Casuality or beginning. [Priv. Jareth]

por **Nahia Kadjar** Miér Dic 13, 2017 2:15 pm

Nahia cerró la cacharrería que tenía por tienda y se dirigió al mercado. Estaba trabajando en un nuevo invento, una especie de carro de caballos. Sin caballos y con motor. Sería revolucionario si consiguiera hacer funcionar un transporte que no tuviera que utilizar animales, a la par que sostenible y... ya estaba perdida de nuevo en sus pensamientos. Nahia Kadjar era una chica despierta, resuelta e inteligente. No se relacionaba mucho con la gente, o al menos no más allá de las pocas palabras de cortesía con sus clientes o proveedores de materiales para sus nuevos artilugios.

Y no era que fuera una borde. Había conseguido trabajar en lo que le apasionaba y todo se acabaría... se iría al traste cuando cumpliera los 25. CUando la Inquisición la buscara para que se uniera a sus filas. ¿Experimentarían con ella? La matarían? ¿Buscarían la manera de utilizar su magia para matar a gente inocente? Esas dudas le corroían todos los días, así que evitaba pensar en ello y se enfocaba en no relacionarse más allá de unos saludos con nadie al que luego tuviera que matar. Matar... eso sonaba muy mal y... ni siquiera quería hacer daño a nadie. Lo más cerca que había estado de la violencia era una discusión con un proveedor de metales que le traía la mitad del cargamento que le pidió. Y fue coger el palo de la escoba y el hombre cedió a sus deseos... después de un par de escobazos. Pero más allá de eso, Nahia no era violenta. Ella sólo quería inventar cosas y vivir tranquila.

Intentó distraerse de aquello meneando la cabeza. Ya se encontraba en el mercado ambulante, que pasaba por allí los jueves por la mañana. En él podían encontrarse multitud de curiosidades y objetos de coleccionista, pero sobre todo materiales extraños que no se podían encontrar en muchos lugares, aparte de aquellos tenderetes variados y de gente variopinta. Nahia enfiló la marea de puestos y tenderetes buscando algo en particular... una junta de culata. La necesitaba para hacer funcionar el rotor que estaba confeccionando para su transporte de cuatro ruedas, así que comenzó a buscarlo puesto por puesto, buscando en concreto el de Mortimer, un hombre bajito y con bigote que solía conseguir objetos interesantes. ¿Dónde se habría metido esa semana?

por **Jareth Stathakis** Vie Dic 29, 2017 5:23 pm

Detestaba los espejos. La casa donde vivía, dentro del barrio residencial de la zona alta de la ciudad, estaba totalmente desprovista de estos, a excepción del sótano -su laboratorio- donde había uno de cuerpo entero cubierto por una polvorienta sábana. Las paredes, tanto del baño como de su dormitorio, guardaban apenas su secreto con la sutil marca en el papel pintado donde antes habían estado colgados. Los espejos eran una puerta sin cerrojo hacia su subconsciente. Una vía abierta para que Jareth, quien siempre aguardaba a la espera, le encarara con sus reproches y quejas, lloriqueando como siempre hacía. Cara a cara, la única forma de mirarse a los ojos; aunque algunas veces también sucedía en sueños, el mundo onírico era difícil de controlar. Reproches como su maldita superstición ante la idea de romper un espejo. Estuvo gritando tan fuerte en su cabeza la primera vez que fue a deshacerse de uno, que no le quedó más remedio que desistir y esconderlos todos en el desván. Pero no los quería ahí en casa, como hechicero sabía que los espejos no solo le permitían comunicarse abierta y visualmente con su alter ego, sino que podían ser la puerta al otro mundo. Y eso, en su casa, no pensaba permitirlo.

Tomó al fin la decisión de venderlos y sacárselos de encima obteniendo algo de beneficio. Sabía que sacaría más dinero vendiéndolos en subasta, pues la mayoría de ellos tenían marcos costosos y refinados, sin embargo quería evitar cuantas más preguntas mejor. Pues ¿quién en la alta sociedad se deshacía de los espejos, cuando estaban todos obsesionados con la belleza? Decidió llevarlos al mercado ambulante. Guardados en un baúl, todos cubiertos por sábanas, los cargó en su carruaje y se dirigió hacia allí, vestido con ropas más humildes para pasar mejor desapercibido. El pelo, como siempre, peinado hacia atrás exponiendo su rostro serio.

No le tomó mucho tiempo encontrar un anticuario que se interesara por sus espejos. Negociando estaban el precio del lote completo, cuando alguien chocó con su espalda, haciéndole fruncir el ceño. Se volteó airado, decidido a dejar caer su ira contra el borracho que suponía habría sido, cuando se encontró de frente con una joven un tanto curiosa, sobretodo por su aura mágica. Carraspeó, autocontrolándose, e inclinó la cabeza.

