Isolda Di Sforza

La llaman la "reina de las espinas" y no es un apodo que se haya ganado en balde. Desde los años de su juventud en la corte del rey Zarek destaco por su gran belleza e inherente ingenio. Fue su magnetismo quien atraía a plebeyos, condes, duques y príncipes, haciéndolos bailar a todos al son de su propio vals. Los juegos cortesanos de la juventud fueron creciendo conforme los años, así mismo lo hizo su ambición. La reina de la intriga y la diplomacia, digna soberana del imperio de la conspiración; Isolda es tan hermosa como ambiciosa, tan peligrosa como perversa... Bendecida por la sabiduría de Atenea es pragmática e intuitiva en todas sus guerras: Una estratega detallista y perspicaz, con una voluntad propia de los conquistadores: solida, orgullosa, imparable y maquiavelista. Fácilmente seria la peor enemiga que se pueda encontrar...

Valiéndose del bello rubor de la mentira y la falsedad ha maquillado su rostro de las imperfecciones de su pasado, de las debilidades de su sexo... no hay nada real en su apariencia, en su personalidad, salvo tal vez, una delicada cicatriz en el muslo izquierdo que le recuerda eternamente el lugar de donde viene.... y quien verdaderamente es ella. Criada con la rigidez dedicada a los hombres, es dura como las montañas, misteriosa como los frondosos bosques al anochecer y ágil como los venados y ciervos que ellos habitan. .

Para ella su sexo no es ninguna debilidad, sino su arma mas letal.

De modos sutiles y encantadores, como buena mujer oculta sus dotes calculadores y aventajados. Sabe que su principal arma es su belleza, la cual es su principal motivo de orgullo, tanto así como es su elocuencia y su capacidad para incitar, convencer, seducir o intrigar... Sus oscuras intenciones son siempre comparables con la oscuridad de sus apetitos. El amor cortes, las fiestas clandestinas, el desvió de recursos y el exceso de favores son para ella el pan de cada día.

Con todo, se deleita de los placeres que el poder le concede, demostrando su eterno apetito para las joyas, los tocados, los espectáculos y los vasallos, todo cuanto lujo se presenten.. burlona y atrevida, nunca perderá oportunidad para disfrutar, de lo que piensa ella, se merece con total libertad.

El cuervo salto desde el alfeizar, impulsando el aire con sus alas para elevarse hacia una noche sin estrellas. Su figura hecha de plumaje azabache era fácilmente confundible, apenas recortada por los rayos de una luna recelosa. El ave grazno una maldición a los vientos fríos que hizo estremecer a la doncella apostada frente a la ventana. "El llanto de los cuervos es un mal augurio" Solía decir la gente...

--- ¿Esta hecho?

Una voz la distrajo,  un llamado, una orden...  la doncella de cámara abandono su atención al paisaje y se giro sobre si misma para encontrarse con un par de ojos azules que la miraban a través del espejo.

--- Esta hecho, mi señora. --- Respondió con una reverencia. Como había respondido siempre durante los últimos diez años de servicio.

"Mi señora" extendió las comisuras de sus labios en una sonrisa llena de placer. La satisfacción había llegado a sus ojos dándoles un brillo cómplice y peligroso, como el de las serpientes cuando saborean a la presa con olor a miedo. La doncella reconocía esa expresión, era la misma que su señora siempre usaba cuando estaba apunto de salirse con la suya. No importaba cuantos años hubiese dedicado su servicio, ya fuera que estuviese tendiendo su cama, alimentando a sus cuervos o entregando sus cartas, esa sonrisa siempre le ponía los pelos de puntas. Su "señora", Isolda  Di sforza, en un instante volvió a fijarse de lleno en su propio reflejo, admirarse era algo que solía abstraerla de su entorno. Jane, la siempre inofensiva doncella de cámara, viéndose librada del acoso de esa mirada se sintió mas libre de hacer su trabajo. Emprendió la marcha hacia la cama para apartar las sabanas y ablandar las almohadas. Debía tener siempre todo dispuesto a las comodidades de su señora, sin importar las altas horas que fueran.

Cuando la cama estuvo dispuesta, doblo el cobertor a la mitad y observo por el rabillo de ojo como Isolda escudriñaba aun su rostro, con el tacto de la mano acariciaba su mejilla, su mentón, su cuello.... era increible que alguien pudiera disfrutarse tanto de si misma ¿seria igual cuando las arrugas comenzaran a notarse a la orilla de sus ojos? Isolda se admiraba del mismo modo como quien admira las joyas preciosas. Aunque bueno... a su modo ella misma lo era. Mas de una vez su señora le había jurado que eran ese rostro y esas manos las que habían labrado su fortuna. "Si el león conoce su propia fuerza, nadie podrá controlarlo..." Eso también lo decía la gente...

Hacia un par de horas que Jane había ayudado a su  ama a vestirse para dormir, había preparado la bañera, había cepillado sus largos cabellos y ajustado los lazos de la bata de seda blanca. Ya era pasada la hora del lobo, pero nadie había ido a la cama aún... Isolda no sabia perder el tiempo, Jane la había visto recibir a misteriosos individuos en su recepcion, le habia visto recorrer la habitación de un lado a otro en busca de tinta y papel, escribir sobre el tocador  por horas y finalmente usar los sellos de su difunto marido para firmar la misiva. La carta ahora viajaba  hacia un destino incierto... pero lleno de malos presentimientos.

