Flores Heladas || Lin

Aunque no eran mucho más de las seis de la tarde, al ser tan entrado el invierno, la noche había caído sobre el Paris de 1800.

Hacía frio y una nevada leve había coloreado el suelo de las calles con esa alfombra blanca que, más tarde, se tornaría en hielo. Era una paradoja que, algo que a priori se veía tan bonito y tan alegre, pudiera convertirse en un arma al pasar el tiempo y bajo las condiciones adecuadas. En cierto modo, aquella metáfora me recordaba a mi misma: no es que fuera la mujer más bella que se movía por aquellas calles, tampoco la más atractiva pero, dentro de lo que era mi rostro, también podía ser un monstruo que se lanzaba sin pensar a su presa con tal de conseguir aquello que deseaba.

Había pasado un mes desde el último encuentro que había tenido con Lin y, desde entonces, no había vuelto a tener contacto con ella. Había quedado en que la escribiría, que nos volveríamos a ver y hablaríamos de todo lo que había sucedido aquella noche en "Le Nit". Pero, hasta hacía poco más de dos días, no me había sentido con fuerzas para afrontar un nuevo encuentro y quizás un desenlace a todo lo que había pasado.

Envié un mensaje a su casa, aún a sabiendas que podía encontrarlo su madrastra y que eso le trajera aún más problemas de los que tenía dada su condición y situación. La cité en aquel lugar, a esa hora en concreto, con la intención clara de acabar, de zanjar ese tema y pasar a mi vida solitaria y alejada de sentimientos que me confunden, que me hacen decir y hacer tonterías que no se parecen en nada a lo que yo acostumbraba a hacer. De sentimientos que me hacen más humana, más vulnerable...

El problema es que, desde que me había sentado ahí a esperar, la cabeza me daba demasiadas vueltas. No sabía como afrontaría el volverla a ver o que palabras iban a salir de mi boca cuando su olor me llenara de nuevo de recuerdos pasados.

Pasó una pareja y la miré de soslayo, pensando en que quizás, si no hubiera sido tan estúpida, esa pareja podríamos haber sido Lin y yo -"¡¡Estúpida!!"- me dije mientras agachaba la cabeza buscando alguna brizna de hierba que pudiera luchar por sacar su verde entre la nieve que cada vez era un poco más espesa.

Caían copos del cielo y con ellos, yo sólo podía esperar.

Lin había esperado con ansias día tras día la carta que nunca llegó de Catalina. Conforme pasaban los días su rostro se había convertido en uno de tristeza mientras observaba la ciudad desde la ventana de su cuarto. Sus hermanos no habían notado ningún cambio en ella, los hombres nunca hablaban de sentimientos ni se interesaban en esos temas a pesar de que tuviera una buena relación con ellos, su madrastra mucho menos, ella pasaba la mayor parte del tiempo ocupada en las obligaciones de su posición. Siempre organizando fiestas, eventos y demás.

Le había contado a la familia de esclavos sobre el accidente con el cochero y había pagado el dinero que el párroco le había exigido, por suerte, el reporte de la policía sobre lo sucedido no incluyó nombres y el entierro fue muy discreto (al parecer la cantidad de Francos que había pagado también había comprado el silencio del sacerdote) por lo tanto, su madrastra no se había enterado y no se había ganado ningún problema extra. Eso si, la gente había hablado por semanas sobre el encuentro en el banquete de beneficencia en el que se había visto a Lin Deforest con una mujer desconocida. Lin había tenido que dar explicaciones vagas sobre lo ocurrido pero luego de tres semanas el rumor había desaparecido gracias a que la hija mayor de la familia Bailleux había quedado embarazada de su novio antes del matrimonio y ese por supuesto, era un chisme mucho más jugoso del que hablar.

La noche anterior al encuentro, Lin había tenido un extraño sueño, se encontraba en un bosque en el que nevaba pero a pesar del frío ella sólo vestía una seda blanca que apenas si cubría su cuerpo desnudo. En el sueño una mujer a la cual no podía ver el rostro la envolvía en sus brazos y su cabello negro parecía más como una cascada de sombras. Lin cerraba los ojos y se entregaba a las indecentes caricias de esa mujer que sin pedir permiso retorcía sus pechos con las manos haciendo que Lin soltara gemidos de placer. El sueño terminaba cuando la mujer sumergía su cabeza entre sus piernas y Lin se despertó sobresaltada con fino sudor perlando su frente.

Olvidó el sueño momentos después de despertar y recordó que el mensaje de Catalina le pedía que se vieran en el jardín botánico. Con una sonrisa de oreja a oreja había observado su armario en busca de un vestido para la ocasión, pensó en vestir un elegante traje de gala azul pero se arrepintió cuando lo había extendido sobre la cama, no quería parecer pretenciosa, no quería atraer las miradas de nadie, tampoco quería que Catalina se sintiera agobiada por sus opulentas ropas. El tema de las clases sociales había demostrado ser un asunto incómodo entre ellas.

Una de las doncellas a su cuidado le sugirió usar el vestido blanco con margaritas bordadas en el pecho y los brazos, era un vestido mucho más sencillo aunque se notaba su valor por los detalles bien elaborados del bordado, era un vestido de invierno de mangas largas y sin escote para no pescar un resfriado. La doncella le ajustó el corset dejándolo más suelto que de costumbre, Lin quería poder moverse con más libertad, además no iba a estar en la presencia de ningún caballero que pudiera juzgarla. Cuando hubo terminado, la Doncella trabajó en su peinado por alrededor de una hora, un tocado alto que recogía su lacio cabello negro en alto con decenas de pinzas.

Salió al rededor de las 45 de la tarde, abrigada con un largo abrigo color crema y se tomó el tiempo necesario para llegar al sitio en el carruaje. Caminó por el jardín botánico esperando encontrar a Catalina y la divisó en el mismo sitio donde se habían conocido por primera vez. Los latidos de su corazón se fueron acelerando y una sonrisa fue iluminando su rostro conforme se acercaba.

- ¡Creí que no volvería a verte! - Fue lo que le salió de los labios en vez de un 'buenas noches'.

