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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Rashâd Al–Farāhídi Dom Mar 16, 2014 10:51 am


"... Y la vida del reloj de ébano se apagó con la del último de aquellos alegres seres. Y las llamas de los trípodes expiraron. Y las tinieblas, y la corrupción, y la Muerte Roja lo dominaron todo."

Edgar Allan Poe. La máscara de la Muerte Roja.




Miró por la ventana una vez más, mientras, en la distancia, un sinfín de luces intentaba competir con el brillo natural de las estrellas, insuperable, por supuesto, para quien supiera mirar. Pero tal parecía que los humanos habían perdido semejante capacidad de asombro.

Por eso los despreciaba, con la vida, más aún si eran infieles cristianos.

Conforme sus años inmortales se sucedían unos tras otros ininterrumpidamente, menos lazos le quedaban que lo atasen a los afortunados mortales. Pero, justo era decirlo, tampoco sentía apego por su especie actual. Una inmortal, la única a quien verdaderamente amó, lo había traicionado, matando a toda su familia y a él condenándolo a la solitaria eternidad. Aquélla era la respuesta que Rash nunca había podido encontrar. Esa noche, al menos, no estaba más cerca de ella.

Dadlo por perdido, Sidi. – musitó Ian, con una media sonrisa, al tiempo que se calzaba un elegante abrigo – La noche apenas empieza; deberíais buscar una ghzala, muy “zwina”. – remarcó la palabra final, al tiempo que alzaba las cejas, incitador.

Rashâd sonrió, cómplice, sabiendo a qué se refería su compañero, al tiempo que le seguía hacia la salida de la lujosa mansión que habían adquirido en las afueras de París. Observó la espalda de Ian y comprendió por qué él le gustaba tanto; por supuesto, jamás superaría al placer que le otorgaba una mujer; eso estaba fuera de toda discusión... Pero el día que abandonó todo sentido humano en cuanto a su sexualidad, fue Ian con quien compartió la cama; hubo algo de transgresión, de abandono, de muerte vuelta a morir, en el acto que compartieron y que los unió de manera indeleble; aquella vez, tantos siglos atrás, Rashâd comprendió que la única criatura a quien jamás traicionaría, a la única que amaría y en quien pondría su confianza ciega era el maestro sufi a quien él creó como muerto viviente.

No quiero lujos esta noche, Ian. – señaló, con cierta repugnancia – Esta noche, iremos con los proscritos.

Sin la menor tardanza, montó sobre su azabache árabe y de un espoleo sacó veloz galope, desafiando a su compañero a darle alcance.

Horas después, cuando la noche alcanzaba su máximo punto y las almas incautas empezaban a deambular por las callejas del París miserable, ya los dos vampiros habían dado cuenta de una pobre meretriz que ni siquiera mereció el cobijo de un burdel; en momentos así, cuando tomaba una vida desgraciada y acababa con ella, Rashâd casi se sentía piadoso. Mas, borraba todo rastro de bondad infligiendo a sus víctimas una dolorosa muerte, que él gozaba todavía más. En ese aspecto, Ian era débil aún, pese al tiempo ya de su conversión. El sufí todavía mostraba piedad cuando alguien suplicaba, brindándole una muerte rápida e indolora, lo que siempre concluía en una feroz discusión entre ambos.

Esa noche, sin embargo, Ian había preferido ir por su cuenta después de compartir la sangre de la desgraciada que se les había cruzado. La infeliz muchacha había musitado algo de un hijo que la esperaría, pensando que tal vez así evitaría el mortal desenlace. Rashâd sospechaba que su compañero había ido en busca del pobre chico; el rumano, por supuesto, no lo acompañó y prefirió seguir deambulado por el inmundo lugar.

Decepcionado de no haber encontrado otra presa igual de apetitosa, se disponía ya a retornar al hogar común, cuando unas risas, a unas cuantas cuadras, acompañadas de un particular aroma, atrajeron su atención.

Rápido y sigiloso, apuró sus pasos en la dirección de aquellas voces para, pronto dar con una fogosa pareja que parecía no tener escrúpulos con el asqueroso entorno; aparentaban estar demasiado deseosos del otro como para preocuparse del lugar a donde habían ido a parar. Él, aristócrata de tomo y lomo, estaba demasiado ebrio para cualquier cosa que no fuera toquetear a la chica, tropezar con todo y reír desenfrenadamente, sin poder concluir con la única misión que importaba. Ella, estaba del todo sobria.

