AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Todo había trascurrido con naturalidad durante estos años. El peso de mis labores cotidianas me habían ayudado a sobrellevar la perdida de todos ellos en tan poco tiempo, en un abrir y cerrar de ojos me arrebataron todo, estaba solo nuevamente como siempre habría querido estar, cuando las ordenes y consejos de mi padre eran un lastre sobre mis hombros, no tenía idea de lo mucho que estaba perdiendo con mi actitud idiota. Me entregué a tocar para ellos, sinfonías teñidas de dolor y un remordimiento de cual no me he podido deshacer hasta la fecha, la servidumbre solía aplaudir cada vez que yo terminaba mis ejecuciones, pero no esta vez, no quería a nadie cerca.
Disfrute tocar aquellas piezas a solas, conversé con Minna durante este acto, lloré su pérdida y le pedí perdón por mis actos de inmadurez. Escribí a mi padre y visité la tumba de Eugenia, mi madre, fueron días grises. Me estaba dando vueltas en la cabeza, la simple idea de conocer a quien fuera mi prometida antes de que yo conociera a Minna nunca fue importante para mí. Desde mi llegada a París me había estado preguntando si con aquella mujer yo hubiera tenido un futuro distinto, si me hubiera convertido en un mejor hombre y dejar de ser aquel chico rebelde e insensato que jugaba a ser adulto. Tomé la decisión de ponerme en contacto con ella nuevamente.
Había tenido respuesta de su parte, así que acordé conocerla finalmente. Asistir a eventos y bailes nunca habían sido de mi total agrado, pero en esta ocasión haría una excepción, le pedí al mayordomo que me ayudara a elegir la vestimenta indicada para la ocasión, me sentí extraño, como un chiquillo que depende de alguien más para tomar sus decisiones ya que Minna se había encargado de esto en aquel entonces. Un traje sencillo en tonalidades oscuras y sobrias, la camisa apenas resaltaba el color de mi piel, sobre mis hombros una gabardina en tonos rojizos que me protegía de las tenues ráfagas de viento que se colaban de vez en cuando.
Subí a la carroza y durante el trayecto mi mis memorias flotaron aleatoriamente, inundaron el pequeño espacio de mi privacidad para ahogarme en sus densas aguas turbias, una vez más caía sobre la palma de aquellos deseos de cosas imposibles que no iban a regresar. El conductor me advirtió que habíamos llegado, me despedí de él y me interné en el amplio salón donde el baile estaba por dar inicio. Mi mirada buscaba entre la multitud a aquella mujer que yo había construido en mi mente, la música exquisita del cello lo inundaba todo, múltiples personalidades aquí y allá compartiendo un saludo, no tenían por qué enterarse quien era yo realmente así que me limité a ser parte de aquel festejo.
Me mantuve de pie a lado de la enorme escalinata en forma de caracol, vislumbré el tapiz y los gigantescos candelabros que pendían del techo, un par de damas muy hermosas se acercaron a mí para saludarme.-Conde De Gaudí.- Besé el dorso de sus manos amablemente y siguieron su camino. Parecía ser imposible ocultarme esta noche, que más daba, la pieza que se ejecutaba estaba por termina para dar inicio al baile de apertura, no estaba seguro de como luciría ella, no había reparado en acentuar ese tipo de detalles. Un silencio sepulcral cayó de repente, yo me encontraba distraído, no había notado que la mirada de alguien en la distancia se había clavado en mí.
Disfrute tocar aquellas piezas a solas, conversé con Minna durante este acto, lloré su pérdida y le pedí perdón por mis actos de inmadurez. Escribí a mi padre y visité la tumba de Eugenia, mi madre, fueron días grises. Me estaba dando vueltas en la cabeza, la simple idea de conocer a quien fuera mi prometida antes de que yo conociera a Minna nunca fue importante para mí. Desde mi llegada a París me había estado preguntando si con aquella mujer yo hubiera tenido un futuro distinto, si me hubiera convertido en un mejor hombre y dejar de ser aquel chico rebelde e insensato que jugaba a ser adulto. Tomé la decisión de ponerme en contacto con ella nuevamente.
Había tenido respuesta de su parte, así que acordé conocerla finalmente. Asistir a eventos y bailes nunca habían sido de mi total agrado, pero en esta ocasión haría una excepción, le pedí al mayordomo que me ayudara a elegir la vestimenta indicada para la ocasión, me sentí extraño, como un chiquillo que depende de alguien más para tomar sus decisiones ya que Minna se había encargado de esto en aquel entonces. Un traje sencillo en tonalidades oscuras y sobrias, la camisa apenas resaltaba el color de mi piel, sobre mis hombros una gabardina en tonos rojizos que me protegía de las tenues ráfagas de viento que se colaban de vez en cuando.
Subí a la carroza y durante el trayecto mi mis memorias flotaron aleatoriamente, inundaron el pequeño espacio de mi privacidad para ahogarme en sus densas aguas turbias, una vez más caía sobre la palma de aquellos deseos de cosas imposibles que no iban a regresar. El conductor me advirtió que habíamos llegado, me despedí de él y me interné en el amplio salón donde el baile estaba por dar inicio. Mi mirada buscaba entre la multitud a aquella mujer que yo había construido en mi mente, la música exquisita del cello lo inundaba todo, múltiples personalidades aquí y allá compartiendo un saludo, no tenían por qué enterarse quien era yo realmente así que me limité a ser parte de aquel festejo.
Me mantuve de pie a lado de la enorme escalinata en forma de caracol, vislumbré el tapiz y los gigantescos candelabros que pendían del techo, un par de damas muy hermosas se acercaron a mí para saludarme.-Conde De Gaudí.- Besé el dorso de sus manos amablemente y siguieron su camino. Parecía ser imposible ocultarme esta noche, que más daba, la pieza que se ejecutaba estaba por termina para dar inicio al baile de apertura, no estaba seguro de como luciría ella, no había reparado en acentuar ese tipo de detalles. Un silencio sepulcral cayó de repente, yo me encontraba distraído, no había notado que la mirada de alguien en la distancia se había clavado en mí.
Última edición por Mariano De Gaudí el Miér Jul 30, 2014 2:05 am, editado 2 veces
Luis Felipe de Castilla- Realeza Española
- Mensajes : 189
Fecha de inscripción : 19/05/2014
Re: Encontrarte [Privado]
- Vestimenta:
Encontrarte [Privado]
♥
Amo la noche con pasión. La amo, como uno ama a su país o a su amante, con un amor instintivo, profundo, invencible. La amo con todos mis sentidos, con mis ojos que la ven, con mi olfato que la respira, con mis oídos que escuchan su silencio, con toda mi carne que las tinieblas acarician. Las alondras cantan al sol, en el aire azul, en el aire caliente, en el aire ligero de la mañana clara. El búho huye en la noche, sombra negra que atraviesa el espacio negro, y alegre, embriagado por la negra inmensidad, lanza su grito vibrante y siniestro. El día me cansa y me aburre. Es brutal y ruidoso. Me levanto con esfuerzo, me visto con desidia y salgo con pesar, y cada paso, cada movimiento, cada gesto, cada palabra, cada pensamiento me fatiga como si levantara una enorme carga.
Pero cuando el sol desciende, una confusa alegría invade todo mi cuerpo. Me despierto, me animo. A medida que crece la sombra me siento distinta, más joven, más fuerte, más activo, más feliz…pero, oh, hoy no era como todas aquellas noches en las que deseaba encontrarme. Esta noche iríamos, yo con mi familia a uno de múltiples eventos en los que madre me enrolaría con los múltiples pretendientes, con muchos muchachos que miran descaradamente mi escote. Si replicaba de aquello a mi madre, le daría una alegría, pero no se la quería dar.
En la crónica de un periódico acabo de leer un drama pasional. Uno que ha matado y se ha matado después; es decir, uno que amaba. ¿Qué importan él y ella? Sólo su amor importa; y no porque me enternezca, ni porque me asombre, ni porque me conmueva ni me haga soñar, sino porque evoca en mí un recuerdo, el recuerdo extraño de una cacería en que se me apareció el amor como se aparecían a los primeros cristianos cruces misteriosas en la serenidad de los cielos.
