AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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El valor de una promesa ( Desari)
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El valor de una promesa ( Desari)
El bosque es precioso, oscuro y profundo. Pero tengo promesas que cumplir y millas por recorrer antes de dormir
Robert Frost
Robert Frost
En todo el tiempo que llevaba con la familia D’Auxerre, jamás pensó que la palabra que le había dado un día a un humano, una sencilla doncella de sonrisa brillante e inocente, le iba a traer tantos problemas. Hacía poco había recibido una carta de su abogado, anunciándole no sólo su muerte, sino que su nombre había salido en el testamento de su antigua amiga.
Había acudido a lectura del testamento, sólo para sorprenderse al saber que su inocente muchacha, una que había considerado demasiado buena para todos los males que iban a acecharle una vez los hombres consiguieran lo que se proponían de ella en la época de presentaciones a la sociedad, lo había atado con unas simples frases en un papel. ¿Realmente había sido tan buena en el pasado?. Al parecer, aquella pequeña niña había crecido, convirtiéndose en una implacable mujer que había conquistado los corazones de todos sus allegados con la bondad que reinaba en ella.
Su increíble belleza, lo suficientemente atrayente como para llamar su atención en el pasado, se había casado y había tenido una hermosa mujer como hija. Pero se había marchado de este mundo dejando sola a su única hija, así que acudió a él, para que sea el guardián de su pequeña. Sus palabras literales, según el testamento, habían sido: “haciendo acopio de una promesa antigua como nosotros mismos, te pido que cumplas ahora con tu palabra. Juraste que me protegerías cuando lo pidiese. Ahora que estoy muerta, cumple tu promesa con mi hija.”
Por supuesto que cumpliría su palabra, siempre lo había hecho y aquella mujer lo sabía. Por eso había acudido sólo a él, intentando que su marido no pusiese sus garras sobre su hija.
Frunció sus labios con contradicción, recordando el momento en que el abogado lo había mirado a los ojos, sorprendido al encontrarse con un joven de veintitantos años y no un viejo consumido por el peso de los años. Se inventó que su padre y él se llamaban exactamente igual, pero que él cumpliría la petición que recaía sobre el, pobre y fallecido, Brönte. La situación había sido tan cómica, que hubiera sonreído de no ser porque a él no le gustaba lo más mínimo el saberse el custodio de una mujer que no conocía.
Podía ser que tuviera entre manos a una de las mujeres más caprichosas de París y eso arruinaría su humor. Amaba la paz y tranquilidad, el llevar una vida ordenada y dedicada al mero placer de satisfacer sus antojos. Lo cual, cuando se era un vampiro loco como él, podía indicar que quería comer un arqueólogo o simplemente discutir con algún político de reputación impecable, alguna de las nuevas leyes aprobadas en la cámara. Pero ahora tendría que acomodar su tiempo al de otra persona. Era tan irritante saberse limitado cuando tenía otras personas a las que dedicar su tiempo, que no podía evitar hacer un puchero con sus labios, otorgándole una imagen ligeramente infantil.
Como resultado a todo aquello, ahora se hallaba en una cafetería de gran prestigio, disfrutando del olor del café tostado. Podía diferenciar más de diez tipos de ellos, siendo tostados y molidos para poder satisfacer los gustos de cada uno de sus clientes. A pesar de encontrarse a una hora elevada, ya que eran las ocho de la noche, había un gran número de personas disfrutando de lo que ofrecía el local.
Sentado en una de las mesas que quedaba en el fondo del recinto, con sus piernas cruzadas con una postura elegante y un periódico en sus manos, era la viva imagen de la riqueza. Su cabello se hallaba pudorosamente peinado debajo de su sombrero y sus ojos azules brillaban con picardía, analizando el contenido del periódico con una pequeña mueca en sus labios. En un cenicero se hallaba uno de sus pequeños puros, hechos con una cantidad de flores secas, haciendo que su humo tuviera el rico aroma de las azucenas. A su lado, una taza de rico y oscuro café, lanzaba el humo que se elevaba sobre la porcelana, arrojándole un delicioso antojo de consumir su contenido con rapidez, sólo para pedir otra más.
Sacó el reloj de su bolsillo y chasqueó con su lengua. Llegaba tarde, aquella mujer realmente tenía unos minutos de retraso. Qué descortés, se dijo con un ligero dolor de cabeza causado por el exceso de sus pensamientos entrecruzados entre; el anhelo de llegar a su casa para ver a Denisse, la frustración de tener que esperar por alguien, el reproche de que el artículo del periódico tuviera una falta de ortografía y la incomodidad de que hubieran personas mirándolo de reojo. ¿Se habría olvidado de enderezar su corbata?. Aunque sabía que era más que improbable que eso fuera cierto.
