AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Désaccords avec l'âme || Sara Ascarlani
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Désaccords avec l'âme || Sara Ascarlani
No parecía estar disfrutando de aquel lugar y a pesar de la diferencia de sus caracteres no fue capaz de molestarse por ello, mas sí lo hizo por el comentario despectivo sobre las ganancias de los artistas. No le gustaba que se mofaran de quienes luchaban cada día para ganarse el pan, pues lo sufrió en sus propias carnes –literalmente-, mucho hambre tuvo que pasar hasta llegar a la conclusión que vendiendo su cuerpo era la única manera en que lograría salvar la vida. -Este sitio es el hogar de muchos artistas que tratan de exponer sus obras para un público con la mente abierta-, no le hacía falta a Katharina discutir para dejar en su sitio a los demás. Frases sutiles eran, en ocasiones, mucho más directas que un mero insulto o un mal grito. Quizás se había equivocado con aquella mujer, pudiera ser menos de lo que ella había creído ver… Las cávalas en su mente trataban de hacer un esbozo de Sara pero cuanto más tiempo permanecía sentada a aquella mesa menos claro lo tenía. Todo lo que había llamado su atención en el teatro se desvanecía como el humo de esos cigarros que de vez en cuando le daba por fumar. Parecía haberse equivocado al pensar que alguien que tocaba de una manera tan soberbia tendría una mente despierta, abierta a experimentar y vivir nuevas experiencias, que alguien como Sara podría complementar las partes que a ella le faltaban en su día a día. Creyó haber visto algo en el brillo de los ojos ajenos más allá de curiosidad y en aquella décima de segundo en que las miradas se cruzaron creyó por primera vez en el amor a primera vista. Error de principiante. No creía necesario continuar con aquella mentira que ella misma había iniciado pero abandonar la cena y a su invitada era demasiado descortés por lo que continuó cenando y disfrutando del vino como si su mente no hubiera ordenado las ideas de aquella manera.
Una vez aprendida aquella lección de primero de colegio, relajó la intensidad con que anteriormente se había dirigido a ella, pasando a un tono más neutro y menos miradas y sonrisas. Si Sara no se había percatado del enfriamiento de su cita sería mejor para ella pues no tendría que pensar en una explicación y sencillamente no volvería a verla tras aquel encuentro, mas si –por el contrario- ella se interesaba de alguna manera debería seguir fingiendo comodidad durante un rato más. Los platos pasaban ante ellas y, como era lógico, tan solo la cambiante les prestaba atención, dejando a la vampiresa el tiempo necesario para analizar lo que deseara. Poco podría ya captar de Katharina, pues bien se esforzaba esta en quedar al margen del poder ajeno. Si bien lo cierto es que la ex-duquesa poco se esforzaba ya por complacer a los demás, había sido ella quien había dado pie a aquella salida nocturna por lo que por esa vez actuaría como debía y no como deseaba; es decir, regresando a su palacete a leer junto a la chimenea de la gran biblioteca.
-Cóbreme por favor-, la velada estaba por finalizar. Ni siquiera había tomado un postre aunque estuvieran exquisitos y siempre dejara hueco para ello cada vez que visitaba dicho restaurante. Ahora dependía de Sara, del comentario que hiciera o dejara de hacer. Depositó los francos pertinentes en una pequeña bandeja que el camarero extendió en su dirección ojeando a la dama que permanecía en silencio en su asiento con la copa de vino entre sus gélidos dedos. Una sonrisa acompañada de un suspiro de decepción escapó de los labios de Katharina que ya tan solo debía esperar a que le dieran la vuelta del total para escapar de allí arropada por la noche. Habían pasado lunas desde su última transformación y por primera vez sintió las ganas necesarias para volverse gata y correr entre callejones y prados hasta llegar a su solitario hogar. Se preguntó entones cuan frío sería el de aquella violonchelista, seguro que primaría el negro sobre todo lo demás, siempre acababan cansados -esos seres- del color, de la luz; se volvían taciturnos y malhumorados. Se descubrió riendo ante la idea de Sara escogiendo su atuendo entre una veintena de vestidos iguales y enfadándose por no hallar uno que la convenciera para salir de casa. Al notar la mirada extrañada de la susodicha simplemente encogió los hombros y se levantó de la mesa al haber guardado los francos en su pequeño bolso de abalorios. Abrió la boca para despedirse mas tuvo que detenerse al escuchar nuevamente la voz de Sara…
Una vez aprendida aquella lección de primero de colegio, relajó la intensidad con que anteriormente se había dirigido a ella, pasando a un tono más neutro y menos miradas y sonrisas. Si Sara no se había percatado del enfriamiento de su cita sería mejor para ella pues no tendría que pensar en una explicación y sencillamente no volvería a verla tras aquel encuentro, mas si –por el contrario- ella se interesaba de alguna manera debería seguir fingiendo comodidad durante un rato más. Los platos pasaban ante ellas y, como era lógico, tan solo la cambiante les prestaba atención, dejando a la vampiresa el tiempo necesario para analizar lo que deseara. Poco podría ya captar de Katharina, pues bien se esforzaba esta en quedar al margen del poder ajeno. Si bien lo cierto es que la ex-duquesa poco se esforzaba ya por complacer a los demás, había sido ella quien había dado pie a aquella salida nocturna por lo que por esa vez actuaría como debía y no como deseaba; es decir, regresando a su palacete a leer junto a la chimenea de la gran biblioteca.
