AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Oblivion night ~ Sara Ascarlani
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Oblivion night ~ Sara Ascarlani
Sin música la vida sería un error.
Friedrich Nietzsch
Friedrich Nietzsch
Aquella noche la pequeña Nadia se apresuraba a vestirse y a arreglarse adecuadamente para la ocasión, sus ganas de conocer un poco del mundo de la música eran demasiado ahora que tenía esa inspiración por parte de Sara; aquella mujer le hacía querer conocer una parte de su vida que no había explorado pues anteriormente solo se le preparó para ser una buena esposa, buena amante, buena cocinera, tener los mejores modales del mundo y saber de política y religión sobre todo; se le privó de muchas cosas más, diversiones y deseos, de conocer el como funcionaba su cabeza y sus gustos y tener una visión propia del mundo. En sí le habían creado la burbuja perfecta que explotaron el mismo día que la exiliaron de España.
Ahora tan lejos de casa y con la vida tan monótona que tenía no era de extrañarse que buscara distracciones tales como esta, que lejos de distraerla de su vacía vida la inclinaban a un mundo distinto, lleno de notas musicales, notas que harían que la visión de las cosas cambiara y quizá con ayuda de Sara la vida sería mucho más divertida que antes; haría algo por primera vez en su vida sin tener a alguien que dijera una negativa. Es por ello que aquel día se puso uno de los mejores vestidos que tenía, por no decir que su favorito; ese color azul resaltaba sus curvas -que si bien no eran muchas dejaban ver lo bien formado de su cuerpo- aunque tampoco era algo exagerado. El adorno de tela en color carne iba por todo el escote cuadrado que formaba su cuello, hombros y espalda, luego se unía con ayuda de una joya sin valor alguno pero que entonaba bien con el color del vestido; la falda recta que cubría lo necesario y unos zapatos que la dejaran tener suficiente altura como para no esforzar el cuello de más.
Además de todo eso llevaba su cabello suelto con una pequeña trenza adornando este; sus mejillas de por sí rosadas acompañaban su rostro angelical y el tintineo de su corazón acelerado por la emoción se acoplaba perfectamente al pequeño reloj que descansaba en su alcoba y que marcaba veinte minutos antes de la hora. Fue entonces cuando llamó a su sirvienta para que prepararan el carruaje y bajó las escaleras con rapidez para desaparecer por el gran portón café que la separaba del exterior. La noche estaba fabulosa, el frío aún podía sentirse dominar las calles Parisinas sin embargo las estrellas podían verse aún con las pequeñas nubes que se negaban a irse del todo; estaba a tiempo para llegar a la casa de la mujer y todo el trayecto se la pasó intentando descifrar lo que sus dedos decían; jugaba con ellos imaginando a que instrumento pertenecerían, las ganas de tocar un instrumento crecían y la curiosidad que siempre tenía sobre las cosas también; no era de extrañarse que su corazón se revoloteara cuando vio la mansión más cerca.
Esperó ansiosa a que llamaran a la puerta y al no contar con la suficiente paciencia que se requería bajó del carruaje encaminándose al portón; cuando la puerta por fin se abrió se presentó con el sirviente y al instante la dejaron pasar, Nadia cruzó la puerta con decisión y buscó con sus ojos azules a Sara Ascarlani hasta encontrarla.-Lo pactado es deuda para mi, aquí me tiene a la hora correcta, ¿Cómo está hoy madame Ascarlani?.-preguntó con interés; después sus ojos se desviaron a ver la mansión, siempre tenía presente que se podía conocer a alguien por la forma en que vivía, por las pertenencias que poseía y por lo que un hogar podía decir sin hablar. Luego volvió sus ojos a la mujer con una sonrisa amplia llena de dudas y preguntas y con sus dedos jugando entre sí buscando un consuelo que acabara con ese vacío que sentía ahora.
Ahora tan lejos de casa y con la vida tan monótona que tenía no era de extrañarse que buscara distracciones tales como esta, que lejos de distraerla de su vacía vida la inclinaban a un mundo distinto, lleno de notas musicales, notas que harían que la visión de las cosas cambiara y quizá con ayuda de Sara la vida sería mucho más divertida que antes; haría algo por primera vez en su vida sin tener a alguien que dijera una negativa. Es por ello que aquel día se puso uno de los mejores vestidos que tenía, por no decir que su favorito; ese color azul resaltaba sus curvas -que si bien no eran muchas dejaban ver lo bien formado de su cuerpo- aunque tampoco era algo exagerado. El adorno de tela en color carne iba por todo el escote cuadrado que formaba su cuello, hombros y espalda, luego se unía con ayuda de una joya sin valor alguno pero que entonaba bien con el color del vestido; la falda recta que cubría lo necesario y unos zapatos que la dejaran tener suficiente altura como para no esforzar el cuello de más.
