AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Presa fácil [Flashback]
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Presa fácil [Flashback]
Estar agotada cuando la luna se dejaba ver, tan solo significaba una cosa: acoplarse aquel vestido estrecho que tanto odiaba y ocultar las armas donde pudiera. Una fina daga adornaba el interior de su escote, y otra su muslo izquierdo. Al parecer aquella noche tendría que funcionar sin el revolver, y sabía exactamente como hacerlo. La caza vestida de aquellas maneras era irónicamente la más fácil de todas. Nadie la podía ver como a una amenaza, sino como a una presa fácil al alcance de cualquier vampiro novato. En otras circunstancias habría dejado aquel molesto vestido de lado y salido de caza cual animal famélico. Sin embargo, maldito fuera aquel día, no le habían dejado ni un minuto de paz. Así pues, aquella noche la caza tendría que ser rápida y simple.
Cerró la puerta de su hogar tras de si, y se internó en el bosque. El fango destrozó sus zapatos recién limpios. Masculló un juramento muy inapropiado para una dama como ella, y continuó su camino con el mal humor patente en su entrecejo fruncido.
Cual fue su sorpresa cuando un rastro de sangre se abrió paso frente a sus ojos.
Cerró la puerta de su hogar tras de si, y se internó en el bosque. El fango destrozó sus zapatos recién limpios. Masculló un juramento muy inapropiado para una dama como ella, y continuó su camino con el mal humor patente en su entrecejo fruncido.
Cual fue su sorpresa cuando un rastro de sangre se abrió paso frente a sus ojos.
-Demonios...-siseó intranquila.
Su padre se había asegurado de que aquel lugar alejado de la mano de Dios, no estuviera al alcance de los vampiros. Cualquiera de su calaña era lo bastante prudente como para no acercarse allí. Ningún vampiro deseaba ser mandado al infierno por un despiadado cazador. Y aquel despiadado cazador, por su puesto era su padre. No ella. Se le pasó por la cabeza la idea de que quizás había corrido la noticia de que su padre ya no se encontraba por esos lares. Aquella opción le pareció aterradora a la par que excitante.
Sin dejar de lado su objetivo principal, siguió el rastro de sangre con sigilo. Sus músculos se habían tensado, listos para saltar como un resorte. Y la adrenalina, comenzaba a deslizarse por su cuerpo, como una lenta culebra.
Entonces recordó que no estaba allí para perder la cabeza en el frenesí de la lucha. Lo de aquel día iba a ser algo simple. Así que se detuvo en el camino.
Comenzaba la función.
-¡Oh! ¡El líquido carmesí esta pintando el sendero! ¡Qué perdida y aterrada estoy! ¡Qué será de mi!-giró sobre su propio cuerpo, esperando que alguien surgiera de entre las sombras-¿Quién podría ayudar a esta muchacha en apuros?
Tropezó con una rama y se dejó caer sobre el fango en un desnudo quejido. Perfecto. Tonta, frágil y desamparada. No podía ser una mejor víctima. Sintió el frío acero entre sus pechos, y reprimió una sonrisa.
Última edición por Helida Darsian el Dom Dic 03, 2017 7:14 am, editado 1 vez
Helida Darsian- Cazador Clase Media
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Re: Presa fácil [Flashback]
Bajo la luz difusa y amarillenta de una luna menguante, agudicé mis sentidos y presté atención a los sonidos de París. Debía ser casi medianoche. Yo permanecía en la azotea, sentado en el borde de la cornisa, con la larga punta de mi gabardina negra agitándose contra el viento, contemplando, completamente alucinado, la ciudad que se extendía ante mis ojos. Era una noche gloriosa, sublime, absolutamente perfecta para salir a buscar un bocadillo. Me incorporé y empecé a andar.
Anduve en lo alto, saltando de un edificio a otro, hasta que llegué al borde de una terraza y allí me detuve para mirar abajo. Una distancia de más de veinte metros me separaba del pavimento. Y, justo abajo, un amplio y oscuro callejón. Fue entonces cuando ocurrió algo inesperado que captó mi atención. En lo más alejado de aquella negra callejuela, surgió una figura estilizada y esbelta de una mujer, enfundada en un vestido largo de colores brillantes. La observé maravillado por un largo rato. Los ojos llameantes en aquel rostro afilado resaltaban toda su inquietante hermosura. Aquella extraña tenía una mirada profunda, sin duda, y miraba a su alrededor con cierta expresión que despertó en mí el interés suficiente para presentarme ahí, frente a ella.
Con un solo y simple movimiento, ejecuté el salto mortal que me aproximó a ella, cayendo completamente de pie, sin tambalearme un poco. No obstante, no revelé mi presencia de inmediato. Permanecí oculto entre las sombras, impasible, curioso, estudiando con detenimiento el encanto de la criatura. Desde mi distancia, escuché perfectamente su respiración, y el latir de su corazón bombeando deliciosa sangre por todo su cuerpo. Mi sed se disparó incontrolablemente, y deseé como pocas veces en toda mi existencia, hincar mis colmillos en la tierna piel de la que era apenas una jovencita. Pero me controlé y en lugar de atacar de inmediato, salí a jugar un poco.
