AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La ansiedad podría conceptualizarse en cierta forma como aquel sentimiento que no permite sosiego interno en las personas, sobre todo cuando alguna inseguridad o necesidad de ver algo ya concreto se hace presente una y otra vez en la mente de quien pareciese no encontrar paz hasta que sus anhelos se cumplan con total precisión.
Aunque muchos pensarían que tanto por su posición social, así como por sus numerosas responsabilidades para con personas de igual o mayor fama que la de ella aquel estado anímico fuese común en ésta, Mina jamás conoció la ansiedad por parte de las encomiendas que se disponía gustosa a realizar.
Su exquisita minuciosidad y milimétrico detallismo a la hora de accionar ante cualquier encargo parecían ser característicos anuladores de cualquier sentimiento no propicio para un momento donde lo único que importaba era enorgullecer a quienes habían entregado tal confianza a las manos de la rubia. Nunca había decepcionado a nadie y no se permitiría tal falta simplemente por un sentimiento que antojase nublar su clara visión. Ella siempre resguardaba su verdadero sentir para los momentos a solas, donde nadie le juzgaba, donde nadie podría opinar siquiera. Mina estaba convencida que la única persona capaz de sentenciarla sería su hermano y eso pasaría cuando finalmente le encontrase para cuestionarle porqué tardo tanto en volver a verle. Un anhelo cercano, pero distante al mismo tiempo.
Arribó a las majestuosas instalaciones de Versalles con el cielo teñido en una hermosa gama de tonalidades naranjas, informantes de la escasez temporal para que el Sol finalmente abandonase el cielo francés.
A través de la cristalina ventanilla del carruaje que la transportaba, sus azulados ojos se hicieron con todos aquellos hermosos y lujosos detalles confeccionados para el esplendoroso evento que se llevaría a cabo aquella noche, donde como de costumbre Francia reafirmaría el porqué de su fama como la nación de más refinado gusto y estilo. Los ostentosos gastos de la nación para con el recibimiento de las monarquías extranjeras parecía no conocer límite alguno. La opulencia era tal en torno a los terrenos del Palacio Real que hasta los ojos más atentos olvidarían la extensiva pobreza plasmada en algunos sectores del país.
Conocida ya en los establecimientos reales, fue recibida con todos y cada uno de los honores que merecía tanto como hija de los recordados Condes neerlandeses de Assen así como organizadora de uno de los tantos entremeses que se presentarían en el evento con la finalidad de contentar a las respetables figuras que comparecerían aquella noche en los marmolados suelos de Versalles.
Acompañada por tres doncellas, dos escoltas masculinos y dos empleados que llevaban consigo un baúl maderado con incrustaciones en plata donde los ropajes y accesorios de la neerlandesa reposaban hasta que la misma decidiese el momento de su cambio de vestuario para hacer su aparición el evento, arribó al inmenso salón donde se llevaría adelante aquella representación artística bajo su responsabilidad y dirección.
Observó con detalle las instalaciones, la presencia de la utilería necesaria y el estado de los instrumentos que acompañarían musicalmente el ambiente del espectáculo.
Todo lucía a la perfección tal y como ella había solicitado. Sonrió levemente al verse complacida en cada una de sus caprichosas indicaciones, que si bien podían oírse como descabelladas y sumamente quisquillosas, hacían la diferencia tanto de la exhibición a llevarse a cabo así como de su impecable reputación en comparación con otros ante las encomiendas realizadas por la corona francesa, a quien servía gustosamente tanto por su bienestar, como por la conveniencia y el bien posicionar de sus padres cuando estos vivían. Pero lejana a los intereses que pudiesen desprenderse de aquel momento, Mina disfrutaba ser reconocida por la calidad de su trabajo, sobre todos por las personas que le rodeaban asiduamente.
Como aún era temprano y los emisarios del Palacio ya habían informado de que tenía a su disposición una habitación para enviar sus pertenencias, cambiar su vestuario y descansar si fuese necesario, se mantuvo por unos instantes más en aquel inmenso salón iluminado estratégicamente por los candelabros dorados y las flameantes lámparas de petróleo y/o aceite.
Tras su llamado, conferido por uno de sus escoltas los actores hicieron acto de presencia en dicho espacio. Observándolos de pies a cabeza Mina analizaba cada detalle en aquellas silenciosas personas que posicionadas en fila una junto a la otra solo mantenían la vista al frente, tratando de mantener la mayor serenidad posible ante la incómoda inspección.
