AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Reunión Secreta - BSTE -[Scott White]
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Reunión Secreta - BSTE -[Scott White]
Nottingham, Inglaterra, 1805
Se retrepó en el asiento del coche que la trasladaba desde la ciudad de Londres hasta Notthingham, donde debía encontrarse con un oficial del Foreign Office y entregarle documentos importantes. Acarició una pequeña maleta de cuero, - el primer movimiento de un interesante juego – sonrió satisfecha al pensar que si todo salía como ella esperaba, en poco tiempo su deseo de ver en la ruina a su odiada familia se haría realidad. Suspiró, contemplando por la ventanilla del vehículo como el camino se adentraba por un bosque bastante obscuro, arces, pinos y otras variedades de plantas arbóreas que Inés había descubierto a su llegada a Europa, la entretuvieron para soportar la distancia que aún la distanciaba de su destino.
La tarde apenas comenzaba cuando llegó a hospedarse en uno de los hoteles mas importantes de la ciudad – bueno, supuestamente – pensó arrugando graciosamente su nariz, ya que el edificio aunque de muy buena calidad, no se podía comparar con los de París. Los minutos que le llevó hacer los papeles para alojarse y poder, por fin, tomar un baño largo y caliente, le parecieron eternos. La espalda le dolía, se sentía casi exhausta y solo podría descansar unas pocas hora, antes de concurrir a la reunión en la que conocería al oficial británico, con el que debía concordar los pasos a seguir para entregar los documentos sobre el virreinato del Rio de la Plata.
Una doncella de cabellos oscuros como los suyos y piel trigueña, la acompañó hasta sus habitaciones. Era la encargada de reparar todo lo necesario para que, ella se encontrara a gusto. Inés la observó de pies a cabeza, - en verdad es algo extraño, la mayoría de las mujeres que he visto por aquí son rubias, desabridas, unas típicas melones de invierno... desabridas y poco agraciadas – pensó mientras resoplaba suavemente. Intentó encontrar alguna señal que le dijeran, si podría hablar con esa mujer en otro idioma que no fuera el ingles y de esa forma comunicarse sabiendo que la mayoría de los que la rodearan no sabrían sobre lo que hablaran.
Cuando la mujer giró hacia ella, rápidamente se hizo la que buscara algo importante en su bolso. Extrajo unas monedas, extendiendo su mano para ofrecerle una propina. Tomó ese momento para preguntarle en francés si le podía conseguir un coche de alquiler para dirigirse a una reunión. La doncella la miró extrañada, sin poder comprender lo que le estaba preguntando. Inés volvió a preguntar, ésta vez en italiano, pero la reacción casi la misma, tal vez algo menos extrañada, aunque se notaba que no comprendía lo que le intentaba decir. La cordobesa, que no se caracterizaba por ser paciente, se quejó en su lengua natal, - por favor como puede ser que no pueda entenderme con ésta mujer, si parece que hablara en quechua – concluyo, mirándola con expresión de disgusto y los brazos cruzados a la altura de la cintura.
La mujer, la contempló con los ojos totalmente abiertos por la sorpresa, luego se sonrió y al instante de echó a reír, Inés no entendía nada, solo intentaba encontrar una razón a la reacción que la sirvienta tenía. - ¿que es lo que le parece gracioso? – se dijo. Se afirmó en la pared, aún con los brazos cruzados - oye que no es un chiste, y menos un halago lo que te he dicho – se exasperó. La mujer siguió riendo hasta que logró serenarse, tomándose del vientre por la risa que le había causado la situación. Aquella extraña mujer, inspiró tomando todo el aire que pudo y le contestó – no, señorita. No fue mi intención reírme de usted, es que si desde el principio me hubiera hablado en castellano la hubiera entendido – luego se acercó más a Inés, - si me permite, creo que somos compatriotas, ¿es usted acaso de Córdoba de la Nueva Andalucía? - le dijo en voz baja, como si no deseara que las paredes la oyeran. La joven asintió aún conmocionada. - Pues yo también, solo que prefiero éste yugo, al impuesto por un virrey ,que no entiende al pueblo que debe gobernar – concluyó, con los ojos fijos en la huésped.
Inés, no podía creer lo que escuchaban sus oídos. Hasta que comprendió que no era tan extraño, - ¿acaso el grupo de revolucionarios, no había hecho las reservas en éste lugar? - caviló, mientras en su boca surgía una suave sonrisa. Extendió su mano mientras se presentaba - Soy Inés Tejeda y Luna, cordobesa, y como dijisteis, compatriota vuestra -. La mujer palideció, aunque extendió su mano también, - el mio es Laura Indarte... usted... es la sobrina de... - su mano tembló en el aire, Inés la estrecho y sacudió suavemente, - la familia no se elije, al igual que el amor por la tierra – su sonrisa se había expandido hasta mostrar sus perfectos dientes, - vamos no se quedes así, creo que podríamos llegar a ser excelentes aliadas, ¿no le parece?, pues como dijisteis, tenemos la misma meta -. La había dejado en mitad del dormitorio aún shockeada, intentando encontrar una razón, para que la sobrina de un virrey estara de acuerdo y colaborando con los que intentaban derrocar a su familia del poder.
Tras mucho hablar e intentar explicar el porqué de su decisión, en estar de ese lado de la lucha, Inés, por fin se pudo dar un merecido baño y dormir algunas horas. Luego Laura, concurrió nuevamente a la habitación para ayudarle a vestirse. Poco mas de media hora después, se encontraba rumbo a la reunión. Aún no sabía ni cuantos serían los invitados, ni como era el lugar donde se realizaría dicha cena, solo tenía claro la dirección que había repetido al cochero y que debía esperar al misterioso oficial del Foreign Office, quien tendría que darse a conocer repitiendo un salvoconducto - el Azul del cielo, donde vuelan palomas – susurró, recordando el significado de la logia independentista a la que de alguna forma estaba unida, aunque por su condición de mujer, no podía ser miembro de número, pero sí ayudar en las misiones y estrategias, - azul es el alma pura, como blanca la inocencia del pueblo americano -.
Se retrepó en el asiento del coche que la trasladaba desde la ciudad de Londres hasta Notthingham, donde debía encontrarse con un oficial del Foreign Office y entregarle documentos importantes. Acarició una pequeña maleta de cuero, - el primer movimiento de un interesante juego – sonrió satisfecha al pensar que si todo salía como ella esperaba, en poco tiempo su deseo de ver en la ruina a su odiada familia se haría realidad. Suspiró, contemplando por la ventanilla del vehículo como el camino se adentraba por un bosque bastante obscuro, arces, pinos y otras variedades de plantas arbóreas que Inés había descubierto a su llegada a Europa, la entretuvieron para soportar la distancia que aún la distanciaba de su destino.
La tarde apenas comenzaba cuando llegó a hospedarse en uno de los hoteles mas importantes de la ciudad – bueno, supuestamente – pensó arrugando graciosamente su nariz, ya que el edificio aunque de muy buena calidad, no se podía comparar con los de París. Los minutos que le llevó hacer los papeles para alojarse y poder, por fin, tomar un baño largo y caliente, le parecieron eternos. La espalda le dolía, se sentía casi exhausta y solo podría descansar unas pocas hora, antes de concurrir a la reunión en la que conocería al oficial británico, con el que debía concordar los pasos a seguir para entregar los documentos sobre el virreinato del Rio de la Plata.
Una doncella de cabellos oscuros como los suyos y piel trigueña, la acompañó hasta sus habitaciones. Era la encargada de reparar todo lo necesario para que, ella se encontrara a gusto. Inés la observó de pies a cabeza, - en verdad es algo extraño, la mayoría de las mujeres que he visto por aquí son rubias, desabridas, unas típicas melones de invierno... desabridas y poco agraciadas – pensó mientras resoplaba suavemente. Intentó encontrar alguna señal que le dijeran, si podría hablar con esa mujer en otro idioma que no fuera el ingles y de esa forma comunicarse sabiendo que la mayoría de los que la rodearan no sabrían sobre lo que hablaran.
Cuando la mujer giró hacia ella, rápidamente se hizo la que buscara algo importante en su bolso. Extrajo unas monedas, extendiendo su mano para ofrecerle una propina. Tomó ese momento para preguntarle en francés si le podía conseguir un coche de alquiler para dirigirse a una reunión. La doncella la miró extrañada, sin poder comprender lo que le estaba preguntando. Inés volvió a preguntar, ésta vez en italiano, pero la reacción casi la misma, tal vez algo menos extrañada, aunque se notaba que no comprendía lo que le intentaba decir. La cordobesa, que no se caracterizaba por ser paciente, se quejó en su lengua natal, - por favor como puede ser que no pueda entenderme con ésta mujer, si parece que hablara en quechua – concluyo, mirándola con expresión de disgusto y los brazos cruzados a la altura de la cintura.
La mujer, la contempló con los ojos totalmente abiertos por la sorpresa, luego se sonrió y al instante de echó a reír, Inés no entendía nada, solo intentaba encontrar una razón a la reacción que la sirvienta tenía. - ¿que es lo que le parece gracioso? – se dijo. Se afirmó en la pared, aún con los brazos cruzados - oye que no es un chiste, y menos un halago lo que te he dicho – se exasperó. La mujer siguió riendo hasta que logró serenarse, tomándose del vientre por la risa que le había causado la situación. Aquella extraña mujer, inspiró tomando todo el aire que pudo y le contestó – no, señorita. No fue mi intención reírme de usted, es que si desde el principio me hubiera hablado en castellano la hubiera entendido – luego se acercó más a Inés, - si me permite, creo que somos compatriotas, ¿es usted acaso de Córdoba de la Nueva Andalucía? - le dijo en voz baja, como si no deseara que las paredes la oyeran. La joven asintió aún conmocionada. - Pues yo también, solo que prefiero éste yugo, al impuesto por un virrey ,que no entiende al pueblo que debe gobernar – concluyó, con los ojos fijos en la huésped.
Inés, no podía creer lo que escuchaban sus oídos. Hasta que comprendió que no era tan extraño, - ¿acaso el grupo de revolucionarios, no había hecho las reservas en éste lugar? - caviló, mientras en su boca surgía una suave sonrisa. Extendió su mano mientras se presentaba - Soy Inés Tejeda y Luna, cordobesa, y como dijisteis, compatriota vuestra -. La mujer palideció, aunque extendió su mano también, - el mio es Laura Indarte... usted... es la sobrina de... - su mano tembló en el aire, Inés la estrecho y sacudió suavemente, - la familia no se elije, al igual que el amor por la tierra – su sonrisa se había expandido hasta mostrar sus perfectos dientes, - vamos no se quedes así, creo que podríamos llegar a ser excelentes aliadas, ¿no le parece?, pues como dijisteis, tenemos la misma meta -. La había dejado en mitad del dormitorio aún shockeada, intentando encontrar una razón, para que la sobrina de un virrey estara de acuerdo y colaborando con los que intentaban derrocar a su familia del poder.
Tras mucho hablar e intentar explicar el porqué de su decisión, en estar de ese lado de la lucha, Inés, por fin se pudo dar un merecido baño y dormir algunas horas. Luego Laura, concurrió nuevamente a la habitación para ayudarle a vestirse. Poco mas de media hora después, se encontraba rumbo a la reunión. Aún no sabía ni cuantos serían los invitados, ni como era el lugar donde se realizaría dicha cena, solo tenía claro la dirección que había repetido al cochero y que debía esperar al misterioso oficial del Foreign Office, quien tendría que darse a conocer repitiendo un salvoconducto - el Azul del cielo, donde vuelan palomas – susurró, recordando el significado de la logia independentista a la que de alguna forma estaba unida, aunque por su condición de mujer, no podía ser miembro de número, pero sí ayudar en las misiones y estrategias, - azul es el alma pura, como blanca la inocencia del pueblo americano -.
Última edición por Ines Tejeda y Luna el Mar Mayo 20, 2014 9:29 pm, editado 1 vez
Keera Lee- Humano Clase Alta
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Re: Reunión Secreta - BSTE -[Scott White]
El carruaje iba a un ritmo moderado, dentro, Scott tirando su peso sobre un bastón negro con un cisne del mismo color, esperaba llegar al punto de reunión. Mantenía un semblante serio, calculador. Recordaba los sucesos de la mañana, el paseo por el parque con Viviana, las maravillosas expresiones de su hermosa ahijada y que sin embargo, contemplaba con recelo siempre que ella le daba la espalda. Y a pesar de ello, Scott sabía perfectamente que la amaba, no importaba que ella pudiera ser la causante de la destrucción de los Nottinghams y Yorkshires.
Era por eso que estaba haciendo ese viaje, ese era el motivo por el cual no tomaba el camino más fácil matándola, no, la despojaría de todo su poder económico y social, y luego, cuando los Nottinghams dominara por sobre las otras casas la adoptaría. Esos eran sus planes y Chelsea estaba de acuerdo.
