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Déjame volar aunque tropiece con el cielo |Daphne 2WJvCGs


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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Melissa Landry Vie Jun 13, 2014 3:49 pm


Si te gustan mis alas,
no te empeñes en cortarlas.
Rosana

A la joven bruja le seguía costando conciliar el sueño. No por su madre, aunque también podía ser causa indirecta de su intranquilidad y tristeza al verla descompuesta tan rápidamente. Si no que todo era por sus premoniciones, las que no dejaron de molestarla aún más desde que la presencia de un vampiro arrogante y cínico llegó a su vida. Ahora no solo veía visiones de sí misma, o borrosas imágenes de su madre o hasta de Daphne, ahora también estaba gente desconocida que jamás en vida había visto o cruzado palabra alguna. Y todas esas pesadillas terminaban siempre con la imagen de una sombra. Sintiendo que en cierta forma, el vampiro con el que se había encontrado hacia unas noches atrás, tenía cierta relación con esas personas, y que él mismo figuraba ser la sombra en sus premoniciones; Las que jamás dejaban ver el final.

Sentada velando por su madre, se encontraba leyendo uno de sus libros favoritos, lo que hacía que cada cierto tiempo apareciera una débil sonrisa en el rostro demacrado de su madre. Podía estar tan mal su estado, que no reconociera a su propia hija, pero siempre se acordaba de aquella novela, aquellas frases. Aquella historia tan similar a la forma en que conoció al padre de Melissa, solo que con historias diferentes y nombres ajenos, sin embargo desde siempre Clara para el difunto padre de Melissa, había sido el claro de luna de aquel balcón en el que Romeo, le confesó su amor a Julieta. Y así seguía siendo en los recuerdos de ella, ya que la enferma mujer no podría decir palabra, no obstante en sus ojos se leían todos sus recuerdos, y aquella luz de antaño que había brillado en ella tan intensamente como el claro de luna en una noche oscura.

¡No! Dijo Romeo parado todavía, con aquel amor agónico impregnando sus palabras, observando como la dulce Julieta desaparecía del balcón y de su avara visión. ¿Cómo han de ser buenas sin tus rayos?, Preguntó aguardando que su enamorada volviese a él, para regalarle una de sus sonrisas. El amor va en busca del amor como el estudiante huyendo de sus libros, y el amor se aleja del amor como el niño que deja sus juegos para tornar al estudio, dijo él, alumbrándose su rostro al ver de nuevo a su amada asomada a la ventana. — De forma lenta y melódica, entonando cada una de aquellas frases como si fuera una representación, Melissa le fue leyendo el libro. Sintiendo las palabras de aquellos enamorados, tan reales, que por unos segundos temió y deseó al mismo tiempo encontrar algún día aquel que le haga sacar tan vivos sentimientos.

Su madre, Daphne… su familia, ya sacaba mucho sentimiento de ella. ¡Los amaba! Y no era poco decir aquello para ella, que en los últimos años aparentaba quizás una figura más fría, una personalidad más solitaria y dependiente. Aquellas eran las barreras con que realmente se ocultaba de los demás, desde la muerte de padre y el distanciamiento de Daphne. Aunque aún todavía había días que acudía a ella, para que calmara sus visiones. Solo la fría piel de ella parecía lograr aquel cometido.

Melissa levantó la mirada hacia su madre, encontrándosela durmiente con una ligera sonrisa. Solo cuando dormía el rostro de la mujer, parecía estar en calma, placido, feliz soñando, lejos de la realidad. Un suspiro nació de los labios de la joven que dejando el libro en la silla que había ocupado hacia instantes atrás, besó su madre en la frente y dejando una vela encendida, para no sumir aquella habitación en la oscuridad, fue que despidiéndose de los pocos sirvientes que permanecían aún despiertos, se despidió hasta encerrarse en su habitación.

No puede decirse que no intentase dormir. Sus tristes ojos necesitaban descanso, y aún con eso, por más que lo intentó y se volteó entre las sabanas buscando como dormir, no lo consiguió. Turbada y sin saber que hacer más en aquel lugar, se llevó las manos a la cabeza, despeinándose ligeramente el cabello rebelde mientras sus ojos se perdían en el exterior de su ventana. Eran las once de la noche y aún con la amenaza de aquel vampiro, y los avisos de Daphne de no salir en la noche por las calles de Paris, infestadas de vampiros y demás sobrenaturales, decidió que las calles serían su nuevo destino. Pasear le podía ir bien, o hasta quizás conseguir entrada para algún baile en el palacio Royal, o algo más cerca de su hogar.

Levantándose de la cama, decidida, empezó a cambiarse de ropas, dejando el fino vestido de dormir por un elegante vestido y un ligero abrigo de seda, que haría que el viento nocturno fuera más llevable esa noche. Se detuvo frente al espejo y empezando a cepillarse el pelo, hasta que le quedara completamente lacio, permaneció unos momentos, hasta que unos golpes en la puerta la sobresaltaron. ¿Quién sería? Se preguntó inmediatamente dejando el peine en la mesita de al lado. Con el ceño fruncido vio la puerta y pensando en que podría ser alguna de las sirvientas de la mansión, que venía a decirle algo de su madre o cita importante que debía atender en la mañana siguiente, fue que aún con ciertas reservas, le dejase entrar.

Entrad...—Susurró en verdad de mala gana, con cierta molestia en su voz al saberse descubierta antes de irse. Seguro que la servidumbre de la mansión la verían como una niña malcriada, que se alejaba del hogar cuando más se le necesitaba en él. Sin embargo lo que le sucedía a la joven bruja, es que apenas podía permanecer más en aquel lugar y no sentirse terriblemente mal por el empeoramiento de su madre. Culpándose a si misma de ese estado, diciendo que tenía que haber algo que la hiciera mejorar, que si tuviera conocimiento del arte de sanar de los brujos, podría terminar con la agónica enfermedad que ya arrastraba tanto tiempo. Solo que no lo tenía, y a cambio de ello, podía jugar a las premoniciones y a crear barreras para protegerse de otros sobrenaturales.

Poderes inservibles, pensó fingiendo en su rostro una sonrisa, cuando por dentro se encontraba desecha y superada por todo lo acontecido esos últimos meses. Aun dando la espalda a la puerta, al oír como esta se abría volvió la mirada al espejo que se encontraba frente a ella, dando en el reflejo del cristal, con la imagen de quien no esperaba ver esa noche. Y aún menos, justo antes de su escapada de la vida y sus obligaciones, por unas horas.

Dap-phne.—Tartamudeó como si fuera apenas una niña y sus padres terminaran de verla metida completamente en algo que no debía, en una trastada. Así a veces se sentía, aún más cuando era Daphne quien la observaba de aquella forma. ¿Qué podía decirle? Que era una cobarde, quizás sí. Lo que ella no sabía era como se sentía con todo. El pasarse días y días con todo lo de su madre y el dolor en el corazón al saber que algún día, con sangre o sin sangre de Daphne, ella terminaría dando su último aliento. Y que quizás en algún momento, en algún instante pudiese haber pasado por su mente, que su madre no quisiera vivir de esa forma. Atada a la sangre de Daphne, completamente anhelando cada segundo de su vida sentir aquella esencia carmesí recorriendo su garganta y desesperándose al no poder obtenerla, debilitándose de nuevo a marchas forzadas al verse sin el sustento que la mantiene en pie.