Brönte d'Auxerre- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 18/04/2014
Re: El valor de una promesa ( Desari)
Aún había cosas de mi propia sangre que no lograba entender. Quizás fuera yo la que pensaba demasiado y le daba mucha importancia a detalles que nadie atendería. Me gustaba curiosear y tras toda mi vida bajo el techo de mi padre, jamás antes había descubierto algo del calibre de lo que contenía el escrito de una carta, que iba a mi nombre y que mi padre había decidido guardar, escondérmela. ¿Por qué? No le encontraba sentido y como más leía, era aún peor. ¿Por qué iba a negarse a que me viera con un conocido de mi difunta madre? Jamás había conocido a nadie de aquel calibre, ya que los amigos de madre no solían jamás asistir a los eventos y aún menos a la mansión. Culpaban a mi padre de la muerte de ella, casi tanto como a mí. Ya que siempre sería la razón por la que mi madre terminó perdiendo la vida. Yo era la hija que le arrebató la vida. La inocente niña que no debería haber tenido, que no debería haber nacido.
Suspiré guardando la tristeza de mi corazón y llevándome la carta al pecho, la escondí de los demás, saliéndome de escondidas del cuarto de mi padre donde había acudido aprovechando que no se encontraba aquella tarde en casa. Rápidamente mis pasos me llevaron hacia mi habitación, donde se encontraba Alessandra, mi doncella descorriendo las cortinas de mi habitación.— Mi señora. —Me saludó volteándose a verme. Le sonreí y pasando hacia mi tocador, me senté empezando a arreglarme el peinado, hasta que la joven quitó mis manos de mi cabello y empezó a peinármelo ella misma. — ¿Saldréis esta noche? — Me preguntó adivinando que pensaba hacer y asentí viendo por el reflejo del cristal aquella mirada que tenía cuando desaprobaba alguna acción mía. Sonreí simplemente y me encogí de hombros. — Es importante Alessandra y nadie puede saber dónde me dirijo, aún menos mi padre. Debes jurarme que no le dirás nada, por favor. — tomé una de sus manos con una de las mías y desde el espejo la miré suplicante. Muchas veces solíamos guardarnos secretos y cubrirnos las espaldas y esperaba que aquella vez pudiera ser igual. Algo me decía que debía acudir a aquella cita y así conocer más de mi madre. Conocer sus amistades. Saber quién era aquel hombre que me había citado en aquella cafetería, donde esperaba no encontrarme con conocidos de mi padre o el plan, peligraría. — Desary no sabeís lo que me estáis pidiendo… Pero, de acuerdo. Iros, mientras termináis avisaré al cochero para que os lleve. Tu padre volverá tarde, así que aprovechad y volved sana y salva, o será mi cabeza la que termine colgada de la puerta de entrada. — Reí suavemente y negué. — Sabeís que jamás os dejaría sacrificarme por mí. Estaré aquí antes de que me echéis en falta. Antes siquiera que nuestra querida Marie, sepa de mi ausencia.— Tras ello sonrío y tras terminar mi peinado, un elegante recogido con unas trenzas y el cabello suelto a la espalda, fue a avisar al cochero, mientras yo terminaba de vestirme. No llevaría mi mejor vestido, ya que no quería llamar la atención más de lo debido, sin embargo si iría lo más encantadora y fina que pudiera, con un vestido color celeste como el color de mis ojos y los de mi progenitora. A fin de cuentas, era el fiel retrato de mi madre en su juventud. O aquello decían.
Tras terminar, salí de la casa y tomando el carruaje me fui de la casa, dirigiéndome al lugar donde me habían citado. No le conocía, ni tenía ningún distintivo suyo, así que al bajar del carruaje y entrar tras respirar hondo, me encontré que todo el local estaba lleno de hombres arreglados, excepto aquellos de clase media que se reunían al fondo de la cafetería. Suspiré y con la mirada recorrí el lugar, quedándome en la puerta sin saber qué hacer. ¿Por qué me sentía así? Finalmente me alejé de la entrada de la puerta y en aquel instante fue que mis ojos se encontraron con otros que parecían estudiarme, o simplemente observándome. ¿Sería él? Me mordí el labio y llena de valor me acerqué hasta la mesa de aquel joven, que de seguir viéndome de aquella forma podría dejarme sin exigen que llevarme a los pulmones. — Señor, disculpad mi atrevimiento…—dije en una suave sonrisa plantándome frente a él. — ¿Estáis esperando a alguien? — Pregunté fijando mis orbes azules en las ajenas, curvando mi cuerpo elegantemente en una ligera reverencia. Algo me decía que era aquel joven el que me había citado en aquel lugar.
