AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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El desafío de sus ojos |Privado
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El desafío de sus ojos |Privado
Hay caminos que estan condenados a reencontrarse.
K.
K.
La noche iba cayendo en aquella extensa y verde tierra. El bosque florecía y ahora más que nunca el esplendor se encontraba en los arboles llenos de aquellos frutos, que a la joven felina tanto le gustaban. Melocotones, albaricoques, cerezas solo son uno de los ejemplos que hacían tentar a la mayoría de los animales que allí habitaban, contando a la joven que custodiaba aquel hogar suyo. Las tierras de su familia, el único refugio que sentía propio y por el que lucharía hasta sus últimas fuerzas.
La brisa movía las hojas de los árboles, creando una tranquila melodía acallando todo rastro de los ronroneos agudos de la pantera que tumbada junto a la orilla de un arroyo, descansaba sobre la tierra. El oscuro e inmaculado pelaje parecía brillar bajo la luz de la luna gracias a las gotas del rocío de la noche, que tras unos días de lluvia intensa habían dejado todo aquel paraje húmedo. Relajada la pantera jugueteaba con la tierra a sus pies, removiéndola con las uñas mientras su cabeza descansaba recostada contra el tronco de un árbol que en su cometido de escondite, la aguardaba de miradas ajenas y desconocidos. Al pensar en ello, un gruñido de molestia vibró en la garganta de la pantera, ya que justo aquella tarde habían entrado dos desconocidas, las que en busca de pelea la habían encontrado.
Kaya no era de las que se negara a una pelea, desde pequeña había vivido sola, en el más completo exilio de los suyos tras el asesinato de su familia. Abandonada y en amenaza justamente por aquellos que debían de haber cuidado de ella; su manada, había tenido que sobrevivir por sí sola. La vida no le había sido fácil, a pesar de contar con su piel humana. Sobretodo esos primeros años en que apenas siendo una pequeña niña había aprendido a defenderse de aquellos animales que buscando un plato fácil y rápido, habían visto en el cachorro de pantera, la oportunidad de oro. Le costó heridas y lágrimas aprender, lo que debieron de haberle enseñado y no tuvieron tiempo sus padres. Sin embargo a base de errar y acertar, finalmente aprendió y volviendo a reconstruir la cabaña en la que había nacido, se pasó todas sus noches en su interior, refugiándose de todo y todos, dejando pasar el tiempo, hasta que la niña fue una joven y la joven, una astuta y fuerte pantera.
Así que cuando entraban desconocidos, sobretodo en el caso de ser felinos, los echaba sin contemplaciones, sin preguntar. Ya que de dejarles preguntar, averiguar, cualquiera podría adivinar aquel secreto que tan celosamente guardaba; su identidad. De ese modo, rápido y contundente había echado a las dos panteras jóvenes de su territorio. No las había herido de gravedad, pero si asustado. Debía quedar claro que no las quería curioseando ni por sus alrededores y solo de esa forma lo aseguraba. Aún a riesgo de atraer más la atención sobre ella, de lo que por sí ya sus terrenos, hacían.
Por unos segundos se dio el lujo de cerrar los ojos, y con la mente en blanco buscó el relajante ruido del lago y sus peces. Oyó los saltos de un conejo y el imperceptible temblor de la tierra y la vegetación dando camino a una serpiente. Encontrándose segura, olisqueó el aire y ahora sí, algo atrajo su atención que su cuerpo en tensión se acurrucó, mientras su hocico adivinaba la procedencia de aquel nuevo aroma. Un macho. Un cambiaformas pantera entrando en sus tierras, bajo una apariencia humana. Gruñendo por lo bajo, se levantó, moviéndose hacia el desconocido, guiada por el olfato y los pájaros que alertándola de su presencia sobrevolaban los árboles.
De nuevo un gruñido, esta vez más fuerte se oyó en la noche dirigiéndose particularmente al cambiaformas. El olor a cada paso era más fuerte y aunque por primera vez en mucho tiempo, sentía un gran peso en su pecho que le impedía dirigirse con aquella seguridad que la caracterizaba al encuentro del joven, su terquedad fue muy superior, llegando cerca de él en unos segundos más, en el que su cuerpo con agilidad y en total sigilo se movía entre la vegetación. Una vez estuvo cerca se detuvo y le vio entrar en uno de los claros. Desde donde se encontraba escondida intentó verle, siéndole irreconocible gracias a la luz de la luna que impedía tener una clara y nítida imagen. Molesta por no poder verle bien, antes de que el joven la avistara, saltó de nuevo a la seguridad del bosque y apresurándose acudió a uno de los arboles cercanos, donde por suerte guardaba una bolsa con ropa para las emergencias, hecho que solía repetirse en cada perímetro de aquel bosque, siendo para ella un auténtico alivio el tener ropa que ponerse en caso de necesidad. Como aquel.
Escuchando aún lejos las pisadas del desconocido, su cuerpo mutó al de humana. Sus patas se estiraran hasta formarse sus extremidades, su cuerpo se alargó y en donde instantes antes había habido unas fauces, unos rosados labios femeninos exhalaron su primer suspiro. Sus manos tomaron enseguida la bolsa escondida, y agarrando de allí el sencillo vestido que guardaba, se lo puso apresurada. No tenía tiempo. Mientras que aquellas pisadas siguieran acercándose, el vestido celeste quedó contra su cuerpo, escondiéndolo de la vista ajena. Se pasó las manos por el cabello medio húmedo por el ambiente y sin más dilación, antes de que el joven entrara al bosque, ella se descubrió unos pasos frente a él, saliendo de detrás de un árbol, enfrentándolo. Siendo su rostro desafiante y delicada figura, enmarcada de lleno por la luz de la luna de esa noche.
Enseguida sus ojos chocaron con decisión, y Kaya por inercia, sin saber porqué, retrocedió un paso.
— Tú… —Susurró débilmente al coincidir ambas miradas, quedándose congelada por unos segundos en el tiempo, retrocediendo hasta volver a ver aquel cachorro que encubriéndola, había guardado su secreto, años atrás en medio de su desgracia.
O por lo menos, aquello había hecho. Hasta ahora.
Finalmente, la habían descubierto.
Kaya- Cambiante Clase Baja
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Fecha de inscripción : 22/03/2014
Re: El desafío de sus ojos |Privado
"Abeja blanca, ausente, aún zumbas en mi alma.
Revives en el tiempo, delgada y silenciosa."
Revives en el tiempo, delgada y silenciosa."
El manto nocturno lentamente se dejaba caer sobre las planicies de los bosques. Siendo este el momento que el cambiaformas había estado esperando para emprender camino hacia esas inexploradas tierras de las que tanto había escuchado a lo largo de su vida, pero jamás nadie se había atrevido a concurrir hasta ellas, más aún cuando se tantas leyendas se alzaban con respecto a quien era el ser que dominaba el lugar.
Realmente Gaspard no estaba dispuesto a creer cada palabra al viento que oía, por esa razón fue que dejó en claro con su manada que él se encargaría de "recuperar" esa parte del bosque y volvería por ellos, buscando que le ayudaran a poblar el lugar. Sus intenciones a pesar de ser firmes, no buscaban provocar un mal, por el contrario, simplemente se basaba en lo que era mejor para los suyos, después de todo debía velar siempre por ellos y su bienestar.
Equipado con su ropa más cómoda y ligera, se abrió paso por el camino que le llevaría a su incierto destino. Tras su espalda iba quedando la manada, siendo esta ahora custodiada por uno de sus compañeros más cercanos, el cual sabía muy bien lo que debía hacer en su ausencia, y en el peor de los casos, tomar el mando si por algún motivo no se volvía a saber de Gaspard. Era una responsabilidad enorme, y solo aquel que contaba con su máxima confianza podría cargarla sobre sus hombros.
A cada paso que el joven realizaba, era presa de un nuevo recuerdo, ya sea este de su infancia, una bastante agitada, llena de nuevos aprendizajes y emociones, hasta unos mucho más intensos, como lo fue su ascendencia al liderazgo de la manada, aún siendo bastante "joven" para cumplir con las obligaciones que se debían al cargo, aunque jamás dudó en aceptar. La seguridad que tenía sobre si mismo era enorme, y suficiente para pensar que llegaría a convertirse en uno de los mejores líderes que la manada haya visto antes.
Entretanto se hallaba inmerso en sus pensamientos, alzó sus orbes al camino que se presentaba frente a él, todo esto como si se tratara de una invitación, o al menos así buscaba sentirlo el que lentamente se transformaba en el intruso.
Ya no podía regresar, estaba al borde y a punto de descubrir que tanta verdad o farsa, se escondía entre los relatos que el terreno protagonizaba.
Se adentró sin titubeos a través de los árboles, sus pasos siempre firmes y seguros le hacía avanzar con aires altivos por el sendero, como si fuera parte de aquel lugar, o más aún... Como si realmente ya fuera su sitio desde hace mucho.
Detalló cada rincón que le permitían sus ojos apreciar. La primavera había llegado con creces, y no existía un mejor lugar para darse cuenta de ello. El césped era remarcado por un tono verdoso profundo, acompañado por las flores multicolores que florecían sobre él. Sin duda alguna sería un lugar claramente acogedor y especial para su numerosa "familia".
Conforme más se inmiscuía entre los árboles, sus sentidos iban despertando siendo alertados por algo en especifico. El instinto de Gaspard jamás había fallado, por lo que hizo caso a este, manteniéndose muy alerta a cada sonido que se presentara, sin importar lo imperceptible que este pudiera resultar. Existían demasiados distractores en el lugar, ya sean estos los suaves golpeteo que realizan los animales al caminar, o el sutil ruido de un aleteo muy cerca de él, aún así, nada de esto logró acaparar su atención en lo más mínimo.
Todas sus dudas y cuestionamientos, fueron entonces disipados en cuanto una curvilínea silueta se dejó caer frente a él desde uno de los árboles, buscando detener su avance. Aunque no fue precisamente eso lo que desconcertó al cambiaformas, si no, la palabra usadas por la extraña mujer, como si al verlo estuviera observando un fantasma, y aunque Gaspard aún no lo sabía, ahí el fantasma era ella... Su propio fantasma de un pasado que creía sepultado.
— ¿Disculpa? — inquirió con su voz llena de dudas, atreviéndose a avanzar los pasos que la — hasta ahora — desconocida había retrocedido.
— ¿Nos conocemos? — Volvió a interrogarle, manteniéndose sumamente atento a la respuesta que pudiera recibir, aún cuando esta no fuera lo que esperaba escuchar.
Última edición por Gaspard Cossment el Dom Jun 15, 2014 4:49 am, editado 3 veces
Gaspard Cossment- Cambiante Clase Media
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Localización : El bosque.
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Re: El desafío de sus ojos |Privado
¿Cómo no acordarme?
Si cada latido te lo debo a ti.
K.
Si cada latido te lo debo a ti.
K.
El destino tenia diferentes formas de hacer su inimaginable magia en la vida de los demás. Separándolos, uniéndolos más tarde como simple capricho. Aquel bosque ya había vivido muchos giros bruscos del destino y para quien protegía aquel remanso de paz, apenas empezarían de nuevo los cambios, porque no siempre se podía estar en paz, en calma.
La luz de la luna alumbrara su propia figura, como aún seguía en el rostro masculino, sin dejar ver totalmente aquel hombre ante sus ojos. Aun así, no hacía falta, aquellos ojos podría reconocerlos donde fuera.
De nuevo en la luz de sus ojos, le parecía estar en aquel lugar de caos y muerte, en el que ambos felinos se habían encontrado 36 años atrás de aquel día. En verdad, justamente fueron aquellos ojos, la mirada del joven que la cautivó lo suficiente para que no fuera consciente realmente de la violencia de aquella tarde y de los gritos moribundos de su madre. Él la había salvado en más de un aspecto esa noche y en toda su vida no pudo dejar de acordarse de sus ojos, aquellos que ahora la observaban con desconcierto y curiosidad. No pudo contenerse y carcajeándose suavemente se acercó al cambia formas. Sus claras y brillantes orbes celestes se hincaron en las ajenas, hurgando en él, como si intentara sonsacar el recuerdo del hombre.
—Resulta curioso… —Su voz apenas era un susurro con una sonrisa escondida que inmediatamente acalló. —No me recuerdas mientras que yo jamás he podido olvidarme de ti.
Siguió avanzando lentamente, dejando de lado su actitud territorial para más adelante. De momento no parecía que fuera allí en busca de su territorio, como aquellas hembras pantera que anteriormente en la tarde había tenido que echar de allí. Sin embargo como más se acercaba a él, más se sobreponían los recuerdos, y dolían… pensó deteniéndose a unos pasos del joven cambia formas, sintiendo como mientras él aún seguía sin comprender, por su mente ya transcurrían imágenes de aquel terrible día. En que la manada le hizo cambiar de vida, pasando del amor familiar, de la protección y seguridad a todo lo contrario.
