sabe qué más. Lo cierto es que debió obviar su apresurado comentario anterior, volviendo a corregirse.
—¿Y qué si esa sed es tan poderosa que nubla aquella capacidad para escoger? —formuló de nuevo, arqueando una ceja —No me malentienda, pero a veces resulta imposible. O al menos para mí.
Oyó una vez más vampiro referirse a ella con el tema en cuestión, asegurándole el gozo propio si intentaba lo que él le decía. Rebecca entonces estaba más concentrada en la cercanía en la cual se entraban ambos, observándolo con curiosidad. En cuanto sus cuerpos volvieron a tomar algo de distancia, dudo de sus propios pensamientos. Pero bien estos pocos dudaron, cuando nuevamente fue tomada en brazos ajenos para esta vez comenzar a girar en sus propios pies, gracias al movimiento de… ¿Su nombre?
—¿Cómo es su no…
La pregunta, la interrumpida pregunta había venido inesperada, y cargada de una sonrisa ante la acción realizada. Sus palabras habían llegado a cruzarse con su siguiente declaración acerca de la importancia de alimentarse tiempo antes de asistir a un lugar concurrido, junto a una petición temeraria como tentadora al insinuarle que grata sería su compañía fuera del gran salón.
—Monsieur, yo me he alimentado el día de hoy. Tal vez fui mezquina al robar tan sólo un sorbo —reparó y suspiró, quedándose en silencio unos segundos antes de seguir —Lo acompañaré un momento, y tan sólo un momento si le apetece.
Última edición por Rebecca de Bordeaux el Vie Feb 06, 2015 5:29 pm, editado 5 veces
Rebecca de Bordeaux- Vampiro Clase Alta
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Re: Can’t get enough [Rebbeca de Bordeaux]
– Solo un momento – repitió a la vez que una enorme sonrisa, entre picara y maliciosa, emergía de sus labios al escuchar la respuesta a su propuesta. Nada le gustaría más que la libertad que les ofrecería a su verdadera naturaleza un poco de intimidad. Sin dudarlo ni un segundo se separó de su pareja y, tomándola caballerosamente del antebrazo, le guío por entre los bailarines y los parisinos que se agrupaban alrededor de la pista. No le miró ni habló de nuevo hasta que no hubieron atravesado las dobles puertas. Era poco probable que un par de figuras del porte y belleza como era ellos dos pasasen inadvertidos, por lo que muchos de los presentes les miraron fijamente desfilar con lentitud y elegancia a través del salón. Aquello resultaba estimulante para el ego del vampiro aunque más que prestarle atención a los curiosos mientras caminaban consideraba en silencio las palabras y conducta de la vampiresa. Tenía un aura de inocencia que no terminaba de encajar con su aparente edad. Sus modales y gestos correspondían más a una joven de poca experiencia que a un ser inmortal y extremadamente poderoso que se alimentaba de humanos. Y allí había otro punto a revisar. Ella había mencionado algo sobre solo un sorbo ¿sería tal vez una de esas almas caritativas que preferían evitar el asesinato? ¿De esas que continuaban temiendo las consecuencias de los actos malvados o, simplemente, sentían tanta afinidad con la humanidad perdida que se consideraban por una parte inferiores a la necesidad de arrebatar una vida y por otra superiores moralmente hablando?
Le parecía en extremo curioso, e incluso un poco decepcionante, que aquella damita no hubiese aprendido a manejar su sed lo suficiente como para poder aprender a disfrutar de ella. Sabia, por experiencia, que no todos los vampiros tenían su misma inclinación hacia el juego, la caza, el éxtasis de saciarse solo después de haber sufrido un pequeño tormento por la espera. Algunos solo se sometían al anhelo, cediendo simplemente al instinto primordial de la alimentación. Debía existir control, eso se lo aceptaba a la bella inmortal, pero él, desde su egoísta visión, no podía terminar de verlo solo como la necesidad de someter a su bestia interior hasta poder saciarla, sino a aprender a convivir con ella, tentarla y excitarla hasta el límite del aguante. Durante el corto baile percibió con claridad como ella intentaba ingresar en su cerebro. Era, por tanto, una leedora de mentes que no se conformaba con lo que escuchaba sino que pretendía averiguar la verdad que había tras la elocuencia de su interlocutor. Eso no le molestaba. Si el estuviese igual de dotado haría exactamente lo mismo. Sin embargo no renegaba de su herencia, poder esconder lo que en realidad deseaba era tanto o más importante que poder averiguar lo que otros pretendían. El intento de intrusión le indicaba que ella no se fiaba por completo y eso le inspiró una suerte de respeto que no había sentido en realidad hasta ese instante.
Una vez estuvieron en el balcón él abandonó el galante agarre y se volvió con la intención de cerrar las puertas. Luego, ya solos y sin ojos indiscretos pendientes de sus actos, se acercó a la vampiresa desde atrás y la tomó con suavidad por la cintura. – Vincent – susurró cerca de su oído. No se le había escapado el intento de pregunta y no había razón alguna por la cual ocultárselo. Levantó la mirada y observó el sobrecogedor jardín que se extendía bajo ellos. Se encontraban disfrutando de la parte posterior del palacio lo cual resultaba perfecto pues los guardas y la servidumbre se encontraba, en gran medida, en la parte anterior y en el salón. El aire nocturno agitaba suavemente las vestiduras de ambos y la oscuridad era soberana por sobre los tímidos faroles que intentaban relegarla. A sus espaldas la música iniciaba de nuevo gracias a un sublime solo de violín – Es hermoso ¿no le parece? La soledad, el falso silencio, la serenidad de la noche… ¿posee usted algún nombre que quiera compartir o prefiere ser solo mi bella signorina? – preguntó haciéndola girar hasta quedar frente a frente. Debería detenerse allí, darle su espacio y tener paciencia, pero no pudo contener su mano cuando está se apresuró a tomar el antifaz de la fémina y retirarlo para observar con mayor claridad sus facciones.
Le parecía en extremo curioso, e incluso un poco decepcionante, que aquella damita no hubiese aprendido a manejar su sed lo suficiente como para poder aprender a disfrutar de ella. Sabia, por experiencia, que no todos los vampiros tenían su misma inclinación hacia el juego, la caza, el éxtasis de saciarse solo después de haber sufrido un pequeño tormento por la espera. Algunos solo se sometían al anhelo, cediendo simplemente al instinto primordial de la alimentación. Debía existir control, eso se lo aceptaba a la bella inmortal, pero él, desde su egoísta visión, no podía terminar de verlo solo como la necesidad de someter a su bestia interior hasta poder saciarla, sino a aprender a convivir con ella, tentarla y excitarla hasta el límite del aguante. Durante el corto baile percibió con claridad como ella intentaba ingresar en su cerebro. Era, por tanto, una leedora de mentes que no se conformaba con lo que escuchaba sino que pretendía averiguar la verdad que había tras la elocuencia de su interlocutor. Eso no le molestaba. Si el estuviese igual de dotado haría exactamente lo mismo. Sin embargo no renegaba de su herencia, poder esconder lo que en realidad deseaba era tanto o más importante que poder averiguar lo que otros pretendían. El intento de intrusión le indicaba que ella no se fiaba por completo y eso le inspiró una suerte de respeto que no había sentido en realidad hasta ese instante.