Por supuesto, era una ladrona audaz.

Pero no superaría al vampiro.

De tres veloces movimientos, cogió a la muchacha por la cintura, sin que el otro siquiera alcanzase a notarlo.

Habibe, qué mala sois. – susurró sobre el apetitoso cuello de la extraña, plantándole un sensual beso para después, en una danza incomprensible, coger al extraño y, de dos certeras mordidas, darle veloz muerte – Ahora, ghzala, todo lo suyo os pertenece... Pero vos... vos sois mía. Así que decidme qué escogéis: muerte o esclavitud. – le ofreció – Os aconsejo decidiros pronto... Mi benevolencia tiene muy corto tiro.

Sonrió, sabiendo que no tenía un motivo real para dejarla viva; sin embargo, algo había en ella que lo atraía, que le aceleraba el pulso muerto, que sacudía la sangre inmortal que no circulaba. No podía explicarlo, ni le importaba; si ella no se decidía pronto, todo terminaría allí. Pero si ella escogía esclavitud...

Ian, claramente, no estaría feliz... Pero él, él volvería a sentirse vivo y eso era lo único que verdaderamente importaba.


***
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Mensaje por Yoham Warren Vie Mar 21, 2014 10:41 pm

El esclavo está sujeto al mundo natural, ya que prefirió vivir.
Alexandre Kojève


En los últimos días la joven Warren se encontraba más que deseosa sumamente molesta y todo eso se debía a que su prima últimamente parecía coquetear con un chico que había conocido en la biblioteca y eso simplemente no podía ser. Desde el momento en que Emma le demostró a su prima realmente de lo que era capaz en aquella vieja sala de su antiguo hogar le considero suya, unida a ella por algo más que la sangre de primas que compartían. Ambas poseían un secreto y era el de aquella relación que para otros resultaría enferma, de hecho incluso para Mercredi lo era.

Después de la discusión y lo vivido en la biblioteca se alejo completamente de Mer, le evitaba tanto como le era posible y pasaba la mayor parte del tiempo fuera del hogar que ambas compartían solo para no toparse con ella y tener que saludarle. Además de que cuando era indispensable que se mantuviera en casa se encerraba en su habitación buscando la forma de impedir de manera completa que Mer se escabullera en alguna de sus formas animales hasta su habitación en búsqueda de una “reconciliación. El mero hecho de pensar en eso le provocaba terminar riendo. No existía forma posible en que se lograra una reconciliación como la que seguramente pasaba por la mente de Mer; ser primas como antes, demostrar el afecto que sentían de manera normal. Emma se había cansado de eso, ¿No se daba cuenta Mer? El hecho de que ella terminara prácticamente obligándole a estar con ella es que durante demasiado tiempo le trato normal en contra de la voluntad de sus deseos.

Contraria a su prima y a toda su familia Emma era quizás demasiado liberal para todos. La verdad es que no lo sabía del todo y poco le importaba aquello, como prueba de eso solo debía recordar todo lo que su padre le dijo la ocasión que le descubrió con uno de los sirvientes en las caballerizas de la casa de su abuelo. Su padre pensó que confrontarle sería sencillo pues “conocía” a su hija y lo dulce que era; en su mente la única idea que era factible estaba basada en el abuso de aquel joven trabajador ejerciera sobre ella.
En el preciso instante en que su padre soltó aquellas acusaciones junto con las palabras de que todo estaría bien y que no era su culpa, Emma estallo en risas. Todo lo que había pasado después eran simples aspectos sin importancia alguna; la hija perfecta desapareció y la joven que siempre fue realmente despertó por completo al mundo.

Precisamente esos recuerdos estaban pasando por su mente cuando fue que decidió abandonar nuevamente su hogar. El atardecer había dado paso a la noche y su prima no se encontraba por ningún sitio así que fue capaz de desaparecer de aquel lugar sin molestia alguna y dirigir sus firmes pasos por las callejuelas de París.

