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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Leer Kruspe Vie Ene 02, 2015 7:30 pm

El trabajo del pensamiento se parece a la perforación de un pozo: el agua es turbia al principio, más luego se clarifica.
Proverbio chino

-Buenas noches mademoiselle- dijo el chico de la entrada, este hombre lo había visto anteriormente en la tienda de Claude, siempre estaba sonriendo detrás de un mostrador, haciendo brillar su mirada azulada detrás de sus ojos rasgados –Buenas noches- respondí de inmediato sin dejar de tener contacto visual, a diferencia de él yo no estaba sonriendo no había tiempo para hacerlo y desde que me había convertido en vampiresa mi carácter se había terminado de endurecer, seguí las líneas de su rostro , algunas estaban más marcadas que otras y tenía un pequeño lunar a un lado de los labios, era realmente atractivo, su piel era pálida pero no parecía hueso blanqueado a diferencia de la mía, sus labios tenían un rojo cereza que indicaba como la vida rebosaba en sus adentros y su cabello era castaño y sedoso, por una extraña razón ahora con mi nueva condición yo notaba cada detalle que había pasado desapercibido para mis ojos con gran atención, quizás envidiaba en mis adentros lo que ellos poseían algo que yo jamás volvería a acariciar –¿Me permite su abrigo? - su voz me sacó del trance a lo que parpadeé y fruncí el ceño –C-Claro- había tartamudeado un tanto no por nervios simplemente estaba siendo demasiado curiosa cosa que me caracterizaba pero tenía que aprender a controlar. Sintiendo las tibias yemas de sus dedos rozarme la nuca le miré de reojo despojándome del abrigo largo negro y dejando al descubierto el vestido que Lorenzo me había traído hace dos noches de España, yo había sido muy clara con el pedido y cuando se trataba de exigencias no me gustaba que me hiciesen rabiar, algo que Lorenzo jamás había ocasionado en mi fluctuante carácter.

Ahora bien ¿Dónde me encontraba? Hmmm… claro, estaba en una galería que poseía el hombre que me suministraba los materiales para pintura, cosa que odiaba era que todo se centrase en mi ser, llamar la atención era para los débiles de carácter que se encuentran tan necesitados de atención que son capaces de correr completamente desnudos en el centro de París pero esta vez me había dejado convencer por Claude para que algunas de mis pinturas pudiesen ser vistas por extraños, hace dos semanas me había llegado una carta en la que estaba siendo invitada a una exposición de arte, no había ningún gusto en particular, los que iban a exhibir sus pinturas eran vírgenes en el contexto de la exhibición, igual que yo, Claude me había adjuntado una nota personal junto a la carta en ella me pedía que lo fuese a ver a su tienda si era posible esa misma noche, cosa que no fue así, yo ya no vivía en mi mansión aunque por momentos la frecuentase, ahora convivía con alguien más, con el ser que me había sentenciado a la inmortalidad y aunque yo no gustase de órdenes y la mayoría de las veces hiciese con ellas mi santa voluntad habían momentos en que no podía zafarme de las mismas, cuando visité a Claude a la noche siguiente él prácticamente me suplicó que expusiera algunas de mis pinturas, el hombre ya había podido ver algunas de ellas y le habían gustado, claro que yo estaba consciente de que era buena pero hay una enorme abismo entre estar segura de que le llevas ventaja a quien fuese en tu terreno y restregárselo en la cara a medio mundo, no malinterpreten esto tampoco se trata de modestia para mí es algo más de respeto hacía uno mismo, en un principio me negué pero el humano era insistente y parte de mí se sentía en deuda con él, me abastecía de lo que mis caprichos exigiesen nunca me había dado una negativa por más extravagante que fuesen mis gustos y siempre me conseguía materiales de la mejor calidad así que terminé cediendo, durante esas dos semanas me dediqué a pintar dos cuadros que llevaban su nombre en cada uno de los colores y la noche de ayer se los envié con una petición por mi parte, no quería que nadie supiese que eran míos, que mejor que las criticas que escuchas de alguien que no sabe que está frente al escultor de la obra, esas son las más sinceras, Claude en un principio se notó renuente pero mi exigencia era clara, que nadie supiese que yo era la artista o simplemente se conformase con ver mis obras a la distancia cosa que me daba las de ganar así que finalmente aceptó, sonreí un poco por el recuerdo de cómo había ocurrido todo, era una inepta dictatorial, deslizando mis ojos por la galería pude notar la multitud, hombres trajeados y mujeres en trajes elegantes y finos se paseaban de un lado para otro balbuceando puntos de vista que parecían distantes a lo que yo veía en las pinturas, con copas de champagne o vino en la mano, estaban seduciéndome con sus aromas y su ferviente vida, dejé salir el aire por la boca y cerré los ojos – No aquí Amélia- me repetí en mis adentros y acomodándome uno de los aretes de rubí que llevaba seguí mi camino, esto iba a ser divertido.