Dejé que la luz de la luna develara mi presencia, la cual debió sorprenderle, tanto por mi inesperada aparición, como por mi apariencia, como solía ocurrir con la mayoría de los mortales. Mi belleza inmortal era innegable, y podría haber pasado por un ángel o algún mensajero de Dios, de no ser porque mi rostro era de un tono blanco fantasmal, rodeando de pequeñas venas azules contraídas sobre la piel de mis sienes y mejillas, sin mencionar los afilados y maléficos colmillos que se escondían tras los labios, y que cuando sonreía me daban una apariencia absolutamente aterradora. Según el punto de vista de cada individuo, podía ser considerado como un hombre sumamente atractivo, o como la perfecta apariencia de la muerte.
—Tranquila, Madame, es solo sangre —le dije con la voz dolorosamente serena que estaba acostumbrado a utilizar—. Podría ser de algún animal herido. No puede ser tan terrible.
Desde mi metro con ochenta y siete la miré a los ojos, y una ráfaga de aire fresco golpeó mi rostro y movió mi cabello, largo, y tan negro como mis intenciones, cuando me acerqué para ofrecerle mi mano como apoyo para que se pusiera de pie.
Un silencio absoluto nos envolvió.
Anduve en lo alto, saltando de un edificio a otro, hasta que llegué al borde de una terraza y allí me detuve para mirar abajo. Una distancia de más de veinte metros me separaba del pavimento. Y, justo abajo, un amplio y oscuro callejón. Fue entonces cuando ocurrió algo inesperado que captó mi atención. En lo más alejado de aquella negra callejuela, surgió una figura estilizada y esbelta de una mujer, enfundada en un vestido largo de colores brillantes. La observé maravillado por un largo rato. Los ojos llameantes en aquel rostro afilado resaltaban toda su inquietante hermosura. Aquella extraña tenía una mirada profunda, sin duda, y miraba a su alrededor con cierta expresión que despertó en mí el interés suficiente para presentarme ahí, frente a ella.
Con un solo y simple movimiento, ejecuté el salto mortal que me aproximó a ella, cayendo completamente de pie, sin tambalearme un poco. No obstante, no revelé mi presencia de inmediato. Permanecí oculto entre las sombras, impasible, curioso, estudiando con detenimiento el encanto de la criatura. Desde mi distancia, escuché perfectamente su respiración, y el latir de su corazón bombeando deliciosa sangre por todo su cuerpo. Mi sed se disparó incontrolablemente, y deseé como pocas veces en toda mi existencia, hincar mis colmillos en la tierna piel de la que era apenas una jovencita. Pero me controlé y en lugar de atacar de inmediato, salí a jugar un poco.
Dejé que la luz de la luna develara mi presencia, la cual debió sorprenderle, tanto por mi inesperada aparición, como por mi apariencia, como solía ocurrir con la mayoría de los mortales. Mi belleza inmortal era innegable, y podría haber pasado por un ángel o algún mensajero de Dios, de no ser porque mi rostro era de un tono blanco fantasmal, rodeando de pequeñas venas azules contraídas sobre la piel de mis sienes y mejillas, sin mencionar los afilados y maléficos colmillos que se escondían tras los labios, y que cuando sonreía me daban una apariencia absolutamente aterradora. Según el punto de vista de cada individuo, podía ser considerado como un hombre sumamente atractivo, o como la perfecta apariencia de la muerte.
—Tranquila, Madame, es solo sangre —le dije con la voz dolorosamente serena que estaba acostumbrado a utilizar—. Podría ser de algún animal herido. No puede ser tan terrible.
Desde mi metro con ochenta y siete la miré a los ojos, y una ráfaga de aire fresco golpeó mi rostro y movió mi cabello, largo, y tan negro como mis intenciones, cuando me acerqué para ofrecerle mi mano como apoyo para que se pusiera de pie.
Un silencio absoluto nos envolvió.
Timeus/Ambrosia Graves- Vampiro Clase Media
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Re: Presa fácil [Flashback]
El descorazonado Lionel le había dicho una vez a Helida:
“Hija mía, si sois capaz de ver como vuestra presa se acerca, pero no escuchar como lo hace; corred. Porque estaréis confundida al creer que vos sois la cazadora”
Las palabras de su padre estallaron en su mente segundos después de reparar en su invitado. Los pasos y los movimientos de este se le hicieron inalcanzables al oído.
