AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Demuestrame que puedes confiar en mi - (Privado)
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Demuestrame que puedes confiar en mi - (Privado)
"Que el sol, ilumine tu senda, que la lluvia refresque tu camino y que tus pasos retornen a donde os espero, aquí en las verdes colinas de Angus, junto al acantilado que un día llevará mis cenizas al mar, en el viento helado".-
Shannon Steward
Shannon Steward
Se Despertó mas temprano de lo acostumbrado, todavía no amanecía, pero Shannon tenía tantas cosas que preparar antes de partir rumbo a su añorada Patria. El tiempo había llegado, no podía seguir dejando que los días pasaran, así como los meses. Debía intentar recuperar aquellas tierras, todo estaba a su nombre, si lo lograba sería una de las mujeres mas ricas de Europa, pero eso era un secreto que solo ella y su abogado, en Edimburgo, sabían. No le había comentado eso, ni al hombre que era su prometido.
Incorporó su cuerpo, sentándose en el borde del lecho, suspiró mientras se giraba y acariciaba la parte del lecho que no estaba usada, la sabana fría. Ella deseaba que Bastien fuera parte de sus días, pero era tan imposiblemente soportable que por momentos lo amaba con pasión y a las pocas horas deseaba echarlo a empujones por la puerta de su habitación. Sonrió al pensar en los gestos que él hacia, cuando se enojaba y su prometido intentaba calmarla. Podía ser tan condenadamente adorable que le costaba enojarse, pero cuando lo hacía sus enojos duraban días y hasta semana, como había ocurrido días atrás, nuevamente discutieron, ¿el tema?, aquel viaje que pronto emprendería. Había intentado hacerle entender que no era un capricho, que las razones eran extremadamente delicadas y que no podía dejar en manos de su capataz o de algún empleado de confianza aquel envío. Como cada discusión fuerte que tenían, él había terminó por romper varios objetos y salir como alma que la llevara el diablo a... vaya uno a saber.
Recordar todo aquello y pensar que sería una despedida solitaria, viendo como los demás pasajeros eran saludados por sus seres queridos, mientras ella, miraría el muelle esperando contemplar la imponente figura de su prometido, pero sabiendo que él no asistiría. Estaba a punto de llorar, se contuvo, buscó fuerzas, intentó darse valor inspirando profundo, levantándose a enfrentar la mañana, - no derramaré ni una sola lagrima por usted Señor Courcelle – habló con firmeza, como si él pudiera escucharla - nunca dejaré que me vea débil, siempre seré para... usted... la mujer independiente, que le trae dolores de cabeza, a la que no podrá domar jamás – sentenció, mirando su reflejo en el espejo, - aunque en verdad en éstos momentos, no deseo más, que estar abrazada a usted, que me deis fuerzas para la lucha que se avecina – caviló mientras observaba su delgado cuerpo. Hacía días que venía bajando de peso, todos sus vestidos le quedaban enormes y cada vez más se asemejaba a un ser débil e indefenso a quien se debían cuidar, temía que eso alejara a su amado, debía intentar calmar sus nervios, esa situación la estaba consumiendo, bien lo sabía, pero aún así era su responsabilidad emprender el viaje, debía hacerlo sola, aunque él se enojara.
Las horas siguientes pasaron volando, pronto los dos baúles, en donde llevaba ropa y abrigo para las cuatro semanas que creería, le llevaría la estadía, se encontraba repletos. Hizo una lista metal de todo lo que debía hacer a su llegada, entregar los caballo, hablar con su abogado y presentarse ante quien correspondiera a reclamar su titulo nobiliario, - solo espero que a mi vuelta, estés esperándome – dijo en un susurro al guardar una foto de Bastien entre las pertenencias que empacaba. La doncella terminó de preparar el equipaje; el carruaje pronto se encontró en la puerta principal. Faltaban solo dos horas y zarparía. Los caballos habían sido enviados temprano en la mañana y se encontrarían ya en la bodega, de seguro su capataz ya estaría abordo, solo quedaba poder hacer su embarque a tiempo.
Consultó el reloj que colgaba de su pechera, a penas se acomodó en el asiento del vehículo. Buscó nerviosa el pasaje, allí estaba junto con los documentos, el pasaporte. Al descuido encontró un pequeño dibujo realizado por su amado. Lo había creado mientras tomaban un café, y no se había dado cuenta cuando, Shannon, tomó al descuido el trozo de papel al salir del local. En él estaban plasmadas las colinas y la antigua construcción de sus ancestros, todo lo que ella le contara sobre su tierra, mientras charlaban plácidamente, una tarde, no hacía mucho tiempo atrás. Desdoblo con cuidado aquel papel, acarició las lineas como si pudiera en ese gesto, expresar el amor que sentía por el hombre que amaba, por el hogar que añoraba, - cuan feliz sería si pudieras acompañarme, pero debes entender que debo hacer ésto sola – dijo, como si frente a ella tuviera sentado a ese pintor que le había conquistado el corazón. El carruaje se puso en movimiento, velozmente emprendieron el camino al muelle.