Una vez estuvieron en el balcón él abandonó el galante agarre y se volvió con la intención de cerrar las puertas. Luego, ya solos y sin ojos indiscretos pendientes de sus actos, se acercó a la vampiresa desde atrás y la tomó con suavidad por la cintura. – Vincent – susurró cerca de su oído. No se le había escapado el intento de pregunta y no había razón alguna por la cual ocultárselo. Levantó la mirada y observó el sobrecogedor jardín que se extendía bajo ellos. Se encontraban disfrutando de la parte posterior del palacio lo cual resultaba perfecto pues los guardas y la servidumbre se encontraba, en gran medida, en la parte anterior y en el salón. El aire nocturno agitaba suavemente las vestiduras de ambos y la oscuridad era soberana por sobre los tímidos faroles que intentaban relegarla. A sus espaldas la música iniciaba de nuevo gracias a un sublime solo de violín – Es hermoso ¿no le parece? La soledad, el falso silencio, la serenidad de la noche… ¿posee usted algún nombre que quiera compartir o prefiere ser solo mi bella signorina? – preguntó haciéndola girar hasta quedar frente a frente. Debería detenerse allí, darle su espacio y tener paciencia, pero no pudo contener su mano cuando está se apresuró a tomar el antifaz de la fémina y retirarlo para observar con mayor claridad sus facciones.
Última edición por Vincent de Bordeaux el Lun Nov 17, 2014 7:40 pm, editado 1 vez
Vincent de Bordeaux- Vampiro Clase Alta
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Re: Can’t get enough [Rebbeca de Bordeaux]
De cierto modo le causaba empatía tan sólo el mero esfuerzo por ser el caballero de la noche, o sería que el contraste con el humano era demasiado prominente. Siempre había podido adelantarse un paso a la compañía que mantendría en el momento, prevenir cualquier tipo de persona se convertiría en un afán, y ahora estaba afectando en gran medida a su ego; debía redimirse a la intuición, y tal vez hasta confianza.
Jaque. La tendría bajo su curiosidad, pues todo la invitaba a querer saber más de él: Su aspecto, su elocuencia, la franqueza de su condición. Todo podía servir como ejemplo. Tentador y peculiar para una de sus primera noches, ¿en dónde terminaría todo esto?
Tomándola del antebrazo, dejó que la guiara luego de haber accedido a su petición. Sonaría un tanto cómico que fueran quienes encontraban de momento más tediosa la noche, los que ahora resultaban ser en cierta parte el centro de atención en el gran salón del palacio al estarlo “desfilando” con gracia hacia las afueras del mismo. Dicen que todo se da por algo, y debían estar agradecidos por la mortecina luz que acunaban los candelabros. Hasta ese entonces, era ella quien guardaba el aspecto más pálido, asemejándose a un tono hueso blanqueado. Miles de mujeres se esforzaban por aclarar sus matices con diversos polvos, mientras que la muerte podía otorgarles el bello albar mate que aquel par de vampiros conservaban. He ahí precisamente cuando tenía que reconocer cuanto podía ayudar un poco de maquillaje encima de su rostro, prefiriendo destacar algún rosado en sus mejillas.
El joven lucía en lo que se podía decir un tanto dedicado a la hora de reclamar una compañera, por lo que soltaría el agarre sino recién en el estrepitoso balcón. Con una vista eminente, el palco se encontraba vestido con una enredadera, y por los alrededores se hallaban pequeñas luminiscencias tímidas que tampoco permitirían resaltar con claridad sus rasgos; en verdad la noche lucía su misteriosa hermosura. Ella, distraída con la vista, se sobresaltó un poco con la toma de la cintura. ¿Realmente era necesaria aquella acción para mencionar su nombre? Pensaría. Sin duda alguna, se trataba de alguien de trato difícil, rebuscado si así se quisiese. Aunque si de confesiones se trataba, lo correcto sería decir que a había acaparado cierta atención de su parte.
»Manteniendo su posición, volteó entonces un tanto su rostro, mientras las nuevas palabras del hombre lograban fundirse con el melancólico y exquisito sonar de con conjunto de violines; él se habría apresurado, tomando el atrevimiento de no tan sólo darle la vuelta sino también descubriendo el antifaz de la dama. Acto seguido, Rebecca, como gesto infantil incluso, extendió una mano para descubrirlo también a él.
—Monsieur, el jugar justamente es la única opción para mí.
Si creía sentirse en desventaja alguna vez, no dudaría en buscar toda artimaña posible que le sirviera para sentirse más “cómoda” en cualquier situación. Y la única desventaja que encontraba esa noche, era que era ella la persuadida, cuando habría gustado ser al revés, siendo quien manejara la situación.
—Para usted, Senorita de Bordeaux —dijo, alzando el dorso de su mano en su dirección, exponiendo una franca y divertida sonrisa —Si desea conocer mi nombre, tendrá que esforzarse más. ¿Cree que soy de las que caen rendidas ante un convincente caballero?
Sus ojos dieron una rápida recorrida al lugar en donde se hallaba. Por mucho que intentara enfocarse en él y en la serenidad que transmitía, la verdad era que aún aquella resequedad la seguía embargando. Creía sentir sus venas agrietarse, y se culpaba de alguna manera por asistir esa noche, donde todo podía salir mal. A simple vista, simulaba ser una interpretación totalmente distinta, en la cual la típica damisela buscaba zafarse de su compañero.
Jaque. La tendría bajo su curiosidad, pues todo la invitaba a querer saber más de él: Su aspecto, su elocuencia, la franqueza de su condición. Todo podía servir como ejemplo. Tentador y peculiar para una de sus primera noches, ¿en dónde terminaría todo esto?
Tomándola del antebrazo, dejó que la guiara luego de haber accedido a su petición. Sonaría un tanto cómico que fueran quienes encontraban de momento más tediosa la noche, los que ahora resultaban ser en cierta parte el centro de atención en el gran salón del palacio al estarlo “desfilando” con gracia hacia las afueras del mismo. Dicen que todo se da por algo, y debían estar agradecidos por la mortecina luz que acunaban los candelabros. Hasta ese entonces, era ella quien guardaba el aspecto más pálido, asemejándose a un tono hueso blanqueado. Miles de mujeres se esforzaban por aclarar sus matices con diversos polvos, mientras que la muerte podía otorgarles el bello albar mate que aquel par de vampiros conservaban. He ahí precisamente cuando tenía que reconocer cuanto podía ayudar un poco de maquillaje encima de su rostro, prefiriendo destacar algún rosado en sus mejillas.
El joven lucía en lo que se podía decir un tanto dedicado a la hora de reclamar una compañera, por lo que soltaría el agarre sino recién en el estrepitoso balcón. Con una vista eminente, el palco se encontraba vestido con una enredadera, y por los alrededores se hallaban pequeñas luminiscencias tímidas que tampoco permitirían resaltar con claridad sus rasgos; en verdad la noche lucía su misteriosa hermosura. Ella, distraída con la vista, se sobresaltó un poco con la toma de la cintura. ¿Realmente era necesaria aquella acción para mencionar su nombre? Pensaría. Sin duda alguna, se trataba de alguien de trato difícil, rebuscado si así se quisiese. Aunque si de confesiones se trataba, lo correcto sería decir que a había acaparado cierta atención de su parte.
»Manteniendo su posición, volteó entonces un tanto su rostro, mientras las nuevas palabras del hombre lograban fundirse con el melancólico y exquisito sonar de con conjunto de violines; él se habría apresurado, tomando el atrevimiento de no tan sólo darle la vuelta sino también descubriendo el antifaz de la dama. Acto seguido, Rebecca, como gesto infantil incluso, extendió una mano para descubrirlo también a él.
—Monsieur, el jugar justamente es la única opción para mí.
Si creía sentirse en desventaja alguna vez, no dudaría en buscar toda artimaña posible que le sirviera para sentirse más “cómoda” en cualquier situación. Y la única desventaja que encontraba esa noche, era que era ella la persuadida, cuando habría gustado ser al revés, siendo quien manejara la situación.
—Para usted, Senorita de Bordeaux —dijo, alzando el dorso de su mano en su dirección, exponiendo una franca y divertida sonrisa —Si desea conocer mi nombre, tendrá que esforzarse más. ¿Cree que soy de las que caen rendidas ante un convincente caballero?
