Falling into the hell... [Privado]

De nuevo aquellas terribles y molestas pesadillas habían vuelto; había logrado descansar un par de noches pero regresaron de nuevo para querer atormentar a Rhea una vez más. La cama se había convertido en un lugar de frustración y amargura en los largos y eternos minutos en que no lograba conciliar el sueño. Ya agotada por estar tanto rato dando vueltas en el lecho decidió escapar de éste de inmediato. La mansión parecía estar desolada a esas horas, sólo se escuchaba el silencio nocturno rondando por cada rincón de aquella residencia. Ninguno de los miembros de la servidumbre estaría rondando por los pasillos, era una ventaja para la rubia, quien estaba tan irritada por esos delirios que no quería que nadie le dirigiera la palabra, ni siquiera su hermano menor. Dio vueltas por su habitación esperando que el sueño se hiciera presente pero nada, Morfeo se negaba a reconciliarse con la mujer.

Se sentó a orillas de la cama, bebió un poco de agua fresca y entre un pesado suspiro se dispuso a salir al jardín a tomar un poco de aire fresco. La brisa de la primavera era fresca y le calmaba un poco. El silencio era algo que disfrutaba a pesar de su retorcida personalidad; los minutos se hicieron eternos mientras reposaba en una de las mesas colocabas en aquel jardín trasero de la residencia Caraffa en París. A pesar de que se genio se sosegó tan sólo un poco, se sentía incomoda, encerrada y era algo que realmente detestaba. Al notar que el sueño tardaría en regresar y que si se mantenía en el hogar terminaría rompiendo cualquier cosa optó por dar un paseo a algún lugar de la ciudad. Sabía perfectamente a dónde dirigirse, al único sitio que lograba apaciguar su genio de vez en cuando.

Cambió su ropa de dormir por algo más adecuado para la ocasión y en poco tiempo estuvo lista para partir. Avisó a su hermano en donde estaría pero prefería ir sola; subió en su caballo y partió. La residencia estaba ubicada en un lugar algo retirado de la ciudad pero cercano a aquel lugar en especial a donde se dirigía Rhea. Tardaría si acaso una hora en llegar a aquella laguna. Galopó con cierta rapidez para poder acortar más el tiempo; hizo uso de sus alimañas para que le cuidasen el camino de algún intruso y éstas obedecieron. Disfrutó del breve viaje, silencioso y lo suficientemente tranquilo para ella que solía volverse bastante exigente con la mayoría de las cosas. La arboleda fue abriéndose aún más mientras escaseaba, dando señales de que aquel enorme estanque estaba bastante cerca.

Una sonrisa ladina se dibujó en sus labios al observar la extensión de agua que se hizo presente de un momento a otro. Envió a sus espectros a supervisar el área mientras ella daba un breve recorrido por la orilla; bajó de su corcel y ató las riendas de éste a un árbol cercano fue entonces cuando sus pies empezaron a moverse por sí solos dejándose llevar por la enigmática tranquilidad del paraje. Pocas veces de la veía disfrutar de aquellas cosas, Rhea no era buena persona, ella lo sabía y se sentía orgullosa de eso. Pero siendo humana también tenía debilidades y cosas que ocultaba tras su hostil ser.

Recorrió la orilla de la laguna con peculiar calma, hallando en el recorrido una señal que pudiera regresarle el sueño. No estaba con su acostumbrado humor y tampoco deseaba que algo o alguien provocaran que volviera a ese estado, por primera vez lo único que verdaderamente quería era estar en paz consigo misma, con sus fantasmas, con todo. Claro, eso era lo que pensaba mientras su única compañía era la soledad. El hecho de que alguien se le acercase en ese momento, podía cambiar la calma de las aguas por unas más turbias.

Continuaba avanzando con aparente calma, ignorando otras presencias en el lugar. Se sentía cansada como si sus orbes le pesaran pero el sólo hecho de cerrar los ojos implicaba tener que presenciar aquellas horribles imágenes; no causaban terror sólo eran provocadores de una profunda ansiedad, intranquilidad y hasta un poco de irritabilidad. Tenía deberes que cumplir y mientras su mente siguiera tan ofuscada por no haber descansado bien los últimos días, no lograría hacer bien las cosas. La brisa fresca golpeaba su rostro con suavidad y lograba levantar algunas hebras del fino cabello de la rubia; sus ojos se fijaron en la inmensidad del cielo y suspiró. Tenía la mente en blanco y aún así Morfeo se rehusaba a cooperar. Musitó algunas palabras en latín y bufó notablemente molesta.

