AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Camino a Córdoba... BSTE [Scott White]
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Camino a Córdoba... BSTE [Scott White]
Virreinato del Río de La Plata - Córdoba del Tucuman - 1806
Inés, se despertó en el momento en que el carruaje se zarandeó por el mal estado del camino, giró lentamente su cabeza y contempló el rostro de quien era su prometido, le pareció que dormía, pero no estaba segura, sonrió con dulzura entre cerrando los ojos, aun le parecía extraño estar en suelo americano, junto con aquel hombre que había elegido permanecer a su lado, - pudiendo formar una familia con cualquier mujer que le viniera en gana, que de seguro no tuviera tantos conflictos como los que tengo – pensó - alguien que fuera aceptada por la sociedad tanto Europea como Americana... pero él me ha elegido a mi... - la desconfianza se anidó en su pecho, el creerse incapaz de poder enamorar a un hombre como Scott, hicieron que su rostro se endureciera, al igual que su mirada que luego de observarlo con recelo, bajó hasta encontrar su propias manos cerradas en un puño, negando a entregar esa caricia que instantes atrás había querido brindar al hombre del que lentamente se había enamorado, - tonta, él de seguro solo piensa en expandir las rutas comerciales... ¿a caso no es lo mas lógico? Si te haces una idea diferente eres una total ingenua, lo más probable es que exista esa mujer, acorde a lo esperado por su familia que, y lo estará esperando... - suspiró levemente mientras su mirada evadía esa posible realidad, escapando por el paisaje que la ventanilla le mostraba.
El campo, la vegetación y todo aquello que hacía mas de dos años había dejado, le daban la bienvenida, los cielos tan límpidos, de un color celeste intenso, el canto de mil pájaros distintos, aplacado por el continuo rechinar de las ruedas en el camino pedregoso y los cascos de los caballos que formaban la guardia de más de doce hombres, la mantuvieron hipnotizada por un rato. La sacó de su ensimismamiento, la voz grave y varonil del comandante de la guardia, un viejo conocido de la Ciudad de las Cien Iglesias, como se le solía llamar a Córdoba de la Nueva Andalucía, - Inés, no dejes que te vean por la ventanilla, estamos en zona peligrosa, los indios buscan riquezas, pero mas que eso, mujeres hermosas para... - se detuvo al darse cuenta que podía causarle un enojo – disculpa, solo me preocupa – concluyó sin dejar de mirarla por momentos a los ojos. Inés sonrió levemente, Indarte siempre había sido así, ¿porque nunca lo había visto con otros ojos? ¿porque había soñado con una relación que desde el comienzo estaba condenada ha un fracaso y que solo había traido dolor a su vida y a los demás? Se sonrosó, aunque no entendía porque, en realidad el militar podía ser atractivo físicamente, un galán seductor con todas las letras, un conquistado, pero ella lo seguía recordando como el adolescente que había dejado de ver cuando partió a Europa, - ¿como puede cambiar tanto una persona en tan poco tiempo? - caviló, - no se preocupe comandante, no creo que ningún grupo de nativos intente acercarse a ésta diligencia – sonrió e inconscientemente se trató de acomodar mejor en el asiento, un dolor en la cintura la hizo quejarse levemente, llevando su mano al lugar que le aquejaba. Indarte la contempló con gesto circunspecto, - avisaré que descansemos en el próximo remanso que encontremos – ella intentó detenerlo, quería llegar pronto a Córdoba, un mal presentimiento le decía que no llegaría a tiempo para arreglar las diferencias con su padre, - Indarte... Juan... - pero el hombre había salido al galope para dar las ordenes necesarias y acomodar todo para que Inés y el ingles descansaran. Le escuchó decir desde lejos – debemos detenernos, la señorita Tejeda está exhausta y de seguro ese ingles... - no pudo escuchar bien la mofa, pero se imaginaba las palabras que habría usado para referirse a Scott -... debe estar próximo a difuntearse... que no se ha movido ni una pisca... – las risas llegaron a sus oídos, sentía enojo, por la sorna contra su prometido, pero era lo más común en un territorio donde se desconfiaba de extranjeros, especialmente si deseaban formar lazos de sangre que les darían el poder y la confianza que de otro modo no conseguirían jamas.