Sus ojos dieron una rápida recorrida al lugar en donde se hallaba. Por mucho que intentara enfocarse en él y en la serenidad que transmitía, la verdad era que aún aquella resequedad la seguía embargando. Creía sentir sus venas agrietarse, y se culpaba de alguna manera por asistir esa noche, donde todo podía salir mal. A simple vista, simulaba ser una interpretación totalmente distinta, en la cual la típica damisela buscaba zafarse de su compañero.
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Rebecca de Bordeaux- Vampiro Clase Alta
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Re: Can’t get enough [Rebbeca de Bordeaux]
Vincent observó en silencio el rostro descubierto de la vampiresa. Era incluso más hermosa de lo que imaginaba. Fue entonces el turno de ella de descubrirle el rostro. Él, por supuesto, lo permitió sonriente – No esperaría menos que reglas equitativas, Madeimoselle. Puede estar segura de que permitiré que abuse tanto de mi como usted me permita hacerlo en retribución – Perseverante en su objetivo mantenía una postura dominante acompañada de un tono de voz bajo y seductor. Se encontraban muy cerca uno del otro aunque de momento no se tocasen pues tras el osado giro él había apartado sus manos del curvilíneo cuerpo. Aunque la postura y acciones de la vampiresa le indicaban que no le era indiferente, le parecía que en su mirada destellaba un dejo de duda. Ignoraba si estaba o no dirigida a él, así que la única opción que le quedaba era intentar averiguarlo. Se sentía tan seguro sobre sus propias habilidades que ya daba por obtenida la victoria. Mucho tiempo había pasado desde que su conciencia le atormentara con pensamientos sobre compañía estable y futuro ¿para qué complicarse la existencia eligiendo una sola rosa cuando hay un rosal eterno frente a ti? Diferentes colores, aromas y texturas ¿Cómo podría aburrirse de aquello alguna vez? Ahora lo aceptaba sin más. La monogamia no era una filosofía de vida que pudiese aceptar. Los cuerpos son utilizables y descartables. Cada quien cumple una tarea y todos pueden ser reemplazados. Así el romanticismo no era más que una vía para un fin. Y el fin, en ese preciso momento, se encontraba sobre la nívea piel de la vampiresa frente a él.
Los violines continuaban desgarrando su melancólico y dulce llamado, y las charlas en el interior del salón disminuían mientras los asistentes se concentraban en la sensible melodía. Era un tanto irónico que solo ellos dos se encontrasen ahora con el rostro descubierto, los únicos que debían mantener mascaras indivisibles incluso fuera de las mismas mascaradas. La voz femenina se sobrepuso al hermoso sonido de los violines confesando su apellido y solo los años de simular caballerosidad le condujeron a Vincent a tomar la mano que le era ofrecida y besarla con suavidad. Su cerebro, sin embargo, se encontraba pensando velozmente en lo que aquello significaba. Se había encontrado sin querer con una de sus hermanas. Por eso le sentía familiar. Evidentemente ninguno de los dos tenía idea, hasta ese momento, de la situación en la que se encontraban. Confiaba en que la expresión de sorpresa hubiese sido tan fugaz que la vampiresa no la hubiese percibido, pero no era algo que diera por sentado. Tenía solo dos opciones, le confesaba que ostentaba el mismo apellido o se lo guardaba para un momento más propicio. En algún momento volverían a encontrarse y él sabía que eso ocurriría en cuanto finalmente se citara a la reunión que le había convocado en primer lugar a Paris ¿Qué ventaja obtendría de decírselo en ese momento? era por completo una incógnita. Al no conocerla no podría predecir ninguna de sus posibles reacciones ¿para qué arriesgarse tan prematuramente entonces?
Separó sus labios de la pétrea piel pero no liberó la delicada mano de su agarre -¿Es eso un reto Señorita de Bordeaux? Porque si es así permítame informarle que lo acepto sin condición alguna – posteriormente se aproximó hasta que los dos cuerpos chocaron -No Madeimoselle, se que usted no es de las que “caen rendidas”, además no me considero para nada un caballero convincente – mintió colocando la expresión más inocente que poseía. El hecho de que poseyeran el mismo apellido no alteraba el capricho que tenía de probarla, de poseer sus labios y poseerla por completo. Después de todo no sería la primera vez que lo hiciese y las normas en las cuales se prohibía cualquier relación carnal entre miembros que compartiesen apellido no aplicaba ni a la realeza ni a los monstruos. Sus brazos la rodearon por la cintura con deliberada lentitud. La mirada que ella dio en derredor, sus gestos y la sonrisa franca que le regalo al revelarle parte de su nombre le animaron a ir un poco más allá – Me confesó allá adentro que no se había alimentado por completo - comentó amistosamente a la par que ladeaba sutilmente la cabeza, exponiendo su cuello – ¿Me permitiría ayudarla a sentirse más cómoda? – ¿Podría ella descubrir el vinculo que les unía probando la sangre que corría por sus venas? ¿Aceptaría la invitación o el recato que mantenía hasta el momento le forzaría a declinar tan valioso ofrecimiento?
Los violines continuaban desgarrando su melancólico y dulce llamado, y las charlas en el interior del salón disminuían mientras los asistentes se concentraban en la sensible melodía. Era un tanto irónico que solo ellos dos se encontrasen ahora con el rostro descubierto, los únicos que debían mantener mascaras indivisibles incluso fuera de las mismas mascaradas. La voz femenina se sobrepuso al hermoso sonido de los violines confesando su apellido y solo los años de simular caballerosidad le condujeron a Vincent a tomar la mano que le era ofrecida y besarla con suavidad. Su cerebro, sin embargo, se encontraba pensando velozmente en lo que aquello significaba. Se había encontrado sin querer con una de sus hermanas. Por eso le sentía familiar. Evidentemente ninguno de los dos tenía idea, hasta ese momento, de la situación en la que se encontraban. Confiaba en que la expresión de sorpresa hubiese sido tan fugaz que la vampiresa no la hubiese percibido, pero no era algo que diera por sentado. Tenía solo dos opciones, le confesaba que ostentaba el mismo apellido o se lo guardaba para un momento más propicio. En algún momento volverían a encontrarse y él sabía que eso ocurriría en cuanto finalmente se citara a la reunión que le había convocado en primer lugar a Paris ¿Qué ventaja obtendría de decírselo en ese momento? era por completo una incógnita. Al no conocerla no podría predecir ninguna de sus posibles reacciones ¿para qué arriesgarse tan prematuramente entonces?
Separó sus labios de la pétrea piel pero no liberó la delicada mano de su agarre -¿Es eso un reto Señorita de Bordeaux? Porque si es así permítame informarle que lo acepto sin condición alguna – posteriormente se aproximó hasta que los dos cuerpos chocaron -No Madeimoselle, se que usted no es de las que “caen rendidas”, además no me considero para nada un caballero convincente – mintió colocando la expresión más inocente que poseía. El hecho de que poseyeran el mismo apellido no alteraba el capricho que tenía de probarla, de poseer sus labios y poseerla por completo. Después de todo no sería la primera vez que lo hiciese y las normas en las cuales se prohibía cualquier relación carnal entre miembros que compartiesen apellido no aplicaba ni a la realeza ni a los monstruos. Sus brazos la rodearon por la cintura con deliberada lentitud. La mirada que ella dio en derredor, sus gestos y la sonrisa franca que le regalo al revelarle parte de su nombre le animaron a ir un poco más allá – Me confesó allá adentro que no se había alimentado por completo - comentó amistosamente a la par que ladeaba sutilmente la cabeza, exponiendo su cuello – ¿Me permitiría ayudarla a sentirse más cómoda? – ¿Podría ella descubrir el vinculo que les unía probando la sangre que corría por sus venas? ¿Aceptaría la invitación o el recato que mantenía hasta el momento le forzaría a declinar tan valioso ofrecimiento?