En ningún momento dejó de contemplar el asiento vacío y que pronto, sería ocupado por su compañera, por la mujer que sería su principal contacto con el Virreinato de Río de Plata. Scott sabía lo suficiente para saber como abordarla. Sabía del escándalo por haberse involucrado sentimentalmente con un nativo, lo sabía porque se habló de ello mucho cuando los barcos de los Nottinghams tocaron aquel puerto proveedor de exquisitas especies y minerales. Y aunque muchos podrían sentir repugnancia por ella al pertenecer a una familia acomodada y relacionarse con un nativo, para Scott no le interesaba en lo más mínimo. Para él, el verdadero valor residía en la sed de venganza que el corazón de la damisela almacenaba, esa venganza que la empujaba a la idea de asesinar al Virrey.
Río de Plata era un espléndido lugar comercial que estaba abierto para España, Portugal, Francia e Inglaterra; pero Scott era ambicioso y comprendía que su contacto podría tener la capacidad de ceder a los Cisnes Negros la principal ruta y quizás, si lo conseguía, manipularla para conseguir el control absoluto de las aguas del virreinato. Ambición, todo giraba en torno a la ambición y el ego sobre los Londinenses. Fue así que tras un recorrido de 2 horas, Scott legó finalmente al restaurante, bajó y caminó vestido de levita negra y el bastón recogido en su brazo derecho. Al entrar barrió el lugar, era un lugar elegante, para nada clandestino. Se ubicaba en la calle principal de Nottingham y predeciblemente era el lugar en el que los Nottinghams hacían sus convenios.
La encontró sentada sola, en un lugar reservado, reserva que él había hecho en nombre de un Oficial que sería el mediador, oficial que sugirió a Scott ir personalmente, que Chelsea también consideró era lo mejor. Ay, Chelsea, su hermana gemela y que a diferencia de él mostraba indiferencia al nombre de la cordobesa y futura aliada, según ella, entre menos tratarla sería mejor para no estropear los planes de su hermano.
Scott caminó hasta ella, la rodeó dejando que lo observara, que lo analizara y lo estudiara justo como lo hizo él. La melena negra como el azabache, los ojos conquistadores y los labios provocativos resaltaron su belleza, Scott le sonrió en un saludo y se detuvo frente a ella, justo a un costado de la silla victoriana. —¡Ah, el azul del cielo, donde vuelan palomas!— dijo con una reverencia, jaló la silla y antes de sentarse le volvió a hablar. —Azul es el alma pura mi señora, como blanca la inocencia del pueblo americano, con estás palabras le solicito permiso para tomar asiento— le estiró la mano con una sonrisa, esperó a que ella estirara la suya y después besó con educación la contra palma femenina, luego, se sentó manteniendo la expresión alegre de su rostro.
—Mi nombre es Scott mi señora, no soy el Oficial al que espera, pero si soy la verdadera razón por la que usted se encuentra en este lugar. Yo soy el verdadero contacto— sus facciones se volvieron serias, no importaba mucho las presentaciones, primero había que aclarar la situación, eso era lo importante. —Mi señora Tejeda y Luna, espero que disfrute su hospedaje y que en su viaje no haya habido complicaciones, disculpe también que quiera introducirme inmediatamente a la situación que nos atañe, ya que, soy un hombre que evita los rodeos. Desprecio a las personas que no son claras, que dan vueltas a la situación y sobre todo, aburren a las hermosas damas con discursos que nada tienen que ver con la situación en la que se encuentren— volvió a sonreír y levantó la mano para que les trajeran Champagne.
El sommelier se les acercó, colocó las copas y presentó la botella que él siempre pedía. —Espero no tenga ningún inconveniente en que le sirvan una copa de champagne— le sonrió y con un gesto de la mano dio permiso a que el sommelier sirviera, primero a ella y luego a él, después se retiró. —Antes de empezar mi señora... quisiera saber, ¿qué se le ha dicho sobre el encuentro de esta noche?— le dedicó una sonrisa, alzó la copa dedicándosela y dio un pequeño sorbo para volverla a depositar en la mesa esperando la respuesta de la hermosa latina.
Era por eso que estaba haciendo ese viaje, ese era el motivo por el cual no tomaba el camino más fácil matándola, no, la despojaría de todo su poder económico y social, y luego, cuando los Nottinghams dominara por sobre las otras casas la adoptaría. Esos eran sus planes y Chelsea estaba de acuerdo.
En ningún momento dejó de contemplar el asiento vacío y que pronto, sería ocupado por su compañera, por la mujer que sería su principal contacto con el Virreinato de Río de Plata. Scott sabía lo suficiente para saber como abordarla. Sabía del escándalo por haberse involucrado sentimentalmente con un nativo, lo sabía porque se habló de ello mucho cuando los barcos de los Nottinghams tocaron aquel puerto proveedor de exquisitas especies y minerales. Y aunque muchos podrían sentir repugnancia por ella al pertenecer a una familia acomodada y relacionarse con un nativo, para Scott no le interesaba en lo más mínimo. Para él, el verdadero valor residía en la sed de venganza que el corazón de la damisela almacenaba, esa venganza que la empujaba a la idea de asesinar al Virrey.
Río de Plata era un espléndido lugar comercial que estaba abierto para España, Portugal, Francia e Inglaterra; pero Scott era ambicioso y comprendía que su contacto podría tener la capacidad de ceder a los Cisnes Negros la principal ruta y quizás, si lo conseguía, manipularla para conseguir el control absoluto de las aguas del virreinato. Ambición, todo giraba en torno a la ambición y el ego sobre los Londinenses. Fue así que tras un recorrido de 2 horas, Scott legó finalmente al restaurante, bajó y caminó vestido de levita negra y el bastón recogido en su brazo derecho. Al entrar barrió el lugar, era un lugar elegante, para nada clandestino. Se ubicaba en la calle principal de Nottingham y predeciblemente era el lugar en el que los Nottinghams hacían sus convenios.
La encontró sentada sola, en un lugar reservado, reserva que él había hecho en nombre de un Oficial que sería el mediador, oficial que sugirió a Scott ir personalmente, que Chelsea también consideró era lo mejor. Ay, Chelsea, su hermana gemela y que a diferencia de él mostraba indiferencia al nombre de la cordobesa y futura aliada, según ella, entre menos tratarla sería mejor para no estropear los planes de su hermano.
Scott caminó hasta ella, la rodeó dejando que lo observara, que lo analizara y lo estudiara justo como lo hizo él. La melena negra como el azabache, los ojos conquistadores y los labios provocativos resaltaron su belleza, Scott le sonrió en un saludo y se detuvo frente a ella, justo a un costado de la silla victoriana. —¡Ah, el azul del cielo, donde vuelan palomas!— dijo con una reverencia, jaló la silla y antes de sentarse le volvió a hablar. —Azul es el alma pura mi señora, como blanca la inocencia del pueblo americano, con estás palabras le solicito permiso para tomar asiento— le estiró la mano con una sonrisa, esperó a que ella estirara la suya y después besó con educación la contra palma femenina, luego, se sentó manteniendo la expresión alegre de su rostro.
—Mi nombre es Scott mi señora, no soy el Oficial al que espera, pero si soy la verdadera razón por la que usted se encuentra en este lugar. Yo soy el verdadero contacto— sus facciones se volvieron serias, no importaba mucho las presentaciones, primero había que aclarar la situación, eso era lo importante. —Mi señora Tejeda y Luna, espero que disfrute su hospedaje y que en su viaje no haya habido complicaciones, disculpe también que quiera introducirme inmediatamente a la situación que nos atañe, ya que, soy un hombre que evita los rodeos. Desprecio a las personas que no son claras, que dan vueltas a la situación y sobre todo, aburren a las hermosas damas con discursos que nada tienen que ver con la situación en la que se encuentren— volvió a sonreír y levantó la mano para que les trajeran Champagne.
El sommelier se les acercó, colocó las copas y presentó la botella que él siempre pedía. —Espero no tenga ningún inconveniente en que le sirvan una copa de champagne— le sonrió y con un gesto de la mano dio permiso a que el sommelier sirviera, primero a ella y luego a él, después se retiró. —Antes de empezar mi señora... quisiera saber, ¿qué se le ha dicho sobre el encuentro de esta noche?— le dedicó una sonrisa, alzó la copa dedicándosela y dio un pequeño sorbo para volverla a depositar en la mesa esperando la respuesta de la hermosa latina.
Última edición por Scott White el Mar Mayo 27, 2014 12:05 am, editado 2 veces
Re: Reunión Secreta - BSTE -[Scott White]
No tubo que esperar mucho a que llegara su contacto, apenas transcurridos un poco más de cinco minutos, la puerta principal fue abierta por el metré. Un distinguido caballero hizo su entrada, por su elegancia y parsimonia, era evidente que se trataba de un hombre quien estaba acostumbrado a ser servido y a ser el centro de todas las miradas. Inés tuvo que morderse la cara interna del labio para no reírse al observar las maneras de moverse y mirar a los demás como si el que hubiera entrado fuera el mismísimo rey de Inglaterra. Le costó muchísimo no esbozar una sonrisa traviesa, quedando en evidencia ante los demás comensales que se encontraban en las diferentes mesas, a pesar de que se encontraba en una especialmente apartada. Continuó observando a aquél individuo, no se trataba de un simple comerciante de clase alta, tal vez devenido en empresario o terrateniente solo por un negocio obscuro, ella pudo deducir que se trataba de un acaudalado miembro de una de las más importantes fortunas de Inglaterra, sino también de Europa. Inés caviló que por supuesto, se trataba de un hombre atractivo, solo que si la intención del caballero era pasar inadvertido, aquello sería imposible, - como ocultar un cisne negro en la nieve – dijo casi en un susurro al observar el bastón que llevaba en la mano.
Su mirada se centró en aquel objeto, una hermosa pieza de exquisita manufactura, no solo fue por eso que le llamara la atención, sino el pomo, que tenía el diseño delicado de un cisne negro. Se preguntó cual sería el material de aquella pieza suntuaria, - ébano – llegó a la conclusión, eso le dio prontamente la clave de quien era aquel caballero, dueño de tan particular objeto. Pero prefirió callar y pretender no saber de quien se trataba, aunque aquello fuera en extremo difícil ya que por la forma de vestir y de comportarse, el caballero pretendía ser reconocido en los mínimos detalles. Observó con disimulo las demás mesas, esperando encontrar a la dama que seguramente sería la conquista de un dandy como él. Grande fue su sorpresa cuando aquel caballero se acercó a ella y con modos algo exagerados le dio la contraseña que solo el emisario repetiría. No puedo ocultar una mirada de reprobación ya que se suponía era algo que en verdad debería haber expresado en voz casi inaudible o por medio de nota, pero como toda una dama asintió con gracia y cortesía, - de espía, usted sabe tanto como de plantas curativas existen en el campo – caviló cuando extendió su mano para saludar y permitir que ocupara el asiento.
Inés escuchó cada una de las frases que aquel expresó, - así que tu eres Scott - afirmó mentalmente mientras no quitaba su mirada de los orbes ajenos. realizaba un minucioso análisis de toda la información que le estaba brindando, sopesando cuales serían las acciones mas seguras a seguir y cuales serían las palabras que debería omitir. La mirada de la Cordobesa se endureció por un segundo, - ¿en verdad piensa que no sé quien estaba detrás del contacto? - pero aquella expresión fue rápidamente ocultada tras una máscara de sonrisas y coqueteo.
Esperó que el sommelier se retirara para luego brindar por la reunión. Inspiró suavemente antes de contestar a todas las preguntas que el caballero había expresado. Acarició con uno de sus dedos el tallo de la copa, intentando encontrar las palabras adecuadas. - Pues el viaje fue... agradable, al igual que el hospedaje... le agradezco tanto esfuerzo por mi comodidad... – dijo con voz suave, manteniendo su mirada en la copa, para luego volver a dirigirla directo a los ojos de Scott, - en verdad, prefiero que seamos lo más directos y preciso... como usted entenderá... ésta reunión... no solo puede afectar nuestras vidas... sino a un numero de personas que dependen de las decisiones tomadas ésta noche – no había viajado para terminar coqueteando con un caballero que aunque le podía parecer atractivo, era totalmente real que en ese mismo instante se estaba poniendo en juego la vida de todos los conspiradores que buscaban una rebelión contra el Virrey. Sus ojos se volvieron algo fríos, distantes, calculadores – se suponía que me encontraría con la persona a quien debía entregar ciertos documentos, que supongo serán de supremo interés... en especial por las vías marítimas comerciales y militares... a cambio... pretendemos el total apoyo económico y estratégico a la causa del pueblo americano... claro... ese no es el único beneficio que usted puede obtener – sus ojos brillaron y su sonrisa se marcó enigmática – Señor White -.
