AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Animal Sex ||Privado +18
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Animal Sex ||Privado +18
Era difícil terminar haciendo lo que amabas, seguir con tu pasión sin ser interrumpida por las cuestiones de la vida, por suerte Salome había logrado eso y mucho mas. Su funeraria era prospera, porque nunca iban a faltar los muertos, esos siempre estarían allí, nunca se moriría de hambre, ni debía temer la falta de trabajos, es más, estaba ciertamente preocupada, debía contratar más empleados, ya que con las diferentes epidemias a flor de piel, comenzaba a llenarse la funeraria con muchos clientes y ya no daban para más, hasta ella, que podría estar al frente de una mesa preparando cientos de cuerpos, por más de dos días, se sentía agotada, ya que habían cumplido ya dos semanas, desde que la epidemia se había propagado.
Los más pobres iban a fosas comunes, envueltos en una tela, tirados allí, como si nada, que suerte tenia que no todos tenían para pagar sus arreglos, tendría el triple de trabajo si lo pudieran hacer, en vez de eso, solamente atendía a los de clase alta y algunos de media y con esos llegaba a ser extenuante. Había pasado cuatro días seguidos metida en una de las salas, preparando cuerpo tras cuerpo, sin descanso, el vestido negro que tenia, parecía un manojo de sangre y desperdicios corporales, pero para ella representaba una bella obra de arte, aun así, debía admitirlo, estaba cansada, le gustaría ir a casa, pero está harta de las constantes discusiones que la egipcia provoca por aquella loca idea de engendrar un hijo, Salome está considerando castrarla, si sigue con esos planes.
Tratando de controlarse, no va hacia su mansión, prefiere ir a otro lugar, dejando todo como estaba, un cuerpo a medio terminar, retirándose las ropas sucias, mientras de su exposición personal saca un corazón de un bebe recién nacido, lo guarda recelosa en una caja de regalo, envuelto con un papel negro y una cinta blanca, manda a llamar a su carruaje. Era un viaje algo largo, pero disfrutaba hacer ese tipo de viajes, tardo en llegar todo un medio día, el cielo comenzaba a teñirse de rojizo, que bello le parecía aquel cielo.
— No tengo que explicarte ¿Cierto? — le pregunto al anciano, que conducía aquel carruaje lúgubre, claro, debía ser así, era uno funerario. El anciano asintió, quedando un deje de tembladera en su cuerpo huesudo, ella giro su cuerpo, mientras el carruaje la dejaba en el lugar exacto.
— Pensé que tendrías mejor seguridad Ashmed — rio suavemente, mientras se sentaba en un escritorio, estiro la caja en donde contenía el corazón del bebe, muy bien conservado — un regalo querido, espero que te guste — miro el lugar, era un laboratorio muy extenso, con diferentes envases y experimentos en varias fases, a ella le parecía encantador, por eso de vez en cuando venía a ese lugar, esperando poder encontrar una amigable conversación con el cambiante, que también parecía estar lo suficientemente loco, como para tratarla.
Los más pobres iban a fosas comunes, envueltos en una tela, tirados allí, como si nada, que suerte tenia que no todos tenían para pagar sus arreglos, tendría el triple de trabajo si lo pudieran hacer, en vez de eso, solamente atendía a los de clase alta y algunos de media y con esos llegaba a ser extenuante. Había pasado cuatro días seguidos metida en una de las salas, preparando cuerpo tras cuerpo, sin descanso, el vestido negro que tenia, parecía un manojo de sangre y desperdicios corporales, pero para ella representaba una bella obra de arte, aun así, debía admitirlo, estaba cansada, le gustaría ir a casa, pero está harta de las constantes discusiones que la egipcia provoca por aquella loca idea de engendrar un hijo, Salome está considerando castrarla, si sigue con esos planes.
Tratando de controlarse, no va hacia su mansión, prefiere ir a otro lugar, dejando todo como estaba, un cuerpo a medio terminar, retirándose las ropas sucias, mientras de su exposición personal saca un corazón de un bebe recién nacido, lo guarda recelosa en una caja de regalo, envuelto con un papel negro y una cinta blanca, manda a llamar a su carruaje. Era un viaje algo largo, pero disfrutaba hacer ese tipo de viajes, tardo en llegar todo un medio día, el cielo comenzaba a teñirse de rojizo, que bello le parecía aquel cielo.
— No tengo que explicarte ¿Cierto? — le pregunto al anciano, que conducía aquel carruaje lúgubre, claro, debía ser así, era uno funerario. El anciano asintió, quedando un deje de tembladera en su cuerpo huesudo, ella giro su cuerpo, mientras el carruaje la dejaba en el lugar exacto.
{….}
— Pensé que tendrías mejor seguridad Ashmed — rio suavemente, mientras se sentaba en un escritorio, estiro la caja en donde contenía el corazón del bebe, muy bien conservado — un regalo querido, espero que te guste — miro el lugar, era un laboratorio muy extenso, con diferentes envases y experimentos en varias fases, a ella le parecía encantador, por eso de vez en cuando venía a ese lugar, esperando poder encontrar una amigable conversación con el cambiante, que también parecía estar lo suficientemente loco, como para tratarla.
