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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Lorian de Bordeaux Mar Abr 22, 2014 11:46 pm

“El encuentro del verdugo y la inocente insensata.”
Noches parisinas, tan hermosas como podía recordarlas, llenas de muerte, de desesperación y en algunos casos, el halo de los perfumes de alta categoría. Era increíble cómo millones de personas podían caber en tan minucioso territorio. Esa noche, era para recordar, paseaba por los lustrosos adoquines de la Les Champs-Élysées, la calle más importante de todo Paris, donde la clase alta camina en tacones altos y vestidos alevosos, mostrando quien tiene más oro. Como siempre, yo estaba arreglado y sencillo, con un traje casual oscuro, en la gama de grises y el cabello tirado hacía atrás, observándolo todo, con las manos en la espalda, abrazando mis dedos unos con otros. Suspiraba por el placer de sentir la ventisca primaveral. Era tiempo de volver al pasado, cuando mi corazón aún latía y las calles eran solo de arena.
Pensé en cómo había muerto y las personas que había perdido, la familia que ahora ya no existía. Todo lo que siempre había acariciado mi alma se había desvanecido en una noche. Y había sido cambiado por un incomprensible amor eterno. Desde la antigüedad, había oído hablar de él, pero estaba seguro de que muy pocos lo habían conocido. Yo era uno de ellos. “Amor eterno”, amor que no desaparece con el tiempo, que deja la herida en el corazón y nunca sana. Lo único que aferraba mi humanidad a la tierra. Vibeke era quien me había acorralado de esa manera. En un momento, un siglo después de habernos separado, había creído que la había olvidado. Había intentado enamorarme, hasta había jugado con otros cuerpos más de mil veces, pero ninguna mujer me satisfacía. Aún si intentaban dominarme como ella lo hacía, me disgustaba y hasta me causaba nauseas, de un estómago que no funcionaba. Pero hubo una que había sido especial, había sacado a la peliblanca por más de dos años de mi cabeza, pero fue en vano, apenas unas letras hicieron cambiar mi vida nuevamente. Un diario que yo mismo había escrito, un cuadro que yo mismo había pintado y todo volvió como años atrás.
La realidad era que había sido envenenado en todos los sentidos. Y lo recordaba bien, como si hubiese sido ayer, siquiera mi hermano, que compartía el mismo rostro que yo y parte de mi alma o al menos en esos tiempos eso pensaba yo, siquiera él, había podido parar mi elocuente enamoramiento. Como el de un adolescente, me había dejado llevar a las profundidades del placer y me había ahogado por completo. Estaba claro, que ahora pagaba la pena… Sí, “amor eterno”, un simple dolor de cabeza y de corazón. Todas esas cosas se pasaban por mi cabeza, mientras seguía caminando, los vendedores en las calles me ofrecían su mercancía, malabaristas, contorsionistas y otro tipo de payasadas pasaban frente a mis ojos, pero yo solo veía, pero sin sentir, apenas mi mandíbula se había movido, cuando sentí presencias inmortales alrededor. Un grupo de vampiros jóvenes, que aún no habían descubierto el placer de la soledad, vagaban calmadamente por las sombras. Apenas les dirigí una sonrisa y volví a ignorarlos. Al final, me paraba frente a un pequeño puesto que vendía sahumerios y aceites aromáticos. Tomé uno de rosas entre mis manos, lo olisqueé y esperé encontrar el olor tan característico que yo amaba. Pero ese no era, más fuerte, tenía que encontrarlo. Al final, luego de una mezcla que me provocó unos mareos, pude encontrar el aroma que buscaba, la flor “La dama de la noche”, blanca, con picos estrambóticos que hacían juego con ella.
Me llevé todo lo que tenía ese aroma y lo estaba pagando cuando la presencia de una inmortal más bien antigua apareció en mi radar, casi sentí mi espalda erizarse, como si me avisaran que era alguien que odiaba. Pero lo disimulé como perfectamente sabía. Ocultar mis sentimientos, ya sean buenos o malos, era mi especialidad. Lo hacía con mi creadora, todo el maldito tiempo. Esperaba seguir mi camino cuando terminaran de cobrarme, pero no supe si podría ignorarla, lentamente el aura ajena se acercaba, no podía divisar donde estaba exactamente, pero estaba seguro de que no me agradaba esa persona, después de todo, pocos inmortales eran de mi gusto.
“Aún si tienes las agallas para hablarme, sufrirás la condena de existir.”


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Mensaje por Denisse d'Auxerre Vie Abr 25, 2014 2:13 am

''El que calla otorga''
Apenas y poniéndose la luna sobre nuestras cabezas era hora de contar los secretos, según se manejaba popularmente por París. La noche despierta a las criaturas que con fuerza arrancan vidas y se bañan en la sangre de los inocentes, limpios de corazón que caen en las garras del demonio y los placeres de la carne. Todo tiene su precio y yo de eso estaba muy clara, no hay nada que no pudiese alcanzar. Me desperté con esa idea en la mente incubándose en lo más profundo de mi ser, molestándome hasta hacerme hervir. Aunque no tenía malhumor después del ritual de unas cuantas horas consintiendo mi cuerpo en la tina tiré todo aquello que no me servía, yo jamás era de las que andaban mal encarada o de mal humor. Disfrutaba mis noches al máximo, mi inmortalidad, el tiempo que había caído en un abismal alto. Seguramente después de vestirme y verme al espejo unas cuantas veces iba a mejorar. Hecho fue el dicho unas horas más tarde mientras la criada peinaba mi cabello haciendo unas cuantas trenzas y nudos para dejar mi cabello en un moño algo llamativo adornado con unas flores color magenta que contrastaban perfecto con el rosa pastel del vestido ajustado al cuerpo manga corta más unas zapatillas del mismo color que el decorado del cabello.
Solté un beso al aire una vez viéndome, riendo del materialismo y la vanidad si existiese un certamen en donde se premiase por esas dos categorías sería la ganadora, por naturaleza o por fuerza. Saliendo de la mansión comencé a caminar tranquila con uno de los empleados del Hôtel atrás de mí, uno de esos esclavos de sangre que encantaba para obtener su fidelidad eterna. Era algo que me había inducido Adriel a hacer para que no hubiesen embusteros traicionando y vendiendo la información de nuestra familia, creo que por una parte esto nos garantizaba seguridad pero por otra era realmente molesto porque los sacos huesos se volvían mecánicamente robots, no podían pensar por sí solos, había que darle órdenes y los sentimientos que hacían que un vampiro se llenara de su vida como miedo,  dolor, tristeza desaparecían, eran como un armazón sin alma dispuestos a ofrecer todo lo que estuviese a su alcance para complacer nuestros caprichos. No me molestaba y menos ahora que cada quien que entraba a la mansión debía de jurar lealtad por la presencia inesperada de los de Bordeaux en la ciudad.
En un abrir y cerrar de ojos estaba en la calle más popular parisina para un falto de conciencia con el dinero, la famosísima Les Champs-Élysées, definitivamente me encantaba este lugar, todos eran tan refinados, sus ropas, su andar, eran como… un poco parecidos a mí. Alcé la vista haciéndole señas al hombre que me siguiera. Había comprado lo suficiente para un mes en mi armario pero no quedaría satisfecha hasta que un perfume de jazmín y rosas secas estuviera en mi poder. Miré una estantería muy famosa y agudizando mi vista más no podía creer, ¿Dorian buscando un perfume? Pensé inmediatamente en mí, debería de ser… él no es de los que entrega presentes a todas las mujerzuelas que folla así que debía de ser para su ‘’hermana’’.  Ordenándole al hombre que se fuera caminé enderezada como una tabla sin ver a los lados, directo hacia él pero algo me hacía sentirme disconforme con él, no estaba bien su aura, esta sensación de encarcelamiento y desesperación, me sentía ahogada, fruncí el ceño sin poder entender el porqué de esta espesura en la garganta era como si quisiera morderle la yugular y despedazar su lindo rostro algo parecido a lo que sentía cuando estaba con Brönte pero más intenso y cargado de maldad.
Percibiendo el olor al perfume llegué hasta él y me coloqué justo detrás —Ese es asquerosamente horrible, a menos que quieras que huela como una puta puedes comprarlo- rodé los ojos ignorando el encarcelamiento de mis colmillos por querer romperme la encilla para clavarse justo en su piel a lo que encogí la sonrisa y relamí mis labios —Eres malísimo eligiendo cosas para mujeres, claro, es por eso que no tienes amantes, qué vergüenza hermanito…- le tiré de la oreja con la mano y me acerqué a él besando su mejilla para fastidiarlo porque sabía que el contacto entre él y yo aún era tan recio como una estaca clavada en la tierra aunque ambos queríamos más sin ser capaces de dar nuestro brazo a torcer —Te haré un favor, Dorian- sonreí sarcástica y comencé a tomar y revolver los pequeños botes de vidrio que hacían su peculiar ruido al chocar sin poder evitar ver de vez en cuando de reojo a Dorian que parecía extraño como sumido en quién sabe dónde peculiar de él, lejos de estarme arrancando la piel a besos prefería pensar, era un idiota. 
''Valga más la caída que el golpe''