Volviendo a mirarle a los ojos, se quedó en silencio observándole, mientras en su mente volvían los recuerdos que tanto tiempo había tenido enterrados en su consciencia.
La tarde había sido muy oscura, en pleno invierno aún podía sentir como las almohadillas de sus pequeñas patas le dolían, hasta hacerle sangrar. Estuvieron muchas horas corriendo y la pequeña felina no había podido resistir el ritmo de su madre, deteniéndose temblorosa algunas veces en que sentía que sus patas no le respondían. Enseguida su madre la tomaba de la piel del cuello y la alzaba, llevándosela con ella. El ritmo de la madre fue disminuyendo a causa de la pequeña y oyendo los gruñidos de la líder actual de la manada, su propia madre demasiado cerca, pensó en esconderla. Un agujero en la tierra y ella fue enterrada dentro. Su madre tapó con las patas el agujero y a ella con un poco de tierra, para ocultar su olor. La pequeña gimoteó de miedo y tras la que sería el último beso que su madre le daría, observó desde su escondite como la manada la juzgaba y rodeaban a su amada madre.
El deseo de ir con ella, de protegerla, de esconderse contra el cuerpo cálido de su madre, era muy grande. Movió sus patitas dañadas en el agujero e intentó salir, volviendo al agujero en cuando un gruñido de su madre la hizo esconderse recordando que le había prometido no moverse de aquel lugar.
Por el oído de la pequeña cambia formas pasaron palabras como “traidora”, “aberración”, “entregar”, “matar” entre otras. Al oírlas supo instintivamente que hablaban de ella, aún sin entender porque ni que mal les había hecho. Se encogió más en sí misma y girando la vista hacia su madre, observó los primeros ataques de la manada contra ella. Oyó los gruñidos doloridos de su madre y gruñó en el agujero. ¿Por qué les hacían daño? Pensaba la pequeña aterrada cuando al alzar la vista e intentar salirse del escondite, su mirada se encontró con la mirada de un cambia formas joven. Unos años más grande que ella, pero que no dejaba de observarla desde el otro lado. Kaya se quedó absorta, perdiendo la noción del tiempo. Dejó sus patas en el suelo y bajando las orejas gimoteo en una súplica de que no la descubriera. El joven siguió mirándola, ella temblorosa se la devolvía.
Unos gruñidos más, unos rugidos y el suelo del claro del bosque se llenó de sangre. Yacían dos cuerpos caídos en el suelo, mientras su madre y la líder seguían peleando. Su madre no dejaba de luchar por ella, para que ella pudiese salvarse mientras la pequeña se acurrucada más contra ella y observaba al joven. En otras ocasiones habría acudido rápidamente a él, buscando jugar, corretear a su lado y hasta protección, acurrucándose bajo él. Sin embargo las palabras de su madre, el sacrificio de sus padres y la mirada penetrante del joven cambia formas, la obligaban a permanecer oculta en aquel lugar y a ser consciente de todo, menos de la muerte definitiva de su madre, que no vio gracias a los ojos del felino que lograron atraer su atención, hasta que una vez terminada la matanza se fueron, yéndose él también, quedándose Kaya con la compañía de su difunta madre. Permaneció junto a ella un día entero intentando que despertara, hasta que las señales de que se acercaban lobos salvajes, la hizo huir aterrada, en el nuevo camino que se le abría en su vida.
Vida, en que pensó jamás encontrarse con aquel joven que sin saberlo la salvó de morir aquella noche. No obstante el camino tiene muchos senderos y por la magia del destino y las coincidencias, volvían a verse, a reencontrarse en el día menos esperado.
Por unos segundos el dolor de los recuerdos, rasgó sus brillantes y claros ojos. Apartó la mirada, fijándola en el cuerpo masculino que recorrió sin vergüenza. Mordiéndose el labio terminó por alzar la mirada y sonreír suavemente, sin mostrar en su mirada indicio alguna de que si lo que había visto le era de su agrado o no.
— Ya no eres aquel pequeño. —Dijo simplemente sin querer dejarle más pistas sobre su identidad. Una parte de ella quería que fuera él quien se acordará de ella, que volviera a verla como aquella pequeña escondida que esperaba con miedo la muerte y que ahora se había vuelto en una sobreviviente. Una líder solitaria de los terrenos de su familia.
—El pasado tiene curiosas formas de volver. —Comentó sin dejar de verle a los ojos, esperando encontrar el reconocimiento en ellos. — Supongo que no por eso has vuelto, si ni te acuerdas… entonces ¿Por qué habéis venido? Estas no son tierras de la manada. —Al susurrar la manada, sus ojos relucieron con un odio ciego e intenso, y sus labios esbozaron un mohín descontento, de total desagrado. —Tampoco creo que hayan sido ellos los que te hayan enviado por mí, precisamente cuando me dieron por muerta hace muchos años. — Podía ver lentamente un brillo de reconocimiento en la mirada ajena y sonrío. — ¿Te acuerdas ya de mí? Tengo muchos nombres entre los nuestros.
Kaya- Cambiante Clase Baja
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Fecha de inscripción : 22/03/2014
Re: El desafío de sus ojos |Privado
"En torno a mí, estoy viendo tu cintura de nieve
Y tu silencio acosa mis horas perseguidas."
Y tu silencio acosa mis horas perseguidas."
El silencio, fiel compañero a la hora de permitir asimilar los momentos vividos, y precisamente en estos segundos transcurridos ayudaban a Gaspard de forma leve, pero realmente eso era suficiente para él. Se encontraba consciente que debía reaccionar, antes de que el claro desconcierto interno, se viera reflejado aún más en su rostro. Sus orbes sostenía aquella penetrante mirada ajena, detallando el mismo recorrido que sus ojos realizaban sobre su rostro, parecía que ella realmente estuviera disfrutando de ese fortuito encuentro entre ambos.
¿Quien eres?... No paraba de formular esa pregunta en su mente, realmente estaba esperando que la misma joven se lo aclarara, pero nada, por su parte solo existía la mirada brillante, y esa cálida risa, que por algunos segundos despertó en el cambiaformas el impulso de acompañarla de igual forma, pero se contuvo, sería un gesto un tanto imprudente, más de su parte, ya que siempre tendía a ser bastante serio y recatado con los desconocidos. Y haría lo mismo con ella, ignorando la cercanía que esta provocaba en su ser.
Como era de esperarse, velozmente se puso en guardia en cuanto notó como la mujer acortaba la distancia entre ellos, bien podía tratarse de una táctica para arremeter contra él, aprovechándose aún más de su confusión. Aunque su visión de la escena cambió drásticamente, sus concisas palabras le hicieron dudar del prototipo que había creado anteriormente.
Si antes se encontraba desconcertado, luego del comentario que brotó de los labios femeninos lo estuvo aún más.
— No quiero decepcionarte pero... creo que me estás confundiendo con alguien más.— sus palabras se vieron envueltas en una aparente calma, pero resonaron de manera seca. Aún negaba las imágenes del pasado que se arremolinaban en su mente.
Bastó solo un minuto para verse embargado por los recuerdos, unos un tanto difuminados, pero ahí estaban, y era ella, la misma joven que se encontraba de pie frente a él, dominaba por completo sus recuerdos, y su rostro, independientemente de ser uno mucho más infantil, se trazaba en cada parpadeo que realizaba.
No podía creer que la figura que había intentado borrar luego de aquella obscura noche se presentara ahora, ya convertida en toda una mujer. Había dejado atrás todo el temor que pudo apreciar en ella esa noche, sus ojos esta vez no transmitían miedo, si no desafío, uno claro e inconfundible.
El sostener su mirada le ayudó a darse cuenta que su mente ya no estaba concentrada en él, y aunque intentara inmiscuirse sin permiso en sus pensamientos, le fue imposible, y en ese momento fue consciente de una de las habilidades ajenas, realizaba un bloqueo de sus pensamientos, sin permitir que los recuerdos fueran compartidos entre ambos, y durante todo el tiempo que la felina se apegaba a si misma, él se vio obligado a realizar la misma acción. Ya no existían dudas de que era ella, la pequeña que había resguardado, solo con esconder su ubicación en cuanto la manada fue a caer en picada contra ella y sus padres, los cuales —lamentablemente para la joven— no sobrevivieron. Gaspard en ese momento no fue capaz de hacer nada, solo concentrar toda su atención en la pequeña que yacía escondida en aquel agujero, cubierto improvisadamente por unas cuantas ramas, y aún así fue apto para lograr el cometido de la moribunda madre; salvar a su hija.
Esa fue la primera y última noche que la vio, ya luego de ese enfrentamiento solo horribles cosas se le dijeron al joven, siempre marcando la traición que la anterior hija de la líder había cometido. Entre ellos era altamente resguardado el seguir con él linaje, mantener siempre pura su sangre. Solo así mantendrían esa "perfección" que tanto se anhelaba.
Sin importar, si Gaspard estaba o no de acuerdo con estos términos, al ser uno de los jóvenes de la manada tuvo que aceptar y crecer con este mismo pensamiento.
Pero nuevamente las vueltas de la vida le estaban dando un segunda oportunidad, o tal vez un nuevo desafío.
— Ambos crecimos, así es como debe ser. Aunque seré muy franco contigo; no imaginaba que habías sobrevivido por tu cuenta.— le reconoció, siendo él quien finalmente avanzó unos cuantos pasos, observando aquella figura, que no aparentaba tener mas de dos décadas. Irradiaba un claro desagrado por su presencia, más sus palabras no llegaban a representarlo del todo.
El balanceo que vino luego siendo provocado por su cabeza, fue una clara negación a todo lo que ella había mencionado antes. No tenía duda alguna de que en cuanto ella se enterara de como iban a ser las cosas desde ahora, esa calma que se había plasmado en su rostro anteriormente, desaparecería.
— Iremos por partes. La razón que me trajo a estas tierras fue precisamente eso; Que no están bajo mis dominios, y he venido a cambiar esa situación.— a pesar que sus palabras se escucharan bastante serenas, albergaban un golpe que iría a parar directamente a los sensibles oídos ajenos. Él era quien se presentaba como un invasor en las tierras que la felina consideraba de su absoluta propiedad.
Introdujo ambas manos a los bolsillos delanteros de su pantalón, y con un flemático semblante, continuó disipando las dudas su improvisada compañera mantenía.
— Sí, ya te recuerdo... Perfectamente.— aclaró, ladeando su cabeza, mostrando una clara curiosidad por ella, y aún más por la hazaña que había realizado al mantenerse con vida.
— Creo que ahora, si llegaste a comprender mis palabras, puedes estar consciente que mi venida no es del todo beneficiosa para ti. — frunció el ceño, analizando la sombra que delineó el ajeno, no había que ser extremadamente inteligente para darse cuenta que el sacarla de aquel lugar sería una ardua, por no decir imposible tarea.
— ¿Tienes alguna otra duda, pequeña?— buscó saber, paulatinamente sus orbes se dedicaban a observar a su alrededor, sin ocultar una minúscula sonrisa al pensar que aquellas — casi — inmaculadas tierras podrían estar bajo su mando.
Gaspard Cossment- Cambiante Clase Media
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Re: El desafío de sus ojos |Privado
¿Quién os creéis que sois?
Solo con la muerte me arrebatareis
Aquello que más que tatuado lleva mi nombre.
K.
Solo con la muerte me arrebatareis
Aquello que más que tatuado lleva mi nombre.
K.
El mirarle a los ojos se le hacía como verse en un espejo, en el que volver al pasado de aquel tiempo. Las miradas de los cachorros aún seguían anclada en su memoria, como la imagen del cuerpo moribundo de su madre y el cadáver irreconocible de su pobre padre. De pequeña había sufrido lo indecible, hasta que ya mas mayor, y acomodándose en las tierras de su madre y ahora suyas, lentamente dejó de martirizarse con el pasado, para vivir el presente que se abría ante ella. Y en su presente no había nada más importante que mantener su liderazgo solitario sobre aquellas tierras. El único lugar al que podía llamar hogar.
Observó como el cuerpo masculino se ponía en guardia con su cercanía y ladeando la cabeza, como un animal curioso, indagó en él, en su aura, encontrando que se encontraba ante alguien de un carácter firme, tranquilo y calmado, del que sin embargo irradiaba una fuerza descomunal. Como una bestia dormida, estaba segura que solo esperaba el momento para hacer acto de presencia. Como sí misma.
—Yo jamás me confundo. —Contestó secamente al joven que creía pensar que se estaba confundiendo con otra persona. Pero ella jamás se equivocaba, no cuando recordaba cada aroma, cada presencia tan dentro de ella.