Salomé Ameris- Cambiante Clase Alta
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Re: Animal Sex ||Privado +18
- ¡Maldita sea! -Exclamó a todo pulmón, llevándose una mano hacia su rostro y deslizándola hacia arriba, pasando por entre sus cabellos hasta que llegó a su nuca. Permanecía inclinado sobre su mesa de estudios, con sus ojos permanecían fijos sobre el cadáver de un roedor, inerte y putrefacto. ¿Cuánto ya hace que estaba ahí? A la semana había dejado de contar los días pero por el polvo que comenzaba a acumularse en el mobiliario no debía ser más de nueve días. Por nueve días había estado encerrado en su laboratorio, saliendo únicamente a buscar nuevos materiales de estudio, nuevos sujetos de experimentación sobre los cuales trabajar pero para su desgracia estos se volvían relativamente escasos por aquellas fechas.
Tras soltar un suspiro tomó el cadáver del roedor y con fastidio lo lanzó a una chimenea cercana, cayendo este entre las llamas y sobre una gran pila de pequeños esqueletos calcinados de fallos anteriores. Apartándose de la mesa con paso tranquilo se dirigió a una jaula cercana, la cual no tendría más de un metro de alto y ancho, se puso de cuclillas y revisando el interior soltó un gruñido molesto; ahí dentro, acostada y con la respiración entrecortada, solo se encontraba una musaraña famélica, era su último espécimen así que debería valer el esfuerzo. Abrió la puertecilla y tomándola del pescuezo la extrajo de su prisión, en ese momento, la musaraña pareció despertar de su letargo y comenzó a sacudirse como podía y trataba de alcanzar con sus dientes a morder la mano de Ashmed pero este lo tenía bien agarrado y no podría escapársele- Si cooperas todo será más sencillo –Le increpó mientras se levantaba y se acercaba a la mesa. El animal se volvía cada vez más inquieto a cada paso y sus ojos parecían estar a punto de salir de sus órbitas pero lo que más le llamó la atención a Ashmed era que entre el forcejeo podía sentir un temblor en el cuerpo de la musaraña, una reacción característica del miedo.
Tranquilamente depositó al animal en medio de la mesa, con una mano sujetando aún su pescuezo mientras este seguía moviéndose como podía- No temas… No durará mucho –Le dijo con voz suave mientras con su mano libre tomaba una jeringa, la introducía en uno de los frascos y llenaba su interior con un líquido espeso de color musgo. Los ojos desesperados de la musaraña iban en todas direcciones, desde la puerta del laboratorio a las ventanas, de la jeringa que se le acercaba al calmado rostro de su captor hasta que los cerró cuando sintió el fino y frío instrumento hundirse en su yugular, justo entre su mandíbula y los dedos de Ashmed. No tardó en administrar todo el compuesto al sujeto, el cual parecía haberse resignado tras recibir la dosis; la respiración del animal había comenzado a bajar de ritmo y su cuerpo había comenzado a dejar de moverse por lo que lo soltó y dejando de lado los instrumentos fijó sus ojos en él. Solo fueron necesarios unos cinco segundos más para que la respiración de la criatura cesara por completo y su último aliento de vida escapara del cuerpo pero fueron necesarios esperar otros cinco para que el dedo de una pata comenzara a moverse- Vamos… vamos… –Suplicaba en voz baja mientras el cuerpo de la musaraña comenzaba a dar pequeñas patadas y a retorcerse levemente- Funciona… ¡Funciona! -Le exigía a gritos tras lo cual el animal soltó un grito ahogado y volvió a abrir los ojos a lo que Ashmed estuvo a punto de saltar de la alegría cuando el pecho del sujeto comenzó a hincharse hasta que reventó con un pequeño pero audible sonido, desparramando sobre la mesa y su camisa sangre y vísceras.
