Wicked games ~ Jareth Lowell ~

Agazapada en mi escondite observé de nuevo aquella fachada que tan conocida me resultaba; después de varios días este sería el momento final. Entrelacé los dedos de mis manos y estiré los brazos volviendo las manos hacia el lado opuesto para crujir los huesos de mis dedos preparándome para lo que vendría después.

Desde donde estaba podía ver, a través de las ventanas, la luz de la última vela encendida en la parte inferior de la casa y el camino recorrido por las escaleras hasta llegar a la última planta. En este tipo de casas, por lo habitual, los dueños viven en la primera planta y en las siguientes era donde se ubica el personal de servicio, por lo que estaba claro que quien se iba a la cama sería alguna de estas personas, tal vez el mayordomo o el ama de llaves -si los había- tras confirmar que todo había quedado recogido. Era una buena noticia pues era lo mismo que había ocurrido durante los días anteriores y significa que podría llevar a cabo mi plan sin problemas.

Entrar en casas ajenas no era algo que hiciera a menudo, prefería el robo directo; generalmente en los mercados donde solía haber una poca de confusión y nadie se daba cuenta de lo ocurrido hasta que era demasiado tarde para ellos y yo contaba con dinero contante y sonante en mis manos. Gracias a eso había podido conseguir una pequeña habitación en una posada, no era gran cosa y tenía que dormir con la daga bajo la almohada por si a alguien se le ocurría intentar algo, pero dado que estaba en la parte baja de la ciudad tampoco podía pedir mucho más. Me bastaba tener algo de intimidad, un techo para dormir y, sobre todo, un lugar donde dejar mis pocas pertenencias en los momentos en que "trabajaba". Además, aunque la comida no era ninguna maravilla, al menos me calmaba el estómago.

Pero aunque mi preferencia fueran los mercados y las calles atestadas de personas, mis posibilidades se habían complicado cuando la policía había sido alertada tras varios días de robo seguidos y no quería que me pillasen pues no tendría forma de salir de allí. Por eso no me quedaba más remedio que entrar en alguna casa, luego podría vender lo que consiguiera llevarme. No era lo mejor pues los compradores podrían preguntar de donde había salido pero tras varios años dedicándome a esto, desde que me fui de la casa de Fritz, había aprendido a que personas podía acercarme y a cuales no. Pensar en Fritz hizo que un escalofrío recorriera toda mi columna, no dejaría que él fastidiará mis planes por lo que agité la cabeza echándole de mi mente y miré de nuevo hacia la casa; sonreí cuando la luz de aquella vela finalmente se apagó, quien fuera estaría ya en la cama.

Alcé la vista a la luna y le recé para que me ayudase en mi objetivo. Miré los alrededores para confirmar que no había nadie y crucé desde mi escondite hasta la fachada de la casa en cuestión. Había pasado varios días investigando un poco la zona y había descubierto que esa casa estaba bien cuidada pero por más que estuve pendiente ninguna dama salía ni recibían visitas de otras damas o caballeros por lo que suponía que estarían de viaje o en alguna casa de campo. Ese era el motivo de haber escogido esa casa y no otra cualquiera.

Salté con agilidad el murete que separaba el jardín de la calle y atravesé el césped hasta el tronco de un gran árbol situado cerca de la fachada delantera de la casa. Era una zona visible pero era de noche y esperaba que no me vieran trepar por allí. Además había dejado mis trajes habituales en la posada y me había vestido con los pantalones oscuros de un mozo de cuadra, una de esas prendas que había tomado prestadas en mis incursiones y resultaba bastante útil para este tipo de actividades nocturnas; también había recogido mi cabello y lo había escondido en una gorra de muchacho. El resto de mi vestimenta lo formaban unos zapatos de lona, que me ayudarían a correr con agilidad pero sin llegar a deslizarme ni resbalarme, y una camisa de lino negra con un cinturón ancho, prefería un bonito corsé para ajustarla pero sería una clara muestra de feminidad que no quería dar. De esa forma cualquiera que me viera solo vería una sombra de aspecto masculino, típico mozalbete.