Ya en cubierta, el aire se notaba frío, aun en plena primavera. Como buena escocesa, sabía que el clima, en su patria, sería inclemente, pues los días de sol y calor retaceaban siempre. Por eso y aunque pareciera algo fuera de lugar, tenía puesto su abrigo de piel, a pesar del suave sol que todo lo iluminaba en esa temprana tarde de Mayo. El silbato del navío pitó tres veces antes de comenzara a alejarse del muelle. La gente se agolpó en las barandas, con sus manos extendidas despidiéndose de quienes los habían acompañado. Ella también lo hizo, pero el muelle estaba vacío, nadie la despedía, su pintor no había asistido, a pesar de que le suplicara. Deseaba demostrarle que sabía tomaba buenas decisiones como empresaria. Esperaba que él, confiara en su juicio, pero su prometido no estaba en el muelle. Inclinó su cuerpo sobre la baranda, cerró sus ojos y pronuncio su nombre, - Bastien, ¿porque no confías en mi?-
Daviana Ruadh- Humano Clase Media
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Re: Demuestrame que puedes confiar en mi - (Privado)
Mujeres ¿Cómo entenderlas? De verdad había aprendido con los años que era mejor dejarlas ser, pero no demasiado, luego en ellas nacían aquella loca idea de que podían ser independiente. Aun estoy mirando atrás, tratando de recordar cómo fue que logramos llegar a este punto. Walter Bastien Courcelle comprometido, aun no me lo podía creer, pero los días pasaban y junto con Shannon parecían ser rápido y tan corto el tiempo. No podía decir que me había reformado, eso creo que era imposible, pero al menos me sentía estable con ella, era algo sumamente raro, el pensar que cabía la posibilidad de que si llegaba el día de la boda, me presentaría con un traje elegante para contraer matrimonio con la joven escocesa. ¿Qué era lo que más me gustaba de ella? Su acento, me parecía tener una voz melodiosa que controlaba e hipnotizaba la bestia que había en mí, pero no en toda su totalidad, siempre había junto a mí, aquella picardía y amor por las diversas mujeres de la cual había pecado siempre y el tener los planes de casarme pronto no parecía no apagar mis mañas del pasado.
La doncellas de la casa no sabía porque aquel repentina decisión de mi partida, pero yo no le pagaba para pensar, solamente para trabajar, mientras ellas elegían mis ropajes más adecuadas para el clima de Escocia, yo me encontraba en mi estudio arreglando una de las maletas más importantes para mí, llevaba todo los utensilios que necesitaría, pinceles, lápices, pinturas, lienzos, cuadernos. ― Se que se enojara ― replique mientras acomodaba todo en su santo lugar. Finalmente termine empacando un babul lleno de mis cosas de trabajo, mas una bolsa de mano, con lápices y cuadernos para tenerla siempre cerca. ― Lo único que le quedara hacer es volver a contentarse ― trate de restarle importancia. Dentro de mí había un pequeño miedo de que no volviera a sonreír para mi, trate de mostrarme frio ante aquel fugaz pensamiento ¿Qué importaba eso? Otras damas podrían sonreír para mí y lo plasmaría en una bella pintura y ese fuera el caso.
Había llegado media hora antes que ella, la busque por todos lados, aunque la verdad no hice mucho esfuerzo, su presencia siempre era imponente, no necesitaba ir de arriba abajo para saber que aun no había llegado. Todas mis pertenencias habían quedado ya dentro del barco, con unos cuantos francos de más, hacia acomodado una suite cerca de la habitación de Shannon, todo por si ella aun no me permitía el paso a su camarote; que era algo muy probable. Tal vez confiaba mucho en mis encantos, pero era lo único que tenía, además de mi talento para pintar, estaba seguro que no podría estar enojada todo el viaje conmigo ― Eso espero ― susurre, mientras sujetaba lápiz y papel, me dispuse a dibujar el mar y los barcos alejados, mientras esperaba la hora de zarpar.
Y ella llego, antes de partir, note su semblante decaído, yo estaba muy atrás, escondido entre la multitud que se apresuraba a ir hacia la orilla de la cubierta a despedirse de sus seres queridos. ¿Me estaría buscando a mi entre esa multitud? ¡Claro que era a mi persona! Al menos podía tener la certeza que me extrañaba. No la podía dejar ir sola, esperaba que me comprendiera. ¿Qué clase de hombre seria dejando a mi prometida ir a un viaje con tantos peligros? Aunque de caballero casi no tenía nada, mi madre me había enseñado bien y mi instinto protector nacía. Poco a poco, empujando a la gente, me comencé a acercar a ella, escuche nombrarme y una leve corriente eléctrica recorrió mi cuerpo, aclare mi garganta, sentía que la odiaba ¿Cómo podría hacerme sentir así? No era justo, tenerla tan cerca y de espalda me hacia querer aferrarme a ella y abrazarla, prometerle que sería la única mujer que amaría de por vida. A regañadientes volvía a la realidad, era muy bueno para serlo, el infierno se desataría pronto.
― Confío en ti ― respondí en un todo suave, muy neutral a decir verdad ― Pero debes comprender Shannon, que no hubiera dormido las noches que hubieras estado fuera de parís, me hubiera enfermado ¿no te das cuenta? Además, nunca he ido para Escocia y me lo has descrito de una forma tan hermosa, que necesito verlo con mis propios ojos para poder retratar bien de donde viene mi querida prometida y futura esposa ― podría no ser la mejor escusa, pero al menos intentaba ser convincente con lo que decía, pero como siempre una sonrisa picarona había en mi rostro. La gente comenzaba a dispersarse, el navío ya estaba lejos y el puerto había quedado pequeño, de Francia se alejaban.