Suspiré guardando la tristeza de mi corazón y llevándome la carta al pecho, la escondí de los demás, saliéndome de escondidas del cuarto de mi padre donde había acudido aprovechando que no se encontraba aquella tarde en casa. Rápidamente mis pasos me llevaron hacia mi habitación, donde se encontraba Alessandra, mi doncella descorriendo las cortinas de mi habitación.— Mi señora. —Me saludó volteándose a verme. Le sonreí y pasando hacia mi tocador, me senté empezando a arreglarme el peinado, hasta que la joven quitó mis manos de mi cabello y empezó a peinármelo ella misma. — ¿Saldréis esta noche? — Me preguntó adivinando que pensaba hacer y asentí viendo por el reflejo del cristal aquella mirada que tenía cuando desaprobaba alguna acción mía. Sonreí simplemente y me encogí de hombros. — Es importante Alessandra y nadie puede saber dónde me dirijo, aún menos mi padre. Debes jurarme que no le dirás nada, por favor. — tomé una de sus manos con una de las mías y desde el espejo la miré suplicante. Muchas veces solíamos guardarnos secretos y cubrirnos las espaldas y esperaba que aquella vez pudiera ser igual. Algo me decía que debía acudir a aquella cita y así conocer más de mi madre. Conocer sus amistades. Saber quién era aquel hombre que me había citado en aquella cafetería, donde esperaba no encontrarme con conocidos de mi padre o el plan, peligraría. — Desary no sabeís lo que me estáis pidiendo… Pero, de acuerdo. Iros, mientras termináis avisaré al cochero para que os lleve. Tu padre volverá tarde, así que aprovechad y volved sana y salva, o será mi cabeza la que termine colgada de la puerta de entrada. — Reí suavemente y negué. — Sabeís que jamás os dejaría sacrificarme por mí. Estaré aquí antes de que me echéis en falta. Antes siquiera que nuestra querida Marie, sepa de mi ausencia.— Tras ello sonrío y tras terminar mi peinado, un elegante recogido con unas trenzas y el cabello suelto a la espalda, fue a avisar al cochero, mientras yo terminaba de vestirme. No llevaría mi mejor vestido, ya que no quería llamar la atención más de lo debido, sin embargo si iría lo más encantadora y fina que pudiera, con un vestido color celeste como el color de mis ojos y los de mi progenitora. A fin de cuentas, era el fiel retrato de mi madre en su juventud. O aquello decían.
Tras terminar, salí de la casa y tomando el carruaje me fui de la casa, dirigiéndome al lugar donde me habían citado. No le conocía, ni tenía ningún distintivo suyo, así que al bajar del carruaje y entrar tras respirar hondo, me encontré que todo el local estaba lleno de hombres arreglados, excepto aquellos de clase media que se reunían al fondo de la cafetería. Suspiré y con la mirada recorrí el lugar, quedándome en la puerta sin saber qué hacer. ¿Por qué me sentía así? Finalmente me alejé de la entrada de la puerta y en aquel instante fue que mis ojos se encontraron con otros que parecían estudiarme, o simplemente observándome. ¿Sería él? Me mordí el labio y llena de valor me acerqué hasta la mesa de aquel joven, que de seguir viéndome de aquella forma podría dejarme sin exigen que llevarme a los pulmones. — Señor, disculpad mi atrevimiento…—dije en una suave sonrisa plantándome frente a él. — ¿Estáis esperando a alguien? — Pregunté fijando mis orbes azules en las ajenas, curvando mi cuerpo elegantemente en una ligera reverencia. Algo me decía que era aquel joven el que me había citado en aquel lugar.
Desari Delay- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 12/06/2013
Re: El valor de una promesa ( Desari)
Mi corazón
es un paisaje de recuerdos,
una ciudad de lunas.
es un paisaje de recuerdos,
una ciudad de lunas.
Nunca había entendido a aquellas personas que llegaban tarde a sus citas, se suponía que si se daba una hora era para que precisamente estuvieran allí el el momento y lugar acordado, pero parecía que aquella joven se había olvidado de la cita o, teniendo en cuenta su cada vez humor más irritado, algo mucho peor ya que tenía que ver con la falta de modales y decoro. ¿sabría ella que en su época podría azotarse a alguien sólo por llegar tarde a una cita?. No, seguramente no habría estudiado tanta historia como para ello, nadie se interesaba por el pasado más reciente, sino por las antigüedades.
Pronto el minuto se convirtió en cinco, y los cinco en diez. El tiempo pasaba como si cada segundo fuese un motivo de excusa para marcharse y olvidarse de la promesa dada, pero algo lo ató irrefutablemente a la silla en la que se encontraba aún esperando a la mujer que debía proteger. Quizás fuera su deber o lealtad hacia la mujer que había conocido, o quizás sólo fuera su curiosidad hacia la hija que podría haber tenido. Intentaba imaginársela, pero lo cierto era que no podía, ya que a pesar de su amistad con aquella mujer, no había tenido la oportunidad de conocer al padre. Según lo que había leído en la carta de aquel hombre, agradecía que así fuera, ya que de lo contrario, lo habría matado .
