Nada es lo que parece || Privado

por **Julyne/Sebak Worthing** Miér Abr 30, 2014 7:32 pm

Un día normal, más que normal un día de esos aburridos para la “Perra” Worthing, estaba de vacaciones en Paris, ya que su padre pretendía casarla con algún magnate español así que para enojar a su “querido” padre, comenzó a hacer de las suya planeando un viaje por tierras parisinas. Al llegar su empleado de confianza (bueno más que empleado sería como su padre y amigo Mathew Crow, llamado de cariño Mati por aquella mujer fría. ) indicó que el padre de la Dama no aceptaría aquel viaje y que le mandaría a regresar a España, aquello provocó una risa socarrona en Julyne negando con su cabeza y mano –Que haga lo que quiera el viejo Worthing, me vale, igual si él quiere hacer su voluntad yo haré la mía, cueste lo que cueste- sentenció y se dirigió a su carruaje todo lujoso pero sobrio.
A pesar de ser una mujer de dinero y altiva, no le gusta los lujos llamativos y menos esos extravagantes, siempre fue de la mujer más sobria y hasta cierto punto sombría en sus gustos, buscando lo extraño y poco peculiar, siendo contraria a los gustos de la mayoría de los Worthing.

Cuando el carruaje iba en su camino hasta la mansión de hospedaje para la mujer, Juls en medio camino decide parar su transporte –ALTO- espeta con autoridad bajándose de inmediato –llevad las cosas a la mansión- el cochero la mira curioso y hasta algo molesto por que es una mujer quien le ordena –QUE ESPERAN- grita y toma una pose dominante frente a aquellos seres –Mati, irás a la casa y acomodarás todo a mi gusto, no quiero nada fuera de lugar, tú ya sabes cómo me gusta, y de paso, quiero que le digas al cochero que esta despedido, no quiero que alguien que no acata ordenes trabaje para mí, contrata a otra persona que sepa cuál es su lugar- el hombre la miró con ansias de contestar pero antes que este pudiera Juls le corto las palabras dando media vuelva y caminando –No me esperes hasta entrada la tarde Matt- termino de decir cuando sus pasos se escucharon por la calzada.

Su mente estaba divagando en sus problemas pero no se percató que sus pies le llevaron al lugar más tranquilo el jardín botánico un lugar con amplios rosales de colores estivales y fragancias alucinantes, con laberintos par amantes, pequeñas fuentes y lagos superficiales, su sonrisa se dibuja algo irónica agitando la mano ante todo eso –Los mejores jardines están en España y otros en Persia, estos no se asemejan a la belleza realmente- masculla caminando viendo que más le podría ofrecer aquella ciudad; a cada paso que daba los árboles frondosos se iban mostrando majestuosos, jamás aquella mujer admitiría algo tan bello aunque para algunos eso sería un común bosque para Juls aquello era magnífico, tan sobrio y elegante además de que representaban muy bien lo que ella era una mujer fuerte y dura de hacer caer, tomó asiento esperando relajarse en el momento pero como siempre eso era imposible, no era una vampira pero tenía desarrolla un oído muy sensible, eso gracias a su reciente adquisición el conservatorio de música de Paris algo que su padre lo desaprobó pero aquella mujer logró hacer de las suyas, como siempre-

Entró con impericia sin importar quien esté ahí –BASTA- gritó y su mirada no solo fue desafiante estaba cargad de ira –No hay momento en el que una pueda estar tranquila es que acaso una mujer no puede disfrutar un momento de calma en esta maldita ciudad- caminó alejándose del ruido entrando a una especie de laberinto de rosas, rosas muy hermosas con asientos y piletas, con glorietas en cada lugar para los amantes de la naturaleza y de un ambiente tranquilo y pacífico, pero ¿qué era el ruido que le molestaba? eran de niños pequeños que jugaban con cometas y muñecas y carros de madera además de una que otra pareja en risitas y toqueteos indecentes.

Quizás eso era lo que le molestaba, el no tener a alguien a su lado además ya han pasado varios meses desde que pisó Francia y se llevó un grato recuerdo de una vampira que le hizo recordar lo inútiles que eran los hombres en cuanto a las pasiones y relaciones que una mujer requiere y desea realmente.

por **Vishous** Sáb Mayo 03, 2014 6:59 pm

Los modales son un argumento muy bueno cuando sucede algo malo y no tienes con que defenderte.

Sus pies se deslizaron por la tierra húmeda de aquel jardín botánico. Los estúpidos franceses, siempre dispuestos a mostrar la grandeza de la belleza que tenía su país, habían construido un lugar gratuito para que brujos como él consiguiesen flores exóticas para sus pociones. Está bien, técnicamente lo que era gratis, era el acceso al jardín. ¿Pero por qué no cortar unas cuantas flore, arrancar plantas para quedarse con la jugosa raíz y quitar las valiosas semillas que tenían guardadas en la caseta del jardinero encargado de cuidar aquel lugar?. Habían dejado todo abierto, lo que era una invitación silenciosa para que uno tomase lo que quisiera. Y si les parecía mal, le daba igual. ¿a quién le importaba la opinión de los cerdos franceses?. Él sólo estaba en ese país porque buscaba respuestas para su problema. De resto, Escocia seguiría siendo el lugar más hermoso para él.

Guardó todo lo que necesitaba en el pequeño bolso de cuero que tenía colgado de uno de sus hombros. Sus botas de cuero se habían llenado de barro; sus pantalones llevaban la huella de una de sus manos, hecha al limpiarse descuidadamente sus manos sobre su propia ropa. Lo único que tenía limpio era la blanquísima camiseta y su chaqueta negra de cuero, a juego con sus botas. Su vestuario no era muy amplio, no le gustaba malgastar el dinero en cosas que carecían de importancia. Pero debía admitir que él tenía una fijación por la ropa oscura y las camisas blancas. Podían estar arrugadas, pero adoraba cómo la tela siempre parecía contrastar con su piel dorada y el resto de sus prendas oscuras. Como si fuera lo único bueno y positivo en él, lo único puro que tenía. O quizás sólo fuera un recuerdo que mantenía desde su niñez, su padre siempre se vestía de una forma similar a la suya. Pero él prefería pensar que sus gustos no tenían nada que ver con el bastardo. Si él era malo, su padre era un maldito perro.

Silbó mientras caminaba por el laberinto de las rosas, alejándose del desastre que había dejado atrás. El cuidado césped verdoso se había convertido en un nido de plantas sin flores, numerosos agujeros en la tierra y flores que morirían al carecer de las raíces que había quitado. Todo su rostro era la viva imagen de la inocencia, caminando con suma tranquilidad, como si no hubiese nada que pudiera delatarlo. Bajó la vista a sus pies y advirtió el barró que aún no se había secado. Sería un problema si los vigilantes descubrían las manchas, así que sacó un pañuelo de su bolso y se limpió las botas. Cuando estuvo satisfecho, guardó el pañuelo, ocultando así las pruebas del delito, mientras buscaba en el bolso otro trapo con el que limpiarse las manos. A veces se alegraba de ir preparado para sus robos, de lo contrario tendría que ir a casa con los dedos llenos de tierra.

Suspiró y se sentó en un banco, sacando un libro para disimular su presencia allí. Así si alguien llegaba a aquella parte del laberinto y descubría el desastre que había causado, no podrían culparlo. Él solo era un hombre pobre que leía. ¿Quién le iba a decir que aquel hombre barbudo, producto de su imaginación, no era el dueño de aquellas plantas que se había llevado?. Sonrió satisfecho con su mentira y escuchó el grito de una mujer que mandaba a, dios sabe quién, guardar silencio. Chasqueó su lengua con molestia y vio cómo se acercaba a él. Seguramente no lo había visto, pero esta era su oportunidad de fingir que había estado leyendo todo el tiempo.

Se levantó y se cruzó de brazos, dándole una mirada azulada y poderosa a aquella mocosa que caminaba hasta él.- ¿No le han enseñado modales sus niñeras, o es que el dinero de sus padres no lo suele malgastar en educación?.- Sonrió y levantó su libro con aire insolente.- Hay personas que agradecen el silencio. Así que cállese y deje de molestar a los demás. - Meneó su cabeza con fingida tristeza, caminando hasta ella y pasándola sin darle otra mirada. Su sonrisa se formó cuando se alejó de ella y de la escena que había armado. Ahora a casa, a leer y hacer una poción nueva, se dijo mentalmente, lleno de felicidad.

por **Julyne/Sebak Worthing** Miér Mayo 21, 2014 10:52 pm

A la mayoría de las personas prefiero darles la razón rápidamente antes que escucharlas.
-Montesquieu-

La voz que chocó como un rayo a los oídos de la mujer que solo mostraba sus dedos cerrándose en puños, la venas de su manos se notaron lentamente hasta que poco a poco fue soltando aquella furia, como si las desprendiera a llamaradas de sus dedos al suelo para pisarlas y con sus pies lanzarlas a sus enemigos, los ojos de la fiera cerrados su cuerpo girando lentamente y el viento, ¡oh aquel viento! Solo pudo hacer que los cabellos castaños de aquella mujer se movieran a su rostro y luego regresaran a su lugar, era como si hubiera algún hechizo sobre ella, un hechizo me magia muy oscura y antiguo, un hechizo negro de aquellos que todos temen, incluso el momento parecía adecuado. Sus ojos se abrieron, su mentón se alzó, todo en una pose de superioridad dominante, como de alguien que mira por encima a las personas y no las valora para nada, de alguien que mata con veneno en sus palabras y en su sangre.