Walter Bastien Courcelle- Licántropo Clase Alta
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Re: Demuestrame que puedes confiar en mi - (Privado)
Escuchar su voz tras de si, la hizo quedar estática, clavada al suelo que levemente se mecía. Giró suave y lentamente, continuaba escuchando las escusas de su prometido, sobre el porqué le había sido imposible dejarla partir sola. Intentó que la sonrisa de felicidad no trepara a sus labios, no deseaba que Bastien supiera que conquistaba su corazón con cada palabra – a!!! no pequeño lobo, ni pienses que sabrás cuan enamorada me tienes – dijo mentalmente mientras clavaba sus ojos en los de él. Se fue acercando a ese hombre que provocaba que su piel se erizara. Entrecerró los ojos y lo miró con un dejo de reproche – ¿porque estas aquí? - su voz sonó suave, para nada amenazante, mas como una pregunta de cortesía, aunque el pintor tendría que conocerla, nada en ella era sencillo. Un escalofrío recorrió su espalda, tensó su mandíbula, y se abrazó como protegiéndose de esa sensación. Los fantasmas del pasado no estarían alegres de que ella rompiera su promesa volviendo a esas tierras, pero era su deber y la única herencia que la unía a lo que su padre había sido. Prosiguió su camino, acercándose a él. - ¿acaso temes que conozca a un príncipe y me aleje de ti? - estaba segura de que él no era celoso, en aquella relación la única que aveces enfermaba de celos era ella, aunque siempre sabía disimular sus arranques, pero había momentos en que desearía sacar a empujones algunas modelos del estudio de su prometido, especialmente esas que la miraban con un dejo de desdén como diciendo – pobre ilusa, se cree especial y es solo una más – sus ojos se velaron con un dejo de amargura, desearía estar segura que él la amaba, pero era algo imposible, como pedir al océano que no balanceara sus aguas.
La gente se dispersó mientras ella caminaba paso a paso hasta quedar a unos milímetros del cuerpo de su prometido, levantó su cabeza para encontrar la mirada picara de aquel hombre. Sonrió de costado, - no te creo nada, la verdad es que te mueres por pintar Escocia y las mujeres bellas que puedas encontrar allí – amaba buscar sacarle de las casillas, hacerlo enojar para luego callarle con un beso, reír en sus labios. Pero en verdad, en esos momentos, no deseaba fastidiarlo. Suspiró y se abrazó a él. Hundió su rostro en el abrigo, inspiró el aroma de su perfume mezclado con un persistente olor a trementina – ¿es que no dejas esos menjunjes ni a sol ni a sombra? - refunfuño apretándose mas a él – abrázame que tengo frío – le susurró, elevando su mirada, observando el mentón y estirándose para besarle la unión del cuello con la mandíbula. Cerró los ojos y se quedó así un momento, disfrutando de poder tenerle, de sentirse protegida, en verdad aquel viaje significaba un momento decisivo para su vida y nada mejor que superarlo acompañada de quien sería su marido.
Se alejó un poco de él, tomó su brazo con su mano derecha y tiró suavemente de él – vamos está volviéndose el clima cada vez mas helado – deseaba que fueran a una sala que poseía la embarcación donde podrían tomar una infusión caliente – Espero que hayas traído buena ropa de abrigo, no quiero que te enfermes, mira que Angus es un sitio demasiado agreste, lo que ahora sentimos es apenas una muestra del frio que siempre hay en esas tierras – Ella sabía muy bien que Bastien no se enfermaría, pero no podía dejar de preocuparse por su bienestar, lo amaba con su corazón. Esperaba que las premoniciones que había tenido no fueran ciertas, deseaba vivir mas tiempo, no quería pensar en que se hicieran realidad y su vida terminara tan abruptamente. Quería poder disfrutarlo, cada momento, cada segundo que el destino se lo permitiera.
La gente se dispersó mientras ella caminaba paso a paso hasta quedar a unos milímetros del cuerpo de su prometido, levantó su cabeza para encontrar la mirada picara de aquel hombre. Sonrió de costado, - no te creo nada, la verdad es que te mueres por pintar Escocia y las mujeres bellas que puedas encontrar allí – amaba buscar sacarle de las casillas, hacerlo enojar para luego callarle con un beso, reír en sus labios. Pero en verdad, en esos momentos, no deseaba fastidiarlo. Suspiró y se abrazó a él. Hundió su rostro en el abrigo, inspiró el aroma de su perfume mezclado con un persistente olor a trementina – ¿es que no dejas esos menjunjes ni a sol ni a sombra? - refunfuño apretándose mas a él – abrázame que tengo frío – le susurró, elevando su mirada, observando el mentón y estirándose para besarle la unión del cuello con la mandíbula. Cerró los ojos y se quedó así un momento, disfrutando de poder tenerle, de sentirse protegida, en verdad aquel viaje significaba un momento decisivo para su vida y nada mejor que superarlo acompañada de quien sería su marido.
Se alejó un poco de él, tomó su brazo con su mano derecha y tiró suavemente de él – vamos está volviéndose el clima cada vez mas helado – deseaba que fueran a una sala que poseía la embarcación donde podrían tomar una infusión caliente – Espero que hayas traído buena ropa de abrigo, no quiero que te enfermes, mira que Angus es un sitio demasiado agreste, lo que ahora sentimos es apenas una muestra del frio que siempre hay en esas tierras – Ella sabía muy bien que Bastien no se enfermaría, pero no podía dejar de preocuparse por su bienestar, lo amaba con su corazón. Esperaba que las premoniciones que había tenido no fueran ciertas, deseaba vivir mas tiempo, no quería pensar en que se hicieran realidad y su vida terminara tan abruptamente. Quería poder disfrutarlo, cada momento, cada segundo que el destino se lo permitiera.
