AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La anciana de las Flores. (Ragna)
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La anciana de las Flores. (Ragna)
La noche esta completamente despejada. Las estrellas brillan a millares en el firmamento. Una bonita noche de primavera. Hoy eh decidido dejar a Blade en mi mansión, el ambiente acompaña para dar un tranquilo paseo a pie.
Camino por París distraído y me adentro en el área de gitanos. Hay varias casas, pero sobretodo caravanas repartidas por toda la zona. Hay mucha gente por las calles, casi todos en pequeños grupos charlando entre ellos de forma muy animada. Mientras paseo voy observando a la multitud. Su alegría y buen humor me gustan, y ralentizo mi paso, poniendo mis brazos en mi espalda.
Un intenso olor a flores llega hasta mí. Al final de la calle veo una anciana de unos ochenta años, con un pañuelo gris claro en su cabeza, una rebeca de punto de color negra y una falda por debajo de las rodillas de color gris claro, la mujer va empujando un carretón de madera con cuatro ruedas, repleto hasta los topes de Flores de muchos tipos y colores. Leva en París casi el mismo tiempo que yo, y aun la recuerdo cuando era joven y empezó vendiendo pequeños ramilletes de amapolas y margaritas, desde siempre me agrado esa mujer, y su trato hacía mi también era muy agradable. Sonrío ampliamente al verla y me encamino para ir con ella.
La anciana esta distraída colocando bien las flores, dándome la espalda, sin percatarse de mi presencia. Voy con cuidado y la rodeo para ponerme frente a ella, tratando de no asustarla. -Buenas noches mi señora.- Le digo saludándola con una sonrisa dulce dibujada en mis labios. Ella levanta su mirada retirándola de las flores, para posarla en mis ojos. Su mirada aunque ya anciana, aun conserva el brillo que tanto la caracteriza, y puedo notar la pasión de viejos tiempos. -Hola Agente Xanaddo. O debería decir comisario? No es así querido?- Me dice con voz gastada, aunque su tono es divertido. -Así es María, me ascendieron a comisario. Como se ha enterado?- Le pregunto curioso. -Una se entera de todo mi señor.- Me dice guiñándome un ojo. Su gesto me cautiva y me causa mucha ternura, le acaricio la cara y me inclino un poco besando su arrugada frente. -Querida, no es ya muy tarde para que andes sola por la calle?- le digo con tono preocupado. La anciana niega con la cabeza y se pone en posición para empujar su carro. -No, hoy debo hacer una entrega especial.- Mete su mano entre las flores y saca tres tulipanes, dos rojos y uno azul eléctrico. -Toma estoy segura de que esta noche las usaras. Zirano querido mío. Ahora debo irme, mi clienta me debe estar esperando.- Dice mientras empieza a empujar el carro, llega a mi altura y pone una mano en mi hombro, tirando un poco de mi, con gesto de que quiere que me agache, me inclino y ella simplemente me da un beso en la cara. -Gracias por visitarme querido.- Me dice con una sonrisa dulce y tierna. Le sonrío de vuelta -Hasta la próxima querida, siempre es un placer verte.- Le digo y la anciana se pierde en un callejón.
Cuantas historias he vivido con esta mujer, cuantos buenos momentos, pero como todos los inmortales, tristemente, se marchitan antes de perecer. No estoy tranquilo sabiendo que María esta sola por las calles de este lugar. Supongo que nadie intentaría robar a esta anciana, pero hay gente de toda clase. Finalmente me decido y me adentro en el callejón, no la veo, pero el aroma sigue ahí, y lo comienzo a seguir.
Llego a una calle principal, y ala derecha la veo parada frente a una perfumería, retocando, como siempre, sus hermosas flores. Una chica se acerca a ella y la saluda. Yo me quedo oculto en la esquina, como un simple espía o acosador, pero tenia curiosidad de saber cual era ese pedido especial. Me quedo en total silencio, con mi sentido del oído agudizado al máximo.
Camino por París distraído y me adentro en el área de gitanos. Hay varias casas, pero sobretodo caravanas repartidas por toda la zona. Hay mucha gente por las calles, casi todos en pequeños grupos charlando entre ellos de forma muy animada. Mientras paseo voy observando a la multitud. Su alegría y buen humor me gustan, y ralentizo mi paso, poniendo mis brazos en mi espalda.
Un intenso olor a flores llega hasta mí. Al final de la calle veo una anciana de unos ochenta años, con un pañuelo gris claro en su cabeza, una rebeca de punto de color negra y una falda por debajo de las rodillas de color gris claro, la mujer va empujando un carretón de madera con cuatro ruedas, repleto hasta los topes de Flores de muchos tipos y colores. Leva en París casi el mismo tiempo que yo, y aun la recuerdo cuando era joven y empezó vendiendo pequeños ramilletes de amapolas y margaritas, desde siempre me agrado esa mujer, y su trato hacía mi también era muy agradable. Sonrío ampliamente al verla y me encamino para ir con ella.
