AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Enemy || Privado
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Vaughn Rosenstock- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 35
Fecha de inscripción : 29/01/2014
Re: Enemy || Privado
Las horas se cuentan por minutos y éstos por segundos, esa es la ley de la vida, del tiempo, pero cuando éste pasa de formas tan aceleradas o lentas depende de la persona que lo esté mirando y ahora mismo tú eres el protagonista de toda esta historia que ha ido de momento en momento hasta que no queda nada más que el presente y un futuro incierto. Hoy, se cumplen años de la muerte de tus camaradas en aquélla mítica batalla donde tú debiste morir, pero por azares del destino o por un inmortal, estás todavía caminando por la tierra mirando a tu alrededor con ese consabido aire de aburrición.
Te preguntas durante algunos instantes qué es lo que te impide regresar a tu tierra y ver el sol. La respuesta es simple en la filosofía espartana: un rival digno de darte una gloriosa muerte y que valga la pena el ir al Hades para visitar a todos aquéllos que han perecido y verlos a los ojos con orgullo y la frente en lo alto. Ser un par, no un paria para ellos. Dos palabras separadas por un par de vocales, pero que lo significan absolutamente todo. Eres parte de una era relegada al olvido, a un pasado que pocos pueden comprender y que sobre todo, ninguno sigue con todas sus letras. Esparta no era una incomprensible línea de vida que nadie mira con detenimiento. No para tí que viviste durante esa época y que creciste con sus ideales y la Agogé. Te preguntas qué ha pasado con el rígido entrenamiento militar que ahora sólo parece una ridícula puesta en escena.
Si combatieran a tu lado, sabrían lo que es despertar antes del alba para entrenar, vivir bajo el duro sol griego soportando sus calores y las quemaduras sosteniendo el hoplón y la xiphos. Acelerando el ritmo de la carrera tras tus compañeros para no quedar atrás, preparándote para los eventos ante los Reyes y el pueblo espartano, sin dejar jamás que tu honor quede en entredicho. Dando hijos a Esparta en medio de las piernas de toda aquélla mujer que lo necesitara, fuera la tuya o la de otro que te pedía el favor. Sí, era algo normal entre los de tu pueblo que si uno veía la buena raza que tenían los pequeños, pedirle que montara a su mujer para que naciera de su vientre la raza que enorgullecería a los dioses.
Nadie lo veía mal en esa época, pero ahora sería una ofensa que se pagaría con la muerte. Mortales que no ven la necesidad de que la raza tenga la facultad de defender a su pueblo. Te desespera toda esa pasividad, esa falta de fuego en la sangre o quizá eso mismo: sangre en las venas. Quizá todos tengan ahora agua, pero cada vez que muerdes a uno, te das cuenta de que sigue siendo lo mismo que antes, pero ¿Qué es lo que entonces los detiene? ¿Qué es lo que les impide tener una meta y cumplirla a rajatabla? ¿Tener honor? ¿Seguir los ideales de una conciencia limpia y mantenerla así ayudando a todos los que lo necesiten?
Puede ser que exiges demasiado de una sociedad que fue "civilizándose" al paso de las eras. Lo que signifique ese término. Los atenienses llegaron tan lejos como el mundo actual y te preguntas si fueron los conceptos y filosofías de esos pusilánimes los que provocaron toda esta... pasividad.
Esa falta de interés que ponen en todo, pocos son los que han levantado la cabeza al paso de los años y te han demostrado que valen la pena atacar, combatir, matar.
Hoy, en honor a todos los caídos, elegiste este bosque para presentar tus respetos, hoplón en la siniestra, la xiphos en la derecha y el manto carmesí sobre tus hombros. La armadura no la traes y no es porque te hayas deshecho de ella al paso de las eras, si no porque no te sientes aún digno de llevarla, no has matado a suficientes enemigos. Hoy, entregarás parte de tu sangre en ese ritual que realizas cada determinado tiempo. Cada centuria ahora.
Tus pasos son tranquilos, ecuánimes, no observas a tu alrededor, pero todo tu cuerpo está listo para un ataque sorpresa. No te diriges a un lugar en particular, dejas que sea tu instinto el que te guíe hacia donde será idóneo dejar que la vitae recorra tu piel, cada parte de tu ahora cuerpo que no cambia, que se mantiene perenne. Ni siquiera el mundo es así, va evolucionando hacia un punto desconocido, pero tú no. Ya no. Al menos en cuanto a tu fisionomía se refiere.