Daviana Ruadh- Humano Clase Media
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Re: Demuestrame que puedes confiar en mi - (Privado)
Sinceramente ninguno de los dos estaba preparado para convivir con el otro de una forma más profunda como lo harían un marido y su mujer, pero congeniábamos en los momentos que llegábamos a tener, parecíamos dos jóvenes enamorados los cuales no vean hacia adelante, solamente disfrutaba el presente que se encontraba en estos momentos ante sus pies. La verdad es que pensar en matrimonio no me gustaba, no entendía como había dejado que aquella bruja me hubiera agarrado, ¿Por qué no pudo ser una mujer más de las tantas que había tenido? Ella era de carácter, no era fácil nominar, pero yo tampoco, en ocasiones parecíamos enemigos que amantes, que podían hacer un pequeño problema todo un desastre mundial.
― Tu y yo sabemos que no podrás encontrar alguien más guapo que yo, los escoceses tienen dientes muy feos, los míos al menos son perfectos ― reproche suavemente, siendo por ahora, un perro fiel y obediente que la abrazaba suavemente, solamente porque ella lo había pedido, me alegraba mucho su buena reacción, la verdad ya me imaginaba yo nadando nuevamente a parís o estando en la otra punta del barco por su malestar al verme. No pude evitar sonreír complacido de tener una mujer tan bella entre mis brazos, aunque de cierta forma me enojada sentir que me atrapaba, cuando menos me diera cuenta no podría alejarme de ella.
― Esta bien, lo hare porque lo dices tú ― ciertamente con algo de molestia acepte, le sujete del brazo para llevarla adentro a la gran sala en donde todos los pasajeros disfrutaban del lujoso barco. Ciertamente me encantaba vernos juntos, parecíamos gente importante, disfrutando de nuestra fortuna, la cual era el simple hecho de estar junto al otro. ― ¿Tendré que volver a conquistarla? ― pregunte de forma coqueta mientras sonreía de medio lado mientras me acercaba a su oído ― ¿Me permitirá estar a su lado en este viaje o deberé permanecer castigado en mi camarote? ― reí mientras negaba suavemente, pasamos por varias personas hasta encontrar un lugar en donde sentarnos y disfrutar el resto de la velada.
Walter Bastien Courcelle- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 03/10/2013
Re: Demuestrame que puedes confiar en mi - (Privado)
Escuchó sus rezongos y peticiones, pero no respondió hasta que llegaron al rincón apartado que habían elegido, lejos de los murmullos de los demás viajeros. El típico lugar donde las parejas intentan tener un poco de privacidad. Por supuesto, no era el salón de segunda o tercera clase, era el de primera o Royal, como gustaban llamar los ingleses dueños de esa empresa que desde hacia mas de dos años venían uniendo puertos de Inglaterra, Francia y algunos otros puertos de Europa. La decoración era suntuosa pero no recargada, con buena iluminación y mobiliario de primera calidad.
Al llegar al lugar elegido, Shannon, como correspondía fue la primera en tomar asiento, esperó a que Sebastien también lo hiciera y recibió la carta de manos del metrê, - desearía tomar un té y algún bocado de almendras – dictó su orden para luego, poner toda su atención en el rostro del pintor, cuando éste hubo hecho también su pedido y el encargado se retirara. Suspiró aliviada de haber encontrado un lugar discreto en el cual poder hablar y pasar una agradable velada. Sus ojos pestañearon lenta y sensualmente – a ver señor de dientes perfectos – sonrió, - dígame... ¿quien le ha dicho que todos los escoceses son horrendos? - sus dedos se estiraron hasta tocar la punta de los dedos masculinos, - mi padre era un hombre muy apuesto... aunque convengamos que por sus venas corría también sangre inglesa – caviló en vos alta, - mmm... me parece que tienes razón... no tendré otra opción que ir por las calles de Dundee pidiendo a los hombres que abran sus bocas para saber si sus dientes son tan desastrosos como dice – sus ojos se iluminaron al terminar su picardía – pues entonces apuesto por cada boca desprolija os pagaré con un beso y si no existe ni una tan perfecta como la vuestra, prometo que dormirá en mi lecho junto conmigo... - la sonrisa se hizo mas pronunciada – claro, si veis tan solo a una mujer con ojos de lobo hambriento, terminará durmiendo en los establos junto con los animales que hay que entregar al cuerpo del Ejercito Escoces– sentenció, pero con un dejo en la voz que daba la sensación de que no era una broma, aunque en verdad, si lo fuera.
Luego que el encargado trajo su pedido, ella, inclinó su cuerpo por sobre la mesa, - amor... por cierto, tendrás que conquistarme nuevamente... hacerme sentir que sin tus labios... no podré conocer el Annwn, que mi espíritu recorrerá estas tierras buscándote - entrecerró los ojos – no temas, no te dejaré tan pronto - susurró sarcástica – aún tendrás que amarme tanto como yo a ti – terminó de decir aquella tontería cuando un vahído la hizo tener que sentarse apresuradamente, su piel se había vuelto gris. Se aferró a los bordes de la mesa, como si el barco se bamboleara peligrosamente, pero todo estaba en clama, en las otras mesas, las charlas se daban apaciblemente y los gestos eran distendidos. Comenzó a respirar profundamente, tratando de concentrarse, para obtener la calma suficiente. Sabía que las almas de los ancestros intentaban comunicarse, advertirle del peligro que podía conllevar el ostentar el título nobiliario que estaba decidida a recuperar. Cuando fue capaz de hablar, de buscar con la mirada a su prometido, le suplicó que la llevara a su camarote – por favor, amor, llévame al cuarto, necesito descansar - a lo que antes de que él pudiera reprochar cualquier cosa, continuó diciendo – y no te atrevas a dejarme sola, quédate conmigo todo el viaje -, extendió sus manos, frías, heladas deseaba que él pudiera darle un poco de calor y seguridad, una sensación que solo él podía entregarle.