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Re: Can’t get enough [Rebbeca de Bordeaux]
¿Permitirle que abuse en retribución? ¿Qué clase de artimaña era aquella? Una de la que seguro ella se burlaría. Si él ya había realizado el primer movimiento, ahora pensaba ser ella quien ponga las reglas. Un, dos, tres, movimiento de las piezas involucradas en su peculiar persuasión, más la duda no dejaría que su precaución quedara en desventaja, y él de seguro ya lo tendría en claro.
Se sobresaltaría al momento en que la voluntad ajena decidió volver a hacer chocas sus respectivos cuerpos. Primera noche que disponía de un caballero y la seriedad no podría permanecer mucho tiempo de su lado. Posiblemente ella misma se preguntara cuando sería el día en que deje aquel comportamiento para comenzar a portar algo de rectitud y mesura como decía o presumía que podía manejar, pero recatarse con finalidad a estas alturas de la noche era tan inútil como absurdo.
Arqueó su ceja sin dejar de investigar el detrás de aquellas facciones pícaras, reveladoras. Esto le resultaba tan divertido, que al fin había dado en el punto dentro de lo que anteriormente era la típica velada aburrida, repetida, y desabrida.
—*¿Crees que seré otra dulce víctima de tu colección? Estoy segura que no la pasaría mal… Pero déjame decirte, querido Vincent, que eso no está en mis planes.*
Si de intenciones se hablaba, ella no podría escudarse en algún mérito o algo por el estilo, puesto que desde su última relación había dejado que la promiscuidad entrara en su vida. Oh, no, ese no era el nombre que solía darle… Vivir el día a día, no era más que un delicado arreglo dentro de una misma definición. Últimamente –desde hace muchísimos años- no encontraba sentido al amor estable, pues siempre el universo dictaba en su contra, y de alguna manera buscaba burlarlo.
—Por supuesto, como usted diga —agregó con cierta sonrisa sarcástica y juguetona.
Lo observaba con desconfianza exagerada, una que por supuesto era parte del juego —*Si tú no te crees convincente yo no poseo el bello don de la eternidad* —siguió de manera privada. ¿Psicología inversa? Eso era lo que parecía mostrar como buen as en su mazo de cartas. El de ella probablemente sería… seguirle el juego.
Bajó la vista hacia ese sutil rodear de brazos, volviéndose segundos luego a él con un gesto de reproche.
—Que atrevido —le reprocharía inclinando deliberadamente su cabeza. Increíblemente con lo que parecían ser segundos de charla con el vampiro, lo cierto era que un gran fragmento de tiempo había pasado entre tanto. Los violines lentamente iban dejando su hermoso quejido melancólico y el alud de voces iban disminuyendo al connotar que solamente algunas parejas acarameladas seguían distraídos en sí mismas, junto los cual por X razón de interés permanecían allí. La privacidad era sin dudas un privilegio encantador, pero esta noche al parecer poco importaba la presencia ajena.
—¿Por qué no me es directo en decir que sus intenciones conmigo, así como con otras damas, “roza” lo lujurioso? —dijo, acercándose lentamente a su cuello, terminando por tomar uno de los costados con la diestra—. Y sí, quiero que sepa que sólo por eso aceptaré tan “amable” oferta.
Sin más terminó por sucumbir ante la sed que notoriamente la seguía embargando, haciendo que sus colmillos decidieran incrustarse en su nívea piel, produciéndose una mezcla de calma y alboroto en su interior. ¿Cómo dijo que se llamaba? Oh, sí, ahí estaba, lo familiar se le hacía presente, algo tan oportuno como inoportuno a la vez se encontraba fluyendo por sus venas
—Pequeña criatura… ¿Cómo me dice que era su nombre?
Se sobresaltaría al momento en que la voluntad ajena decidió volver a hacer chocas sus respectivos cuerpos. Primera noche que disponía de un caballero y la seriedad no podría permanecer mucho tiempo de su lado. Posiblemente ella misma se preguntara cuando sería el día en que deje aquel comportamiento para comenzar a portar algo de rectitud y mesura como decía o presumía que podía manejar, pero recatarse con finalidad a estas alturas de la noche era tan inútil como absurdo.
Arqueó su ceja sin dejar de investigar el detrás de aquellas facciones pícaras, reveladoras. Esto le resultaba tan divertido, que al fin había dado en el punto dentro de lo que anteriormente era la típica velada aburrida, repetida, y desabrida.
—*¿Crees que seré otra dulce víctima de tu colección? Estoy segura que no la pasaría mal… Pero déjame decirte, querido Vincent, que eso no está en mis planes.*
Si de intenciones se hablaba, ella no podría escudarse en algún mérito o algo por el estilo, puesto que desde su última relación había dejado que la promiscuidad entrara en su vida. Oh, no, ese no era el nombre que solía darle… Vivir el día a día, no era más que un delicado arreglo dentro de una misma definición. Últimamente –desde hace muchísimos años- no encontraba sentido al amor estable, pues siempre el universo dictaba en su contra, y de alguna manera buscaba burlarlo.
—Por supuesto, como usted diga —agregó con cierta sonrisa sarcástica y juguetona.
Lo observaba con desconfianza exagerada, una que por supuesto era parte del juego —*Si tú no te crees convincente yo no poseo el bello don de la eternidad* —siguió de manera privada. ¿Psicología inversa? Eso era lo que parecía mostrar como buen as en su mazo de cartas. El de ella probablemente sería… seguirle el juego.
Bajó la vista hacia ese sutil rodear de brazos, volviéndose segundos luego a él con un gesto de reproche.
—Que atrevido —le reprocharía inclinando deliberadamente su cabeza. Increíblemente con lo que parecían ser segundos de charla con el vampiro, lo cierto era que un gran fragmento de tiempo había pasado entre tanto. Los violines lentamente iban dejando su hermoso quejido melancólico y el alud de voces iban disminuyendo al connotar que solamente algunas parejas acarameladas seguían distraídos en sí mismas, junto los cual por X razón de interés permanecían allí. La privacidad era sin dudas un privilegio encantador, pero esta noche al parecer poco importaba la presencia ajena.
—¿Por qué no me es directo en decir que sus intenciones conmigo, así como con otras damas, “roza” lo lujurioso? —dijo, acercándose lentamente a su cuello, terminando por tomar uno de los costados con la diestra—. Y sí, quiero que sepa que sólo por eso aceptaré tan “amable” oferta.
Sin más terminó por sucumbir ante la sed que notoriamente la seguía embargando, haciendo que sus colmillos decidieran incrustarse en su nívea piel, produciéndose una mezcla de calma y alboroto en su interior. ¿Cómo dijo que se llamaba? Oh, sí, ahí estaba, lo familiar se le hacía presente, algo tan oportuno como inoportuno a la vez se encontraba fluyendo por sus venas
—Pequeña criatura… ¿Cómo me dice que era su nombre?
Última edición por Rebecca de Bordeaux el Vie Feb 06, 2015 5:33 pm, editado 1 vez
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Re: Can’t get enough [Rebbeca de Bordeaux]
En el instante en que los punzantes y finos colmillos de la fémina perforaron su fría piel un escalofrío de placer subió por su columna. Contuvo el fiero gruñido de victoria que pretendía emerger de su garganta, permitirle salir podría convertirse en un grave error para la velada dado el lugar apenas privado en el que se encontraban. No se permitiría generar ningún sonido, humano o inhumano, que pudiese alertar a los presentes y atraer sobre ellos miradas indiscretas. No es que le importase en demasía contar con público durante un encuentro amoroso, pero algo le decía que la al parecer recatada vampiresa no se encontraría muy a gusto ante tal situación y lo poco, o mucho, que había conseguido avanzar con ella se podría dar completamente por perdido. – Ah ¿pero no he sido lo suficientemente claro aún? – preguntó entre susurros. Ella le aferraba con su mano mientras aplicaba sus dulces labios sobre su cuello. Él esperaba que con cada lenta y metódica succión la vampiresa bajase la guardia y cediera ante lo que tenía frente a sí. El hecho de que aceptase su vena, su sangre, le daba señales sobre las posibilidades que tendría de lograr su cometido. El qué tan erradas o acertadas estuviesen dependía, en gran medida, de la voluntad de ambos.