Inés volvió a girar su cuerpo hasta poder contemplar a Scott, no creía que sintiera celos por un militar, en verdad, no lo creía capaz de sentir nada parecido por ella, una sonrisa de tristeza cubrió su rostro, - desearía que me amaras, pero no puedo creerlo – caviló, mientras volvía a contemplar a Indarte que la observaba con esa característica mirada de animal hambriento, de hombre rudo, cruzaron sus miradas un segundo, Inés no deseaba entender ningún mensaje, cerró la cortinilla y se acomodó mejor en el asiento, apoyando su espalda y cabeza en el respaldo, cerró los ojos y suspiró, dejando salir todas sus angustias, sus miedos, sus frustraciones y el desasosiego de no sentirse amada.
Inés, se despertó en el momento en que el carruaje se zarandeó por el mal estado del camino, giró lentamente su cabeza y contempló el rostro de quien era su prometido, le pareció que dormía, pero no estaba segura, sonrió con dulzura entre cerrando los ojos, aun le parecía extraño estar en suelo americano, junto con aquel hombre que había elegido permanecer a su lado, - pudiendo formar una familia con cualquier mujer que le viniera en gana, que de seguro no tuviera tantos conflictos como los que tengo – pensó - alguien que fuera aceptada por la sociedad tanto Europea como Americana... pero él me ha elegido a mi... - la desconfianza se anidó en su pecho, el creerse incapaz de poder enamorar a un hombre como Scott, hicieron que su rostro se endureciera, al igual que su mirada que luego de observarlo con recelo, bajó hasta encontrar su propias manos cerradas en un puño, negando a entregar esa caricia que instantes atrás había querido brindar al hombre del que lentamente se había enamorado, - tonta, él de seguro solo piensa en expandir las rutas comerciales... ¿a caso no es lo mas lógico? Si te haces una idea diferente eres una total ingenua, lo más probable es que exista esa mujer, acorde a lo esperado por su familia que, y lo estará esperando... - suspiró levemente mientras su mirada evadía esa posible realidad, escapando por el paisaje que la ventanilla le mostraba.
El campo, la vegetación y todo aquello que hacía mas de dos años había dejado, le daban la bienvenida, los cielos tan límpidos, de un color celeste intenso, el canto de mil pájaros distintos, aplacado por el continuo rechinar de las ruedas en el camino pedregoso y los cascos de los caballos que formaban la guardia de más de doce hombres, la mantuvieron hipnotizada por un rato. La sacó de su ensimismamiento, la voz grave y varonil del comandante de la guardia, un viejo conocido de la Ciudad de las Cien Iglesias, como se le solía llamar a Córdoba de la Nueva Andalucía, - Inés, no dejes que te vean por la ventanilla, estamos en zona peligrosa, los indios buscan riquezas, pero mas que eso, mujeres hermosas para... - se detuvo al darse cuenta que podía causarle un enojo – disculpa, solo me preocupa – concluyó sin dejar de mirarla por momentos a los ojos. Inés sonrió levemente, Indarte siempre había sido así, ¿porque nunca lo había visto con otros ojos? ¿porque había soñado con una relación que desde el comienzo estaba condenada ha un fracaso y que solo había traido dolor a su vida y a los demás? Se sonrosó, aunque no entendía porque, en realidad el militar podía ser atractivo físicamente, un galán seductor con todas las letras, un conquistado, pero ella lo seguía recordando como el adolescente que había dejado de ver cuando partió a Europa, - ¿como puede cambiar tanto una persona en tan poco tiempo? - caviló, - no se preocupe comandante, no creo que ningún grupo de nativos intente acercarse a ésta diligencia – sonrió e inconscientemente se trató de acomodar mejor en el asiento, un dolor en la cintura la hizo quejarse levemente, llevando su mano al lugar que le aquejaba. Indarte la contempló con gesto circunspecto, - avisaré que descansemos en el próximo remanso que encontremos – ella intentó detenerlo, quería llegar pronto a Córdoba, un mal presentimiento le decía que no llegaría a tiempo para arreglar las diferencias con su padre, - Indarte... Juan... - pero el hombre había salido al galope para dar las ordenes necesarias y acomodar todo para que Inés y el ingles descansaran. Le escuchó decir desde lejos – debemos detenernos, la señorita Tejeda está exhausta y de seguro ese ingles... - no pudo escuchar bien la mofa, pero se imaginaba las palabras que habría usado para referirse a Scott -... debe estar próximo a difuntearse... que no se ha movido ni una pisca... – las risas llegaron a sus oídos, sentía enojo, por la sorna contra su prometido, pero era lo más común en un territorio donde se desconfiaba de extranjeros, especialmente si deseaban formar lazos de sangre que les darían el poder y la confianza que de otro modo no conseguirían jamas.