Mi vestido largo negro azabache con pequeños diamantes se deslizaba por los pulidos suelos de la galería, la prenda tallaba mi cintura con dos cintas que se entrecruzaban por enfrente, no constaba de mangas y el corsé me apretaba tanto que si fuera humana estaría tirada completamente cianótica en el suelo, en la falda el vestido era casi transparente, aunque tenía un pequeño forro tallado por dentro este solo me cubría el tercio superior de los muslos, algunas mujeres me quedaron viendo horrorizadas cosa que no me importaba, me vestía como mejor me gustase y la opinión de los demás salía sobrando, haciendo sonar mi zapatos de tacón fino y muy alto busqué a Claude sin embargo nada, no había señales de él y llegué a una pintura a lo que sonreí un tanto cínica al verla, se trataba de una cara femenina que estaba cubierta por un antifaz en forma de un ave exótica de Centro América, los colores eran vivaces pero la idea era demasiado convencional, la mujer tenía ojos miel penetrantes y parecía mirarte fijamente pero nada que yo considerase atrapante, negué y suspiré –Que trivial- susurré y seguí caminando a través de la multitud dando ligeras reverencias para aquellos caballeros que saludaban al verme, tan visuales que ya estaba acostumbrada cuando un mesero me ofreció una copa de champagne a lo que le miré desde abajo negándome pero algo me inquietó en ese momento, sentí alguien me veía fruncí el ceño y volteé a todos lados para cerciorarme si no era una maldita paranoia mía de nuevo, nada –Tranquila Amélia- me dije a mí misma cuando Claude apareció luciendo su regordeta figura en un esmoquin negro, rebosaba de felicidad -¡Amélia Lincoln! - me acobijó en un abrazo que cubría todo mi cuerpo con sus brazos –Claude- susurré cerca de su oído y se separó sosteniéndome de los brazos –Mírate, te ves exquisita- sonreí de lado –Gracias pero el que se ve realmente elegante aquí eres tú- le recorrí el traje de pies a cabeza encantada –Ya ves, por veces me gusta sacar algo elegante de ese polvoso guardarropa- sonreí educadamente –Curiosas sorpresas hay esta noche- miré a mi alrededor y Claude me soltó cruzándose de brazos -¿Ya diste algún vistazo a las obras? - asentí –Así es aunque me he llevado buenos y amargos tragos, creo que las ideas se están extinguiendo- alcé la ceja y Claude sonrió lento –Amélia hay algo que quiero decirte- alcé ambas cejas expectante –Esto es algo de último minuto pero las pinturas están a la venta- fruncí el ceño -¿Qué? - tensé la mandíbula, no me gustaba la situación –Es algo que algunos pintores exigieron no me podía negar- me estaba comenzando a molestar, no me gustaba que tomasen decisiones sin mi permiso –Pero Claude…- suspiré –Estaba renuente a darte mis pinturas, realmente tuviste suerte que haya aceptado y ¿Sales con esto? - el humano cerró los ojos momentáneamente –Si quieres puedo pedir que te empaquen las pinturas, no hay problema ya lo sabes puedo entender tu enojo yo también estaría disgustado- torcí los labios con fastidio sin verlo, medité en la situación un tanto podía sacar ventaja de eso, si alguien le gustara mi trabajo y lo comprase iba a usar el dinero para alguna de las caridades a las que les brindaba mi ayuda, yo no necesitaba el dinero, suspiré cansada y le miré ceñuda –Está bien, no hay problema, lo que ya está decidido no se puede cambiar- doblé la boca de lado, el humano sonrió feliz cuando de nuevo sentí esa sensación de que estaba siendo observada volviendo a mirar a mi alrededor ya algo hastiada de mi paranoia me detuve con atención a ver qué era lo que me estaba inquietando, no debía irritarme.

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Mensaje por Julio Hernández Jue Ene 08, 2015 2:33 am

’’Ese mismo sueño que tengo todas las noches, siempre muere y revive en el hueco de unas alas confiadas en posarse en la boca de un demonio…’’

Recordaba exactamente bien las palabras de Lorenzo, el modisto gay mientras sus manos colocaban unos alfileres en las telas de un traje azul marino que había confeccionado para mí pero por alguna razón insistía en dejarlo holgado cosa que detestaba, no era tan fanático de la moda victoriana por eso mis trajes siempre procuraban ser a la medida. Ni te atrevas, Julio Hernández. Tú no sabes lo que es esa mujer. Es una de mis mejores clientas, así como ves ese vestido de allí, es ella, un hermoso abanico de emociones. Es exigente, dura e inteligente. Te patearía el trasero sin pensarlo dos veces, es ruda uhm sonreí por la memoria de su voz chillona pero gruesa, eso me hacía pensar que en todo este tiempo jamás había seducido a ese hombre, quizás era porque ya estaba mayor y no tenía ningún tipo de interés que no fuera su trabajo en las telas, en otras circunstancias haberlo seducido para conseguir una rebaja habría sido divertido pero jamás pasó. Mis ojos se pasearon por toda la estancia para abrir la ventana dejando entrar una ventisca de verano  algo calurosa aun así ésta no era suficiente para calentar mi piel me senté en una de las sillas contemplando la nada sintiendo una especie de ansiedad que sólo calmaría con el cigarro, lo que me recordaba que una exposición de arte me esperaba y no quería llegar tarde.

Poniéndome de pie para buscar la cigarrera miré a una de las criadas que se encontraba detrás de mí. Ésta sacó uno de esos rodillos pequeños para limpiar cualquier pelusa que se hubiera pegado en el  traje negro que Lorenzo había confeccionado y con un silencio de esos sepulcrales dio unos pasos cortos y sumisos para estar a mi frente. Ladeando el rostro para mostrarme indiferente esperé paciente aunque era una de las cualidades de las que carecía. La mujer comenzó rápidamente por los hombros bajando hasta las muñecas en un lento cepillar. Podía sentir con precisión la poca presión por temor quizás a lastimarme con que lo hacía.  Cerré los ojos y negué con media sonrisa mostrando un poco de mi blanca dentadura —Así no. Con más fuerza— recriminé suave al mismo tiempo que mi mano sujetaba la suya y le mostraba el recorrido por todo mi pecho hasta descender a los abdominales. Con malicia le miré unos segundos ¡Eso sí que era gloria! Su corazón comenzó a acelerarse y con sutileza mis ojos se posaron en su yugular – Simplemente hermoso ­– pensé para mí al ver esa delicada palpitación en el cuello blanquecino de la mujer mientras seguía con mi jugarreta —En otro momento vendré  para encargarme de ti uhm. — murmuré sin dejar de ver su pulso. Dejando de lado las clases a  mi empleada de cómo se complace a su jefe relamí mis labios que estaban secos. Girándome en los talones terminé por hacer la ‘santa’ liturgia del abrigo y el carruaje no quería perder tanto tiempo.

Camino a la galería de un hombre que pocas veces había tratado seguían viéndose pasajes en mi memoria de la extenuante investigación de la mujer  a la que iba a ver hoy. Me había costado una semana y muchos francos recabar la información y todo por simple capricho, le haría pagar luego a ella con crecer por ser tan interesante y hermosa. Estaba pensando en el nombre de quien casi me la había vendido y yo como buen postor la había comprado. Entrecerré los ojos y solté un poco de aire, siempre obtenía lo que quería, no era problema tenerla a ella también, para hoy, mañana, dos noches o para después —Claude — dije en voz alta arrugando la hoja de papel que me había entregado el humano cuando fui a su tienda haciéndome pasar por un interesado en la pintura. Me importaba un quinto los óleos y las acuarelas, yo necesitaba saber lo más de Amélia Lincoln. Sacando un cigarro de la cigarrera de plata fruncí el ceño al sentir el quemor de mis dedos rozar el metal y me lo llevé a la boca para encenderlo dando así una calada impensable para cualquier mortal. –Demasiado rápido para mi gusto – espeté con el cigarro en la boca y las imágenes de la mansión donde ella vivía con un vampiro en las afueras de París fueron sólo un recuerdo que el humo borró al hacerse una nube de éste.

