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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Brönte d'Auxerre Sáb Jun 07, 2014 6:43 pm


En la ciudad el vino deja de ser vino y el pan deja de ser pan. Y para que el pobre consiga comer realmente pan y beber realmente vino, es necesario que primero sacrifique en la capilla siniestra de la fábrica un poco de alegría, de inteligencia, de sudor, de músculo, de salud...

Enrique López Albújar



Las grandes chimeneas de las fábricas soltaban grandes nubes negras, ganándose el nombre de “monstruos de hierro” para alguien con tantos años como él. Sus innumerables ventanas, algunas iluminadas por las pequeñas luces de las velas que guiaban a los hombres que trabajaban en su interior, les otorgaba el aspecto de miles de ojos terroríficos brillando en la oscuridad de una pacífica noche francesa. Y las grandes puertas por las que entraban una multitud de cansados hombres, sustituyendo el turno femenino de las mujeres que salían a sus casas, listas para comenzar una labor mucho más dura que las jornadas de la fábrica, la tarea de cuidar de sus hijos, darles la cena y preocuparse por el futuro de aquellos niños que seguramente terminarían en la fábrica que condenaba a sus padres a carecer de tiempo para asegurarse de que hacían bien las tareas de la escuela.

Él sabía perfectamente lo que pensaban todas aquellas personas que pasaban a su lado sin siquiera percibir su presencia. Pegado contra uno de los muros del taller que enfrentaba la fábrica, con su sombrero tapando la mitad de su rostro, era sólo un hombre más en la oscuridad. Otro joven de rico aspecto, que con su sola presencia, demostraba la diferencia que había entre aquellos otros que no eran tan diferentes a él en físico, pero desde el mono ajado de trabajo, sus manos manchadas de aceite y el intenso olor de sudor y lágrimas; ellos demostraban ser los luchadores anónimos de una sociedad que cambiaba a favor de los hombres que como él, vestían de gala, llevaban sombreros y olían a perfume o jabón. Aunque en lo personal él odiaba el perfume masculino. Prefería que todos pudieran captar el aroma de su sangre, pues si hablase de su olor corporal, éste había desaparecido la noche que lo habían convertido.

Sonrió y cerró los ojos, disfrutando de ser la única pieza inmóvil entre todas aquellas personas que se apresuraban, pasando a su lado como una marea inquieta, para poder llegar a tiempo a sus casas o trabajo. Esa era otra de la clara diferencia entre él y todas aquellas personas que se movían. Él jamás tenía prisa, saboreaba cada segundo, alargándolo sólo para su deleite. Tener la seguridad de perdurar en este mundo mucho más tiempo que las grandes losas de mármol que conformaban la estructura de las antiguas civilizaciones griegas, te daba una perspectiva nueva del mundo. ¿Por qué correr cuando puedes moverte con la misma velocidad que el viento?. ¿ Por qué desesperarse por llegar a un lugar, si tenía todo el tiempo del mundo para dirigirse o no, a su destino?.

La luz anaranjada del cigarrillo que fumaba brilló con intensidad cuando chupó el borde, llenando sus pulmones con el humo de éste, sintiendo la caricia que recibía del aire viciado desde el interior al exterior, para salir después por sus labios entre abiertos con un suspiro tenue.

- No creí verte jamás por aquí.- Dijo con tranquilidad a la única persona que podría captar el bajo arrullo de su voz, entre todo aquel mar de voces que navegaba a su alrededor. Él tenía un gran interés en aquellas fábricas, pues no sólo trabajaba en algunas como inversor, sino que realmente percibía en ellas algo importante. Eran algo mucho más atrayente que el mero lucro que podía obtener con ellas. Habían grandes conocimientos de ingeniería, economía y de derecho. No se olvidaba de los contratos que había en ellos y los pequeños murmullos sobre la necesidad de reunirse los trabajadores para llegar a acuerdos con el patrón. Era como ver construirse un nuevo mundo a su alrededor. Y él podía ver cómo desde su inicio a la actualidad, todo parecía desenvolverse en favor de los burgueses, aunque algo le decía, por el brillo orgulloso de algunos trabajadores, que eso no siempre sería así.

Se sentía como un romano, acudiendo a un espectáculo de gladiadores, donde en vez de luchar con espadas, se agredían con palabras y sucesos. Ya le aburría los grandes salones en los que se reunían la alta clase. Aquel mundo se estancaba, no había nada nuevo, salvo los rumores jugosos, alguna que otra mujer y hombre de espectacular belleza y, como no, la moda. A pesar de ser completamente racional, podía perder una cantidad ingente de tiempo en el estudio de las telas con las que deseaba confeccionar sus trajes. Su sastre disfrutaba discutir con él los diferentes estilos de corte o costura, ya que él siempre le permitía introducir algo nuevo, pero con ciertas reservas. El hombrecillo siempre parecía disfrutar de llevarlo a modelos demasiado extravagantes para él. Nada de terciopelo. Odiaría tener algo tan peludo y atrayente de polvo, encima de él.

Giró su rostro hacia la sombra que conformaba el cuerpo de su hermano, dándole una pequeña sonrisa divertida. Captó el brillo que había en sus ojos y volvió a darle una calada de su cigarrillo, disfrutando de nuevo de aquella lenta caricia, para soltar el aire en una esfera perfecta de humo blanco.

