AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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The Last Enemy → Privado
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The Last Enemy → Privado
por Yves Poulenc Dom Dic 06, 2015 2:17 am
“The last enemy that shall be destroyed is death.”
― J.K. Rowling, Harry Potter and the Deathly Hallows
― J.K. Rowling, Harry Potter and the Deathly Hallows
¿Inmortalidad? Sabía que incluso para alguien con sus habilidades y poder, era inalcanzable, que sólo aquellos que han sido marcados por Caín lo consiguen, pero existían leyendas. Leyendas de objetos que bridaban algo muy parecido. Potestades que en manos de un mortal podían resultar armas incomparables. La idea por sí sola, era sumamente atrayente para alguien tan naturalmente ambicioso como Yves. Investigó, como era su costumbre, se sumergió en páginas y páginas de libros, tratando de encontrar algo más y sólo se topaba con callejones sin salida; cosa que sucedía tan poco a menudo, que logró sacarlo de sus casillas. La biblioteca del Aquelarre de Montmartre, del que él era el líder, era envidiable, un compilado de las artes más oscuras de la magia, y no había información suficiente en todos esos textos. Sin embargo, toda información que encontró estaba marcada por un símbolo. Símbolo que lo obsesionaba.
Algunas semanas atrás.
No podía creer que en el sitio más ordinario como un café de París, se topara con el símbolo que le había estado quitando el sueño. Ahí estaba, plasmado en un libro viejo, sobre una mesa ocupada por una chica joven y común. Yves no podía creer que el destino se burlara así de él. Él que tenía la idea de que estaba destinado a gobernar el mundo al lado de Alix, si hermana, como esposos-hermanos. Y era una mujer tan normal quien poseía lo que él deseaba, que esto debía ser una mofa. Cuando quiso acercarse, ella se fue, pero memorizó bien su rostro, al grado de poder reproducirlo luego con ayuda de su magia y enviar sirvientes para que la buscaran.
Ese libro, cualquier cosa que contuviera, debía ser suyo.
Ahora.
Y al cabo de unos días, uno de sus enviados llegó con información de la mujer. Sin más dilación, Yves pidió ser llevado al lugar. Para él no existía la convención social de que no podía presentarse ante la puerta de alguien y exigir algo. No. Para él, todo lo que deseara debía ser concedido con prontitud. No le interesaba a cuántas personas debía incordiar.
Y ahí estaba, en la puerta del sitio indicado. Era una casa… normal, lo cual le produjo cierta repulsión. Tocó a la puerta, esperando ser atendido, tan seguro de sus planes que incluso le pidió a su cochero que no se marchara. Al no ser atendido de inmediato, volvió a tocar, con más fuerza y desesperación. Cundo al fin le abrieron, sonrió; era ella.
—El libro —espetó—. Ese libro viejo, de pasta café, vi que lo tenías, lo necesito —así, sin más adornos. Sin presentarse, sin saludar, sin tacto. Tácitamente grosero.
Yves Poulenc- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 15/09/2015
Localización : París
Re: The Last Enemy → Privado
por Clara Oswald Mar Dic 08, 2015 3:42 pm
- ¿Disculpe? - Lo miró alzando una ceja y con una cara muy poco amigable. En cuanto oyó que llamaban fue sonriente hasta la puerta, haciendo gala de sus impecables modales. Fue a decir algo, pero aquel hombre tan maleducado se le adelantó y a Clara Oswald le cambió la expresión en cuestión de milésimas-.
¡Qué grosero! ¿Dónde quedaron sus modales? Atreverse a presentarse en casa de alguien con esa actitud suya, ¡válgame Dios!
No dudó en cerrarle la puerta en las narices y echar el pestillo. Debía de tratarse de algún loco. Además, ella tenía muchos libros, cómo iba a saber cual quería. El libro ¿qué libro?
Fue resoplando hasta el salón y avivó el fuego en la chimenea. A decir verdad si estaba con un libro justo antes de que la interrumpiera. Arropada con la bata y sentada en el viejo sillón de la casa ya que ese día no tenía que ir a trabajar.
Todavía no habían abandonado el otoño en París, pero ya hacía un frío insoportable, cuanto menos tuviera que salir a la calle mejor para ella. Algunas de las casas estaban verdaderamente lejos de la suya y no siempre podía permitirse tomar un carruaje.
Ignoró al hombre, ya se marcharía por donde había venido. Volvió a tomar asiento y se quitó la interrupción de la cabeza, volviendo de nuevo a las desventuras del doctor Frankenstein.