Me agarré a la primera rama del árbol y comencé a trepar. Podría haber comprobado las ventanas de la planta baja pero implicaba utilizar más tiempo en buscar un lugar para entrar, recorrer la planta baja, buscar la escalera, subir y luego fisgonear por la planta que me interesaba para poder robar lo que pudiera. Mientras que si entraba directamente por la planta superior solo tendría que buscar los dormitorios principales y hacerme con las joyas que pudiera haber, de no encontrar nada interesante siempre tenía la opción de bajar e investigar antes de salir por abajo. Por eso había escogido el árbol, porque una de las ramas alcanzaba justo junto a una de las ventanas y podría colarme con rapidez, además se solía tener menos cierres de seguridad en la parte superior porque se suponía que era más difícil llegar hasta allí, ¡ja!

Una vez alcancé la rama indicada, la recorrí lentamente y con cuidado para evitar que se partiera; por suerte era una rama bastante grande y mi cuerpo no pesaba demasiado como para quebrarla. Alcancé con el brazo el cinturón y tanteé confirmando que mi daga seguía allí. Estiré un poco más la mano para coger las ganzúas del bolsillo del pantalón y empezar a trabajar en el cierre de la ventana. Cuando se abrió, sonreí con arrogancia y musite en tono divertido antes de saltar al interior - Robar a los ricos es como coser y cantar - Eché un rápido vistazo a mi alrededor, ahora tocaba buscar lo que pudiera llevarme.

Hacía ya cierto tiempo desde que se fue mi última… amante aunque en mi caso era en realidad un mero aperitivo como las demás, algunas las despache por que sentían un profundo amor loco hacia mi persona, otras por que deseaban más de lo que podían tener o más bien que yo les ofrecía y como que pasaba de contentarlas, el caprichoso era yo al fin y al cabo, aparte de que ninguna se había merecido el cambio de nuestro contrato establecido, si alguna lo hubiera conseguido, aun estaría a mi lado pero no tenían tanta suerte ni habilidad, algunas eran tontas e ingenuas, otras se creían demasiado listas o especiales, pero todas acababan fuera, aunque no sin nada, siempre recibían su bonificación por el tiempo compartido.

Normalmente siempre solía buscar a otro aperitivo tras deshacerme de la ultima pero estos días las pase demasiado perdido entre fiestas y eventos sociales, como la opera y el teatro, todo siendo nocturno, era lo bueno que tenia este país, que la mayoría de fiestas eran nocturnas, como más atrevidas, mientras que de día se hacían las cosas aburridas como los estudios y el trabajo, yo no necesitaba eso aparte de que mi condición no me permitía andar por ahí de día, aunque tampoco perdía nada, no extrañaba mucho esos días soleados, prefería la tranquilidad nocturna acompañada de sus secretos más oscuros y placenteros, aunque la cama se me hacia algo más fría últimamente, quizás debería ir buscándome un nuevo aperitivo nocturno ¿Cuál sería ahora?

Una dulce fragancia fue lo que me despertó, me removí en la cama con cierta pereza, estaba desnudo bajo las finas sabanas de color carmesí, me incorpore viendo el reloj de pared, era muy tarde, en unas pocas horas debía ir a alimentarme, pero me daba una pereza muy grande el salir, aunque mire curioso por la estancia, la fragancia dulce aun escasa estaba presente ¿Qué era? Me relamí el labio superior para luego apartar las sabanas y salir de la cama, tome una bata de dormir y me la puse, no solía usar pijama ya que no me gustaban, como mucho me ponía el pantalón pero eso muy pocas veces, estaba en mi casa así que podía hacer lo que quería aparte de que mi horario y el de mis empleados era muy distinto, aunque tenía pocos trabajadores y eran de lo más fieles, ellos sabían de mi condición, pero gracias a esta ellos tenían trabajo muchos años incluyendo a algún descendiente suyo, como si el trabajo lo heredasen.

