Intimo abrazo [Keyzey +18]

Las noches anteriores habían estado muy movidas no solo en el burdel, sino que para Keyzey también. Aunque a diferencia de sus compañeros él aún estaba aprendiendo de la profesión, así que pasaba más con cortesanas que con sus clientas. La jefa de Keyzey ya casi no le reprochaba si lo pillaba descansando, se estaba esforzando por aprender y ella sabía que había tenido que sufrir para aquello.

Dejo la barra llegando ya la media noche. Era temprano, pero no estaba muy animado. No pudo conseguir ningún cliente aquella noche y quienes solían enseñarle parecían estar muy ocupados atendiendo a sus propios clientes. Suspiro al notar que aquella noche tampoco había visto a Miselle. Le agradaba mucho estar con ella, era más una amiga normal de lo que podía llamar a sus maestras y a diferencia de con sus clientes podía ser el mismo estando con ella. También había algo más en ella, le provocaba no solo por su belleza, sino que le dejaba y le salía fácil tomar la iniciativa con ella. ¨Tal vez vaya a visitarla¨ Pensó para si mismo, aunque ella también le había tocado duro las últimas noches.

Paso primero por su habitación sin cursar la vista con sus compañeros. Sabía que algunos estaban algo envidiosos por las cortesanas que le tocaron como mentoras y prefería no provocar ningún alboroto. Llegó a su habitación y solo se quedo ahí para limpiarse un poco y sacarse la pereza. No le costó mucho puesto que la idea de ir a ver a su compañera lograba animarlo fácil.

Noto que aún era temprano y que podía estar descansando al igual que él, así que decidió esperar unas horas para ir con ella, cuando la actividad en el burdel bajara. Se aburrió más pronto de lo que pensó, pero aún así las horas habían pasado mientras leía un libro y decidió salir de la habitación,  vistiendo casual, a pesar de ser alguien que venía de la clase alta no le gustaba arreglarse mucho.

Caminó entre los pasillos sin encontrarse con nadie conocido, tampoco su jefa andaba dando vueltas reprochando al resto como era lo usual, lo cual agradeció en cierto modo pues no sabía cuando podía regañarle por cualquier cosa, especialmente un día que no había conseguido nada y encima sin haberlo intentado mucho.

Suspiró caminando por el pasillo cuando se dirigía a la puerta de Miselle y algo despistado no logra verla cuando esta le choca. La joven comenzó a disculparse de inmediato, pero Keyzey no pudo hacer más que sonreír al verla. Incluso en su bata blanca se le hacía llamativa, ese nerviosismo en ella a veces se veía reflejado él mismo. Negó con la cabeza cuando terminó de hablar, quedándose a centímetros de ella. – Tranquila, Miselle. No ocurre nada – Contestó con una calma poco usual en él, sobre todo con una mujer como la que tenía en frente. – De hecho, venía a verte. Quería verte antes, pero pensé que quizás estabas ocupada. Espero no molestar, ahora – Volvió a decir mirando hacía su cuarto lo más disimuladamente posible. Por suerte no alcanzó a ver a nadie dentro, aquello habría sido quizás incomodo para ambos. – Espero que tengas un minuto, quería saber como has estado – Volvió a decir desde ahí. No era como solía ser con ella, normalmente se habría acercado más, pero con tantos compañeros cerca, aunque perezosos todos por la hora se le hacía algo incómodo y por esto tampoco se atrevió a preguntar si podía pasar a su cuarto.

Suspiró una vez en el cuarto de su amiga. Lo cierto es que el encuentro lo había desconcertado un poco puesto que no se lo había esperado de esa manera, pero sonrojada mientras ella hablaba provocaba una extraña mezcla de deseo y ternura en Keyzey. Era cierto también lo que decía, había sido algo frío con ella sin darse cuenta, mas no pudo evitar sonreír algo dulce cuando la cortesana se le acercó un paso. Comprendía lo que estaba buscando aún sin que se lo dijera. Los brazos de Keyzey se movieron casi en modo automático para rodear la cintura de ella y traerla hacía él, reduciendo la distancia que los separaba mientras se perdía en su mirada.

– No has hecho nada mal, tranquila – Dijo y sus labios se acercaron lento pero sin vacilar a los de la cortesana, dejando un suave beso en ellos. – Lo siento, es solo que no me esperaba encontrarte de ese modo, me alegra que estés mejor – Volvió a hablar luego del beso, tratando de disculparse por su falta de toque con ella. Entonces una mano lentamente recorrió desde su hombro hasta su mejilla en una suave caricia. – No tienes idea lo mucho que me agrada estar contigo – Dice acariciando su mejilla como si el tiempo con ella no fuese a acabar nunca.