Clara Oswald- Humano Clase Media
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Localización : París. -
Re: The Last Enemy → Privado
por Yves Poulenc Dom Dic 13, 2015 4:54 am
“Pulvis et umbra sumus.”
― Horace, The Odes of Horace
― Horace, The Odes of Horace
Entornó la mirada en cuanto ella contestó y si fue a agregar algo más, ya no pudo hacerlo, la mujer le había cerrado la puerta en las narices. Yves se contuvo de hacer un hechizo espeluznante en ese instante y lo hizo solamente por el jodido libro. Tardó unos segundos en recomponerse y volvió a tocar a la puerta, con más fuerza, aguardando luego.
Pero en ese instante supo que tendría que tomar al toro por los cuernos. Miró a ambos lados de la calle y al verla desolada, se atrevió a invocar a esos espíritus que le ayudaban. Sus amigos en el otro lado. Una sombra, de delgados dedos huesudos, introdujo uno en la cerradura y tras algunos segundos, la puerta se abrió, con ello, los espíritus desaparecieron. Incluso alguien como Yves sabía lo peligroso que eso era.
Entró a la casa, cerró luego sin hacer ruido. La miró con desdén. Insulsa como se la había imaginado y avanzó hasta toparse con la mujer, que estaba leyendo. Carraspeó para llamar su atención, seguro de que su presencia ahí la asustaría y ese sencillo hecho le trajo satisfacción. Había aparecido ahí, en medio de la estancia como el diablo, sin ser llamado.
—Mira, niña —se acercó a ella tanto que seguramente sintió su aliento, agachándose debido a la posición de ambos y a la diferencia de estatura—. ¿Quién te crees que eres? El libro, el maldito libro de cuentos infantiles, vi que lo tenías hace un par de semanas. Es importante, ¿sabes? —Se irguió y alejó ligeramente, dando un par de pasos hacia atrás.
Oteó el lugar y parecía asqueado con cada mínimo detalle. Vio entonces donde sentarse y lo hizo con desfachatez, cruzando las largas piernas.
—Qué vas a saber tú de la importancia de ese ejemplar. Para ti debe ser sólo un libro sin importancia, pero contiene más de lo que deja ver. ¿Ya sabes de cuál hablo? No me hagas perder mi tiempo —sonó grosero, una vez más y clavó la mirada en un librero donde notó varios títulos que él poseía. Parte de la colección del Yves historiador y no del Yves hechicero. Quizá esta mujer era más interesante de lo que pensaba.
—Puedo pagarte por él, si eso deseas —entonces clavó los ojos en ella nuevamente y movió los dedos indicando dinero en efectivo—. Aunque en su estado, no vale demasiado —sonrió. Esperaba que la chica supiera esta vez de qué maldito libro le estaba hablando.
Yves Poulenc- Hechicero Clase Alta
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Re: The Last Enemy → Privado
por Clara Oswald Sáb Dic 19, 2015 5:55 am
No, quién se había creído él que era, entrando en casa ajena sin ser invitado, con aquellos modales, porque si había algo que Clara no aguantase, era eso precisamente, la mala educación, la soberbia y la prepotencia que la mayoría de los hombres se creían con derecho a ejercer, como la primera vez que conoció a cierto clérigo de que ahora Clara no quería acordarse.
Para ser tan pequeña físicamente, tenía un enorme carácter y una mala uva que pocas veces sacaba. No tenía intención de regalarle o venderle el libro, lo tenía desde que podía recordar, había sido un regalo de su madre y ella tenía pensado regalárselo a su alumna, Dominique. Lanzó el libro que tenía en el regazo contra la alfombra de la salita, poniéndose en pie con los puños apretados ya avanzando hacia él como un gato a punto de lanzarse contra un ratón.
- ¿Quién se ha creído usted que es? -. Una de las cosas que, probable y únicamente, asustaban de Clara era que, cuando estaba muy, muy enfadada no alzaba la voz.- ¿Cómo ha entrado?
La puerta. Y como si él no estuviera ahí mismo, lo ignoró una vez más y fue a cerrarla, pero para sus sorpresa cuando llegó ya lo estaba. Comprobó el cierre y el pomo, no había sido forzada. ¿Y una ventana? No era posible, las tenía a cal y canto a causa del frío que hacía en esos días. Una vez volvió sobre sus pasos golpeó al hombre en el brazo en cuanto pudo alcanzarlo.