Mi primo, un buen mozo de cuarenta años, con mucha vida en el cuerpo, bruto y semi civilizado, de alegre carácter, dotado de ese espíritu gaulois que tan agradablemente vela las deficiencias del ingenio, vivía en una especie de cortijo con aires de castillo señorial, escondido en un amplio valle que se relataba en historias familiares que tenían oculta una gran torre de marfil en donde guardaba a sus vírgenes presas y cautivas, donde les daba todos los caprichos que ellas quisieran o y a cambio, él mismo obtenía esa sangre virgen y pura, vivaz y bien cosechada.
Me estremecí aún sobre la cama. Apenas terminada la comida, me eché en la cama y me quedé dormida, mirando las llamas que regocijaban la chimenea. A las tres en punto me despertaron y me leyendo el periódico me quede. No me había levantado y se me haría tarde para la recepción o el evento que en pocas horas tuviera lugar dentro del Palacio Royal. Un hermoso vestido me vestiría de los pies hasta la cabeza –incluyendo joyería- y un hermoso peinado, un moño en alto adornado con pedrería y hermosos adornos bañados en oro puro. Guantes de terciopelo carmesí y un toque de maquillaje especial para la vida nocturna. Era de tarde, el sol ya se escondía con lentitud tras la franja del horizonte.
Me sentía animada, confusa por querer desaparecer entre tanta sombra, pero ahora en ese momento no quería encontrarme con el futuro. Madre me comento que ocurrirían cosas que yo jamás podría pensar o imaginar simplemente. También me dijo que tuviera la menta mucho más abierta, pero ¿Es que acaso no era eso mismo lo que hacía desde que empecé a andar en pañales? Temía la personalidad de las personas que me encontrara en esa fiesta y mucho más temor me entró al saber que mi padrino, aquel que si yo escogía la vida de la inmortalidad me convertiría, no iba a estar entre los presentes. Estaría completamente a merced de la gata caprichosa de placer, egocentrismo y me llevaría de aquí para allá, como si de mí cuello colgara una correa invisible.
-Señorita Montalvo…-Murmuro Rosa María a mis espaldas, temiendo despertar mi furia por si estaba soñando despierta -….El carruaje espera junto a su madre…-Las últimas palabras fueron dichas con tranquilidad antes de que diera la vuelta sobre sus pies y saliera de la habitación con Patricia aun dentro de la habitación.
-Por favor, Dios mío…-Junte mis manos a modo de plegaria, observando el cristo que colgaba de la pared -…Simplemente, dame fuerzas para seguir…-Murmure para mí misma aunque estuviera prácticamente desesperada. ¿Era mucho pedir tener una vida propia? ¿Poder tener aquel a quien amar sin tener que seguir más relaciones o dictaduras de familia? No podía hacer mucho más.
Simplemente me jacté y decidí ir hacia el carruaje que finalmente estaría más desesperado que yo misma. El camino hacia el palacio fue silencioso. No hablé palabra con mi madre o mi padre o con alguna de mis doncellas, pero ¿De que hablábamos? Si hablaba, la conversación se volvía apasionada y alguien saldría ofendido o herido. No quería que alguien comenzara una conversación para después salir perdiendo, pero es que con mi madre, siendo de donde viene, le enerva que yo misma no haya salido a ella, tan preocupada por la vida exterior que por la interior, aunque ¿Por qué debe de preocuparse cuando ya está muerta por dentro y viva por dentro? La vida que mi madre había escogido para seguir con vida, me pareció algo prematuro e insensato.
Y, finalmente al llegar a la sala de baile, mi madre se adelantó varios pasos por delante hasta pararse frente a alguien a quien llamo de Conde. Entonces la piel se me puso de gallina, mi saliva se hizo una bola en la garganta impidiéndome hablar, teniendo la mirada fija en aquel hombre de mirada apagada. De algún modo, culpable me sentía por si estaba un poco incómodo. Yo no lo estaba, pero podría sentirme empatizada con el “conde” si pensaba demasiado en él. Decidí seguir de lejos los pasos de mi madre, pero ella, siendo como era, me miro en la distancia y me insto en que me presentara aquel que saludo. ¿Co-como se presentaba ante un Conde? S-Se me acaba de olvidar en este mismo instante…no sé cómo actuar. Me iré y mis pasos dieron media vuelta, atravesando las grandes puertas de madera para encontrarme en los solitarios y enormes pasillos de aquel palacio.
Pero cuando el sol desciende, una confusa alegría invade todo mi cuerpo. Me despierto, me animo. A medida que crece la sombra me siento distinta, más joven, más fuerte, más activo, más feliz…pero, oh, hoy no era como todas aquellas noches en las que deseaba encontrarme. Esta noche iríamos, yo con mi familia a uno de múltiples eventos en los que madre me enrolaría con los múltiples pretendientes, con muchos muchachos que miran descaradamente mi escote. Si replicaba de aquello a mi madre, le daría una alegría, pero no se la quería dar.
En la crónica de un periódico acabo de leer un drama pasional. Uno que ha matado y se ha matado después; es decir, uno que amaba. ¿Qué importan él y ella? Sólo su amor importa; y no porque me enternezca, ni porque me asombre, ni porque me conmueva ni me haga soñar, sino porque evoca en mí un recuerdo, el recuerdo extraño de una cacería en que se me apareció el amor como se aparecían a los primeros cristianos cruces misteriosas en la serenidad de los cielos.
Mi primo, un buen mozo de cuarenta años, con mucha vida en el cuerpo, bruto y semi civilizado, de alegre carácter, dotado de ese espíritu gaulois que tan agradablemente vela las deficiencias del ingenio, vivía en una especie de cortijo con aires de castillo señorial, escondido en un amplio valle que se relataba en historias familiares que tenían oculta una gran torre de marfil en donde guardaba a sus vírgenes presas y cautivas, donde les daba todos los caprichos que ellas quisieran o y a cambio, él mismo obtenía esa sangre virgen y pura, vivaz y bien cosechada.
Me estremecí aún sobre la cama. Apenas terminada la comida, me eché en la cama y me quedé dormida, mirando las llamas que regocijaban la chimenea. A las tres en punto me despertaron y me leyendo el periódico me quede. No me había levantado y se me haría tarde para la recepción o el evento que en pocas horas tuviera lugar dentro del Palacio Royal. Un hermoso vestido me vestiría de los pies hasta la cabeza –incluyendo joyería- y un hermoso peinado, un moño en alto adornado con pedrería y hermosos adornos bañados en oro puro. Guantes de terciopelo carmesí y un toque de maquillaje especial para la vida nocturna. Era de tarde, el sol ya se escondía con lentitud tras la franja del horizonte.
Me sentía animada, confusa por querer desaparecer entre tanta sombra, pero ahora en ese momento no quería encontrarme con el futuro. Madre me comento que ocurrirían cosas que yo jamás podría pensar o imaginar simplemente. También me dijo que tuviera la menta mucho más abierta, pero ¿Es que acaso no era eso mismo lo que hacía desde que empecé a andar en pañales? Temía la personalidad de las personas que me encontrara en esa fiesta y mucho más temor me entró al saber que mi padrino, aquel que si yo escogía la vida de la inmortalidad me convertiría, no iba a estar entre los presentes. Estaría completamente a merced de la gata caprichosa de placer, egocentrismo y me llevaría de aquí para allá, como si de mí cuello colgara una correa invisible.
-Señorita Montalvo…-Murmuro Rosa María a mis espaldas, temiendo despertar mi furia por si estaba soñando despierta -….El carruaje espera junto a su madre…-Las últimas palabras fueron dichas con tranquilidad antes de que diera la vuelta sobre sus pies y saliera de la habitación con Patricia aun dentro de la habitación.
-Por favor, Dios mío…-Junte mis manos a modo de plegaria, observando el cristo que colgaba de la pared -…Simplemente, dame fuerzas para seguir…-Murmure para mí misma aunque estuviera prácticamente desesperada. ¿Era mucho pedir tener una vida propia? ¿Poder tener aquel a quien amar sin tener que seguir más relaciones o dictaduras de familia? No podía hacer mucho más.
Simplemente me jacté y decidí ir hacia el carruaje que finalmente estaría más desesperado que yo misma. El camino hacia el palacio fue silencioso. No hablé palabra con mi madre o mi padre o con alguna de mis doncellas, pero ¿De que hablábamos? Si hablaba, la conversación se volvía apasionada y alguien saldría ofendido o herido. No quería que alguien comenzara una conversación para después salir perdiendo, pero es que con mi madre, siendo de donde viene, le enerva que yo misma no haya salido a ella, tan preocupada por la vida exterior que por la interior, aunque ¿Por qué debe de preocuparse cuando ya está muerta por dentro y viva por dentro? La vida que mi madre había escogido para seguir con vida, me pareció algo prematuro e insensato.