Tenía tanto que decirle, ¡Tenia tantas ganas de gritarle! De echarse en sus brazos y llorar como infante, que conteniéndose, solo pudo que aguardar de espaldas a la vampiresa su estallido de furia. Que por lo que sus ojos cristalinos y curiosos observaban aún desde el cristal, no tardaría mucho en llegar.
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Mensaje por Daphne Landry Sáb Jun 28, 2014 12:33 am

Ocho pasos. A eso se reducía la distancia que podía recorrer antes de que otra pared interrumpiera su andar. Resultaba tan frustrante tener que permanecer presa como el saberse lejana de quien la requería. La misiva permanecía arrugada y fuertemente sostenida por su mano izquierda. A esa hora del día su naturaleza le dictaba que debería estar reposando, descansando para estar lista en la noche que se aproximaba. Sin embargo la ansiedad que la invadía le impedía tumbarse sobre el acogedor lecho. Faltaban unas tres horas para el anochecer y la espera se le hacía eterna. Había recibido aquella carta justo en el alba, cuando ya no podía hacer nada al respecto. En la misma Melissa le informaba sobre el estado de salud de Clara, de cómo se deterioraba día tras día, y le pedía que regresara. Era largo el camino por el cual se había aventurado en un intento de confundir a su perseguidor, un vampiro al cual creía perteneciente a alguna facción de la inquisición. Su única preocupación se había reducido a alejarlo lo que más pudiera de su mansión, de su familia. Ahora se daba cuenta su error de cálculo. En medio de lo que pareció una apresurada huida había descuidado el tiempo que dejaba a Clara sin la sangre que la mantenía con vida. La fría mano se cerró con más fuerza sobre el endeble papel. Todo por culpa de aquel inepto que le había perdido el rastro incluso antes de que ella realmente empezase a maniobrar. Ahora se encontraba presa de la luz del día en una posada de paso de una pequeña villa a las afueras de la deslumbrante Toulouse, sin posibilidad de salir antes de que la oscuridad se cerniera en el cielo y temiendo por la suerte de su querida Clara.

Hacía algún tiempo que se veía obligada a obrar de aquella manera. No se trataba de una vampiresa propensa a mantener un cuerpo con vida gracias a la infusión de su sangre, Clara, sin embargo, era un caso especial y la angustia de perderla, unida a la que sentiría Melissa, le obligaba a abrir sus propias venas y aplicarlas sobre la boca reseca de la enferma. Tantos recuerdos se agolpaban en su mente, algunos buenos otros un poco exasperantes, como si inconscientemente se diese por vencida en su delicada lucha contra la muerte. Ella era humana, mortal, y por tanto nada podía hacer para evitar lo inevitable excepto transformarla por completo. No, sacudió su cabeza con fuerza aunque no hubiese nadie que fuese testigo del gesto. De ninguna manera atraería a alguien de la línea de sangre de Emma a la oscuridad que constituía su existencia, debía aceptarlo y permitir que su alma trascendiera hacia una nueva existencia. No se trataba de un pensamiento agradable en ningún lugar pero, cuando se encontraba junto a su cama, sosteniendo su frágil mano, resultaba simplemente inconcebible. Por eso continuaba con su monstruoso método de sostenimiento aunque ni a ella misma terminara de agradarle. Melissa, Melissa. Ese era otro problema diferente. Sabía cuanto amaba a su madre, sabía cuando le dolería perderla pero también sabía que aunque le rogaba que retornara, que le insuflara vida por medio de su magia, muy en el fondo la joven reconocía que lo que la vampira hacía estaba mal ¿Debía esperar que se lo sacara en cara alguna vez?

Los minutos pasaron, tan lentos como la realidad de un reloj lo anunciaba, tan largos como la ansiedad de la vampira los percibía, hasta que, finalmente, oscureció lo suficiente como para poder abandonar su guarida. Su carruaje estaba listo, su equipaje presto y tan pronto el brillante astro se escondió por el horizonte los caballos fueron hostigados para que iniciaran el esperado viaje que duraría un poco más de lo esperado debido a cientos de pequeños infortunios que iban desde el daño a una de las ruedas del carruaje hasta la fiebre repentina que afectó al cochero. Y mientras el universo confabulaba para retrasar su llegada solo la idea de llegar a tiempo bullía en la mente de Daphne – Que no haya muerto… que no haya muerto aún – .
_____________

– ¡Madame! No la esperábamos aún. Por favor permítame su abrigo – Sin mediar palabra la vampiresa entregó la prenda a la mujer que tan bien conocía antes de dirigirse velozmente al cuarto de Clara. La decoración no había cambiado, era tan elegante como siempre y solo lo lúgubre que se requería. No veía cintas negras ni ningún otro detalle que le indicase de un deceso reciente por lo que su corazón se sosegó ligeramente. En un abrir y cerrar de ojos se encontró abriendo la puerta y acercándose al lecho de la enferma mujer. Esperaba encontrar a Melissa pero en la habitación solo estaba Clara y una joven mucama a la cual despidió solicitando un poco de privacidad. Aunque era absurdo pretender que Melissa estuviese todo el tiempo con su madre, su ausencia le molestó. Sin perder tiempo mordió su propia muñeca y acercó la sangrante herida hasta los labios de Clara. Solo un par de sorbos, nada más. Los ojos moribundos se abrieron durante la ingesta para cerrarse nuevamente. Ahora dormía plácidamente. Su respiración se tornaba más regular y su color más saludable. Suspirando aliviada Daphne se apartó del lecho y fue justo en ese momento que captó un olor diferente a los que habitualmente encontraba en su hogar. Le resultaba vagamente familiar pero las preocupaciones que inundaban su cabeza le impidieron concentrarse lo suficiente como para ubicarle. Tal vez solo se trató de una visita ¿un medico nuevo tal vez? Ya lo averiguaría. No le gustaban los extraños en su morada a menos de que la visita se restringiera al área social, es decir el salón y el comedor nada más, y eso era algo que todos los habitantes conocían a la perfección.

Acomodó las manos de Clara y retiró un mechón de cabello que cubría su frente con ternura. La idea de perderla era insoportable. Debería estar acostumbrada después de la perdida de tantas generaciones, sin embargo década tras década el dolor solo se incrementaba. Les conocía desde que nacían. Les amaba, les criaba, les veía crecer y crear nueva vida. Historias hermosas que terminaban siempre de la única manera que podían hacerlo. De tanto en tanto se cuestionaba por continuar con aquella existencia, con aquella tortura, pero el dolor de perderles, por fuerte que fuese, era compensado por todos los momentos alegres que vivía en su compañía ¿o no? Nostálgica abandonó la habitación y se dirigió hacia la de Melissa. Se anunció por medio de un golpeteo suave. Una formalidad más que cualquier otra cosa, pues pensaba que a esas horas la joven debía estar próxima al sueño. La verdad, empero, estaba muy lejos de aquello.

Tan pronto abrió la puerta sus ojos se posaron sobre una joven hermosa que se arreglaba para salir y no para dormir. Sus ojos se encontraron momentáneamente por el espejo antes de que su nombre fuese tartamudeado. La sorpresa fue seguida por incredulidad y luego por ira. Con movimientos lentos y pausados la vampiresa entró y cerró con suavidad, permaneciendo un segundo de espaldas a Melissa y apoyando su mano contra el marco de madera. Se sentía furiosa y al mismo tiempo decepcionada. Finalmente se volvió, sin expresión alguna pero con sus ojos ardiendo – ¿Así que tienes planes de salir mientras tu madre agoniza en la otra habitación? – su voz destilaba su enojo. Su postura, erguida y dominante, avisaba la tormenta que se avecinaba. No solo se trataba de que saliese sin importarle el estado de Clara, sino porque con aquel acto estaba violando y rebelándose contra todas las reglas básicas que había establecido la vampiresa para la seguridad de la joven bruja - Al parecer ya estas lista por lo que espero no estar retrasándote – mordaz e irónica, permaneció de pie junto a la puerta, como si intentara cortarle el paso aunque lo que en realidad pretendía era mantener una distancia prudencial, por lo menos hasta que su temperamento fuese mínimamente controlado. Adoraba a aquella chiquilla y era ese amor lo que la impelía a preocuparse por su bienestar ¿Cómo podría cuidarla si se escapa en medio de la noche y se lanzaba voluntariamente a los peligros que acechaban en la oscuridad? - ¿Es que acaso llegase a creer que no me enteraría? –

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Mensaje por Melissa Landry Sáb Jun 28, 2014 4:26 pm

Jamás lo habría pensado, que pudiera darse esa situación y aún menos, esa misma noche en que por primera vez en todos sus años bajo el amparo de la vampira y de su familia, se le ocurría desobedecer una de las reglas más importantes de la casa; No salir jamás a la oscuridad de la noche. Daphne jamás le había ocultado las monstruosidades y peligros de la calle a esas horas en que los inmortales despertaban hambrientos de nuevas víctimas, de nuevo alimento que llevarse a la garganta y a sus fríos sistemas. Y todo y así del conocimiento y de las advertencias de ella y los demás, estaba decidida a salir a la noche, a pasear bajo las estrellas y la luna por las calles de Paris sin importarle quien pudiera estar allá fuera. Acechando en las sombras de la ciudad. O por lo menos aquel era su pensamiento para la noche, hasta que se encontró con que la visita inesperada a su habitación a esas horas, se trataba de Daphne.

