Asylum (Denisse d'Auxerre)

por **Taggart S. Crane** Dom Mayo 11, 2014 9:09 pm

"El insomnio no es buen consejero. Lo único que permite ver con claridad son las consecuencias de la falta de sueño, y esa obviedad nulifica pensamientos y sentimientos."

París no era la cura para lo que le aquejaba, ni el sueño, ni estar lejos de los sonidos de la guerra, ni nada. En cada cerrar de ojos e incluso en cada lento parpadeo todo parecía volver, retornar con la violencia de antaño y amenazar con ser su peor enemigo hasta el final de sus días. Noah empezaba a desesperarse, a odiar el camino que había seguido por herencia y con gusto, odiaba haber sido guiado con ideas de maravillas cuando el final no era otro que la muerte. Esa misma que se llevó todo lo que poseía, pero que no fue capaz de cargárselo a él.

El nuevo intento por dormir resultó infructuoso. Había dejado el café, las comidas irritantes y jamás cerraba las cortinas para que el sol entrara temprano y le impidiera dormir más tarde de lo que corresponde. Intentaba no potenciar el insomnio y a cambio bebía vino algunas noches o entrenaba para terminar agotado y poder dormir luego de una buena ducha; pero no obtenía lo que buscaba siempre, no lograba los resultados óptimos que quería y desde hace unos días venía pensando que su reticencia a las drogas era absurda. Su cuerpo había sido lleno de ellas durante el coma de dos largos años y ya no tenía sentido evitarlas en vez de darles utilidad para poder dormir. Pero ¿A quién conocía para medicarlo? no iba a seguir un eterno proceso médico, se negaba rotundamente a ser el conejillo de indias de alguien que buscaba citas y citas por dinero cuando él requería con urgencia un aliciente antes que su mente se lanzara al precipicio de un demente. Al levantarse de la cama a oscuras, con el desespero que producen horas y horas de dar vueltas para conciliar el sueño, se levantó con molestia y con decisión. Para esas horas todos los lugares comerciales estarían cerrados: Cualquier mercado, supuestos brujos que prometen sanidades y liberaciones, farmacias, todo, incluso el sanatorio estaría cerrado pero con la diferencia que adentro habría lo que buscaba. ¿Qué si se internaba un tiempo? tal vez eso ayudara, no tenía nada que perder, la cordura ya quería largarse como todo lo demás de su vida.

Salió de casa vestido de forma sencilla y con un gabán negro de bolsillos hondos que le permitían guardar el arma que cargaba siempre por pura costumbre. Sus pasos resultaron lentos, causando ecos en cada pisada por calles solitarias que bien podrían resultar peligrosas. Bah, como si eso le importara a él. Noah no le temía a la muerte y de seguro si alguien salía con malas intenciones bien podría arreglárselas sin ayuda de su arma. Estaba bien entrenado en tantos años enlistado como militar y pese a su estado de coma, tuvo una rápida recuperación que continuaba al ser él tan estricto con las prácticas tempranas de siempre y las nocturnas que había adecuado hace poco tiempo. Sin embargo todo parecía en una calma tal que si el ex militar hubiera sido de presagios, diría que venía uno muy malo.

Al llegar al lugar dudó, por más que fuera un hombre de armas tomar, el hecho de pensar en internarse con gente realmente demente no era una decisión fácil, más bien era desesperada. En medio de la soledad del ambiente y de un par de gritos que provenían de adentro cada tanto, se sentó en las escaleras que daban a la entrada principal y entrelazó las manos, cavilando. Se daría cinco minutos, sólo eso y sus pasos se alejarían para siempre, o ingresarían sin dudarlo más.

por **Denisse d'Auxerre** Jue Mayo 15, 2014 8:04 pm

Una sola mirada. Roce más piel. ¿Qué preocupa tu mente? ¿Qué locura te ataña? No me lo digas, será más divertido que sea algo quien difumine el secreto que todos a su manera saben contar…

Era una mala manía colarme en medio de la demencia, quizás me hacía sentir en casa. Todos tienen una pizca al menos de locura. Querer gritar sin ser juzgados, asesinar, golpear, morder, ser alguien más que normalmente todos tacharan como un desordenado mental. Una extraña aberración siempre era quien mandaba mis entrañas, haciendo que los pequeños tacos de mis zapatos resonaran por los pasillos del sanatorio mental entonaba una melodía que sonaba escalofriantemente dulce, mi cabello suelto acompañado de una bata blanca digna de un galeno cubría las escasas ropas debajo de ésta, claro nadie podría imaginarse qué era lo que realmente no había bajo la tela blanca y una cara diabólicamente angelical. Solté un chillido de emoción, los gritos eran realmente una ternura si tan sólo se les sumara placer… Mordí mi labio al pensar en la idea que me revoloteaba la piel. Comencé a ver las ventanillas donde estaban reclusos los incapacitados mentales buscando alguien o algo interesante, estaba segura que la raíz de esa demencia era porque no dejaban libres sus convicciones, si algo pide salir hay que dejarlo seguir sin importar, justo como yo. Mis ojos azules se posaron en tres puertas sin encontrar nada interesante, mínimo deseé encontrarme con alguien como mi hermano menor, un hombre con ese porte haciéndolo sencillamente abusable pero parecía que el pronóstico estaba restringido, todos eran una pena. El aire a locura hacia mi cuerpo caminar con un poco más de soltura, como magia bañarme, los labios rojos memorizaron cada sonido del recinto de sanidad mental buscando un quejido que no fuese por falta de cordura pero no había nada, las voces eran cada vez más fuertes, ninguna lograba llamarme.

Justo cuando estaba por darme por vencida y llevar mis juegos hacia otro sitio una mano cálida se posó en mi hombro, con una sonrisa ladina me giré levemente, un hombre alto acompañado por otro que vestía de la misma manera me susurró algo que no estuve segura qué era lo que decía. Eran los cuidadores, guardianes que se encargaran que ningún recluso escapara del lugar. Era obvio que si miraban mi ropa me confundirían con una médica de este cuerdo recinto pero la falta de identificación sería mi perdición. Mordí mi labio inferior hasta hacerlo sangrar, el olor a sangre me distrajo de manera inequívoca, a eso le atribuyo mi falta de atención y la incomprensión al solo captar ‘’Usted no tiene permiso a esta zona’’. Dos segundos más tarde estaba besando a uno de los hombres aferrándome a su cuerpo con afán, dándole de beber el líquido carmesí que parecía no coagularse, una ventaja de saber manejar la sangre de mi organismo. El sujeto se quedó pasmado inmóvil y el otro me apuntó con un tolete de madera. Mi ceja se alzó de inmediato, -Qué pesado- me dije para mí misma. Acercándome a él con la uña rasqué su yugular suavemente creando una tierna línea de sangre por su piel abierta, llevando mis labios hasta ese sitio besé esa zona permitiendo una leve mezcla de linfas. Sonreí porque no era suficiente para completar el rito diabólico de transformarlo en mi esclavo. Besé su boca haciendo beber lo suficiente de mi ahora recompuesto labio.