Miró a quien se había atrevido a hablarle de esa forma, nadie más que su hermano le hablaba así y ahora un desconocido pretendía hacerlo y salir así como si más, eso no lo permitiría Worthing, se atrevió a encararlo sin importarle que aquel sujeto sea un hombre, que aquel hombre sea el doble de ella, que ella sea una frágil mujer…o eso todos siempre piensan.

La mujer se paró frente a él mirando a los ojos con una serenidad única que solo se muestra en alta mar, aquella paz antes de la tormenta, con un leve suspiro que deja salir de sus labios busca las palabras más propicias con el veneno exacto, mucho mata y poco solo no hace nada y ella quiere parar el corazón de todos, tal cual lo haría una cobra real.

-Debería meterse más en sus asuntos de lectura que en los de una dama, si para usted no tengo modales, usted queda como un vil y salvaje patán que no tiene no solo modales si no, carece de noción porque su cerebro fue atrofiado al nacer, quizás su “partera” le dejó caer de cabeza al suelo y eh ahí- le señala al hombre con la mano –lo que consiguió, nada- esa última palabra la susurra para luego darle la espalda al hombre, sus pasos van sonando con los tacones de sus zapatos elegantes, más y más lejos un poco más y se adentra a las fauces del laberinto, pero antes de desaparecer, se detiene, mira sobre su hombre al joven sonriendo con una deje de malévolo ser –Deje de meterse en asuntos que no le han llamado y métase en su supuesta lectura para ver si puede volverse culto, aunque lo dudo, culturizarse no cuesta nada pero si les cuesta a gente como usted que no sabe ocupar su lugar- un gesto de movimiento de su cabeza que suele hacerlo generalmente como desprecio de los que se cruzan por el camino de ella y su silueta desaparece en el laberinto junto con su mano que despide al sujeto sin más.

A quien no le importa los demás no siempre está dispuesta a tomarse el tiempo para discutir con quienes considera inferiores y de poca gracia por lo que siempre les deja con la palabra en la boca, ¿malcriada? Quizás, pero es porque ella ha sido la dueña de su mundo, un mundo solitario y de cristales negros, negros como su alma un alma que solo conoce el dolor.

por **Vishous** Dom Jul 20, 2014 2:48 pm

Me seduce el cinismo, me atraen las canalladas, me río de las víctimas ajenas como si fueran mías

Todo su cuerpo se detuvo cuando vio a la mujer acercarse a él. Sabía que había mujeres de alta clase dispuestas a golpear a cualquiera que se atreviera a dañar la imagen perfecta que creían proyectar en los demás, pero jamás pensó que lo que aquella pequeña mujer quería hacer era devolverle el insulto. ¿Un tortazo?, lo hubiera aceptado con tan sólo convertirla en algún animal de aspecto repulsivo. Pero, ¿un insulto?. ¿ Uno en el que era calificado como estúpido?. No, él no iba a dejarla indemne por ello.

Sonrió, meneando su libro entre sus manos antes de ir detrás de ella con paso rápido y decidido. No dejó si quiera que hablase. Sólo colocó su mano sobre la boca de aquella mujer indecorosa que había tenido el valor de enfrentarlo y la arrastró hasta el lugar en el que había destruido parte del jardín. Sin pensárselo dos veces, la empujó con fuerza, dejando que su cuerpo cayera sobre el suelo embarrado.

Rió y se limpió la suela de sus zapatos con la parte baja de su vestido.- Recuerde antes de hablar cuál es su lugar, señorita. – Se colocó el libro debajo de un brazo y le dedicó una mirada altiva llena de un orgullo que ella había intentado dañar.- No se equivoque, no la llamo señorita sólo porque lo sea. Sino porque al contrario de usted, a mí no me importa mentir a una gorda serpiente y llamarla dama. – Se encogió de hombros con aire divertido, como si no acabara de insultarla de la peor manera.

Se agachó para cogerle un pie y arrastrarla para asegurarse de que todo su cuerpo saliera embarrado en aquella masa de barro. El agua y la tierra a veces podía ser un arma divertida contra aquellos que se escandalizaban hasta de si había una arruga en el delantal de su sirvienta. Se estaba divirtiendo tanto que no se molestó por controlar sus carcajadas, aunque cuando recordó que tenía una poción pendiente de hacer en su casa, soltó el pie de la mujer.

- Perdóneme, quería ayudarla a salir del jardín, pero como soy un pobre inculto con nada en su cerebro, no he podido evitar que se ensucie un poco.- Le dio una mueca de disculpa, parpadeando con sus ojos azules como si fuera el hombre más inocente del mundo. Se lamió un dedo y lo restregó contra la mejilla embarrada de la mujer, haciendo que la pequeña mancha se convirtiera en un círculo marrón que se extendía por todo su rostro. - ¡ Perfecta! Ahora está lista para conquistar a todos esos cerdos millonarios. Con suerte, su hedor podrá atraer a algún macho dispuesto.- Le guiñó un ojo, levantándose ante ella.- Y no se haga la inocente, sé que me ha entendido perfectamente, señorita culta.-

Levantó uno de sus dedos y dio un suspiro sorprendido.- ¡Es cierto, casi me olvido!- Le quitó los zapatos lujosos y los tiró tan lejos como pudo.- Usted no necesita eso. ¿No se arrastran por el suelo las víboras como usted?. – Le agarró el rostro con fuerza y le dio una mirada peligrosa.- Intenta no volver a cruzarte conmigo, no suelo ser tan benevolente con personas tan faltas de decencia. La próxima vez, desearás que sea barro lo que te restriegue por el cuerpo.- Sonrió con una mueca que le suplicaba que se portara mal para poder liberar a la bestia que era él. Usando su voz como si fuera una de sus amantes a las que quería tener entre las sábanas hasta que su apetito fuera satisfecho y las almas de su interior no volvieran a exigirle nada más que los jugos de una mujer en medio del placer. No quería tener que derramar sangre para satisfacer el hambre voraz de aquella fuente del mal.

por **Julyne/Sebak Worthing** Miér Sep 17, 2014 12:17 am

Mi ira es la manifestación de los dioses en la tierra, con el mar bravío y el fuego en bramidos

Frustración, humillación, insultos, La Worthing no había sido humillada así en toda su vida, bueno sin contar su padre cuando le azotó el trasero frente a los empleados por su “comportamiento poco decoroso” en una fiesta de compromiso, pero ahora aquel sujeto se atrevía a llenarle de barro y sobre todo a decirle palabras que cualquier insulsa mujer las tomaría para llanto, pero no ella en cambió comenzó a ponerse roja, morada, azul de la ira, su ira estaba llegando a límites que jamás había conocido solo necesitaba algo para estallar, algo para dejar de ser la mujer “culta” y volverse aquel ser despreciable y justo cuando pensó que aquel insignificante y asqueroso hombre no podría hacer más que solo crear el mar de palabras en ella, se atrevió a poner sus manos en el rostro de la Worthing eso fue algo que rebasó toda la cordura de ella, ya no le importó el lugar, ni quien la pudiera ver al contrario ahora solo le llamaba su propia sed, una sed de venganza por esa osadía –Como te atreves a hablarme de esa manera, quien te crees que eres, solo eres un ser inferior, de clase muy baja que solo confía en su fuerza bruta sin más que solo eso, no tienes cerebro-

Quizás no fuera nada para cualquiera otra persona, pero para ella que le toquen el rostro de esa forma era un desafío, un desafió que sus manos tomaron, pues ambas manos embarradas con aquel lodo y barro se fueron al a camisa del tipejo ese tomando y tirando de la tela –Eres un asqueroso mugriento, crees que puedes venirme a hablar de esa manera- los ojos de la Worthing destellaban ira, todo su enojo –incluso tocarme de aquella forma, y ahora insistes siquiera en haberme humillado así, no estas ni tibio, el que debe de ahora en procurar no volver a encontrarse conmigo eres tu porque no sabes de lo que soy capaz de hacer para cobrarme esta humillación- con la poca fuerza que su menuda apariencia mostraba, Julyne lo empujo con fuerza contra su cuerpo para ensuciarle el rostro, cuello y torso con aquella forma pastosa llamada barro.