-Cóbreme por favor-, la velada estaba por finalizar. Ni siquiera había tomado un postre aunque estuvieran exquisitos y siempre dejara hueco para ello cada vez que visitaba dicho restaurante. Ahora dependía de Sara, del comentario que hiciera o dejara de hacer. Depositó los francos pertinentes en una pequeña bandeja que el camarero extendió en su dirección ojeando a la dama que permanecía en silencio en su asiento con la copa de vino entre sus gélidos dedos. Una sonrisa acompañada de un suspiro de decepción escapó de los labios de Katharina que ya tan solo debía esperar a que le dieran la vuelta del total para escapar de allí arropada por la noche. Habían pasado lunas desde su última transformación y por primera vez sintió las ganas necesarias para volverse gata y correr entre callejones y prados hasta llegar a su solitario hogar. Se preguntó entones cuan frío sería el de aquella violonchelista, seguro que primaría el negro sobre todo lo demás, siempre acababan cansados -esos seres- del color, de la luz; se volvían taciturnos y malhumorados. Se descubrió riendo ante la idea de Sara escogiendo su atuendo entre una veintena de vestidos iguales y enfadándose por no hallar uno que la convenciera para salir de casa. Al notar la mirada extrañada de la susodicha simplemente encogió los hombros y se levantó de la mesa al haber guardado los francos en su pequeño bolso de abalorios. Abrió la boca para despedirse mas tuvo que detenerse al escuchar nuevamente la voz de Sara…
Katharina Von Hammersmark- Cambiante Clase Alta
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Re: Désaccords avec l'âme || Sara Ascarlani
La densidad del ambiente se podía cortar con un cuchillo. Sara, evidentemente se sentía ofendida y molesta, pero por razones distintas a las que seguramente, Katharina tenía en mente. La vampiresa consideraba un desperdicio ver a artistas garabateando y fomentando mediocridad en las calles, en vez de llevarles a un sitio donde puedan explorar sus capacidades, explotar sus límites, y quizás usarlos para el proyecto que tenía en mente; pero más le inquietaba la actitud de su víctima acompañante, quien se mostraba insatisfecha e incómoda por la reacción de Ascarlani. Su cuerpo se mostraba distante, y sus palabras eran suaves, pero letales. Era una mujer que no temía hablarle al mismísimo satanás. La vampiresa procuró sonar lo más sutil posible, dejando su cuerpo caer sobre el sillón, y colocando sus manos sobre la mesa tenuemente iluminada por un candelabro. -Entiendo, madame- musitó, observando cómo su cuerpo se relajaba al igual que ella. -No me mal entienda, per favore. Tenga en cuenta que hablamos en colores distintos. Estos sitios me molestan, pero no por quien se tome la molestia de embellecerlo.- Dio una pequeña pausa, y observó su al rededor.
La humedad acababa los marcos de madera, el óleo era lo único que permanecía en buen estado, y ni hablar de las acuarelas. Un desastre ante los ojos de Sara. Se acercó a ella y extendió su mano invitándole a que tomara la suya -Déjeme explicarle, madame- Tomó su mano suavemente y las paseo sobre las suyas. Sus manos eran tersas, pero tenían muchas cicatrices a causa de su instrumento. -La belleza es subjetiva, madame. Y muchos de estos artistas son como mis manos; pero la diferencia está en el resultado de este dolor. Ellos se quedaron allí, y no trascendieron. Por eso me molesto, nada más- Expresó, dedicándole una suave sonrisa, mientras se alejaba nuevamente de ella, dejando libre sus manos y su suave piel.
