No hay que entender la magia, hay que sentirla, saber dominarla. |Vaughn

por **Ragna Dárkova** Sáb Jun 14, 2014 12:15 pm

Cuando la mente está completamente silenciosa, tanto en los niveles superficiales como en los profundos; lo desconocido, lo inconmensurable puede revelarse.
Jiddu Krishnamurti

Giselle suspiró cuando una rama sin querer le dio en todo el rostro. Iba tan acelerada que apenas medía bien las distancias y no era el primer golpe que se llevaba. Como si aquel bosque no la quisiera por sus alrededores. Cómo si no se aceptaran intrusos.

Sus pasos cada vez la llevaban más adentro, hacia el interior del bosque. Bajo sus pies crujían las hojas del suelo, mientras la joven bruja seguía su camino, completamente decidida a llevar a cabo el motivo de su presencia en aquel abandonado y alejado lugar. Porque aquel día seria el idóneo y esperaba que funcionara, o se quedaría con la duda para siempre de quien verdaderamente eran sus padres.

Hacia unos meses que había empezado su búsqueda infructuosa, sin embargo desde la visión de la matanza hacia años atrás de un grupo de brujos, donde su padre lideró el ataque, estaba aún mucho más volcada en encontrar ni que fuera un pequeño rastro de sus padres. Y por eso estaba allí, en uno de los lugares con más magia acumulada, justo en el bosque adyacente a una antigua mansión que permaneció durante siglos a una familia de brujos oscuros y que ahora permanecía abandonada. Se decía que era justamente en los alrededores y hogares antes frecuentados por brujos, donde se guardaba más huella mágica, siendo así más fácil el abrir portales al mundo de los muertos o simplemente potenciar el efecto de la magia de hechizos normales. Y a ella como portadora de magia blanca, le era indispensable encontrarse en un lugar así de querer hacer algo como buscar a las almas de sus padres; si es que se encontraban muertos y podía convocarlos. Lo que aún era un misterio para la bruja, como para los pocos que conocían a sus padres.

Aún por el bosque entre la vegetación y arboles por doquier, se distinguían los caminos que antes solían tomar los brujos en cada uno de sus rituales oscuros, los que debían de hacer llegar a donde tras la señal de la estrella curvada, llevaban a cabo sus quehaceres malvados. Giselle se adentró por el camino y a cada paso más cerca del corazón del bosque, sentía como se le ponía la piel de gallina. Miró los árboles, los que grandes y altos con sus copas hacían de protección contra los rayos del rol, los que apenas dejaban emerger entre ellos y sus hojas, sumiendo todo el bosque en una extraña penumbra.

Tras algún tiempo de caminar, entreviendo a lo lejos el final del camino, se salió de él para rodear aquel lugar y observarlo atentamente, sintiéndose de pronto muy sola en aquel lugar. Era extraño, pero en el final del camino se abría un claro de luz, justo en el que unas piedras emergían del centro. Con cierta cautela entró en el claro, dándose cuenta solo dar un paso hacia el interior del mismo, que en aquel lugar la magia seguía latiendo. El viento no mecía las copas de los arboles cercanos, y no se oía apenas ruido alguno, como si aquel lugar estuviera protegido por una mano invisible, protegiendo a aquellos que alguna vez hubiesen morado en el lugar.

Estándose tras un rodeo, frente a una de las piedras, cerró por un instante los ojos, disfrutando de aquel lugar y sintiendo por primera vez su cuerpo temblar de expectación. La magia corría por su piel como antes nunca. Y aún sin saber por qué, ni que la hizo hacer aquello, tocando con ambas manos la piedra más cercana, aún con los ojos cerrados empezó a entonar un hechizo de aquellos que había leído alguna vez en los libros prohibidos de las bibliotecas, asumidos como simples libros de divertimiento de algunos locos.

—Thas coincieds formandra li vie, rescatu ka alme, sisius me recrandriu. —Musitó totalmente entregada a sus recuerdos, repitiendo aquel conjuro una y otra vez.