Una vez decorado aquel suejto de la misma forma que ella, lo empujo con la punta de su zapato en las partes nobles del hombre alejándolo de ella, se levantó toda enfurecida para sentarse sobre él, dejando el cuerpo del hombre rodeado de cada una de sus piernas, se limpió el rostro, el vestido que sabía no tenía salvación y su hermoso cabello –Insolente maldito, te arrepentirás de haber nacido, vas a traer mis zapatos o hare que te azoten contra un tronco hasta que me canse de ver tu sucia espalda ensangrentada y nada me excita más que eso- una mueca de desagrado ante el hombre y sus uñas recorren con fuerza aquel cuello varonil hasta la camisa al cual con ambas manos logra que los botones salten con fuerza, mostrando así una sonrisa pues su manos comenzaron a rasgarle la camisa

-Quizás para ti la ropa no es mucho, pobres como tú no entienden de esto, pero gente como yo sí, y para cerdos solo mírate en un espejo, ahí verás a un verdadero cerdo presente- se levantó dándole la espalda, no le importaba nada a Julyne y sobre todo no quería aceptar que aquello le había divertido, pues nadie se había atrevido a tocarle de esa manera y mucho menos retarla de al forma en la que aquel sujeto lo hacía.

por **Vishous** Lun Sep 22, 2014 12:11 am

El que impone un castigo desproporcionado no corrige, sólo se venga.

Tayeb Saleh

Durante toda su vida, se había mantenido alejado de las personas porque sabía que traían problemas innecesarios. Todos querían hablar de cosas que no tenían sentido, contar sus numerosos problemas o, dios quisiera que ardieran en el infierno por ello, incluso ansiaban que los confortaran con palabras amables para que no se sintieran solos. ¿No sabían todos ellos que realmente todo ser humano estaba solo?. Incluso él, quien sólo contaba con la presencia frecuente de su hermano en su vida, estaba solo en lo que se refería a sus almas. Ambos contaban con el mismo problema, pero se enfrentaban a la vida de distintas maneras. Battler luchaba por algo mejor, él sólo se aislaba y convivía con ello.

Ahora que había conocido, no sólo la ira de la señora Worthing, sino que había sido acariciado ( cursiva) por su pie en la entrepierna de un solo golpe, podía certificar, sin ningún grado de error en ello, que había hecho bien durante todos sus malditos años de vida. ¿Quién demonios podía socializar con personas que no sólo te insultaban por ordenarles que dejaran de hablar a voces, sino que se atrevían a calificarte como la basura más indeseable de la sociedad?. Si así eran todas las damas de alta clase, bien podían ser todas quemadas en la hoguera, al igual que hacían con las mujeres de su antiguo clan.

- ¿ A dónde crees que vas, áspid? – Le dijo con una sonrisa divertida, tirando su vestido con la suficiente fuerza como para hacerla caer de nuevo, dejándola sentada sobre él. Sin poderlo evitar, se rió en su cara al ver su penoso aspecto, sabiendo que por culpa de aquella mujer él debía lucir realmente como un cerdo, así como ella había dicho. Pero con la cara llena de barro, el pelo revuelto y su entrepierna dolorida, debía admitir que aquello era divertido. Casi podía perdonarle el haberle roto la camisa.

- Asqueroso, mugriento, insolente, maldito, cerdo. Sabes, eres una señorita muy malhablada. – Le dio una mirada azulada que prometía vengar todas y cada una de aquellas palabras. Pero para sorpresa de ambos, se limitó a cogerla entre sus brazos y levantarse del suelo embarrado. Sin molestarse en lo que pensarían los demás, la aferró contra su pecho, agarrándole fuertemente las manos con una de las suyas y se paseó por el jardín, ambos sucios y embarrados, atrayendo la mirada de todos hacia ellos, hasta que llegó a la salida.

- Ya que has roto mi camisa y yo no tengo tanto dinero como tú, vas a comprarme una nueva.- La dejó en el suelo descalza, con el vestido y rostro sucios de barro y el pelo completamente desarreglado. Le tomó una de sus manos y tiró fuertemente de ella, obligándola a andar a su lado. – No se te ocurra hacer un espectáculo, porque me obligarás a desgarrar ese bonito cuello. Piensa en esto como en un castigo.- Bajó sus ojos hacia los de ella y le acarició la mejilla antes de usar su poder de dominación sobre ella para obligarla a hacer lo que le decía.

- Vas a caminar agarrada de mi brazo, mirándome como el hombre apuesto que soy y me llevarás a la tienda más cara que conozcas. – Su poder fluyó con rapidez, adueñándose de su voluntad con sencillez.- Allí pagarás todo lo que yo desee, informando al dueño de la boutique que eres una niña muy traviesa y querías revolcarte como una ramera en el barro. – Sonrió con maldad y le besó la nariz.

- Adelante, joven viperina, castiguemos tu mala lengua. – Le dijo con voz dulce, ofreciéndole su brazo y riéndose al ver que ella se agarraba de él y comenzaba a hacer todo lo que le había ordenado. Iba a asegurarse de que no se olvidase jamás de él.

por **Julyne/Sebak Worthing** Vie Oct 17, 2014 1:02 am

Prometo fue encerrado por Polifemo pero ni él ni nadie podría atarme con cadenas.
La dueña del mundo, de las personas.

Insulso, sin gracia y atrevido, habían muchos calificativos para aquel ser tosco y de apariencia grotesca, bien gracias daba a la divina providencia el tener gustos mejores que aquel y no caer rendida como quizás solían hacerle las mujeres ante él, estaba segura Juls que no era más que un simple esclavo de alguna hacienda o viñedo cercano por el color de su piel y por el grado de insolencia, quizás buscaba desahogarse de los malos tratos que recibía en su trabajo y que mal compañero que escogió para ello porque la misma Worthing también estaba de genio acabado y más por el trato recibido en manos de aquel sucio ser.

-Espero que hayas disfrutado el tocar el cuerpo de una mujer de verdad y no a las tontas que siempre tocas, pero no te atrevas a tocarme más- golpeaba la mujer al pecho de aquel sujeto desagradable –Eres un maldito bastardo no creas que haré lo que digas, que me sueltes te digo- sintió como la soltaba y las ordenes que daba, algo que le hizo reírse al principio –Eres patético si crees que voy a ir contigo a algún lugar, que no ves que así no saldré, tengo que ir a limpiar tu desastre como siempre, los nobles tenemos que limpiar los desastres de los ignorantes como tú- la ira desfogaba por todo sus poros, no le importaba las palabras de aquel sujeto frente a ella solo estaba pensando en su cabello y en las horas que tendría que pasar para dejarlo como antes tan bello e impecable y más que eso era el que le hayan tocado sin su permiso, lo que la ponía en ese estado.

-Si quieres castigar a alguien, castígate a ti por tu insolencia y por haberte cruzado en mi camino y hazte un favor desaparécete de mí…- le dio la espalda retirándose un poco del barro de la cara y del cabello maldición entre gruñidos, estaba tensa completamente tensa y la furia seguía aumentado, estaba roja de tanto que se aguantaba las palabras, se volteó para enfrentarle -si quieres comprarte algo ve y trabaja, quizás en un lugar como el burdel te den algo ya que no sabes pensar- su respiración estaba muy acelerada podía incluso ella y aquel hombre escuchar los propios latidos de su corazón yendo a mil por segundo, jamás había enfurecido tanto Worthing, ni su hermano la ponía de esa forma, era la primera vez que salía de su habitualidad y hasta cierto punto, muy en el fondo, pero bien oculto de todo y todos, le gustaba aquello porque no era lo típico aburrido y sin gracia, había algo de gracia en la pela, quizás por no era como los típicos hombres y mujeres que solía ella dar la orden de “saltar” y solo decían “de que altura”, con él sus típicos juegos y poses no funcionaban, no lo intimidaban y eso lo hacía un rival muy agradable para ella, aunque Julyne nunca lo aceptaría y menos al mismo sujeto.

El mismo que ahora tocaba sus mejillas y que ella trató de alejarse pero una oleada de calma y niebla la cubrió, en su mente aún estaba su ira y su consciencia, tratando de luchar “qué demonios” su mano se envuelve entre el brazo de aquel bruto hombre pegándose a él sonriendo y dando pasos con sus descalzos pies “no puede ser posible, que es esto, una pesadilla” se preguntaba en su cabeza al seguir en dirección a la tienda, quería y anhelaba detenerse pues la mirada e todos sus conocidos y por conocer estaban sobre ella y aquel que seguramente sería tomado como el nuevo “juguete” de Julyne, algo que la enfadaba más pero no le desagradaba del todo.