Contempló su figura desde el suelo; alta y grácil. Tan pálido como la Luna, y de ojos más fríos que cualquier mar del norte. Tenía la boca roja, roja y amplia, cual corte en el brazo. Todo en él le resultó afilado y letal, evocando la imagen a un corcel blanco y diabólico. Las dotes artísticas de Helida vencieron por unos segundos a las depredadoras, y la única urgencia que tuvo fue la de plasmar la imagen que contemplaba en un cuadro que algún día podría ofrecer a la muerte por una vida más larga.
“Pero seguro que el cuerpo desmembrado del vampiro resulta mucho más artístico”, sugirió otra voz en su cabeza.
Sin embargo, bien sabía su parte racional, que aquella partida estaba perdida. Lionel le había asegurado que tan solo estaba lista para los neófitos, los vampiros antiguos se encontraban a años luz de sus habilidades. La cazadora era demasiado impulsiva, demasiado provocadora, y contenía el fuego furioso del Sol, que pronto o tarde la llevaría a su muerte. Y ella misma había comprobado que sí, que era demasiado pronto. Pero su esperanza todavía no se había visto disuelta.
Sin embargo, sabía que tan solo podría vencer si echaba mano de sus habilidades de actriz. Así que se puso a temblar. Trató de levantarse con torpeza fingida, sin apartar los ojos del monstruo y se dejó caer nuevamente sobre el resbaladizo charco carmesí. Inválida y estúpida, casi sentía asco de sí misma.
El Hijo de la Luna le tendió la mano en aquel instante. Helida la tomó con firmeza, quizás con demasiada firmeza para la porte de damisela en apuros que estaba tratando de recrear.
― ¡Oh! Cuan agradecida me encuentro de vuestra ayuda, caballero ―dijo una vez frente a él, rompiendo al silencio al fin― ¿Sabéis de algún lugar en el que pueda lavar mi vestido? Las calles no son seguras para una muchacha como yo a estas horas de la noche. Mi padre decía que cuando reinaba la Luna, París era tomado por monstruos.
Dejó escapar una tililante carcajada, atreviéndose a “bromear” incluso. Todo en su carácter era una copia de las charlatanas jóvenes que trataban de cortejarla cuando se encontraba pintando uno de sus cuadros con la porte de un varón.
Sin pedir permiso, se acopló al brazo del vampiro, disimulando los escalofríos que abrumaban su cuerpo al sentir el toque de la muerte.
― ¿Podría saber el nombre de mi salvador?
Le dedicó una sonrisa pura, inocente y desnuda, pero en sus ojos brillaba la ironía.
Qué dulce sería la victoria si la conseguía.
Y qué amargo sería tener que salir corriendo por primera vez en su vida.
“Hija mía, si sois capaz de ver como vuestra presa se acerca, pero no escuchar como lo hace; corred. Porque estaréis confundida al creer que vos sois la cazadora”
Las palabras de su padre estallaron en su mente segundos después de reparar en su invitado. Los pasos y los movimientos de este se le hicieron inalcanzables al oído.
Contempló su figura desde el suelo; alta y grácil. Tan pálido como la Luna, y de ojos más fríos que cualquier mar del norte. Tenía la boca roja, roja y amplia, cual corte en el brazo. Todo en él le resultó afilado y letal, evocando la imagen a un corcel blanco y diabólico. Las dotes artísticas de Helida vencieron por unos segundos a las depredadoras, y la única urgencia que tuvo fue la de plasmar la imagen que contemplaba en un cuadro que algún día podría ofrecer a la muerte por una vida más larga.
“Pero seguro que el cuerpo desmembrado del vampiro resulta mucho más artístico”, sugirió otra voz en su cabeza.
Sin embargo, bien sabía su parte racional, que aquella partida estaba perdida. Lionel le había asegurado que tan solo estaba lista para los neófitos, los vampiros antiguos se encontraban a años luz de sus habilidades. La cazadora era demasiado impulsiva, demasiado provocadora, y contenía el fuego furioso del Sol, que pronto o tarde la llevaría a su muerte. Y ella misma había comprobado que sí, que era demasiado pronto. Pero su esperanza todavía no se había visto disuelta.
Sin embargo, sabía que tan solo podría vencer si echaba mano de sus habilidades de actriz. Así que se puso a temblar. Trató de levantarse con torpeza fingida, sin apartar los ojos del monstruo y se dejó caer nuevamente sobre el resbaladizo charco carmesí. Inválida y estúpida, casi sentía asco de sí misma.
El Hijo de la Luna le tendió la mano en aquel instante. Helida la tomó con firmeza, quizás con demasiada firmeza para la porte de damisela en apuros que estaba tratando de recrear.
― ¡Oh! Cuan agradecida me encuentro de vuestra ayuda, caballero ―dijo una vez frente a él, rompiendo al silencio al fin― ¿Sabéis de algún lugar en el que pueda lavar mi vestido? Las calles no son seguras para una muchacha como yo a estas horas de la noche. Mi padre decía que cuando reinaba la Luna, París era tomado por monstruos.
