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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Kaya Vie Jun 13, 2014 6:04 pm

En la esencia del peligro, no importa cuánto niegues y corras lejos de ella,
Siempre cederás, porque es así; como la naturaleza nos llama

K.

Hacía días que sentía el bosque intranquilo, como si fuera un eco, de que en algún lejano lugar de allí, hubiera alguien destruyendo la calma y paz que se reinaba. Apenas empezaron los indicios con unos ruidos imperceptibles, aún demasiado lejanos a la atenta pantera que aquellos días y especialmente más que nunca, examinaba cada palmo de sus tierras, asegurándose de que no hubiera pasado nada en ellas. Por más que buscaba, no encontraba el hecho de que la llevara a pensar por instinto que debía sentirse amenazada, hasta que en el cielo la fuerza de un disparo resonó, despertándola de su sueño ligero en el lago, que acostumbraba a usar como zona de juegos.

Las orejas de la pantera no tardaron en examinar el eco de aquella arma, y tras un salto, poniéndose a seguir el rastro, llegó hasta los lindes de sus terrenos, adentrándose en bosque desconocido. Kaya al adentrarse en tierras de nadie, o que por lo menos desconocía completamente sus dueños, sus líderes, estuvo tentada de dar media vuelta y volver a la tranquilidad d su paraje de ensueño; su hogar. Sin embargo había algo que la inducía a seguir. Su pantera tiraba de ella hacia lo desconocido, y ella sabedora de que su raciocinio animal no solía errar, o por lo menos no tanto como cuando pensaba como una humana, se dejó llevar, siguiendo aquel rastro invisible de olores corporales, pisadas y pólvora que hacía que los gruñidos retumbaran con fuerza en la garganta de la felina.

¡Cazadores! Parecían cazadores y aunque no se encontraran aún en su territorio, poco estarían por llegar por aquellos lares y perturbar su armonía con armas de fuego y muertes innecesarias. Por no hablar de la propia, si no se andaba con ojo.

Por unos instantes la pantera se inquietó. Gruñó en amenaza quedamente contra uno de los arboles donde podía oler a aquellos cazadores y tras decidirse por seguirles, siguió el rastro. Rastro que irremediablemente le  llevó a ver, lo que espero jamás encontrar.  Entre las hojas del bosque, a unas hectáreas del último rastro humano, yacía el cuerpo de un pequeño felino, desfigurado, sin la piel recubriendo el cuerpo del animal. Quizás un gato montés o hasta un joven lince, se dijo al verle de más cerca y oler la pequeña parte de pelaje que cubría la cola del animal. Examinó mejor al animal, sintiendo su parte más humana morir de pena, mientras su parte animal tomaba de aquel cruel e inhumano asesinato, la crueldad y el odio necesario para ir contra ellos y jurar venganza por aquella infame muerte. Y terminar con aquellos cazadores, esperando llegar a tiempo de salvar vidas salvajes y hasta algún cambia formas, si por error lo hubiesen podido agarrar.

¿Os imagináis un cambiaformas, siendo sometido por su piel en una situación así? Pensó con dolor, deseando con todas sus fuerzas verdaderamente llegar a tiempo de encontrar aquellos humanos y arrebatarles lo que tuvieran de valor. Los cambiaformas y los animales formaban parte de un mismo ser. Apenas no podían sobrevivir sin su otra parte, y todos los que eran como ella, solían siempre estar rodeados de animales. La naturaleza era muy sabia, y no solo por lo que pudiera decir la naturaleza contra los planes de los humanos que cada vez avanzaban más rápido, si no por todo aquello que los animales salvajes podrían ofrecer al mundo, sin tener que usar ni una palabra, tan solo con que se les escuchara, como los cambiaformas hacían.