La tensión se podía palpar y cortar con facilidad, solo hacía falta ver a cualquiera de ambas femeninas para darse cuenta de ello. Melissa había dejado por completo de peinarse el cabello, permaneciendo con la vista en el espejo, pareciendo ausente en esos instantes que la sorpresa cruzaba por su rostro y la vampiresa que permaneciendo de espaldas a la joven bruja, permanecía apoyando su mano contra la puerta, como si de esa forma se estuviera reteniendo a sí misma. En ningún momento los ojos claros de Melissa dejaron de seguir los movimientos ajenos, hasta que al verla voltearse su cuerpo sin control de la mente se estremeció. Jamás había visto esa mirada cruzar los orbes de Daphne. En toda su vida aún en ningún momento la había mirado de esa forma, ni aún en sus travesuras de pequeña, que no fueron pocas.

Una parte de ella lamentó ver aquella expresión de decepción, incredulidad e ira. Amaba a Daphne como a su segunda madre, y verla así, saber que podía haberla decepcionado le hería profundamente, pero ya su voluntad flaqueaba y no podía no desear huir de todo por unas breves horas en que poder tomar aire puro, lejos de toda la melancolía y profunda tristeza que le hacía ver a su madre en aquel estado. Saber que nada se podía ya hacer, que por más que comprasen tiempo, el tiempo terminaría por extinguirse irremediablemente. El ciclo de la naturaleza. Enfrentando su mirada por unos instantes, al oírle hablar de esa forma quiso negar. Sin embargo la respuesta era sencilla y la escena que a ojos de Daphne ella misma protagonizaba, era demasiado clara también.

Sí, voy a salir. —Dijo encogiéndose de hombros desviando la vista del espejo por unos breves instantes. ¿Para qué negar lo inevitable? Si algo no era, y no le habían enseñado a ser, era una mentirosa y no empezaría a hacerlo ahora.

No…aún no me iba, solo estaba esperando para que todos se fueran a dormir. Todavía me estoy arreglando para esta noche. —Contestó tomando los polvos que harían que sus mejillas tomaran un sonrosado color y no el blanco y pálido color que tenían aquellas últimas noches tras no poder conciliar el sueño y miles de problemas más. Mientras terminaba de arreglarse, apenas unos retoques más, observó de reojo por el espejo cada movimiento de Daphne, riendo por lo bajo al escuchar sus últimas palabras y constatar que no parecía que fuera a dejarla salir por la puerta. Miró a la ventana que tenía más cerca y suspiró, quizás tendría que terminar saltando finalmente por la ventana para escapar aquella noche. Aún más ahora que su madre debía estar reponiéndose tras la llegada de la vampira.

Y si, lo pensé. No tenías por qué haberme descubierto.—Le contestó con un tono mordaz e incluso irónico, conteniéndose las ganas de decirle realmente lo que le ocurría. — Hacía tiempo no venias por aquí y viendo que ni por Clara venias, sinceramente olvidé que por todo lo que fuera desbaratar planes míos, mordías los cuellos necesarios para acudir a tiempo. —Le replicó aun dándole la espalda frente al espejo de su tocador. —Y ¡mírate! finalmente llegaste a tiempo, para desbaratar mi huida y no ver a mi madre con la piel tan fría como la tuya. Felicidades. —Le dijo en un tono irónico, siendo inconsciente los cambios de tono de su voz a causa de su creciente desesperación por salir de aquel lugar asfixiante y de escapar ahora de ella antes de derrumbarse.

Siendo consciente de la mirada de decepción e ira de la vampira sobre ella, como una pequeña niña se estremeció, y sin embargo no cedió ante su mirada, como tampoco en su voluntad.

No te atrevas a regañarme, Daphne. —Pronunció volteándose para encarar la mirada de forma directa. — Llevo meses sin separarme de su lado ¡Meses! Y aún nadie se ha preocupado o parado a pensar en cómo lo estoy llevando… en cómo se encuentra la preocupada hija que muchas noches ni duerme, por velar a su enferma madre. — Las palabras nacían de ella imparables, y aunque en situaciones normales jamás habría dicho lo que en esos instantes decía sus labios, solo sentía que en cierta parte se descargaba de toda la frustración acumulada. O por lo menos de una considerable parte. —Es mi responsabilidad como hija…dicen todos, pero no me preguntas si de verdad quiero esto o que pienso, como estoy. Y no soy quien para quejarme, pero mientras tienes tu propia vida y vienes y te vas cuando quieres. Yo en cambio parezco estar encarcelada en mi propio hogar y dime. ¿Son estas paredes mi cárcel? ¿Hice algo mal todos estos años para merecer esto?

La joven bruja no cambiaba de estado, viéndose a sí misma sincerarse en ciertos detalles de su vida que realmente la molestaban y nada ayudaban a que su estado anímico mejorara bajo ninguna circunstancia. Pensaba en decirle muchas más cosas, tenía tanto que decirle que se mordió la lengua por ser prudente o realmente terminaría soltándolo todo, incluyendo lo desamparada que se sentía. Así que tomando fuerzas e intentando ver alguna opción más viable que la de salir de la habitación por la ventana, la miró con una sonrisa en sus labios. Sonrisa que ocultaba todo lo que estaba sintiendo y que usó para excusarse bajo una de las ultimas insistencias de la vampiresa; que tuviera descendencia.

Y si salgo o no, en verdad solo sigo tus consejos, porque tengo que buscar un esposo, ¿No es cierto? — ¿Podría ser esa excusa la salida garantizada para aquella noche? — No dejaré que lo escojas por mí. —Sentenció firme negándose a entrar en aquel horrible juego en el que los padres comprometían a sus hijas en matrimonios concertados.  —Y para encontrar a aquel que me dé los hijos que tu esperas que te dé, necesito salir al mundo; también de noche.  
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Mensaje por Daphne Landry Miér Jul 16, 2014 12:03 am

A pesar del evidente estremecimiento que sufrió el cuerpo de la joven al verle a los ojos por primera vez, tuvo la osadía de darle una respuesta que rayaba en la altanería e, incluso, atreverse a reírse de su preocupación. Las manos de la vampiresa se cerraron con fuerza, apuñalando sus palmas con sus propias uñas y haciendo que finas hebras color borgoña de deslizaran hasta el suelo. La ira ardía en su interior pero eran muchas las adolescentes de la misma familia con las que había lidiado por lo que no permitiría que Melissa le sacase por completo de cabales. Obligándose a calmarse desenterró las uñas de su carne y esperó un par de segundos a que los profundos surcos se cerrasen como si nunca hubiesen existido. La sangre derramada, por otro lado, debería ser limpiada del inmaculado piso. Alejándose de la puerta empezó a dar una lenta y meticulosa caminata por el cuarto de Melissa, procurando mantenerse alejada de la joven y evitando que sus miradas se encontraran una vez más. Su mente daba vueltas en que no había atisbo alguno de arrepentimiento en sus palabras, era más, en realidad se había mantenido en la decisión de abandonar la mansión como si aquello fuese de lo más natural.

El temperamento de Melissa, desde pequeña, ya demostraba que se trataría de alguien independiente y tenaz. Daphne no se quejaba de ella, era una muchacha ejemplar además de fuerte y determinada, un espíritu libre. Sin embargo, muchas veces tenían conflictos precisamente por eso. La vampiresa estaba acostumbrada a que su palabra fuese la última, sus deseos ordenes y sus peticiones fuesen seguidas al pie de la letra. Con muchos debatía y hasta podía cambiar algunas de sus ideas pero, al final, esperaba ser obedecida. Y ahora se enfrentaba a un caso de rebeldía que no solo la cuestionaba como matriarca, sino que además podría poner en peligro la seguridad e integridad de alguien que era muy importante en su vida. – Nunca pensé que fueses tan tonta como para creer que podrías ocultarme algo así – continuaba con su incesante andar. Hasta la cama, luego a la puerta, a la ventana y la cama una vez más. Se encontraba sedienta después del apurado viaje que había realizado para regresar junto a Clara y eso no favorecía para nada su tranquilidad ¿se daba cuenta la pequeña bruja de lo inestable que se encontraba? Teniendo en cuenta el tono de su conversación y las palabras que siguieron, muy seguramente no – Cuida tu tono niña – gruño deteniéndose finalmente junto a la ventana y devolviéndole una enojada mirada a través del reflejo – Si no acudí antes fue porque no pude hacerlo, no porque no quisiera o no me interesase –.