Una sonrisa suave alzó los labios femeninos al verle tan desconcertado, hasta que tras unos segundos, el reconocimiento hizo brillar aquellos orbes.
—Los linces tienen buena memoria. — Alabó, dejando en claro que había captado por completo sus animales, y que siendo una excelente observadora, era capaz de adivinar que pieles se escondían bajo el cuerpo masculino. A veces el tener que sobrevivir en los bosques sola, te ofrecía de conocimientos que de no ser de aquella forma, no se podrían llegar a adquirir. —Me alegro que lo sepáis, todo y que pensé que seríais mas rápido. —Ella sonrío más ampliamente, preguntándose por dentro qué pensaría de ella aquel joven, y como la recordaría. ¿Cómo un error que salvó? O como un acto de fe? Ante sus pensamientos negó la cabeza, acordándose de que él era de los del linaje, allí se trataba bien de inculcar que la sangre pura era lo que se debía preservar ante todo y que cualquiera traición merecía ser eliminada de raíz – como habían hecho con sus padres. – por lo que solo podía esperar que para el cambiaformas que tenía enfrente, a unos pasos de distancia, pensara en ella como un grave error. Una debilidad que mostró al ser un inocente y bondadoso pantera.
—Tú, ni nadie, imaginaba que una pequeña pantera pudiera sobrevivir, por sí sola con esa corta edad. En ocasiones ni yo misma me imaginé llegar tan lejos; hasta estos días. — Contestó reconociendo que hasta si misma había tenido en aquellos años de soledad e inquietudes, el gran miedo a no conseguirlo. A quedarse por el camino, siendo alimento para otras bestias. Aun así lo había logrado. Apenas siendo una pequeña niña había salido adelante y formado como la joven que ahora era. Nada parecida a la pequeña pantera oscura que temblorosa aquel día se había escondido de los asesinos, de quienes debieron de ser su manada, si todo hubiese salido diferente.
—Mi madre fue una feroz luchadora y yo, su hija, no podía quedarme atrás. Supongo que mala hierba nunca muere, ¿No creéis? —Inquirió encogiéndose de hombros, apartando de su mente los dolorosos recuerdos, que hacía tanto tiempo no revivía, centrandose en aquel cambiaformas.
Su sonrisa no dejó ni un momento de posarse en sus labios en lo que observaba y no le quitaba el ojo. No dejaba de deleitarse en aquella aura poderosa que tenía, tan –demasiado- parecida a la de ella, lo que auguraba que en caso de combatir se trataría de uno de sus mejores contrincantes, sin reserva alguna. Aquel pensamiento la hacía relamerse con anticipación.
De por sí, su pantera ya la llevaba a luchar, la instigaba contra aquel desconocido, sin embargo debía esperar, a veces era mejor ser paciente y aprovechar el momento. Por ello fue que al oírle hablar de adueñarse de su territorio, aunque con voz neutra y calmosa, algo en su interior se activó y con una voluntad férrea acalló. Como una bomba de relojería, su pantera empezaba a sacar las garras. La amenaza y la simple presencia masculina la mantenían en una vigilia constante.
Tomó aire profundamente, relajando su cuerpo en un intento de concentrarse y en tranquilizarse, y con un aire indiferente, empezó a rodear la figura masculina, gruñendo dominante al ver como aquel joven veía su bosque con ojos avaros y seguros de ver aquel lugar como el de ellos.
— ¿Qué os hace pensar que os dejaré las tierras por las buenas? — Le preguntó mirándole fijamente, alzando una de sus cejas.
—Estas tierras pertenecieron a mi familia desde hace incontables generaciones. Mi madre las adquirió por poder sanguíneo y yo a través de ella, asumí esta responsabilidad.—Dijo simplemente con una voz seca y cortante, adivinandose bajo su timbre una reinante molestia. — No creo que haya mucho más de que hablar, aparte de vuestra apresurada huida y mi mandato absoluto sobre estas tierras.
Sinceramente jamás le habían gustado las visitas. Por su carácter solitario o la oscura vida que tuvo que llevar y acarrear sobre sus hombros, que jamás le habían gustado los desconocidos. Aún menos cuando eran una amenaza total a lo poco que conocía y conservaba de su vida; El hogar de sus padres, su propio hogar.
— ¿Dudas? —Volvió a decir en una especie de gruñido contundente ignorando que si con el término de “pequeña” deseaba provocarla. Esperando que su atención se centrase en ella y no en los alrededores que los rodeaban, finalmente se detuvo frente a él a apenas dos pasos de separación entre ambos. —Muchas. —Admitió cambiando su semblante despreocupado y curioso de antes, por uno mortalmente decidió y galante, con el que le observaba fijamente sin titubear ni un poco, retándolo claramente con la mirada, sin ceder ante él en ningún momento. Ni agachando la mirada, ni desviando la trayectoria de sus orbes. Ella no se amedrentaba ante nada ni nadie. — ¿Quién sois? Y con qué derecho creéis poseer para afirmar vuestras palabras? Muchos otros antes que tú lo han intentado, sin lograr sus cometidos... y creedme cuando os digo, que os sucederá lo mismo. No sereís diferente a ellos.
De por sí Kaya tenía sus ideas y no creía ir errada. Cuando su madre seguía viva, solo había sido su familia los desde siempre habían heredado la manada, los que habían heredado por sangre el liderazgo, sin embargo los Cossment, la segunda familia más antigua de ellos, siempre habían estado esperando el momento para alzarse gloriosos con el poder de la manada. Jamás había sucedido. O por lo menos no hasta ahora. En que obviamente con la muerte de la líder y de la hija de la misma, el liderazgo había quedado libre, al alcance de la segunda familia con más méritos para con el linaje de la especie.
Hasta ahora no lo había pensado, sin embargo algo en ella le decía que aquel joven tan cercano a ella, era un líder, tal como ella de haber salido todo de forma bien diferente, habría sido. Los ojos femeninos volvieron a recorrerle, intentando caer en las diferencias entre ambos y sus similitudes. De combatir él tendría la fuerza de su lado, mientras ella con su cuerpo flexible y más bien fino, tendría la velocidad como aliada, a parte de un conocimiento certero en cada tierra y tramo del bosque en que se había criado. ¿Podría ganarle?
Si podría, aunque para ello, le fuera imposible salir ilesa.
Kaya- Cambiante Clase Baja
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Re: El desafío de sus ojos |Privado
"La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos."
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos."
¿Quién vendría a ser el invasor en este caso?...Gaspard conocía con precisión la respuesta a esa incógnita, pero aún así sus objetivos estaban claros y firmes, ya no podía si quiera pretender el cambiarlos ahora, aún cuando en sus planes no contaba ni por un segundo encontrarse con la felina, eso daba un giro radical, pero no lo suficientemente poderoso para dar pie atrás. Se encontraba entre la espada y la pared, atacarla ahora sería como una negación a lo que había realizado años atrás, al buscar salvarla y encima protegerla de su cruel destino.
Su rostro regresaba a concentrarse en el de la joven durante algunos tramos de tiempo, solo para asegurarse de que su expresión continuara serena, aunque podía estar seguro que lentamente y mientras sus palabras se volvían más y más concisas, el angelical semblante de la cambiaformas comenzaba a sufrir importantes cambios, marcando por sobre todo una clara hostilidad e incomodidad por su presencia en los que consideraba sus terrenos, su hogar. Era de esperarse, el que llegara una visita inesperada, no deseada... Siempre sería un engorroso momento.
Luego de una prolongada inhalación del puro aire del bosque, toda su atención fue acaparada por la felina. Y mientras sus movimientos eran reflejo de su calma interior, buscó disminuir la incertidumbre, sin antes realizar un claro asentimiento de cabeza al escuchar la afirmación de la muchacha.
— Debo decir que tienes razón... Resultaste ser tan fuerte como tu madre, y está claro que el obscuro destino que le esperaba, fue algo muy difícil de llevarse acabo.— el cambiaformas no lo lamentaba realmente, puesto que fue el fin que la manada se había implantado desde que él tenía memoria.
Toleró que fuera ella quien comenzara a acecharlo, aunque Gaspard no lo sentía realmente así, su cercanía no le incomodaba en lo más mínimo, por el contrario podría decirse que hasta la estaba disfrutando, más aún cuando era ella quien prácticamente temblaba ansiosa por abalanzarse contra él.
— Honestamente no esperaba que lo hicieras.— respondió sin llegar a endurecer su rostro, sus palabras eran consistentes y directas.
— Tu progenitora ya no forma parte alguna de este mundo, y tú adquiriste un poder que no te correspondía.— le aclaró, conforme su indice se alzaba hasta señalarla de manera acusadora, como si realmente hubiera cometido un gran error.
Recibir de vuelta — casi como un arremedo — la pregunta que él mismo realizó, le permitió centrarse nuevamente en ella, dejando en un expectante segundo plano el resto de sus alrededores, y las tierra que tanto anhelaba poseer.
Sus orbes fueron eclipsados por sus parpados, los cuales elaboraron una fija y concentrada visión en la joven, detallando el momento que su distancia se reducía a unos simples pasos, todo esto en conjunto con el reconocimiento de su curiosidad.
— Debí iniciar con eso, me disculpo fue mi error.— decoró sus palabras con una ligera reverencia de cabeza.
— Mi nombre es Gaspard Cossment, y afirmo mis palabras con el derecho que solo un líder como yo tiene.— dispersó aquella duda naciente de la felina, y apoderándose de los orbes desafiantes de ella, avanzó un nuevo paso, incluso viéndose en la obligación de inclinar su cabeza, para que esta llegara a una cómoda altura con la ajena.
— Y créeme cuando te digo esto; Yo no soy como ningún otro que haya llegado a invadir este territorio...— en cuanto sus palabras se mezclaban con la suave brisa que se colaba por entre los árboles, su palma se instaló sobre la mejilla ajena, sin llegar a realizar algún tipo de movimiento, solo un diminuto contacto con su piel.
—... Soy mucho peor. Por que sé a quien me enfrento.— amenazó, y aún en aquellas directas palabras, no se reflejó ni un ápice de molestia, ni alteración por su parte, siempre serio y carente de expresiones en su rostro.
Por momentos en los cuales el Cossment capturaba la mirada ajena, podía observar con absoluta claridad, que los orbes grisáceos de la joven no se detenían, le estaba examinando, casi como si analizara cada uno de sus rasgos, esperando encontrar algo que tal vez llegara a favorecerle. No tenía como saberlo, y viéndolo desde otro punto, Gaspard no estaba acostumbrado a conservar una duda evidente, por lo que no tardaría en romper el concentrado silencio que ella mantenía.
— ¿Qué intentas, pequeña?— lamentablemente para ella, aquel diminutivo ya se había implantado en la visión que él tenía de la fémina, por lo que cambiarlo llevaría tiempo, a no ser que fuera ella misma quien impusiera su nombre.
Antes de que el cambiaformas supiera quien era el verdadero dueño de las tierras, tenia pensado realizar todo bastante rápido y sin errores. Lucharía con quien debía, y terminaría con la intromisión que le causaban. Ahora las cosas claramente habían cambiado, y deseaba conocer más acerca de la vida que tenía frente a él, aquella que logró sobrevivir, torciendo el destino sin ayuda de nadie.
Gaspard Cossment- Cambiante Clase Media
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Re: El desafío de sus ojos |Privado
Los sentimientos desde siempre han sido
para gritar lo que uno desea expresar,
jamás para acallar lo qué uno realmente siente.
K.
para gritar lo que uno desea expresar,
jamás para acallar lo qué uno realmente siente.
K.
Obscuro destino, graciosas y metafóricas palabras con que el felino que se presentaba ante ella usaba para describir lo que fue el destino; la muerte de su amada madre aquella noche hacia tantos años atrás. En su memoria, aún podía recordar aquella noche, los olores y hasta cada uno de los sonidos del bosque, entre ellos los gemidos y gruñidos como alaridos de dolor de su madre al ser atacada y finalmente tendida en el suelo, bajo los miembros de lo que antes había sido su familia; su manada. Y en ningún momento se le ocurría describir aquello como obscuro destino, si no mejor dicho; Traicionero destino, el que tus propios iguales, tu familia pudiera despojarte de la vida de tan atroz y cruel forma. Simplemente quizás es que ese destino no tuviera ni nombre bajo el que clasificarlo.
—Pero al final la asesinaron. Su propia manada lo hizo y no siento en tus palabras ningún remordimiento por tan cruel acto. Arrebatar a una madre con la muerte de los brazos de su pequeña hija o el de dejar a una pequeña, sin el amparo de su madre y padre, debería no ser aceptado, debería no verse bien. —Puntualizó al borde del cansancio de aquel comportamiento tan calmado del felino, que solo hacía que desesperarla y desear provocarlo solo para despertar a su pantera y así, obtener lo que tanto quería; Que el desconocido se fuera de sus tierras.