Al llegar al lugar elegido, Shannon, como correspondía fue la primera en tomar asiento, esperó a que Sebastien también lo hiciera y recibió la carta de manos del metrê, - desearía tomar un té y algún bocado de almendras – dictó su orden para luego, poner toda su atención en el rostro del pintor, cuando éste hubo hecho también su pedido y el encargado se retirara. Suspiró aliviada de haber encontrado un lugar discreto en el cual poder hablar y pasar una agradable velada. Sus ojos pestañearon lenta y sensualmente – a ver señor de dientes perfectos – sonrió, - dígame... ¿quien le ha dicho que todos los escoceses son horrendos? - sus dedos se estiraron hasta tocar la punta de los dedos masculinos, - mi padre era un hombre muy apuesto... aunque convengamos que por sus venas corría también sangre inglesa – caviló en vos alta, - mmm... me parece que tienes razón... no tendré otra opción que ir por las calles de Dundee pidiendo a los hombres que abran sus bocas para saber si sus dientes son tan desastrosos como dice – sus ojos se iluminaron al terminar su picardía – pues entonces apuesto por cada boca desprolija os pagaré con un beso y si no existe ni una tan perfecta como la vuestra, prometo que dormirá en mi lecho junto conmigo... - la sonrisa se hizo mas pronunciada – claro, si veis tan solo a una mujer con ojos de lobo hambriento, terminará durmiendo en los establos junto con los animales que hay que entregar al cuerpo del Ejercito Escoces– sentenció, pero con un dejo en la voz que daba la sensación de que no era una broma, aunque en verdad, si lo fuera.
Luego que el encargado trajo su pedido, ella, inclinó su cuerpo por sobre la mesa, - amor... por cierto, tendrás que conquistarme nuevamente... hacerme sentir que sin tus labios... no podré conocer el Annwn, que mi espíritu recorrerá estas tierras buscándote - entrecerró los ojos – no temas, no te dejaré tan pronto - susurró sarcástica – aún tendrás que amarme tanto como yo a ti – terminó de decir aquella tontería cuando un vahído la hizo tener que sentarse apresuradamente, su piel se había vuelto gris. Se aferró a los bordes de la mesa, como si el barco se bamboleara peligrosamente, pero todo estaba en clama, en las otras mesas, las charlas se daban apaciblemente y los gestos eran distendidos. Comenzó a respirar profundamente, tratando de concentrarse, para obtener la calma suficiente. Sabía que las almas de los ancestros intentaban comunicarse, advertirle del peligro que podía conllevar el ostentar el título nobiliario que estaba decidida a recuperar. Cuando fue capaz de hablar, de buscar con la mirada a su prometido, le suplicó que la llevara a su camarote – por favor, amor, llévame al cuarto, necesito descansar - a lo que antes de que él pudiera reprochar cualquier cosa, continuó diciendo – y no te atrevas a dejarme sola, quédate conmigo todo el viaje -, extendió sus manos, frías, heladas deseaba que él pudiera darle un poco de calor y seguridad, una sensación que solo él podía entregarle.
Última edición por Shannon Stewart el Jue Oct 09, 2014 8:24 pm, editado 1 vez
Daviana Ruadh- Humano Clase Media
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Re: Demuestrame que puedes confiar en mi - (Privado)
“No es lícito olvidar, no es lícito callar. Si nosotros callamos, ¿Quién hablará?”
— Primo Levi
— Primo Levi
Mujer después de todo debía ser, pero era alguien que me encantaba por su forma de ser, podría sonar cliché, pero era ese don que le había dado dios para ser tan difícil lo que me gustaba de ella. No era una simple señorita que había caído entre mis brazos y se sentía segura de tenerme, su inseguridad acarreaban rabietas que provocaban cierta ruptura en nuestra relación, lo que ocasionaba que tuviera que conquistarla de nuevo, algo que no era muy fácil, después de todo siempre se había caracterizado por una joven independiente que parecía no querer ningún tipo de ataduras en su vida.
Era una coquetería simple de amantes recién comprometidos, yo sonreía ampliamente, mientras la dejaba poner todas las condiciones que deseara, el dormir en un establo comenzaba a sonar muy real por su rostro tan serio, que parecía no tener una pizca de clemencia, estaba seguro que si estaba lo suficientemente enojada de un impulso llegaría a dormir con los caballos, así que era mejor no provocarla. Llego el pedido, no había querido nada en ese momento, me distraje un poco viendo como el hombre ponía todo en su santo lugar, cuando gire mi rostro vi a una Shannon algo pálida.
— ¿Te encuentras bien? — Me apresure a levantarme, mostrando mi semblante algo preocupado — No debiste hacer un viaje tan pesado Shannon — me quejo entre un leve murmullo, no quería molestar a las demás personas con una escena, menos que una mujer de la clase de la bruja se desmallara en medio del salón, seria tener encima de sus hombros un escándalo que en ese momento de su vida no le vendría bien. La sujete delicadamente, ayudándola disimuladamente a levantarse, acomodo su brazo junto al mío, para poder caminar con siempre la frente en alto.