Y, finalmente al llegar a la sala de baile, mi madre se adelantó varios pasos por delante hasta pararse frente a alguien a quien llamo de Conde. Entonces la piel se me puso de gallina, mi saliva se hizo una bola en la garganta impidiéndome hablar, teniendo la mirada fija en aquel hombre de mirada apagada. De algún modo, culpable me sentía por si estaba un poco incómodo. Yo no lo estaba, pero podría sentirme empatizada con el “conde” si pensaba demasiado en él. Decidí seguir de lejos los pasos de mi madre, pero ella, siendo como era, me miro en la distancia y me insto en que me presentara aquel que saludo. ¿Co-como se presentaba ante un Conde? S-Se me acaba de olvidar en este mismo instante…no sé cómo actuar. Me iré y mis pasos dieron media vuelta, atravesando las grandes puertas de madera para encontrarme en los solitarios y enormes pasillos de aquel palacio.
11:45 – Norte de París – Patricia Montalvo / ¿?
Lumsx
Última edición por Patricia Montalvo el Vie Jul 04, 2014 11:50 am, editado 1 vez
Patricia Montalvo- Humano Clase Alta
- Mensajes : 41
Fecha de inscripción : 14/04/2014
Re: Encontrarte [Privado]
De inmediato mi vista se posó sobre aquella mujer, su aspecto maduro no restaba belleza en su apariencia, al contrario, parecía añadirle cierto aire de autoridad. Sonrió amablemente y extendí la mano.
-Mariano De Gaudí, es decir, Conde De Gaudí.-
Aborrecía hacer uso de mi título nobiliario no obstante los protocolos me exigían realizar semejante dinámica. Besé el revés de su mano y no tardó en salir a luz el fallecimiento de mis padres, lo mucho que esta mujer lamentaba su perdida. Preguntas y más preguntas, yo sonreí disimuladamente ya que no estaba seguro de conocerla y si hay algo que reservo para mi es el dolor de su partida. Su expresión se notó un tanto molesta cuando reparó en llamar a una joven que aún se encontraba en la entrada del lugar. En la distancia se acercaba abriéndose paso a través de las personas que empezaban a tomar su lugar para que el evento diera inicio.
¿Dónde están tus modales? Hubiera repetido Eugenia su estuviera conmigo. –Si me disculpa.- y asentí para dirigirme a donde la joven se encontraba, supuse que se trataba de su hija, pues había una similitud en sus ojos, mis pasos lentos me llevaron hasta ella, se me hizo una eternidad llegar hasta ella, noté que se encontraba un tanto nerviosa o incómoda tal vez, ¿Sería mi presencia? El simple hecho de vislumbrar mi fachada austera, cabizbaja, pues a pesar de mis elegantes vestimentas el luto aún se hallaba enterrado en mi corazón. Un tipo como yo nunca había sido la mejor compañía en este tipo de celebraciones y no la culpo.
-Madmoiselle.- Ofrecí mi brazo para que me acompañase hasta el centro del salón. Apenas le miré, no quería incomodarle más de lo que aparentaba estar, sus ojos brillantes lucían un tanto temerosos, y el tono de su piel tostada lucía aún mejor con aquel vestido marrón y collar a juego que pendía de su cuello, rápidamente alejé mi vista de ella para darme cuenta que la vista de aquellos extraños estaba sobre nosotros, aguardando el momento en que tomáramos el lugar correspondiente. El cello inició suavemente y llevé mi mano hacia la cintura de la joven, hacía mucho tiempo que no bailaba con alguien, me sentí un poco torpe al inicio, pero conforme la música emanaba tomé el ritmo e inició el vaivén de nuestros pasos.
Apenas hacía contacto visual ¿Su nombre? No lo sabía, pero que idiota.
-Mi nombre es Mariano.- susurre apenas evitando irrumpir la magia del baile, las otras parejas no tardaron en unirse derrochando esa clase en sus movimientos, era inevitable no evocar ciertos momentos a lado de Minna, la forma en que sus dedos se entrelazaban con los míos cuando solíamos bailar tontamente en el balcón. Momento Mariano, que descortesía. Tu presente está aquí, ahora en el centro de este imponente salón. Dediqué una discreta sonrisa a mi acompañante, no conseguía descifrar del todo su mirada no quise decir nada más hasta escucharle. Los giros que la danza obligaba a marcar me permitieron terminar de analizar el lugar.
Todo pareciera estar destinado a pasar rápidamente, esta velada avanzaba a pasos agigantados de la mano de una hermosa dama, al exterior todo se encontraba pacifico, un contraste con mis
dolorosas memorias que seguían siendo un impedimento para mostrarme del todo seguro, hice lo posible por acallarlos, por vivir nuevamente.
-Mariano De Gaudí, es decir, Conde De Gaudí.-
Aborrecía hacer uso de mi título nobiliario no obstante los protocolos me exigían realizar semejante dinámica. Besé el revés de su mano y no tardó en salir a luz el fallecimiento de mis padres, lo mucho que esta mujer lamentaba su perdida. Preguntas y más preguntas, yo sonreí disimuladamente ya que no estaba seguro de conocerla y si hay algo que reservo para mi es el dolor de su partida. Su expresión se notó un tanto molesta cuando reparó en llamar a una joven que aún se encontraba en la entrada del lugar. En la distancia se acercaba abriéndose paso a través de las personas que empezaban a tomar su lugar para que el evento diera inicio.
¿Dónde están tus modales? Hubiera repetido Eugenia su estuviera conmigo. –Si me disculpa.- y asentí para dirigirme a donde la joven se encontraba, supuse que se trataba de su hija, pues había una similitud en sus ojos, mis pasos lentos me llevaron hasta ella, se me hizo una eternidad llegar hasta ella, noté que se encontraba un tanto nerviosa o incómoda tal vez, ¿Sería mi presencia? El simple hecho de vislumbrar mi fachada austera, cabizbaja, pues a pesar de mis elegantes vestimentas el luto aún se hallaba enterrado en mi corazón. Un tipo como yo nunca había sido la mejor compañía en este tipo de celebraciones y no la culpo.
-Madmoiselle.- Ofrecí mi brazo para que me acompañase hasta el centro del salón. Apenas le miré, no quería incomodarle más de lo que aparentaba estar, sus ojos brillantes lucían un tanto temerosos, y el tono de su piel tostada lucía aún mejor con aquel vestido marrón y collar a juego que pendía de su cuello, rápidamente alejé mi vista de ella para darme cuenta que la vista de aquellos extraños estaba sobre nosotros, aguardando el momento en que tomáramos el lugar correspondiente. El cello inició suavemente y llevé mi mano hacia la cintura de la joven, hacía mucho tiempo que no bailaba con alguien, me sentí un poco torpe al inicio, pero conforme la música emanaba tomé el ritmo e inició el vaivén de nuestros pasos.
Apenas hacía contacto visual ¿Su nombre? No lo sabía, pero que idiota.
-Mi nombre es Mariano.- susurre apenas evitando irrumpir la magia del baile, las otras parejas no tardaron en unirse derrochando esa clase en sus movimientos, era inevitable no evocar ciertos momentos a lado de Minna, la forma en que sus dedos se entrelazaban con los míos cuando solíamos bailar tontamente en el balcón. Momento Mariano, que descortesía. Tu presente está aquí, ahora en el centro de este imponente salón. Dediqué una discreta sonrisa a mi acompañante, no conseguía descifrar del todo su mirada no quise decir nada más hasta escucharle. Los giros que la danza obligaba a marcar me permitieron terminar de analizar el lugar.
Todo pareciera estar destinado a pasar rápidamente, esta velada avanzaba a pasos agigantados de la mano de una hermosa dama, al exterior todo se encontraba pacifico, un contraste con mis
dolorosas memorias que seguían siendo un impedimento para mostrarme del todo seguro, hice lo posible por acallarlos, por vivir nuevamente.