Fijando la mirada en él, acechándole observando cada sombra, cada curva de sus facciones, negó con la cabeza para sí misma y río suavemente.
—Lo siento, me olvidé de donde provienes, supongo que en la manada siguen las mismas leyes y los mismos delitos, constituyendo la muerte el resultado final a cualquier infracción cometida. —Susurró con odio, sin poder dejar de preguntarse quien era aquel joven, por que la había salvado años atrás y por último, porque le causaba tanta intriga, esa malsana curiosidad. Hasta el momento aún no se había lanzado hacia él con intenciones sangrientas, hecho único en su pantera que sucedía como una primera vez sin antecedentes anteriores. Su pantera en eso era muy territorial, macho o hembra que entraba en sus tierras, era vencido y sacado de su territorio verde, tanto por sí misma o por la ayuda de sus amigos felinos salvajes que convivían con ella en aquel bosque. Y no había excepciones, hasta ahora.
Él parecía ser la excepción en toda la regla, y aquello solo hacía que no solo su curiosidad –tanto o más que la de él- creciera, si no que la molestia también fuera creciendo imparable tras cada mirada.
Y de nuevo, él volvía a hablarle de lo que le pertenecía o no le pertenecía, logrando sonsacar una sonrisa de sus labios al verse señalada por uno de sus dedos de forma acusatoria. ¿La acusaba acaso de quedarse y reclamar para sí su propio hogar? Ante esas palabras negó con la cabeza deteniéndose finalmente frente a él.
—Yo tengo la sangre, el linaje de la última de las líderes de la manada y mi madre lo habría sido de no haberse torcido todo, así que estoy ye estaba con todo mi derecho para quedarme con mi hogar, que simplemente constituye una pequeña parte del territorio de la antigua manada abarcaba. —Sin embargo también era la más verde y la más acogedora, contando con un lago propio para la supervivencia de los árboles y las arboledas de los alrededores al agua. Así como hogar y zona de reunión para todo animal del bosque. — Y además, habrían podido quitármela de pequeña y nadie jamás ha podido, ni aún ahora. La llama de mi único hogar en grande y fuerte, no se apaga fácilmente Gaspard. —Sentenció llamándole por su nombre tras oírle presentarse finalmente ante ella, reparando atentamente ante las demás palabras masculinas.
Todas sus dudas al final eran contestadas y respondidas, teniendo razón en sus sentidos. Aquel joven no era un cambiaformas simplemente, si no que era el actual líder de la manada y uno de los principales que aún hoy en día, se siguieran esas ancestrales costumbres de mantener el linaje. Aun cuando él mismo de pequeño la salvó de la muerte, cuando a ojos precisamente ahora más que nunca de él, ella solo debía de ser una traidora, una alimaña que exterminar.
—Líder actual de la manada…Irónico que tú lo seas.—Susurró sin más viéndole acercarse un paso más y cernirse sobre ella, sin dejar de enfrentarle la mirada fijamente. Mantuvo su mirada sobre él y su posición, incapaz de ceder ante las demandas y lo que de seguro esperaba; que se retirara y asumiera que él era más fuerte que ella. Siguió escuchándole, mostrando en sus facciones lo horriblemente aceptado que era en sus tierras y aún más tras sus amenazas.
Que en cierto sentido, por el momento, parecían vacías.
—No me llames pequeña. —Gruñó tras que la llamara de aquella forma, como recordaba que su padre la llamaba en ocasiones. —Soy Kaya para ti. —Añadió mordaz.
—Y no es de tu incumbencia lo que haga o intente hacer. —Le replicó en lo que sus ojos parecían excavar en los ajenos, buscando cualquier duda, desconcierto o hasta sombra en su iris, sin dejar de observar sus movimientos. Tal y como se encontraba de querer matarla podría haberlo intentado. De haber querido pelear con ella, también lo habría hecho solo empezar y aún seguía allí, tan calmado que parecía simplemente un gato curioso y nada más. — ¿Sabes? He descubierto y sé que eres incapaz de herirme, de combatir conmigo.— Dijo demasiado segura de ello, bajo la sombra de aquel cuerpo masculino cerniéndose sobre ella, sin dejarse asustar ni incomodar lo más minimo. El hecho de que los hombres usaran a veces de forma inconsciente su físico para doblegar al sexo más débil le causaba cierta satisfacción, porque con ella ocurría al contrario. Como más intentaran doblegarla, ella más se revolvería. No había nacido para seguir a nadie.
—Y si no es así.. —Gruñó casi desesperada contra su piel, a escasos espacio entre ambos sintiendo la caricia de su mano. — Empieza a lo que has venido, porque de momento solo ladras. Y ya sabes que dicen de los felinos que ladran como perros. —Ladeó su rostro y le sonrío, acariciando con una de sus propias manos la mano masculina que seguía en su mejilla y la que lentamente con suavidad -nada acorde con la esencia de la pantera que brillaba en sus ojos, que solo buscaba terminar con aquella amenaza- se la quitó de su piel, para dejarla caer juntamente con la suya.
—Puedes intentar asustarme con tus amenazas de líder que me dice conocer. Pero la verdad es muy distinta por que no conocéis ni la mitad de lo que me he convertido. —Casi ronroneó aquellas palabras, siendo testigo de primera piel de como la vida se había asegurado de ponerle obstáculos y como en su voluntad por vivir, había conseguido superar cada día de su vida, saliendo vencedora de cada giro inesperado.
—Porque si juzgas a esa pequeña pantera, vas completamente equivocado. De ella ya solo quedan los recuerdos, nada más. — Añadió mirándole fijamente. Y tras aquellas palabras, le empujó un paso lejos de ella, señalándole por donde debía de irse. Esperando ver que decidía aquel felino que parecía haberse topado con alguien diferente a las hembras con las que solía tratar.
Kaya- Cambiante Clase Baja
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Re: El desafío de sus ojos |Privado
"Pero hacia donde vaya llevaré tu mirada
y hacia donde camines llevarás mi dolor."
y hacia donde camines llevarás mi dolor."
Difícil es manipular las decisiones, y lo es aún mas si aquellas decisiones nacen de los seres más heridos, que han luchado contra todos sin mostrarse en menos frente a nada ni nadie. Eso era lo que él tenía frente a sus orbes; una muchacha segura de sus posibilidades y su fortaleza, defendiendo la misma con garras y dientes si se veía amenazada, y por su parte Gaspard no paraba de hacerlo, una y otra vez solo para probar que tanto soportaría su presencia, su indestructible quietud como escudo contra la ferocidad de ella.
Sin importa las palabras que brotaran de su garganta, incluso si estas fueran lo más persuasivo que podía exponer, no serviría. La felina era terca a la hora de actuar, solo haría lo que imaginaba correcto, y beneficioso para ella, aunque aquello le costara más de un mal rato, increíblemente por el resto de su vida.
Las tierras que tanto adoraba, que solo guardaban memorias y recuerdos para ella, aunque la gran mayoría de ellos se encontraban llenos de sufrimiento, pero al parecer conservar las tierras bajo sus dominios, lograba devolver una especie de incomprensible paz, una que ningún invasor podría descifrar jamás.
Existía algo de razón en sus palabras, el terreno no era característicamente espacioso, pero era uno de los más perfectos, al que fácilmente podría llamarse un hogar, precisamente el que ella había escogido para vivir, y tal vez dentro de unos años... Morir.
— No pretendo apagar nada, por el contrario, si voy a conservar éstas tierras, quiero que su llama se mantenga impenetrable y radiante para mi generación y la siguiente, y así hasta que no quede nada por que luchar. — añadió con seguridad su punto de vista, demostrando que de alguna forma su deseo por aquella parte faltante de sus tierras, no la deseaba para él por ambición propia, si no que por buscar un bienestar para los suyos, aunque ese precio sería sacrificar — por segunda vez — la vida de aquella pequeña que antiguamente salvó.
A contar por el tono se su voz al mencionar aquello último, pudo percibir que su explicación le pareció un tanto divertida, o era sencillamente el echo de que la manada ahora cargaba en los hombros de él.
— ¿Irónico? ... Simplemente se siguió la linea de quienes nos mantuvimos fieles a los nuestros, a diferencia de tu familia. — no esperaba herirlas con sus palabras, solo citaba y daba una respuesta a su habla.
De algún modo Gaspard aguardaba por el regaño que no tardó en aparecer, entregándole lo que esperaba.
— De echo... Kaya, es total y absolutamente de mi incumbencia lo que intentes, ya que ahora debo mantenerme un paso delante de ti. — le aseguró, sabiendo que con ella no podía perder un minuto, si quiera un segundo en ser un despistado. Sus sentidos estaban alerta, e impregnados solo en ella.
Un gesto retórico se plasmo en su rostro en cuanto fue el turno de ella al dar su punto de vista respecto a él. Estaba claro que se sentía altamente confiada de que el cambiaformas no sería capaz de iniciar una pelea con ella, ¿por qué era mujer? Tal vez eso lo ponía en aprietos, puesto que sus afirmación lograba tener algo de razón, y simplemente esperó a que sus siguientes visiones acerca del meollo del asunto salieran a flote.
Tampoco opuso resistencia a que su mano se viera siendo removida por la de ella, aunque rápidamente se apresuró a hacerla retornar dentro de su bolsillo.
— ¿Quieres que inicie de una vez?... Eres muy impaciente, no analizas la situación, solo buscas llegar a la agresividad para tus fines. — dedujo en voz alta, solo para que la joven escuchara la seguridad en su tono de voz, si ella estaba tan segura de que no arremetería literalmente contra su cuerpo, por su parte, él sabía que su habilidad para controlar la confusión que sus palabras podía llegar a causar en la mente femenina eran altas, muy altas.
Recibió el empujón, y solo por darle en gusto retrocedió dos pasos, aunque la sonrisa que trazó sus labios delató la gracia que le había provocado aquello, pero buscó por todos los medio suprimir la pequeña risa que nació por lo bajo, y su mano izquierda se apoyó en su pecho, justo en donde la mano ajena se había encargado de "atacarlo".
— Vaya, diste el primer golpe, te felicito. — comentó con sarcasmo, un claro toque de humor para sus palabras, aliviando el denso ambiente que el movimiento pudo llegar a crear.
— ¿Mi turno? — cuestionó, aunque antes de recibir alguna respuesta de su parte, avanzó la diminuta distancia entre ellos, casi de una zancada y se plantó a su lado, mientras la sostenía con fuerza por su brazo, pero sin llegar a herirla, solo se aseguraba de que no escapara tan fácilmente.
Antes de que sus labios iniciaran nuevamente con sus fría palabras, estos se fruncieron paralelamente sus orbes se enlazaron con los de felina que yacía bajo la contención de su diestra, luego de ese movimiento todo pasó demasiado rápido para ambos.
La mano libre de él se movió con absoluta suavidad removiendo los rebeldes mechones del cabello que se enredaban en el fino rostro de ella, mientra su mirada se desviaba irremediablemente a sus rosáceos labios, los cuales en pocos segundos se vieron unidos a los de Gaspard, quien por su parte se vio inevitablemente atraído por ellos, como si le hubieran empujado a hacerlo. Sin embargo no se separó, por el contrario, buscó liberar el agarre que mantenía con su mano y rodear su diminuta cintura con su brazo, acercándola contra su torso.
Por unos segundos, todas sus razones para estar ahí se transformaron en algo borroso, y sin sentido, ninguno. El complemento que significaba aquella unión era algo inexplicable, sin importar a que mujer hubiera besado antes, esto era absolutamente diferente y nuevo para él, como si de un choque eléctrico se tratara.
Y entonces lo supo, él jamás podría lastimarla.
Gaspard Cossment- Cambiante Clase Media
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Re: El desafío de sus ojos |Privado
Aquel contacto me quemó,
me confundió y completamente me aterró.
Aceptarlo era perder-lo todo
incluyéndome a mí, en su beso.
K.
Aquel bosque, íntimo amigo desde su nacimiento, la había ayudado en incontables ocasiones contra los males que la pequeña pantera tuvo que sortear en su camino hacia la madurez, encontrándose completamente sola. A excepción de los animales de aquel bosque que en ciertos momentos la habían ayudado en más de una ocasión, arriesgándose incomprensiblemente por la pequeña huérfana. Por eso era que conocía cada palmo de aquellos terrenos, cada escondite, cada trampa, cada resquicio de luz en la oscuridad de la noche, así como la esencia de cada uno de los seres que allí, junto con ella lo habitaban.
Entre ellos se había formado un lazo. El bosque había visto crecer a la pequeña y la pantera había visto crecer al bosque junto a ella. Aquel sentimiento que solo ella sentía, podría alguna vez sentirlo alguien como Gaspard? ¿Podría conectar con la vida de aquel bosque, como ella lo hacía? Jamás, se dijo mentalmente sin dejar de observarle. Para que alguien se conectara de esa forma al bosque, se necesitaba de años, vivencias y aún más importante, crear un vínculo de supervivencia.