- ¿ Puedes ver también el monstruo, Dorian?. Come carne humana. Sus lágrimas y sudor no es suficiente.- Miró de nuevo a la fábrica y se estremeció ante la certeza de sus palabras. Sabía que a veces era difícil seguir la línea de su pensamiento. Pero le era difícil el no mantener más de dos conversaciones a la vez, algunas veces llegaba a seguir a la perfección cinco conversaciones consigo mismo. Quizás sí estuviera loco. ¿Pero no podían entender que las fábricas realmente consumían a los hombres?. Sacudió su cabeza, haciendo que su sombrero cayese y se mostrase su rostro perfectamente bajo la luz de la luna. Unos ojos azules que brillaban bajo el más perturbador interés hacia aquel descomunal edificio, con sus labios torcidos en una sonrisa grotesca al tener que ejercer fuerza para sostener su cigarrillo en su lugar.
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Mensaje por Lukian d'Auxerre Vie Jul 18, 2014 11:00 pm

La zona industrial no era de mis lugares favoritos. Era de hecho, una de aquellas zonas que prefería evitar casi a toda costa pues desde mi punto de vista era una perdida completa del tiempo estar en ellas. Los inmortales no éramos trabajadores, quizás fuéramos parte esencial con el dinero que se aportaba para que aquellas fabricas siguieran en pie, dando ganancias y brindando trabajos explotadores a todos aquellos que necesitaban de unas cuantas monedas para mantener a sus familias. Detestaba ir a aquel lugar porque me hacía pensar en lo que pudo llegar a ser mi vida. De no haber obtenido la inmortalidad seguramente la vida se me hubiese extinguido tratando de mantener a una familia, buscando mayores conocimientos sobre la magia que ya no poseía desde hacía demasiado tiempo y esperando que de tener hijos, ellos llevaran mi idea de inmortalidad por sus venas.

Pese al sentimiento de desprecio que sentía por aquella zona, esa noche tenía la necesidad de ir. Tal vez buscaba tranquilizarme a mi mismo, indicarme que de haber seguido una vida humana ya no existiría en aquel mundo o quizás fuera el mero deseo de ver si en el fondo seguía sintiendo una ligera empatía por aquellos frágiles seres lo que me llevo hasta aquel lugar.

Había caminado como una sombra entre el grupo de hombres trabajadores que se dirigían al turno nocturno, no era parte de ellos, ni siquiera por las ropas que llevaba encima. Mi aspecto era tan diferente al de ellos que todos mantenían su distancia de mi, probablemente creyendo que era el dueño o algún inversionista de aquellas fabricas en las que todos ellos trabajaban. Gracias a mis sentidos desarrollados pude escuchar parte de las trágicas historias que tenían para contarse entre ellos, como algunos trataban de darse ánimos mientras que otros únicamente hablaban de resignación, todas y cada una de las voces que llegaban hasta mi eran diferentes pero entonces, una de las voces resulto ser conocida, la voz de un miembro de mi familia.
Mis pasos se desviaron del grupo hacía una zona más apartada de todos ellos, pero no lo suficiente como para que dejara de verlos y de entre las sombras, lentamente se dibujo la figura de quien yo conocía bien. El humo del cigarrillo que fumaba flotaba en el aire y su mirada estaba centrada en la fabrica que estaba frente a nosotros, la cual, se alzaba imponente.
Pues ya ves, estoy lleno de sorpresas – con diversión me recargue de lado contra la pared, pudiendo de esa forma mirar en dirección a Brönte, otro de los miembros del clan d'Auxerre y por tanto mi hermano – Te diría que es extraño verte por este lugar, pero la verdad es que no resulta extraño en lo absoluto – suspire – Aún no entiendo que es lo que encuentras de fascinante en ver todo esto.

Me era complicado poder entender a Brönte, pensaba de una manera que me parecía tan peculiar como fascinante. ¿Pero cuál de los hermanos no era peculiar o fascinante? Nuestro clan era demasiado variado, tanto que podía llevarnos a estallar en cualquier momento aunque hasta aquellos momentos todo había marchado a la perfección y aparentemente seguiría así por mucho tiempo más. Una vez que nuestros ojos se encontraron, le devolví la sonrisa y mire en dirección a los trabajadores que seguían llegando a aquel lugar. Las mujeres ya habían abandonado casi por completo la fabrica y los hombres estaban ya todos por terminar de entrar, pronto, nos quedaríamos ahí solos. Dos sombras en la noche, vigilantes y expectantes de lo que pasara dentro de aquella construcción.