La anciana esta distraída colocando bien las flores, dándome la espalda, sin percatarse de mi presencia. Voy con cuidado y la rodeo para ponerme frente a ella, tratando de no asustarla. -Buenas noches mi señora.- Le digo saludándola con una sonrisa dulce dibujada en mis labios. Ella levanta su mirada retirándola de las flores, para posarla en mis ojos. Su mirada aunque ya anciana, aun conserva el brillo que tanto la caracteriza, y puedo notar la pasión de viejos tiempos. -Hola Agente Xanaddo. O debería decir comisario? No es así querido?- Me dice con voz gastada, aunque su tono es divertido. -Así es María, me ascendieron a comisario. Como se ha enterado?- Le pregunto curioso. -Una se entera de todo mi señor.- Me dice guiñándome un ojo. Su gesto me cautiva y me causa mucha ternura, le acaricio la cara y me inclino un poco besando su arrugada frente. -Querida, no es ya muy tarde para que andes sola por la calle?- le digo con tono preocupado. La anciana niega con la cabeza y se pone en posición para empujar su carro. -No, hoy debo hacer una entrega especial.- Mete su mano entre las flores y saca tres tulipanes, dos rojos y uno azul eléctrico. -Toma estoy segura de que esta noche las usaras. Zirano querido mío. Ahora debo irme, mi clienta me debe estar esperando.- Dice mientras empieza a empujar el carro, llega a mi altura y pone una mano en mi hombro, tirando un poco de mi, con gesto de que quiere que me agache, me inclino y ella simplemente me da un beso en la cara. -Gracias por visitarme querido.- Me dice con una sonrisa dulce y tierna. Le sonrío de vuelta -Hasta la próxima querida, siempre es un placer verte.- Le digo y la anciana se pierde en un callejón.
Cuantas historias he vivido con esta mujer, cuantos buenos momentos, pero como todos los inmortales, tristemente, se marchitan antes de perecer. No estoy tranquilo sabiendo que María esta sola por las calles de este lugar. Supongo que nadie intentaría robar a esta anciana, pero hay gente de toda clase. Finalmente me decido y me adentro en el callejón, no la veo, pero el aroma sigue ahí, y lo comienzo a seguir.
Llego a una calle principal, y ala derecha la veo parada frente a una perfumería, retocando, como siempre, sus hermosas flores. Una chica se acerca a ella y la saluda. Yo me quedo oculto en la esquina, como un simple espía o acosador, pero tenia curiosidad de saber cual era ese pedido especial. Me quedo en total silencio, con mi sentido del oído agudizado al máximo.
Zirano Xanaddo- Vampiro Clase Media
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Re: La anciana de las Flores. (Ragna)
Otra vuelta, una más, quizás otra y otra. Mis pies comienzan a cansarse de tanto andar por uno y otro lado de la habitación. Veo la hora en un pequeño reloj, las seis menos cuarto ¿Cuánto más faltará? La ansiedad pronto se hace visible y reviso varias veces el estado de mi vestido frente a un espejo roto. ¿Mala suerte? Quizás me la esté dando, pero de todos modos no puedo hacerme con otro hasta que obtenga algunos francos más.
Reviso mi baúl de ingredientes. Su madera de pino sigue igual de sucia y opaca como hace diez minutos, las hiedra venenosa sigue en su frasco de la esquina, tal como la dejé al rebuscar la quinta vez. Oh, los hongos, la última vez que los moví de sitio olvidé cerrar la tapa y la sustancia que los mantiene frescos se ha derramado; tendré que limpiar el desastre -Maldita sea- Vacío el contenido de la pequeña arca y lo dejo encima de mi cama, no sin antes apartar los libros que la cubrían.
El olor a vinagre y otros líquidos inunda el cuartucho alquilado, poniéndome de mal humor. Mientras limpio el desastre con un trozo de tela vieja empapado en una mezcla de hierbas que suelo usar para desinfectar, recuerdo el retraso de la mujer e intento bajar mi nivel de enojo. Es tan sólo una anciana, puede haber tenido muchos problemas a lo largo del día, o quizás se encuentre muy cansada y halla decidido reposar un par de horas antes de venir. De todos modos es injusto para mí, porque me retrasa en mis responsabilidades. Al terminar la limpieza, me incorporo y apoyo las manos en mis caderas, con una actitud determinada -Si no llega, la deberé buscar por mi cuenta.
Tomo una caja pequeña de madera barnizada y la coloco con suavidad por encima de mi colchón -Pequeño amigo, tengo otro trabajo para ti- Levanto la tapa con suavidad y dejo expuesto el cadáver de un cuervo con muy leves señas de descomposición. Me acerco lo suficiente a él y susurro junto a su cabeza las palabras malditas que ya conozco bien. Segundos después, el animal se levanta con movimientos torpes y bruscos, los justos que evidencian que se trata de un cadáver controlado y no un simple ser viviente; mas aún, lo importante es que aún tiene la capacidad de volar y obedecerme un par de horas como mucho antes de volver a caer en la muerte.
Confirmo una vez más mi apariencia frente al viejo espejo roto y una joven manchada de pociones me devuelve la sonrisa. Rápidamente me cambio de vestido y perfumo, avergonzada del descuido. Planeo buscar a la señora acompañada de mi ave, quien la buscará por aire y me señalará su ubicación, si llega a divisarle. Me coloco el sombrero y salgo a recorrer las oscuras calles de París.
(...)