-¿Se encuentra bien?

por **Nahia Kadjar** Lun Ene 08, 2018 11:58 am

En sus pensamientos se encontraba cuando un muro pareció surgir de la nada para empotrarse contra su rostro, saliendo de su boca un gruñido al percatarse de que no era una pared contra lo que acababa de chocarse, sino la espalda de alguien. Fue a gritarle con el ceño fruncido, pero de repente un rostro hermoso apareció en su campo de visión. Un chico alto, castaño y de ojos azul cielo, de gesto serio y cuidadoso, se irguió ante ella carraspeando y no pudo más que intentar poner cara neutra ante el extraño, que le preguntaba si estaba bien. Sí, claro que lo estaba. Bueno, en realidad no pero no era de su incumbencia.
- Ha... ha sido culpa mía, perdón. Ya me marcho...

Nahia se disponía a seguir su camino cuando se fijó que el tenderete donde se encontraban era el de Mortimer. El hombrecillo bigotudo le sonrió al reconocerla, y la morena no tuvo más opción que quedarse cuando su sonora voz se dirigió hacia ella haciéndola morir de vergüenza.
- ¡Señorita Kadjar! Cuánto tiempo sin verla. No se vaya, tengo unos artículos interesantes que he traído de mi último viaje a tierras germanas. ¡Le hubiera encantado! Todos aquellos artilugios brillantes habrían hecho las delicias de alguien como usted, tan curiosa y brillante, mi querida señorita... - el viejo charlatán no se callaba y no hacía más que incomodarla más. Además, no quería que el hombre con el que había chocado conociera la mitad de su vida, o cosas sobre ella tal y como describía Mortimer. Después de todo no dejaba de ser un desconocido, y cuanto más le miraba, más mala espina le daba. Tenía algo... extraño.

Tal vez si Nahia hubiera desarrollado sus poderes habría sabido reconocer que el aura de aquel chico era la de un hechicero, justo igual que la suya. Pero no era el caso, y no quería saber nada de lo paranormal. Ella era felizz exprimiendo lo que le quedaba de libertad con sus inventos y su tienda, y además... suponía que haría de cebo para pillar a todo ser sobrenatural para la Inquisición. No se podía permitir estrechar lazos con nadie.Y menos con alguien que olía a peligro a la legua. Así que carraspeó y se cruzó de brazos levantando un poco la barbilla.
- Sí, sí, lo capto Mortimer. Les echaré un vistazo cuando acabes con este... hombre. - evitó mirarle y fingió indiferencia, pero le ponía un poco nerviosa. Decidió que no se le notara y se quedó mirando fijamente al vendedor.

por **Jareth Stathakis** Miér Feb 07, 2018 12:14 pm

Conforme era testigo accidental de la charlatanería del tal señor Mortimer, Jayden se mantuvo de brazos cruzados a la espera de su turno, aprovechando para observar mejor a la joven. Era sin duda una hechicera, no obstante su aura no brillaba con el mismo esplendor de otros brujos de la Logia. Desconocía a qué se debía aquella excepcionalidad, lo cual despertaba el ya conocido cosquilleo de la curiosidad, pero estaba seguro que aguardaba mucho potencial. Fue difícil suponer su edad, pues su mirada parecía cargar con mucha más experiencia que su fina y tersa piel. Lo que sí tenía claro era su atractivo, brillantes ojos claros destacando en medio de una melena oscura y salvaje. Le gustaba, no era ciego, y arqueó una ceja al darse cuenta de cómo le miraba ella. ¿Prejuicios, tal vez? A Jareth le encantaría si así fuera, siempre se metía con su forma de vestir y peinarse.

-Gracias... - musitó entrando nuevamente en la escena, tomando el papel de actor tras ser un mero observador. - Quería saber si estaría interesado en estos espejos - acercó el baúl como si no pesara un quintal y abrió la tapa hacia sí, dejando la mercancía a la vista del tendero. Con una mano enguantada en cuero fue retirando las sábanas sin apartar la mirada del hombre, evitando en todo momento bajarla hacia su reflejo -. Distintos tamaños, como puede ver, pero todos ellos con marco de oro. Fueron hechos a mano y conservados en la familia durante generaciones... - mentir mentir, no estaba mintiendo, ciertamente habían pertenecido a una familia, que no fuera la suya propia no importaba realmente, actualmente él era el propietario y todo cuanto importaba saber.

-¿Y por qué quiere desprenderse de ellos, monsieur? - preguntó sorprendido el tendero, que ya había metido la nariz en el baúl con curiosidad, iluminándosele los ojos nada más ver lo tan bien conservados que estaban. Y no era para menos, la familia a quienes se los había arrebatado no les habían hecho el menor caso desde que fueran colgados, solo el servicio se dedicó a mantenerlos limpios. - He decidido redecorar... El oro era más del gusto de la señora de la casa. Ahora que no está, quiero tener un hogar más acorde a mis propios gustos.

No necesitaba ensayar las mentiras para que fueran de lo más creíbles. Una vida entera escapando del pasado le había convertido en un buen actor, uno capaz de salir airoso de cualquier situación comprometida. Ya estuvieron a punto en una ocasión de encerrarle por loco, no permitiría que aquello volviera a ocurrir, no con lo mucho que le costó escapar aquella vez.

Se giró a la señorita y sonrió con sutilidad. - ¿Y usted? ¿Tal vez le interese alguno? Los estoy vendiendo por un precio muy por debajo del que valen, tengo prisa en deshacerme de ellos. Así que aproveche la oferta.

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