Era una excusa. Moría por sentir su piel, pero temía en perder el control y deshacer todo su plan en una noche. Ella quería muchas más; dedicar cada noche a una parte nueva de ella, disfrutarla y luego acabarla. No se iba a permitir dejar todo para una velada cualquiera. Ella. Ella era especial, aunque no lo quería aceptar. Tal vez por su insolencia y el hecho que no le tenía un ápice de temor, y no le importaba si su presencia era intimidante o no; o por la osadía de invitarle a hacer algo tan corriente y la ahonde en un mar de artistas malditos. ¿Ella qué se cree? ¿Tratarle como una más?, no sé qué le daba más ira: si en la engorrosa situación en la que la colocó, o el hecho de acceder a ella, y disfrutar de su compañía. La característica amargura de Ascarlani se iba disipando de su rostro, pero Katharina decidió terminar con la noche en el momento en que Sara pretendía abrirse un poco más. -No signore, aún no- interrumpió a la cambiaformas.
Sara no iba a permitir que la velada terminara a media noche, y mucho menos después de que el universo le haya concedido un momento con la mujer que la cautivó en el conservatorio. Dejó de lado sus negras intenciones y se dedicó a disfrutarle, observar sus gestos, esa mirada que fue tornando fría a lo largo de la velada, pero sobre todo en la energía que emanaba de su cuerpo: ese calor y ese olor característico que la hace viva, apasionada, temperamental; todo lo que vampiresa admiraba en una mujer. Evidentemente Sara no tenía la necesidad de consumir alimentos, así que se limitó a dejar que Katharina pidiera algo -Supongo que querrá un postre, Katharina-. Dijo, omitiendo sus ganas de marcharse a como de lugar. Para ella, fingir interés en algo le resultaba imposible, pero intentó en hacer un esfuerzo por la cambiaformas, por ese suspiro de decepción que la aniquiló de manera certera.
-Está de más decir que no soy lo que ves en un escenario-. Rompió el silencio con esa frase. Sus manos volvieron a la mesa, y tomaron la copa de vino que estaba allí desde hace tiempo. No tomaba sorbos de manera constante. Debía aceptar que era mejor de lo que esperaba. -Esa es la "magia" de los artistas. Tenemos la posibilidad de crearles un universo, y traerlos a nuestra memoria. Pero creo que no solamente yo quedé en su memoria; usted ha quedado en la mía- Era verdad. Podría dedicarle conciertos si ella quisiera, pero no la quería como una musa. Tenía muchas y no la haría distinta a las demás. Existen muchas obras dedicadas a cortesanas con el nombre de una Lady, o para hombres, con la excusa de ser un fin político. El arte esconde aberraciones que solo una forma mórbida del amor podría explicar. ¿Era el caso de Sara?.
La humedad acababa los marcos de madera, el óleo era lo único que permanecía en buen estado, y ni hablar de las acuarelas. Un desastre ante los ojos de Sara. Se acercó a ella y extendió su mano invitándole a que tomara la suya -Déjeme explicarle, madame- Tomó su mano suavemente y las paseo sobre las suyas. Sus manos eran tersas, pero tenían muchas cicatrices a causa de su instrumento. -La belleza es subjetiva, madame. Y muchos de estos artistas son como mis manos; pero la diferencia está en el resultado de este dolor. Ellos se quedaron allí, y no trascendieron. Por eso me molesto, nada más- Expresó, dedicándole una suave sonrisa, mientras se alejaba nuevamente de ella, dejando libre sus manos y su suave piel.
Era una excusa. Moría por sentir su piel, pero temía en perder el control y deshacer todo su plan en una noche. Ella quería muchas más; dedicar cada noche a una parte nueva de ella, disfrutarla y luego acabarla. No se iba a permitir dejar todo para una velada cualquiera. Ella. Ella era especial, aunque no lo quería aceptar. Tal vez por su insolencia y el hecho que no le tenía un ápice de temor, y no le importaba si su presencia era intimidante o no; o por la osadía de invitarle a hacer algo tan corriente y la ahonde en un mar de artistas malditos. ¿Ella qué se cree? ¿Tratarle como una más?, no sé qué le daba más ira: si en la engorrosa situación en la que la colocó, o el hecho de acceder a ella, y disfrutar de su compañía. La característica amargura de Ascarlani se iba disipando de su rostro, pero Katharina decidió terminar con la noche en el momento en que Sara pretendía abrirse un poco más. -No signore, aún no- interrumpió a la cambiaformas.