Termino sin temor o escrúpulo alguno en una taberna de mala muerte donde encontró un hombre que si bien estaba ahogado de borracho le ofreció dinero porque se dejara tocar entre las calles. Bien podía haber buscado a alguien más consciente pero la idea de divertirse un rato con el sujeto y su evidente estado de ebriedad para ademas ganar algo de dinero que nunca estaba de más fueron lo que llevaron a Emma a abandonar la taberna.
Andaban con dificultad y la torpeza de aquel individuo le causaba más gracia que nada así que después de todo eso no le parecía tan mala idea. Las manos de aquel hombre tocaban cada parte del cuerpo de Emma que estaba a su alcance y su sabor a vino estaba impregnado ya en su boca y estaban sumergidos en un beso cuando una mano le rodeo la cintura y termino de frente a otro hombre.
¿Qué te… – la idea de reclamar se ahogo en un beso que en esta ocasión le daba el desconocido aquel que se inmiscuía donde no le llamaban.

Los ojos de la fémina se enfocaron en un cuerpo inerte en el suelo y recordó las historias que su prima le contaba sobre seres oscuros. Ahora estaba frente a uno de ellos.

Así que decidme qué escogéis: muerte o esclavitud.

Su atención se centro solo en esas palabras y justo como él lo pedía Emma entre abrió los labios para dar respuesta.
Esclavitud ¿no es obvio? – sonrío de manera un tanto juguetona, había ya olvidado al muerto aquel pero tarde o temprano esas cosas pasaban y mientras ella estuviese a salvo, ¿Qué más daba?
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Mensaje por Rashâd Al–Farāhídi Sáb Mar 22, 2014 1:53 pm


"Sobre esos supuestos jeroglíficos había una figura de carácter evidentemente representativo, aunque la ejecución impresionista impedía comprender su naturaleza. Parecía una especie de monstruo, o el símbolo de un monstruo, o una forma que sólo una fantasía enfermiza hubiese podido concebir."

H. P. Lovecraft. La llamada de Cthulhu.


La mujer no tenía un pelo de tonta, lo que Rashâd agradeció con una seductora sonrisa. Se sentía como el niño que, el día de Navidad, ha recibido de regalo su juguete favorito; sólo que el suyo respiraba, tenía voluntad propia y destrozaría el delicado equilibrio mental de Ian.

Eso era, para el rumano, como estar en el paraíso.

Despojad al cadáver de todas sus joyas y guardadlas en un lugar seguro. – le ordenó con voz fría e indiferente, al tiempo que un sutil silbido escapaba de sus marmóreos labios.

Apenas unos instantes después, su espectacular montura hacía teatral aparición en el inmundo callejón. Rash le acarició la cruz, al tiempo que musitaba palabras gentiles al oído del animal. Más de alguna vez deseó poder eternizar la vida de sus caballos lo mismo que la suya propia, pero sus experimentos nunca tuvieron el éxito esperado. Era evidente que el valaquio había puesto sus afectos siempre en las criaturas equivocadas.

Observó a la chica mientras ella obedecía sumisamente su orden; sagaz, observó lo complacida que parecía ante el deber impuesto, lo cual no tardó en descubrir no era más que una fachada de su verdadero carácter. Indagó rápida y cuidadosamente por las capas superficiales del pensamiento femenino. Así descubrió su verdadero nombre. “Emma”, deletreó su mente, como si saborease en privado cada letra de su nombre; tampoco fue difícil descubrir su verdadera condición social y su solapado arribismo; Emma estaba dispuesta a todo con tal de tener la posición económica que de natural le fue negada. Dejó de invadir su mente (la joven, por supuesto, ni siquiera se había enterado), para observarla con atención renovada; por más que la Warren lo ocultase, todo en ella delataba su estrato social y, sin embargo, había en sus movimientos una elegancia natural, un desplante sincero de buen gusto y refinamiento. Con algo de rigor y constancia, de seguro podría convertirse en una verdadera joya social. Era cosa nada más de…

Rashâd soltó una carcajada, divertido; Ian no iba a soportar que él dedicara tanto tiempo en una mortal… La vida de Emma sería una especie de premio en el delicado ajedrez que los dos inmortales jugarían. Él, al menos, estaba dispuesto a apostar la vida de su nuevo juguete, así de seguro se sentía frente a su amado y futuro oponente. Sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando la chica le clavó la sensual mirada; era inevitable, ella se sentía atraída hacia él, como la mariposa al fuego, y estaba dispuesta a arder con tal de probar ese placer prohibido que Rashâd representaba para ella. Él asintió complacido; Emma había sido en extremo meticulosa (al punto de descubrir dos tapaduras de oro que no dudó en quitarle al muerto, lo mismo que las monedas de oro que el sujeto había escondido inútilmente en el interior de sus calzones).