Su mirada se centró en aquel objeto, una hermosa pieza de exquisita manufactura, no solo fue por eso que le llamara la atención, sino el pomo, que tenía el diseño delicado de un cisne negro. Se preguntó cual sería el material de aquella pieza suntuaria, - ébano – llegó a la conclusión, eso le dio prontamente la clave de quien era aquel caballero, dueño de tan particular objeto. Pero prefirió callar y pretender no saber de quien se trataba, aunque aquello fuera en extremo difícil ya que por la forma de vestir y de comportarse, el caballero pretendía ser reconocido en los mínimos detalles. Observó con disimulo las demás mesas, esperando encontrar a la dama que seguramente sería la conquista de un dandy como él. Grande fue su sorpresa cuando aquel caballero se acercó a ella y con modos algo exagerados le dio la contraseña que solo el emisario repetiría. No puedo ocultar una mirada de reprobación ya que se suponía era algo que en verdad debería haber expresado en voz casi inaudible o por medio de nota, pero como toda una dama asintió con gracia y cortesía, - de espía, usted sabe tanto como de plantas curativas existen en el campo – caviló cuando extendió su mano para saludar y permitir que ocupara el asiento.
Inés escuchó cada una de las frases que aquel expresó, - así que tu eres Scott - afirmó mentalmente mientras no quitaba su mirada de los orbes ajenos. realizaba un minucioso análisis de toda la información que le estaba brindando, sopesando cuales serían las acciones mas seguras a seguir y cuales serían las palabras que debería omitir. La mirada de la Cordobesa se endureció por un segundo, - ¿en verdad piensa que no sé quien estaba detrás del contacto? - pero aquella expresión fue rápidamente ocultada tras una máscara de sonrisas y coqueteo.
Esperó que el sommelier se retirara para luego brindar por la reunión. Inspiró suavemente antes de contestar a todas las preguntas que el caballero había expresado. Acarició con uno de sus dedos el tallo de la copa, intentando encontrar las palabras adecuadas. - Pues el viaje fue... agradable, al igual que el hospedaje... le agradezco tanto esfuerzo por mi comodidad... – dijo con voz suave, manteniendo su mirada en la copa, para luego volver a dirigirla directo a los ojos de Scott, - en verdad, prefiero que seamos lo más directos y preciso... como usted entenderá... ésta reunión... no solo puede afectar nuestras vidas... sino a un numero de personas que dependen de las decisiones tomadas ésta noche – no había viajado para terminar coqueteando con un caballero que aunque le podía parecer atractivo, era totalmente real que en ese mismo instante se estaba poniendo en juego la vida de todos los conspiradores que buscaban una rebelión contra el Virrey. Sus ojos se volvieron algo fríos, distantes, calculadores – se suponía que me encontraría con la persona a quien debía entregar ciertos documentos, que supongo serán de supremo interés... en especial por las vías marítimas comerciales y militares... a cambio... pretendemos el total apoyo económico y estratégico a la causa del pueblo americano... claro... ese no es el único beneficio que usted puede obtener – sus ojos brillaron y su sonrisa se marcó enigmática – Señor White -.
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Re: Reunión Secreta - BSTE -[Scott White]
Siguió estudiándola, él sabía que lo que haría con Ines sería más transcendente que la conquista de Dinamarca en conjunto con Bambi. El juego de un virreinato dependería más de sus acciones que de sus ambiciones. Pero tenía claro algo, no podía permitir que Ines tomara las decisiones, conocía su historia y evidentemente la sed de venganza la cegaría, lo que por supuesto no sucedería con él, no mientras estuviera ajeno a ese drama. —soy consciente de ello señorita Tejeda y Luna, la familia White tiene mucho tacto para tratar situaciones delicadas y posemos la más estricta seriedad que cualquier familia del Reino de Inglaterra— confidenció, levantó la mano y con un leve manoteo, todos los comensales se levantaron dejándoles solos.
—Dentro de las conspiraciones siempre surgirán traidores... es por eso que personalmente me entrevisto con usted— sus gestos se volvieron aún más serios, habló más quedo e inclinó su cuerpo al frente, recargando sus codos en la mesa y mirando directamente los ojos de su socia. —Por supuesto, obtendré beneficios que no son de importancia discutir en estos momentos, pero dígame señorita... ¿Acaso no es la vida un negocio?— concluyó en respuesta al último argumento de Ines, su comentario evidentemente podía ser refutado por un romántico, como su primo Audrey, o quizás ella misma que se vio en vuelta en una aventura que la marcó de por vida. Las palabras de Scott indicaban la ausencia de amor en su vida, y la entrega al negocio familiar, ligeramente su ambición y la nula necesidad de una relación sentimental; ese fue el principal propósito de Scott al formular lo que para él fue un inteligente enunciado. Sí ella se creía que él vivía para el trabajo tendría un camino sencillo para manipularla en el caso de que ella, por alguna circunstancia, se arrepintiera.
—Ya poseo las fuerzas de asalto, responderán directamente a usted. Espero que sea una buena estratega, de cualquier forma arreglé que la acompañe el General François de la brigada francesa, bueno, ahora es un mercenario, pero alguna vez fue muy reconocido por sus habilidades estratégicas— le sonrió y se reincorporó en su asiento. —Si le parece bien, me entrevistaré con el Virrey con motivos comerciales, estudiaré su estructura y se la entregaré al General François, una vez que me vaya podrán llevar a cabo su asalto... Pero tengo una duda señorita... ¿Sabe lo que sucederá una vez que dé el golpe de estado, quién gobernará... lo hará usted... o lo dejará en manos de la milicia?— sí, esa era una pregunta importante. Scott necesitaba saber más de ella, tampoco podía permitirse confiar una revolución a una mujer que sólo tiene en mente la venganza. Por mucho que argumentara que lo hacía por el pueblo, sí no tenía claro que sucedería después, esos argumentos le parecerían simples estupideces a Scott y tendría que hacer arreglos.
Conforme la analizaba, él se daba cuenta de que no había marcha atrás, si ella no tenía claro el futuro, él sería el arquitecto de la nación que renacería de las cenizas de la independencia. No importaba si él tenía que imponer a Ines en el poder y tuviera que casarse con ella, si con eso obtenía el control del sur de America, sería suficiente para aventajarse sobre los londinenses. De esta forma, estando Dinamarca a sus pies y el sur de America la búsqueda del control de ambos continentes sería más sencilla, pero también, más ambiciosa.
Con el brillo astuto de sus ojos, Scott no dejó de mirar a Ines, pendiente a la respuesta que definiría no sólo el destino de su tierra, sino el de ella misma.
—Dentro de las conspiraciones siempre surgirán traidores... es por eso que personalmente me entrevisto con usted— sus gestos se volvieron aún más serios, habló más quedo e inclinó su cuerpo al frente, recargando sus codos en la mesa y mirando directamente los ojos de su socia. —Por supuesto, obtendré beneficios que no son de importancia discutir en estos momentos, pero dígame señorita... ¿Acaso no es la vida un negocio?— concluyó en respuesta al último argumento de Ines, su comentario evidentemente podía ser refutado por un romántico, como su primo Audrey, o quizás ella misma que se vio en vuelta en una aventura que la marcó de por vida. Las palabras de Scott indicaban la ausencia de amor en su vida, y la entrega al negocio familiar, ligeramente su ambición y la nula necesidad de una relación sentimental; ese fue el principal propósito de Scott al formular lo que para él fue un inteligente enunciado. Sí ella se creía que él vivía para el trabajo tendría un camino sencillo para manipularla en el caso de que ella, por alguna circunstancia, se arrepintiera.
—Ya poseo las fuerzas de asalto, responderán directamente a usted. Espero que sea una buena estratega, de cualquier forma arreglé que la acompañe el General François de la brigada francesa, bueno, ahora es un mercenario, pero alguna vez fue muy reconocido por sus habilidades estratégicas— le sonrió y se reincorporó en su asiento. —Si le parece bien, me entrevistaré con el Virrey con motivos comerciales, estudiaré su estructura y se la entregaré al General François, una vez que me vaya podrán llevar a cabo su asalto... Pero tengo una duda señorita... ¿Sabe lo que sucederá una vez que dé el golpe de estado, quién gobernará... lo hará usted... o lo dejará en manos de la milicia?— sí, esa era una pregunta importante. Scott necesitaba saber más de ella, tampoco podía permitirse confiar una revolución a una mujer que sólo tiene en mente la venganza. Por mucho que argumentara que lo hacía por el pueblo, sí no tenía claro que sucedería después, esos argumentos le parecerían simples estupideces a Scott y tendría que hacer arreglos.
Conforme la analizaba, él se daba cuenta de que no había marcha atrás, si ella no tenía claro el futuro, él sería el arquitecto de la nación que renacería de las cenizas de la independencia. No importaba si él tenía que imponer a Ines en el poder y tuviera que casarse con ella, si con eso obtenía el control del sur de America, sería suficiente para aventajarse sobre los londinenses. De esta forma, estando Dinamarca a sus pies y el sur de America la búsqueda del control de ambos continentes sería más sencilla, pero también, más ambiciosa.
Con el brillo astuto de sus ojos, Scott no dejó de mirar a Ines, pendiente a la respuesta que definiría no sólo el destino de su tierra, sino el de ella misma.
Última edición por Scott White el Mar Mayo 27, 2014 12:06 am, editado 1 vez
Re: Reunión Secreta - BSTE -[Scott White]
Aquella mujer, de mirada serena y enigmática, que sentada frente al líder de la Casa Nothingam, no dejaba un segundo de analizar los pro y los contra de esa reunión, más la enorme responsabilidad que se estaría poniendo al hombro al ayudar a una revuelta y posible conquista por parte de la Corona Británica de las tierras del Virreinato, no sacaba su vista de los gestos que éste realizaba, asintiendo con un suave movimiento de cabeza a los comentarios que le parecían acertados en especial los relacionados con la vida y los negocios. Claro que entendía perfectamente que si la habían mandado sus compañeros de lucha, no era solamente por sus encantos o por la posibilidad de seducir a un espía - si es que se diera el caso - Inés estaba allí, porque ser la única que podía abrir el camino hasta el Virrey haciéndole confiar en un total extraño y así introducir el alacrán en la madriguera dejandor que poco a poco éste destruyera a sus enemigos.
Cuando el caballero terminó con su explicación y oferta, Inés sonrió seductora pero a la vez tiernamente, es que ella en el fondo, también se podía comparar a un alacrán - o... a una... ¿mantis religiosa? -, por supuesto que solo devoraría a su compañero si le era infiel en conseguir sus objetivos. Inspiró llenando sus pulmones, para luego hablar con un tono suave pero con poder, - no dudo que vuestra familia sea sumamente importante en Europa y en tierras mas lejanas... y me doy cuenta que vuestra persona no ha sido informado del carácter de... mi padrino – volvió a sonreír ante la confidencia - el señor Virrey es un hombre extremadamente receloso, siendo pocás las personas que llegaríamos a burlar su impenetrable circulo abriendo el camino para el fin que buscamos – inclinó su cuerpo levemente sobre la mesa en dirección a Scott - Puedo estar... digamos... exiliada en éste continente... por motivos que no vienen al caso... pero soy la única persona que podrá presentarlo y crear la posibilidad de lograr el ansiado camino comercial y la punta de inflexión para el cambio político – sus manos se cerraron en puños, sobre la mesa, no apoyó los codos porque eso era una muestra de total falta de modales, algo permitido en los hombres por su rudeza, pero imperdonable para una dama.
Su mirada se clavó en los orbes del ingles, para otras damas, Scott, podría ser un hombre extremadamente seductor y atractivo, pero en Inés, la única seducción era la posibilidad cierta de cumplir con su venganza... aunque ella prefería decir justicia. Dejó que la ira y el resentimiento se fueran liberando en un delicado suspiro, casi imperceptible, mientras aquella sonrisa se mantenía en los labios seductores. Dejó caer gracilmente, su espalda en el respaldo de su asiento, sus parpados se movieron en forma ascendente y descendente como el aleteo de una mariposa que pareciese danzar sobre una flor antes de libar en ella. Sus manos de distendieron, bajando luego lentamente a su regazo, en su mente reconstruía una y otra vez las respuestas que le daría. - Es verdad que en una clases social sin vida propia, como lo es la nuestra, un secreto, un pasado, se conoce a voces y casi siempre llega a los oídos ajenos del todo distorsionado – ella comprendía perfectamente que Scott había sido informado de las circunstancias que la habían traído a Europa, tanto como su sed de venganza – no crea erróneamente que el deseo de justicia, puede cegar mi entendimiento... por supuesto que soy consciente de lo que podrá traer una movida política, militar y económica como la que estamos creando - sus mirada recorrió el rostro del caballero, - está pactada la entrega de la colonia... por un tiempo prudencial... a los militares que la invadirán, pero luego... éstos deberán retirarse del poder, para que el pueblo elija a sus gobernantes que tomarán la dirección de las tierras y la política, hasta que la logia llegue a tierras americanas y proponga la independencia absoluta del reino de España – La sonrisa que en ese momento se posaba en los labios de la joven, se desvaneció – ¿entiende que deberemos crear nuevas rutas comerciales y abastecimiento militar...? ¿verdad? - Se retrepó en su asiento antes de hablar – comprendo que su intención puede ser conseguir el poder absoluto, de un golpe, pero lo peor que puede hacer un hombre es tratar de conquistar su imperio sin diplomacia, como de domar su caballo a latigazos... debe ser lo suficientemente astuto para lograr su entrega total... hasta el punto de dar su vida por el bienestar del jinete – sonrió al recordar las palabras de Nahuel – un verdadero hombre debe saber lograr la entrega de su montura, tanto como la de una mujer, si no lo hiciera, aunque fuera el rey Inglaterra... no sería más que un simple gusano – sentenció con dureza. Ella podía entregarse a la causa, convertirse en el sacrificio propiciatorio, solo, si con ello lograba que los hombres como su amado llegaran a vivir en paz. El brillo en los orbes de Inés se intensificó por la emoción – dígame Señor White... ¿que tipo de hombre es usted? -La esquiva sonrisa volvió a los hermosos labios y la mirada seductora se fijó en los ojos del ingles.