—Entonces, te niegas a sufragarme mago del sueño, ¿Por qué? —Mencionó en voz baja, casi en un susurro mientras sus brazos se cruzaban sobre su pecho pero algo llamaría su atención. No estaba sola, ya no.

La aparente calma del agua había sido interrumpida por algo que no estaba en la visión de la bruja. Sus orbes se posaron en el lugar de donde provenía aquel leve chipoteo del agua, obviamente parecía haber sido causado por algo más. Seguido de esto el eco de una voz masculina se apropió de cada rincón del lugar. Lo que presentía, ya no estaba tan sola. Rhea suspiró con un poco de frustración, sólo deseaba estar sola esa noche, no necesitaba que alguien más irrumpiera en su plan de querer hacer las paces con Morfeo. Dudó por un momento en responder al saludo ajeno sin embargo, la curiosidad se hizo presente.

—Buenas noches… No tan buenas, claro —murmuró para sí misma. No iba a estar gritándole a la nada, ese no era su estilo. Al final no le tendría otra opción que alzar un poco más la voz, lo suficiente para que su aparente interlocutor le escuchara—: ¡Hola! Sea quien seas.

Rhea frunció su entrecejo, no estaba tan acostumbrada a esa clase de cosas. No volvería a levantar la voz de esa manera, quien sea que se hallara al otro lado tuvo que haber escuchado su respuesta, la cual no volvería a repetir. Se quedó esperando pacientemente alguna otra señal de lo que se supone al otro extremo de la laguna, no podía distinguir bien la figura, la niebla no se lo permitía. Dudaba de su condición, podría ser un sobrenatural como también un simple mortal o hasta un espectro, aunque la última opción era descartable. Era un ente vivo. Se mantuvo a la expectativa, aquella presencia podría causarle problemas o tal vez no, desconocía la respuesta a su interrogante. Sus sentidos se alertaron y claramente estaba preparada en caso de que algo se saliera de su control. Chasqueó sus dedos, odiaba esperar tanto o quizás nada. Estaba perdiendo la poca paciencia que tenía.

—Vamos… Di algo más —susurró. Sus orbes estaban fijos en su objetivo; bien podía dejarlo y marcharse o continuar con el juego.

Se sentía extrañamente estúpida por haberle gritado a algo que ni sabía con exactitud que era. Aquel pensamiento le invadió durante varios minutos y no pudo evitar esbozar una sonrisa, se reía de sí misma por haber caído en ese juego tan absurdo. Buscaba alejarse de todo aquello que le causaba malestar, aquel paraje parecía ser el lugar perfecto para desconectarse de las incertidumbres del alma pero se había equivocado. Alguien se topó en su camino, alguien que quizás buscaba la misma paz que ella anhelaba. Exhaló con cierto fastidio, se estaba empezando a impacientar, ya la situación le incomodaba demasiado y el silencio mismo le perturbaba, ¿Qué debía hacer? Claramente, tenía que marcharse pero en su interior algo se lo impedía, ¿Curiosidad? Puede ser, no estaba del todo segura.

Giró sobre sus talones dándole la espalda a aquellas calmadas aguas, sus brazos se entrelazaban sobre su pecho y negó varias veces, se reprendía a sí misma por actuar como una adolescente. Se alejaría unos cuantos pasos más pero se detuvo antes de poder siquiera acercarse a su corcel. No se atrevía a mirar hacia atrás pero terminó haciéndolo, buscaba a ese alguien que debía estar en el otro extremo, pero fue en vano. La neblina no le dejaba ver más allá, la espesa cortina blanca cubría toda su visión, decidió finalmente retirarse hasta que el eco de la voz que la había atraído tiempo atrás volvió a hacerse presente en el lugar. Rhea se contuvo unos segundos y finalmente regresó a su antigua posición aunque quedó un poco más cerca de la orilla en donde el agua casi alcanzaba sus pies, como si quisiera arrastrarla consigo. El extraño se había permitido que la inquisidora supiera su nombre, sin embargo ella aún guardaba el suyo mientras meditaba en silencio la situación.