Sara no iba a permitir que la velada terminara a media noche, y mucho menos después de que el universo le haya concedido un momento con la mujer que la cautivó en el conservatorio. Dejó de lado sus negras intenciones y se dedicó a disfrutarle, observar sus gestos, esa mirada que fue tornando fría a lo largo de la velada, pero sobre todo en la energía que emanaba de su cuerpo: ese calor y ese olor característico que la hace viva, apasionada, temperamental; todo lo que vampiresa admiraba en una mujer. Evidentemente Sara no tenía la necesidad de consumir alimentos, así que se limitó a dejar que Katharina pidiera algo -Supongo que querrá un postre, Katharina-. Dijo, omitiendo sus ganas de marcharse a como de lugar. Para ella, fingir interés en algo le resultaba imposible, pero intentó en hacer un esfuerzo por la cambiaformas, por ese suspiro de decepción que la aniquiló de manera certera.
-Está de más decir que no soy lo que ves en un escenario-. Rompió el silencio con esa frase. Sus manos volvieron a la mesa, y tomaron la copa de vino que estaba allí desde hace tiempo. No tomaba sorbos de manera constante. Debía aceptar que era mejor de lo que esperaba. -Esa es la "magia" de los artistas. Tenemos la posibilidad de crearles un universo, y traerlos a nuestra memoria. Pero creo que no solamente yo quedé en su memoria; usted ha quedado en la mía- Era verdad. Podría dedicarle conciertos si ella quisiera, pero no la quería como una musa. Tenía muchas y no la haría distinta a las demás. Existen muchas obras dedicadas a cortesanas con el nombre de una Lady, o para hombres, con la excusa de ser un fin político. El arte esconde aberraciones que solo una forma mórbida del amor podría explicar. ¿Era el caso de Sara?.
La energía de Katharina sonaba a un concierto complejo.
Sara Ascarlani- Vampiro/Realeza
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Re: Désaccords avec l'âme || Sara Ascarlani
¿Qué estaba pasando? Cuando parecía haber analizado a Sara y tomado una decisión sobre la cena y sobre su relación, la situación cambiaba por completo. La explicación que le estaba brindando la vampiresa sobre sus comentarios anteriores no era descabellada, de hecho parecía cuadrar más con ella que la conclusión a la que la cambiante había llegado por su cuenta. Sintió las mejillas cargadas con el calor que le daba la vergüenza de haberla prejuzgado, error suyo por el que había estado a punto de acortar una velada que bien le podría aportar más entretenimiento que enfados vanos. En el momento en que Sara le tomó las manos pareció como si no existieran más comensales en aquel jardín, toda la atención de Katharina estaba centrada en la mujer que tenía delante y en cada una de sus palabras. -El problema está en que nadie les da la posibilidad de exponer en un museo o galería. Son incomprendidos por el simple hecho de no seguir los dictados de una sociedad estancada y retrógrada-, cualquiera hubiera podido entender que esas palabras reflejaban amargura, pero algo le decía –tras la explicación de su acompañante- que más bien lo entendería como inconformidad. Aquella conversación le había dado que pensar pues la descolocó totalmente, la ilusión de haber encontrado a una mujer afín a ella y su manera de entender la vida regresó a los ojos de Kath, devolviéndole ese brillo que momentos antes se había tornado frío y distante.
Asintió al camarero para que se retirara y estiró la mano para mirar la carta de postres aunque ya sabía lo que deseaba, -el coulant de chocolate negro, por favor-, sonrió al hombre y devolvió la mirada ya algo más calmada a Sara. -Sabe que el motivo por el que me quedo. Fue error mío prejuzgar su opinión sobre esas obras, pero tiene que saber que ese cambio que he tenido puede ocurrir en cualquier momento en que me sienta decepcionada o algo no me guste-, veía correcto hacer las cosas así. No era la mejor carta de presentación posible, pero había aceptado su parte de culpa y avisaba así a Sara de que su forma de ser y actuar no eran sencillas. En nada se asemejaba a la dama que un día fue, a la cortesana que fingió ser y como tal vivió; ahora era el resultado de todo el sufrimiento que había soportado a lo largo de su vida. Era tan dura como sensible y si dejaba entrar a alguien en su vida era con todas las consecuencias, no era mujer de medias tintas, para lo bueno y para lo malo daba todo de sí misma y poca gente había capaz de gestionar una relación con alguien así. Se sorprendió pensando en una posible relación con Sara, acababa de conocer a aquella mujer y había pasado de la fascinación a la decepción y posterior reconciliación. Estaba claro que ninguna de las dos era sencilla.
