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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Constance Käempffmann Mar Oct 23, 2012 1:34 pm

¿Si la elección fuera la vida eterna la escogerías?, siempre recordaría aquella frase que me dijo Liuvha, una singara el día en que la pena inundaba todos mis caminos, mis sentidos, mis facciones, mi espíritu y por su puesto también mi alma. ¿Qué fue lo que respondí? Suspire buscando en mi memoria el recuerdo exacto de lo que había dicho “Ya tengo vida eterna, no tuve necesidad de morir mas las reencarnaciones tienen éxito cuando eres uno como yo” abrí los ojos y recordé el rostro que tenia para ese entonces, morena de cabellos negros y unos perfectos ojos color aceituna, la gitana con mi respuesta quedo anonadada no era para menos, dejo caer una maldición que luego de la ultima reencarnación habita en mi cuerpo, la separación la muerte en vida algo que simplemente no puedo describir, avance por las calles observando detenidamente la arquitectura del lugar, las formas, los círculos como todo cambiaba, estructuras lúgubres y otras sofisticadas, nada concordaba como mi alma, ya no era solamente yo gracias a Liuvha era también ella, la verdadera dueña de este cuerpo terrenal.

“Siempre me tendrás y cada vez que habites un cuerpo nuevo tu alma se dividirá, ahora somos dos… luego seremos tres… cuatro ¿Cuánto más soportaras Constance?” y ahí me encontraba hablando para conmigo misma en voz alta, con un acento diferente al habitual al que me pertenecía por años, un escalofríos recorrió mi cuerpo y me abrace a Almagor, mi libro de hechicería. – No, ya verás que me encargare de deshacerme de ti- susurre, aun cuando no me importaba que me llamaran loca, no era bien visto andar hablando solo, lo más probable que me tacharan de hereje o bruja, aunque razón tendrían había que guardar las apariencias. Pase por fuera de una tienda de vestidos mi reflejo en el gran ventanal llego a mis ojos, a nuestros ojos “Sigo siendo tan bella como siempre”- cerré mis ojos y los volví abrir yo solo veía un cuerpo nada mas – Pero esa ya no eres tú, ahora es Constance, soy yo, nadie más que yo. – Pronuncia de manera esquiva molesta y note que mi actuar había llamado la atención de una dama del interior, sería como estaba levante una ceja con desaire y seguí mi camino.

Unas cuantas cuadras mas allá el mercado se hacía presente, donde los ambulantes mostraban sus riquezas, donde muchos vendían su alma al mismísimo demonio ¿Qué necesitaba? Demasiadas cosas y según una de mis fuentes aquel lugar era el indicado para encontrar lo necesario. Acaricie con cuidado la tapa de mi libro que tenía el escudo de la familia Käempffmann, un fénix que renacía de las cenizas de color dorado, claro con los años solo se veía un ave estirando sus alas para emprender el vuelo carecía de color pero nadie se podría imaginar el poder que este libro tenia, ni mucho menos lo que éramos ambos capaz de hacer - אלמגור, מאהב ואת היועץ שלי להראות לי את האופן שבו אני צריך למצוא, לפתוח את הדפים, הראה לי את האמת – (Almagor, mi amante y consejero muéstrame el camino que necesito encontrar, abre tus paginas y muéstrame la verdad) leí en perfecto hebreo una de las cuantas inscripciones que tenia tallado el libro, mi voz parecía irse con el viento mientras el hechizo era roto y se abría las hojas comenzaron a pasar una a una en blanco la mayoría de las paginas que necesitaban el conjuro especial, se detuvo en seco y frente a mí el dibujo de una planta apareció un nombre extraño a su lado pero conocido para muchos. – Jengibre, del tallo de este extraer la gota blanca que dará el tono amarillento para una buena preparación – sonreí sola mientras leía aquello, el Hechizo tenía como nombre Matate Metita, este me ayudaría a callar por algún tiempo al alma que habitaba en mi cuerpo, a la otra que deseaba apoderarse.