Cuando menos esperé estábamos a los pies de la galería. Salí del carruaje ajustando un poco las solapas del abrigo negro y largo quitándome el sombrero alto que me parecía ridículo y lo llevé en la mano haciendo pequeños giros con él. Parecía un niño después de todo lo era. Dando unos pasos calmados llegué hasta la estancia en donde se dejaban las prendas para frío y el portero abrió la puerta de cristal justo iba a pasar cuando mis ojos divisaron una tez pálida como el papel. Un demonio vestido de negro.  La sonrisa casi salió de espontaneo y detuve la mano del hombre que sostenía la puerta para contemplarla como buitre desde la penumbra. – Ese negro azabache definitivamente se mira mejor en ti que en aquel sucio maniquí de Lorenzo– susurré quedándome en seco descubriendo la falta del boom, boom de su máquina cardiaca y negué, todo se ponía cada vez mejor. Era un vampiro y no solo eso, uno nuevo. Mis ojos se hicieron fuego por lo que cerré para no ser descubierto cuando finalmente se fue y entré. Mi presa estaba cual conejillo listo para ser cazado. Viendo al hombre que había puesto sus manos en ella le dediqué una mirada lastimosa y suficiente —Despierta querido, mujeres como esa sólo pueden pertenecernos. En mi caso, soy un afortunado — susurré dándole unas cuantas palmeadas en la mejilla al muchacho para que despertara y rápidamente giró hacia mí cuando la tela del abrigo le cubría la cabeza al lanzárselo, así decidí comenzar la cacería.

Tomando una distancia lo suficiente para contemplarle desde lo oscuro de la galería ni siquiera presté atención. Tomé uno de los cocteles y di un pequeño sorbo siguiéndola con la vista desde la copa y justo Claude me miró y sonrió como idiota. —Señor Hernández — hizo una reverencia por lo que le saludé con el cristal en la mano obviando el protocolo —Claude. Debo decir que todo está — miré algunas pinturas — interesante— concluí con apatía y él se sobresaltó colocándose algo tenso —Bien. Te dije que aquí estaría, Claude. ¿Cuáles son las pinturas de Amélia Lincoln? — el hombre suspiró y asintió como quien va a mostrarme el camino y yo le seguí perdiéndola unos minutos de vista pero ya lo recuperaría. Estando junto a sus dos obras de arte ni me inmuté en verlas —Vas a vendérmelas — solté y él se negó. Frunciendo el ceño le reprimí. — Claude. Pensé que harías lo que estuviera en manos para complacer a la clientela— él asintió más nervioso y sus ojos se conjugaron con los míos —Vas a vendérmelas — susurré con autoridad y él como embobado asintió. Por éstas y otras cosas mi condición era superior a la de cualquiera. —Ve a decírselo a la Señorita Lincoln — solté para enderezarme y buscar un cigarro  viendo como él naturalmente hacía lo que decía. Justo miré un letrero de prohibido fumar y deshice el papel de tabaco en mi mano con molestia para acomodar mi cabello soportando semejante impertinencia.

Caminando en la misma dirección por donde Claude se había ido finalmente los encontré a los dos hablando. Cerré los ojos apoyando el cuerpo en una de las columnas viendo el berrinche que ella armaba por tener que vender sus pinturas. Sonreí aun más cínico y suspiré decidido. Ya era hora que ella me conociera. —Me parece sensato que hayas aceptado. No quisieras hacer sentir mal al comprador de esas pinturas —  hablé con un malcriado sin llegar hasta ellos, no buscaba impresionarla con modales, era tal cual quería ser; un bastardo. —Porque ya tiene dueño. ¿No, Claude? — sin mirar al hombre no quité ni un minuto la vista de los ojos de la vampiresa oyendo el tembloroso ‘’Sí’’ del humano y eso hizo que mi sonrisa fuera todavía más grande. — Y menos cuando estás delante de él— alcé la ceja y tomé sin preguntar su mano para inclinarme haciendo una ridícula reverencia así poder besar su dorso. —Es un placer y por su puesto será un honor tener tus pinturas adornado alguna de mis paredes— me enderecé y separé para verle de frente sin borrar la picardía de mi boca al arquearse. — ¿Qué más debería saber de ‘’mi’’ artista?— hice énfasis en esa denotación de pertenencia y negué —No te preocupes — di dos pasos para estar más cerca de ella — Guardaré el secreto de lo que eres. De lo que somos y de lo que seremos— tomé de su brazo —Por favor. Vamos hasta tus pinturas para que des un último vistazo, así me explicas mejor de qué tratan. Las he comprado sólo porque eran de tu autoría — le solté y caminé tranquilamente con una mano dentro del bolsillo directo a donde Claude me había enseñado, sin dejar de verle a ella de reojo, no me podía detener al repetir que era una hermosa mariposa traicionada por las llamas en donde posa sus alas.
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Mensaje por Leer Kruspe Dom Ene 18, 2015 1:07 pm

Todo hombre no vive más que por lo que espera.
Giovanni Papini

Me estaba volviendo loca, estaba más que segura que toda mi falta de sentimentalismo me estaba pasando factura, la paranoia crecía dentro de mi cabeza y me obligaba a sentir que estaba siendo perseguida u observada, negué de inmediato, estaba claro que quizás era demasiado sádica al momento de asesinar pero no por ello me volvía una esquizofrénica, una loca de atar, tragué un poco entrecerrando los ojos viendo a los humanos hablar rápidamente entre ellos ¡No! No estaban hablando rápidamente, la desesperación hacía que mirara las acciones de los demás correr como si la noche solo durara segundos - ¿Qué rayos te pasa? - me dije en mis adentros y me llevé la mano a la frente mirando con los ojos ampliamente abiertos al suelo, necesitaba respirar no para vivir sino para no matar –Amélia- escuché una voz que me taladraba el cráneo desde un recóndito escondite en mi oscuridad -¡Amélia! - volví a escuchar la voz y esta vez fue acompañada por un tacto tibio en mi hombro, gruñí bajo y tomé con fuerza la muñeca de la mano que me estaba ensuciando con su temperatura doblándola un poco, un quejido se hizo escuchar a lo que fruncí el ceño mirando con ira al responsable, era Claude, de inmediato dejé de hacer presión en su muñeca soltándolo –L-lo siento- susurré con una mueca confundida –No quise lastimarte- jadeé e hice pasar de nueva cuenta saliva por mi garganta, el humano se acariciaba su extremidad adolorida –Está bien, te ves mal Amélia ¿Quieres un vaso con agua? - con los labios entreabiertos y los ojos algo desubicados negué –No…- murmuré ahogada en mi paranoia –Estoy bien solo necesito aire siento que me asfixio- el humano me miraba con una clara preocupación cuando iba a salir del lugar una voz gruesa hizo que me girara para verle y noté a un hombre atractivo y demasiado alto, tenía un acento con el cual estaba familiarizada, Lorenzo y el acento español.