El maquillaje, el vestuario y hasta el aroma de los actores estaba impecable. Consciente también luego de numerosos ensayos que todo accionar estaba grabado en las mentes ajenas cuan labrado por cincel, liberó un suspiro pero no de tranquilidad –sentimiento que nunca desvaneció de su persona- sino de triunfo, de palpable éxito. Había dado en el blanco una vez más y estaba completamente segura que la representación pantomímica gustaría a todos los presentes.
La muda exhibición sería un metaforismo dramático sobre el ciclo vital sin atamientos a ninguna religión específica. En la mímica se visualizaría el nacimiento, el crecer, el madurar, el verse presente como ser individual en la sociedad y por sobre todo, el destacar entre los demás hombres, un astuto movimiento que honraría a los monarcas presentes. Finalmente se daría el guiamiento por parte de este hombre maduro hacia su pueblo, el avanzar del mismo y la muerte natural del líder que no se vería como algo trágico; sino como un suceso hasta beneficioso para las nuevas generaciones que tendrían el respaldo de la historia antigua para guiar sus futuros pasos.
Con un gesto de su cabeza y una leve sonrisa los actores y sus ayudantes sintieron el alivio de que todo estaba bien hecho. En silencio se retiraron hasta que fuesen avisados de que el espectáculo daría comienzo.
De brazos cruzados y completamente sola en aquel salón, la reflexiva mente de la neerlandesa comenzó a hacerse con ciertas ideas.
Sabía que muchas personas de renombre estarían presentes en el evento y por ende la nobleza francesa tampoco. Una nueva red de conexiones comenzaría a hilarse esa noche y deseaba estar al tanto de todo; quizás allí encontraría alguna respuesta, algún susurro que la llevase un paso más cerca de descubrir el paradero de su hermano Noach en la inmensa y ajetreada capital.
El evento, no tardaría en comenzar por lo que la Condesa opto por retirarse a las instalaciones prestadas para ella dentro de Versalles para alistarse.
La tranquilidad de su ser se transformó en una leve ansiedad. En una camuflada exaltación.
Mina Zwaan- Realeza Neerlandesa
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Re: Between Lines ♔ Privado
El manifiesto ilustrado de días caóticamente extenuantes podría verse reflejado en la dama Lumia cuyo rol en la alta aristocracia francesa se volvía en su constante obsesión de perfeccionamiento. Existían miembros de la corte del rey, gente de la nobleza de distintas partes del mundo, que se daban a la buena vida y el derroche de vivir su papel de una forma dada a la holgazanería y la petulancia; y usaban su estatus para evitar ser juzgados. Otros, cometían tantos errores tan vergonzantes que marcaban a toda una generación. Ese fue el caso de Monsieur Francois Lumia, su padre, el ya extinto antiguo duque de Francia. Cuyas aberraciones tintaron de negro todo lo que un apellido ilustre y respetado se encargó de iluminar por años.
Rowena se tomaba muy en serio su deber como duquesa. Para ella no había tregua ni momentos de vagancia innecesarios. Sabia, por sobre todo, que el título le debiese corresponder a su hermano pero al ser borrado del árbol genealógico de los Lumia a su abuelo no le quedó otra opción que sentar a su nieta en el trono y coronarla simbólicamente con el emblema de duquesa ante los ojos de todos. También tenía presente y casi como peso personal el borrar todo lo insano hecho por su padre y remendarlo con buenas acciones que dejasen bien en alto el apellido Lumia. Apellido que, pese a la mala campaña de Francois Lumia, seguía intacto en la escala de respeto.
Ella, gélida dama presa de su mundo de asfixias, sintió al fin, y después de tanto tiempo, la libertad de poder disfrutar de un evento real que verdaderamente le otorgase un momento de relajo. No estaba en sus planes y estuvo a punto de declinar la fina y elegante invitación cordial que llegó a sus manos, pero tan sólo ver quien era la cabeza organizadora se lo replanteó nuevamente. Había escuchado tan buenos comentarios de la Condesa de Assen que le nacían naturalmente los deseos de conocerla en persona.