-Oh, al fin la encuentro, dama- Sonrío y le tiendo una mano amistosa, intentando olvidar la desagradable espera -¿Ha traído para mí esa extraña flor?- La necesito con urgencia para elaborar una poción que he de entregar al mediodía, y dada que ya ha caído la noche con su pesado manto, es vital que la obtenga inmediatamente o perderé una buena cantidad de francos y un cliente, lo cual no es beneficioso en absoluto. Tiemblo al aguardar la respuesta de la anciana mujer, quien mantiene un semblante apacible.
Reviso mi baúl de ingredientes. Su madera de pino sigue igual de sucia y opaca como hace diez minutos, las hiedra venenosa sigue en su frasco de la esquina, tal como la dejé al rebuscar la quinta vez. Oh, los hongos, la última vez que los moví de sitio olvidé cerrar la tapa y la sustancia que los mantiene frescos se ha derramado; tendré que limpiar el desastre -Maldita sea- Vacío el contenido de la pequeña arca y lo dejo encima de mi cama, no sin antes apartar los libros que la cubrían.
El olor a vinagre y otros líquidos inunda el cuartucho alquilado, poniéndome de mal humor. Mientras limpio el desastre con un trozo de tela vieja empapado en una mezcla de hierbas que suelo usar para desinfectar, recuerdo el retraso de la mujer e intento bajar mi nivel de enojo. Es tan sólo una anciana, puede haber tenido muchos problemas a lo largo del día, o quizás se encuentre muy cansada y halla decidido reposar un par de horas antes de venir. De todos modos es injusto para mí, porque me retrasa en mis responsabilidades. Al terminar la limpieza, me incorporo y apoyo las manos en mis caderas, con una actitud determinada -Si no llega, la deberé buscar por mi cuenta.
Tomo una caja pequeña de madera barnizada y la coloco con suavidad por encima de mi colchón -Pequeño amigo, tengo otro trabajo para ti- Levanto la tapa con suavidad y dejo expuesto el cadáver de un cuervo con muy leves señas de descomposición. Me acerco lo suficiente a él y susurro junto a su cabeza las palabras malditas que ya conozco bien. Segundos después, el animal se levanta con movimientos torpes y bruscos, los justos que evidencian que se trata de un cadáver controlado y no un simple ser viviente; mas aún, lo importante es que aún tiene la capacidad de volar y obedecerme un par de horas como mucho antes de volver a caer en la muerte.
Confirmo una vez más mi apariencia frente al viejo espejo roto y una joven manchada de pociones me devuelve la sonrisa. Rápidamente me cambio de vestido y perfumo, avergonzada del descuido. Planeo buscar a la señora acompañada de mi ave, quien la buscará por aire y me señalará su ubicación, si llega a divisarle. Me coloco el sombrero y salgo a recorrer las oscuras calles de París.
(...)
-Oh, al fin la encuentro, dama- Sonrío y le tiendo una mano amistosa, intentando olvidar la desagradable espera -¿Ha traído para mí esa extraña flor?- La necesito con urgencia para elaborar una poción que he de entregar al mediodía, y dada que ya ha caído la noche con su pesado manto, es vital que la obtenga inmediatamente o perderé una buena cantidad de francos y un cliente, lo cual no es beneficioso en absoluto. Tiemblo al aguardar la respuesta de la anciana mujer, quien mantiene un semblante apacible.
Ragna Hansen- Hechicero Clase Baja
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Re: La anciana de las Flores. (Ragna)
Parado en la esquina, oculto por las sombras, permanezco totalmente estático, solo escuchando con atención a la chica que ha llegado. Están muy cerca, lo suficiente como para que me vean si me asomo a la esquina. Y desde la posición que estoy tan solo puedo escucharlas. Cualquiera que me vea, pensará que estoy vigilando a algún delincuente, puesto que voy con mi uniforme de policía. Pero es que sabiendo lo que es en realidad la anciana Maria, mejor es vigilar sus clientes “especiales”.
La chica la saluda con tono de ansioso y le pregunta si tiene la flor. -Ahora mismo iba a ir a mi casa a buscarla. Si le da mucho el aire se seca.- Escucho como la anciana habla a la desconocida con tono tranquilo y relajado -Tranquila es aquí cerca.- Le dice amablemente.
Mientras la escucho hablar recuerdo gran cantidad de momentos con ella. Y hay uno en especial...
Hace ya unos cincuenta años, tuvimos un encuentro como en muchas mas ocasiones. Aun puedo recordar el aspecto que tenia. Su rostro era hermoso, con ojos rasgados de iris verde esmeralda, su tez era morena y suave y sus labios, que ahora solo eran dos simples lineas arrugadas, en aquellos tiempos eran jugosos y carnosos. Su figura acompañaba tan bello rostro, vientre plano, y silueta esbelta y delgada.
Aquel día nos encontremos en una taberna dentro de una gran carpa gitana. En el centro, Maria estaba junto con tres chicas más, de silueta muy similar. Las cuatro bailaban la danza del vientre, con el atuendo típico de ese baile. Un pantalón de cintura baja hecho con tela de gasa azul celeste muy transparente, un cinturón de metal, con colgantes en forma de monedas, que tintineaban con cada movimiento de cadera, y en su torso tan solo un sujetador de gasa celeste algo mas opaca, y de el colgaban los mismos adornos que en la cadera, y su nariz y boca cubiertos por un fino pañuelo.
Su baile era tentador y provocativo, su mirada se poso en mí, era totalmente felina, el maquillaje se los hacían incluso mas bonitos. Se acerca a mi sin dejar de bailar. Aquella acabó siendo una gran noche.