-Supongo que nadie desea reflejar su verdadera naturaleza, sería demasiado sencillo, ¿no cree?-, lo emocionante de conocer a alguien era ver cada capa de su ser, descubrir sus vicios, sus pecados, crímenes y deseos… Podía ser cierto que Sara tuviera una careta a la hora de tocar, que no se dejara ver realmente como era en un escenario, pero algo era innegable y era la pasión con que tocaba. Fue precisamente por la fuerza y delicadeza con que acariciaba las cuerdas de su cello, que Katharina no pudo retirar los ojos de ella. Pudo haberse fijado en el resto de músicos, todos eran realmente magníficos pero no eran Ella. Deseaba saber más de ella, y claro está conocer el motivo por el que había hecho tal comentario… ¿Le habría causado la misma sensación a la concertista? En otro tiempo se hubiera mostrado descolocada por dicha declaración, mas en ese caso tan solo sintió alago y una tontería que hacía tiempo no notaba en la boca del estómago. No tuvo la necesidad de ocultar su agrado con las palabras de Sara y la sonrisa se expandió por sus labios hasta mostrar levemente la hilera de dientes. -¿Por qué accedió a cenar conmigo esta noche? Tengo entendido que tras los conciertos es habitual que los músicos charlen y tomen algo todos juntos…-, el postre acababa de llegar y eso salvó a ambas de más preguntas con –quizás- respuestas complicadas.
¿Qué pasaría después de esa cena era una total incógnita? Por raro que pudiese parecer Katharina estaba calmada en presencia de Sara, tan solo su parte animal se mantenía alerta con ella y lo notaba en lo profundo de su ser. Era esa parte la que mantenía a raya a la cambiante, la que la prevenía de la naturaleza fatídica de su acompañante y del peligro que envolvía aquella cena.
Asintió al camarero para que se retirara y estiró la mano para mirar la carta de postres aunque ya sabía lo que deseaba, -el coulant de chocolate negro, por favor-, sonrió al hombre y devolvió la mirada ya algo más calmada a Sara. -Sabe que el motivo por el que me quedo. Fue error mío prejuzgar su opinión sobre esas obras, pero tiene que saber que ese cambio que he tenido puede ocurrir en cualquier momento en que me sienta decepcionada o algo no me guste-, veía correcto hacer las cosas así. No era la mejor carta de presentación posible, pero había aceptado su parte de culpa y avisaba así a Sara de que su forma de ser y actuar no eran sencillas. En nada se asemejaba a la dama que un día fue, a la cortesana que fingió ser y como tal vivió; ahora era el resultado de todo el sufrimiento que había soportado a lo largo de su vida. Era tan dura como sensible y si dejaba entrar a alguien en su vida era con todas las consecuencias, no era mujer de medias tintas, para lo bueno y para lo malo daba todo de sí misma y poca gente había capaz de gestionar una relación con alguien así. Se sorprendió pensando en una posible relación con Sara, acababa de conocer a aquella mujer y había pasado de la fascinación a la decepción y posterior reconciliación. Estaba claro que ninguna de las dos era sencilla.
-Supongo que nadie desea reflejar su verdadera naturaleza, sería demasiado sencillo, ¿no cree?-, lo emocionante de conocer a alguien era ver cada capa de su ser, descubrir sus vicios, sus pecados, crímenes y deseos… Podía ser cierto que Sara tuviera una careta a la hora de tocar, que no se dejara ver realmente como era en un escenario, pero algo era innegable y era la pasión con que tocaba. Fue precisamente por la fuerza y delicadeza con que acariciaba las cuerdas de su cello, que Katharina no pudo retirar los ojos de ella. Pudo haberse fijado en el resto de músicos, todos eran realmente magníficos pero no eran Ella. Deseaba saber más de ella, y claro está conocer el motivo por el que había hecho tal comentario… ¿Le habría causado la misma sensación a la concertista? En otro tiempo se hubiera mostrado descolocada por dicha declaración, mas en ese caso tan solo sintió alago y una tontería que hacía tiempo no notaba en la boca del estómago. No tuvo la necesidad de ocultar su agrado con las palabras de Sara y la sonrisa se expandió por sus labios hasta mostrar levemente la hilera de dientes. -¿Por qué accedió a cenar conmigo esta noche? Tengo entendido que tras los conciertos es habitual que los músicos charlen y tomen algo todos juntos…-, el postre acababa de llegar y eso salvó a ambas de más preguntas con –quizás- respuestas complicadas.
¿Qué pasaría después de esa cena era una total incógnita? Por raro que pudiese parecer Katharina estaba calmada en presencia de Sara, tan solo su parte animal se mantenía alerta con ella y lo notaba en lo profundo de su ser. Era esa parte la que mantenía a raya a la cambiante, la que la prevenía de la naturaleza fatídica de su acompañante y del peligro que envolvía aquella cena.