Adoraba poseer sus cuerpos de esa manera aunque después de un rato aburrían. Solté una sonrisa viendo a mis creaciones provisionales y haciendo una seña con la mano ordenando que me siguieran. Mi paso eran más audibles. Un olor diferente al que había memorizado se clavó en mis sentidos, con curiosidad sumada más la velocidad sobrenatural que es distintiva de nuestra raza llegué hasta la entrada principal. Mis ojos brillaron al ver un escultural cuerpo dibujarse, sus pensamientos me inundaron. -Cuánta frustración para un cuerpo tan explotable. Debería de aprender a desviar todo eso en otras direcciones- miré mi ropa y acomodé mi cabello mientras observaba a mis cautivos acercarse a lo que fruncí el ceño, una sonrisa malévola se reflejó en el vidrio de la puerta de entrada y salí sin más. —No debe de dudar si tanto le mortifica.- soné lo más seria posible. —Entre, a nadie puede engañar tras esas facciones endurecidas, voy a ayudarle a olvidar sus problemas. Lo prometo- solté una sonrisa divertida cambiando rápidamente de ánimo recostando mi cuerpo en una de las dos puertas en donde enseguida salieron los dos guardias quedándose a un lado —Peligro es a lo que huelo- sonreí señalando el cuerpo del hombre con un dedo para después morder éste, con el que le había sentenciado —Tráiganlo- exigí, ordenando a los atontados humanos ir por él sin rechistar, estaba perdido, entraría a mi juego de corrupción.

por **Taggart S. Crane** Lun Mayo 26, 2014 6:47 pm

"Si hubiera previsto las consecuencias que traería mi vida, me hubiera hecho relojero."

Una bocanada de aire para la garganta que otros refrescarían con alcohol. Un entrelazar las manos dubitativo cuando en realidad sería mejor alguna droga que te mandara a dormir por horas y horas, hasta que el despertar lo terminara estrellando a uno con la oscuridad misma y lo obligara a sumirse de nuevo en el sueño que da y quita como si fuera uno de los juguetes de la muerte o de la locura. Todo era absurdo, Noah sabía que el desespero lo estaba llevando muy lejos, más de lo que había planeado en su viaje a Francia.

Allí todo lucía mal, el aroma a muerte rondaba en forma de soledad, una a la que él se estaba ya acostumbrando de mala gana. Pero adentro, todo sería distinto, tendría que sacrificar libertades sólo para cambiarlo por horas de sueño ¿Realmente valdría la pena? era probable que saliera peor de allí y la duda empezó a plagarle la mente como pequeñas hormigas que llevaban y traían ideas de su corazón a su cerebro y viceversa. Allí sentado en las frías escaleras de mármol empezó a razonar como debió haber hecho en casa, como debería hacer siempre y como antaño le había sido costumbre. Miró al suelo y asintió para sí mismo, era hora de regresar sobre sus pasos y volver a su habitación en aquél edificio de viejos. Quizás debería cambiar de ambiente, hacerse una vida nueva en aquél lugar y llenar su mente y su cuerpo con experiencias diferentes y bien distintas de la guerra.

Así que fue todo, era momento de ponerse de pie y en efecto lo hizo, pero más que por la decisión que había tomado, fue porque la puerta del lugar frente al que estaba se escuchó abrirse. El sonido fue un chirrido típico de las puertas viejas y oxidadas que retumbo como si diera el preambulo de un mal augurio. El ex militar que hasta entonces se encontraba de espaldas, se giró con el ceño fruncido y observó a la mujer que parecía sacada de una historia fantástica donde la joven bella era la más malvada. Resaltaba demasiado como para traer alguna bondad en sí, sonreía seguida de un par de hombres que por el modo en que la miraban parecían más sus esclavos. "De verdad debo estar enloqueciendo" se dijo así mismo él al creer una teoría tan absurda como esa. No obstante cuando ella abrió la boca, la sorpresa inundó los pensamientos del hombre que no cambio de gesto. Había aprendido a disimular todo, a no demostrar ninguna emoción por complicada que fuera una situación o por comprometido que estuviera con la misma y, ahora, tenía que mantenerlo porque se sentía como si ella escuchara sus pensamientos cual si fueran una voz por completo audible. Pero no podía ser, eso no tenía lógica alguna.

-No sé qué le hace pensar que vengo aquí por mí mismo- respondió con la negación que le había resultado luego de unos minutos allí sentado. Realmente no comprendía qué sucedía pero algo extraño sospechaba y la situación empeoró cuando la mujer envió a sus perros falderos tras de él. Una especie de cólera se dibujó en su rostro mientras negaba -No creo que sea buena idea. No entraré a ese lugar y más vale que sus hombres no se atrevan a tocarme- afirmó con severidad, con la voz clara y alta que no daba lugar a dudas que actuaría en defensa propia. A su favor tenía la fuerza que tendría que equiparar la de los dos hombres acostumbrados a lidiar con desquiciados. Aquellos no serían débiles, pero Noah no iba a permitir ese tipo de "secuestro". Incluso, de ser necesario y por mera defensa propia utilizaría su arma, esa que llevaba siempre consigo atada a su cintura. -Dígale a sus mascotas que retrocedan, mujer. Porque no lamentaré consecuencias- espetó.

¿Se volverían aquellos? en el fondo así lo esperaba él. No pretendía matarlos y tampoco lo haría, pero un disparo en la rodilla de cada uno sería suficiente para partir de allí. La situación se ponía desesperante porque Noah no podía evitar pensar en las repercusiones legales que traería aquello. No sólo parecía seguirlo la locura sino que la violencia en todas sus formas se le presentaba con la noche como todas las cosas que lo atormentaban. Francia había sido un mal destino, nada salía bien, el hombre realmente enloquecería.

por **Denisse d'Auxerre** Mar Jun 03, 2014 11:14 pm

La tormenta rezongaba en el cielo, uno tan oscuro y tan sombrío. Cerré los ojos con aire a pesadez, el humano de cuerpo perfecto que daba su espalda a mi vista era un atormentado. Consideré como insolencia que no se girara a verme a los ojos, quería guardarme su rostro, en la mirada tan dentro que me hiciese pensar en las miles de formas de causarle desquicio y placer. Todo se soluciona con un buen amante, eso está incluso redactado en la literatura, no estaba segura de dónde pero podía ser prueba experimental de ello, la sola idea me hizo sonreír con superioridad enfocándome aún más en él sin querer disimular ni una tan sola facción. Mis ojos inmediatamente se cruzaron los ajenos y sentí una corriente desde manos a pies erizándome la espina dorsal. No me había equivocado, mis expectativas de noche de cacería demencial se habían roto y desbordado con el hombre de brazos fuertes, imaginé sometiéndome bajo esas manos como una maldita por pensar en alto y alcé la ceja espiándole de pies a cabeza a lo que abrí por completo mi mar al suyo dándome un mejor panorama de la situación, ya estaba aquí no iba a dejarlo escapar.

Quizás había sido una mala idea enviar a los dos aberrados sanguíneos que tenía como peones, él se mostraba seguro y eso me emocionó. No me considero vacilante ante nada, lo que me llevó a cuestionarme si él también lo sería en circunstancias no tan incómodas y púdicas. Solté una bocanada de aire acomodándome la bata fingiendo un corrupto profesionalismo —¿Qué tiene de malo este sitio?- murmuré con un tono dulce e indignado —No creo que sea tan malo por fuera… ni por dentro- delineé con la vista corroyendo su cuerpo de manera malcriada y mordí mi dedo meñique —Ellos están respondiendo a órdenes únicamente. Sería bueno si no fueses tan reactivo y te dejaras llevar por instinto, a veces nada es lo que parece- esa ambigüedad con la que hablaba era una tortura, quería ver cómo su psiquis reaccionaba a la burla de psicología que intentaba aplicarle y ajusté las ropas a mi cuerpo como si mostrara un poco más de lo oculto de mi alma, era tan divertido. —¿Se considera alguien agresivo?- un deje de falsa preocupación salió con una mueca de susto abriendo los ojos como platos seguida de una típica sonrisa y alzando la mano a los perros falderos detuve su andar. Por mí misma convencería su testarudez ‘’No hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista’’ en mi caso ese cien y esos años sólo serían segundos.