-Querida, me harías el favor de ayudarme con el carretón. Ya no puedo casi tirar de estas piernas.- Escucho hablar a la anciana con tono de suplica y salgo de mis pensamientos. Me acerco un poco a la esquina, y sigo escuchando.
La chica la saluda con tono de ansioso y le pregunta si tiene la flor. -Ahora mismo iba a ir a mi casa a buscarla. Si le da mucho el aire se seca.- Escucho como la anciana habla a la desconocida con tono tranquilo y relajado -Tranquila es aquí cerca.- Le dice amablemente.
Mientras la escucho hablar recuerdo gran cantidad de momentos con ella. Y hay uno en especial...
Hace ya unos cincuenta años, tuvimos un encuentro como en muchas mas ocasiones. Aun puedo recordar el aspecto que tenia. Su rostro era hermoso, con ojos rasgados de iris verde esmeralda, su tez era morena y suave y sus labios, que ahora solo eran dos simples lineas arrugadas, en aquellos tiempos eran jugosos y carnosos. Su figura acompañaba tan bello rostro, vientre plano, y silueta esbelta y delgada.
Aquel día nos encontremos en una taberna dentro de una gran carpa gitana. En el centro, Maria estaba junto con tres chicas más, de silueta muy similar. Las cuatro bailaban la danza del vientre, con el atuendo típico de ese baile. Un pantalón de cintura baja hecho con tela de gasa azul celeste muy transparente, un cinturón de metal, con colgantes en forma de monedas, que tintineaban con cada movimiento de cadera, y en su torso tan solo un sujetador de gasa celeste algo mas opaca, y de el colgaban los mismos adornos que en la cadera, y su nariz y boca cubiertos por un fino pañuelo.
Su baile era tentador y provocativo, su mirada se poso en mí, era totalmente felina, el maquillaje se los hacían incluso mas bonitos. Se acerca a mi sin dejar de bailar. Aquella acabó siendo una gran noche.
-Querida, me harías el favor de ayudarme con el carretón. Ya no puedo casi tirar de estas piernas.- Escucho hablar a la anciana con tono de suplica y salgo de mis pensamientos. Me acerco un poco a la esquina, y sigo escuchando.
Zirano Xanaddo- Vampiro Clase Media
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Re: La anciana de las Flores. (Ragna)
-Excelente, no hay problema- sonreí aliviada al haber confirmado que aquella mujer sí había cumplido con mi importante pedido, ya tan sólo debía entregármelo y yo pagarle. Había guardado con cuidado el pequeño sobre marrón del dinero entre la tela de mi corsé, temiendo que por la hora alguien intentase robarme.
Escuché la petición de la anciana y no pude más que asentir y sonreír; no me apetecía en absoluto tener que empujar su carro de flores, pero dadas las circunstancias y cierta lástima que me inspiraba su cansancio, acepté y sujeté el extremo para empujar. Además, ciertamente había sido amable conmigo y no era justo que le pagara con una mala actitud.
La noche estaba serena y tranquila, apenas a lo lejos podía oírse el rumor de la gente qué sólo se entretiene al desaparecer el sol de la bóveda celeste, entregándose a cualquiera de los tantos placeres de la noche. Mientras, yo comenzaba a sentirme inquieta sin comprender la razón. -¿No le teme a la noche, señora mía?- La miré mientras empujaba con cierto esfuerzo, ella iba a mi lado sonriendo casi imperceptiblemente, me pregunté qué la tendría tan contenta. ¿Cómo podía ésta señora llevar algo tan pesado el día entero, a su edad?
Ella giró su arrugado rostro sin detenerse, y fijó sus profundos ojos en los míos, con tanta tranquilidad como si fuese la ama y señora del tiempo y las circunstancias -No tengo nada que temer, mas sí mucho que disfrutar.- Me pareció sabio que una mujer de tan avanzada edad hablaba de disfrutar, mas su seguridad podría ser peligrosa. Mientras, yo aún me sentía incómoda y no paraba de mirar con disimulo hacia todas las esquinas. Pronto, la mujer me indicó que me detuviese. Habíamos llegado a su hogar.
Apenas era una casucha, casi en mal estado, pero decorada vivamente con la mejor de las intenciones. Pasé largo rato admirando la forma en que había logrado cubrir casi todos los defectos con hermosos tapices o flores. Ésto me hizo pensar en ella misma y cómo se mantenía alegre a pesar de la edad -¿Pasas?- Me preguntó y yo asentí con timidez; no me agradaba la idea de entrar a la casa a quien no conozco demasiado, pero dado mi nerviosismo anterior, acepté como si fuese lo que más deseara.
Entre ambas guardamos el carro en un espacio cercado junto a la casa para luego entrar. Por dentro seguía el mismo estilo que por fuera, lo que no me impresionó.
-Siéntate, querida- Señaló una butaca cerca de una ventana de la que pronto me apropié; realmente necesitaba descansar, el trayecto había sido corto pero no me hallaba en mi mejor momento físico -Traeré tu flor en un momento.
Yo sólo esperé.
Escuché la petición de la anciana y no pude más que asentir y sonreír; no me apetecía en absoluto tener que empujar su carro de flores, pero dadas las circunstancias y cierta lástima que me inspiraba su cansancio, acepté y sujeté el extremo para empujar. Además, ciertamente había sido amable conmigo y no era justo que le pagara con una mala actitud.