Katharina Von Hammersmark- Cambiante Clase Alta
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Re: Désaccords avec l'âme || Sara Ascarlani
-Usted es una mujer que me inquieta, Katharina.- Y era cierto. La vampiresa aún no sabía si la displicencia con la que se expresaba la cambiaformas hacia ella, era una simple táctica de coqueteo barato para llamar su atención, o su naturaleza en pleno; sin embargo le cautivaba todo lo que pertenecía a ella: su delicioso aroma, el cabello que ondeaba estratégicamente, como si la llamase a pecar, y sus finos pero fuertes gestos. Afortunadamente para Sara, Katharina olvidó la idea de dejarle abandonada en ese cuchitril, y prefirió escucharle sus habituales historias y analogías sobre los artistas y su complejo mundo; parecía interesarle cada palabra que brotaba de sus labios y eso le encantaba en sus adentros. Una mujer que se detiene a escucharle, y no a desgarrar sus vestidos después de un caluroso saludo. Ella le hacía sentir humana, y le confundía porque en sus planes, había visionado verla morir esa misma noche en la laguna después de saciarse de su sexo. Sara parecía petrificada, patética al tratar de esconder el poema de sus orbes avellanados, que querían gritarle en ese mismo instante que la quería para ella, y desgarrarle la vida.
Pero la quería volver a ver.
-No es la primera vez que alguien lanza un mal juicio sobre mi, Katharina, lo que me sorprende es que usted ha sido la única en equivocarse. Y se lo agradezco.- Amabilidad. Éste era el momento perfecto para partir y no verla jamás. No la podría asesinar ahora, y tampoco dentro de otras lunas. Tal vez Ascarlani seguía en el concierto pasado, y por eso explayaba sus sentires y no sus pensantes. No tenía filtros para la dama frente a ella. Sólo existía su rostro en ese momento, y olvidó por completo que se encontraba rodeada de plebeyos, o de que su mano siguiera aferrada a la suya, y que el calor de su cuerpo contrastara con lo gélido de sus dedos. En un intento forzoso de calmar ese desborde extraño de emociones, delicadamente soltó su mano y lentamente entrelazó las suyas. Lo sintió doloroso y frunció su seño, acompañado de una ceja enarcada esperando que ella no se diese cuenta. Pensaba mil cosas a la vez y sin embargo disfrutaba de su conversación, hasta el momento en que ella anotó su visión sobre la naturaleza del ser. Sara reaccionó dedicándole una mirada fija y una pequeña sonrisa dibujada sobre su rostro. –Lamento no estar de acuerdo con usted, Katharina. Para mi es lo contrario. Yo estoy atrapada en mi naturaleza, y me condeno al esconderla. Por eso me aíslo de lo terrenal y efímero. Algún día dejaré este protocolo ridículo, y le mostraré lo que hay detrás de estos vestidos.- Expresó, certera y con una mirada, y su sonrisa coqueta, dio una pausa, entonces musitó. –Tal vez será esta noche.-
Era una fiera. Sus caninos eran cautivadores y se postraron en la mente de Ascarlani. ¿Cómo será tenerlos en su cuello, o en su abdomen? Y un disgusto en el cuerpo le llamó la atención. Sus palabras las podía sentir en sus entrañas, y su sonrisa logró que ella le devolviera una. –Katharina, yo me siento fascinada por los encuentro fortuitos, pero jamás logré imaginar que podría encontrarme con una mujer como usted y créame, que de todas las cosas que quiero hacer esta noche a su lado, dejarla ir y no volver a verla, no es una de ellas.- La noche se hacía más densa, y muchos de los comensales ya se habían ido. Era el momento perfecto para la vampiresa de seguir con la velada. –Espero haya disfrutado su postre. De seguro fue exquisito. Ahora, ¿le gustaría ir a otro lado?. Le diría que no muerdo, pero sería mentirle a los ojos.- Expresó, un tanto divertida, sonriendo ampliamente, dejando a la vista sus filosos caninos.
Pero la quería volver a ver.