Inés volvió a girar su cuerpo hasta poder contemplar a Scott, no creía que sintiera celos por un militar, en verdad, no lo creía capaz de sentir nada parecido por ella, una sonrisa de tristeza cubrió su rostro, - desearía que me amaras, pero no puedo creerlo – caviló, mientras volvía a contemplar a Indarte que la observaba con esa característica mirada de animal hambriento, de hombre rudo, cruzaron sus miradas un segundo, Inés no deseaba entender ningún mensaje, cerró la cortinilla y se acomodó mejor en el asiento, apoyando su espalda y cabeza en el respaldo, cerró los ojos y suspiró, dejando salir todas sus angustias, sus miedos, sus frustraciones y el desasosiego de no sentirse amada.
- Diccionario:
Pisca: Porción pequeña, un poco (vocablo Quechua).
Difuntearse: Morirse, expirar, convertirse en difunto (modismo de la zona del centro norte de Argentina del S. XIX).
Última edición por Ines Tejeda y Luna el Sáb Jun 28, 2014 7:16 pm, editado 1 vez
Keera Lee- Humano Clase Alta
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Re: Camino a Córdoba... BSTE [Scott White]
Mansión Nottingham, dos meses atrás...
—¿Estás hablando en serio Scott?— Chelsea abandonó el reconfortable sillón, rodeó el escritorio del estudio de su gemelo , éste siguió con la mirada a su hermana. Ella llegó hasta él y golpeó la mesa con su mano funciendo el cejo, saber que Scott se había comprometido con una mujer llena de vergüenza e impurezas le había hecho rabiar «¿acaso perdió el juicio?». —Sí Chelsea y viajaré a America para asegurarme que ella hará lo que yo le ordené— dijo con una sonrisa confidencial que su hermana no compartía. —¿Qué hay de Bambi?— le cuestionó luego de saber los encuentros que había mantenido con la niña caprichosa como los gemelos la llamaban. —¿Bambi? Ella responde a sus propios caprichos, si piensas que puede haber algo más allá que la relación de amantes estás muy equivocada, debes de conocerla Chelsea, ella no abandonará su orgullo, no se convertirá en una White— sus gestos se volvieron serios, pues era cierto y eso de alguna forma le dolía... Por que la amaba. —Yo no estaré de acuerdo con el matrimonio Scott, casándote con esa sucia y deshonrada Tejeda y Luna, deshonrarás no sólo a los Nottinghams, sino también a los White; es más, que Cammy críe a la niña sin un padre no tendrá comparación a lo que harás. Espero no cometas la estupidez de tener hijos con ella, porque de ser así, será mejor que no regreses a esta casa— le amenazó y sin permitirle refutarle sus palabras ella salió furiosa; por su parte, Scott la vio salir mirándole con irritación.
Córdoba, tiempo presente...
Scott había preferido fingir un malestar y un excesivo cansacio que responder a las preguntas de todo aquel que conocía a la que sería su esposa, en todo momento Inés le sirvió como traductora y es que él prefería mantener, -incluso sobre Inés-, el anonimato de hablar y escribir el español con buena fluidez, era un arma que le sería útil y que sabría el momento indicado para manifestarlo.. Cuando se percató de que ella dormía se le quedó contemplando, el coche era cerrado y las cortinas impedían que la escolta pudieran verlos lo que le era conveniente así nadie se enteraría de la atención que ponía sobre Inés, lo que evidentemente le avergonzaría. Con la mirada le acarició el rostro, desde los párpados hasta los labios, era hermosa aunque eso ya lo había reconocido desde el primer momento en que la vio, sin embargo, desde que habían llegado a America él sentía realmente atracción por ella «será una clase de hechizo» no podía comprobarlo. El carruaje se zarandeó, Scott previó que ese movimiento despertaría a Inés así que decidió acertadamente cerrar sus ojos.