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Mensaje por Lorian de Bordeaux Jue Mayo 01, 2014 10:51 pm

“Apenas y puedo hablar. Y cuando lo hago, lo hago muy bien.”
Mis ojos estaban tranquilos, por alguna razón solo quería vivir eternamente ligado a una pequeña área específica, no tener nunca más contacto con el mundo y que solo ella estuviese plagada en mí. Pero estaba al tanto de que eso no podría pasar nunca, la libertad era lo primero en la lista, lo segundo era la familia, la supervivencia y por debajo se aclamaban muchas cosas diferentes, efectivamente una más molesta que la otra. ¿Era tan difícil poder encerrarme y enfrascarme en un solo universo? Al parecer sí y todo fue aún más extenuante cuando una voz femenina inundó mi área, mis ojos se pusieron rojos por apenas un instante y aguanté el aire que no necesitaba en mis pulmones. En otro momento simplemente hubiese dicho que se habían confundido y seguiría con mi paso tranquilo, pero ella era una inmortal. Una vampiresa no podía confundirse jamás de persona. ¿Entonces era una trampa? Miré a ambos lados, simplemente no dije nada y examiné expectante sus movimientos. —Entonces lo compraré. — Murmuré rodando los ojos y me crucé de brazos mientras miraba como la eternamente joven mujer hurgaba sin parar entre todos los perfumes, el vendedor y la vendedora miraban con amargura como mezclaba todo, pero no elevaban la voz, sabían que no tenían derecho y que de hacerlo simplemente terminarían enojándola o quizá algo peor, pero de eso, ellos no estaban enterados.
Procuré levantar un lado de la boca muy suavemente, luego de mi tonta pero certera frase y seguí escuchando, al parecer ella tenía mucho para decir, veríamos quien terminaría cazando a quien. Pero para mi sorpresa o más bien mi sentido de las amenazas, me vi casi desesperado a querer salir huyendo de ese lugar. Su palabra “hermanito” hizo eco en mi cabeza, escuché la voz de mi hermano repitiendo eso cuando éramos ambos mortales y estúpidos, jugando con magias y espadas, unidos tan fielmente que solo la muerte o una mujer nos podía separar. Tragué saliva y supe que estaba acertando lo que se venía. Aparentemente no era solo yo el que había caído en las fauces de la inmortalidad. Mis ojos se oscurecieron y me quedé estático, conteniendo mi irracional ira. Así que ella conocía a Dorian, aquel hombre que no parecía haber cambiado jamás de nombre. Era imposible que fuese simplemente una coincidencia, no podía haber otra persona con el nombre de mi gemelo y que para colmo sea similar a mí. Apreté mis abdominales y cerré los ojos, debía encontrarlo, pero por ahora tenía que tranquilizarme. Ella tenía un maldito aroma que me hacía enojar, no podía decir que se tratara de un D’ Auxerre con total seguridad pero por alguna razón lo sentía así. Apreté los músculos de mis brazos, procurando no hacerme sangrar, ella se enteraría de la tensión si lo hacía. Y seguí con sus bobadas.
No acepté ni rechacé sus toques, simplemente la miraba, observaba sus ojos claros con total curiosidad, ella era la hermana de mi hermano, que cosa extraña era aquella. Claro que mi “hermano” no era más que solo un recuerdo, habían pasado más de cuatrocientos años desde la última vez que había sabido de él. Hasta el recuerdo de haber ido a ver su tumba estaba presente, claro, esa sería una tumba ficticia, yo también había tenido una así. Teníamos que morir jóvenes, porque no podíamos permanecer tanto tiempo con la misma edad. ¡Que tonto fui! ¿Cómo no me di cuenta de ello? Él me había visto cambiado y había seguido mis pasos, se suponía que era mi hermano mayor, sin embargo había sucumbido tal como yo a un mundo eterno, sin luz, nunca más. Y yo había sido un engreído, pensando en que quizá se había suicidado por mi culpa, aunque en realidad no estaba tan errado, después de todo, su corazón no latía más, ¿no? Hice tronar mi garganta y miré a la muchacha con apiste melodioso, no sabía si aquel hermano que yo había tenido seguiría teniendo la misma personalidad pero aun así la imité como solía hacerlo de humano, para engañar a la mujer que estuviese con él y dejarla mal parada. Siempre era divertido hacerlo, veríamos si sería igual que antes. — Espero que no me hayas seguido, eres una molestia…—
Murmuré rodando los ojos y le tomé la mano para sacarla de las botellas, ya empezaba a hacer un gran desastre. — Elige el que más te guste, ¿Y tú como sabes que yo no tengo amante? — Enarqué la ceja tal como recordaba que él hacía y rodé los ojos, separándome a un lado, en tanto me quedaba expectante y esperándola. Miraba a las personas caminar y en algún punto pensaba “¿Qué estoy haciendo? ¿Qué pretendo ganar con esto?” Aún no lo sabía pero era mi oportunidad de saber de él un poco más. Al fin y al cabo él no era muy hablador, así que no tendría que esforzarme tanto.

“Esto es un encuentro extraño e inimaginable.” 