Ashmed permaneció en silencio un momento, con la mirada vacía sobre los restos que quedaban de su fallido intento y que ahora teñían su lugar de trabajo. No tardó en pasar de ese aparentemente estado neutral a uno de rabia y frustración, soltando un fuerte grito y barriendo con el brazo todos los instrumentos de la mesa, los cuales terminaron estrellándose en el suelo y haciéndose añicos, manchando el piso de roca con sus contenidos pero poco le importaba, ya los limpiaría después. Tras aquel fallo sentía que necesitaba sentarse por lo que alejándose de la mesa se dirigió a uno de sus sofás en lo que podría llamarse la “zona de estar” de su laboratorio y donde solía trabajar en sus apuntes, lejos de todos los químicos que pudieran mancharlos. Se dejó caer y al momento de quedarse quieto, sentado, pudo sentir todo el peso de los días, el trabajo y la frustración juntos caerle de golpe; tan abstraído estaba por sus experimentos y su propia rabia que no se había percatado que no estaba solo hasta que una voz lo sacó de su ensimismamiento y lo forzó a volver al mundo presente. Su cuerpo se tensó y casi estuvo por saltar del sofá hacia el intruso pero la familiaridad de la voz lo tranquilizaba un poco; no fue hasta que sus ojos dieron con Salomé que volvió a dejarse caer- La tengo, si no fueras tú ya tendría que estar buscando los implementos de limpieza para despegar la sangre y restos de órganos de mi piso –Dijo con tono amable. Su laboratorio se encontraba en lo más profundo de las zonas boscosas que se alejaban de París, en un lugar que los lugareños solían llamar “Forêt morte” o bosque muerto por los siniestros y decrépitos árboles que se alzaban en los alrededores, hogar de numerosas fábulas que causaban pavor a los humanos. Un lugar ideal para trabajar tranquilo y Ashmed apreciaba mucho que lo dejaran solo con sus experimentos pero aquella era una de las pocas veces que estaba feliz de distraerse con algo que no fuera trabajo y el hecho de que fuera Salomé la que lo visitaba le provocaba doble placer. El cómo se habían conocido, sumado al hecho de que aquella podía ser una de las pocas personas con las que él pudiera mantener una conversación siendo realmente él le provocaba cierto “aprecio” o al menos la suficiente curiosidad como para permitirle la entrada libre a sus instalaciones.
- ¿Un regalo dices? -Enarcó una ceja, sorprendido por el gesto y levantándose del sofá se dirigió hacia el escritorio, sobre el cual había depositado el presente. Tomó la pequeña caja y con cuidado soltó el moño y desenvolvió el negro papel que la cubría tras el cual levantó la tapa y la depositó sobre la mesa sin poder apartar la vista del contenido. Con aún más delicadeza introdujo ambas manos en la caja y extrajo el pequeño y tierno músculo cardiaco- Es perfecto… Tiene las proporciones exactas y tomando en cuenta que es de un retoño… No sé qué decir, es algo muy especial -Dijo con clara excitación y confusión en su voz; tranquilamente se dirigió a un estante y abriendo una repisa extrajo un frasco de vidrio con un líquido viscoso y traslúcido, con cuidado introdujo el corazón en su interior y tomando unos polvos de la misma repisa los esparció sobre el líquido. En apenas unos segundos el corazón comenzó a latir de manera regular y satisfecho lo llevó a su escritorio y lo dejó sobre este- Tal como pensaba… perfecto... -Tras lo cual se sentó en la silla frente al escritorio, alzando la vista nuevamente hacia Salomé, mirándola con clara curiosidad- Ahora dime ¿Qué te trae por aquí? Tú no eres de las que visitan a alguien y le hacen un regalo-
Tras soltar un suspiro tomó el cadáver del roedor y con fastidio lo lanzó a una chimenea cercana, cayendo este entre las llamas y sobre una gran pila de pequeños esqueletos calcinados de fallos anteriores. Apartándose de la mesa con paso tranquilo se dirigió a una jaula cercana, la cual no tendría más de un metro de alto y ancho, se puso de cuclillas y revisando el interior soltó un gruñido molesto; ahí dentro, acostada y con la respiración entrecortada, solo se encontraba una musaraña famélica, era su último espécimen así que debería valer el esfuerzo. Abrió la puertecilla y tomándola del pescuezo la extrajo de su prisión, en ese momento, la musaraña pareció despertar de su letargo y comenzó a sacudirse como podía y trataba de alcanzar con sus dientes a morder la mano de Ashmed pero este lo tenía bien agarrado y no podría escapársele- Si cooperas todo será más sencillo –Le increpó mientras se levantaba y se acercaba a la mesa. El animal se volvía cada vez más inquieto a cada paso y sus ojos parecían estar a punto de salir de sus órbitas pero lo que más le llamó la atención a Ashmed era que entre el forcejeo podía sentir un temblor en el cuerpo de la musaraña, una reacción característica del miedo.
Tranquilamente depositó al animal en medio de la mesa, con una mano sujetando aún su pescuezo mientras este seguía moviéndose como podía- No temas… No durará mucho –Le dijo con voz suave mientras con su mano libre tomaba una jeringa, la introducía en uno de los frascos y llenaba su interior con un líquido espeso de color musgo. Los ojos desesperados de la musaraña iban en todas direcciones, desde la puerta del laboratorio a las ventanas, de la jeringa que se le acercaba al calmado rostro de su captor hasta que los cerró cuando sintió el fino y frío instrumento hundirse en su yugular, justo entre su mandíbula y los dedos de Ashmed. No tardó en administrar todo el compuesto al sujeto, el cual parecía haberse resignado tras recibir la dosis; la respiración del animal había comenzado a bajar de ritmo y su cuerpo había comenzado a dejar de moverse por lo que lo soltó y dejando de lado los instrumentos fijó sus ojos en él. Solo fueron necesarios unos cinco segundos más para que la respiración de la criatura cesara por completo y su último aliento de vida escapara del cuerpo pero fueron necesarios esperar otros cinco para que el dedo de una pata comenzara a moverse- Vamos… vamos… –Suplicaba en voz baja mientras el cuerpo de la musaraña comenzaba a dar pequeñas patadas y a retorcerse levemente- Funciona… ¡Funciona! -Le exigía a gritos tras lo cual el animal soltó un grito ahogado y volvió a abrir los ojos a lo que Ashmed estuvo a punto de saltar de la alegría cuando el pecho del sujeto comenzó a hincharse hasta que reventó con un pequeño pero audible sonido, desparramando sobre la mesa y su camisa sangre y vísceras.