Durante un lapsus de tiempo no ocurrió nada, ella siguió centrándose en sus memorias, en la imagen de su padre y en lo poco que sabía de ellos, hasta que un ramalazo de luz que alumbró el claro y se encontró que ante sus ojos empezaban a aparecer imágenes de los Blackmelts. Su padre de pequeño, como conoció a su madre alrededor de un fuego en un ambiente festivo…las primeras ilusiones, el alcance de sus poderes. Las visiones seguían entrelazándose con otros miembros de su familia, manteniendo a la joven bruja ocupada por seguir las historias de sus antepasados, sin saber que aquel lugar era mucho más traicionero que cualquier otro brujo oscuro. Pues la magia del lugar, no dejaba ver nada si no a cambio de algo de igual o más valor de los deseos de la persona que los despertaba. Y era por ello que la vida de Giselle corría peligro, si no es que alguien irrumpía el proceso, despertando a la inocente bruja del encantamiento en el que se había dejado encantar completamente sin conocer la verdad oculta detrás del bosque embrujado.

por **Vaughn Rosenstock** Vie Jun 27, 2014 11:40 am

Existen sectores en la tierra que manejan una gran cantidad de magia, son lugares que albergan energías que a los brujos les dan ventajas, y no sólo esos lugares también fechas especificas, días, horas, lunas, incluso el sol, pero todo aquello lo sabe quien no sólo se encierra al conocimiento de la magia, sino a todo lo que se apoya de ella. Él es una de esas personas. No se trata de un brujo como los demás que sólo recitan palabras y comentan remedios. ¡Para nada! Si se ambiciona el poder, entonces se debe buscar conocimiento, estar siempre un paso más adelante que el resto, por supuesto que siempre lo estaba. Bastaba con ver su porte y su mirada, y aunque no hablara demasiado, lo transmitía todo, esas eran las ventajas de su condición, de sus dones y privilegios.

Vaughn no es un hombre sociable, y nunca lo será. Para que pueda llegar a serlo se necesita que cumpla con sus metas, mientras tanto poco le interesa hacer amiguitos que sólo le restarían tiempo, aunque claro, para mujeres siempre va a tener tiempo. Por lo mismo de su falta de lazos sociales poco es que sale, de vez en cuando a crear practicas de hechizos o conjuros, cuando va por alguna puta o también por una copa. Prefería quedarse en casa, encerrado entre las finas paredes de su casa. No, no tenía una mansión, ser ostentoso no era una característica suya, además, con lo suficiente puede vivir, y mientras tenga quien le sirva, aunque fuera solo un par de personas le venía bien. Además que, de esa forma pocos eran los que se asesinaban a su partida, a su cambio de ciudad, y todo porque mientras se encontraba en su casa hablaba con normalidad con su hermano, cómo si se tratara de alguien corpóreo y normal.

¿Su hermano? Claro, ese gemelo que había muerto en sus pocos años de vida, y su muerte seguía siendo un misterio que sólo esos dos conocían. El fantasma se trasladaba a donde el brujo fuera, y el brujo no se iba sin que el fantasma le acompañara. Ese era su único lazo sentimental que tenía Vaughn, y lo más gracioso es que no existía como tal, podía desaparecer en cualquier momento.

Drakon no había aparecido en todo el día, el brujo lo atribuía a sus dolores de muerte y la falta de memoria momentánea que en ocasiones tenía. No se preocupaba, no por alguien que ya estaba muerto, pero si sabía que necesitaba que volviera. Todo con tal de que su plan se hiciera realidad. De igual forma tomaba su cena sin prisa.

Al brujo le encantaban los medallones de carne roja rellena acompañada de pasta, y también puré de papá. Gracias a sus bolsillos costosos pudo encontrar a quien le preparara tales alimentos, deliciosos por cierto; tardó un gran rato en terminar aquella comida, y es que le gustaba disfrutarla, pequeños placeres que se daba, y por eso disfrutaba más su vida, él valoraba todo.

— Por poco no encuentro como volver — Musitó el hermano fantasma apareciendo por la fachada principal del comedor. El brujo sólo le echó un vistazo y luego siguió caminando — Te sorprenderá lo que encontré, una bruja, es blanca su alma, tanto como su magia, nos conviene aprender de ella, recuerda que necesitamos de ese tipo de magia — Vaughn arqueó una ceja interesado pero se lavó las manos en silencio. Observó a través del espejo, y le dedicó una sonrisa amplia llena de complicidad. Al poco tiempo se secó las manos con una toalla y se dirigió a la entrada, colocó su abrigo ya que la noche se encontraba fría. Y de esa manera decidió salir al bosque, seguir a su hermano y encontrar aquella silueta femenina. ¿Una mujer? Lo cierto es que no eran sus mejores amigas, sólo en la cama, pero si tenia que hacer sacrificios, entonces lo haría, ya fuera soportar a una fémina.

