Aventura en las calles ~Antoine~

Corría. Mis piernas se estiraban tanto como podían para que la zancada fuera lo mayor posible y alejarme cuanto antes de aquel lugar; mis pies acabarían doloridos tanto por el esfuerzo como por la cantidad de piedrecitas que me iba clavando al no tener cuidado alguno pero lo importante era alejarse, alejarse todo lo posible y más. Mi respiración se había acelerado por la adrenalina y por el esfuerzo para mantener ese ritmo rápido; algunos mechones de pelo se escaparon de la cinta de cuero con la que lo mantenía recogido y se agitaban a cada paso que daba, nunca lo llevaba en uno de esos recogidos estirados y austeros salvo que intentase aparentar ser una dama o tener más dinero del que realmente tenía. Agarraba los bajos del vestido con las dos manos para no enredar los pies al correr; corría de tal forma que la mayoría de personas con las que me cruzaba se apartaban y me miraban, lo cual era contraproducente pues indicaba mi camino a cualquiera que me siguiera, en cuanto tuviera ocasión tendría que ocultarme pues si seguía corriendo de esa forma acabarían por alcanzarme.

Conforme corría, agradeciendo que la brisa me refrescase un poco, pensaba en lo que había salido mal a la vez que intentaba encontrar el mejor camino de huida. Como era de suponer, no siempre había suerte y, alguna vez, cuando intentabas echar mano a una bolsa ajena, el dueño o alguien cercano se daba cuenta y tenías que poner los pies en polvorosa como ocurría en ese instante pero, por suerte, no era algo que me ocurriera de forma habitual. Había aprendido que era preferible meter la mano cuando estaba al aire libre pues era más fácil pasar desapercibida, que nadie recordase tu rostro y que hubiera vías de escape cercanas tanto si las cosas salían bien como si iban mal, pero cuando la necesidad apremia había que buscar donde fuera. Normalmente robaba por algún mercado y calles con puestos ambulantes, pero alguien debía haber avisado a los gendarmes porque llevaban varios días paseando por allí y mi coto de trabajo se había visto reducido, al igual que el peso de mi bolsa no así mis gastos, pues tenía que seguir pagando la pequeña habitación de la posada de mala muerte en la que me estaba alojando. Había acabado entrado en una tienda donde algunas damas compraban cintas y otros tantos adornos para sus vestidos, poco habría sacado de ellas -quienes solían comprar apuntando el costo a la lista que pagaba algún administrador o un caballero mensualmente- si no fuera porque eran jovencitas y algún que otro caballero admirador las acompañaba y estaba totalmente despistado en su intento por impresionarlas. Conseguí meter mano entre el dinero del hombre, robarle algunas monedas y escabullirme, todo había ido bien hasta que al salir por la puerta un mensajero entraba corriendo, tropezamos, se me escurrieron las monedas de la mano, todos se dieron cuenta y automáticamente pensaron, correctamente, que el dinero era robado. En ese momento, caballero, mensajero y posiblemente alguien más habían salido corriendo persiguiéndome.

Las personas, fachadas de edificios y demás pasaban a mi lado como un borrón, quedando atrás rápidamente y dejándome cada vez más perdida en la ciudad, no es que me importase, ya encontraría el camino de vuelta, lo importante era escapar antes que pudieran atraparme y llevarme ante la ley. En mi rápida e improvisada huida, opté por hacer un giro inesperado entre las calles esperando de esta forma, que si aún me seguían, supusieran que había seguido por el camino más cómodo para la carrera en vez del giro más dificultoso. Apenas había torcido mi carrera hacia esa calle cuando tropecé con alguien provocando que ambos cayéramos por el suelo, empezaba a ser una mala costumbre eso de caer por el suelo con alguien pero cuando se corre así para huir es fácil tropezar, sobre todo, en un giro inesperado. Tras el suave gritito que se me escapó por la sorpresa y el quejido tras golpear contra el suelo, intenté ponerme en pie - Lo lamento mucho, de verdad. Espero no haberle hecho daño - Ni siquiera miré a quien fuera con quien había tropezado mientras hablaba, sino que intentaba recoger la falda para poder ponerme en pie y salir de allí lo antes posible.