Entraron a la tienda, Juls soltó el brazo del hombre acercándose al escaparate te atención, los hombres del lugar la vieron y enseguida reconocieron, es más hasta el expendedor se admiró de verla en ese estado –Señorita Worthing se encuentra bien, en que puedo servirle- miraban al hombre con cejas enarcadas de incredulidad y a la mujer algo sorprendidos y desconcertados por su presencia poco "digna" de ella misma, la sonrisa de Juls mostraba que sí, aunque en su interior se estaba rompiendo por negarlo –Buen día Sir, verá aquí mi apuesto amante desee comprarse algunas cosas, no se preocupe toda va por mi cuenta, lo que él desee será puesto a mi recargo- “qué demonios estoy diciendo si no le daría ni un vaso con agua menos de vino porque no podría apreciar un verdadero diamante u obra perfecta ni aun si se le pasear por delante, despierta Juls” -Me excita tanto así como está que quise revolcarme con él en los jardines como lo hacen todos ustedes con sus rameras- por dentro estaba una tormenta desatándose.

Los hombres rieron comprendiendo la ironía de Worthing, generalmente así también se expresaba su hermano mellizo y ya eran conocidos ellos dos en aquella tienda y fuera de ella, el vendedor miro al hombre algo desconcertado –Claro Señorita Worthing el daremos el mejor trato, si gusta podría esperar o darse un arreglo en nuestro tocador para damas, para que la atiendan como gusta y desea siempre- Juls sonrió pero no se pudo mover ni contestar, aunque en su mente estaba rompiendo todo ya en aquel lugar, incluso estaba sobre aquel sujeto golpeándole el pecho y el rostro por aquella insolencia lo que le mostraba que no era un ser tan ordinario y eso la enfurecía más por haberla “encerrado” con aquellas cadenas…

“me las pagarás” sentenciaba en me mente iracunda.

por **Vishous** Mar Dic 23, 2014 1:36 pm

Afortunadamente para él, la magia obró efecto antes de que tuviera que estrangularla para conseguir unos minutos más de silencio, aquella mujer podía conseguir que el mismísimo Jesucristo bajara de su cruz, quitándose los clavos, para rogarle que se callara.

Pasearon con suma tranquilidad, agarrados la una del otro, como si fueran una pareja más de la aristocracia. Él ni siquiera mostró ni un ápice de vergüenza, sino que caminaba con esa pose erguida de escocés orgulloso e intransigente. Muchos le habían dicho que guardaba el carácter propio de sus antepasados. Esos bárbaros sin modales que no entendían el significado de la decencia o el decoro. Quizás por eso el que ella, tan astutamente, le recordara que era poco más que un cerdo sin modales, le sacaba una sonrisa orgullosa. ¿Habría alguien que sonriera felíz al recibir tales adjetivos?. Suponía que sólo él, al fin y al cabo se había criado solo en el bosque desde sus tres años. ¿ Qué más se podía esperar de alguien que tenía más de animal que de persona?.

Al llegar a la tienda, escuchó cómo ella lo presentaba a todos aquellos hombres, soltando una pequeña carcajada cuando los dueños del recinto le indicaban el camino hacia los probadores. Pero él sólo levantó uno de sus dedos para pedirles que se callaran, lo que hicieron con suma rapidez. Al parecer el dinero podía hacer que un cerdo maleducado como él pudiera callar a los, cómo no, decentes hombres parisenses.

- Espero que puedas estar sin mí unos minutos. – Se inclinó sobre ella y delante de todos, le dio un beso propio de un salvaje. Tiró de su pelo, obligándola a abrir sus labios para poder barrer el interior de su boca con la lengua, acarició la de ella y usó su experiencia para alzarla en brazos y profundizar así su beso como si se tratase de un concurso en el que demostrar quién era el más indecente de los dos. – Pórtate bien y ve a probarte un traje rojo. – La dejó en el suelo y bajó a voz para que sólo ella pudiera oírla. – Después de pagar recuerda esperarme para ir a un restaurante. – Le dio una mirada malvada después de darle aquella orden con su poder de dominación. – Me muero de hambre. – Se despidió de ella con un guiño de ojos y se centró en elegir todo un armario nuevo.

Tuvo que soportar a todos aquellos hombres y mujeres pululando a su alrededor, trayendo prendas ya confeccionadas mientras él se lavaba, peinaba y perfumaba a cuenta, cómo no, de la amabilísima señorita Worthing. Iba a terminar desmayándose cuando viera la cuenta de todas aquellas cosas que había comprado, ya que no sólo se llevaba con él varios trajes para diversos eventos; teatro, fiestas de noche, cócteles diurnos, trajes de verano e invierno, trajes para montar, etc. Sino que llevaba un par de calzado específico para cada uno de ellos, así como guantes, abrigos, corbatas de distintas tonalidades y joyas para engalanar sus prendas con ellas. Parecía una mujer preparando su armario antes de la temporada de presentaciones a la sociedad. Y todos aquellos que lo rodeaban se sorprendían al ver que él no sólo sabía elegir aquello que se llevaba en aquella temporada, sino que sabía distinguir los más caros materiales. Obviamente ellos no tenían que saber que toda aquella información procedía de las almas que guardaba en su interior; aquellas malas pécoras que estaban divirtiéndose con su maldad tanto como él mismo, así que ayudaban a su amo eligiendo aquello que traería a la mujer un vacío en sus cuentas.

- Espero no haberte hecho esperar mucho tiempo. – Les dejó a los hombres una dirección a la que llevar todas sus compras, una posada en la que se quedaba temporalmente. Aunque había especificado que si cualquiera preguntaba por su dirección, sólo decían darle la del criadero de cerdos más cercano. Estaba seguro de que a aquella mujer le divertiría verse en medio de una granja de cerdos, buscándolo entre ellos convencida de que aquellos eran parte de su familia.

- ¿ Tienes hambre?.- Sonrió, ahora vestido con un traje que se abrazaba perfectamente a su cuerpo, señalando todos los músculos perfectamente desarrollados bajo aquellas prendas, aunque guardando siempre el decoro necesario. Su piel bronceada destacaba contra las prendas elegidas, haciendo que su camisa blanca, adornada con una corbata igualmente blanca, revelase el profundo e hipnótico tono azulado de un increíble mar sacudido por vetas azules más fuertes, como si fuera una tormenta eléctrica de pura maldad. - ¿ Julyne, tan increíble me veo que no tienes palabras que decir?.- Miró a los hombres y comenzó a reírse. – Temo que debo venir más a menudo por aquí.

por **Julyne/Sebak Worthing** Dom Feb 08, 2015 7:28 pm

Culpabilidad

Propias Traiciones

Aquel beso solo despertó la furia de ella, nadie la había tocado de esa manera a nadie se lo había permitido y él no sería el primero en hacerlo, no se lo dejaría pasar, algo el haría para golpearlo, incluso si tendría que morder los labios de él, cosa que hizo cuando el beso se profundizó, mordió esos labios, esa lengua llevando sus garras en uñas a la cabeza de él rasguñando su cráneo y tirando de sus cabellos, no le importa el espectáculo que daban, ya estaba acostumbrado a ellos gracias a su mellizo. –Eso debería decir a ti querido, espero que puedas estar sin mi unos minutos y no te vayas con alguna zorra a ver si te funciona tu pequeño amigo– un guiño de ojo y sigue a la dependienta que le indica su vestidor.

Incluso con aquellas palabras de sarcasmo no estaba contenta Julyne que buscó por todas las formas habidas y por haber gritar tan alto que perdería la voz pero solo lo lograba en su mente, incluso cuando sus pies se dirigieron al vestidor, ella buscó la forma de salir de ahí buscar un arma y pegarle dos tiros en la frente a aquel sujeto pero por gracia de los infiernos no podía mover su cuerpo a voluntad solo a la de él y fue entonces como un rayo calló sobre ella. Desgraciado, debe ser alguna clase de embrujo esto, cuando me deje libre lo perseguiré solo para azotarle la espalda hasta que la piel se le caiga de tantos golpes” . La fosas nasales resoplaban en enojo cuando una dama temblorosa limpiaba a Worthing.