Vio escrupulosamente cada detalle de su reflejo dibujado en el cristal de la ventanilla de la carroza que la transportaba hasta el palacio de Versalles. Su tiara de plata con incrustantes en perfectas joyas de lapislázuli hacían relucir su cabellera color platinada dando una impresión de estrellas que se acompañan de un rayo de luna. Los colgantes y anillos eran también de lapislázuli para que hiciesen un exquisito juego de llamativo color azul brillante que iluminaban su trabajado vestido color platinado. Rowena no era necesariamente vanidosa, es por ello que las doncellas se dedicaban a ser las asesoras de vestuarios, accesorios y peinados de la duquesa. Y, aunque no tuviese marcada la vena de engreimiento, quería lucir correctamente bien siempre. Sobre todo en eventos tan importantes que englobaban a tantos nobles y gente respetable en un solo lugar.
Pensó en el trabajo de la Condesa de Assen para con el evento, seguramente pensó en cada detalle una y otra vez por muy minúsculo que fuese para que todo saliera a la perfección. Cuando se es parte de la aristocracia siempre se busca la perfección ante los demás. Rowena misma buscaba incansablemente el éxito y renombre que la hiciese destacar entre los de sangre azul.
Acarició suavemente con sus finos dedos la dura portada de un libro que descansaba sobre su regazo al ser finalizada la lectura. Algo que siempre le gustó, desde pequeña y especialmente después de quedar tan sola, era acompañarse de las fantasías enriquecidas que le otorgaban la lectura. Gustaba de todo tipo de libros, por eso siempre se escoltaba de alguno.
No pudo evitar sentirse curiosa ante el evento que le esperaba imaginándose lo que presentarían en el palacio de Versalles. Otra vez volvió a sentirse segura de haber aceptado la invitación, aquella carta que llegó al castillo Lumia. Pues no sólo le despistaba de toda la presión de su trabajo aristocrático sino también la liberaba de la presencia de su abuelo por unos días. El pobre abuelo Lumia se había torcido el tobillo al cabalgar la tarde de unos cuantos días atrás y eso la había bendecido de liberarlo de su persona. No lo odiaba, pero era del tipo de hombres que siempre vivían pendientes del fracaso ajeno para meter el dedo en la llaga. Incluso, en las heridas de su propia nieta.
El carruaje la ingresó en la enorme entrada del Palacio de Versalles lo que conllevó un tiempo más para llegar a las proximidades exactas de éste. Cuando al fin se detuvo, Rowena observó por la ventanilla contraria hacia el exterior notando que estaba puntualmente adecuada y que otras personas también comenzaban a llegar al mismo tiempo que ella. Meneó la mano cuando su lacayo abrió la puerta para ayudarla a bajar así indicándole que le otorgara unos minutos más. No quería entrar cuando todos se aglomeraban en la entrada y prefería esperar un poco más. Pasaron unos cinco o seis minutos y con su mano en puño tocó suavemente la ventanilla de adelante para llamar al lacayo. Éste volvió a abrir la decorada puerta del lujosísimo carruaje y extendió la mano para ayudar a bajar a la dama.
La duquesa francesa tomó femeninamente los costados de su largo y elevado vestido y comenzó a subir los peldaños hacia la entrada del Palacio. Alzó la mirada y, antes de ingresar, apreció el cielo el cual lucía atractivamente magnético.
Con pasos que pretendían guardar cada segundo cuidadosamente en el recuerdo entró en el Palacio de Versalles. En el momento que cruzó el arco de ingreso fue anunciada con todos sus títulos y honores que le correspondía. Una pequeña reverencia y prosiguió con su solemne ingreso en el lugar. Vio rostros familiares a quienes saludó con la cordialidad, educación y respeto que condecoran a un aristócrata de modales. La peliplateada se aproximó a un matrimonio noble con los que entabló conversación trivial.
Tanto ella como el matrimonio estaban expectantes de lo que la Condesa de Assen había preparado en ese gran evento de envergadura diplomática y social.
Rowena se tomaba muy en serio su deber como duquesa. Para ella no había tregua ni momentos de vagancia innecesarios. Sabia, por sobre todo, que el título le debiese corresponder a su hermano pero al ser borrado del árbol genealógico de los Lumia a su abuelo no le quedó otra opción que sentar a su nieta en el trono y coronarla simbólicamente con el emblema de duquesa ante los ojos de todos. También tenía presente y casi como peso personal el borrar todo lo insano hecho por su padre y remendarlo con buenas acciones que dejasen bien en alto el apellido Lumia. Apellido que, pese a la mala campaña de Francois Lumia, seguía intacto en la escala de respeto.