Los ingredientes fueron apareciendo uno a uno cada uno con una descripción a su lado, cada uno tenía un poder milenario y especifico, mientras me adentraba por el mercado, mis ojos iban observando puesto por puesto, de mi brazo derecho colgaba una canasta desocupada y entre mis manos el libro que pasaba como uno cualquiera. Me detuve en un lugar especifico donde el olor a incienso se apodero de mis sentidos, gire mi cabeza mirando al vendedor un hindú, por su apariencia tenía varias esencias y entre esas de seguro estaría la que necesitaba, revise mi libro y leyendo solo para mi llegue al punto que necesitaba >> Y todo necesita calidez, si quieres matar a tu enemigo busca en su interior los recuerdos de una vida que no se llevo a cabo, y como el incienso busca el aroma al pecado, busca el aroma que mezcla las dos almas<< acostumbrada a los acertijos me quede pensando en mi aroma favorito y en el del ala errante que vivía en mi – ¿Tiene usted incienso de cedrón y menta? – pregunte mientras el hombre se quedaba quieto mirando mis ojos, sin darle tregua me quede ahí mirando, esperando una respuesta pero la desconfianza entre ambos crecía, el sabía que no era yo pero no podía hacer nada. Al final cuando no vio salida ni como culparme de algo que no tenia seguro me apunto hacia unas pequeñas pirámides una de color verde y otra de un negro azulado, en un francés carente de acento me dijo el costo y para lo que servían, si bien no necesitaba los datos extras agradecí como toda dama y pagando un costo un poco más elevado de lo que tenían, puse las pirámides en mi canastillo.

Gire en mis talones, para seguir mi camino cuando un niño paso a tropezarse con mi vestido haciendo que mi querido libro callera al suelo – Niños… niños – dije despacio mientras unos polizontes corrían en dirección sur en busca de algún ladrón, seguramente uno de los policías paso a pisar mi libro, y la rabia llego a mi cuerpo, pensamiento y alma, apretando mi mandíbula y puño me puse en cuclillas para recoger a Almagor.


Almagor* libro de Hechizos, el significado del nombre el Indestructible



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Mensaje por Emerick Boussingaut Sáb Oct 27, 2012 4:04 pm

"La irregularidad, es decir, lo inesperado, la sorpresa o el estupor son elementos esenciales y característicos de la belleza."
Charles Baudelaire



El día estaba soleado como los primeros días del verano, las aves revoloteaban juguetonas alrededor de las catedrales y los sonidos de la música callejera llegaba hasta su carruaje, recordándole que los días se alargaban cada vez más, trayendo consigo aquellas transformaciones en las que la Luna Llena alcanzaba a reinar en el cielo aún con la luminosidad del astro rey presente. Era en esos momentos cuando más lamentaba el no tener conciencia alguna, ni recuerdo de sus actos ¡Cómo disfrutaría las habilidades de licántropo en esas cálidas noches! Correr los bosques a la velocidad lobuna, descubrir nuevos lugares, todo aquello de lo que podría disfrutar en caso de poder elegir no ser una bestia asesina... Sueños, sólo sueños, pero una vida sin sueños jamás merece ser llamada vida.

El carruaje se detuvo en el destino previsto y los aromas del mercado traspasaron las barreras de su coche, haciéndole inspirar de manera profunda hasta que su puerta le fue abierta para permitir su descenso, anunciándole de ese modo que ya todo estaba dispuesto para la compra semanal de la cual esta vez, él mismo, había decidido ser partícipe de ella. De vez en cuando, solía ir al mercado para ver las novedades de comestibles que llegaban de los países lejanos, en embarques desconocidos.