Pese a no tenerlos abiertos percibió la mirada que ella tenía sobre él, por supuesto, no distinguía como lo observaba, pero lo hacía, de pronto escuchó la voz de un hombre, una voz que con afecto era dedicada a su futura esposa; aunque sus palabras no mostraban más que un interés por la comodidad y salud de ambos, de alguna forma Scott sintió una pequeña brisa de celos, abrió los ojos y la vio observar al soldado con unos ojos de familiaridad, su semblante se volvió serio pero casi enseguida descanso, no se sentía con amenaza de que ella faltara al arreglo, aunque de algo estaba seguro, si le fuera infiel lo mataría a él y a ella. Volvió a cerrar los ojos justo cuando ella estuvo por volver su mirada a Scott, entonces, él abrió los ojos y encontró los de Inés cerrados, evidentemente se notaba incómoda, tensa y angustiada. —¿Qué sucede?— le habló en inglés recelando aún el español.
Sus palabras la sacaron de su ensimismamiento encontrándose con una sonrisa afectiva de sus prometido; a los gemelos los habían preparado para ser unos estupendos actores, su hipocresía y arrogancia podían interpretarse como felicidad inocencia con un alto índice de efectividad, y él estaba seguro que ella no sería capaz de darse cuenta de que todo lo que él le había demostrado hasta ahora y haría después era absoluta falsedad, claro, reconocía que dudaría como lo hizo la mismísima Bambi, pero se enamoraría de él, aunque aún no se había dado cuenta que ya lo estaba.
Scott se inclinó hacía ella y le tomó las manos, el estar comprometidos le había otorgado una libertad sobre ella que no poseería como simples conocidos, y este beneficio era tocarla. —Tranquila, todo saldrá bien; después de todo mi futura esposa no solamente es hermosa sino también muy inteligente— no abandonó su sonrisa, pero si su postura; se levantó ligeramente inclinándose a ella, levantó su rostro con una caricia de su mano derecha y la besó con ternura. —Te amo Inés aunque te sea difícil creerlo— le dijo en sus labios y volvió a besarla, luego, volvió a sentarse.
—¿Estás hablando en serio Scott?— Chelsea abandonó el reconfortable sillón, rodeó el escritorio del estudio de su gemelo , éste siguió con la mirada a su hermana. Ella llegó hasta él y golpeó la mesa con su mano funciendo el cejo, saber que Scott se había comprometido con una mujer llena de vergüenza e impurezas le había hecho rabiar «¿acaso perdió el juicio?». —Sí Chelsea y viajaré a America para asegurarme que ella hará lo que yo le ordené— dijo con una sonrisa confidencial que su hermana no compartía. —¿Qué hay de Bambi?— le cuestionó luego de saber los encuentros que había mantenido con la niña caprichosa como los gemelos la llamaban. —¿Bambi? Ella responde a sus propios caprichos, si piensas que puede haber algo más allá que la relación de amantes estás muy equivocada, debes de conocerla Chelsea, ella no abandonará su orgullo, no se convertirá en una White— sus gestos se volvieron serios, pues era cierto y eso de alguna forma le dolía... Por que la amaba. —Yo no estaré de acuerdo con el matrimonio Scott, casándote con esa sucia y deshonrada Tejeda y Luna, deshonrarás no sólo a los Nottinghams, sino también a los White; es más, que Cammy críe a la niña sin un padre no tendrá comparación a lo que harás. Espero no cometas la estupidez de tener hijos con ella, porque de ser así, será mejor que no regreses a esta casa— le amenazó y sin permitirle refutarle sus palabras ella salió furiosa; por su parte, Scott la vio salir mirándole con irritación.
Córdoba, tiempo presente...
Scott había preferido fingir un malestar y un excesivo cansacio que responder a las preguntas de todo aquel que conocía a la que sería su esposa, en todo momento Inés le sirvió como traductora y es que él prefería mantener, -incluso sobre Inés-, el anonimato de hablar y escribir el español con buena fluidez, era un arma que le sería útil y que sabría el momento indicado para manifestarlo.. Cuando se percató de que ella dormía se le quedó contemplando, el coche era cerrado y las cortinas impedían que la escolta pudieran verlos lo que le era conveniente así nadie se enteraría de la atención que ponía sobre Inés, lo que evidentemente le avergonzaría. Con la mirada le acarició el rostro, desde los párpados hasta los labios, era hermosa aunque eso ya lo había reconocido desde el primer momento en que la vio, sin embargo, desde que habían llegado a America él sentía realmente atracción por ella «será una clase de hechizo» no podía comprobarlo. El carruaje se zarandeó, Scott previó que ese movimiento despertaría a Inés así que decidió acertadamente cerrar sus ojos.