Dos horas después Julyne salió de aquel tocador de damas, con un vestido rojo algo provocativo, todo al como tenían sabido en aquel lugar de los gustos “excéntricos” de la joven caprichosa, la lencería iba a juego en tonos negros. No tenía intenciones de esperar pero no podía hacer nada aun cuando estaba ahí parada esperando con la mirada perdida y en su mente escupiendo y matando a aquel sujeto de muchas formas. Esperó y Esperó hasta que lo vio salir “vaya hasta un asno sabe pasar cual corcel con un baño y unas buenas prendas” se ríe porque ese pensamiento rebelde la sigue en muchas más formas y sinónimos, aún bajo el poder de él sabe que el sarcasmo no se lo ha quitado del todo, ríe negando como si no lo pudiera creer –He visto mejores modelos, quizás la próxima querido, a lo mejor a tu próxima amante le pueda gustar– se ríe dirigiéndose al dueño de la tienda que la mira sonrojado pero ya está habituado a como es su cliente más asidua. El expendedor le pregunta por el monto y le recargo, la burocracia que muy sutil responde en frases cortas y una que otra firma en documentos. Un apretón de manos y quedaron saldados los precios gastados y convenidos.

Para ella comprar era un deporte. Uno que ahora no disfrutaba sino más bien odiaba.

Camina hasta la puerta pero sus pies se detienen y ella mismo reniega porque se acabe aquella dominación a su libre albedrío “que más puede querer este plebe” su mente molesta cuando lo siente cerca insinuando sobre la comida “Si tienes hambre compra tu comida y si no tienes entonces que te den los cerdos lo de ellos” habían ciertas cosas que podía decir y otras que no, entonces comprendió que solo aquellas no tan hirientes podían abandonarse a sus labios y las otras se mantenían encerradas. Le provocó una risa enorme “vaya que no es tan hombre para usar esto, y yo que pensé que si era todo un verdadero hombre y no un niño que juega a serlo, que decepción, usar eso para tener a una mujer dominada? Que bajo y patético” se ríe más y más que no responde sobre el hecho de tener hambre o no, incluso cuando su mano se coló por la puerta para abrirse y salir de ahí al próximo lugar de lujo y despilfarro. “quiere conocer el mundo de los ricos porque sabe que nunca podrá llegar a ello, que pobre y tonto iluso” Regresa la mirada al hombre llena de burla y sorna para él, aun en ese estado buscaría divertirse y fastidiarle a él.

por **Vishous** Lun Feb 23, 2015 6:03 pm

No entendía el motivo por el que ella seguía emitiendo esas carcajadas descaradas, pero lo cierto era que poco le importaba lo que aquella mujer tuviera en su mente. Sólo estaba jugando con ella, intentando buscarle un sentido a todo aquel día que había perdido desde el mismo momento en que ella se había cruzado en su camino. Nunca había conocido a una mujer tan insorportable y molesta. Realmente quería vengarse de ella, no por nada personal, ya que normalmente la habría dejado marchar creyendo que ella realmente estaba por encima de él, pero era simplemente que él podía hacerlo. Podía crear que ese hermoso rostro, cuidado desde el mismo día en que nació por varias criadas, comenzase a arrugarse con una expresión de descontento, yendo de un tono pálido a uno rojo de la ira. ¿ Cómo no continuar con sus provocaciones?.

Caminó a su lado y tomó su brazo para colocarlo sobre su antebrazo, dedicándole un guiño de ojos cuando salieron de la tienda y comenzaron a caminar por aquellas lujosas calles. Normalmente habría evitado pasar por allí, ya que estaban siempre transitadas por personas que caminaban demasiado lento para su gusto. Pero allí estaba, arrastrando sus pies con lentitud, como si solo tuviera la preocupación de llegar la cafetería lo más tarde posible.

- Sabes, sorprendentemente puedes llegar a ser una compañía agradable. – Sonrió como si eso fuese realmente verdad. Ya que él solo se refería al hecho de que era posible enfadarla hasta el punto de que hiciese algo estúpido. Es más, lo estaba deseando, porque así podría usar su magia para torturarla por horas.

- ¿ Crees que podríamos repetirlo en otra ocasión, “amante mía”?. – Rompió a reír y siguió paseando hasta que sus pasos se detuvieron frente a una confitería, miro los bombones y supo que tenía que entrar, ya que allí tenían algo que a su hermano le encantaba. Podía parecer increíble, pero Battler tenía un gran apego a algunos ingredientes al contrario que él, que simplemente odiaba los dulces. No se veía comiendo algo que se pegase a sus dientes, dejándole un sabor azucarado en ellos.

Arrastró a la mujer con él al interior de la tienda y saludó al joven dependiente para comenzar a pedir tres bombones de cada tipo que le gustase. Algunos los elegía por su color, otros simplemente por su precio o sabor. Era divertido ir de compras, sobretodo cuando pagaba otro por él. Sonrió y miró la caja que llenaba el dependiente, adornándola con lazos como si fuese un regalo para la mujer.

- Ten, deberías comer más dulces o te volverás una persona agria y seca.- Le metió un bombón en la boca y se inclinó sobre ella para susurrarle.- Se me olvidaba, tú ya eres agria. – Rió y se alejó para ver qué más podría comprar y llevarse a consta de ella, aunque su mano siempre se mantuvo en la muñeca de la muchacha, para no perderla de vista.

por **Julyne/Sebak Worthing** Miér Mayo 20, 2015 10:07 pm

Culpabilidad

Propias Traiciones

Un dolor de cabeza estruendoso comenzó a sentir al momento, sentía que sus sienes explortarían de tanto que le latía las venas alrededor, su labio se lo mordía con total indiferencia como si no le escuchara, estaba tan molesta que no le importo mostrárselo a aquel energúmeno. Su paciencia tenía un límite y este ser lo estaba pasando ya no serái amable con él incluso olvido el protocolo y decoro, su mirada estaba fija en la nada como si fuera un mero fanstama, eso era lo que más le molestaba, tener que seguirlo sin poder hacer nada ¿o no?. Entonces comprendió lo ocurrido y se calmó mostrando “obediencia” al bruto aquel, se acercó tan tranquila mientras caminaban y sin pensarlo le piso con fuerza clavando su tacón en el zapato de él junto a una sonrisita de victoria. –Ay te lastime, no fue mi intención, pero como ves no soy tan agradable, que va, porque no mejor te buscas a una de tus iguales cerdas para que la pasen mejor, porque cree te irá mejor con tu mismo nivel de intelecto– enarca una ceja riendo mientras clava las uñas en el brazo de aquel sujeto, pero mostrando calma y “sumisión” aunque esas dos palabras nunca la definirían.

La sonrisa en su rostro no se borraba incluso las uñas las enterraba más en la tela y piel, si tenía que ser obligada a pasear con el del brazo al menos le dejaría una linda marca para que no se olvide de que con ella no se juega como con otras, esbozó un bostezo de aburrimiento ante sus palabras y gestos de complacencia personal, le parecía muy vulgar y típico de los seres de clase; ahí le vino otra idea ”Si quiere jugar, jugaremos, pero este tango se baila de dos y ahora es mi turno de danzar”. Reposa su cabeza sobre el brazo que mantiene preso en sus uñas sin soltarle, somnolienta por aquel hombre –ya terminaste de tus monologo aburrido? Bien entonces sabes que esto cherrie no se repetirá, porque eres tan poco hombro que mira lo que haces, cuando no juegues sucio quizás, mientras eres solo el remedo de ser– se ríe tanto que oculta esa risita tras el dorso de su mano libre, ya había encontrado la falla a lo que sea que esté utilizando sobre ella y lo iba a disfrutar.

Se sentía como una muñeca siendo arrastrada, incluso tuvo el deseo de plantarle y darle bofetadas por arrastrarla haciéndola ver una desesperada, lo detestaba con todas las fuerzas de su ser y aún más a ellas, los pies le dolían por los tacones que se la habían doblado al ser arrastrada a esa confitería; rodó los ojos al ver cuán infantil podría ser aquel tipo “Nunca en su pobre y triste vida tuvo dulces, que patético” murmuraba en su mente en la cual podía ser libre a como ella quisiera y entonces otra idea le asaltó. Posó como si fuera la joven y cándida niña que era con su padre cuando quería conseguir algo, su semblante tomó uno más sereno y cálido como si estuviera de acuerdo con todo, si se dejara llevar por la corriente y el momento, sus ojos se tornaron apacibles, no había rastro de la furia que contenía, es como si se hubiera disipado y entonces dejó que el pusiera el dulce en la boca sonriendo, y cuando lo tuvo de lado se lo arrojo a la nuca directo al cuello riéndose con fuerza que el expendedor la miró como si le quisiera regañar –Por favor, tú?, tú me vienes a dar consejos de ser “agria” cuando no conoces los verdaderos manjares de la vida, cuando tu sucio paladar y apenas si ha disfrutado de la comida de cerdos, por favor, el agrio y seco eres tú, solo mírate no más– no importaba si la zarandeaba o algo así, incluso luego de aquel encuentro ella lo buscaría para hacerle pagar caro todo lo que le hiciera gastar, con cada sudor y gota de sangre de su cuerpo.

por **Vishous** Dom Ago 02, 2015 8:34 pm

"Las mujeres son un sexo decorativo. Nunca tienen, nada que decir, pero lo dicen deliciosamente."

