No sé como ni cuando y menos el por qué || Lorelleine Devonshire

Tras salir de la zona residencial, una gran sonrisa se expandió por mi rostro. No tenía razón alguna por la que debía salir de mi lugar de trabajo mas podía y eso lo disfrutaba más que cualquier otra cosa en el mundo. ¡Por fin podía estar lejos del trabajo en un horario en el que el sol acariciase mi blanquecina piel sin necesidad llevar cesto alguno!

Di ligeras vueltas sobre mí misma bailando sin importarme los ojos acusadores que pudiesen observarme. Era feliz, era libre y poseía un empleo que me encantaba.

Tras un rato paré por la vergüenza mas no me había podido contener a ver aquel nuevo vestido con unas telas tan exquisitas girar en mi propio eje.

Un revuelo me asustó. Varias señoritas asustadas corrían hacia el hospital. ¿Qué podía haber sucedido? Lo desconocía pero en medio de aquel revuelo algo me hizo perder el sentido y el hilo de todos mis pensamientos.

Un hombre, acompañado de su bastón, caminaba sereno, con una pequeña sonrisa acariciando sus labios como si se estuviese contando a sí mismo un chiste que nadie más pudiese entender.

Fue igual que el choque de trenes, algo que no puedes evitar mirar. Había algo diferente en su porte, quizá en su sonrisa pero por un instante permanecí completamente quieta en medio de la calle, obviando a mis sentidos de avisarme antes de que cualquier catástrofe pudiese suceder.

Parpadeé varias veces cuando un chillido me sacó de mi ensimismamiento y tras girar mi rostro pude ver un carromato acercarse a mí a toda velocidad. Durante lo que me pareció una eternidad mis músculos no respondían, mis pies podrían haber estado clavados al suelo provocando el mismo efecto mas en el último segundo estos decidieron hacer lo que mi cerebro les mandaba y salí con unas zancadas de su trayectoria chocándome con alguien en el proceso.

Jadeé volviendo a mirar a ese carromato que había estado a punto de regalarme un soberano golpe y llevé mi mano a mi pecho que me dolía por los fuertes latidos de mi corazón quien me reprochaba que fuese mucho más cuidadosa al caminar.

Ni siquiera me había percatado que había chocado con el hombre bastón en mano que había cruzado su mirada con la mía antes de ese momento. Alcé mi mirada azul cristalina hasta los ojos de ese caballero que ahora tomaba mi pulso provocando que una quemazón extraña se apoderase de mi piel.

No era capaz de hablar mas asentí e hice lo que me pidió. Inhalé y exhalé lenta y profundamente fijando mis mirada en él. Su voz acariciaba mis oídos y regalaba una sensación de paz a mi pecho que jamás había experimentado previamente.

- Merci, monsieur -susurré negando suavemente provocando que mis rizos dorados se enredaran en mis pestañas por el movimiento de mi cabeza.- pero no es necesario que me invite a nada -bajé mi mirada sonrojada pues la forma que había tenido de acariciar las palabras entre sus dientes consiguió que mirase sus labios quizá demasiado tiempo.- Dudo que deseéis ser visto con una simple doncella.

Tragué con dificultad intentando recomponer el vestido para que toda la tela regresara a su lugar hasta aquella que se intentaba encajar en los botones del doctor.

- Lo siento por... por el golpe y... por como mi vestido parece dispuesto a quedarse prendado a sus propias ropas -mi sonrojo fue tal que hubiese jurado que mis mejillas se verían en kilómetros a la redonda por su encendido.

La forma en que sus dedos tomaron mi mentón hizo que mi corazón estuviera al borde de escapar de mi pecho. Aquellos ojos azules estaban tan fijos en los míos que no pude evitar ponerme nerviosa. Era el hombre más apuesto que había visto en toda mi existencia. Mi mirada acarició cada milímetro de sus facciones como si el tiempo se hubiese parado y estuviese disfrutando de la más hermosa obra de arte.