Sólo habían pasado un par de minutos de la hora a la que habíamos quedado y ya sentía el nerviosismo en mis manos que entrelazaban la una con la otra en un ademán de calmar las ansias.

- He tardado demasiado, no va a venir... - me repetía a mi misma culpándome de mi propia inmadurez, de mi falta de voluntad para haberlo afrotantado antes, de un modo adulto y, en cierto modo, como debía ser - Soy un vampiro, sólo podía salir mal - me repetía una y otra vez sintiendo la necesidad de autoconvencerme de que estaba haciendo lo correcto.

En esa tesitura me encontraba cuando sentí los pasos acercándose hacia donde me encontraba. Levanté la mirada y allí estaba ella, radiante y con su sonrisa puesta. Su belleza lidiaba hasta con el copo más perfecto que oscilaba al compás del viento. Sus mejillas, ligeramente enrojecidas por el frío, se redondeaban por la curvatura de sus labios.

En ese momento me di cuenta de que, era más que probable, que no la dejara escapar aquella noche. Que no rompería con ella como había dicho una y otra vez en mi cabeza. Que acababa de romper todos mis esquemas.

Sus palabras no suenan a reproché, si no más bien a una exaltación provocada por la sorpresa. Apartó un par de mechones del rostro y los depósito detrás de las orejas antes de hablar.

- He estado muy... - comencé a decir pero me frené. Me había prometido a mi misma ir con la sinceridad por delante - Tenía miedo de volver a verte - le contesté - Pero ahora que te veo, no entiendo como he podido esperar tanto - admití.

Me levanté y dejé escapar un suspiró mientras las puertas del jardín se abrían.

- ¿Quieres entrar? Seguro que hace menos frío.

Catalina lucía tal y como la recordaba, con esa extraña aura que la hacía destacar del resto de las mujeres ¿O era sólo su impresión? Quizás Catalina lucía especial sólo paras ella por el sentimiento que había estado creciendo lentamente en su interior, de eso no estaba segura, sin embargo notó que la mirada de su amiga era extrañamente triste, no sabía si era nostalgia o simplemente el efecto del clima, pero Lin tenía la impresión de que esos ojos lucían menos vivos y más oscuros en sus orbes.

Cuando le dijo que había tenido miedo de verla, Lin se sintió aliviada de no ser la única, ella también había estado sintiéndose muy nerviosa luego de aquel beso, imaginado lo que pudiera estar pensando Catalina sobre ella, las puertas del jardín estaban abiertas y Lin tomó a Catalina del brazo como harían dos buenas amigas y comenzó a caminar a su lado.

-Me alegra no ser la única que se sentía así – Comentó un poco más tranquila – Yo también me sentí preocupada y nerviosa por tu silencio... han sido 30 días ¿verdad? Es bastante tiempo, temí que no volvería a verte – Entraron en el jardín siguiendo el recorrido abierto para el público, no había cambiado en lo absoluto ese lugar y lucía tal y como lo recordaba en aquella noche en la que se habían conocido.

-Supuse que luego de lo que pasó... - Su voz se volvió cada vez más como un susurro – En esa taberna – Continuó sintiendo las mejillas arder ante el mero recuerdo – Sería suficiente para que no quisieras ser mi amiga, creo que fue inadecuado y quizás ofensivo para ti, que me hubiese insinuado de esa manera – Aceptó recordando que bajo la influencia del vino ella le había propuesto que tuvieran una relación a escondidas – Pero ya todo esta en el pasado, he tenido suficientemente para pensar en lo que dijiste y creo que te entiendo – Finalizó con firmesa.

Spoiler:

El paseo, que antes estaba completamente nevado, se tornó límpio y cuidado tras transpasar el umbral que separaba la zona exterior de lo que era el jardín botánico. Este lucía hermoso y, en cierto modo, adaptado a la época en la que se vivía. Algunas de las plantas estaban florecidas mientras que las otras aguardaban su momento en un estado latente, en el que su tallo lo único que hacía era nutrirse de aquello que le rodeaba, del agua que le era prestada y de los escasos rayos de sol que se filtrarían a lo largo del día por las vidrieras que cubrían toda la zona. También la temperatura era diferente a la que había fuera. Allí dentro, entre las plantas y el continuo cubierto acompañado de la humedad relativa, hacía que el abrigo fuera un poco más incómodo para la gente, por lo que procedí a abrirlo ligeramente.

Llevaba un vestido amarillo, con bordados en rojos pálido y notaba como mi pecho quería estallar. Nunca había sentido la compresión del corsé en mi torso de un modo tan ajustado, tan molesto. Aquella noche, hubiera hecho cualquier cosa por estar con una ropa más cómoda, una que me permitiera respirar sin sentir que todo lo demás se esfuerza por que no lo haga. Todo esto teniendo en cuenta que para mi era algo innecesario...

Sus palabras me dolieron de algún modo. Pero, a su vez, en ningún momento pareció una reprimenda por el tiempo que me había demorado en escribirla, por el tiempo que había necesitado para hacerme a la idea de lo que quería y sobretodo de lo que sentía. Un tiempo en el que había perpetuado en mi cabeza una y otra vez el sabor de esos labios, inocentes y perdidos que buscaban con anhelo el contacto con los míos, el surgir de las llamas en mi estomago, donde hacía tiempo que no se movía más que ansiedad por tomar el alimento, por robar la sangre.

- Si, han sido 30 días - lo tenía bien claro en mi cabeza, los había ido contando - Lo siento mucho, ha sido culpa mía, yo he sido la persona que ha demorado este encuentro en el tiempo - era raro verme disculparme cuando siempre había hecho lo que me apetecía y que prácticamente nunca había tenido que pedir perdón - Quería tenerlo claro todo en mi cabeza, ordenar mis ideas antes de sentarme contigo y charlar, no hacerte viajar sólo por la necesidad de verte - había decidido que la sinceridad imperaría en aquel encuentro y no pensaba guardarme nada de lo que se pasara por mi cabeza. No sabía si esa sería la última vez aunque intuía que, cuando aquella noche acabara y si todo fuera revelado, nada de lo que habíamos vivido, sentido y deseado, sería lo mismo. Nadie había soportado saber la verdad y permanecer impasible.

