I'm tired of all the lines, convictions and your lies.

Titubeaba en si debía correr lo más lejos posible y perderme en el abismo donde la veintena de ojos famélicos no consiguiesen analizar mi curvilíneo cuerpo aún sucio y desnudo o por consecuente, quedarme allí; agazapada bajo uno de los cañones, hecha una bola de nervios. Tras perderme por las calles de Francia ese mismo anochecer, mi otro yo decidió tomar las riendas de la suerte, convirtiéndose en una mamba negra antes de descender por cada bajada empedrada que mantenía alejado a los carruajes de la zona residencial. Era consciente de cada vida que despojaba, cada alma que era liberada quizás de una etapa estupenda o de un mismísimo averno sin retorno al cielo.

─ Shh... tranquila...  ─Susurró una voz varonil entremezclada con una entonación aterciopelada, ¿Quien era y sobretodo que le haría? ¿Cómo podría estar tranquila mientras estaba rodeada de criaturas guiadas por el instinto carnal? Seguía sin entender como se había colado en aquel barco, ¿cuanto tiempo llevaba inconsciente? Cercioró su piel tratando de pensar en lo inevitable, ¿la habrían tomado en su estado indefenso? No presentaba signos de abuso.  ─ Bienvenida al Chants des sirènes, madame. ─ Seguía encogida y perdida en lo remoto de su desastrada cabeza hasta que una callosa mano, de largos dedos y de un color aceitunado fue abierta de par en par frente a su rostro. ─ Soy el capitán de este barco, puedes llamarme Ramsey. ─ ¿Por qué sentía la necesidad de confiar en aquel hombre? No lo conocía de nada y el hecho que más la dejaba a cuadros es que se trataba de un pirata. "Beato, los piratas son despreciables y unos ladrones" consejo que se repetía una y otra vez sin resultado alguno. El joven era hermoso, ¿Pasaría de los 30? Las puntas de su cabello castaño le rozaba los hombros, unos rasgos bien marcados, la nariz aguzada resaltaba más no por ello era una imperfección, hacía armonía con su cuadrado mentón y esos ojos, oh, celestes como el océano intacto, sin haber sido adulterado. ─ Vamos, no tengas miedo.. no te haré nada, cuando un pirata pasa por un juramento si lo rompe se llevará consigo no sólo la traición tras el engaño, sino también su vida. ─ Resultaba desmesurado y sin saber que decisión tomar ella negó con el gesto, congelada no por el frío, más bien por el miedo.

─ N-no.. ─ Logré balbucear de forma apagada, su  mano seguía meciéndose, incitándome a que la cogiese y tras debatir un largo tiempo llegué forzosamente al veredicto.  ─ ¿Vas a seguir aquí desnuda, delante de mis hombres?  ─ Tragué saliva y un nudo en mi garganta se hizo presente, alcé un brazo y acaricié con timidez sus largos dedos contra los míos, fríos como la nieve. Él sonrió y me sentí derrotada, abatida por un simple pirata. Colocó su blazer oscura sobre mis hombros desnudos y tras asegurarme de estar más o menos tapada me levanté  torpemente, él agarró mi cintura y tiró hasta colocarme recta, yo solté un gemido ante la tosquedad con la que me había cogido.  ─ Ven, te llevaré a mi camarote.  ─ Ups, ¿Se habría dado cuenta de que mis piernas se habían vuelto gelatina?  ─ Oh, madame.. no para llevarla al glorioso edén, sólo charlaremos y meditaremos lo sucedido.  ─ Suspiré aliviada mientras el capitán me guiaba a sus aposentos. La puerta chirrió en cuanto fue obligada a ceder hacia el interior, la madera estaba húmeda y los encajes que la mantenían roídos por la lluvia.

Para mi sorpresa estaba todo en su sitio, ordenado y no mostraba signos de suciedad amontonada. El aire no estaba cargado, era puro y entonces me percaté de que él no poseía aroma alguno, era.. era natural, sin lociones baratas ni el olor del sudor lo rodeaba. Tomé asiento obediente cuando señaló una silla frente a su escritorio, lleno de mapas y otros accesorios marítimos.  ─ Señor, no todos los días aparecen en mi buque mujeres en su total esplendor en la zona de cañones, ¿debería instalar un buen jergón? .  ─ "Qué descarado" ¿Acaso creía que estaba allí por gusto? Si me había lanzado desde el ventanal de mis aposentos no era para verme envuelta en líos, quería desaparecer, ser engullida por la tierra.    ─ Supongo que perdiste la noción del tiempo ¿no? También me  pasó las primeras semanas de la conversión, aún así... me fascina el encanto que posees, ¿que eres? Tu aroma es casi inapreciable.  ─ ¿Qué era? Oh dios santo, fruncí el ceño a la par que mi labio inferior era mordisqueado, reconocía perfectamente en que ser terrorífico me había convertido, como el que me acechaba de pequeña desde el armario.

─ No quiero hablar sobre la terrible bestia que habita en mí. ─ Era tan simple como recordarlo y la piel se le erizaba, dos gotitas saladas cabalgaban con vigor por su frente, debatiendo por caer primero que la otra. ─ He sido maldecida, sí, ¿Cómo es posible que esté pasando por esto? Digo, será porque.. ¡es imposible! ─ La pálida alarga ambos brazos y porrea la superficie de la mesa con ambos puños sellados, le era indiferente que desde tal ángulo pudiese saborear la figura y el colorido de sus pechos. ─ ¿Trata usted de burlarse de mi señor? Déjeme aclararle de que no soy una jovencita de la cual pueda reírse a su antojo, me iré enseguida de su barco, ni con buen ánimo permitiría que un pirata impertinente me falte al respecto, ¡bastante tengo ya con esto! ¿No lo entiende? ─ Harta y con un gran vacío apoderándose del hueco de su corazón revira ambos talones y se dirige a la salida del camarote.  Una gran mano se aferra al brazo aún cubierto gracias a la tela oscura, la obliga a salir y no por su propio paso. En cuanto están en la cubierta Beato piensa que Ramsey la lanzará al puerto airado por su comportamiento, más no le espera un suelo rugoso donde caer de bruces sino un calmado océano.

 "Aquí yaceré, sola y en medio de la belleza insondable del piélago."

Entrecierra ambos párpados dejándose engullir hasta que una segunda forma llama su atención. No descendió en solitario y lo peor de todo es que el castaño iba en cueros; Jesús, menudos atributos. Por su cabeza fraguó poseerlo y mantenerlo bien cercano a su diminuto cuerpo, disfrutando del calor que emana y poder palpar a gusto cada músculo que posea, acentuados e hinchados. Por desgracia duró escasos segundos pues de forma asombrosa la complexión humana se esfumó, frente a ella no quedó nada, alarmándola. Ambos oídos se agudizaron y su vista inició una búsqueda, los corales se mecían con vivacidad mientras que en la lejanía grandes sumas de peces de diferentes especies danzaban en su medio natural.

En cero coma las fauces de un Carcharodon carcharias  se asoma por mi hombro y yo sin tener tiempo a analizar su enorme tamaño rompo el silencio con un clamoroso chillido, el poco aire que aún me mantenía insomne se escabulle y trato de alcanzar la superficie desesperada. Mis brazos crean ligeros movimientos recordándome a mi misma que no se nadar, tanto el tiburón como sus carcajadas me rodean y es cuando me doy ya por una desequilibrada sin arreglo.  

Cierro las cuencas y me entrego más que dispuesta a dejar que mi alma abandone mi ser hecho añicos.