Pese a no tenerlos abiertos percibió la mirada que ella tenía sobre él, por supuesto, no distinguía como lo observaba, pero lo hacía, de pronto escuchó la voz de un hombre, una voz que con afecto era dedicada a su futura esposa; aunque sus palabras no mostraban más que un interés por la comodidad y salud de ambos, de alguna forma Scott sintió una pequeña brisa de celos, abrió los ojos y la vio observar al soldado con unos ojos de familiaridad, su semblante se volvió serio pero casi enseguida descanso, no se sentía con amenaza de que ella faltara al arreglo, aunque de algo estaba seguro, si le fuera infiel lo mataría a él y a ella. Volvió a cerrar los ojos justo cuando ella estuvo por volver su mirada a Scott, entonces, él abrió los ojos y encontró los de Inés cerrados, evidentemente se notaba incómoda, tensa y angustiada. —¿Qué sucede?— le habló en inglés recelando aún el español.
Sus palabras la sacaron de su ensimismamiento encontrándose con una sonrisa afectiva de sus prometido; a los gemelos los habían preparado para ser unos estupendos actores, su hipocresía y arrogancia podían interpretarse como felicidad inocencia con un alto índice de efectividad, y él estaba seguro que ella no sería capaz de darse cuenta de que todo lo que él le había demostrado hasta ahora y haría después era absoluta falsedad, claro, reconocía que dudaría como lo hizo la mismísima Bambi, pero se enamoraría de él, aunque aún no se había dado cuenta que ya lo estaba.
Scott se inclinó hacía ella y le tomó las manos, el estar comprometidos le había otorgado una libertad sobre ella que no poseería como simples conocidos, y este beneficio era tocarla. —Tranquila, todo saldrá bien; después de todo mi futura esposa no solamente es hermosa sino también muy inteligente— no abandonó su sonrisa, pero si su postura; se levantó ligeramente inclinándose a ella, levantó su rostro con una caricia de su mano derecha y la besó con ternura. —Te amo Inés aunque te sea difícil creerlo— le dijo en sus labios y volvió a besarla, luego, volvió a sentarse.
Re: Camino a Córdoba... BSTE [Scott White]
Las palabras de Scott, su dulce sonrisa, hicieron que Inés, sonriera tímidamente, él lograba darle un poco de esa paz que desde que habían pisado suelo americano, había huido de ella. Recibió la caricia y el beso con gratitud, naciendo una leve esperanza de poder ser feliz al fin, en algun momento de ese pronto futuro. Pensó que era difícil no enamorarse de un hombre que podía mostrarse tan gentil, caballeroso y por momentos enamorado. No podía negar que por ella, ademas de la empresa que llevaban entre manos, él había dejado la comodidad y el lujo de Inglaterra, para enterrarse en mitad de la nada, con la posibilidad de ser emboscado por indios que eran capaces de matar tanto hombres como mujeres y niños. Ella lo sabía, había escuchado los relatos de sobrevivientes, que habían escapado de ser ensartados, a la altura del vientre, por las tacuaras y ser izados o clavados en el tronco de uno de los tantos ñandubay que cubrían el campo. Aun con tanto peligro reinante, él estaba a su lado, pero a pesar de todo eso, sus miedos no lograban abandonar su corazón.
Disfrutó del beso, y continuó recordando sonriente y con su mejillas arreboladas por lo que esas demostraciones de afecto de su prometido le causaban. Entonces escuchó la voz del Comandante que la llamaba, - Inés... Señorita Tejeda... - ella se giró hacia Scott, tenía miedo que él pudiera pensar que el comandante se tomaba atribuciones que no correspondían. Pero su prometido no pareció no entender lo que el militar decia, ella se había sorprendido que siendo un ser tan culto y diplomático, no conociera a la perfección la lengua que se usaba en gran parte de America, por ésta razón, era ella quien hacía de traductira - ¿Ines? – la voz sonó dulce, cariñosa, mostrando la cercanía de jóvenes que había crecido juntos. Ella se enderezó en el asiento, inclinándose luego hasta alcanzar la portezuela y asomarse por la ventanilla.