Ashmed permaneció en silencio un momento, con la mirada vacía sobre los restos que quedaban de su fallido intento y que ahora teñían su lugar de trabajo. No tardó en pasar de ese aparentemente estado neutral a uno de rabia y frustración, soltando un fuerte grito y barriendo con el brazo todos los instrumentos de la mesa, los cuales terminaron estrellándose en el suelo y haciéndose añicos, manchando el piso de roca con sus contenidos pero poco le importaba, ya los limpiaría después. Tras aquel fallo sentía que necesitaba sentarse por lo que alejándose de la mesa se dirigió a uno de sus sofás en lo que podría llamarse la “zona de estar” de su laboratorio y donde solía trabajar en sus apuntes, lejos de todos los químicos que pudieran mancharlos. Se dejó caer y al momento de quedarse quieto, sentado, pudo sentir todo el peso de los días, el trabajo y la frustración juntos caerle de golpe; tan abstraído estaba por sus experimentos y su propia rabia que no se había percatado que no estaba solo hasta que una voz lo sacó de su ensimismamiento y lo forzó a volver al mundo presente. Su cuerpo se tensó y casi estuvo por saltar del sofá hacia el intruso pero la familiaridad de la voz lo tranquilizaba un poco; no fue hasta que sus ojos dieron con Salomé que volvió a dejarse caer- La tengo, si no fueras tú ya tendría que estar buscando los implementos de limpieza para despegar la sangre y restos de órganos de mi piso –Dijo con tono amable. Su laboratorio se encontraba en lo más profundo de las zonas boscosas que se alejaban de París, en un lugar que los lugareños solían llamar “Forêt morte” o bosque muerto por los siniestros y decrépitos árboles que se alzaban en los alrededores, hogar de numerosas fábulas que causaban pavor a los humanos. Un lugar ideal para trabajar tranquilo y Ashmed apreciaba mucho que lo dejaran solo con sus experimentos pero aquella era una de las pocas veces que estaba feliz de distraerse con algo que no fuera trabajo y el hecho de que fuera Salomé la que lo visitaba le provocaba doble placer. El cómo se habían conocido, sumado al hecho de que aquella podía ser una de las pocas personas con las que él pudiera mantener una conversación siendo realmente él le provocaba cierto “aprecio” o al menos la suficiente curiosidad como para permitirle la entrada libre a sus instalaciones.
- ¿Un regalo dices? -Enarcó una ceja, sorprendido por el gesto y levantándose del sofá se dirigió hacia el escritorio, sobre el cual había depositado el presente. Tomó la pequeña caja y con cuidado soltó el moño y desenvolvió el negro papel que la cubría tras el cual levantó la tapa y la depositó sobre la mesa sin poder apartar la vista del contenido. Con aún más delicadeza introdujo ambas manos en la caja y extrajo el pequeño y tierno músculo cardiaco- Es perfecto… Tiene las proporciones exactas y tomando en cuenta que es de un retoño… No sé qué decir, es algo muy especial -Dijo con clara excitación y confusión en su voz; tranquilamente se dirigió a un estante y abriendo una repisa extrajo un frasco de vidrio con un líquido viscoso y traslúcido, con cuidado introdujo el corazón en su interior y tomando unos polvos de la misma repisa los esparció sobre el líquido. En apenas unos segundos el corazón comenzó a latir de manera regular y satisfecho lo llevó a su escritorio y lo dejó sobre este- Tal como pensaba… perfecto... -Tras lo cual se sentó en la silla frente al escritorio, alzando la vista nuevamente hacia Salomé, mirándola con clara curiosidad- Ahora dime ¿Qué te trae por aquí? Tú no eres de las que visitan a alguien y le hacen un regalo-
Ashmed Ishbala- Cambiante Clase Media
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Re: Animal Sex ||Privado +18
Rodeo sus ojos, sintiendo que estaba exagerando con el corazón, de todos modos tenia mejores que ese, por eso se lo regalaba, para ella no era especial, pero dejo que este se emocionara por tal corazón, miraba en silencio como lo arreglaba en aquel vidrio con el liquido amarillento, no dijo nada mientras el disfrutaba el proceso, duro unos segundos en accionar su habla, cuando el pregunto sobre su posible motivo de estar en ese lugar, ella hizo una leve mueco, mientras se sentaba en un sofá polvoriento, cruzando las piernas, mientras dejaba que todo el peso de su cuerpo cayera en el. — Se escucharía estúpido decir que vine solamente a visitarte— sonrió suavemente, mientras recorría de reojo la estancia del lugar, abandonada, se notaba que estaba siempre sumido en sus experimentos, ni tiempo para la limpieza debía quedarle, todo estaba con una capa fina de polvo, que comenzaba a molestarle, partículas de polvo flotaban en el aire que ella respiraba, estaba a punto de estornudar.