Cuando el caballero terminó con su explicación y oferta, Inés sonrió seductora pero a la vez tiernamente, es que ella en el fondo, también se podía comparar a un alacrán - o... a una... ¿mantis religiosa? -, por supuesto que solo devoraría a su compañero si le era infiel en conseguir sus objetivos. Inspiró llenando sus pulmones, para luego hablar con un tono suave pero con poder, - no dudo que vuestra familia sea sumamente importante en Europa y en tierras mas lejanas... y me doy cuenta que vuestra persona no ha sido informado del carácter de... mi padrino – volvió a sonreír ante la confidencia - el señor Virrey es un hombre extremadamente receloso, siendo pocás las personas que llegaríamos a burlar su impenetrable circulo abriendo el camino para el fin que buscamos – inclinó su cuerpo levemente sobre la mesa en dirección a Scott - Puedo estar... digamos... exiliada en éste continente... por motivos que no vienen al caso... pero soy la única persona que podrá presentarlo y crear la posibilidad de lograr el ansiado camino comercial y la punta de inflexión para el cambio político – sus manos se cerraron en puños, sobre la mesa, no apoyó los codos porque eso era una muestra de total falta de modales, algo permitido en los hombres por su rudeza, pero imperdonable para una dama.
Su mirada se clavó en los orbes del ingles, para otras damas, Scott, podría ser un hombre extremadamente seductor y atractivo, pero en Inés, la única seducción era la posibilidad cierta de cumplir con su venganza... aunque ella prefería decir justicia. Dejó que la ira y el resentimiento se fueran liberando en un delicado suspiro, casi imperceptible, mientras aquella sonrisa se mantenía en los labios seductores. Dejó caer gracilmente, su espalda en el respaldo de su asiento, sus parpados se movieron en forma ascendente y descendente como el aleteo de una mariposa que pareciese danzar sobre una flor antes de libar en ella. Sus manos de distendieron, bajando luego lentamente a su regazo, en su mente reconstruía una y otra vez las respuestas que le daría. - Es verdad que en una clases social sin vida propia, como lo es la nuestra, un secreto, un pasado, se conoce a voces y casi siempre llega a los oídos ajenos del todo distorsionado – ella comprendía perfectamente que Scott había sido informado de las circunstancias que la habían traído a Europa, tanto como su sed de venganza – no crea erróneamente que el deseo de justicia, puede cegar mi entendimiento... por supuesto que soy consciente de lo que podrá traer una movida política, militar y económica como la que estamos creando - sus mirada recorrió el rostro del caballero, - está pactada la entrega de la colonia... por un tiempo prudencial... a los militares que la invadirán, pero luego... éstos deberán retirarse del poder, para que el pueblo elija a sus gobernantes que tomarán la dirección de las tierras y la política, hasta que la logia llegue a tierras americanas y proponga la independencia absoluta del reino de España – La sonrisa que en ese momento se posaba en los labios de la joven, se desvaneció – ¿entiende que deberemos crear nuevas rutas comerciales y abastecimiento militar...? ¿verdad? - Se retrepó en su asiento antes de hablar – comprendo que su intención puede ser conseguir el poder absoluto, de un golpe, pero lo peor que puede hacer un hombre es tratar de conquistar su imperio sin diplomacia, como de domar su caballo a latigazos... debe ser lo suficientemente astuto para lograr su entrega total... hasta el punto de dar su vida por el bienestar del jinete – sonrió al recordar las palabras de Nahuel – un verdadero hombre debe saber lograr la entrega de su montura, tanto como la de una mujer, si no lo hiciera, aunque fuera el rey Inglaterra... no sería más que un simple gusano – sentenció con dureza. Ella podía entregarse a la causa, convertirse en el sacrificio propiciatorio, solo, si con ello lograba que los hombres como su amado llegaran a vivir en paz. El brillo en los orbes de Inés se intensificó por la emoción – dígame Señor White... ¿que tipo de hombre es usted? -La esquiva sonrisa volvió a los hermosos labios y la mirada seductora se fijó en los ojos del ingles.
Keera Lee- Humano Clase Alta
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Re: Reunión Secreta - BSTE -[Scott White]
No cabía dudas que la venganza, no, lo que ella se justificaba a sí mismo de llamar justicia, superaba su inteligencia. Como un hombre de negocios, un ambicioso y un arquitecto poderoso, Scott había aprendido a estudiar todo de su futuro socio o rival, su pasado, su presente y argüir el futuro, era como el tablero de ajedrez, conocía cada pieza antes de hacer un movimiento, pero ella no, evidentemente no. Sacó entonces una moneda del virreinato de Río de Plata y lo hizo girar sobre la mesa hasta que se detuvo frente a Inés. —Ya existían negociaciones con España, el Virreinato y los Cisnes Negros quizás antes de que nacieras. La casa de los Nottinghams logró comprar concesiones a España para comerciar directamente con el virreinato para sólo pagarle impuesto al virrey. Lamentablemente, hace 15 años la casa Londinense rompió el tratado— le informó sin apartar sus ojos de los de ella y sin manifestar sentimiento alguno, no quería mostrarse prepotente o burlón.
—Conocí al Virrey cuando tenía 7 años, sería imprudente asegurar que sé todo de él porque es mentira. Pero estoy seguro que no se rehusará a abrir las negociaciones nuevamente, para al fin solidarizarlas— algunos cabellos rebeldes cubrieron su ojo derecho, se reincorporó en su asiento acomodando sus cabellos y sonrió al fin. —¿Por qué piensa que usted que ha sido exiliada por él mismo puede presentarse ante él y introducirme?— frunció el cejó, quería leer cada expresión que ella mostrara. Él tenía razón y ella debería de darse cuenta. —No permita que lo que usted llama justicia la encasille en el virrey, usted entrará como la liberadora del pueblo suprimido y los ricos y poderosos que se mantendrán una lucha contra la rebelión por sus posesiones deducirán que los Cisnes Negros tuvimos algo que ver porque usted regresó ante el virrey para introducirme. Si se descubre que nosotros estamos involucrados la rebelión fracasará porque habrá intervención imperialista...— hizo una pausa para que ella pudiera pensar en sus palabras unos minutos.
—Sí, quizás un rey puede ser gusano si usa su tiranía... Pero ese gusano puede aplastar una rebelión con un sólo dedo[/b]— dijo con severidad, comprendiendo que necesitarían más tiempo, tiempo que ya no tenían, no cuando les aguardaban tropas —¿Le confiará el poder a una milicia extranjera o a corruptos burgueses que se aliarán a la rebelión por beneficios propios?— dijo en un tono suave, ella parecía ser una mujer impetuosa y orgullosa, hacerle ver sus errores no le haría sonreír, y quizás, en su necedad se encerraría en que todo lo que pensaba estaba bien. Pero, ¿cuántas rebeliones ha asistido? Tenía que comprender sus límites y si esa noche se dedicaba a hacerla entender, no importaba se sacrificaría.
—Sinceridad...— dijo de pronto volviendo a inclinar su cuerpo al frente y fijando sus ojos sobre los de ella, sin apartarlos ni pestañear. —Esa palabra me describe, porque yo puedo verla a los ojos sin mentirle, la puedo herir con mis palabras sí usted quiere escucharlas pero no le mentiré. Es usted una mujer extraordinariamente hermosa, y no lo digo como un halago sino como una certeza de lo que yo siento. Es por eso que también le puedo decir que sí... Conozco que hecho la trajo aquí y no me interesa en lo más mínimo. Quiero liberar a su pueblo pero no para que usted cobre su venganza, pero tampoco soy un total filántropo que liberara un pueblo suprimido sin obtener nada. Soy ambicioso señorita Tejeda y Luna, luchó por lo que quiero y soy obstinado, pero no soy malvado, soy honesto, leal y el propósito por lo que hago todo esto, por el que arriesgo tanto es por mi amor— para ese momento su cejo se había fruncido y a la mente le llegó las imágenes de su único amor.
Sacó un guardapelo de su bolsillo sin dejar de ver los ojos de Inés y lo abrió para que viera el pequeño retrato de la pequeña Viviana. Sin que pudiera ocultarlo él mismo sonrió cuando vio que ella tomaba el colgante con delicadeza. —Su nombre es Viviana y es mi ahijada...— Scott suspiró y desvió la mirada de los ojos que ahora no le ponían atención. —Si existen hombres que puedan traicionarla yo no soy uno de ellos, es por eso que usted debe de tomar el poder, sino lo hace la corrupción hará de una dictadura un gobierno caído y de nada servirá la lucha— le aconsejó en tono delicado y le sonrió.
—Conocí al Virrey cuando tenía 7 años, sería imprudente asegurar que sé todo de él porque es mentira. Pero estoy seguro que no se rehusará a abrir las negociaciones nuevamente, para al fin solidarizarlas— algunos cabellos rebeldes cubrieron su ojo derecho, se reincorporó en su asiento acomodando sus cabellos y sonrió al fin. —¿Por qué piensa que usted que ha sido exiliada por él mismo puede presentarse ante él y introducirme?— frunció el cejó, quería leer cada expresión que ella mostrara. Él tenía razón y ella debería de darse cuenta. —No permita que lo que usted llama justicia la encasille en el virrey, usted entrará como la liberadora del pueblo suprimido y los ricos y poderosos que se mantendrán una lucha contra la rebelión por sus posesiones deducirán que los Cisnes Negros tuvimos algo que ver porque usted regresó ante el virrey para introducirme. Si se descubre que nosotros estamos involucrados la rebelión fracasará porque habrá intervención imperialista...— hizo una pausa para que ella pudiera pensar en sus palabras unos minutos.
—Sí, quizás un rey puede ser gusano si usa su tiranía... Pero ese gusano puede aplastar una rebelión con un sólo dedo[/b]— dijo con severidad, comprendiendo que necesitarían más tiempo, tiempo que ya no tenían, no cuando les aguardaban tropas —¿Le confiará el poder a una milicia extranjera o a corruptos burgueses que se aliarán a la rebelión por beneficios propios?— dijo en un tono suave, ella parecía ser una mujer impetuosa y orgullosa, hacerle ver sus errores no le haría sonreír, y quizás, en su necedad se encerraría en que todo lo que pensaba estaba bien. Pero, ¿cuántas rebeliones ha asistido? Tenía que comprender sus límites y si esa noche se dedicaba a hacerla entender, no importaba se sacrificaría.
—Sinceridad...— dijo de pronto volviendo a inclinar su cuerpo al frente y fijando sus ojos sobre los de ella, sin apartarlos ni pestañear. —Esa palabra me describe, porque yo puedo verla a los ojos sin mentirle, la puedo herir con mis palabras sí usted quiere escucharlas pero no le mentiré. Es usted una mujer extraordinariamente hermosa, y no lo digo como un halago sino como una certeza de lo que yo siento. Es por eso que también le puedo decir que sí... Conozco que hecho la trajo aquí y no me interesa en lo más mínimo. Quiero liberar a su pueblo pero no para que usted cobre su venganza, pero tampoco soy un total filántropo que liberara un pueblo suprimido sin obtener nada. Soy ambicioso señorita Tejeda y Luna, luchó por lo que quiero y soy obstinado, pero no soy malvado, soy honesto, leal y el propósito por lo que hago todo esto, por el que arriesgo tanto es por mi amor— para ese momento su cejo se había fruncido y a la mente le llegó las imágenes de su único amor.
Sacó un guardapelo de su bolsillo sin dejar de ver los ojos de Inés y lo abrió para que viera el pequeño retrato de la pequeña Viviana. Sin que pudiera ocultarlo él mismo sonrió cuando vio que ella tomaba el colgante con delicadeza. —Su nombre es Viviana y es mi ahijada...— Scott suspiró y desvió la mirada de los ojos que ahora no le ponían atención. —Si existen hombres que puedan traicionarla yo no soy uno de ellos, es por eso que usted debe de tomar el poder, sino lo hace la corrupción hará de una dictadura un gobierno caído y de nada servirá la lucha— le aconsejó en tono delicado y le sonrió.