Está hecho, Monsieur. – le anunció ella, arrogante, como la alumna avezada que era, esperando la aprobación de su improvisado Maestro.

Sois una “cobra”, habibe, muy “zwina”, pero una “cobra” a fin de cuentas. Mas os advierto, no intentéis tales trucos conmigo… Vais a convertiros en mi esclava, Emma, no en mi compañera. Y así como os daré vida, también puedo daros muerte. Recordadlo cada vez que os sintáis inclinada a traicionarme. – le advirtió, con una furia fría que hizo estremecer a la chica, aunque ella jamás admitió estar asustada. Era valiente, y eso le gustó más.

La besó en la boca, ávido y colérico, al tiempo que sus manos se apretaban cruelmente contra las nalgas femeninas, luego de lo cual se subió a su montura y, de un jalón, acomodó a Emma en las ancas del caballo; sin embargo, no sacó galope. Después de todo, el lugar donde la convertiría en su sumisa no estaba lejos… Estaba demasiado cerca para que ella tuviera prudente oportunidad de arrepentirse.

Pero, ¿acaso era Emma la única que podría echarse para atrás?


***
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Mensaje por Yoham Warren Lun Abr 21, 2014 3:42 pm

Cuando alguien te tiende algo, tu instinto primero es recogerlo.
No importa que sea un cheque de mil dólares o un cartucho de dinamita con la mecha encendida: la primera reacción es cogerlo.
Sthephen King


Su supervivencia dependía en esos momentos de como se llevara con aquel vampiro que le ofrecía una oferta muy complicada de rechazar. La sonrisa seguía en sus labios muestra de la seguridad con que estaba dispuesta a vivir y hacer todo lo que estuviese a su alcance para eso, no dudaría en hacer lo que él le pidiera y fue por ese motivo que cuando le indico de despojar de sus posesiones más preciadas a aquel cadáver asintió.

Probablemente aquel ser notara el temor en sus movimientos, la manera en la que sus manos dudaban lentamente al acercarse a la figura del hombre; un suspiro salió de sus labios. Era la primera vez que se encontraba en la necesidad de tocar el cadáver de alguien que no muriera por circunstancias naturales sino por asesinato. Con todo y el temor comenzó a examinar aquel cuerpo, solo para darse cuenta de que conforme lo revisaba, el temor iba cediendo y le parecía lo más normal del mundo tener que estar ahí, sacando todo cuanto encontraba de aquellas ropas.
No me malinterpretes, ya no vas a necesitar nada de esto – dijo Emma al cuerpo aquel, comenzando realmente a tomar el lado divertido y al asunto. Era mucho mejor que las cosas se las llevaran ellos que cualquier otra persona que pasara cerca y decidiera aprovechar que había un muerto ahí.

Durante el tiempo que estuvo centrada en revisar aquel cadáver, era capaz de escuchar ligeros pasos a su espalda, provenientes de donde suponía que estaba el vampiro aquel. Incluso presto atención al andar de caballo que se acercaba, la carcajada del hombre y algunos otros detalles, pero él no le dijo nada más. Había ordenado aquello y al parecer estaba esperando porque ella terminase; le daba curiosidad saber que harían después de que las cosas valiosas dejaran aquel cuerpo.
Está hecho, Monsieur – le sonrió y le mostró todo aquello que había sido capaz de conseguir de aquel hombre – la sonrisa continuo en su rostro y asintió suavemente – sé lo que la palabra esclava significa y sé que si deseo vivir no se debe molestar al amo – agacharía su mirada ante él, le daría todo cuanto quisiera siempre que ella estuviese segura y pudiera pasar un día más en aquella tierra que tenia a la persona que más quería, su prima. Igual aquellas amenazas sonaban frías y al igual que ella no dudo un segundo en responder con “esclavitud” él tampoco dudaría en responder con muerte para ella si es que algo salía fuera de lo esperado.