La noche estaba serena y tranquila, apenas a lo lejos podía oírse el rumor de la gente qué sólo se entretiene al desaparecer el sol de la bóveda celeste, entregándose a cualquiera de los tantos placeres de la noche. Mientras, yo comenzaba a sentirme inquieta sin comprender la razón. -¿No le teme a la noche, señora mía?- La miré mientras empujaba con cierto esfuerzo, ella iba a mi lado sonriendo casi imperceptiblemente, me pregunté qué la tendría tan contenta. ¿Cómo podía ésta señora llevar algo tan pesado el día entero, a su edad?
Ella giró su arrugado rostro sin detenerse, y fijó sus profundos ojos en los míos, con tanta tranquilidad como si fuese la ama y señora del tiempo y las circunstancias -No tengo nada que temer, mas sí mucho que disfrutar.- Me pareció sabio que una mujer de tan avanzada edad hablaba de disfrutar, mas su seguridad podría ser peligrosa. Mientras, yo aún me sentía incómoda y no paraba de mirar con disimulo hacia todas las esquinas. Pronto, la mujer me indicó que me detuviese. Habíamos llegado a su hogar.
Apenas era una casucha, casi en mal estado, pero decorada vivamente con la mejor de las intenciones. Pasé largo rato admirando la forma en que había logrado cubrir casi todos los defectos con hermosos tapices o flores. Ésto me hizo pensar en ella misma y cómo se mantenía alegre a pesar de la edad -¿Pasas?- Me preguntó y yo asentí con timidez; no me agradaba la idea de entrar a la casa a quien no conozco demasiado, pero dado mi nerviosismo anterior, acepté como si fuese lo que más deseara.
Entre ambas guardamos el carro en un espacio cercado junto a la casa para luego entrar. Por dentro seguía el mismo estilo que por fuera, lo que no me impresionó.
-Siéntate, querida- Señaló una butaca cerca de una ventana de la que pronto me apropié; realmente necesitaba descansar, el trayecto había sido corto pero no me hallaba en mi mejor momento físico -Traeré tu flor en un momento.
Yo sólo esperé.
Ragna Hansen- Hechicero Clase Baja
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Re: La anciana de las Flores. (Ragna)
Apenas escucho a la anciana pedirle a su clienta que la ayudara con el carro oigo como empiezan a moverse. Espero un par de segundos antes de asomarme. Ambas se alejan dirección norte, decido que voy a seguirlas, esta noche no tengo nada que hacer, y mis intuiciones no suelen fallarme. La chica es joven, con una silueta sublime y una forma de andar muy elegante. ¿Será de clase alta?... No pudo saberlo de momento.
Avanzan un par de calles y giran en la calle donde vive la anciana. En casi todo el caminos no se dirigen casi la palabra, solo miradas y sonrisas cómplices. Por mi parte sigo en la esquina solo observándolas, hasta que las pierdo de vista cuando giran la esquina, miro mi mano donde aun llevo los tres tulipanes, para que demonios me los habrá dado? No se que responder a ello, y los pongo en el bolsillo interior de mi chaqueta con cuidado de no estropearlos, y corro hacía ellas. En apenas unos instantes llego a la calle, veo como la anciana invita a entrar a la chica, y después que ella entre, mira hacía mi posición y guiña un ojo y se adentra en su casucha.
Se ha dado cuenta de que la sigo, o simplemente ya sabía que lo haría? En todo caso me aseguraré de que no hacen nada raro. Camino hacía una de las ventanas laterales y me asomo con cuidado, por suerte las sombras me ocultan. El salón esta tan ordenado y bonito como siempre, la chica esta sentada en un cómodo sofá, de espaldas a mí. Veo como Maria entra en una habitación. Yo permanezco en total silencio. Observo la chica que parce estar relajada. De repente la anciana vuelve a salir con un taza de té. -Toma querida, voy a por la flor.- Le dice con voz amable y dulce. Se gira y se adentra en otra de las habitaciones.
Apoyo mi espalda en la fachada de la casa, y observo el cielo pensativo. No se que demonios hago aquí siguiendo a una anciana y su clienta, como un burdo espía. Por lo que parece no tenía nada por que preocuparme, y ya esta en su casa a salvo. Miro de nuevo por la ventana. La chica parece algo mas nerviosa, su pierna tiembla sin cesar, y mira continuamente un reloj de cuco que tiene a su derecha. Pasan los minutos, y la anciana no da señales de vida por ningún lugar. Me preocupa, pero sigo atento a su invitad, que cada vez parece mas impaciente.
Se escuchan movimientos en la habitación donde esta la anciana, como cadenas arrastrándose. A continuación un silencio absoluto, incluso en la calle, ni tan solo el viento sopla. Y de repente un murmullo, una voz quebrada, y palabras que no logro entender. Varios objetos de cristal se escuchan romperse contra el suelo. Estoy a punto de entrar, pero antes miro al interior. Y veo a la chica que anda como si fuera ebria. Me cambio de ventana para ver mejor.
Algo ocurre y no se lo que es, y no me gusta nada.