- Sois muy amable, monsieur -alcé una de mis manos para tomar la suya que tan dulcemente me tendía. Mis pequeños dedos se deslizaron por la piel de aquel hombre que parecía sacado de una novela. Mordí mi labio inferior completamente nerviosa accediendo mejor a su petición del hogar.- Creo que sería mejor poder estar con usted a solas en su hogar aunque sea poco digno para una dama pero a fin de cuentas sigo siendo doncella -hice una pequeña mueca pues pensarían que sería una nueva criada en su hogar.

Tras su susurro, los latidos de mi corazón fueron mucho más irregulares que antes. ¿Insinuaba aquel hombre que era hermosa? ¿Que le importaba lo que me sucediera? Mis ojos volvieron a fijarse en sus luceros y no tuve más que contener las ganas de susurrarle lo increíblemente arrebatador que era.

Parpadeé en varias ocasiones y arrugué mi pequeña nariz. Decidí seguirle con el sonrojo expandido por todo mi rostro y cuando recuperé la voz que sus palabras me habían arrebatado, pude decir al fin:

- No digáis esas cosas o terminaré pensando que soy hermosa -negué completamente avergonzada bajando la mirada hasta aquella fuerte mano que me tendía.

A su lado, paseé decidida a que me guiara hasta donde él considerara oportuno. Por algún motivo, que no comprendía, mi corazón me gritaba que estaba a salvo en su compañía. Mis ojos, furtivamente, observaban aquellos rasgos, su porte y su ser al completo, disimulando si su mirada en algún instante se encontraba con la mía.

Aquello debía ser obra de algún ángel de la guarda o quizá él mismo fuese quién hubiese tenido que cuidarme todo este tiempo. ¿Me estaba oyendo a mí misma? Mis pensamientos carecían de sentido alguno ante tal desconocido. ¡Ni tan siquiera su nombre me había dicho! Bajé mi mirada justo en el instante que su voz volvió a acariciar mis oídos mientras me regalaba piropos que en la vida había escuchado.

- Debe ser bonito ser musa de alguien, ser quien inspire, quien alimente la creatividad de una persona o ser dibujada con el mimo con el que a veces se desea ser acariciada -tras mis palabras me sonrojé tanto que pensé que hasta mis cabellos habían aumentado en su colorido.

Sus palabras, la forma que tenía de abrir sus pensamientos a alguien que bien podría tratarle de revolucionaria por ese libre pensar, abrieron en mí un mundo distinto, un mundo en el que podría ser factible la igualdad.

- No suelo hablar sobre quienes he servido pero bien es cierto que aunque sea criada, en ocasiones he sido tratada como poco más que un perro, a veces los animales han tenido más cuidados que yo misma -suspiré bajando la mirada reprimiéndome en voz baja por haber dicho cosas que no debía.- Mas no se preocupe por mí, se lo ruego. Agua estancada no mueve molino -me encogí de hombros dedicándole una cálida sonrisa antes de negar moviendo mis cabellos de tal forma que reflejaban las luces pareciendo una cascada del más apetecible agua de los dioses.- No debe disculparse. Tampoco me he presentado -solté un suspiro e hice una inclinación pues sabía que su poder adquisitivo era mayor y por dicha costumbre entre clases, fue instintiva esa reverencia.- Lorelleine Devonshire, monsieur -cuando volví a erguirme la sonrisa ya estaba en mi rostro nuevamente.- Para servirle en todo lo que necesite.

Corazón palpitante, dolorosa y maravillosamente rápido. Sentía como si él mismo pudiese notar las contracciones de este músculo bajo mi pecho. Ese hermoso hombre, su porte, su galantería y más aún aquel ósculo depositado en el suave dorso de mi mano. Había podido notar sus mulliidos y cálidos labios, su tibio aliento sobre mi piel de porcelana. Un escalofrío de gusto había recorrido mis entrañas como si fuese un relámpago.

El rubor no parecía desaparecer fácilmente de mis mejillas y por ello tuve que bajar la mirada por unos instantes intentando serenarme.

Abrí mis labios suavemente formando una pequeña "o" con ellos en el instante que mis ojos se posaron en su hogar. Había pasado el camino absorta en cada uno de los rasgos de mi acompañante. Mas ahora podía contemplar el pequeño paraíso que estaba construido. Todo para él, su dueño.