Última edición por Mariano De Gaudí el Miér Jul 30, 2014 2:06 am, editado 2 veces
Luis Felipe de Castilla- Realeza Española
- Mensajes : 189
Fecha de inscripción : 19/05/2014
Re: Encontrarte [Privado]
Encontrarte [Privado]
♥
El tiempo se desvaneció rápidamente entre mis pies cuando me encontré en la pista de baile a la vez que comenzaba el vals con aquel Conde. Bailar. Una de mis asignaturas suspensas aunque derrochaba ritmo e iba al compás de la música. No era una melodía difícil de interpretar ni de seguir el ritmo, entonces tuve tiempo para poder embaucarme en mis pensamientos. No le veía por ninguna parte, no veía a aquél con el que deseaba estar.
Mi destino había sido elegido por las estrellas que brillan con su propio fulgor en la inmensidad de la noche, junto a su lado, el astro lunar que las mantiene firmes a su alrededor - ¿eh? –Mis ojos se levantaron hasta los ajenos que parecían igual de dispersos que los míos, pero vi que todos nos estaban mirando, ahora estábamos bailando, siguiendo el ritmo del compás. Era una melodía alegre pero triste para mi corazón. No tenía demasiadas ganas de hablar esa noche, dejaría que la vida fluyera por si solo ¿Qué más podía hacer? En realidad nada mientras mi madre siguiera con vida y estuviera controlándome una y otra vez al igual que una marioneta.
La melodía que se había expandido por toda la sala de baile, finalmente había finalizado y vi que todo el mundo iba a por un refrigerio. El baile no había sido tan difícil a pesar de cómo habíamos bailado. Pensé que quedarme cerca del conde sería buena idea, pero ¿de que hablaría con él? No tengo idea de que se puede hablar con un Conde, alguien que tiene ocupaciones de todo tipo de cosas, que tiene que relacionarse con muchas personas para aumentar su círculo de aliados -…Discúlpeme…-Con una voz cohibida me disculpé, mostré mis respetos mostrando una mirada cabizbaja y después una mirada rápida pero escueta contra los ojos de él -…Me…Me gustaría tomar el aire…-Mi mano por acto reflejo se puso sobre mi vientre, sobre el ajustado corsé que me cortaba la respiración y con cierta prisa salí de aquella sala, cruzando el umbral dorado y para mi mala suerte, uno de mis zapatos dorados de piel borgoña se me salió a media escalera, estaba cerca de aquella sala de baile pero no quería ir hacia atrás.
Seguí y seguí hasta que verifique un camino que llevaba a los extensos jardines que adornaba al palacio. Era una vista hermosa. Nunca había visto tantos rosales de tantos colores juntos. Se sentía como si fuera a perderse en un mundo mágico, en el que sus pies la llevarían a un laberinto y se encontrara en un paraíso, pero lo que se encontró al final del camino, no se lo esperaba. Había una hermosa fuente que representaba la conversión de Dafne en árbol antes de que Apolo pudiera ser del todo perdonado por haber querido abusar de la hermosa ninfa y a los pies de la estatua, flores de Daphne Odora, nativa de China y el Japón.
- Creo…que debería volver..-Murmure para mí misma sopesando en cómo me comporte hace unos instantes – Creo que me quedo aquí…-Finalmente decidí quedarme cerca de la estatua que me transmitía un sentimiento triste, abrumador por como el artista escultor ha logrado conseguir el sentimiento de la leyenda, el como el pobre Apolo estaba enamorado de Dafne y ella solo le rechazaba. Los brazos de las esculturas parecían que estaban en movimiento, parecía que se habían quedado congelados en ese mismo instante. ¿El amor podía congelarse en el tiempo? ¿O solamente un corazón frio ya está congelado de por sí?
Mi destino había sido elegido por las estrellas que brillan con su propio fulgor en la inmensidad de la noche, junto a su lado, el astro lunar que las mantiene firmes a su alrededor - ¿eh? –Mis ojos se levantaron hasta los ajenos que parecían igual de dispersos que los míos, pero vi que todos nos estaban mirando, ahora estábamos bailando, siguiendo el ritmo del compás. Era una melodía alegre pero triste para mi corazón. No tenía demasiadas ganas de hablar esa noche, dejaría que la vida fluyera por si solo ¿Qué más podía hacer? En realidad nada mientras mi madre siguiera con vida y estuviera controlándome una y otra vez al igual que una marioneta.
La melodía que se había expandido por toda la sala de baile, finalmente había finalizado y vi que todo el mundo iba a por un refrigerio. El baile no había sido tan difícil a pesar de cómo habíamos bailado. Pensé que quedarme cerca del conde sería buena idea, pero ¿de que hablaría con él? No tengo idea de que se puede hablar con un Conde, alguien que tiene ocupaciones de todo tipo de cosas, que tiene que relacionarse con muchas personas para aumentar su círculo de aliados -…Discúlpeme…-Con una voz cohibida me disculpé, mostré mis respetos mostrando una mirada cabizbaja y después una mirada rápida pero escueta contra los ojos de él -…Me…Me gustaría tomar el aire…-Mi mano por acto reflejo se puso sobre mi vientre, sobre el ajustado corsé que me cortaba la respiración y con cierta prisa salí de aquella sala, cruzando el umbral dorado y para mi mala suerte, uno de mis zapatos dorados de piel borgoña se me salió a media escalera, estaba cerca de aquella sala de baile pero no quería ir hacia atrás.
Seguí y seguí hasta que verifique un camino que llevaba a los extensos jardines que adornaba al palacio. Era una vista hermosa. Nunca había visto tantos rosales de tantos colores juntos. Se sentía como si fuera a perderse en un mundo mágico, en el que sus pies la llevarían a un laberinto y se encontrara en un paraíso, pero lo que se encontró al final del camino, no se lo esperaba. Había una hermosa fuente que representaba la conversión de Dafne en árbol antes de que Apolo pudiera ser del todo perdonado por haber querido abusar de la hermosa ninfa y a los pies de la estatua, flores de Daphne Odora, nativa de China y el Japón.
- Creo…que debería volver..-Murmure para mí misma sopesando en cómo me comporte hace unos instantes – Creo que me quedo aquí…-Finalmente decidí quedarme cerca de la estatua que me transmitía un sentimiento triste, abrumador por como el artista escultor ha logrado conseguir el sentimiento de la leyenda, el como el pobre Apolo estaba enamorado de Dafne y ella solo le rechazaba. Los brazos de las esculturas parecían que estaban en movimiento, parecía que se habían quedado congelados en ese mismo instante. ¿El amor podía congelarse en el tiempo? ¿O solamente un corazón frio ya está congelado de por sí?
11:45 – Norte de París – Patricia Montalvo / Mariano De Gaudí
Lumsx
Última edición por Patricia Montalvo el Vie Jul 04, 2014 11:51 am, editado 1 vez
Patricia Montalvo- Humano Clase Alta
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Re: Encontrarte [Privado]
Suavemente las notas de los instrumentos en la habitación se evaporaban se marchaban y volvían a dormir. Cada pareja realizó el último movimiento y giro para acallar el sonido de sus pasos, hice lo propio con mi acompañante y un ligero sonido de aplauso retumbó. Hasta ese momento no sabía nada de ella aún, seguía manteniendo el misterio oculto debajo de ese ajustado atuendo. Su mirada seguía siendo indescifrable y sombría hasta cierto punto. Ella realizó una ligera reverencia y se marchó a través del portentoso salón, su calzado cayó en un escalón y arqueé ligeramente una ceja para después caminar detrás de ella.
Por mi mente pasaban muchas interrogantes para ese entonces, ciertamente no sabía cómo comportarme con una dama, pues con Minna nunca había sido necesario tal galantería. La madre de aquella chica se aproximó e intentó indicarme algo, sonreí amablemente y me dirigí a levantar la zapatilla, noté la mirada de algunas personas sobre mí, algunos murmuraban y otros reían sutilmente, cosa que no me importó en lo más mínimo. Tomé una copa de vino de la enorme mesa donde habían servido diversos manjares para nuestro deleite y seguí sus pasos hacía los jardines.
Al adentrarme en el sitio atestado de rosales, sus fragancias se mezclaban con una etérea brisa propia de la estación primaveral. La pequeña fuente presumía una escena trágica tal vez y el sonido del agua cayendo hipnotizaba los oídos, era un susurro. Un sosiego que contrastaba con el tumulto dentro del edificio.