La calidez en sus mejillas la conferían una belleza especial, extraterrenal. En el lugar había demasiadas personas y eso la hizo que bajara la voz hasta casi tornarse como un susurro, como un hilo de voz que se mece en el aire a la espera de llegar a su destino. Pedía perdón por lo que había hecho, por el modo en que lo había hecho ¿También querría borrarlo de su cabeza? Yo, sin embargo, no había dejado de recriminarme lo estúpida que había sido con mi reacción completamente inapropiada.

Tomé su mano y la llevé hasta uno de los bancos donde me senté a su lado. Estreché la suya entre las mias y la dejé reposar sobre mi rodilla mientras le dedicaba suaves caricias con los guantes. Perdía mis ojos en ese momento mientras mi cabeza buscaba las respuestas que darían un nuevo sentido a esa conversación, que tocarían los temas que quedaron en el aire y que, de un modo u otro, resolverían.

- No estoy avergonzada por lo que pasó, tampoco por la forma en la que pasó - comencé a decir - Si me encontrara en una situación similar, dudo mucho que ocurriera de un modo diferente - estaba intentando que la situación no se recreara en su cabeza como algo "malo", prefería que la normalizara, que la viera de un modo más normal - No me gustaría perder lo que tenemos, creo que nuestra amistad es algo muy bonito - pero había algo más - Pero tampoco puedo negar lo que sentí con ese beso - me sinceré con ella mientras luchaba con mis ojos para no bajar hasta sus labios - Así como no puedo negar que lo repetiría sin dudar...

Se sentaron en un banco frente a una exhibición e orquídeas, algunas de ellas tenían formas exóticas y colores bastante inusuales, en el pequeño aviso que había al lado de la exhibición ponía que habían sido importadas desde el nuevo mundo. Desde las lejanas tierras Ecuatorianas donde se decía habían incalculables especies de orquídeas que los científicos aún no llegaban a clasificar.

Le escuchó con atención, intentando calmar los nervios que sentía con el simple gesto que ella había tenido de sostener su mano entre las suyas, aquel gesto parecía más el que daría un amante a su pareja y no una amiga. Por suerte la gente a su alrededor estaba más interesada en las flores que en lo que sucedía en ese banco.

-No siento que nuestra amistad se deba afectar por lo que pasó – Comentó una vez ella terminó de hablar, Lin no tenía amigas verdaderas y estaba dispuesta a luchar por mantener esa relación con Catalina, ante lo siguiente Lin guardó silencio unos momentos procesando lo que le había dicho. En esos 30 días había intentado por todos los medios sacarse de la cabeza esas ideas tontas que la rondaban, de que hubiera pasado si Catalina hubiera accedido a esa petición ilógica de tener una relación a escondidas. De que tipo de experiencias estarían viviendo juntas. Lin intentó olvidar sus labios fríos contra los suyos y la pasión que se había incrementado desmesuradamente gracias a ese contacto efímero, porque estaba claro que Catalina no quería ir más allá pues temía las complicaciones que esto pudiera causar en la vida de ambas.

- ¿Que es lo que sientes por mi? - Se atrevió a preguntar, quizás fue demasiado directa, pero Lin no estaba dispuesta a pasar una velada con evasivas, había esperado por 30 días por una respuesta y no esperaría más.

Esa tarde noche, en aquel recóndito lugar del jardín botánico, parecía que el tiempo se hubiera detenido y que, en consecuencia, las palabras fluían y era necesario que todas se organizaran para formar algo. Para formar un todo.

Estaba cansada de intenciones ocultas, dobles sentidos y salidas apresuradas para evitar dar a conocer lo que se ocultaba en mi cabeza y lo que pensaba cada vez que miraba a aquella dama que me acompañaba esa noche. Sabía que, dar un paso hacia delante implicaba mucho más de lo que aparentemente se veía. También sabía que quizás ese paso acabara con todo pues, había demasiadas cosas que no sabía de mi. Y demasiado extrañas. No tenía claro que su cabeza fuera a soportarlo o que, de hacerlo, fuera capaz de aceptarlo.

- Como bien sabrás, he tenido algún que otro encuentro con damas en el pasado - lo había hablado con ella, lo que no tenía del todo claro es si lo recordaría o no - En alguna ocasión, he llegado a sentir algo más que lo simple, lo que se queda en la superficie - alguna me había atraído más de la cuenta, no obstante nunca me había dejado vencer por los sentimientos pues estos hubieran acabado conmigo - Aunque nos esforcemos por obviarlo, estará ahí, lo recordaremos y un simple gesto, cambia muchas cosas. Más de las que nosotras somos conscientes ahora - tampoco es que quisiera ser fatalista - Pero se que somos más fuertes que eso y saldremos adelante. No voy a perderte Lin.

Luego, su pregunta me pilló un poco por sorpresa. Jamás había sido tan directa, menos aún con las palabras. Paré un instante de acariciar su mano mientras mis ojos se hundían en la profundidad de los suyos y mis labios se separaban buscando las palabras perfectas para esa ocasión. ¿Qué debía decir?¿Debía sincerarme por completo?

- No sabría definirlo con palabras pues los sentimientos, al igual que la vida, se van formando poco a poco. En el fondo, una chispa puede ser avivada o extinguida si se deja estar ahí. Creo que he decidido aplicarle un poco de aire antes de marcharme - aunque en principio la idea original había sido dejarla que se apagara, todo había cambiado desde que ella había aparecido. No obstante, parecía que iba a llevar todo el peso de la conversación ya que ella fue la que dio el primer paso la otra noche.

- Se que siento algo por ti que va más allá de la mera amistad - comencé a decir pues sentía que, por primera vez en mucho tiempo, era algo que decía con el corazón en la mano - Se que ocupas muchos de mis pensamientos. Que he deseado estar aquí esta noche desde el día que nos separamos. Que no puedo olvidar tus gestos y se recrean en mi mente... supuse que además, debía ser completamente sincera - Y también anhelo el roce de tu piel - lo había dicho de un modo suave aunque en el fondo tenía un nombre más completo: deseo.

Cerré los ojos y dejé escapar una bocanada de aire aliviada.