Escuche con atención su pregunta y levante la mirada de un grupo de hombres que ingresaban al interior para centrarme entonces en la estructura. Cuando se le miraba con detenimiento, parecía tener vida propia, una vida que adquiría a base de las humanas igual que nosotros.
Lo veo. Pero es como todos los monstruos Brönte, necesita alimentarse para sobrevivir y los humanos como siempre son el mejor platillo que puede servirse – No éramos tan diferentes a aquella monumental construcción humana, nosotros también nos alimentábamos de humanos para sobrevivir. Al contrario de la fabrica aquella, nosotros solo necesitábamos sangre pero no los dejábamos vivir una vez que nos alimentábamos. El sonido del sombrero de Brönte al caer, me hizo mirarle y sin esperar mucho termine con la distancia que había entre ambos, dirigiéndome primero a levantar su sombrero para posteriormente ponerme justo frente a él, ocultando con mi cuerpo la vista que antes tenia – ¿Qué haces aquí, hermano? – le mostré el sombrero, esperando a que lo tomara y que mi pregunta deshiciera aquella expresión de su rostro.
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Mensaje por Brönte d'Auxerre Dom Jul 20, 2014 1:00 pm


-¿Sabe lo mejor de los corazones rotos?
Negué
-Que solo pueden romperse una vez, lo demás, serán simples rasguños.



A pesar de escuchar a su hermano, su mirada siguió en el edificio hasta que el cuerpo de Dorian tapó aquella aberración que atraía su interés. No había un monstruo igual que aquel edificio, no a menos que se contara a sí mismo. Entonces las pesadillas de los humanos ya no serían meros trabajos inhumanos que se extendían en un horario que ocupaba casi todo el día. Pudo verse a sí mismo, devorando tantos humanos como le fuera posible, siguiendo la melodía de sus corazones hasta que la pieza diera su fin, justo en el mismo instante en que la última gota de su sangre llenase su cuerpo. Podía hacerlo. Es más, a veces, su animal le susurraba que lo hiera. ¿Por qué?. Simplemente porque podía.

- No, supongo que no es extraño verme aquí. – Se quitó el cigarrillo de sus labios y miró a su hermano, alejando sus ojos del edificio que había atraído su interés desde el comienzo de su fabricación. Cuando el mismo era sólo una figura en un papel, él ya había estado allí, observando todo lo que constituiría el futuro de la clase media. Era curioso como el ser humano siempre buscaba algún grupo inferior en recursos sobre el que sustentar toda su economía. ¿Valía la pena tanto sacrificio por el bien del Estado?.

Cogió su sombrero de las manos de su hermano, tocándolo sólo con dos de sus dedos, para después sacudirlo con varios golpes contra su pierna, librándose así del polvo. Aunque cuando vio una mancha de algo húmedo en la lujosa tela, lo arrojó tan lejos como pudo con asco.

- Asquerosa inmundicia en las calles. La suciedad rodea todo lo puro del mundo.- Susurró sacando un pañuelo de su bolsillo para limpiarse los dos únicos dedos que habían tocado el sombrero. Se deshizo del cigarrillo y después atrapó las manos de su hermano para limpiárselas con cuidado. Haciendo con él lo mismo que había hecho con él, eliminar la impureza de su piel.

<< Eres un hombre sucio, Brönte. ¿Qué es lo que piensas que no puedes expresarlo con palabras?. >> La voz de su psiquiatra lo hizo temblar, mientras intentaba eliminar sus recuerdos frotando el pañuelo blanco contra la piel de su hermano. Pero el recuerdo seguía allí, rememorando el sonido de la manguera chocar contra su espalda en la hora del baño.

- Basta.- Susurró, soltando las manos de su hermano y mirando al edificio de nuevo. – Ya estás limpio.- Sonrió con inocencia y no dijo nada sobre la falsedad de aquella mueca. Sólo trago duramente, intentando no estremecerse contra las sensaciones que le provocaba su pasado cuando volvía a atacarlo en el momento menos indicado. <<Vete, ya no existes>> Pensó llevándose una de sus manos a la cabeza para peinar su pelo con los dedos.

Su aspecto se suavizó, convirtiéndose en alguien mucho más natural ahora que no estaba perfectamente peinado. Su rostro pareció mucho más maculino de aquella forma, aunque no lo supiera.

- Tengo negocios en la zona. Me gusta jugar al hombre de alta clase, Dorian. – Se encogió de hombros y le devolvió una mirada intensa llena de sus ansias de devorar el mundo. Literalmente quería comérselo para que nada volviera a hacerle daño. Quería la soledad y el silencio por eso. Ya era difícil convivir con las voces del pasado como para alargarlo con dios sabía qué problema más. Se bastaba con su sola presencia y la de sus hermanos. El resto sobraba a sus ojos.

- Dices que es sólo un monstruo más, hermano. Pero no te has dado cuenta de lo importante.- Su sonrisa se amplió un poco más.- Yo soy el peor monstruo de todos. No sólo me conformo con las muertes que ocasiono a diario, sino que financio a otro monstruo que me dé riqueza a cambio de sus huesos.-Cerró sus ojos y lanzó un suspiro al aire nocturno de París.- ¿Qué puedo decir para justificarme, salvo que siempre tengo hambre?

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Mensaje por Lukian d'Auxerre Mar Ago 05, 2014 9:34 am

Soy una de esas personas que creen que la vida es una serie de ciclos…, de ruedas dentro de ruedas; algunas se mezclan con otras, otras giran solas, pero todas realizan una función repetitiva y concreta.
Stephen King

Y ahí estábamos, dos miembros del clan hablando como si fuéramos humanos normales que van a admirar aquel lugar donde han invertido tanto dinero. La parte de la inversión quizás no era tanto mentira, la parte de humanos, bueno, lo fuimos alguna vez.

