Consideraciones Intempestivas (Sara Ascarlani)

La noche tornaba tediosa en las zonas abandonadas de parís, era noche de tormenta, la luna se escondía bajo las nubes que se propagaban bajo el cielo dominante de aquella noche, la naturaleza hablaba por si sola, rugía como nunca demostrando su furia en todo su esplendor, la belleza macabra de los vientos arrazando las pequeñas cabañas que habitaban en ese “playón” abandonado, algunos techos volando en pleno diluvio algunos humanos… Corrriendo por sus vidas, y ¿Zoe? ¿Qué hacía una mujer de tal porte y elegancia en la mitad de la nada? Su vestido estaba rasgado y solo quedó en corsé y una pequeña falda que tapaba delicadamente sus piernas. Sentada al pie de una montaña admirando tal peculiar acto, empapada de agua, se deleitaba de su madre naturaleza, su proveniencia amazona le permite alimentarse de cada ente energético de la naturaleza, por dentro añoraba su tribu guerrera, pero ahora no hay tiempo de lamentarse, solo de buscar al pobre miserable quien convirtió todo esto. Las gotas caían estratégicamente sobre su corsé, a merced de la lluvia, de cualquier inoportuno lobo que se aparezca y termine todo esto en una tragedia. –Un momento de soledad nunca le vendría nada mal a esta… ¿Vampiresa? ¡Demonios!- Frunce el ceño y empuña su mano para impactarla contra el suelo apedreado de aquella montaña, cayó un trueno estremecedor sobre un gran árbol y observa como se destruye, rie silenciosamente y se calma un poco.

La brecha entre la ira y la curiosidad no era muy amplia, solo se acostumbraba a su nuevo cuerpo, del cambio de su piel canela y exótica a un insípido blanquecino desabrido y manos gélidas que acompañan una presencia espectral y zombificada. Se tocaba las manos explorando cada parte de su cuerpo, frio como un témpano de hielo… ¿Gran lugar para autodescubrir su nueva … “belleza” no? -Esto de ser una chupasangres debe traer algo bueno, una mujer, mmm interesante ver a una fémina en mis brazos agonizando de dolor mientras me envuelvo con su sangre… Que excitante- Dice para si sola ya sonriendo un poco, conociendo alguna de las “ventajas” de ser un ser mítico como lo que es un vampiro. De repente un rayo iluminó toda la zona abandonada, unos segundos de luz incandescente que la distrajo momentáneamente perdiéndose en su belleza, cuando escucha un sonído extraño proveniente de aquella zona verde que estaba detrás de ella, a estas alturas de la noche podría ser un licántropo o cualquier animal salvaje buscando refugio. Ella estática no emitió sonido ni movió su cuerpo, solo esperaba que se volviera a escuchar tal ruido… Después de unos segundos el estruendo del arbusto es mucho mas fuerte y ella se levanta con un solo esfuerz mínimo mostrando sus filosos colmillos en forma de batalla. -¿Quién está allí?, quien quiera que sea... Ruegue por su vida, acaba de perderla- Grita tratando de ahuyentar al no se que que esté detrás de los arbustos, lo que no sabe es que será más que una sola mordida.

La noche se acercaba lentamente cubriendo la luna bajo nubes grises y truenos sonoros, las calles eran tan solitarias como los corazones de muchos parisinos aquella noche, ningún alma sobre el camino, solo algunos espectros que les gustaba rondar por los andenes como protegiéndose de ellos mismos. Estas noches eran fascinantes para Sara, la obscuridad era su manto de soledad para pensar tranquilamente sobre todas las frustraciones como todo intelectual tiene. Estaba en su castillo mirando por la ventana adornada por una cortina roja con algunos detalles dorados, mientras tocaba una sonata cualquiera, las nubes opacando la luna era su inspiración, su musa, una batalla entre la luz que le reflejaba el enemigo sol y la espectral noche de tormenta que se avecinaba. En búsqueda de inspiración, se levantó de su silla dejando su instrumento compañero en su gran cama, y fue a buscar a uno de sus sirvientes, Dimitri, su mayordomo principal no titubeó en mandarlo a preparar un coche para ir a la ciudad -Dimitri, prepara a alguno de los corceles, los mejores que tengas, quiero salir, es una noche perfecta- Y así se cumplieron sus órdenes. Dimitri la esperaba en el portón de su gran mansión, ya la tormenta había comenzado, solo se reflejaba la luz de los candelones que rodeaban su finca y los rayos que hacían figuras continuas sobre los cielos, o bueno, lo poco que se podía ver entre las nubes. Sara se preparó para la ocasión, salió hacia el portón y se dirigió a su coche, saliendo de la mansión sin ningún rumbo en específico. -Solo paséame por la ciudad, yo te diré donde pararemos-.