Dejó escapar una tililante carcajada, atreviéndose a “bromear” incluso. Todo en su carácter era una copia de las charlatanas jóvenes que trataban de cortejarla cuando se encontraba pintando uno de sus cuadros con la porte de un varón.
Sin pedir permiso, se acopló al brazo del vampiro, disimulando los escalofríos que abrumaban su cuerpo al sentir el toque de la muerte.
― ¿Podría saber el nombre de mi salvador?
Le dedicó una sonrisa pura, inocente y desnuda, pero en sus ojos brillaba la ironía.
Qué dulce sería la victoria si la conseguía.
Y qué amargo sería tener que salir corriendo por primera vez en su vida.
Helida Darsian- Cazador Clase Media
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Re: Presa fácil [Flashback]
—Timeus. A sus pies. —respondí secamente. Una falsa sonrisa estiró mis labios, mientras ejecutaba una leve reverencia con la cabeza.
Cuando mi mano rozó con la suya, el contraste fue evidente. Mientras mi piel era pétrea y gélida como un témpano de hielo, la suya era tan suave y cálida como una noche de verano. Me quedé embelesado con la visión de su piel rosada y sus delicadas formas. Había visto a muchos humanos, por supuesto, convivía con ellos diariamente, me alimentaba de ellos, pero pocas veces uno lograba maravillarme de ese modo. Era hermosa, sin duda, y también deliciosa. Naturalmente, su aroma me llegaba a causa de la cercanía de nuestros cuerpos, tentándome. Podía escuchar su corazón humano bombeando sangre a cada rincón de su cuerpo. Yo me moría por probarla. La deseaba como a ninguna otra presa. Quería su sangre tibia, casi humeante, corriendo por mis venas; quería su esencia, su sabor deleitando mi garganta; quería, desesperadamente, sentir su vida extinguiéndose entre mis brazos.
Tuve que aplicar toda mi fuerza de voluntad para no atacarla en ese momento. Más que alimentarme, me apetecía jugar.
Asentí cuando ella sugirió que no podía ir por ahí sola, indefensa, y cuando sugirió que le recomendara un sitio en el que pudiera limpiarse, no dudé en ofrecerle el único sitio al que quería llevarla: mi casa. Cualquier otra se hubiera resistido, habría dicho que no era correcto, pero ella aceptó. La escolté mientras le decía que le mostraría el camino, y fuimos a pie porque la casa quedaba relativamente cerca.
—Monstruos. —Repetí analizando un momento, al tiempo que andábamos y salíamos del oscuro callejón. Era una palabra despectiva para referirse a los de mi raza, pero en lugar de ofenderme, de algún modo, me sentí halagado. Sonreí y sacudí la cabeza, negando, fingiendo, como si la idea me pareciera descabellada—. La gente suele decir que sólo los niños creen en esas fantasías. Dígame, señorita, ¿usted cree en su existencia? ¿A qué tipo de monstruos se refiere exactamente? ¿Alguna vez ha visto a una de estas criaturas? —Cuestioné realmente interesado, fingiendo que no tenía idea de lo que me estaba hablando—. He de admitirlo: ahora me siento intrigado con las historias de su padre. Tal vez… tal vez si las historias resultan convincentes, decida creer también.
Continué sonriendo, muy sereno, pero mi mirada se volvió maravillosamente aguda, muy penetrante. La analicé, y no tuve que esforzarme demasiado para darme cuenta de que no era tan inocente. Ella sabía la verdad.
Cuando mi mano rozó con la suya, el contraste fue evidente. Mientras mi piel era pétrea y gélida como un témpano de hielo, la suya era tan suave y cálida como una noche de verano. Me quedé embelesado con la visión de su piel rosada y sus delicadas formas. Había visto a muchos humanos, por supuesto, convivía con ellos diariamente, me alimentaba de ellos, pero pocas veces uno lograba maravillarme de ese modo. Era hermosa, sin duda, y también deliciosa. Naturalmente, su aroma me llegaba a causa de la cercanía de nuestros cuerpos, tentándome. Podía escuchar su corazón humano bombeando sangre a cada rincón de su cuerpo. Yo me moría por probarla. La deseaba como a ninguna otra presa. Quería su sangre tibia, casi humeante, corriendo por mis venas; quería su esencia, su sabor deleitando mi garganta; quería, desesperadamente, sentir su vida extinguiéndose entre mis brazos.
Tuve que aplicar toda mi fuerza de voluntad para no atacarla en ese momento. Más que alimentarme, me apetecía jugar.
Asentí cuando ella sugirió que no podía ir por ahí sola, indefensa, y cuando sugirió que le recomendara un sitio en el que pudiera limpiarse, no dudé en ofrecerle el único sitio al que quería llevarla: mi casa. Cualquier otra se hubiera resistido, habría dicho que no era correcto, pero ella aceptó. La escolté mientras le decía que le mostraría el camino, y fuimos a pie porque la casa quedaba relativamente cerca.