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Mensaje por Denisse d'Auxerre Jue Mayo 08, 2014 5:18 pm

‘’Armas letales dispuestas a asesinarte...’’
A su espalda me quedé unos segundos, miré el dorso de su cuerpo tanteando todo lo que la naturaleza le había brindado. En voz alta solté una sonrisa, ese cuerpo sí que era envidiable pero por el momento debía de ahogar mis deseos carnales unos segundos para descubrir por qué la sensación de odio estando delante de su presencia. Los murmullos de la gente a mí alrededor eran apenas eso, ruidos que en el viento quedaban libres para ser oídos pero yo no hacía caso,  pese al desastre que hacía tirando los pequeños frascos de perfume de un lado a otro sin poder encontrar algo que realmente fuese bueno o al menos de calidad para mí. El hombre que tenía a mi par estaba parado ahí viéndome como si desconociera mi nombre o mi persona, tendría que darle un par de lecciones al salir de aquí. –Oh Dorian, eres tan simple- pensé en mi cabeza rodando los ojos, siempre trataba de ignorarme pero este parecía inquieto como si quisiese salir corriendo en cualquier momento ¿Qué le pasaba? Llevándome una mano hasta la frente cerré los ojos con mi cuerpo inclinado en las vitrinas desesperada, quizás hasta irritada por el silencio que había entre ambos, lo quería golpear, besar, hacer morder mi piel y que él hiciera lo mismo pero era inútil el cabeza dura era un duro cuando mis ojos trataban de desnudar su cuerpo.
Sonreí tratando de ocultar el sarcasmo en ella cuando le oí decir que sí compraría ese perfume —Tú siempre de considerado, eres el mejor- musité con ironía irguiendo la espalda para cruzarme de brazos y alzar la ceja, típica la pose de cuando voy a hacerle un escándalo a alguien por nada. ¿Qué podía decir? Soy una caprichosa empedernida. —Es es el que mejor me parece…. Ése- señalando el que tenía en sus manos —Se lo vas a regalar a una de esas mujeres del prostíbulo de la esquina- le guiñé el ojo y comencé a ver los alrededores de la tienda sin prestarle mucha atención al inmortal, dejando que me dijera algo más que miradas pero su silencio estaba clavado lo que me hacía molestar más. Él no era así, estaba cambiado, demasiado callado, no conmigo, siempre buscaba sacarme de quicio pero hoy parecía ser una desconocida o quizás me estaba ocultando algo que no quería que supiese, pensé en los de Bordeaux inmediatamente. Con un aire de desconcierto me giré dándole la espalda caminando a unos estantes de joyería barata que jamás en condiciones reales compraría pero necesitaba saber qué se cruzaba por la mente del vampiro que con lujuria deseaba.
Seguí en esa dirección percatándome de reojo las facciones de Dorian, eran exactamente las mismas desde que comencé a pertenecer a los d’Auxerre, los mismos que deseé de siempre pero si era meticulosa algo en él no estaba bien y no me iba a quedar con la duda así que retomé mi camino quedando justo a su frente, sea lo que fuese y con indignación fingí haciéndome la sorprendida —Sí, es que tus noches son tan interesantes que moría por saber qué  tenías planeado para hoy, tienes tanto lejos de casa que te extrañaba - hice una cara exagerando mis gestos sonriendo por último dándole unas cuantas palmadas en la mejilla deslizando el dedo índice por su barbilla hasta llegar a su cuello —No seas idiota, vine de compras y te vi desde lo lejos aquí- miré el lugar algo fastidiada. —Adriel no está  en casa, Brönte tampoco- hice un puchero —Tengo que desahogar mi soledad con algo- llenando de aire mis pulmones dramaticé un suspiro y apreté el agarre de mi mano a su camisa —O alguien- mordí mi labio soltando sus ropas y sonriendo volviendo a hurgar entre las botellas haciendo un alboroto.
Al final terminé entregándole seis frascos más sin exagerar  mientras él pagaba tomé de su brazo  con  una hermosa sonrisa de oreja a oreja, no podía creer que me preguntara eso. —Sé que no puedes tocar a otra mujer que no sea yo- susurré en su oído mordiéndole disimulado el lóbulo de su oreja derecha viendo a los lados, notando unas mujeres horrorizadas por mi comportamiento —A todas te las imaginas con mis ojos, mis labios… mi piel- solté un beso ensordecedor y me crucé de brazos —Además que eres un bastardo incapaz de ser fiel a una causa de ese tipo- comencé a caminar hacia la salida muy despacio dejando suficiente distancia entre ambos pero siempre cercanía —Estás extraño- concluí deteniendo mi andar en seco alzando la ceja esperando que saliera a flote la causa de la chocante actitud y el imperdonable hecho que ni una tan sola vez haya dicho mi nombre.
‘’Silencios con gemidos se pagan’’


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Mensaje por Lorian de Bordeaux Jue Mayo 22, 2014 10:37 pm