Oscar Wilde

El doloroso agarre femenino sólo le hacía sonreír con mayor amplitud. No era un masoquista nato, en realidad hacía lo posible por alejarse del dolor, pero le divertía notar cómo sus uñas se clavaban salvajemente sobre su piel. Sin duda aquella mujer era una despiadada arpía enviada al mundo para arrancar los ojos de todos los incautos que se atreviesen a llevarle la contraria. ¿ Cómo podía haber hombres capaces de casarse con tales mujeres, solo por dinero?. Él amaba una buena controversia, incluso el comportamiento carente de modales que ella tenía, pero dudaba que los jóvenes criados en el seno de la educada y conservadora clase alta, tuviesen lo suficiente como para aguantarlas durante toda su vida.

Ignoró sus crueles comentarios en todo el camino que les llevó entrar a la confitería, incluso cuando su tacón se clavó sobre uno de sus pies, inspiró aire con suma tranquilidad y se tragó su grito de desesperación. Aquella mujer lo llevaba a un límite que aún no había cruzado en toda su vida. Pero si ella quería jugar, él también lo haría. Le ofreció una sonrisa tranquila, correspondiendo a aquella mueca de víbora calmada con una mirada animal que prometía venganza.

Y el momento llegó cuando ella le escupió el dulce, si volvía a recordar ese instante, podría jurar que había escuchado cómo el sonido de su paciencia se crispaba con aquella acción.

- Cielito, eres una mujer salvaje.- Le dijo con suavidad antes de agarrar la mano que clavaba cruelmente sobre su brazo y se la apartaba para mostrarle la sangre que manchaba sus dedos. Sin apartar sus ojos de los de ella, lamió cada una de las puntas de sus dedos, limpiándolos de su propia sangre. Dejándole ver que se estaba divirtiendo con ella, más que asustando. Aferró su cintura y la atrajo contra su cuerpo, permitiéndole sentir la calidez que manaba de él bajo todas aquellas elegantes ropas que había comprado gracias a ella.

- Tienes toda la razón, no tengo nada de gusto. Quizás por eso me gustas tanto, querida.- Sus ojos brillaron con maldad, sabiendo que con ello acababa de asestarle un insulto mucho peor de los que ella le llevaba profiriendo durante todo el camino. Se inclinó sobre ella y le susurró.

- Adelante, aráñame, muérdeme, golpéame. Hazlo una y otra vez, pero recuerda, con cada acción solo me estás calentando. Así que si no quieres que llegue a conocerte mucho mejor, será mejor que dejes de atraerme de una forma tan descarada. - Le besó la frente con dulzura, como si no acabase de amenazarla con meterse entre sus faldas y se separó indicándole al joven que le había atendido que apuntase todo a nombre de ella.

Salió de la confitería con ella firmemente agarrada en uno de sus brazos, mirando distraídamente a su alrededor.

- Sabes, debes ser muy rica, los hombres debiluchos de tu clase social no querrían una mujer como tú de lo contrario.- La miró sobre el hombro y usó su poder sobre ella de nuevo.- Dime la verdad, dulce de mi corazón. - Murmuró divertido con todos sus apodos cariñosos, sabiendo que ello podría sacarla de quicio mucho antes que los insultos

- ¿ No te aburres con todos esos hombres anodinos? - Realmente tenía curiosidad sobre ello. Como no había sido criado bajo ningún tipo de convencionalismo, sino que había tenido que sobrevivir sólo prácticamente en el bosque, no entendía nada sobre normas sociales. Él caminaba burlonamente en los límites, siendo feliz en lo que ella llamaría, " su estercolero".

por **Julyne/Sebak Worthing** Jue Ago 20, 2015 7:51 pm

Culpabilidad

Propias Traiciones

Para Worthing todo el universo estaba conspirando en contra de ella, inclusyo llegó a pensar en que todo se trataba de una broma, una broma de muy mal gusto de su hermano Sebak para que le deje el título de propiedad de la familia y la herencia subyacente, algo que no lo tendría tan fácil. Miró ceñuda aquel tipo que la trataba de la forma más asquerosa y vil, con palabras que un hombre jamás podría llegar a usar con y para ella, detestaba al punto de hervir su sangre como polvorín. En su mente ya lo había matado una y otra vez, incluso estaba enterrado y se tomaba la molestia de desenterrarlo para volverlo a matar, tanta furia despertaba en ella que solo guardó silencio para contener aquella explosión inminente.

Barrió todo rastro de cólera, con un ligero suspiro, en su rostro se posó una cándida sonrisa y unos ojos medio entrecerrados –Terminaste querido? Creo que tendré que inscribirte en una escuela, para que sepas lo que es realmente ser salvaje, además claro, de conocer el buen gusto del malo, no tienes paladar refinado y por ello no sabes diferencia, comprendo que en tu ignorancia confundas las cosas y por ello te perdono– suelta aquellas palabras junto a una risilla burlona retirando la mano abruptamente, la sacudió con asco para limpiarla cuidadosamente con una fina tela de satín alejando toda bacteria de su inmaculada piel.

Sus palabras solo provocaron una enorme risa de la cual tuvo que la final cubrir con el dorso delicado de su mano, pidió las excusas correspondientes al expendedor y a los que la miraban con ojos reprobatorios, como si le importaran, ”Iluso como todos, que patético”. Mira al hombre buscando las palabras adecuadas –Palabras y más palabras, tu y yo sabemos querido que en la cama no llegas ni a medio segundo, no hagas que crean que eres todo un semental cuando ni más emoción me da mi dedo meñique que…– le mira de pies a cabeza riéndose y señalándole con la mano –Bueno, que tu querido– ha tocado el ego masculino en su totalidad.

Para Worthing no hay nada peor que amenazarla con meterse bajos sus caras enaguas, cuando ella el menos no lo ha decretado que así sea.

Caminó junto a el hombre asqueada completamente, tenía nauseas de su cercanía pero tenía que soportar en silencio, en contra de su propia voluntad y eso era lo que más le molestaba. Observaba a las personas para poder a un conocido pedirle ayuda y que lo lleven detenido y ahí haría que pague aquella osadía, pero nada, ni un solo conocido o su hermano se aparecía por aquellas malditas calles. Suspiró con resignación tensando la mandíbula un poco. Escuchó su pregunta “Como si le fuera a contar mi vida, que iluso”

Sus labios se abrieron y ella no pudo creer lo que decía –Claro, para ti debe ser importante casarte, para mí no, para mi lo importante es aumentar mi fortuna, quizás por eso no hay partido que valga la pena, pero en fin siempre quedaran pequeños alevines con los cuales jugar y divertirse un poco para no, como dijiste? Oh, sí aburrirse. Además yo no juego con cualquier ser pueril de esta ciudad, mis gustos pasan los de los simples granjeros que conoces– enarca una ceja en clara actitud de la típica pregunta muda “entendiste, que estás por debajo de mi”.

por **Vishous** Sáb Oct 03, 2015 11:04 pm

Las ofensas que le había realizado la mujer a lo largo del día pendían como luces malignas sobre su cabeza, haciéndolo querer estrangularla. Pero era tan divertido el molestarla, dominarla y empujarla a soltar más de su veneno, que se vio queriendo saber más de ella. No muchos eran capaces de mantenerle el ritmo a sus palabras y actos. Había encontrado una persona extraña, que nada tenía que ver con su apariencia frágil y elegante. Quizás todo en ella fuera una contradicción.

Desde sus ropajes caros, ahora sucios y desordenados por su culpa, hasta sus cabellos, antes peinados a la perfección y que ahora había dejado varios cabellos sueltos por culpa de las sacudidas que le había dado al comienzo de su encuentro. Todo en ella llevaba su huella, como si de manera inconsciente se hubiese asegurado de que aquella mujer no lo olvidase jamás.

- ¿ Importante casarme? – Se rió ante sus palabras, realmente ella no entendía nada de sí. Como si le fuera realmente posible el soportar a una mujer lo suficiente como para establecer con ella un vínculo para toda la vida. No deseaba tener esa soga atándole el cuello, no era lo suficientemente estúpido para ello. Apreciaba el ir y venir a su antojo, sin dar explicaciones. Sin contar que por culpa de sus almas, el ser fiel a alguien era del todo imposible, a menos que su mujer pudiese tener la fogosidad capaz de extinguir la pasión de más de cien almas hambrientas.