Última edición por Scott White el Mar Mayo 27, 2014 12:06 am, editado 1 vez
Re: Reunión Secreta - BSTE -[Scott White]
Decir que Inés comenzaba a sentirse una niña malcriada con cada frase que él le explicaba, no era mentira. Por supuesto que con lo orgullosa que siempre había sido, no le diría de un comienzo que tenía razón, en algunas cosas. Inspiró lo más profundo que le permitía el vestido, el corsé le ajustaba, enterrándose algunas ballenas en su delicado torso y se sentía aun más incomoda al ver que sus puntos de vista eran refutados uno por uno, - lo que pasa es que nunca ha perdido un amor de la manera atroz como la que he tenido que soportar – se justificó mentalmente, su rostro se tiño de rubor por la vergüenza. Hacía esfuerzos sobrehumanos para que las lagrimas no llegaran a sus ojos – que sabrás de lo que he tenido que sufrir – caviló mirando con un dejo de dolor y reproche esos ojos que la contemplaban. Dejó que un suspiro saliera suave de sus labios, en verdad estaba cansada de hacerse la fuerte e indómita, ella no dejaba de ser una mujer como la mayoría de las que se encontraban sentadas en las otras mesas. Desde siempre había deseado una vida llena de felicidad, encontrar a un buen hombre, formar una familia, tener hijos. Pero nada de eso había podido encontrar. Si, se enamoró, pero todos estuvieron en contra de ese amor, los habían separado de una manera cruel t definitiva, ¿acaso no era lógico que sintiera esas ansias de venganza? Pero Inés no sería intransigente. Debía aceptar que aquella lucha por la libertad de los pueblos era más importante que cualquier asunto personal y no podía, ni debía poner en juego a tanta gente por un capricho suyo.
Cuando aquella moneda giró sobre su eje durante unos segundos para luego caer mostrando una de sus caras, no pudo mas que asombrarse, nunca hubiera pensado que se encontraría una pieza como esa en manos de ingleses. Sonrió, no podía mentir que en cada momento aquel hombre las sorprendía un poco mas. La tomó en sus manos y acarició, era como tener un poco de su tierra, de su historia en la palma de la mano. Escuchó atenta, todo lo que Scott relataba, llevó su mirada a los orbes ajenos y por un minuto le pareció imposible que él hubiera hecho un viaje tan largo hasta Buenos Aires con apenas siete años, pero luego recordó que había escuchado, de boca de su padrino, sobre un viaje muy importante que realizó cuando ella apenas era una bebé. A su mente llegó la imagen de algunos obsequios que él le hiciera a su regreso, eran objetos que solo en Europa se podían conseguir, - es verdad, ahora que lo dice antes las importaciones eran más fluidas, últimamente se han cerrado y creo que el Virrey estará más que conforme de conseguir una nueva vía de importación – pensó, pero se limitó a escuchar, ya le comentaría aquello si se daba la oportunidad. Su mirada se perdió observándolo, intentando imaginárselo con tan solo siete años y una sonrisa se dibujó en su rostro, llegando a sus ojos, se dijo que debería haber sido una hermosa criatura, al darse cuenta de la sonrisa, intentó acomodarse mejor en la silla y recomponiendo también su rostro, mostrándose más seria.
Cuando pudo encontrar un momento para hablar intentó explicarle porqué ella estaba en Europa, parecía que no entendía, que el virrey no la había expulsado. Habían sido sus padres quienes la alejaron para que su rebeldía desapareciera, además esperaban que con el tiempo las malas lenguas dejaran de hablar de su situación particular y su buen nombre no se perdiera del todo. Pero cuando él afirmó que conocía todo lo que le había pasado, Inés no pudo ocultar su asombro, por un lado se sintió espiada, como si Scott le hubiera faltado el respeto, pero por otro lado era un alivio, no tenía que mostrarse como alguien que no era, ella no sería nunca una mujer común, ni una señorita de su casa, siempre querría estar al lado del hombre que llegara a ser su pareja, luchando a la par, con espada o arma de fuego si fuera necesario. Aquel caballero debería aceptarla con todas sus virtudes, pero también con sus defectos. Sonrió, prefería que fuera sincero, que le dijera lo que en realidad deseaba, no quería sorpresas, esperaba saber como era el terreno en el que se adentraba, no podía darse el lujo de caer nuevamente. Cuando le dijo que todo aquello lo hacía por su amor, no pudo evitar sentir una pizca de envidia por la mujer que conquistara a un hombre así, aunque también caviló que bastante complicado debería ser llevar una vida con un ser tan orgulloso que deseaba tener siempre la razón, sonrió pensando que todos tenían sus pro y sus contras.
Cuando tomó entre sus dedos el hermosos y delicado guardapelo que le ofrecía, volvió a sonreír, al ver y escuchar de labios de Scott que se trataba de su ahijada, - es hermosa – dijo, intentando encontrar un parecido físico con Scott pero no lo hayo, - bueno tal vez se parece a la otra rama de la familia – caviló – Viviana, que bello nombre... significa dadora de vida – susurró, - es una niña preciosa y de seguro da vida y alegría a quienes la rodean – acarició el rostro pintado – pero su mirada es triste – concluyo. Levantó el rostro de la imagen para unir su mirada a la de él, ella necesitaba confiar, aunque le costara, sola no podría seguir, eso el señor White se lo había dejado claro, - muy bien, confiaré en usted, solo espero no equivocarme – pensó – Puede ser que no convenga que lo vinculen conmigo, pero el virrey no me odia, al contrario, yo soy su ahijada, ¿acaso usted podría odia a ésta criatura, aunque se equivocará? - hizo un silencio – no, claro que no. Del mismo modo, él solo quiere que su ahijada retome el camino correcto... solo que mi camino... no es el mismo que el suyo – cerró con cuidado el guardapelo – intentaré seguir sus consejos señor White, dígame que desea que haga – mantuvo un momento el objeto entre sus manos, acariciándolo, antes de entregárselo.
Cuando aquella moneda giró sobre su eje durante unos segundos para luego caer mostrando una de sus caras, no pudo mas que asombrarse, nunca hubiera pensado que se encontraría una pieza como esa en manos de ingleses. Sonrió, no podía mentir que en cada momento aquel hombre las sorprendía un poco mas. La tomó en sus manos y acarició, era como tener un poco de su tierra, de su historia en la palma de la mano. Escuchó atenta, todo lo que Scott relataba, llevó su mirada a los orbes ajenos y por un minuto le pareció imposible que él hubiera hecho un viaje tan largo hasta Buenos Aires con apenas siete años, pero luego recordó que había escuchado, de boca de su padrino, sobre un viaje muy importante que realizó cuando ella apenas era una bebé. A su mente llegó la imagen de algunos obsequios que él le hiciera a su regreso, eran objetos que solo en Europa se podían conseguir, - es verdad, ahora que lo dice antes las importaciones eran más fluidas, últimamente se han cerrado y creo que el Virrey estará más que conforme de conseguir una nueva vía de importación – pensó, pero se limitó a escuchar, ya le comentaría aquello si se daba la oportunidad. Su mirada se perdió observándolo, intentando imaginárselo con tan solo siete años y una sonrisa se dibujó en su rostro, llegando a sus ojos, se dijo que debería haber sido una hermosa criatura, al darse cuenta de la sonrisa, intentó acomodarse mejor en la silla y recomponiendo también su rostro, mostrándose más seria.
Cuando pudo encontrar un momento para hablar intentó explicarle porqué ella estaba en Europa, parecía que no entendía, que el virrey no la había expulsado. Habían sido sus padres quienes la alejaron para que su rebeldía desapareciera, además esperaban que con el tiempo las malas lenguas dejaran de hablar de su situación particular y su buen nombre no se perdiera del todo. Pero cuando él afirmó que conocía todo lo que le había pasado, Inés no pudo ocultar su asombro, por un lado se sintió espiada, como si Scott le hubiera faltado el respeto, pero por otro lado era un alivio, no tenía que mostrarse como alguien que no era, ella no sería nunca una mujer común, ni una señorita de su casa, siempre querría estar al lado del hombre que llegara a ser su pareja, luchando a la par, con espada o arma de fuego si fuera necesario. Aquel caballero debería aceptarla con todas sus virtudes, pero también con sus defectos. Sonrió, prefería que fuera sincero, que le dijera lo que en realidad deseaba, no quería sorpresas, esperaba saber como era el terreno en el que se adentraba, no podía darse el lujo de caer nuevamente. Cuando le dijo que todo aquello lo hacía por su amor, no pudo evitar sentir una pizca de envidia por la mujer que conquistara a un hombre así, aunque también caviló que bastante complicado debería ser llevar una vida con un ser tan orgulloso que deseaba tener siempre la razón, sonrió pensando que todos tenían sus pro y sus contras.
Cuando tomó entre sus dedos el hermosos y delicado guardapelo que le ofrecía, volvió a sonreír, al ver y escuchar de labios de Scott que se trataba de su ahijada, - es hermosa – dijo, intentando encontrar un parecido físico con Scott pero no lo hayo, - bueno tal vez se parece a la otra rama de la familia – caviló – Viviana, que bello nombre... significa dadora de vida – susurró, - es una niña preciosa y de seguro da vida y alegría a quienes la rodean – acarició el rostro pintado – pero su mirada es triste – concluyo. Levantó el rostro de la imagen para unir su mirada a la de él, ella necesitaba confiar, aunque le costara, sola no podría seguir, eso el señor White se lo había dejado claro, - muy bien, confiaré en usted, solo espero no equivocarme – pensó – Puede ser que no convenga que lo vinculen conmigo, pero el virrey no me odia, al contrario, yo soy su ahijada, ¿acaso usted podría odia a ésta criatura, aunque se equivocará? - hizo un silencio – no, claro que no. Del mismo modo, él solo quiere que su ahijada retome el camino correcto... solo que mi camino... no es el mismo que el suyo – cerró con cuidado el guardapelo – intentaré seguir sus consejos señor White, dígame que desea que haga – mantuvo un momento el objeto entre sus manos, acariciándolo, antes de entregárselo.
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Re: Reunión Secreta - BSTE -[Scott White]
Ella era aterradora, «¿qué clase de argumento es ese?» era la pregunta que en la mente de Scott se planteaba. Por supuesto, él no podía hacerle daño a su pequeña Viviana y sabía que ella no le haría nada aunque él hiciera un acto tan horroroso como lo que sucedió en la vida sentimental de Inés, «¿cómo podía intentar cobrar venganza contra un hombre que la ama?» le parecía simplemente monstruoso pero no tenía la intención de velar por el virrey, si ella deseaba despojarle de todo era asunto meramente de ella, lo importante era que pudiera enfrentar todo lo que se desataría en un campo que evidentemente aún no alcanzaba a dimensionar.
Tomó el guardapelo y lo volvió a guardar en su bolsillo, miró con atención los ojos de Inés, primero que nada tenía que asegurarse que podía infiltrarse, convertirse en una verdadera espía y sobre todo, que llegado el momento no claudicar, si ella misma tenía que jalar el gatillo y matar al virrey lo tenía que hacer; sino, de nada serviría. —No confío en usted— dijo tajante y se puso en pie, le miró desde donde estaba, observando la reacción de la mujer que debía lidear con una revolución y entrecerró sus ojos con incredulidad, mostrándole desdén e inició su andar hacia ella, rodeó la mesa y se detuvo justo al costado derecho de ella.
—Escuche con atención señorita Tejeda y Luna, que sólo lo diré una sola vez— sonó como si le amenazara, ¿ella quería saber cómo debía de moverse según la visión de Scott? Bien, pero antes tenía que aprender y convencerle. De pronto, inesperadamente él dio un fuerte golpe sobre la mesa con la mano derecha, sujetó con la izquierda la cabeza de la silla que ocupaba Inés y descargó una fuerte mirada sobre ella. —¡DEBE DE GUARDAR SU DOLOR, PONERSE UNA MÁSCARA Y CONVERTIRSE EN ESA MUJER QUE SU VIRREY ESPERA QUE SEA!— le gritó desconsiderando lo que pudiese sentir ella y atento a un ataque si no lo podía soportar. —¿QUIERE TRIUNFAR? ¡ENTONCES DEBE DE APRENDER A OCULTAR SUS SENTIMIENTOS, VER A LOS OJOS A UNA PERSONA Y MENTIRLE; CALLAR SI LE OFENDEN, CONTROLAR SU IMPULSIVIDAD SIN OLVIDAR SU INTELIGENCIA!— continuó esperando que ella empezara a comprender su punto, pues, seguiría con algo que le dolería, más de lo que posiblemente podría soportar.
—¡MIÉNTAME SEÑORITA TEJEDA Y LUNA, MIÉNTAME MIRÁNDOME A LOS OJOS EN TODO MOMENTO, SIN DESVIAR SU MIRADA!—prosiguió en el mismo tono ofensivo y esta vez le tomó con su mano derecha la barbilla para que ella no desviara su cabeza. —¡MIÉNTAME! ¡DÍGAME QUE USTED NUNCA AMÓ A ESE INDIO AL QUE ACERTADAMENTE LA POLÍTICA LOCAL CONDENÓ A SU FATÍDICO DESTINO! ¡MIENTA, DIGA QUE LO ODIABA, QUE LO DESPRECIABA Y QUE ES UN ALIVIO PARA USTED QUE ESTÉ MUERTO, QUE SI NO LO HUBIERAN HECHO OTROS USTED LO HARÍA, DIGA QUE SU RENCOR ES PORQUE USTED NO PUDO MATARLO PERSONALMENTE!— concluyó mostrando una apatía que no sentía ante las lágrimas de Inés.