Ella, gélida dama presa de su mundo de asfixias, sintió al fin, y después de tanto tiempo, la libertad de poder disfrutar de un evento real que verdaderamente le otorgase un momento de relajo. No estaba en sus planes y estuvo a punto de declinar la fina y elegante invitación cordial que llegó a sus manos, pero tan sólo ver quien era la cabeza organizadora se lo replanteó nuevamente. Había escuchado tan buenos comentarios de la Condesa de Assen que le nacían naturalmente los deseos de conocerla en persona.
Vio escrupulosamente cada detalle de su reflejo dibujado en el cristal de la ventanilla de la carroza que la transportaba hasta el palacio de Versalles. Su tiara de plata con incrustantes en perfectas joyas de lapislázuli hacían relucir su cabellera color platinada dando una impresión de estrellas que se acompañan de un rayo de luna. Los colgantes y anillos eran también de lapislázuli para que hiciesen un exquisito juego de llamativo color azul brillante que iluminaban su trabajado vestido color platinado. Rowena no era necesariamente vanidosa, es por ello que las doncellas se dedicaban a ser las asesoras de vestuarios, accesorios y peinados de la duquesa. Y, aunque no tuviese marcada la vena de engreimiento, quería lucir correctamente bien siempre. Sobre todo en eventos tan importantes que englobaban a tantos nobles y gente respetable en un solo lugar.
Pensó en el trabajo de la Condesa de Assen para con el evento, seguramente pensó en cada detalle una y otra vez por muy minúsculo que fuese para que todo saliera a la perfección. Cuando se es parte de la aristocracia siempre se busca la perfección ante los demás. Rowena misma buscaba incansablemente el éxito y renombre que la hiciese destacar entre los de sangre azul.
Acarició suavemente con sus finos dedos la dura portada de un libro que descansaba sobre su regazo al ser finalizada la lectura. Algo que siempre le gustó, desde pequeña y especialmente después de quedar tan sola, era acompañarse de las fantasías enriquecidas que le otorgaban la lectura. Gustaba de todo tipo de libros, por eso siempre se escoltaba de alguno.
No pudo evitar sentirse curiosa ante el evento que le esperaba imaginándose lo que presentarían en el palacio de Versalles. Otra vez volvió a sentirse segura de haber aceptado la invitación, aquella carta que llegó al castillo Lumia. Pues no sólo le despistaba de toda la presión de su trabajo aristocrático sino también la liberaba de la presencia de su abuelo por unos días. El pobre abuelo Lumia se había torcido el tobillo al cabalgar la tarde de unos cuantos días atrás y eso la había bendecido de liberarlo de su persona. No lo odiaba, pero era del tipo de hombres que siempre vivían pendientes del fracaso ajeno para meter el dedo en la llaga. Incluso, en las heridas de su propia nieta.
El carruaje la ingresó en la enorme entrada del Palacio de Versalles lo que conllevó un tiempo más para llegar a las proximidades exactas de éste. Cuando al fin se detuvo, Rowena observó por la ventanilla contraria hacia el exterior notando que estaba puntualmente adecuada y que otras personas también comenzaban a llegar al mismo tiempo que ella. Meneó la mano cuando su lacayo abrió la puerta para ayudarla a bajar así indicándole que le otorgara unos minutos más. No quería entrar cuando todos se aglomeraban en la entrada y prefería esperar un poco más. Pasaron unos cinco o seis minutos y con su mano en puño tocó suavemente la ventanilla de adelante para llamar al lacayo. Éste volvió a abrir la decorada puerta del lujosísimo carruaje y extendió la mano para ayudar a bajar a la dama.
La duquesa francesa tomó femeninamente los costados de su largo y elevado vestido y comenzó a subir los peldaños hacia la entrada del Palacio. Alzó la mirada y, antes de ingresar, apreció el cielo el cual lucía atractivamente magnético.
Con pasos que pretendían guardar cada segundo cuidadosamente en el recuerdo entró en el Palacio de Versalles. En el momento que cruzó el arco de ingreso fue anunciada con todos sus títulos y honores que le correspondía. Una pequeña reverencia y prosiguió con su solemne ingreso en el lugar. Vio rostros familiares a quienes saludó con la cordialidad, educación y respeto que condecoran a un aristócrata de modales. La peliplateada se aproximó a un matrimonio noble con los que entabló conversación trivial.
Tanto ella como el matrimonio estaban expectantes de lo que la Condesa de Assen había preparado en ese gran evento de envergadura diplomática y social.