Las expresiones de Brönte siempre me llamaban demasiado la atención, era fascinante la manera en que podía cambiar tan velozmente de estado de animo y hablar algunas veces de cosas que me resultaban completamente incompresibles, pero siempre era refrescante estar a su lado, ver las cosas de una perspectiva nueva y poco conocida.
No, no resulta para nada extraño aunque si sorpresivo que ambos decidiésemos estar en este lugar esta noche. Tal vez ya era necesario que tuviéramos una charla – reí. Contabamos con toda una inmortal vida para charlar, pero eran en los momentos en que la suerte estaba a nuestro favor cuando realmente lo haciamos, fuera de eso, nuestros encuentros eran palabrerías sin sentido o planes sobre como encontrar al clan enemigo y terminar con ellos. Eramos bastante peculiares.

El sombrero abandono mis manos solo para terminar nuevamente en el suelo y una risa salió de mis labios ante su aparente desagrado.
Es complicado decidir que es lo puro y que no lo es Brönte. Quizás aquello que consideramos impuro, sea en realidad lo más puro que existe. Todo depende de perspectivas – mis manos fueron atrapadas entre las suyas con el único propósito de eliminar de ellas los restos de suciedad que hubieran quedado después de recoger el sombrero. No retire la mano porque siempre, para cada acto de Brönte existía un motivo y siempre consideraba que sus motivos eran grandes, así que no le interrumpí, le permití llevar a cabo aquello que parecía ser un ritual extraño y solo cuando me soltó fue que suspire – Estar limpio, ¿Puedo realmente estarlo cuando a cuestas llevo la sangre de muchos? – la pregunta iba más en mi dirección que en la de mi hermano, aunque era probable que también él dijera algo respecto a lo que decía yo.

Mis pensamientos abandonaron el asunto de la pureza y reí nuevamente por sus palabras.
Podrías enviar a alguien a ver los negocios Brönte, no es necesario que vinieran por esa clase de asuntos a un lugar tan decante – y sin embargo, yo seguía estando ahí – Rebajarnos al nivel de los mortales solo para divertirnos, deberíamos buscar otra clase de entretenimiento que no incluya mezclarnos tanto con la comida – guarde silencio, tratando de pensar cual sería otra forma entretenida de pasar la inmortalidad, solo para que no se me ocurriese nada – aunque jugar con la comida la vuelve más apetitosa – era el miedo o el placer lo que volvía la sangre humana más deliciosa de lo que se pudiera imaginar, para mi así lo era y creía que para todos los nuestros era de la misma manera puesto que solíamos hacer las mismas cosas cuando se trataba de alimentarnos y terminar con vidas humanas.

Bueno, algún provecho tenían que tener los inútiles de los que no nos alimentamos – le mire fijamente – así que tranquilizate, aquí todos somos monstruos y tenemos hambre de más; claro que, no tanta como tu que eres tan insaciable – lleve ambas manos hasta mi nuca, entrelazandolas ahí de manera despreocupada – Lo bueno es que no necesitas justificarte ante nadie, solo ante mi – una sonrisa burlona apareció en mis labios – así que dime ¿Qué clase de negocios tienes? ¿Puedo ser participe? Ya que veras, estoy terriblemente aburrido y tu serás la única salvación para este hermano tuyo – exageraba, pero no era diversión algo que siempre buscaba yo para “matar” el tiempo.
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Mensaje por Brönte d'Auxerre Sáb Sep 13, 2014 1:11 am


"Algunos tienes desgracias, otros obsesiones. ¿quiénes son más dignos de lástima?."

Emil Cioran.



Se había olvidado de lo agradable que era hablar con su hermano Dorian, a veces se olvidaba de ellos porque permanecían ajenos a su presencia, era realmente similar a una mascota. Salvo que a diferencia de la mayoría de los perros, que armarían un escándalo, destrozando los zapatos de sus amos o marcando todo el territorio con orín, él sólo salía a la calle e iba a liberar esa parte oscura que guardaba en su interior. Eran muy pocas las veces que realmente se atrevía a destrozar algo para llamar su atención. No le gustaban las acciones impulsivas y carentes de sentido, sin hablar del problema que sería después el explicar el porqué de sus acciones. Adriel jamás le permitiría hacer una escena de celos si no tenía un buen motivo para ello.

- A veces me sorprendes Dorian. ¿A quién le importa cuántos humanos hayas matado?.- Lo miró con una ceja alzada, como si hubiera dicho algo interesante, pero a la vez absurdo. Negó con su cabeza, mirando de nuevo a la fábrica, adoptando una posición erguida y solemne. Casi parecía un profesor a punto de impartir una clase magistral a todos los alumnos a su cargo. Pero había algo en él, que lo hacía aún más cercano a un general a punto de darle unas órdenes de vida o muerte a su soldado. Quizás era porque un profesor de universidad jamás desprendería esa aurea de peligro que siempre rodeaba a los vampiros.

Mátalos. A todos los que sean necesarios para que sigas aquí, junto a nosotros. – Evitó añadir un junto a mi en la oración. Porque a pesar de todo, Dorian no era suyo. En realidad, nadie era suyo, de la misma forma en que él no era de nadie y, aun así, se sentía más de todos sus hermanos, que de sí mismo. ¿Podría tener eso algún sentido?.