Entonces la joven se giró y la enfrentó, soltando lo que al parecer eran verdades que se encontraban atoradas en su garganta desde hacía mucho. No dudó ni por un segundo que lo que decía era lo que en realidad sentía, en medio de la furia que aparentemente atenazaba a Melissa resultaba poco probable que fuese algún tipo de engaño para salir del apuro. Además no la reconocía como un alma embustera y se negaba a creer que empezaría ahora a mentirle. – No es una cárcel – replicó sin estar segura de cómo lidiar con la situación. Una parte deseaba abrazarla y consolarla, recordarle que ella estaba siempre pendiente y que reconocía su esfuerzo cuidando a su madre y todo lo que hacía por cuidad de la propiedad y los bienes. Por otro lado, deseaba abofetearla con fuerza para que no olvidara quien era ella y nunca más se atreviese a faltarle tan descaradamente al respeto. La confusión entre estos sentimientos hizo, en últimas, que Daphne permaneciera inmóvil, solo mirando y escuchando, permitiendo que se destapara por completo ese tarro de gusanos. De alguna manera se sentía también culpable por la desbordada reacción y no podía evitar cuestionarse si se trataba de un caso aislado o si, tal vez, fuese Melissa la única con la fuerza suficiente como hacerle frente.

- ¿Perdón? – cuestionó incrédula saliendo de su ensimismamiento al escuchar la última parte. Las palabras habían llegado claras, tanto como el mensaje, pero le parecía tan increíble lo que escuchaba que la palabra emergió sin pensarla en realidad. Se trataba de un golpe bajo y las dos lo sabían. Para Daphne era un tema tan delicado como importante y la sonrisa que le obsequió Melissa antes de soltar la última estocada evidenciaba su intención de herirla. Su expresión mutó de ira a sorpresa, a decepción y luego a dolor. Resultaba inverosímil que aquella joven, ya casi una mujer, a la que ella había recibido cuando nació, a la que había mimado y sostenido sobre sus rodillas, a quien consolaba después de cada pesadilla una vez se desató su poder, le hablase ahora de esa forma. – Sabes muy bien que mis “consejos” como tu les llamas, nunca incluyeron expediciones nocturnas – el daño causado se desvanecía rápidamente bajo la sombra de la ira – Y si, tienes que buscar un esposo pues, si no lo encuentras, yo lo escogeré para ti aunque no sea de tu agrado. Eso está fuera de discusión y no se trata de lo que pienses que puedes o no permitir – se estaba acercando sin querer, paso a paso mientras hablaba. Lo que decía era una amenaza sin sentido, jamás se le ocurriría forzar a una de sus “hijas” a concebir a la fuerza pero el malestar emocional en el que se encontraba le obligaba a decir cosas de las que se podría arrepentir después. Empero, ya era tarde, las palabras ya habían sido mencionadas y retractarse ahora solo empeoraría la actitud subversiva de Melissa.

Para la vampiresa era crucial que Melissa tuviese hijos, que continuase con la descendencia, de otra manera, cuando ella muriese, Daphne quedaría sola nuevamente, perdería su amada familia humana, su compañía, sustento y consuelo. Era algo que no podía permitirse. Se encontraba tan apegada a la presencia de esas humanas, algunas brujas otras no, que se admitía dependiente de ellas. En algunos de los momentos más oscuros, aquellos en los que creía que todo estaba perdido, que no habría más pequeñas que perpetuasen la tradición, llegó a pensar en crear una nueva familia a partir de alguna otra humana. El problema era el vínculo generado con la primera generación, la promesa que le había hecho a una mujer condenada a la peor de las muertes y de cómo eso le había brindado la oportunidad de experimentar, aunque fuese un poco, la experiencia de criar y establecer un verdadero hogar.

– El mundo puede venir a ti, ya me encargare yo de que así sea – refutó en tono serio dándole a entender con esto que de ninguna manera le permitiría salir. Con elegancia adelantó los dos pasos que aún las separaba para luego tomar a la joven por el brazo con apenas la fuerza requerida para hacerla levantarse pero no para herirla. Deseaba mirarle a los ojos de cerca y que la otra observará con total nitidez lo lejos que había llevado la locura de salir de noche, de desobedecer, de retarla – Dime ¿es que te molesta cuidar a tu madre? ¿Prefieres salir al mundo sola, sin mi protección? ¿Prefieres que te abandone para que te defiendas por tus propios medios en el mundo? – podría tomarlo como quisiera: una advertencia, una amenaza o una pregunta impregnada de sarcasmo. La vampiresa esperaba una respuesta mientras su mano se cerraba alrededor del brazo de Melissa, cada vez con un poco más de fuerza sin que se percatase de aquello.
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Mensaje por Melissa Landry Lun Jul 21, 2014 4:10 am

En ningún momento la bruja fue consciente de la sangre de la palma de Daphne o de los sentimientos turbulentos de la misma. Lo único que quería era poder alejarse unas horas, salir a distraerse y luego regresar a su encarcelamiento para cuidar de su madre, así que el hecho de que ahora se encontrasen peleando con palabras, le parecía totalmente innecesario. Lo único bueno que veía en discutir y encararse con quien creía tener siempre la última palabra – situación que ella no solía que se frecuentara mucho- era que así podía desahogarse y que las lágrimas que moría por llorar, fueran substituidas por palabras hirientes.

Si lo es, si no… ¿por qué no puedo salir de la casa? — Preguntó la joven bruja incapaz de creer las palabras de Daphne, al sentir como verdaderamente se le tenía prohibido salir, como en aquel mismo momento. — Si no puedes salir de un lugar, sin duda es una cárcel, una jaula. — Su razonamiento era indudable, por lo menos así Melissa lo creía desde hacía un tiempo atrás. Daphne apenas se pasaba más que unos días en casa mientras que los demás días, simplemente ella se quedaba sola, cuidando los bienes y el patrimonio de la vampiresa  y familia. ¿Cómo podía saber Daphne lo que realmente le ocurría, si no solía estar con ella? En los últimos meses, sobre todo desde la muerte de padre que se habían distanciado, más por el dolor inmenso de la joven al no haber podido evitar la muerte de su amado padre, que por otro motivo, como la lejanía de Daphne.

Sin embargo, le dolía. Desde que madre estaba enferma al principio la vampiresa se había quedado con ellas dos, no obstante desde hacía unos meses otros asuntos la reclamaban y marchaba cada poco tiempo, sin preguntar ni una vez como se encontraba y que necesitaba; como un abrazo, que era lo que más necesitaba en esos instantes. Solo que ya era tarde para decirle que la abrazara y la perdonara por su comportamiento rebelde, como muchas veces de pequeña, cuando sin querer se portaba mal acudía a ella y le rogaba perdón mientras se acurrucaba en sus fríos brazos. Ahora ya era tarde y aún más, cuando las palabras de Daphne llegaron a ella. ¿Desposarla sin su consentimiento? Por unos segundos sus ojos brillaron con dolor y odio, escondido en resentimiento. ¿De verdad sería capaz de llegar a ello? Se preguntó dando un paso atrás al mismo tiempo que Daphne se acercaba a ella y seguía hablándole.

¿A tanto llegarías? ¿Me forzarías a yacer con alguien que jamás podría querer, solo para que puedas seguir con tu casa de muñecas? —Jamás en su vida dejaría que le hicieran aquello. Tenía la suficiente fuerza y el carácter para negarse y no aceptar la voluntad de su familia, viniera de quien vinieran las órdenes. Fulminó con los ojos a Daphne y negó firmemente de nuevo. — No dejaré que me hagas eso, no me desposaré con quien tú digas sin estar enamorada y lo sabes! Yo jamás podría ser de nadie que no me amara. Y no seré de esas jóvenes a las que sus familias comprometen con desconocidos y llevan una vida desdichada. — Y no añadió más respecto al tema. Daphne ya la conocía para saber que una vez ella se negaba a algo, no había fuerza – más que la compulsión de los vampiros- a hacerla obedecer. Y hoy, en el tema de su matrimonio concertado no sería la excepción. Si de verdad deseaba buscarle un esposo y que terminara como la esposa de aquel “afortunado”, tendría que obligarla por la fuerza a aceptar el matrimonio.