Lo observó con cierto rencor en los ojos - ¡que sucede comandante Indarte! - dijo con voz cargada de reproche e intentando poner distancia y frialdad. El joven se rió abiertamente, - pero Inés, te conozco desde que eramos unos críos, no me trates como si fuéramos extraños – dijo sacando hierro a la frialdad de la mujer. Inés inspiró buscando paciencia y volvió a preguntar con un aire mas amigable – dígame señor Indarte, ¿que sera lo que necesita? - terminó la frase con una sonrisa exagerada, aunque sus ojos mostraban fastidio, el que Scott no podía percibir, solo oír la voz dulce y melodiosa de su futura esposa. El militar se acercó a la ventanilla, miró hacia dentro del vehículo, se tocó el ala del sombrero inclinando la cabeza a modo de saludo al hombre que se encontraba junto a la señorita que escoltaba. Sin mas miramientos hacia el extranjero se dedicó a contemplarla, - solo vine a informar que acamparemos, ya mandé a los muchachos a realizar una enramada, allí podrás descansar – volvió a mirar de reojo al ingles – claro su prometido deberá dormir al ras del cielo, junto a la fogata – dando a entender que bajo su protección no dejaría que aquel extraño se propasara.
Ellas sonrió nerviosa, pero sabía que las costumbres eran imposible de romper, - está bien comandante, yo le informaré – le contestó en voz baja como si aun Scott durmiera. Cuando el militar se disponía a seguir el camino, Inés lo llamó – Juan – se detuvo en seco, lo había regañado, hacía un instante dejando claro que debía mantener las distancias y ahora era ella quien lo trataba como una persona cercana. El joven hizo caracolear su caballo hasta volver a acercarse – si Inés, dime – ella bajo la mirada y el sonrió de costado – disculpe, no quise tutearle – Juan chasqueó con su lengua – no se preocupe, su novio debería entender que aquí usted tuvo una vida antes, amigos, hermanos, seres que la queríamos – ante semejante comentario Inés levantó la mirada a esos ojos seductores y lo detuvo – entendí señor, disculpe haberlo molestado – cerró con enojo la cortinilla. - no importa Inés que no me veas, sabes bien que yo... no te hubiera dejado jamás – la frase que se escurrió hacia el interior de la diligencia, hizo que girara su rostro con cautela, buscando la expresión de Scott, intentando adivinar si él había logrado interpretar lo que Juan le había confesado. Pero no encontró en su mirada, ni es su expresión ningún indicio de enojo, - ¿en verdad no sabe el idioma? - caviló, intentando descubrir algo en su prometido.
Se giró aun más hasta quedar casi enfrentados con Scott. En un perfecto ingles le hablo – Querido, nos detendremos a pasar la noche, recién podremos proseguir la marcha al despuntar el sol y estaríamos llegando mañana cerca del medio día, si no hay ningún problema – sonrió, intentando mostrar tranquilidad.
Acercó su cuerpo aun mas, - el comandante acaba de informar que está preparando una... - no sabía como explicar en el idioma de su prometido lo que era una enramada - … ¿choza? - dijo esperando que entendiera – allí podré descansar... pero tu... pues... deberás dormir con los demás a la intemperie, cerca de la fogata – sonrió cohibida, pero él no podía esperar que los soldados hicieran otra enramada para él o que compartieran la misma, eso sería igual que pasar la noche en el mismo lecho. De solo pensar se ruborizo, no esperaba que creyera que ella era ingenua y sin experiencia, totalmente contraria a la fama que se le atribuía, tampoco, supuestamente, le importaba, pero en verdad, de solo pensar en tener que compartir aquel reducido lugar le hizo estremecer .
Un momento después, el coche se detuvo, nuevamente la voz de Juan le informó tras la cortina que ya habían llegado y que todo estaba preparado. Ella asintió con la cabeza sin dejar de mirar a su prometido, - dice que ya hemos llegado... ¿vamos? - sonrió, estirando su mano para tomar las ajenas.
Disfrutó del beso, y continuó recordando sonriente y con su mejillas arreboladas por lo que esas demostraciones de afecto de su prometido le causaban. Entonces escuchó la voz del Comandante que la llamaba, - Inés... Señorita Tejeda... - ella se giró hacia Scott, tenía miedo que él pudiera pensar que el comandante se tomaba atribuciones que no correspondían. Pero su prometido no pareció no entender lo que el militar decia, ella se había sorprendido que siendo un ser tan culto y diplomático, no conociera a la perfección la lengua que se usaba en gran parte de America, por ésta razón, era ella quien hacía de traductira - ¿Ines? – la voz sonó dulce, cariñosa, mostrando la cercanía de jóvenes que había crecido juntos. Ella se enderezó en el asiento, inclinándose luego hasta alcanzar la portezuela y asomarse por la ventanilla.
