AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Endeble (+18) || Privado
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Endeble (+18) || Privado
¿Qué diablos estaba pensando la inquisición? Últimamente se encontraban más empecinados en arrancarle la cabeza. Tuvo que cuidar de un vampiro sin colmillos, incluso alimentarlo, también se escondió varios días en una cueva porque inevitablemente la habían dañado. Lo peor de todo es que estuvo varios días sin sangre, y con los ropajes sucios. Lo peor que le podían hacer. Además, tener que alimentarse de forma pasiva le hizo sentir débil. El mal humor de la criatura la llenaba de odio, más de lo normal. La noche le promovía las ganas de salir de su mansión y arrancar cabezas. ¿No era extraño que sabiendo su nombre no fueran a darle una emboscada en su casa? La idea le resultaba graciosa, ¿por qué cazarla entonces en el bosque? Los enviados de la iglesia sabían ubicaciones, no sólo la suya, sino de una gran cantidad de vampiros. ¿Quién la había enviado para ir a darle fin?
Si se ponía a pensar con detenimiento, la vampiresa podía analizar cada detalle de sus últimos detalles; enviados o no de Dios, estaban siendo controlados por alguien más. Seguramente se trataba de una especie de venganza hacía ella, el problema es que no sabía quien podría tener tanto coraje hacía su inmortalidad, existía una lista tan larga de pasadas víctimas. Recordarlas la hizo sonreír.
Decidida a darle fin de una vez por todas a todos esos acosos, la vampiresa se colocó su mejor, más hermoso y bonito vestido. Uno carmín, mandado a hacer precisamente para el día en que Tariq sería asesinado. Por ella por supuesto. El detalle es que su hermano había pasado a segundo plano, dado que importaba más su preservación, las galas para esa noche, si llegaba a privarse de su no-vida, lo había con estilo, cómo la mejor, de eso no habría duda, y su hermosa cabeza no se desprendería de su cuerpo, eso jamás ocurriría, porque una obra de arte cómo ella lo era, sería imposible de atreverse a mutilar, aunque si a asesinar. Inmensas ironías.
Marishka salió de su casa sin dejar de lado la elegancia y la sensualidad que le caracterizaba, iba decidida a llamar la atención y por eso arrastró a un hombre consigo hasta alcanzar las faldas del bosque. Cuando se adentró un poco al mismo, sus colmillos se hundieron en la piel del humano, no lo hizo con cuidado ni maestría, por el contrario, lo hacía sufrir. Gritos invadieron la tranquilidad de la noche. Las ramas de los arboles apenas se escuchaban, pero se movían temiendo al igual que los humanos quienes uno por uno se fueron presentando. Reverenció a los valientes sin dejar de sonreír con burla, pero su rostro se arrugó al sentir la primer flecha incrustada en uno de sus hombros. Para colmo el que le habían dañado no hacía mucho. Tanta fue la sangre que perdió que aún no se recuperaba por completo.
El primer inquisidor que se acercó intentando clavarle una espada en el estomago terminó con los intestinos de fuera, le quedaba poco tiempo de vida, pero lo dejó agonizar como ejemplo para los demás. Con el segundo sólo bastó mover la muñeca para arrancarle la cabeza. Así fueron cayeron aproximadamente cuatro más, hasta que cambiaron de estrategia, con las armas iban atacando de lejos (flechas, dagas, armas de fuego), y decidieron no hacerlo de uno por uno, sino todos a la vez. A pesar de poder acabarlos, la realidad es que por más inmortal no era invencible (aunque ella lo creyera), y tres de las armas volvieron a hacerle daño, logrando que la sangre que a penas había ingerido se le fuera escapando. Ya estaba todo listo, parecía que se trataba de su fin.
La vampiresa siguió luchando con fuerza, ¿cuántos había enviado para darle fin? Quien lo hubiera mandado a hacer la conocía, entendía que su maldad, que su falta de aprecio a los humanos (a todos en realidad), le permitiría ir acabando con sus agresores, la conocía tan bien que enviaron una cantidad exagerada de humanos para combatirla. El problema no radicaba en la cantidad de humanos, si se concentraba y dejaba la soberbia de lado podría buscar prolongar su inmortalidad.
El problema se acrecentó cuando un vampiro condenado hizo acto de presencia. Le sonrió de medio lado y sólo bastó un movimiento de manos para asestarle un golpe tan fuerte que la perturbó en el suelo. La primera patada se hizo presente, y un par más. Todo estaba a punto de terminar.
Si se ponía a pensar con detenimiento, la vampiresa podía analizar cada detalle de sus últimos detalles; enviados o no de Dios, estaban siendo controlados por alguien más. Seguramente se trataba de una especie de venganza hacía ella, el problema es que no sabía quien podría tener tanto coraje hacía su inmortalidad, existía una lista tan larga de pasadas víctimas. Recordarlas la hizo sonreír.
Decidida a darle fin de una vez por todas a todos esos acosos, la vampiresa se colocó su mejor, más hermoso y bonito vestido. Uno carmín, mandado a hacer precisamente para el día en que Tariq sería asesinado. Por ella por supuesto. El detalle es que su hermano había pasado a segundo plano, dado que importaba más su preservación, las galas para esa noche, si llegaba a privarse de su no-vida, lo había con estilo, cómo la mejor, de eso no habría duda, y su hermosa cabeza no se desprendería de su cuerpo, eso jamás ocurriría, porque una obra de arte cómo ella lo era, sería imposible de atreverse a mutilar, aunque si a asesinar. Inmensas ironías.
Marishka salió de su casa sin dejar de lado la elegancia y la sensualidad que le caracterizaba, iba decidida a llamar la atención y por eso arrastró a un hombre consigo hasta alcanzar las faldas del bosque. Cuando se adentró un poco al mismo, sus colmillos se hundieron en la piel del humano, no lo hizo con cuidado ni maestría, por el contrario, lo hacía sufrir. Gritos invadieron la tranquilidad de la noche. Las ramas de los arboles apenas se escuchaban, pero se movían temiendo al igual que los humanos quienes uno por uno se fueron presentando. Reverenció a los valientes sin dejar de sonreír con burla, pero su rostro se arrugó al sentir la primer flecha incrustada en uno de sus hombros. Para colmo el que le habían dañado no hacía mucho. Tanta fue la sangre que perdió que aún no se recuperaba por completo.
El primer inquisidor que se acercó intentando clavarle una espada en el estomago terminó con los intestinos de fuera, le quedaba poco tiempo de vida, pero lo dejó agonizar como ejemplo para los demás. Con el segundo sólo bastó mover la muñeca para arrancarle la cabeza. Así fueron cayeron aproximadamente cuatro más, hasta que cambiaron de estrategia, con las armas iban atacando de lejos (flechas, dagas, armas de fuego), y decidieron no hacerlo de uno por uno, sino todos a la vez. A pesar de poder acabarlos, la realidad es que por más inmortal no era invencible (aunque ella lo creyera), y tres de las armas volvieron a hacerle daño, logrando que la sangre que a penas había ingerido se le fuera escapando. Ya estaba todo listo, parecía que se trataba de su fin.
La vampiresa siguió luchando con fuerza, ¿cuántos había enviado para darle fin? Quien lo hubiera mandado a hacer la conocía, entendía que su maldad, que su falta de aprecio a los humanos (a todos en realidad), le permitiría ir acabando con sus agresores, la conocía tan bien que enviaron una cantidad exagerada de humanos para combatirla. El problema no radicaba en la cantidad de humanos, si se concentraba y dejaba la soberbia de lado podría buscar prolongar su inmortalidad.
El problema se acrecentó cuando un vampiro condenado hizo acto de presencia. Le sonrió de medio lado y sólo bastó un movimiento de manos para asestarle un golpe tan fuerte que la perturbó en el suelo. La primera patada se hizo presente, y un par más. Todo estaba a punto de terminar.
Marishka Marquand- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 19/12/2011
Edad : 34
Localización : Depende de la noche.
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Re: Endeble (+18) || Privado
Aunque Marishka detestara la idea y Craig hiciera caso omiso de ello siempre, lo cierto es que no podía negarse que los dos vampiros poseían un vínculo que los unía desde hace tiempo. Era algo de lo muy pocos podían gozar, a menos de que se tratase de creador y vástago. En su caso, ni él era su creador ni ella era su hija por conversión, se trataba más bien de una conexión que habían desarrollado gracias a la convivencia diaria. Desde su primer encuentro, hacía más de diez años ya, habían reconocido algo de ellos en el otro, la maldad, la locura, el descontrol, lo que irremediablemente los había orillado a aliarse. Juntos habían sido autores de toda clase de horrores y bajezas, puesto que tan vil y canalla era una como el otro. Y no importa cuánto lo negaran, las múltiples veces que se despreciaran y humillaran entre ellos, no podía negarse que cuando decidían unirse definitivamente hacían un buen equipo.
En esta ocasión, Marishka, como buena rebelde y orgullosa, había decidido actuar individualmente, pero Craig, que gracias a la conexión que poseían solía presentir cuando algo amenazaba a la vampiresa, tuvo la certeza de que ésta podía estar metida en un lío gordo. Decidió seguir su rastro y éste lo condujo hasta un bosque aledaño. El olor a Marishka impregnaba todo alrededor, pero su desarrollado olfato pudo detectar también la presencia humana, no de uno o dos individuos, sino de una docena. También había sangre en el ambiente, y cuando estuvo lo suficientemente cerca para espiar a través de los arbustos lo que allí estaba ocurriendo, se dio cuenta de que le habían preparado una emboscada.
Dado que los humanos los superaban en número y ella estaba herida, Craig decidió actuar de manera inteligente, y sí, también tramposa. Se movió con sigilo, cuidado no ser descubierto, y en tan sólo unos segundos llegó a la parte alta de una montaña, desde donde dejó caer algunas rocas sobre los humanos. La mayoría fueron aplastados por las rocas de gran tamaño y murieron al instante, otros menos desafortunados sufrieron dolorosas fracturas, lo que los dejó imposibilitados para pelear.
Cuando Craig bajó y se acercó a Marishka, pese a estar herida y desangrándose, ésta lo miró con la misma expresión desafiante que la caracterizaba. Era la misma expresión que había mostrado el día en que se habían conocido, ese mismo gesto de suficiencia que deseaba exteriorizar algo como “no te necesito, imbécil”, pero, aunque a ella no le gustara aceptarlo, tenía que admitir que le había salvado el pellejo.
—Eso ha estado muy cerca, demasiado cerca, querida —le dijo sonriendo, sin que faltara ese tono de burla en su voz—. Por cierto, qué linda, parece que te han hecho perder el estilo —se acercó y se cruzó de brazos mientras la contemplaba divertido. Realmente estaba hecha un desastre. Tenía el cabello hecho una maraña, estaba llena de sangre y polvo, y los finos trapos de seda que solía vestir con orgullo y arrogancia, los llevaba hechos trizas. Vista de ese modo no se le diferenciaba demasiado de una pordiosera cualquiera, eso a Craig le causó mucha gracia.
—Existe una línea muy delgada que separa lo intrépido de lo estúpido, ¿sabes? —se acercó, mucho, demasiado, hasta que su cuerpo estuvo junto al de ella. Tal cercanía no era algo nuevo entre ellos—, y esta noche tú la has roto. ¿Que habría pasado si yo no hubiera estado detrás de tu apetitoso y suculento aroma esta noche? —Tocó su clavícula ennegrecida por el polvo, su hombro herido, y mojó dos de sus dedos con la sangre que aún brotaba por la herida, para luego lamerlos y deleitarse con su sabor—. ¿Te imaginas? No quiero ni pensar en lo que le habrían hecho a este bello… delicioso cuerpecito —tocó sus pechos, rodeó su cintura con sus manos y la atrajo hacía sí, un atrevimiento que sólo podía tener alguien que como él que ya había pasado muchas, incontables veces por su cama.