Caminó por entre lo pasillos de vendedores que intentaban incitarle a la compra de sus productos, mientras era seguido fielmente por un par de criados, encargados de hacer las compras rutinarias y además cargar sus nuevos caprichos. Tomó el aroma de las manzanas y su grado de turgencia, antes de pedirle a uno de sus acompañantes que la limpiara por él y entonces poder llevarla a sus encías para darle así el visto bueno; sabía ligeramente ácida, con un toque de dulzor que no secaba la boca, estaba jugosa y crujiente, en su grado perfecto de madurez y frescura, por lo que pidió no sólo uno, sino varios kilos para compartir con los marginados que recogía la corporación que encubría a la Alianza.

Las compras transcurrieron tranquilas, no había tanta novedad como él esperaba, mas tuvo que apartarse en un par de ocasiones de aquellas personas que robaban algo de los negocios y huían con los guardias y dueños detrás. Mas de una vez, intentaron hacer lo mismo con él, acercarse de manera amistosa a pedir un poco de limosna, mientras otro se encargaría de meterle la mano a la cartera, pero sus intenciones se veían inmediatamente truncadas al ver que no andaba solo, así que no les quedaba más que seguir su camino y buscarse a alguna otra víctima solitaria de apariencia adinerada.

Ya parecían tenerlo todo, y con ello llegaba el momento de emprender la marcha, cuando la mujer que caminaba delante de él, tuvo un pequeño percance con los niños que corrían a su alrededor, quienes le hicieron tirar una especie de libro antiguo al suelo, para que luego, como si aquello no hubiese sido suficiente, un segundo hombre se encargada de pisar su preciada pertenencia.

Permitidme — le dijo, adelantándose a ella para recogerlo del suelo y sacar de su traje un pañuelo con el cual limpiar la cubierta la que en verdad llamó su atención ¿Cuántas mujeres de la época habían en París que supieran leer? ¿Y cuántas menos había que supieran hacerlo en una lengua tan antigua como la que su cubierta recitaba?

Un fénix — mencionó al mismo tiempo que reconocía el símbolo de su portada y volvió a alzar la cabeza para mirarle a ella por primera vez. Su rostro poseía una particular belleza que no sabría explicar, pues una sensación ciertamente psicópata se le entremezclaba en su interior como a modo de precaución. — Lengua antigua — añadió, pero en vez de regresarle el libro, le aseguró un poco más entre sus propias manos para impedir cualquier intento de arrebato por su nueva interlocutora.

¿Andáis vos en alguna misión del tipo eclesiástica o... ? — preguntó dejando la frase intencionalmente inconclusa, pues no estaba realmente seguro de que fuera lo que había pensado: Una miembro de las facciones bibliotecarias de la Inquisición, lo cual inmediatamente le indicaba interes y también precaución.




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Mensaje por Constance Käempffmann Dom Nov 11, 2012 4:08 pm

Si bien siempre andaba sola por la razón que no confiaba en nadie ya mis criadas me decían que ellas podían salir hacer mis compras, mas no, nunca les dejaría un encargo tan valioso a ellos, para ellos sus deberes eran claros, nadie tocaba mi libro y todo estaría bien. ¿Guardaespaldas? Tenía el suficiente conocimiento como para poder protegerme sola, los dones que la naturaleza me había dado me permitía ocupar mi magia en contra cualquier amenaza, un arma silenciosa y mortal que solo los escogidos teníamos el derecho a saber y ocupar. No obstante una acción torpe gatilla a que ocurran cierto tipo de incidentes y ahí estaba uno, mi amado y fiel libro ahora ya no estaba en el suelo sino mas bien en manos de un perfecto extraño que con sus cortas palabras decía lo que muy pocos sabían, ahora bien habían dos opciones en ese momento ser la dama, educada de clase alta que era o simplemente hacerme la desentendida y seguir mi rumbo. Pero ¿Qué seria la vida sin este tipo de circunstancias? Salir de la monotonía siempre era una de las más valiosas opciones que yo tenía.