Se molesto la nariz con el dorso de la mano, mientras hacia una leve seña con los ojos, para dirigir la atención en el corazón, tenia la clave de todo — al tener sangre animal; por así decirlo. No nos afectan mucho las enfermedades humanas — explico tranquilamente, mientras se erguía la espalda, recta, alzando su pecho con aquel aire de orgullo que siempre mantenía — estoy harta, al parecer hay una epidemia que recorre parís y está matando a todos, estoy demasiado llena en la funeraria, estoy harta, deseo una cura para ella, bueno, al menos una que dure unos seis meses — se alzo los hombros, claro, deseaba una solución, pero tampoco quería salvarle la vida a todos, seria para que se reprodujeran como conejos y luego fueran demasiados, ella creía en que era importante una depuración de vez en cuanto, pero ya esa depuración parecía estar muy alargada.
— Al parecer ataca a la sangre, el corazón se deteriora en menos de cuatro semanas y muere, este niño tenía la enfermedad a las dos semanas — parecía súper sano, un leve latir irregular solamente era lo que evitaba decir que estaba 100% dichoso — Tengo la teoría de que es una bacteria que se come las proteínas del corazón y hace que los glóbulos rojos se coman entre sí — saco una pequeña libreta en donde tenía varias anotaciones —ya comienza a darme migraña de los familiares tan chillones que son — se lamento, sujeto la libreta dejándola en cierta pagina, se levanto a entregarla en sus manos, cuando vio como algo detrás de el parecía comenzar a botar un denso humo, ladeo su cabeza curiosa, desviando completamente la mirada hacia ese lugar.
— Creo que olvidaste apagar algo — aseguro, mientras se desviaba para caminar hacia donde estaba aquello, que comenzaba a hervir haciéndose grandes burbujas que luego explotaban — Que coño haces? Huele horrible — se tapo su sensible nariz, mientras daba unos pasos hacia atrás, tratando de alejarse de tal mal olor, su pie tropezó con algo, al parecer la pata de otra mesa, en donde había un montón de frascos que comenzaron a tambalearse hasta que se cayeron todo al piso, haciendo un completo estrago. El polvo la hizo estornudar varias veces — ¡Ahsmed! Tienes esto hecho un desastre ¿acaso no sabes que es limpieza? — se quejo pateando no de los frascos de vidrio que milagrosamente no se había partido, no mostraba mucho arrepentimiento en lo que había hecho, tampoco lo demostraría, su interés era minino en lo que había podido hacer.
Se molesto la nariz con el dorso de la mano, mientras hacia una leve seña con los ojos, para dirigir la atención en el corazón, tenia la clave de todo — al tener sangre animal; por así decirlo. No nos afectan mucho las enfermedades humanas — explico tranquilamente, mientras se erguía la espalda, recta, alzando su pecho con aquel aire de orgullo que siempre mantenía — estoy harta, al parecer hay una epidemia que recorre parís y está matando a todos, estoy demasiado llena en la funeraria, estoy harta, deseo una cura para ella, bueno, al menos una que dure unos seis meses — se alzo los hombros, claro, deseaba una solución, pero tampoco quería salvarle la vida a todos, seria para que se reprodujeran como conejos y luego fueran demasiados, ella creía en que era importante una depuración de vez en cuanto, pero ya esa depuración parecía estar muy alargada.
— Al parecer ataca a la sangre, el corazón se deteriora en menos de cuatro semanas y muere, este niño tenía la enfermedad a las dos semanas — parecía súper sano, un leve latir irregular solamente era lo que evitaba decir que estaba 100% dichoso — Tengo la teoría de que es una bacteria que se come las proteínas del corazón y hace que los glóbulos rojos se coman entre sí — saco una pequeña libreta en donde tenía varias anotaciones —ya comienza a darme migraña de los familiares tan chillones que son — se lamento, sujeto la libreta dejándola en cierta pagina, se levanto a entregarla en sus manos, cuando vio como algo detrás de el parecía comenzar a botar un denso humo, ladeo su cabeza curiosa, desviando completamente la mirada hacia ese lugar.