- Tú ¿Qué es lo que sientes? - la pregunté de un modo directo también a sabiendas que, dada su falta de experiencia y condición social, buscaría más metáforas y evasivas que las que yo le había dado... o quizás no.

Lin notó que su pregunta había descolocado un poco a Catalina, notó su expresión y como dejaba de acariciar la mano. Era consciente de que había sido muy directa, pero la verdad era que durante esos 30 días en los que esperó en silencio, tuvo mucho tiempo para pensar, al comienzo había sentido cierta tristeza, quizás un poco de impotencia y rabia, pero conforme pasaban los días y su vida se sumía en esa letárgica monotonía que siempre la había caracterizado, fue cada vez más evidente para Lin que no deseaba perder más tiempo dandole vueltas al asunto.

La escuchó hablar y se mordió el labio inferior constantemente sintiendo como los nervios se aremolinaban en su interior y como las mejillas se le iban tornando cada vez más rojas, las palabras de Catalina sin duda, llenaron su cuerpo de un agradable calor. Ella había temido ser rechazada una vez más, porque se había sentido rechazada luego del beso cuando Catalina no había querido continuar. Le escuchó sin decir nada y cuando le devolvió la pregunta, cerró los ojos y dejó escapar el aire en grandes bocanadas por unos segundos antes de poder hablar.

-Es un alivio escucharte – Dijo al fin empuñando las manos aferrándolas a su pequeño bolso de cuero blanco – Es cierto que es complicado ponerle nombre a un sentimiento, especialmente cuando la sociedad lo ve como prohibido – Continuó, estaba consciente de que no estaba bien, le había dado mil vueltas en su cabeza – Hasta el momento en que te conocí había estado negándome a mi misma que pudiera interesarme de forma romántica otra mujer, siempre ignoré esa parte de mi y traté de forzarme a pensar sólo en hombres, pero como sabes, no tengo experiencia con hombres en ese sentido ya que, normalmente los caballeros buscan cortejar mujeres que estén a la altura de sus familias y en el mundo en el que yo me muevo – Le explicó refiriéndose a la clase alta – Está mal visto que yo sea una la hija ilegítima de la familia Deforest, por esta razón ningún hombre me ha cortejado -

Luego de explicar aquello, le pareció que tenía más lógica el que a sus 26 años aún siguiera siendo virgen.

- Pero desde que te conocí, una parte de mi que creía tener controlada a salido a flote y  no puedo seguir engañándome a mi misma diciéndome que lo que siento por ti es sólo un cariño de amigas- Confesó, finalmente las palabras habían salido de su boca y fue como si hubiese vomitado una enorme bola de nieve que tenía atragantada en la garganta – Me gustas Catalina... eres la primer mujer que me hace sentir así – Finalizó con un evidente sonrojo y desviando la mirada hacía las orquídeas.

La verdad es que, aunque pretendía que mis palabras salieran con energía y convicción. Se notaba que estaban ligeramente entonadas con miedo. Habían pasado 30 días y las cosas podían haber cambiado ta. drásticamente que quizás ya nada pudiera ser como antes. Era posible que en tanto tiempo, Lin hubiera decidido que todo fue a causa del vino y no debía ser tenido en cuenta. Aún así, debía decirlo ya que lo había preguntado de un modo tan directo.

Conforme me iba sincerándome, podía notar como el nerviosismo se iba acrecentando el ella. También como el rubor acaparaba sus mejillas y se mordía el labio haciendo que mis ojos buscaran ese gesto tan sutil, tan usual pero a la vez tan sensual..

Cuando terminé de hablar, sentí que el silencio pesaba unos segundos sobre nosotras y que, por suerte, nadie había a nuestro alrededor: Los visitantes estaban lo suficientemente apartados para no llegar a escuchar lo que allí se estaba hablando.

Cuando empezó a contestar, sentí que en cierto modo, había hecho lo correcto. Que no estaba tan mal, que podíamos superarlo y seguir adelante. Aunque fuera en secreto.

Habló de su gusto por las doncellas, de la sociedad y de su posición. También de como su nacimiento, en cierto modo había condicionado que aún no gozará de un matrimonio acorde a su estatus.

La entendía, sabía que lo había pasado mal. También era consciente de que no le estaba proporcionando lo que ella necesitaba, ya que, en el fondo, parecía siempre haber querido una vida normal. Le ofrecía una salida, un escape, un consuelo. Un sentimiento floreciente sin explorar, unas sensaciones desconocidas para las dos. Para mi, era la oportunidad de sentir después de tantos años de soledad. Si ella había despertado eso en mi, era claramente por algo.

- Me agrada escuchar eso y, sobre todo, sentir que he despertado la misma chispa en ti al igual que tu lo has hecho en mi - dije a modo complementario también para no cortarla.

Finalmente admitió que se sentía atraída por mi, que le gustaba y que la hacia sentir, de algún modo, especial. Sonreí ante ese gesto conforme, llena por dentro, como hacia tiempo que no me sentía. Quizá demasiado.

Pero su inocencia hizo que la vergüenza la colmará y, junto con un rubor aún mayor, desvió la mirada hacia las plantas que nos rodeaban. No dude y estiré la mano para tomarla por el mentón y traer de nuevo sus rasgados ojos a los mios.

- No te avergüences, no dejes de mirarme - la dije muy suavemente - ¿Qué hay de malo en sentir esto? ¿Acaso tú te sientes mal?¿Acaso ese beso no sació la necesidad de cercanía que no supimos cubrir hasta ese instante? - mis ojos volvían a buscar sus labios una y otra vez, aunque los refrenaran - Algo que no hace mal a nadie pero nos llena a nosotras, jamás podrá estar mal.

Dejé escapar un suspiró amplio: Había pasado el primer tramo. Pero las sorpresas aún estaba por llegar. Una vez que obtuve su mirada, retomé sus manos en mi regazo.

- Tendremos que mantener las apariencias y buscar algún lugar para nuestra intimidad, para poder ser nosotras mismas y no mostrar la máscara que nos impone la sociedad - suspiré de nuevo al ser consciente de que sería la segunda máscara. La primera era mi condición sobrenatural - Pero no me importa. No si podemos estar juntas - añadí a la frase cambiando su sentido a uno enérgico, uno más positivo entre tantas inconveniencias.