“Atrevido” le había llamado para luego acceder a la intimidad de alimentarse. Ningún replique tenía para hacerle ante tal calificativo, en parte porque sabía que era cierto, pero principalmente porque ella había aceptado ya que se trataba de un reto y por tanto había dado carta blanca para dar inicio a su juego ¿y qué juego resulta interesante sin un pequeño y travieso enfrentamiento? Desde su punto de vista (machista y egocentrista) ella se había rendido voluntariamente a su pueril propuesta, en medio de una sonrisa juguetona, que solo servía para añadirle un poco de picante al asunto en la mente de Vincent, por lo que él consideraba contar ahora con más permiso del que posiblemente le otorgaba ella en realidad.
– Vincent, bella signorina – contestó evitando nuevamente mencionar su apellido y permitiendo que se apartara casi a regañadientes. Una pregunta que esperaba a medias y que sabía perfectamente a que se refería. Al fin de cuentas bajo ambas pieles corría una fuente que compartía su origen. Solo podía presumir que tan conocido se le hacía a la vampiresa el sabor que ahora llenaba su boca, pero era lo suficientemente fuerte como para elevar la duda en voz alta aunque no de manera explícita. Volvía a él la duda sobre revelarle lo que ya sabía o no hacerlo ¿Qué le convendría más? Apartó su rostro lo suficiente como para poder observar el hermoso rostro con comodidad, pero dejó sus manos justo en donde las tenía. - ¿Se siente más cómoda ahora? - le cuestionó con una media sonrisa. Luego, en medio de un toque suave y mostrando gran osadía, arrebató del labio inferior femenino con el pulgar una minúscula gota de sangre – Supongo que no debo recordarle lo valioso que ha sido el regalo que acabo de hacerle – lamió su propio pulgar con rapidez sin apartar la vista de los ojos de la vampiresa. La colocaba en deuda con él, un acto bajo sin lugar a dudas, incluso en el marco del juego al que juntos habían dado inicio. El problema era que para él ninguna treta era demasiado indigna si conseguía acercarle al objeto de su deseo. - ¿Me he ganado tal vez el que usted me conceda la cortesía de revelarme su nombre? –
Mientras esperaba un tiempo prudencial a que ella le contestase intentó buscar entre sus acciones y palabras alguna pista sobre como continuar, como acceder a ella y a lo que su vestido escondía. Recordó entonces la profunda desconfianza que había visto en el rostro de su acompañante algunas veces durante la velada. La manera en la que ella había tratado de mantenerlo a distancia y como había asegurado no convertirse en otra “dulce victima” según sus propias palabras ¿podría acaso un poco de verdad darle la confianza que necesitaba? Le soltó del agarre y avanzó un par de pasos. La música cambiaba en el salón dando paso a una alegre melodía que seguro muchos de los presentes disfrutaría en medio de un animado baile. Él por su parte tenía su propio baile privado y, como tal, daba rienda suelta a los pasos que parecían aprendidos de memoria e improvisados al mismo tiempo. Su mirada se dirigió al cielo, luego a la tierra. Una de sus manos rozó suavemente la enredadera del balcón y la otra se apostó detrás de su cintura en una posición tan rígida como formal – Mi nombre es Vincent, bella signorina – repitió antes de girarse y mirarla nuevamente con intensidad – Vincent de Bordeaux –
“Atrevido” le había llamado para luego acceder a la intimidad de alimentarse. Ningún replique tenía para hacerle ante tal calificativo, en parte porque sabía que era cierto, pero principalmente porque ella había aceptado ya que se trataba de un reto y por tanto había dado carta blanca para dar inicio a su juego ¿y qué juego resulta interesante sin un pequeño y travieso enfrentamiento? Desde su punto de vista (machista y egocentrista) ella se había rendido voluntariamente a su pueril propuesta, en medio de una sonrisa juguetona, que solo servía para añadirle un poco de picante al asunto en la mente de Vincent, por lo que él consideraba contar ahora con más permiso del que posiblemente le otorgaba ella en realidad.
– Vincent, bella signorina – contestó evitando nuevamente mencionar su apellido y permitiendo que se apartara casi a regañadientes. Una pregunta que esperaba a medias y que sabía perfectamente a que se refería. Al fin de cuentas bajo ambas pieles corría una fuente que compartía su origen. Solo podía presumir que tan conocido se le hacía a la vampiresa el sabor que ahora llenaba su boca, pero era lo suficientemente fuerte como para elevar la duda en voz alta aunque no de manera explícita. Volvía a él la duda sobre revelarle lo que ya sabía o no hacerlo ¿Qué le convendría más? Apartó su rostro lo suficiente como para poder observar el hermoso rostro con comodidad, pero dejó sus manos justo en donde las tenía. - ¿Se siente más cómoda ahora? - le cuestionó con una media sonrisa. Luego, en medio de un toque suave y mostrando gran osadía, arrebató del labio inferior femenino con el pulgar una minúscula gota de sangre – Supongo que no debo recordarle lo valioso que ha sido el regalo que acabo de hacerle – lamió su propio pulgar con rapidez sin apartar la vista de los ojos de la vampiresa. La colocaba en deuda con él, un acto bajo sin lugar a dudas, incluso en el marco del juego al que juntos habían dado inicio. El problema era que para él ninguna treta era demasiado indigna si conseguía acercarle al objeto de su deseo. - ¿Me he ganado tal vez el que usted me conceda la cortesía de revelarme su nombre? –
Mientras esperaba un tiempo prudencial a que ella le contestase intentó buscar entre sus acciones y palabras alguna pista sobre como continuar, como acceder a ella y a lo que su vestido escondía. Recordó entonces la profunda desconfianza que había visto en el rostro de su acompañante algunas veces durante la velada. La manera en la que ella había tratado de mantenerlo a distancia y como había asegurado no convertirse en otra “dulce victima” según sus propias palabras ¿podría acaso un poco de verdad darle la confianza que necesitaba? Le soltó del agarre y avanzó un par de pasos. La música cambiaba en el salón dando paso a una alegre melodía que seguro muchos de los presentes disfrutaría en medio de un animado baile. Él por su parte tenía su propio baile privado y, como tal, daba rienda suelta a los pasos que parecían aprendidos de memoria e improvisados al mismo tiempo. Su mirada se dirigió al cielo, luego a la tierra. Una de sus manos rozó suavemente la enredadera del balcón y la otra se apostó detrás de su cintura en una posición tan rígida como formal – Mi nombre es Vincent, bella signorina – repitió antes de girarse y mirarla nuevamente con intensidad – Vincent de Bordeaux –
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Re: Can’t get enough [Rebbeca de Bordeaux]
Habría perdido la coherencia entonces de sus distantes palabras anteriores. La sed era la encargada, por supuesto, de hacerla perder el único rastro de decencia y discreción que solía portar la mayoría de las ocasiones. Mientras bebía había entreabierto los ojos algo desorientaba. Aquel sabor era demasiado peculiar. No había visto antes al hombre, pero su sangre le había traído entonces múltiples pensamientos; muy bien conocida habría resultado su esencia. Con su habla ahora se veía desconcertada, y exhalando, ya satisfecha, se había alejado del cuello de su presa. Bufó al oír su nombre, pues tenía en claro que ahora era él quien jugaba a las adivinanzas. Hábil la noche los uniría. Hábil una simple treta rescatista y de supuesto carácter caballerosa llevaría a dos miembros de un mismo clan a conocerse. Sin duda alguna ella ya podía prestarle completa atención al hombre, y no precisamente por aquel juego seductivo, sino por la accidental sincronía que presentaba la situación. No bastaba con que él también fuera un vampiro, ahora debía lidiar también con la interesante idea de sus apellidos.