El camino fue interesante, pero más lo que vio, por eso arqueó una ceja, pisó con más fuerza unas hojas marchitas y sonrió de lado al notar que había obtenido la completa atención de la mujer. Eso mostraba debilidad, ese tipo de conjuros no debían ser interrumpidos sólo por pisadas, por intrusos. Negó de forma desaprobadora.

— ¿Estás consiente de lo que acabas de hacer? Mostraste debilidad al interrumpir tu proceso, eso nunca debe hacerse, puedes morir, no seas estúpida — Habló con brusquedad porque era su única manera de transmitirse, porque no tenía filtros y no iba a empezar a tenerlos. — Sin importar ataques siempre debes aprender a finalizar la magia, sino vuelve para atacarte lo que sea necesario y la culmines — Caminó con lentitud para aproximarse — Incluso yo pude ver lo que estabas buscando, así que debes efectuar hechizos protectores ¿nadie te enseñó de eso? ¿Eres una bruja sin conocimientos? Aprende a leer más — La regañó, y detrás de él su hermano simplemente se reía. Le recordaba que no era la forma de reclutar a una bruja que podía ayudarle, pero no negaba que tenía razón, algunos necesitaban palabras duras para aprender con más facilidad. — Cuando hagas también ese tipo de conjuros necesitas respaldo para que te reanimen y transmitan magia, un cuerpo no es suficiente, necesitas más poder — Aclaró intentando ser un poco más suave ¿ella entendería?

por **Ragna Dárkova** Lun Jul 14, 2014 7:49 pm

Las primeras imágenes que se dibujaron en aquel claro; en aquella ilusión, dejaron a Giselle hechizada con la idea de ver más y llegar al final; que por suerte gracias al joven brujo, no llegaría. El ver a su padre ante ella, apenas un inocente niño que correteaba por bosques como en los que se habían criado ella de pequeña, le hizo mostrar una pequeña sonrisa en sus labios. Uno de sus sueños se estaba realizando, y era conocerle. Conocerle antes de toda la desdicha del asesinato de las castas más oscuras de brujos pertenecientes a Escocia entre ellos a toda la tribu de Vishous, era todo un milagro y un sueño. Quizás así pudiera entenderles, entender por qué se llegó a eso. ¿A caso la magia les habría cegado? ¿La avaricia? La magia solía seducir de formas retorcidas en muchas ocasiones.

Las imágenes siguieron sucediéndose. Su padre de joven reía, se divertía y empezando los entrenamientos de magia con quien debía ser su padre y abuelo de Giselle, llegaron las primeras ilusiones. Que igual que Giselle, fueron a los diez años y fueron de forma descontroladas, solo que en esta ocasión él contó con la ayuda necesaria para controlarlas tras pocos días. Al contrario de la joven bruja que solo la señalaron de extraña y la acusaron de tener el demonio dentro de ella.

La sonrisa de Giselle, no cesó y aún menos cuando en sus visiones apareció su madre. De cabello largo y castaño, y ojos del mismo color de ella, de una bonita y radiante sonrisa, se le parecía tanto que juró verse a sí misma en sus visiones. Rápidamente el pequeño y joven padre, se volvió todo un hombre y con él llegaron lo que parecían ser los primeros romances con la joven que luego sería su madre. Tras esos primeros besos, y largos minutos de usar los poderes, empezó a sentirse extraña, como si parte de su magia fuera absorbida por el bosque y este le exigiera más de ellos. Una parte de ella, le decía que dejara aquel hechizo y se fuera de aquel lugar, sin embargo la terquedad por descubrir más de su familia pesaba por sobre cualquier cosa, aún a riesgo de quedarse débil.