- Pero antes de dar ese paso, hay cosas que debes saber de mi. Cosas muy importantes. Cosas que quizás rompan lo que sientes, que quizás te hagan verme de otra manera... - tenía que contarle lo que era porque tarde o temprano sendaria cuenta - Pero son demasiado privadas para hacerlas en público y el local de la otra noche esta algo retirado - sería el lugar idóneo pero nos llevaría mucho rato llegar hasta allí y las palabras me quemaban en la garganta - ¿Algo más cerca?

Catalina había tomado su rostro y la había obligado a mirarla, era difícil mantenerle la mirada cuando se sentía tan avergonzada, pero escuchó lo que ella decía sin contestar, le costaba un poco procesar todo aquello, ella aceptaba que sentía un gusto más allá de la amistad por ella, pero no estaba aún dispuesta a aceptar que aquello que compartían era normal y estaba bien, por que no lo era. Ante los ojos de Dios, aquello era un pecado, lo que la convertía en una pecadora. Eso estaba claro.

Asintió cuando la vampiresa dijo que debían mantener las apariencias, Lin era toda una experta en eso, había usado una máscara toda su vida, a veces temía que la verdadera Lin nunca tenía espacio para salir a la superficie pues continuamente estaba obligada a aparentar cosas que no sentía ni pensaba. Aquello no sería difícil para ella.

Lo siguiente le sacó una expresión de curiosidad cuando su compañera reveló que habían cosas de ella que debía saber. Sonaba como algo bastante serio como para tener que ir a otro lugar para hablarlo.

- No me irás a decir que estuviste casada y tienes el cuerpo de tu ex marido enterrado en el patio de tu casa ¿verdad? - Bromeó dejando escapar una risa cantarina intentando aliviar la presión y los nervios – Pues si es algo tan importante como para hablarlo en un sitio más privado ¿Te parece si damos una vuelta por el jardín y cuando terminemos de ver las exhibiciones, tomemos un carruaje a tu casa? Si mal no recuerdo no queda tan lejos – Agregó sintiéndo que el calor del sitio le hacía casi imposible mantener el abrigo puesto ¿O era el calor que le proporcionaba esa felicidad de ser correspondida?.

Viendo la expresión en la mirada de Lin me quedó claro que, aunque yo me esforzará pr intentar normalizar la situación, aunque diera todo de mi por intentar que aquello resultará "normal". La influencia con la que había estado bombardeada mi amiga durante tantos años, la impedia llegar a la conclusión de que aquello podía estar de algún modo bien. NNo obstante, dado las características especiales y llevada por el corazón más que por lo correcto, sabía que podíamos seguir adelante y luchar porque, de todo aquello, saliera algo bueno.

El nerviosismo provoçado por la peculiar situacion. A la que, además añado yo un toque más comentándole el hecho de que iba a sincerarme por completo. Hace que Lin realice una broma sin otra pretensión que calmar los ánimos. Además, añade la respuesta que le solicitaba aunque claramente era una resolución que, en cierto modo me beneficiaba y en parte me perjudicaba. Pues dirigirnos a mi hogar hacia que estuviera en mi propio terreno, pero también era peligroso, pues la seguridad que me proporcionaba, jugaría en contra de Lin en caso de exaltarse ante todo lo que le iba a venir encima.

- No, no he estado casada y no tengo ningún cadáver escondido en casa - dije en respuesta a su broma - Y me parece bien terminar allí - ¿Conseguiría dominar mis impulsos en caso de llegar a extremos como la última vez que estuvimos allí?

Me levanté para dar el paseo y tomé un paquete que había a mi lado. Llevaba una envoltura de papel y estaba atado con un cordón. Se lo acerqué.

- Es tu vestido, ya está limpio y perfectamente alisado - dije con una sonrisa.

Comenzamos a caminar y mantuve la postura, evitando el roce, no forzando más el contacto, no martirizándome más hasta que todo hubiera sido revelado.

Una sala más allá, coronando el centro, se erigía un gran árbol, al parecer milenario. Sus troncos eran gruesos y sus ramas parecían soportar un peso demasiado alto para su edad y se vencían hacía abajo. No pude verlo con cierta ironía.

- ¿Qué tal están las cosas en tu hogar?¿Qué ha pasado desde que no nos vemos? - era una pregunta para romper el silencio y que el tránsito hasta entrar en temas más sentimentales, se hiciera más corto.

Lin no supo si Catalina se había tomado bien la broma, simplemente respondió como si Lin de verdad le hubiese preguntado por el cadáver de un ex marido con sinceridad. Lin prefirió no decir nada más al respecto y recibió el vestido en el paquete con una tenue sonrisa.

-Lo había olvidado por completo, gracias – Exclamó tomándolo entre sus manos, recuerdos de esa noche en la que había tenido que cambiarse el vestido llegaron a su mente, la intimidad que habían compartido cuando Catalina le había ayudado a vestirse, se levantó y comenzó a caminar desviando la mirada hacía las personas que pasaban a su lado (algunos en parejas y otros simplemente solitarios) para alejar esa imagen mental, no quería ponerse más nerviosa de lo que ya se sentía.

Llegaron hasta el descomunal árbol y Lin se preguntó como habrían hecho los arquitéctos para construir el techo del jardín botánico tan alto como para cubrir la envergadura del árbol.

- Todo está relativamente en calma – Respondió sin quitar sus ojos del árbol, admirando su enorme tronco lleno de vetas e imperfecciones – Afortunadamente el dinero que pagué al sacerdote por el entierro, también silenció su boca, mi madrastra no se enteró de su muerte y como ella no se encarga de los esclavos directamente, ni siquiera se dio cuenta de su ausencia – Suspiró suavemente y se giró hacía Catalina – Mi madrastra piensa que una mujer no debe encargarse de ese tipo de cosas, esos son menesteres del hombre, la mujer debe estar dedicada a otras tareas más femeninas, como aprender a bordar o organizar fiestas – Le indicó, aquello era completamente normal para la época, todas las señoritas debían ser versadas en esas tareas, de lo contrario no podrían conseguir un buen esposo.