Le quede mirando, sin sonreír, sin gesticular palabra alguna, observando cómo admiraba la gran pieza que tenía entre sus manos, aquel hombre no sabía el poder que le daría ese libro si tan solo supiera las palabras mágicas para que este le obedeciese, conjuros milenarios que iban de generación tras generación, mas años de lo que él y yo llevamos en esta tierra, suspire cerrando con suavidad mis ojos – Un Fénix, que busca renacer – si bien había hecho mis cálculos, poco faltaba para que cumpliera otros quinientos años mas aquel libro, tan oscuro como iluminado que era, me di el gusto de rectificarle, si bien el ave estaba intacta estaba vieja y aquella era la leyenda o mejor dicho la realidad.

Extendí mi mano para que depositara el libro en ella, tenerlo lejos, me causaba una especia de vacío en mi interior, me causaba la sensación que arrebataban mi vida, mi alma y espíritu. Su última pregunta quedo en el aire y si bien me pareció gracioso, no era del tipo de personas que andaba sonriendo por la vida, me guardaba aquellas sonrisas para momentos especiales – O, simplemente un libro de recetas que lleva generación tras generación en mi familia, Monsieur – ahí estaba la dama intrigante que era, ¿mentir? No tenia opción, no confiaba en él ni en nadie que nos estuviera escuchando en ese momento – Hebreo – musite mientras ya mi mano se encontraba en el borde del libro afirmándolo con fuerza, preparando mi cuerpo para hacer que lo soltara. Pero no, no hice nada las personas pasaban, algunos nos miraban, otros nos decían regañaban que obstaculizando el paso – Mi única misión es obtener lo necesario para una gran fiesta – claramente yo no tenía la pinta de ser una criada y aunque mi verdad parecía increíble tendría que aceptar mis palabras, los caprichos de una mujer eran los más extraños que alguien pudiera si quiera descifrarlos.

Hice un poco de presión hacia mi cuerpo para quedarme con el libro en vano fue, mis ojos se clavaron en los del hombre con cierta rabia y diciendo en hebreo - ריק גליונות השהייה.. ומוזר כל מפוענח- (Las hojas en blanco quedaran... y ningún extraño lo descifrara) lance un simple hechizo que Almagor conocía perfectamente. En silencio quede no había palabras para decir en ese momento…



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Mensaje por Emerick Boussingaut Dom Nov 25, 2012 10:43 am

"El miedo es el más ignorante, el más injurioso y el más cruel de los consejeros."
Edmund Burke



Era extraño, muy extraño, un libro de aquellas características en las manos de una mujer, pero aún más extraño era que aquella misma mujer procediese a responderle de manera tan certera y educada no tanto en cuanto al protocolo como a la profundidad misma de sus conocimientos, y es que aquello sobrepasaba incluso a las mujeres de las clases sociales más altas, a menos... ni siquiera logró seguir sacando sus conclusiones cuando la excusa tan ridícula de las recetas llegó hasta la parte mas interna de sus tímpanos.

¿Recetas? — le preguntó contrariado pues ¿qué tipo de personas pondría a un fénix en un libro de recetas y más aún lo escribiría en hebreo, como ella acababa de confirmarle? Ni por muy milenario que fuera, pues aquella mujer ni siquiera tenía la apariencia de guardar las costumbres israelitas dentro de su propia cultura.

La miró incrédulo. En un principio él sólo había querido un poco de respuestas que de manera curiosa hubieran salido de su boca, tan inocentes como las preguntas de un niño pequeño que sólo deseaba saber a que se dedicaban los estudios de la mujer, que de seguro eran sumamente escasos en una sociedad como la del 1800, pero las reacciones de ellas fueron las que verdaderamente gatillaron la más austera de posiciones defensivas.