Volvió a pronunciar las palabras, acelerando el hechizo hasta encontrarse que de la pareja de sus padres pasaban a una reunión, que bien parecía ser clandestina. Desapareció el bosque de su alrededor y siendo rodeada de aquella estancia tenuemente alumbrada, por primera vez escuchó sus voces. El firme y autoritario timbre de voz de su padre y el más bien dulce y melódico tono de la voz de su madre, enfrascados en lo que parecía una pelea o intercambio de opiniones. Deteniéndose a escuchar solo le hizo falta escuchar las primeras palabras, y ver las muecas de su madre para saber que allí empezó todo. El cambio. Los blackmelts habían incorporado un gran mago junto a ellos y este se había dejado seducir por los aires de grandeza. A partir de ahí todo fue a mal. No solo masacraron a un linaje entero de brujos oscuros, si no muchos más por el camino y su madre, finalmente habían cedido a él y lo había aceptado como algo que tuviera que hacerse.

Una lágrima bajó por la mejilla de Giselle. Ya no deseaba oír más y por ello, intentó salirse del hechizo, de las visiones. No obstante se encontró atrapada. Por unos segundos temió por su vida, por el giro de los acontecimientos, por oír más y descubrir como realmente aquellos que le dieron la vida eran el monstruo que le habían dicho que eran. Volvió a intentar salirse, sin embargo no fue hasta que un ruido consiguió hacerla despertar que no consiguió salirse, dejando el hechizo inacabado, sin finalizar en el aire.

Aligerada como asustada, se giró hacia el causante de aquel ruido, encontrándose con un joven que sonriendo de lado, negó con la cabeza viéndola en su dirección. Lentamente oyéndole se levantó confundida, sin dejar de verle fijamente, observándolo. Sentía un aura intensa alrededor de él. ¿Brujo como ella? — No sé bien a que se refiere… no os entiendo. — Contestó frunciendo el ceño concertada ante las palabras ajenas. Los ojos del brujo atrajeron su atención y centrándose en ellos, observó como este se acercaba a ella. — Lo siento, jamás nadie me enseñó nada. Aún menos a usar mis poderes… —Le dijo sintiéndose ligeramente regañado por no saber usar bien la magia de forma correcta. ¿Cómo podía usarla, si apenas había aprendido de visiones que tenía y recuerdos y de algún que otro libro que llegaba a tener entre sus manos, sin ser de los más avanzados. Si no magia muy simple y elemental. Puro cuento de niños. — He pasado toda mi vida en un orfanato, encerrada, apartada de los demás por hacer magia de bien pequeña sin saber cómo controlarla, así que jamás nadie me ha enseñado, aún menos tengo acceso a libros. — La joven era muy humilde, vivía yendo de un lado para otro, buscando trabajo, huyendo de Vishous. No es que sus ropas fueran de mucha calidad. Servían para tapar su cuerpo y realzarle la figura y para sí, era más que suficiente. — Explicadme por favor… — Le rogó con voz suave, entendiendo que aquel joven era como ella. Un brujo. — Deseo cerrar el hechizo, borrar toda huella que haya podido dejar. Os entiendo y lo siento, a causa de mi ignorancia, podría poner en peligro tanto a los demás como a mí misma. Y no es esa mi intención. — Dijo sincera cayendo en que había alguien más con ellos, pero sin verle. Recorrió el bosque unos segundos rápidos con la mirada y al no ver nada, se volvió al joven brujo y le sonrío. — ¿Podríais ayudarme a cerrar el hechizo? La magia ha quitado muchas fuerzas de mí antes de su inesperada entrada y de volver al hechizo, creo que ya no podría salir de nuevo de él. —Le explicó aunque por la sabiduría que veía en las orbes ajenas, ya parecía haberse dado cuenta de ello.

por **Vaughn Rosenstock** Sáb Ago 23, 2014 7:42 pm

Sus ojos se movieron con descaro por todo lo que la fémina podía enseñarle. Para empezar, se fijó en sus ojos, en su nariz, y en su boca; esos labios carnosos que poseían eran llamativos, eso no lo iba a negar. Después de analizar el rostro femenino se dedicó a apreciar su cuerpo. Cómo era normal, sus ropajes le dejaban en claro las curvas, sin embargo él estaba consiente que esas curvas estaban de forma natural, no porque un corsé las moldeara. Así le gustaban, féminas que más que arregladas, fueran bellas de forma natural. Las mujeres que se hacían mil y un retoques llegaban a aburrirle, porque los retoques mostraban caretas, y de las caretas se venían mentiras que al hombre poco le llamaba la atención, y le generaban pereza, dado que no iba a mal gastar su tiempo intentando descubrir la verdad.