Había ordenado al mesero llevar el pedido de Shannon al camarote una hora después, esperaba que fuera tiempo suficiente para que se recuperara de su infortunio. Llegamos al camarote, un lugar amplio y sumamente elegante, se notaba que era uno de los mejores y más finos que podía ofrecer aquel barco de primera clase. — Deberías descansar un rato — la senté en un mullido y cómodo asiento que daba cerca de la ventada del camarote. Tenía un mueble para que elevara un poco los pies, yo mismo le quite los zapatos y la acomode en ese lugar. — No te preocupes, comprendo, no me moveré de este lugar si tú no me lo dices — ¿era con esa mujer con la que pronto había planes para casarme? Me incline y le di un beso en la frente, me aleje un poco para poder ver sus ojos y sonreí de la extraña felicidad que me inundaba al ver aquellos orbes, uní mi frente con la de ella.
Primeramente me sentía estúpido, debía admitirlo, era yo un hombre con ya casi un siglo y me sentía como un adolecente primerizo en el amor. ¿Cómo había logrado ella flecharme tan rápido? Era su aroma, sus ojos, su esencia, el todo que la rodeaba lo que podría fácilmente volverme moldeable solo para ella, aunque tratara de no demostrarlo — No puedo evitar sentirme afortunado de estar junto a ti, querida mía, aunque puedan haber ciento de mujeres, nunca podrán llegar hasta donde tu estas, tan dentro de mi corazón, que si trato de sacarte, me dolería mucho — tal vez no muera, tal vez no me desangre hasta morir si la trato de sacar de donde esta, pero si dolería mucho, tal vez demasiado…
Walter Bastien Courcelle- Licántropo Clase Alta
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Re: Demuestrame que puedes confiar en mi - (Privado)
Sentir sus manos rodeando su talle, su piel calida irradiando esa tibieza, que alejaba aquel frio de muerte que las almas solían transmitir a su cuerpo, como si se encontrara en medio de una ventisca de nieve en las tierras altas. En sus brazos, aquella sensación se exorcizaba y la calma invadía su alma. Pero, Shannon, no deseaba depender de alguien, no podía, su vida solo traería peligros a ese ser que deseará estar a su lado, y amarla. Cerró los ojos mientras, inspiraba, el aroma salobre que le golpeó el rostro como una bofetada que despejaba ese malestar. Aun así se sentía muy débil. Hubiera querido que él la alzara en sus brazos protectores y le jurara que no dejaría que nada malo les ocurriera, que sus premoniciones eran solo terrores nocturnos y que nada ni nadie lograría desbaratar ésa felicidad que inundaba el ser de la bruja, como suaves olas de espuma calida, que la iban cubriendo y sumiendo en una sensación de irreal bienestar.
Cuando llegaron al cuarto, y él la dejó en un sillón, suspiró aliviada, aquella angustia, ese mal presentimiento dejó su pecho, la mano helada de la fatalidad, se alejaba de ella, mientras él se encontraba cerca. Contempló el sol que aun se divisaba en el cielo, hasta que giró su cabeza encontrando la mirada de Bastien, sonrió a su sinceras palabras sobre quedarse a su lado. La sorprendía con esas acciones dulces y atentas, siempre la descolocaban. Temía mostrarse apegada a él, si lo hacía y quedaba expuesta, ¿acaso no era darle un arma poderosa al ser que sería el único capaz de destrozar su corazón?
Lo observó moverse, pararse a la distancia y contemplarla. Cuando las ultimas palabras quedaron flotando en el aire tibio de la habitación, Shannon sintió como si le colocaran en su alma, un abrigo caliente, tan maravilloso e irreal, paradisíaco y celestial, al igual que si fuera un pobre mendigo semi congelado en las noches de frías de las calles de Edimburgo.
Creyó que su corazón se partiría de felicidad, pero a la vez angustia. Porque llevarlo con ella significaría dejarlo expuesto, no faltaría quien se pudiera informar de la importancia de ese caballero para la Condesa de Escocia y tratar de hacerle daño. Se quedó con la vista fija en él, -¿que sería mejor, Dios mio, herirlo diciéndole que es un tonto, que no me interesa, que no creo ninguna de sus palabras... antes que causarle un daño mayor despues? - reclinó mejor su cabeza en el respaldo y cerró los ojos, agotada por la incertidumbre – no... no podría herirlo...- sonrió aun con sus parpados entornados, inspirando profundamente, intentando encontrar las fuerzas para hablar – Bastien, solo yo se lo que sientes, porque experimentamos lo mismo. Pude haber conocido algún caballero, algún enamorado... antes que aparecieras en mi vida... pero solo tus ojos logran ver quien se esconde tras el antifaz; son solo tus manos las que acarician mi alma y tu corazón el que anhelo sentir cada vez que apoyo mi oído en tu pecho – había abierto sus ojos y lo contemplaba con una mirada profunda, el color de sus orbes había variado, por la intensidad de su sentimiento y sabía que necesitaba tenerle a su lado, lo protegería, con su propia vida si fuera necesario.
Estiró su mano derecha, hacia donde él estaba, - amor, ven acercate – sus mejillas se encendieron por la petición que haría, porque podía mal interpretarse – Bas... Bastien... llevame al lecho... abrazame... hasta que me duerma... deja que tu corazón me de la paz que a mi alma le falta – sus ojos brillaron en la luz que entraba aún por la ventana del camarote, cuando lo contempló tan cerca de ella, pero sin poder tocarlo.