Ella intentó quitarle aquel libro con el propio pesó de su cuerpo al cual él mismo opuso resistencia, provocando el evidente enojo en sus ojos, que hasta ahora ni siquiera habían sonreído, acompañado de un murmullo enrabiado de palabras ininteligibles que seguramente estarían habladas en la misma lengua hebrea de aquel libro ajeno de extremo valor. Mil ideas se le pasaron por la cabeza, desde que la mujer estaba realmente loca y aquel no había sido más que un libro usado, comprado en alguna feria de cachivaches extranjeros, pasando por una mujer normal que sólo intentaba conseguir un poco de atención, hasta acabar en una verdadera bruja, de aquellas que había conocido a través de la Alianza y que ahora acababa de lanzarle un hechizo por no haberle regresado el libro.

Los dos criados que le seguían, retrocedieron espantados, e incluso a la mujer se le cayó una de las canastas al piso, haciendo rodar por el suelo un par de naranjas salidas de la cesta, de las que por el propio espanto ni siquiera pudo ser consciente. Al parecer ambos acababan de comprender lo mismo que su amo y no querían sometidos a la furia de una mujer cuyos poderes sólo conocían de las antiguas leyendas de sus propias tribus. Le miraron asustados, queriendo mantener la distancia y consiguiendo llamar la atención de un par de transeúntes que se detuvieron en su caminar para mirarles curiosos. Se persignaron y oraron en murmullos poco entendibles, los que se vieron incrementados cuando el mismo Duque, de la manera imprudente del mundo, terminó por arrebatarle aquel libro de las manos, distanciándolo considerablemente del agarre de la mujer.

Que sepáis no he venido a pelear con vos ni tampoco me interesa quedarme con vuestro preciado libro — le indicó intentando dejar en claro que no quería atacarle en lo absoluto —Valoro mucho lo que podéis llegar a hacer, del mismo modo como respeto vuestra cultura, pero no os lo entregaré sino procedéis a deshacer cualquier cosa que me hayáis hecho — le demostró que realmente no le interesaban sus posesiones ni sus servicios, y entonces miró alrededor para darse cuenta que más gente estaba mirando y que aquello era realmente peligroso, mucho más que cualquier bruja enojada.

No quiero pelear con vos — agregó casi en un susurro, rogando interiormente porque la mujer lograse entrar en sus cábeles, cuando en verdad él era el equivocado. Pero ¿quién podía explicarle que ella no había intentado hacerle daño cuando todo cuanto él conocía demostraba lo contrario? Mirada molesta, intento de arrebato, palabras indescifrables, el miedo de sus criados, la extrañeza de muchacha... todo.




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Mensaje por Constance Käempffmann Lun Nov 26, 2012 2:10 pm

Típico hombre que cree que por ser mujer tengo limitaciones ¿A caso nunca aprenderían a no subestimar a nadie? En mis trescientos años yo si lo había aprendido, culpable o no, ¿quien se creía él para retener tan valioso libro entre sus manos? Ingenuo como todo hombre que hasta ahora conocía, ya deseaba con ansias saber que pensaba aunque me lo podía imaginar, varón clase alta que no sale sin sus criados para hacer simples compras en el mercado, prejuicios que me hacia tal como imagine que lo haría para conmigo. Mi entera atención se quedó en sus manos que sostenía mi libro, enrabiada como estaba podría hacer cualquier cosa en ese momento o peor… llegaría ella. Tome iré como cual fiera enojada me encontraba y tras escuchar como un canasto chocaba con el suelo mi atención se prestó en las criadas, simples mujeres que buscan el bien por sobre todo su reacción ante mi hecho no me sorprendió, estaba acostumbrada y era muy difícil que alguien me sorprendiera, éramos el centro de atención, de eso no había duda alguna los mercaderes y transeúntes habían notado que algo extraño estaba pasando, llámese aura o lo que fuera tanto a él y a mí nos comenzaba a envolver ese misterio tan típico de personas no normales. -Pueden persignarse… mas nunca estarán libre de culpa… como dice la biblia… Que tire la primera piedra quien esté libre de pecado – Si, antiguamente quizás en mi primera reencarnación me dedique a leer tan dichoso libro del cual solo aprendí que los que se dicen llamar católicos mienten… no comprenden aquellas palabras…