Además de todo eso llevaba su cabello suelto con una pequeña trenza adornando este; sus mejillas de por sí rosadas acompañaban su rostro angelical y el tintineo de su corazón acelerado por la emoción se acoplaba perfectamente al pequeño reloj que descansaba en su alcoba y que marcaba veinte minutos antes de la hora. Fue entonces cuando llamó a su sirvienta para que prepararan el carruaje y bajó las escaleras con rapidez para desaparecer por el gran portón café que la separaba del exterior. La noche estaba fabulosa, el frío aún podía sentirse dominar las calles Parisinas sin embargo las estrellas podían verse aún con las pequeñas nubes que se negaban a irse del todo; estaba a tiempo para llegar a la casa de la mujer y todo el trayecto se la pasó intentando descifrar lo que sus dedos decían; jugaba con ellos imaginando a que instrumento pertenecerían, las ganas de tocar un instrumento crecían y la curiosidad que siempre tenía sobre las cosas también; no era de extrañarse que su corazón se revoloteara cuando vio la mansión más cerca.
Esperó ansiosa a que llamaran a la puerta y al no contar con la suficiente paciencia que se requería bajó del carruaje encaminándose al portón; cuando la puerta por fin se abrió se presentó con el sirviente y al instante la dejaron pasar, Nadia cruzó la puerta con decisión y buscó con sus ojos azules a Sara Ascarlani hasta encontrarla.-Lo pactado es deuda para mi, aquí me tiene a la hora correcta, ¿Cómo está hoy madame Ascarlani?.-preguntó con interés; después sus ojos se desviaron a ver la mansión, siempre tenía presente que se podía conocer a alguien por la forma en que vivía, por las pertenencias que poseía y por lo que un hogar podía decir sin hablar. Luego volvió sus ojos a la mujer con una sonrisa amplia llena de dudas y preguntas y con sus dedos jugando entre sí buscando un consuelo que acabara con ese vacío que sentía ahora.
Nadia De Martel- Realeza Española
- Mensajes : 33
Fecha de inscripción : 21/03/2016
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Re: Oblivion night ~ Sara Ascarlani
Flashback
La idea de tener un humano en sus aposentos no le fascinaba. Otra vez la tentación de sus adentros, sonsacándola a afilar su daga para encontrar expiación por parte de la pequeña que inocentemente, se acercaba a ella en búsqueda de un contacto musical. Internamente, le emocionaba un poco poder explayar sus conocimientos a una mujer sobre un tema que ama, y no simplemente calcinarse en su sexo, como es de costumbre. Las personas observan el arte como una pequeña piedra preciosa, que solo sirve usar en grandes reuniones con la caterva de intelectuales de poca monta, ¿a hacer qué?, verborrear hasta que el vino los consuma, y las cortesanas les absorban la última gota de virilidad.
El sobre tenía un sello real, pero esta vez no era parisino, o de algún país con conocimiento de la tragedia del gran Sacro Imperio. Las dulces palabras que estaban escritas, conmovieron las distorsionadas intenciones de Sara, la dama enfatizaba en su desespero por aprender de este vicio lleno de sonoridades y réquiems, así que pidió a su corcel más rápido, entregar la respuesta de dicho correo, que con cautela y dudas en su mente, accedió a recibirla en sus aposentos, con la condición de encontrarse después de la hora crepuscular, y específicamente con su entera disposición a perderse en este mundo, ya que Sara no quería perder su tiempo compartiendo amores y anécdotas en una dama cualquiera, con ganas de aprender tres notas.
El sobre tenía un sello real, pero esta vez no era parisino, o de algún país con conocimiento de la tragedia del gran Sacro Imperio. Las dulces palabras que estaban escritas, conmovieron las distorsionadas intenciones de Sara, la dama enfatizaba en su desespero por aprender de este vicio lleno de sonoridades y réquiems, así que pidió a su corcel más rápido, entregar la respuesta de dicho correo, que con cautela y dudas en su mente, accedió a recibirla en sus aposentos, con la condición de encontrarse después de la hora crepuscular, y específicamente con su entera disposición a perderse en este mundo, ya que Sara no quería perder su tiempo compartiendo amores y anécdotas en una dama cualquiera, con ganas de aprender tres notas.