Cuando llegaron al cuarto, y él la dejó en un sillón, suspiró aliviada, aquella angustia, ese mal presentimiento dejó su pecho, la mano helada de la fatalidad, se alejaba de ella, mientras él se encontraba cerca. Contempló el sol que aun se divisaba en el cielo, hasta que giró su cabeza encontrando la mirada de Bastien, sonrió a su sinceras palabras sobre quedarse a su lado. La sorprendía con esas acciones dulces y atentas, siempre la descolocaban. Temía mostrarse apegada a él, si lo hacía y quedaba expuesta, ¿acaso no era darle un arma poderosa al ser que sería el único capaz de destrozar su corazón?
Lo observó moverse, pararse a la distancia y contemplarla. Cuando las ultimas palabras quedaron flotando en el aire tibio de la habitación, Shannon sintió como si le colocaran en su alma, un abrigo caliente, tan maravilloso e irreal, paradisíaco y celestial, al igual que si fuera un pobre mendigo semi congelado en las noches de frías de las calles de Edimburgo.
Creyó que su corazón se partiría de felicidad, pero a la vez angustia. Porque llevarlo con ella significaría dejarlo expuesto, no faltaría quien se pudiera informar de la importancia de ese caballero para la Condesa de Escocia y tratar de hacerle daño. Se quedó con la vista fija en él, -¿que sería mejor, Dios mio, herirlo diciéndole que es un tonto, que no me interesa, que no creo ninguna de sus palabras... antes que causarle un daño mayor despues? - reclinó mejor su cabeza en el respaldo y cerró los ojos, agotada por la incertidumbre – no... no podría herirlo...- sonrió aun con sus parpados entornados, inspirando profundamente, intentando encontrar las fuerzas para hablar – Bastien, solo yo se lo que sientes, porque experimentamos lo mismo. Pude haber conocido algún caballero, algún enamorado... antes que aparecieras en mi vida... pero solo tus ojos logran ver quien se esconde tras el antifaz; son solo tus manos las que acarician mi alma y tu corazón el que anhelo sentir cada vez que apoyo mi oído en tu pecho – había abierto sus ojos y lo contemplaba con una mirada profunda, el color de sus orbes había variado, por la intensidad de su sentimiento y sabía que necesitaba tenerle a su lado, lo protegería, con su propia vida si fuera necesario.
Estiró su mano derecha, hacia donde él estaba, - amor, ven acercate – sus mejillas se encendieron por la petición que haría, porque podía mal interpretarse – Bas... Bastien... llevame al lecho... abrazame... hasta que me duerma... deja que tu corazón me de la paz que a mi alma le falta – sus ojos brillaron en la luz que entraba aún por la ventana del camarote, cuando lo contempló tan cerca de ella, pero sin poder tocarlo.
Última edición por Shannon Stewart el Jue Oct 09, 2014 8:24 pm, editado 1 vez
Daviana Ruadh- Humano Clase Media
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Re: Demuestrame que puedes confiar en mi - (Privado)
¿Cómo poder negarle mi apoyo, mi fuerza a ella cuando más la necesitaba? Simplemente no podía hacerlo, me necesitaba aunque quisiera negarlo, muchas veces, no me arrepentía de haber venido a esta aventura con ella, aunque debía admitir que comenzaba a extrañar la tierra firme, debía acostumbrarme al movimiento del barco, que parecía mecernos a todos, duraríamos aproximadamente dos días en ese lugar. Nunca me había agradado mucho el viajar en barco, desde la vez que emigre a Europa no había vuelto a pisar un barco, tal vez por eso no había vuelto a mi tierra natal, era un viaje demasiado largo que ni yo mismo podría soportar, por suerte este era corto y rápido comparado con el que había enfrentado años atrás.
Extendí mi mano para sujetar la suya, nuestro dedos se entrelazaron mientras una pequeña sonrisa se asomaba en mis labios — Claro, te acomodare querida — con tan poco de mi fuerza la pude levantar, sujete su cintura para darle estabilidad a su cuerpo aun debilitado, aunque eran apenas uso pasos, pero la protegía a cada paso que daba. Termine acostándola en aquella cómoda cama, acaricie su cabeza, que reposaba en la almohada cómoda y esponjosa, bese su frente, comenzaba a tener más color y vida, como si todo el mal que la estuviera haciendo decaer se esfumara, le daba una protección divina, la que en ese momento necesitaba.
Me senté en la orilla de la cama, mientras acariciaba su cabello, el viaje era largo y temía por el bienestar de Shannon, tal vez porque la veía tan frágil y humana, aunque era bruja, debía recordar que su cuerpo sufría como cualquier persona, no inmortal, eso era a lo que temía a enamorarme de una persona, siempre serian frágiles y la muerte las visitaba muy rápido. ― No te preocupes, me quedare toda la noche contigo ― sus cabellos se enredaban en mis dedos, yo los deslizaba fácilmente, mientras trataba de trasmitirle calidez y protección. Por la ventaba se podía ver el cambio del día a la noche, el mar comenzaba a tornarse oscuro, mientras tonalidades de naranja se pintaba como si fuera pinceladas perfectas, no podía evitar quedarme viendo aquella mágica expresión de belleza, que se aumentaba con mi condición.