En medio de su discurso olvidó que se le iba acercando, hasta que al tenerla frente a sí, tras sus últimas palabras, la tomó del brazo y la levantó, encarándola contra ella, de forma que viera de cerca el brillo de la locura en sus ojos y aquel color borgoña, que aún antes jamás había llegado a ver. Quizás por que nunca antes había llegado a replicarle, a enfrentarle de aquel modo. Al principio viendo aquellos ojos más inhumanos de lo que recordaba, se asustó. Se puso pálida y su barbilla tembló, como el asustadizo conejo que va a ser devorado por el depredador. ¿Se sentirían así todas las presas de los vampiros? Todo y que con la visita del inquisidor días antes se había sentido de una forma similar, con ella era diferente. Era su familia y la familia no se dañaba entre sí ¿verdad?

¿Es una amenaza, Daphne? ¿Serías capaz de abandonarme para mostrar que debemos hacerte caso siempre? ¿Me morderás para ello? Porque si es así como deseas callarme, adelante, hazme daño. Así me darás mas razones para irme en la mañana, cuando tú y tus colmillos no puedan detenerme. — La joven volvió a defenderse, ella no era ninguna presa ni lo seria jamás, y el hecho de que la amenazara, solo hacía que arrelar en ella aquel sentimiento de reclamar su libertad y que tras el miedo inicial, lo superara al sentirse realmente molesta con Daphne. ¿Sería capaz de morderla solo para demostrarle que era ella la que mandaba? Todavía nunca antes la había mordida, bajo ninguna situación, y el pensar en que pudiera hacerlo ahora le revolvía la bilis. Que Daphne la castigara de aquel modo, sería lo más doloroso que pudiese soportar.

La fría y fuerte mano de la vampiresa se afianzaba en su brazo, hasta dolerse  y mordiéndose la lengua lo ignoró, demasiado concentrada en devolverle una mirada convincente y firme. ¿Esperaba que no sería capaz de retarla, de aguantar su endemoniada mirada? Se equivocaba entonces, se había criado con ella, ella había sido una segunda madre  y con todo lo que la conocía, podía asegurar que no sería capaz de dañarla.

No me molesta cuidar de mi madre, es solo que… ¡No lo entendéis! Como crees que es pasar meses a su lado, y que no reconozca jamás a su hija? Como crees que me siento cuando no la tengo a ella y tú estás desaparecida? ¿Cuándo me paso los meses sin salir de entre estas cuatro paredes? ¡Estoy sola, completamente sola! Y no sois ni para dejarme respirar, alejarme de todo esto por unas malditas y simples horas. —Le reclamó resistiéndose a su agarre, removiéndose ligeramente, al sentir como su mano apretaba más sobre su brazo, hasta cortarle la circulación de la sangre. —Y no hay nada que hacer, es cuestión de tiempo. Se está muriendo, y  ¡tú lo sabes! — Del dolor de su agarre, el pensamiento de que pronto pudiese quedarse sin su madre y los nervios de aquellos últimos días, hicieron nacer en sus ojos las primeras lágrimas que sumándole la tensión del momento, cayeron rápidamente por su mejilla. Hacía tiempo que no lloraba, así que su primera reacción fue de sorpresa, hasta que la empujó con su mano libre y se retorció el brazo apresado para salirse de su mano.  — ¡Daphne suéltame! maldita sea… ¡me haces daño! — y tras su queja, sintiendo como el brazo se le quedaba dormido sin esperar a ver que hacia Daphne, convocó su barrera entre ellas, logrando así que la vampiresa fuese sacudida y alejada de nuevo de ella.

Normalmente su magia no servía para dañar o apartarla, ya que había sido una de las personas que más había tenido contacto con su magia de pequeña, sin embargo la desesperación junto con el dolor y la furia porque nadie la entendiera le hizo sacar fuerzas y por primera vez en muchos años había hecho servir su magia contra Daphne, todo y que solo fuera para protegerse y darse un respiro.

Tras hacer aquello, inició su caminata hacia una de las ventanas, en un intento de medir cuan alto era lo que la separaba del suelo del jardín y suspiró, había demasiada altura para una simple mortal. Se abrazó con sus brazos, de espaldas todavía a Daphne y observando de reojo la marca que había quedado del agarre en su piel, suspiró. — Y no quiero irme, no quiero salir al mundo sola, porque os amo… amo a mi familia aunque seáis unos insensibles. Pero si de ello pende mi libertad, entonces me iré lejos. Y no podrás detenerme… Nadie podrá. — ¿Amenaza? ¿Un aviso? Ahora también era ella la que jugaba a usar esos métodos, incendiando aún más los sentidos de ambas.

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Mensaje por Daphne Landry Miér Ago 13, 2014 11:53 pm

¿Podía el cansancio físico afectar a un inmortal o se limitaban al cansancio emocional? Después de todo sus cuerpos eran tan perfectos como fuertes, podrían tolerar situaciones que incluso otras criaturas sobrenaturales no podían. Su alma y mente, sin embargo, eran trigo de otro costal. El dolor, las tribulaciones y las preocupaciones les afectaban de igual manera, o al menos eso pensaba la vampiresa mientras permanecía en el cuarto de Melissa. La discusión se volvía, con el paso de los minutos, más y más fuerte. Las acusaciones empezaban a tomar un cariz oscuro e hiriente y en ese punto le resultaba muy difícil poder actuar con serenidad, con la fría lógica que se aplicaba a otras negociaciones. Pero claro, no se trataba para nada de una negociación, sino de una joven que se negaba a seguir una orden clara y sencilla y que estaba dispuesta a colocarse en peligro mortal solo gracias a su obstinación y terquedad. Se trataba también de los sentimientos que esa misma joven había ocultado a quien fuese una segunda madre para ella. La omisión también es traición. Si tan solo hubiese sido sincera habrían podido corregir los errores mucho tiempo atrás, evitándose las dos la ira y el dolor que las invadía con cada nueva palabra, amenaza o declaración pronunciada.

– Y tu sabes bien que no se trata de una casa de muñecas – fue lo único que atinó a susurrar con los dientes apretados. Era una verdadera pena que la vampiresa se encontrase en un estado tan inestable, cansada emocionalmente y muy sedienta, de otra manera tal vez hubiese manejado la situación de una forma mucho más amable o, al menos, mínimamente empática para con los sentimientos de la bruja. Un recuerdo cercano acudió a su mente. Recordó el temor que había sentido cuando se encontraba en Toulouse, en aquellas exasperantes horas que siguieron a la entrega de la misiva de puño de letra de la propia Melissa rogándole volver. Y ahora veía con horror que no se trataba de un temor injustificado y aquello la desequilibraba aún más. Era tal su exaltación que no se dio cuenta en qué momento dejo de solo sujetar el brazo de Melissa y empezó a apretarla con la fuerza suficiente como para hacerle daño. Su mano actuó por instinto propio, pues su mente se encontraba centrada en la dirección que había tomado la conversación. Sabía que la joven no cedería ante un matrimonio arreglado y, aunque ella hubiese lanzado en primer lugar el estúpido ultimátum, le dolía profundamente que la bruja le creyera capaz de cometer tal atrocidad. En un punto muy profundo de su alma esperaba, y si, confiaba, en que la conociese un poco mejor como para simplemente aceptar tan ridícula amenaza.

Observar miedo en los ojos que siempre habían destilado ternura, amor y devoción la destrozó por completo. Jamás hubiese imaginado que las cosas llegarían hasta el punto en que su lado cruel y aterrador saliese en contra de una de sus pequeñas. Se sintió enferma y repulsiva pero entonces ¿Por qué no era capaz de ceder un poco? – Es tu decisión no la mía. Te estoy ofreciendo una opción ya que veo que te encuentras tan a disgusto en este lugar que consideras una celda más que un hogar. Adelante, se libre, se feliz como no has podido serlo aquí. No te detendré pero, y escúchame muy bien Melissa Landry, si decides marcharte no pienses en regresar. Te olvidaras de mí y de tu madre así como de toda la historia de tu familia – Había usado su nombre completo a propósito, algo que solo reservaba para las más fuertes reprimendas. También le había lanzado una nueva amenaza velada. Ella simplemente no podría olvidarse de todo pero la vampiresa si podría confundirla lo suficiente como para que aquello se volviese algo irreal. Daphne deseaba llorar de solo pensarlo, pero si la joven decidía irse se vería en la penosa obligación de arruinar en su mente todo lo relacionado con ella, su familia y posesiones. – Mas que morderte quisiera arrancarte la lengua para que dejaras de espolearme ¿es que no te das cuenta, niña, lo lejos que has llevado todo esto? – prácticamente había empezado a gritar mientras ya, no solo apretaba, sino también zarandeaba a la joven por el brazo apresado - ¿es acaso esto lo que necesito hacer para que entres en razón? – cuestionó enseñándole los colmillos de manera amenazadora, ignorando momentáneamente lo que la otra le decía y pensando, por primera vez, en ceder ante la necesidad de sangre y la ira que corría por sus venas.