Deslicé mis ojos por su vestimenta sin ninguna malicia, solo para percatarme de a que clase pertenecía, su traje era fino, claramente no se trataba de proletariado, algo no me gustaba y esa expresión autosuficiente parecía una buena razón para que no quisiese hablar con él, el odio hacia los egocéntricos estaba surgiendo en mí como brazas quemantes ¡Pero vaya sorpresa! No solamente eso era lo que representaba a nuestro sujeto en cuestión, lo pude apreciar, al igual que cuando estaba frente a Deiran u otro vampiro, esa aura pálida que puedes ver en plenitud y que te jala delicadamente para quemarte en su infierno, claro que con mi creador la situación era abrumadora, no de una mala manera –Buenas noches- susurré ocultando algo de mi fastidio para representar la dama educada que aparentaba ser ¿Quién era este sujeto y por qué se acercaba a mí? Seguramente había notado mi aura vampírica y se había acercado a ver de quien estaba rodeado  –¿Mal? - alcé la ceja –Son solo unas pinturas y hasta que no tenga los francos en mis manos siguen siendo de mi propiedad eso sin contar…- miré de reojo a Claude –que las han puesto a la venta sin mi consulta con anticipación. Eso es lo sensato Monsieur- de acuerdo júzguenme por ser una mal educada y explosiva en primera línea pero si estuvieran frente al caballero se darían cuenta que parecía no ser serio, eso sin contar que Claude había abierto su gran bocota para decir que el material era de mi autoría.

Su frase me desconcertó aún más y sin más preámbulos me di la vuelta fulminando con la mirada a Claude -¿Ya las has vendido? - negué mostrándome totalmente indignada –¿Por qué no me lo habías dicho? - elevé un poco mi tono de voz pero sin hacer un escándalo –Yo debía conocer al comprador antes, es claro que el artista debe aprobar a la persona que vaya a tener su obra ¿Qué derecho crees que tienes Claude? - lo reprendí con la mandíbula tensa en todo momento olvidándome del vampiro por un rato –Amélia es solo que surgió una oferta que creí no podías negarte- negué sonriendo irritada –¿Y eso qué? - fruncí el ceño –No me interesa el dinero Claude, lo sabes muy bien, un franco más a mis cuentas al banco no me da ni me quita, tengo suficiente para no codiciar más- el humano bajó la cabeza apenado –Lo siento, pero ya están vendidas y como el señor te lo ha dicho, él es el comprador- susurró con conformismo, me apreté el puente de la nariz recordando que no estábamos nosotros dos solos y sobre todo que no quería que él tuviese mis pinturas, tenía que persuadirlo de que no eran una buena compra porque me estaba poniendo de muy mal humor y cuando eso sucedía el hambre despertaba como mi fiel ama, en cuanto a Claude no era el momento ni el lugar para dejar en claro mi autoridad sobre él –Después hablaremos de eso- murmuré tranquilizándome y me volví a girar viéndole al vampiro –Disculpe- musité con frialdad –Mucho gusto- susurré sintiendo como tomaba mi mano sin mi consentimiento para saludarme, me trataba de tú ¿Qué permiso le había dado para que nos tratásemos como dos viejos amigos que se reencuentran para contar anécdotas? Quería tener algo mío sin embargo la situación no iba más allá de ese límite –Amélia Lincoln un placer- acobijé mi mano con la otra tensando los músculos de los brazos pero fue lo que agrego algo lo que hizo que mi total apatía hacia él se terminase de construir, “mi artista” era inaudito -¿Disculpe? - alcé ambas cejas -¿Su artista? - sonreí lento cruzándome de brazos –Hmm Monsieur creo que esa denotación de pertenencia está fuera de lugar- apreté la mandíbula –No es nada educado andar por ahí hablando con desconocidos y tratándolos como objetos en los cuales puede poner su nombre- mi tono orgulloso, tenía que dejarle en claro cuál era su papel frente a mí.

Su cuerpo se acercó al mío pero no retrocedí en todo momento le vi con seriedad, me llevaba ventaja en altura así que tuve que tirar la cabeza un poco hacia atrás para verle a los ojos y fruncí el ceño escuchando lo que me decía acerca de guardar nuestro secreto –Eso es lo más conveniente- inclinándome un poco susurré con una sonrisa sarcástica –Pero no se piense victorioso señor porque no he firmado nada en donde dé mi autorización para que se lleve mis pinturas- le palmeé el hombro con suavidad –Así que eso nos deja en simples conocidos- me relamí los labios humectándolos, su mano atrapó mi brazo y me tensé frunciendo los labios –Después te busco Claude- me dirigí al humano el cual asintió perdiéndose entre la multitud –Suélteme- me solté con algo de fuerza –Claro,  déjeme hablarle de lo que se quiere llevar, nada mejor que el autor para terminar de convencer…- sonreí de lado viéndole –O desagradar al admirador- añadí con malicia caminando con la espalda derecha hacia donde sabía estaban mis pinturas y sin esperarle, solamente quería salir de ahí lo más pronto posible para controlarme e irme a tirar al diván.