“Cuando quieras golpearme, ya te habré asesinado”
Podía sentir como lentamente mis bellos se erizaban por aquella mirada tan profunda y cabrona que tenía ella, parecía que me estaba apuntando con un arma letal, que nunca podría vencer. Y a ella no le importaba en lo absoluto, eso era peligroso, podía llegar a querer jugar con su cuerpo y mente por un tiempo largo, como lo había hecho hacía siglos y lo había repetido hacía apenas unas décadas. Contuve mi aliento sofocante y simplemente la miré de reojo, negando. Buqué hundirme en sus pensamientos, tenía que buscar qué es lo que tanto me hacía odiarla. Las opciones eran muy pocas, lo más acertado es que fuese una D’Auxerre, ya que yo no solía odiar a las personas así como así. Pero la sangre y la maldición impuesta me daban la pauta de que se trataba de una de ellos. Poco a poco, mientras hablábamos o más bien ella hablaba, fui buscando entre sus pensamientos, las palabras que soltaba, las indagaba y poco a poco esperé encontrar su nombre. La telepatía funcionaba, pero estaba al tanto de que si tenía contacto físico con ella sería aún más fácil agarrar lo que tenía en aquella cabeza mediocre. Pude escuchar el nombre de mi hermano, el hecho de que no estaba actuando como él me alteró levemente, pero mi mirada seguía fría y dura. ¿Sería ella la pareja de aquel muchacho que hacía muchos siglos había compartido la misma habitación conmigo?
— Claro, pero a ti quiero comprarte otro, quizá el de ese lugar tan conocido aquí. ¿Cómo se llama? Casa Guerlain, creo. De ahí estarían bien para ti… — El murmullo fue suave, casi como si quisiera arreglar lo que había dicho, nombrando una de las casas de perfumes más costosas y bien vistas de Paris, pero al mismo tiempo me guardaba aquello que había comprado en el saco, agradeciendo que ella se había dado la vuelta y ahora caminaba básicamente, ignorándome. No me importó, pero tenía que sacarle algo de información, quería saber de qué se trataba todo esto y cómo era que mi hermano se había convertido en un maldito como yo. Mientras caminábamos, obviamente ella por delante y yo la seguía cual buen perro, pude sentirlo, encontraba su nombre entre medio de tantas palabras, pero estaba confuso. Estaba tan concentrado que no pude notar cuando ella se giró y se quedó mirándome inquisidoramente. No esperé y la tomé de los hombros con fuerzas, en ese mismo instante su nombre se coló en mis dientes y mis ojos se enfocaron a los de ella, casi deseando prenderla fuego. Lo sabía perfectamente y mis ojos se estaban prendiendo fuego, por lo que en un acto de prudencia la abracé, la apreté entre mis brazos para que no pudiese ver mi rostro y calmé mi furia. Para entonces, ella me intentaba seducir con juegos de labios y poco a poco comprobé que podía retomar mi cordura. —Denisse… ¿Con quién pensabas desahogar tu soledad? No hagas eso. — Le reproche comiéndome las entrañas, cerrando los ojos ante aquellos labios que se pausaban contra mi oreja, mis dedos pasaron por su cuello, era mi oportunidad para desgarrarle las tripas, pero sus comentarios me sorprendieron.
Conocía esos nombres de la misión en la cual habíamos asesinado a uno de los jefes, aquel que había creado a ese tal Adriel si es que no estaba confundido. Aunque tranquilamente podría estar errado, ya que había sido hacía muchos siglos aquella historia, donde me encontré por primera vez con la familia que era enemiga por sangre. La observé unos momentos y no pasó nada de tiempo que me vi pagando unos frascos y joyería que sin duda terminarían en la basura. Suspiré y no reproché, al parecer mi hermano y yo teníamos un grave problema con las mujeres. Estábamos tontamente enamorados de las mandonas y desdichadas. Sonreí al pensar en él y me pregunté si lo odiaría por la sangre que recorría en su apellido. Estaba seguro de que nunca había pasado algo como esto en la historia, la coincidencia no podía llegar a ser tan bastarda como en aquel caso. — No soy un bastardo… ¿Te puedo acompañar en tus compras? ¿Y por qué aquellos dos no estaban en casa?, que extraño — Estaba desafiándome a mí mismo, haciendo deducciones de las cuales no estaba para nada seguro. Pero no tenía alternativa, eso no podía terminar en una pelea a sangre fría y menos teniendo a aquella mujer prácticamente a mis pies en lo que se refería al habla, ya que aparentemente, yo debía estar a sus pies en todo lo demás.
Maldije a Dorian por mis adentros y pensé en Vibeke y qué tipo de expresión haría cuando llegue a la casa y el aroma de, no solo una mujer, sino que el infalible aroma a odio, estuviese impregnado en mí. Casi me regocijé y deseé verle los ojos asombrados, aunque seguro no diría nada, pero yo sabría que a ella no le gustaría. Dejé salir una sonrisa pícara y con cuidado pasé los dedos por la nuca ajena y busqué su mirada. — ¿Mmm? No lo sé, me tomaste por sorpresa, Denisse. — Repetí su nombre como un loro, cada vez que lo hacía su apellido brotaba de mi garganta y lo pasaba con aire para adentro. Miré a los lados, busqué alguna salida, ¿qué podía hacer aquel tipo en esta situación? Una vidriera de nuevos modelos de vestido apareció y apunté allí. — Mídetelos, quiero vértelos puestos. — Casi temblé y esperé con la mirada bien enfocada, totalmente decidido a seguir aquel juego hasta el final.

“Lograré sacar de tu boca, palabras sin sentido” 


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Mensaje por Denisse d'Auxerre Mar Jun 03, 2014 9:32 pm

Placer más venganza, dulce redención.

Seguía observando inquisitivamente al vampiro. Me aburría su extraño andar, algo en él no estaba bien y no dejaría el acoso de mi parte hasta descubrirlo quizás por fin le lograse sacar algo de provecho de su parte. Tensé los labios evitando verme lo menos humana posible, quería morderle, beber de su cuello y que llenara mi ser, me exasperaba la ignorancia a la que se sometía muchas veces, no era un idiota pero ¿qué esperaba de mí? ¿Qué anduviese desnuda gritando que su cuerpo me tentaba? Negué con la cabeza  esos pensamientos y cerré los ojos sin apartar mi atención en él. Esa sensación de repudio no disminuía, más bien iba en ascenso tortuoso me quemaba la carne tanto así que me ardía y no dejaba de sonreír como una desquiciada, tenía pensada cosas para él y hasta no cumplirlas no terminaría tranquila. Que soltara un gemido con sabor a mi nombre era uno de mis objetivos. Como niña malcriada arrugué la frente y mostré mi perfecta y reluciente dentadura con mueca obscena por mis deseos, los arrancaría, juraba que sí lo haría.
Escuché sus palabras, su voz era la de siempre ¿Qué estaba mal con él? No entendía nada, necesitaba calmar el rojo cobrizo de mi iris que por ratos ondeaba amenazante, casi por instinto, este sentimiento solo se podría igualar a la presencia de uno de las alimañas de los de Bordeaux pero claro, era imposible. Rodeé su cuerpo como si en cualquier momento fuese a perpetuar el asalto carnal y gruñí —La conozco y no es una de las mejores- alcé una ceja sonando indignada esperaba que captara que no era de las que gozaba de la perfumería francesa pese a que era la mejor —Me encanta la inglés, pensé habértelo dicho para cuando desapareciste en busca de Sébastien, que por cierto, no sé si con este asunto de las escorias ésas haya sido mandado a llamar… Por mi parte está bien que se quede en Londres, ni cosa buena fuese-mentí por lo bajo con cierto desaire, nuestra ‘’pequeña’’ y ostentosa familia era más disfuncional de lo que cualquiera pudiese creer aunque bajo las sábanas todo era perdonado y como gatos vivíamos felices. Su abrazo me tomó por sorpresa y con cierto desagrado pero complacida le tiré un poco hacia el frente, Dorian no era tan efusivo y menos mostrando su amor de manera tan sepulcral, él era tan descarado como yo, una caricia, un beso robado, un jadeo disimulado mínimo a lo que tensé la mandíbula, todo estaba remolineándome en la cabeza cuando me desconecté al oír mi nombre —Cualquiera es mejor que nadie. Y no me hagas hablar, lo eres, no finjas demencia que no te queda bien. Entre nosotros hermanito querido, no hay secretos y ¿qué mejor que un mentiroso para conocer como la palma de su mano a otro? Puedes venir conmigo sólo que no quiero escenas de tu parte- respondí separándome de su agarre y acomodé mi cabello viéndole a los ojos con la ceja alzada como niña ocultando secretos.
Cruzándome de brazos y al fin con más compras que jamás usaría, que sólo serían para ocupar un lugar más en mi habitación o en su defecto distraerme de quitarme la ropa caminé a su par atenta a sus movimientos. Me encontraba más pendiente de lo normal a su persona, algo no encajaba en él y sus siguientes palabras hicieron un hueco de desconfianza en el suelo —No es extraño, la época de andar todos agarrados de la mano ya pasó, Dorian. Cada quien ha tomado rumbos separados y te confieso que con esta nueva situación la cercanía se ha hecho notoria, claro, aun así tenemos nuestras prioridades- solté con un toque frío como si se congelaran las palabras en mis labios pero él supo distraerme rápidamente, sabía cómo. Miré en dirección a donde sus ojos apuntaban y una tienda de ropa  hermosa, tal cual me encantaba estaba a la vista.  —¿Quieres…?- me alcé de hombros adelantándome el paso ocultando tras mi prisa una sonrisa macabra, tendría el mejor escenario para actuar mi obra, con  exquisito  espectador.
La campanilla sonó dando la bienvenida a ambos y mirando a la dueña, que me conocía a la perfección sonrió atendiéndome de inmediato —Monique- susurré viendo los vestidos de la vitrina que daba a la calle y ella tomó mi mano indicando que mis pedidos estaban listos desde hace unos días pero no había tenido personal para entregarlo en Roham. Asentí sin darle mayor importancia y recordé qué era lo que había pedido entonces sonreí y complacida con la mujer seguí mi paso —Traelos y quiero un vestidor privado, tú sabes- guiñé el ojo a la humana que asintió de inmediato y corrió a la búsqueda de lo que sería mi master piece. Viendo de reojo al otro vampiro tomé de su mano sin pensar mucho tiempo y le arrastré hasta los vestidores entrando a un elegante probador de color blanco hueso y luces tenues. Miré el espejo y el pequeño stand condicionado para la ropa con una cortina corrediza y un sofá de piel rojiza a lo que tiré el cuerpo del indulgente de mi hermano y mordí una sonrisa que me daba de un lado al otro corriendo mientras la humana cerraba las puertas a  nuestras espaldas dejando todo lo que había encargado listo simplemente para que ejecutara mi obra maléfica.
Primero juegos, el habla para después.