Me sorprendió el hecho de que no recordara que le debía devolver el vestido que se manchó en nuestro primer encuentro. Lo entregué aunque con cierto recelo pues era el único recuerdo que tenía en casa de suu pertenencia. Aunque, siendo sincera, después de haber sido lavado y cuidado, ni tan siquiera quedaba un ápice del olor de Lin.

El camino era tranquilo y el lugar, silencioso. No pude evitar recordar el lugar donde había dejado el cadáver del par de hombres que intentaron atracarnos hacia ya mes y medio. No había salido en ningún lugar: Ni periódico, ni comunicaciones del gobierno. Pareciera que, o no lo habían encontrado o simplemente habían preferido hacer la vista gorda. Quizás, aquel lugar perteneciera a otro de mi estirpe y, después de fijarse en las evidencias en los cadáveres, habría preferido que continuara en las sombras.

El árbol majestuosos, enorme. Hacia que diera la impresión de que estuviera antes qe el jardín ahí. Y, por lo tanto, que el propio jardín botánico se hubiera erigido alrededor de él. Por suerte o por desgracia, no había nadie que pudiera confirmar o desmentir esa postura.

Escucho lo que me cuenta de su día a día, de como la normalidad parecía haber imperado en el y pienso en los lienzos que había estropeado intentando esbozar su mirada de algún modo para huir de las ganas de volver a verla. Pero al final la ficción sólo es un sucedáneo de lo que es la realidad. Y esta siempre supera a la imaginación.

- Yo la verdad es que he estado metida la mayoría del tiempo en casa. Pintando y esas cosas. He salido sólo lo necesario... - y era verdad pues sólo había salido para alimentarme y sobrevivir.

- Me alegró que al menos algo tan triste, No te haya generado aún más problemas - le dije con sinceridad.

- ¿Y tu padre?¿Está de viaje? - pregunté intentando que, aquel tiempo de transición hasta la privacidad, fuera útil.

Dejamos el lugar y enfilamos un paseo cubierto por flores en forma de arco.

- Que bonito ¿No crees? - la dije mientras miraba las que nos cubrían y, con disimulo, acariciaba su mano de nuevo.

Habían pasado muchas cosas en las pocas citas en las que se habían visto, pero estando ahí con ella en el jardín sentía como si nada de eso hubiera ocurrido y estuvieran comenzando frescamente desde cero. Quizás esa era una oportunidad que les daba la vida de hacer las cosas mejor esta vez.

Mi padre siempre esta de viaje – Comentó meneando la cabeza – El es un negociante, siempre está viajando de país en país, a veces han pasado hasta 3 años sin que podamos volver a verlo – Le explicó, entonces notó las flores y estuvo completamente de acuerdo con Catalina, eran simplemente hermosas – Preciosas – Asintió con una sonrisa – Es increíble poder apreciarlas aquí dentro aún cuando afuera seguimos en invierno – Coincidió, entonces el calor se hizo demasiado abrumador y tuvo que quitarse el abrigo.

Bajo el traía un vestido propio de invierno, con mangas larga y sin nada de escote, la tela le cubría prácticamente hasta el cuello para evitar que el viento frío pudiera causarle un resfriado.

- Cómo te decía, mi padre está viajando continuamente, así que la mayor parte del tiempo estoy con mi madrastra y hermanos – Continuó recostandose en una de las barandas – Tengo un hermano menor, tiene 16 años y es... bastante enfermo, algo malo con su corazón dicen – Le explicó dejándo escapar un suspiro – Una vez al mes lo acompaño al hospital donde le hacen tratamientos y lo dejan internado hasta semanas – Finalizó.

Su mirada lucía un poco triste, pero ya estaba acostumbrada a esa situación pues el chico había estado enfermo desde siempre y era una costumbre para ella acompañarlo al hospital.

- Si, la verdad es que el hombre ha hecho muchas cosas bárbaras en el mundo - hablando de las guerras sobre todo. Aunque, en mi mente, estaba mucho más presente la inquisición persiguiéndome que todas las demás cosas - Pero también sabe crear cosas maravillosas - sonreí sin dejar de mirar las flores - ¿Quién sería capaz de decir hace unos siglos que, a día de hoy, podríamos contemplar estas bellezas fuera de su temporada? Sería como hacer brujería para la gente de esa época - y era cierto. Para los hombres del pasado, todo lo que escapaba a lo "normal" era tachado de brujería. Y, por lo tanto, condenado.

Al escucharla hablar de su familia, no puedo evitar pensar en la propia. Me costaba imaginar el rostro de mi madre. Habían pasado tantos y tantos años, había conocido a tanta gente que, poco a poco, las facciones se iban difuminando, se iban perdiendo en el olvido para dejar paso a más y más conocimientos que se renovaban y que era necesario aprender para subsistir. Pensé también en España, en mi hogar. En la revuelta que provocó la entrada en nuestro refugio de los humanos con ansias de acabar con todo lo que era diferente, con todo lo que representabamos para la sociedad. También recuerdo el fuego, ardiendo vivo, aderezado con aceites y combustibles que hacían de el un enemigo implacable. Mis cuadros cayendo presa de su hambre devoradora... los retratos de mi madre...

- Debe de ser duro que siempre esté de viaje - hablaba en referencia a su padre - Se te ve muy unida a él. Creo que es algo así como el pilar que ha sostenido tu vida hasta el momento. No has hablado de nadie con tanta admiración como lo haces cada vez que le nombras - además de eso, entendía, que era el único que la amaba sin ningún tipo de miramiento, pues había sido su desliz y aún así había decidido adoptarla y darla una vida acorde a la posición que el mismo ocupaba, fuera lo que fuera lo que se pusiera en oposición.

Luego la conversación trató de uno de sus hermanastros, uno más joven que ella. Al parecer la enfermedad lo asolaba hasta el punto de tener que pasar largas temporadas bajo el cuidado médico. La verdad es que, con el tiempo, aprendes a olvidar lo que es encontrarte enfermo. La inmunidad que nos proporciona la inmortalidad hace que no recaigas en algunas de las cosas que más te importaba en el pasado y el peligro que ellas suponían para tu día a día. También sabía cual era la solución aunque los efectos secundarios quizás eran demasiado sustanciales para ni siquiera plantearlos.