—¿Hay algo que quieras decir? ¿Alguna idea que tengas para agradecerme? —sugirió con ironía, sin dejar de sonreír.
En esta ocasión, Marishka, como buena rebelde y orgullosa, había decidido actuar individualmente, pero Craig, que gracias a la conexión que poseían solía presentir cuando algo amenazaba a la vampiresa, tuvo la certeza de que ésta podía estar metida en un lío gordo. Decidió seguir su rastro y éste lo condujo hasta un bosque aledaño. El olor a Marishka impregnaba todo alrededor, pero su desarrollado olfato pudo detectar también la presencia humana, no de uno o dos individuos, sino de una docena. También había sangre en el ambiente, y cuando estuvo lo suficientemente cerca para espiar a través de los arbustos lo que allí estaba ocurriendo, se dio cuenta de que le habían preparado una emboscada.
Dado que los humanos los superaban en número y ella estaba herida, Craig decidió actuar de manera inteligente, y sí, también tramposa. Se movió con sigilo, cuidado no ser descubierto, y en tan sólo unos segundos llegó a la parte alta de una montaña, desde donde dejó caer algunas rocas sobre los humanos. La mayoría fueron aplastados por las rocas de gran tamaño y murieron al instante, otros menos desafortunados sufrieron dolorosas fracturas, lo que los dejó imposibilitados para pelear.
Cuando Craig bajó y se acercó a Marishka, pese a estar herida y desangrándose, ésta lo miró con la misma expresión desafiante que la caracterizaba. Era la misma expresión que había mostrado el día en que se habían conocido, ese mismo gesto de suficiencia que deseaba exteriorizar algo como “no te necesito, imbécil”, pero, aunque a ella no le gustara aceptarlo, tenía que admitir que le había salvado el pellejo.
—Eso ha estado muy cerca, demasiado cerca, querida —le dijo sonriendo, sin que faltara ese tono de burla en su voz—. Por cierto, qué linda, parece que te han hecho perder el estilo —se acercó y se cruzó de brazos mientras la contemplaba divertido. Realmente estaba hecha un desastre. Tenía el cabello hecho una maraña, estaba llena de sangre y polvo, y los finos trapos de seda que solía vestir con orgullo y arrogancia, los llevaba hechos trizas. Vista de ese modo no se le diferenciaba demasiado de una pordiosera cualquiera, eso a Craig le causó mucha gracia.
—Existe una línea muy delgada que separa lo intrépido de lo estúpido, ¿sabes? —se acercó, mucho, demasiado, hasta que su cuerpo estuvo junto al de ella. Tal cercanía no era algo nuevo entre ellos—, y esta noche tú la has roto. ¿Que habría pasado si yo no hubiera estado detrás de tu apetitoso y suculento aroma esta noche? —Tocó su clavícula ennegrecida por el polvo, su hombro herido, y mojó dos de sus dedos con la sangre que aún brotaba por la herida, para luego lamerlos y deleitarse con su sabor—. ¿Te imaginas? No quiero ni pensar en lo que le habrían hecho a este bello… delicioso cuerpecito —tocó sus pechos, rodeó su cintura con sus manos y la atrajo hacía sí, un atrevimiento que sólo podía tener alguien que como él que ya había pasado muchas, incontables veces por su cama.
—¿Hay algo que quieras decir? ¿Alguna idea que tengas para agradecerme? —sugirió con ironía, sin dejar de sonreír.
Craig Ulrich- Condenado/Vampiro/Clase Media
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Fecha de inscripción : 22/12/2011
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Re: Endeble (+18) || Privado
La eternidad se le estaba yendo de sus manos de la forma más absurda y torpe. Se sentía estúpida, una novata de la cual ella misma se reiría por su imprudencia. Ser inmortal no era sinónimo de poderío, grandeza y respeto, claro que se podía obtener a base de fuerza, pero ella lo había obtenido todo a base de inteligencia, de astucia. ¿En que momento se había borrado todo aquello de su ser? ¿Estaba perdiendo los cabales? La rabia estaba por cegarla incluso más de la cuenta. Claro que iba a poder aniquilar a más de la mitad, pero eso representaba herirla y debilitarla de otra manera. No podía con todos, de alguna u otra manera iba a caer. ¡Ella lo sabía! Claro que lo sabía, la obviedad estaba frente a sus narices. Debía afrontarlo todo con dignidad, y por eso era momento de atacar.
Cuando la vampiresa arrancó la primera cabeza, lo que pasó a continuación no lo imaginó. ¿La naturaleza estaría de su lado? Claro que no. Aspiró el aroma y lo supo, estaba él ahí. Lo cual hizo ponerla de peor humor. Admitirle cosas a Craig resultaba ser un fastidio, además cuando el vampiro se empeñaba en cobrarle favores llegaba a ser completamente desagradable, lo que debía admitir era que no deseaba morir, y por esa razón se quedó parada recargada a un árbol observando todo el show. Se limitó a rodar los ojos al escucharle hablar.
— El estilo es lo de menos — Le reclamó sintiendo que su garganta le reclamaba la sangre que su cuerpo no tan muerto necesitaba. — Me pusiste en más de una ocasión en peores condiciones, así que no hagas referencia de mi deplorable estado y haz algo — Si, ni siquiera iba a comportarse sumisa con él, menos cuando la quería poner en vergüenza. Craig resultaba sin duda lo peor d desagradable ante sus ojos cuando se comportaba de esa forma. Era cierto que su relación era así, también que gustaban de humillar al otro, pero en ese instante no estaba de humor para aguantar a un idiota que no tenía nada que decirle. ¿O si? Lo cierto e que sí, él era la única criatura en la fas de la tierra que podía decir, opinar, aconsejar, y hacer o deshacer se ella. Era cómo su dueño sin el titulo por completo. Su líder sin llegar a seguirlo hasta el fin de los tiempos. Su amante sin tener que procurarlo solo a él. Lo era todo y al mismo tiempo nada. Se eran el todo del uno del otro sin etiquetas baratas que la sociedad imponía; eran libres siendo del otro.
— Se nota en tú cara que quieres te lo pague de una manera nada… moral — Le sonrió al tenerlo pegado, cuerpo contra cuerpo. — ¿A eso viniste? ¿A enseñarme que tus putas no pueden complacerte y extrañas mis atenciones? Porque tú sólo me salvas porque soy de tú interés ¿No es verdad? Sólo porque sacas provecho de mi… ¿Deberías ofenderme? — No, claro que no, en un principio era así con ellos, la gran necesidad que tenían del otro, el provecho que podían obtener con la compañía ajena, pero eso había cambiado, y sí, aunque lo negaran, era adictivo. Dejó caer los brazos a los costados sin querer tocarlo, aún la rabia acumulada la mantenía a la defensiva — Sigue tocando mis pechos, seguramente eso bastaría para pagarle a alguien como tú ¿no es así? — Se burló. ¿Qué otra cosa podía hacer? Aunque existía algo contraproducente, su tacto era más delicioso que incluso su simple presencia, y podría hacerla ceder con rapidez.
Movió sus manos para alcanzar los brazos del vampiro. Ante su tacto podría resultar cálida su piel. Le resultaba delicioso tenerlo cerca. Lo conocía por completo y no importaba porque podía seguir disfrutando de él como las primeras veces. Con las uñas ejerció presión haciendo que su piel se enrojeciera. Aplicó más fuerte y una linea de sangre apareció en cada lado. Debía ser rápida, y lo fue, pasó la lengua por la linea roja que caía de aquellas extremidades de su acompañante. Bebió de él un poco estaba sedienta. Necesitaba más.
— ¿Quieres una buena mamada, Craig? — No estaba acostumbrada a hablar de esa manera, incluso en su naturaleza salvaje resultaba alguien recato, sin embargo jugaba su mismo juego, y le daba lo que a él le gustaba. La fémina movió de nuevo sus manos para colocarlas sobre el miembro de la criatura, no tardó demasiado ejerciendo presión, porque su mano se adentró en la tela que cubría de su cintura para abajo. No tardó tiempo y comenzó a masturbar — Estoy segura que podrán venir más de ellos ¿te la chupo antes o después? — Preguntó pestañeando un poco, mordisqueando su labio inferior. Se impulsó y se ayudó con la punta de los pies para poder alcanzar por completo su rostro. — ¿Tienes otra cosa planeada? Si es así dímelo y no desperdicio mi tiempo jugando con tu pene — Comentó con tranquilidad y le lamió lo largo de los labios.
Cuando la vampiresa arrancó la primera cabeza, lo que pasó a continuación no lo imaginó. ¿La naturaleza estaría de su lado? Claro que no. Aspiró el aroma y lo supo, estaba él ahí. Lo cual hizo ponerla de peor humor. Admitirle cosas a Craig resultaba ser un fastidio, además cuando el vampiro se empeñaba en cobrarle favores llegaba a ser completamente desagradable, lo que debía admitir era que no deseaba morir, y por esa razón se quedó parada recargada a un árbol observando todo el show. Se limitó a rodar los ojos al escucharle hablar.
— El estilo es lo de menos — Le reclamó sintiendo que su garganta le reclamaba la sangre que su cuerpo no tan muerto necesitaba. — Me pusiste en más de una ocasión en peores condiciones, así que no hagas referencia de mi deplorable estado y haz algo — Si, ni siquiera iba a comportarse sumisa con él, menos cuando la quería poner en vergüenza. Craig resultaba sin duda lo peor d desagradable ante sus ojos cuando se comportaba de esa forma. Era cierto que su relación era así, también que gustaban de humillar al otro, pero en ese instante no estaba de humor para aguantar a un idiota que no tenía nada que decirle. ¿O si? Lo cierto e que sí, él era la única criatura en la fas de la tierra que podía decir, opinar, aconsejar, y hacer o deshacer se ella. Era cómo su dueño sin el titulo por completo. Su líder sin llegar a seguirlo hasta el fin de los tiempos. Su amante sin tener que procurarlo solo a él. Lo era todo y al mismo tiempo nada. Se eran el todo del uno del otro sin etiquetas baratas que la sociedad imponía; eran libres siendo del otro.
— Se nota en tú cara que quieres te lo pague de una manera nada… moral — Le sonrió al tenerlo pegado, cuerpo contra cuerpo. — ¿A eso viniste? ¿A enseñarme que tus putas no pueden complacerte y extrañas mis atenciones? Porque tú sólo me salvas porque soy de tú interés ¿No es verdad? Sólo porque sacas provecho de mi… ¿Deberías ofenderme? — No, claro que no, en un principio era así con ellos, la gran necesidad que tenían del otro, el provecho que podían obtener con la compañía ajena, pero eso había cambiado, y sí, aunque lo negaran, era adictivo. Dejó caer los brazos a los costados sin querer tocarlo, aún la rabia acumulada la mantenía a la defensiva — Sigue tocando mis pechos, seguramente eso bastaría para pagarle a alguien como tú ¿no es así? — Se burló. ¿Qué otra cosa podía hacer? Aunque existía algo contraproducente, su tacto era más delicioso que incluso su simple presencia, y podría hacerla ceder con rapidez.
