El olor a café {Privado.}

El olor del café inundó de forma súbita las fosas nasales de Elora haciendo que en sus labios se formase una suave sonrisa de agrado porque si bien le gustaba algo a la mujer era degustar café ya que como contrapartida odiaba el té, de ahí que no fuese a ninguna de las invitaciones que recibía que ciertamente eran variadas y de las cuales conseguía excusarse con facilidad aunque la mayoría de veces dudaba de que se creyesen lo que decía pero ninguna de las damas parecía quejarse lo más mínimo. Elora negó ligeramente con la cabeza mientras recolocaba debidamente los mechones del cabello negro el cual caía en cascada por parte de su espalda y torso tapando así en su mayoría aquel escote que dejaba ver el corsé color negro que iba acompañado de una falda del mismo color, todo aquel conjunto resaltaba con la blanca piel eso sin añadir las leves ojeras que tenía, vamos que a veces parecía estar más muerta que viva y eso que era un vampiro, que ya decía mucho de ella.

La mujer, permanecía sentada en una de las cuatro sillas que tenía la mesa de porcelana de aquel café que parecía que en cualquier momento quebraría debido a que los materiales usados eran pesados, finos pero sobretodo muy caro, a fin de cuentas parecía refinado y perfecto pero el servicio era un asco en general, los precios no eran altos pero al menos el café era bueno de ahí el motivo que estuviese sentada esperando que alguno de los meseros se acercasen cosa que tardaría ya que aquel café estaba prácticamente lleno sino fuese por su mesa y un par un tanto más alejada. Ella entrelazó los dedos de sus manos con los suyos propios apoyando los codos en la mesa mientras observaba silenciosa el lugar, esperando algo.. cualquier cosa que pudiese sacarla de su rutina porque su vida era aburrida, triste y así una gran cantidad de adjetivos negativos que hacían que tuviese aquel apagado carácter el cual la martirizaba diariamente haciendo que decayese, como si fuesen dos personas distintas…

-Al final moriré de aburrimiento…- Siseó depositando el pequeño bolso sobre la mesa, apoyado en la pared y abriéndolo con una mano para sacar el interior un abanico el cual en su día fue totalmente blanco y ahora tenía algunas manchas de sangre ¿Propias? ¿Ajenas? Que más daba, la cuestión es que hacía tiempo que estaba seca por lo tanto no habría peligro alguno para ella ni para sus allegados. El tiempo pasaba y la tranquilidad – o depresión- de la señorita Soulacroix fue rota por el sonido de una mujer mayor que ella y con varios quilos más – Obviamente de clase alta- que acababa de tirar un vaso y que además culpaba de esto a uno de los meseros diciéndole que él tendría que pagar, que ella no dejaría ni una moneda… el pobre mesero – de no más de diecisiete años- no sabía como disculparse sabiendo que a fin de cuentas aquel vaso sería descontado de su sueldo junto con el contenido; pobre muchacho y que mujer más estúpida, ella odiaba con toda su alma aquella sociedad de ahí su espíritu libre y su asco a según qué personas.

Fuera de aquella estancia el tiempo estaba completamente nublado, el cielo encapotado y pronto comenzaron a caer pequeñas gotas que posiblemente no durarían demasiado tiempo ya que el sol terminaría saliendo o al menos ella esperaba aquello además fuera no hacía tanto frío como para que aquel otoñal tiempo se mantuviese; las personas pasaban por delante de las cristaleras pudiendose ver con mucha claridad las diferencias sociales y así continuamente, repitiéndose la situación una y otra vez.

Caso 12, Archivo federal 1: trafico ilegal.

Aifric había estado siguiendo la pista de los traficantes de sangre por más de 5 años, el caso había comenzado en Dublin con unos pequeños disturbios en los barrios de imigrantes, pero luego de una ardua investigación y de una operación en conjunto con otros agentes encubiertos, había logrado dar con el cabecilla de la organización, o eso creían, porque había resultado no ser más que un peón del verdadero Lord. Según la confeción del hombre, (al cual hubo que torturar por un par de horas antes de que soltara algo), seguía las órdenes de un misterioso operador que nunca le había dado la cara.

En la IPD (Unidad de investigación Paranormal de Dublin) tenían la sospecha de que la conexión se encontraba en tierras Francesas, más específicamente en Paris. Unos meses después le habían asignado los casos relacionados con el viejo continente a él y como resultado había terminado trasladándose a Francia. Aún no lograba acostumbrarse al apestoso olor del queso, como tampoco a esa complicada lengua que se le dificultaba tanto leer o escribir, su acento Irlandés era marcado al hablar y el choque cultural aún le seguía golpeando cada que alguien le saludaba con besos en la mejilla.