—Monstruos. —Repetí analizando un momento, al tiempo que andábamos y salíamos del oscuro callejón. Era una palabra despectiva para referirse a los de mi raza, pero en lugar de ofenderme, de algún modo, me sentí halagado. Sonreí y sacudí la cabeza, negando, fingiendo, como si la idea me pareciera descabellada—. La gente suele decir que sólo los niños creen en esas fantasías. Dígame, señorita, ¿usted cree en su existencia? ¿A qué tipo de monstruos se refiere exactamente? ¿Alguna vez ha visto a una de estas criaturas? —Cuestioné realmente interesado, fingiendo que no tenía idea de lo que me estaba hablando—. He de admitirlo: ahora me siento intrigado con las historias de su padre. Tal vez… tal vez si las historias resultan convincentes, decida creer también.
Continué sonriendo, muy sereno, pero mi mirada se volvió maravillosamente aguda, muy penetrante. La analicé, y no tuve que esforzarme demasiado para darme cuenta de que no era tan inocente. Ella sabía la verdad.
Timeus/Ambrosia Graves- Vampiro Clase Media
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Re: Presa fácil [Flashback]
— Timeus —saboreó el nombre en su boca, como un trozo de manzana que más tarde desgarraría con sus dientes. — ¿Es que no vais a preguntar por mi nombre, Timeus? Podeís llamarme Apolline.
Le dedicó una sonrisa coqueta mientras se dejaba guiar.
Acceder ir a su casa no era la opción más sabia. Sin embargo, su corazón se agitaba emocionado con tan solo la idea de terminar con un vampiro en su propia casa. A veces dudaba de si era humana y no un demonio que podía alimentarse de la humillación y la derrota de los monstruos.
Helida dejó escapar una sonrisa tímida. Se mordió el labio, fingiendo pudor. El rubor habría dado un toque excepcional, pero por su puesto, eso no lo podía fingir.
—Podéis llamarme loca, pero no estaría siendo sincera si os digo que no creo completamente en dichos seres. Os contaré algo, cuando apenas era una niña, mi padre realizaba incursiones durante la noche. En ocasiones regresaba bañado en sangre. Entraba en mi habitación dejaba la huella de un beso carmesí en mi mejilla y se retiraba a su habitación dejando huellas de muerte tras él. Nunca se lo dije a mi madre. Hasta que ella terminó por descubrirlo por si misma. Hecho a mi padre de casa y me llevó con ella. Le llamó "asesino" —dijo con un brillo divertido en sus ojos—. Pero yo nunca estuve segura de ello. Todavía no sé si mi padre era un psicópata o realmente terminaba con la vida de verdaderos monstruos durante aquellas incursiones. Sin embargo, nunca he visto con mis propios ojos algo que pudiera justificar las acciones de mi padre.
La cazadora simplemente había relatado lo que podría haber sucedido si su madre se la hubiera llevado consigo en vez de dejarla a merced de la locura de su padre. Ahora él también la había dejado, a merced de su propia locura.
—Tened cuidado conmigo caballero. Puede que le estáis mostrando el camino a la hija de una demente. Y todo se hereda, ya sabe usted...
Guiñó un ojo, esperando ser tan sugerente como las muchachas que la atosigaban en ocasiones.
Con un suspiro impaciente, se preguntó cuanto más tardarían en alcanzar la morada de este.
No había podido ignorar el hecho de que durante todo el recorrido no había mirado a los ojos del vampiro ni una sola vez. Se había dedicado a contemplar el puente de su nariz. No era lo mismo, pero producía el mismo efecto. Y es que cada ve que la joven había detenido su mirada en los ojos de él, se había dado de bruces con el reflejo de la demencia. Temía que si observaba sus ojos por más de cinco segundos, caería en un pozo del nunca sería capaz de salir.
Le dedicó una sonrisa coqueta mientras se dejaba guiar.
Acceder ir a su casa no era la opción más sabia. Sin embargo, su corazón se agitaba emocionado con tan solo la idea de terminar con un vampiro en su propia casa. A veces dudaba de si era humana y no un demonio que podía alimentarse de la humillación y la derrota de los monstruos.
Helida dejó escapar una sonrisa tímida. Se mordió el labio, fingiendo pudor. El rubor habría dado un toque excepcional, pero por su puesto, eso no lo podía fingir.
—Podéis llamarme loca, pero no estaría siendo sincera si os digo que no creo completamente en dichos seres. Os contaré algo, cuando apenas era una niña, mi padre realizaba incursiones durante la noche. En ocasiones regresaba bañado en sangre. Entraba en mi habitación dejaba la huella de un beso carmesí en mi mejilla y se retiraba a su habitación dejando huellas de muerte tras él. Nunca se lo dije a mi madre. Hasta que ella terminó por descubrirlo por si misma. Hecho a mi padre de casa y me llevó con ella. Le llamó "asesino" —dijo con un brillo divertido en sus ojos—. Pero yo nunca estuve segura de ello. Todavía no sé si mi padre era un psicópata o realmente terminaba con la vida de verdaderos monstruos durante aquellas incursiones. Sin embargo, nunca he visto con mis propios ojos algo que pudiera justificar las acciones de mi padre.