— Creo que olvidaste apagar algo — aseguro, mientras se desviaba para caminar hacia donde estaba aquello, que comenzaba a hervir haciéndose grandes burbujas que luego explotaban — Que coño haces? Huele horrible — se tapo su sensible nariz, mientras daba unos pasos hacia atrás, tratando de alejarse de tal mal olor, su pie tropezó con algo, al parecer la pata de otra mesa, en donde había un montón de frascos que comenzaron a tambalearse hasta que se cayeron todo al piso, haciendo un completo estrago. El polvo la hizo estornudar varias veces — ¡Ahsmed! Tienes esto hecho un desastre ¿acaso no sabes que es limpieza? — se quejo pateando no de los frascos de vidrio que milagrosamente no se había partido, no mostraba mucho arrepentimiento en lo que había hecho, tampoco lo demostraría, su interés era minino en lo que había podido hacer.
Salomé Ameris- Cambiante Clase Alta
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Re: Animal Sex ||Privado +18
Alzó una ceja tras escuchar la petición de Salomé para luego dirigir su mirada curiosa al corazón que le había traído y que se encontraba palpitando dentro del frasco. Si no lo hubiese mencionado, ciertamente era probable que pasara por alto la leve arritmia en cada palpitar- Nunca pensé que te escucharía pedir por los humanos -Su tono tenía un ligero toque de burla pero no podía evitarlo, ella siempre se jactaba de ser cruel y despiadada y aunque fuera por beneficio propio, el hecho de pedir por ellos era algo que no podía dejar pasar- Bien… bien… te ayudaré -Dijo casi de inmediato, no deseaba discutir con ella, no más de lo necesario ya que conocía lo explosivo de su carácter- Bien… veamos lo que tienes aquí –Y tomando la libreta llena de apuntes se dedicó a hojearla; ciertamente había hecho un gran trabajo reuniendo datos de las víctimas que llegaban a su funeraria- Tus deducciones parecen correctas, debe ser una bacteria aunque necesitaré hacer unas cuantas pruebas para asegurarme pero deberíamos tener una solución en unos dos di… ¿Dónde estás? -Como suele sucederle, se había abstraído en los datos y no se había percatado de los movimientos de Salomé hasta que fue muy tarde.
Tuvo que girarse para encontrarla y estuvo a punto de llamarla cuando su expresión cambió completamente de tranquilidad a preocupación mientras tropezaba con una mesa llena de frascos con líquidos de diferentes colores- ¡Eh! ¡No! ¡Ten cuidado! -Pero ya era tarde, los frascos se tambalearon sobre la mesa hasta que perdieron el equilibrio y comenzaron a caer de bruces al suelo, estallando ruidosamente y esparciendo su contenido sobre el piso. Ashmed, por instinto, corrió con la espalda inclinada y los brazos extendidos hacia donde caían sus preciados frascos en un vano intento por tratar de salvar alguno de la catástrofe pero fue tarde y terminó de rodillas frente a los numerosos fragmentos de vidrio y residuos, buscando con la vista algo que pudiera salvar hasta que sus ojos captaron un pequeño frasco que había sobrevivido con solo unas grietas. El rosado líquido en su interior aún se encontraba completamente sellado y soltando un suspiro de alivio se acercó para tomarlo cuando Salomé le dio una furiosa patada y lo mandó a volar directo a su rostro, rompiéndose el frasco y empapándolo con el líquido.
Ashmed permaneció quieto, con la vista perdida durante unos segundos hasta que lentamente comenzó a incorporarse- ¿Tienes idea de lo que has hecho? -Con fuerza tomó entre sus manos ambos brazos de Salomé y la acercó hacia si- Siempre debes andar con cuidado aquí ¡¿Tienes idea de lo que has hecho?! -La miraba directamente a los ojos mientras el rosado líquido se escurría sobre su rostro, un rostro que no la veía con reprobación ni enojo, sino que con un miedo muy profundo. Pero solo duró un momento, los vapores del líquido comenzaban a afectarlo y podía sentir su pulso acelerarse a cada momento, el calor de su cuerpo también comenzaba a crecer en su interior y sus pupilas se dilataban a momentos mientras el color azul de sus ojos cambiaba a un tono más parecido al de la miel. No podía dejar de observar los labios de la cambiante hasta que en un arrebato inconsciente y súbito la acercó a su cuerpo y oprimió sus labios contra los de ella en un intenso beso por su parte, empapándola también con el rosado líquido.
Tuvo que girarse para encontrarla y estuvo a punto de llamarla cuando su expresión cambió completamente de tranquilidad a preocupación mientras tropezaba con una mesa llena de frascos con líquidos de diferentes colores- ¡Eh! ¡No! ¡Ten cuidado! -Pero ya era tarde, los frascos se tambalearon sobre la mesa hasta que perdieron el equilibrio y comenzaron a caer de bruces al suelo, estallando ruidosamente y esparciendo su contenido sobre el piso. Ashmed, por instinto, corrió con la espalda inclinada y los brazos extendidos hacia donde caían sus preciados frascos en un vano intento por tratar de salvar alguno de la catástrofe pero fue tarde y terminó de rodillas frente a los numerosos fragmentos de vidrio y residuos, buscando con la vista algo que pudiera salvar hasta que sus ojos captaron un pequeño frasco que había sobrevivido con solo unas grietas. El rosado líquido en su interior aún se encontraba completamente sellado y soltando un suspiro de alivio se acercó para tomarlo cuando Salomé le dio una furiosa patada y lo mandó a volar directo a su rostro, rompiéndose el frasco y empapándolo con el líquido.