Y comenzó a llover a cantaros, los vidrios del coche poco se veían, las ventanas estaban empañadas y a Sara no parecía importarle, su visión vampírica le permitía incluso ver mejor en la oscuridad. Estaba fascinada con el escenario parisino noctambulo en aquella noche tormentosa, si fueron dos o tres hombres corriendo buscando un refugio fue mucho, de igual modo no le importó y siguió su camino. Pasó por la plaza, las bibliotecas los teatros... En fin todos los lugares en los que Sara habitualmente asediaba –No, vamos hacia las zonas abandonadas por favor- Replica Sara y el conductor se dirige a ellas, un poco confundido prefirió callarse para no generar problemas con su temperamento voluble. En su camino por esa zona, Sara encontró un pequeño valle donde había una especie de montaña donde seguro podría verse todo el esplendor de la natrualeza, cautivó su idea para una buena inspiración así que pidió parar justo en este lugar. –Déjame aquí, y no me esperes he dicho.- Sara se baja del coche y rápidamente se pierde en los arbustos, sin perder su tiempo se dirige hacia la montaña que la atrajo desde el primer momento que la vio, y recién llegando a la cima, logra ver a lo lejos a una extraña mujer de negro sentada en la punta de ella, mirando hacia el cielo, deleitándose de la lluvia. –¿Una mujer a estas horas en esta montaña?, debe ser alguna sucia licántropa o … alguna aventurera humana que no me vendría nada mal, mi musa la naturaleza y mi arte, si ella lo decide un poco de… Acción- Pensó para ella mientras se acercaba lentamente hacia la mujer para acecharla, pero sin querer pisó un pequeño ramo que estaba tirado en el suelo y aquella mujer voltea, gritando desaforadamente pidiendo un lío –Esta mujer no es humana, acabaré con esto de una buena vez por todas- Susurra y sale entre arbustos dándose cara a cara con la mujer misteriosa, ambas empapadas en la cima de la montaña, entre truenos y escombros -¿Quién es usted y que háce una bella dama en una noche como estas?- Le pregunta directamente mientras se acercaba a Zoe.

Le impacientaba la espera, y sobre todo si alguien había calmado su paz en aquel lugar místico para ella, aún con el clima de su lado, se había amargado por la interrupción molesta que le acaba de ocasionar Sara, aún sin conocerla ya carneaba por su mente su primera mordida, la gran desangrada, no le importaba si fuese algún licántropo o alguna pequeña humana traviesa o perdida, estaba dispuesta a acabar con quien fuese que la haya interrumpido. El tiempo se detuvo cuando ve salir de las sombras aquella silueta que se contoneaba y seducía , hasta ahora la mujer más bella que ha visto en muchísimos años, el cabello algo desordenado que cae por sus hombros, un vestido ya pegado al cuerpo y como si fuese magia pura los truenos gruñían con mucha más fuerza mientras se acercaba, una presencia abrumadora que solo pudo ocasionar en Zoe un interés extraño. Sus ojos abrieron de inmediato mientras la mujer aparecía de las sombras opacando la hermosa vista desde la montaña y todo su alrededor, Zoe sorprendida solo pudo observarla y admirarla esos pocos segundos donde caminaba lentamente hacia ella.

Lujuria, pasión, sexo, eran palabras que envenenaban los pensamientos de Zoe, cada contoneo una fantasía por explorar, sin embargo su íra no saciaba, incrementaba mientras la mujer se acerca a ella, en la oscuridad logró ver aquellos ojos que penetraron los suyos y los marcaron para siempre, aquella mirada que querría ver toda la eternidad. La esperó altiva y colocó sus manos en su cintura como demuestro de dominancia hacia a ella, como siempre dispuesta a cualquier evento que pudiese pasar -¿Qué que hago aquí?- Pregunta con un tono algo sarcástico, mira hacia los lados y después hacia los cielos nublados que llenaba la noche de sombras –No lo sé Madeimoselle, tratando de controlar la lluvia, en mi mansión hay muchas goteras- Enarca su ceja y la repara fijamente tratado de descifrar que hay dentro de aquella mujer misteriosa que la cautivó de una sola vista -¿Y usted Madamoiselle, también tiene goteras en sus aposentos?- Ríe descarada mientras le responde y se acerca un poco más a ella, no teme en quedar a pocos centímetros de la mujer, quien sabe si es algún ser que podría acabarla en un santiamén o alguna diosa que bajó del Olimpo para saciar sus deseos… Quizás.
Aquella noche tormentosa no mermaba, los relámpagos se adueñaban del momento y se podía escuchar a los lobos salvajes aullar, el pequeño diluvio hizo de la noche un templo de sombras donde una tensión extraña empezó a surgir en el ambiente, la tensión mas explosiva que ella ha podido sentir.