Me encamine hacia la puerta descalzo, no reconocía tal olor, y eso que me conocía los olores de todos los empleados del hogar, era un olor un tanto exótico y particular, me llamaba mucho, abrí con cuidado la puerta, esta no chirriaba, así que no avisaría a nadie que estuviese por ahí, salí al pasillo viéndolo totalmente oscuro, al principio no oí nada pero mientras andaba en silencio, oía ruido en un cuarto, muy escaso pero lo había, era extraño que a esta hora estuviese alguien despierto pero quizás era alguien de la calle… ¿un ladrón? Sonaba genial, mi comida vino a mí en el momento ideal, sonreí travieso mientras me acercaba con tranquilidad al cuarto, aunque vaya olor que tenía ese ladrón…

Cuando llegue frente a la puerta, la abrí con sumo cuidado para no alertar al ladrón, entreabriendo la puerta solo un poco para echar un vistazo, al parecer era un joven… estaba rebuscando en uno de los cuartos de invitados, lo hacía con total cuidado para no hacer ruido y despertar a los empleados pero mi oído era bien distinto al de los humanos, estaba más desarrollado al igual que el resto de mi, no sabía si atacarlo rápido o lento, quería jugar pero si hacía demasiado ruido despertaría a los empleados y no quería eso, no por nada en especial ya que ellos trabajaban de día y merecían cierto descanso, aunque… tenia ciertas ganas de jugar fuerte por lo que abrí del todo la puerta para entrar en la estancia y pararme justo detrás suya sin llamar la atención, y sin aviso alguno lo tome de la nuca con rapidez, tumbándolo sobre la cama, quedando el tumbado de boca mientras yo contemplaba su espalda.

- Buenas noches – dije sonriendo y con un tono amable

La habitación por cuya ventana había conseguido entrar estaba muy bien decorada pero se notaba que no era la habitación principal, estaba limpia simplemente estaba fría como si la chimenea no se hubiera encendido en un tiempo. Posiblemente fuera una habitación de invitados o quizás se debiera a la falta de alguien principal en la casa, es decir, puede que el dueño de la casa fuera un hombre soltero o viudo; podría ser que quien residiese allí fuera alguna mujer pero descarté esa posibilidad en el acto pues la habitación parecía destinada a alguna mujer ya que en una esquina de la habitación se había dispuesto un bonito biombo para dar intimidad cuando se cambiase de ropa y, a su lado, se encontraba un impresionante tocador.

Por lo general, habría pasado de largo de este dormitorio. Lo que necesitaba era encontrar el dormitorio principal o el despacho privado de quien allí residiese para forzar la caja fuerte y poder llevarme todo lo posible, pero ya que estaba allí tampoco perdía nada por investigar; quizás habría algo de valor en aquel impresionante mueble. Tras abrir cuidadosamente cada uno de los cajones evitando hacer ruido, pude comprobar que no había nada que me interesase o de valor por lo que no podría llevarme nada salvo el gusto de haber dejado que mis dedos recorrieran la madera y el labrado que la adornaba.

Apenas me había separado de aquel mueble cuando me vi repentinamente empujada contra la cama. Por un momento los dolorosos recuerdos llenaron mi mente, las asquerosas manos de Fritz sujetándome mientras me ataba a la cama para poder manosearme a su antojo, así como hacer todo cuanto se le apeteciera conmigo; el dolor recorriendo mi cuerpo cada vez que me forzaba,.. incluso podía recordar perfectamente los gritos que salían de mi garganta y que lejos de molestarle parecía disfrutar de ellos a tenor de sus palabras y de cómo se embravecía en respuesta a ellos. Nunca entendería cómo mi madre había podido aguantarle tantos años e incluso aparentar estar enamorada de él, me consolaba pensando que con ella la relación había sido distinta y que conmigo solo pagaba el haberla perdido aunque no fuera culpa mía.