Última edición por Rowena Lumia el Jue Jun 05, 2014 11:10 pm, editado 2 veces
Rowena Lumia- Condenado/Hechicero/Realeza
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Re: Between Lines ♔ Privado
Rostros conocidos de toda Europa yacían allí, en uno de los tantos y magnificentes salones de fiesta del Palacio de Versalles. La refinación, el lujo y los caprichos podían palparse en el mismo aire, embriagado por las exquisitas y particulares fragancias de las damiselas de alta alcurnia y sangre azul presentes en el lugar; compitiendo silentemente por ser reconocidas como las más elegantes y distinguidas entre todas… Juegos egocéntricos de los cuales unas cuantas mujeres se prestaban a ser parte. Mina no era una de ellas, para gusto o no de éstas mismas.
Aunque se tomó un prolongado tiempo para asearse y alisarse junto a la ayuda de sus amables doncellas, aquello para la Condesa era más bien una forma de distraerse más que de alistarse por el interés del ojo ajeno. Sabía que las miradas estarían puestas en ella aquella noche, sin embargo poco le preocupaba a la neerlandesa ser halagada por sus atuendos, piedras preciosas o arreglos estéticos. Quería ser reconocida por el arte, por la puesta en escena que ella misma se había encargado de confeccionar para el gusto de todas esas personalidades tan peculiares y exigentes.
Se mantuvo en lo alto de la doble escalera principal de la recamara donde se llevaría a cabo la presentación. Cuando las luces se atenuaron y el aviso sobre el comienzo de la pantomima fue anunciado, Mina ya se encontraba observándolo todo desde aquel singular ángulo que, además de permitirle vislumbrar la actuación también le ofrecía la panorámica de todos los presentes en la sala. La rubia vería cada rostro, cada tipo de reacción de su refinado público.
La música comenzó a ambientar el espacio, un sexteto de cuerdas conformado por los mejores músicos traídos de uno de los principales Conservatorios de los Países Bajos ejecutaban cada nota con suma atención, nada podía salir mal y ellos eran conscientes de eso. La presión y el nerviosismo seguramente no solo corrían por las venas de Mina para ese entonces.
Los actores hicieron acto de presencia en el medio de la recamara, rodeados por todos los espectadores. Rostros pintados, vestuarios dramáticos. Todo en su lugar. Las secuencias se iban dando una tras otra con excelsa puntualidad. Allí representaban esos excéntricos mimos los ciclos de la vida de un Líder genérico, su nacimiento, el crecimiento de ese envuelto en las enseñanzas que el buen posicionar económico pueden ofrecer. La asunción de poder, el deseo de impartir una ideología, de conformar una sociedad que luche por un mismo fin.
Todo aquello se manifestaba sin palabra alguna por parte de los actores. Mina se las había ingeniado para que hasta la mente más despistada e ignorante captara los mensajes. Susurros que engrandecían a los monarcas, a los líderes de ejércitos, a los poderosos empresarios que allí yacían. Y aunque la Condesa no creyera mucho en eso que sus ojos visualizaban, lamentablemente su misión para aquella gala era la de complacer al público, ese mismo donde podían encontrarse ciertas piezas que le acercasen a dilucidar el paradero de su hermano Noach.
La interpretación continúo con los obstáculos propios de la vida, el arribo de la adultez, el envejecimiento y finalmente, cuando todos esperarían el final trágico por parte de la muerte, un giro inesperado transformó lo inevitable en el ser de cada mortal en algo maravilloso, atrapante; el regalo de la sabiduría, la entrega de conocimientos de una generación a otra, ese obsequio que jamás moriría si aquellos agraciados con tales dadivas conservaban, protegían y continuaban con la tradición que en la exhibición se exponía mudamente.
Los aplausos no tardaron en llegar. Mientras las palmas ajenas aún continuaban resonando, las luces volvieron a su normalidad, los actores se retiraron fugazmente y todas las miradas cayeron sobre la anatomía de la neerlandesa, quien desde lo alto de la escalera ofreció una protocolar reverencia para todos y tras ser anunciada por sus títulos, bajo lentamente aquellos escalones para mezclarse inmediatamente con los invitados.
Conversaciones, saludos, propuestas y más pasaron frente a los ojos y oídos de la Condesa. Por un prolongado tiempo Mina trato de ponerse al corriente con los invitados, sin desatender a ninguno de los concurrentes.
Finalmente arribo ante algunos de los representantes de la Corte local, quizás los más opulentos y minuciosos de todos.