-Creo que olvidaste esto.- le dije amablemente. Descansé la copa de vino sobre la orilla de la fuente e incliné mi cuerpo ligeramente para calzarle la zapatilla, terminada la acción, retomé mi postura erguida nuevamente. Para ese entonces ya no quedaban rastros de luz, el día moribundo tan solo dejaba una estela de resplandor ceniciento sobre el cielo, mismo que reflejaba tonalidades violáceas propias de un anochecer venidero. Mi mirada se perdió en aquellos colores por unos segundos y suspiré.
-Es muy bello ¿no cree?- cité, en un intento por romper el hielo y brindarle un poco de confianza.
-Y bien.- sonreí. -¿Cuál es su nombre señorita? ¿Sabe? Me dio la impresión de que no lo pasaba del todo bien ahí adentro y no le culpo, este tipo de reuniones nunca han sido de mi agrado, pero.- me detuve apenas.- parece que mi intento de cortesía ha sido completamente en vano.-Reí.- Y es verdad, como acompañante veo que soy un fracaso.-
Llevé mi vista hacia la parte interna del salón y encogí los hombros. Ver a todas esas personas hablar de temas tan banales y la presunción de sus títulos y posesiones siempre me habían producido cierta gracia, algunas memorias vinieron a mí cuando mis padres me presentaban con cuanta chica se cruzaba en sus ojos, en sus diversas reuniones de negocios y mi carácter, apático, que tarde o temprano terminaba por ahuyentarles. Ladeé mi cabeza al notar que nadie había cambiado hasta ahora. Seguía siendo el mismo hombre antisocial de aquel entonces.
El frío comenzaba a colarse por los rincones del jardín y los bordes de mi gabardina ondeaban a merced del aire que arrastraba mis palabras e interrogantes, me sentí de repente confuso, ¿Habría sido demasiado atrevimiento preguntarle su nombre? O simplemente mis años en exilio me habían hecho olvidar cómo comportarme en sociedad.
Por mi mente pasaban muchas interrogantes para ese entonces, ciertamente no sabía cómo comportarme con una dama, pues con Minna nunca había sido necesario tal galantería. La madre de aquella chica se aproximó e intentó indicarme algo, sonreí amablemente y me dirigí a levantar la zapatilla, noté la mirada de algunas personas sobre mí, algunos murmuraban y otros reían sutilmente, cosa que no me importó en lo más mínimo. Tomé una copa de vino de la enorme mesa donde habían servido diversos manjares para nuestro deleite y seguí sus pasos hacía los jardines.
Al adentrarme en el sitio atestado de rosales, sus fragancias se mezclaban con una etérea brisa propia de la estación primaveral. La pequeña fuente presumía una escena trágica tal vez y el sonido del agua cayendo hipnotizaba los oídos, era un susurro. Un sosiego que contrastaba con el tumulto dentro del edificio.
-Creo que olvidaste esto.- le dije amablemente. Descansé la copa de vino sobre la orilla de la fuente e incliné mi cuerpo ligeramente para calzarle la zapatilla, terminada la acción, retomé mi postura erguida nuevamente. Para ese entonces ya no quedaban rastros de luz, el día moribundo tan solo dejaba una estela de resplandor ceniciento sobre el cielo, mismo que reflejaba tonalidades violáceas propias de un anochecer venidero. Mi mirada se perdió en aquellos colores por unos segundos y suspiré.
-Es muy bello ¿no cree?- cité, en un intento por romper el hielo y brindarle un poco de confianza.
-Y bien.- sonreí. -¿Cuál es su nombre señorita? ¿Sabe? Me dio la impresión de que no lo pasaba del todo bien ahí adentro y no le culpo, este tipo de reuniones nunca han sido de mi agrado, pero.- me detuve apenas.- parece que mi intento de cortesía ha sido completamente en vano.-Reí.- Y es verdad, como acompañante veo que soy un fracaso.-
Llevé mi vista hacia la parte interna del salón y encogí los hombros. Ver a todas esas personas hablar de temas tan banales y la presunción de sus títulos y posesiones siempre me habían producido cierta gracia, algunas memorias vinieron a mí cuando mis padres me presentaban con cuanta chica se cruzaba en sus ojos, en sus diversas reuniones de negocios y mi carácter, apático, que tarde o temprano terminaba por ahuyentarles. Ladeé mi cabeza al notar que nadie había cambiado hasta ahora. Seguía siendo el mismo hombre antisocial de aquel entonces.
El frío comenzaba a colarse por los rincones del jardín y los bordes de mi gabardina ondeaban a merced del aire que arrastraba mis palabras e interrogantes, me sentí de repente confuso, ¿Habría sido demasiado atrevimiento preguntarle su nombre? O simplemente mis años en exilio me habían hecho olvidar cómo comportarme en sociedad.
Última edición por Mariano De Gaudí el Miér Jul 30, 2014 2:06 am, editado 1 vez
Luis Felipe de Castilla- Realeza Española
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Me daría lo mismo si esta noche me fuera con una satisfacción o un escarmiento, pero era yo misma quien había salido corriendo de la sala de baile. Seguramente habría dejado asombrado a mi acompañante por mi rudeza, por como me comporté al instante de terminar de bailar, pero para mi sorpresa, escucho una voz suave, aterciopelada que parece ir acompañada con la brisa que acaricia mi piel. Me di la vuelta y para mi sorpresa era Mariano, aquel que parecía haber recogido mi zapato y de buena manera, me coloco el zapato sintiéndome como una princesa, pero sabia de sobra que las fantasías solo existen en las fabulas y en el folklore de cada cultura.
– Gracias por su gentileza querido Conde…-murmuré con cierta timidez, no era lo mio explanarme o ser abierta a primeras, pero igualmente, me sentía dichosa con la presencia de Mariano, escaseaba en amistades –oh…-odiaba ser tan extraviada – S-si….me recuerda a un relato el cual leí hace días…-me mordí el labio inferior porque se de algunos hombres que considera que la lectura es algo muy liberal para las mujeres, mi madre apenas sabia o bueno, seguro que si, pero leía cuando me era posible –Que relataba….¿eh? –Me había olvidado de su otra pregunta pero al final pude recordarla -…Ah…mm Mi nombre es Patricia…-Volví a hacer otra reverencia
-…Patricia Montalvo…un placer…-Levante de mi reverencia a una pose erguida y algo mas normal -…eh…eh No, no….Debo ser yo…-reí un poco, intentando suavizar el momento incomodo de Mariano -…No suelo tener muchos amigos y puede que mi comportamiento no haya sido el correcto…-Pude notar un leve rubor sobre mis mejillas, termine riendo con la mano sobre mis labios -…discúlpeme…- Termine sentándome en un cómodo banco de piedra, estaba adornado con un respaldo de hierro en el que varias hojas se habían enredado entre si, di varios golpecitos en el sitio que estaba desocupado.
-…¿gustaría sentarse a mi lado? Creo que podremos sacar algo de conversación estando aquí…si os parece bien…-Tenia la duda de si había sido algo atrevida para un conde – Oh…no diga eso…-Sonreí con cierta ternura – Seguro que sois un buen acompañante para cualquier dama, habéis sido muy atento al haberme notificado de mi torpeza con mi calzado…-Dije esto apartando la mirada de él, el rubor de mis mejillas ahora había aumentado aun mas, estaba poniéndome en evidencia creo yo -…Uhm…creo que hable demasiado y de un modo impetuoso…perdonadme…no…normalmente no tengo con quien hablar y como dije…no suelo tener muchos amigos aunque si soy sincera, nunca he tenido uno…-Los volantes de mi vestido se habían hecho una bola tras estar sujetándolo con fuerza, por puro nervio contenido ni tampoco sin saber que decir en esencia-…ni siquiera he tenido un…bueno…un romance...aunque me han presentado a muchos pretendientes los cuales solo han mirado por debajo de mi cuello y las perlas de mis collares….-Chasque la lengua conforme fruncía el ceño y miraba hacia abajo, hacia mis pies que escondía tras sentirme cohibida por lo que le dije.