- Mis intereses no están en establecer ningún tipo de contrato con una mujer, a menos que tengan lo único que yo no poseo.- Le dio una mirada divertida a Julyne como si supiera que iba a contestarle algo similar a que le faltaban muchas cosas, así que decidió taparle la boca con una de sus manos para terminar de hablar sin interrupciones.

- Si buscas una familia más acaudalada que tú, sólo debes aspirar a la nobleza. Aunque asegúrate de investigarlos bien, esos perros astutos suelen ocultar que tienen vicios y deudas.- Se encogió de hombros y le apartó la mano para volverla a capturar por la cintura y empujarla a caminar de nuevo. No quería que se esfumase la fuente de su entretenimiento.

- Yo me refería a que hay pocos hombres capaces de soportarte, aunque tuvieras el don de convertir en oro todo lo que te rodea, como no sean fuertes, de nada servirá.- Puntualizó con tranquilidad, mientras pensaba cómo volver a molestarla.

por **Julyne/Sebak Worthing** Dom Dic 20, 2015 10:46 pm

Culpabilidad

Propias Traiciones

Para una mujer como Worthing, no había nada más molesto que le pusieran una mano encima, que tocaran una sola hebra de sus cabellos o se rozaran contra ella, sin su consentimiento, una aprobación que tenía que pasar por una rigurosa entrevista en varios aspectos. El haber sentido la mano tosca y sucia de aquel hombre, al que ella consideraba como un granjero estúpido, sobre sus delicados y finos labios provocó toda la ira que tenía guardada, sus mejillas tomaron el tono carmesí y su ceño se frunció en claro aviso de su dragón. Y ahora era el momento de dejarlo echar fuego.

Asco, nauseas, repulsión, todos los adjetivos que calificarían el desagrado que Worthing estaba teniendo en aquel momento quedarían cortos y ni sumados podrían llenar lo que realmente sentía más, solo sus ojos eran capaces de expresar lo que por dentro estaba estallando. Colocaba la mirada en blanco cada vez que él hablaba, o simplemente miraba a otro lado como si lo que aquel burdo hombre no pudiera decir algo que llamase su atención, fueron las únicas maneras de al menos divertirse, por así decirlo.

Un bostezo dejó escapar muestra del aburrimiento que presentaba el hombre, su sonrisa cínica y su mirada que le recorría por completo sopesándolo con cuidado –¿Quieres que te enumere todo lo que te hace falta?– enarcó una de sus perfiladas cejas con una mirada de reproche, lamió sus labios prestos a dejar correr el veneno del sarcasmo –Muchas cosas te hacen falta, pero las más importantes querido son: Un buen baño, para por lo menos en algo quitarte lo sucio; buen gusto, porque obviamente careces de ello; inteligencia, lo tuyo solo es fuerza bruta y poco cerebro así no llegarás lejos; Clase, bueno esto te será muy difícil conseguirlo y por supuesto Dinero, sin ello no atraerás a ni una mujer a que se te acerque no podrías invitarla a una cena o a un lugar interesante, porque claro no sabes de ello– ríe en complacencia por haber descargado parte de su furia.

La cercanía del sujeto la ponía de mal humor, uno muy diferente al habitual que suele tener “No te me acerques más, cerdo, estás invadiendo mi espacio personal”. Su mente gritaba y daba brincos de histeria por no poder hacer lo que solía hacer en aquellos casos, lo estaba odiando completamente y entraría otro ser a la lista negra que posee Worthing.

Lo miró con incredulidad soltando una carcajada –Crees que el decir eso te hace ser o parecer alguien inteligente y listo. Eso lo sé mejor que nadie, claro tu no lo sabías porque vives en un chiquero, pero ya que estás hoy conmigo te ilustraré un poco– uno de los mechos sueltos que llevaba lo tomó entre sus dedos colocándolo tras su oreja, tomando una actitud y postura firme, de una mujer que está a punto de firmar un gran negocio.

Se iba a divertir humillándolo en varias formas, pero más que nada en soltar su veneno lentamente sobre aquel tipejo.

“Es mi turno”

–Un hombre de noble cuna o de alta alcurnia es beneficioso, ¿sabes por qué? No verdad, te lo diré, si tiene deudas y yo las solvento ¿Qué pasaría? Estaría en deuda conmigo por lo tanto todo, absolutamente todo lo de él pasaría a mis manos y administración y nada sería para él más que el que tenga que trabajar a mis pies. ¿Vas comprendiendo?, si tiene vicios se me es más fácil hallar sus puntos débiles, los hombres como tú y como los que por ahí rondan tienen vicios conocidos, el juego, la bebida y las mujeres, saber cuál es de cada uno me resulta muy satisfactorio, digamos que un entretenimiento personal– ríe por lo bajo moviendo sus manos como si le dijera a aquel hombre “no has comprendido ni lo harás” –No podrías entender mis palabras porque te falta algo primordial en esta vida– realiza un puchero fingido como de tristeza que luego se convierte en otra risa

Lo estaba provocando de todas las formas y a ella no le importaba en lo más mínimo.

por **Vishous** Lun Ene 04, 2016 10:15 pm

Escuchó la larga charla de todas aquellas cosas que ella creía que le faltaban, podría jurar que no había conocido a una mujer más insufrible que aquella, incluso si le cortaba un dedo estaba seguro de que seguiría soltando veneno por aquella boca, una y otra vez. Parecía como una muñeca de esas que le dabas cuerda y comenzaban a decir algo en un francés demasiado pegajoso para su gusto. Si eso era lo que le esperaban a la mayoría de los hombres en París, podía comprender porqué la mayoría se dedicaban a beber y apostar en bares de mala muerte. Rió con soltura al imaginarse al amargado de su futuro marido, encerrado en algún local para hombres de alta clase, tomando opio y bebiendo para poder arrastrarse de nuevo junto aquella mujer. Aunque lo más probable es que el pobre hombre sólo le hiciera un hijo con rapidez y después la enviase a cualquier casa de campo mientras él disfrutaba de alguna amante.

Asintió a algunas cosas sobre lo referente a controlar a los hombres, parecía tenerlo todo bien pensado, como si desde los seis años se hubiese dedicado a asegurarse que no hubiera nada que pudiera arrebatarle el poder al que estaba acostumbrada. Pero ella no caía en una cosa realmente importante; el dinero se esfumaba, la belleza también y el poder era algo difícil de mantener cuando la otra parte sólo aportaba un pene capaz de darle hijos. Así que la miró con condescendencia, sabiendo que ella lo creía, ciertamente, estúpido y nada cambiaría aquel hecho.

- Veo que lo has meditado todo concienzudamente, preparando a cualquier hombre para perder sus testículos de forma lenta y dolorosa. - Alzó una ceja ante la última insistencia de ella en que le faltaba algo para entenderla, realmente era frustrante escucharla repetir lo mismo una y otra vez como para asegurarse de que en algún momento él comenzase a llorar por comprender que era algo similar a un simio con vicios. Pero lo cierto era que no tenía ninguno más que la lectura, él no se dejaba atrapar por cualquier falda, botella o apuesta. Cuidaba bien de sus finanzas y las invertía con trucos sucios, gracias a la magia.

- Pero no has caído en lo importante, niña malcriada y mimada, eres una mujer y cuando te cases, no valdrás nada salvo tu útero. - La miró maliciosamente antes de tirar de sus brazos para que volviese a andar y no se quedase con esa pose de mujer de alta clase asqueada por las acciones de alguien inferior a ella. Parecía una de esas niñas a las que él de pequeño hacía llorar quitándole los lazos de sus vestidos, quizás por ese placer extraño que sentía un hombre al molestar a alguien que le gustaba. O sólo por verla llorar, simplemente. Nunca lo había analizado con detenimiento.

- Vaya, poseo muchos vicios según su señoría. - Rió de nuevo, esta vez atrayendo varias miradas de curiosos, todos aquellos tranquilos hombres y mujeres que caminaban a su alrededor sin imaginarse que estaban dedicándose las peores palabras que existían entre ellos. - Admítelo querida, te estás divirtiendo, porque éste burro lleno de vicios, es uno de los pocos hombres con los que puedes soltar todo ese veneno que te consume por dentro. - Se detuvo de golpe al ver a una niña vendiendo manzanas, era alguien al que conocía por vivir cerca de su cabaña a las afueras de la ciudad. Su madre estaba enferma, así que se encargaba de vender varias cosas para sobrevivir, siempre solía comprarle comida, a pesar de que ella siempre estaba sucia, solía mantener las frutas siempre brillantes, preocupándose de que estuvieran sanas. Lamentablemente su aspecto sólo alejaba a todos aquellos a los que le ofrecía las manzanas.