Con confianza enderecé mi cuerpo y comencé a caminar por el mármol pulido del suelo haciendo sonar los tacos de los zapatos femeninos color negro. Bajando las escaleras mi cuerpo se tensaba con emoción que conocía a la perfección. Acercándome a él era notorio la diferencia de estatura, aunque no era demasiada para sentirme intimidada. Justo a su frente sus facciones fueron apreciadas con detalle. Con los ojos puestos en él sin poder concentrar la vista en otra cosa más llevé un dedo a sus labios para evitar que siguiera parloteando, mencionando palabras que para mí jamás tendrían sentido pues ya me había encaprichado con su persona. Sellé sus boca con aquel gesto y susurré de manera cerca casi violando su espacio personal, el aire que respiraba —Puedo decirle convenidamente que aquí encontrará la cura y sino puede que algo más… se lo prometo- retiré el dedo del sitio que con propiedad había reclamado como mío y sonreí con los ojos encendidos los cuales apagué devolviéndole el azul característico y señalé las puertas del sanatorio.

Girándome sin esperar más le di la espalda y comencé a regresar por el camino había recorrido minutos antes con aire a juegos y viéndole de reojo comenté —Acompáñeme- sugerí mientras de adentro un grito ajeno se ahogaba en los pasillos haciendo un tétrico momento sabiendo que la persuasión siempre había sido mi fuerte y aunque no tenía una terapia científica para su mal, el empirismo y lo primitivo siempre es la necesidad primaria a satisfacer una vez que despierta.

por **Taggart S. Crane** Vie Jun 20, 2014 10:04 pm

"(...) Después fue el silencio, más súbito, más grande y terrible que antes. El silencio preñado de misterio."

Las posibles soluciones a aquella incómoda situación se agolpaban en la mente de Noah y la sangre parecía dirigirse con prisa a sus manos que se empuñaban ligeramente por la molestia que sentía con todo aquél circo. Era obvio que de presentarse algo incómodo, iba a atacar, a responder, pero jamás a huir, eso no estaba dentro de sus opciones a la hora de un conflicto.

-¿Que qué tiene de malo? ¿Es en serio?- espetó con molestia y con el ceño fruncido. No comprendía como era que aquella mujer decía eso con tal dulzura mientras algo maligno parecía sobresalir de ella. Por absurdo que se pensara, era como si se tratase de algún aura o una de esas cosas raras en las que creen quienes suelen hacerse leer la mano y creer que las casas y la gente disponen de energías buenas o malas. Para el ex militar sólo existía el bien y el mal y distaba bastante de la idea de seres sobrenaturales caminando por la tierra como si fueran humanos. Negó para sí mismo y se deshizo de lo que consideraba una ridícula idea –Quizás usted crea que no es tan malo como parece. Pero no estoy dispuesto a averiguarlo.- “Está demente” completó la frase en su mente. Si antes él había contemplado la posibilidad de recluirse durante un tiempo allí, esas ideas habían sido por completo suprimidas. Ahora sólo quería irse en paz de aquél lugar, la sola idea de estar encerrado dentro de ese espantoso edificio realmente lo aterraba más que sus propias pesadillas de guerra… El sanatorio mental en el que se encontraban, era un edificio gris de tres plantas medio en ruinas que lindaba con un patio cercado cubierto de rosales y lilas resecos. Las ventanas eran demasiado altas y estaban todas llenas de barrotes oxidados. Definitivamente no quería estar ahí, estaba más que seguro e incluso toda aquella situación sólo le provocaba ganas de buscar calor y tranquilidad.

Una sonrisa se le dibujó en los labios a causa de la nueva pregunta de la desconocida pero estaba lejos de ser por alegría –Creo que usted y yo llamamos distinto a todas las cosas. Sólo le puedo asegurar algo, no voy a entrar. Si soy agresivo o no es lo de menos, pero créame, hay cosas que es mejor no descubrir- sus palabras podrían ser una sentencia a sí mismo, algo que recordaría luego si es que la rubia tenía más artimañas que sacar a relucir, más allá de los hombres a los que clara y fácilmente mandaba como si fueran apenas un par de títeres. Eso también era extraño, una cosa es la obediencia y otra es parecer un completo estúpido que no piensa ni por un segundo en lo que se le ordena. Ellos parecían actuar con apenas una señal mínima de ella, tal como si no pudieran negarse porque sus mentes estaban en blanco y tan sólo prestas a la más mínima orden, como los perros de caza. Todo se veía mal, Noah sabía que era muy diferente de las personas que se encontraban allí adentro. Los gritos lo confirmaban. La razón le recordaba que haber salido de casa había sido una muy mala idea.

Por un momento pareció reinar el silencio y el viento se sintió más fuerte. El eco del lugar que se notaba muy antiguo se estremecía con cada sacudida como las hojas secas de ese jardín de aspecto abandonado y en pocos minutos se acompañó de unos pasos en tacones femeninos. A pesar que ella avanzó, ninguna de sus marionetas se movió en absoluto, ella avanzaba pese a la amenaza del ex militar y los hombres que la acompañaban solo permanecían ahí, de pie donde se habían quedado minutos antes como si fueran estatuas de mármol. Noah no se movió y la observó detenidamente, sin temor pero con curiosidad por ese ser tan extraño vestido de belleza femenina. Sus manos acallaron sus labios, sus palabras envolvieron al hombre y de nuevo frunció el ceño confundido. –No, sé bien que saldré más enfermo. No me niegue lo obvio- inquirió en un susurro al tenerla demasiado cerca, tanto que el perfume ajeno superó al ambiente a abandono y polen veraniego que se respiraba.

Pero todo lo extraño fue nada cuando a pesar de todo, Noah asintió y siguió los pasos de ella cuando le pidió que le siguiera. No habría sabido explicar motivos, lo cierto es que no quiso detenerse, algo lo movía, la mera curiosidad por el misterio que emanaba la mujer lo condenaba.

por **Denisse d'Auxerre** Mar Jul 01, 2014 8:54 pm

Los gritos daban una retorcida imagen de que allí adentro era una locura, claramente lo era pero, no me convenía que el humano se diera cuenta aunque con la mala racha y su aspecto analítico todo pintaba muy mal, debería de usar de mis encantos para enmarañar sus pensamientos y hacerlo caer en la trampa. Como buena cazadora proponía un terreno fácil de trabajar, un mundo paralelo donde sus frustraciones fuesen a vagar y quedase al desnudo su temple. Mi rostro se enfocaba en él y cada una de sus gesticulaciones ¿podría lanzármele encima? Me vi la ropa y negué, estaba fingiendo ser una galena tenía que simular aunque fuera un poco de respeto y comportamiento, cosa que desconocía cuando me encaprichaba con algo o alguien. Cerré los puños levantando levemente la bata que vestía ¿Era legal? Mi acoso, mis pensamientos, mis deseos retorcidos. No lo creo. Una sonrisa se dibujó en mi rostro y abracé mi cuerpo mordiendo mi labio inferior escuchándole hablar, sinceramente no me interesaba escuchar ninguna de sus palabras pues tenía en mente esos labios para otra cosa que definitivamente no era musitar palabras. Un soplido salió por mi boca y negué, era listo, debía de admitirlo.

—Depende del lado dónde usted vea las cosas podrá notar la maldad, Monsieur- traté de sonar fina con un deje de profesionalismo ¿se estaría creyendo este teatro? Yo me lo estaba pasando muy bien —Definitivamente yo tampoco entraría si fuese usted. La fachada deja mucho que desear, los oficiales de seguridad no son tan amables como se esperaría- señalé con los ojos a los peones de sangre —Pero le aseguro que la atención de mi persona a su padecimiento es y será muy diferente, no creo salga peor de lo que se encuentra, debería darme un voto de confianza, ¿no cree?- sonreí con los ojos engullidos en los ajenos tratando de persuadirlo con habilidad comenzando a notar la fluidez de mi energía salirme por los poros.