– Gracias por su gentileza querido Conde…-murmuré con cierta timidez, no era lo mio explanarme o ser abierta a primeras, pero igualmente, me sentía dichosa con la presencia de Mariano, escaseaba en amistades –oh…-odiaba ser tan extraviada – S-si….me recuerda a un relato el cual leí hace días…-me mordí el labio inferior porque se de algunos hombres que considera que la lectura es algo muy liberal para las mujeres, mi madre apenas sabia o bueno, seguro que si, pero leía cuando me era posible –Que relataba….¿eh? –Me había olvidado de su otra pregunta pero al final pude recordarla -…Ah…mm Mi nombre es Patricia…-Volví a hacer otra reverencia
-…Patricia Montalvo…un placer…-Levante de mi reverencia a una pose erguida y algo mas normal -…eh…eh No, no….Debo ser yo…-reí un poco, intentando suavizar el momento incomodo de Mariano -…No suelo tener muchos amigos y puede que mi comportamiento no haya sido el correcto…-Pude notar un leve rubor sobre mis mejillas, termine riendo con la mano sobre mis labios -…discúlpeme…- Termine sentándome en un cómodo banco de piedra, estaba adornado con un respaldo de hierro en el que varias hojas se habían enredado entre si, di varios golpecitos en el sitio que estaba desocupado.
-…¿gustaría sentarse a mi lado? Creo que podremos sacar algo de conversación estando aquí…si os parece bien…-Tenia la duda de si había sido algo atrevida para un conde – Oh…no diga eso…-Sonreí con cierta ternura – Seguro que sois un buen acompañante para cualquier dama, habéis sido muy atento al haberme notificado de mi torpeza con mi calzado…-Dije esto apartando la mirada de él, el rubor de mis mejillas ahora había aumentado aun mas, estaba poniéndome en evidencia creo yo -…Uhm…creo que hable demasiado y de un modo impetuoso…perdonadme…no…normalmente no tengo con quien hablar y como dije…no suelo tener muchos amigos aunque si soy sincera, nunca he tenido uno…-Los volantes de mi vestido se habían hecho una bola tras estar sujetándolo con fuerza, por puro nervio contenido ni tampoco sin saber que decir en esencia-…ni siquiera he tenido un…bueno…un romance...aunque me han presentado a muchos pretendientes los cuales solo han mirado por debajo de mi cuello y las perlas de mis collares….-Chasque la lengua conforme fruncía el ceño y miraba hacia abajo, hacia mis pies que escondía tras sentirme cohibida por lo que le dije.
11:45 – Norte de París – Patricia Montalvo / Mariano De Gaudí
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Patricia Montalvo- Humano Clase Alta
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Re: Encontrarte [Privado]
Una pausa. Unos minutos de sobriedad y silencio para que ella pudiera responder. El tono en su voz denotaba cierta timidez, pero logré escuchar con claridad el nombre y apellido que coronaba el mismo. Montalvo. Seguramente procedía de un linaje ancestral. Yo era nuevo en la ciudad y apenas conocía a un par de personas con las que había cruzado palabra de manera casual.
-El placer es mío señorita Montalvo.- susurré.
Tomé la copa de vino y acepté la invitación a sentarme a su lado, aunque dudé en hacerlo, puesto que no quería intimidarle estando tan cerca. Evité nombrar mi apellido y título desde un inicio ya que nunca fue mi intención hacer alarde de ello, quería comportarme de forma natural siendo yo mismo, un acompañante más sumergido en charlas comunes con personas que pudiesen responder a una plática ajena al poder y la gloria de poseer renombres.
-Si usted me disculpa.- Y bebí apenas un sorbo a la copa. -¿Gusta acompañarme?- E hice un ademán inmediato a las personas de servicio para que llevaran una copa más hasta donde nos encontrábamos.
-Por lo anterior, no tiene nada por que disculparse, además luce tan encantadora esta noche con ese atuendo.-
La brisa febril encontró un poco de fuerza y jugaba con las ramas de aquellos rosales, a pesar de ser primavera, por las noches el clima se mostraba un poco caprichoso de vez en cuando y aun así la atmosfera era cálida. La magia que solo París puede ofrecer supongo. Le escuché atentamente sin dejar de mirarle mientras ella iniciaba sus parlamentos, no era difícil suponer que su familia buscaba a la persona idónea para comprometerla.
-¿De verdad señorita Montalvo?- dije un poco sorprendido.- Me es difícil creer que una joven tan bella como usted no se haya enamorado, no obstante debe ser cuidadosa, sin apresurar su decisión.- Sonreí.
En su mirada parecía contener muchos secretos, sueños que posiblemente estaban siendo presa de un encierro. Suspiré ligeramente, pues de cierto modo yo me encontraba igual hasta antes de partir a otras tierras.
-El amor es algo.- titubeé – Extraño. ¿Sabe? Yo me mantuve solitario por mucho tiempo, pensando que no lo necesitaba, hasta que de la nada conocí a quien hasta hoy día sigue siendo el amor de mi vida. – Confesé sin pensarlo dos veces.
Tomé un trago más de vino, hasta terminar la copa y proseguí a servir una más. Ahí estaba nuevamente el alcohol, otro de mis demonios que con mucho trabajo había logrado dominar. Proseguí con mi relato para brindarle confianza a mí ahora oyente.
-Su nombre era Minna, la conocí meses después de llegar a Londres.- No sabía por qué estaba confiriendo todo esto a la joven, necesitaba desahogarme, escuchar una respuesta a mi confesión.
-¿Usted cree en el destino señorita Montalvo? Yo solía hacerlo sabe. Con el tiempo descubrí que es caprichoso, que de la forma en que te entrega algo maravilloso te lo puede arrebatar en un parpadeo, sin preguntarte, así de la nada, hasta dejarte vacío.-
Contuve el dolor y la necesidad de liberarlo en una forma irracional. Me sentí vulnerable. Cuanto odiaba serlo. Así que dirigí la vista hacia la estatua nuevamente, aquellos amantes que no encontraban la paz a pesar de haberse encontrado el uno al otro. Llevé la mano al bolsillo para calcular la hora, un pretexto más para tener entre mis manos aquel valioso objeto, la esencia que aún quedaba de ella.
-El placer es mío señorita Montalvo.- susurré.
Tomé la copa de vino y acepté la invitación a sentarme a su lado, aunque dudé en hacerlo, puesto que no quería intimidarle estando tan cerca. Evité nombrar mi apellido y título desde un inicio ya que nunca fue mi intención hacer alarde de ello, quería comportarme de forma natural siendo yo mismo, un acompañante más sumergido en charlas comunes con personas que pudiesen responder a una plática ajena al poder y la gloria de poseer renombres.
-Si usted me disculpa.- Y bebí apenas un sorbo a la copa. -¿Gusta acompañarme?- E hice un ademán inmediato a las personas de servicio para que llevaran una copa más hasta donde nos encontrábamos.
-Por lo anterior, no tiene nada por que disculparse, además luce tan encantadora esta noche con ese atuendo.-
La brisa febril encontró un poco de fuerza y jugaba con las ramas de aquellos rosales, a pesar de ser primavera, por las noches el clima se mostraba un poco caprichoso de vez en cuando y aun así la atmosfera era cálida. La magia que solo París puede ofrecer supongo. Le escuché atentamente sin dejar de mirarle mientras ella iniciaba sus parlamentos, no era difícil suponer que su familia buscaba a la persona idónea para comprometerla.
-¿De verdad señorita Montalvo?- dije un poco sorprendido.- Me es difícil creer que una joven tan bella como usted no se haya enamorado, no obstante debe ser cuidadosa, sin apresurar su decisión.- Sonreí.
En su mirada parecía contener muchos secretos, sueños que posiblemente estaban siendo presa de un encierro. Suspiré ligeramente, pues de cierto modo yo me encontraba igual hasta antes de partir a otras tierras.
-El amor es algo.- titubeé – Extraño. ¿Sabe? Yo me mantuve solitario por mucho tiempo, pensando que no lo necesitaba, hasta que de la nada conocí a quien hasta hoy día sigue siendo el amor de mi vida. – Confesé sin pensarlo dos veces.
Tomé un trago más de vino, hasta terminar la copa y proseguí a servir una más. Ahí estaba nuevamente el alcohol, otro de mis demonios que con mucho trabajo había logrado dominar. Proseguí con mi relato para brindarle confianza a mí ahora oyente.
-Su nombre era Minna, la conocí meses después de llegar a Londres.- No sabía por qué estaba confiriendo todo esto a la joven, necesitaba desahogarme, escuchar una respuesta a mi confesión.