— La llama de este bosque no es solo el verdor de los campos, o los arboles dando sus frutos. Esto va más allá de lo que tú y tus generaciones podrían comprender. —Le dijo intentando poner palabra a sus sentimientos. — Es una conexión de supervivencia, de conocimiento y respeto por cada grano de tierra. Se trata de proteger al bosque, de convivir con él y tomar lo único que él tenga por dar. — Dio énfasis a eso último sabiendo que en la manada se hacían huertos y destrozos en sus tierras para poder conrear y alimentar a todos. Aunque la dieta fuera normalmente de carnes, también en ocasiones debían de alimentarse de verduras y frutos.
Gruñendo por lo bajo, hastiada de aquella calma que lo hacía parecer tranquilo y pacífico. Nada que ver con la realidad, ya que como se decía, tras la calma procede una gran tormenta, siguió sin quitarle la vista de encima, ignorando en ciertas ocasiones sus palabras y en otras simplemente se contenía. El momento de acallarlo llegaría, y estaba reuniendo fuerzas para entonces.
— Para ir por delante de mí, te falta todavía un poco felino. —Musito con una media sonrisa en sus labios, ladeando la cabeza para seguir con su observación.
Por lo que había conocido en los felinos salvajes, sobre todo en los machos, habían dos tipos de ellos; Los fieros, a los que no les importaba pelearse con las hembras si así obtenían la sumisión de ellas y los pacíficos; Aquellos que se quedaban junto a una hembra, hasta que ella muriese, acudiendo en la temporada de celo siempre a la misma. Estos últimos felinos no eran salvajes con las hembras, sino todo lo contrario. Solo eran extremadamente violentos en caso de protegerlas. Y el cambiaformas que tenía delante, parecía ser incapaz de dañar a una hembra, mujer o cambiaformas daría igual, de haber sido diferente ya la habría atacado y para empezar no la habría salvado años atrás.
— No son mis fines, yo solo protejo el bosque. Y tú esta noche eres la amenaza para todos. —Le gruñó de nuevo, esta vez más fuerte, cayendo por completo en sus juegos mentales y de palabra, que tanto la enardecían. — Si deseas atacarme adelante, con solo palabras no conseguirás nada. —Sentenció intentando dar por terminada la sesión de comunicación que tanto la estaba desesperando, hasta sentir como dentro de ella su pantera deseaba salir.
Calmándose tras empujarle, le miró y frunció el ceño al ver una sonrisa divertida cruzar el rostro ajeno por unos segundos, hasta que dándose cuenta de ello, volvió a poner su rostro indiferente y serio. Firme y erguida seguía viéndole directamente, encarándole, esperando que terminara por irse por lo menos por aquella noche y sin embargo, con sorpresa se lo encontró de nuevo frente a ella, esta vez más cerca que la anterior vez. Movió el brazo por inercia para empujarle de nuevo, siendo tomado su brazo por la mano de él, sosteniéndola. Inmovilizándola con firmeza.
— Al fin, el gato enseña los dientes —Se mofó intentando no caer en la verdad de que en aquel instante, ella estaba inmovilizada por la fuerza de él.
Removió su brazo para salirse de su agarre, hasta el punto de hacerse daño, siendo aquel instante en el que viéndole a los ojos, él se agachó a ella y sin poderlo comprender de pronto sus labios se encontraron con los ajenos. Tras unos segundos confusos, y de sentirse libre del brazo que la inmovilizaba, sintió un impulso eléctrico pasar por su cuerpo, acercándolo más a él. Levantó los brazos y rodeó con ellos, el cuello masculino y entreabriendo los labios, tras unos segundos de negarse a contestarle al beso, inexplicablemente le besó.
Cerró los ojos y por aquellos minutos que duró el beso, el íntimo contacto entre ambos, ella no pudo pensar en nada más que en todo lo que sentía. Anhelo, alegría, deseo, calma, protección y lo más importante – y quizás lo único que podía hacerla reaccionar – mucho miedo e ira junto con una creciente necesidad, casi violenta de él.
Su propia madre había sentido todo aquello por su padre mortal y más de una vez le explicó que existían vínculos, que una vez se descubrían. Una vez que los animales en ti y tu cabeza encontraban a la persona complementaria de cada uno, el mundo dejaba de ser el mismo, para centrarse en aquella persona. Sentías miedo, mucho miedo de perderle, pero a la vez la felicidad al verlo era muy grande y solo necesitabas que te hablará, o un efímero contacto de él para encontrar la paz y la tranquilidad que necesitabas. Aquel era el sueño de toda cambiaformas, encontrar quien ocupara ese lugar; Quien pudiera serlo todo sin que ellas dejaran de ser.
Siguiendo aquel beso, completamente pegada al torso masculino, tras un lento suspiro de sus labios, sin que él se diera cuenta todavía de sus intenciones, llevó sus brazos al pecho de él y haciendo fuerzas volvió a empujarle separándole de ella. Todo y que esta vez ella fue junto a él, ya que aún seguía tomada por la cintura por uno de los brazos masculinos y no parecía querer soltarla.
— Maldito estúpido, ¡suéltame! —Dijo sintiendo el miedo instalarse en cada parte de ella, buscando poner distancia entre ella y el felino. — ¿Qué has hecho? ¡Qué me has hecho!— Vociferó con fiereza embargada del miedo de no solo perder sus tierras, sino además de perderse a sí misma también.—No puede estar pasándonos esto a nosotros... —Terminó de decir en un susurro.
Una vez sucedía el encuentro entre ambos felinos, de salir mal, la hembra quedaba condenada, se volvía infértil para el resto de su vida. Mientras el macho podía aparearse con otras hembras y conseguir tener algún cachorro, para las hembras eso se volvía totalmente imposible. Ellas solo podían encontrar la calma y la maternidad en brazos de sus felinos, y ellos una vez las encontraban, solo encontrarían un vínculo tan fuerte y la cordura al lado de ellas. Muchas hembras y machos, habían muerto o enloquecido a causa del rechazo ajeno.
El cuerpo de Kaya empezó a temblar sintiendo que ya era tarde para dar un paso atrás. Ya lo conocía, era justo como lo había explicado su madre y ahora ella estaba en sus manos, más que él en las suyas.
— Mi madre me dijo que existe un fuerte vínculo entre los nuestros. Ella lo sintió con mi padre, por eso se alejó de la manada. —Su voz parecía perdida entre la ira y el miedo. — Dime que lo que pienso no es cierto! ¡Dímelo! —Le ordenó sacudiéndolo por los hombros violentamente, hasta terminar suavizando las sacudidas en lo que el miedo se apoderaba de ella, sintiendo que como más lo tocaba, como más cerca de su piel se encontraba aquel extraño anhelo que sentía, se volvía más fuerte.
— No voy a dejar que ganes. No voy a hacerlo… No puedo ser tuya.—Agregó encarándose a sus ojos, dejando que el azul de sus orbes se desvaneciera para dar paso al brillante amarillo de su pantera, que ahora más que nunca acudía a ella para protegerla de sí misma y de aquello que sentía.
Una parte de ella quería creer ciegamente en que aquello era obra del felino, que de alguna forma había podido colarse en su mente y obligarla a sentir aquello, solo para salirse con la suya. No obstante la parte más instintiva de ella, sabía que había sido real y que cada segundo que pasase más al lado de él, más fuerte seria lo que sintiera, inclusive el dolor en la separación, que solo cesaría cuando completasen la unión.
Y ella no se uniría a él, aún menos a quien venía a arrebatarle el hogar. Y no satisfecho con ello; también su vida.
Kaya- Cambiante Clase Baja
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Re: El desafío de sus ojos |Privado
"Tú estás aquí. Ah... tú no huyes. Tú me responderás hasta el último grito.
Ovíllate a mi lado como si tuvieras miedo.
Sin embargo alguna vez corrió una sombra extraña por tus ojos."
Ovíllate a mi lado como si tuvieras miedo.
Sin embargo alguna vez corrió una sombra extraña por tus ojos."
La levitación era algo imposible para alguien como ellos, tanto su raza como su humanidad les mantenía pegados al suelo. ¿Cómo es que un cálido contacto pueda despegar de forma tan estrepitosa el cuerpo? Aquello que estaba naciendo en su interior era algo rebosante, y bien sabía que valdría cada segundo de su existencia luchar por aquello, mientras era atado a su compañera. Un "hilo rojo" que finalmente se había unido, siendo atada también la felina.
Pocos son aquellos que han recibido tal bendición; Llegar a conocer a la persona que completaría tu vida, dándote una y mil razones para seguir adelante y pleno, junto a él o ella... Ella en este caso, para Gaspard solo existía una mujer que le estaba agitando sus emociones, ahuyentaba la furia contra su persona, y aumentaba el deseo palpitante en su pecho, buscando con desesperación sentir más, aunque estaba claro que las perspectivas jugarían una muy mala pasada en la escena.
Los brazos masculinos se hallaban aferrando el suave e inmaculado cuerpo de la joven, quien a pesar de su sorpresa luego de tan inesperado encuentro de sus labios, había comenzado a corresponder al beso impartido por él, dejándose atrapar de igual forma y lentamente se estaba dando cuenta el nuevo rumbo que estaban tomando. Un unión más allá de lo físico, una que de seguro se volvería algo invisible e inexistente a vista y paciencia de todos los demás, solo ellos sentirían la fuerza real de aquel lazo.
A estas alturas la voluntad de Gaspard, así como su tranquilidad se había reducido considerablemente, puesto que solo reaccionó y liberó los labios de la felina en cuanto sintió el empujón, y ni siquiera eso sirvió para que sus brazos le soltaran. La mirada llena de furia y miedo de ella, solo comprobó ya sin ninguna duda, que el sentimiento era mutuo.
— Cálmate... No conseguirás nada si continúas gritándome de esa manera, entiéndelo. — estaba claro que la cambiaformas comprendía perfectamente lo que pasaba, aunque la situación la mantenía completamente aterrada.
— Sabes tan bien como yo, que no fui el responsable... No es lo que "yo" hice, si no lo que nos hicimos. — corrigió, siendo él esta vez, quien se encargó de fulminar a la joven con su mirada, orbes que eran delineados por el fulgor de su fiereza interna.
La reacción temblorosa del diminuto cuerpo, le hizo darse cuenta que aún la mantenía junto a él, siendo su brazo la única extremidad encargada de sostenerle, y por mucho que buscara ocultar aquello, el sentimiento posesivo que rondaba su mente era fácilmente ilustrado por su agarre.
— Tu madre... Tenía razón, y que afortunada que tú como su única hija, sea capaz de volver a sentir lo que le ocurrió a ella, ¿tienes idea de lo difícil que es conseguir ésto? — mencionó con su voz alterada producto de la molestia, la cual equivocadamente derramaba sobre ella, mientras su verdadera rabia era desencadenada contra si mismo.
Recibió la nueva histeria ajena, siendo sacudido sin que la fuerza estuviera siendo controlada, era evidente que buscaba desquitarse, y al menos el Cossment no la privaría de eso.
— ¡Sí, Kaya, es precisamente eso! — exclamó volteando su rostro hacia el bosque, justo cuando su brazo finalmente cayó desde la fina cintura ajena, hasta regresar a un costado de su cuerpo, creando una reducida distancia entre ambos.
Si la opción de alejarse de ahí le hubiera sido ofrecida, solo con la consecuencia de olvidar todo lo ocurrido esa noche, la habría tomado sin pensarlo dos veces.
Se sentía confundido, horriblemente embargo por sentimientos que no había sentido jamás en todos sus años, ¿y cómo es que ahora llega una mujer a sacudir y ahuyentar toda su estabilidad? ... Se estaba resistiendo, usaba todo el coraje necesario para ello, pero solo era un desgaste y él lo sabía perfectamente. También se le había explicado la inalterable unión que puede nacer entre los de su especie, pero como si de una burla se tratara en la manada no había ocurrido con tal magnitud, por ende nadie podía comprobar si era o no cierto... Y ahora el mismo líder de la manada lo comprobaba con quien llamaba — erróneamente — su enemiga.
Avanzó unos pasos hasta encontrarse de frente con un árbol, el cual quedó abollado luego de que un golpe de puño se incrustara en su corteza, seguido por una larga exhalación cuando sus oídos recibieron las últimas palabras de la felina.
— ¿Aún no lo entiendes? ... No se trata de ganar, por que no hay nada por que luchar.— musitó con pesar, volteando su cuerpo nuevamente a ella para observarla con el resto de calma que aún mantenía.