- La enfermedad es una sombra presente que siempre está a nuestras espaldas preparada para asolarnos en cuantos nos descuidemos - hice una pausa mordiéndome el labio, dudando si continuar o dejar esa conversación ahí - En mis viajes, he aprendido muchas cosas y, entre ellas, un remedio muy útil para la enfermedad que quizás sea lo que necesita tu hermano - pensé en que en el fondo no era eso lo que deseaba, pero si a ella le hacía feliz de algún modo - El problema es que es un remedio que provoca mucha adicción.

Podría curarle su mal con mi sangre. Pero también lo ataría a mi de un modo servil y incondicional. Eso sería algo que Lin tendría que valorar si al final sabía todo sobre mi.

Era cierto que Lin sentía una especial admiración por su padre, Catalina sabía leer bien sus expresiones. Lin asintió con una sonrisa cuando Catalina mencionó que era como un pilar paras ella lo cual era completamente cierto, su padre era realmente el único amor de su vida (por ahora), pues era el único hombre que le había mostrado amor incondicional sin importar las condiciones de su nacimiento y de su familia. Sabía que sus hermanos la querían, pero ese cariño no se igualaba al amor de un padre. A veces añoraba poder conocer a su madre biológica y poder experimentar de primera mano lo que se sentía el amor materno.

Lo siguiente que dijo Catalina la dejó pensativa, aunque su compañera luciera joven, a veces hablaba como si hubiese pasado muchos años recorriendo el mundo, por su modo de hablar uno podía fácilmente imaginarse que tenía más de 40. La idea de poder curar a su hermano llamó su atención, pero que se convirtiera adicto a esa droga, no le sonaba muy bien.

-Él sólo tiene 16 años – Respondió con cautela – No creo que sepa lo que es mejor para él y estando tan joven... volverse adicto a una medicación me parece terrible – Dejó escapar un suave suspiro y su mirada se volvió más seria – Sufre del corazón y verás, con todo el dinero que tiene mi familia, ya imaginarás todo tipo de doctores y tratamientos que ha tenido desde pequeño – Comentó, estaba segura de que su madre haría lo que fuera por ver a su hijo fuerte y saludable, pero no sabía cual sería el gran precio a pagar - ¿Cómo es que no hemos escuchado sobre ese tipo de cura? - Preguntó más como para si misma que para Catalina – Le han dado de todo, inclusive los médicos más prestigiosos de Francia le han tratado... -

Se detuvo unos momentos a lo mejor el tipo de medicina de la que hablaba Catalina era de un tipo más místico y alternativa, como la que usaban los Gitanos y los indios.

- ¿De que tipo de medicina estás hablando?- Le preguntó con expresión curiosa.

Sabía que encontraría una respuesta de ese tipo al simplemente comentar el hecho de que quizás había una medicina que no habían probado y que podría solventar el problema que afligía al hermano pequeño de Lin. Además de eso, la idea de convertir a su hermano en un esclavo de sangre tampoco es que me entusiasmara sobremanera. A su vez, de unirse "misticamente" a alguien, preferiría que fuera yo pues era el único modo de que un vampiro no lo utilizara para fines más oscuro. Yo, al menos, apreciaba a su hermana (por no hablar en terminos más concretos) y mi única intención al suministrarle sangre sería la de calmar su mal.

- Entiendo todo lo que dices - comencé a decirla - Y también se, dado el estatus del que goza tu familia, que tu madrastra se habrá desvivido por calmar ese mal y conseguir que su hijo sea robusto y capaz de llevar una vida normal - apreté un poco el contacto de nuestros brazos a modo de demostrarle mi apoyo - Pero no en todos los paises hay los mismos remedios y digamos que... - hice una pausa intentando encontrar las palabras concretas que definirían eso sin llevar a equívoco - No en todas partes son admitidos como validos - terminé diciendo conforme de como había terminado explicándolo.

Caminé un poco más y de nuevo el paisaje cambió. Esta vez se tornó más silvestre, más salvaje. Era la zona más selvática y contenía incluso alguna que otra planta carnívora de la que salían unos pequeños dientes que utilizaban para atrapar moscas o cualquier insecto intrépido que se atreviera a posarse sobre su trampa mortal.

- Las personas, la sociedad estamos demasiado controlados por lo que la mayoría acepta como "normal" y "bueno" - era difícil intentar explicar algo que no es que no estuviera aceptado, si no que se suponía que no debía existir - Lo que se sale de la norma, es demonizado y criticado - obviamente también era algo que podía aplicar a lo que sentíamos la una por la otra - No por eso es malo, simplemente es diferente - luego pensé en la edad y deducí que en el fondo la madurez del chico no tenía nada que ver con la adicción que provocaba. Recordé que había gente que había conseguido desengancharse de ella, pero era muy ardua tarea. Quizás incluso más que sufrir del corazón - Pero si, es muy joven ni siquiera para platearlo.

Cuando, después de todo, preguntó interesada acerca de la medicina, algo en mi interior me hizo pensar que quizás lo había hecho mal sólo con el hecho de haberla nombrado. Era demasiado suculento el premio para ser desechado sin ni tan siquiera indagar un poco en el mismo. Seguramente, en su cabeza, estaría intentando restarle hierro al hecho de la adicción en pro de la curación.

- Es una solución líquida, roja, ligeramente viscosa - sólo le estaba describiendo lo que era la sangre en si - Al principio no es demasiado necesaria de tomar. Quizás pueda aguantar una semana sin beberla. El problema es que poco a poco se va necesitando más.

Estaría mintiendo si Lin dijera que aquello no le parecía extraño. Todo lo que Catalina decía sólo hacía sentir a Lin más inseguro respecto a ese extraño tratamiento del que hablaba. ¿No era un tratamiento aceptado por la real academia de medicina? ¿Entonces quien había desarrollado tal medicina?. Lin sabía que existían todo tipo de tratamientos que se alejaban de la ciencia, los gitanos por ejemplo tenían sus propios brebajes e inclusive habían rumores de brujas que podían hacer pociones para aliviar ciertos males, todo eso por supuesto estaba mal visto por la iglesia y se sabía que los inquisidores mantenían bajo control la venta de ese tipo de drogas ilegales.