Una mirada fulminante se alzaría hasta los ojos ajenos, permaneciendo quieta mientras este limpiaba algo de su propia sangre. Con curiosidad empezó a observarlo; quizás tendría ella varias preguntas para hacerle, más no sentía tampoco que fuera el momento indicado. ¿Estaría él también por la invitación? ¿Ya se había reunido con los demás? Y de pronto, como debía ser, más y más preguntas comenzaron a invadirla. ¿Es que él ya sabía de su paso por el palacio, y resultaba ser una jugada planeada? Innecesarias preguntas y tal vez demasiado exageradas. Ah, la que debía hacerse era: ¿Por qué no se limitaba a disfrutar?
No, no era de las que siempre se lo permitiera.
—Creo que cómoda no es la palabra más… acertada —respondió. Cómoda o incómoda, para ella en ese instante las mismas dejaban de ser antónimos —Sí, lo sé. Sé que este regalo es muy valioso, pero no hemos acordado términos de retribución previamente, ¿o me equivoco? —dijo con una triunfante sonrisa. Adoraba ser la que impartiera el entretenimiento, eso estaba claro. Varias hipótesis podían tener el trasfondo de sus palabras, y era notable que en el hombre resaltara la intención de conseguir algo más que su nombre. Por otro lado ella intercambiaba de as noche tras noche; podía dejarse disfrutar y hacerse pasar por damisela en apuros, aprovechándose a su gusto y capricho, así como podía recobrar su pundonor, manteniendo el decoro un tanto altivo, deseando hacer saber que no sería ella de las que aceptaran toda clase de propuesta. Oh, y en esta ocasión redondeaba la segunda opción, pues consideraba que era lo más adecuado para él.
—Rebecca —contestó sobriamente y en voz baja.
Si él pretendía crear su propia diversión, era claro que ella también lo haría. Tal vez sólo debía indagar más de él. ¿Qué quería él de ella, y que quería ella de él? Sería entretenido crear alguna clase de maña, y era tan evidente lo que entonces este buscaba conseguir. Su pícara mirada oculta lo delataba en el acto. Aquel nuevo agarre de su cintura, un gesto tan discreto como convincente.
—Debí saber que aquella tesitura en sangre sólo podía pertenecerle a un de Bordeaux. Vaya coincidencia surgió en mi primera noche, ¿verdad? —agregó, observando ahora hacia el frente, sin devolverle la mirada —¿Ha ido usted ya a la mansión? —terminó por preguntarle. Estaría ella buscando la manera de cortar el ambiente que casi se había formado, y simplemente sería para llevarle la contra, sabiendo bien que el hombre preferiría otro tipo de charla. Una sonrisa se le estaría por descubrir, y buscaría toda manera de ocultarla.
Una mirada fulminante se alzaría hasta los ojos ajenos, permaneciendo quieta mientras este limpiaba algo de su propia sangre. Con curiosidad empezó a observarlo; quizás tendría ella varias preguntas para hacerle, más no sentía tampoco que fuera el momento indicado. ¿Estaría él también por la invitación? ¿Ya se había reunido con los demás? Y de pronto, como debía ser, más y más preguntas comenzaron a invadirla. ¿Es que él ya sabía de su paso por el palacio, y resultaba ser una jugada planeada? Innecesarias preguntas y tal vez demasiado exageradas. Ah, la que debía hacerse era: ¿Por qué no se limitaba a disfrutar?
No, no era de las que siempre se lo permitiera.
—Creo que cómoda no es la palabra más… acertada —respondió. Cómoda o incómoda, para ella en ese instante las mismas dejaban de ser antónimos —Sí, lo sé. Sé que este regalo es muy valioso, pero no hemos acordado términos de retribución previamente, ¿o me equivoco? —dijo con una triunfante sonrisa. Adoraba ser la que impartiera el entretenimiento, eso estaba claro. Varias hipótesis podían tener el trasfondo de sus palabras, y era notable que en el hombre resaltara la intención de conseguir algo más que su nombre. Por otro lado ella intercambiaba de as noche tras noche; podía dejarse disfrutar y hacerse pasar por damisela en apuros, aprovechándose a su gusto y capricho, así como podía recobrar su pundonor, manteniendo el decoro un tanto altivo, deseando hacer saber que no sería ella de las que aceptaran toda clase de propuesta. Oh, y en esta ocasión redondeaba la segunda opción, pues consideraba que era lo más adecuado para él.
—Rebecca —contestó sobriamente y en voz baja.
Si él pretendía crear su propia diversión, era claro que ella también lo haría. Tal vez sólo debía indagar más de él. ¿Qué quería él de ella, y que quería ella de él? Sería entretenido crear alguna clase de maña, y era tan evidente lo que entonces este buscaba conseguir. Su pícara mirada oculta lo delataba en el acto. Aquel nuevo agarre de su cintura, un gesto tan discreto como convincente.
—Debí saber que aquella tesitura en sangre sólo podía pertenecerle a un de Bordeaux. Vaya coincidencia surgió en mi primera noche, ¿verdad? —agregó, observando ahora hacia el frente, sin devolverle la mirada —¿Ha ido usted ya a la mansión? —terminó por preguntarle. Estaría ella buscando la manera de cortar el ambiente que casi se había formado, y simplemente sería para llevarle la contra, sabiendo bien que el hombre preferiría otro tipo de charla. Una sonrisa se le estaría por descubrir, y buscaría toda manera de ocultarla.
Última edición por Rebecca de Bordeaux el Vie Feb 06, 2015 5:34 pm, editado 1 vez
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Re: Can’t get enough [Rebbeca de Bordeaux]
La sorpresa cruzó el rostro del vampiro por un segundo antes de que su expresión variara a una de genuina diversión. Él, que se pensaba el más sagaz en cuestión de juegos y timos, en doblegar la voluntad y salirse siempre con la suya, acababa de caer como una víctima inocente. Y fueron las pocas palabras de la vampiresa, con las cuales enfatizaba que acababan de realizar un intercambio para el cual ella no se había comprometido con pago o promesa alguna, las que le obligaban ahora a reconocerle como una rival en astucia. Llegados a ese punto ella podría haberse negado a concederle lo que, al parecer, era una inocente petición, sin embargo el nombre surgió de los labios femeninos pasados algunos segundos. Ahora la curiosidad aumentaba, más que el deseo, por aquella hermosa inmortal que se mostraba reacia, en testaruda posición, a caer bajo sus encantos. Anhelaba saber sobre ella y las razones por las cuales se negaba un poco de diversión. De seguro se encontraba en la ciudad debido al llamado, pero ¿sabría algo más al respecto? ¿Conocía al o los artífices de tan urgente e inusual convocatoria? Una risa baja se le escapó, como si se riera de alguna broma dicha en voz alta ¿Cómo era posible que su eterno libido cediera el paso a su curiosidad por otros temas sin mayor controversia?