— Es el destino, ¿deseas luchar contra él? ... Incluso antes de conocernos de cachorros, estábamos destinados a encontrarnos, nos ocurrió una vez pero eramos demasiado jóvenes para comprenderlo, pero ahora... Es completamente diferente, y por si aún queda alguna duda en ti, ¡Yo también lo sentí!- profirió aquello con fuerza, recargando su espalda contra el árbol, dando un nuevo golpe por la parte baja del mismo antes de alzarse de su lugar y regresar a ella. Sin tocarla se ubicó a la distancia necesaria para que su voz convertida en un simple susurro rozara su rostro, y fijando sus orbes en ella volvió a hablar.
— Lo aceptes o no... Ya eres mía, total y absolutamente mía, Kaya.— mencionó con una convicción impresionante, como si sus palabras ya fueran presa de sus sentimientos.
Gaspard estaba siendo honesto, brutalmente honesto con la joven, dejándose en evidencia a si mismo también. La deseaba con él, como nunca había llegado a desear algo o alguien en su vida, y por más que se forzara a retirarse del lugar, no se movía ni un centímetro, estaba clavado al suelo siendo quemado por la cercanía del cuerpo femenino.
No existía nada que le ayudara a destruir lo de ellos. Finalmente y sin que pudiera adivinar que pasaría, había llegado — o más bien dicho regresado — a su vida aquel alma que completaba a la perfección la suya, la cual se albergaba en el hermoso cuerpo de la fémina que él mismo debía aniquilar.
— Ésto no debió pasar... No a nosotros, maldición.- murmuró, sin contener la diestra que alzó hasta rozar el cuello ajeno. Ansiaba sentir el contacto con su piel, arriesgándose a un nuevo ajetreo por parte de ella, y la verdad ya poco le importaba, ahora su paz al fin tenía nombre.
Gaspard Cossment- Cambiante Clase Media
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Re: El desafío de sus ojos |Privado
Jamás pude concebir en mi mente, una descripción
para todo lo que me hacías sentir.
K.
A cada segundo que pasaba, aquel lazo irrompible creado por el destino se afianzaba alrededor de los dos cambiaformas, uniéndolos de la forma más mágica y cruel que había. En contra de su raciocinio, en contra de los valores que cada uno habían ido adquiriendo por imposición o por libre albedrio, en contra de los sueños de futuro de cada uno que irremediablemente ahora iban cambiando a marchas forzadas, hasta estar ambos unidos en los sueños ajenos.
Sin embargo aquella unión era mágica. Salía de lo más puro de ambas almas, las que desde un buen principio se habían hecho para ser el complemento perfecto para el otro, hasta ser el uno al otro la mitad restante, aquel vació que debía de llenarse y que nadie sabía cómo, hasta encontrarse.
Y mientras el corazón de la felina se recomponía, volvía a la vida, la mente de la joven sufría de una fuerte lucha interior con la parte de sí que deseaba acercarse a él, mostrarse accesible para no perderle y la otra parte que asustada, solo deseaba alejarse de aquel joven que con solo besarla la había reducido a un ser débil ante él.
— ¿Afortunada? — Sus ojos se afianzaron firmes en los masculinos y negados a bajar la mirada, permanecieron directos contra la mirada ajena, mostrando en el fruncimiento de labios lo poco que le agradaba que le hablara de aquella forma, y aún más, que alguien como él; líder de la manada que había asesinado a su familia, le hablará de su madre. — A nadie le importó que sintiera esto, la mataron de todos modos, ¡nos mataron! No me digáis que debo sentirme afortunada porque me haya tocado sentir esto, lo que bien podría acarrear mi muerte o la nuestra.
El cuerpo de Kaya no dejaba de temblar ¿De qué? Ni ella misma lo sabía, solo conocía el miedo que iba filtrándose por su cuerpo al ser consciente de que le agradaba y se sentía bien cuando Gaspard la aferraban contra él, rodeándola con sus brazos de una forma posesiva y protectora, sin dejarla escapar. ¿Pero que me está pasando? Se preguntó desesperada antes de hacer caer toda la frustración a base de golpes al pecho masculino, que poco se movió del lugar, permitiéndole así que se desahogara. Los golpes fueron cayendo hasta que dejó caer sus manos sobre el pecho masculino y allí se quedaron temblorosas, sin poder alejarse de él hasta que él por su propia cuenta decidió alejarse por unos segundos de ella. ¿Lo habría hecho por Kaya o porque él también tenía frustración que liberar?
Al irse él de su lado, sus manos cayeron contra sus propios costados y sintiéndose abandonada por él, permaneció estática en el mismo lugar observando cada uno de sus golpes al árbol. En otras circunstancias de haberse encontrado en una situación similar, se habría podido sentir retada y hasta asustada e intimidada por aquellos golpes que hicieron temblar las raíces del árbol y la tierra que pisaban sus pies. No obstante en esta ocasión nada de eso sintió. Por más que el golpeara a los árboles, se sentía segura y sus panteras lo veían orgullosas. Un felino fuerte siempre podía defender a los pequeños cachorros mejor que uno enclenque y débil. Y Gaspard podía considerarse de los primeros. Por no decir que era uno de los felinos más fuertes con los que antes se habían topado.
— Aún se puede luchar por la libertad… somos dueños de nuestras acciones. —Le contestó terca de nuevo, negada a calmarse en su presencia, a presentarse ante él como un tierno corderito que haría lo que fuera que él le dijera.
— El destino no siempre marca nuestro camino, tú podrías negarme, matarme, hacerme fuera de mis terrenos y tu vida seguiría. El destino solo nos da a escoger entre dos caminos. Y mientras yo desterrada e inservible por la negación de quien deba de ser mi única pareja, tú podrías seguir con todo y olvidarte de esta unión. ¿Qué camino escogerías Gaspard? — Le preguntó inquieta por su respuesta, de ser uno o la otra, traería consecuencias tanto para él y en peores casos para ella si fuera capaz de rechazarla.
Al verle acercarse de nuevo, inconscientemente dio un paso atrás al tiempo que él se detenía a escasos centímetros de su rostro. Kaya se mordió el labio y esperó hasta que las palabras fueron sentenciadas, y con los sentimientos a flor de piel dejó aflorar aquella parte que no se resistía y que disfrutaba con la extraña calma que representaba para ella la cercanía con él.
—Y tú mío… solo mío. —susurró de igual modo que él, con un tono más bajo pero de igual forma convincente sin dejar de verle a los ojos.
Los orbes femeninos se encontraban turbados por el fulgor intenso de sus panteras, al igual que los masculinos que parecían aún más intensos que de la misma Kaya, la que no podía apartar su mirada de la de él. Aun resistiéndose, le parecía imposible negarse a la llamada de la naturaleza y del cruel destino que unía a dos enemigos bajo la misma tierra. Bajo su mirada, ante la sorpresa de ambos dejó que le acariciara el cuello y aceptó de buen grado esa caricia. Se encontraba tan desconcertada, que solo parecía aliviar sus emociones la presencia del felino.
— ¿Qué será ahora de nosotros? —La pregunta salió sin pensarla de sus labios en un suspiro inseguro y en un temblor de sus labios. La cercanía de él, la estaba trastocando, tanto que se acercó un paso más hacia él, quedando ahora si contra su pecho de nuevo, siendo de nuevo rodeada por los brazos masculinos que poco tardaron en volver a proteger entre ellos la figura femenina.
— Somos enemigos… — Agregó contra la piel de su cuello con una voz débil y asustada. Suspiró al sentir los brazos rodearla más fuerte y cerrando los ojos, disfrutando de aquella cercanía que jamás en toda su vida había sentido desde la muerte de sus padres, sin pensar en que hacía o que buscaba con ello, los sentimientos tomaron el control y alzando el rostro, buscó sus labios y le besó.
Aquel beso no fue como el anterior, en el que se había dejado llevar, en este era ella quien reclamaba que él le siguiera en aquel beso, exigiendo que le dejase profundizar el roce de labios. Mordisqueó y tentó con su lengua al felino, saboreando, lamiendo sus labios hasta que aún con los ojos cerrados, se dejó llevar.
El calor abrazaba su interior tan fuerte como un incendio arrasa la madera de los árboles, en el corazón de un bosque. Sus latidos se aceleraron y de sus labios nacieron los primeros jadeos acompañados por gruñidos complacientes. Como más contacto hubiera entre ellos, más fuerte se formaría aquella unión, hasta que llegaran a unirse completamente bajo el rito salvaje de sus bestias.
El pensar en ello la desconcentró y tras sentir el roce de sus cuerpos que lentamente en el beso se habían ido juntando, hasta rozarse mutuamente en la fiereza del beso, de nuevo ganó la partida su miedo y cabeza y se separó de sus labios, no sin antes morderle el inferior con fuerzas.
— ¿Porque a nosotros? —Preguntó mordiéndose el labio, intentando no pensar en lo rápido que había caído esa vez con él, en su calor y en la protección que solo él parecía poder otorgarle. — Me importa poco el destino, me importa bien poco todo lo demás…solo quiero entender por qué nos tenía que pasar a nosotros. ¿Por qué tuviste que venir a buscarme? ¿Por qué debiste besarme? — Sus manos se posaron en el pecho ajeno y se despegó lo que pudo de él, sin salirse de sus brazos. No deseaba volver a sentirse como se sintió cuando él la alejó por unos segundos, e irónicamente, era contra ello con lo que luchaba con tanta fuerza en su interior.
—No quiero sentirme atada, aún menos ser sumisa a un sentimiento que feroz, convierte los latidos de mi corazón en tormentas por acercarme a ti. ¡No pienso ser la que sea abandonada o usada y luego botada ¡ la felina que solo ve a su felino una vez cada diez días! No pienso ser como las de tu manada, ¡jamás! Y si esperas que acepte esto que nos ha pasado sin luchar, te equivocas. Puede que mi corazón sepa que eres tú… pero mi cabeza no va a postrarse ante nadie. — ¿Cuantas mentiras eran capaces de nombrar aquellos labios solo para intentar devolverle la seguridad, a aquella alma que ahora se veía perdida?
La lucha de sentimientos seguían en lo más hondo de su ser, luchando entre la necesidad y el terror de deberse a otro, de depender de aquel enemigo que había asistido para arrebatarle sus tierras y renegarla, terminando tarde o temprano pereciendo ante la muerte del olvido. Y ahora todo había cambiado, hasta el punto de no saber más que la afirmación; de que los pasos que hiciera en el mañana siempre le llevarían ante él. Por qué fuera donde fuera, él siempre la encontraría. Ya su olor, estaba pegada en su piel.
Kaya- Cambiante Clase Baja
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Re: El desafío de sus ojos |Privado
"Me miran con tus ojos las estrellas más grandes.
Los pinos en el viento, quieren cantar tu nombre con sus hojas de alambre."
Los pinos en el viento, quieren cantar tu nombre con sus hojas de alambre."
A lo lejos era fácil confundir dos siluetas, un par de amantes gozando de la calidez de una noche que apenas comenzaba. Sin embargo la situación era muy diferente, totalmente contraría si era examinada de cerca, ya que no eran más que dos almas exaltadas por la nueva e inesperada situación que se les presentaba. Una totalmente contraría a la que les había convocado a llegar a verse.
Por su parte intentaba enfocarse en él, más que en ella, aunque lentamente esa posibilidad iba desapareciendo. Ahora era la felina quien estaba ocupando gran espacio dentro de sus pensamientos, por no decir que toda su cabeza ya se estaba viendo afectada sólo por inhalar el aroma de la fémina.
Ya no sabía si reír o fulminarle al ver que mantenía su negativa posición, aunque sin dudas no esperaba que ahora lo aceptara y prácticamente se lanzara a sus brazos.
El deseo de acercarse definitivamente a ella y silenciarla, era tremendo, como si fuera jalado, pero realmente era el deseo que despertaba en su cuerpo. Ansiando perderse en el calor de la fémina, ya que un simple contacto con la piel e su cuello no era suficiente. Lentamente sus dedos se deslizaron hasta lograr enredarse en los cabellos de su nuca.
— ¿No crees que al seguir aquí ya tomé mi decisión?— interrogó con seriedad, justo cuando la frase posesiva de la felina se asemejó a la suya propia. Y bien sabía la verdad que ambas contenían.
El leve asentimiento producido por su afirmación fue escasamente notorio. Gaspard sabía la rivalidad innata que debía existir entre ellos, aunque conforme los segundos transcurrían, y su abrazo al cuerpo de la fémina se completaba, la fuerza de aquel "rechazo" que debía sentir, se transformaba nada más que en un amargo recuerdo.
— Ya no luchamos el uno contra el otro, si no que desde hoy será una lucha interna.— corrigió con voz sombría y firme, sabiendo que aquella batalla sería por parte de ambos, más aún conociendo cuanto había en terreno.