Finalmente pude notar mis dos pinturas colgadas de la pared de la galería, estaban iluminadas por las luces bajas de lo quinqués que yacían anclados a sus lados, una de ella se trataba de una figura femenina, no constaba de rostro porque así lo deseé, el espectador podía ponerle las facciones que quisiese, después de todo con la pintura lo que se logra más que todo es transmitir emociones no influir en la percepción de quien la ve, la figura se reflejaba en un espejo y mientras que su reflejo no parecía distorsionado la contraparte que se encontraba en el mundo real era engullida por el reflejo, todo incluido en un fondo que tenía líneas curvas de todos los colores, la segunda se trataba de un pequeña silueta escondida detrás de un objeto que parecía una caja, los colores eran mediterráneos y se veían iluminados a medida que se avanzaba hacia el fondo del cuadro, donde se podían ver unas mascaras de esas mismas que se usan en la opera, algunas gozaban con entusiasmo, otras solo parecían escuchar, mientras que otras estaban totalmente fúnebres, la silueta detrás de la caja solo era un sombreado negro que parecía asomar su mirada por encima del objeto observando el espectáculo que tenía enfrente, debía admitir las dos pinturas parecían personas que buscaban el por qué de su vida, pero me identificaba más con la segunda, las razones, hmmm… eran desconocidas, recientemente parecía que todo en mi vida estaba empezando a encajar así que tal vez solamente era un idiotez lo que mi subconsciente había ordenado a mis manos plasmar, quedándome parada frente a las pinturas me crucé de brazos viéndolas con satisfacción –Son estas- susurré hacia él deslizando mis ojos por los colores –No son excepcionales como verá, así que debería persuadirlo para que desista de comprar algo que a la larga puede terminar tirándolo a la basura- fruncí el ceño sintiendo un nudo en la garganta, solo de imaginarme mi trabajo tirado a la borda me volvía paranoica –Y si no desiste creo que estoy en todo mi derecho de negarme- volteé mi cabeza hacia él -¿Usted que piensa señor…?- interrogué sobre su nombre –Si al final acepto venderle estos cuadros que para mí no están a la venta por el momento debo saber quién es el comprador. Y por favor trate de no referirse a mi persona como “su artista” es molesto- sonreí con una amabilidad fingida queriéndome arrancar las uñas una a una por tener que mostrarme de esta manera con él –Y otra cosa…- le di una mirada fría –En lugar de estar aquí molestando ¿No sería mejor que estuviera por ahí… cazando? - susurré lo ultimo dándole a entender que entendía muy bien lo que compartíamos, solo esperaba que de sus labios saliera el nombre para darle mi negativa irrevocable.
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Mensaje por Julio Hernández Dom Ene 25, 2015 8:18 pm

’’Tengo curiosidad hasta donde la peculiaridad de mis garras y el armazón de mi veneno vaya a asesinarte…’’

Me quedé un rato expectante después de todo, el tiempo me había enseñado que no se debe dar por hecho el juego, aunque yo donde ponía el ojo terminaba en mi cama. Era así el dicho ¿no? Eso o muerto, mutilado enterrado, desmembrado arrancado y la lista podía seguir. Sus facciones eran duras. Justo como Lorenzo me la había descrito. Su actitud pedante, extraño en una mujer de esta época, que siempre se encontraba sometida a las órdenes de un hombre, detrás de su sombra, opacada por la masculinidad de su marido. Sencillamente encantador. Era algo que le agregaba picante a todo este enfermo juego que me había inventado como capricho de una noche, quizás dos y no terminaba allí, ella era una de mi especie. Lo mejor del caso. No un frágil humano, un pestilente perro o una sucia del vulgo, ella parecía valer la pena. Mirándole algo retirado disfrutaba de cómo ponía al imbécil de Claude en su lugar. – YO LA QUIERO PARA MI – fue lo único que vibró en mis pensamientos mientras le regañaba porque al parecer le había tomado por sorpresa el hecho de haber vendido sin su permiso sus obras. – Por favor Amélia Lincoln, guárdate ese castigo para mí – susurré aguantándome la emoción mientras olisqueaba en sus pensamientos.

—Sé quien eres- musité cuando oí su presentación después de unos cuantos minutos  —Veo que esto no se trata de dinero. Eres lista- sonreí  —Pero lastimosamente he pagado ya por esas pinturas que ahora deberían de tener mi nombre. - suspiré dando unas cuantas vueltas alrededor de ella como quien está interesado en algo más que una demostración de arte y me detuve  —No veo nada de malo, decir ‘’mi’’ en una oración donde te incluya. Después de todo te he comprado- alcé ambas cejas por lo que había dicho y carraspeé la garganta rápidamente para enmendar mi no error  —Tus pinturas. Claro. Cosa que no parece hacerte muy feliz. ¿Por qué?- miré sus ojos y luego sus labios  —¿No soy digno?- mis facciones se ablandaron e hice una mueca de dolor  —Claramente ese es un golpe muy bajo. Señorita Lincoln- me enderecé para comenzar a caminar con ella de la mano sin importar en verme en un impertinente cuando ella se soltó de mi agarre. Era una buena vampiresa. Pensaba de manera inteligente porque conmigo ella no estaría segura y su irritación me hacía solo comprobarlo. Esto era realmente divertido.

Caminando a su par le miré de reojo con una mano en el bolsillo. Podía ver que ella era el centro de atención. Quizás por su vestido o su religiosa piel que parecía brillar. Unas cuantas miradas, pensamientos. Cerré los ojos y escudriñé rápidamente cuando ya habíamos llegado a donde estaban sus obras de pintura. Sinceramente comenzaba la parte aburrida, la pintura no era para de mi gusto. Quizás sí su pasión. Lo sentía en la forma en que el pincel se había deslizado por ese lienzo. Dejaba mucho al espectador, tal vez ahí estaba el secreto de su éxito. Ella podía o no ser. Después de todo era el comprador quien elegiría. Yo lo había hecho. Finalmente me decidí a hablar. —Tienes razón. No tienen nada que envidiarle a las que se encuentran en la Capilla Sixtina o las que hace un niño emocionado al dibujar a su familia- alcé la ceja sabiendo que quizás había sonado como un bastardo pero eso era  —Sinceramente no importan los papeles. Claude ha comprado la autoría de esas piezas. Yo le he comprado a Claude. Lo que nos reduce mi pequeña artista- coloqué un acento peculiar en lo último sólo para conseguir molestarla. —A que son sólo mías, sin importar si acaban en un cuarto de hotel.- suspiré tocando la tela de una subiendo hasta los colores cálidos y negros del hombre que se escondía detrás de una caja.

—¿De quién te escondes?- pregunté casi de inmediato  —Esto es como las enfermas lecturas de poesía. Un vino o quizás una pieza preciosa. El dueño siempre deposita un trozo de su alma. - le miré de reojo sin esperar que respondiera nada de lo que le había cuestionado. —Tu dijiste que no seríamos nada. ¿Vale la pena decirte quién soy?- me giré para estar de frente a ella y agaché la mirada sin quitar los ojos de los ajenos. —Dime algo- miré de nuevo sus labios rosas pintados ligeramente solo para darle brillo  —Sino quieres que te diga que eres MI artista. ¿Cómo prefieres que te llame?- tres de mis dedos se dirigieron hasta su mejilla para apartar un poco del cabello que caía a su lado derecho  —¿Amelia Lincoln? O ¿Leer Kruspe?- sonreí entreabriendo los labios tragando un poco para cerrar los ojos y dar un paso hacia atrás así pasar esa misma mano por mi mandíbula envuelta en una enorme sonrisa.