Levantó los ojos del periódico que leía y fue a beber de su taza de café ,sorprendiéndose al encontrarla vacía, al parecer se la había tomado en su espera y no se acordaba de ello. Sonrió y buscó con sus ojos al camarero, aunque toda búsqueda cesó cuando vio aparecer a la viva imagen de la mujer que había conocido años atrás. Casi creyó que era una broma de la misma muchacha, quien lo había citado para decirle que había conseguido burlar ala muerte y la vejez. Pero hubo algo que delató la imposibilidad de que fuera la misma mujer, precisamente su olor. Su fragancia era totalmente diferente, lo que lo entristeció en cierta forma, ya que la esperanza que había llenado su ser se había borrado con crueldad. Estaba muerta y nunca volvería a presentarse ante él con una sonrisa.
Dejó que la muchacha se acercase a él y cuando llegó a la mesa en la que estaba, la escuchó en silencio mientras él simplemente se levantaba con calma. Alisó la arruga inexistente de su chaqueta y le ofreció una pequeña sonrisa antes de inclinar su cabeza ante ella.
- Así es, Brönte D'Auxerre ante usted, por el capricho de su bondadosa y fallecida madre. - Dijo con una voz dotada de tanta calma que podría parecer capaz de amansar a cualquier bestia con tan sólo el eco de su voz. - Por favor, tome asiento. Estaba a punto de pedir otra taza de té, he bebido la primera durante los ..- Miró su reloj para confirmar la exactitud de sus palabras.- ..veinticinco minutos que se ha demorado en llegar posteriormente a la hora fijada.- Sus ojos le dieron una censura que advertía que no volvería a admitir una falta semejante de nuevo. - ¿Desea que pida algo para usted?.- Preguntó mientras levantaba la mano para atraer la atención del camarero y pedirle otra taza de café con la que deleitarse de nuevo del sabor tostado del líquido.
Brönte d'Auxerre- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 18/04/2014
Re: El valor de una promesa ( Desari)
Toda aquella cita me resultaba extraña. Por primera vez había salido sin decirle nada a mi padre y había sido en completo secretismo. Podía estar dirigiéndome a la boca del lobo, podía estar condenándome y aun así fui, porque necesitaba saber de mi madre, necesitaba tener la certeza de que había sido buena, la bella y radiante joven de la que me habían hablado y no de aquella frágil y tonta joven que hablaba padre y con la que solía compararme. El viaje se me hizo largo por la incertidumbre, pero al llegar al restaurante y ver aquel joven que parecía estudiarme, quedándose ligeramente desconcertado me dirigí hacia él igual de desconcertada o más que él mismo.
— Gracias Monsieur D’Auxerre, es todo un placer conoceros… espero pueda perdonar mi retraso. No es fácil salir de casa, ni de la vigilancia a la que me veo sometida, pero no me excusaré por lo que espero pueda pasarlo por alto. Su carta hasta hoy mismo no ha llegado a mis manos. — No tenía por qué excusarme, ya que aún no sabía ni quien era ni que era lo que quería de mí, sin embargo sentía que de ser una amistad de mi madre debía de presentarme como la dama que me habían enseñado a ser. Su voz calmó mi corazón acelerado y enseguida con una suave sonrisa en mis labios, acepté el ofrecimiento de sentarme. Con él no parecía correr peligro. —Lo mismo que usted por favor. — contesté antes de que el camarero llegara hacia nosotros y tomara nota de los tés que debía de llevar a nuestra mesa. En lo que él hablaba con el camarero, me fijé en su presencia. De tez pálida y apariencia elegante, inmaculada, tenía todas las féminas del local puestas exclusivamente en él, todo y que pareciera no darse cuenta había ya provocado más de un suspiro. Sonreí de forma dulce intrigada por él y desviando unos segundos mi mirada de él, me volví hacia el ventanal por donde se veía la calle concurrida y la gente que a esas horas terminaban de trabajar y volvían a sus casas. — Y decidme por favor Monsieur Bronte... u os puedo llamar Bronte? ¿cual es el asunto a tratar en esta reunión? Desconozco por completo las amistades de mi fallecida madre y me agrada conoceros, todo quien provenga de parte de madre es bienvenido, pero me causó curiosidad y aún más cuando vuestra misiva la encontré bajo llave en un baúl de mi padre. ¿Quiénes sois? ¿De qué conocíais a mi madre? —Reí dulcemente al verle y negué. — Perdonadme que quiera saber todo, en mi vida nadie me ha hablado de cómo era ella y como toda hija que no ha conocido a su madre siente deseos de saber cómo era, de ver un retrato y de saber que era lo buena y dulce que siempre ha soñado.