Sigilosa, se movió por los prados, campos y bosques, alejándose cada vez más de su territorio, hasta infiltrarse de lleno en aquel nuevo paraíso, al que ahora unos humanos andaban destruyendo. Sin dejar de oler el aire, abrir las fauces dejando a veces que la lengua encontrará aquel rastro a muerte fue que terminó en lo alto de árbol, en el que se subió para descubrir que al recién bajar la luz solar, una hoguera se dibujaba en la lejanía. ¿Humanos? Se preguntó siguiendo con su tarea de oler y reconocer. En efecto parecían él. Sin embargo un nuevo aroma la distrajo de sus descubrimientos, e intranquila y con una calma filosa muy peligrosa, volvió su mirada debajo de la rama donde se encontraba, para entrever en la vegetación un felino que se movía.

Embargada de cautela y también de curiosidad, aunque también miedo por pensar que pudiera acercarse a esos cazadores aquel animal, al que no conseguía clasificarlo como salvaje o un cambiaformas como ella, en aquellos instantes, fue que tomó la decisión de enfrentarse a él y esperando tenerlo justo bajo ella en total silencio siguió, hasta llegado el momento donde intentaría ahuyentarlo de las cercanías.

Sus intensos ojos siguieron desde aquella posición el felino que seguía por sus alrededores, pareciendo también olisquear algo. ¿A ella? Una parte de sí mismo negó, mientras su pantera se preparaba para impulsarse y saltar. Sus uñas arañaron la rama en la que se encontraban agarradas. No solía fiarse de los demás felinos como ella, lo único que deseaba era liberar a aquellos inocentes y venganza. Por lo que no iba a dejar que nadie la entorpeciera en sus pasos contra aquellos cazadores.

El viento que empezó a mover las ramas, las zarandeó logrando perturbar la seguridad de la pantera, que por un efímero segundo soltó al aire una maldición, convertida en un feroz y tajante gruñido, dándose a conocer antes de hora, ante el animal que anduviera bajo ella. Le vio una última vez de forma fija, evaluándolo sin cesar estrictamente, hasta que impulsándose en la rama, saltó, aterrizando sobre él.

Primero atacar u proteger a aquel animal de los cazadores, luego preguntaría de quien se trataba.

Aquellas eran sus ideas y seguimiento que seguían sus panteras, al menos hasta hoy. Por qué no todo era lo que aparentaba ser, y aquel felino por lo contrario de haberse fijado un poco más, pudiese haber visto mejor los músculos bajo aquella piel y brillante pelaje, las fuertes extremidades… en definitiva, todo aquel conjunto de habilidades y señales inequívocas, que hacía de ese felino líder de su manada y experto en la lucha. Como la misma Kaya. Sólo que ella no mantenía una propia manada de iguales, sino todo lo contrario; Había sido expulsada desde su más tierna infancia de ellos.
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Mensaje por Bran & Ben Chevalier Lun Jul 14, 2014 12:41 am

“Si el alma se la deja tranquila, la mente puede explotar, porque al final la tormenta comienza con nuestra propia calma y sumisión para luego dejarnos en un completo caos sin solución”
Bran Chevalier


Hace días desde América había llegado varias noticias al viejo continente donde muchos han buscado nuevas vidas y otros van por aquello que les significa la vida, a una mansión no tan lujosa en el centro de la ciudad Parisina de la Corona Francesa, arribó tres misivas en cuyas portadas tenían un sello distinto al de todos los que se podían apreciar pero para los dos caballeros que vivían en aquella mansión era conocido aquel logo.

El mayor de los hombres toma la primera carta leyéndola sin pronunciar palabra, su hermano sentado en uno de los sillones del estudio observa el rostro de su hermano pronosticando qué clase de nuevas son aquellas, pero lo que no esperaban era saber las más amargas de todas las que le pueden dar a un hijo.

“Estimados señores Chevalier”

Os escribo siendo el párroco del pequeño Estado de New Hampshire, he escuchado sobre vuestra partida hacia Francia con el objetivo de hallar a vuestra madre que según rumores halla con la mente perturbada vagando por las calles de dicha ciudad, con vuestras partidas este poblado ha caído en la rebelión total debido a aquella persona que ahora ostenta el cargo de ministro, aquel ser que lleva su misma sangre, el ha perturbado la tranquilidad que vuestra familia había instaurado aquí.