Si tan solo la cortesana fuese su clienta frecuente, Keyzey definitivamente no tendría problemas en el trabajo con su jefa, pero tampoco se quejaba de que no fuera de aquel modo. Un deseo profundo y una calma tremenda se apoderaban de él cuando veía su rostro sonrojarse y su actitud sumisa hacía él le provocaba tomar el control sobre ella de una forma que nunca pudo imaginarse sino hasta conocerla. Era como su amante perfecta, compañera de trabajo y además una amiga con la que podía contar para todo. Sentía como si todo peso sobre sus hombros se esfumará, el tiempo se detuviera y no había nada más importante entonces que estar con ella. Tentarla, mimarla y más de alguna vez perderse en el deseo y la lujuria junto a ella.

La mano que estaba en su cintura se movió lentamente hasta una nalga de la joven, por encima de la poca ropa que andaba trayendo, más sabía que podía quedarse con ella toda la noche y el día si ambos querían, así que solo la atrajo un poco más hacía él, sonrojándose también un poco. – Es cierto, no todos los días son buenos. Menos cuando tú no estas conmigo – Dijo respondiendo a una de sus frases, mas no creyó necesario seguir hablando. El deseo comenzaba a apoderarse del joven, más estando ella y eso que solo habían estado unos días separados. Empero así era la cosa, ella lo tentaba a él y él a ella, mas cuando estaban en la privacidad de alguno de sus dos cuartos... Bueno, poco había para detenerlos.

No había forma sencilla de explicar como se sentía el joven cuando tenía a su compañera de trabajo cerca, mucho menos cuando la tenía entre sus brazos. El deseo siempre estaba con solo verla y sabía que la tenía disponible para lo que fuese. La abstención de probar sus labios el tiempo que estuvieron separados solo hacía que el deseo aumentase y ahora que podía embriagarse de aquella dulce miel solo aumentaba más el deseo por ella. Miselle lo sabía casi de memoria y no dudaba en hacerle desearla más. A veces se ponía a pensar hasta donde podía llegar aquella relación y las posibilidades no dejaban de abrumarle.

Vio como parte de su ropaje caía, revelando su piel desde su cintura hacía arriba. No pudo hacer más que morderse el labio. Ella sabía lo mucho que su cuerpo le prendía y no dudaba un segundo en hacrle desearla. Las palabras de la joven le hacían sentirse muy bien acogido, era casi como la hermana menor que nunca tuvo y la amante perfecta que nunca dudaba a la hora de entregarse y sabía muy bien como complacerle. El cuello del cortesano se alzo un poco al sentir el beso para entregarle más espacio y suspiro un poco casi a cada beso mientras notaba como su camisa poco a poco dejaba el pecho descubierto de Keyzey a Miselle.

Se estremeció casi por completo cuando sintió el mordisco en su lóbulo. El bulto de su entrepierna creció un poco más. Kezey nunca se había quejado de las heridas y castigos que recibía de su maestra, tampoco había pedido que le consolarán y también, sin haberlo pedido Miselle con sus besos y caricias se había convertido en el mejor remedio que podría pedir. Casi como una mezcla perfecta entre ciencia y pasión.

Ambos labios se encontraron una vez más con mucha intensidad en el beso. El joven ni si quiera pensó en hacerlo durar hasta que no pudiese más, mientras su lengua encontraba la de ella, se deleitaba con su sabor y a la vez jugaba intensamente con ella. Sus ojos se cerraron al primer contacto y se volvieron a abrir cuando terminó el beso. – No tienes que pedirlo, Miselle. No tienes idea de las ganas que tengo de hacerte mía una y otra vez – Respondió excitado después de dar un largo suspiro.

Sus manos dejaron de acariciarla y tomando su cintura con las dos, la levantó a céntimos del suelo y la depositó suavemente sobre su cama. Sus manos con delicadeza se encargaron de quitar el ropaje que aún la cubría y en pocos minutos ambos quedaron completamente desnudos. Se acostó entonces sobre ella, apoyándose con sus rodillas y ambas manos afirmando su bello rostro. Sonrió levemente mientras el deseo brillaba con intensidad en sus ojos y podía apreciar lo mismo en los ajenos. – No sabes las ganas que tengo de que sea así todas las noches, solos tu y yo sin que nada ni nadie más nos moleste – Le confesó mientras suaves besos iban de una mejilla a otra y luego a sus labios. Una mano entonces comenzó a bajar desde su mejilla hasta uno de sus pechos y con la delicadeza de un buen amante comenzó a acariciarlo, subiendo y bajando.

– ¿Cómo quieres que te haga mía esta noche, Miselle? – Le preguntó susurrándole al oído, el cuál luego lamió y se dispuso luego a chupar lentamente con sus labios su lóbulo. No había ya nada que le hiciera detenerse y sabía muy bien lo sumisa que se encontraba la cortesana bajo sus brazos. Le encantaba aquello, aunque curiosamente solo lo aplicara con ella; ser quien llevase la iniciativa y el dominante.[/color]