Movió sus manos para alcanzar los brazos del vampiro. Ante su tacto podría resultar cálida su piel. Le resultaba delicioso tenerlo cerca. Lo conocía por completo y no importaba porque podía seguir disfrutando de él como las primeras veces. Con las uñas ejerció presión haciendo que su piel se enrojeciera. Aplicó más fuerte y una linea de sangre apareció en cada lado. Debía ser rápida, y lo fue, pasó la lengua por la linea roja que caía de aquellas extremidades de su acompañante. Bebió de él un poco estaba sedienta. Necesitaba más.
— ¿Quieres una buena mamada, Craig? — No estaba acostumbrada a hablar de esa manera, incluso en su naturaleza salvaje resultaba alguien recato, sin embargo jugaba su mismo juego, y le daba lo que a él le gustaba. La fémina movió de nuevo sus manos para colocarlas sobre el miembro de la criatura, no tardó demasiado ejerciendo presión, porque su mano se adentró en la tela que cubría de su cintura para abajo. No tardó tiempo y comenzó a masturbar — Estoy segura que podrán venir más de ellos ¿te la chupo antes o después? — Preguntó pestañeando un poco, mordisqueando su labio inferior. Se impulsó y se ayudó con la punta de los pies para poder alcanzar por completo su rostro. — ¿Tienes otra cosa planeada? Si es así dímelo y no desperdicio mi tiempo jugando con tu pene — Comentó con tranquilidad y le lamió lo largo de los labios.
Marishka Marquand- Vampiro Clase Alta
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Re: Endeble (+18) || Privado
Craig se echó a reír y lanzó, en forma de un sonoro y largo suspiro, la gran cantidad de aire que había estado conteniendo en los pulmones, mismo que ya no necesitaba para subsistir, pero que le era bastante útil cuando se trataba de dejar claro a otros que sus comentarios hostiles, en lugar de molestarle, comenzaban a aburrirlo.
—Ah, Marishka, mi querida y hermosa Marishka —pegó su cuerpo un poco más y acarició su cabello sedoso con naturalidad absoluta, aunque en realidad lo hiciera con la misma ironía con la que le hablaba—. A veces eres muy divertida, en serio. Me encantas, me fascina cuando juegas el papel de digna, pero te lo he dicho antes: no te queda, preciosa —rió con un júbilo malicioso, mofándose de ella—. Todos sabemos lo mujerzuela que eres, lo rápido que estas largas y maravillosamente torneadas piernas se abren ante la menor provocación. Yo en especial lo he comprobado, lo sé mejor que nadie.
La acorraló contra el árbol que tenía a sus espaldas y, aún con los dedos de una mano enterrados en su cabello, su mano libre resbaló hasta llegar a su entrepierna. Invadió su intimidad con rapidez y sus dedos la exploraron con maestría, haciendo a un lado la ropa interior, hasta lograr hundir dos de sus dedos en su interior. La sintió mojada, resbaladiza, como todas las veces que logró seducirla antes. ¿Esta sería la excepción?
—Así que de nada sirve que te esmeres en renegar de mi hombría, querida, porque ambos sabemos que en cuanto tienes esto adentro —cogió su mano y la condujo hasta su miembro, el cual presionó contra la mano de la vampira, obligándola a estrujarlo por encima del pantalón, lo que sin duda le produjo mucho morbo y placer—, empiezas a gritar como la perra que eres y darías lo que fuera con tal de que no te la sacara jamás.
La cercanía entre ambos cuerpos le permitía ver con claridad la mirada envenenada, sus ojos fijos en él, observándolo, odiándolo en silencio, probablemente con deseos incontenibles de arrancarle la cabeza, o, este caso, la verga. ¿Pero era ella capaz de semejante cosa, de atentar en contra de él, en especial después de haberle salvado el pellejo? Por supuesto que era capaz. Físicamente, nada se lo impedía: poseía fuerza y agilidad. Pero Craig dudaba mucho que se atreviera. Ya antes lo había intentado. Como buenos amantes poseedores de un carácter bastante similar, extraordinariamente orgulloso y explosivo, los roces estaban a la orden del día. En más de una ocasión Marishka se había lanzado sobre él, habían reñido, se habían lastimado, pero todas esas veces habían terminado arreglando sus diferencias follando como dos animales.
Por supuesto, el sexo con Marishka era maravilloso. Su salvajismo, su bestialidad, el talento natural que poseía para terminar convirtiendo besos y caricias en deliciosas agresiones físicas, lo volvían loco y le hacían alcanzar orgasmos magníficos. Ella también lo disfrutaba. El vampiro sabía que era demasiado orgullosa para admitirlo, pero estaba seguro de que lo consideraba uno de sus mejores amantes.
Craig empezaba a sentirse excitado. Encontrarse en el sitio menos indicado y saber que en cualquier momento podían llegar nuevos adversarios, para intentar matarlos, lejos de alterarlo, lograba ponerlo muy caliente. Le fascinaba mezclar placer con peligro; combinar sangre con fluidos corporales.
—Te vendría bien admitir lo mucho que te encanta mi verga —le susurró al oído, sin dejar de restregar su miembro contra la mano femenina—. ¿Acaso no es eso por lo que estás empapada? Debe ser molesto, ¿verdad?, renegar de algo y que tu cuerpo se empeñe en demostrar lo contrario.
—Ah, Marishka, mi querida y hermosa Marishka —pegó su cuerpo un poco más y acarició su cabello sedoso con naturalidad absoluta, aunque en realidad lo hiciera con la misma ironía con la que le hablaba—. A veces eres muy divertida, en serio. Me encantas, me fascina cuando juegas el papel de digna, pero te lo he dicho antes: no te queda, preciosa —rió con un júbilo malicioso, mofándose de ella—. Todos sabemos lo mujerzuela que eres, lo rápido que estas largas y maravillosamente torneadas piernas se abren ante la menor provocación. Yo en especial lo he comprobado, lo sé mejor que nadie.
La acorraló contra el árbol que tenía a sus espaldas y, aún con los dedos de una mano enterrados en su cabello, su mano libre resbaló hasta llegar a su entrepierna. Invadió su intimidad con rapidez y sus dedos la exploraron con maestría, haciendo a un lado la ropa interior, hasta lograr hundir dos de sus dedos en su interior. La sintió mojada, resbaladiza, como todas las veces que logró seducirla antes. ¿Esta sería la excepción?
—Así que de nada sirve que te esmeres en renegar de mi hombría, querida, porque ambos sabemos que en cuanto tienes esto adentro —cogió su mano y la condujo hasta su miembro, el cual presionó contra la mano de la vampira, obligándola a estrujarlo por encima del pantalón, lo que sin duda le produjo mucho morbo y placer—, empiezas a gritar como la perra que eres y darías lo que fuera con tal de que no te la sacara jamás.
La cercanía entre ambos cuerpos le permitía ver con claridad la mirada envenenada, sus ojos fijos en él, observándolo, odiándolo en silencio, probablemente con deseos incontenibles de arrancarle la cabeza, o, este caso, la verga. ¿Pero era ella capaz de semejante cosa, de atentar en contra de él, en especial después de haberle salvado el pellejo? Por supuesto que era capaz. Físicamente, nada se lo impedía: poseía fuerza y agilidad. Pero Craig dudaba mucho que se atreviera. Ya antes lo había intentado. Como buenos amantes poseedores de un carácter bastante similar, extraordinariamente orgulloso y explosivo, los roces estaban a la orden del día. En más de una ocasión Marishka se había lanzado sobre él, habían reñido, se habían lastimado, pero todas esas veces habían terminado arreglando sus diferencias follando como dos animales.
Por supuesto, el sexo con Marishka era maravilloso. Su salvajismo, su bestialidad, el talento natural que poseía para terminar convirtiendo besos y caricias en deliciosas agresiones físicas, lo volvían loco y le hacían alcanzar orgasmos magníficos. Ella también lo disfrutaba. El vampiro sabía que era demasiado orgullosa para admitirlo, pero estaba seguro de que lo consideraba uno de sus mejores amantes.
Craig empezaba a sentirse excitado. Encontrarse en el sitio menos indicado y saber que en cualquier momento podían llegar nuevos adversarios, para intentar matarlos, lejos de alterarlo, lograba ponerlo muy caliente. Le fascinaba mezclar placer con peligro; combinar sangre con fluidos corporales.
—Te vendría bien admitir lo mucho que te encanta mi verga —le susurró al oído, sin dejar de restregar su miembro contra la mano femenina—. ¿Acaso no es eso por lo que estás empapada? Debe ser molesto, ¿verdad?, renegar de algo y que tu cuerpo se empeñe en demostrar lo contrario.
Craig Ulrich- Condenado/Vampiro/Clase Media
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Re: Endeble (+18) || Privado
A veces creía que Craig era el único que la conocía por completo, otras veces, cómo esa, estaba más que consciente que eso no ocurría. Ella no era una “mujerzuela”, no del todo al menos, su interés iba fuera de lo que una buena polla le pudiera dar. Para ella lo importante eran las riquezas, las propiedades, el poder. ¿Por qué no lo comprendía? Él mismo le había enseñado el arte del hurto tiempo atrás, cuando se trataba de una pobre neófita, quizás la catalogaba de esa forma porque con él todo el tiempo se encontraba dispuesta, preparada, humedad y con ganas de chupar hasta decir basta. Aunque muy pocas veces eso ocurría. De igual forma no le molestaba que la llamara así, por el contrario, y es que segura estaba que para él podría ser la más arrastrada de todas. ¿Por qué mentir al respecto?
— ¿Y eso no te hace sentir especial? — Molestó dejándose mover con facilidad por él, dejando que la condujera cómo esa diminuta y frágil muñeca de trapo. Evidentemente era todo lo contrario — Me refiero a la disposición que tienes conmigo, las ventajas que te doy, el dejar que me desnudes, que me beses, que me toque, y más aún, que me metas eso que te cuelga entre las piernas — No, ninguno de los dos controlaba su lengua, no tenían códigos de amabilidad, eran esas dos criaturas salvajes que extrañamente se pertenecían aunque no tuvieran que apresarse, la relación perfecta por así decirlo, nada de atadoras, nada de reclamos, simplemente ellos, su placer, y ese cariño que ambos negaban tener por el otro. Tenían algo fuerte, único, que nada tenía que ver con la tontería social que todos aspiraban a tener — Debes sentirte honrado, disfruto cuando te tengo en mi boca ¿Ya lo vas a reconocer? — Sonrió de medio lado, había ella asegurado algo que nunca antes había dicho, que lo sabían pero que el orgullo no les dejaba pronunciar; se lo debía, le había salvado la inmortalidad.
Iban por buen camino. Picando al otro con palabras afiladas que se volvían puñales incrustados en la piel. Le encantaba la sensación de enfado, excitación y riesgo al estar con él. No podía sonreír, hacerlo era darle la razón, pero ¿para qué mentir con palabras? Su cuerpo la delataba, aunque pronunciarlo con fuerza doblegaba su orgullo. La vampiresa negó repetidas veces hacía él. Su palma al igual que sus dedos se encerraron tomando con firmeza aquel bien proporcionado falo. Lo apretujó por un momento cómo si quisiera estrangularlo, y luego sin miramientos sus uñas rasgaron parte de la piel del miembro. Por lo que pudo apreciar, la zona había sufrido daños, sus yemas lo sentían, y la expresión de ligero dolor en el rostro ajeno se lo confirmaba. Era buena fastidiando, interrumpiendo el momento, o mejor aún, estimulándolo.
— Pobre de ti… — Susurró sobre sus labios. Su rostro se movía burlón, sus ojos pestañeaban con inocencia, y su boca rozaba de forma suave e increíblemente erótica la piel de su barbilla. Su lengua filosa terminó por adentrarse en la cavidad bucal de la criatura, y se enroscó cual serpiente en la ajena. Movimientos precisos; asesinos. Mariska era un sin fin de emociones, acciones, y elementos que podían resultar contradictorios, pero era parte de eso lo que la volvía única y asquerosamente fascinante. Él lo sabía.