- Yo no lloro la muerte de los humanos, sólo me fascina el saber que no somos los únicos asesinos ahí fuera. Llámame cruel, pero mejor ellos que yo. – Dirigió sus ojos hacia Dorian y le dio una pequeña sonrisa, sorprendiéndose a sí mismo cuando le palmeó el hombro con fraternidad. – Mejor ellos que tú. Tenlo presente cuando hables de manos manchadas, tú no eres diferente a la muerte. Los eliges al azar, sin ningún motivo más que el de alimentarte. – Se encogió de hombros y comenzó a caminar, alejándose de la fábrica y todo lo que tuviera que ver con la muerte. – Ellos no lloran por los cerdos que comen, tú tampoco lo hagas.

Se detuvo al escuchar que le recordaba el hecho de que podía enviar a otro para hacer su trabajo. No sabía porqué, pero aquella idea le parecía abominable. ¿Otro haciendo lo que él debía hacer?.

- Creo que jamás llegarás a comprenderme hermano, y sinceramente, tampoco deseo que lo hagas. – Sus ojos azules se convirtieron en un reflejo frío y metalizado del muro con el que había protegido todo lo que tenía que ver consigo mismo; su personalidad, su pasado y su corazón. Era como un enorme muro que tenía pequeñas rendijas creadas para que entrara sólo la luz que él quería.

- No estoy aquí para jugar, no quiero a ningún inútil haciendo lo que quiero. Mis negocios los dirijo yo y solamente yo. – Señaló con desprecio al sombrero que había dejado atrás. - ¿Confiarías en la basura del mundo sólo porque puede andar y hablar?. Te lo agradezco, pero deseo a todos lejos de lo que quiero. – Movió su mano para llamarlo y animarlo a continuar el viaje a su lado. No se molestó en ver si seguía sus pasos, sino que comenzó a caminar de nuevo, moviéndose con una elegancia felina.

- ¿Quieres saber de mis negocios?. Entonces ven conmigo. Te mostraré por qué nadie puede hacer lo que he venido a buscar. – Rió con suavidad y siguió su camino, como si se supiera las calles de memoria, deslizándose a veces a la derecha y otras a la izquierda, creando un laberinto mientras caminaba, haciendo imposible el recordar el camino que habían recorrido.

Cuando se detuvo, miró a Dorian y le señaló el edificio que tenían ante ellos. El edificio de la comisaría parisina se extendía ante ellos. Varios agentes hacían guardia delante de la puerta. Brönte subió los escalones, saludando a los policías que le llamaban por un nombre falso, respondiéndoles con un corto movimiento de su cabeza. El jefe se acercó con sus mejillas sonrojadas, diciéndole que habían tenido que golpear al sospechoso para que dejara de debatirse en contra de los agentes.

- Habéis hecho bien llamándome. – Le dio una gran sonrisa, mientras calmaba al hombre con un acento perfectamente francés, le acarició sutilmente el hombro y paseó con él pegado a su costado, como si fuera su amigo del alma. Todo en él era un joven vital y extrovertido, lanzando una gran carcajada por algo que le había contado el hombre y asintió. Señaló a Dorian con la cabeza y le susurró en el oído que su hermano había insistido en ver que no se escapaba a ningún burdel sin llevarlo antes con él. El policía volvió a reír y asintió, dejándolos pasar dentro hasta la sala en la que tenían al hombre atado.

Cuando el policía cerró la puerta con él y Dorian dentro, enfrente de un hombre atado a una camisa de fuerza, toda su máscara de hombre feliz calló.

- ¿ No se te ocurrió que vendría personalmente a ocuparme de ti?.- Negó con la cabeza y se sentó enfrente del hombre, el cual tenía una expresión de pánico en el rostro, una mueca tan cruda y real, que podía olerse cómo el miedo se adueñaba de él. - ¿En qué estabas pensando cuando hiciste el cuadro?.- Le hablaba con lentitud, como si fuera un retrasado mental que necesita procesar cada palabra antes de que él terminara la frase.

El hombre tembló y comenzó a gimotear una disculpa. Pero él lo cortó con un golpe suave sobre la mesa. – No me interesa las disculpas. ¿Dónde está el cuadro?.- El chico tembló de nuevo y le dijo que lo había guardado dentro del desván de su madre. Que había pensado que su imagen podría ser lo único que se llevase con él.

- Te lo dije, no puedes pintar a la familia. – Sacudió su cabeza y se levantó con un movimiento fluido, yendo hacia él para darle un pequeño beso sobre los labios. – Adiós, Arnault. Si vuelves a la casa que comparto con mis hermanos, rondando por ella como un acosador para ver qué puedes llevarte de ella, te mato.- Le dio una sonrisa cariñosa y le revolvió el pelo antes de irse. Guió a Dorian a un despacho en el que aún no había nadie y cerró la puerta.