Lin se sintió asustada, tenía que aceptarlo, temía que Catalina le estuviese ofreciendo algún brebaje prohibido por la iglesia y sabía que, aunque su familia deseaba más que nada que su hermano menor se aliviara, ninguno de ellos aceptaría darle ese tipo de drogas no aprobadas por el gobierno.

-Si comprendo, estoy consiente de que existen otras... medicinas alternativas, además de las usadas por nuestros respetados doctores – Comentó, había cierto orgullo en su voz cuando dijo 'nuestros respetados doctores', ella podía ser diferente físicamente a los demás, pero por dentro era una ciudadana Francesa de corazón, que respetaba y admiraba a sus reyes, a la iglesia y a su gobierno.

- Sin embargo... no creo que mi familia se atreva a usar una medicina de dudosa procedencia – Se apresuró a agregar – No te ofendas pero... así es como son ellos, no confiarán en nadie que no provenga de la iglesia o sea un Doctor oficial – Bajó la cabeza y su mirada se fue a sus zapatos.

¿Podía confiar ella plenamente en Catalina?

- Gracias de todas formas por tu preocupación – Finalizó y volvió a levantar la mirada - ¿Y que hay de tu familia? ¿Tienes hermanos o hermanas? -

La negativa hacia mi proposición, aunque en cierto modo calmó mi preocupación al haber expresado algo que debía ser secreto, también molestó en cierto modo a mi orgullo. No tenía claro en que situación se encontrariá el hermano de Lin pero entiendo que no sería tan desesperada como para rechazar cualquier tipo de medio que pudiera hacer que viviera un día, una semana o quizás toda su vida de manera plena.

¿Acaso las costumbres de la clase alta eran tan delicadas y fanáticas como para dejar morir a un hijo sólo por el mero hecho de que no es lo que acepta la mayoría?

Entendía la actitud "seguidista" de la clase alta. También la necesidad de no salirse de la norma para que todo siguiera su flujo y el intachable nombre de la familia no se viera mancillado.

O quizás sólo era que no se fiaba lo suficiente de mi como para aceptar algo que le era ofrecido sin ningún tipo de maldad y sólo buscando el bien de su hermanastro, al que parecer tenía en gran estima.

- No te preocupes - dije finalmente en cierto modo frustrada por la ineficacia de mis palabras - Entiendo tu postura y la de tu familia. Ojala todo pueda ser solucionado por los doctores y el mal de tu hermano finalmente sea erradicado - lo deseaba por ella, no por su hermano. Sólo quería que ella no sufriera a causa de ello. Pero también tenía claro que los males del corazón tenían mala cura, o más bien ninguna. No con los metodos y conocimientos de los que disponían los médicos.

Aparqué ese tema a un lado, no merecía la pena seguir hablando de ello si ya había sido desestimado. Seguí caminando y escuchando lo que decía ella. Preguntó por mi familia, por mis hermanos y la verdad es que recordé que había hablado poco de mi. Aunque normalmente era lo normal: mi pasado humano quedaba tan lejos ya que, a veces, ni siquiera creía que era real.

- Sólo tuve una madre como tal - hablé en pasado. Los velos que me tapaban, que cubrían toda mi existencia iban a caer pronto así que no iba a ocultar que mi madre hubiera fallecido, si ocultaría el hecho de que era algo que pasó hacía más de 250 años - Al ser una hija bastarda mi madre perdió toda la idea de tener más hijos - comencé a decir - Al ser repudiada por haber quedado encinta tampoco volvió a acercarse a un varón en lo que restó de vida, los aborreció como tal - al menos, en el tiempo que yo permanecí a su lado, jamás se acercó a ninguno con otro fin que no fuera mercantil - Cuando me dediqué a la corte, me separé de ella. Un día, al pasar por mi hogar en uno de los viajes de la realeza, vi que mi casa había sido ocupada por otra familia y deducí que mi madre había fallecido - la vista se me nubló apenada por la idea de la soledad - No teníamos a nadie y ella no hizo nada para que yo me enterara de su mal o de su inminente paseo con la muerte - aunque era raro en los vampiros, una lágrima brotó de uno de mis ojos y camino despacio sobre mi piel marmolea - Supongo que siempre quiso lo mejor para mi y, todo lo que pudiera sacarme del camino que había iniciado, lo descartaba. Por eso no me avisó.

Lin se sintió aliviada la notar que Catalina no se había molestado con el rechazo ni había insistido en ofrecerle ese tratamiento, cierto era que ella deseaba el bienestar de su hermanastro por encima de cualquier cosa, pero no estaba tampoco en posición de decidir por la vida de él, esas decisiones las tomaba su madrastra nada más. Escuchó con atención la historia de Catalina y conforme iba hablando, la sonrisa se le fue desvaneciendo del rostro.

Hasta el momento sólo sabía que había trabajado en la corte, pero nunca se imaginó que viniera de una familia pequeña y que su madre fuera soltera. Intentó imaginarse como sería haber crecido sin el amor de un padre, se imaginó así misma sin su la influencia que su padre ejercía sobre ella y la sola idea le hizo sentir un nudo en la garganta.

Cuando Catalina mencionó la muerte de su madre, Lin sintió una extraña opresión en el pecho, era una situación completamente diferente a la de su familia, pero aún así sentía que podía comprender ese vacío y esa soledad que Catalina debió haber experimentado. Sus estilos de vida eran opuestos, pero en el fondo seguían siendo dos mujeres a quienes la vida les había arrebatado a un ser querido.

La lagrima no pasó desapercibida y Lin dudó por unos segundos antes de acercar su mano enguantada para limpiarla con el dorso, se permitió acariciar la mejilla de Catalina y pareció perderse en la belleza de sus rasgos por unos instantes antes de hablar.

- Estoy segura de que te amaba demasiado – Dijo al fin – Y seguro que si pudiera verte desde el cielo, estaría orgullosa de la mujer independiente en la que te has convertido – Finalizó, como buena Católica creía en el cielo y en el infierno, una buena mujer como esa debería de tener su lugar guardado en el paraíso.