El agua corriendo te saca de tus cavilaciones, en cierta forma es el marco adecuado para tus recuerdos: la guerra se desarrolló a orillas del mar y si bien no existe algo como las olas golpear contra el acantilado, al menos es un leve recordatorio de lo que fue. De lo que hubo. Ni siquiera las más gloriosas reseñas de lo acontecido esos días pueden hacerle justicia a la sangre derramada por enemigos y tus compañeros, a los gritos de ira y de miedo que se entremezclaban contra los golpes de las xiphos y las lanzas contra los escudos, armaduras y carne que dejaban al descubierto tibios órganos latiendo. La fantástica guerra desarrollada en ese sitio es algo que jamás podrá relatarse en frías y monótonas palabras - Esparta triunfando, sangrando, muriendo entre ojos benevolentes de nuestros pares y los aterrados parias que huían para asegurar una existencia vana e inocua - susurras por lo bajo con una sonrisa ladeada.
Hasta que algo llega a tus sentidos, no es un ruido, si no la presencia de algo diferente. Volteas a tu diestra con el sentimiento de triunfo - Ares, protege a este siervo, dale la muerte gloriosa que está esperando o bien, el enemigo que sangre en favor de mis hermanos - la plegaria sube al cielo y no te importa una mierda si el dios la oyó o no. Sólo quieres un combate digno, un oponente que valga la pena entre tantos que han pasado por tus manos y armas.
A tus ojos, el hombre. Ladeas la cabeza a tu derecha analizándolo al detalle, no sabes qué es, pero no importa. No estás ahora mismo para recriminarle a tus hermanos lo que ante tí han puesto. Sólo esperas que tu desempeño los llene de orgullo y vuelvas al Hades con la cabeza en todo lo alto, como el espartano que eres y siempre seguirás siendo.
Te preguntas durante algunos instantes qué es lo que te impide regresar a tu tierra y ver el sol. La respuesta es simple en la filosofía espartana: un rival digno de darte una gloriosa muerte y que valga la pena el ir al Hades para visitar a todos aquéllos que han perecido y verlos a los ojos con orgullo y la frente en lo alto. Ser un par, no un paria para ellos. Dos palabras separadas por un par de vocales, pero que lo significan absolutamente todo. Eres parte de una era relegada al olvido, a un pasado que pocos pueden comprender y que sobre todo, ninguno sigue con todas sus letras. Esparta no era una incomprensible línea de vida que nadie mira con detenimiento. No para tí que viviste durante esa época y que creciste con sus ideales y la Agogé. Te preguntas qué ha pasado con el rígido entrenamiento militar que ahora sólo parece una ridícula puesta en escena.
Si combatieran a tu lado, sabrían lo que es despertar antes del alba para entrenar, vivir bajo el duro sol griego soportando sus calores y las quemaduras sosteniendo el hoplón y la xiphos. Acelerando el ritmo de la carrera tras tus compañeros para no quedar atrás, preparándote para los eventos ante los Reyes y el pueblo espartano, sin dejar jamás que tu honor quede en entredicho. Dando hijos a Esparta en medio de las piernas de toda aquélla mujer que lo necesitara, fuera la tuya o la de otro que te pedía el favor. Sí, era algo normal entre los de tu pueblo que si uno veía la buena raza que tenían los pequeños, pedirle que montara a su mujer para que naciera de su vientre la raza que enorgullecería a los dioses.
Nadie lo veía mal en esa época, pero ahora sería una ofensa que se pagaría con la muerte. Mortales que no ven la necesidad de que la raza tenga la facultad de defender a su pueblo. Te desespera toda esa pasividad, esa falta de fuego en la sangre o quizá eso mismo: sangre en las venas. Quizá todos tengan ahora agua, pero cada vez que muerdes a uno, te das cuenta de que sigue siendo lo mismo que antes, pero ¿Qué es lo que entonces los detiene? ¿Qué es lo que les impide tener una meta y cumplirla a rajatabla? ¿Tener honor? ¿Seguir los ideales de una conciencia limpia y mantenerla así ayudando a todos los que lo necesiten?