Avanzan un par de calles y giran en la calle donde vive la anciana. En casi todo el caminos no se dirigen casi la palabra, solo miradas y sonrisas cómplices. Por mi parte sigo en la esquina solo observándolas, hasta que las pierdo de vista cuando giran la esquina, miro mi mano donde aun llevo los tres tulipanes, para que demonios me los habrá dado? No se que responder a ello, y los pongo en el bolsillo interior de mi chaqueta con cuidado de no estropearlos, y corro hacía ellas. En apenas unos instantes llego a la calle, veo como la anciana invita a entrar a la chica, y después que ella entre, mira hacía mi posición y guiña un ojo y se adentra en su casucha.
Se ha dado cuenta de que la sigo, o simplemente ya sabía que lo haría? En todo caso me aseguraré de que no hacen nada raro. Camino hacía una de las ventanas laterales y me asomo con cuidado, por suerte las sombras me ocultan. El salón esta tan ordenado y bonito como siempre, la chica esta sentada en un cómodo sofá, de espaldas a mí. Veo como Maria entra en una habitación. Yo permanezco en total silencio. Observo la chica que parce estar relajada. De repente la anciana vuelve a salir con un taza de té. -Toma querida, voy a por la flor.- Le dice con voz amable y dulce. Se gira y se adentra en otra de las habitaciones.
Apoyo mi espalda en la fachada de la casa, y observo el cielo pensativo. No se que demonios hago aquí siguiendo a una anciana y su clienta, como un burdo espía. Por lo que parece no tenía nada por que preocuparme, y ya esta en su casa a salvo. Miro de nuevo por la ventana. La chica parece algo mas nerviosa, su pierna tiembla sin cesar, y mira continuamente un reloj de cuco que tiene a su derecha. Pasan los minutos, y la anciana no da señales de vida por ningún lugar. Me preocupa, pero sigo atento a su invitad, que cada vez parece mas impaciente.
Se escuchan movimientos en la habitación donde esta la anciana, como cadenas arrastrándose. A continuación un silencio absoluto, incluso en la calle, ni tan solo el viento sopla. Y de repente un murmullo, una voz quebrada, y palabras que no logro entender. Varios objetos de cristal se escuchan romperse contra el suelo. Estoy a punto de entrar, pero antes miro al interior. Y veo a la chica que anda como si fuera ebria. Me cambio de ventana para ver mejor.
Algo ocurre y no se lo que es, y no me gusta nada.
Zirano Xanaddo- Vampiro Clase Media
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Re: La anciana de las Flores. (Ragna)
Sin saber por qué, aún me encontraba nerviosa. Quizás más que hace un momento atrás. Nada me complacería más que olvidar la idea de comprar la planta y correr las calles hasta mi casa de inmediato, olvidándome de todo éste lío. La noche había dejado de inspirarme confianza y como una pobre niña tonta, me dejaba intimidar por cada sombra inofensiva. Mientras la mujer buscaba mi pedido dentro de su casa, yo no paraba de observar cada pared, cada dibujo, cada objeto o detalle del salón, buscando "je ne sais quoi" que me inquietaba.
Pronto entró a la habitación con una taza de té en las manos, ofreciéndome tomarla, amablemente.
Lo siguiente a suceder no se encuentra demasiado fresco en mi memoria, me cuesta hilar correctamente los acontecimientos. No entiendo qué sucedió en mi interior que acabé siendo tan sorprendentemente imprudente; no suelo actuar de forma tan irresponsable; pero el error me hizo quedar en una situación poco ventajosa.
La taza a medio beber se resbaló entre mis dedos y se quebró contra el piso, pero poco me importó el sonido o el líquido que humedecía el borde de mi falda. Mi visión se volvía borrosa y un largo mareo se apoderó de mi cabeza. Al levantarme de mi asiento, asustada, tuve que luchar por no perder el equilibrio, cosa que me costaba mucho. ¡¿Qué demonios sucedía?! Ignoré la voz que oía, de seguro la de aquella anciana. En mi confusión, traté de llegar hasta la puerta por la que entré, golpeándola torpe e insistentemente al buscar la cerradura, luchando por no quedar inconsciente.
Pronto entró a la habitación con una taza de té en las manos, ofreciéndome tomarla, amablemente.
Lo siguiente a suceder no se encuentra demasiado fresco en mi memoria, me cuesta hilar correctamente los acontecimientos. No entiendo qué sucedió en mi interior que acabé siendo tan sorprendentemente imprudente; no suelo actuar de forma tan irresponsable; pero el error me hizo quedar en una situación poco ventajosa.
La taza a medio beber se resbaló entre mis dedos y se quebró contra el piso, pero poco me importó el sonido o el líquido que humedecía el borde de mi falda. Mi visión se volvía borrosa y un largo mareo se apoderó de mi cabeza. Al levantarme de mi asiento, asustada, tuve que luchar por no perder el equilibrio, cosa que me costaba mucho. ¡¿Qué demonios sucedía?! Ignoré la voz que oía, de seguro la de aquella anciana. En mi confusión, traté de llegar hasta la puerta por la que entré, golpeándola torpe e insistentemente al buscar la cerradura, luchando por no quedar inconsciente.
- Spoiler:
- El post está corto y sin juego, pero ha sido culpa tuya por manipulador.