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Mensaje por Lorian de Bordeaux Lun Jun 23, 2014 4:08 pm

“Lo parecido nunca es igual.”
Era una risa tormentosa escucharla y verla moverse como un camaleón que se confundía de colores para esconderse.  Mis ojos querían encenderse y de una vez quebrarle aquel apetitoso cuello que ella llevaba. Pero no fui severo, simplemente ignoré un poco ese deseo que se notaba en los colmillos ajenos, quería devorarme y no de la misma manera que yo a ella. Me dije a mi mismo que me tranquilizara, que investigara un poco más a fondo la situación. No podía permitirme ser imprudente si es que estaba frente a una D’Auxerre. Acaricié mi nuca y con movimientos ostentosos seguí su andar, supe rápidamente que no estaba haciendo de Dorian lo suficientemente bien, pero no podía culparme, hacía demasiados siglos que no lo veía, podría haber cambiado drásticamente, quizá era completamente otra persona. Me acaricié la cien y me odié por pensar demasiado. — No es que sepa de esas cosas. ¿Mmm? Puede ser, nunca te he ocultado nada, ¿o sí? — Con una leve sonrisa socarrona la observé, mi estómago se retorcía, pues estaba tomando muchas medidas riesgosas, quizá él era un bastardo desgraciado, quien podía saber, obviamente, yo no. Pero cuando solté ese nombre que ella venía pidiendo que diga en la cabeza tantas veces, todo se tranquilizó. El aura desafiante que ella antes había mandado contra mí se dispersaba y una sonrisa que sin dudas era bella me volvía a ser regalada. Qué divertido, estaba casi al límite de robarle una mujer a mi hermano.
— ¿Escenas? No las habrá, o eso creo. — Me tenté a decir y apenas la observé, su cuerpo era femenino, con curvas donde se debía y un caminar que era ostentoso, típico de esa familia que tanto odiaba, no quise pensar demasiado, seguí su caminar con las manos en los bolsillos, aparentemente no tenía que acercarme tanto, era una relación más distanciada, probablemente aún ni se habían besado, lo cual me tranquilizaba, ya que no tendría que verme tomando esos labios sin hacer cara de asco, esa personalidad rebelde y sin causa no excitaba ni la más mínima parte de mí. Quería suspirar del aburrimiento, cada vez que decía algo era sospechoso y no sabía qué rayos tenía que decir para quedar en la línea. Por suerte Denisse me recordaba un poco a mi vástago, que se compraba ropas en cualquier lado y estaba todo el tiempo hablando y moviéndose de un lado a otro. Quizá si me imaginaba que era ella podría encajar mejor en aquel panorama. — ¿Cuáles son tus prioridades? — En un tono suave, en el momento exacto donde la campanilla se acentuó y mis ojos se fijaron en los ajenos, grandes y curiosos, siquiera la toqué, pero nuestras esencias se chocaron y supe que pronto tendría que irme de allí. Pero aun no era el momento, esas manos me llevaban y un frío corrió por mi espalda, estaba a punto de tener que presenciar algún tipo de ritual satánico de ella midiéndose millones de ropas con corset  y miles de polleras unas arriba de otras. Con cola larga y cintura marcada, no había nada más complicado que eso para poder caminar y eso que yo no lo usaba, pero ya hasta ir al lado de una dama de esas vestimentas era complicado, te pisaban, te empujaban y no podían controlar los miles de kilos que pesaba aquel traje de payaso.
— ¿Tantos tienes? —  Me senté palpando el sillón, apoyando las manos en mis rodillas mientras la observaba, pronto se sacaría la ropa y tendría que hacer mi mejor cara, que suponía tendría que andar entre la vergüenza, el que no me importaba tanto y que en el interior realmente me fascinaba. En ese instante, me pregunté si mi hermano era un hombre o una mujer ya que tenía más vueltas que una calesita o eso era lo que yo pensaba. —Si… Quiero ver, no suelo ver como se ponen esas prendas. Ya sabes. — Le bromeé con toda la calma que tenía y al ver que ya estábamos completamente solos me dejé estar en el sillón, le dejaría probarse dos prendas y luego buscaría la mejor manera de humillarla, de demostrarle que era menos que nosotros, en realidad estaba en dudas si decirle o no quien era, cómo era mi apellido, pero al menos de algo estaba seguro, me iría con la satisfacción de observar el cuerpo de ella y hacerla sentir al menos un poco enojada. Hacía mucho no me divertía de esa manera. — Ponte uno rojo, te queda bien ese color. —

“No quiero verte dominar ni presenciar un ente demoníaco.” 


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Mensaje por Denisse d'Auxerre Jue Jul 03, 2014 1:44 pm