Deslicé mis dedos por la exquisita forja de la verja que él había abierto para invitarme a entrar. Había perdido el habla por completo admirando, con una sonrisa divisándose en mis comisuras, todo aquello que parecía haber sido creado para estar allí, que toda la belleza se juntase en un mismo punto.

Di una vuelta sobre mí misma para no perderme detalle alguno pues todo merecía ser contemplado con detenimiento, dibujado en la mente, grabado a fuego si era preciso.

Al escuchar su voz, le seguí hasta el interior de su hogar enrojecida. Me había llamado ángel. Voltaire parecía tener la habilidad para hacerme volar como si realmente lo fuese.

Le seguí, con temor de romper la magia de aquel hogar, la forma en que todo se armonizaba pues podía ser tan torpe o tan poco hermosa que todo terminara por desaparecer. Parecía un inmenso sueño.

Su voz de pronto consigue paralizarme y hacerme sonreír como una boba por semejante tono tan íntimo. Tan cerca estaba que podía sentir su perfume acariciarme la piel y penetrar en mi propio ADN para no perderlo jamás mas sus palabras consiguieron arrastrarme al mundo de mis sombras, de mis demonios. La sonrisa desapareció y la desazón gobernó mi cuerpo.

- Sí... me ha sucedido -musité bajando mi mirada sintiéndome nuevamente indigna. Indigna ante sus ojos, ante aquel paraíso que se erguía frente a mí. Ahora resultaba amenazador, gritándome que me marchara por ser una mancha, alguien impuro.- Vivís en el mismo paraíso -puntualicé más mis ojos estaban tan vidriosos que amenazaban rápidamente con dejar correr las lágrimas que me delatarían. Por ese mismo motivo, me giré sobre mi misma, temblando levemente, sin ser capaz de decir otra palabra para que el nudo de mi garganta no fuese más duro.

Esos lagos, aquellos ojos que me habían torturado una y otra vez hasta deshonrarme de toda forma posible. Todos los recuerdos agolpándose en mi mente, deseosos de matar mi buen humor y haciéndome, sin pretenderlo, soltar un sollozo. Mas en mi congojo tan solo podía pensar que aquel hombre estaba enfadado y no podía evitar ayudar a quién lo necesitaba pese a mis males.

Volví a girarme, con las lágrimas ahora recorriendo mis mejillas y mis dedos, suaves, buscaron su mano con temor de ser demasiado atrevida.

- No os enfadéis. El pasado tan solo es tan fuerte por el peso que queramos darle -musité mas no fui capaz de mirar sus ojos pues yo era la primera que parecía aferrada a mis demonios.

Allí sentí como mi mundo se extinguía para transformarse en uno completamente nuevo. Sus manos sosteniendo mi rostro mientras que nuestras miradas se fundían en lo que me pareció toda una vida. Pude contemplar su alma como quien se mira al espejo. Mi respiración se aceleraba por momentos y un impulso de apretarme contra su pecho quedándome allí toda la vida crecía de forma tan incomprensible que no sabía si podría contenerme por mucho más tiempo.

En el instante que soltó mi rostro aquel mundo que parecía abrirse ante mí se alejaba y me arrastraba a la oscura realidad.

Sus palabras fueron atendidas y firmemente analizadas por mi mente. ¿Por qué un mismo lugar se podía ver de dos formas tan diversas? Para mí ese paraíso no estaba muerto, tenía más vida que todo lo que nunca hubiese tocado, soñado o vivido.

Mi pequeña mano acudió hasta tomar entre mis dedos su mentón, haciendo que girase sutilmente su rostro hacia ese maravilloso lugar. Me acerqué quizá demasiado, más de lo cortésmente aceptable pero no me importó, aquello debía ser susurrado para poder verlo sin problema alguno.

- ¿Por qué no veis la vida en cada hoja, cada flor? La forma en que cada partícula están gritando su nombre para que las contempléis y llevéis a alguna obra que no puede describirse con palabras, que no puede ni tan siquiera soñarse por su perfección, que esa obra la viváis para poder perderos en la inmensidad del paraíso que se os presenta -musité y después fijé mi mirada en el perfil de su rostro.- Os olvidáis del niño que aún reside dentro de usted en alguna parte de su cuerpo. Ese pequeño niño que aún quiere correr, que quiere hacer lo que su corazón le dicte sin miedo a lo que el mundo piense y sin miedo tampoco por lo que el mismo siente -me separé poco a poco de él entendiendo que yo a menudo dejo escapar a esa pequeña niña en la inocencia que aún hay en mi alma a pesar del daño sufrido pero no me arrepentía de hacerlo.