Caminó hasta ella, tirando de Julyne para que no se librase de su agarre, empujándola ante la niña para que pudiese verla bien. - La señora te comprará la cesta. - Declaró con una orden hacia la humana, desafiándola con la mirada a que se atreviese a negarse, tenía una de esas advertencias silenciosas que no auguraban nada bueno si algo no salía según sus antojos.

por **Julyne/Sebak Worthing** Jue Ene 21, 2016 12:00 am

Culpabilidad

Propias Traiciones

Worthing comenzó a reír de manera tan deliberada que haría a cualquier jovencita o dama de sociedad, como a la que ella pertenecía, avergonzada de tal espectáculo, incluso el decoro de cubrirlo con el dorso de la mano no daba cabida a tanta risa de su parte, sin importarle las miradas de los transeúntes que observaban y murmuraban su comportamiento tan impropio, pero le era tan indiferente que continuaba riéndose sin reparo, porque las palabras de aquel bruto tenían demasiada gracia que solo podían provocar ello en ella, una reacción tan vulgar dirigida para alguien del mismo nivel.

–Claro, había olvidado lo obtusos y primitivos que son los hombres– ríe un poco más pero ya con mayor calma y decoro, sus dedos acarician sus delicados ojos comprobando que su imagen no estuviera corrida –Como si fuera a dejar que ello sea posible, primero un hijo sería un estorbo para mí, al menos por un tiempo prolongado de cinco a diez años de matrimonio, en segunda ¿Qué te hace pensar solo tendrá valor mi útero?, claro piensas como un bruto hombre que no ve más allá, te perdono por ello, pero te equivocas– cierra los ojos soltando un suspiro, como alguien que va a explicar cosas para un niño de cinco años –Yo decidiré, ¿no comprendiste lo que dije antes verdad? Si soy la dueña de todo lo que tiene mi esposo y este nada ¿qué crees que pase? Estará confinado a ser un adorno mío, un objeto al cual usar a mi antojo, por ello si llego a tener un hijo con aquel quien perderá valor será él, será ya alguien desechable porque mi heredero será mi mayor interés, ya vas comprendiendo las cosas como son realmente.– Chasquea los dedos como si quisiera hacer despertar el entendimiento a aquel hombre.

Algo que Worthing jamás en su vida admitiría era la utilidad de ciertos hombres para lograr que termine desesterándose al soltar todo aquello que ha guardado, aunque de por si su carácter era el mismo día y noche, sin importar el que. Miró al tipo enarcando una de sus perfectas cejas ante la nueva, sus ojos se cierran negando –No me gustan las manzanas, son asquerosas, deberías vender algo mejor niña que solo frutas podridas y sin gusto, incluso tu podrías ser algo mejor si te lo propusieras de verdad pero debes de ser como este bruto de aquí, otra más sin dos dedos de frente, que desperdicio– más como aquel sujeto había dado la orden, sacaba de su pequeña cartera un billete dejándole a la joven de la cual no tomó las frutas.

–Ahí va otro de tus vicios, creo que al final no soy yo la mimada si no tu, que no puedes con alguien como y su veneno de manera directa ¿verdad?– su risa es más cínica –Ya veo, todo esto era un plan para intentar conseguir algo de inteligencia, no funciona así. Espero que te hayas divertido con tu jueguito infantil, pero enserio, estoy cansada de esto, si vas a hacer algo más, has algo con clase, más a mi estilo que al tuyo que posees– mira a la niña de pies a cabeza con una ceja enarca como si tasará un objeto

No había hombre, ni persona que soportara realmente lo que significaba Worthing.

por **Vishous** Miér Feb 03, 2016 9:53 pm

Si bien aquel encuentro era de lo más irreal que existía en el mundo, era lo más sociable que había hecho él en mucho tiempo. Cosa que le recordaba el porqué permanecía en su cabaña la mayoría del tiempo, sin querer a nadie más que a sus libros y las centenas de almas que habían bajo su piel. Durante todo aquel dia había tenido que calmarlas, negándose esa placentera salida que sería el llevarla a lo más profundo del bosque y atarla a la dura mesa de madera que había en su cocina. Podría usarla para ver la utilidad de sus pociones y hechizos y después, solo lentamente, iría separando esa fina piel de porcelana de su cuerpo para usarla como elemento decorativo en alguno de sus libros. Prensada, teñida y eternamente conservada gracias a algunos químicos.

Sus ojos verdes se oscurecieron mientras la miraba fijamente, la boca de aquella mujer no paraba de abrirse y cerrarse mientras él imaginaba los gritos que manarían de aquella garganta fácil de quebrar. Sólo una presión lo suficientemente larga para cortar su respiración y después un giro de muñeca, mientras se llevaba al otro mundo la imagen de su rostro.

- No tienes ni idea de lo que provocas en mí - Su voz sonó suave y ronca, casi similar a una declaración de amor. Al menos la única que podría darse entre un sociópata como él y alguien como ella. Su piel se estremecía sólo con imaginarse las posibilidades que podría darle a sus tendones, una vez su cuerpo careciese de piel. Poco le importaba lo que decía sobre sus burdos ideales de conquista sobre su futuro marido. Él sólo veía la intensidad de la tonalidad de su sangre, encerrada en aquel cuerpo inútil y sin otra finalidad que el ser liberada.

Se tragó un gemido que bien podría haberlo avergonzado en otro momento y asintió con firmeza, antes de recordarse que debía alejarse de allí antes de que fuera tarde. Así que tomó una manzana de la cesta de la niña y le dio un bocado antes de masticar lentamente para sentir el dulce sabor danzando sobre su lengua. Pero fue un recuerdo antiguo el que le hizo retroceder, uno que habia guardado en el interior de su subconsciente. El sabor de la carne cruda, de un aún latente corazón. Rituales antiguos y oscuros.

- Márchate y te recomiendo que no vuelvas a cruzarte conmigo.- Sentenció con una mirada fría, ya que le estaba costando el controlar una de sus almas, una peligrosa y letal a la que le gustaba aquel orgullo de Worthing.

- ¡Ahora, estúpida! - Le gritó con una mala expresión ordenándole mentalmente que comenzase a correr hasta su casa, pues él sabía rastrear perfectamente y no pararía hasta tener su recompensa. Sólo debía volver a casa y encerrarse, una buena comida ayudaría.

por **Julyne/Sebak Worthing** Dom Mar 20, 2016 4:36 pm

Culpabilidad

Propias Traiciones

Bostezo, una y otra vez eran emulados con una cínica sonrisa en aquel rostro de porcelana, para Worthing no había nada más aburrido que aquella demostración y explicación con pocas palabras, estaba más que obvio que aquel hombre solo era la presentación en persona del aburrimiento y para una mujer como ella con una imaginación tan perversa no podía darse el lujo de seguir desperdiciando su valioso tiempo, el cual podría estar atormentando de mil maneras a sus esclavos que en lugar de estar con aquel ignorante de hombre.

Enarcó una de sus finas cejas con aquella mirada de incredulidad –Es lo mismo que tu provocas en mí, así que esas palabras redirígetelas también– suelta abruptamente el brazo del sujeto limpiándose con parsimonia calma, haciendo caso omiso a las palabras del ser, ignorándolo por completo porque para ella aquello había terminado en el preciso momento en que el juguete se volvió aburrido, es decir, hace unos quince minutos atrás. Miró sobre su hombro tazando de nuevo de pies a cabeza soltando un pequeño suspiro como un bufido de decepción, incluso ante la amenaza e insulto, ella no se movió de ahí hasta que hubo limpiado todo su brazo, su cabello y parte de su rostro, fue entonces que comenzó su andar de dama directo donde una de las modistas del centro de al ciudad.

Cuando estuvo a unos pasos, no tan lejos de él regreso mirándole con completa decepción –El tiempo que perdí hoy contigo, lo pagarás, o mejor dicho ya se quién pagará en tu nombre, solo el oírle pedir clemencia hará que me sienta satisfecha, y no te preocupes bruto, jamás quisiera cruzarme con alguien tan poco cosa y sin sentido como tú, fue el peor día de mi vida y no quiero repetirlo porque hay personas más interesantes y mejores que tu en este mundo para atormentar, y tú no eres nadie ni nada. Imbécil,– sus ojos se concentraron en la joven vendedora sonriendo.

Su imaginación hay corrido tanto que se sentía sofocada, solo de visulizar aquel cuerpo inocente en el tronco siendo arrancada a tiras la piel por el látigo, las veces que le haría gritar de placer y dolor hasta matarla realmente, hacía que ella sonriera de aquella forma tan calmada.

Pero por el momento se alejaba bien dispuesta a quitarse el aroma rancio de pueblerino que le habían pegado hace unos momentos, con eso se sentiría en algo recompensada.

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