-No es la primera vez que alguien lanza un mal juicio sobre mi, Katharina, lo que me sorprende es que usted ha sido la única en equivocarse. Y se lo agradezco.- Amabilidad. Éste era el momento perfecto para partir y no verla jamás. No la podría asesinar ahora, y tampoco dentro de otras lunas. Tal vez Ascarlani seguía en el concierto pasado, y por eso explayaba sus sentires y no sus pensantes. No tenía filtros para la dama frente a ella. Sólo existía su rostro en ese momento, y olvidó por completo que se encontraba rodeada de plebeyos, o de que su mano siguiera aferrada a la suya, y que el calor de su cuerpo contrastara con lo gélido de sus dedos. En un intento forzoso de calmar ese desborde extraño de emociones, delicadamente soltó su mano y lentamente entrelazó las suyas. Lo sintió doloroso y frunció su seño, acompañado de una ceja enarcada esperando que ella no se diese cuenta. Pensaba mil cosas a la vez y sin embargo disfrutaba de su conversación, hasta el momento en que ella anotó su visión sobre la naturaleza del ser. Sara reaccionó dedicándole una mirada fija y una pequeña sonrisa dibujada sobre su rostro. –Lamento no estar de acuerdo con usted, Katharina. Para mi es lo contrario. Yo estoy atrapada en mi naturaleza, y me condeno al esconderla. Por eso me aíslo de lo terrenal y efímero. Algún día dejaré este protocolo ridículo, y le mostraré lo que hay detrás de estos vestidos.- Expresó, certera y con una mirada, y su sonrisa coqueta, dio una pausa, entonces musitó. –Tal vez será esta noche.-
Era una fiera. Sus caninos eran cautivadores y se postraron en la mente de Ascarlani. ¿Cómo será tenerlos en su cuello, o en su abdomen? Y un disgusto en el cuerpo le llamó la atención. Sus palabras las podía sentir en sus entrañas, y su sonrisa logró que ella le devolviera una. –Katharina, yo me siento fascinada por los encuentro fortuitos, pero jamás logré imaginar que podría encontrarme con una mujer como usted y créame, que de todas las cosas que quiero hacer esta noche a su lado, dejarla ir y no volver a verla, no es una de ellas.- La noche se hacía más densa, y muchos de los comensales ya se habían ido. Era el momento perfecto para la vampiresa de seguir con la velada. –Espero haya disfrutado su postre. De seguro fue exquisito. Ahora, ¿le gustaría ir a otro lado?. Le diría que no muerdo, pero sería mentirle a los ojos.- Expresó, un tanto divertida, sonriendo ampliamente, dejando a la vista sus filosos caninos.
Sara Ascarlani- Vampiro/Realeza
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Re: Désaccords avec l'âme || Sara Ascarlani
A pesar de lo que Sara quisiera transmitirle con aquellas palabras, Katharina no sintió un ápice de miedo. Ella misma escondía su naturaleza frente a los demás, por lo que descubrir la de Sara –fuera cuando fuera- le parecía más interesante que peligroso. Demasiado había vivido como para subestimar la fuerza de la mujer que tenía sentada frente a ella, su aura era vibrante al igual que afiladas sus palabras; parecía escogerlas con sumo cuidado buscando causar efecto en la cambiante. -Si la he invitado esta noche a tomar algo, no ha sido para ver una fachada sino para poder conocerla… Por lo que me parecería estupendo que se descubriera para mí-, una vez más escondió la sonrisa que acompañaba a esas palabras, en un sorbo al escaso vino que quedaba en la copa. Se sorprendió a sí misma con esa declaración de intenciones, había flirteado abiertamente con ella, ¿qué estaba pasando? Mucho tiempo atrás habían quedado sus últimos besos y caricias; y sin embargo, todo parecía fluir con esa vampiresa. Sus sentidos le alertaban continuamente, se sabía en peligro y sin embargo… nada. Sin temor se estaba dejando llevar una vez más a las manos de una mujer que le cautivó desde el primer instante que robó una nota a su instrumento. Sintió el estómago estremecerse cuando la escuchó, sabía que Sara estaría notando ahora el cambio en la velocidad de bombeo de su corazón y la sangre fluir por todo su cuerpo aumentado la temperatura de Katharina. -¿Mmm…?-, preguntó sin haber hecho caso a su comentario sobre el postre, -¡oh, sí! Estaba delicioso-, respondió con un intento de sonrisa que aparentara la tranquilidad que no poseía en ese momento. Y sin embargo le fue relativamente fácil salir del paso contestado a aquel último de sus comentarios, -No adelante acontecimientos… No me dejo morder con facilidad-.
Tal y como había hecho en el Théåtre des vampires, comenzó a caminar ante ella hacia la salida. La cuenta estaba pagada y ya nada les quedaba por hacer en ese lugar, de hecho… había uno en particular al que se moría de ganas de llevar a Sara. Nadie salvo ella y sus empleados había tenido la posibilidad de disfrutar de su mejor obra, de lo que más orgullosa se sentía de haber creado, el Museo Nacional de Historia Natural de Francia. -Creo conocer el sitio perfecto para que se sienta libre de mostrarse tal y como es. No hay raza menos importante y hermosa que otra, ¿le gustaría acompañarme?-, extendió su mano esperando a que la tomara y emprendió un paseo entre las calles empedradas del centro parisino. Bien podían haber parado un coche de caballos pero prefirió gastar así parte de la carga de energía que sentía en su propio cuerpo, así le sería más fácil controlarse en caso de haber un imprevisto y ser más cauta con esa marmórea mujer que caminaba a su lado.