Puede ser que exiges demasiado de una sociedad que fue "civilizándose" al paso de las eras. Lo que signifique ese término. Los atenienses llegaron tan lejos como el mundo actual y te preguntas si fueron los conceptos y filosofías de esos pusilánimes los que provocaron toda esta... pasividad.
Esa falta de interés que ponen en todo, pocos son los que han levantado la cabeza al paso de los años y te han demostrado que valen la pena atacar, combatir, matar.
Hoy, en honor a todos los caídos, elegiste este bosque para presentar tus respetos, hoplón en la siniestra, la xiphos en la derecha y el manto carmesí sobre tus hombros. La armadura no la traes y no es porque te hayas deshecho de ella al paso de las eras, si no porque no te sientes aún digno de llevarla, no has matado a suficientes enemigos. Hoy, entregarás parte de tu sangre en ese ritual que realizas cada determinado tiempo. Cada centuria ahora.
Tus pasos son tranquilos, ecuánimes, no observas a tu alrededor, pero todo tu cuerpo está listo para un ataque sorpresa. No te diriges a un lugar en particular, dejas que sea tu instinto el que te guíe hacia donde será idóneo dejar que la vitae recorra tu piel, cada parte de tu ahora cuerpo que no cambia, que se mantiene perenne. Ni siquiera el mundo es así, va evolucionando hacia un punto desconocido, pero tú no. Ya no. Al menos en cuanto a tu fisionomía se refiere.
El agua corriendo te saca de tus cavilaciones, en cierta forma es el marco adecuado para tus recuerdos: la guerra se desarrolló a orillas del mar y si bien no existe algo como las olas golpear contra el acantilado, al menos es un leve recordatorio de lo que fue. De lo que hubo. Ni siquiera las más gloriosas reseñas de lo acontecido esos días pueden hacerle justicia a la sangre derramada por enemigos y tus compañeros, a los gritos de ira y de miedo que se entremezclaban contra los golpes de las xiphos y las lanzas contra los escudos, armaduras y carne que dejaban al descubierto tibios órganos latiendo. La fantástica guerra desarrollada en ese sitio es algo que jamás podrá relatarse en frías y monótonas palabras - Esparta triunfando, sangrando, muriendo entre ojos benevolentes de nuestros pares y los aterrados parias que huían para asegurar una existencia vana e inocua - susurras por lo bajo con una sonrisa ladeada.
Hasta que algo llega a tus sentidos, no es un ruido, si no la presencia de algo diferente. Volteas a tu diestra con el sentimiento de triunfo - Ares, protege a este siervo, dale la muerte gloriosa que está esperando o bien, el enemigo que sangre en favor de mis hermanos - la plegaria sube al cielo y no te importa una mierda si el dios la oyó o no. Sólo quieres un combate digno, un oponente que valga la pena entre tantos que han pasado por tus manos y armas.
A tus ojos, el hombre. Ladeas la cabeza a tu derecha analizándolo al detalle, no sabes qué es, pero no importa. No estás ahora mismo para recriminarle a tus hermanos lo que ante tí han puesto. Sólo esperas que tu desempeño los llene de orgullo y vuelvas al Hades con la cabeza en todo lo alto, como el espartano que eres y siempre seguirás siendo.
Jophiel Rothschild- Condenado/Vampiro/Clase Alta
- Mensajes : 28
Fecha de inscripción : 18/05/2014
Re: Enemy || Privado
El hermano fantasma no se había ido, nunca dejaría a su hermano en medio de una situación difícil, mucho menos cuando estaban a poco tiempo de cumplir su cometido. Además, aunque no se viera su presencia se sentiría, los sobrenaturales percibían con rapidez la presencia de las almas, más cuando eran turbulentas, tanto como la perturbada alma de Drakon. Agradecía en ese momento no encontrarse sólo, no precisamente por miedo a que algo le aconteciera, sino porque su magia, y la energía de su otra mitad (gemelo), siempre se incrementaba si los dos se encontraban juntos. Eran cosas que sólo ellos entendían, que por supuesto no iban a explicarle a nadie, aquello sería tener que rebelar mucho de ellos dos, y en el futuro por supuesto que eso no les funcionaria.