Puedo caer una vez pero no dos veces y mis tropiezos se pagan con sangre.
Todo deje de duda se acababa con la moda. Definitivamente había sido certero si él quería desviar mis atenciones esa fue la mejor manera de hacerlo pero algo no dejaba de estar intranquilo en mis adentros, debía de ser honesta, el sexo siempre calmaba mis demonios pero no, no con él, sentía deseos de abrirme paso través de su fino cuello y `piel de porcelana, me tenía las cienes palpitantes tal situación, no encontraba ninguna experiencia parecida como esa pero sí una que se asemejara solo que sé que la había olvidado por una extraña razón o el éxtasis del olor a ropa nueva había borrado el sabor de la maldad en mi raciocinio. Fruncí el ceño levemente notando como las calles se vaciaban –Hubiese sido más inteligente si estuviéramos tras ese callejón con menos habladurías- pensé para mí misma y solté un quejido, no recordaba tener que provocar a Dorian así de esta manera por lo general caía con poco ante mí lo que me hacía irritar. Una sonrisa malévola se dibujó en mi rostro pues tenía más o menos todo fríamente calculado y no dejaría que pasase desapercibida la situación.
—¿Qué dices?- murmuré tranquila —No eres de los que me cuentas nada, tu vida, Dorian, es un total misterio pese a que compartimos casa y a veces cama-  mentí en lo último porque mi instinto así me lo dijo y si caía sería hondo —¿Te sientes mal por ser un instigador?- alcé la ceja terminando de entrar en el local y mi temple cambió a uno más relajado, observando lo más que podía. Quería comprarme medio París con frustraciones así. —Aunque no lo creas, sé lo que escondes- una sonrisa ladina se dibujó en mi cara ignorando sus verdaderas intenciones, solo quería que se dejara de misterios y volviera a ser el mismo bastardo del que estaba deseosa desde mucho tiempo y que por cosas del destino hoy iba a romper con esa maldición. Los colores de amplia gamma eran jugo para mis ojos, me deleitaba entre la fineza de las telas cuando una risa algo escandalosa se dejó oír en todo el recinto que hizo que los ojos se posaran en mí  —¿Mis prioridades? Debes de estar jugando- cubrí mi sonrisa y negué —¿La llegada de Sébastine te ha dejado aturdido, hermanito? No debes de temer, aún no he hecho nada- alzando ambas manos —Sabes que es muy importante destruir a esos pedazos de escorias. He estado investigándolos y no creerás a quien tengo entre ceja y ceja- murmuré bajito arrastrándolo dentro de los vestidores preparando el espectáculo.
Las luces bajas daban un ambiente perfecto de intimidad. Acomodé la lámpara haciendo que la luz quedase más cerca a un lado de mi cuerpo. La cortina blanca larga que antes estaba tirada a un solo lado ahora se encontraba cubriéndome dejando el perfecto reflejo de mi cuerpo —Sabes que adoro la ropa más que a nada- murmuré desatando las cintas del vestido y apartando las mangas del vestido ajustado, algo pomposo —Jamás tengo suficiente, Dorian. No para mí- deslizó aquello al suelo y dejé el corsé con la ropa interior a la vista. Los nudos ajustados de la delicada ropa eran miel en mis dedos pues cedían con facilidad y haciendo movimientos de cadera los tenía hacia afuera —Rojo ¿uhm?- busqué en la ropa que tenía allí puesta y encontré unas medias de alas de mosca color rojo las cuales coloqué de manera profesional y lenta dándole una escena desde adentro ajusté las cintillas y amarré la faja de encaje de igual color a mi cintura. La piel descubierta más un corpiño algo pequeño eran perfectos.
Abriendo la cortina de par en par le mira con los ojos envueltos en carmesí y sonríe —¿Y bien?- le mira fijamente ocultando una sonrisa y no espera sus palabras —¿tú querías saber cuáles eran mis prioridades no? Voy a mostrarte ahora mismo qué es lo que ha pasado en mi cabeza todos estos siglos, Dorian- con velocidad sobrehumana me acerqué a él quedando unos segundos a su frente y luego me tiré encima de su cuerpo agarrando su cuello con delicadeza viéndole a sus ojos y acercándome a su oído derecho susurré —No más celibato para ti- tiré un poco de ella malcriadamente cuando en mi dedo mediano noté una luz resplandeciente. La estructura en forma de serpiente enrollada en un anillo que sostenía una gema quemaba de manera intensa mis orbes azules y sonreí de lado. No podía creer lo que estaba pasando, sostuve ese agarre un poco más recordando bien porque la ira hervía desde mis entrañas hasta la punta de mis colmillos.
El anillo me lo había dado Gaél, mi sire. La única cosa buena que había obtenido en todos estos siglos de su parte. Años sin saber qué significaba Adriel me había explicado que muchos creadores  de nuestra familia a sus neófitos entregan estos anillos en remembranza a nuestro pacto de sangre. El anillo estaba maldito con la sangre de la familia contraria y así poder descubrir dónde estaban. Con los años había pensado que esta cosa no servía pues jamás había estado cerca de un de Bordeaux. ¿Pero cómo? La ira me consumía desde adentro y aquel dulce y placentero agarre alrededor de su cuello se volvió grueso y ponzoñoso. Mis uñas comenzaron a romperle la piel, pensé me había jugado un truco mental haciéndose parecer a Dorian y claro, había caído como gata en sus redes. La piel me ardía no podía creer que había llegado tan lejos con un de Bordeaux y eso me hizo molestar más. —Buen truco, amiguito- tiré fuertemente haciendo sonar las vértebras ajenas y sin más mordí su cuello sin buscar un sitio específico, arranqué un trozo de piel y fruncí el ceño con el brillo de la sangre en los ojos. —¡¿Qué quieres rata?!- grité lamiéndome los labios cuando en un movimiento rápido me separé de su cuerpo quedando a su frente —¿Pensabas que no lo iba a descubrir? ¿Que jugándome una especie de juego mental convirtiéndote en mi Dorian d’Auxerre caería? Da tu verdadero rostro escoria….- sonreí con la rabia consumiéndome —Te equivocaste de rubia- ironicé y esperé un falso movimiento, estaba lista para atacar.


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Mensaje por Lorian de Bordeaux Vie Ago 01, 2014 4:37 pm