- Era uno de los trabajadores que vino en verano para colocar esa figura que quería Denisse en el jardín. – Se sentó encima de la mesa del despacho y se frotó los ojos como si quisiera borrar algo de ellos. – Es un aprendiz de pintor, así que hizo varios bocetos de nuestra hermana. Aunque terminó haciendo un cuadro en el que salgo yo.- No pensaba decirle en qué posición exacta salía dentro. – Me enteré de ello cuando escuché sus pensamientos el día que se despidió con su jefe. He tardado unas dos semanas en encontrarlo porque se fue de viaje, ha sido un verdadero dolor de cabeza. Pero no podía dejar que tuviera ninguna imagen de nosotros.- Miró a Dorian con una sonrisa. - ¿Aún crees que los humanos podrían hacer esto por mí?. Su pregunta quedó sin respuesta al escuchar cómo el jefe de policía se acercaba a ellos. - Intenta no asustarlo, me ha costado un año llevarme bien con toda la policía de París. Necesito su contacto para estos casos.

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Mensaje por Lukian d'Auxerre Dom Nov 02, 2014 6:51 pm

No a muchos podría importarles eso, lo sé, quizás únicamente me preocupa a mi y eso es suficiente para dejarme pensando sobre eso – era inútil pensar en eso, tanto como lo era prometer que no mataría más humanos por el siempre hecho de que los necesitaba para seguir viviendo y aunque fuera la cosa más aborrecible del la existencia, no pensaba abandonar aquel mundo, alargaría mi existencia tanto como me fuera posible aunque con eso debiera acabar con más y más vidas humanas. Vidas sin sentido para mi. Las palabras provenientes de Brönte solo reafirmaron esa idea y por un momento creía que de todos mis hermanos, Brönte era el único que en cierta manera era capaz de comprenderme – Claro que seguiré matándoles, no debes preocuparte por eso – sonreí en dirección a mi hermano – No pienso dejarles, aún tenemos muchas cosas por delante como para que decida que ha sido suficiente. Nunca será suficiente de esto, no con todos ustedes ahí – Los d’Auxerre estaríamos ahí mucho tiempo, lo sospechaba desde lo profundo de mi ser, como si parte de las habilidades mágicas que alguna vez tuve me aseguraran que así sería.

¿Podía culpar a Brönte por lo que decía crueldad? Claro que no. No era quien para hacerlo e igual, yo pensaba continuar alimentándome por muchos años de la sangre de los mortales solo para estar con todo aquel clan al que pertenecía. Comencé a caminar a su lado.
No te llamare cruel, no seas ridículo. Alimentarnos de humanos es algo que debemos hacer es solo que algunas veces no puedo evitar pensar de esa manera – reí – menos mal que tengo a un hermano como tu capaz de recordarme lo verdaderamente importante de la existencia. Si los humanos se matan entre ellos ¿Por qué no hacerlo nosotros que les damos verdadera utilidad? – Y era verdad lo que decía. Los mortales se usaban entre ellos, no dudaban un segundo en eliminar aquello que nos les servia más pasa sus planes; solo debía observarse a los ricos dueños de las fabricas e incluso a padres e hijos.

De eso no tengo duda aunque tu deseas que no te comprenda y yo deseo hacerlo; aún así estoy consciente de que mi deseo es imposible en este caso –  continúe a su lado y realmente sabía que era imposible que comprendiera que existía en la cabeza de Brönte. A momentos parecía ser todo claro pero después se volvía una maraña imposible de descifrar y de la cual lo único seguro era la hermandad que nos uniría hasta el final de la existencia – No digo que deberías confiar en ellos, pero al menos dales algo que hacer con su existencia – me encogí de hombros – bueno, si a ti te agrada hacerte cargo de las cosas por tu cuenta, adelante, yo tengo cosas más divertidas que hacer que malgastar las horas de mi noche haciendo deberes como cualquier maldito mortal – No comprendía por qué la terquedad de Brönte por hacer las cosas a su manera, para mi era más sencillo usar un mortal y si no hacía las cosas como debía, simplemente terminaba con si vida y ya. Los pasos de ambos continuaron y no respondí a su invitación, solamente continúe a su lado, dejando que me guiara hasta el lugar donde se llevarían a cabo sus negocios.

Enarque la ceja y dedique una mirada confusa a Brönte. No tenía problemas con las autoridades pero tampoco me gustaba estar en un sitio donde los inquisidores pudieran meterse fácilmente y terminar conmigo o los míos. La curiosidad que me movía era grande y solo por eso seque decidía no abandonar a mi hermano y seguirle hasta el final en aquel negocio del que no sabía nada. Reí mentalmente cuando dijo que le acompañaba para que no se fuera a un burdel y ambos entramos en el cuarto que el jefe de la policía nos indicaba. Encontré ahí a un simple mortal, una cara vagamente familiar que sin embargo no recordaba pero mi hermano al parecer si. El centro de la conversación y su curso la llevo en todo momento Brönte pero cuando la mansión y los nuestros salieron a flote no pude evitar lanzar al mortal una mirada de ira. ¿Qué había hecho aquel despreciable humano? Sin pensar más seguí a mi hermano, esperando por alguna explicación y saber si era necesario que termináramos con aquel mortal o dejarle ir estaba bien.