Jamás había atacado a un ser de su familia y, asimismo, ninguna de las brujas había arremetido voluntariamente en su contra. Si te atacan tienes dos opciones, intentas escapar o te intentas defender ¿en verdad esperaba que Melissa simplemente se amedrentara ante tan burda demostración de poder? La sorpresa de la vampiresa fue mayúscula al verse empujada por una fuerza invisible que conocía muy bien. Por lo visto la obstinada brujita habia decidido defenderse en contra de toda posibilidad. Por un segundo la mirada de Daphne se cubrió de carmesí. Observaba la vena que resaltaba en el cuello de la joven, escuchaba el frenético palpitar de su corazón, sentía la presión de sus colmillos, el ardor en su garganta, el deseo de lanzare sobre la presa y calmar su necesidad. Pero entonces vio las lágrimas que corrían por las suaves mejillas de la joven. Aferrándose a esas gotas traslucidas y saladas consiguió retornar a la razón. Retrocedió hasta que su espalda dio contra la puerta cerrada mientras se aferraba a sí misma con ambos brazos. Estuvo demasiado cerca de atacar, y quizá acabar, con una de las vidas que más amaba y eso se lo recriminaría por siempre ¿Se daba cuenta la joven de su alteración, de lo cerca que había estado con su comportamiento de empujar a la centrada Daphne hasta el límite de la locura?

Observó a Melissa alejarse hasta la ventana y mirar hacia abajo, como calculando una posible caída. Afortunadamente no se requirió de ninguna intervención por parte de la mayor para hacerle ver lo estúpida que sería aquella idea. En un intento por recomponer la situación, tanto como por tratar de retomar el control de sus propias acciones, la vampiresa decidió ignorar la última amenaza y enfocarse únicamente en la primera parte de lo dicho por Melissa desde la ventana. Se obligo a si misma a eliminar la ira y la frustración. A ver de nuevo con ojos amorosos a la joven, a intentar comprender la situación en la que se encontraba. A ignorar la sed que pugnaba por arremeter con todo su autocontrol y a tratar de contestar todo lo que había dejado en el aire – Lo que hago por Clara lo hago por ti tanto como por ella y por mí misma. Es mi propia angustia y temor por perderla la que veo reflejada en tus ojos cada vez que sufre una recaída ¿podrías tu solo ignorarlo cuando tienes la solución dentro de ti? ¿Cuándo no te costara nada el poder aliviar su sufrimiento y evitar el tuyo y el de los demás que amas? No me acuses injustamente, yo sé que no es la mejor de las soluciones pero es la única que poseo, es la única que puedo ofrecerle además de la muerte. He escuchado más verdades en estos minutos que en años de vida contigo y te voy a pedir que me digas ahora algo más desde el fondo de tu corazón ¿Preferirías que le dejase morir? ¿Quieres que deje de darle mi sangre y que la muerte natural le reclame sin importar su sufrimiento? Piénsalo bien, Mel, porque he de respetar tus deseos sobre este asunto – esperaba que el usar el diminutivo de su nombre ayudase a aliviar un poco la tensión entre las dos. Se mordió ligeramente el labio inferior, ansiosa por conocer la respuesta, pues en verdad cumpliría el deseo de la joven si este era que no le diese más su sangre a Clara.

Suspiro y bajó los brazos, tratando de recuperar su postura regia y fallando estrepitosamente en el intento. Se le veía cansada y derrotada. Dolorida y más allá de la simple tristeza. – He tratado de brindarte lo que deseabas durante toda tu vida. Lo único que pido a cambio es que cuides de ti misma. Las dos sabemos lo que acecha en la oscuridad, además… hay más peligro para ti que para cualquier otro humano y eso debería preocuparte tanto como a mí – pedía sinceridad pero ella era, al parecer, incapaz de retribuir con la misma cortesía. Su conciencia gritaba que debería contarle sobre los motivos de su partida, sobre el vampiro que le buscaba y de cómo había intentado alejarlo de su familia colocándose a sí misma como carnada. Tal vez así la joven comprendiese que no se trataba de solo un capricho. Pero, en su lugar, decidió abordar otro de los temas tocados por la bruja – No te forzare a engendrar así como no te forzare a permanecer en un lugar en el que evidentemente no deseas estar – se acercaba al lugar en donde Melissa se encontraba, mirándola sin expresión pero hablando con un sentimiento que le costaba muchísimo exponer debido a todo lo ocurrido.

Sus ojos viajaron entonces al feo cardenal que empezaba a formarse en el brazo. Aquello fue más de lo que pudo soportar. Exhalando un gemido se abrazó nuevamente a sí misma antes de girarse y alejarse rumbo a la puerta. Sin embargo no fue lo suficientemente rápida como para que la bruja no notara la lagrima que corría por la mejilla de la vampiresa. – No es necesario que esperes a la mañana, ni yo ni mis colmillos te detendremos. Haz lo que desees mi querida Melissa, pero si decides marcharte esta noche no es necesario que te despidas ni de mi ni te tu madre… ni tampoco que regreses- manifestó con voz entrecortada antes de abrir la puerta de par en par.
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Mensaje por Melissa Landry Sáb Feb 28, 2015 5:18 pm

Era un caos la mente de la joven bruja que se debatía entre el amor que siempre le había tenido a la vampiresa y su necesidad de libertad y espacio. Y ahora también se debatía entre el amor y el miedo tras descubrir que su protectora también podía resultar ser una amenaza para ella. La imagen de los desnudos colmillos de Daphne sobresaliendo amenazantes de sus labios, era una imagen que creía no olvidar en mucho tiempo y también una que jamás creyó ver o imaginar, aún menos viniendo de Daphne, quien nunca antes le había dejado atisbar el más mínimo detalle de los mismos. No obstante, tras protegerse del miedo que había llenado su alma al verla tan descontrolada y al punto de echarse sobre su cuello, se había alejado de la vampiresa, dejando una distancia más que prudente y necesaria entre ambas. Quiso contestar a cada una de las palabras mencionadas, más solo las palabras dirigidas al tema de su madre lograron que se centrase, olvidándose de los colmillos ajenos y de la amenaza de arrancarle la lengua.

Daph… mi madre se nos muere, solo se mantiene por tu sangre, pero la hemos convertido en una esclava de sangre. Temo que enloquezca y si no fuera por su enfermedad haría tiempo habría desaparecido en busca de nuevas fuentes de sangre. ¿Cómo crees que me sienta el ver que mi madre se ha convertido en lo que jamás desearía para ella? —Le replicó inconsciente de la realidad que Daphne le exponía en la que debía escoger el destino final de su madre. Había tenido sueños premonitorios en los que su madre moría a manos de un vampiro que la esclavizaba y ahogándose en su propia sangre terminaba su último halito de vida. ¿Quería aquel final para su madre? Pero, ¿Querría ella ser la asesina de su propia sangre, quien decidiese por todas cuando dejar de luchar por la poca vida que aún quedaba en quien una vez fue su poderosa y dulce madre? Era demasiado para pensarlo en aquella situación en que los reproches estaban siendo el orden del día. Y no daba más de sí. En ese momento no podía decidir ni por ella misma. —Ha habido noches en que me ha rogado que la matase. ¡Que muriera en mis manos! Y yo… siendo egoísta la mandé a dormir sin poder hacer lo que me mandó la última vez que logró reconocer mi rostro como la de su hija. No puedes preguntarme por mi deseo y por la muerte o vida de mi madre… No podía, no puedo decidir. Mi padre murió por mi culpa y no quiero volver a ser la culpable de una muerte, menos la de ella. ¡Pero me duele tanto verla de esa forma! No está viva, ni tampoco muerta. Se mantiene y mientras su alma sufre. Ya no deseo verla más así. ¡No quiero verla así! Por eso quiero irme… ya no puedo más con este dolor que me carcome por dentro. ¡No puedo! — Con la muerte de su padre ya lo había pasado suficientemente mal como para ahora también quedarse y ser testigo de la muerte de su madre. Entonces se quedaría sola… solo con Daphne si esta decidía seguir cuidándola y teniéndola bajo su protección. No obstante, despues de esta rebelación de su parte, en su mente el que Daphne pudiera seguir a su lado se hacía ya casi imposible. Bien podía ser la primera de la familia que se atreviese a hablarle de esa forma, despues de todo lo que ella había hecho desde hacía miles de años por cada una de las generaciones de su sangre.