Hubo un silecio de un par de minutos, ella no habló y él simplemente suspiró, luego, la liberó, se dio media vuelta y caminó hacía las ventanas selladas con madera de cedro. —Dísculpeme señorita Tejeda y Luna, le he ofendido fui un imprudente al sorprenderle de ese modo. Debí de haberle advertido mi intención. Pero espero que entienda que convertirse en una revolucionaria es sufrir, es sacrificarse por otros a los que posiblemente no conozca— se dio media vuelta y regresó hasta ella, se hincó y le tomó las manos. —Confiaré en usted, no le dejaré sola— entonces sacó de su camisa la cadena de oro que sujetaba uno de los objetos más preciados de Scott, el anillo de compromiso que su madre llevó el tiempo antes de su boda, se quitó la cadena, sacó el anillo y lo colocó en el dedo de Inés. —Quiero desposarla, desplazar esa soledad con la que vive y aunque no reemplazar el amor que una vez sintió, asegurarme de que sea feliz— sincerizó con una sonrisa y después limpió las lágrimas del hermoso rostro femenino.
—Me entrevistaré con los Virreyes de las colonias de Reino de España en Sevilla, aprovechará entonces para que usted se organice con los revolucionarios y regresará comprometida al virreinato, se presentará ante el virrey y le pedirá apadrine la boda. Luego, enviaré a un hombre que se hará pasar por su prometido, presentándose como un conde de Escocia. Él irá acompañado de los primeros revolucionarios que sin armas estudiaran el lugar. Cuando se esté por celebrar la boda llegará la segunda fuerza de asalto con el armamento e iniciarán la revolución— explicó deteniéndose para que ella preguntara antes de continuar, en ese momento aprovechó para prodigarle una caricia en sus mejillas.
Tomó el guardapelo y lo volvió a guardar en su bolsillo, miró con atención los ojos de Inés, primero que nada tenía que asegurarse que podía infiltrarse, convertirse en una verdadera espía y sobre todo, que llegado el momento no claudicar, si ella misma tenía que jalar el gatillo y matar al virrey lo tenía que hacer; sino, de nada serviría. —No confío en usted— dijo tajante y se puso en pie, le miró desde donde estaba, observando la reacción de la mujer que debía lidear con una revolución y entrecerró sus ojos con incredulidad, mostrándole desdén e inició su andar hacia ella, rodeó la mesa y se detuvo justo al costado derecho de ella.
—Escuche con atención señorita Tejeda y Luna, que sólo lo diré una sola vez— sonó como si le amenazara, ¿ella quería saber cómo debía de moverse según la visión de Scott? Bien, pero antes tenía que aprender y convencerle. De pronto, inesperadamente él dio un fuerte golpe sobre la mesa con la mano derecha, sujetó con la izquierda la cabeza de la silla que ocupaba Inés y descargó una fuerte mirada sobre ella. —¡DEBE DE GUARDAR SU DOLOR, PONERSE UNA MÁSCARA Y CONVERTIRSE EN ESA MUJER QUE SU VIRREY ESPERA QUE SEA!— le gritó desconsiderando lo que pudiese sentir ella y atento a un ataque si no lo podía soportar. —¿QUIERE TRIUNFAR? ¡ENTONCES DEBE DE APRENDER A OCULTAR SUS SENTIMIENTOS, VER A LOS OJOS A UNA PERSONA Y MENTIRLE; CALLAR SI LE OFENDEN, CONTROLAR SU IMPULSIVIDAD SIN OLVIDAR SU INTELIGENCIA!— continuó esperando que ella empezara a comprender su punto, pues, seguiría con algo que le dolería, más de lo que posiblemente podría soportar.
—¡MIÉNTAME SEÑORITA TEJEDA Y LUNA, MIÉNTAME MIRÁNDOME A LOS OJOS EN TODO MOMENTO, SIN DESVIAR SU MIRADA!—prosiguió en el mismo tono ofensivo y esta vez le tomó con su mano derecha la barbilla para que ella no desviara su cabeza. —¡MIÉNTAME! ¡DÍGAME QUE USTED NUNCA AMÓ A ESE INDIO AL QUE ACERTADAMENTE LA POLÍTICA LOCAL CONDENÓ A SU FATÍDICO DESTINO! ¡MIENTA, DIGA QUE LO ODIABA, QUE LO DESPRECIABA Y QUE ES UN ALIVIO PARA USTED QUE ESTÉ MUERTO, QUE SI NO LO HUBIERAN HECHO OTROS USTED LO HARÍA, DIGA QUE SU RENCOR ES PORQUE USTED NO PUDO MATARLO PERSONALMENTE!— concluyó mostrando una apatía que no sentía ante las lágrimas de Inés.
Hubo un silecio de un par de minutos, ella no habló y él simplemente suspiró, luego, la liberó, se dio media vuelta y caminó hacía las ventanas selladas con madera de cedro. —Dísculpeme señorita Tejeda y Luna, le he ofendido fui un imprudente al sorprenderle de ese modo. Debí de haberle advertido mi intención. Pero espero que entienda que convertirse en una revolucionaria es sufrir, es sacrificarse por otros a los que posiblemente no conozca— se dio media vuelta y regresó hasta ella, se hincó y le tomó las manos. —Confiaré en usted, no le dejaré sola— entonces sacó de su camisa la cadena de oro que sujetaba uno de los objetos más preciados de Scott, el anillo de compromiso que su madre llevó el tiempo antes de su boda, se quitó la cadena, sacó el anillo y lo colocó en el dedo de Inés. —Quiero desposarla, desplazar esa soledad con la que vive y aunque no reemplazar el amor que una vez sintió, asegurarme de que sea feliz— sincerizó con una sonrisa y después limpió las lágrimas del hermoso rostro femenino.
—Me entrevistaré con los Virreyes de las colonias de Reino de España en Sevilla, aprovechará entonces para que usted se organice con los revolucionarios y regresará comprometida al virreinato, se presentará ante el virrey y le pedirá apadrine la boda. Luego, enviaré a un hombre que se hará pasar por su prometido, presentándose como un conde de Escocia. Él irá acompañado de los primeros revolucionarios que sin armas estudiaran el lugar. Cuando se esté por celebrar la boda llegará la segunda fuerza de asalto con el armamento e iniciarán la revolución— explicó deteniéndose para que ella preguntara antes de continuar, en ese momento aprovechó para prodigarle una caricia en sus mejillas.
Re: Reunión Secreta - BSTE -[Scott White]
Ines nunca hubiera esperado lo que aquel hombre hizo a continuación, luego de entregarle el guardapelo. Podía sentir la intensidad del espíritu que la miraba a los ojos, no era una mirada dulce, o compasiva, sino se trataba de una que escudriñaba, que sopesaba si ella valía la pena, la frase llegó a sus oídos como un latigazo en el rostro, - ¿que no confía en mi? ¿acaso no he venido desde Francia a encontrarme en medio de la nada, con un total extraño? ¿quien debería desconfiar? - se dijo, con la sorpresa pintada en su rostro y la vergüenza al ver como se paraba, tal si decidiera terminar con aquella reunión. Lo observó rodear la mesa para luego apoyarse en ésta a centímetros de su cuerpo, la mirada de Scott cargada de desdén y fastidio la hicieron recordar otra mirada, una que toda su infancia tuvo que sufrir – maldito el día que naciste, maldita sea toda tu vida, mejor hubiera sido que te mataran a ti también – las palabras de su padre resonaron en su cabeza. Intentó devolver esa mirada con desprecio pero en ése momento el ingles golpeó la mesa con tal fuerza que no pudo contener un leve gemido y su vista se nublo. Aun vagaba por su recuerdo la forma agresiva como su padre la había recibido al volver de las Sierras. Como si fuera una niña aterrada, con sus ojos extremadamente abiertos lo contempló, asintiendo casi imperceptiblemente a cada palabra que él le decía. Pero nada la preparó para lo que llegaría a escuchar. Podía acordar que él tenía razón al decirle que debía guardar su dolor, que la hipocresía y aquella máscara de urbanidad, serían las mejores armas a utilizar en la lucha que tanto ella deseaba participar. No podía esconder que era un espíritu impulsivo, ¿o acaso eso no había sido el verdadero responsable de todas sus desgracias?
Cuando aún gritándole,- cosa a la que estaba acostumbrada con un padre extremadamente irascible-, Scott volvió a lanzar sobre ella un nuevo latigazo, ésta vez el dolor la sobrepasó. Sus ojos ya no mostraban sorpresa, o miedo, como hacía un instante, no, meterse con sus sentimientos, con el amor que aún se negaba morir en su destrozado corazón hicieron que todo su cuerpo temblara, el roce de esa mano extraña tocando su mentón la hizo estremecerse, pero no por un sentimiento romántico, no, el mayor desprecio se apoderó de ella, el odio viseral e instintivo brotaba por su mirada como puñales que deseaban clavarse en aquellos orbes azules. Lo odió, por un segundo deseó poder expresarle todo el desprecio que nacía de su pecho, - ¿acertádamente? ¿Acaso esta loco? - su entrecejo se frunció, sentir el contacto de su mano en su piel y escuchar como despreciaba a ese ser que había sido todo para ella hizo que sus puños se cerraran, deseaba golpearlo, tirarle de la mesa y huir lo mas rápido que pudiera. Definitivamente ella se había equivocado, ese ingles no era un caballero, solo un hombre que disfrutaba insultándola. No se dio cuenta cuanto tiempo había estado llorando, pues solo podía escuchar en su cabeza repetirse una y otra vez lo que Scott le había gritado.
El silencio que se había apoderado de la situación murió ante el suspiro masculino y las lagrimas silenciosas que recorrían las mejillas de la cordobesa humedeciendo levemente la mano que aún la sujetaba. Él la soltó y se alejó de ella, Inés sintió un alivio inconmensurable, - ya esta, todo a terminado – se dijo – mejor será que vuelva a Francia lo antes posible, ésto fue un fiasco - había bajado su cabeza y la mantenía entre sus manos, estaba cansada, su cuerpo temblaba involuntariamente, solo deseaba huir.
Las disculpas del señor White, volvieron a sorprenderla, - ¿que había sido entonces todo aquello? - intentó comprender - ¿era una prueba? - susurró. Lo observó hincarse a su lado, tomar sus manos, decirle que confiaría en ella. Intentaba no temblar pero ese océano tormentoso de emociones en que la había sumergido aquel hombre, parecía que deseaba llevarla hasta las profundidades, ahogarla de angustia y confusión. Y si ésto estaba tomando matices entre pesadilla y sueño caótico lo próximo que escuchó salir de los labios del ingles la dejaron totalmente shoqueada. ¿Acaso había escuchado bien? ¿le estaba pidiendo desposarla? Por supuesto que eso haría que las malas lenguas inmediatamente dejaran de hablar y que su familia la aceptara con los brazos abiertos, ya que eran extremadamente hipócritas, ¿pero acaso él se daba cuenta de lo que significaría para Inés aceptarlo? Era cerrar para siempre la puerta al recuerdo de ese amor que durante tanto tiempo había sido lo único que la mantenía viva. Él le prometía que intentaría hacerla feliz, - nadie en mi vida ha intentado siquiera que volviera a sonreír– se dijo con tristeza. Sus manos, entre las de Scott se encontraban pálidas, heladas. Bajó la vista hasta descubrir en su dedo el hermoso anillo que él le había colocado.
Escuchó con atención aunque por momentos sus pensamientos volaban al anillo que descansaba en su dedo. Él se entrevistaría con los virreyes y por ende con el del Ro de La Plata, era lógico que su padrino estuviera presente. Asintió con la cabeza a cada propuesta que Scott decía y en su mente surgieron muchas dudas, las que no podía darse el lujo de guardárselas. Cuando él concluyó de hablar, ella lo miró con seriedad, directo a los ojos. Una duda la sobrecogió, ¿como debía dirigirse ante él ahora? Por un segundo enmudeció, hasta que aquella caricia, suave, que no esperaba, volvió a hacer que temblara, pero esta vez de forma diferente. Tragó saliva antes de hablar, - ¿dices... dice... que se entrevistará con mi padrino en Sevilla? Si el Virrey estará en España, ¿convendría que le mandara una carta, pidiendo me permita volver? explicar que deseo llevar buenas noticias a mi familia ¿Debería pedirle una audiencia, para informarle de mi compromiso o esperar que lleguemos a Buenos Aires para hacerlo? - eran tantas las preguntas que surgían en su mente. No deseaba parecer insegura, pero lo que menos quería era arruinar la lucha, como antes había dicho Scott, si deseaba ser una verdadera revolucionaria, llevar la libertad a su pueblo, debería ser mas prudente y astuta.