—Creo en los misterios, Monsieur, creo en el flujo del tiempo, el espacio y la luna. En la belleza de lo desconocido y la atracción por lo prohibido, los placeres que son escondidos bajo secretos- miré de reojo mi hombro, quizás me estaba señalando a mí misma con esas palabras espera a que él captara la indirecta y pudiera avanzar un paso más. Su lienzo en blanco era perfecto para ser escrito por mi tinta ponzoñosa. Al parecer desconocía todo al respecto sobre la existencia sobrenaturales. Mis otros juegos habían dado justo donde quería. La cercanía, aferrarme a sus ojos, el amaranto encendido hipnotizarle, había cavado su sepulcro en mis redes y había cogido el anzuelo, pobre de él, habría de complacerme hasta que me aburriese.

—¿Aún duda de sus pasos?- caminaba agitando las caderas haciendo el sonido típico de los tacones chocar en el suelo. Sin detener el paso murmuré esas palabras y los esclavos sabían lo que debían, había hecho esto tantas noches que trabajaban de manera automática y las puertas se cerraron dejando un sonido ronco que se abrió paso por el enorme pasillo de color blanco. —Pronto no sabrá ni qué sucedió, se lo prometo- profesé en vano por segunda vez enlenteciendo el paso para estar a su par. Mientras se hacía constante el recorrido como presos los reclusos mentales se asomaban por las puertas acolchadas viendo por la mohosa ventanilla quien se atrevía a hacer ruido y perturbar su paz. Unos golpeaban por salir dando gritos de terror y risas sin sentido. Balbuceaban cosas que no estaba segura porque iba desnudándome la escena en la cabeza de lo que haría con el hombre de prominentes brazos que llevaba a mi par.

—Listo- murmuré tranquila y miré sus ojos volviendo el carmesí a mí lo que cambió por el azul de inmediato y entrando me quedé ahí haciéndole una seña para que pasase. Una vez dentro el cubículo solo contaba con cuatro paredes blancas que estaban acolchadas, una lámpara en el centro y una silla donde el óxido se dejaba ver. Los brazos de la silla tenían una especie de correas de cuero para amarrar muñecas y sonreí dándole la espalda a lo que tomé asiento allí mismo donde el creería que era para él —Noah- dije en un susurro sin esperar que él entendiera de dónde había sacado su nombre —Bienvenido al recinto de la perdición- colocándome de pie finalmente podía desabotonar los botones de la bata blanca liberando parte de mi expuesta piel que con un traje negro se dejaba expuesta —Siéntese por favor. Vamos a iniciar la sesión.- mi voz se agudizó un poco más tanto así que pude susurrarle eso directo a sus sentidos delineando con un dedo su brazo esperando a que pasase.

por **Taggart S. Crane** Vie Jul 25, 2014 9:49 pm

"Sólo puedo repetirme que voy a volverme loco"

¿No había ido a dejar de ser? Cuando decidió encaminar sus pasos hacia el sanatorio mental, lo que tenía como objetivo era olvidar su pasado, la guerra y el coma que lo apartó de lo único que creía que permanecería a pesar de todo ¿Por qué entonces se negaba tanto al ofrecimiento de la mujer? La idea de una atractiva fémina como guía para su proceso mental no se le había cruzado jamás por la cabeza y ahora que la tenía en frente se negaba a la idea como si la maldad en ella fuese aún mayor que la belleza que poseía y difícilmente podía ser explicada. Por debajo de la bata se visualizaba un cuerpo armonioso, trabajado y con una proporcionalidad impresionante. La piel, a pesar de la poca luz, se le veía perfecta, inmaculada, sin ninguna muestra de cansancio, vejez o cualquiera que sea la inclinación a una imperfección humana. Parecía sacada de una historia extraña y esa misma perfección era la que hacía desconfiar a Noah.

Sopesó lo que respondería, la observó en cada gesto y caviló mirando a lado y lado a cada hombre de seguridad, esos que seguían de pie cual soldados a la espera de una orden. Tras un par de segundos retomó la mirada penetrante de la rubia. –Me lo asegura…- tomó aire pesadamente, miró al suelo negando para sí mismo y levantó el rostro de nuevo con el ceño y los labios fruncidos –Tal vez no pueda perder más de lo que he perdido. Pero tampoco puedo pedirle garantías de nada porque sé que no me las dará. Eso se nota a leguas-. Las palabras de la desconocida le retumbaron en la cabeza aunque no había respondido nada. Ese “No creo que salga peor de lo que se encuentra” le hacía pensar al ex militar en su estado, en cómo lucía a terceros ojos y en como en apenas unos minutos alguien deducía algo como eso -¿Cómo sabe que venía a este lugar? No sé cómo supone que estoy mal, podría haber llegado aquí por un motivo diferente ¿No cree?- cuestionó con deseos de acercarse más y encararla, probar esa seducción que creía que ella ejercía de un modo poco convencional y así lo hizo. Avanzó dos pasos, seguros y firmes y sin retirar sus ojos de los ajenos. –Soy un incrédulo. Sólo creo en lo que veo, en lo que toco y no en otra cosa. Creo más en la muerte que en la vida y en que los placeres me han salido caros y ajenos. Eso es todo- respondió con sequedad aunque sincero mirándola desde arriba, desde el par de centímetros que le llevaba a la entaconada figura femenina que tenía en frente.

La siguió cuando avanzó, le observó las caderas que se movían al compás del sonido de sus zapatos. La analizó con la mirada y se sintió estúpido por un momento ¿Qué clase de hombre era? Hace casi dos años que no tocaba a una mujer y ahora que tenía una enfrente se comportaba como… claro, las leyes las tenía escritas en la memoria y el comportamiento intachable ya se había apoderado de él como resultado de tanta disciplina. ¿Pero no lo había llevado todo eso casi al borde de la muerte? Las ideas no dejaban de ir y venir y la culpable de todo era ella. –Dudo de los míos y desconfío de los suyos- masculló sin dejar de caminar tras ella y no se atrevió a mirar atrás cuando el sonido de la puerta del sanatorio se cerró como si emitiera su juicio para él. Se mantuvo en silencio, el ruido que se acrecentaba era mayor de lo que él pudiera decir. Los desquiciados asomaban sus rostros maltratados y desfigurados en muecas que espantarían al más valiente, gritaban como si el lamento les quemara las entrañas y el sonido al rasguñar las puertas y barrotes daban la impresión de ser uñas deshaciéndose en el intento de escapar. –Quiero recordarlo todo…- le susurró cuando ella se puso a su par, sin dejar ese gesto de ceño fruncido que sólo denotaba el enfrentar a su suerte de nuevo, aunque siendo esta vez mucho más consciente de ello.

Con todo asumido, ingresó a esa habitación típica de sanatorio, con paredes blancas que invitan a los dementes a imaginar temores y anhelos y plasmarlos como lápices invisibles sobre el acolchado que devoraba la libertad. La silla en el medio servía para potenciar esa sensación y las correas bien ubicadas y adheridas amenazaban con ser el peor de los castigos. Sin embargo cuando ella se posicionó allí todo pareció diferente, adquirió un matiz más macabro pero atractivo y la duda se apoderó de él mucho más que antes ¿Qué era lo que planeaba? ¿Lo volvería realmente loco?