— Gracias Monsieur D’Auxerre, es todo un placer conoceros… espero pueda perdonar mi retraso. No es fácil salir de casa, ni de la vigilancia a la que me veo sometida, pero no me excusaré por lo que espero pueda pasarlo por alto. Su carta hasta hoy mismo no ha llegado a mis manos. — No tenía por qué excusarme, ya que aún no sabía ni quien era ni que era lo que quería de mí, sin embargo sentía que de ser una amistad de mi madre debía de presentarme como la dama que me habían enseñado a ser. Su voz calmó mi corazón acelerado y enseguida con una suave sonrisa en mis labios, acepté el ofrecimiento de sentarme. Con él no parecía correr peligro. —Lo mismo que usted por favor. — contesté antes de que el camarero llegara hacia nosotros y tomara nota de los tés que debía de llevar a nuestra mesa. En lo que él hablaba con el camarero, me fijé en su presencia. De tez pálida y apariencia elegante, inmaculada, tenía todas las féminas del local puestas exclusivamente en él, todo y que pareciera no darse cuenta había ya provocado más de un suspiro. Sonreí de forma dulce intrigada por él y desviando unos segundos mi mirada de él, me volví hacia el ventanal por donde se veía la calle concurrida y la gente que a esas horas terminaban de trabajar y volvían a sus casas. — Y decidme por favor Monsieur Bronte... u os puedo llamar Bronte? ¿cual es el asunto a tratar en esta reunión? Desconozco por completo las amistades de mi fallecida madre y me agrada conoceros, todo quien provenga de parte de madre es bienvenido, pero me causó curiosidad y aún más cuando vuestra misiva la encontré bajo llave en un baúl de mi padre. ¿Quiénes sois? ¿De qué conocíais a mi madre? —Reí dulcemente al verle y negué. — Perdonadme que quiera saber todo, en mi vida nadie me ha hablado de cómo era ella y como toda hija que no ha conocido a su madre siente deseos de saber cómo era, de ver un retrato y de saber que era lo buena y dulce que siempre ha soñado.
Desari Delay- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 12/06/2013
Re: El valor de una promesa ( Desari)
“La memoria es el espejo donde vemos a los ausentes.”
Joseph Joubert
Joseph Joubert
Las casualidades no existen en este mundo, se dijo mientras observaba a la mujer con sus ojos azules, descubriendo numerosas similitudes con la progenitora que la había alumbrado. No sólo era su aspecto, sino el aura que proyectaba. Pocas veces había visto a mujeres como ella, capaces de desprender ese aurea pura y nívea. Una perfecta combinación de dulzura y belleza. Si su hermana fuera idéntica a aquella joven, él sería un hombre feliz, pero no era así. Sólo era un espíritu condenado a sufrir eternamente el dolor de saberse insuficiente. ¿ No era curiosa la vida?. Una muerta le obligaba a cuidar de su hija y, otra muerta viviente lo condenaba a necesitar ser cuidado por las heridas que dejaba en él con sólo mirarlo. Necesitaba un descanso, un suspiro de todo su horror.
- No se preocupe, está exenta de castigo si promete no volverlo a hacer. Mi tiempo es oro, jamás lo desperdicio, pues para mí, un segundo puede ser la clave entre la vida y la muerte.- Sonrió con tranquilidad y dobló su periódico dejándolo a un lado para poder continuar su conversación sin nada que los interrumpiese de por medio. Había captado varias palabras curiosas en su disculpa, sobretodo el hecho de la vigilancia y de que la carta no le hubiera llegado hasta esa tarde cuando la había enviado hacía mucho tiempo atrás.
Sus ojos no pudieron evitar reparar en el tono dorado de sus cabellos, dejando que ella siguiera hablando atropelladamente, lo cual era producto evidente de su nerviosismo. Eso le hizo soltar una pequeña y casi inaudible carcajada, ya que su madre había sido igual ante él. Cuando la tuvo entre sus brazos, bailando con ella en una de las fiestas a las que había acudido para fundirse con los humanos, ella había actuado como un pequeño pajarillo tembloroso. Sabía que sus ojos se habían centrado en él como si fuera un príncipe sacado de un cuento, pero no había habido nada más entre ellos. Siempre fueron amigos, cambiaron correspondencia sobre los poetas actuales y los viejos dramaturgos favoritos de ambos. Aquella mujer tenía un gusto exquisito para los libros, era una amante de las letras igual que él y eso, la colocaba en una posición elevada frente al resto de sacos de sangre que caminaban y hablaban demasiado alto para su gusto.
- Monsieur D’Auxerre, querida niña. Sólo permito llamarme Brönte a aquellos que se ganen el derecho a tutearme y usted aún debe llegar temprano para ello.- Sus ojos brillaron con picardía, apartando la mirada de ella para dejar que el camarero trajese las bebidas que habían pedido. Casi tentativamente pidió el pastel favorito de la madre de ella y después despidió al camarero.
- Es una situación un tanto incómoda para mí, pero el motivo que me trae a concertar este encuentro es precisamente vuestra madre. Ella me pidió que fuera su custodio, al parecer no confiaba demasiado en que su padre fuera un hombre amable tras su muerte.- Frunció los labios con disgusto y se cruzó de piernas para poder estar más cómodo tomando el café y mirándola para ver cómo le afectaban sus palabras. – Lo cual es evidente si habéis tenido que huir a escondidas de casa para poder venir.- Sus dedos se llevaron la pequeña taza de porcelana a los labios con un gesto elegante, bebiendo con cuidado de ella, sin emitir ruido alguno. Cuando terminó volvió a colocar la taza sobre el plato y se limpió la boca con una servilleta, sabiendo que aún le quedaba más contenido de aquel marrón líquido tostado.