Por un breve instante pensé que estaba de nuevo en casa y que todo se repetía pero, justo entonces, quien me retenía habló en un tono casi divertido y amable, trayéndome de vuelta a la realidad. Las lágrimas picaron mis ojos -no tenía claro si por el pasado o de alegría por no estar ya allí- pero parpadeé rápidamente para evitar que empezaran a derramarse de mis ojos, no era momento ni lugar para ello; tenía que buscar la forma de salir de ese embrollo y, además, debía aparentar ser un muchacho, con suerte se limitaría a sacarme de las orejas de su propiedad y, si acaso, avisar a la policía para que me detuviera.

En una situación como aquella una mujer posiblemente lloraría o suplicaría para que la soltasen, al igual que algunos chiquillos que podrían incluso llegar a mojarse los calzones. No iba a presentarme como alguien así por lo que me centré en la situación para buscar una salida. Quien me retenía era un hombre, eso había quedado claro por la voz y por la fuerza con la que me retenía que, sin ser excesiva, dejaba claro que se contenía y en caso de necesidad podría hacer daño. Quien fuera no parecía que hubiera dado la voz de aviso al resto de criados por lo que o bien no quería que se enterasen o pensaba que podía solo conmigo, en cualquiera de los casos podía ser bueno si conseguía convencerle que no era peligrosa y me marchaba con la misma rapidez con la que había entrado.

Respiré un par de veces contra la colcha de la cama, se sentía fresca y agradable contra mi mejilla pero, a pesar de ello, resoplé casi con molestia y chasqueé la lengua - Lo serían si me soltaseis, Señor... - dije intentando aparentar la voz de un muchacho y dejé la frase incompleta a falta de rellenar la información que desconocía. Quería revolverme e intentar soltarme a la fuerza, era lo que mi cuerpo ansiaba al no disfrutar en absoluto con esa situación pero hacerlo podría conllevar que el pelo se soltase de la gorra, que hiciera algún movimiento que le hiciera notar mi pecho o que hiciera algún ruido que le indicase que no era el muchacho que fingía ser y no quería ni pensar en cuales podrían ser los planes que tuviera para mí si lo descubría.

Lo primero era averiguar quién me retenía y la posibilidad de convencerle para que me soltase. Si se trataba del mayordomo y era feliz en aquella casa, mis posibilidades serían escasas pues alguien con esa posición no arriesgaría su trabajo, pero si era algún sirviente de baja escala tal vez sería más fácil darle algo a cambio de mi libertad. La opción que fuera el dueño estaba descartada por dos motivos, primero que tras vigilar la casa esos días pasados no había visto a nadie que pudiera serlo por lo que no debía estar en casa y segundo que, aunque estuviera en casa, los dueños no solían mancharse las manos sino que llamaría a alguien para que lo hiciera. Lo que no tenía claro era cómo me había pillado, apenas había hecho ruido en esa breve incursión y no me había dado tiempo a hacer casi nada, era como si ya hubiera estado despierto o esperándome para atraparme con semejante facilidad. De hecho, yo tampoco le había escuchado a él acercarse. Fruncí un poco el ceño al pensar en lo sigiloso que había sido mi captor, tal vez si las cosas salían bien podría pedirle que me enseñase cómo lo había hecho; sin duda me sería útil en el futuro cuando entrase en alguna otra residencia. - Lamento haber interrumpido su descanso. Si me suelta, saldré por esa ventana tal como he entrado y no volverá a verme. Podrá volver a la cama y seguir durmiendo con total tranquilidad. - Alguien tan sigiloso debía tener algunas otras nociones, quizás había estado en el ejercito o había sido matón en otros tiempos; en cualquier caso, alguien así podría saber que había hablado con sinceridad al decir eso al igual que sabría que un intento de robo merecía castigo aunque no hubiera conseguido llevarse nada, pero no perdía nada por probar a ser educada e intentar salir de allí con rapidez, sana y salva.