Tardó un minuto en notar que lo había llamado por su nombre porque las ideas en su mente se iban sucediendo en un orden enfermizo. -¿Cómo…?- el resto de la pregunta se le quedó en los labios. La observó ponerse cómoda y el vestido negro poco apropiado para un lugar así le robó la atención. Le miró las clavículas y no se atrevió a mirar más. Buscó de nuevo la mirada de la rubia y no se movió cuando sus dedos le rozaron el brazo por encima de la ropa. En silencio caminó a la silla y sin intensiones de dejarse atar se quedó sencillamente observándola, mostrándose disponible a sus ideas en una clara muestra de la curiosidad y atención que enfermizamente le había robado ella. -Algo me hace pensar que finalmente podría volverme loco, que usted podría ser quien me vuelva realmente loco-.

por **Denisse d'Auxerre** Dom Ago 03, 2014 12:34 am

Su respiración tranquila era definitivamente un deleite, no puede evitar imaginarme esos pulmones queriendo explotar al realizar actividades que demandaran mayor oxígeno. Apreté mis labios en una mueca malcriada sin querer ocultarla, mis pensamientos creo, serían siempre me peor enemigo. Quería saber qué estaba pensando de mí porque no me daba ninguna pista de lo que internamente sentía, obviamente en las afueras de este sanatorio mental, nadie estaría exento de ser cuerdo, la noche misma parecía de locura y éste, éste solo era el escenario. Cerré los ojos percibiendo su energía, sus latidos se mantenían a frecuencia regular, había hecho esto un sinfín de noches y sólo había conocido a un humano capaz de mantener la calma a mis insinuaciones y este humano de espalda ancha pasaba a mi lista de cosas por querer, ya sea para un rato o para otra noche más, sería él mismo quien me diría que haría mis manos contra las suyas, si moverse o seguir sin respetar alguna de sus inquebrantables leyes escritas en un pedestal. Las reglas si no se rompen, no se viven, ¿qué clase de humano era? Tenía que tropezarse para aprender a caer y yo con seguridad sería la piedra de su traspié.

Aunque tenía la sed porque descubriera mi verdadera naturaleza, lo mantendría oculto tanto él quisiera, no me gusta esconder mis deseos pero con él, debido a su complicada condición mental, lo llevaría a los extremos de ser incapaz de distinguir de lo verdadero lo irreal. Eso quería para el humano con rasgos hermosos y brazos de acero. Tan perdido y perverso, solo era aún más deseable. Era notorio la desconfianza que mi presencia le infundía, era más que claro, ni yo misma me tendría fe pero pensaba que ese hombre dentro de toda esa atractiva inteligencia tendría que tener algo visceral, porque si no lo consideraría una especie diferente, después de todo era é quien respiraba, que su corazón bombeaba, tenía que tener un poco de esa naturaleza primitiva dentro, oculta en algún sitio esperando ser desencadenada para actuar sin temor a reprimendas. —Todo ha sido una suposición, supongo que su enfermedad ahora está confirmada con esa respuesta que ha dado. El horario de visita finaliza al alba y la historia que venía de paseo y se extravió no concuerda con usted, ¿o me equivoco? Estoy casi segura que viene porque esa paranoia no lo deja en paz y quiere deshacerse de ella- sonreí de manera acertada enfocando mi atención a su cuerpo.

—Debería de comenzar a creer también en lo que no se ve - dije rápidamente contrarrestando sus palabras, aquel pasillo parecía no acabar —Aunque claro, lo único seguro que se tiene es la muerte pero tengo la convicción que no es el fin, siempre han maneras de existir para siempre, se sorprendería los fines que se le dan a la inmortalidad- marqué con suma perfección el francés en la última palabra, a ese paso él debería de estarse cuestionando si yo no era una paciente más de este plantel porque como futura solución a su problema no lo sería —Me gusta que no sea confiado pero creo que va a tener que romper su rígido código y darme el beneficio de la duda porque si no quedará más confundido de como ha venido esta noche- el olor a olvidado se hizo vecino justo cuando la puerta fue abierta tras aquellas paredes blancas, sonreí ampliamente, estaba a punto de mostrarle a ese hombre que toda la raíz de sus problemas era porque tenía a meditar más las cosas, ¿dónde estaba su sentido común? ¿sus primitivos orígenes? Esa última era la que me interesaba que recuperara.

—Noah- espeté a su interrogante de ‘’cómo’’ quería que supiera que su nombre bajo mis labios sonaba mejor y ni qué de otras posibles opciones al mencionarlo. —Tome asiento- volví a repetir notando su quietud posterior a la curiosidad que tenía por la silla o mis alocados métodos sacados de no sé dónde a lo que deslicé mis pies por el piso llegando justo a su espalda y rodeé con mis manos su cuerpo sin abrazarlo, sólo con la confianza suficiente para llegar hasta los botones de su chaqueta —No hace falta, por favor retírela- una mano se fue de nuevo a su espalda y delineó la misma justo por el recorrido de la costura —Me dijo que no creía en los placeres… ¿Quién era usted hace un tiempo? ¿Por qué trata de ocultar su verdadero yo tras esa seriedad?- una mano se coló hasta la suya y le hice girar llevando la misma hasta la parte más delgada de mi cintura —Creo que sus mismas reglas le han traído hasta aquí, ahora trataré de recuperar una parte de la estoy segura que aún existe pero teme dejar salir- mis ojos se fundieron con los suyos , necesitaba verlo reaccionar, sino todo comenzaría a alcanzar niveles mayores y seguramente terminaría mostrándole lo que quería ocultar. ¿Cuánto más se iba a negar?

por **Taggart S. Crane** Dom Ago 24, 2014 12:37 am

"Bien sabemos que tras todo este suplicio, hay un hombre"

Lo que estaba viviendo Noah para ese momento distaba mucho de sus pesadillas y recuerdos de guerra. Era todo lo opuesto aunque no por eso menos enfermo. ¿Eran todos los médicos como ella? Era increíble pensar que tras un lugar tan maltrecho hubiese ese tipo de encargados. La mujer rayaba en lo dominante, en lo seductor, en todo lo opuesto al sanatorio de tan pésimo aspecto. Todo era poco confiable. Pero el ex militar tenía claro que el cerebro humano es tan confiable como un juego de Póker. La mayoría de las veces te está engañando. ¿No le pasaba eso mismo ahora que ya estaba lejos de la muerte y del combate? ¿Por qué su mente seguía insistiendo en algo que ya no estaba en su diario vivir? Ya sabía que las respuestas no las encontraría allí y tampoco la cura. De nuevo elegía mal.

-¿Me llama enfermo con apenas verme?- cuestionó –No mencioné que viniera de visita o de paseo. Bien podría ser otra cosa- murmuró viéndola a los ojos con duda. En la mitad de su frase se notaba la especulación, pero la otra mitad era tan real que sintió a su cerebro colapsar al buscarle lógica a todo lo que estaba viviendo. Eso sí, no admitiría nada en esas circunstancias y menos dada la enorme incógnita que había sobre ella y su actitud tan extraña considerando el lugar. Él era un paranoico, quizás tenía razón en eso, pero lo suyo era más un tema de pesadillas y muy seguramente de traumas mezcla y resultado de sus batallas, de haber perdido a su mejor amigo en la guerra, de haber quedado en coma durante dos años y por lo que quien iba a ser su esposa renunció a lo que había prometido. Su idea de París como nuevo rumbo había sido prometedora, pero no estaba dando resultados. Pronto terminaría haciéndosele costumbre.