- El pastel que he pedido era el favorito de su madre. Conozco muchas cosas sobre ella, al menos hasta que se casó, allí perdimos todo contacto. – Se encogió de hombros y desvió la mirada para centrarla en el brillo de las botellas de agua de colores que adornaban la parte superior de uno de los mostradores. – Si desea saberlo todo sobre ella, no me bastaría un solo día para describirla. Pero tengo mucho tiempo.- Sonrió con una mueca enigmática volviéndola a mirar.- Temo que tendrá que escaparse muchas veces más, madame. A menos que desee que hable con su padre ejerciendo como su protector, al fin y al cabo, según la última voluntad de su madre, su destino está en mis manos.
Brönte d'Auxerre- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 18/04/2014
Re: El valor de una promesa ( Desari)
— Os entiendo, Monsieur d’Auxerre y vuelvo a rogaros mi perdón por mi impuntualidad. Mi padre también tiende a ser muy estricto con el horario. — Oh si, realmente podía jurar que hasta podía matar por llegar un minuto después de lo acordado. Solo que en mi caso no había llegado a tanto, pero si incesantes veces me había amenazado con eso mismo, con importarle poco lo que pueda obtener de mi matrimonio y llevarme junto a como la llamaba él; mi patética madre. Suspiré y sintiendo como si los ojos del joven pudieran ver más allá de mis propias palabras, aparté la mirada hacia la ventana intentando así volver a mi compostura original. Yo, como mi madre no solíamos ocultar nuestros sentimientos en el rostro y temí realmente que el dolor al hablar de mi padre hubiera llegado al conocimiento ajeno. Justo al volver mi mirada a la de él, un camarero nos atendió y tras dejarnos las bebidas en la mesa, tomó nota de los postres prometiéndonos que en breves volvería con ellos. Sonreí dulcemente al joven y disolviendo con una pequeña cuchara el azúcar en el café esperé que se resfriase un poco antes de tomarlo. Mientras fijé mi mirada en la ajena y sonreí ante sus palabras, tosiendo sin querer al pensar en que pudiese un hombre tal correcto y educado como Bronte verse a solas con el salvaje de mi padre. Cerré los ojos y volviendo mi respiración calmada bajo mi pecho volví a verle, hincando mis orbes azulados en los de él.
—Entonces mejor será que me escape muchas veces más, Monsieur D’auxerre. Mi padre es un hombre de carácter fuerte y no desearía que os pasase nada en su compañía. No es un hombre fácil de tratar… aún más cuando se trata de su propia sangre. —Le dije esperando que no se lo tomara a mal. Simplemente no podía llegar a concebir que mi padre atropellase a un hombre tal formal como él. El simple pensamiento de que pudiera faltarle al respeto, dolía. No quería perder a quien pudiera hablarme de madre y enseñarme que le gustaba a hacer o sus quehaceres sobre el mundo y sus secretos. —Padre jamás aceptaría un protector ajeno a él y su mando. Creedme, es mejor así. Así tengo razones válidas para escaparme de noche y salir de mi encierro en el que me encuentro normalmente. No penséis mal, no es que no me guste estar con mi familia, simplemente que estar encerrada en la gran mansión al final puede terminar por asombrecer el ánimo a cualquiera. — Añadí rápidamente sin querer dar mala impresión tras mis confesiones. Le observé beber del café y con el corazón acelerado decidí probar del café y llevándomelo elegantemente lo probé en mis labios, bebiendo un pequeño sorbo en un intento vago de calmar mis nervios. ¿Qué me ocurría? Pocas veces era así y ahora simplemente parecía absorta ante cada uno de sus movimientos como una avecilla temblorosa.
Dejé la taza de fina porcelana de nuevo en el plato con delicadeza y de cuenta nueva le miré. Tenía unos ojos muy profundos, tanto que parecía poder perderme en ellos. Pero ante todo, de cada poro rezumaba conocimiento y poder. ¿Podría estar ante alguien ilustre de nuestra época? Le sonreí y arreglándome el cabello hacia un lado de mi cuello, volví a centrar mi atención en él. —Tengo tan pocos recuerdos de mi madre. — Comenté tras sus palabras — Me temo que solo poseo una foto de su juventud y la descripción de nuestra cocinera y en efecto, la receta del pastel favorito de mi madre. Su propia hija conoce mucho menos de ella que nadie. — Volví a probar el café esta vez con cierta melancolía en mi mirada. Era duro hablar sobre ella cuando ni la conocía y llevaba toda mi vida extrañándola, queriendo saber que sería sentir sus brazos protectores abrazarme. Sin embargo, era aún más duro no saber nada de ella. Por eso el estar frente a un amigo de mi madre, era un valioso regalo y no pensaba despreciarlo. Tenía tanto que descubrir y aprender de mi madre.