Con tanto movimiento, los mechones del cabello de Scott se habían desacomodado, mientras ella seguía con sus preguntas instintivamente acomodó ese mechón despejando la frente masculina. Enmudeció y retrotrajo su mano, como si se hubiera quemado, un rubor llegó a sus mejillas, no sabía como debía comportarse, ¿que eran ahora? ¿prometidos? ¿o solo un artilugio mas de la misión? Unió sus manos en el regazo y cubrió el anillo. Llevó su mirada al objeto que embellecía su largo y delgado dedo anular. Inspiró antes de levantar sus ojos y buscar los ajenos, - ¿quien es ese caballero que se hará pasar por vuestra merced? -, era una parte del plan que aun no entendía.
Cuando aún gritándole,- cosa a la que estaba acostumbrada con un padre extremadamente irascible-, Scott volvió a lanzar sobre ella un nuevo latigazo, ésta vez el dolor la sobrepasó. Sus ojos ya no mostraban sorpresa, o miedo, como hacía un instante, no, meterse con sus sentimientos, con el amor que aún se negaba morir en su destrozado corazón hicieron que todo su cuerpo temblara, el roce de esa mano extraña tocando su mentón la hizo estremecerse, pero no por un sentimiento romántico, no, el mayor desprecio se apoderó de ella, el odio viseral e instintivo brotaba por su mirada como puñales que deseaban clavarse en aquellos orbes azules. Lo odió, por un segundo deseó poder expresarle todo el desprecio que nacía de su pecho, - ¿acertádamente? ¿Acaso esta loco? - su entrecejo se frunció, sentir el contacto de su mano en su piel y escuchar como despreciaba a ese ser que había sido todo para ella hizo que sus puños se cerraran, deseaba golpearlo, tirarle de la mesa y huir lo mas rápido que pudiera. Definitivamente ella se había equivocado, ese ingles no era un caballero, solo un hombre que disfrutaba insultándola. No se dio cuenta cuanto tiempo había estado llorando, pues solo podía escuchar en su cabeza repetirse una y otra vez lo que Scott le había gritado.
El silencio que se había apoderado de la situación murió ante el suspiro masculino y las lagrimas silenciosas que recorrían las mejillas de la cordobesa humedeciendo levemente la mano que aún la sujetaba. Él la soltó y se alejó de ella, Inés sintió un alivio inconmensurable, - ya esta, todo a terminado – se dijo – mejor será que vuelva a Francia lo antes posible, ésto fue un fiasco - había bajado su cabeza y la mantenía entre sus manos, estaba cansada, su cuerpo temblaba involuntariamente, solo deseaba huir.
Las disculpas del señor White, volvieron a sorprenderla, - ¿que había sido entonces todo aquello? - intentó comprender - ¿era una prueba? - susurró. Lo observó hincarse a su lado, tomar sus manos, decirle que confiaría en ella. Intentaba no temblar pero ese océano tormentoso de emociones en que la había sumergido aquel hombre, parecía que deseaba llevarla hasta las profundidades, ahogarla de angustia y confusión. Y si ésto estaba tomando matices entre pesadilla y sueño caótico lo próximo que escuchó salir de los labios del ingles la dejaron totalmente shoqueada. ¿Acaso había escuchado bien? ¿le estaba pidiendo desposarla? Por supuesto que eso haría que las malas lenguas inmediatamente dejaran de hablar y que su familia la aceptara con los brazos abiertos, ya que eran extremadamente hipócritas, ¿pero acaso él se daba cuenta de lo que significaría para Inés aceptarlo? Era cerrar para siempre la puerta al recuerdo de ese amor que durante tanto tiempo había sido lo único que la mantenía viva. Él le prometía que intentaría hacerla feliz, - nadie en mi vida ha intentado siquiera que volviera a sonreír– se dijo con tristeza. Sus manos, entre las de Scott se encontraban pálidas, heladas. Bajó la vista hasta descubrir en su dedo el hermoso anillo que él le había colocado.
Escuchó con atención aunque por momentos sus pensamientos volaban al anillo que descansaba en su dedo. Él se entrevistaría con los virreyes y por ende con el del Ro de La Plata, era lógico que su padrino estuviera presente. Asintió con la cabeza a cada propuesta que Scott decía y en su mente surgieron muchas dudas, las que no podía darse el lujo de guardárselas. Cuando él concluyó de hablar, ella lo miró con seriedad, directo a los ojos. Una duda la sobrecogió, ¿como debía dirigirse ante él ahora? Por un segundo enmudeció, hasta que aquella caricia, suave, que no esperaba, volvió a hacer que temblara, pero esta vez de forma diferente. Tragó saliva antes de hablar, - ¿dices... dice... que se entrevistará con mi padrino en Sevilla? Si el Virrey estará en España, ¿convendría que le mandara una carta, pidiendo me permita volver? explicar que deseo llevar buenas noticias a mi familia ¿Debería pedirle una audiencia, para informarle de mi compromiso o esperar que lleguemos a Buenos Aires para hacerlo? - eran tantas las preguntas que surgían en su mente. No deseaba parecer insegura, pero lo que menos quería era arruinar la lucha, como antes había dicho Scott, si deseaba ser una verdadera revolucionaria, llevar la libertad a su pueblo, debería ser mas prudente y astuta.
Con tanto movimiento, los mechones del cabello de Scott se habían desacomodado, mientras ella seguía con sus preguntas instintivamente acomodó ese mechón despejando la frente masculina. Enmudeció y retrotrajo su mano, como si se hubiera quemado, un rubor llegó a sus mejillas, no sabía como debía comportarse, ¿que eran ahora? ¿prometidos? ¿o solo un artilugio mas de la misión? Unió sus manos en el regazo y cubrió el anillo. Llevó su mirada al objeto que embellecía su largo y delgado dedo anular. Inspiró antes de levantar sus ojos y buscar los ajenos, - ¿quien es ese caballero que se hará pasar por vuestra merced? -, era una parte del plan que aun no entendía.
Keera Lee- Humano Clase Alta
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Re: Reunión Secreta - BSTE -[Scott White]
No le sorprendió el comportamiento de Inés; aunque él no esperaba usar en ningún momento la estrategia del engaño a través de la seducción, sobre todo por la situación que tenía con Bambi, estaba teniendo una buena aprobación, la americana mostraba nerviosismo y el detalle de verse el anillo le demostraba un interés en que se concretara el matrimonio, una ilusión segura de vestirse de blanco pese a que seguramente ya no era virgen, y contraer matrimonio con el ingles. Pero aún con el plan casi perfecto dudaba que ella estuviera lo suficientemente mentalizada para no fracasar. Reprobó indiscutiblemente la prueba, así que su plan tenía que modificarse, tenía que hacerlo más fácil para que en el caso en el que ella perdiera la razón, el plan marchara por sí sólo.
—¿Te gustaría que sea yo quien pida su mano personalmente a su tío, acompañarla en todos sus viajes?— le tomó de las frías manos dedicándole una sonrisa al tiempo en el que se ponía de cuclillas para estar a la misma altura de ella que todavía estaba sentada, así, siguió ideando una nueva estrategia en la que no la arriesgara a ella ni a él. Por mucho que lograra hacer en el encuentro en España, no sobreviviría ni siquiera al viaje a la capital del virreinato. Queriendo o no, la necesitaba. Suspiró y acarició el hermoso rostro de la que era ahora, bajo el interés de Scott- su prometida. —Podemos dejar las formalidades a un lado— continuó sin retirar su mano del rostro femenino. —Eres ahora mi prometida Inés, llámame como quieras, pero no olvides que soy parte de ti como tu de mí— concluyó y lentamente fue acercando sus labios a los de ella y la besó, sus ojos se cerraron y su mano derecha acarició la piel hasta la nuca haciendo que el beso fuera más intenso, luego, los labios se separaron dejando aún el aliento en la boca de su prometida.
Se reincorporó aferrándose a sus manos, sus ojos brillaron con cariño y su sonrisa demostró el calor del afecto. —Te dije hace unos momentos que no confiaba en ti... Ahora te digo que si lo haré, pero confía también en mi... acéptame como tu esposo, arriésgate que yo cumpliré mi promesa y te haré feliz— le habló con seguridad soltándole las manos que cayeron lentamente al regazo de la bella Inés. Scott rodeó la mesa dándole la espalda, echó una mirada por la ventana y a ésta, le mostró su semblante malicioso, era como si necesitara hacerle una confidencia a la pequeña ventana de que sus intenciones eran tan falsas como la supuesta enfermedad de Camile.
—El tiempo de Dios es perfecto...— dijo de pronto retomando su interés fingido aún dándole la espalda, debido a que aún mantenía su semblante malicioso. —Sólo él sabe por qué hace las cosas y nosotros nunca podremos comprender por qué escribe la historia como lo hace. Lo que pretendo decir es...— hizo una pausa para darse la vuelta mostrándole una mirada tierna, sus ojos emitían una necesidad de confianza y la leve sonrisa en sus labios interpretaban con bastante fidelidad que las palabras que de su boca salían, eran palabras directas de su corazón. —Que Él nos acercó, por Él estamos aquí reunidos y no es solamente para liberar a tu pueblo— dio dos pasos al frente y continuó. —Lo sé porque cuando me atreví, y espero me perdones, a besarte, escuché a mi corazón decirme que finalmente encontré en ti esa ausencia que sentí por tantos años. Fue mi decisión proponerte matrimonio y prometer también que te haría feliz, pero hubo una fuerza que me impulsó a besarte por muy ridículo que ésto suene— suspiró fingiendo una tristeza que no sentía, y es que aunque sí llegó a sentir un vacío, éste se había llenado con la presencia de Bambi.
Con su aparente tristeza rehuyó a la mirada de Inés y un par de lágrimas surcaron sus blancas mejillas. —Sí alguien me dijera que un hombre puede enamorarse en un sólo encuentro, que puedes sentir que amas a una mujer en tan breve tiempo... Le diría a esa persona que está loco, si no que es un idiota— dirigió su vista a los ojos de Inés y acortó la distancia. —Siento envidia, y que Dios y tu me perdonen, pero desearía sentir el amor que sintió el pobre hombre que te arrebataron con semejante crueldad y de una forma sumamente injusta. Soy un egoísta pecador por exigir tu amor, pero espero que entiendas que ahora que siento que ese vacío se llena, no quiero que vuelva a estar hueco— demostró una tristeza que desgarraría cualquier alma.
—Mi bella Inés, juntos podremos cumplir todos tus deseos y añoranzas, bueno, no podré reemplazar al amor de aquel hombre, ese amor siempre vivirá en ti, pero sí puedo intentar que seas feliz todos los días que Dios nos permita vivir...— sonrió transformando su tristeza lentamente en un brillo de esperanza y le extendió la mano. —¿Confías en mí...?— le dijo.
—¿Te gustaría que sea yo quien pida su mano personalmente a su tío, acompañarla en todos sus viajes?— le tomó de las frías manos dedicándole una sonrisa al tiempo en el que se ponía de cuclillas para estar a la misma altura de ella que todavía estaba sentada, así, siguió ideando una nueva estrategia en la que no la arriesgara a ella ni a él. Por mucho que lograra hacer en el encuentro en España, no sobreviviría ni siquiera al viaje a la capital del virreinato. Queriendo o no, la necesitaba. Suspiró y acarició el hermoso rostro de la que era ahora, bajo el interés de Scott- su prometida. —Podemos dejar las formalidades a un lado— continuó sin retirar su mano del rostro femenino. —Eres ahora mi prometida Inés, llámame como quieras, pero no olvides que soy parte de ti como tu de mí— concluyó y lentamente fue acercando sus labios a los de ella y la besó, sus ojos se cerraron y su mano derecha acarició la piel hasta la nuca haciendo que el beso fuera más intenso, luego, los labios se separaron dejando aún el aliento en la boca de su prometida.
Se reincorporó aferrándose a sus manos, sus ojos brillaron con cariño y su sonrisa demostró el calor del afecto. —Te dije hace unos momentos que no confiaba en ti... Ahora te digo que si lo haré, pero confía también en mi... acéptame como tu esposo, arriésgate que yo cumpliré mi promesa y te haré feliz— le habló con seguridad soltándole las manos que cayeron lentamente al regazo de la bella Inés. Scott rodeó la mesa dándole la espalda, echó una mirada por la ventana y a ésta, le mostró su semblante malicioso, era como si necesitara hacerle una confidencia a la pequeña ventana de que sus intenciones eran tan falsas como la supuesta enfermedad de Camile.
—El tiempo de Dios es perfecto...— dijo de pronto retomando su interés fingido aún dándole la espalda, debido a que aún mantenía su semblante malicioso. —Sólo él sabe por qué hace las cosas y nosotros nunca podremos comprender por qué escribe la historia como lo hace. Lo que pretendo decir es...— hizo una pausa para darse la vuelta mostrándole una mirada tierna, sus ojos emitían una necesidad de confianza y la leve sonrisa en sus labios interpretaban con bastante fidelidad que las palabras que de su boca salían, eran palabras directas de su corazón. —Que Él nos acercó, por Él estamos aquí reunidos y no es solamente para liberar a tu pueblo— dio dos pasos al frente y continuó. —Lo sé porque cuando me atreví, y espero me perdones, a besarte, escuché a mi corazón decirme que finalmente encontré en ti esa ausencia que sentí por tantos años. Fue mi decisión proponerte matrimonio y prometer también que te haría feliz, pero hubo una fuerza que me impulsó a besarte por muy ridículo que ésto suene— suspiró fingiendo una tristeza que no sentía, y es que aunque sí llegó a sentir un vacío, éste se había llenado con la presencia de Bambi.