Un movimiento en falso y juntos terminarían atrapándose aún más. Tal y como ocurrió al momento que la felina se animara a buscar lo que por defecto ahora le pertenecía. Sus labios se fundieron mientras la presión ejercida primeramente por ella, fue intensificada por él. Sus brazos le aferraban con determinación, conjuntamente con sus manos que encargaban de recorrer marcadamente la curvilínea espalda de la joven. Todo entre ellos era salvaje y libre, prácticamente dominados por el deseo de sus pieles, y el placer de haberse reunido finalmente, despertando aquel lazo creado hace tantos años.
La unión con el cuerpo de la felina se estaba convirtiendo rápidamente en un anhelo incontrolable, misma razón que le produjo soltar un gruñido por lo bajo luego de la mordida, observando como su presa volvía a tomar distancia de sus labios, creando un irremediable vacío.
— No lo sé, Kaya... Y debes saber que yo no vine a buscarte, o al menos eso era lo que creía. Estas tierras debían estar deshabitadas... Tú ni siquiera deberías vivir aquí.— poco peso contenían sus explicaciones, ya que en su interior siempre existió aquella fuerza que le jalaba a regresar al lugar, e inconscientemente conocía la razón, por mucho que la negara.
En cuanto sus manos buscaron aislarle más de ella, fueron sus dedos los que velozmente se entrelazaron, creando una especia de trampa para el cuerpo ajeno.
— Tu corazón, tu deseo, tu instinto... E incluso tu cabeza sabe que soy yo. Y nos harías un enorme favor a ambos si dejas de mentir, sólo estás agotándote en vano. ¿Acaso aún quieres luchar contra mí? — una interrogante cargada de desafío. Ansiaba verla en acción contra él, aunque por su parte se limitaría a defenderse, sin provocarle ni el más mínimo rasguño.
Los segundos pasaron lentamente, Gaspard aguardaba por acciones que sabía que no se realizarían, y si por alguna razón se atrevía a arremeter contra él, estaría forzándose demasiado. La idea de lastimarse entre ellos, era tan vaga como innecesaria, pero existía un sentimiento de negación aún latente, por lo que liberó a la felina de sus brazos, observándola seria y fijamente.
— ¿Qué es lo que quieres ahora?.. ¿Vas a continuar culpándome de algo que estaba más que destinado? — el Cossment estaba siendo muy lúcido en sus palabras, analizándolas detenidamente antes de pronunciarlas en voz alta. Y todo lo que ansiaba conseguir era un provocación a la mente ajena, lo cual considerando su carácter, no sería muy difícil.
— No te equivoques, Kaya... Podrías incluso matarme si te lo propusieras realmente, y sólo por proteger a las que llamas "tus tierras". Dices que no vas a ceder, que todo ésto fue un error... Si estás tan segura de eso, ¿qué esperas para atacarme?.. Adelante. — el cálido tono de sus ojos se desvaneció, dando paso al de su pantera interna, misma que desafiaba abiertamente a quien yacía frente a él.
Sabía que el buscar intimidarla no era un opción, ya que sin dudas ella se obligaría a continuar hasta las últimas consecuencias, el único problema era que ninguno se atrevía a dar el primer golpe real.
— Sin importar que deba cargar con este destino el resto de mi vida... Jamás me arrepentiré de haberte salvado en el pasado.— se sinceró en un tono afectado por la molestia que le era provocada, sólo por la negación que escuchaba de los labios de la fémina
— Deja de ser tan ingenua y pensar que puedes contra mí, hagas lo que hagas el lazo ya está creado... ¡Y tú misma te encargaste de comprobarlo y reforzarlo! — le señaló con fuerza, para luego golpear el costado de su propio cuerpo con la palma, dejando que ésta cayera a su costado nuevamente.
Exhaló buscando que la calma volviera a embargarle. Ella era la primera que conseguía exaltarlo de aquella forma, despertando toda su frustración y demás.
Aceptaba su responsabilidad, y sin importar lo que ocurriera a partir de ahora. Gaspard sabía que su camino ya se había unido al de Kaya, y no podía ser reescrito. Su vida, su felicidad y su muerte le pertenecía a su única enemiga.
Gaspard Cossment- Cambiante Clase Media
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Re: El desafío de sus ojos |Privado
El único que me está matando,
es mi corazón.
K.
es mi corazón.
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Perdida. Devastada. Así la pequeña felina se había sentido cuando acurrucada en el cuerpo de su difunta madre, había permanecido el día entero buscando despertarle. Así también fueron sus primeros años en solitario ¿Cómo podía una niña de no más de tres años cuidarse sola? Y ahora mismo también se sentía así. La magnitud de sus sentimientos, la asustaba. Tanto que pese a estar entre sus brazos, bebiendo de los labios masculinos que con arrobo buscaban profundizar el beso, su cuerpo temblaba.
Dicen que cuando un felino se rinde a otro, el primero termina por temblar señalando así la sumisión al ajeno. No obstante, por más que el instinto le dijeron lo que debía hacer, su mente seguía cuadrada en la idea de no caer. Demasiados años sola para cambiar de parecer solo porque el destino hubiese escogido por ella.
— Son mis tierras. Es mi hogar y donde murieron mis padres. —En lo último su voz tembló y sintiendo los brazos masculinos rodearle, sintiendo como buscaban darle cierto consuelo suspiró plácidamente contra el cuerpo masculino. — Debía de estar aquí. Este es mi único lugar Gaspard. No tengo nada fuera de aquí. Entiéndelo. —Añadió quizás intentando convencerlo d con cuanta fuerza ella se encontraba unida a aquel paisaje que les rodeaba. De aquel bosque que la había protegido y cuidado desde que huérfana terminara escondiéndose en él, hasta los días actuales.
En sus brazos se sentía demasiado bien. Su aroma lo invitaba a morderle, a besarle mientras que su cuerpo cada vez más reclamaba sus atenciones. Se sentía pesada y a la vez liberada. Sinceramente no lo entendía. ¿Cómo podía sentirse así por su enemigo? y de nuevo el miedo a lo desconocido la hizo alejarse de él, siendo atrapada por sus dedos y su fuerza antes si quiera que lograra dar el segundo paso lejos de él.
Ante sus nuevas palabras, ante su desafío le gruñó.
— ¿Por qué me provocáis? ¡Duele! Me hacéis daño y soy débil ante ti. Me turbias todos los sentidos y no lo entiendo. ¡No os entiendo! ¿Por qué desearía mi corazón reconocerte? ¡Eres nuestro enemigo! Y siempre lo fuisteis. ¿No creéis que habría sido mejor dejar que asesinaran a la pequeña niña de tres años, que liberarla para que sufriera sin nadie y creciera sola? No tendría que haber sobrevivido… Era remotamente imposible hacer lo que logré a mi tierna edad. — El miedo y la impulsividad hablaban por ella. Ella siempre había tenido en sus recuerdos a aquel cachorro, amándolo en secreto, jurando que algún día volvería a verlo y se lo agradecería. Sin embargo también en su vida solitaria había tenido muchos días oscuros. Y ahora estos parecían ocupar toda la mente de la felina.
Deseó desahogarse de nuevo con golpes, soltando toda la ira reprimida contra él, hasta obligarle a detenerla y gruñó frustrada. Por primera vez los acontecimientos podían con ella y no sabía cómo sobrellevarlo. Una vez lejos de él y de sus brazos, pareció calmarse, sin embargo su cuerpo volvía a hacerle sentir aquella desesperación por volver a acurrucarse contra él.
Como una niña que espera que sus mayores le digan que hacer, le miró fijamente. Y esperando que volviera a calmarla, a tranquilizarla, se dio cuenta demasiado tarde que solo buscaba desafiarla.
— No tenías por qué haber venido, Gaspard. ¡Viniste a matarme, no lo niegues! Solo viniste por el bien común de tu maldita manada de panteras asesinas. Y yo no puedo estar encadenada a alguien así. ¿Mataros? No. Mejor que viváis con la derrota y a golpes nos haga pasar esto que nos acecha y envuelve. —Gruñó fiera, descontrolada. Y su pantera que se encontraba al acecho preparada para en cualquier instante salir, y probar la fuerza y temple de quien había nacido para protegerla, rondó por sus ojos los que también se volvieron intensos, en un desafío a la autoridad de la pantera masculina.
Realmente intentó calmarse, serenarse. No obstante cada vez que le veía sentía aquel anhelo por volver a sus brazos y con el miedo en su cuerpo, tercamente finalmente se revolvió. Sin aviso previo simplemente se lanzó a él y le golpeó. Uno tras otro, los golpes caían con fuerza y desesperación contra el pecho masculino. Era una rabia ciega. Una rabia que quizás simplemente esperaba a rendirse o a apagarse tras la extenuación del cuerpo de la felina.
— ¡Callaros! Debéis estar equivocados. Seguro tenéis a vuestra felina en la manada y esto es solo una táctica para destruirme. — Mentía y lo sabía bien. El lazo era intenso y ella lo sentía. Tanto que a cada golpe de sus manos que golpeaban con fuerza el pecho masculino, irremediablemente sentía dolor por hacerle daño. Gruñó y quitándose de los brazos que intentaron atraerla hacia él, detenerla; siguió con los golpes hasta que tras unos angustiosos minutos en un mar de lágrimas – de impotencia y dolor- terminó cayendo al suelo frente a él. Una de sus manos fue a chocar contra el duro suelo, hiriéndose los nudillos y ahogando un gemido de dolor, su cuerpo por entero tembló. Era incapaz de hacerle daño, de echarle de sus tierras. Se sentía inútil y frustrada, cómo atada a aquel cambiaformas que representaba ser su mayor enemigo y ahora su salvación.
Tras unos segundos, le sintió a su lado. Él también terminó yendo al suelo como ella y huyendo de su mirada simplemente se miró la mano herida. Lo estaba asimilando todo y lo último que quería era que la verdad se le fuera echada en cara de nuevo. O que él fuera a retarla nuevamente. Ya simplemente no le quedaban fuerzas con las que luchar. Aún menos contra él.
— Haced lo que queráis conmigo, Gaspard… Lo que queráis. —Musito en un susurro tembloroso, cayendo de sus ojos lagrimas silenciosas, que se perdían en la tierra a sus pies. — Yo no puedo con estas emociones. —Confesó levantando la vista nublada por sus lágrimas hacia los orbes del felino. — Echadme de mis tierras o dejadme quedarme en ellas. Pero por favor, enseñadme a detener esto, a controlar lo que nos sucede y que me hace sentir tan vulnerable. Gaspard, no deseo volver a la época donde solo era un cachorro perdido y solo que no encontraba el rumbo a su hogar. No quiero luchar más.
Y es que así era como se sentía. Sola y desamparado a unos sentimientos que no entendía, y a la vez le daban sentido a todo. Ahora todo giraba alrededor de él. De su enemigo. ¿Sería capaz él de mostrar su faceta más protectora con ella, como cuando una de sus jóvenes felinas asustada acudía a él? Así lo esperaba, por que por ahora solo necesitaba ahogarse en su piel, sentir sus brazos protectores y sabía que el vacío que sentía en su corazón seria llenado por la magia de aquella unión, que por decreto divino; se les había impuesto. Y que ella debía aprender a abrazar.
Kaya- Cambiante Clase Baja
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Re: El desafío de sus ojos |Privado
"Amo lo que no tengo. Estás tú tan distante.
Mi hastío forcejea con los lentos crepúsculos."
Mi hastío forcejea con los lentos crepúsculos."
Realmente no había una situación que Gaspard podría llegar a considerar más terrible que ésta. Ver como sus aires altivos y seguros eran desmoronados por una joven, que no tenía el más mínimo indicio de querer ceder, a pesar que todo en ella le decía lo contrario, la verdad. Él era capaz de percibir aquella interna y dura lucha que se estaba forjando en su interior, y podía sentirla como suya. Cada sentimiento, duda o dolor que embargara a la fémina, la recibiría y buscaría calmarla, sin importar lo que eso conllevara.
Más que confundido, se sentía como un completo imbécil, lastimando con sus crudas palabras a un ser tan indefenso como lo era Kaya, y por mucho que ella buscara demostrar lo contrario, no funcionaría, ya que no sería capaz de ocultarle algo a él, se estaba convirtiendo en un un libro abierto frente a los ojos del varón.
Ella hablaba presa de la furia y confusión que sentía, y aunque no creyera que lo hacía, le estaba lastimando de vuelta.
— No pude matarte en ese entonces, y ahora mucho menos... Sobreviviste a tantas cosas, ¿y no eres capaz de hacerlo ahora, Kaya? — la cuestionaba sin intenciones de seguir metiendo su dedo en las abiertas heridas de su alma. Sólo buscaba encontrar un camino que le llevara a ella con facilidad, sin que se apresurara a bloquearlo.