Lo observó con cierto rencor en los ojos - ¡que sucede comandante Indarte! - dijo con voz cargada de reproche e intentando poner distancia y frialdad. El joven se rió abiertamente, - pero Inés, te conozco desde que eramos unos críos, no me trates como si fuéramos extraños – dijo sacando hierro a la frialdad de la mujer. Inés inspiró buscando paciencia y volvió a preguntar con un aire mas amigable – dígame señor Indarte, ¿que sera lo que necesita? - terminó la frase con una sonrisa exagerada, aunque sus ojos mostraban fastidio, el que Scott no podía percibir, solo oír la voz dulce y melodiosa de su futura esposa. El militar se acercó a la ventanilla, miró hacia dentro del vehículo, se tocó el ala del sombrero inclinando la cabeza a modo de saludo al hombre que se encontraba junto a la señorita que escoltaba. Sin mas miramientos hacia el extranjero se dedicó a contemplarla, - solo vine a informar que acamparemos, ya mandé a los muchachos a realizar una enramada, allí podrás descansar – volvió a mirar de reojo al ingles – claro su prometido deberá dormir al ras del cielo, junto a la fogata – dando a entender que bajo su protección no dejaría que aquel extraño se propasara.
Ellas sonrió nerviosa, pero sabía que las costumbres eran imposible de romper, - está bien comandante, yo le informaré – le contestó en voz baja como si aun Scott durmiera. Cuando el militar se disponía a seguir el camino, Inés lo llamó – Juan – se detuvo en seco, lo había regañado, hacía un instante dejando claro que debía mantener las distancias y ahora era ella quien lo trataba como una persona cercana. El joven hizo caracolear su caballo hasta volver a acercarse – si Inés, dime – ella bajo la mirada y el sonrió de costado – disculpe, no quise tutearle – Juan chasqueó con su lengua – no se preocupe, su novio debería entender que aquí usted tuvo una vida antes, amigos, hermanos, seres que la queríamos – ante semejante comentario Inés levantó la mirada a esos ojos seductores y lo detuvo – entendí señor, disculpe haberlo molestado – cerró con enojo la cortinilla. - no importa Inés que no me veas, sabes bien que yo... no te hubiera dejado jamás – la frase que se escurrió hacia el interior de la diligencia, hizo que girara su rostro con cautela, buscando la expresión de Scott, intentando adivinar si él había logrado interpretar lo que Juan le había confesado. Pero no encontró en su mirada, ni es su expresión ningún indicio de enojo, - ¿en verdad no sabe el idioma? - caviló, intentando descubrir algo en su prometido.
Se giró aun más hasta quedar casi enfrentados con Scott. En un perfecto ingles le hablo – Querido, nos detendremos a pasar la noche, recién podremos proseguir la marcha al despuntar el sol y estaríamos llegando mañana cerca del medio día, si no hay ningún problema – sonrió, intentando mostrar tranquilidad.
Acercó su cuerpo aun mas, - el comandante acaba de informar que está preparando una... - no sabía como explicar en el idioma de su prometido lo que era una enramada - … ¿choza? - dijo esperando que entendiera – allí podré descansar... pero tu... pues... deberás dormir con los demás a la intemperie, cerca de la fogata – sonrió cohibida, pero él no podía esperar que los soldados hicieran otra enramada para él o que compartieran la misma, eso sería igual que pasar la noche en el mismo lecho. De solo pensar se ruborizo, no esperaba que creyera que ella era ingenua y sin experiencia, totalmente contraria a la fama que se le atribuía, tampoco, supuestamente, le importaba, pero en verdad, de solo pensar en tener que compartir aquel reducido lugar le hizo estremecer .
Un momento después, el coche se detuvo, nuevamente la voz de Juan le informó tras la cortina que ya habían llegado y que todo estaba preparado. Ella asintió con la cabeza sin dejar de mirar a su prometido, - dice que ya hemos llegado... ¿vamos? - sonrió, estirando su mano para tomar las ajenas.
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