-¿Usted cree en el destino señorita Montalvo? Yo solía hacerlo sabe. Con el tiempo descubrí que es caprichoso, que de la forma en que te entrega algo maravilloso te lo puede arrebatar en un parpadeo, sin preguntarte, así de la nada, hasta dejarte vacío.-
Contuve el dolor y la necesidad de liberarlo en una forma irracional. Me sentí vulnerable. Cuanto odiaba serlo. Así que dirigí la vista hacia la estatua nuevamente, aquellos amantes que no encontraban la paz a pesar de haberse encontrado el uno al otro. Llevé la mano al bolsillo para calcular la hora, un pretexto más para tener entre mis manos aquel valioso objeto, la esencia que aún quedaba de ella.
Última edición por Mariano De Gaudí el Miér Jul 30, 2014 2:07 am, editado 1 vez
Luis Felipe de Castilla- Realeza Española
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-¿Mas extraño que el amor sin ser correspondido? –Pregunto con delicadeza al saber que Mariano se explayaba con soltura y si me permitía comentar, con gracia. Me era agradable un chico que parecía fiel a sus sentimientos. No conocía el amor, pero podía saber que era incondicional y que muy poca gente suele salir beneficiada de ello – Posiblemente, si mi madre no estuviera pendiente de mantenerme ocupada en los brazos de algún varón de la corte, podría hacerla ver que no es como ella lo cree.
No es…-Me ruborice al saber que estaría comenzando a hablar de la vida de mi madre, ósea, de otra persona de la cual no tenia derecho a hablar, pero la confianza de Mariano, me inspiró para confiar y tener un poco de fe en él – No sé de amor o el amor lo inventó un chico con los ojos cerrados y por eso son ciegos todos los enamorados –Las palabras me salieron tan fluidas que me era poco a poco fácil entablar conversación con Mariano. Estaba pendiente de su próxima pregunta pero le observé que miraba con atención a la hermosa estatua de Apolo y Dafne.
-Hermoso ¿verdad? –Me levanté con cuidado, con gracia y seguridad en mi misma me dirigí hasta ponerme al lado de Mariano, observando detenidamente la estatua, pero por algún motivo me dio curiosidad y le observe por el rabillo del ojo para volver la mirada al frente de inmediato. No podía pasar por alto que era demasiado atractivo, su mentón era refinado y sus orbes oscuros debido a la poca iluminación del ambiente o quizás porque estaban cubiertos en oscuridad por tanta soledad como me comento hace unos minutos atrás. Posiblemente, el brillo de aquellos ojos volvería si él mismo pudiera ver a su estimada a quien parecía echar en falta. No era de mi incumbencia, pero sentía cierta curiosidad – Discúlpeme,. Mariano, pero…¿Puedo preguntar…
-¡Aquí estáis! –Aquella estrepitosa voz era la de mi madre interrumpiendo como siempre parte de mi discurso, seguramente querría estropearlo todo siempre. Una mujer de pelos castaños con reflejos dorados por su larga cabellera recogida en un hermoso peinado en alto, un vestido similar al mio pero con una escandalosa falta de encaje y demasiado gasa trasparente y falta de tela en el escote frontal –Ah! Mi niña, veo que ya os conocéis…
-Madre…-Odiaba cuando se refería a mi persona con el referente de infante o como su “niña” - ¿Qué queréis decir? –Estaba algo confusa y por supuesto en mi voz se notó la confusión que estaba sufriendo en este mismo instante. Estaba pendiente de que no me pasara nada en absoluto o de que me desmayara en el suelo de hormigón.
-Es igual muchachos, deberíais volver a la fiesta ya que dentro de poco, puede ser demasiado entretenido…-Con aquello dicho, vi como mi madre se alejaba de nosotros, dejándonos embaucados en la confusión y por lo menos en lo que a mi respecta, termina por quebrarme la cabeza.
11:45 – Norte de París – Patricia Montalvo / Mariano De Gaudí
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Patricia Montalvo- Humano Clase Alta
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Re: Encontrarte [Privado]
Sus palabras poseían una veracidad a pesar de que había sido pronunciadas con prudencia, Si bien ella mencionaba que el amor era ciego, no pude evitar cuestionarme que tal vez esa terquedad me impedía volver a encontrar la felicidad a lado de alguien más. ¿Minna estaría dispuesta a que yo procediera con mi vida? O dicho de otra manera, ¿Estaba yo dispuesto a arrancarme su recuerdo de mi pecho? Asentí al escuchar su elogio dedicado hacia aquella escultura, el agua de la fuente emanaba libremente tan pura y cristalina, quise que esas pequeñas corrientes se llevaran consigo mi dolor para poder aterrizar mi mente en esta velada.
Ella se levantó de su lugar posicionándose a mi lado, de reojo reparé en su mirada y en el aroma sutil que se mezclaba con la taciturna esencia del pequeño jardín. El frío arremetía. Mi propuesta a pasar al interior del salón fue obstruida por una pregunta que ella no concluyó. La voz de aquella dama que me había saludado poco antes de iniciar el baile cobró forma y figura cuando se unió a nosotros, hilaba frases que no pude descifrar del todo, como si este reencuentro entre Patricia y yo no fuese producto de una mera casualidad, me alejé unos pasos permitiendo que ambas féminas hablasen, noté cierta incomodidad en el semblante de la joven.
-Gracias, que amable.- respondí a la invitación y asentí.
-Supongo que ella es tu madre.- sonreí de lado a mi acompañante.
Me despojé de la gabardina y me atreví a colocarla sobre sus hombros, extendí mi brazo para que me acompañara a adentrarnos nuevamente. De vuelta al interior nuestros pasos pausados fueron recibidos por la muchedumbre con aplausos y copas de vino a lo alto en señal de brindis, poco a poco las personas se congregaron nuevamente alrededor de nosotros y aquella mujer que vestía un atuendo similar al de Patricia tomó la palabra.
Haciendo una breve reseña de los antepasados de su familia y el linaje de la mía evocó algunos encuentros entre ambas generaciones, un par de discursos más y nuevamente el estruendo de las palmas inundó la antesala. La luz se vertía sobre nosotros dejándonos expuestos en medio, con un gesto fuimos invitados a posicionarnos en la parte alta de aquella escalinata y fue entonces que caí en la cuenta, aquella joven de tez apiñonada que ahora se encontraba junto a mí era mi prometida, la misma remitente a quien había enviado una misiva de reencuentro tiempo atrás. Mi mente se volcó en un torbellino de ideas, anteriormente le había confesado uno de mis más grandes secretos y ahora como acallaría eso para mostrarme como un hombre seguro.
Poco a poco la multitud calló, era nuestro turno de hablar, tenía un nudo en la garganta, que descortesía, mi padre siempre había insistido en que yo aprendiera aquellos disertaciones que serían de mucha ayuda en este tipo de eventos, sujete fuertemente la mano de Patricia, esperando encontrar fuerza para enfrentarme a lo que había temido hacer todo este tiempo, iniciar desde cero.
Ella se levantó de su lugar posicionándose a mi lado, de reojo reparé en su mirada y en el aroma sutil que se mezclaba con la taciturna esencia del pequeño jardín. El frío arremetía. Mi propuesta a pasar al interior del salón fue obstruida por una pregunta que ella no concluyó. La voz de aquella dama que me había saludado poco antes de iniciar el baile cobró forma y figura cuando se unió a nosotros, hilaba frases que no pude descifrar del todo, como si este reencuentro entre Patricia y yo no fuese producto de una mera casualidad, me alejé unos pasos permitiendo que ambas féminas hablasen, noté cierta incomodidad en el semblante de la joven.
-Gracias, que amable.- respondí a la invitación y asentí.
-Supongo que ella es tu madre.- sonreí de lado a mi acompañante.
Me despojé de la gabardina y me atreví a colocarla sobre sus hombros, extendí mi brazo para que me acompañara a adentrarnos nuevamente. De vuelta al interior nuestros pasos pausados fueron recibidos por la muchedumbre con aplausos y copas de vino a lo alto en señal de brindis, poco a poco las personas se congregaron nuevamente alrededor de nosotros y aquella mujer que vestía un atuendo similar al de Patricia tomó la palabra.