— Veamos, que tal sabes… — Retiró su mano con brusquedad, aún clavando las uñas, aunque sin ejercer la presión anterior. Se metió dos dedos a su boca sin dejar de verlo, y pasó su lengua entre sus dedos para saborear los restos que le quedaban entre los dedos de él. Al poco rato los retiró de su boca — Nada mal — Articuló.
Con maestría y sin perder demasiado tiempo, la joven le empujó la mano que invadía su intimidad. Lo cierto es que le fastidiaba tener que interrumpir ese delicioso toque que realizaba en ella. Debía compensarlo, premiarlo, o mejor dicho, pagarle por haber interferido en su casi absurdo y patético final. Movió sus manos con rapidez y con un movimiento rápido desabrochó su pantalón, no perdió tiempo. Dejo que cayera hasta que terminara en la tierra del bosque. Nada de ropa interior. Ya lo imaginaba. Se trataba de un desvergonzado que sólo buscaba donde meter el miembro. Debía admitir que eso le molestaba un poco. Gustaba de ser su amante, y siempre buscó ser la mejor en todo.
No fue necesario que Marishka tomara el miembro. La joven simplemente disfrutó de la completa erección que apuntaba hacía ella, hacía la nada. La joven se metió el falo con profundidad y dio una larga y profunda succión. Una de sus manos viajó hasta sus testículos los cuales estrujó con fuerza, pero no la suficiente para lastimar a su adversario. Movió la cabeza de arriba hacía abajo, y se sostuvo con las piernas dobladas, ella sosteniendo su peso en cuclillas, su mano libre se aferró a una de sus piernas. Movió el rostro para poder observarle, sonrió y la mezcla de saliva y sangre se notó en sus comisuras al sonreír con descaro. Le guiñó un ojo.
— ¿Y eso no te hace sentir especial? — Molestó dejándose mover con facilidad por él, dejando que la condujera cómo esa diminuta y frágil muñeca de trapo. Evidentemente era todo lo contrario — Me refiero a la disposición que tienes conmigo, las ventajas que te doy, el dejar que me desnudes, que me beses, que me toque, y más aún, que me metas eso que te cuelga entre las piernas — No, ninguno de los dos controlaba su lengua, no tenían códigos de amabilidad, eran esas dos criaturas salvajes que extrañamente se pertenecían aunque no tuvieran que apresarse, la relación perfecta por así decirlo, nada de atadoras, nada de reclamos, simplemente ellos, su placer, y ese cariño que ambos negaban tener por el otro. Tenían algo fuerte, único, que nada tenía que ver con la tontería social que todos aspiraban a tener — Debes sentirte honrado, disfruto cuando te tengo en mi boca ¿Ya lo vas a reconocer? — Sonrió de medio lado, había ella asegurado algo que nunca antes había dicho, que lo sabían pero que el orgullo no les dejaba pronunciar; se lo debía, le había salvado la inmortalidad.
Iban por buen camino. Picando al otro con palabras afiladas que se volvían puñales incrustados en la piel. Le encantaba la sensación de enfado, excitación y riesgo al estar con él. No podía sonreír, hacerlo era darle la razón, pero ¿para qué mentir con palabras? Su cuerpo la delataba, aunque pronunciarlo con fuerza doblegaba su orgullo. La vampiresa negó repetidas veces hacía él. Su palma al igual que sus dedos se encerraron tomando con firmeza aquel bien proporcionado falo. Lo apretujó por un momento cómo si quisiera estrangularlo, y luego sin miramientos sus uñas rasgaron parte de la piel del miembro. Por lo que pudo apreciar, la zona había sufrido daños, sus yemas lo sentían, y la expresión de ligero dolor en el rostro ajeno se lo confirmaba. Era buena fastidiando, interrumpiendo el momento, o mejor aún, estimulándolo.
— Pobre de ti… — Susurró sobre sus labios. Su rostro se movía burlón, sus ojos pestañeaban con inocencia, y su boca rozaba de forma suave e increíblemente erótica la piel de su barbilla. Su lengua filosa terminó por adentrarse en la cavidad bucal de la criatura, y se enroscó cual serpiente en la ajena. Movimientos precisos; asesinos. Mariska era un sin fin de emociones, acciones, y elementos que podían resultar contradictorios, pero era parte de eso lo que la volvía única y asquerosamente fascinante. Él lo sabía.
— Veamos, que tal sabes… — Retiró su mano con brusquedad, aún clavando las uñas, aunque sin ejercer la presión anterior. Se metió dos dedos a su boca sin dejar de verlo, y pasó su lengua entre sus dedos para saborear los restos que le quedaban entre los dedos de él. Al poco rato los retiró de su boca — Nada mal — Articuló.
Con maestría y sin perder demasiado tiempo, la joven le empujó la mano que invadía su intimidad. Lo cierto es que le fastidiaba tener que interrumpir ese delicioso toque que realizaba en ella. Debía compensarlo, premiarlo, o mejor dicho, pagarle por haber interferido en su casi absurdo y patético final. Movió sus manos con rapidez y con un movimiento rápido desabrochó su pantalón, no perdió tiempo. Dejo que cayera hasta que terminara en la tierra del bosque. Nada de ropa interior. Ya lo imaginaba. Se trataba de un desvergonzado que sólo buscaba donde meter el miembro. Debía admitir que eso le molestaba un poco. Gustaba de ser su amante, y siempre buscó ser la mejor en todo.
No fue necesario que Marishka tomara el miembro. La joven simplemente disfrutó de la completa erección que apuntaba hacía ella, hacía la nada. La joven se metió el falo con profundidad y dio una larga y profunda succión. Una de sus manos viajó hasta sus testículos los cuales estrujó con fuerza, pero no la suficiente para lastimar a su adversario. Movió la cabeza de arriba hacía abajo, y se sostuvo con las piernas dobladas, ella sosteniendo su peso en cuclillas, su mano libre se aferró a una de sus piernas. Movió el rostro para poder observarle, sonrió y la mezcla de saliva y sangre se notó en sus comisuras al sonreír con descaro. Le guiñó un ojo.
Marishka Marquand- Vampiro Clase Alta
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Re: Endeble (+18) || Privado
A simple vista, Marishka podía llegar a ser bastante engañosa. Aparentaba lo contrario a lo que en realidad era, y, definitivamente, en muchas ocasiones, esa era una de sus mejores armas. Poseía el cuerpo exquisito de una bailarina y un rostro juvenil de rasgos que aún podían considerarse infantiles; parecía tan frágil e inocente, que fácilmente podía pasar por una virgen inmaculada. Pero era todo lo contrario. Estaba lo suficientemente experimentaba. Ella sabía lo que hacía y, maldita sea, lo hacía bastante bien.
Craig experimentó un gran placer cuando ésta rodeó su miembro y comenzó a lamerlo como si se tratara de un largo y grueso caramelo. No obstante, él no solía conformarse con tan poco. Siempre quería más.
—Trágatela… —exigió con voz áspera.
Rodeó la cabeza de Marishka con sus manos, enredando sus dedos entre su cabello, y empujó hacia él. Primero suavemente, luego aumentando el ritmo, hasta convertirlo en furiosos movimientos que lograron que la boca de Marishka absorbiera todo su sexo, desapareciéndolo totalmente de su vista, llegando hasta lo más profundo de su garganta. ¡Qué manera de devorarlo! Craig estaba extasiado. La pervertida sensación que le brindaba saberse follando brutalmente a su amante por la boca, era avasalladora. Tensó el cuerpo, entreabrió los labios, y gimió como un animal sin dejar de empujar. Hubo un momento en el que ella quiso zafarse, pero él no se lo permitió hasta que se sintió satisfecho. Solo entonces vació su garganta, pero su intención era llenar otras cavidades.
—¿Qué tal te ha sabido eso?
La jaló del cabello y la estampó bruscamente contra el árbol. Le dio la vuelta hasta que la tuvo de espaldas y rápidamente apartó de su camino todas las prendas que significaban un obstáculo. Un par de perfectas y redondas nalgas quedaron a su merced, las cuales no dudó en abrir, dirigiendo toscamente su miembro al fondo de la vagina. Craig gruñó entre dientes de puro placer.
—¿Sabes? Es curioso. Te he metido la polla una y otra vez y aún no me he cansado de ti. Debe ser porque eres deliciosa. Eso es lo que eres, Marishka, un suculento pedazo de carne. Este coño es la única razón por la que los hombres y las mujeres se te acercan y quieren algo contigo —dijo mientras se aferraba a ella posesivamente, como si ese pedazo de carne del que hablaba, le perteneciera más que a cualquier otro. Nuevamente la embistió, enterrándose en ella más profundamente, haciéndola gemir de placer—. Todos quieren tenerte, poseerte, pero es a mí a quien perteneces. Dilo. Quiero escuchar que lo digas en voz alta. Admite que eres mi zorra y que estás encantada de serlo.
Craig experimentó un gran placer cuando ésta rodeó su miembro y comenzó a lamerlo como si se tratara de un largo y grueso caramelo. No obstante, él no solía conformarse con tan poco. Siempre quería más.
—Trágatela… —exigió con voz áspera.
Rodeó la cabeza de Marishka con sus manos, enredando sus dedos entre su cabello, y empujó hacia él. Primero suavemente, luego aumentando el ritmo, hasta convertirlo en furiosos movimientos que lograron que la boca de Marishka absorbiera todo su sexo, desapareciéndolo totalmente de su vista, llegando hasta lo más profundo de su garganta. ¡Qué manera de devorarlo! Craig estaba extasiado. La pervertida sensación que le brindaba saberse follando brutalmente a su amante por la boca, era avasalladora. Tensó el cuerpo, entreabrió los labios, y gimió como un animal sin dejar de empujar. Hubo un momento en el que ella quiso zafarse, pero él no se lo permitió hasta que se sintió satisfecho. Solo entonces vació su garganta, pero su intención era llenar otras cavidades.
—¿Qué tal te ha sabido eso?
La jaló del cabello y la estampó bruscamente contra el árbol. Le dio la vuelta hasta que la tuvo de espaldas y rápidamente apartó de su camino todas las prendas que significaban un obstáculo. Un par de perfectas y redondas nalgas quedaron a su merced, las cuales no dudó en abrir, dirigiendo toscamente su miembro al fondo de la vagina. Craig gruñó entre dientes de puro placer.
—¿Sabes? Es curioso. Te he metido la polla una y otra vez y aún no me he cansado de ti. Debe ser porque eres deliciosa. Eso es lo que eres, Marishka, un suculento pedazo de carne. Este coño es la única razón por la que los hombres y las mujeres se te acercan y quieren algo contigo —dijo mientras se aferraba a ella posesivamente, como si ese pedazo de carne del que hablaba, le perteneciera más que a cualquier otro. Nuevamente la embistió, enterrándose en ella más profundamente, haciéndola gemir de placer—. Todos quieren tenerte, poseerte, pero es a mí a quien perteneces. Dilo. Quiero escuchar que lo digas en voz alta. Admite que eres mi zorra y que estás encantada de serlo.