- Placer el mío por veros presente aquí, su Ilustrísima – la reverencia no tardó en generarse armoniosamente por parte de la Condesa ante aquella delicada y singular dama frente a sus azulados ocelos. Hasta el momento Mina no le había conocido, salvo por rumores y comentarios que hablaban de la familia de la Duquesa, mas no precisamente de ella.
- Espero la exposición haya sido de vuestro agrado – añadió en un francés perfecto justo en el instante en que la servidumbre del Palacio ofrecía plateadas copas de vino a los invitados.
Mina Zwaan- Realeza Neerlandesa
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Re: Between Lines ♔ Privado
La luz se expresó más exigua en el salón. Gélida como un alma que intenta divagar en el penitenciario antes de caer en el cruel olvido por siempre. Cuando esto ocurrió, los ojos de los espectadores, ilustrados a estas artes, supieron que la obra abrazaba la apertura de su expresión.
Instantáneamente la mayoría de los allí presente guardaron silencio respetuoso para apreciar cada fragmento de la presentación artística. Y así, cual escena, cual teatro, los fantasmas se exhibieron sumiendo a la expectación al ojo mirador. Mimos ornamentados con atractivos vestuarios encargados de interpretar interesantes papeles que dejaban a más de un alma con la boca abierta ante tan magnífica representación aun siendo un mutismo selectivo por parte de sus principales figuras.
Rowena se había quedado absorta en ese mundo simbólico que se presentaba ante sus azulinos orbes. Pendiente del ciclo vital de la figura principal en el escenario, desde su nacimiento hasta la emancipación y triunfo del éxito. Un ciclo que ante sus ojos pareció como lo que en verdad suspiraba la vida; un abrir y cerrar de ojos que finaliza en la oscuridad del pesado manto de la muerte. Pensó en su precaria vida. Precaria no en todo el sentido de la palabra pues no podía quejarse por pobreza y hambre como muchos desafortunados, no podía ser tan mal agradecida de sufrir por algo que no le corresponde. No es del tipo de personas que se atribuyen males ajenos para convertir lo ajeno en su propio drama personal para captar la atención. Pero sí una vida precaria en cuando al desarrollo de vínculos y la búsqueda de la independencia propia. Precaria y empobrecida pues jamás vivió lo que se puede decir una infancia normal. La duquesa, quien vivió confinada en la torre Lumia por años, se mostraba fría como un hielo, insensible como una roca, pero muy en el fondo sabía que guardaba resentimientos por la vida que le privaron vivir. Aquello que le quitaron. Aquello que llaman libertad.
Inconscientemente había ejercido presión apretando los dedos en sus brazos al mantenerlos cruzados. Llegaría la muerte y se la llevaría igual que al personaje que mantenía a todos sosegados. Llegaría la muerte y ella pasaría sin penas ni glorias a diferencia del personaje que el actor dilucidaba. Pero la muerte no llegó y en cambio un hermoso presente se le entregó al personaje, el honor de la sabiduría y el legado que traspasaría generaciones. Sabiduría, algo absolutamente admirable. ¿Era ella capaz de transmitir algo más que hielo e invierno? O quizá ése era el regalo que podía dejar cuando su hora llegase.
En sus manos estaba el poder para cambiar las cosas, todo dependía de ella. Si deseaba accionar un radical emancipado ilustre o quedarse en la comodidad de lo mediocre y fácil.
Los aplausos se escucharon por doquier. Cada rincón del gran salón se inundó de reconocimientos al talento primoroso del elenco actoral. Rowena colocó con delicadeza la palma de su mano sobre la otra y aplaudió reconociendo la exposición de los actores y admirando el trabajo de la condesa de Assen. Cada detalle entregado fue como un exquisito elixir a catar. Mágico e imperecedero que perduraría en las mentes de los presentes por mucho tiempo como un distinguido recuerdo.
Y, cuando las luces volvían a retornar como el júbilo de la paz, las personas se abrían paso para dejar pasar a la anfitriona de tan grata velada. Muchos la rodearon para felicitarla por tan maravillosa pieza de exhibición, Rowena prefirió esperar en su lugar con los demás nobles franceses. Existió el deseo de ir y sumarse a la turba de personas que agasajaban a la condesa de Assen pero la duquesa, igual que su igual, debía seguir protocolos de procedimientos. La esperaría en su minuto libre para intentar entablar conversación con ella.