― Oh amada Shannon como me encantaría que pudieras ver el mundo como lo veo yo ― entrecerré mis ojos, era muy egoísta de mi parte decir eso, pero en ocasiones me gustaría poder tener a alguien a mi lado con la posibilidad de decir lo que ve ante sus ojos, pero por suerte tenia la habilidad de plasmarlo en un lienzo, esa era la única forma de mostrarle como veía el mundo, uno igual al cual ella pertenecía. ― Duerme, mañana te sentirás mejor ― termine acostándome junto a ella, la tome y oculte en mi pecho, para que no hubiera duda alguna de que estaba allí, protegiéndola, amándola como no lo había hecho con otra mujer.
Walter Bastien Courcelle- Licántropo Clase Alta
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Re: Demuestrame que puedes confiar en mi - (Privado)
Suspiró, mientras era cargada por aquel hombre y conducida al lecho. Se sentía segura y feliz en esos brazos. Pero una sombra de inseguridad y angustia nubló ese hermoso momento. Aquel sentimiento que desde hacía unos días la estaba acosando, volvía nuevamente a mellar su espíritu. Era el miedo a perderle, por eso siempre buscaba pelearle, enfurecerlo, para que así, él no sintiera dolor el día en que ella muriera. Si, Shannon sabía que su tiempo estaba por cumplirse, pero jamás se lo diría, - ¿cómo hacerlo? – se preguntó frotando suavemente su frente en el pecho de Bastien. No, ella guardaría aquella verdad, nada empañaría ese viaje, tal vez, el único que hicieran, jamás le diría que su vida corría peligro, que no era por la fragilidad de su cuerpo, o por su condición de humana. Sino su destino que la esperaba allí en Escocia. Había intentado en vano no aferrarse a ese amor pero cuando estaba a su lado no podía pensar en otra cosa que en pasar su vida, corta o larga junto a él. -¿Qué será de él cuando me haya ido? – sus ojos se cerraron impidiendo que la tristeza, que iba inundando su alma, no fuera notoria para su prometido. Se había prometido que jamás se convertiría en una mujer posesiva, celosa, insegura del cariño de su pareja. Pero allí estaba, temiendo que esa hermosa y dulce pompa de jabón estallara antes de tiempo. Si de algo podía estar segura era que nada perturbaría los días que pudieran disfrutar juntos, ni sus celos, ni su angustiante destino, ni el carácter de ese hombre que se había metido debajo de su piel, conquistando su corazón.
Ella podía comprobar día a día como grandes amores, eternos amantes, sucumbían ante las normas de la inflexible sociedad, de la efímera ilusión de la vida. Pero Shannon haría hasta lo imposible para que aquella ilusión, la vida, que los mantenía unidos continuara hasta el último segundo de su existencia. Cuantas veces había ayudado a espíritus a encontrar la fuerza para liberarse de la atadura que no le permitía separarse de su ser amado. ¿Quién la ayudaría cuando ese momento llegara? Aunque intentara negarlo, sus predicciones nunca fallaban, tarde o temprano terminarían convirtiéndose en la triste realidad.
Se apretó al pecho de su amado, cuanto deseaba disfrutar cada uno de los momentos que la vida le permitiera pasar junto al hombre que amaba. – no existe deseo más grande que poder ver la belleza de éste mundo a tu lado, con la fuerza y el amor con que pones en tu obra – susurró con su cabeza inclinada hacia tras para poder besar el cuello de Bastien, - cielo, no temas, ya te he dicho, no te será tan fácil deshacerte de mí – rio imaginando la mueca de disgusto en el rostro masculino, besó con ternura el cuello y la mandíbula. Sus manos se deslizaron hasta la espalda ancha, musculosa y hundiendo su nariz en la pequeña depresión entre el nacimiento del cuello y el pecho, inhaló profundamente el aroma de su piel. Dejó que el sueño la venciera, la noche pasaría y el día le devolvería las fuerzas para luchar por su amor, por el futuro, aunque éste fuera breve.
Ella podía comprobar día a día como grandes amores, eternos amantes, sucumbían ante las normas de la inflexible sociedad, de la efímera ilusión de la vida. Pero Shannon haría hasta lo imposible para que aquella ilusión, la vida, que los mantenía unidos continuara hasta el último segundo de su existencia. Cuantas veces había ayudado a espíritus a encontrar la fuerza para liberarse de la atadura que no le permitía separarse de su ser amado. ¿Quién la ayudaría cuando ese momento llegara? Aunque intentara negarlo, sus predicciones nunca fallaban, tarde o temprano terminarían convirtiéndose en la triste realidad.
Se apretó al pecho de su amado, cuanto deseaba disfrutar cada uno de los momentos que la vida le permitiera pasar junto al hombre que amaba. – no existe deseo más grande que poder ver la belleza de éste mundo a tu lado, con la fuerza y el amor con que pones en tu obra – susurró con su cabeza inclinada hacia tras para poder besar el cuello de Bastien, - cielo, no temas, ya te he dicho, no te será tan fácil deshacerte de mí – rio imaginando la mueca de disgusto en el rostro masculino, besó con ternura el cuello y la mandíbula. Sus manos se deslizaron hasta la espalda ancha, musculosa y hundiendo su nariz en la pequeña depresión entre el nacimiento del cuello y el pecho, inhaló profundamente el aroma de su piel. Dejó que el sueño la venciera, la noche pasaría y el día le devolvería las fuerzas para luchar por su amor, por el futuro, aunque éste fuera breve.
Daviana Ruadh- Humano Clase Media
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