A la próxima te descuartizo xD
Besos~
Ragna Hansen- Hechicero Clase Baja
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Fecha de inscripción : 28/02/2014
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Re: La anciana de las Flores. (Ragna)
Los sonidos continúan en el interior de la casa de la anciana, me pongo en otra ventana intentando ver mejor lo que ocurre dentro, pero es la ventana de otra habitación, al parecer es la habitación donde guarda las flores. No se por que me da la impresión que alguien en el interior de la casa corre peligro, y no es la anciana precisamente.
Pienso unos segundos en si entrar o no a la casa, pero no sería correcto irrumpir por irrumpir en su hogar. Voy hacía la puerta de entrada y golpeo tres veces con mis nudillos sobre la superficie de la puerta. A los segundos escucho unos pasos lentos tras la puerta, y al momento un golpe. _¡¿Que demonios?!_ Pienso para mi alertado por el sonido. Toco de nuevo a la puerta tres veces seguidas y algo mas fuerte. -Maria, esta ahí?- Pregunto con tono preocupado. Apunto estoy de echar la puerta abajo, cuando escucho la voz de la anciana. -Un segundo ya abro. Déjeme recoger una taza que se me ha caído.- me dice con voz nerviosa. Se escucha el sonido de algo arrastrándose, y después escucho como barre.
Yo solo permanezco e silencio escuchando con atención, y por mucho que me esfuerzo solo se escucha moverse a una persona, pero hay dos corazones latiendo, uno de ellos mucho mas débil. Finalmente la anciana abre la puerta y me mira con mirada y sonrisa dulce. -Hola agente, no creía verlo de nuevo hoy. ¿que desea?- Me pregunta amablemente.
-Solo vine a visitarla, y escuche ese ruido y me preocupe, no fue una taza rompiéndose. ¿No había nadie mas contigo?- Le pregunto como si yo no supiera nada. La mujer evita mi mirada. -No mi señor, estoy yo sola.- Responde y me mira de nuevo a los ojos. -Ya que estas aquí. Ven te preparare un té.- Me dice con una sonrisa feliz, cogiéndome del brazo tirando de mi. Ante su petición, asocio el té con lo que le ha ocurrido a la otra chica, pero asiento con la cabeza y me dejo llevar.
Me hace sentarme en un sofá muy cómodo. -¿Entonces quieres un té verdad? Enseguida te lo traigo.- Dice entrando en su cocina sin dejarme responder. Yo solo me quedo sentado en silencio observando a mi alrededor, con el oído agudizado, intentando localizar el latido del corazón de la joven bruja.
Pienso unos segundos en si entrar o no a la casa, pero no sería correcto irrumpir por irrumpir en su hogar. Voy hacía la puerta de entrada y golpeo tres veces con mis nudillos sobre la superficie de la puerta. A los segundos escucho unos pasos lentos tras la puerta, y al momento un golpe. _¡¿Que demonios?!_ Pienso para mi alertado por el sonido. Toco de nuevo a la puerta tres veces seguidas y algo mas fuerte. -Maria, esta ahí?- Pregunto con tono preocupado. Apunto estoy de echar la puerta abajo, cuando escucho la voz de la anciana. -Un segundo ya abro. Déjeme recoger una taza que se me ha caído.- me dice con voz nerviosa. Se escucha el sonido de algo arrastrándose, y después escucho como barre.
Yo solo permanezco e silencio escuchando con atención, y por mucho que me esfuerzo solo se escucha moverse a una persona, pero hay dos corazones latiendo, uno de ellos mucho mas débil. Finalmente la anciana abre la puerta y me mira con mirada y sonrisa dulce. -Hola agente, no creía verlo de nuevo hoy. ¿que desea?- Me pregunta amablemente.
-Solo vine a visitarla, y escuche ese ruido y me preocupe, no fue una taza rompiéndose. ¿No había nadie mas contigo?- Le pregunto como si yo no supiera nada. La mujer evita mi mirada. -No mi señor, estoy yo sola.- Responde y me mira de nuevo a los ojos. -Ya que estas aquí. Ven te preparare un té.- Me dice con una sonrisa feliz, cogiéndome del brazo tirando de mi. Ante su petición, asocio el té con lo que le ha ocurrido a la otra chica, pero asiento con la cabeza y me dejo llevar.
Me hace sentarme en un sofá muy cómodo. -¿Entonces quieres un té verdad? Enseguida te lo traigo.- Dice entrando en su cocina sin dejarme responder. Yo solo me quedo sentado en silencio observando a mi alrededor, con el oído agudizado, intentando localizar el latido del corazón de la joven bruja.
Zirano Xanaddo- Vampiro Clase Media
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Re: La anciana de las Flores. (Ragna)
Maldición...
Sentía un hormigueo extraño por todo mi cuerpo y la cabeza me pesaba. Todo me pesaba. No podía estar segura de si mi estado mejoraba o empeoraba con el pasar de los segundos. Segundos, más bien semejaban horas, horas veloces y terribles que me hacían sentir desesperada.
Todo a mi alrededor estaba teñido de una oscuridad impenetrable, mis manos rozaban tela suave a la vez que mi espalda sentía una superficie muy dura; me hallaba sobre alguna sábana en el suelo, casi podía estar segura de ello. Mover tan sólo un dedo me parecía una difícil tarea; era como si mis músculos se encontrasen dormidos, atados o limitados, incluso dudaba de mi propia consciencia. Mi pecho se encontraba apretado, casi inmóvil, como si alguna presencia lo empujase con todo su peso para obligarme a dejar de respirar.