Tras cerca de media hora de paseo, ya se podía admirar la magnificencia del edificio al que se dirigían. El camino se antojaba largo desde la verja del recinto hasta la mismísima entrada del edificio, los árboles a ambos lados del camino de gravilla parecían salvaguardar las figuras de ambas mujeres. En la parte trasera del edificio, al contrario, se extendía un enorme terreo llamado El Jardín de las Plantas, en el que cada especie de la flora estaba perfectamente situado y reconocido en sus respectivos cartelitos informativos. Pero ya habría tiempo para eso… en ese momento lo que primaba era el interior del museo. Katahrina saludó a los guardias de seguridad antes de entrar por la puerta principal y dejar a Sara avanzar ante ella admirando la belleza de aquel lugar. Su arquitectura era grandiosa al igual que el tamaño del mismo edificio, hablaba por sí mismo. -Bienvenida a mi museo-, comentó orgullosa al situarse a su lado e indicarla que pasara a la primera de las salas. -Aún no está inaugurado pero el evento se celebrará dentro de poco. El Museo Nacional de Historia Natural de Francia…-, presentó mirando a la vampiresa. Aquella estancia estaba llena de esqueletos de lo más variado, había enormes muestras de los ya extintos dinosaurios como había esqueletos de los más diminutos pajarillos. -Tal y como te prometí-, se dirigió a ella por primera vez tuteándola, -aquí no hay mejor y peor, todos y cada uno de los seres son importantes, valorados y hermosos. No creo en la insignificancia.-
Tal y como había hecho en el Théåtre des vampires, comenzó a caminar ante ella hacia la salida. La cuenta estaba pagada y ya nada les quedaba por hacer en ese lugar, de hecho… había uno en particular al que se moría de ganas de llevar a Sara. Nadie salvo ella y sus empleados había tenido la posibilidad de disfrutar de su mejor obra, de lo que más orgullosa se sentía de haber creado, el Museo Nacional de Historia Natural de Francia. -Creo conocer el sitio perfecto para que se sienta libre de mostrarse tal y como es. No hay raza menos importante y hermosa que otra, ¿le gustaría acompañarme?-, extendió su mano esperando a que la tomara y emprendió un paseo entre las calles empedradas del centro parisino. Bien podían haber parado un coche de caballos pero prefirió gastar así parte de la carga de energía que sentía en su propio cuerpo, así le sería más fácil controlarse en caso de haber un imprevisto y ser más cauta con esa marmórea mujer que caminaba a su lado.
Tras cerca de media hora de paseo, ya se podía admirar la magnificencia del edificio al que se dirigían. El camino se antojaba largo desde la verja del recinto hasta la mismísima entrada del edificio, los árboles a ambos lados del camino de gravilla parecían salvaguardar las figuras de ambas mujeres. En la parte trasera del edificio, al contrario, se extendía un enorme terreo llamado El Jardín de las Plantas, en el que cada especie de la flora estaba perfectamente situado y reconocido en sus respectivos cartelitos informativos. Pero ya habría tiempo para eso… en ese momento lo que primaba era el interior del museo. Katahrina saludó a los guardias de seguridad antes de entrar por la puerta principal y dejar a Sara avanzar ante ella admirando la belleza de aquel lugar. Su arquitectura era grandiosa al igual que el tamaño del mismo edificio, hablaba por sí mismo. -Bienvenida a mi museo-, comentó orgullosa al situarse a su lado e indicarla que pasara a la primera de las salas. -Aún no está inaugurado pero el evento se celebrará dentro de poco. El Museo Nacional de Historia Natural de Francia…-, presentó mirando a la vampiresa. Aquella estancia estaba llena de esqueletos de lo más variado, había enormes muestras de los ya extintos dinosaurios como había esqueletos de los más diminutos pajarillos. -Tal y como te prometí-, se dirigió a ella por primera vez tuteándola, -aquí no hay mejor y peor, todos y cada uno de los seres son importantes, valorados y hermosos. No creo en la insignificancia.-
Katharina Von Hammersmark- Cambiante Clase Alta
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Sara Ascarlani- Vampiro/Realeza
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