Haciendo una breve reseña de los antepasados de su familia y el linaje de la mía evocó algunos encuentros entre ambas generaciones, un par de discursos más y nuevamente el estruendo de las palmas inundó la antesala. La luz se vertía sobre nosotros dejándonos expuestos en medio, con un gesto fuimos invitados a posicionarnos en la parte alta de aquella escalinata y fue entonces que caí en la cuenta, aquella joven de tez apiñonada que ahora se encontraba junto a mí era mi prometida, la misma remitente a quien había enviado una misiva de reencuentro tiempo atrás. Mi mente se volcó en un torbellino de ideas, anteriormente le había confesado uno de mis más grandes secretos y ahora como acallaría eso para mostrarme como un hombre seguro.
Poco a poco la multitud calló, era nuestro turno de hablar, tenía un nudo en la garganta, que descortesía, mi padre siempre había insistido en que yo aprendiera aquellos disertaciones que serían de mucha ayuda en este tipo de eventos, sujete fuertemente la mano de Patricia, esperando encontrar fuerza para enfrentarme a lo que había temido hacer todo este tiempo, iniciar desde cero.
Luis Felipe de Castilla- Realeza Española
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De cualquier forma, ambos estábamos perdidos y sin saber que hacer realmente.
Imaginándome una vida sin “Él” era ya de por si una agonía pero tenía en cuenta que no amaba a quien era ahora mi prometido. Claro, mi madre como siempre todo lo tenía demasiado bien planeado solamente para que su tradición vampírica continuara su fluidez. Desde siempre, los Montalvo hemos cuidado de ese secreto durante toda nuestra estirpe. Desde tiempos lejanos que se remontan a la era de Mesopotamia, siempre había existido la tradición en nuestra familia. Antaño no éramos los Montalvo, si no ya teníamos un apellido distinto, pero a mediados del siglo XII el apellido Montalvo, parecía darnos importancia en el mundo de la alta cuna y entonces se quedó así.
Mi tatatatatatarabuela –que aún vive- fue la que otorgó clase a nuestro linaje con su apellido y su hijo biológico siguió la tradición que hasta ahora se ha mantenido intacta y de la cual, yo debo seguir que consistía en antes de llegar a los 25 años de edad debías contraer un matrimonio no oficial con un mortal, yacer y tener descendencia para así entonces comenzar con el proceso de elección del destino. La matriarca aún seguía en nuestro hogar. Seguía con nosotros y siempre llevaba razón, pero claro, solo aquel que haya nacido bajo el apellido Montalvo debe convertirse en vampiro.
Pero ¿Y si gustaba de convertirme en licántropo al igual que mi primo desaparecido? Simplemente estaría fuera de la familia, me despojarían de todos los vestidos o de todas las pertenencias que tengo hasta ahora, me mandarían a las calles y periódicamente vería a mi familia en una sala de torturas simplemente para que supiera de lo que había hecho. No quería ese destino además de que revolverían el infierno y el cielo para ponerme a todos en mi contra. No pude pensar en nada más que en agarrarme más al brazo de Mariano el cual cogía mi mano para pedir el mismo apoyo moral que él pedía de mí.
Entonces vi como todos estaban aún observándonos por lo que íbamos a decir, mi madre, su ceño comenzaba a fruncirse por verme aun callada y sin decir nada, pero, es que no sabía que decir o que hacer en ese momento. Si “Él” estuviera a mi lado, nada de esto estaría pasando. Y sé que con su presencia siempre consigo el valor que necesito al igual que siempre ha estado desde que era pequeñita, siempre cuidándome en las noches que pasaba en vela por las pesadillas que sufría y él las acallaba solamente con su presencia. Era alguien muy querido para mí, pero tendría que evitar mis pensamientos cuando la mitad de los invitados sabía que eran vampiros y parte de mi familia.
- En…estos momentos nos sentimos dichosos por la noticia que no salimos de la confusión que nos ha causado esta noticia…-Miré a Mariano como si se tratara de un sueño cumplido pero le miré suplicando para que me ayudara en el pequeño discurso de agradecimiento para que la cosa fuera un poco menos incomoda con tantas miradas ajenas sobre nosotros mismos. El ruido de las ventanas al romperse y viendo como los cristales se esparcían por el suelo de repente, hizo que quisiera refugiarme en los brazos de Mariano, la gente se dio cuenta de que algo pasaba, la gente la escuche gritar de puro miedo. Las ventanas estaban rotas y los cristales se caían de la poca sujeción que tenían, pero no entraba ningún ladrón ni nada por el que tuviéramos que tener miedo alguno. Miré a Mariano una vez más para saber que hacer - ¿Qué hacemos Mariano? ¿Quién puede interrumpir en esta sala ahora mismo? –Desconocía el motivo porque acabó parte del decorado siendo destrozado.
¿Es que habría algún motín?
Imaginándome una vida sin “Él” era ya de por si una agonía pero tenía en cuenta que no amaba a quien era ahora mi prometido. Claro, mi madre como siempre todo lo tenía demasiado bien planeado solamente para que su tradición vampírica continuara su fluidez. Desde siempre, los Montalvo hemos cuidado de ese secreto durante toda nuestra estirpe. Desde tiempos lejanos que se remontan a la era de Mesopotamia, siempre había existido la tradición en nuestra familia. Antaño no éramos los Montalvo, si no ya teníamos un apellido distinto, pero a mediados del siglo XII el apellido Montalvo, parecía darnos importancia en el mundo de la alta cuna y entonces se quedó así.
Mi tatatatatatarabuela –que aún vive- fue la que otorgó clase a nuestro linaje con su apellido y su hijo biológico siguió la tradición que hasta ahora se ha mantenido intacta y de la cual, yo debo seguir que consistía en antes de llegar a los 25 años de edad debías contraer un matrimonio no oficial con un mortal, yacer y tener descendencia para así entonces comenzar con el proceso de elección del destino. La matriarca aún seguía en nuestro hogar. Seguía con nosotros y siempre llevaba razón, pero claro, solo aquel que haya nacido bajo el apellido Montalvo debe convertirse en vampiro.
Pero ¿Y si gustaba de convertirme en licántropo al igual que mi primo desaparecido? Simplemente estaría fuera de la familia, me despojarían de todos los vestidos o de todas las pertenencias que tengo hasta ahora, me mandarían a las calles y periódicamente vería a mi familia en una sala de torturas simplemente para que supiera de lo que había hecho. No quería ese destino además de que revolverían el infierno y el cielo para ponerme a todos en mi contra. No pude pensar en nada más que en agarrarme más al brazo de Mariano el cual cogía mi mano para pedir el mismo apoyo moral que él pedía de mí.
Entonces vi como todos estaban aún observándonos por lo que íbamos a decir, mi madre, su ceño comenzaba a fruncirse por verme aun callada y sin decir nada, pero, es que no sabía que decir o que hacer en ese momento. Si “Él” estuviera a mi lado, nada de esto estaría pasando. Y sé que con su presencia siempre consigo el valor que necesito al igual que siempre ha estado desde que era pequeñita, siempre cuidándome en las noches que pasaba en vela por las pesadillas que sufría y él las acallaba solamente con su presencia. Era alguien muy querido para mí, pero tendría que evitar mis pensamientos cuando la mitad de los invitados sabía que eran vampiros y parte de mi familia.
- En…estos momentos nos sentimos dichosos por la noticia que no salimos de la confusión que nos ha causado esta noticia…-Miré a Mariano como si se tratara de un sueño cumplido pero le miré suplicando para que me ayudara en el pequeño discurso de agradecimiento para que la cosa fuera un poco menos incomoda con tantas miradas ajenas sobre nosotros mismos. El ruido de las ventanas al romperse y viendo como los cristales se esparcían por el suelo de repente, hizo que quisiera refugiarme en los brazos de Mariano, la gente se dio cuenta de que algo pasaba, la gente la escuche gritar de puro miedo. Las ventanas estaban rotas y los cristales se caían de la poca sujeción que tenían, pero no entraba ningún ladrón ni nada por el que tuviéramos que tener miedo alguno. Miré a Mariano una vez más para saber que hacer - ¿Qué hacemos Mariano? ¿Quién puede interrumpir en esta sala ahora mismo? –Desconocía el motivo porque acabó parte del decorado siendo destrozado.
¿Es que habría algún motín?
11:45 – Norte de París – Patricia Montalvo / Mariano De Gaudí
Lumsx
Patricia Montalvo- Humano Clase Alta
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