No había ninguna expresión en su rostro, es como si sus emociones hubieran sido borradas de un momento a otro. Estaba neutral, había logrado controlar cada emoción en su interior y se mantenía alerta ante la presencia de aquel sujeto. Rhea no dijo nada y simplemente no ser permitía que las palabras escaparan de sus labios. Sus orbes se perdieron en algún punto ciego en el horizonte, su respiración era relajada tanto como la posición que mantenía en esos momentos. No supo cuánto tiempo estuvo así de distraída hasta que un sonido inusual en las aguas llamó su atención. Sus orbes pudieron notar la figura masculina que se había acercado aún más, la rubia no mencionó nada pero la actitud descarada de aquel sujeto hizo que frunciera el entrecejo, ¿Con qué fin se había acercado ese hombre? Lo observó con detalle, analizando su aura. Un hechicero, otro más. Un hereje, según La Inquisición.

Las palabras del hombre causaron cierta gracia en Rhea, ella le escuchaba atentamente y sintió deseos de hacer burla de los comentarios de aquel. Claramente no era una dama indefensa y siendo él un brujo, bien podría saber que ella también tenía habilidades poco comunes, su aura la delataría de alguna manera. Rodó sus orbes y suspiró permitiendo que el sujeto dijera todo lo que quisiera, ella no abriría su boca para nada, no hasta un preciso momento. Observó las acciones ajenas y no se creía que fuera capaz de entrar completamente a las gélidas aguas de la laguna pero aún así lo hizo. La inquisidora negó ante la idea descarada del hechicero. La invitación de aquel la hizo reír internamente, ¿De verdad creía que esta aceptaría tan fácilmente? Rhea se tomaría su tiempo para responder pero finalmente lo haría.

—¿Y por qué debería aceptar su invitación? Usted mismo me advirtió sobre el peligro que guarda la noche, así que puedo permitirme tomar a mal su propuesta, Monsieur Masoon —expuso la rubia con calma sin apartar su mirada de la figura masculina que se hallaba en el agua—. Sus palabras son muy contradictorias, primero hace una advertencia, luego una afirmación y finalmente decide invitarme a que me una a su poco convincente idea. El agua parece estar muy fría, podría pescar un terrible resfriado, aunque sea un hechicero no posee un cuerpo nada resistente a los daños físicos pero eso ya es algo que escapa de mi interés.

Sus orbes recorrieron toda la extensión de aquella laguna y retornaron de nuevo al hombre. Empezó a alejarse con calma, sus pisadas se marcaban en la tierra húmeda que era empapada de vez en cuando por el agua. Se detuvo un momento y volvió a observar al hombre, la situación había pasado de ser incómoda a causarle cierta gracia. Se giró hacia él y le miró seria por unos segundos hasta que finalmente decidió dedicarle una sonrisa.

—Podría dejarme convencer con una excusa verdaderamente creíble… Supongo que es cuestión de esforzarse un poco más, Monsieur Masoon aunque ahora supongo que se preocupa más en evitar esos espasmos causados por el frío que en tratar de convencer a una extraña que le haga compañía, ¿O me equivoco? —Comentó Rhea con un ligero tono de diversión y provocación. Podría amoldarse a la situación si así lo deseaba pero quería estar segura de que aquello realmente valiera la pena.

La bruja observó atenta al hombre por algunos segundos y terminó riendo un poco, aquel parecía un desquiciado y quizás la temperatura del agua tendría la culpa, quién sabe. Rhea se mantenía en su posición pendiente de qué tanto haría aquel que aún seguía insistiendo con su extraña petición. Era una broma y una muy descabellada. Ella era una dama de la alta sociedad europea de aquel entonces, criada dentro de un entorno en donde no era bien visto que la mujer hiciera ciertas cosas y una de esas “cosas” era estar con cualquier desconocido y más si se trataba desconocidos hombres. Las compañías masculinas no eran tan bien vistas y menos para una señorita. Pero para la heredera de los Caraffa, aquello no era problema, era miembro de un grupo al cual poco le importaban las reglas morales de la sociedad, lo único que interesaba era obtener lo que se quisiera. Sin embargo, aquella noche las cosas eran ligeramente distintas ya que no estaba en las andanzas del oficio familiar, sólo buscaba reparar los daños causados por el insomnio que la agobiaban en alguna que otra velada.