Ashmed permaneció quieto, con la vista perdida durante unos segundos hasta que lentamente comenzó a incorporarse- ¿Tienes idea de lo que has hecho? -Con fuerza tomó entre sus manos ambos brazos de Salomé y la acercó hacia si- Siempre debes andar con cuidado aquí ¡¿Tienes idea de lo que has hecho?! -La miraba directamente a los ojos mientras el rosado líquido se escurría sobre su rostro, un rostro que no la veía con reprobación ni enojo, sino que con un miedo muy profundo. Pero solo duró un momento, los vapores del líquido comenzaban a afectarlo y podía sentir su pulso acelerarse a cada momento, el calor de su cuerpo también comenzaba a crecer en su interior y sus pupilas se dilataban a momentos mientras el color azul de sus ojos cambiaba a un tono más parecido al de la miel. No podía dejar de observar los labios de la cambiante hasta que en un arrebato inconsciente y súbito la acercó a su cuerpo y oprimió sus labios contra los de ella en un intenso beso por su parte, empapándola también con el rosado líquido.
Ashmed Ishbala- Cambiante Clase Media
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Re: Animal Sex ||Privado +18
Veía sin ninguna emoción el rostro del cambiante, como se endurecía de la ira, era interesante ver todo aquellos cambios que podrían haber en el rostro, todos esos músculos que se movían en perfecta sincronía, en su mente anoto mentalmente que debía para la próxima exanimación de un cuerpo estudiar con más detalle los músculos que formaban el rostro. Ya se veía cortando delicadamente cada parte de la piel de su muerto, para dejar los músculos en un estado de perfección y adentrarse aun mas para entender que parte movía cual. ¿Parecía salome preocupada de que el hombre hubiera quedado empapado con cierta sustancia de origen desconocido para ella? La verdad no mucho, se había perdido en sus pensamientos y en la lista de cosas por hacer y experimentar cuando tuviera la oportunidad de hacerlo.
― No ― no dijo con tranquilidad. Su rostro se endureció también, una cólera comenzaba a crecer en ella cuando se sintió presionada por las dos manos de Ashmed que la agarraban fuertemente y la estrujaban. ¿Qué se creía él? Además la estaba empapando también de aquella sustancia que olía; según el sensible olfato de la cambiante. Muy mal. Gruño mostrando los dientes, no era buena su cercanía y mucho menos en ese estado tan alterado en que estaba, si no la soltaba en ese momento estarían teniendo un serio problema y más cosas terminarían rotas — Ya creo que entendí que era algo importante para ti, pero deberías encontrarlo en donde lo buscaste, así que suéltame, antes de que…— encontraba extraño al cambiante, el olor se intensifico, parecía que Ashmed necesitaba un baño o terminaría mareando a Salome con tan terrible olor.
La fuerza del cambiante se pudo notar, Salome abrió los ojos de par en par. ¿Quería morir joven acaso? No entendía como podía llegar a ocurrir eso, su cuerpo fue acercado aun mas, mientras los labios de egipcio seguían tan cerca de los suyos que le parecía increíble, llevo sus manos hacia sus hombros aferrándose a ellos, sus garras crecieron y llegaron a la carne del cambiante, mientras retiraba su rostro hacia un lado para zafarse del fogoso beso — ¿! Que maldita sea estas pensando!? — rugió, intentando alejarse, pero no lo conseguía, su agarre era fuerte, parecía que no quería dejarla ir.
¿Qué era lo peor de todo? Su cuerpo parecía reaccionar, entre más cerca estaba de él, algo extraño sucedía, no se lo podía explicar, pues nunca había logrado llegar a esto con ningún hombre, todos muy poco para ella. — Esto debe ser algún tipo de broma…― mascullo suavemente, mientras sentía como el cuerpo de la fémina parecía reaccionar de manera primitiva ante un contacto masculino. ― Suéltame… ¡Déjame ir! Te cortare aquello si se atreve solamente a ponerse duro, lo meteré en un frasco y te veré desangrar dichosamente ― miro detenidamente a sus ojos, su ceño estaba fruncido, intentaba estar totalmente enfurecida con lo que estaba haciendo el cambiante, pero su rostro cada vez más se suavizaba, mientras la fragancia que antes le parecía demasiado fuerte para su olfato, comenzaba a envolverla y la llevaba como a un especie de trance, pronto le pareció agradable el aroma y el portador de tal.
Mostro sus dientes, un poco más desarrollados, mientras sus uñas se hincaban, en los hombros del cambiante, amenazando que se podía trasformar cuando ella quisiera. Su nariz término yendo hacia el cuello del hombre, tocando con la punta de esta la piel, luego mordió sin mucho cuidado su cuello, aun así no llego a hacerle gran daño, solamente dos marcas y un tanto de dolor ― ¿Por qué no me has soltado? ― pregunto susurrándoselo a su oído, mientras ahora parecía que su cuerpo se apegaba a este, buscaba el calor del otro, sin hacer caso a lo que podía ser la lógica de Salome.