Craig Ulrich- Condenado/Vampiro/Clase Media
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Re: Endeble (+18) || Privado
Nadie tenía derecho a lastimarla. Para ella la violencia le traía recuerdos de una parte humana, que aunque escondida, en ocasiones la hacía olvidar su tranquilidad para volverse letal, sin embargo algo en ella recaía en lo enfermizo cuando se encontraba con Craig. Cuando lo veía no importaba la cantidad de golpes que podía recibir, todos y cada uno de ellos los disfrutaba, en ocasiones ella misma los generaba. Resultaba adictivo tener su mano estrujando su cuerpo, marcando su piel. Los azotes la ponían tan cachonda que dejaba que él los repartiera. Algo en la joven la llevaba a esos extremos, donde el dolor era parte del placer, y el placer la hacía volverse ella, simplemente ella, y nadie más. Su ambición se extinguía en medio de gemidos, el poder se lo arrebataban.
El cuerpo femenino se arqueó una vez más al sentir la invasión en su cavidad. Eso hizo que algunas heridas se fueran formando en su abdomen, en su vientre y en sus pechos. La vampiresa aferró sus manos al tronco, sus dedos se clavaron en la madera y en esa ocasión en vez de hacerse daño ella, fue el árbol quien sufrió los estragos. Separó un poco más las piernas para dejar que el invasor se moviera a su antojo, se dedicó a disfrutar de las sensaciones sin dejar de gemir con exigencia. Craig sabía cómo moverse, cómo llenarla de placer.
— No pienso decir eso — Sentenció con claridad. Su cadera subía y bajaba con fuerza. Se quiso abrazar del tronco pero apenas y podía moverse. El vampiro la tenía completamente a su merced — Suficiente es que te permita me la metas — No podía doblegarse, no más de la cuenta. Si le daba el dominio completo (incluso de sus pensamientos o voluntad), no sabría que sería la criatura de hacer con ella. Porque no dudaba en que era capaz de venderla más de mil veces con tal de tener ganancias. Gruñó, empujó con fuerza la cadera hacía atrás buscando que el cuerpo ajeno se separara de ella, pero parecía imposible. Tuvo que utilizar un poco más de fuerza, logrando que entre ambos se abriera una brecha.
El falo de Craig había quedado al aire libre. Aquello le dio tiempo a la vampiresa para poder girarse para tenerlo de frente. Su mirada salvaje dejaba en claro que no iba a ceder ante esas provocaciones, aunque si terminaba por satisfacerla cómo es debido quizás consideraría hacerlo. Él sabía que no sólo era follarla, sino también aceptar. Y si él aceptaba, ella también lo haría.
— Estás muy lejos, ven acá — Sin manos las dobló hacía atrás sosteniéndose del tronco del árbol. Estiró una de sus piernas para tomar la cintura masculina y atraerlo hacía ella. Se liberó; uno de los brazos que sostenían el tronco bajó a su cavidad para guiar el miembro a su entrada. Subo sus piernas a la cintura de la criatura y lo atrajo logrando que se clavara. La espalda femenina ya descansaba en el tronco del árbol. Ambos comenzaron a moverse con violencia. Demasiada violencia. La joven podía verlo, podía divertirse con sus gestos, de esa manera no podía ocultarle que lo estaba gozando demasiado. Con las piernas en la cintura ajena, y el movimiento violento de caderas comenzó a gemir. El placer y el encuentro apenas estaba empezando.
El cuerpo femenino se arqueó una vez más al sentir la invasión en su cavidad. Eso hizo que algunas heridas se fueran formando en su abdomen, en su vientre y en sus pechos. La vampiresa aferró sus manos al tronco, sus dedos se clavaron en la madera y en esa ocasión en vez de hacerse daño ella, fue el árbol quien sufrió los estragos. Separó un poco más las piernas para dejar que el invasor se moviera a su antojo, se dedicó a disfrutar de las sensaciones sin dejar de gemir con exigencia. Craig sabía cómo moverse, cómo llenarla de placer.
— No pienso decir eso — Sentenció con claridad. Su cadera subía y bajaba con fuerza. Se quiso abrazar del tronco pero apenas y podía moverse. El vampiro la tenía completamente a su merced — Suficiente es que te permita me la metas — No podía doblegarse, no más de la cuenta. Si le daba el dominio completo (incluso de sus pensamientos o voluntad), no sabría que sería la criatura de hacer con ella. Porque no dudaba en que era capaz de venderla más de mil veces con tal de tener ganancias. Gruñó, empujó con fuerza la cadera hacía atrás buscando que el cuerpo ajeno se separara de ella, pero parecía imposible. Tuvo que utilizar un poco más de fuerza, logrando que entre ambos se abriera una brecha.
El falo de Craig había quedado al aire libre. Aquello le dio tiempo a la vampiresa para poder girarse para tenerlo de frente. Su mirada salvaje dejaba en claro que no iba a ceder ante esas provocaciones, aunque si terminaba por satisfacerla cómo es debido quizás consideraría hacerlo. Él sabía que no sólo era follarla, sino también aceptar. Y si él aceptaba, ella también lo haría.
— Estás muy lejos, ven acá — Sin manos las dobló hacía atrás sosteniéndose del tronco del árbol. Estiró una de sus piernas para tomar la cintura masculina y atraerlo hacía ella. Se liberó; uno de los brazos que sostenían el tronco bajó a su cavidad para guiar el miembro a su entrada. Subo sus piernas a la cintura de la criatura y lo atrajo logrando que se clavara. La espalda femenina ya descansaba en el tronco del árbol. Ambos comenzaron a moverse con violencia. Demasiada violencia. La joven podía verlo, podía divertirse con sus gestos, de esa manera no podía ocultarle que lo estaba gozando demasiado. Con las piernas en la cintura ajena, y el movimiento violento de caderas comenzó a gemir. El placer y el encuentro apenas estaba empezando.
Marishka Marquand- Vampiro Clase Alta
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Re: Endeble (+18) || Privado
Craig no conocía el sexo de otra manera. Todo era follar, duro, sin piedad; poseer a la hembra, reclamarla como suya y, en medio del desbordante placer, exigir que ella lo aceptara como su amo, ya fuera por decisión propia u obligadas por él mismo. Le excitaba la humillación. Por eso disfrutaba del mismo modo cuando violaba a sus víctimas, ultrajándolas a su antojo. Con Marishka no era diferente, aunque ella, pese a que lo dejaba follarla a su antojo, sin necesidad de forzarla, jamás cedía; nunca lo complacía admitiendo todo lo que él exigía que le dijera. Tal vez por eso el sexo con ella se volvía más bien una especie de lucha en la cual buscaba dominarla, una guerra que se volvía imposible porque ambos deseaban salir victoriosos.
—Maldita zorra… —gruñó entre dientes cuando ella se rehúso, por milésima vez, a aceptar las bajezas que él le exigía.
Pero eso fue un impedimento para continuar con la lucha, tampoco lo fue para no acceder al cambio de posición que ella demandaba. Como pudo, Marishka logró liberarse del miembro masculino y se dio la vuelta. Lo miró con expresión felina, ardiendo en deseo, y sus perfectas piernas se abrieron, haciéndole la abierta invitación a seguir follándola. Se alzó y abrazó su cintura, atrayéndolo hacia sí. Craig no puso objeción y se abalanzó nuevamente sobre ella, atrajo sus caderas para amoldarlas con las suyas, y clavó toda la longitud de su erección en su coño mojado. La fricción le provocaba deliciosas sensaciones que ella también parecía experimentar, porque se mecía contra él, arqueándose hacia atrás, siguiendo su ritmo, salvaje y despiadado. Las fuertes embestidas pronto le anunciaron que estaba cerca, muy cerca de alcanzar el punto máximo de placer. Craig aceleró el ritmo esperando obtenerlo lo antes posible, y con la mirada localizó la arteria en el cuello de su amante, a la cual planeaba hincarle los colmillos en el momento en que el clímax llegara, de ese modo el orgasmo sería absolutamente real y exquisito
Pero nada de eso llegó a ocurrir. Cuando estuvo a punto de lograrlo, alguien les interrumpió. Las voces llegaron a ellos acompañadas del inconfundible olor de un montón de humanos. Ambos supieron que debían ser ellos, los malditos que minutos antes habían querido terminar con Marishka, y que parecían no haberse dado por vencidos. Peor aún, ahora eran más, pudieron comprobarlo cuando el grupo de veinte se reunió frente a ellos, a apenas unos diez o quince metros de distancia. Fue como recibir una gran jarra llena de agua fría sobre la cabeza. Craig resopló lleno de exasperación, poniendo fin a sus embestidas.
—Si hay algo que realmente me cabrea es que me interrumpan a medio polvo y no me dejen terminar —rugió completamente enfadado por la intromisión.
—¡Acaben a esas criaturas demoníacas en celo! —ordenó con voz potente uno de los hombres al resto de ellos, y las balas no se hicieron esperar.
Craig tuvo que arrancarse rápidamente del interior de Marishka, subirse los pantalones e idear un plan. Pero nada funcionaría. Estaban rodeados. Ni siquiera sabían si las balas eran de plata, ni era prudente quedarse a averiguarlo. Su única escapatoria era huir, como dos malditos cobardes. Craig bramó de pura rabia, les lanzó una mirada envenenada, y mostró sus colmillos, antes de tomar la mano de Marishka para obligarla a salir de allí.
Cuando llegaron a la casa –que era de Marishka-, azotó fuertemente la puerta. Entonces, la encaró. En su expresión endemoniada podía observarse con claridad que estaba cabreado como pocas veces lo había estado.
—¡Eres una mujer muy estúpida! —vociferó alzando la mano para señalarla en modo despectivo, juzgándola en serio—. ¿Te das cuenta lo que has provocado? Nos emboscaron, no uno, ni dos, casi dos docenas de ellos.
Marishka pareció restarle importancia a lo ocurrido.
—¡Mírame cuando te hablo, zorra estúpida! —le gritó al tiempo que le propinaba un bofetadón.
—Maldita zorra… —gruñó entre dientes cuando ella se rehúso, por milésima vez, a aceptar las bajezas que él le exigía.
Pero eso fue un impedimento para continuar con la lucha, tampoco lo fue para no acceder al cambio de posición que ella demandaba. Como pudo, Marishka logró liberarse del miembro masculino y se dio la vuelta. Lo miró con expresión felina, ardiendo en deseo, y sus perfectas piernas se abrieron, haciéndole la abierta invitación a seguir follándola. Se alzó y abrazó su cintura, atrayéndolo hacia sí. Craig no puso objeción y se abalanzó nuevamente sobre ella, atrajo sus caderas para amoldarlas con las suyas, y clavó toda la longitud de su erección en su coño mojado. La fricción le provocaba deliciosas sensaciones que ella también parecía experimentar, porque se mecía contra él, arqueándose hacia atrás, siguiendo su ritmo, salvaje y despiadado. Las fuertes embestidas pronto le anunciaron que estaba cerca, muy cerca de alcanzar el punto máximo de placer. Craig aceleró el ritmo esperando obtenerlo lo antes posible, y con la mirada localizó la arteria en el cuello de su amante, a la cual planeaba hincarle los colmillos en el momento en que el clímax llegara, de ese modo el orgasmo sería absolutamente real y exquisito
Pero nada de eso llegó a ocurrir. Cuando estuvo a punto de lograrlo, alguien les interrumpió. Las voces llegaron a ellos acompañadas del inconfundible olor de un montón de humanos. Ambos supieron que debían ser ellos, los malditos que minutos antes habían querido terminar con Marishka, y que parecían no haberse dado por vencidos. Peor aún, ahora eran más, pudieron comprobarlo cuando el grupo de veinte se reunió frente a ellos, a apenas unos diez o quince metros de distancia. Fue como recibir una gran jarra llena de agua fría sobre la cabeza. Craig resopló lleno de exasperación, poniendo fin a sus embestidas.
—Si hay algo que realmente me cabrea es que me interrumpan a medio polvo y no me dejen terminar —rugió completamente enfadado por la intromisión.