– Es verdad, una gran coincidencia y, me atrevería a afirmar, una gran oportunidad para ambos – la insinuación velada no paso desapercibida. Seguramente ella supondría que él conocía de antemano su presencia en el lugar. La suspicacia y el recelo se encontrarían a la orden del día dado el misterio que envolvía el que se hubiese llamado a la familia entera. Pero si algo no quería Vincent era que su nueva conocida y pareja de la noche sospechara en vano sobre él, al menos no por algo diferente a sus obvias intenciones de llevársela a la cama. – Su primera noche en Paris ¿eh? Yo llevo algunos pocos días pero, al igual que en su caso, es usted la primera de Bordeaux con la que me topo. Cualquiera pensaría que con tanto “familiares” cerca sería más sencillo dar con alguno pero ya ve, parece que pocos coincidimos lo suficiente en gustos como para un encuentro casual –
Se alejó un poco más, colocando entre los dos cuerpos al menos tres pasos de distancia. La música continuaba sonando pero había pasado a ser más parte de la ambientación de fondo que una presencia la cual mereciese atención especial. Él, por su parte, observaba con detenimiento a la vampiresa, memorizando cada pequeño recoveco de sus rasgos y detallando sus reacciones, por ínfimas que estas fuesen. - ¿La mansión? – preguntó intrigado recordando demasiado tarde las indicaciones que había recibido. Aquella única dirección debía ser, en conclusión, el lugar al que la inmortal se refería – No, aún no he pasado por allá. Pensé que podría ser de mal gusto dado que no tengo idea quien es el dueño ¿le conoce usted? ¿Sabe acaso quien tuvo la iniciativa de la reunión o cual puede ser la razón de la misma? – aunque el hecho de que colocase distancia entre los dos sugería que abandonaba de momento su comportamiento juguetón y libidinoso, en sus labios perduraba la media sonrisa traviesa que le caracterizaba. No estaba seguro de si esperaba obtener respuestas satisfactorias o no. Era evidente, como lo había notado desde el inicio del encuentro, que se encontraba ante una “hermana” mayor, pero eso no aseguraba el que ella tuviese conocimientos más amplios sobre el asunto ¿o sí?
– Es verdad, una gran coincidencia y, me atrevería a afirmar, una gran oportunidad para ambos – la insinuación velada no paso desapercibida. Seguramente ella supondría que él conocía de antemano su presencia en el lugar. La suspicacia y el recelo se encontrarían a la orden del día dado el misterio que envolvía el que se hubiese llamado a la familia entera. Pero si algo no quería Vincent era que su nueva conocida y pareja de la noche sospechara en vano sobre él, al menos no por algo diferente a sus obvias intenciones de llevársela a la cama. – Su primera noche en Paris ¿eh? Yo llevo algunos pocos días pero, al igual que en su caso, es usted la primera de Bordeaux con la que me topo. Cualquiera pensaría que con tanto “familiares” cerca sería más sencillo dar con alguno pero ya ve, parece que pocos coincidimos lo suficiente en gustos como para un encuentro casual –
Se alejó un poco más, colocando entre los dos cuerpos al menos tres pasos de distancia. La música continuaba sonando pero había pasado a ser más parte de la ambientación de fondo que una presencia la cual mereciese atención especial. Él, por su parte, observaba con detenimiento a la vampiresa, memorizando cada pequeño recoveco de sus rasgos y detallando sus reacciones, por ínfimas que estas fuesen. - ¿La mansión? – preguntó intrigado recordando demasiado tarde las indicaciones que había recibido. Aquella única dirección debía ser, en conclusión, el lugar al que la inmortal se refería – No, aún no he pasado por allá. Pensé que podría ser de mal gusto dado que no tengo idea quien es el dueño ¿le conoce usted? ¿Sabe acaso quien tuvo la iniciativa de la reunión o cual puede ser la razón de la misma? – aunque el hecho de que colocase distancia entre los dos sugería que abandonaba de momento su comportamiento juguetón y libidinoso, en sus labios perduraba la media sonrisa traviesa que le caracterizaba. No estaba seguro de si esperaba obtener respuestas satisfactorias o no. Era evidente, como lo había notado desde el inicio del encuentro, que se encontraba ante una “hermana” mayor, pero eso no aseguraba el que ella tuviese conocimientos más amplios sobre el asunto ¿o sí?
Vincent de Bordeaux- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 24/02/2014
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Re: Can’t get enough [Rebbeca de Bordeaux]
Aún viéndose como algo innecesario, inhaló profundo, manteniendo sus orbes perdidos en el paisaje, fríos, carentes de calidez alguna. Siempre se había esforzado en mantener aquel semblante incorruptible, y al final de cuentas, era aspecto que más salía a relucir en la vampiresa, siendo algo que nacía de ella. Cualquiera podía tomarle como una mujer de mal carácter -que, a veces había que reconocer que era cierto- o alguien despectiva, llevando siempre a la persona que tenía enfrente a pensar que le caía mal. Pero lo más acertado era que así como sus expresiones lo demostraban, podía estar pensando en todo y nada a la vez, y no siempre en relación al individuo. Tal vez no era la más carismática, al menos que sea para beneficio propio, pero su temperamento no era algo que debía preocuparle a los demás.
Con cada segundo transcurrido, la joven buscaba alzar su ego, más entorno al hombre con quien dispuso de pasar un buen rato, sólo que de seguro no en la forma que él esperaba. Sonreiría más en su interior al ver, aún de reojo, como este buscaba crear una distancia más prudente.
—En efecto —confirmó —He pasado por allí, la he visto un tanto oculta, pero aún no he tenido la fortuna de arribar. Pero prontamente lo haré. Quizás en unos días. —Era cierto, y un poco idiota de su parte el haber escogido uno de los tantos hoteles de París para hospedarse al llegar. Pero así de estrambótica era. Era tan simple como no querer toparse con aquel alud tan pronto, así como también tendría tiempo para investigar más acerca de la cuestión, y cómo se manejaban. ¿Es que estaría allí aquel bárbaro, con quien alguna vez compartió su vida? Le era tan imposible como probable, pero no perdía las esperanzas.
Rebecca exhaló por lo bajo, volviéndose para sí. Después de todo, la idea de poseer conocidos e incluso aliados le era bastante grata, pues no había siquiera que explicar que de seguro, y adentro mismo del clan de Bordeaux, existirían disturbios. Con tanto chupasangre envuelto era inevitable el cruce de personalidades y opiniones.
—Oh, no lo pasaré por alto tampoco —agregó más cantarina, girando su rostro nuevamente a su encuentro, enarcando una ceja—. Le agradezco enormemente aquel gesto. Ninguno puede negar, además, que el sabor de nuestra sangre es exquisito, y usted lo sabe.
Apoyó entonces su brazo sobre el palco, atento a las facciones ajenas. ¿Conocería tal vez algún que otro integrante previamente? ¿O sabría, con fortuna, acerca de quién los convoco en la gran Francia? No sabía cuan grandes podían ser las ramas de un simple apellido, y como había reflexionado segundos antes, temía que quizás este hombre ya conociera las respuestas que preguntaba, y las mencionaba para escuchar sus propias suposiciones. Pero todavía así, el sacar esa clase de teorías era medio absurdo aún.
—Pero enfocándonos de nuevo en el porqué estamos aquí… —buscó enfatizar nuevamente, antes de que le pudiera decir algo —¿Conoce usted a algún otro de Bordeaux? Y hablo de algún pasado, no necesariamente en estos días previos.
»Es bueno saber que mantendré al menos un rostro conocido el día de la primera junta. Con suerte dos… pero lo dudo. Podré contar con su asistencia, ¿cierto, Vincent?
Aunque siempre le había gustado el tema de los grupos, suponía que el número de vampiros envueltos de seguro sería alto. Y debía admitir, que su paciencia era limitada si se trataba de demasiados. Por no decir nula.
Con cada segundo transcurrido, la joven buscaba alzar su ego, más entorno al hombre con quien dispuso de pasar un buen rato, sólo que de seguro no en la forma que él esperaba. Sonreiría más en su interior al ver, aún de reojo, como este buscaba crear una distancia más prudente.
—En efecto —confirmó —He pasado por allí, la he visto un tanto oculta, pero aún no he tenido la fortuna de arribar. Pero prontamente lo haré. Quizás en unos días. —Era cierto, y un poco idiota de su parte el haber escogido uno de los tantos hoteles de París para hospedarse al llegar. Pero así de estrambótica era. Era tan simple como no querer toparse con aquel alud tan pronto, así como también tendría tiempo para investigar más acerca de la cuestión, y cómo se manejaban. ¿Es que estaría allí aquel bárbaro, con quien alguna vez compartió su vida? Le era tan imposible como probable, pero no perdía las esperanzas.