Aguarde silencio inflando mi pecho intentando relajar mis hombros que tensos permanecían las palabras del desconocido fueron claras al igual que las mías en el mismísimo hebreo - ¿Tiene miedo de una simpe mujer? – sabia que la desventaja estaba de mi parte y si tenían que lincharme o matarme Almagor encontraría quien realizara el hechizo de la reencarnación nuevamente – No se preocupe, Monsieur – recalque la última palabra con un deje de sarcasmo, ironía tal vez – Ni a usted ni a sus criadas les he tirado alguna maldición – susurre enmarcando una diminuta sonrisa en mi labio inclinado hacia mi derecha – Al que he hablado ha sido a él – Apunte al libro que tenía entre sus manos – Ábralo… solo vera páginas en blanco – Y para deshacer aquel hechizo no eran necesarias palabras simplemente mas Almagor necesitaba de mi sangre para vivir.

Sabía muy bien que esto acabaría mal si no era clara, mas aunque amaba ser una bruja cuidaba bien mis espaldas, como digna mujer de clase alta estudiaba para que vieran que las lenguas aprendidas no solo eran producto de alguna mala imaginación – Nadie viene al Mercado a pelear… mas los ladrones vienen a robar y para eso tienen a los polizontes que rondan este lugar – moje mi labio mirando como las personas comenzaban a emprender su camino, aun nosotros en medio del camino impedíamos el paso. Una de las criadas se percato de las naranjas que habían rodado por el suelo y justo cuando se inclinaría para recogerlas, fije mi vista en aquellos objetos moviendo solamente mis ojos hice que las naranjas rodaran hacia dentro del cesto una sonrisa de victoria apareció en mi rostro. – Ni usted quiere malos ratos ni yo estoy para dar más explicaciones de las que ya he dado – le cerré un ojo, las palabras fueron claras, no le tenía miedo ni a él ni a nadie hasta ahora había sobrevivido a multitudes iracundas y cristianos fanáticos, quemada en la hoguera una vez estuve justo cuando mi alma era extraída para un próximo cuerpo que poseer…

Moví mis hombros hacia atrás – Constance Käempffmann, lamento el mal entendido ahora me devolvería mi tan preciado libro de recetas no creo que sea de utilidad para usted- levante una ceja mirando despectivamente estirando el brazo para que depositara el libro.

Sus criadas comenzaron hablar, murmullos que se infundían con el hablar de aquel lugar, logre escuchar bruja, hereje, denuncia… no me importo mi rastro era difícil de seguir mas siempre tenía una carta debajo de la manga, no salía completamente sola mas mi alma y Almagor siempre cuidaban de mi cuerpo… mas nunca de mi pensamiento. Mire con desprecio a sus empleadas y mirándolo a él me quede ahí pegada en sus ojos…



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Mensaje por Emerick Boussingaut Jue Dic 06, 2012 7:45 am

"Lo que más se ama, más veces corre peligro."
Séneca



Le observó atento a todas sus reacciones y expresiones; la mujer estaba enojada, furibunda. Daba la impresión de que en cualquier momento le saltaría encima y qué sabe Dios lo que sucedería. Respetaba a los brujos y a los locos, y cualquiera de esas dos cosas es lo que era ella, hablando en esos lenguajes tan extraños incluso para su nivel cultural y social, pero aún así, Emerick guardaba una pequeña esperanza de poder escapar airoso.