Enarcó una ceja al escucharle, Ludovic Masoon estaba más empeñado en que la rubia se quedara a su lado que en querer ahuyentarla. Rhea se sintió halagada por la actitud del hombre, pero a la vez le causaba risa. Para ser un sujeto peligroso no inspiraba nada de terror, al contrario, extrañamente empezaba a agradarle pero no podía bajar la guardia, aquel era un hechicero y estaba completamente consciente de ello. La mujer empezaba a debatirse entre marcharse o simplemente quedarse en el lugar. La segunda opción estaba adquiriendo más peso, ¿Hacia cuánto tiempo no disfrutaba de la compañía de alguien ajeno a la Inquisición y a su familia? Nunca. Todo giraba en torno a los oficios de los Caraffa y de la Iglesia. En algunas ocasiones disfrutaba de las misiones, pero no dejaba de ser una sobreprotegida por el cabecilla de la familia,  tanto así que la apatía lograba apoderarse de ella y los resultados eran aquellos desvelos. Por primera vez podría estar cerca de alguien sin compromisos ajenos al simple hecho de conocerse y conversar. Aunque Rhea era odiosa y sarcástica en extremos, en algunas ocasiones se permitía ser un poco amable. Eso si la persona le caía bien o si se trataba de algún personaje interesante, de lo contrario prefería dialogar con la pared. Justamente, aquel hombre de nombre Ludovic se estaba ganando un poco más de espacio en el grupo de “personajes interesantes” así que le brindaría una única oportunidad para ceder a su capricho.

— ¿Confianza? ¿Y lo dice así nada más? Es la primera vez que coincidimos en esta vida, Monsieur. Creo que concuerdo en algo con usted, sus condiciones no le permiten estar nada cuerdo —mencionó Rhea con cierto deje de diversión en su voz, esbozando una sonrisa tras esto—. Bien, ya que insiste tanto, voy a permitirme a pensar detenidamente mi respuesta. No soy mujer de dejar al azar las situaciones que me involucren, espero y entienda mi posición, aún así su carisma me ha convencido un poco.

Rhea se dejó guiar por su instinto y avanzó unos pasos hacia adelante, los suficientes como para que parte del agua lograra cubrir la parte baja de su vestido. Echó un vistazo a sus prendas, a pesar de haber optado por vestir algo sencillo, no era tan buena idea entrar al agua con aquellas telas, terminaría por ser una experiencia muy incómoda. Tampoco era algo muy brillante deshacerse de la ropa que cubría su cuerpo. Mordió su labio inferior sin saber qué era lo correcto en ese momento, estaba frente a un desconocido. Saber su nombre no era suficiente, pero ya vería cómo se acomodaba a la situación. Afirmó su mirada en la figura masculina que estaba casi a sus pies, detalló sus facciones con atención, era un hombre de buen porte y se sintió ligeramente atraída por esto, pero más allá de sus rasgos, algo en él le causaba curiosidad, sin embargo, a causa de sus vestiduras prefirió quedarse en su lugar, si daba un paso más de seguro que terminaba dentro de esa laguna.

—Bien, creo que tenemos un problema —masculló la rubia sin apartar la mirada del hombre—. A diferencia suya, yo no puedo optar por dejar mi torso desnudo. Como verá, eso no estaría nada bien en una dama como yo. No se desanime, le acompañaré, pero mejor me quedo de este lado, me ahorraría molestias innecesarias. De todas maneras, es una linda noche y los planes podrían cambiar, espero sepa a qué me refiero, Monsieur Masoon. Mi compañía no se va a limitar a sólo estar dentro de esa laguna.