Cerró los ojos unos momentos, de esa forma escuchó como el aire chocaba contra los arboles, también contra algunos animales cercanos, pero también contra la figura de alguien ¿Quién sería? Curvo sus labios formando una sonrisa ladina, aquí sería divertido sin duda, alguien que conocía el poder de esa zona debía ser algo interesante de descubrir, sin embargo no se movió, siguió ahí esperando el ataque.
Vaughn sintió la brisa fría de su hermano, no en la mejilla como otros fantasmas hacían de forma romántica con sus seres queridos que seguían vivos. Para nada, sino sintió un molesto aire en su nuca y su espina dorsal, como si el muerto quisiera empujarlo para enfrente. En un principio no lo sintió adecuado. Lo cierto es que el brujo prefería analizar la situación, observar los movimientos del enemigo, y después con eso sabría como actuar, el hombre era tremendamente analítico, ¿para qué mentir? Además eso le ponía ventajas, no siempre tiene que salir victorioso, además que las criaturas de la noche resultan ser una amenaza muchísimo más grande para alguien que aunque con habilidades mágicas, tiene parte de humanos.
Suspiró al notar que su intruso personal no aparecería, rodó los ojos fastidiado. ¿Algún cobarde? Esperaba que no, o quizás sólo era alguien completamente pacifico o ajeno a su presencia, quien sabía, todo podía ser. Daba igual, no es que fuera curioso pero si le daba flojera estar esperando mientras le interrumpían el momento.
El brujo se movió, dio dos pisadas en dirección a donde creía se encontraba su nuevo compañero de la noche, siguió silencioso porque creía que era lo mejor, además de que nunca le gustó hablar demasiado. Simplemente avanzó para buscar a lo que conocería como su nuevo enemigo. Le pareció curioso que con todo y sus nuevas pisadas nadie volviera a asomar, así que simplemente se relajó, la cosa no debía de ser tan peligrosa como lo imaginaba, aunque si lo fuera daba igual. Su hermano había dicho que era un vampiro, si quisiera asesinarlo lo habría hecho desde hace rato atrás ¿no? Igual poco conocía de los pensamientos de un ser inmortal, así que mejor prevenir que lamentar.
— Si vienes a combatir creo que lo mejor es una elegante presentación, que se sepa y se lleve a la muerte el nombre de quien te llevó a ella — Musitó con tranquilidad, como si irse del mundo de los vivos no le afectara, y es que en realidad no lo hacía, porque el cuerpo era el que moría, el alma no, el mejor ejemplo de ello era su hermano, y ambos ya conocían la formula para poder alojarse en otra vasija. Así le llamaban a los cuerpos que se podían apoderar.
— Así que te gusta el suspenso — Mencionó con tranquilidad. Los labios del brujo se movieron con suavidad, no se escuchaba sonido alguno proveniente de ellos, pero si estaban trabajando, repetían lo que su mente decía, un conjuro de localización, lo que necesitaba para poder tener con exactitud la ubicación de su enemigo. Sus instintos de supervivencia ya se encontraban alerta, la adrenalina quería comenzar a emerger.
Cuando supo la ubicación exacta, Vaughn tomó una de sus dagas y con precisión y fuerza la tiró justo al blanco que estaba esperando.
Cerró los ojos unos momentos, de esa forma escuchó como el aire chocaba contra los arboles, también contra algunos animales cercanos, pero también contra la figura de alguien ¿Quién sería? Curvo sus labios formando una sonrisa ladina, aquí sería divertido sin duda, alguien que conocía el poder de esa zona debía ser algo interesante de descubrir, sin embargo no se movió, siguió ahí esperando el ataque.
Vaughn sintió la brisa fría de su hermano, no en la mejilla como otros fantasmas hacían de forma romántica con sus seres queridos que seguían vivos. Para nada, sino sintió un molesto aire en su nuca y su espina dorsal, como si el muerto quisiera empujarlo para enfrente. En un principio no lo sintió adecuado. Lo cierto es que el brujo prefería analizar la situación, observar los movimientos del enemigo, y después con eso sabría como actuar, el hombre era tremendamente analítico, ¿para qué mentir? Además eso le ponía ventajas, no siempre tiene que salir victorioso, además que las criaturas de la noche resultan ser una amenaza muchísimo más grande para alguien que aunque con habilidades mágicas, tiene parte de humanos.