Le seguí mientras me guiaba por ese maravilloso paraíso de tantas variedades posibles. La forma en que todo aquello enseñaría a soñar a cualquiera que lo contemplase provocaba que quisiera llorar de pura felicidad. La sonrisa se extendía por mi rostro de una forma única, esa forma que parecía pertenecerle solo a ese lugar y a la compañía de aquel hombre que me hacía sentir demasiadas emociones tan intensas en un mismo gesto que temía porque mi pecho explotara en cualquier momento.

Me senté allí dónde me dijo mientras el sonrojo volvía a extenderse por mis mejillas por su forma de describirme. "Obra de la creación". Intenté mantener su mirada pero el calor de mi rostro me hacía sentir aún mayor vergüenza.

- Monsieur -puse mis manos sobre mi regazo moviendo nerviosamente mis dedos- conseguís sonrojarme con cada una de vuestras palabras. No sé si las merezco pero le agradezco todas y cada una de ellas.

Mi corazón latía en rebeldía. Gritándome que me levantara y diese a aquel hombre cualquier gesto que le hiciese quedarse conmigo para siempre. Si aquello eran unos breves minutos con él, esperaba que toda mi vida fuese exactamente igual. En su sonrisa veía la llave a ese sitio al que pertenecía y siempre había estado buscando. ¿Podía ser posible aquello? ¿Era la única que lo veía o alguien más lo haría? La sola idea de imaginar a otra mujer viendo ese mundo que Voltaire ofrecía me hizo notar una gran puñalada de algo desconocido. ¿Serían eso llamado celos?

- Un té estaría bien -musité apoyando una de mis manos sobre mi pecho para que el corazón no se escapara de él por esa sonrisa que me acababa de dirigir.- También me sirve vuestra compañía. Desde el instante que me dirigisteis la palabra ni tan siquiera recuerdo el altercado -confesé volviendo a sonrojarme hasta las orejas para luego apoyar mis manos sobre ellas intentando tapar la consecuencia de mis palabras.

Mi corazón palpitaba dolorosamente en cada una de las miradas que se fundían con la de aquel hombre, ese ser tan impresionantemente inconsciente de su porte, su galantería y su sensualidad hacia una mujer. Sus rasgos varoniles, su aura enigmática y esa parte de tristeza y dolor que escondía su mirada, la cual brillaba de una forma completamente diferente a la que estaba acostumbrada cuando me miraban.

Seguí su mirada mientras él desaparecía de la estancia dirigiéndose a pedir el té. Me sorprendió la amabilidad con la que trataba al servicio pues yo no había recibido un trato tan agradable en mis años de sirvienta. Ni tan siquiera cuando pasaba el tiempo en el orfanato donde había crecido. La señora que me había dado su apellido había sido tan severa como distante.

El regaño hizo que se notara mi descontento. No me gustaba que él fuese regañado, sino mimado, cuidado, acariciado, besado.. ¡Madre mía! Llevé mis manos a mis mejillas que se tornaron del rojo más intenso cuando me percaté de mis poco inocentes pensamientos.

Cuando regresó y puso la taza en mis manos, sentí el roce de sus dedos provocándome una electricidad que llameaba un deseo prohibido e imposible pues no se fijaría en una mujer como yo, una simple criada.

Escuchando todas sus palabras no pude evitar notar como mi corazón era estrangulado dolorosamente al sentir que su alma estaba herida por la guerra. ¡Oh, monsieur! ¡Cómo moriría por abrazarlo y curar cada una de las heridas de su alma!

- Lamento escuchar eso, monsieur -musité casi en un susurro por la congoja.- Puedo ver que su alma está atormentada por aquello que vio en la guerra y si leyendo sus escritos pudiese entenderle mejor, permaneceré las noches en vela para poder saber como consolarlo, como hacerle ver la vida un poco mejor a pesar del dolor que le aflija.