Sin embargo, no todo podría ser bonito y perfecto, para nada. Lo que el cuerpo gritaba el interior podía no reflejarlo. Primero que nada esa voz chillona que mostraba desesperación le aburría, y luego, por sí fuera poco, resultaba que la chica se hacía la víctima de su vida, del destino, de su Dios o cualquier creencia que ella llagara a tener. ¡Cómo sí no todos sufrieran! El también había sufrido, la desgracia lo azotó, tanto a él como a su hermano incluso antes de nacidos, y no por eso se mostraba débil y torpe con los demás. Para Vaughn la pobreza no era sinónimo de falta de conocimiento, por muy pobre que fueras, se debía buscar la manera de salir adelante. Las posibilidades se presentaban de la misma manera en que se buscaban. Se acercó un poco más negando.

Su hermano, que no se mostraba en ese momento lo seguía, nunca lo dejaba, porque eran parte de una unión, de una promesa, de un mejor futuro. Se tenían planes para ellos dos, pero todavía no se dirían, sin embargo no se iban a separar, se necesitaban, y lo demostrarían más adelante, con quien fuera necesario, no con cualquier bruja inexperta que lloriqueaba cómo tonta. Sí ella deseaba aprender, aprendería, pero no de forma dulce y condescendiente.

Vaughn se sentó sobre las raíces de un árbol. Dobló sus piernas a los costados y en ellas recargó sus brazos. Observó el claro que tenía frente a ellos, y sonrió con suficiencia, al menos algo había hecho bien la muchacha, se había concentrado en la zona más mágica del bosque, eso le daba puntos, le daba crédito por eso.

— Este es tu problema — Mencionó con claridad, despreocupado. No le iba a comprar el cuento de niña débil y víctima. — Cuando la vida te da puñaladas, entonces debes darle una fuerte patada, tienes ropa, y por lo que veo te has alimentado de buena manera, estás saludable, así que tienes la fuerza suficiente para poder salir adelante — Alzó una mano y con ella le hizo un gesto para que se acercara — Vi parte de tus recuerdos, y sino llego a fallar, estabas espiando el pasado de tú familia, y tú fuerza disminuyó, o mejor dicho, se truncó cuando sentiste decepción, eso es el primer error — Se encogió de hombros y dejó las manos atrás de su cuerpo para recargarse y mantenerse sentado de forma despreocupada — No tienes que juzgar las acciones de aquellos que nos dieron la vida, no lo hagas, porque sus razones tuvieron, y nosotros no vinimos a juzgar eso, sino a formar nuestra vida — Chasqueó la lengua. Él había tenido una madre, no tan buena, pero la tuvo, y dio su vida por los gemelos, así que tenía un buen ejemplo de entrega y sacrificio.

— Otro error que acabas de cumplir es contar parte de tú pasado a un desconocido, eso les da información a ellos para que en un futuro puedan atacarte — Ni siquiera entendía porque estaba ayudando a la muchacha, pero lo estaba haciendo a final de cuentas. Drakon le recordó que debía conocer a alguien con el aura bondadosa, cómo la de la joven, sin embargo no sabía sí sería o no correcto reclutar a alguna chica con tan poca experiencia. — Párate en medio del claro, y conecta con la naturaleza, ella misma te dará la energía que necesitas para cerrar el hechizo, no vas a desfallecer, y aprenderás a apreciar la magia en su estado natural — Eso era cierto, los brujos necesitaban de todos los elementos, aprender a utilizarlos para que de esa forma su magia fuera más certera y sabia. La madre naturaleza podía llegar a ser la mejor aliada, o la peor, y eso dependía de como se empleaba y por qué — Yo revisaré tus movimientos, pero debes mostrar respeto a la naturaleza, y seguridad por ti misma, sino, la cosa no funcionara ¿entendiste? — Le dirigió una mirada severa, pero llena de confianza que el tenía de sus palabras, y buscaba transmitirlo a la joven. — Actúa, te vigiláremos — Le aseguró, aunque evidentemente ella no sabría que el fantasma de su hermano se encontraba detrás de ella, y le daría un poco de su energía también.

Los gemelos Rosenstock trabajaban en equipo, y los pactos que hacían con los demás también eran de esa forma. La chica estaba a prueba, y sí la pasaba, el fantasma del gemelo se aparecería, ante ella.

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