Un beso mucho más salvaje le fue dado a sus labios y un jadeo salió de sus labios a los ajenos. Estaba por más decir que esa clase de actitudes le despertaban mayor curiosidad a ella, después de todo, no se necesitaba mucho para que los instintos más bajos de Emma se despertaran y aquel vampiro lo descubriría pronto, si es que no se había dado cuenta ya de la manera en la que ella cedía tan fácil ante su tacto o sus besos.
Ya que se vio a si misma sobre el caballo fue que se atrevió a preguntar algo al vampiro, buscando que con sus palabras no terminara por ofenderle.
¿A dónde es que nos dirigimos? Si es que puedo saberlo – su voz fue suave y calma, buscaba molestarle lo menos posible.
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Mensaje por Rashâd Al–Farāhídi Jue Abr 24, 2014 12:54 am


“... no todos los conocimientos significaban lo mismo para él, ni apreciaba cualquier actividad intelectual. Tenía preferencia por un cierto tipo de pensamiento, desdeñando y detestando los otros...”

Herman Hesse. Dentro y fuera.


Durante unos segundos, todo fue silencio entre ellos, virtud que Rashâd apreciaba como ninguna otra en sus mujeres. Por supuesto, se había equivocado al pensar que una chica como Emma, dispuesta a todo para lograr mayor posición social, sería tan delicada y sumisa como para guardar silencio durante toda la velada.

¿A dónde es que nos dirigimos? Si es que puedo saberlo. – tenía una voz suave y agradable; de seguro sería una voz mucho más bonita si ella se permitiera ser honesta y simple.

Pero su falsedad era justamente lo que atraía a Rashâd; él no buscaba compromisos, no quería una igual. Él quería un juguete, que pensara y sintiera obviamente... incluso estaba dispuesto a dejarle ganar algunas contiendas, pero, al final, cuando se cansara, quería poder deshacerse de la chica sin mayores culpas.

Sumido en sus pensamientos, imaginando la cara de Ian cuando viera a la mujer, se dio maña para retrasar la respuesta. Podría no haberle dicho nada, podría haberla regañado por su atrevimiento... Pero si iba a jugar con ella, debía estimularla a sentirse fuerte, a tener las agallas de enfrentarlo, a darle esperanzas de una vida eterna (aunque nunca fueran más que ilusiones); había aprendido el inmortal que nada embellece más a los humanos que la esperanza de un futuro promisorio y él estaba seguro de que la chica, venida desde lo más pobre de París, apostaría sin lugar a dudas a la inmortalidad como un generoso vuelco en su vida. De paso, eso haría enfurecer a su amado sufí. Jugaría con ambos, y de ese modo él sería el único ganador. Por eso fue que le dijo la verdad, porque para recibir, a veces, primero había que dar.

No muy lejos, habibe. Es un pequeño piso que alquilo cerca de aquí para no atraer sobre mi persona miradas que no deseo tolerar. Sabréis que la Iglesia cristiana tiene un dudoso interés en la gente de mi clase. Por mi parte, no pretendo inmolarme en los altares pontificios. Más adelante, quizás, conforme demostréis lealtad, tal vez os merezcáis conocer mi verdadero hogar. – le explicó sucintamente; nada dijo acerca de Ian y los torcidos planes que tenía sobre su mejor amigo y ella. Tampoco menciono a Mer, la persona por quien Emma parecía tener una particular debilidad. Eran piezas que aún no pondría en su tablero.

A los pocos minutos el magnífico corcel detenía su marcha; si bien todavía estaban inmersos en los intrincados callejones de París, aquella zona del populacho estaba mucho mejor cuidada que el sector que dejaban atrás. Probablemente era así porque sus habitantes eran gentes de mejor clase social que habían tenido la terrible desgracia de perderlo todo en apuestas, malos negocios y robos. Eran personas que, a fuerza de costumbre y rechazo de sus viejos camaradas, debieron aceptar su nueva condición, pero jamás se mezclaron con la alimaña parisina; serían pobres y muertos de hambre, pero nunca serían las ratas de las cloacas en París; eso quedaba para otros más miserables que ellos. Un lugar así, miserable, pero con aires de dignidad, había sido la coartada perfecta para el muerto en vida; como todos allí, buscaba no ser reconocido, así que nadie lo miraba mucho, ni le preguntaba mucho.