Bajé la mirada y la sorpresa por su respuesta de una forma desmesuradamente brusca, incomprensible. ¿Qué había hecho yo para sufrir ese trato de repente?

- ¿Esposo? No tengo esposo. Ni tan siquiera pretendiente alguno. Sé que soy algo mayor para permanecer soltera pero hay personas que no encontramos el amor... o que este es tan imposible que desgarra el alma -susurré y respiré agitada mientras el recuerdo de un trato semejante había llegado a mi memoria.

Alcé mi rostro y volví a depositar mi mirada en aquel rostro que estaba observándome atentamente ahora afligido por el trato que me acababa de dar. ¿Podría su reacción deberse a algo que no expresaba? Tomé un sorbo de mi taza y después dejé esta en la mesita. Acto seguido, me levanté para sentarme a su lado en el sillón en que él estaba, mi pecho subía y bajaba con fuerza por la sola presencia cercana de aquel cuerpo tan atrayente.

- ¿Qué es ese secreto que siento que oculta su mirada cada vez que me mira? -sin darme cuenta una de mis manos estaba rozando los dedos de una de las suyas. El sonrojo se extendió por mi rostro por mi atrevimiento y me levanté rápidamente.- ¡Oh, discúlpeme! No sé qué me ha pasado -caminé hacia una ventana observando el paisaje e intentando callar a mi corazón que me gritaba su verdadero deseo: "Vive entre sus brazos".

Pude sentirle rápidamente tras mi espalda y mis deseos fueron tan simples como girarme para perderme entre sus brazos. No quería permanecer la vida lejos de ellos y eso que aún no había tenido la suerte de permanecer rodeada por ellos. Estaba dispuesta a descubrirlo algún día pero ahora, tan solo su aliento contra mi nuca provocaba en mi pecho una respiración errática y difícilmente controlable.

Cerré mis ojos dejando que cada una de sus palabras penetrara en mí como si fuese la más bella de las poesías y se deslizara por todo mi cuerpo como un bálsamo despertando las mismas emociones en mi ser. Yo misma quería recibir sus besos, oler sus cabellos, despertar cada mañana observando su apuesto rostro y poder contemplarlo unos segundos mientras duerme antes de que despierte para ver la serenidad en sus facciones.

Su beso. Su beso pudo con toda emoción habida en el mundo. Nada antes había despertado en mi cuerpo una sensación semejante. Sus labios encendieron un deseo de más, de siempre desear más de aquellos labios pero de repente desapareció y la burbuja donde me había sumido se explotó para darme a entender que se había excedido. ¡Oh, Dios! No. ¿Por qué no eres así todo el tiempo?

Me giré sobre mí misma y llevé mis manos a mi abdomen mientras mi respiración errática y mi sonrojo no desaparecían.

- Si como pago para seguir escuchando palabras tan hermosas debo trabajar para vos lo haré pero si en lugar de eso preferís besar los labios de la mujer que os ha robado el sentido como ella os ansía besar, entonces no os contengáis y vivid conmigo la historia romántica que deseéis. Porque aquí os digo que mi corazón palpita sin control alguno, necesitado de vuestro tacto y de cada una de esas promesas que en silencio habéis hecho mientras enterrabais vuestra nariz en mi cabello regalándome una pequeña parte de cielo. No comprendo lo que mi cuerpo quiere decirme pero solo busca el vuestro, un mínimo roce, tan solo eso para ser feliz. No me hagáis desdichada -musité caminando lentamente hacia él permitiéndome acariciar su mejilla mientras mis dedos rozaban aquella piel tan suave abarcando suavemente con palma la barbilla entera.

Escucharle hablar de como se sentía como un alma perdida tan solo me hacía sentir tantas ganas de abrazarle que pensaba que mi corazón terminaría saliendo de mi pecho para fundirse con el suyo. Tomé su rostro entre mis manos tomando todo el valor que me fue posible y deposité un tierno beso en la punta de su nariz con mucha suavidad.

- No estáis perdido. Yo os traeré conmigo y si es necesario me perderé también para pasar la eternidad acompañándoos. No permitiré que permanezca más tiempo solo en la oscuridad mientras pueda hacer algo por ayudar -mis pulgares rozaron sus mejillas mientras hablaba y en ocasiones las comisuras de sus labios con mucho cuidado provocando un enorme sonrojo en mis mejillas y sentir la quemazón de la suavidad de sus labios en mis yemas.