La cazadora simplemente había relatado lo que podría haber sucedido si su madre se la hubiera llevado consigo en vez de dejarla a merced de la locura de su padre. Ahora él también la había dejado, a merced de su propia locura.
—Tened cuidado conmigo caballero. Puede que le estáis mostrando el camino a la hija de una demente. Y todo se hereda, ya sabe usted...
Guiñó un ojo, esperando ser tan sugerente como las muchachas que la atosigaban en ocasiones.
Con un suspiro impaciente, se preguntó cuanto más tardarían en alcanzar la morada de este.
No había podido ignorar el hecho de que durante todo el recorrido no había mirado a los ojos del vampiro ni una sola vez. Se había dedicado a contemplar el puente de su nariz. No era lo mismo, pero producía el mismo efecto. Y es que cada ve que la joven había detenido su mirada en los ojos de él, se había dado de bruces con el reflejo de la demencia. Temía que si observaba sus ojos por más de cinco segundos, caería en un pozo del nunca sería capaz de salir.
Helida Darsian- Cazador Clase Media
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Re: Presa fácil [Flashback]
Apolline. Me gustaba ese nombre, aunque dudaba mucho que fuera el verdadero. Tampoco sabía si creer en aquella historia que a muchos les hubiera resultado fantasiosa, pero nunca a mí, que conocía bien el mundo oculto y toda la mortífera fauna que se refugiaba en su oscuridad, ¡todas extraordinarias criaturas! Yo había vivido demasiados años ya, y había aprendido a distinguir, muchas veces ya sin necesidad de adentrarme en sus fascinantes mentes, cuando un humano fingía. Parte de esos conocimientos me los habían brindado mis estudios de psiquiatría, porque mucho de lo que había tenido que aprender, era a interpretar el lenguaje corporal de las personas, las palabras que elegían al expresarse. Apolline era un magnífico ejemplo de lo que yo consideraba extraordinario. ¡Me fascinaba! Era tan teatral y su lenguaje tan florido, como presenciar a una criatura cuya inquietante personalidad me incitaba a conocerla más. ¡Toda ella era una delicia! Pero en especial su mentecilla perversa. Cuánto habría dado por tenerla conmigo, como aprendiz o como esclava, al final, el resultado habría sido el mismo. Estaba dispuesto a considerarlo. Sí, eso haría. Tenía toda la noche para tomar la decisión.
Sonreí complacido ante las palabras de la muchacha, como si realmente pensara que se trataba de una broma, una que encontraba muy divertida y ocurrente. Fingir se me daba bien.
—Lo dudo mucho, Apolline —comenté, muy simpático, aún sin desvanecer del todo la sonrisa, enarcando una de mis negras cejas en una mueca de curiosidad—. ¿Cómo podría ser? Solo mírese, es usted encantadora. No recuerdo haber tenido compañía más grata que la suya. Además, créame, sé distinguir bien la locura en los ojos ajenos, soy psiquiatra, es mi deber. Los suyos me dicen muchas cosas, pero no muestran un grado de locura del que deba preocuparme.
Caminamos un par de cuadras más y pronto estuvimos frente a una elegante y enorme mansión, que era la mía, desde luego. Un criado ya esperaba en la puerta para tomar mi chaqueta, y dos empleadas más permanecían de pie ya en el interior de la residencia, ambas con la cabeza gacha, fija en algún punto del pulcro piso y la más pura actitud de servilismo impreso en todo su ser, tal y como yo les había enseñado. Era como si alguien –yo, tal vez- les hubiera hecho una lobotomía, pero en realidad no había sido necesario. Con mi voz, potente y seductora, llamé a una de ellas, y le pedí que acompañara a Apolline. Visiblemente afectada por la autoridad impresa en mi voz, la criada me observó fijamente mientras le indicaba, muy claramente, que debía ayudar a mi invitada a limpiar su vestido de aquella horrible mancha de sangre que lo había estropeado. La mujer asintió y pidió a la joven que le acompañara. Más tarde, me fue devuelta.
Para ese entonces, yo ya me encontraba cómodamente sentado en mi sala de estar, con una copa de lo que parecía ser vino tinto en la mano, pero en realidad era una mezcla de la bebida alcohólica con cierta cantidad de sangre humana. Mi favorita.
—Misión cumplida —exclamé contemplando el vestido, limpio y resplandeciente, y le regalé la más arrebatadora de mis sonrisas—. Señorita Apolline, ¿de verdad tiene que irse tan prontamente? ¿Qué tal una bebida para refrescar su paladar? Si acepta, podrá contarme más sobre usted, sobre su familia. Me ha intrigado su padre. ¿Qué fue de él? ¿Aún vive? ¿Aún realiza aquellas intrigantes incursiones de las que me ha hablado? Apuesto a que ha de ser un hombre fascinante, con toda esa valentía no podría ser de otro modo. Usted debe adorarlo.