Grande fue su sorpresa al oírle citar las propias palabras de la Santa Biblia. «No puede ser... es una condenada» pensó de inmediato, aunque en el fondo se negaba a estar realmente seguro de ello, ya que si era así, estaba en problemas. Miró de soslayo a la gente a su alrededor, preguntándose si la Inquisidora podría actuar usando sus poderes delante de otros transeúntes, pero enseguida se obligó a tranquilizar, recordándose a si mismo que su secreto aun estaba bien guardado y era muy difícil que la Inquisición pudiese dar con él.

¿Tiene miedo de una simple mujer? — preguntó ella con actitud desafiante.

¿Qué podía responderle? ¿Que sí? ¿No implicaría aquello que tuviese que dar sus motivos y quedar así en evidencia de su propia condición? Por suerte no fue necesaria ninguna respuesta, pues la mujer enseguida cambió el rumbo de sus palabras hacia la explicación de sus anteriores frases ininteligibles, que hicieron temblar del pánico a sus criados.

No deseo abrir vuestro libro ni tampoco profundizar en vuestros secretos. No me pertenecen — explicó con sinceridad y parte del mismo respeto que antes había señalado.

Miró al rededor, cuando algunos se comenzaron a mover, probablemente a alejarse luego de que la mujer hubiese admitido no haber echado ninguna maldición pues aquello la catalogaba inmediatamente como lo que debía de ser; una bruja. Nuevamente llegó la confusión a su cabeza ya que, si fuera una condenada, debería ser mucho más recatada con el tema ante el resto de los paganos.

Y la mujer comenzó a hablar nuevamente, esta vez de manera más pausada y con tono conciliador. Al parecer se había convencido de que lo mejor era que reinara la paz, pero la criada que estaba justo detrás de él y se había agachado a recoger las naranjas no opinaba lo mismo y comenzó a persignarse repetidas veces mientras Emerick se daba vuelta para mirarla y ella se negaba a recoger el canasto. El Duque frunció el ceño y dedicó una mirada de advertencia a la bruja, ya que el hecho de que alguien se metiera con los suyos, era todo lo que necesitaba para peder el miedo.

No, no quiero malos ratos Misses Käempffmann, pero vos solita sois la que los está buscando — le dijo ya no con el tono tranquilo humilde de antes, sino más bien uno que implicaba advertencia.

Una de las criadas, aquella que parecía de mayor edad, se acercó a él, intentando mantener la mayor distancia con la mujer posible, y le tomó del brazo con expresión suplicante.

Vuestra merced, por favor, entregadle lo que ella quiere y vayámonos de aquí. Esta criatura no es buena, no es como los otros, vayámonos mi niño — le rogó la criada.

Esperad en el carruaje — le respondió su amo, sin siquiera mirarla, pues mantenía su vista fija e indeleble sobre la bruja.

La criada le soltó con miedo, y miró a Constance, con la misma mirada implorable que antes había dedicado a su Señor — Por favor, no le haga daño — se atrevió a pedirle y ella misma eligió recoger aquel canasto de las naranjas, para de ese modo intentar hacer las pases con la bruja e indicar al otro que le siguiera para marchar a la carroza.

Esa criada, no era cualquiera y se notaba, era su nana y ama de llaves personal, quien le había criado de pequeño junto a sus padres y quien conocía todos sus secretos. Su nombre era Clodette y era una matrona de piel oscura y corpulenta, descendiente directa de dos esclavos africanos que habían sido vendidos a sus abuelos, allá en las Tierras Altas de Escocia.

El licántropo no dijo más nada, y se quedó frente a Constance, mientras veía a sus mozos alejarse hasta doblar una esquina y perderse de vista, momento en al cual, la mayoría de los observadores ya se había alejado del lugar, dejándoles a solas. Sólo entonces, el lobo se acercó a la mujer para entregarle su preciado libro.

No me importa quien seáis, ni lo que seáis. Simplemente que esto podría haberse arreglado con un simple “Por favor y gracias”, y por tanto ahora os pido y también os exijo que os volváis a meteros con mi gente.




"El hombre es un lobo para el hombre."
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