Teatro Vampiric Sanguinem
Mansión Ascarlani
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Mansión Ascarlani
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Los velones se derretían lentamente, las luces tenues del teatro adornaban suavemente el vino tinto del gran telón detrás de la tarima. Partituras, y anotaciones desorganizadas en el escritorio junto al escenario, y el violonchelo acostado al lado del sillón favorito de Sara. La estaba esperando, mientras pensaba cómo iba a afrontar esta situación incómoda. Pidió a sus sirvientes que prepararan el mejor vino de su viñedo, y organizaran la bóveda de instrumentos musicales. –No quiero pedirlo dos veces, Dimitri.- Esbozó desde su escritorio mientras jugaba con su daga confidente. Cortaba suavemente la punta de sus dedos como era de costumbre, y probaba el brote ligero de su néctar carmesí.
Se preguntaba si iba a ser la típica violinista, o pianista. Esos instrumentos eran tan comunes en París que ya los consideraba genéricos. Los grandes virtuosos dejaron huella cuando pisaron las calles Parisinas, pero solo pocos habían marcado el alma de los oriundos, ¿pero un violonchelo?. Quizás solo los malditos entendíamos la complejidad y las curvas de éste. El instrumento más visceral, melancólico y con cuerpo de mujer. El estruendoso sonido del portón del teatro al abrirse interrumpió la ola de pensamientos que invadían a Sara, se levantó del sillón, acomodó su largo vestido y bajó delicadamente las escaleras del escenario –Sabes que detesto los ruidos innecesarios, Dimitri- comentó serenamente, aunque muy enfadada. –Perdón madame Ascarlani. La infanta De Martel ha llegado a la mansión, y la busca con desespero- se encogió de hombros, y le mostró el camino hacia la infanta. Sara taconea hacia el pasillo de su mansión, y se encuentra con una hermosa mujer de cabellos dorados, orbes azules y magnéticos, pero más niña de lo que se había imaginado.
Sonrió levemente, tomó su mano derecha delicadamente, y le plantó un ligero beso. –Grazie mille, madame De Martel, por llegar a la hora correcta. Espero sus protectores no le hayan hecho pasar un mal rato haciéndola llegar a estas tierras.- Musitó sonriente mientras las observaba fijamente –Pero bueno, la noche es eterna para mí, pero no para usted. Sígame, per favore- Se colocó a su lado, y caminaron juntas hacia el teatro, donde le esperaba una larga velada, inmersa en la mente y musicalidad de la vampiresa.
Se preguntaba si iba a ser la típica violinista, o pianista. Esos instrumentos eran tan comunes en París que ya los consideraba genéricos. Los grandes virtuosos dejaron huella cuando pisaron las calles Parisinas, pero solo pocos habían marcado el alma de los oriundos, ¿pero un violonchelo?. Quizás solo los malditos entendíamos la complejidad y las curvas de éste. El instrumento más visceral, melancólico y con cuerpo de mujer. El estruendoso sonido del portón del teatro al abrirse interrumpió la ola de pensamientos que invadían a Sara, se levantó del sillón, acomodó su largo vestido y bajó delicadamente las escaleras del escenario –Sabes que detesto los ruidos innecesarios, Dimitri- comentó serenamente, aunque muy enfadada. –Perdón madame Ascarlani. La infanta De Martel ha llegado a la mansión, y la busca con desespero- se encogió de hombros, y le mostró el camino hacia la infanta. Sara taconea hacia el pasillo de su mansión, y se encuentra con una hermosa mujer de cabellos dorados, orbes azules y magnéticos, pero más niña de lo que se había imaginado.
Sonrió levemente, tomó su mano derecha delicadamente, y le plantó un ligero beso. –Grazie mille, madame De Martel, por llegar a la hora correcta. Espero sus protectores no le hayan hecho pasar un mal rato haciéndola llegar a estas tierras.- Musitó sonriente mientras las observaba fijamente –Pero bueno, la noche es eterna para mí, pero no para usted. Sígame, per favore- Se colocó a su lado, y caminaron juntas hacia el teatro, donde le esperaba una larga velada, inmersa en la mente y musicalidad de la vampiresa.
Sara Ascarlani- Vampiro/Realeza
- Mensajes : 761
Fecha de inscripción : 27/06/2010
Edad : 33
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