—No me alimento a menos que haya luna nueva. Hoy hay cuarto menguante. Un viejo ritual español- guiñé un ojo y volví a prestarle atención a la pintura  —En cambio tú querida, Kruspe. Estás tan sedienta que me palpita el deseo de darte de beber. - le miré con el rabillo del ojo y uno de mis dedos acarició mi labio inferior observando los anillos que llevaba en los siguientes dedos. —¿Te complazco, Leer?- suspiré aguantándome lo retorcido de mis pensamientos sólo para mí esperando que las alas de la hermosa mariposa pudieran despegar antes de que la red de la araña fuera a atraparla.
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Mensaje por Leer Kruspe Jue Feb 12, 2015 4:04 am

Considero más valiente al que conquista sus deseos que al que conquista a sus enemigos, ya que la victoria más dura es la victoria sobre uno mismo.
Aristóteles

Sí que parecía una cría que en cualquier momento estallaba en una rabieta, no debía, me seguía repitiendo una y otra vez que debía soportar unos minutos más a este sujeto antes de largarme, su tan sola presencia me ardía en los colmillos, quería manifestarse en mis pupilas la creciente ira que me provocaba ¡Insulso egocéntrico! Con la mandíbula tensa le miré de reojo y tragué pesado, si fuera un humano ya lo habría persuadido para que saliéramos de ahí y hacerlo desaparecer de este infinito mundo, sin embargo no contaba con tanta suerte y me había encontrado con uno igual, aunque… eso no importaba ¿no? Si seguía molestando a mi demonio en la forma que lo estaba logrando no solamente a la fuerza podía recurrir, era una excelente mentirosa cuando me lo proponía y hacerme pasar por una insulsa dama educada y amable no me iba a ser difícil, alcé la barbilla y sonreí sin mostrar la dentadura empuñando una mano en la tela del vestido, esperando que diera su opinión acerca de las pinturas, fue cuando lo escuché y esta vez la sonrisa se borró de inmediato para convertirse mi boca en una línea horizontal y bastante apretada – Desgraciado- gruñí en mis adentros por su atrevimiento de llamarme una novata, le iba a borrar esa maldita expresión cínica del rostro a golpes, pero no ahí, debíamos estar a solas.

Realmente me sentí orgullosa de mí misma en ese momento por mi autocontrol, la sola fantasía de descolgar los lienzos de la pared y estampárselos en la cabeza fue tan viva que una sonrisa llena de malicia se curvó en mi boca -¿Usted cree Monsieur? - alcé la ceja y me crucé de brazos mirando con intriga mis pinturas –Creo que tiene razón hay algo que parece de aficionados en la pintura- cerré los ojos –Tal vez se miraría un poco más…- me llevé a un lado de la boca y miré hacia el techo fingiendo estar pensativa –interesante- le volví a ver tan cínica que quería abofetearme a mí misma –Si usted me diera lecciones acerca de pintar, aunque creo tampoco sería mucho la diferencia con alguien que toma un poco de pintura en un arranque de rabieta y la deja caer contra la pared o…- profundicé la mirada –Tal vez le daría algo extra a las pinturas si los lienzos estuvieran estampados alrededor de su cuello- finalmente dejé caer la piedrita de ira y se sintió extremadamente placentero, suspiré y volteé mi vista a los lienzos –No me malinterprete solo hablo según la impresión que me ha dado- golpeteé los dedos de una mano sobre mi labio inferior –Y ya que estamos hablando con honestidad déjeme decirle que no entiendo como alguien con su educación…- le vi de reojo inspeccionándolo rápidamente y bufé una sonrisa –Puedan ser invitados a estos eventos- no me gustaba discriminar, no era en lo más mínimo una egocéntrica, pero no debía aclararle nada al vampiro y con él la culpa no aparecía -Creo que deberé hablar con Claude acerca de quién será invitado la próxima vez, no quisiera llevarme otro trago amargo- tiré una parte de mi cabello por encima de mi hombro –Claude no ha comprado nada- le espeté con firmeza inmediatamente terminó su frase -¿No ha escuchado lo que le dije al humano allá atrás? - me crucé de brazos –El dinero me importa un…- apreté los labios tragándome la sandez que iba a recitar –menos que nada- murmuré entre dientes y negué –Claude me pidió un favor- me giré para estar de frente a él –Habíamos acordado que los papeles de la autoría se firmarían después de la exhibición– me relamí los labios –Así que parece el humano nos ha mentido a ambos- fruncí el ceño –En ese caso, no Monsieur, no acabaran en un cuarto de hotel, acabaran en mi despacho o mi habitación, donde han pertenecido desde el inicio- dejé salir un poco de aire por la boca –Y por favor le he dicho anteriormente que no soy su artista y mucho menos me tutee, no sea impertinente, para usted soy la señorita Lincoln, hágame el favor de seguir mis modales al tratarle de usted- la boca me sabía a hierro y sabía perfectamente que significaba eso, sed.

Seguí su andar al acercarse a mi pintura mientras me mordía la punta de la lengua con fuerza, no tenía ánimos de seguir hablando, no cuando mi demonio reclamaba su premio de la noche, este sujeto me estaba orillando a que hiciera de la exposición mi coctel privado – No ahora- me susurré en mis adentros –Tiene razón no vale la pena saber quién es- gruñí –No me interesa saberlo, como se habrá dado cuenta las personas como usted- hice énfasis en lo ultimo –Me son tan desagradables que no puedo disimularlo- alcé la barbilla orgullosa –Así que si me permite debo buscar a Claude para llevarme lo que es mío- me iba a girar en mis talones para buscar al humano inepto cuando me dio la cara y noté el color de sus ojos –Pase buena noche- fruncí el ceño viendo de reojo su mano y apartándola de un ligero golpe –No me toque- musité con molestia, cuando lo escuché y eso hizo que mis ojos se abrieran ampliamente, estaba estupefacta, la garganta se me había secado ¿Cómo rayos sabía eso? -¿Q-Qué? - pregunté sin poder ocultar el temblor en mi voz, cerré los ojos y agité la cabeza despabilándome -¿Qué has dicho? - gruñí -¿Cómo demonios sabes eso, inepto? - sentía dolor en las palmas de la mano debido a que me estaba enterrando las garras en la misma, miraba como movía la boca, su actitud arrogante, su sonrisa que me hacía desvariar sin embargo mi cabeza seguía ocupada con lo ultimo -¡Contesta! - exigí ya un tanto desesperada –No me interesa tus ridículos rituales, ni mucho menos si debes bailar bajo la luna llena para alimentarte- bufé –Te he hecho una pregunta- tragué pesado, todo me daba vueltas, llevándome una mano a la frente empecé a ahogarme en oxigeno de nueva cuenta, necesitaba de alguien que me instruyera en que debía controlarme, pero no estaba el sedante para mi sed cerca -¡Cállate! - exigí con los dientes apretados parpadeando en repetidas ocasiones –No estoy sedienta- mentí –No necesito que me des de beber, no soy una maldita cría, ni tampoco quiero que me complazcas- le miré por debajo de las cejas sin poder ocultar el carmesí en mi mirada –¿Quién rayos te dio esa información? - dejé salir un poco de aire por la nariz y di un paso cerca sin bajar la presión de mis manos –Es mejor que hables porque no estoy para jueguitos, eso lo dejo cuando me alimento- tragué pesado sintiendo el olor a humano impactarme las fosas nasales –Y ya que estamos aquí diciendo las crudas verdades de frente también vas a decirme quien rayos eres- alcé la ceja –O recurriré a mis métodos y déjame decirte- sonreí irritada –No son los más ortodoxos- extendí una mano queriéndole agarrar el cuello y estamparlo contra la pared, de inmediato la empuñé y bajé, no podía ser tan imprudente, sentía que todo llegaba a mi ser como a la tinta de la muerte, el color negro de la noche moría y la calma de mi alma daba gritos de novia asesinada.
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Mensaje por Julio Hernández Lun Mar 16, 2015 10:56 pm