Labios secos, pesadez, los sentidos parcialmente suprimidos... Si me esforzaba, podía reconocer los efectos de una planta bastante familiar para mí, que incluso había llegado a utilizar en la elaboración de...
La luz llegó repentinamente a mí. El sitio en el que me encontraba no era precisamente oscuro; eran mis ojos los que todo el tiempo se mantuvieron cerrados. Tuve ésta revelación gracias a la sorpresa -y miedo- que me invadió por la conclusión que había llegado a mi semi adormecida cabeza. La planta... ésa... La fea de hojas violáceas que siempre me picaba los dedos al cortarla, aquella cuyo nombre no logro recordar, aquella que se usa para hacer drogas y venenos.
Tiemblo. ¿He bebido la droga, o el veneno? Dependiendo de la cantidad de hojas usadas podría ser lo uno o lo otro, no puedo saberlo. Trato de levantarme con las pocas fuerzas que me quedan. No lo logro. Cualquier leve movimiento me hace doler intensamente un lado de la cabeza, el izquierdo. Creo haber recibido un fuerte golpe y luego... Nada, no lo recuerdo. Observo el lugar en el que me encuentro, el cual parece ser una pequeña habitación, sucia pero ordenada. Tan sólo puedo ver un estante lleno de objetos raros y parte de la pared, pues me encuentro tirada junto a una cama y ésta me bloquea la otra mitad del cuarto.
Poco a poco, la claridad se asienta sobre mi; ya logro mover los codos y despegar los labios. Un ligero olor a sangre me indica que quizás mi cabeza tiene poco más que un chichón. ¿Una vieja me hizo ésto? ¿Tendría ayuda? ¿Me habría dado con algún objeto pesado y punzante? Ya lo sabría después, pensar me hacía doler aún más la cabeza. Me parece oir una voz masculina. "¡Ayuda!" dije mentalmente. Se me ocurrió mover un poco una tabla del suelo parcialmente suelta, haciendo que crujiera; tal vez el sonido atrajera al sujeto... Si es que ése no era precisamente alguien mucho más peligroso, pero sin pensarlo demasiado me aferré a la idea de pedir auxilio como pudiese.
Sentía un hormigueo extraño por todo mi cuerpo y la cabeza me pesaba. Todo me pesaba. No podía estar segura de si mi estado mejoraba o empeoraba con el pasar de los segundos. Segundos, más bien semejaban horas, horas veloces y terribles que me hacían sentir desesperada.
Todo a mi alrededor estaba teñido de una oscuridad impenetrable, mis manos rozaban tela suave a la vez que mi espalda sentía una superficie muy dura; me hallaba sobre alguna sábana en el suelo, casi podía estar segura de ello. Mover tan sólo un dedo me parecía una difícil tarea; era como si mis músculos se encontrasen dormidos, atados o limitados, incluso dudaba de mi propia consciencia. Mi pecho se encontraba apretado, casi inmóvil, como si alguna presencia lo empujase con todo su peso para obligarme a dejar de respirar.
Labios secos, pesadez, los sentidos parcialmente suprimidos... Si me esforzaba, podía reconocer los efectos de una planta bastante familiar para mí, que incluso había llegado a utilizar en la elaboración de...
La luz llegó repentinamente a mí. El sitio en el que me encontraba no era precisamente oscuro; eran mis ojos los que todo el tiempo se mantuvieron cerrados. Tuve ésta revelación gracias a la sorpresa -y miedo- que me invadió por la conclusión que había llegado a mi semi adormecida cabeza. La planta... ésa... La fea de hojas violáceas que siempre me picaba los dedos al cortarla, aquella cuyo nombre no logro recordar, aquella que se usa para hacer drogas y venenos.
Tiemblo. ¿He bebido la droga, o el veneno? Dependiendo de la cantidad de hojas usadas podría ser lo uno o lo otro, no puedo saberlo. Trato de levantarme con las pocas fuerzas que me quedan. No lo logro. Cualquier leve movimiento me hace doler intensamente un lado de la cabeza, el izquierdo. Creo haber recibido un fuerte golpe y luego... Nada, no lo recuerdo. Observo el lugar en el que me encuentro, el cual parece ser una pequeña habitación, sucia pero ordenada. Tan sólo puedo ver un estante lleno de objetos raros y parte de la pared, pues me encuentro tirada junto a una cama y ésta me bloquea la otra mitad del cuarto.
Poco a poco, la claridad se asienta sobre mi; ya logro mover los codos y despegar los labios. Un ligero olor a sangre me indica que quizás mi cabeza tiene poco más que un chichón. ¿Una vieja me hizo ésto? ¿Tendría ayuda? ¿Me habría dado con algún objeto pesado y punzante? Ya lo sabría después, pensar me hacía doler aún más la cabeza. Me parece oir una voz masculina. "¡Ayuda!" dije mentalmente. Se me ocurrió mover un poco una tabla del suelo parcialmente suelta, haciendo que crujiera; tal vez el sonido atrajera al sujeto... Si es que ése no era precisamente alguien mucho más peligroso, pero sin pensarlo demasiado me aferré a la idea de pedir auxilio como pudiese.
Ragna Hansen- Hechicero Clase Baja
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