Acecho [Emmanuel]

por **Darko DeGrasso** Mar Abr 29, 2014 10:43 am

“Emocionante la vida me espera y me depara para un sinfín de posibilidades”

¡Que emocionantes aventuras podía vivir en tan solo unos días! Hacía ya dos semanas me había mudado a la choza del bosque, pero apenas hacía tres días que me había aventurado a la ciudad. Era muy cansador hacer los arreglos y las limpiezas para que nadie me pudiese encontrar, sin duda un arduo trabajo que al final dejaba frutos y un estómago vacío. Había que empezar a hacer dinero, más de la mitad de mis ahorros se habían ido en la decoración para que un hogar tenga esa misma esencia. Ahora me paseaba por veredas parisenses dando vueltas en el aire, con las pelotitas de colores las lanzaba hacía arriba y daba giros con ellas sobre mi eje. Las tomaba entre los dedos y con emocionantes saltos llenaba de asombrosas miradas el área en la que estaba. Tenía los ojos maquillados de un negro exótico, los labios tan rojos como era posible y un colorete rosado en las mejillas. Mi ropa era colorida entre negros, rojos, naranjas y verdes, ajustada y cómoda para poder trabajar confortablemente. Mi sonrisa relucía, mientras la risita dulce salía disparada hacía los lados. Hacía más reverencias de las que podía cuando unos céntimos de franco eran tirados a mis pies y los recogía con destreza, para no parecer una completa necesitada. Aparte que ya me habían robado las monedas del suelo unas cuantas veces. Había decidido que sería mejor guardarlas antes de perderlas.

— ¡Señores, señoras y señoritas! ¡Atrévanse a adivinar en dónde escondo la moneda! ¡No se preocupen, la moneda es mía, nada de trampas! ¡Si me quieren dar algo, será después y se los agradeceré mucho! — Imponía con audacia y me acercaba a un grupo de doncellas, ellas me miraban excéntricamente, pero había aprendido a soportarlo, es decir, siquiera me importaba como me vieran los demás. Aceptaron el reto, abanicándose con los ostentosos abanicos de lustrosa tela. Les sonreí y lancé la moneda muy arriba, empecé a mover las manos antes de que caiga, a un lado y al otro, tan fugazmente como podía. Con los labios entreabiertos y la sonrisa flameante, moví la cabeza, llevando la moneda hacia mi mano derecha, creando la ilusión de que estaba en la izquierda. No podía perder en el primer intento. — Muy bien señoritas, ¿dónde está? — Esperé y para mi sorpresa, todas atinaron a la izquierda por lo que deshice la ilusión y negué con simpatía, abriendo la mano al tiempo que hacía un divertido sonido con la boca. — Ñau ñau ñaaauuu. ¡Era la derecha! ¡Pero buen trabajo… déjenme adivinar sus nombres! Veo unn… Mmm Amelia? ¿Quién es Amelia? ¿Eres tú? ¡Hola Amelia! — Jugueteé con mis poderes y por suerte pude ganar un franco entero. Ese sí que era un buen día de suerte. Hice una reverencia cuando las muchachas se fueron, charlando y riendo un poco, más de mí que de la misma actuación.

Había una pequeña ronda a mí alrededor, la verdad es que ya había conseguido tres francos en total, lo suficiente para comer por dos días. Pero ellos querían más, aún tenía la reserva de poder y suficiente para el hechizo de limpieza así que me animé a hacer un intento más. — ¡Muy bien, ahora leeremos la mente de alguien! Oh sí, verán cómo puedo entrar en sus pennnsaamiieennntoosss. ¡Los acecharé con sus secretos más oscuros! — Puse una mano sobre mi frente y otra por el aire, la verdad eso era completamente innecesario, pero parecía gracioso y a las personas les agradaba, tenía que mostrar que no era una hechicera ni una bruja, solo una maga mediocre o ilusionista de la calle. De no hacerlo de ese modo, terminarían atrapándome y quemándome. Por suerte, las quemas de brujas habían terminado hacía mucho tiempo, según había escuchado a las brujas se las consideraba más humanos que a los demás sobrenaturales. — ¡Usted! Señor, dígame su nombre, ¿no lo quiere decir? ¿Debería adivinarlo? A… B… Me suena… Una M… Emmm Emmaa… Sigue? ¡Oh! Emmanuel, ¿es usted Emmanuel? ¿Quiere jugar conmigo? Queda el truco de las cartas, dígame, ¿qué carta elige? — Me acercaba a un muchacho de piel tersa, con la sonrisa pintada en mi rostro, mientras jugaba con las cartas, lanzaba la baraja de una mano a la otra. Ese truco era sin duda mi preferido.

“Puedo encontrar en tu mente, más de lo que tú mismo sabes”