Ya no le sorprendería nada, si arremetía a golpes o insultos. Sabía que anhelaba correrlo de las llamadas tierras, mismas que ahora y sin quererlo, estaban terminando en un segundo plano, al menos para él. Sus ojos sólo la veían a ella, pero con profundo remordimiento al observarla sufriendo, sabía que debía reprimirse de regresar a ella y contenerla, aunque fuera eso lo que realmente ansiaba hacer.
— ¿En serio eso quieres?.. ¿Caer en un una innecesaria lucha, de golpes y demás? — replicó, estirando sus brazos a los lados, en un claro gesto de "bandera blanca", de paz entre ellos, una que sin dudas ambos estaban necesitando hace muchos años.
Se lo esperaba, por lo que en cuento la vio frente a él, simplemente se aseguró de estar firme de pie y soportar que la rabia de ella terminara por agotarla, que saliera de su cuerpo y le diera paso a sus verdaderos sentimientos. Cada golpe llegaba directamente a su alma, no era un dolor físico, era algo interno, como si estuviera agrediendo su corazón directamente. Nunca había recibido nada similar, y era por eso que su seguridad de haber encontrado a su felina, era absoluta.
Sonrió con amargura ante su comentario acerca de las felinas de su manada, lo cual era una absoluta equivocación por su parte, y estaba consciente que sólo hablaba de impotencia.
— No existe nadie, ni una felina ni otra mujer... Me ves aquí, de pie recibiendo sin cuestionar, cada uno de tus golpes y aún así, sabiendo el daño que también me haces, estás dudando de mí. — comento con su voz cansada, y en cuanto buscó rodearle con sus brazos, un nuevo rechazo de su parte terminó por helarle la sangre, y una presión creció en su pecho al ver las lagrimas que comenzaron a brotar de los claros ojos de la fémina, y verla caer de rodillas al suelo fue lo que le hizo reaccionar. Estaba lastimándola, estaba haciendo lo que ahora más repudiaba. Y no podía dejarla así.
Tomó una gran bocana de aire, y luego de liberarla en una exhalación que le hizo contraer su torso, se arrodilló a su lado con cuidado, y tomó sus malheridas manos, acariciándolas con suavidad, deseando llevársela de ahí, y curarla.
— Es suficiente. — mencionó, mientras acercaba su rostro al ajeno, y desviando sus labios, los presionó con delicadeza contra la frente de la felina.
— Estaré contigo, aunque no quieras, aunque me eches de aquí tantas veces que ya ni un idiota se quedaría. Te enseñaré a controlar todo lo que sientes, y lo harás conmigo. Estas son tus tierras, Kaya... El único invasor soy yo, ya que vengo de una familia que no fue capaz de respetar los verdaderos sentimientos que nacen producto de un clandestina unión. Misma que hoy nos convocó aquí. Se acabaron las luchas... Ya no más. — le aseguró con voz clara, pero suave, sin llegar a alterarle de ninguna manera. Buscaría reparar el daño que le había echo hasta ahora, e incluso buscaría arreglar los errores de sus más antiguos lideres, y aceptaría la responsabilidad por completo, sin importar si le pertenecía o no.
Le había dicho todo, y sin esperar el permiso por parte de ella, deslizó un brazo por su espalda, y repitió aquello por entre sus dobladas rodillas y le alzó, se puso de pie con cautela y observó a su alrededor, sabía que ella tenía su hogar en el bosque, y no se quedaría tranquilo hasta dejarla segura.
— Descansa en mí, deja esa lucha innecesaria que mantienes en tu cabeza, sabes que debes aceptarlo... Yo ya lo hice. — murmuró, y emprendió su caminata, siguiendo el sutil aroma de ella en el aire, y fue ese el rumbo que tomó, estando muy confiado en encontrar su refugio.
¿Qué pensarían todos en la manada? ¿Su familia?.. Estaba arrullando a su enemiga, y estaba claro que la protegería en todo momento.
Si alguien externo llegaba a enterarse, la dañarían y lo harían aún con más gusto, y eso, el líder de la manada no iba a permitirlo, antes preferiría enfrentarse con toda su manada por ella. La transformaría en su secreto, desde hoy la felina, su destino... Era su más grande y valioso secreto.
Gaspard Cossment- Cambiante Clase Media
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Re: El desafío de sus ojos |Privado
No me aferraba únicamente con mis brazos,
también con el corazón y el alma.
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también con el corazón y el alma.
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¿Qué más podía decirle?
Ya no tenía sentido luchar, cuando luchaba contra su propio corazón. Y ahora, aquel joven. Su mayor enemigo, iba de camino a convertirse en aquel anhelo más fuerte que el de proteger el recuerdo de quienes dieron la vida por ella. ¿Lo peor? Ya nada podía hacer. ¿Cómo negarse a él, cuando lo único que deseaba es que no dejara jamás sus manos? ¿Cómo decirle que después de toda su lucha, ante el roce de sus manos con las suyas, ante su calor… se olvidaba hasta de respirar?
Difícil situación en la que el destino ponía a ambos jóvenes. En un cara y cruz donde tenían el as de ganar todo o de perderlo abismalmente. Y ninguno parecía desear perderlo todo. Mucho menos ahora que finalmente el vacío que pudieran haber sentido en la soledad de los bosques, sería cercenada de raíz.
Tras el repentino ataque de furia, y con el paso de las lágrimas que parecieron suavizarla, hasta dejarse ver débil ante él, permaneció con la mirada baja en sus manos, siendo estas atraídas y acariciadas por el felino que como ella, terminó arrodillado frente a la fémina. Sus manos temblaron unos segundos, hasta que con las suaves caricias ajenas, terminó relajándose, siendo imposible no mostrar ante ambos, como la cercanía de él la calmaba y fortalecía. Como el aire que aviva la tormenta. Así era él. El aire que llenaba su cuerpo de vida, el aire que ahora se llevaba sus lágrimas.
— Gaspard. —Le llamó con voz suave. Apenas un susurro de sus labios, cuando cerrando los ojos sintió su beso en la frente y sin poderse contener, se abrazó a él, dejando que le susurrara al oído con aquella seguridad de la que un líder solo puede hacer alarde, que jamás se iría. Que aunque ella lo echara, él seguiría acudiendo a ella.
Sin palabras y abrazándose fuerte a él, dejó que el tiempo pasara hasta que súbitamente fue cargada en brazos. Al principio se mostró desorientada, hasta que oyéndole de nuevo hizo lo que le pidió, terminando por apoyar su cabeza contra la curva de su cuello y hombro. Adueñándose de aquella parte de piel, que tan bien coincidía con sus formas. Y así, agarrada a él, respirando su aroma, ahogó las tímidas lágrimas que aún caían de sus claros ojos, dejando que estas se perdieran hasta desaparecer. Esta vez, sin embargo, no eran lágrimas de impotencia y rabia. Eran completamente diferentes, porque ahora nacían de los pensamientos de que haría cuando aquellos brazos desaparecieran. De cuando dejara de sostenerla y tuviera que volver los pies a la tierra. ¿La abandonaría al final después de mostrarle la fuerza de aquella unión? ¿Se iría aquella misma noche tras dejarla a recaudo en su cabaña?
Suspiró ante sus pensamientos y mordiéndose el labio, observó unos segundos el frente, viendo como poco a poco iban llegando a su hogar. Lugar que tan bien protegía y por el que siempre hacia mil vueltas alrededor del bosque justamente para que nadie pudiese llegar fácilmente a encontrarla. Y justo ahora él, parecía sortear los rastros falsos deshaciendo todo su trabajo en unos pocos segundos.
—Es frustrante ver que tan rápido deshaces mis esfuerzos en ocultar mi hogar. — Mencionó volviéndose a recostar olisqueando desde allí la madera de su cabaña, sonriendo contra el cuello masculino. — Siempre pensé que hacia bien mi trabajo. Que realmente me escondía de todos. Y en solo unos minutos, has conseguido rastrear mi lugar favorito de este bosque.
Suspiró algo más calmada al ver de lejos su hogar y cerrando los ojos dejó que el terminara de llevarla, mientras intentaba sobreponerse al dolor que sentía de saber que pronto se daría el adiós. El que aunque hubiese querido al principio, ahora se le hacía doloroso de pensar.
Su aliento chocaba contra la piel masculina y sin pensar en que hacía, recorrió el cuello con sus labios, al tiempo que se grababa su aroma y se llenaba de la fuerza de aquellos brazos que la sostenían. Fracasando en el intento, tras que Gaspard, abriera la puerta aún con ella en brazos y ella se aferrara más fuerte, negada a soltarle, como una jovencita caprichosa y miedosa de la soledad.
—No me dejéis sola… por favor, Gaspard. — dijo escondiéndose de su mirada, incapaz de soportar que alguien la viera tan débil, tan asustada. Su voz se quebró unos instantes contra el pecho masculino, incapaz de pensar en el adiós. En verse sola en aquel lugar, ahora que más vulnerable se encontraba. — Quedaros conmigo. No me dejéis aquí… Quédate esta noche. — Ahora, por primera vez en aquella noche, no era la felina firme y agresiva que le hablaba, sino su corazón y en alguna parte escondida, aquella pantera pequeña que se aferraba con todas sus fuerzas a su salvador.
Y así, todo empezaba. Con la rendición de ambos, la unión ya había sido sentenciada, mucho antes incluso de que tras su ruego, buscara los labios masculinos y los besara quizás por última vez aquella noche… O para siempre. Ahora todo dependería de ellos y solo de ellos, marcar el rumbo de los reencuentros, hasta que terminaran sucumbiendo a la necesidad de estar el uno junto al otro.
Kaya- Cambiante Clase Baja
- Mensajes : 56
Fecha de inscripción : 22/03/2014
Re: El desafío de sus ojos |Privado
"En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito."
La besé tantas veces bajo el cielo infinito."
Los roces que existen entre los "elegidos", su piel y la abrumante cercanía que sus cuerpos significaban era un relajo único para el felino, mismo que se encargaba de sostener con evidente recelo el delicado cuerpo femenino que se encontraba suspendido entre sus brazos.
Alzó el rostro cuando finalmente la cabaña se dejó apreciar con mayor claridad producto de la cercanía que ahora tenían con ella.
— Supongo que adquirí una mayos ventaja, Kaya, porque reconozco que en otras circunstancias me habría costado trabajo dar con tu paradero.— admitió mientras cruzaban los últimos metros que aún faltaban para llegar.
Fue su diestra la encargada de empujar la deteriorada puerta principal, la cual se abrió lentamente dando el primer vistazo a Gaspard del hogar de la joven, uno muy humilde realmente, pero asombrosamente acogedor, e incluso podía sentirlo más cálido que la pequeña casa que el mantenía con su manada. Y todo eso era sencillamente por la presencia que le acompañaba esa noche, era la fémina quien conseguía que se sintiera tan a gusto ahí
Avanzó sin prisa hasta detenerse en el centro de la habitación, justo cuando notó la presión que hicieron los brazos ajenos alrededor de su cuello, y de manera casi instantáneamente él también le aferró, mismo movimiento que se volvió más íntimo al escuchar las palabras nacidas de los labios de la cambiaformas.
— Calma, todo está bien... Me quedaré contigo al menos hasta que el sueño te embargue.— le dijo con la voz más suave que le fue posible y continuó con sus diminutos pasos hasta una sencilla cama - o colchón más bien - y sentándose en ésta el Cossment primero, depositó la anatomía femenina sobre sus piernas, recorriendo la delineada espalda ajena con su diestra.
— Necesito que descanses, de nada te servirá que sigas pensando tanto ahora, buscando soluciones a eventos que aún no eres capaz de procesar, ¿me has entendido?— acotó con firmeza, esperando que la felina por primera vez dejara de lado su terquedad y acogiera sus palabras de manera abierta.
Gaspard no llevó un conteo de los segundos que se mantuvieron en aquella posición tan cercana, tan enternecedora, luego de la acalorada discusión e intercambio de bruscas palabras que habían mantenido antes.
Bastó un movimiento de los brazos de la joven para hacer que los dos entraran a reaccionar, y para él fue sólo el buscar más comodidad.
El torso del cambiaformas recibió el peso ajeno, uno muy similar a una pluma y le acurrucó entre sus brazos, protegiéndola finalmente como un verdadero tesoro.
— Duerme, pequeña.— fue la última frase que su boca articuló, y continuando con las atenciones al cuerpo de la fémina hasta que sintió como éste se rendía ante el cansancio, mismo que hizo de las suyas en él, y se entregó a un profundo sueño con quien esa inesperada noche se había convertido en la mitad faltante de su propia existencia.
Finalizado.
Gaspard Cossment- Cambiante Clase Media
- Mensajes : 30
Fecha de inscripción : 31/05/2014
Localización : El bosque.
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