Bajaron del corcel con suma elegancia, luego de lo cual, Rashâd le dio un firme golpe en los cuartos traseros para enviarlo sin demora a casa. Cuando Emma se hubo acomodado la ropa, le cogió la mano y la guió al interior de improvisado conventillo; el lugar no era más que los vestigios de una enorme construcción cuyas habitaciones habían sido divididas para convertirse en improvisadas casas, que era a lo que podían aspirar los pobres de la ciudad. Rashâd, claramente, no era uno de esos desdichados, pero lo gustaba lo sórdido, lo rancio de tener un cuartucho en donde nadie vendría a perseguirlo; sus enemigos sabían que era increíblemente adinerado y se habían acostumbrado a una equívoca imagen de él, suponiendo que no toleraría el roce con clases inferiores. A veces, tales rumores le provocaban sinceros ataques de risa; por eso era que sus enemigos nunca iban a capturarlo; simplemente no sabían nada acerca de sus verdaderos gustos e inclinaciones.

Con una gentileza inusitada, introdujo a la joven en el cuarto de su propiedad; era, como él había dicho, un piso sencillo, ubicado en la segunda planta del edificio, sin ventanas al exterior; constaba el lugar de dos pequeñas habitaciones, una de ellas el baño, en el cual Rashâd había puesto especial y sospechoso esmero; la otra, una especie de cuarto–comedor, ya que una sencilla pero cómoda cama se ubicaba al lado de un rústico comedor de madera. El piso estaba decorado en tonos obscuros y gruesos tapices cubrían las paredes. Desde fuera, nadie dirían que ese cuarto era diferente a los otros; pero habría bastado entrar en él para descubrir la verdadera identidad del musulmán. Y esa era exactamente la conclusión a la que había llegado Emma, que apenas podía contenerse de abrir la boca en señal de genuina sorpresa.

De más está deciros, ghzala, que perderíais el tiempo y la vida tratando de denunciarme a esos inútiles Inquisidores. Todos aquellos que lo han intentado, yacen bajo tierra, imagino yo que descansando en eterna paz. No creáis que soy un novicio. Cargo sobre mis hombros más siglos de los que vos jamás podréis vivir. Aclarado esto... – hizo una pausa dramática para envolverla en un delicado abrazo – pasaremos a lo que realmente vinimos. – susurró, mientras le devoraba los sensuales labios en un codicioso beso.

El juego duró unos instantes apenas, pues no le dio tiempo a ella de tomar iniciativa alguna, sino que, con una gentileza pavorosa, la recostó sobre el humilde lecho, para luego hincarse a su lado. Le acarició el rostro y le dibujó un pecho, pero no hizo nada más que mirarla y respetar su cuerpo (al menos por el momento). Luego, y para sorpresa y temor de la mujer, se autoinfirió una herida en el antebrazo izquierdo desde donde manó sangre profusamente; sin mayores explicaciones, acercó el brazo herido a la chica y la instó a beber. Le agradó descubrir que no era ninguna cobarde y que incluso pareció disfrutar de singular licor. Cuando ya le pareció suficiente, alejó el preciado líquido de los labios de ella. Luego se acomodó a los pies de la cama, para reponerse de la repentina y momentánea debilidad. La miró fijamente, tratando de comprenderla.

Decidme, habibe... ¿Por qué accedéis a poner vuestra vida en peligro con tanta facilidad? ¿No creéis que jugáis con demasiada confianza en una partida que nunca ganaréis?

Le gustaba la turbiedad de Emma y, quizás sólo por ello, era que una pequeña parte de él creía que debía dejarla ir... Pero ambos, humana y vampiro ya eran presas mutuas de esa terrible atracción física que acababan de sellar con sangre inmortal y ninguno de los dos podría romperla fácilmente. Para suerte de ambos, menos mal que existía el celoso sufí.


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