Para su interés, fue la misma condesa de Assen quien magistralmente y con la educación que le caracterizaba llegó hasta donde se encontraba la corte francesa. Muchos comentarios e historia habían llegado a los oídos de Rowena acerca de la condesa, su historia, sus padres que ya no estaban sus logros, su ilustre mente, su hermano perdido. Desde hace un prolongado tiempo que en la duquesa nacía el anhelo por conocer a aquella persona que se le había tornado profundamente interesante.
-Vuestro placer es también mi placer al ser testigo de tan distinguida entrega, Honorabilísima.- La de cabellos plateados hizo una leve reverencia hacia la condesa. -Insigne es Júpiter cuando se presenta rojo en lo oscuro de nuestro mismo cielo. Mengano se ostenta ante tan glorifica pieza teatral.- Contestó con sinceridad. –Es un honor conocerla al fin, condesa de Assen.- La contempló con serenidad. Aquel temple característico en la duquesa. La condesa era joven, más joven de lo que ella imaginaba. –He escuchado mucho de vuestra merced y debo admitiros que me ha dejado anonadada con vuestro trabajo.- Dijo cuando recibió una copa plateada que le ofrecían.
Instantáneamente la mayoría de los allí presente guardaron silencio respetuoso para apreciar cada fragmento de la presentación artística. Y así, cual escena, cual teatro, los fantasmas se exhibieron sumiendo a la expectación al ojo mirador. Mimos ornamentados con atractivos vestuarios encargados de interpretar interesantes papeles que dejaban a más de un alma con la boca abierta ante tan magnífica representación aun siendo un mutismo selectivo por parte de sus principales figuras.
Rowena se había quedado absorta en ese mundo simbólico que se presentaba ante sus azulinos orbes. Pendiente del ciclo vital de la figura principal en el escenario, desde su nacimiento hasta la emancipación y triunfo del éxito. Un ciclo que ante sus ojos pareció como lo que en verdad suspiraba la vida; un abrir y cerrar de ojos que finaliza en la oscuridad del pesado manto de la muerte. Pensó en su precaria vida. Precaria no en todo el sentido de la palabra pues no podía quejarse por pobreza y hambre como muchos desafortunados, no podía ser tan mal agradecida de sufrir por algo que no le corresponde. No es del tipo de personas que se atribuyen males ajenos para convertir lo ajeno en su propio drama personal para captar la atención. Pero sí una vida precaria en cuando al desarrollo de vínculos y la búsqueda de la independencia propia. Precaria y empobrecida pues jamás vivió lo que se puede decir una infancia normal. La duquesa, quien vivió confinada en la torre Lumia por años, se mostraba fría como un hielo, insensible como una roca, pero muy en el fondo sabía que guardaba resentimientos por la vida que le privaron vivir. Aquello que le quitaron. Aquello que llaman libertad.
Inconscientemente había ejercido presión apretando los dedos en sus brazos al mantenerlos cruzados. Llegaría la muerte y se la llevaría igual que al personaje que mantenía a todos sosegados. Llegaría la muerte y ella pasaría sin penas ni glorias a diferencia del personaje que el actor dilucidaba. Pero la muerte no llegó y en cambio un hermoso presente se le entregó al personaje, el honor de la sabiduría y el legado que traspasaría generaciones. Sabiduría, algo absolutamente admirable. ¿Era ella capaz de transmitir algo más que hielo e invierno? O quizá ése era el regalo que podía dejar cuando su hora llegase.
En sus manos estaba el poder para cambiar las cosas, todo dependía de ella. Si deseaba accionar un radical emancipado ilustre o quedarse en la comodidad de lo mediocre y fácil.
Los aplausos se escucharon por doquier. Cada rincón del gran salón se inundó de reconocimientos al talento primoroso del elenco actoral. Rowena colocó con delicadeza la palma de su mano sobre la otra y aplaudió reconociendo la exposición de los actores y admirando el trabajo de la condesa de Assen. Cada detalle entregado fue como un exquisito elixir a catar. Mágico e imperecedero que perduraría en las mentes de los presentes por mucho tiempo como un distinguido recuerdo.
Y, cuando las luces volvían a retornar como el júbilo de la paz, las personas se abrían paso para dejar pasar a la anfitriona de tan grata velada. Muchos la rodearon para felicitarla por tan maravillosa pieza de exhibición, Rowena prefirió esperar en su lugar con los demás nobles franceses. Existió el deseo de ir y sumarse a la turba de personas que agasajaban a la condesa de Assen pero la duquesa, igual que su igual, debía seguir protocolos de procedimientos. La esperaría en su minuto libre para intentar entablar conversación con ella.