Sin despegar mi vista de ella, rellené otra copa con el mismo líquido que yo bebía y se la ofrecí. ¿Ella sería capaz de distinguir el sabor a óxido de la sangre? Y, de ser así, ¿se la bebería antes de admitir abiertamente que sabía perfectamente lo que era yo?
Sonreí complacido ante las palabras de la muchacha, como si realmente pensara que se trataba de una broma, una que encontraba muy divertida y ocurrente. Fingir se me daba bien.
—Lo dudo mucho, Apolline —comenté, muy simpático, aún sin desvanecer del todo la sonrisa, enarcando una de mis negras cejas en una mueca de curiosidad—. ¿Cómo podría ser? Solo mírese, es usted encantadora. No recuerdo haber tenido compañía más grata que la suya. Además, créame, sé distinguir bien la locura en los ojos ajenos, soy psiquiatra, es mi deber. Los suyos me dicen muchas cosas, pero no muestran un grado de locura del que deba preocuparme.
Caminamos un par de cuadras más y pronto estuvimos frente a una elegante y enorme mansión, que era la mía, desde luego. Un criado ya esperaba en la puerta para tomar mi chaqueta, y dos empleadas más permanecían de pie ya en el interior de la residencia, ambas con la cabeza gacha, fija en algún punto del pulcro piso y la más pura actitud de servilismo impreso en todo su ser, tal y como yo les había enseñado. Era como si alguien –yo, tal vez- les hubiera hecho una lobotomía, pero en realidad no había sido necesario. Con mi voz, potente y seductora, llamé a una de ellas, y le pedí que acompañara a Apolline. Visiblemente afectada por la autoridad impresa en mi voz, la criada me observó fijamente mientras le indicaba, muy claramente, que debía ayudar a mi invitada a limpiar su vestido de aquella horrible mancha de sangre que lo había estropeado. La mujer asintió y pidió a la joven que le acompañara. Más tarde, me fue devuelta.
Para ese entonces, yo ya me encontraba cómodamente sentado en mi sala de estar, con una copa de lo que parecía ser vino tinto en la mano, pero en realidad era una mezcla de la bebida alcohólica con cierta cantidad de sangre humana. Mi favorita.
—Misión cumplida —exclamé contemplando el vestido, limpio y resplandeciente, y le regalé la más arrebatadora de mis sonrisas—. Señorita Apolline, ¿de verdad tiene que irse tan prontamente? ¿Qué tal una bebida para refrescar su paladar? Si acepta, podrá contarme más sobre usted, sobre su familia. Me ha intrigado su padre. ¿Qué fue de él? ¿Aún vive? ¿Aún realiza aquellas intrigantes incursiones de las que me ha hablado? Apuesto a que ha de ser un hombre fascinante, con toda esa valentía no podría ser de otro modo. Usted debe adorarlo.
Sin despegar mi vista de ella, rellené otra copa con el mismo líquido que yo bebía y se la ofrecí. ¿Ella sería capaz de distinguir el sabor a óxido de la sangre? Y, de ser así, ¿se la bebería antes de admitir abiertamente que sabía perfectamente lo que era yo?
Timeus/Ambrosia Graves- Vampiro Clase Media
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Fecha de inscripción : 22/06/2012
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Re: Presa fácil [Flashback]
Siempre se lo había preguntado. ¿Por qué perfectos? ¿Por qué arrebatadores? ¿Por qué no engendros? ¿Cadáveres putrefactos? Con la fuerza, la persuasión de algunos y la velocidad, debería resultar suficiente. ¿Por qué no entonces reflejar lo horrible de sus intenciones en el físico? Sin embargo, ahí estaba la ironía, la injusticia desenvuelta en sus perfectos rostros, tan atrayente como el canto de una sirena.
Y por esa misma razón, por esa misma cuestión, Helida no tuvo que fingir el rubor que se apoderó de su rostro cuando el vampiro le sonrió. Algo, que la enrabietó todavía más.
─Vuestras criadas son muy amables, su educación es excelente─admitió, al mismo tiempo que recordaba como había apartado a una de ellas, evitando que tocara donde no debía mientras limpiaban sus ropajes. No quería que descubrieran el arsenal que se desplegaba tras su inocente e ingenuo vestido.
Timeus le ofreció una copa que tomó mientras se sentaba. Escuchó sus palabras y dibujó una sonrisa.