Con su aparente tristeza rehuyó a la mirada de Inés y un par de lágrimas surcaron sus blancas mejillas. —Sí alguien me dijera que un hombre puede enamorarse en un sólo encuentro, que puedes sentir que amas a una mujer en tan breve tiempo... Le diría a esa persona que está loco, si no que es un idiota— dirigió su vista a los ojos de Inés y acortó la distancia. —Siento envidia, y que Dios y tu me perdonen, pero desearía sentir el amor que sintió el pobre hombre que te arrebataron con semejante crueldad y de una forma sumamente injusta. Soy un egoísta pecador por exigir tu amor, pero espero que entiendas que ahora que siento que ese vacío se llena, no quiero que vuelva a estar hueco— demostró una tristeza que desgarraría cualquier alma.
—Mi bella Inés, juntos podremos cumplir todos tus deseos y añoranzas, bueno, no podré reemplazar al amor de aquel hombre, ese amor siempre vivirá en ti, pero sí puedo intentar que seas feliz todos los días que Dios nos permita vivir...— sonrió transformando su tristeza lentamente en un brillo de esperanza y le extendió la mano. —¿Confías en mí...?— le dijo.
Re: Reunión Secreta - BSTE -[Scott White]
Sus manos estaban heladas, y no era para menos, la sorpresa la había embargado, porque se suponía que ésa reunión sería un simple intercambio de instrucciones y papeles. Pero había terminado siendo una cena de compromiso, con una descabellada propuesta de casamiento. Por supuesto que en verdad eso era un giro a su favor, pues era una forma de volver al lugar que la cordobesa amaba. Sonrió con timidez, no por que ella fuera una mujer así, unos pocos sabían que en verdad no lo era. Inés, podía llegar a convertirse en un verdadero demonio si las circunstancias así lo ameritaban. Parecía que el hombre que tenía enfrente, gustaba de hacerla sentir en inferioridad de condiciones – cree lo que quieras – caviló mientras sus ojos observaban al ingles, mostrando un embelesamiento que no era cierto, pero que de seguro necesitaba para conocer más sobre ese supuesto plan que la llevaría nuevamente a su amada tierra. Al contacto de la mano masculina en su mejilla ella se envaró en su asiento, pero inmediatamente, intentó relajarse, no podía demostrar nada que perturbara ese momento, - debes parecer inocente como una paloma aunque en verdad seas astuta como una serpiente – se recordó cuando Scott la acercó a su boca y recibió el beso que se intensificó, Inés no podía negar que, para su casi nula experiencia, ese beso le encendió el aliento, - calmate, lo importante aquí es volver a Córdoba, como sea – pensó mientras disfrutaba y se quejaba mentalmente porque él dejaba de besarla.
Por un instante se sintió el ser mas traicionero al escuchar las palabras que Scott le dedicaba, diciendo que confiaba en ella y que solo necesitaba su total confianza para que juntos lograran los objetivos que desearan alcanzar. Lo observó alejarse, caminar hasta una ventana cercana y perder su mirada en ella como si estuviera cavilando lo que debía seguir a continuación. En el corazón de Inés, existía un conflicto que no podía explicar del todo. Deseaba con todas sus fuerzas volver a su tierra, sus campos, el cielo tan azul y límpido que no había visto en mas de un año. Desde su llegada a París, no había disfrutado de un espectáculo tan maravilloso como el cielo de su amada Córdoba. Por lo menos comparando el cielo de la ciudad que la alojaba en Francia, que siempre se observaba gris. Una sensación extraña la embargó, cuando se dio cuenta que Scott no tenía idea de lo que estaba entregando en manos de Inés, porque aunque creyera que el amor había hecho mella en el corazón femenino, con tan solo unas palabras, la verdad era otra. Inés, contaría con la llave necesaria para volver y ocupar el lugar que le pertenecía como principal heredera de una basta fortuna.
Era cierto que las mujeres no heredaban si no estaban casadas, pero volviendo comprometida y realizando el dichoso casamiento en Córdoba, acallaría cualquier habladuría de su persona. Ademas, siempre podría existir, aun la más remota posibilidad, que el ingles, muriera en esas tierras por alguna enfermedad, o un enfrentamiento armado. Entonces, sería libre de hacer lo que se le antojara, sin la supervisión ni de su padre, su padrino o su marido. Sonrió con un brillo de picardía observando el anillo, haciéndolo girar lentamente en su dedo. Suspiró, mostrando una dulzura que era cierta. pero no por el hombre que estaba en ese momento a su lado, sino por el hermoso recuerdo que llegaba a su mente, al recordar a sus amados, su pequeña hermana, su madre. Negó con su cabeza para espantar esos otros que aun dolían sus ausencias, como filosas dagas que se clavaban en su pecho. Las amadas imágenes de aquellos que ya no estarían a su regreso, su tío Sebastián y su, hasta ahora, único amor. Elevó levemente su cabeza, buscando a su prometido y escuchando atenta lo que él seguía explicando.
Las bellas palabras que él le dedicara, el amor que decía sentir por ella en tan mínimo tiempo, y que de alguna manera sentía celos del recuerdo que ella atesoraba de su amado Nahuel, hizo que se sintiera una mujer despreciable, su cuerpo se encendió, pero no fue de emoción o sonrojo por sus bellas palabras. Sentía que ella era una bruja, pensando que si tenía suerte éste buen hombre terminaría sus días en una tierra tan lejana y agreste, extremadamente diferente a donde hubiera nacido - y todo porque decide confiar en mi – su rostro no pudo ocultar una fugas tristeza. Todo ese bagaje de pensamientos hicieron que deseara salir corriendo. Tal vez era mejor, si se apresuraba de seguro podría tomar el primer barco de la mañana y huir, que al fin de cuentas lo sabía hacer bien.
Unas lagrimas de angustia y arrepentimiento asomaron a sus orbes, - vamos, tienes la oportunidad de escapar – caviló, aun observando que él se encontraba alejado de ella. Su mirada buscó la puerta principal. Mientras pensaba en ello, como una autómata, jugó con el anillo, sacándoselo y dejándolo en la mesa. Solo bastaba levantarse, y correr, correr lo mas rápido que pudiera. Su mente afiebrada se le ocurrían mil formas de salvar a ése incauto hombre, de una empresa en la que, de seguro, no tenía ni la mas mínima idea de lo que estaba poniendo en juego. Las lagrimas corrieron por sus mejillas, al verlo acercarse tomó apresurada nuevamente el anillo y se lo colocó, - no hay vuelta atrás, las cartas están echadas – bajó la vista y cerró sus manos en puños arrugando levemente su falda – que sea lo que Dios decida, que él me perdone si arruino su vida – caviló mientras levantaba su vista y tragaba saliva.
Asintió con un leve movimiento de la Cabeza, - Querido Scott - habló, aun con su garganta afectada por las emociones que la embargaban – en verdad creo que sería mejor, que vos fuerais quien tuviera esa charla con mi padrino, pues él podría intervenir ante mi padre quien me permitiría volver a Córdoba – buscó sus ojos - sin ese permiso me sería imposible – acotó. Le sonrió tímidamente mientras distendía sus manos y acomodaba su vestido, estaba nerviosa, no quería herirlo, si esos sentimientos de los que el ingles se había referido eran reales, ella tendría que ir con sumo cuidado. Pero la verdad, Inés, no había sentido aquel arrebato de amor que él describía, lamentablemente sus pensamientos seguían reteniendo el profundo sentimiento hacia su antiguo amor, - Pero lo más importante, ahora, era poder regresar a mi amada tierra - intentó concentrarse solamente en ello. - Es un hombre de negocios por sobre todo y verá con buenos ojos ésta unión – suspiró – por supuesto deberíais mostrar que él será quien se lleve la mejor tajada – .
Por un instante se sintió el ser mas traicionero al escuchar las palabras que Scott le dedicaba, diciendo que confiaba en ella y que solo necesitaba su total confianza para que juntos lograran los objetivos que desearan alcanzar. Lo observó alejarse, caminar hasta una ventana cercana y perder su mirada en ella como si estuviera cavilando lo que debía seguir a continuación. En el corazón de Inés, existía un conflicto que no podía explicar del todo. Deseaba con todas sus fuerzas volver a su tierra, sus campos, el cielo tan azul y límpido que no había visto en mas de un año. Desde su llegada a París, no había disfrutado de un espectáculo tan maravilloso como el cielo de su amada Córdoba. Por lo menos comparando el cielo de la ciudad que la alojaba en Francia, que siempre se observaba gris. Una sensación extraña la embargó, cuando se dio cuenta que Scott no tenía idea de lo que estaba entregando en manos de Inés, porque aunque creyera que el amor había hecho mella en el corazón femenino, con tan solo unas palabras, la verdad era otra. Inés, contaría con la llave necesaria para volver y ocupar el lugar que le pertenecía como principal heredera de una basta fortuna.
Era cierto que las mujeres no heredaban si no estaban casadas, pero volviendo comprometida y realizando el dichoso casamiento en Córdoba, acallaría cualquier habladuría de su persona. Ademas, siempre podría existir, aun la más remota posibilidad, que el ingles, muriera en esas tierras por alguna enfermedad, o un enfrentamiento armado. Entonces, sería libre de hacer lo que se le antojara, sin la supervisión ni de su padre, su padrino o su marido. Sonrió con un brillo de picardía observando el anillo, haciéndolo girar lentamente en su dedo. Suspiró, mostrando una dulzura que era cierta. pero no por el hombre que estaba en ese momento a su lado, sino por el hermoso recuerdo que llegaba a su mente, al recordar a sus amados, su pequeña hermana, su madre. Negó con su cabeza para espantar esos otros que aun dolían sus ausencias, como filosas dagas que se clavaban en su pecho. Las amadas imágenes de aquellos que ya no estarían a su regreso, su tío Sebastián y su, hasta ahora, único amor. Elevó levemente su cabeza, buscando a su prometido y escuchando atenta lo que él seguía explicando.
Las bellas palabras que él le dedicara, el amor que decía sentir por ella en tan mínimo tiempo, y que de alguna manera sentía celos del recuerdo que ella atesoraba de su amado Nahuel, hizo que se sintiera una mujer despreciable, su cuerpo se encendió, pero no fue de emoción o sonrojo por sus bellas palabras. Sentía que ella era una bruja, pensando que si tenía suerte éste buen hombre terminaría sus días en una tierra tan lejana y agreste, extremadamente diferente a donde hubiera nacido - y todo porque decide confiar en mi – su rostro no pudo ocultar una fugas tristeza. Todo ese bagaje de pensamientos hicieron que deseara salir corriendo. Tal vez era mejor, si se apresuraba de seguro podría tomar el primer barco de la mañana y huir, que al fin de cuentas lo sabía hacer bien.
Unas lagrimas de angustia y arrepentimiento asomaron a sus orbes, - vamos, tienes la oportunidad de escapar – caviló, aun observando que él se encontraba alejado de ella. Su mirada buscó la puerta principal. Mientras pensaba en ello, como una autómata, jugó con el anillo, sacándoselo y dejándolo en la mesa. Solo bastaba levantarse, y correr, correr lo mas rápido que pudiera. Su mente afiebrada se le ocurrían mil formas de salvar a ése incauto hombre, de una empresa en la que, de seguro, no tenía ni la mas mínima idea de lo que estaba poniendo en juego. Las lagrimas corrieron por sus mejillas, al verlo acercarse tomó apresurada nuevamente el anillo y se lo colocó, - no hay vuelta atrás, las cartas están echadas – bajó la vista y cerró sus manos en puños arrugando levemente su falda – que sea lo que Dios decida, que él me perdone si arruino su vida – caviló mientras levantaba su vista y tragaba saliva.
Asintió con un leve movimiento de la Cabeza, - Querido Scott - habló, aun con su garganta afectada por las emociones que la embargaban – en verdad creo que sería mejor, que vos fuerais quien tuviera esa charla con mi padrino, pues él podría intervenir ante mi padre quien me permitiría volver a Córdoba – buscó sus ojos - sin ese permiso me sería imposible – acotó. Le sonrió tímidamente mientras distendía sus manos y acomodaba su vestido, estaba nerviosa, no quería herirlo, si esos sentimientos de los que el ingles se había referido eran reales, ella tendría que ir con sumo cuidado. Pero la verdad, Inés, no había sentido aquel arrebato de amor que él describía, lamentablemente sus pensamientos seguían reteniendo el profundo sentimiento hacia su antiguo amor, - Pero lo más importante, ahora, era poder regresar a mi amada tierra - intentó concentrarse solamente en ello. - Es un hombre de negocios por sobre todo y verá con buenos ojos ésta unión – suspiró – por supuesto deberíais mostrar que él será quien se lleve la mejor tajada – .
Keera Lee- Humano Clase Alta
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