Ella no tenía necesidad de ese tipo de cosas, tenía a Ionemarie, su propia amante que podría satisfacer cualquier capricho que necesitara, comenzaba a arrepentirse de haber venido a ese lugar, necesitaba salir a buscarla, ella era la elegida, no aquel hombre que parecía no tener planeado soltarla por las buenas. Traba de tener su mente nítida, pero las cosas comenzaban a ser borrosas y no pensaba bien, perdía la noción de lo que sucedía y comenzaba a dejarse llevar por aquel aroma que parecía mover lo más primitivo de su ser. No era una mera necesidad sexual lo que le atacaba, no se buscaba satisfacción o placer, era el simple hecho de continuar con su especie, era esa la verdadera necesidad que afloraba aquella sustancia que había caído sobre Ashmed y que también Salome sufría los efectos.
― No ― no dijo con tranquilidad. Su rostro se endureció también, una cólera comenzaba a crecer en ella cuando se sintió presionada por las dos manos de Ashmed que la agarraban fuertemente y la estrujaban. ¿Qué se creía él? Además la estaba empapando también de aquella sustancia que olía; según el sensible olfato de la cambiante. Muy mal. Gruño mostrando los dientes, no era buena su cercanía y mucho menos en ese estado tan alterado en que estaba, si no la soltaba en ese momento estarían teniendo un serio problema y más cosas terminarían rotas — Ya creo que entendí que era algo importante para ti, pero deberías encontrarlo en donde lo buscaste, así que suéltame, antes de que…— encontraba extraño al cambiante, el olor se intensifico, parecía que Ashmed necesitaba un baño o terminaría mareando a Salome con tan terrible olor.
La fuerza del cambiante se pudo notar, Salome abrió los ojos de par en par. ¿Quería morir joven acaso? No entendía como podía llegar a ocurrir eso, su cuerpo fue acercado aun mas, mientras los labios de egipcio seguían tan cerca de los suyos que le parecía increíble, llevo sus manos hacia sus hombros aferrándose a ellos, sus garras crecieron y llegaron a la carne del cambiante, mientras retiraba su rostro hacia un lado para zafarse del fogoso beso — ¿! Que maldita sea estas pensando!? — rugió, intentando alejarse, pero no lo conseguía, su agarre era fuerte, parecía que no quería dejarla ir.
¿Qué era lo peor de todo? Su cuerpo parecía reaccionar, entre más cerca estaba de él, algo extraño sucedía, no se lo podía explicar, pues nunca había logrado llegar a esto con ningún hombre, todos muy poco para ella. — Esto debe ser algún tipo de broma…― mascullo suavemente, mientras sentía como el cuerpo de la fémina parecía reaccionar de manera primitiva ante un contacto masculino. ― Suéltame… ¡Déjame ir! Te cortare aquello si se atreve solamente a ponerse duro, lo meteré en un frasco y te veré desangrar dichosamente ― miro detenidamente a sus ojos, su ceño estaba fruncido, intentaba estar totalmente enfurecida con lo que estaba haciendo el cambiante, pero su rostro cada vez más se suavizaba, mientras la fragancia que antes le parecía demasiado fuerte para su olfato, comenzaba a envolverla y la llevaba como a un especie de trance, pronto le pareció agradable el aroma y el portador de tal.
Mostro sus dientes, un poco más desarrollados, mientras sus uñas se hincaban, en los hombros del cambiante, amenazando que se podía trasformar cuando ella quisiera. Su nariz término yendo hacia el cuello del hombre, tocando con la punta de esta la piel, luego mordió sin mucho cuidado su cuello, aun así no llego a hacerle gran daño, solamente dos marcas y un tanto de dolor ― ¿Por qué no me has soltado? ― pregunto susurrándoselo a su oído, mientras ahora parecía que su cuerpo se apegaba a este, buscaba el calor del otro, sin hacer caso a lo que podía ser la lógica de Salome.
Ella no tenía necesidad de ese tipo de cosas, tenía a Ionemarie, su propia amante que podría satisfacer cualquier capricho que necesitara, comenzaba a arrepentirse de haber venido a ese lugar, necesitaba salir a buscarla, ella era la elegida, no aquel hombre que parecía no tener planeado soltarla por las buenas. Traba de tener su mente nítida, pero las cosas comenzaban a ser borrosas y no pensaba bien, perdía la noción de lo que sucedía y comenzaba a dejarse llevar por aquel aroma que parecía mover lo más primitivo de su ser. No era una mera necesidad sexual lo que le atacaba, no se buscaba satisfacción o placer, era el simple hecho de continuar con su especie, era esa la verdadera necesidad que afloraba aquella sustancia que había caído sobre Ashmed y que también Salome sufría los efectos.
Salomé Ameris- Cambiante Clase Alta
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