¿Have you come to raise the dead? [Privado]

El olor a salitre inundaba sus fosas nasales y la brisa fuerte agitaba la larga y suelta cabellera a su antojo. Permanecía de pie, completamente quieta y con los ojos cerrados, disfrutando del momento mientras escuchaba a su dama de compañía instándole a que sentara en la silla que le había preparado especialmente con vista al océano, en que le permitiese recogerle un poco el alborotado cabello, en que se volviese a calzar los zapatos mientras nerviosa buscaba entre la fina arena cualquier objeto que pudiese cortar los delicados pies de su ama. Nada de eso le importaba. Un escape era lo que necesitaba y lo que tendría. Abriendo finalmente los ojos ignoró a la nerviosa chica y caminó un par de pasos hacia el mar. ¡Oh! Tan enorme y colorido. Tan pacifico y al mismo tiempo desafiante. Algún tiempo había transcurrido desde la última vez que se sintiera en disposición para observar la inmensidad azul con el alma abierta, con la mente y el corazón dispuestos. Todas las tragedias parecían ahora solo nimiedades. Soportar día tras día, pensar que había escapado de un círculo del infierno solo para descubrir que caía a otro diferente ¿Cuál resultaba menos aterrador? Era una respuesta que desconocía, cada uno era tan particular y diferente al anterior que resultaban incomparables ¿prefería los golpes de un hombre al que podía ver y tocar o los de un espíritu al que no percibía hasta que ya era tarde? Inconscientemente protegió su brazo derecho con el izquierdo. Aquella caída seguía atormentándola aunque su mano se había curado satisfactoriamente. No estaba loca, no lo imaginaba, ahora lo sabía con certeza pero, al final del día ¿a quién le importaba? No contaba con más escapatoria que aquellas cortas y limitadas salidas de su mansión, de su prisión.

Sonriendo abierta y sinceramente, como pocas veces lo hacía últimamente, continuó avanzando hacia el agua que se estrellaba con fuerza contra la arena del fondo. La blanca espuma besaba momentáneamente la orilla antes de retirarse y disolverse como si nunca hubiese existido. Ese vacío, empero, duraba poco, solo un par de segundos antes de que otra ola se elevara sobre la rugosa superficie. El sol ascendía con lentitud por el cielo azul. Faltaban aún un par de horas para el medio día pero ya el lugar empezaba a rezumar de vida. Parejas de enamorados, familias con sus niños e institutrices, pintores, lectores, podía verse un poco de todo a través de la extensión que conformaba la playa más visitada de la zona. Su vestido, confeccionado con ligera tela color azul claro, se llenaba poco a poco con la arena que el viento movilizaba. Sacarla después sería toda una proeza, pero eso no debía preocuparle ¿verdad? Para eso tenía un séquito de sirvientes que se encargasen de cada pequeña tontería para que su vida continuase tal como hasta ahora. Sus pies descalzos se hundían ligeramente, produciéndole un agradable hormigueo unido a una sensación de tibieza. Había también pequeños guijarros y restos de conchas que le punzaban pero ninguna resultaba tan dolorosa como para no poder continuar caminando.

Con unas cuantas palabras ordenó a su acompañante a que permaneciera junto a sus pertenencias mientras ella daba un pequeño paseo junto al mar. Tan pronto la joven dio media vuelta Odette se volvió a concentrar en el mar. Adoraba el sonido y el olor pero poder contemplarlo con tranquilidad superaba por mucho cualquier otra actividad ¿existiría alguien a quien pudiese no gustarle? Seguro que sí, había mentes y gustos para todo y un montón de agua salada no iba a ser la excepción. Se encontraba tan absorta en tales pensamientos vanos e irrelevantes cuando, sin quererlo, pisó una concha rota. El dolor ascendió desde su pie haciéndole perder el equilibrio. Trastabillo un poco y, finalmente, cayó pesadamente sobre sus rodillas y palmas. Al menos había conseguido contener el grito de sorpresa, por lo que podría levantarse sin que nadie notara el vergonzoso incidente. Bueno, eso suponiendo que ningún curioso lo hubiese observado todo ¿se habría lastimado seriamente o solo se trataría de una molestia pasajera? Se sentó con rapidez, doblando las rodillas y colocando la pose más natural que consiguió aunque con esto arruinara por completo su hermoso vestido. Respiró profundamente y lanzó una mirada a sus pies desnudos que sobresalían de la tela azul. Efectivamente una fina línea de color rojo oscuro corría hacia la arena desde la planta de su pie derecho aunque quisiera no podría levantarse de inmediato. Por un tonto descuido había arruinado todo el día. Levantó la mirada hacia su dama de compañía quien se encontraba organizando el canasto del almuerzo y, por tanto, no se había percatado de nada. A la izquierda tampoco se encontró con ningún curioso por lo que se permitió un suspiro de alivio que resultó apresurado al darse cuenta que a su diestra sí que había alguien mirándola.