Tengo que irme… alejarme. No puedo verla morir… no de nuevo y  aunque no lo digas sé qué hace años esperas que te dé la noticia de un hijo, un retoño con el cual poder aumentar la familia y así sentirte orgullosa de mi. Porque al fin y al cabo, que soy yo más que una bruja que carece de poderes, que tiene pesadillas y sueña con el futuro? Soy la vergüenza de mi madre, ella siempre deseó que tuviera sus poderes. Ella siempre vivió con sus almas y en vez de aprender de ellas, de ser su aprendiz… terminé siendo protegidas por las almas de aquellos muertos que la custodiaban y cuidaban en tu ausencia. Siempre fui protegida y cuidada, pero ni mi madre creyó necesario enseñarme en mis visiones para que cuando viera la muerte de alguno de ellos, pudiese intervenir en la providencia y ahorrarles esas muertes. — Siguió hablándole sin darle tregua alguna, aun cuando ni ella misma se sentía bien en sus propias palabras. Escupir todo el fuego que tenía dentro de sí, dolía y cada palabra que permitía salir de sus labios se sentía como si fuera ella misma la que estuviera cavando su propia tumba; su muerte, su final.

Se sostuvo el brazo por el que Daphne la había sujetado y se acarició la parte dañada sin tomar atención al cardenal que empezaba a formarse. Con la adrenalina llenando todo su cuerpo, era difícil tomar atención a algo como un simple cardenal que se extendía por su piel. Con la mirada de vuelta a la ventana suspiró y negó ante las palabras de Daphne. ¿Qué no lo veía? ¡Necesitaba salir al exterior, sentir que no era tan inútil y empezar a hacer servir sus dotes y sus enseñanzas! No quería vivir por siempre encerrada en aquella mansión o en las residencias Landry’s. Deseaba salir, conocer mundo y desde el encuentro con aquel vampiro hacia unas noches atrás; necesitaba volver a sentir aquel peligro reinante rodeándola. Las sombras siempre le habían dado miedo, ahora solo deseaba rodearse y caminar con ellas.

Quizás sea donde más peligro haya que encuentre mi lugar. Donde realmente me pueda encontrar a mí misma sin miedo de ningún tipo. Quizás me esté bien estar un tiempo alejada de ti y de mi madre.— Si, en su boca sentía el gusto acido de las mentiras al atreverse a pronunciar tales infamias, pero había veces que el ego, la terquedad mandaba sobre todo lo demás y aquel momento era uno de ellos. Bajar ahora de la nube en la que se había alojado para replicar y protegerse de las palabras de Daphne, solo le serviría para caer estrepitosamente y no iba a consentirlo. Habían sido semanas y meses muy duros para la joven bruja que se había pasado encerrada la mayor parte del tiempo en aquella mansión al cuidado de su enferma madre y por una vez que se atrevía a replicar, a contestar en un intento de hacerse escuchar ante todos, no iba a dejarlo correr tan fácilmente. Ni aun cuando con sus palabras estuviera condenándose al exilio o incluso peor; que Daphne se entrometiera en su mente y borrara cualquier recuerdo de ella; de su familia.

Realmente Melisa no fue consciente de la gravedad de sus palabras, ni del profundo dolor que abatía a Daphne hasta que viéndole fijamente antes de que pudiera esconder su rostro del de ella, le vio nacer una lagrima de sus ojos que enseguida se perdió al caer por su mejilla. Aquella era la primera lágrima que veía a Daphne. El mundo pareció caerle encima y si Daphne se hubiera volteado a verla una última vez habría visto que los ojos antes orgullosos y aquel porte desafiante se había hundido en apenas unos segundos, al ser consciente del daño que le estaba haciendo a quien desde siempre había considerado también una madre. Intentó llamarla, más sintió que las palabras para llamarla de vuelta a ella se quedaban retenidas en su garganta, encontrándose inexplicablemente muda, como si tuviese un nudo de palabras que impidiesen que pudiera hablar o por ende, intentarlo.

Una de sus manos terminó haciéndose un puño contra la tela de su vestido en un intento de no llorar al verla marchar tras que Daphne se quedase unos segundos frente la puerta abierta y ella hubiera sido incapaz de hablarle por última vez. Viendo la figura de Daphne desaparecer, se odió a sí misma. Lo que le ocurría no era culpa de Daphne quien siempre había estado velando por ella. Los nervios, las pesadillas constantes y el estado de su madre eran el causante exponencial de lo ocurrido en ella y no era justo que fuera a pagarla con ella. Por unos segundos se encontró observando la puerta cerrada de su alcoba preguntándose si de marchar la extrañarían. Ella siempre las extrañaría, a ambas hasta que se volvieran un feliz recuerdo. Cerró los ojos y con las ultimas lagrimas recorriendo su pálida piel, los abrió de nuevo y corriendo cruzó su alcoba yendo tras los pasos de Daphne. Melissa pasaba la mayor parte del tiempo viendo recuerdos, sucesos, el futuro… y no deseaba que su familia se volviera un simple recuerdo. Las necesitaba tanto o más que ellas a ella y no iba a dejarlas marchar. — ¡Daphne… Daphne! Por favor detente, ¡regresa¡ Perdóname, no podía jamás dejaros. ¡No quiero que nadie borre mis recuerdos! No… os quiero olvidar… Por favor, Daph. —Gritó encontrándose con la figura estática de Daphne detenida frente uno de los salones en aquel mismo pasillo que llevaba a su alcoba. Aceleró el paso y con fuerza se abrazó a la figura de la vampiresa, deshaciéndose a llorar al momento de abrazarla. Como si necesitara sentir su frialdad, su existencia eterna… un faro que pudiese señalarle la luz se agarró con fuerza a ella desahogando así todo el miedo que había pasado aquellas últimas semanas. Convirtiendose las lagrimas; en llanto.— Dime que me podrás perdonar… por favor, moriría sin ti. No te vayas… Daph. Me equivoqué… ¡Me equivoque! solo sentí el miedo de que te hubiera pasado algo, de la muerte de madre y estas visitas inesperadas que ponen a prueba mi poder. Tengo tanto que contarte… me hiciste tanta falta este tiempo.
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Mensaje por Daphne Landry Mar Abr 28, 2015 9:08 pm

La situación se salía del control a una velocidad vertiginosa. Las palabras no se las llevaría el viento, tal como proclamaba al adagio popular, sino que quedarían escritas con fuego en el alma de cada una de ellas, ardiendo con vida propia y recordándoles por el resto de sus vidas las acusaciones y amenazas lanzadas en esa fatídica noche. Para Daphne, aquello significaba más que solo darse cuenta de las molestias que impregnaban a Melissa, era comprender que tal vez el resto de su familia pusiese haber vivido en medio de un silencioso disgusto respecto a la existencia que ella, hasta ese momento, había pensado como ideal ¿Era la causante de que sus vidas hubiesen trascurrido en medio de un tormento que no eran capaces de exteriorizar? ¿Se habrían sentido todas igual de atrapadas como ahora descubría que se sentía Melissa? Las respuestas eran perturbadoras. Lo único que deseaba para ellas, para todas, era una vida de felicidad y abundancia. Una en la cual no tuvieran que preocuparse por nada más que por disfrutar de las comodidades que la vida inmortal de su madre adoptiva les podía brindar. El dolor era demasiado agudo, las repercusiones en su alma demasiado profundas.