Suspiró al notar que su intruso personal no aparecería, rodó los ojos fastidiado. ¿Algún cobarde? Esperaba que no, o quizás sólo era alguien completamente pacifico o ajeno a su presencia, quien sabía, todo podía ser. Daba igual, no es que fuera curioso pero si le daba flojera estar esperando mientras le interrumpían el momento.
El brujo se movió, dio dos pisadas en dirección a donde creía se encontraba su nuevo compañero de la noche, siguió silencioso porque creía que era lo mejor, además de que nunca le gustó hablar demasiado. Simplemente avanzó para buscar a lo que conocería como su nuevo enemigo. Le pareció curioso que con todo y sus nuevas pisadas nadie volviera a asomar, así que simplemente se relajó, la cosa no debía de ser tan peligrosa como lo imaginaba, aunque si lo fuera daba igual. Su hermano había dicho que era un vampiro, si quisiera asesinarlo lo habría hecho desde hace rato atrás ¿no? Igual poco conocía de los pensamientos de un ser inmortal, así que mejor prevenir que lamentar.
— Si vienes a combatir creo que lo mejor es una elegante presentación, que se sepa y se lleve a la muerte el nombre de quien te llevó a ella — Musitó con tranquilidad, como si irse del mundo de los vivos no le afectara, y es que en realidad no lo hacía, porque el cuerpo era el que moría, el alma no, el mejor ejemplo de ello era su hermano, y ambos ya conocían la formula para poder alojarse en otra vasija. Así le llamaban a los cuerpos que se podían apoderar.
— Así que te gusta el suspenso — Mencionó con tranquilidad. Los labios del brujo se movieron con suavidad, no se escuchaba sonido alguno proveniente de ellos, pero si estaban trabajando, repetían lo que su mente decía, un conjuro de localización, lo que necesitaba para poder tener con exactitud la ubicación de su enemigo. Sus instintos de supervivencia ya se encontraban alerta, la adrenalina quería comenzar a emerger.
Cuando supo la ubicación exacta, Vaughn tomó una de sus dagas y con precisión y fuerza la tiró justo al blanco que estaba esperando.
Vaughn Rosenstock- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 35
Fecha de inscripción : 29/01/2014
Re: Enemy || Privado
Cuentas los pasos que te faltan para llegar al enemigo, ni siquiera te fijas en el hecho de que puedan haber más. De antemano conoces el hecho de que nadie podría interferir cuando un espartano tiene ante sí a su presa. Los demás son secundarios y si alguien se entromete, tu Xiphos será la responsable de arrebatarle la vida como pago a su osadía. Tus ojos se fijan en la figura postrada de pie ante tí, te preguntas cuál será la táctica que utilizarás para eliminarlo. Unas palabras son llevadas por el viento gélido, el que tu epidermis percibe, pero que es incapaz de hacerse a su nivel, de bajar la temperatura de un cuerpo ya frío.
¿Elegante presentación? Podrías reírte a carcajadas por ello, pero te concentras, no es el momento de palabras, quizá algunas pocas como él ha pedido, pero tu nombre se ha perdido con el paso del tiempo y pocos pueden acceder a él. Quizá ahora sólo los de la "Santa" Inquisición y algunos ex-compañeros de batallas. Así que sólo entornas los ojos y sigues en silencio. Uno que ni siquiera te arrebata con el siguiente comentario. No ves la necesidad de presentarte y aún así, recuerdas que tu Rey Leónidas te mostró lo que es la cordialidad entre enemigos.
Quizá debieras... No, no sientes la necesidad de hacerlo, por lo que lento, pero con paso decidido, sales de entre las sombras para mostrarte cara a cara. Es lo único que harás por la educación. Además del hecho de que no eres un sujeto que se esconde de sus retos. De sus enfrentamientos.
El viento silba siendo cortado por el filo de un objeto que recorre la distancia entre ambos, un halo de luna le otorga un fulgor que puede ser el preludio de una herida enrojecida y que puede tardar en sanar, pero tus reflejos están acostumbrados a ésto, tu cuerpo está listo para cambiar de posición con una facilidad que podría parecer irreal de no ser porque tú mismo eres incomprensible para mentes ordinarias hasta que tu verdadera naturaleza sale a flote.