—¡Acaben a esas criaturas demoníacas en celo! —ordenó con voz potente uno de los hombres al resto de ellos, y las balas no se hicieron esperar.
Craig tuvo que arrancarse rápidamente del interior de Marishka, subirse los pantalones e idear un plan. Pero nada funcionaría. Estaban rodeados. Ni siquiera sabían si las balas eran de plata, ni era prudente quedarse a averiguarlo. Su única escapatoria era huir, como dos malditos cobardes. Craig bramó de pura rabia, les lanzó una mirada envenenada, y mostró sus colmillos, antes de tomar la mano de Marishka para obligarla a salir de allí.
Cuando llegaron a la casa –que era de Marishka-, azotó fuertemente la puerta. Entonces, la encaró. En su expresión endemoniada podía observarse con claridad que estaba cabreado como pocas veces lo había estado.
—¡Eres una mujer muy estúpida! —vociferó alzando la mano para señalarla en modo despectivo, juzgándola en serio—. ¿Te das cuenta lo que has provocado? Nos emboscaron, no uno, ni dos, casi dos docenas de ellos.
Marishka pareció restarle importancia a lo ocurrido.
—¡Mírame cuando te hablo, zorra estúpida! —le gritó al tiempo que le propinaba un bofetadón.
Craig Ulrich- Condenado/Vampiro/Clase Media
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Re: Endeble (+18) || Privado
El labio ajeno se abrió por culpa de bofetón que Craig le había propinado. La sangre que contenía el cuerpo de la vampiresa escurrió llegando hasta su barbilla, aunque claro, la herida volvió a cerrar con facilidad. Aquel golpe no le había dolido, sin embargo la aturdió, un vampiro puede sufrir heridas y dolores, siempre y cuando sea propinado por uno igual a él, o de una especie similar. La fémina se relamió los rastros de sí misma, sonrió complacida, porque incluso aquel liquido carmesí que salía de su interior sabía muy bien. Nadie podría negar aquello, al menos nadie que supera disfrutar del liquido sabor a metal.
Con cuidado acomodó su cabello, su mirada se posó al frente, y ambos se observaron por un largo rato. Mirar los ojos ajenos le borró la sonrisa, la puso en estado de mal humor. Marishka odiaba esa clase de golpes, la llevaban a un pasado que le recordaba un poco débil, y lo insignificante que fue en su vida humana, por eso para ella, un golpe de ese tipo era de las peores cosas que podían hacerle. ¡Se sentía muy indignada! Y por primera vez sintió ganas de no volver a regresar a él. Ninguno de los dos era una criatura sentimental, sin embargo Craig la había visto casi morir, y sabía lo que ello significaba. En su interior se sintió traicionada.
— ¿Crees que planee esto? — Semanas atrás ella había dejado a las afueras de París un escenario horroroso, en él se encontraban miles de cuerpos descuartizados, sin sangre, sin ojos, y algunos sin dedos, la cabeza en varias partes. Se había aburrido una noche y quiso crear un escándalo, mismo que buscó la forma de dejar pistas para ser acechada — Quizás sí, pero lo planeé para mi, Ulrich — Articuló, la voz de la vampiresa cargaba veneno, enojo, y odio — Tú no tenías nada que ver, no tienes porque rescatarme, si tanto te fastidia pudiste dejarme ahí — Articuló mientras avanzaba por aquella gran casa. Marishka seguía desnuda, pero no era algo que le molestara. Dio varias vueltas detrás de él.
Furiosa siempre se encontraba con él, pero no por eso iba a dejar que pasara por encima de ella. Marishka parecía que no iba a hacer nada más, sin embargo cuando se colocó frente a él, movió sus manos con rapidez, sus dedos se hundieron en la carne de la criatura, y tocaron lo que parecía había sido, o era su corazón. Lo estrujó con fuerza, y ambos cayeron al suelo, ella sin soltar aquel aparato que en la humanidad del vampiro, bombeaba sangre.
— ¿Por qué no me dejaste morir? — Movió la mano hundida en él, la movió buscando generarle dolor — No vuelvas a pegarme de esa forma, no en este tipo de situaciones, ¡Nunca jamas! — Le miró con tanto odio, que parecía la vampiresa estaba a punto de terminar con la inmortalidad de aquel que hubiera llegado a ser más que su amante, aunque quizás ahí radicaba el problema, no sólo era su amante, también su compañero, su confidente, y de cierta manera se pertenecían. La rabia de la chica estaba clara, sin embargo el deseo que él llegaba a provocarle, sin importar la situación, apareció. El cuerpo de la joven comenzó a moverse, su intimidad chocó contra la ajena, buscando hacerle reaccionar. ¿Dolor y placer? Sí, ella podía provocarle eso y más.
— Pídeme perdón, y dime ¿por qué te empeñas en salvarme? — Exigió volviendo a estrujar la zona que buscaba destruir.
Con cuidado acomodó su cabello, su mirada se posó al frente, y ambos se observaron por un largo rato. Mirar los ojos ajenos le borró la sonrisa, la puso en estado de mal humor. Marishka odiaba esa clase de golpes, la llevaban a un pasado que le recordaba un poco débil, y lo insignificante que fue en su vida humana, por eso para ella, un golpe de ese tipo era de las peores cosas que podían hacerle. ¡Se sentía muy indignada! Y por primera vez sintió ganas de no volver a regresar a él. Ninguno de los dos era una criatura sentimental, sin embargo Craig la había visto casi morir, y sabía lo que ello significaba. En su interior se sintió traicionada.
— ¿Crees que planee esto? — Semanas atrás ella había dejado a las afueras de París un escenario horroroso, en él se encontraban miles de cuerpos descuartizados, sin sangre, sin ojos, y algunos sin dedos, la cabeza en varias partes. Se había aburrido una noche y quiso crear un escándalo, mismo que buscó la forma de dejar pistas para ser acechada — Quizás sí, pero lo planeé para mi, Ulrich — Articuló, la voz de la vampiresa cargaba veneno, enojo, y odio — Tú no tenías nada que ver, no tienes porque rescatarme, si tanto te fastidia pudiste dejarme ahí — Articuló mientras avanzaba por aquella gran casa. Marishka seguía desnuda, pero no era algo que le molestara. Dio varias vueltas detrás de él.
Furiosa siempre se encontraba con él, pero no por eso iba a dejar que pasara por encima de ella. Marishka parecía que no iba a hacer nada más, sin embargo cuando se colocó frente a él, movió sus manos con rapidez, sus dedos se hundieron en la carne de la criatura, y tocaron lo que parecía había sido, o era su corazón. Lo estrujó con fuerza, y ambos cayeron al suelo, ella sin soltar aquel aparato que en la humanidad del vampiro, bombeaba sangre.
— ¿Por qué no me dejaste morir? — Movió la mano hundida en él, la movió buscando generarle dolor — No vuelvas a pegarme de esa forma, no en este tipo de situaciones, ¡Nunca jamas! — Le miró con tanto odio, que parecía la vampiresa estaba a punto de terminar con la inmortalidad de aquel que hubiera llegado a ser más que su amante, aunque quizás ahí radicaba el problema, no sólo era su amante, también su compañero, su confidente, y de cierta manera se pertenecían. La rabia de la chica estaba clara, sin embargo el deseo que él llegaba a provocarle, sin importar la situación, apareció. El cuerpo de la joven comenzó a moverse, su intimidad chocó contra la ajena, buscando hacerle reaccionar. ¿Dolor y placer? Sí, ella podía provocarle eso y más.
— Pídeme perdón, y dime ¿por qué te empeñas en salvarme? — Exigió volviendo a estrujar la zona que buscaba destruir.
Marishka Marquand- Vampiro Clase Alta
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Re: Endeble (+18) || Privado
El rostro de Marishka, cuya belleza era natural pero que la inmortalidad solo había logrado acentuar, adoptó una expresión felina que lo alertó sobre lo que vendría a continuación. Tal y como había imaginado, Marishka reaccionó a su agresión, y lo hizo justamente como debía, devolviéndole un poco del dolor que él solía –y disfrutaba- proveerle todo el tiempo. No era la primera vez que ocurría, al igual que el sexo salvaje, las provocaciones y confrontaciones eran una constante en sus vidas, un elemento que se había vuelto casi imprescindible entre las dos criaturas. Siempre terminaban igual, justo como lo habían hecho en el bosque, contra aquel árbol, mientras eran emboscados. Craig cayó al piso impactándose junto a su amante, haciendo que la casa temblara desde sus cimientos. Ella se las arregló para quedar sobre él y, aunque la mano ajena que estrujaba su pecho le estaba provocando un dolor bastante intenso y su rostro se contraía a consecuencia de la desgarradora sensación, el vampiro apretó los ojos con fuerza y explotó en medio de una ola de estridentes carcajadas. Algo no del todo inesperado.
—¿Pedirte perdón? —Apenas y logró articular en medio de las cínicas risotadas que inundaron la habitación y la hicieron retumbar, hasta que logró serenarse lo suficiente y pronunció con mayor claridad—. Lamento decepcionarte, preciosa, pero me temo que no vivirás lo suficiente para verlo —sentenció, completamente seguro de su amenaza.
El enfado de Marishka se incrementó con la insolente actitud del vampiro, así debió ser, porque enseguida la escuchó rugir y retorcer aún más la zona de su pecho que estaba torturando. Craig habría muerto en ese instante de haber sido un simple e insignificante humano, el pedazo de carne se habría arrancado con suma facilidad del resto de su cuerpo y ella habría podido sacarle el corazón sin el mayor problema para exhibirlo orgullosa como un trofeo, incluso para comerlo, pero aunque su cuerpo luciera como el de un mortal, al igual que el de ella poseía habilidades fuera de serie, entre ellas una resistencia extraordinaria a dolor y a las agresiones físicas. Craig lanzó un grito ahogado de dolor y apretó los ojos mientras arqueaba la espalda, retorciéndose por un momento, pero esto no logró intimidarlo. Por el contrario, empezaba a sentirse… excitado. El dolor lo incitaba y la prueba más latente de ello era la inminente erección que empezaba a tener lugar dentro de sus pantalones. Eso a Marishka no debía sorprenderle, lo conocía bien después de todo, debía saber que durante mucho tiempo había compartido techo con un degenerado cuya vida giraba en torno al sexo y el caos. ¿Acaso no era eso lo que más le atraía de él y la motivaba al mismo tiempo?
—Mira mis ojos, Marishka, míralos bien y dime: ¿realmente crees que te tengo miedo? —La retó cuando logró recomponerse—. En el fondo sabes que haces esto porque lo disfrutas, no porque realmente quieras joderme —le sostuvo la mirada, no la bajaría; aguantaría lo que tuviera que aguantar, fuerte, sereno ante el dolor—. ¿Por qué insistes con tus preguntas necias? ¿Acaso no lo he dejado ya lo suficientemente claro? ¿No has entendido que me perteneces? Ah, quizá algún día esa cabecita tuya llegue a funcionar como debería y finalmente entiendas que si alguien tiene el derechos sobre ti, incluso para asesinarte, ése soy yo. Nadie más. Solo yo puedo hacer contigo lo que me plazca… incluso esto.
La cogió toscamente por el cuello, rodó sobre su propio cuerpo arrastrando consigo el de Marishka, y logró cambiar la posición, ésta vez quedando ella aprisionada por su cuerpo, boca abajo, con la mejilla presionada contra el piso. La cogió salvajemente del cabello y tiró hacía atrás.