- ¿Cómo ha entrado aquí? -. Tenía el ceño fruncido, estaba fuera de sí y seguía apretando los puños para no volver a golpearlo, esta vez en la cara. Su mejor idea fue coger un paraguas que tenía posado de pie junto al quicio de la puerta a la sala y alzarlo, amenazante.- Salga de mi casa ahora mismo. Fuera, márchese. No voy a darle el libro.
Para ser tan pequeña físicamente, tenía un enorme carácter y una mala uva que pocas veces sacaba. No tenía intención de regalarle o venderle el libro, lo tenía desde que podía recordar, había sido un regalo de su madre y ella tenía pensado regalárselo a su alumna, Dominique. Lanzó el libro que tenía en el regazo contra la alfombra de la salita, poniéndose en pie con los puños apretados ya avanzando hacia él como un gato a punto de lanzarse contra un ratón.
- ¿Quién se ha creído usted que es? -. Una de las cosas que, probable y únicamente, asustaban de Clara era que, cuando estaba muy, muy enfadada no alzaba la voz.- ¿Cómo ha entrado?
La puerta. Y como si él no estuviera ahí mismo, lo ignoró una vez más y fue a cerrarla, pero para sus sorpresa cuando llegó ya lo estaba. Comprobó el cierre y el pomo, no había sido forzada. ¿Y una ventana? No era posible, las tenía a cal y canto a causa del frío que hacía en esos días. Una vez volvió sobre sus pasos golpeó al hombre en el brazo en cuanto pudo alcanzarlo.
- ¿Cómo ha entrado aquí? -. Tenía el ceño fruncido, estaba fuera de sí y seguía apretando los puños para no volver a golpearlo, esta vez en la cara. Su mejor idea fue coger un paraguas que tenía posado de pie junto al quicio de la puerta a la sala y alzarlo, amenazante.- Salga de mi casa ahora mismo. Fuera, márchese. No voy a darle el libro.
Clara Oswald- Humano Clase Media
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Localización : París. -
Re: The Last Enemy → Privado
por Yves Poulenc Mar Dic 29, 2015 2:09 am
“You never walk alone. Even the devil is the lord of flies.”
― Gilles Deleuze
― Gilles Deleuze
La boca de Yves se torció en una sonrisa malvada al ver la reacción de la mujer. No esperaba menos. No se sintió intimidado. Claro, el que estaba allanando la morada era él, el que estaba desesperado era él, pero también, aquella mujer rezumaba a mortal común y corriente, quien tenía al diablo de su parte… era él. La vio acercarse sin moverse un ápice, sólo haciéndose ligeramente hacia atrás para no perder el rostro ajeno de vista y rio por lo bajo.
La siguió con la mirada, aguardando con paciencia la reacción cuando viera que había entrado con la facilidad de quien tiene una llave. Él tenía todas las llaves, si se le daba la gana.
Chasqueó la lengua cuando ella regresó y aseguró que no le daría el libro. Negó con la cabeza y se puso de pie con parsimonia. Era altísimo y en ese instante lo pareció más. Con calma inaudita, una que parecía estar cometiendo adrede para molestarla más, caminó por la salita y se dirigió al librero, donde con el dedo índice diestro, largo y delgado con el que tocaba el violín y acariciaba a su hermana en ese amor enfermo que compartían, recorrió varios de os títulos ahí guardados.
—Ah —suspiró—, debo suponer entonces que sólo crees lo que ves —habló con esa vaguedad digna del líder de Aquelarre de Montmartre. No la miraba, seguía leyendo uno a uno los títulos de los tomos—. Tengo mis métodos para entrar, para salir, para obtener lo que quiero si así se me antoja. Agradece que tengo la decencia de pedirte el jodido libro —la miró sobre su hombro, sólo para medir su reacción.
—Veo que eres más que una institutriz inútil —al fin se giró. Hombros derechos, espalda recta, esbelto como espada. Parecía un rey que de pronto se ha decidido visitar al pueblo llano—. No digo que mi nombre deba sonarte de algo, pero si lo hace, es porque compartimos más de lo que crees. Tu amor por la lectura se equipara a mi sed de conocimiento —por un momento, dejó de lado el condenado libro que lo tenía ahí. Se llevó una mano al pecho e hizo una pronunciada reverencia—: Yves Poulenc —se presentó. Se irguió de nuevo y de aquel modo pareció más alto, si es que eso era posible.
El joven era un ser utilitario. Necesitaba a la joven por el libro de cuentos infantiles, pero ahora encontraba que tal vez podía serle útil para otras cosas. Nunca estaba de más tener peones para sus juegos macabros. La miró directo a los ojos, los propios como el más profano de los fuegos del infierno.
Yves Poulenc- Hechicero Clase Alta
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