Apenas entramos en otro lugar solitario, recibí la explicación de todo por parte de Brönte.
Debiste matarlo entonces en lugar de estar mandando a la policía, para estos asuntos igual yo hubiese mandado a alguien, a menos claro que me digas que después de esto buscaremos la pintura para que la destruyas y lo mataremos – la única manera en que me sentiría cómodo sería así, sabiendo que no existía más peligro por parte de ese mortal y cuando pensaba preguntar más acerca del denominado Arnault, escuchamos como el jefe se acercaba  – ¿Alguna vez he hecho algo para asustar mortales? – y ante esas palabras sonreí como un chiquillo que jura comportarse pero en la realidad desea hacer una maldad – No haré nada si ese hombre no me molesta demasiado, además – mire a Brönte y sonreí burlón – Yo solo he venido a ver que mi hermano no se vaya a los burdeles – y tras eso solté una carcajada.
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Mensaje por Brönte d'Auxerre Mar Dic 09, 2014 8:03 pm

Lo miro con una mueca de consternación, no pudiendo evitar darle una pequeña sonrisa que contradecía sus ojos al saber que Dorian y él eran dos colores grises con matices similares, pero de tonalidades diferentes. Mientras su hermano tenía esa mente práctica de depredador, él era mucho más rastrero y enrevesado. Deseaba ver llorar a Arnault, esa era su único motivo para que hubiera dejado a los policías humanos meterse en sus asuntos. Sabía cómo pensaba el chico, al fin y al cabo lo había poseído en el jardín con la fuerza suficiente como para que sus gritos le hubieran asegurado el que no se olvidase de su nombre. El motivo había sido claro; él había mirado a Denisse con esos ojos de deseo, y él simplemente se había encargado de que dejara de pensar en ella. Lo que no había considerado era la idea de que se obsesionara con él.


Apartó su mirada de Dorian y miró al policía, sabiendo que la carpeta que traía tenía los datos personales del muchacho y que lo más seguro era que terminaran soltándolo ya que él no pensaba presentar cargos contra él. Le diría al jefe que el chico le había prometido devolver el cuadro y así todos irían a casa temprano sin necesidad de hacer papeleo sobre este asunto. Sabía que simplemente por eso el policía le podría dar dos besos en la mejilla, aunque esperaba por su bien que no lo hiciera. Si seguía en aquel antro de inmundicia iba a sufrir un colapso mental.


- No lo quiero muerto, Dorian. Lo quiero asustado y lloroso, hasta que su cordura se rompa. – Esbozó una sonrisa avergonzada al jefe por el comentario que había hecho Dorian sobre asegurarse “ de que no escapara a un burdel”.

- Se lo dije, ser el hermano menor apesta.- Rió y se centró en expresar su agradecimiento ante toda la situación, diciéndole al jefe que no iba a presentar cargos siempre y cuando el cuadro fuera devuelto. Aunque le agradecería el que lo mantuviese en la cárcel una noche más para que no tuviera la oportunidad de escapar antes de que recuperase el cuadro. Y, sin más, se despidió de él con un estrechón de manos, prometiéndole que alguna vez iría a comer con su mujer si tenía tiempo para ello.


Señaló con la cabeza a Dorian y le indicó que lo siguiera, mientras que él caminaba entre todos aquellos policías dando saludos y sonrisas entre ellos, riéndose de algunos chistes que no tenían gracia y acepando el café que le tendieron antes de salir y que su sonrisa se borrase por completo, adoptando su fría máscara indolente de siempre.

Sus pasos se internaron en la noche, alejándose de la comisaría mientras derramaba el café y
Sacaba un pañuelo de su bolsillo para limpiarse con fuerza la piel de sus manos. – Vamos a buscar el cuadro, quiero llegar a casa cuanto antes para limpiarme con una esponja de hierro. – Y lo decía enserio, pensaba maltratar su piel hasta que pudiera sentirse limpio.

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Mensaje por Lukian d'Auxerre Dom Ene 11, 2015 11:04 pm

Aunque me encontraba pensando que lo mejor hubiera sido terminar con el humano por nuestra cuenta, la verdad es que confiaba lo suficiente en Brönte como para saber que haría lo mejor para la familia. Siempre lo había hecho y en esos momentos yo no debía preocuparme porque no fuera de esa manera, además, mi hermano no era tan desconsiderado como para meternos con humanos sin estar completamente seguro de que nos hallaríamos a salvo y por eso fue que trate de relajarme un poco, aunque la idea de que peligraramos al menos un poco hacía que deseara destruir el lugar entero y a todos los que se encontraban ahí. Pese a mis ansias de destrucción y asesinato me comportaba de una manera ejemplar, casi me hacía decir que necesitaba un maravilloso premio después de eso pero solo lo conseguiría una vez que aquel asunto quedara completamente solucionado.

Me encogí de hombros ante sus palabras, ambos pensabas diferente respecto a tomar cartas en el asunto con personas que se metían con los nuestros, pero todo aquello era idea de mi hermano menor así que no le quitaría las satisfacciones que le brindaba torturar personas de manera psicológica, si eso lo hacía feliz, que lo fuera. Me reí y le mire con cierto aire de burla.
Eres el consentido de la familia así que no te quejes – decía eso para hacerlo molestar un poco, aunque para mi realmente fuera el que mejor me caía de los míos. Después de mi brillante comentario, permanecí en silencio viendo como es que Brönte actuaba. Le era tan natural obtener lo que buscaba y al parecer salir bien de eso que ya me costaba saber porque no se le tomaba con la seriedad debida, entonces recordé sus peculiaridades y sonreí para mi.