“Es como dedicarle una sinfonía al diablo”
Entrecerré los ojos sospechando, meditando, estaba, de alguna forma, inconforme con la poca información que le estaba sacando. Y me daba cuenta, pese a que su perfume me movía las neuronas de un lado a otro, que esa situación no tenía ni pies ni cabeza. Lo tenía firmado, terminaría en una pelea, esa muñeca de bellos cabellos rubios no era tan estúpida como aparentaba ser.  Pero apenas había descubierto algunos nombres, necesitaba, quería, saber algo más. No pretendía saber dónde estaba la casa, eso ya sería demasiado y si se lo preguntaba lograría que ella me descubriera completamente. Pero había algo más exacto que quería descubrir, ¿Cómo mi hermano había llegado a convertirse en mi enemigo? ¿Quién lo había convertido? ¿A qué edad? Mis ojos estaban llenos de curiosidad pero me mantenía mitigado, plagado de serenidad, suspirando y sonriendo de lado cada vez que los ojos curiosos y claros de Denisse se acercaban a mí. No podría olvidar su nombre jamás, recordaba perfectamente como minutos antes ella se lo había repetido en la cabeza, había deseado que lo pronuncie. ¿Estaba ella tan enamorada de mi hermano como aparentaba, o era una muy buena actriz? — ¿Así que la cama? — Salió instantáneamente de mi boca, mis ojos se abrieron de la sorpresa, si era verdad, había echado todo a perder. Pero no sucedió nada y me comí la lengua para no reírme en su cara, sonriendo nuevamente, apoyando la mano en su cintura cuando al fin pasamos dentro del local y el juego procuró ser más fantasioso de lo que me hubiese imaginado. Parecía que entre ambos había un frenesí de espasmos, que nunca llegaba a un pico de auge.
Había algo claro, Dorian y ella no eran una pareja, al menos no una oficial. Seguí sus pasos cautelosamente, dejándome guiar al sillón, sentándome, mientras apoyaba un codo en el apoya-brazo y mi mentón sobre la mano. Ella se paseaba, como modelo en pasarela, deleitando mis ojos con una estupidez demasiado grande, que no llegaba a mover ni un poco de mis sentidos, sí, era hermosa, tenía la forma perfecta y era una inmortal. Pero su sangre era incompatible con la mía y obviamente, no era alguien que pudiese llegar a volarme la cabeza, no tenía el cerebro suficiente, ni las manías. Pero tenía que ser sincero, Dorian había apostado bien en esa y mis ganas de arruinarle un poco la diversión eran grandes. — Eres caprichosa. — Incurrí con una sonrisa suave, mostrando muy poco mis dientes, afianzando mis dedos sobre el sillón, los movimientos de su cuerpo y las terribles ganas de reírme que tenía. Hacía mucho tiempo no jugaba una treta como aquella y verla tan descarada, tan deseosa de que yo fuese él. Casi era como recibir nuevamente la inmortalidad. Un placer mezclado con dolor, que me llevaba hasta el más profundo de los deseos. Mordí mi labio inferior y cuando ella se acercó, mis colmillos se apuntaron contra mis colmillos. La sensación de estar frente a un enemigo activaba mi piel, las ganas de romperla en pedacitos se habían presentes y tuve que usar demasiado de mi autocontrol para no tirarla a un costado.
Tiempo suficiente para que la mujer se diera cuenta la realidad de la situación. Mi mirada se había hallado perdida en un foco durante unos segundos y un brillo metálico de fuente extraña resplandecía en la mano ajena, hasta volverse opaca y parecía proyectar algún tipo de aura hostil entre nosotros. ¿Así que esa clase de cosas existían? La miré a los ojos y observé el odio, el fuego que quemaba en sus claros orbes, tan grandes y entre sorprendidos y ansiosos. Eran mucho más hermosos que los de un humano a punto de morir. Estos estaban muertos pero emanaban vida y destrucción. —Sí, me temo que Dorian seguirá con el celibato. — Susurré cerca de sus labios, rozando apenas su piel, sonriendo con descaro cuando las palabras ajenas apuntaban a matarme. Sabía lo que venía, sus dedos hundiéndose y la fortaleza que tenía como don me protegía, me lamentaba tener que terminar aquello de esa forma, la ira la consumía y dejé salir apenas un jadeo cuando sus colmillos fueron a mi cuerpo, parecía que quería quitarme la cabeza, podía lidiar con esos caninos, pero tuve que agarrarle las garras. Apreté esos dedos para sacarlos de mi cuello, la mantuve pegada a mí, apenas dejando salir un chirrido grave cuando sacó parte de mi cuello y la sanación se volvía loca por no saber qué parte curar primero. — No es ningún truco preciosa. Cuando dijiste que sabías muy poco de Dorian, tenías razón. — El dolor se propagaba, pero estaba acostumbrado a no demostrarlo y no pasó mucho hasta que salió de arriba mío y quedo de pie, con la sangre en su cuerpo y el hermoso vestido manchado, como si fuese un maldito demonio.
— ¿Algo mental? Pensé que podías tener más cerebro que eso. Tú te equivocaste de hermano, pero déjame decirte que es un alivio para mí saber que ustedes cayeron antes que uno de los míos. Siempre un paso delante de ustedes. No pongas esa cara rubia, no es tu culpa. — Me levanté, no la miré a los ojos, quería enojarla un poco más, observando su pecho, sus piernas, sus ganas de haberlo hecho conmigo y chasqueé los dientes, negando divertido. —Una lástima, ¿no? Dile a mi hermanito que tienes un cuerpo precioso. — Me fui a un costado, tomando mi cuello, que emanaba sangre a cántaros, no tenía pensado lastimarla, enojarla con palabras, hacerles saber que en parte, estábamos más arriba que ellos. Entonces me relamí los labios, observé el cambiador y allí mi reflejo y ropas, entonces de reojo la miré. Fue tan solo un segundo, donde la tomé de la muñeca y la estampé contra la pared donde estaba el espejo y éste se hizo añicos sobre ella. Se empezaban a escuchar unos gritos de afuera. Pero la aplasté con todo mi cuerpo antes de que pudiese escapar, con la rodilla golpeé su entrepierna, frotando la suavidad que estaba tan descubierta, lista para ser usada. —Denisse, tomaré algo de ti antes de irme. Le dejo “esto” a mi hermanito, no te preocupes. — Enfaticé golpeando entre sus piernas una vez más. Y tomé nuevamente su muñeca, observé aquel anillo que lo había echado todo a perder y empecé a golpearlo contra el vidrio. Mantenía mi otra mano agarrándole el cuello, no quería que volviera a morderme, pero no sabía dónde estaba su otro brazo. No podía ocuparme de él.

“Es un sabor medio agrio y medio ácido, pero sin llegar a ser neutro.” 


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Mensaje por Denisse d'Auxerre Sáb Ago 16, 2014 7:02 pm

Mis ojos estaban tan enrojecidos que quizás todo el panorama se había teñido de sangre, la fuerza con la que golpeaba la sangre estancada en mis venas era imprecisa pero lo suficiente para saber que no podía estar ni un minuto más sumergida en las dudas que mi supuesto hermano provocaba en mí cada vez que me reía. Era como un refuerzo a la respuesta de su sonrisa, algo  en él desde que lo había encontrado en la perfumería no estaba bien pero me negaba a parecer una paranoica, quizás sí una predadora del sexo pero jamás lo primero, creo que tenía suficiente con ello y no sabría cómo manejar otra emoción más. En su defecto fingiría que nada pasaba, siempre me funcionaba y ganaba más de lo que podría esperar, él no era la excepción, hasta ahora la piedra a mi zapato había sido un vampiro que se encontraba lo suficientemente lejos para creer que caería en su juego absurdo de palabras. Mientras deslizaba las ropas en aquel vestidor pensaba en cosas más allá que follarme a mi querido hermanito con propiedad era intenso e inquietante. Entonces muchas dudas comenzaron a caer sobre mi cabeza como balde de agua fría.
La cortina ya no nos separaba más. Su mano sostenía mi cintura, su tacto era diferente a como lo imaginé. Ya habíamos tenido lo nuestro antes y la sensación era nefasta, casi repugnante. Miré sus ojos y mis labios como si quisiera consentir un poco más mi impertinencia se fueron contra los ajenos pero se detuvieron como si hubieran sido refrenados por él mismo. Abrí levemente mi profundo océano para ver su oscuro encierro y el ardor se deslizó por mi garganta. Necesitaba que el presentimiento fuera borrado más sus palabras solo fueron fuego a mí herida y la ceja alzada fue todo lo que pude hacer mientras los pequeños retortijones en el estómago se iban a cada una de mis extremidades justo cuando su tela cedió a mi agarre  mis colmillos se enterraron en su sarnosa piel. La sangre que estaba en mi boca comenzaba a ahogarme, era tan amargo y tan dulce a la vez que podía hacerme desvariar en cualquier minuto, nunca pensé que así se sentía el sabor a la escoria. Tenía que admitir que me había engañado a perfección y como buena perdedora había caído en su trampa, eran por eso los deseos de deshilachar su carne poco a poco hasta hacer un buen estofado para los animales de la casa.
—Qué propicio, la estupidez viene en paquete doble entonces- aplaudí con cinismo fingiendo la indignación en una sola cara de horror, sabiendo que no era suficiente, su sangre, los golpes que notoriamente no eran nada para un inmortal como él. Me tenía que pagar la maldita humillación —¿Crees que has podido sacar algo de todo esto?- solté con un bufido y traté de capitular tan rápido como podía las palabras que dicho al de Bordeaux que por el momento no me interesaba conocer en lo mínimo —Simplemente te he dicho lo que ya todos ustedes saben, en cambio tú…- miré su perfecto atuendo roto y manchado de sangre y mis ojos seguro no eran del todo azules —Tú has quedado al descubierto por mí. Será interesante cuando comente a los de Auxerre que tenemos una rata con cara a Dorian ¿Te imaginas? - solté un poco de aire —¿Qué se siente estar en bandos separados? Y más cuando su fructífero reencuentro no sea con un abrazo, sino con una daga en la espalda cada uno- torcí la boca en señal de una fingida tristeza y después miré el suelo cuando fijé su silueta masculina por debajo de las cejas —Va a ser una pena- susurré levantando la cabeza completamente y fue cuando se abalanzó contra mí.
Los vidrios rotos se encarnaban a mi espalda, unos lograron perforar mi piel y tocar mis costillas por lo lateral. Solté un gemido de dolor por su descaro al estamparme contra el cristal que cedió rápidamente y su pierna se metió en medio de mis piernas, algo que en otras circunstancias debía de ser placentero se convirtió en la chispa corta a la explosión y mi cuelo fue presa de sus anchas manos y la una de mis manos fue atrapada por la de él dejándome como una ave acorralada en su propia jaula. —¿Por qué no se lo dices tú?- musité con enfado y dificultad porque cada que trataba de zafarme de su agarre apretaba más su rodilla contra mí. Cerré los ojos sintiendo como se deslizaba el anillo de mi dedo y fruncí el ceño sintiendo como todo se iba concentrando en la mano que tenía libre. Cerré el puño sintiendo como las uñas se clavaron en la palma de la misma haciendo sangrar y con la fuerza sobrehumana de nuestra especie golpeé tan fuerte su endurecido abdomen logrando empujarlo para soltarme de su agarre, lo suficiente para poderme ahogar con el aire que estaba a mi alrededor.
Quería sus ojos en mis dedos para poder jugar croquet con mis amigos pero sería una locura si actuaba así de impulsiva, ya había pagado caro la impaciencia de tenerlo ahora quedaría esperar lo que seguiría —Tú debes de saber que esto es solo el comienzo de su propio fin, cuando menos recuerdes, esa lengua con la que solo sabes escupir sandeces estará lustrando mis zapatos preferidos- saliendo del hueco del espejo roto que guardaba mi cuerpo con recelo sonreí con altivez a su cara de hipocresía y despedí con la mano su molesta presencia.