Noah rió por lo bajo cuando ella mencionó la inmortalidad –¿Habla en serio? He sobrevivido a cosas terribles, pero aun así la idea de la inmortalidad me parece descabellada.- “¿Eso les dice a sus pacientes?” se preguntó él. Era obvio que ella buscaba que cualquiera perdiera la cabeza, no había otra explicación. No encajaba allí de ningún modo, ningún médico encargado de algo como eso tocaría un tema así. Si él creyera en eso, lo dejarían encerrado, pero ¿Y ella? –Dudas para usted tengo bastantes, créame- le respondió de inmediato y desvió la mirada de la ajena como si ella fuera a reprocharle el sarcasmo.

Pero si todo afuera era confuso, en la habitación de paredes blandas era todavía peor. ¿Cómo era que sabía su nombre? -¿Acaso me conoce de algún lugar y yo no la recuerdo?- quiso pensar siguiendo el hilo lógico de sus ideas que se obligaban a mantenerse firmes aunque con dificultad. Ya a ese punto era obvio que él no estaba loco, sencillamente se hallaba perturbado. Caminó hacia la silla apenas unos pasos con la intensión de obedecerla para saber hacia donde quería llevarlo y, poco antes de sentarse, el hombre se detuvo en seco como si lo pensara mejor. Ella en cambio pareció acariciarlo o tantear lo que había bajo la ropa. El ex militar se estremeció ante el sutil tacto femenino pero se mantuvo firme. Sin cuestionar y siguiéndola con la mirada se retiró la chaqueta y la puso sobre uno de los laterales de la silla, justo en donde estaba una de las correas. –Lo que ve ahora es lo que siempre he sido. Pero los placeres me son esquivos, como bien le he dicho…- iba a continuar pero el hecho que ella le guiara la mano hacia su delgada cintura lo dejaba aún más confundido que antes y le cortó las palabras por un minuto –Usted no pertenece a este lugar- afirmó de pronto y la haló hacia él por la cintura, creyendo que tenía el control de la situación al revelar algo como eso –Por eso quiero saber muy bien que es lo que pretende al haberme traído aquí- le dijo bajo pero muy firme, apenas para que solamente ella escuchara sus palabras.

Él no quería ceder a su imaginación, de hecho no la miraba demasiado porque sabía que ni siquiera estaba vestida para trabajar en un lugar como ese y no quería caer a sus antojos por el mero instinto que esta le provocara. La mujer mentía, pero nada encajaba del todo ¿Por qué los hombres le obedecían si ella no trabajaba allí? bien podrían ser cómplices de la rubia de mirada provocadora y eso no respondía nada. Sin embargo el acceso de ella a cualquier puerta lo hacía dudar de su teoría. Aún así y con todo y eso, no le daría lugar a que dudara de su teoría, la afirmación ya estaba hecha, cada uno jugaba sus cartas a su manera.

por **Denisse d'Auxerre** Vie Sep 05, 2014 11:01 pm

Como treta sucia me había prometido terminar lo que había comenzado con el humano de espalda ancha, de actitud intachable, de seriedad coqueta. Cerré los ojos imaginándome un enorme vacío alrededor del hombre. Quería verlo enloquecido, no fuera de sí, simplemente que fuese algo más emocional. Hoy me sentía como niña buena, en otras circunstancias hubiese cerrado su boca a punta de besos y obligado a profanarse, una enferma trasgresión mezclada con placer, estaba enfrascada en hacerlo sentir porque me traía demasiada similitud con la piedra que tenía como hermano. Sonreí viéndolo de reojo mientras contestaba mis extrañas aseveraciones, no se daba cuenta que no tenía ni idea de lo que decía, sólo quería una cosa y en esa no se incluían las palabras. —Jamás he dicho nada. Es usted mismo el que se condena mientras habla. ¿Entiende? Es como una especie de barrera que pone para los demás y evitar ser tocado. ¿Cuál es su consuelo?- mordí mi dedo meñique acomodándome con la otra mano el cabello, sólo para no verme tan vulgar —No dudo en su capacidad de orientación pero créame en este infierno no cualquiera viene por ‘’otra cosa’’-repetí con su mismo tono solo para no sonar tan hueca.

Un grito de ahogo se dejó oír en el pasillo, creo que no era la única que se divertía terminando de acomodar la nada que había en aquellas cuatro paredes. La luz que era baja le daba una especie más de terror pero aun así él era incapaz de sentir temor aunque sí se miraba plenamente confundido. —Creo que no se puede decir que lo que no se ve no existe, Noah. El aire es invisible a nuestros ojos pero existe. La idea de la inmortalidad no está tan lejos de usted y mucho menos de mí. Puede ser invencible a su manera. Sus manos…- susurré con el suficiente tono `para que él escuchara —Están manchadas con algo más que polvo- entrecerré los ojos mientras él analizaba la silla como si esta tuviera alguna ciencia más que cuatro patas y un respaldar por supuesto sin olvidar los sujetadores de muñecas y tobillos que eran un bono extra al bizarro mundo de la psicología experimental y sus intentos por restituir la cordura a la que nunca nadie será capaz de llegar.

—Yo no solo veo a un hombre aturdido por un pasado- mis pasos sonaron huecos mientras me iba acercando a su cuerpo y no fue así hasta que mis manos se colaron por sus ropas quitándole la chaqueta haciendo más ligera la carga para él. —Puedo ser producto de su imaginación, Noah ¿cómo está seguro que soy real?- alcé la ceja mientras su mano ancha tomaba de mi cintura y no pude levantar la vista a sus ojos no sin antes darle un rápido recorrido a su bien esculpido tórax cuando fueron dos pasos los que recortaron un poco más la lejanía, definitivamente todo era mejor desde ese ángulo —¿Cree usted que yo soy una de esas cicatrices que puede hacerse en un determinado sitio y olvidarse sin ser capaz de recordar?- negué con diversión —No lo creo- relamí mis labios como acto-reflejo y llevé un dedo a su rostro hasta delinear malcriadamente sus labios inclinándome un poco hacia estos sin siquiera besarlos, solo quería ver si podía acelerar su pulso tejiendo una telaraña de maldad contra él. —Todo el mundo tiene un punto de quiebre y aunque los precios sean caros de pagar sé que tarde o temprano se termina pagando- ladeé el rostro para evitar que aquello se diera y tiré un poco de peso contra él para hacer que se sentara en la silla.

—No pertenezco ni al aquí, ni al ahora. Puedo ser o no ser. Estar o desaparecer- quedé justo a su frente —¿Qué es lo que usted prefiere?- di un paso hacia adelante —No se trata de lo que yo pretenda, se trata de lo que se me ocurra, jamás tengo planeado nada- murmuré con confianza asegurándome que no fuese a huir de la silla por creerme loca, quería depositar en él la duda de la naturaleza de mis oscuros deseos. Terminé de quedar en medio de sus dos piernas y mis manos se apoyaron en los brazos de la silla quedando cara a cara, yéndome hasta su oído susurré —¿Qué es lo que usted desea?- sonreí traviesa y choqué la nariz contra su mejilla viéndole de reojo —¿Promete que no enloquecerá si le muestro un secreto?- deposité un beso en su mandíbula con dirección peligrosa a su yugular, solo esperaba que permaneciera calmado o sino mis colmillos podrían rozar su piel.

por **Taggart S. Crane** Jue Sep 18, 2014 11:04 am

"Me volví loco, con largos intervalos de horrible cordura."

¿Por qué no detenía todo y sencillamente se largaba de ese lugar de una vez por todas? En el fondo creía poder hacerlo, era un hombre fuerte y además armado. No tenía antecedentes ni problemas legales ¿Qué podría detenerlo allí realmente? Por ahora, la rubia de atractiva apariencia parecía ser quien lo mantuviera aferrado al lugar, como si ella misma fuera un agradable pero peligroso imán que hacía lo que le viniera en gana.