─Oh, no quisiera molestaros con mi charlatanería. Realmente, la trivialidad de mi vida es fuel para el sopor. Espero con impaciencia el día en que una gran aventura llame a mi puerta. ¿No os ocurre lo mismo? Tal y como en las historias de los libros, resultaría tan fascinante vivir una ellas. Sin embargo, por el momento lo único que tengo entre manos es buscar un buen marido ─inclinó su copa y le propinó un trago. El metal acarició su lengua, la profanó y por un momento la sorpresa se reflejó en su rostro. Sangre. Contuvo una mueca. Así que quería jugar… Qué perverso. Con los ojos fijos en el inmortal, dio otro trago─. Un vino particular sin duda, exquisito igualmente.
Dejó el recipiente sobre la mesa y se relamió los labios. Más tarde tendría tiempo sentir repugnancia de sí misma, o no.
─Preguntáis por mi padre… Lamentablemente, desapareció hace apenas un año…No he vuelto a saber nada de él. Era célebre aquí en París, pero no creo que hubieseis coincidido nunca.
Porque si lo hubieses hecho ya no estaríais aquí, añadió en su cabeza.
─Pero dejemos de hablar de mi…─cruzó las piernas y se acomodó, ocultando una mano tras el brazo que sujetaba la copa. Un movimiento ligero de su dedo indicé y reabrió una antigua herida en su pulgar. La sangre brotó, fresca. ¿Quería jugar? Ella también sabía jugar. No contaba con enloquecerlo, los vampiros de su edad normalmente tenían una gran capacidad de autocontrol. Pero la sangre fresca siempre podía despistar mucho más que cuatro gotas en una copa de vino─. Hablemos de usted señor psiquiatra…Resulta interesante su oficio, ¿no es así? Seguro que tenéis miles de historias morbosas, si no es indiscreto contarlas…
Apretó el pulgar y la sangre rodó tímidamente. Helida, supuesta Apolline, sonrió, una sonrisa puramente inocente. Dio otro sorbo a su copa y la dejó sobre la mesa. Con el último trago, un extraño zumbido se apoderó de ella. Lo ignoró como algo pasajero y se acomodó.
Cazar o ser cazada, se recordó, tratando de aclarar su mente.
Y por esa misma razón, por esa misma cuestión, Helida no tuvo que fingir el rubor que se apoderó de su rostro cuando el vampiro le sonrió. Algo, que la enrabietó todavía más.
─Vuestras criadas son muy amables, su educación es excelente─admitió, al mismo tiempo que recordaba como había apartado a una de ellas, evitando que tocara donde no debía mientras limpiaban sus ropajes. No quería que descubrieran el arsenal que se desplegaba tras su inocente e ingenuo vestido.
Timeus le ofreció una copa que tomó mientras se sentaba. Escuchó sus palabras y dibujó una sonrisa.
─Oh, no quisiera molestaros con mi charlatanería. Realmente, la trivialidad de mi vida es fuel para el sopor. Espero con impaciencia el día en que una gran aventura llame a mi puerta. ¿No os ocurre lo mismo? Tal y como en las historias de los libros, resultaría tan fascinante vivir una ellas. Sin embargo, por el momento lo único que tengo entre manos es buscar un buen marido ─inclinó su copa y le propinó un trago. El metal acarició su lengua, la profanó y por un momento la sorpresa se reflejó en su rostro. Sangre. Contuvo una mueca. Así que quería jugar… Qué perverso. Con los ojos fijos en el inmortal, dio otro trago─. Un vino particular sin duda, exquisito igualmente.
Dejó el recipiente sobre la mesa y se relamió los labios. Más tarde tendría tiempo sentir repugnancia de sí misma, o no.
─Preguntáis por mi padre… Lamentablemente, desapareció hace apenas un año…No he vuelto a saber nada de él. Era célebre aquí en París, pero no creo que hubieseis coincidido nunca.
Porque si lo hubieses hecho ya no estaríais aquí, añadió en su cabeza.
─Pero dejemos de hablar de mi…─cruzó las piernas y se acomodó, ocultando una mano tras el brazo que sujetaba la copa. Un movimiento ligero de su dedo indicé y reabrió una antigua herida en su pulgar. La sangre brotó, fresca. ¿Quería jugar? Ella también sabía jugar. No contaba con enloquecerlo, los vampiros de su edad normalmente tenían una gran capacidad de autocontrol. Pero la sangre fresca siempre podía despistar mucho más que cuatro gotas en una copa de vino─. Hablemos de usted señor psiquiatra…Resulta interesante su oficio, ¿no es así? Seguro que tenéis miles de historias morbosas, si no es indiscreto contarlas…
Apretó el pulgar y la sangre rodó tímidamente. Helida, supuesta Apolline, sonrió, una sonrisa puramente inocente. Dio otro sorbo a su copa y la dejó sobre la mesa. Con el último trago, un extraño zumbido se apoderó de ella. Lo ignoró como algo pasajero y se acomodó.
Cazar o ser cazada, se recordó, tratando de aclarar su mente.
Helida Darsian- Cazador Clase Media
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Fecha de inscripción : 25/04/2014
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