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Mensaje por Lorian de Bordeaux Mar Ago 19, 2014 9:59 am

“Se agitan mis hormonas, vibra mi pasado, por exceso de recuerdos”
Me agitaban sus palabras, su rostro malhumorado por no poder tener a mi hermano bajo las garras. Por no poder complacer su cuerpo con orgasmos como hacía rato tenía en la cabeza. Me recorría el placer en los labios, el dolor palpitaba en mi hombro, sus colmillos parecían ser los de un licántropo, porque quemaban de la misma infernal manera. Entonces chasqueé los dientes, fue un baile el que empezamos a dar, ninguno de los dos estaba guiando los pasos, nos peleábamos por ser a quien seguir. Pero en parte, lo estaba disfrutando, pasando los dedos por su perfecta curvatura, elevando las yemas por su piel, a partes que la perturbaran como mujer. —Quizá saqué un poco de diversión, después de todo está bien conocer al enemigo. Resultas ser una flor bastante seca. — Le susurré, mientras los golpes me eran propiciados, de reojo seguía el anillo de su dedo, odiándolo. Esquivaba lo que podía y lo que no me lo aguantaba. No tenía problema en ello, el dolor me afectaba menos que a otros vampiros, tenía la capacidad de soportarlos, tanto los físicos como los psicológicos o eso aparentaba al menos. —Estás equivocada, al menos yo no sabía esas cosas, pero si quieres que tu mente esté en paz. Te diré que tienes razón. — Sonreí y escuché brevemente sus huecas palabras. Parecía que no era más que una bebé desesperada porque la encamen y luego no tenía más nada en la cabeza. Un desperdicio de paquete.
Giré los ojos al tiempo que los cristales del espejo se empezaban a escurrir hacía el piso, la observaba, la miraba a los ojos con curiosidad, mientras colaba los dedos por sus ropas, apretando su cintura, sintiendo el olor a sangre en su piel cuando se incrustaban pedazos en su piel. —Me imagino algo perturbante en sus rostros si se enteran, pero nada que me afecte a mí, ni a los míos. Los míos saben cómo reconocerme, tú sin embargo… He podido darme muchas vueltas con tu hermoso cuerpo. Si no hubieses tenido esa cosa en tu dedo, estarías cabalgando como la bella puta que eres. — Murmuré enfático, golpeando su dulce cuerpo cada vez que podía. Negando mirando sus labios que hablaban sandeces, sentimientos, pocos de esos me quedaban y los consideraba más bien una maldición. Pero desear ver a mi hermano con un abrazo no era uno que estuviese en mi lista de prioridades. — Disfrutaré darle la estaca en la espalda, tal como se la quise dar el día en que me morí. Podré darle mi agradecimiento si a eso te refieres, pensé que ese odio iba a tener que extinguirse por siempre, pero la existencia me ha regalado una oportunidad, para acabar con él yo mismo. — Le introduje a una parte de la historia, una que no era tan real, pero que tenía el mismo sentimiento. Aplastando la mano contra su cuello, frotaba su cuerpo, lo arrastraba por los espejos, lenta y tortuosamente, hasta que acerqué mi rostro al suyo y mordí su mejilla, la disfruté, sin dañarla, tan solo sintiendo su sabor, recordando su aroma.
Fue al instante que su puño aplastó los músculos de mi pecho, su odio se notaba en las costillas que cedían poco a poco y me lamí los labios por el dolor engendrado. Suspiré entonces y observé su cuerpo que a las malas intentaba recomponerme. Era curioso, en parte tenía razón, debería decírselo yo, pero no sabía si podría hablarle. No podía resistirme a la soltura de golpearlo antes, matarlo antes de decirle lo que opinaba de su podrida existencia en este mundo. Miré a los lados, los gritos se hacían más fuertes a metros de nosotros. Tenía que salir de allí lo antes posible, cualquier cazador o inquisidor podría enterarse de lo que éramos, rompí con desagrado una de las ventanas que había detrás de mí, entonces volteé la mirada, sus dedos se abanicaban despidiéndome y solo pude reírme. —Nos veremos otra vez, Denisse. Y veremos si será mi lengua o tu cabeza, haré que si es la tuya, haga algo productivo antes de morir, seguro lo disfrutarás. — Apenas hice una burlona reverencia cuando salí disparado por el lugar, con el anillo que ella había tenido en el dedo, lo aplastaba contra mis manos con fuerzas. Tenía que averiguar si todos ellos tenían uno de esos, era una gran desventaja si eso era cierto. Tenía que comunicárselo a los demás. El dolor en mi cuello se incrementaba y mis negros empezaban a enrojecerse, el hambre hacía un surco en mis prioridades y al final terminé desviándome hacía el camino a la casa. En parte era mejor de esa forma. Tenía sangre en el cuerpo y eso daba la posibilidad de que me rastrearan hacía la casa. Aunque ella no estaba tampoco en condiciones de hacer algo tan estúpido, a menos que quisiera morir a manos de los demás hermanos de mi casa. Y entonces todo lo que había sucedido, parecía haber sido simplemente mi imaginación antes de irme a dormir.

“He pensado mil maneras de asesinarlos, pero nunca una tan dulce y cruel como la que deseo darte a ti.” 

[CERRADO]


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