Bambi Grøelschkøj

Bregje Bambi Grøelschkøj

Les contaré una historia...

Hija prodigio del duque danés, multimillonario, y una danesa, igualmente, multimillonaria heredera de una desbordante fortuna. El apellido Grøelschkøj en Dinamarca significa dinero y negocios. Por siglos los Grøelschkøj han sido la mayor familia de negocios del país nórdico, no sólo como negociantes e inversionistas interiores sino también como grandes mercaderes a nivel mundial. El imperio Grøelschkøj es un imperio de poder y riquezas, expandiéndose rápidamente por Europa.
Con eso se resume que la vida de Bregje, nacida entre tantos lujos y riquezas, no tendría malos momentos. Aquí no hay una historia triste, las historias tristes quedan para las personas que alguna vez conocieron, conocen, o conocerán a Bregje, quien no los dejará en paz hasta que hagan bien su trabajo. Esclavista desalmada, odiosa y antipática ¿Quién puede soportarla? Nadie, absolutamente nadie. Pero el dinero mueve montañas y Bregje sabe muy bien que todos aquellos simios que le rodean bailarán por un poco de dinero y eso le basta para sentirse satisfecha. No necesita amigos, necesita someter a otros y que sean sus esclavos personales bajo un nombre más bien aceptado por la sociedad; trabajadores. Trata de estúpidos o inútiles al 90% de las personas que conoce, el otro diez por ciento puede ganarse su simpatía si son personas aptas para ello.
Desde que era una niña, hija única, lo tuvo todo cuanto quiso. La educaron con los mejores profesores de Dinamarca, le daban las muñecas más adorables del país, le compraron los mejores vestidos y ordenaban que le hicieran los mejores bucles de Dinamarca sólo para demostrarle a la princesa que Bregje era tanto igual o más que ella. Era la niña consentida de papá.
Todo parecía ir perfecto, pero tenía que ir aún más perfecto. Su rígido, exitoso y respetado padre la inscribió en la academia de señoritas, un establecimiento católico y sumamente religioso cuyas clases eran impartidas por las más expertas y disciplinadas monjas. El plan de Grøelschkøj padre era darle tanto brillo al diamente que significaba su hija para poder atraer a un adinerado noble que pidiera la mano de Bregje. ¿Pero Bregje se quedaría de brazos cruzados a que llegara el hombre de su vida? ¿Su príncipe azul? ¡Por supuesto que no! ¡Ella debía elegir, probar y rechazar a quien se le diera la gana! Odiaba el internado y todas sus reglas asfixiantes. De todos modos, que aborreciera el internado no significaba que sufriera dentro de él. Era la chica que tenía el dominio, tenía su grupo de amigas tan divas como ella, el resto eran humilladas y victimas de sus bromas pesadas. Tanta restricción en la academia le saturaba, por eso cada vez que tenía oportunidad de fugarse lo hacía. Aquellas veces merodeaba por la ciudad, coqueta y sin vergüenza, seduciendo a los jóvenes daneses y extranjeros.
Bregje no era dulce ni enamoradiza, no creía en esos cuentos de hadas y princesitas que terminaban felizmente casadas con su príncipe. Ella mandaba, ella exigía, ella despreciaba tal cual como lo hacen los hombres con las mujeres. Jamás mezcló sentimientos ni ataduras, sólo touch and go. A su mayoría ideal llegó el candidato que su padre siempre cotizó; un adinerado, comerciante y noble duque italiano quien encantado con una primera vista dada a Bregje no esperó más en pedir su mano. Aquel duque italiano se le hizo atractivo a Bregje, pero también el hermano de éste era igualmente apuesto. ¿A cuál de los dos elegir? Ella prefirió probar a los dos y luego desechó a ambos por absurdos. Ofendidos, los hermanos italianos le reclamaron al padre de ¨Bambi¨ y éste, considerando que ¨de tal palo a tal astilla¨prefirió hacer oídos sordos a los reclamos de ellos dos. Pero la madre de Bregje no era una bandida amante de los cuerpos y el calor corporal como lo era su esposo y su hija, ella puso el grito en el cielo y amenazó a Bregje con internarla para siempre en un convento. Por supuesto, tanto padre e hija se rieron de lo exagerada que era la mujer. Histérica como era, la madre de Bambi no dejo de fastidiar a su marido por la conducta despreciable de su hija ¨Si fuera hombre, no te reclamaría nada¨
Grøelschkøj, cansado de lo quejica que era su mujer, planeó y acordó con Bregje, su ejemplo e imagen, lo siguiente: La mandaría a Francia a que se hiciera cargo de todo el conglomerado de negocios de los que él era dueño y más valía que lo hiciera a la perfección. Por supuesto, la joven aceptó con aquella sonrisa burlona y pedante que le caracterizaba.
Sintiendo la presión abrumadora de la reputación de su padre ella viajó a Francia a tomar las riendas de los negocios de su familia. Allí, como era de esperar, les hace la vida a cuadritos e imposible a todos los trabajadores que le resulten inútiles. Si es necesario, les daría de latigazos para que apresuraran el ritmo. Además, es Gerente de RRPP y RRHH en el banco francés lo que supone que le significará más renombre en el país de la libertad y la revolución.