--- ...¿A quien crees que le he escrito esta vez, mi dulce Jane? --- Pregunto su señora, como adivinando sus pensamientos.
--- ... ¿Ha vuestra familia en Milán, mi señora? --- Se aventuro, vacilante.
--- Tal vez... ¿Y sabes, por casualidad, a donde he enviado a mi valeroso Stefon? --- Isolda en ningún momento abandono la atención de si misma, dándose aun el tiempo de admirarse se acomodo el cabello dorado sobre su hombro izquierdo. Hablaba como si hablase del clima pero la pregunta inquieto a la doncella. El mero nombre de Stefon era sinónimo de terror... se hacia llamar el guardián de la regente, pero los años bajo el servicio de dicha regente habían servido para conocer a las personas mas allá de sus títulos, siempre engañosos... en secreto algunos apodaban a Stefon como "el carnicero".
--- A recibir a su hija, la joven Lydia, mi señora.
--- Vaya, que bien informada estas.
--- Desde que lo anuncio toda la corte no ha dejado de hablar de ello, mi señora, se dice que regresa porque ya se ha pactado su compromiso y que muy pronto se escucharan las campanas de Boda.
---- ¿Y que mas es lo que dicen?
--- Que el Duque Wellington será su marido.

Otra sonrisa cómplice afloro en los labios de la madre leona.

--- ¿Y tu lo crees?

Con gracia la mujer dorada se giro sobre el taburete, sus ojos se encontraron con los de su doncella, llenos de diversión. La doncella se sintió incomoda con aquella atención. No sabia si decir que se estaba o no burlando de ella.

--- N.... no hay mejor candidato que el duque, mi señora.
--- ¿Ah no?

Un silencio corto, pero lleno de significado.

--- No, claro que no lo hay. ¿Quien podría? --- Se respondió Isolda así misma. --- La corona tiene una deuda de sangre muy grande con la nobleza Inglesa, tantos matrimonios desastros, tantos reyes decadentes y reinas campesinas o decapitadas. No importa que tanto intentara mi dulce petirrojo meterse a la cama del joven rey, el concilio nunca aprobaría un matrimonio tan desigual. Lo harán casarse con alguna princesa extranjera, si es que encuentran alguna...  o con la adorable duquesa Fitzherbert, tal vez...  --- Se encogió de hombros con gracia felina, y en un movimiento se incorporo dejando que la bata blanca se arrastrara por el piso tras sus pasos.---. ¿El barón Polignac quizás? Es un frances viejo y aburrido, pero tiene su peso en oro. Tendrá sus 47 años ya. El me pidió la mano de Lydia cuando ella tenia seis años, le dije que lo pensaria... soberana y hermosa mentira. Hay que estar loco para casarse hoy en dia con un frances. ¿Que tantos años hacen desde el reinado del rey Sol a lo que es ahora Francia? Revolucionarios alzándose, monarquías cayendo, aristócratas huyendo como ratas por las tullerias. Hace unos años recibimos a unos cuantos exiliados en Italia, se sentian heroes por haber huido antes que la guillotina los alcanzara, se seguian haciendo llamar Condes, duques, principes de sangre... aun cuando los campesinos les habian arrebatado sus feudos.  --- Hizo un gesto elocuente y casi desdeñoso. Deteniendose frente a la ventana ---- Ahora los nobles franceses pusieron un nuevo rey pero... la revolución les hizo mas daño del que se imaginan, faltaran muchas decadas para que Francia vuelva a ser lo que fue, si es que logra volver a serlo. ¿No es triste?
--- Vuestro sobrino ntonces, mi señora. El Duque Alexandre Croÿ-Roeulx no es  un mal candidato... --- Comento al instante aunque no terminaba de entender cual era el punto de esa conversacion, su señora nunca profundizaba tanto en un tema, a menos...
---- Ah, claro que no lo es. Mi joven sobrino politico es un sobreviviente, ¿fue uno de los exiliados de Francia, sabes? es ambicioso y también muy astuto, y vaya,  sabemos de sobra que es muy rico. ---  Isolda le volvio la espalda a la ventana y se encamino rumbo a su cama, deteniéndose junto a su doncella.
--- Y la ha querido siempre, mi señora, a su hija, me refiero... cuando estuvimos en Milan... no hubo nadie que no lo notara...
--- Pero es un niño. --- Sentencio Isolda. --- Un niño que no tiene ni la experiencia ni los suficientes barcos que necesito.
--- ¿Barcos, mi señora?
--- Si, barcos, y cañones, y soldados... ¿y quien puede proporcionarmelos a centenas? Wellington, solo Wellington... es un heroe de guerra muy admirado aqui en Inglaterra.

La perspectiva parecía divertir a Isolda, y sumergida en sus cavilaciones se sentó a la orilla de la cama... se dejo caer sobre las sabanas estirando su cuerpo cual felino perezoso. Había un deje seductor pese a todo su abandono.  

--- Fillipo dejo una gran carga sobre mis hombros... y aunque su hermano Theodore lo espera, no tendra idea de lo caera sobre el. --- Su señora se rió con frescura tenebrosa, casi amenazante.--- Has hecho un gran trabajo hasta ahora, querida Jane... si sigues asi, muy probablemente te ganes tu libertad. Mañana a primera hora llama a las otras chicas, nuestros nuevos invitados requieren ciertas atenciones...
--- Asi sera, mi señora... ¿Quiere que la deje descansar?
--- Si, necesito descansar, y harías bien en hacer lo mismo, Jane... pronto las cosas van a cambiar. ¿No lo sientes? Es la paz falsa, el preludio a la batalla.
--- ¿Batalla, mi señora?
--- si, la batalla... y mas nos vale estar preparadas.