—Nunca luches contra mí —le advirtió—, porque te guste o no soy lo único que tienes. Nadie más arriesgaría el trasero por ti. A nadie le importas un carajo. Lo sabes, ¿verdad? Ahora vas a portarte bien y no me enfadarás, ¿verdad, Marishka? —le susurró junto al oído tras depositar un lascivo lengüetazo sobre él—. Te he hecho una pregunta —insistió demandante alzando el tono de voz—. Solamente di lo que sabes que quiero escuchar, terminemos con esto y quizá podamos continuar lo que nos fue abruptamente interrumpido por aquellos imbéciles del bosque. Sí, eso se me antoja.
—¿Pedirte perdón? —Apenas y logró articular en medio de las cínicas risotadas que inundaron la habitación y la hicieron retumbar, hasta que logró serenarse lo suficiente y pronunció con mayor claridad—. Lamento decepcionarte, preciosa, pero me temo que no vivirás lo suficiente para verlo —sentenció, completamente seguro de su amenaza.
El enfado de Marishka se incrementó con la insolente actitud del vampiro, así debió ser, porque enseguida la escuchó rugir y retorcer aún más la zona de su pecho que estaba torturando. Craig habría muerto en ese instante de haber sido un simple e insignificante humano, el pedazo de carne se habría arrancado con suma facilidad del resto de su cuerpo y ella habría podido sacarle el corazón sin el mayor problema para exhibirlo orgullosa como un trofeo, incluso para comerlo, pero aunque su cuerpo luciera como el de un mortal, al igual que el de ella poseía habilidades fuera de serie, entre ellas una resistencia extraordinaria a dolor y a las agresiones físicas. Craig lanzó un grito ahogado de dolor y apretó los ojos mientras arqueaba la espalda, retorciéndose por un momento, pero esto no logró intimidarlo. Por el contrario, empezaba a sentirse… excitado. El dolor lo incitaba y la prueba más latente de ello era la inminente erección que empezaba a tener lugar dentro de sus pantalones. Eso a Marishka no debía sorprenderle, lo conocía bien después de todo, debía saber que durante mucho tiempo había compartido techo con un degenerado cuya vida giraba en torno al sexo y el caos. ¿Acaso no era eso lo que más le atraía de él y la motivaba al mismo tiempo?
—Mira mis ojos, Marishka, míralos bien y dime: ¿realmente crees que te tengo miedo? —La retó cuando logró recomponerse—. En el fondo sabes que haces esto porque lo disfrutas, no porque realmente quieras joderme —le sostuvo la mirada, no la bajaría; aguantaría lo que tuviera que aguantar, fuerte, sereno ante el dolor—. ¿Por qué insistes con tus preguntas necias? ¿Acaso no lo he dejado ya lo suficientemente claro? ¿No has entendido que me perteneces? Ah, quizá algún día esa cabecita tuya llegue a funcionar como debería y finalmente entiendas que si alguien tiene el derechos sobre ti, incluso para asesinarte, ése soy yo. Nadie más. Solo yo puedo hacer contigo lo que me plazca… incluso esto.
La cogió toscamente por el cuello, rodó sobre su propio cuerpo arrastrando consigo el de Marishka, y logró cambiar la posición, ésta vez quedando ella aprisionada por su cuerpo, boca abajo, con la mejilla presionada contra el piso. La cogió salvajemente del cabello y tiró hacía atrás.
—Nunca luches contra mí —le advirtió—, porque te guste o no soy lo único que tienes. Nadie más arriesgaría el trasero por ti. A nadie le importas un carajo. Lo sabes, ¿verdad? Ahora vas a portarte bien y no me enfadarás, ¿verdad, Marishka? —le susurró junto al oído tras depositar un lascivo lengüetazo sobre él—. Te he hecho una pregunta —insistió demandante alzando el tono de voz—. Solamente di lo que sabes que quiero escuchar, terminemos con esto y quizá podamos continuar lo que nos fue abruptamente interrumpido por aquellos imbéciles del bosque. Sí, eso se me antoja.
Craig Ulrich- Condenado/Vampiro/Clase Media
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Re: Endeble (+18) || Privado
Marishka no conocía el amor, por consiguiente nunca lo había sentido, y por esa razón buscaba con desesperación el placer, y el dolor para saber que su existencia no era simple inercia. Lo único que existía en su interior se podría, y los sentimientos que experimentaba siempre iban de la mano de lo negativo. La felicidad la experimentaba de forma extraña, el claro ejemplo lo tenía frente a ella. Porque aunque resultaba que siempre se sentía humillada, también se sentía especial y única. Craig y ella compartían un vinculo tan enfermizo como sus necesidades, por eso su complemento era necesario.
Aunque ninguno de los dos lo aceptara. Si la existencia del otro desapareciera, no podrían seguir el camino, no tendrían motivo para una inmortalidad.
Así siempre iniciaban o terminaban los juegos. Desnudez, sangre, y mucho sexo. Se olían a grandes distancias, y aunque se herían, siempre se ayudaban. Marishka era imprudente, y quizás por eso él siempre la salvaba.
Más tarde que temprano, el cuerpo del inmortal terminaría por dominar el suyo. No importaba la fuerza que ella llegara a tener. Craig era más longevo que ella, además, sus maneras de ser tan salvajes doblegaban las técnicas elegantes que ella poseía, aunque pudiera ganarle, terminaba por ceder. Clavando las uñas en la madera alfombrada de la casa, la joven buscó liberar los agarres del vampiro, pero resultó imposible. La muchacha sentía la endurecida y gran erección de la criatura sobre sus nalgas. Quiso gemir, señal que le invitaba a invadirla, pero aquella noche su orgullo le estaba ganando, y en ocasiones por más que perdiera un buen polvo, prefería sentirse victoriosa. Él sabía que podía manejarle su figura, pocas veces doblegar su interior.
— ¿Y si te hago enojar? ¿Qué me harás? Ambos sabemos que no serías capaz de asesinarme, lo acabas de decir de forma indirecta, te importo, te preocupo, y sabes que al igual que yo, no tienes a nadie más que a mi, así que destruirme sería tú perdición — Se relamió los labios agrietados por la falta y perdida de sangre. Ella sabía que no la estaba viendo directamente a los ojos, sin embargo se conocían, así que Craig sabría que se estaba riendo. Ambos tan victoriosos como perdedores — Mis palabras no van a ceder, tampoco las tuyas, sólo nuestros cuerpos, mismos que cada vez dañamos con más ahínco, y al final gozamos. — Con la ayuda de sus brazos se ayudó para poder girar, sin importar que él aún le sostuviera el cabello. En ese momento ya se miraban a los ojos, el agarre en sus hebras cedió.
— Siempre estás molesto, ¿por qué debería retirar ese estado? Me diviertes más — ¿Habrían tenido un momento de tranquilidad? Un par de ellos, pero el caos reinaba en su unión, y habían olvidado como era estar con el otro sin gritar, golpear, o intentar doblegar. — Chúpamela — Le exigió sin dejar de mirarle. Movió sus manos bañadas en carmín. Una la pasó por el pecho ajeno, mismo que estaba ya casi sanado por completo, la otra la bajó por su abdomen desnudo, sus dedos abrieron aquellos labios femeninos que ansiaban por aquella lengua afilada. Nunca se negaban a seguir con aquel acto carnal. No podían. era demasiada su necesidad, además, quizás volverían estar lejos del otro por un largo tiempo, llenarse del otro resultaba una buena idea.
Marishka dejó de acariciar el pecho ajeno para enredar sus dedos en los cabellos ajenos, ejerció la fuerza que tenía para aproximarle su cabeza a su sexo. El temblor de su cuerpo la delataba. Necesitaba terminar aquello que había sido interrumpido.
Aunque ninguno de los dos lo aceptara. Si la existencia del otro desapareciera, no podrían seguir el camino, no tendrían motivo para una inmortalidad.
Así siempre iniciaban o terminaban los juegos. Desnudez, sangre, y mucho sexo. Se olían a grandes distancias, y aunque se herían, siempre se ayudaban. Marishka era imprudente, y quizás por eso él siempre la salvaba.
Más tarde que temprano, el cuerpo del inmortal terminaría por dominar el suyo. No importaba la fuerza que ella llegara a tener. Craig era más longevo que ella, además, sus maneras de ser tan salvajes doblegaban las técnicas elegantes que ella poseía, aunque pudiera ganarle, terminaba por ceder. Clavando las uñas en la madera alfombrada de la casa, la joven buscó liberar los agarres del vampiro, pero resultó imposible. La muchacha sentía la endurecida y gran erección de la criatura sobre sus nalgas. Quiso gemir, señal que le invitaba a invadirla, pero aquella noche su orgullo le estaba ganando, y en ocasiones por más que perdiera un buen polvo, prefería sentirse victoriosa. Él sabía que podía manejarle su figura, pocas veces doblegar su interior.
— ¿Y si te hago enojar? ¿Qué me harás? Ambos sabemos que no serías capaz de asesinarme, lo acabas de decir de forma indirecta, te importo, te preocupo, y sabes que al igual que yo, no tienes a nadie más que a mi, así que destruirme sería tú perdición — Se relamió los labios agrietados por la falta y perdida de sangre. Ella sabía que no la estaba viendo directamente a los ojos, sin embargo se conocían, así que Craig sabría que se estaba riendo. Ambos tan victoriosos como perdedores — Mis palabras no van a ceder, tampoco las tuyas, sólo nuestros cuerpos, mismos que cada vez dañamos con más ahínco, y al final gozamos. — Con la ayuda de sus brazos se ayudó para poder girar, sin importar que él aún le sostuviera el cabello. En ese momento ya se miraban a los ojos, el agarre en sus hebras cedió.
— Siempre estás molesto, ¿por qué debería retirar ese estado? Me diviertes más — ¿Habrían tenido un momento de tranquilidad? Un par de ellos, pero el caos reinaba en su unión, y habían olvidado como era estar con el otro sin gritar, golpear, o intentar doblegar. — Chúpamela — Le exigió sin dejar de mirarle. Movió sus manos bañadas en carmín. Una la pasó por el pecho ajeno, mismo que estaba ya casi sanado por completo, la otra la bajó por su abdomen desnudo, sus dedos abrieron aquellos labios femeninos que ansiaban por aquella lengua afilada. Nunca se negaban a seguir con aquel acto carnal. No podían. era demasiada su necesidad, además, quizás volverían estar lejos del otro por un largo tiempo, llenarse del otro resultaba una buena idea.
Marishka dejó de acariciar el pecho ajeno para enredar sus dedos en los cabellos ajenos, ejerció la fuerza que tenía para aproximarle su cabeza a su sexo. El temblor de su cuerpo la delataba. Necesitaba terminar aquello que había sido interrumpido.
Marishka Marquand- Vampiro Clase Alta
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Re: Endeble (+18) || Privado
El sexo de Marishka quedó expuesto ante la mirada lujuriosa de su amante. Él, que desde su vida como humano, a muy temprana edad, había dado señales de ser un degenerado, la miró atentamente, delineando con obsesivo detenimiento cada forma de la rosada cavidad que deseaba invadir. De manera instintiva, abrió un poco la boca y se pasó lentamente la punta de la lengua por el labio inferior, saboreándose antes de tiempo la deliciosa piel de Marishka. En ese preciso instante, los ojos del vampiro adquirieron un brillo diferente, perverso, tan lleno de lujuria que no podía dejar de mirar. Resultaba una invitación demasiado explícita como para rechazarla. No, definitivamente no iba a desairarla, no cuando su libido parecía imposible de controlar.