La inquisidora notó que el frío del agua iba descendiendo y ésta se tornaba más cálida, estaba bien así pero no se atrevía a arrojarse, no estaba del todo segura. Se acuclilló  y dejó que su mano se dejara acariciar por las ondas del agua que amenazaba con empapar más el faldón de su vestido. Esa calidez hizo que se relajara un poco mientras sus pensamientos se sumergían en el silencio de la noche. Meditó un poco sus anteriores palabras y miró de nuevo al hechicero que parecía estar disfrutando plenamente de la naturaleza que le rodeaba. Sonrió de manera inconsciente, aquello era una idea descabellada y aún así empezaba a gustarle.

—Claro que no se moverán, idiota —murmuró para sí misma sin apartar la mirada del hombre.

¿Cómo había llegado a semejante situación? Ni ella misma lo sabía, era algo que escapaba de su comprensión o quería que escapara de su comprensión. Lo que había empezado por ser una noche molesta, empezaba a convertirse en algo que aunque no lo admitiera, le era interesante. Hacía tanto tiempo que no se veía envuelta en una situación de ese nivel. Y ahí estaba a punto de sumergirse completamente en las aguas del lago, de acompañar a aquel extraño hombre que había captado su atención. Claro, ella se estaba haciendo rogar, disfrutaba que el hechicero buscara la manera de convencerla con sus incoherentes palabras. La inquisidora no era mujer de bien, y le importaba un bledo si debía ser buena o mala. Ni siquiera creía en la existencia del infierno como para estar con aquellos absurdos debates. Ya había conocido a demasiados demonios en su vida, entre ellos, aquel que se hacía pasar por su tío siendo en realidad su padre.

Rhea guardó silencio ante las palabras ajenas, la oferta sonaba tentadora y hacía tanto que no obedecía a sus caprichos, ¿Por qué no hacerlo en ese momento? Es bueno darse gustos de vez en cuando y si están acompañados por alguien interesante, mucho mejor. El entorno era perfecto, sólo estaban ellos dos, retándose con las miradas. La mujer no pudo evitar fruncir el ceño mientras liberaba un suspiro cuando se dio cuenta de que estaba cediendo a las pretensiones del hombre, que también parecían ser las de ella, pero su orgullo no le iba a permitir a aceptarlo. Quizás si tanteaba más la situación podría tomar una forma verdaderamente interesante y terminara convencida del todo.

—Tiene usted un poder de convencimiento terrible, ¿A cuántas otras ha hecho presas de sus palabras? —Dijo Rhea con un evidente tono irónico, reservándose una pausa antes de continuar con sus dichos—. No me diga, claramente puedo hacerme una idea de ello. Pero dejando eso a un  lado, me parece que ya le he dado muchas vueltas a mis pensamientos. En fin, un chapuzón no estaría nada mal, quizás me ayude a liberar tensiones.

Claramente no sabía lo que decía. Mordió su labio inferior al momento en que sus orbes se posaron en las telas de su vestido, que iban humedeciéndose ante el contacto del agua. No era de las prendas más exuberantes que tenía, así que no le dio demasiada importancia si éste terminaba completamente mojado y arruinado. Sin embargo, la idea de deshacerse de aquel molesto traje pasó por su mente de un momento a otro, como el veloz vuelo de un ave de rapiña. Pero no lo hizo, la idea sólo se quedó estática en su mente. Rhea había decidido arrojarse a las templadas aguas con su ropa encima. Dio pasos inseguros mientras buscaba de avanzar un poco más, al menos hasta que el agua lograra cubrir la mitad de su torso. Aquel hombre se había alejado varios pasos de ella, él parecía muy concentrado en quien sabe qué y fue cuando a Rhea se le ocurrió algo para aliviar la tensión entre ambos. La inquisidora se quedó quieta en su lugar sin dejar de observar a la figura masculina, concentrándose lo suficiente para crear una traicionera ilusión. Su cabeza maquinaba todo un complicado hechizo que finalmente dio resultado, fue entonces cuando la mujer finalmente sonrió.

—Me parece perfecto, señor Masoon, aunque no debería estar tan lejos —susurró la inquisidora con voz musical y un tanto melosa, haciéndole creer al hechicero que ella estaba a sus espaldas acariciando su piel con lentitud. Pero esa maldita ilusión de sí misma terminó desvaneciéndose ante la propia risa de la mujer, quién permanecía en su misma posición. Ni siquiera había dado un paso hacia adelante, sólo buscaba de molestar un poco al pobre hombre.