Se está comenzando a materializar las razones por las que siempre me oculté mi verdadera sed de sadismo. Caes de manera sublime hermoso lamento hecho diablo…

Era tiempo de mover mis piezas. Había tardado demasiado. Lo sé. Soy de los tipos precoces para este tipo de cosas aunque para otras… la risa salió casi de inmediato de mis labios. Era demasiado orgulloso y amaba jactarme de mis atributos pero no era el momento. No cuando la ‘’dulce’’ Amélia Lincoln estaba por arrancarme los ojos por haber bufado su obra de pintura. Sinceramente ya había manifestado demasiado mi poco gusto por la pintura. Ella debería de ser más lista para saber que no eran los lienzos los que me habían traído aquí hoy sino ese hermoso ser vampírico que ahora me tenía totalmente encantado. Como buen espectador esperé a que ella terminara su berrinche y el típico blah, blah femenino que había mis oídos doler. Cerré los ojos. – ¡Niña, Si lo que deseas es un beso para cerrar esa boca te lo daré pero no más! – quise decirle pero en cambio sólo me imaginé la escena en mi cabeza porque obviamente no sucedería. Después de todo era una mujer y como tal debía de respetar mi mayor debilidad aunque ganas no me faltaban, por eso sabio el dicho que dice: ‘’Mejor pedir perdón que pedir permiso’’. Bastardo.

—Puedo decirte como se me plazca. Ya lo dije. Esperaba que te dieras cuenta por ti misma que mis motivos para haber gastado una fuerte cantidad de dinero por esos lienzos definitivamente no sea porque tenga poco conocimiento del arte sino simplemente porque me gusta más algo consistente. Algo corpóreo- relamí mis labios mientras decía aquello con un tono que no era nada agradable, estaba rebasando mis límites de la mala educación —¿Por qué tendría que tratarte de ‘’usted’’?¿Acaso eres anticuada? No me decepciones Amélia Lincoln, ¿Cuántos años tienes? Apenas eres una bebé que necesita cuidados- suspiré rodeando el cuerpo de la vampiresa colocándome de nuevo a su lado y tragué con pesadez justo notando la fortaleza que colocaba para no verse débil.

—¿Cómo deseas que me comporte, Lincoln? Pienso que la falsedad es la peor enfermedad del mundo. Soy como me ves. Transparente. Aunque sin ropa soy mejor- me alabé en medio de una sonrisa que seguramente ella terminaría por borrar con un golpe. Oh sí. Eso era lo que faltaba para que la excepcional Leer Kruspe hiciera para terminar de cerrar el maldito trato en el que no sabía que estaba metido. Sinceramente esta vampiresa era un diamante en bruto y necesitaba que fuese mío a como dé lugar. No podía permitir que escapara. La necesitaba como premio o algo más. Colgada en uno de mis anillos.

—Me has escuchado bien, Leer Kruspe- el acento español se avecinó pronunciando aquello más que como una burla. ¿De cazadora a vampiro? Esa sí que es malicia pura. Un aplauso para quien debía ser su creador. Definitivamente debí haber pedido un retrato de su imagen al sorprenderse. Bastó con que mi mano se deslizara por sus dedos como un buen impertinente. Y asentí, ella sólo había confirmado lo que mi investigador había averiguado. Punto para Julio Hernández. —Entonces es cierto…- entrecerré los ojos para escrutarla sin borrar la sonrisa socarrona de mi cara —Ex cazadora y ahora una sublime vampiresa, es más asombroso el lado oscuro ¿no?- le guiñé un ojo. No había mayor orgullo que ser uno de los de mi raza.  Estábamos en el pilar de la cadena alimenticia. La inmortalidad pura y la belleza palpable.

—Sabías que en el mercado negro compras cualquier cosa. Información, placer, sangre, sexo alcohol y cosas más asquerosas que por respeto a ti no voy a mencionar- maldito. Susurré aquello con cierto secretismo en las palabras, como si ella fuese mi cómplice a fuerza. —Has sabido limpiar bien tu nombre pero no lo suficiente. Me ha costado mucho saber cosas de tu creador o tuyas.- mentí —Pero finalmente he tenido el placer de conocerte en persona Kruspe. Cara a cara. Hmm…. No sabes el placer que me causa- aspiré su olor en aquel lugar y cerré los ojos sólo para no acosarla más de lo que estaba y suspiré.

—Qué exquisita- le miré de reojo cuando sus ojos amenazaban con asesinarme. Quisiera que así lo hubiera hecho pero se estaba controlando y al parecer yo era muy buen titiritero porque estaba danzando mi melodía. Chasqueé la lengua negando. No Leer. Así no se hacen las cosas. —En otras circunstancias tomaría eso como una propuesta indecorosa, Amélia Lincoln pero sé que no eres de esas mujeres. Aunque si deseas dañarme por favor hazlo ya que puede ser que algo divertido suceda. Me gusta sentir que tengo las cuerdas con las que bailas para mí- estiré una mano para tomar unos cuantos mechones de cabellos entre mis dedos y sonreí de lado dando un paso hacia adelante olisqueando la sangre que se había impregnado en su mano por su rabieta. —Vamos a jugar el juego de sentenciado y el verdugo- susurré casi apacible y una mano se enrolló en su cintura atrayéndola un poco hacia mí. —Quiero ser el sentenciado y tú mi verdugo- tragué con fuerza —Pero antes…-musité con calma simulando el maldito abrazo de dos viejos amigos que se encuentran y mordí su cuello sin mediar más palabras. Sus sangre quemaría mi sistema porque por primera vez después de tanto tiempo unas alas de mariposa habían provocado la sed del adormecido demonio.
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Mensaje por Leer Kruspe Lun Mar 30, 2015 6:17 pm

“La cólera resulta tan abrumadora que amenaza a mi mundo a abrirse por las costuras.”