—Gracias por pedirlo. —Le dije en una sonrisa tras que me anunciara lo que había pedido para comer y justo llegara a mi nariz el delicioso olor de pastel recién horneado. Una delicia, pensé saboreando solo con la imaginación el pastel que estábamos por probar. —Si algo compartimos mi madre y yo son los gustos. Nací con la misma predilección por las artes y las lecturas, como por los postres y los bailes. Nuestros vecinos dicen que en ocasiones no logran diferenciarme de mi joven madre y que si no fuera por la barbilla que me salió a padre, sería su copia exacta. — Reí dulcemente y atraída por un camarero que se nos acercó con unos finos platos y un trozo de aquel delicioso pastel, dejé de hablar por los segundos que simplemente me encontré admirando la esponjosidad del pastel. Estaba recién hecho y el olor nos envolvía como jazmín. Casi sentí un pecado separarme un trozo de pastel y llevármelo a la boca. No obstante al sentir su sabor, cerré los ojos y disfruté de aquel sabor en el paladar. —Sencillamente, delicioso. ¿No cree? —Le pregunté limpiándome con una servilleta los labios antes de verle con una gran sonrisa. No habían tenido jamás un detalle como aquel en años. —Monsieur d’Auxerre —Lo llamé indecisa, sin querer molestarle pero con una voz dulce y segura, — Podríais relatarme como os conocisteis mi madre y usted? Nadie logra decirme nada fuera de la época en que madre se desposó con mi padre y realmente… no creo que entonces fuera muy feliz. ¿Cómo llegasteis a cruzaros en la vida, Monsieur? Y como terminasteis siendo mi protector? ¿Os habló ella sobre eso? — ¿Y que quería decir con qué mi destino estaba en sus manos? Tenía tantas preguntas y tan poco tiempo. Suspiré y me mordí el labio escuchándole. Daría lo que fuera por haberla podido conocer.
—Entonces mejor será que me escape muchas veces más, Monsieur D’auxerre. Mi padre es un hombre de carácter fuerte y no desearía que os pasase nada en su compañía. No es un hombre fácil de tratar… aún más cuando se trata de su propia sangre. —Le dije esperando que no se lo tomara a mal. Simplemente no podía llegar a concebir que mi padre atropellase a un hombre tal formal como él. El simple pensamiento de que pudiera faltarle al respeto, dolía. No quería perder a quien pudiera hablarme de madre y enseñarme que le gustaba a hacer o sus quehaceres sobre el mundo y sus secretos. —Padre jamás aceptaría un protector ajeno a él y su mando. Creedme, es mejor así. Así tengo razones válidas para escaparme de noche y salir de mi encierro en el que me encuentro normalmente. No penséis mal, no es que no me guste estar con mi familia, simplemente que estar encerrada en la gran mansión al final puede terminar por asombrecer el ánimo a cualquiera. — Añadí rápidamente sin querer dar mala impresión tras mis confesiones. Le observé beber del café y con el corazón acelerado decidí probar del café y llevándomelo elegantemente lo probé en mis labios, bebiendo un pequeño sorbo en un intento vago de calmar mis nervios. ¿Qué me ocurría? Pocas veces era así y ahora simplemente parecía absorta ante cada uno de sus movimientos como una avecilla temblorosa.
Dejé la taza de fina porcelana de nuevo en el plato con delicadeza y de cuenta nueva le miré. Tenía unos ojos muy profundos, tanto que parecía poder perderme en ellos. Pero ante todo, de cada poro rezumaba conocimiento y poder. ¿Podría estar ante alguien ilustre de nuestra época? Le sonreí y arreglándome el cabello hacia un lado de mi cuello, volví a centrar mi atención en él. —Tengo tan pocos recuerdos de mi madre. — Comenté tras sus palabras — Me temo que solo poseo una foto de su juventud y la descripción de nuestra cocinera y en efecto, la receta del pastel favorito de mi madre. Su propia hija conoce mucho menos de ella que nadie. — Volví a probar el café esta vez con cierta melancolía en mi mirada. Era duro hablar sobre ella cuando ni la conocía y llevaba toda mi vida extrañándola, queriendo saber que sería sentir sus brazos protectores abrazarme. Sin embargo, era aún más duro no saber nada de ella. Por eso el estar frente a un amigo de mi madre, era un valioso regalo y no pensaba despreciarlo. Tenía tanto que descubrir y aprender de mi madre.