Rhea empezaba a divertirse, era extraño en alguien como ella, pues era una persona que poco se relacionaba con los demás y poco se interesaba por otros. En esta ocasión las cosas eran distintas, aquel brujo empezaba a atraerle, especialmente con ese carisma que hizo que prácticamente se olvidara que estaba ahí por querer despejar su mente y librarse de las pesadillas que acudían a sus sueños varias noches. Nunca había logrado conseguir respuesta alguna para este mal, pero sospechaba que su padre tuviera que ver en algo, pues bien sabía que aquel hombre no era tan mortal como parecía. Pero ahora, eso ya era tema aparte, el rumbo que había tomado aquel inusual encuentro logró apaciguar su veneno y estaba bien. Por primera vez en su vida, lo estaba.

Le causaba tanta gracia ver al hechicero de esa manera, se comportaba como un adolescente y de cierta manera, eso era divertido para la inquisidora. No podía contener la risa ante la manera en que su propia ilusión lo había envuelto, mientras ella continuaba en su lugar con los brazos cruzados y con una amplia sonrisa. Disfrutaba verlo casi al borde del colapso al hacerle aquella pequeña broma. De no ser por su propia risa, hubiera continuado jugando con la cordura del hombre. Rhea se había desligado de todo, ya poco le importaba si estaba en compañía de un desconocido, lo importante era pasarla bien.

—Ay como lo siento, no era mi intención haberlo engañado de esa manera, señor Masoon —mencionó con tono burlón mientras le observaba atentamente, sin que la sonrisa se borrara de sus labios.

Aquel había tomado su acción con humor y eso estaba bien. Bien no, perfecto.  Le miró de manera suspicaz al notar sus intenciones, pues la inquisidora bien sabía que estaba frente a otro brujo, y no era uno tan estúpido. Aunque esta vez las habilidades de cada uno parecían destinadas para hacerse bromas entre sí. El hombre no iba a quedarse de brazos cruzados y lo supo al notar como aquella extraña niebla empezaba a cubrir el paraje, casi borrando su visión. Rhea se mordió la sonrisa pensando en un contraataque, pues no se quedaría tan tranquila, ese no era su estilo y menos cuando le provocaban. Frunció el ceño al verse completamente rodeada de aquella espesa bruma, la cual muy probablemente era causa de algún hechizo de su acompañante y sólo supo de la ubicación del hombre al escuchar su voz. Estiró su mano tan sólo un poco evitando rozar la ajena.

—No se preocupe, no voy a perderme… Y menos estando tan cerca de usted —dijo con seguridad.

Sólo daría un paso más hacia adelante para decidir hundirse en el agua, quedándose tan sólo unos breves minutos mientras volvía a valerse de sus ilusiones para hacerle otra broma al hechicero. Rhea nadó hasta toparse frente a frente con la figura masculina, ubicándose luego a sus espaldas. Fue sólo en ese instante cuando decidió recrear otra sutil figura de sí misma, la cual estaría frente al brujo, mientras en realidad ella continuaba sumergida en las aguas. Hizo que su ilusión lo abrazara y se hiciera sentir tan real como si de verdad fuera la misma inquisidora quien estuviera muy cercana a él.

—¿Ya vio? Le dije que no me perdería… Era fácil encontrarlo nuevamente, señor Masoon —habló el espejismo, producto del control mental que mantenía Rhea.

Ya faltándole oxígeno a sus pulmones, supo que era hora de emerger a la superficie y así lo hizo. Claro, con especial cuidado para que aquel no la notara del todo, mientras lo distraía con el espectro que había creado. Sonrió al saber lo difícil que era escapar de aquella ilusión y acabó con ésta sólo cuando estuvo a sus espaldas, apoyando las manos sobre la piel de sus hombros con delicadeza. Rhea lo había engañado nuevamente sintiéndose triunfadora.

—Creo que el único que se perdió fue otro. No debería creer en todo lo que ve en estos lugares, como ya vio, algunas cosas no son tan reales como aparentan —susurró a su oído, estando detrás de él—. Es usted un mal hombre, ¿Lo sabía? Finalmente consiguió que le hiciera caso.