Los pobladores están preocupados por ustedes y por ellos mismos y eso por eso que antes de perturbar vuestras diligencia me he atrevido a pedir ayuda a los sacerdotes franceses para que puedan ayudarlos en todo lo que necesiten, no duden en acudir a ellos, están completamente dispuestos a brindarles su ayuda ya que saben la clase de hombres que son y por lo tanto son más que gustosos a ayudaros.

Con aquella carta ambos hermanos encuentran un alivio para poder encontrar aquello que más han estado anhelando, el segundo hermano toma la segunda carta la cual ya no es tan agradable, solo con percibir el aroma saben que no es del mismo sacerdote si no de aquel que los odia a muerte.

Estimados anormales

Vaya si es muy valiente de aquel sacerdote el haber abierto su bocaza al escribirles a ustedes sobre lo que hago y mis planes, bueno solo espero que el muy infeliz sea más dichoso con el resto de sus nuevos amigos, los peces ahí, sí sobrinos aquel que los ayude desde aquí encontrar el descanso en los brazos de las frías corrientes de este mar y si a ustedes dos se les ocurre regresar ya saben los que les pasará.

Serán encerrados bajo la orden de la corona inglesa por haber usurpado el nombre del ministro Chevalier en colonia Británica, y una vez encerrados no habrá nada ni nadie que los pueda sacar de ahí, bueno si puede haber algo, la muerte, no vuelvan y no piensen que encontraran a su madre ella está igual que ustedes condenada a la muerte por infiel y pecadora, además por haber tenido dos hijos anormales como ustedes mis queridos y amados sobrinos.

No termina de leerla el Ben cuando su hermano mayor toma la carta para arrugarla y arrojarla al fuego a que se consuma en lo que se merece, el ceño fruncido del hermano mayor es signo de que no desea abrir la última carta pues teme el contenido de la misma ¿presagio?.

El viento golpea fuertemente las ramas de los árboles, aquel caballero ahora está solo en su estudio, sabe que la naturaleza está como él intranquilo, abatido, furioso y sobre todo muy entristecido por no poder hacer algo por aquellas pobres almas inocentes, su impotencia le obliga a salir de la casa, no desea pensar más así que cabalga al bosque, que al llegar aleja a su corcel para desvestirse, el sonido de gruñidos y crujidos de huesos rompiéndose llenan aquel bosque completamente y de la nada donde había un hombre ahora está un lince de las nieves, su estado más salvaje.

Mezclándose con el aroma del lugar camina por entre los árboles, pero algo le hace detener, siente la presencia de algunos seres y el aroma a cedro quemándose ¡Antorchas! Su mente conocedora es lo primero que responde, poco a poco los humanos avanzan en su dirección y por vez primera en años aquel “caballero” ahora bestia hace lo que jamás había hecho, decide enfrentarlos y buscarlos para pelear y matarlos ¿por qué? Porque el aroma que despedían eran de cazadores furtivos, aquellos hombres que encuentran divertido quitar la piel a animales vivos para venderlos y dejar a los pobres seres moribundos tirados y sin piedad ni consideración, eso sumado a la rabia de las noticias recibidas, era una bomba de tiempo y sangre que corría en contra de los humanos.

Los cazadores alcanza a la bestia que ellos asumen no se ha percatado de su presencia pero se equivocaron, el lince ataca a uno de los cazadores mordiéndole la pierna con tal fiereza que le tumba al suelo y ahí ataca a su yugular acabando con su vida, los demás compañeros del ahora occiso cargas sus armas de fuego y comienzan a disparar, pero solo dan a los árboles, la noche le ayuda al viejo animal que se esconde entre los arbustos del lugar, un sonido estruendoso corre por el verde bosque al que las bajas temperaturas ya comienzan a visitar y la niebla se va disipando por todos lados, los hombres se juntan cuidando su espalda el aullido de un lobo los altera al igual que el sonido de ramas siendo rotas por las patas de algún animal que los acecha.