—Gracias por pedirlo. —Le dije en una sonrisa tras que me anunciara lo que había pedido para comer y justo llegara a mi nariz el delicioso olor de pastel recién horneado. Una delicia, pensé saboreando solo con la imaginación el pastel que estábamos por probar. —Si algo compartimos mi madre y yo son los gustos. Nací con la misma predilección por las artes y las lecturas, como por los postres y los bailes. Nuestros vecinos dicen que en ocasiones no logran diferenciarme de mi joven madre y que si no fuera por la barbilla que me salió a padre, sería su copia exacta. — Reí dulcemente y atraída por un camarero que se nos acercó con unos finos platos y un trozo de aquel delicioso pastel, dejé de hablar por los segundos que simplemente me encontré admirando la esponjosidad del pastel. Estaba recién hecho y el olor nos envolvía como jazmín. Casi sentí un pecado separarme un trozo de pastel y llevármelo a la boca. No obstante al sentir su sabor, cerré los ojos y disfruté de aquel sabor en el paladar. —Sencillamente, delicioso. ¿No cree? —Le pregunté limpiándome con una servilleta los labios antes de verle con una gran sonrisa. No habían tenido jamás un detalle como aquel en años. —Monsieur d’Auxerre —Lo llamé indecisa, sin querer molestarle pero con una voz dulce y segura, — Podríais relatarme como os conocisteis mi madre y usted? Nadie logra decirme nada fuera de la época en que madre se desposó con mi padre y realmente… no creo que entonces fuera muy feliz. ¿Cómo llegasteis a cruzaros en la vida, Monsieur? Y como terminasteis siendo mi protector? ¿Os habló ella sobre eso? — ¿Y que quería decir con qué mi destino estaba en sus manos? Tenía tantas preguntas y tan poco tiempo. Suspiré y me mordí el labio escuchándole. Daría lo que fuera por haberla podido conocer.
Desari Delay- Humano Clase Alta
- Mensajes : 74
Fecha de inscripción : 12/06/2013
Re: El valor de una promesa ( Desari)
Más allá del deseo y su luz torpe,
Más allá de la risa, al otro lado
De ese instante sin tiempo o la nostalgia.
Más allá de la risa, al otro lado
De ese instante sin tiempo o la nostalgia.
La escuchó con tranquilidad, llegando a emitir una pequeña sonrisa cuando le insinuó que su padre podía ser lo suficiente peligroso como para llegar a hacer algo tan estúpido como hacerle daño. Era tan inocente que ni siquiera podría diferenciar a aquellos seres peligrosos ni siquiera aunque los tuviese ante ella luciendo sus cuernos y rabos demoníacos. Realmente se parecía a su madre, ella tampoco supo ver el mal en los demás, hasta que se casó con el peor de todos sus pretendientes. Una decisión que, aún ahora, no entendía.
- Querida, si es que me permitís llamaros así, lo último que podéis temer es que vuestro padre me haga algo.- Se rió con suavidad, como si la idea realmente le divirtiese. Sería realmente interesante ver como aquel humano usaba todas sus fuerzas en conseguir destruir ese cuerpo que él mismo había llegado a: arañar, cortar, morder, desgarrar, e incluso una vez, disparar. Cuando sus brotes de locura comenzaron a florecer, fue muy creativo para poder controlarse. Aunque su incapacidad para sentir dolor le hacía llegar a límites realmente insospechados para poder llegar a saborear la paz que le dejaba el quedar al borde de la muerte.
Como si no estuviese pensando en cosas funestas, sádicas y espeluznantes, se dedicó a sonreír a la joven, escuchando su conversación, mientras revolvía su café considerando si realmente eran granos tostados traídos de aquel nuevo continente. Era realmente curioso ver cómo el mundo se expandía, creando nuevas tierras, alimentos y rasgos que reunir para poder sobrevivir. Como la joven Desary, una mujer hermosa, de clase alta y demasiado dócil como para enfrentarse a alguien tan patético como su padre. Pobres humanos. Pequeños buñuelos de sangre sufrientes.
- Lamento no poder decirle si el pastel es delicioso o no. Me abstengo de muchos alimentos que a usted y a los suyos parecen agradarle. – Se encogió de hombros con ligereza, restándole importancia al asunto como si aquello fuera lo más normal. – Soy un tanto exigente con mi dieta. Sin duda sería la pesadilla de cualquier …- Mantuvo un leve silencio, como si en el último segundo pensase mejor la palabra y la cambiase por una que encajara mejor con aquello que decía. – Cocinero. – Concluyó mientras alejaba el platillo sobre el que descansaba la taza de su café, como si con eso quisiera dejar patente que no deseaba beber más del contenido.
- Conocí a vuestra madre cuando fue presentada en sociedad. En ese entonces yo era a penas un estudiante en la Universidad, que me atreví a prometer a una hermosa mujer que la protegería toda la vida.- Sonrió con ligereza, mirando sus manos enguantadas, recordando a aquella joven que había sido la madre de Desary, así como toda la vitalidad que guardaba en su pequeño cuerpo.
- Fui un pretencioso, siempre peco de egocentrismo. – Levantó sus ojos y los fijó en aquella muchacha que saboreaba su pastel con entusiasmo. – Lamentablemente ella eligió a vuestro padre y decidió ocultarse del mundo. Me enteré de su muerte cuando recibí una carta en la que me pedía que cuidase de su hija. Así que estoy frente a usted para cumplir una promesa que realicé hace mucho tiempo, en una época en la que aún creía en la inocencia de aquellos seres como usted.
Brönte d'Auxerre- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 95
Fecha de inscripción : 18/04/2014
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