Me dolía tanto la mandíbula debido a la presión, la quería desencajar de su lugar para que se regenerase y tuviese de nuevo la oportunidad de desacomodarla, todo lo que fuera para no desvariar, no podía frente a tantas personas, así que solo me quedaba el dolor físico, ese cinismo, no era la primera vez que me enfrentaba a un egocéntrico que trataba de provocarme con mis secretos, aunque claro, este sujeto me causaba algo de diversión y el quererle cercenar la lengua para molerla y usarla de abono para el jardín era una de las tantas formas de hacerle sufrir que se me cruzaban por la cabeza -¿Siempre eres tan divertido? - sonreí de lado, no me interesaba verle desnudo, a menos que fuera para plasmarlo en un lienzo o… alimentarme, un gusto que no debía discutir con nadie porque ese pequeño placer nadie lo sabía, ni lo sabría, los que lo llegaban a conocer terminaban más fríos que mi propia piel –Eres un adulto, no un niño y sin embargo te comportas como un inmaduro ¿Para qué rayos me has buscado? Yo no tenía conocimiento de tu existencia, no me interesa en lo más mínimo llegarte a tratar, así que no comprendo este empecinamiento tuyo en fastidiarme la noche- fruncí el ceño viéndole de reojo mientras me rodeaba ¿No entendía que eso no me causaba intimidación? Nadie lo había hecho desde hace mucho, había jurado no verme débil ante nadie en lo que me sobrara de vida, ahora traslapándolo a mi eternidad.

Cerré los ojos al escucharle hablar con ese acento, yo tenía cierto gusto por los acentos extranjeros, no era ningún pecado el que me gustase algo así de superficial –Te he dicho que para ti soy la señorita Lincoln- añadí al instante que terminó su frase, en todo caso era cierto, no me gustaba que me llamasen Leer Kruspe a menos que yo lo demandase, sentía que trataban con mi lado cazador y ese solo salía a flote en ciertas situaciones -Qué importa lo que es cierto…- apreté una mano en puño recogiendo parte del vestido –No te debe importar nada de lo que se trate acerca de mi vida, inepto- fruncí los labios soportando la rabieta que quería hacer –Responde mi pregunta- inquirí de nuevo al ver que no me confesaba quien era, me estaba cansando.

Sin embargo el vampiro no se conformó con estarme molestando con el asunto de Leer Kruspe, mencionó a quien yo no quisiese que hubiese mencionado jamás, era como un maldito deja vú ¿Qué rayos les pasaba a estos sujetos que tenían que mencionar a la otra parte que yo ocultaba con recelo? Dejé salir el aire lentamente por la boca -¿Mi creador? - pregunté un tanto tensa -¿Qué rayos sabes tú de ese asunto? - cerré los ojos y tragué pesado –No sabes nada, solo lo haces para provocarme, incitador de pacotilla- dejé salir una sandez de la que no estaba orgullosa pero la rabia había aumentado varios niveles con eso ultimo –No voy a seguirte en tu juego sucio, no sabes nada, mi nombre de ex cazadora lo pudiste haber averiguado en cualquier esquina, no es algo que lleve el rotulo de top secret y en cuanto a que soy una inmortal como tú, lo pudiste haber averiguado esta misma noche, es obvio que alrededor de mí se nota mi aura, incluso yo que soy una bebé necesitada de cuidados como tú me has dicho la ha notado en ti- alcé la barbilla y sonreí orgullosa –Creo que he atado todos los cabos sueltos ¿no? - me relamí los labios –¿O me equivoco? - fue lo siguiente lo que hizo que una carcajada demasiado estridente hiciera vibrar mis cuerdas vocales –Chevalier…- musité entre risas y negué viendo al techo sin dejar de sonreír amplio –Es usted tan fantasioso- mi mirada se volvió sombría –Me divierte mucho, deje de pensar que el mundo gira a su alrededor, es penoso- alcé la ceja y sonreí de lado, de nuevo su mano inmiscuida en mi espacio personal, de un manotazo la aparté y fruncí el ceño –No me toques- gruñí y negué –Yo no estoy de humor para juegos, no soy una niña, yo no veo niños cerca, compórtate como el adulto que aparentas ser- pero era un testarudo, un vampiro tozudo que solo quería hacerme rabiar, no sabía por qué pero las ganas de comportarme como una criatura desbocada no me hacían falta –Suéltame- puse mis manos contra su pecho empujándole un poco –Suéltame o no respondo- advertí con la mandíbula tensa estaba a punto de darle un pisotón cuando su abrazo me tomó por sorpresa y no solo eso, el dolor recorrió cada una de mis fibras sensibles, empuñé las manos en su saco y me quejé bajo –Suel…- no pude terminar la frase al sentir como succionaba –Ah…- tragué pesado tratando de separarle pero no podía, era como si estuviera anclado a mi ser, abriendo los ojos algo amplio me tensé aún más –Ya…- finalmente lo empujé con fuerzas separándole y con velocidad me acerqué para hacerle rebotar en la pared, lo tomé del cuello y le miré con una ira que desde hace mucho no mostraba -¡¿Cómo te atreves?! - apretujé su cuello con una mano alzándolo contra el lienzo –Vas a contestar quien rayos eres- apreté los dientes sintiendo los colmillos palpitar y los ojos arder, la sangre de la herida la sentía deslizar por mi cuello hasta mi pecho –Y vas a decirme todo lo que supuestamente sabes acerca de mi creador y de mí- ladeé la cabeza sonriendo dejando a mis cuchillas orales lucirse y le acerqué a la punta del quinqué –¿O  hacemos algo bastante cocido con tu bonito rostro? - jadeé acercándole más al fuego y me reí bajo, el diablo me estaba poseyendo y la razón se había perdido en el borde del abismo de la locura –Chevalier…- susurré y me mordí el labio prensándole los colmillos mientras apretaba más su cuello.
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