-No, no, no- negó rápidamente e incluso sonrió como si todo se tratara de una locura –Sé bien lo que usted ha dicho y si así es como consigue pacientes, confundiéndolos, se ha equivocado de persona, no perdamos tiempo- ya empezaba a molestarse, el juego se tornaba más que divertido, enfermizo.

-De nuevo cambia mis palabras a su acomodo. Lo mejor es que deje su juego, que no intente hacerme creer en la idea de la inmortalidad porque no existe, eso no tiene lógica y si usted es realmente médico encargado de estos temas debería tenerlo claro- la mirada de Noah ya permanecía bajo un ceño fruncido que empezaba a perder la atracción inicial para sentir que lo que planeaba ella para él, podría llegar a ser mucho peor de lo que pudiera imaginar incluso en la guerra. Sin embargo ella mencionó algo que logró que el ex militar tejiera otra teoría más en su mente, aunque equivocada. –Sí, están manchadas de sangre. ¿Es espía acaso? Pues sigue perdiendo tiempo, estoy retirado y no voy a dar ninguna información, ni porque me torture- automáticamente sintió deseos de tomar el arma y amenazar para salir, pero se detuvo un momento, nada estaba confirmado aunque parecía apuntar a eso.

-Porque sé distinguir bien la realidad, demasiado bien para mi gusto- bufó. Si bien tenía pesadillas referentes a la guerra, siempre supo que eran sólo eso, pesadillas. Noah no alucinaba, no podían confundirlo también con eso. Pese a todo la mantuvo sujeta por la cintura, mirándola desde arriba, pretendiendo dejar en claro que no era ningún idiota y que no iba a dejarse confundir tan fácilmente -Creo más bien que es una paciente que juega a ser doctora. Pero tiene razón en algo, no podría olvidar algo así, uno no se encuentra con mujeres como usted todos los días- el hombre daba la vuelta a la teoría ajena, ahora era él quien la trataba como si la loca fuera ella y vaya que encajaba en el perfil, pero ¿Quién demonios era aquella extraña mujer en realidad? Por momentos parecía confundirlo y en otros, seducirlo, como en ese preciso momento que le recorrió los labios con los dedos y se empinó acortando aún más la distancia. Noah se mantuvo firme, sin retirarle la mirada como quien espera un próximo movimiento y se prepara para él. Ella no era de fiar.

Cuando ella empujó su peso contra él, se dejó llevar y se sentó en la silla. A pesar de todo seguía curioso del extraño comportamiento ajeno y por eso mismo no dejaba de mirarla. Se cruzó de brazos, la escuchó sabiendo que divagaba y rió por lo bajo, negando al tiempo con la cabeza -¿Ah no? Pensé que planeaba enloquecerme y casi lo logra- mencionó dándole a entender que estaba en uno de sus momentos más racionales y, por extraño que pareciera, en medio del ambiente de locura la mujer había logrado que él pensara en otra cosa distinta a lo que solía atormentarle, incluso casi lograba que volviera a ser el de siempre, el de antes del coma. Pero por supuesto que ninguno de los dos había planeado algo como aquello. Mucho menos la mujer.

Él le permitió quedarse entre sus piernas e inclinarse y permaneció inamovible por más que se sintiera de algún modo atraído -¿Qué quiere, mujer? No podrá enloquecerme, pero creo que lo que intenta es otra cosa. Vaya directo al grano, no me gustan los juegos- finalizó buscándole la mirada y retirando apenas el cuello de la boca ajena. Él era un hombre al que no le gustaban los rodeos y quien jamás tomaba decisiones en circunstancias como esas. Se sentía tentado en el fondo por la extraña rubia, pero todo lo hacía tan difícil ella que él se mantenía más y más firme.

por **Denisse d'Auxerre** Dom Nov 02, 2014 9:09 am

Mi sonrisa no podía ser más amplia hasta me atrevía a decir que era exagerada. El humano que tenía frente a mis ojos era una gema que parecía cubierta de mucho lodo, estaba dispuesta a pulirlo hasta encontrar su brillo o por lo menos destello del mismo. – Vamos Noah, dame ese gusto – musité para mí sin dejar de verlo porque sus ojos lejos de cualquier locura me llamaban a eso, a volverlo irracional. Definitivamente que sí tenía una percepción tan errada de lo que era él y yo pero no importaba, cuando tus instintos buscan diversión la cordura pasa a un segundo plano inexplicable y sin importancia. Lo único necesitaba es que un poco de lo que quería ser saliera de él. Me gustaba sacar esa parte instintiva en cada una de mis víctimas. Las normas y las leyes no sirven si de vez en cuando se rompen. La corrupción nace en nuestras venas siendo ángeles o demonios compartimos la misma realidad. Mis manos dieron unos cuantos toques a la tela que cubría la piel del humano y sentí su calidez desde esa estructura que me hizo soltar un chillido. Intentaba parecer cuerda lo cual él lo interpretaba por el contrario.

—Usted responde sólo a lo que desea. No lo veo justo. He tratado de ser lo más explícita posible y cuando quiero respuestas da lo que se le ocurre, no lo que cuestiono— hablé de forma tranquila pues él estaba perdiendo los estribos. Tampoco estaba exaltado pero no era el mismo Noah tranquilo que parecía inquebrantable cosa que me llamaba aún más la atención y mucho menos ahora iba a dejarlo. Me tenía completamente fascinada. Juego o no, lo quería para mí. — No crea que busco volverlo loco, tampoco es necesario que se sienta atacado. ¿Es que estoy rompiendo su coraza, Noah?— le miré con los ojos hechos fuego de la emoción y la enferma sonrisa de unos minutos atrás —Verá… Entiendo que sus convicciones sean más fuertes que sus experiencias pero no por ello debe dejar de creerlas. Como le dije antes y le recalco ahora. Nadie está seguro de lo que verdaderamente existe. Nuestros ojos solo ven lo que nuestra cabeza les dice que vea y claro lo interpretamos como bueno. — apreté el agarre a su brazo, solo para recordarle que estaba allí y que no debía de ausentarse tanto en esa pequeña cabecita — Las coincidencias no existen. Usted está aquí por algo— concluí dándole un poco de espacio.

Lo siguiente que dijo llevó el desvarío aún más extremo —¿Espía? — negué viendo sus manos las cuales tomé entre las mías. La diferencia de tamaño era abismal por lo que me emocioné. —Sangre. Sangre culpable, sangre inocente — alcé la ceja —Jugamos a ser dios — solté un poco de aire llevando las mismas hasta mi cuello para que sintiera el frío de mi piel e inclinada de esa forma contra el respaldar de la silla miré sus facciones con detenimiento. Unas que me había aprendido a la `perfección porque no lo dejaría en paz, de eso estaba segura. – Se lo prometo Sir Levine – recité en mi cabeza porque si no lo haría contra sus labios. —Nadie es tan coherente en este lugar. Puedo ser o no ser. ¿Cree que estoy loca? Jamás he dicho que no lo estoy ni que usted lo está. Me malinterpreta— ajusté con fuerza el agarre de sus muñecas que estaban contra mi cuello y así le ayudé a que lentamente las bajara poco a poco por mi cuerpo hasta llegar a la cintura. Qué maldita era.

