Crossing lines | privado

Descubrí con el tiempo que la noche no era solo para putas y vampiros. Nada más caer el sol el hada verde desplegaba su magia a diestro y siniestro cual canto de sirena, atrayendo a bohemios y solitarios con falsas promesas de efímera felicidad. Pero no podía juzgar a nadie porque yo mismo caí rendido a sus encantos. Mi primer encuentro con aquel brebaje fue en los labios de otro joven con el que me daba calor las noches más frías de invierno. La caricia de anís que su aterciopelada lengua me transmitió me hizo desear más de inmediato. Era fácil obtener absenta en cualquier taberna, mas no barato, y pronto imité a mis compañeros. Recorríamos las callejuelas como cucarachas hambrientas vaciando los bolsillos de los más borrachos y engatusábamos a las pasteleras durante el día para obtener azucarillos. Entre todos comprábamos una botella y perdíamos las horas en cualquier rincón oscuro donde terminábamos cayendo ebrios sobre la húmeda piedra.

Todo cambió después. El deseo de un abrazo verde era más fuerte que la rapidez con la que obteníamos dinero. Algunos vendieron el culo, otros volvieron con sus padres y yo... yo siempre estuve solo, eso no iba a cambiar. Conocí a Galderic al intentar robarle; a cambio de no darme una paliza me hizo trabajar para él. Me dio la bienvenida a un nuevo vicio, el opio, e hizo que me instalara en cualquier esquina donde vender su mercancía.

Y ahí estaba. Devorándome los labios por vender lo que faltaba e ir a darme mi propio homenaje. Las calles llenas, pero ningún cliente. Desde que abrieron antros para fumadores de opio, nadie compraba ya en otro sitio, no obstante no perdía la esperanza. Siempre había otros jóvenes como yo mismo, chicos perdidos que buscaban la felicidad más inmediata. Proclamarlo a los cuatro vientos nunca era buena idea, de modo que con el tiempo aprendí a cribar con mejor ojo.

Me acerqué de inmediato a un chico que no sería mucho más joven que yo. Atractivo, sin duda, pero sus ropas me dijeron que no era de alta cuna. Aún así no perdía nada, sus ojos gritaban que quería una salida del agujero en el que estuviera metido. Me planté a su lado con media sonrisa y abrí mi mano, en la palma de la cual sujetaba un pequeño saquito. El olor que desprendía era fácilmente reconocible, pues dentro quedaba media bola de unos 100 gramos.

-Mi nombre es Theron y, por un módico precio, puedo llevarte al fantástico país de "me resbalan los problemas". Un par de caladas de esto y podrás tocar el cielo con tus propios dedos... ¿Qué me dices? ¿Quieres un billete a villa felicidad?

No iba a permitirle ni de coña que le volviera a poner un dedo encima. Esa noche el doctor en turno había mencionado el hacerme una vista de reconocimiento por la noche, para verificar si había progreso o no en cuanto a mi salud física y mental, pero nada más alejado de la realidad, el sólo quería toquetearme, porque el muy imbécil nunca se había atrevido a más -afortunadamente- pero era su palabra , la palabra de un desestabilizado mental contra la de un médico supuestamente competente.

Como no iba a esperar a que tal acto vandálico ocurriera, me escapé de la forma que pude de ese nosocomio del mal. Si me echaban, si me maldecían, era mejor que seguir permitiendo abusos. Ya en la calle, con hambre y frío, pero con el orgullo intacto, me di a la tarea de vagar por cualquier parte, tratando de encontrar un plan para conseguir algo de comida, o lo que fuera. Necesitaba alejar esos temblores en el cuerpo que me mantenían en vilo todo el tiempo. Las desventajas de mantenerse sobrio.

Gente iba y venía, de aquí para allá, ensimismados en sus propios pensamientos sin reparar a su alrededor, mucho mejor para mí, que sólo quería salirme con la mía y que el universo me juzgara por ser tan débil. Yo que lo había tenido todo, estaba completamente relegado a lo más bajo de la sociedad en Paris, que me valía un completo comino, pero era bien cierto que los vicios se pagaban con francos o con otra cosa que no me parecía buena idea, no había llegado tan bajo aún, para plantearme semejante atrocidad.

Caminé un par de cuadras hacia abajo, donde había menos luz, buscando algo entre los botes de basura para solventar la hambruna, no me importaba si estaba a medio comer o lo que fuera, seguro era mejor que la supuesta comida de hospital que sabía a mierda. Encontrando un ala de pollo y una patata dura, me di por bien servido para calmar la tripa de momento.

Volvía a caminar por entre la muchedumbre, golpeándome de hombro con unos y otros, recibiendo malas caras, hasta que finalmente llegó a mi mente la posibilidad de robar un monedero a alguna mujer despreocupada. ¿En verdad iba a convertirme en un ladrón? pues no me quedaban muchas posibilidades, era un completo inútil que sólo sabía pintar cuadros cuando la mano derecha se estaba quieta. Tampoco tenía pinceles, ni nada de material para hacer mis trazos ¿qué iba a ser de mi? Pues Robar, como ya había pensado anteriormente. Robar para sobrevivir era valido.

Fue un momento perturbador cuando arrebaté el bolso tejido a la mujer, y eché a correr como alma que llevaba el diablo. No me fijé por donde pasé sólo quería alejarme lo más pronto de ahí. Ya que me di cuenta de que los pasos y los gritos de la mujer se quedaron muy lejos, me dediqué a revisar mi preciado tesoro fruto del hurto.

Habían algunos coloretes, un perfume demasiado empalagoso que me dio nausea, y ¡FRANCOS! algunas monedas, ¡si! había sido un éxito. ¡No había sentido alegría , desde que había salido de casa!

-Eres un genio Brendan. Qué orgulloso estoy de ti…

Mis ojos parecían salir de sus cuencas, estaba aún con la emoción de la carrera encima, cuando escuché una voz detrás, que me hizo brincar.

-Mi nombre es Theron y, por un módico precio, puedo llevarte al fantástico país de "me resbalan los problemas". Un par de caladas de esto y podrás tocar el cielo con tus propios dedos... ¿Qué me dices? ¿Quieres un billete a villa felicidad?

¿Era un sueño? ¿Se me había aparecido un duende al final del arco iris?

-Quiero un billete, no, DOS BILLETES- grité o hice una especie de grito, no lo recordaba bien - Algo que me quite el temblor y el hambre...