Aquel hombre caballeroso y siempre educado ha desaparecido para dar lugar a la bestia que lleva dentro, a aquella bestia que busca venganza de todo aquello que atenta contra la naturaleza y la vida, incluso si tiene que tomar una vida como la que lleva goteando de su hocico, la sangre de un cruel tirado en manos de una cruel bestia sin razón enloquecida por los vientos de los acontecimientos inesperados.


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Mensaje por Kaya Lun Sep 01, 2014 9:24 am

  Cuando los hombres nos quieren matar; se llama deporte.
Sin embargo si nosotros les matamos a ellos; Se llama ferocidad. El

K.


No había nada más en la faz de la tierra que ella odiara más que los cazadores. Más que quienes mataron a sus padres, que irónicamente los responsables fueron su propia y ahora lejana familia, los cazadores eran la inmundicia para ella. Solo de pensar en ellos les venía las imágenes que muchas veces había visto. Cuerpos de pequeños animales y hasta de grandes depredadores sin la piel, en carne viva y aún vivos unos minutos hasta que irremediablemente de frío y dolor morían.

Una vez había tenido que librar con sus fauces del suplicio de una muerte lenta a una pequeña loba, a la que habían capturado y arrancado la piel, dejando a la pequeña cría tirada en medio del bosque. Había sido lo más duro que había hecho. Jamás había matado a seres como ellas, o a animales salvajes de aquel calibre, por lo que aquel asesinato que se obligó a cometer también iba a la lista de pecados cometidos por los cazadores. Y ahora que los veía, no pensaba librarlos de la muerte que tanto se merecían. En nombre de sus víctimas. De tantos magníficos animales muertos por sus egoísmos. Aquellos humanos terminarían en sus fauces y bajo sus patas, regando el suelo con su sangre.

La pantera terminó cayendo al suelo ante una pantera salvaje que como ella parecía estar demasiado cerca de los cazadores. Kaya se erizó y se impuso contra ella hasta alejarla de lo que sería el campo de batalla. Ya que de terminar alguien herido en aquella lucha aparte de sí misma, lo lamentaría y no quería tener que estar preocupada por más que de afilar sus garras e hincar sus dientes en la carne de sus víctimas. Una vez solitaria la pantera, rápida entre la maleza acudió tras las huellas del humo y de los cazadores. No temía al fuego y tampoco lo haría ahora. Tras un gruñido al olfatearlos cerca, se escondió entre la oscuridad del bosque hasta llegar a ellos.

Los cazadores se encontraban inquietos y unos gritos alertaron a la cambia formas de que alguien se había adelantado a sus deseos. Deteniéndose, ágilmente subió a un árbol. Se afianzó en el tronco y subió hasta una rama desde donde tenía plena visión del grupo de cazadores. Enseguida los encontró. Con las armas preparadas y la antorcha llameante de fuego volteaban sobre sí mismos, buscando entre las sombras de los arboles a algo o alguien. Kaya entrecerró los ojos y se volvió hacia tras de ella recorriendo con los ojos cada sombra y resquicio de luz, hasta que le vio. Era un cambiaformas como ella. Un lince de las nieves que se preparaba para arremeter de nuevo a uno de los humanos. Lo que no veía el lince era de que justo arremetiera contra el cazador que tenía más cerca, uno de sus compañeros lo tendría perfectamente al alcance de su arma.

¡Detente! ¡Deteneos! ¡Quedareis al alcance de los demás! —Le dijo mentalmente esperando que sus palabras llegaran al lince. Sin embargo este parecía demasiado centrado en la cacería. Ronroneando molesta al verlo prepararse, ella también se preparó. Y en cuanto él corrió hacia el cazador, la felina saltó de la rama cayendo sin aviso sobre el cazador más cercano el cual era atrapado por el felino.

Rápida y letal, con sus fauces en la garganta del hombre, le mordió profundamente acallando su grito y ahogándolo en su propia sangre, la que también terminó por salpicarle el pelaje de ella en sus gotas carmesí. Soltó al hombre y dejándolo inerte al suelo se volvió hacia el lince que terminaba con su segunda víctima.