Rebecca exhaló por lo bajo, volviéndose para sí. Después de todo, la idea de poseer conocidos e incluso aliados le era bastante grata, pues no había siquiera que explicar que de seguro, y adentro mismo del clan de Bordeaux, existirían disturbios. Con tanto chupasangre envuelto era inevitable el cruce de personalidades y opiniones.
—Oh, no lo pasaré por alto tampoco —agregó más cantarina, girando su rostro nuevamente a su encuentro, enarcando una ceja—. Le agradezco enormemente aquel gesto. Ninguno puede negar, además, que el sabor de nuestra sangre es exquisito, y usted lo sabe.
Apoyó entonces su brazo sobre el palco, atento a las facciones ajenas. ¿Conocería tal vez algún que otro integrante previamente? ¿O sabría, con fortuna, acerca de quién los convoco en la gran Francia? No sabía cuan grandes podían ser las ramas de un simple apellido, y como había reflexionado segundos antes, temía que quizás este hombre ya conociera las respuestas que preguntaba, y las mencionaba para escuchar sus propias suposiciones. Pero todavía así, el sacar esa clase de teorías era medio absurdo aún.
—Pero enfocándonos de nuevo en el porqué estamos aquí… —buscó enfatizar nuevamente, antes de que le pudiera decir algo —¿Conoce usted a algún otro de Bordeaux? Y hablo de algún pasado, no necesariamente en estos días previos.
»Es bueno saber que mantendré al menos un rostro conocido el día de la primera junta. Con suerte dos… pero lo dudo. Podré contar con su asistencia, ¿cierto, Vincent?
Aunque siempre le había gustado el tema de los grupos, suponía que el número de vampiros envueltos de seguro sería alto. Y debía admitir, que su paciencia era limitada si se trataba de demasiados. Por no decir nula.
Rebecca de Bordeaux- Vampiro Clase Alta
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Re: Can’t get enough [Rebbeca de Bordeaux]
Le atraía la frialdad y distancia que colocaba la vampiresa con su pose y actuar. Tanta aparente imperturbabilidad encendía la curiosidad de Vincent pues presumía que ocultaba un sinfín de pasiones que ella no se atrevía a revelar. Muchas mujeres recurrían a la timidez y candidez, otras a la frialdad, todas ocultando las verdaderas facetas de su personalidad como resultado de las restricciones impuestas por una sociedad autolimitada, egoísta e hipócrita. Pero ¿Qué impulsaba a aquella poderosa inmortal a generar tan absurda barrera? De seguro no se regía por las reglas de moralidad, pudor y decencia propias de la época. Le observó con detenida fascinación mientras ella oteaba la distancia, mientras le dirigía la palabra, mientras se apoyaba en el palco con gesto elegante. Todo en su actuar le preparaba inconscientemente para una respuesta poco directa. Y en efecto, una de sus preguntas fue abordada con una franca evasiva.
Rió por lo bajo ante la osadía que más que irritarlo le divertía – Veo que aún hay una velo de desconfianza entre nosotros. No se preocupe y no crea que se lo estoy recriminando. En realidad le comprendo y estoy dispuesto a ofrecer mi sinceridad como prenda de buena voluntad – Alguno de los dos tenía que hacerlo si querían que la conversación les llevase a alguna parte. Además le agrada la idea de arribar a la reunión, sino con una aliada, al menos con una conocida en la cual atreverse a confiar. Pensó en la respuesta mientras rostros del pasado pasaban por su mente. Se giró y lanzó una mirada a la puerta que les separaba del baile, luego posó sobre ella nuevamente los ojos y repasó con el pulgar el labio inferior antes de contestar – Claro que conozco a otros de Bordeaux, puede que no muchos pero si algunos y admito que espero encontrar algunos de esos rostros conocidos cuando llegue el momento de la reunión. Lamento si mi respuesta le resulta escueta, pero perteneciendo a la familia es poco probable que no se conozca a otros que compartan la herencia, como mínimo siempre podría mencionar a mi Sire, Ethan de Bordeaux –
La expresión juguetona que permanecía latente en su semblante fue reemplazada por una de seriedad tan impropia en él que cualquiera podría reconocerle como signo de evidente preocupación. Sin embargo no duró demasiado y antes de continuar ya tenía sobre los labios una nueva media sonrisa – Y por supuesto que contará con mi presencia, no me lo perdería por nada, además ninguna otra razón me impulsó a desplazarme hasta aquí, aunque tengo que reconocer que podría quedarme una temporada sin mayores quejas. París es sencillamente encantadora – le lanzó un guiño de complicidad. Lo decía completamente en serio, de hecho ya se estaba haciendo planes para prolongar su estadía, aunque claro, todo dependía de lo que ocurriera tras el encuentro familiar.
– Saco en claro entonces que ninguno de los dos conoce al propietario del lugar de la reunión – la miró esperando que ella confirmara o negara esa afirmación – y que yo al menos me encuentro en una absoluta ignorancia sobre el responsable de tan extensa y perentoria “invitación”. Pero aún me queda la duda de si usted puede ayudarme o no a dilucidar ese cuestionamiento – Se aproximó nuevamente y tomó una de las manos femeninas entre las suyas – Puede negarse a contestar, por supuesto, pero le agradecería que fuera directa respecto a si desea o no compartir información. Disculpe mi impertinencia pero prefiero no jugar a las suposiciones en cuanto a los temas que puedan afectar la credibilidad y la confianza… supongo que me comprende –
Rió por lo bajo ante la osadía que más que irritarlo le divertía – Veo que aún hay una velo de desconfianza entre nosotros. No se preocupe y no crea que se lo estoy recriminando. En realidad le comprendo y estoy dispuesto a ofrecer mi sinceridad como prenda de buena voluntad – Alguno de los dos tenía que hacerlo si querían que la conversación les llevase a alguna parte. Además le agrada la idea de arribar a la reunión, sino con una aliada, al menos con una conocida en la cual atreverse a confiar. Pensó en la respuesta mientras rostros del pasado pasaban por su mente. Se giró y lanzó una mirada a la puerta que les separaba del baile, luego posó sobre ella nuevamente los ojos y repasó con el pulgar el labio inferior antes de contestar – Claro que conozco a otros de Bordeaux, puede que no muchos pero si algunos y admito que espero encontrar algunos de esos rostros conocidos cuando llegue el momento de la reunión. Lamento si mi respuesta le resulta escueta, pero perteneciendo a la familia es poco probable que no se conozca a otros que compartan la herencia, como mínimo siempre podría mencionar a mi Sire, Ethan de Bordeaux –
La expresión juguetona que permanecía latente en su semblante fue reemplazada por una de seriedad tan impropia en él que cualquiera podría reconocerle como signo de evidente preocupación. Sin embargo no duró demasiado y antes de continuar ya tenía sobre los labios una nueva media sonrisa – Y por supuesto que contará con mi presencia, no me lo perdería por nada, además ninguna otra razón me impulsó a desplazarme hasta aquí, aunque tengo que reconocer que podría quedarme una temporada sin mayores quejas. París es sencillamente encantadora – le lanzó un guiño de complicidad. Lo decía completamente en serio, de hecho ya se estaba haciendo planes para prolongar su estadía, aunque claro, todo dependía de lo que ocurriera tras el encuentro familiar.
– Saco en claro entonces que ninguno de los dos conoce al propietario del lugar de la reunión – la miró esperando que ella confirmara o negara esa afirmación – y que yo al menos me encuentro en una absoluta ignorancia sobre el responsable de tan extensa y perentoria “invitación”. Pero aún me queda la duda de si usted puede ayudarme o no a dilucidar ese cuestionamiento – Se aproximó nuevamente y tomó una de las manos femeninas entre las suyas – Puede negarse a contestar, por supuesto, pero le agradecería que fuera directa respecto a si desea o no compartir información. Disculpe mi impertinencia pero prefiero no jugar a las suposiciones en cuanto a los temas que puedan afectar la credibilidad y la confianza… supongo que me comprende –
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