En ese momento deseo poseer el poder de modificar el pasado. De haber permanecido un poco más en Toulouse, de manera que Melissa hubiese podido salir sin el desastroso encuentro. – No, esa no hubiese sido la solución – pensó al darse cuenta de que, al final del día, sus argumentos para que la joven no saliera eran válidos. Jamás se hubiera perdonado que algo le hubiese ocurrido a Melissa mientras ella no estaba presente, así como tampoco el que Clara muriera debido a que no hubiese llegado a tiempo. Para evitar toda esa tragedia debía remontarse mucho más atrás, a la época en que había adoptado a la pequeña de Emma. Si le hubiese conseguido un hogar humano hubiese podido evitar tanto infortunio a todas sus descendientes. Pero también existía otra posibilidad y era que la única que se sintiese enjaulada fuera la propia Melissa. Un pensamiento en extremo positivista que más que ayudarle a ver la realidad lo que intentaba era justificar sus acciones del pasado y mermar la angustia que ahora la corroía. Se negaba a creer que todas ellas hubiesen sido tan infelices, se negaba a aceptar su culpabilidad.

Y ahora, aunque Melissa se había negado a darle una respuesta definitiva sobre el futuro de su madre, la respuesta se encontraba oculta entre sus propias palabras. Sabía lo que debía hacer, pero ignoraba si contaba con la fuerza suficiente para hacerlo. Amaba a Clara con todas las fuerzas de su corazón y lo último que deseaba era verle sufrir. Sin embargo, la solución que le daba era igual de mala que las alternativas. Comprendía los razonamientos de Melissa en este aspecto y esperaba que la joven algún día, cuando el dolor fuese menor y su experiencia en la vida le ayudase un poco, llegase a comprender los suyos.

Todo esto pasó por la mente de la vampiresa en el corto lapso mientras sus pies la acercaban a la puerta y su mano giraba el picaporte. Su plan era esperar un poco en ese lugar, con la puerta abierta, para ver si la joven hechicera recapacitaba en su decisión, pero las últimas palabras, esas por las cuales expresaba que tal vez lo mejor para ella sería estar alejada de la vampiresa y de Clara, le llegaron con la fuerza de una puñalada traicionera. Temerosa de que su temperamento explotara debido al sufrimiento de esa revelación, no hizo pausa alguna. Cruzo el umbral y solo el notar que un sirviente caminaba por el pasillo le impidió salir corriendo a una velocidad sobrenatural. En su lugar se obligó a caminar con el paso rápido propio de un humano mientras con el dorso de su mano escurría las lágrimas que corrían por sus mejillas. Mucho tiempo había pasado desde que ella llorase de aquella manera. Mucho desde que sentía como su futuro carecía de repente de sentido. Melissa se marcharía, esa era su intención según sus palabras, y lo haría sin dejar descendencia. Con ella moriría el legado de Emma, dejaría de existir su adorada familia humana. Aunque la joven concibiese un hijo en los años venideros, la vampiresa se encontraría en la obligación de modificar su memoria en el mismo instante en el que atravesara la puerta de la mansión… y entonces estaría sola de nuevo. Deseó detenerse y tumbarse, dejar que el tiempo pasara a su alrededor hasta que su aflicción terminase, hasta que una gruesa capa de polvo la cubriese y todo lo que conocía en ese momento estuviese marchito y olvidado. Abandonarse en el cómodo abrazo de la nada.

Pero unos pasos precipitados y el llamado de su nombre en una voz que denotaba la desesperación que ella misma sentía, le hicieron esperar. Algunos segundos después Melissa se lanzaba en sus brazos llorando a mares y pidiéndole que la perdonara. Un atisbo de malicia cruzó por la mente de la vampiresa, instándola a rechazarla, a hacerle pagar por el drama causado con todas las lágrimas que su negativa ocasionara. Pero no lo haría, la amaba demasiado. En su lugar la rodeó en un frío abrazo protector mientras le aplicaba un suave beso en la cabeza. Eso bastó para que su espíritu se inflara de alegría. Había estado tan cerca de perder a su niña, habían estado tan cerca de perderse las dos, que no pudo contener una sonrisa de puro alivio. – Shhh, cálmate. Por supuesto que te perdono ¿Cómo podría no hacerlo? – manifestó con la voz entrecortada. – Trae un té caliente y que alguien encienda la chimenea de mi habitación – ordenó a un sirviente que se asomaba para comprender el origen del alboroto. Luego, manteniendo abrazado el cuerpo de la joven, le guió hasta el interior de su habitación y le hizo tomar asiento en el mullido sillón.

Caminó hasta la cómoda y extrajo un delicado pañuelito de seda blanca, luego se arrodilló frente a Melissa y con delicadeza secó algunas de sus lágrimas. – Lamento mucho todo lo que sucedió… lamento mucho haberte amenazado – bajó los ojos avergonzada por su comportamiento. – Jamás había perdido así el control. Pero la angustia de no llegar a tiempo me carcomía, el viaje fue largo y penoso y no osé alimentarme antes de acudir a casa temiendo que unos pocos minutos hicieren la diferencia entre la vida y la muerte de tu madre– se disculpó sin atreverse a mirarla. Hasta donde podía recordar nunca había hablado tan abiertamente con la joven sobre su alimentación, pero le pareció que una simple disculpa no era suficiente. Por supuesto, ningún humano podría comprender lo que significaba para un inmortal el mantener al margen la sed, el controlar el impulso casi animal que les obligaba a satisfacer la necesidad primordial de alimentarse, pero esperaba que al menos eso de diera a entender a la joven algunas de las razones por las cuales se había desencadenado su furia. En ese momento sonó un suave toque en la puerta. –Adelante – concedió la vampiresa, dejando el pañuelito en las manos de Melissa e incorporándose mientras una muchacha ingresaba y se apresuraba a encender el hogar y otra dejaba en la mesita frente a la hechicera una tetera humeante y dos tacitas de porcelana. Daphne esperó parada frente a la ventana hasta que las dos abandonaron la habitación. Luego se acercó, sirvió el té y le ofreció la taza a la hechicera.

– Aunque lo dudes en realidad comprendo parte de lo que me dijiste. Quisiera poder olvidar lo ocurrido, hacer como que nuca pasó y borrar de mi mente las palabras y los actos, pero eso solo contendría el problema por un tiempo limitado y no pienso que sea prudente solo dejarlo pasar. De alguna forma irónica agradezco el que esto nos dé la oportunidad de ser francas una con la otra – sonrió con ternura antes de tomar asiento en la otra silla frente al crepitante fuego. -Espero que tú puedas aceptar que todo lo que he hecho ha sido siempre por amor, aunque no siempre hayan sido las mejores decisiones – observó las llamas algunos segundos antes de proseguir – Lo último que deseo es que veas esta casa como una prisión y a mí como tu carcelera. Pero me atenaza el miedo de que algo te ocurra y las reglas que he impuesto son la única forma que encuentro para protegerte. No tienes idea de lo que significas para mí, Mel. No puedes imaginarte siquiera el poder de los sentimientos que albergo por ti – ahora le miraba fijamente una vez más – Pero los siglos que he vivido no me han hecho infalible y reconozco que me he equivocado ¿Podrías perdonarme tu a mí?– aquello no solo fue difícil por la disculpa en sí, sino porque tras ella tendría que ceder en algunos de los puntos mencionados en la discusión e ignoraba hasta qué punto podría llegar a ser flexible.

– Creo que tendremos mucho de qué hablar y mucho sobre que negociar – le sonrió con tristeza antes de que su expresión virara a una de profunda tristeza – En primer lugar no estiraré más el tiempo de vida de Clara con mi sangre. Será muy difícil pero enfrentaremos su muerte natural las tres juntas, sin que medie más mi maldición entre ella y la parca – en ese punto tuvo que detenerse. Era lo mejor pero definitivamente no lo más sencillo. Pensó en lo que la joven le había revelado, en que Clara le había rogado por que la matase y una nueva lágrima cruzó el pálido rostro – Nunca debí hacerlo en primer lugar, pero solemos cometer locuras cuando intentamos aferrarnos a lo que amamos. Tampoco debí imponerte la carga de decidir al respecto, por eso te libero de esa decisión y de las consecuencias de la misma – deseaba poder preguntarle sobre algo que había mencionado en su precipitada disculpa, algo relacionado con “visitas inesperadas”, pero prefirió esperar a que llegasen a algún acuerdo sobre los temas trascendentales de la discusión antes de abordarlo.
Daphne Landry
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