Pero ese era su día libre. Y por eso estaba allí sentado al fondo de esa cafetería, con un vaso de leche tibia y un plato con galletas de chocolate. Llevaba poco más de media hora sentado, observando a la gente distraidamente, intentando descanzar, pero su mente no dejaba de repasar uno a uno los archivos del caso, algo estaba fallando, faltaba un enlace, el rompecabesas estaba allí, sólo que no sabía como ubicar las piezas. Observó a la mujer que quebraba el vaso y posteriormente al mesero intentando arreglar el desarte. Entonces fue cuando el hombre embascarado entró en el local.

- AL SUELO - Gritó, sacando una escopeta del gabán, las mujeres gritaron (y para ser francos los hombres también), el enmascarado no esperó a que todos estuvieran en el suelo, para moverse con una rápidez calculada y precisa. Enrolló lo que parecía una cadena en el cuello de la dama de largo cabello oscuro y ropa de igual color, Aifric parpadeó notando como la piel de la mujer comenzaba a quemarse al contacto del metal.

Plata.

Pensó de inmediato, no había otra explicación. Había visto esa reacción muchas veces. Esa mujer tenía que ser una licántropa y ese hombre, tenía que saber muy bien lo que estaba haciéndo, pues había sujetado la cadena hacía atrás provocando que la mujer quedara apretada contra la silla sin poder respirar.

- Si intentas algo gracioso, te corto la cabeza Perra, después de todo no te necesito con vida - Le dijo el hombre cuya expresión no podía ver - Ahora levántate despacio y camina conmigo - La gente en el lugar se había tirado al suelo, inclusive Aifric, quien estaba parcialmente cubierto por el mantel de su mesa, las mujeres habían comenzado a llorar. - ¡Que no se muevan he dicho! ¡Joder! - Gritó el hombre y una bala salió disparada directamente hacía el cuerpo de un anciano que al parecer había intentado levantarse. El hombre gritó de dolor y su estómago comenzó a mancharse de sangre...

El anciano dejó de quejarse mientras la vida se le escapaba lentamente y el manchón de sangre aumentaba por el suelo. Aifric pensó en las posibilidades que tendría para detener al criminal. No quería involucrar más vidas humanas y lo más importante, no podía poner en evidencia la presencia de seres sobrenaturales con tantos testigos en el lugar, el café estaba prácticamente lleno, si se transformaba, debería abandonar su ropa en la mesa y eso sería altamente sospechoso. Alguien terminaría por atar los cabos y descubrirle.

Dentro de todas sus obligaciones como agente, la más importante era mantener cubierta la existencia de seres sobrenaturales. Los humanos eran creaturas malvadas por naturaleza, destruían su entorno, contaminándolo y erosionándolo, se mataban entre ellos en guerras estúpidas y lo más importante, eran supersticiosos y cerrados de pensamiento, si se diera a conocer la existencia de otras formas de vida, seguro que una nueva guerra de especies sería inevitable.

El hombre comenzó a caminar, arrastrándo a la mujer hacía la puerta, intentaba sacarla del local, debía actuar ahora o perdería su oportunidad, comenzó a levantarse suavemente de la mesa, con las manos en alto, el enmascarado lo notó y le apuntó con el arma - ¡QUIETO! -

- ¡No dispare! ¡No dispate! - Exclamó Aifric mostrándole sus manos desnudas y en alto al criminal - Soy... soy su primo - Agregó tentativamente - También...tengo lo que busca... por favor, lléveme a mi en vez de a ella - Finalizó con una voz que más bien parecía un ruego asustado.

- ¿Porque conformarme sólo con uno cuando puedo llevarme dos? - Rió el hombre con sorna, apretando aún más la cadena contra el cuello de la mujer, Aifric podía inclusive oler la carne chamuscada, no tenia mucho tiempo - ¡Acércate o muere! ¡Vamos camina! - Le ordenó.

Aifric hizo lo que el hombre le pidió, caminó temblorosamente la distancia que lo separaba desde la mesa, bordeando el cuerpo inerte del anciano y acercándose al criminal con una cara pálida por el miedo - No me haga daño... - Rogó de nuevo, cuando estuvo a menos de un metro del hombre.

- ¡Seguro! - Exclamó el hombre quien comenzaba a sacar otra cadena de plata del bolsillo sosteniendo el revolver con la mano que apretaba el la cadena en el cuello de la mujer, Aifric se dejó poner la cadena de plata al rededor del cuello dócilmente - ¿Eh? ¿Porque no te estás quemando? - Exclamó este sorprendido ante la nula reacción de la plata en el cuello de él.

- ¡Bingo! - Exclamó Colfer con una sonrisa de oreja a oreja y con un movimento rápido y limpio de Taekwondo, lanzó una patada aérea que conectó con la mano que sostenía el arma, el revolver cayó al suelo y resbalo bajo una mesa y antes de que el hombre pudiera dejar escapar una maldición, Aifric le estaba conectando un puñetaso en la cara.