Una mano se apresta a tomar el mango del objeto lanzado, le observas con curiosidad jugueteando con ella por unos cortos instantes - Me parece que ésto podría lanzarse con mejor precisión si tu espalda no estuviera tan rígida, si distribuyeras el peso de tu cuerpo en ambos pies y no sólo sobre el derecho como lo hiciste y de paso, la fuerza se emplea en el movimiento de la muñeca. Si no está firme para cuando lo arrojas, jamás lograrás hacer el daño adecuado - es como si estuvieras en la Agogé, con un chico que apenas va aprendiendo el trabajo consuetudinario de la guerra. Le miras y arrojas con la técnica perfecta la daga haciendo que pase por un lado de su cabeza cortando algunos finos cabellos y atraviese con facilidad una lagartija que huía intentando escapar de la tensión que puede sentirse alrededor.
Te cruzas de brazos mirando al hombre frente a tí, sólo es un niño comparado a los enemigos enfrentados en el pasado. Te preguntas qué está sucediendo con tus hermanos que te ponen a una presa fácil de morder y destrozar. Quizá sea tu imaginación o quizá el hecho de que estás subestimando al enemigo, quieres que sea eso porque si no, será una noche aburrida - Si quieres mi nombre, tendrás que ganártelo, si quieres amanecer mañana, tendrás que utilizar todos tus recursos. He venido a enfrentarte, el resultado es circunstancial - avanzas un par de pasos sacando la Xiphos con toda su majestuosidad, dejándola brillar a la luz de la luna, esperando una reacción de este hombre, una que realmente valga la pena.
¿Elegante presentación? Podrías reírte a carcajadas por ello, pero te concentras, no es el momento de palabras, quizá algunas pocas como él ha pedido, pero tu nombre se ha perdido con el paso del tiempo y pocos pueden acceder a él. Quizá ahora sólo los de la "Santa" Inquisición y algunos ex-compañeros de batallas. Así que sólo entornas los ojos y sigues en silencio. Uno que ni siquiera te arrebata con el siguiente comentario. No ves la necesidad de presentarte y aún así, recuerdas que tu Rey Leónidas te mostró lo que es la cordialidad entre enemigos.
Quizá debieras... No, no sientes la necesidad de hacerlo, por lo que lento, pero con paso decidido, sales de entre las sombras para mostrarte cara a cara. Es lo único que harás por la educación. Además del hecho de que no eres un sujeto que se esconde de sus retos. De sus enfrentamientos.
El viento silba siendo cortado por el filo de un objeto que recorre la distancia entre ambos, un halo de luna le otorga un fulgor que puede ser el preludio de una herida enrojecida y que puede tardar en sanar, pero tus reflejos están acostumbrados a ésto, tu cuerpo está listo para cambiar de posición con una facilidad que podría parecer irreal de no ser porque tú mismo eres incomprensible para mentes ordinarias hasta que tu verdadera naturaleza sale a flote.
Una mano se apresta a tomar el mango del objeto lanzado, le observas con curiosidad jugueteando con ella por unos cortos instantes - Me parece que ésto podría lanzarse con mejor precisión si tu espalda no estuviera tan rígida, si distribuyeras el peso de tu cuerpo en ambos pies y no sólo sobre el derecho como lo hiciste y de paso, la fuerza se emplea en el movimiento de la muñeca. Si no está firme para cuando lo arrojas, jamás lograrás hacer el daño adecuado - es como si estuvieras en la Agogé, con un chico que apenas va aprendiendo el trabajo consuetudinario de la guerra. Le miras y arrojas con la técnica perfecta la daga haciendo que pase por un lado de su cabeza cortando algunos finos cabellos y atraviese con facilidad una lagartija que huía intentando escapar de la tensión que puede sentirse alrededor.
Te cruzas de brazos mirando al hombre frente a tí, sólo es un niño comparado a los enemigos enfrentados en el pasado. Te preguntas qué está sucediendo con tus hermanos que te ponen a una presa fácil de morder y destrozar. Quizá sea tu imaginación o quizá el hecho de que estás subestimando al enemigo, quieres que sea eso porque si no, será una noche aburrida - Si quieres mi nombre, tendrás que ganártelo, si quieres amanecer mañana, tendrás que utilizar todos tus recursos. He venido a enfrentarte, el resultado es circunstancial - avanzas un par de pasos sacando la Xiphos con toda su majestuosidad, dejándola brillar a la luz de la luna, esperando una reacción de este hombre, una que realmente valga la pena.
Jophiel Rothschild- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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