—¿Es eso lo que quieres, Marishka, que te folle como tanto te gusta? —preguntó, juguetón, con su voz áspera, mientras lentamente se iba dibujando en sus labios la sonrisa más maliciosa (y al mismo tiempo pícara) que ella hubiera presenciado—. Lo sé. Y ¿quién soy yo para no complacerte? Te daré lo que quieres. Lo haré… siempre y cuando me complazcas tú primero a mí —condicionó.
Craig siempre parecía tener prisa, casi nunca se daba el tiempo de seducirla, de excitarla, de enloquecerla con inusuales y perversas peticiones; siempre la poseía rápido, la penetraba salvajemente y daba por terminada la sesión al alcanzar el clímax. Y es que así era Craig, impulsivo, violento, pero desde luego ella no era la única que podía jugar con él, e iba a demostrárselo. La miró fijamente y la perversa sonrisa se borró, adoptando al instante un semblante de morbosidad absoluta.
—Quiero que bajes tus manos y te abras para mí. Quiero ver más. Mucho más. —Desde luego, no era una petición, por lo que negarse no era una opción. Marishka lo miró y él reconoció en ella algo intangible, algo perverso, algo que los conectaba de una manera casi inexplicable. Estaban hechos de lo mismo—. Hazlo Marishka, ábrete toda para que pueda verte, usa los malditos dedos —añadió cambiando el tono a uno mucho más dominante.
Y ella obedeció. Aunque es probable que lo haya hecho porque le resultaba tan excitante como a él la obscena petición, no por simple sumisión. No, Marishka no era de las que se dejaban doblegar, él lo sabía. Si cedía en algo, era porque quería ceder, y porque en el fondo esperaba obtener algo a cambio, satisfacción sexual, por ejemplo. La observó bajar las manos y después separar su carne, abriéndola para él, mostrándole la amplia entrada de su profundo canal. Estaba completamente expuesta, sin nada que dejar a la imaginación. Craig se deleitó como nunca viendo cómo deslizaba sus delgados y largos dedos entre los pliegues que se iban humedeciendo.
—Muy hermoso —pronunció de pronto, más para sí mismo que para ella. Y, aunque por fuera su piel siguiera tan fría como un témpano de hielo, sentía que lo recubría un torrente de lava por dentro—. Haz hecho un buen trabajo, haz sido obediente. Solo por eso voy a darte lo que tanto deseas.
Sin decir una palabra más, se aproximó a su sexo, agachó la cabeza y la hundió entre sus piernas. Sintió cómo Marishka las abría más para recibirlo cuando éste pegó sus labios contra su coño y comenzó a lamerlo, mordisquearlo y succionarlo. Su saliva llenó la cavidad femenina y posteriormente la absorbió, lamiendo también la humedad que provenía de su vagina. La devoró vorazmente. Nada más importaba en ese instante. Nada, excepto la satisfacción.
—¿Es eso lo que quieres, Marishka, que te folle como tanto te gusta? —preguntó, juguetón, con su voz áspera, mientras lentamente se iba dibujando en sus labios la sonrisa más maliciosa (y al mismo tiempo pícara) que ella hubiera presenciado—. Lo sé. Y ¿quién soy yo para no complacerte? Te daré lo que quieres. Lo haré… siempre y cuando me complazcas tú primero a mí —condicionó.
Craig siempre parecía tener prisa, casi nunca se daba el tiempo de seducirla, de excitarla, de enloquecerla con inusuales y perversas peticiones; siempre la poseía rápido, la penetraba salvajemente y daba por terminada la sesión al alcanzar el clímax. Y es que así era Craig, impulsivo, violento, pero desde luego ella no era la única que podía jugar con él, e iba a demostrárselo. La miró fijamente y la perversa sonrisa se borró, adoptando al instante un semblante de morbosidad absoluta.
—Quiero que bajes tus manos y te abras para mí. Quiero ver más. Mucho más. —Desde luego, no era una petición, por lo que negarse no era una opción. Marishka lo miró y él reconoció en ella algo intangible, algo perverso, algo que los conectaba de una manera casi inexplicable. Estaban hechos de lo mismo—. Hazlo Marishka, ábrete toda para que pueda verte, usa los malditos dedos —añadió cambiando el tono a uno mucho más dominante.
Y ella obedeció. Aunque es probable que lo haya hecho porque le resultaba tan excitante como a él la obscena petición, no por simple sumisión. No, Marishka no era de las que se dejaban doblegar, él lo sabía. Si cedía en algo, era porque quería ceder, y porque en el fondo esperaba obtener algo a cambio, satisfacción sexual, por ejemplo. La observó bajar las manos y después separar su carne, abriéndola para él, mostrándole la amplia entrada de su profundo canal. Estaba completamente expuesta, sin nada que dejar a la imaginación. Craig se deleitó como nunca viendo cómo deslizaba sus delgados y largos dedos entre los pliegues que se iban humedeciendo.
—Muy hermoso —pronunció de pronto, más para sí mismo que para ella. Y, aunque por fuera su piel siguiera tan fría como un témpano de hielo, sentía que lo recubría un torrente de lava por dentro—. Haz hecho un buen trabajo, haz sido obediente. Solo por eso voy a darte lo que tanto deseas.
Sin decir una palabra más, se aproximó a su sexo, agachó la cabeza y la hundió entre sus piernas. Sintió cómo Marishka las abría más para recibirlo cuando éste pegó sus labios contra su coño y comenzó a lamerlo, mordisquearlo y succionarlo. Su saliva llenó la cavidad femenina y posteriormente la absorbió, lamiendo también la humedad que provenía de su vagina. La devoró vorazmente. Nada más importaba en ese instante. Nada, excepto la satisfacción.
Craig Ulrich- Condenado/Vampiro/Clase Media
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Re: Endeble (+18) || Privado
Nunca nada era correcto con ellos. Ni siquiera la forma en que se dirigían la palabra después de mucho tiempo sin verse. El sexo no era la excepción. Aunque eran dos amantes violentos, existían limites, aunque estaba en claro que para ellos no existía. La excitación pasaba a un punto de exigencia extrema, y la seducción se volvía un torrente lleno de vulgaridad y pecado. No se respetaban, aunque se protegían. Su relación resultaba tan extraña, que ni siquiera ellos mimos podían llegar a comprenderlo, sin embargo de algo estaban claros. La existencia del otro no podría ser sino estuvieran juntos de vez en cuando. Se eran necesarios.
Para ella el sexo era el punto de unión más grande que podría existir, uno que raramente compartir con alguien, a pesar de su alto apetito sexual, y es que nadie le era suficientemente digno. Craig era el único ser con el que lo había hecho más de una vez, y con el que siempre disfrutaba, exigía, y sabía le pertenecía. Aunque el pene del vampiro visitara otras cavidades, si ella lo deseaba y necesitaba una noche, estaba segura que él lo sabría, y se encontrarían para coger como animales. Su elegancia, su inteligencia, y su análisis pasaba a segundo termino siempre que se encontraba con él. Se volvían lo que eran, dos criaturas dispuestas a saciar sus más bajos instintos.
Juguetear con su intimidad nunca le pareció un problema, nada fuera de lo común, pero sí lo hacía para él resultaba emocionante.
Marishka se excitaba de sólo pensar que tendría aquella boca en su interior. Su cuerpo lo exigía, y se notaba por la forma en que llegaba a temblar. Una reacción que parecía humana, pero que carecía de serlo.
El cuerpo de Marishka se arqueó por completo, tanto que su espalda chocó contra alguna levadura que atravesó su piel. No se quejó, porque el dolor le resultaba incluso más excitante, era la cereza del pastel de cada acto sexual que tenían. Una de sus manos empujó la cabeza del vampiro, lo hizo hundirse por completo en su intimidad. Su deseo incrementaba, y su placer se estaba convirtiendo en orgasmo, aunque no llegaba a un punto máximo. Con Craig había conocido un orgasmo prolongado, sabía que él con ella también. Aunque ninguno se doblegaba, los dos buscaban darse el mismo placer, por eso funcionaban, porque pese a todo se daban lo mismo, y se sabían eran un igual. Nadie más, nadie menos.
La humedad de la vampiresa incrementó, y se dejó ir por completo, llenando la boca del vampiro de ella. Escuchaba con claridad como absorbía su esencia, como buscaba la manera de beber todo de ella, y eso le fascinaba. Podrían seguir horas así, estaba segura de eso. Acomodó su cuerpo, y con las piernas lo movió para que se recostara sobre ella y la mirara. El rostro de Craig brillaba por su culpa, y eso le encantaba, además que la sonrisa de la criatura, y la mirada bajo la luna llena lo hacía ver más letal aún. Negó un par de veces, se notaba divertida, complacida, pero no satisfecha, le faltaba mucho más para estarlo.
— Dime, esta vez ¿cuánto tiempo follaremos? ¿Una semana? ¿Más que eso? Porque sé que quieres más, lo noto, y yo también lo quiero — Sonrió con malicia, necesitaba más de él, y él debía de dárselo, porque se estaba comportando de forma complaciente, y ella pocas veces lo hacía.
Para ella el sexo era el punto de unión más grande que podría existir, uno que raramente compartir con alguien, a pesar de su alto apetito sexual, y es que nadie le era suficientemente digno. Craig era el único ser con el que lo había hecho más de una vez, y con el que siempre disfrutaba, exigía, y sabía le pertenecía. Aunque el pene del vampiro visitara otras cavidades, si ella lo deseaba y necesitaba una noche, estaba segura que él lo sabría, y se encontrarían para coger como animales. Su elegancia, su inteligencia, y su análisis pasaba a segundo termino siempre que se encontraba con él. Se volvían lo que eran, dos criaturas dispuestas a saciar sus más bajos instintos.
Juguetear con su intimidad nunca le pareció un problema, nada fuera de lo común, pero sí lo hacía para él resultaba emocionante.
Marishka se excitaba de sólo pensar que tendría aquella boca en su interior. Su cuerpo lo exigía, y se notaba por la forma en que llegaba a temblar. Una reacción que parecía humana, pero que carecía de serlo.
El cuerpo de Marishka se arqueó por completo, tanto que su espalda chocó contra alguna levadura que atravesó su piel. No se quejó, porque el dolor le resultaba incluso más excitante, era la cereza del pastel de cada acto sexual que tenían. Una de sus manos empujó la cabeza del vampiro, lo hizo hundirse por completo en su intimidad. Su deseo incrementaba, y su placer se estaba convirtiendo en orgasmo, aunque no llegaba a un punto máximo. Con Craig había conocido un orgasmo prolongado, sabía que él con ella también. Aunque ninguno se doblegaba, los dos buscaban darse el mismo placer, por eso funcionaban, porque pese a todo se daban lo mismo, y se sabían eran un igual. Nadie más, nadie menos.
La humedad de la vampiresa incrementó, y se dejó ir por completo, llenando la boca del vampiro de ella. Escuchaba con claridad como absorbía su esencia, como buscaba la manera de beber todo de ella, y eso le fascinaba. Podrían seguir horas así, estaba segura de eso. Acomodó su cuerpo, y con las piernas lo movió para que se recostara sobre ella y la mirara. El rostro de Craig brillaba por su culpa, y eso le encantaba, además que la sonrisa de la criatura, y la mirada bajo la luna llena lo hacía ver más letal aún. Negó un par de veces, se notaba divertida, complacida, pero no satisfecha, le faltaba mucho más para estarlo.
— Dime, esta vez ¿cuánto tiempo follaremos? ¿Una semana? ¿Más que eso? Porque sé que quieres más, lo noto, y yo también lo quiero — Sonrió con malicia, necesitaba más de él, y él debía de dárselo, porque se estaba comportando de forma complaciente, y ella pocas veces lo hacía.
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