La reunión tardo menos de lo esperado, pero eso lo atribuía a la necesidad de Brönte por recuperar la pintura, así que le seguí sin chistar. La presencia de los oficiales me parecía pesada, por tanto no hacía comentarios ni me reía de sus palabras sin sentido alguno, lo cual ayudo a que no me ofrecieran ninguna de las cosas que a Brönte, al menos no debía fingir cordialidad cuando no lo deseaba.
Vaya por poco y pensé que beberías esa repugnante bebida que te han dado – hice una mueca de asco mientras el café era derramado y la expresión de mi hermano cambiaba por completo – No deberías aceptar esas cosas de ellos, podías decir “Gracias pero no deseo beber nada” – suspire de frustración y pegue ante su comentario – Tan impaciente, pero lo mejor es conseguirla pronto así que vayamos para que puedas hacerte lo que quieras en la piel – y de esa manera iniciamos el viaje hasta donde se suponía que se encontraba la pintura, no sin que yo buscara saber un poco más de la situación, pero sobre todo de los planes que tenía para el mortal – Por cierto ¿Qué harías para romper la cordura del mortal? – sonreí – Yo sigo pensando que matarlo sería lo mejor, pero igual suena divertido lo que tienes en mente – me acerque más a él – ¿Qué tanto jugaras con una frágil criatura como esa Brönte?
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Mensaje por Brönte d'Auxerre Jue Abr 02, 2015 12:46 am

Tomo, pues, mi lugar entre los vivos,
como quien deja que lo lleven,
candidata al azar de la mañana
pero citada con los muertos.



No pudo evitar rodar sus ojos de forma infantil cuando escuchó que era el “consentido” de todos sus hermanos, cuando, si tenía en cuenta todas las veces que era ignorado por ellos, acosado e incordiado, realmente el consentimiento se debía más a una especie de galletita para el perro maltratado. Su existencia realmente se asemejaba más a la de la mascota de la familia, que a la del hermano menor. Soportaba la consideración de muchos como el más débil, e incluso el más ajeno a todos los sentimientos confusos que guiaban los actos de sus hermanos. Pero él también conocía la mordedura de los celos, la lujuria, el hambre e incluso la soledad. La diferencia estaba en que él sabía perfectamente cómo dejarlas de lado y convertirse en un muro sobre el que todo revotaba y se alejaba.

- Deja de decir absurdeces. Si deseas dar un calificativo a vuestro comportamiento hacia mi persona, deberías tomar antes el “ torturado o acosado” que el consentido. – Bufó y negó con su cabeza, sacudiendo sus ondas oscuras, intentando alejar de sí la imagen de Dorian agasajándolo. Aquella idea le era tan espeluznante, como el ver a Denisse haciendo pasteles o Adriel contando chistes. Ese día se abrirían las puertas del infierno y él sería voluntariamente el primero en arrojarse a las llamas.

Caminó con seguridad sobre el asfalto de las calles, guiándose por su instinto hacia el lugar que aquel joven había señalado en el interior de su mente. Repitiendo el mismo camino que él había realizado cuando se llevó aquel retrato en el que aparecía su sangre. Podía imaginar cómo debió de sentirse, esa ansiedad que animaba a las piernas a ir mucho más rápido. El corazón acelerándose cada vez que escuchaba un ruido en la calle, temblando ante el pensamiento de que las personas con las que se encontrase supieran que estaba haciendo algo ilegal. Algo que atraería al mismísimo demonio tras él. Lo sabía porque él también conocía lo que era querer algo que jamás podría tener.

- Ya deberías saber que todos actuamos mejor cuando se nos da algo de amabilidad. – Le dio una mirada de soslayo, frustrado con la idea de que su hermano fuese lo suficiente ansioso y maleducado como para ignorar que las buenas formas siempre conseguían muchas más cosas, que simplemente andar gruñendo como respuesta. Y precisamente Dorian debía saberlo mejor que nadie si tenía aquella innumerable lista de conquistas que parecían no tener fin. Una tras otra. A veces se preguntaba qué era aquello de lo que huía cada vez que abandonaba las camas de sus amantes para regresar a la mansión.

- ¿ Me llamas impertinente y no paras de gruñir que deberíamos matar al chico?.- Se rió con verdadera diversión, llenando la calle con sus carcajadas, haciendo que un hoyuelo apareciera en su mejilla. Uno siempre oculto porque su dueño parecía mantenerse obstinadamente serio. Al menos lo suficiente como para que no muchas personas conocieran de su presencia.


- Dorian, eres un descarado adorable. – Le dijo mirándolo a los ojos con aprecio, aunque se retiró dos pasos para dejarle saber que no lo quería cerca. En esas cuestiones, él siempre era quien marcaba el compás. Podía mantenerse durante meses en un silencio absoluto, como aparecer un día pidiendo que le tocaran el pelo o lo abrazaran. Todo dependía de su estado de ánimo y de lo cerca que estuviese de perder su cordura.

- Pero eso no quiere decir que te desvele todos mis planes. Hay cosas que no tienes porqué conocer. – Mantuvo una sonrisa enigmática mientras comenzaba a caminar más rápido para dejarlo atrás. – No a menos que estés preparado para las consecuencias. -
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