Y fue cuando me acerqué a su cuello pero él claramente presintió la maldad de mis acciones por lo que se alejó pero yo no lo haría. Me había contenido demasiado. Observando sus ojos oscuros e guiñé un ojo y besé su mejilla tal cual impulso me lo dictaba —¿Por qué no responde a lo que le pregunto? ¿Desea si o no que le muestre un secreto?— me sentí como esas madres que chantajean a sus hijos, claro, él no era un niño y yo tampoco una madre. — Porque aún no lo quiera Noah, lo haré— susurré en voz baja notando el color del labial rojo quedar marcada en su piel llenándose mis dedos detrás de su cabeza para acariciarle con suavidad como para tranquilizarlo. Y lo siguiente que hice fue una mala jugada de mi parte. Sentándome encima suyo con confianza extendí mis piernas a ambos lados y deslicé mi nariz por sus mejillas bajando a su cuello nuevamente mientras el consuelo de mis dedos seguía en su cabello. Depositando un beso en su yugular izquierda aspiré un poco su aroma y mis labios temblaron al pulso de esa estructura. Con una sonrisa malévola abrí la boca lentamente y como si de anestesia se tratara lamí la zona haciendo el agarré más fuerte cuando sin dar aviso mordí su cuello enterrando todo los colmillos en su piel.

Sabía el poder de éxtasis que tenía la mordida en los humanos. Era dolorosa y ponzoñosa pero aun así sacaba lo peor de cualquiera sintiendo placer por lo que tenía en cuenta que no se iba a resistir. Mis manos de su dorso pasaron a estar enfrente y un gemido de mis labios salió casi incontenible. —¿Lo ve, Noah? — hablé a sus sentidos por telepatía —No soy de este ni del otro mundo pero me encanta lo que hago. Me va a recordar como la vampiresa que abusó de su educación. — sonreí —Como la diosa que confundió sus pensamientos. Como la mujer que hizo emocionar por su sangre. — desenclavé con cuidado los colmillos besando siempre el lugar donde se había perpetuado el asesinato.

Rápidamente miré sus ojos. Necesitaba captar su atención antes que me aventara lejos. Sonreí y acaricié su mejilla logrando que estar compenetrado a él para obligarlo a que siguiera mis órdenes en una especie de encantamiento. Por impulso besé su boca y lo obligué a ponerse de pie y vestirse con su chaqueta. Bajándome de encima suyo le miré hacerlo y con una mano me despedí indicándole que no recordaría mi rostro pero sí el dolor de la mordida y el hecho de cargar con un nuevo remordimiento que era la existencia de seres que se alimentan de sangre.

Los guardias esclavos de mi capricho aparecieron para ayudarlo a salir al no más respirar el aire fuera de este sanatorio volvería en sí con un enorme hueco en el fondo de sus pensamientos, una mancha de labial y quizás el recordatorio de quien había osado tocar su piel mientras yo me daría un tour más hasta que decidiera acosar nuevamente al humano de principios intachables.

por **Taggart S. Crane** Sáb Nov 08, 2014 10:21 pm

Si Noah hubiera sabido de la existencia de seres sobrenaturales, todo se habría sucedido de un modo muy distinto. Seguramente él llevaría un par de balas de plata por su manía con la precaución y tampoco hubiera seguido a una mujer capaz de manipular a dos hombres enormes que parecían guardaespaldas. Todo tendría un tinte diferente, su mente se centraría en asuntos distintos y podría dejar de pensar en la guerra. O quizás fuera peor para él. Cabía la posibilidad que sintiera que la guerra no sólo se daba en un campo de batalla para enfrentar a naciones, pueblos o partidos políticos, sino que también se mezclaba en el diario vivir tan sólo para alargar un poco más los días sobre la tierra que sobrepoblaban otros como si fueran plagas. Tal como era el caso de los vampiros.

–Aquí no podemos hablar de justicia, señorita. Es obvio que usted trasgrede los límites de la medicina y de su misma belleza. Que sea explicita en ciertos asuntos no implica que eso haga que yo le responda– Noah casi se sintió indignado por aquello. Ella jugaba con él y se declaraba la dueña de aquél juego sin que se pudiera siquiera cuestionar. Por otra parte ¿Rompía realmente su coraza? No, lo que le quebrantaba eran los nervios y la forma de razonar, pero su real coraza iba por otro lado. –No sabe nada de mis experiencias– musitó como única respuesta a una serie de hipótesis que la inmortal lanzaba como si lo apuñalara con cada una de ellas. –He tenido suficiente realidad como para buscar más. No voy a tocar el tema de la inmortalidad, como le dije, sigo creyendo que busca un motivo para declararme loco. No voy a quedarme aquí– declaró con la misma firmeza con la que la mujer le apretaba el brazo para reiterarle que aquello no era un mal sueño sino una extraña realidad. –Estoy aquí porque tomé el camino equivocado. Eso le pasa a todo el mundo– y era cierto, había ido al manicomio en un extraño arrebato que debió calmar de otra forma y por supuesto en otro lugar.

Las delgadas y pálidas manos de la mujer sujetaron las de Noah, negaron su teoría y buscaron confundirla en una suave y helada caricia. Él la miraba, incrédulo hasta de su sola presencia. Su mente era una contradicción y ninguna de las teorías en su mente encajaba con la otra. Estaba confundido, molesto consigo mismo por no sentir que razonaba bien y que se deshacía a sí mismo entre las manos de aquella desconocida. –No maté a nadie por gusto. Dejé de deducir cosas mujer, no voy a decirle que sí a sus suposiciones– aquello lo hizo sentir molesto. Él no quiso matar como lo hacía, no quería dejar a otros sin padres, hermanos, hijos o simplemente amigos que no volvían a casa luego de cada guerra. Ella logró atormentarlo de nuevo, con palabras sencillas lo confundía y sumía en sí mismo aún más.

–Ya lo noté…– murmuró haciendo referencia al tema de la coherencia que claramente no existía allí. Ella continuó rompiendo los límites de cualquier médico con el que cree será su paciente al besarle la mejilla y coquetear de cierto modo con él. –Respondo como mejor me parece– dijo ocultando un “Respondo como creo que podré salvarme”. –Estoy seguro que si alguien guarda secretos aquí, esa es usted– ¿Qué más tendría escondido? El ex militar la observó con la mirada serena pero con la duda plagada en todo su ser. ¿Qué era lo que iba a hacer? Lo presintió de algún modo cuando las manos ajenas acariciaron su cabello con una dulzura de la que él no la había creído capaz minutos antes. Se sentó sobre él y Noah permaneció inmóvil, mirándola casi sin parpadear. Estaba prácticamente a horcajadas, sus piernas firmes se acomodaban al lado de las suyas. La nariz helada sobre la piel del ex militar le provocó un estremecimiento al que se quiso negar dadas las circunstancias aunque sus manos fueron a la cintura ajena de todas formas. Sintió sus labios en el cuello y se estremeció levemente de nuevo. Cuando lamió aquella zona, él cerró los ojos. Eso lo disfrutaba, por supuesto, era un hombre y tenía sobre sí a una mujer hermosa. Y cuando sintió la carne perforarse, presionó con fuerza su cintura. Dolía, pero de un modo masoquista también le gustaba. No se imaginaba que fuera un vampiro, sólo era una mujer de métodos extraños para todo, al parecer. Fue por eso que no se quejó, no habló, sólo se quedó ahí, presionándole las caderas y dándole vía libre a su sangre. Cuando ella gimió, fue aún peor. Había caído.

Una voz sonó en su mente. Él creyó que alucinaba y tampoco dijo nada por eso. Los colmillos se retiraron de su carne y se encontró con los ojos ajenos que lucían más pasionales que antes. Le respondió al beso como un idiota confundido pero conforme y luego, de la nada, se encontraba ahí, parado en medio de una habitación de manicomio sólo, sin saber cómo había llegado allí y con dos hombres en la puerta que le preguntaban exactamente lo mismo.

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