{Flashback} El traficante y la ladrona [Priv. Nora Teagan]

por **Kaien Frenthig** Lun Jun 30, 2014 11:57 am

Si la vida te pone un reto en las narices
asegúrate de salir vivo de el antes de que te mate primero.

Heme yo aquí, en esta travesía de las cual deseas suicidarte, que felicidad más grande.

-¡Oh, sí! yo creo que usted podría acompañarme a esas excitas fiestas de Agatha, ¡Mis amigas morirían de envidia! ¿Usted sabe también otros idiomas? ¡Veo en su cara un sí grabado! Le aseguro que…

¿Has escuchado de esas personas que cuando llegan a los 50 sufren crisis existenciales y les gusta regodearse en su propio ego? He aquí, delante de mi le personificación de la realidad parisense y confusa más cruenta que nunca; rodee los ojos mientras sonreí intentando concentrarme en lo que hacía y no perder el hilo de lo que supuestamente tenía que hacer, pero eran tan difícil, esa rechoncha mujer no paraba de hablar, oración tras oración, incoherencia tras incoherencia, como si fuese la peor de tus pesadillas hechas realidad.

-Puedo pagarte 15 francos al mes –Sinceramente esta mujer era una avara sobre todas las cosas- Pero claro… siempre puede tener aumentos en su sueldo…

Clave mis ojos en su cara, como si intentase no notar las intenciones que salían de su boca, una sonrisa torcida, un escote grosero que rodeaba lo burdo para una mujer de 50 y tantos, esa ropa pomposa y cara que podrías subastar por una casa entera para cualquier humano común y corriente, el cabello tan tenso que parecía querer ser un recurso de moldeamiento facial que de estética; ¿Por qué yo que era el sujeto más normal y simple de la vida terminaba ahí? Bueno… no era precisamente el más normal… ni el más simple, pero eso era una total y completa tortura a la paciencia humana, merecía ir en mayúsculas.

Pase una mano por mí rodilla derecha, mire el pantalón de tela café como si fuese la cosa más interesante del planeta, vestido como un cuidado de clase media me había movido hasta París con la única intensión de concretar uno de mis tratos, Lord Aramendt, un antiguo cliente mío estaba demasiado interesando en una joya particularmente escasa que tenía lugar y fecha de ubicación, me reprendí mentalmente por esa dosis de adrenalina que no estaba llegando en esos momentos y había sido la única razón plausible por la que estaba ahí sentado, “Esa mujer no cede con nada, le he ofrecidos millones, esclavos, casas, buques, barcos y ¡Todo lo que te puedas imaginar! ¡Quiero esa Painita ahora, sea como sea!” ¿Para qué? Ni siquiera me preocupe en preguntarle tal tontería, los ricos no tenía un porqué simplemente querían las cosas para tenerlas en una cajita de cristal y degustarse con su poder adquisitivo, entonces la única razón por la que estaba ahí era por el reto que implica terminar “tranzando” ese trozo de Painita… quizá no iba a ser un trato justo para la mujer, pero todo era por un buen negocio, o por lo menos eso intentaría…

-Claro Mi Señora… -Solté escuálidamente, la mujer sonrió como si hubiese encontrado un diamante en mis palabra y siguió arreglándose el vestido que llevaba mientras caminaba suntuosamente por la sala.

-¡Nunca había venido a ofrecerse un mozo tan guapo como usted!

Y estoy seguro que jamás nadie más lo haría, a menos que le faltase una manzana de auto-conciencia, terminar haciendo esto, ofrecerme de mozo a una mujer rica era de las cosa que no había tenido que hacer aún, pero, ahí estaba, como dicen “hay una primera vez para todo” pero algo me decía, o más bien me gritaba interiormente mientras Lady Dufreing pasaba sus manos por mi cuello a ver si había un lugar por donde ponerme una correa y sacarme a pasear, algo así como a refregarle a alguien su nueva adquisición. Enserio ¿Qué carajos estaba pensando cuando había aceptado esto?

-Ah… si mi marido hubiese sido tan guapo como usted seguramente hubiese llorado más en su funeral…

Y seguramente no habría vendido todos su negocios y posesiones de no-agrado para ella y posicionarse como una de las viudas más derrochadoras de todo París, su marido, un hombre de negocios poderoso, le había envuelto los dientes en joyas y entre ellas destacaba lo que yo necesitaba, alce los ojos y pensé que sinceramente yo habría fingido mi muerte o algo similar, todo con tal de no verla nunca más. Lo más seguro es que terminase llevándome la Painita esa misma noche y no hiciera ningún tipo de esfuerzo en cumplir con mis supuestas obligaciones.

-Ah, usted me alaga mucho Mi Señora –Dígase de mí que mis modales son siempre pulcros, pero estaba haciendo, esta vez, aun con las manos en mi rostro, el esfuerzo inhumano de no salir corriendo de ahí o darle un mordisco o dos para que se alejase a unos cuantos metros de todo lo que a mi respectaba.

Mire entre tanto una de las habitaciones cercanas al salón, por lo que sabía la rara pieza estaba ahí, al parecer en una especie de caja fuerte que más bien era una forma de exhibir su lujo a cuan desventurado pasajero de la vida la visitara, seguramente yo no era de tanto aprecio para meterme en ese lugar, como una visita gustosa de contemplar sus riquezas, pero apenas se diese media vuelta yo tomaría lo que necesitaba y desaparecería como era mi costumbre, procurando no volver, para que se olvidara de mi cara y todo lo que yo podía representar (y de paso si tenía buena suerte olvidarme yo mismo del rostro de esa mujer)

-Mandaré a buscar a Elizabeth, ¡Y a Stela! Si, a ellas, que se jactan de sus viejos servidores, ya verán, iremos al teatro, ¡O a la playa!, hay tantos lugares… -Ella siguió parloteando mientras enviaba a un muchacho a buscar a sus “amigas” hablaba tanto y tan rápido que apenas podía procesar las tonterías que decía.

-Algo me dice que va a llover… -Susurre tan bajo que ella no me escucho, simplemente siguió hablando como si nada, mire la ventana de la esquina buscando mi propio escape después de todo esto, me alce de hombros, tenía que entrar a esa estúpida habitación antes de que terminaran metiéndome a un manicomio después de esto.