Solo quedan seis. — Dijo viendo fijamente a los ojos al felino. Se relamió el hocico y feroz enseñó los peligrosos colmillos y dientes que poseía. — ¿Vamos?

Y sin esperar respuesta camuflándose en la oscuridad, salvajemente arremetió contra su segunda víctima. La cacería recién comenzaba y aún quedaba mucha sangre por derramar.
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Mensaje por Bran & Ben Chevalier Vie Sep 05, 2014 11:39 pm

El viento tenía su propia furia entre las hojas que rugían con fulgor como los pequeños tamborileros que van tocando durante las batallas solo para darle emoción al enfrentamiento, más en esta situación no era de emoción si no de terror porque a diferencia de los animales, los humanos se asustan más rápido y de forma fácil con cualquier pequeño ruido incluso con el crujir de las ramas hasta el viento haciendo que sonaran, hasta un ligero movimiento de arbustos, se muestran los humanos en su mayor debilidad, ser presas del miedo; mientras los “animales” suelen ser menos miedosos porque sus ojos y fauces están diseñadas para aquellos casos, para el momento en el manto nocturno caiga y deje la oscuridad, la luz que de ellos sale es tan grande que no necesitan de antorchas o velas, con solo dar una olisqueada del lugar sabrían cuántas personas están y a que distancia y como atacarlas, pero hay que une a la bestia y la humano.

La ira, es un sentimiento que hacer que quien lo experimente pierda la calma y compostura volviendo a su estado más primigenio, a ese estado olvidado de todo ser humano, el estado animal, pero para un animal como es volver a ese estado, es simple, solo pierden el control olvidándose de quienes son, se vuelven solo bestias salvajes con ansias de destrucción y sangre, pierden su raciocinio, eso le pasaba al caballero ahora en lince, el mismo lince que ignoró el mensaje de alguien, alguien a la que no tomó importancia hasta que sus colmillos rasgaron la piel del cazador haciéndolo caer para luego de la yugular darle aquel golpe final, ahí fue que se percató de ella, gruño al principio todo iracundo ¡ No te metas niña, no es tu pelea! Gruñe molesto mostrando sus colmillos y zarpas afiladas.

La sangre goteando de su hocico no le dejaba percatarse de lo que había pasado hasta que observó como la pantera se relamía su propio hocico deleitándose del sabor metálico de la sangre, sus ojos de lince bajaron para ver a uno de aquellos humanos tendido en el piso con poco menos que vida, su corazón aún estaba dando los últimos latidos hasta que cesaron, ahí volvió la mirada a la igual mostrándole nuevamente los colmillos ¡No, no es tu incumbencia, no tienes que saldar nada, esto es mío y no quiero que le pase nada, aun estando en su forma felina le pueden herir y si lo hacen sería pro mi culpa, yo les quitaré a piel a esos cazadores!

Gruñe interponiéndose en el camino que tomaron los humanos y la pantera, le da la espalda saliendo corriendo de aquel lugar, el aroma del miedo inunda sus pulmones, ya sabe donde están, van llegando al lago nuevamente, sus patas corren veloz mente hasta estar cerca del límite del bosque con aquella llanura y por ende aquel lago donde estaban refugiados los hombres, estaban más protegidos con el llano que en el bosque, habla a la mujer ¡Argh, ya se pusieron a resguardo, ahora tocará arrastrarse! Gruñe para sí mismo por perder tanto tiempo ¡porque no está aquí mi hermano, él hubiera sido de mucha ayuda en este campo abierto! Se va adentrando a la llano arrastrándose hasta que toma el pie de uno de ellos arrastrándolo al bosque, no lo mata, tiende una emboscada para los humanos, el hombre pide ayuda corriendo, adentrándose nuevamente a los boscosos senderos, el lince rasga con sus garras los troncos para mostrarles a los humanos el camino de la muerte, espera paciente oculto entre las sombras de los árboles y arbustos esperando que su plan resulte ¡si quieres ayudar, entonces hay que planear y luego atacar, no es atacar por atacar! Aun o se percata que la pantera no atacaba por atacar si no porque él había estado ayudando, sin que él lo viera o notara.

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