Escuché con atención las palabras de mi caballero andante. Aquel hombre que me había conseguido arrebatar el corazón en un suspiro con su forma de ser y tratarme, con la forma de comportarse, de quererme a su lado. Sonreí mientras apoyaba mi frente contra la suya y negué suavemente para que supiese que no estaba soñando.

- No soñáis. No lo hacéis. Aquí estoy y os repito que mi corazón suplica por lo mismo que el vuestro -susurré mientras aspiraba su aroma sintiendo como me embriagaba el maravilloso aroma a hombre que provenía de mi amado, aquel que estaba frente a mí, tomando mi rostro entre sus manos y relatándome una vida en la que todo parecían desdichas.

Me perdí en su mirada mientras atendía todo lo que decía. Debía escuchar lo que quería proponerme para saber a aquello a lo que iba a decir que sí o no, lo que rechazaría o aceptaría pero si me lo proponía él, estar junto a él, seguramente aceptaría, no podía evitarlo, lo que menos me importaba era el mundo, lo que quería era estar en su compañía.

- Prometo deciros si alguna de mis lágrimas recorre mis mejillas pero en vuestra compañía será más que imposible que eso ocurra. En sus brazos solo querré suspirar de felicidad y descubrir la alegría de estar viva por haber encontrado el amor -confesé sonrojándome y poniendo mis manos sobre las suyas para luego acariciarlas lentamente con mis pulgares con mucho cuidado.- Acepto. Acepto vivir este amor de puertas para adentro. Mantendré la compostura y la distancia cuando estemos fuera de aquí, de su hogar. Me comportaré tan solo como la criada que soy ante los ojos de todos -prometí con mis ojos fijos en los ajenos, sumida en el mar que era su mirada.

Debía aceptarlo si quería poder estar con él. Sabía que no podíamos estar juntos todo lo que deseásemos porque las clases sociales influían en ello. Yo era una simple criada y él debía mantener su posición. Mas si en su hogar no importaban las clases sociales, yo sería feliz pudiendo convivir con él al menos durante unos instantes disfrutando de un amor puro y limpio.

Sonreí feliz al saber que había logrado que mi amor estuviese tan dichoso de tenerme consigo. No sabía cuánto hubiese podido resistir sin tenerle en mi vida, sin poder decirle cuánto le amaba solamente habiéndole visto desde ese preciso momento en que casi me atropelló un carro. Notar ese inmenso amor invadir todo mi cuerpo conseguía que me sintiese renovada y dichosa de estar para siempre a su lado.

- Me alegra haberte hecho tan feliz porque yo también soy la mujer más feliz del mundo al poder estar contigo. No me importa cómo ni bajo qué circunstancias pueda tenerte lo que deseo es hacerlo, tenerte como mío aunque debamos escondernos -susurré al sentir como acariciaba mis mejillas y volví a sonrojarme por instinto al notar su cercanía. Era tan hermoso que podía notar como mi corazón quería escaparse de mi pecho para fundirse en el suyo.

Verle clavar una rodilla en el suelo me hizo mirarle con sorpresa pero sus palabras lejos de horrorizarme o parecerme atrevidas me eran perfectas porque yo sentía lo mismo que aquel hombre que deseaba pasar cada noche y día conmigo. Acaricié su rostro con la mano que tenía tomada cuando terminó de besarla y me puse de rodillas frente a él sin importarme mi vestido en ese momento.

- Prometo que así será. Viviré entre tus brazos y gozaré de cada segundo que esté contigo. Te mostraré mi pasado, mi presente y serás siempre parte de mi futuro -apoyé mi frente contra la suya mientras tomaba su rostro entre mis manos disfrutando del roce de su piel contra la mía.- Prometo que estaré en tu hogar si tú me recibes y lo llamaré también mío. Pero dime ¿debo dejar ahora mi trabajo en el Palacio Royal? Trabajo de criada -bajé mi mirada suavemente por no estar en su posición social.- Necesitaré estar cada segundo a tu lado y si trabajo allí dudo que sea posible, amor mío.