Para su interés, fue la misma condesa de Assen quien magistralmente y con la educación que le caracterizaba llegó hasta donde se encontraba la corte francesa. Muchos comentarios e historia habían llegado a los oídos de Rowena acerca de la condesa, su historia, sus padres que ya no estaban sus logros, su ilustre mente, su hermano perdido. Desde hace un prolongado tiempo que en la duquesa nacía el anhelo por conocer a aquella persona que se le había tornado profundamente interesante.
-Vuestro placer es también mi placer al ser testigo de tan distinguida entrega, Honorabilísima.- La de cabellos plateados hizo una leve reverencia hacia la condesa. -Insigne es Júpiter cuando se presenta rojo en lo oscuro de nuestro mismo cielo. Mengano se ostenta ante tan glorifica pieza teatral.- Contestó con sinceridad. –Es un honor conocerla al fin, condesa de Assen.- La contempló con serenidad. Aquel temple característico en la duquesa. La condesa era joven, más joven de lo que ella imaginaba. –He escuchado mucho de vuestra merced y debo admitiros que me ha dejado anonadada con vuestro trabajo.- Dijo cuando recibió una copa plateada que le ofrecían.
Rowena Lumia- Condenado/Hechicero/Realeza
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Re: Between Lines ♔ Privado
Alzó la copa que le había sido ofrecida por los sirvientes de Versalles y con una sonrisa, por sobre todo sincera, brindo con un leve gesto de su mano en agradecimiento a la Duquesa por su halago y también a todo la Corte francesa. El regocijo del éxito le entregaba ahora a Mina la tranquilidad que necesitaba para atreverse a dar un próximo paso, uno que creía sería beneficioso para ese cometido que no dejaba de dar vueltas en su cabeza diariamente.
- Os ruego su Ilustrísima que me conceda el placer de llevarle en calidad de compañía a los balcones de Versalles ¡Que recompensa más esplendorosa seria la de conocerle mejor bajo los cielos de vuestra patria! – solicitó la rubia a la nobiliaria, y tras un gesto de sus manos el espacio entre ellas y el ventanal cristalino que daba paso a uno de los tantos balcones de aquel inmenso salón se vio completamente despejado. Los mismos aristócratas presentes fueron los encargados de dibujar con pasillo con sus anatomías para que ambas damiselas pudiesen darse el gusto de dirigirse hacia el espacio abierto anteriormente mencionado.
La joven Rowena era joven, demasiado joven a los ojos de Mina. No obstante, la Condesa percibía en ella una firmeza particular. Una especie de severidad que paradójicamente no hacia juego con aquella imagen tan frágil, de piel blanca y cabellos platinados. Seguramente la Duquesa no sería ni la primera ni la última mujer dentro de los círculos nobiliarios que debió madurar más por obligación que por deseo propio.
Mina tenía claras intenciones de saber si Lumia podría auxiliarle con la búsqueda de su hermano ¿Pero cómo plantear dicho interés sin lucir interesada? Por más que para aquellos tiempos dicha solicitud pudiese sonar como lo más cotidiano del mundo, la neerlandesa odiaba la sensación impuesta por la alta alcurnia de generar relacionamientos simplemente por intereses personales.
La recompensa para algunos tendía a pesar más que los sentimientos ajenos, o la importancia misma hacia el prójimo. Personas que podían odiarse finalmente se veían obligadas a congeniar solo por intereses en común. Las ideologías, los sentimientos y más quedaban en segundo plano. El poder valía más que todo. Inclusive cuando tales decisiones sentenciasen a uno a vivir infelizmente para siempre ¿Cómo era posible que alguien aceptase renunciar a todo lo que es solo por alcanzar un fin más beneficioso?
La Condesa arribó al despejado mirador respirando hondo y posando sus azulados ojos en el cielo nocturno. Contempló por unos segundos el pálido brillo de la Luna y automáticamente lo asocio a los cabellos de la Duquesa. Por esa razón volteó rápidamente sonriendo para ver si la misma había aceptado la invitación de acompañarle.
El corazón de Mina latía esperanzado, y para no caer en mares de agobio e intranquilidad la neerlandesa opto simplemente por creer que en ese peculiar instante, el corazón de su hermano mayor, donde fuese que estuviese, latía sincronizadamente con el de ella para alentarle a generar una nueva acción en pro de su búsqueda. Una en la que quizás lady Lumia se presentase a su lado en calidad de aliada. O de amiga.
Mina Zwaan- Realeza Neerlandesa
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